AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mirad a la Bestia - Camila De Rose
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Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Sería confuso si relatara alguien la manera en que tratamos por vez primera: que os percibí antes de veros y que os husmeé antes de hablaros. Supongo entonces que el destino, Dios, o lo que sea que maneja este espejismo llamado mundo quiso que sólo nosotros lo pudiéramos asimilar, como un idioma secreto que no sabíamos que existía hasta que lo usamos. Lo siento, mademoiselle Camila, porque me temo que vuestra precavida personalidad no os ayudó en aquella ocasión por mucho que hubiera querido que la historia cantara otra cosa. Consideradme un cochambre, no es pediré lo contrario y menos cuando yo mismo me he propinado peores epítetos; es más, os ruego que nunca me hagáis olvidar que estaré en deuda vitalicia con vos por haber sido tan incauto conmigo mismo a tal punto que provocara vuestro perjuicio. Creo que así será; ser licántropo es mi pecado para con vos, pecado que ni el arrepentimiento borrará de vuestros instintos. Y así será lo que vivimos… indeleble e imperdonable.
Fortuita fue la coyuntura en que di los pasos necesarios para acabar en desastre; había dejado que los minutos se fugaran despreocupadamente durante mi día en el jardín botánico, mi residencia en Paris estaba lejos de mi posición y el esparcimiento vivido me había hecho preterir por completo algo que mis astrónomos me habían recalcado que pasaría. Para vos, la luna llena no es más que un satélite poéticamente indescriptible y cautivador, pero —como sabéis— ella es tanto mi esposa amorosa como mi amante aciaga.
¿Cuándo me percaté de mi fatal olvido? Cuando el atardecer comenzó a teñir las nubes de cobre, dándome a mí la monstruosa noticia de que pronto la oscuridad se haría presente y a vos que era tiempo de sacar vuestro felino pelaje al encuentro de los árboles. Fue allí cuando dejé todo lo que estaba haciendo en el jardín botánico —mi paseo inofensivo y reflexión azarosa— para correr hacia el bosque en dirección a mi palacio en las afueras de la ciudad. Si me hubiera devuelto al encuentro de mi guardia para tomar un carruaje, no me hubiera topado con vos, pero habría corrido el riesgo de transformarme a mitad de camino y desatar el infierno. Creo que comprendéis el porqué de mi apresurada decisión, pero no os digo ni por un instante que me justifiquéis.
—Negligente y botarate —pensaba de mí mismo cuando atravesaba la espesa vegetación corriendo como un relámpago sobre la tierra. Acto seguido fue mirar a la luna naciente; burlábase de mi marcha— Todo está saliendo según vuestro plan; miradme huir de ti infructuosamente y fallar.
Ya a esa altura sospechaba que no lograría llegar a mi calabozo a tiempo, pero mientras más me alejara auxiliado por mis extremidades, menos daño podía hacer, aunque no me aparté lo suficiente para evitaros el mal invocado por la luna y desasido por mí. El cielo apagaba su llama cada vez más diligentemente y mi esperanza se extinguía a pasos agigantados. Una punzada global detuvo mi andar abrupta y fuertemente, obligándome a arrodillarme en el suelo boscoso sujetando mi pecho; había perdido esa batalla y me arrodillaba ante mi verdugo, esa luna que tanto adoraban amantes y poetas sin tener idea de mi útil maldición, esa que vos palparíais en esa misma arboleda. Quería huir, pero no podía escapar de algo que estaba dentro de mí; quería asesinar a la luna, pero ella me había perdonado la mía. Impotencia, así podríais llamarlo.
—¡Miradme, condenada, miradme! —grité a mi diosa poco misericordiosa—¡Aquí tenéis postrado a vuestros pies a vuestro apremiado y asquerosamente fiel vasallo! Quitadme la voluntad como lo hicisteis mi primera noche. Ya habéis tomado mi humanidad, ¡tomad ahora mi razón!
Y así, para infortunio de nosotros dos, la diosa de los dos comenzó su tarea agitando mi respiración y agradando mis pulmones. Con lo poco de cordura que me quedaba, me despojé de mis ropas y del antifaz que siempre llevaba en mi rostro sin cuidado para no estropear esos objetos con mi transformación y así conservar la posibilidad de volver vestido a la civilización una vez que saliera el sol. Había terminado de caer la última prenda al pasto cuando un golpe más intenso en mi tronco me aventó contra el suelo, acabando con mi capacidad de moverme y finalmente con mi forma humana.
