Ficha Laetitia Décorme

-Nombre del Personaje: Laetitia Gwenn Marie Décorme
-Edad Real: 450 años
-Edad Aparente: 24 años
-Especie: Vampiro
-Facción a la que pertenece:
-Tipo, Clase Social o Cargo: Baronesa del Sacro Imperio Romano Germánico
-Orientación Sexual: Heterosexual
-Lugar de Origen: Strasbourg, Alsace, France
-Habilidad/Poder: Habilidades: Sanación Acelerada, Percepción del Aura.
Poderes: Ilusión, Clarividencia, Manipulación de la Memoria


Como miembro de la realeza, el carácter de Laetitia es el de una persona amable y gentil para con las personas que acuden a ella. Una persona elegante en todo momento, y una artista nata que encuentra la inspiración tanto en los paisajes naturales como en las urbes Europeas de la época, una joven cuyo corazón ha sido roto y así lo plasma en bellas pinturas al usar todas las gamas de colores; pero desgraciadamente, el ser una vampiresa le obliga a tener una doble vida: el cazar de noche se convirtió en una necesidad física para ella, por lo que su alter ego logra dominar su carácter dócil para convertirla en una bestia hambrienta de sangre humana. Una mujer paradójica pues cuando su hambre ha sido saciada vuelve a la normalidad sin recordar los daños que ha hecho, y un inevitable sentimiento de culpa la inunda al encontrarse con una presa atacada por ella misma mientras observa sus manos manchadas de sangre.


La belleza exterior de Laetitia es reflejo del arte que plasma en el lienzo, con blancas y delicadas facciones que parecieran haber sido esculpidas a mano así como una ondulada y rubia cabellera que hacen juego perfecto con la Baronesa del Imperio Romano-Germánico. Además, la juventud aparente de Laetitia le brinda una esbelta figura que, aunque no lo parezca, ha tenido la fuerza como para asesinar a toda clase de víctimas. Asimismo, sus ojos azules son sumamente atrayentes y llamativos; sus labios, delgados y casi tan pálidos como su piel. En resumidas cuentas, Laetitia es la encarnación de la belleza como una magnífica obra de arte creada por los Dioses.


Hace 450 años, Laetitia era la única hija de una adinerada familia en Estrasburgo, y como tal, gozaba de los lujos que sus padres le otorgaban: una educación exclusiva que abarcaba lenguas, ciencias y artes; una casa con estilo gótico en la cual vivía su familia y tres sirvientas que ellos, a pesar de la diferencia abismal de clases, trataban con gentileza. Todo en la vida de Laetitia ocurría con normalidad hasta que, en su cumpleaños número 24, sus padres organizaron una gran mascarada invitando a otras familias destacadas de Francia, Alemania e Italia. Una fiesta donde la opulencia e incluso la promiscuidad eran válidas, todos los invitados bailaban y reían, flirteaban, bebían la más cara champaña que pudiera haber en el mercado, apostaban jugando cartas y poco a poco la pretenciosidad de la gente iba desvaneciéndose así como sus máscaras.
Y Laetitia no fue la excepción, pues de entre todos los rostros ocultos uno de ellos captó su atención, y a su vez, pareciera que las miradas de un joven se hubieran interconectado. Y como un imán, el joven de origen Italiano se acercó hacia ella, parecía ser el regalo perfecto para su cumpleaños. Bailaron y rieron hasta el final de la fiesta, culminando en un festejo entre las sábanas de la recámara de la francesa, pero ahí, el enamorado dejó la dulzura para tornarse violento y dejarla inmovilizada.
La luz de la luna era el único medio de iluminación que tenían para verse, sin embargo, los dientes del italiano brillaban particularmente así como sus ojos, que cambiaron de verde a rojo en un instante. Toda memoria después de eso se borró de la mente de Laetitia, quien al despertar sintió un dolor punzante en el cuello, se miró al espejo y observó lo inevitable: dos agujeros perforaron su piel y además, ningún rastro de aquel joven anónimo salvo una carta en la mesa de noche de la recámara. Laetitia se acercó y la abrió:



La confusión y devastación carcomieron la mente de Laetitia, quien inmediatemente se desplomó llorando y gritando, arrugando la carta y aventándola. Ella había creído que por fin había encontrado el amor por primera vez y trágicamente, su corazón había quedado roto en mil pedazos sin posibilidad de reconstruirlo. No obstante, ella salió corriendo para buscar a sus padres y a sus amigos, pero desde el balcón pudo observar una terrible masacre: todos los invitados de la mascarada, incluidos sus padres, habían sido asesinados por el grupo de amigos de Constantino. Ahí fue como si alguien hubiera apretado el gatillo, los ojos miel de Laetitia se volvieron rojos como los de Constantino y una sed de venganza solo pudo ser saciada a lo largo de las décadas, cuando pudo reencontrarse por azares del destino, uno a uno, a aquellos que mataron a sus padres y así matarlos ella misma, mas la venganza solo dejó como consecuencia un vacío en su interior, un vacío que solo pudo plasmar en obras de arte para desahogarse, para exponer al mundo el dolor que siente, y que será difícil cambiar durante su existencia.

No puede controlar su lado vampiresco.
Siente compasión por los seres vivos y la naturaleza.
Es amante de la lectura y la cultura en general.
Está esperando pacientemente la llegada del hombre perfecto.