Lo que se levantó de la superficie ya no era un Duque del Sacro Imperio Romano Germánico, sino un esclavo de esclavos. Hoy puedo decir que envidio vuestra condición de libertad con respecto a las formas que adquirís porque vos lo deseáis y es que la bestia que se apodera de mi cuerpo con cada luna llena, ataca a amigo y enemigo por la sencilla razón de seguir la orden de matar dictada por su maestra. Fue ese prisionero, ese licántropo de pelaje negro y ojos azules el que os percibió nadando en el aire por vuestro aroma femenino y animal, obligando a acontecer al irrefrenable encuentro que nos marcaría. Oh, mademoiselle Camila, hubiera rogado que vuestra figura de lince se encontrara tan remota que estuviera fuera del alcance de la alimaña en la que me había convertido y de esa manera nos hubiéramos conocido de casualidad en un lugar como el mercado para odiarnos posteriormente y nunca más cruzarnos en la poblada Francia, pero ya veis que la luna que tanto admiráis esclaviza a sometidos y no sometidos por igual.
Y así, la fiera corrió hacia vuestro encuentro embriagador por el deseo de combatiros. Caía victoriosa, así, la voluntad de mi ama sobre nosotros.
Fortuita fue la coyuntura en que di los pasos necesarios para acabar en desastre; había dejado que los minutos se fugaran despreocupadamente durante mi día en el jardín botánico, mi residencia en Paris estaba lejos de mi posición y el esparcimiento vivido me había hecho preterir por completo algo que mis astrónomos me habían recalcado que pasaría. Para vos, la luna llena no es más que un satélite poéticamente indescriptible y cautivador, pero —como sabéis— ella es tanto mi esposa amorosa como mi amante aciaga.
¿Cuándo me percaté de mi fatal olvido? Cuando el atardecer comenzó a teñir las nubes de cobre, dándome a mí la monstruosa noticia de que pronto la oscuridad se haría presente y a vos que era tiempo de sacar vuestro felino pelaje al encuentro de los árboles. Fue allí cuando dejé todo lo que estaba haciendo en el jardín botánico —mi paseo inofensivo y reflexión azarosa— para correr hacia el bosque en dirección a mi palacio en las afueras de la ciudad. Si me hubiera devuelto al encuentro de mi guardia para tomar un carruaje, no me hubiera topado con vos, pero habría corrido el riesgo de transformarme a mitad de camino y desatar el infierno. Creo que comprendéis el porqué de mi apresurada decisión, pero no os digo ni por un instante que me justifiquéis.
—Negligente y botarate —pensaba de mí mismo cuando atravesaba la espesa vegetación corriendo como un relámpago sobre la tierra. Acto seguido fue mirar a la luna naciente; burlábase de mi marcha— Todo está saliendo según vuestro plan; miradme huir de ti infructuosamente y fallar.
Ya a esa altura sospechaba que no lograría llegar a mi calabozo a tiempo, pero mientras más me alejara auxiliado por mis extremidades, menos daño podía hacer, aunque no me aparté lo suficiente para evitaros el mal invocado por la luna y desasido por mí. El cielo apagaba su llama cada vez más diligentemente y mi esperanza se extinguía a pasos agigantados. Una punzada global detuvo mi andar abrupta y fuertemente, obligándome a arrodillarme en el suelo boscoso sujetando mi pecho; había perdido esa batalla y me arrodillaba ante mi verdugo, esa luna que tanto adoraban amantes y poetas sin tener idea de mi útil maldición, esa que vos palparíais en esa misma arboleda. Quería huir, pero no podía escapar de algo que estaba dentro de mí; quería asesinar a la luna, pero ella me había perdonado la mía. Impotencia, así podríais llamarlo.
—¡Miradme, condenada, miradme! —grité a mi diosa poco misericordiosa—¡Aquí tenéis postrado a vuestros pies a vuestro apremiado y asquerosamente fiel vasallo! Quitadme la voluntad como lo hicisteis mi primera noche. Ya habéis tomado mi humanidad, ¡tomad ahora mi razón!
Y así, para infortunio de nosotros dos, la diosa de los dos comenzó su tarea agitando mi respiración y agradando mis pulmones. Con lo poco de cordura que me quedaba, me despojé de mis ropas y del antifaz que siempre llevaba en mi rostro sin cuidado para no estropear esos objetos con mi transformación y así conservar la posibilidad de volver vestido a la civilización una vez que saliera el sol. Había terminado de caer la última prenda al pasto cuando un golpe más intenso en mi tronco me aventó contra el suelo, acabando con mi capacidad de moverme y finalmente con mi forma humana.
Lo que se levantó de la superficie ya no era un Duque del Sacro Imperio Romano Germánico, sino un esclavo de esclavos. Hoy puedo decir que envidio vuestra condición de libertad con respecto a las formas que adquirís porque vos lo deseáis y es que la bestia que se apodera de mi cuerpo con cada luna llena, ataca a amigo y enemigo por la sencilla razón de seguir la orden de matar dictada por su maestra. Fue ese prisionero, ese licántropo de pelaje negro y ojos azules el que os percibió nadando en el aire por vuestro aroma femenino y animal, obligando a acontecer al irrefrenable encuentro que nos marcaría. Oh, mademoiselle Camila, hubiera rogado que vuestra figura de lince se encontrara tan remota que estuviera fuera del alcance de la alimaña en la que me había convertido y de esa manera nos hubiéramos conocido de casualidad en un lugar como el mercado para odiarnos posteriormente y nunca más cruzarnos en la poblada Francia, pero ya veis que la luna que tanto admiráis esclaviza a sometidos y no sometidos por igual.
Y así, la fiera corrió hacia vuestro encuentro embriagador por el deseo de combatiros. Caía victoriosa, así, la voluntad de mi ama sobre nosotros.
Valentino de Visconti- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/02/2013
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Hay momentos en la vida llenos de confusión, a los cuales no sabemos como llegamos y en lo que jamás debimos entrar aunque no supiéramos lo que dentro nos deparaba el futuro. Para que hablar de futuro, si lo que determina el curso de las cosas no es más que los actos que llevamos a cabo en nuestro presente.
¿Qué si pensé en que terminaría donde estoy ahora? Sí uno supiera donde va a terminar y más si es de la forma en la que yo termine no hubiera hecho nada de lo que hice ese día, pero pudo haber sido peor… siempre puede ser peor.
El día transcurrió tranquilo entre mis andares de un lado a otro, tenía días sin ver a alguien que me animara el día y las mañanas se me iban en deberes y las tardes en trabajar en el café, no puedo quejarme claro, porque la paga es buena y no es un trabajo que diría que es complicado realizar. Lo que me mantuvo en pie gran parte del día era que ansiaba la llegada de la noche.
Tenía planeado una escapada nocturna desde hacia días a mi lugar favorito en aquella ciudad… los bosques; con sus olores, sus sonidos y la paz que siempre reinaba en ellos o por lo menos la mayor parte del tiempo.
En cuanto mi turno en el café termino, me despedí de algunas otras meseras, aquellas que eran mis compañeras por bastante tiempo y con las cuales platicábamos sobre los aburridos clientes y lo delicados que eran; a pesar de llevar ya tiempo conociendoles y sabiendo de ellas mi condición sigue permaneciendo en secreto; pocas son las personas aún que conocen lo que en realidad soy.
Con paso presuroso me dirigí a casa pues no planeaba perder otro vestido en las calles, ya habían sido demasiados los últimos dos meses y si continuaba a ese paso terminaría sin ropa. Camine por lugares en los que esperaba encontrarme con algún conocido pero nada de eso paso - de haber pasado algo diferente no se hubiera llevado a cabo nuestro desafortunado encuentro - así que llegue a casa más pronto de lo esperado. Entre lo más rápido que pude y me deshice de todas aquellas prendas que no me servirían para nada solo para después transformarme en gato y salir por mi ventana de escape, aquella por la que una vez entre con Ele.
Salte al suelo cayendo con porte elegante, una vez que mis patas tocaron el suelo corrí en dirección a mis amados bosques… la noche se olía y se sentía perfecta.
El inicio de los bosques apareció frente a mi como un oasis para quienes se pierden en el desierto e ingrese en el no como un inocente gatito, si no como algo más acorde al lugar, un lince. Corría para adentrarme tanto como me fuera posible y perderme en la perfección natural que me recordaba a mi madre y los campos, pero también a Hero aquel vampiro que vivía en alguna parte de ellos y al que apreciaba tanto. En un momento de arrebato comencé a correr para ver si era capaz de verlo y fue entonces cuando otros pasos llegaron hasta mis orejas y un olor que alguna vez fui capaz de conocer llegó hasta mi nariz y por primera vez en todo el transcurso de la oscuridad que ya llevaba rato envolviendo todo observe la luna, solo para comprender la cruel realidad que simbolizaban aquellas pisadas fuertes y desesperadas… es noche de licántropos.
Alcance solo a bajar la mirada cuando de entre los árboles surgió una imponente bestia, un maldito por la luna. Se acercaba veloz a mi encuentro pero no podía detenerme, de hacerlo no tendría el tiempo suficiente para volver sobre mis pasos y sería mi fin así que continúe corriendo en su dirección como si fuera a estrellarme con él. Estaba cerca, muy cerca y aprovechando la diferencia de tamaños me moví a un lado inclinada pero sin dejar de correr mientras el sonido del hocico del lobo se escuchaba pegado a mi y continúe corriendo en la dirección por donde apareció, necesitaba encontrar un terreno mejor para poder hacer algo solo que mi mente estaba llena de un inútil pensamiento… de todos los animales posibles, de todos los sobrenaturales existentes… ¿Por qué demonios un lobo?.
¿Qué si pensé en que terminaría donde estoy ahora? Sí uno supiera donde va a terminar y más si es de la forma en la que yo termine no hubiera hecho nada de lo que hice ese día, pero pudo haber sido peor… siempre puede ser peor.
El día transcurrió tranquilo entre mis andares de un lado a otro, tenía días sin ver a alguien que me animara el día y las mañanas se me iban en deberes y las tardes en trabajar en el café, no puedo quejarme claro, porque la paga es buena y no es un trabajo que diría que es complicado realizar. Lo que me mantuvo en pie gran parte del día era que ansiaba la llegada de la noche.
Tenía planeado una escapada nocturna desde hacia días a mi lugar favorito en aquella ciudad… los bosques; con sus olores, sus sonidos y la paz que siempre reinaba en ellos o por lo menos la mayor parte del tiempo.
En cuanto mi turno en el café termino, me despedí de algunas otras meseras, aquellas que eran mis compañeras por bastante tiempo y con las cuales platicábamos sobre los aburridos clientes y lo delicados que eran; a pesar de llevar ya tiempo conociendoles y sabiendo de ellas mi condición sigue permaneciendo en secreto; pocas son las personas aún que conocen lo que en realidad soy.
Con paso presuroso me dirigí a casa pues no planeaba perder otro vestido en las calles, ya habían sido demasiados los últimos dos meses y si continuaba a ese paso terminaría sin ropa. Camine por lugares en los que esperaba encontrarme con algún conocido pero nada de eso paso - de haber pasado algo diferente no se hubiera llevado a cabo nuestro desafortunado encuentro - así que llegue a casa más pronto de lo esperado. Entre lo más rápido que pude y me deshice de todas aquellas prendas que no me servirían para nada solo para después transformarme en gato y salir por mi ventana de escape, aquella por la que una vez entre con Ele.
Salte al suelo cayendo con porte elegante, una vez que mis patas tocaron el suelo corrí en dirección a mis amados bosques… la noche se olía y se sentía perfecta.
El inicio de los bosques apareció frente a mi como un oasis para quienes se pierden en el desierto e ingrese en el no como un inocente gatito, si no como algo más acorde al lugar, un lince. Corría para adentrarme tanto como me fuera posible y perderme en la perfección natural que me recordaba a mi madre y los campos, pero también a Hero aquel vampiro que vivía en alguna parte de ellos y al que apreciaba tanto. En un momento de arrebato comencé a correr para ver si era capaz de verlo y fue entonces cuando otros pasos llegaron hasta mis orejas y un olor que alguna vez fui capaz de conocer llegó hasta mi nariz y por primera vez en todo el transcurso de la oscuridad que ya llevaba rato envolviendo todo observe la luna, solo para comprender la cruel realidad que simbolizaban aquellas pisadas fuertes y desesperadas… es noche de licántropos.
Alcance solo a bajar la mirada cuando de entre los árboles surgió una imponente bestia, un maldito por la luna. Se acercaba veloz a mi encuentro pero no podía detenerme, de hacerlo no tendría el tiempo suficiente para volver sobre mis pasos y sería mi fin así que continúe corriendo en su dirección como si fuera a estrellarme con él. Estaba cerca, muy cerca y aprovechando la diferencia de tamaños me moví a un lado inclinada pero sin dejar de correr mientras el sonido del hocico del lobo se escuchaba pegado a mi y continúe corriendo en la dirección por donde apareció, necesitaba encontrar un terreno mejor para poder hacer algo solo que mi mente estaba llena de un inútil pensamiento… de todos los animales posibles, de todos los sobrenaturales existentes… ¿Por qué demonios un lobo?.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/09/2012
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Corríais no para huir, sino para continuar con vuestro camino sin recibir mayores heridas que las propias de una ineludible colisión. Podíais haber usado todos los mecanismos posibles para huir de la bestia, pero ésta era más veloz y hercúlea por el ferviente fundamento de que reprimía por semanas el antojo de masacrar y vos lo habíais despertado con sólo pasearos como intensa lince por la espesa vegetación, infestándolos con vuestra esencia arrebatadora hasta el punto de convertiros en el blanco perfecto y nefasto para tan vil criatura como en la que me había convertido gracias a mi opresora astral.
El hocico del cuadrúpedo por poco os había tomado para serviros como trofeo de caza esa noche, pero vuestra agilidad felina os permitió gozar de una segunda oportunidad. ¡Oh, no os imagináis cuánto deseaba esa alimaña insufrible degollar vuestro cuello antes de desollar con plena comodidad vuestra piel! Hacía años que la había mantenido encerrada para que lastimara a nadie y estaba echando de menos defender sus territorios mediante el derramamiento de sangre. Mademoiselle Camila, por mucho que mi desagrado a los felinos sea innato, os reitero que con tal de haberos librado de sus hambres, yo por trono real hubiera elegido dichoso una cámara de tortura.
No fue así. ¡Execrable metamorfosis desbocada!
El animal, alimentado por vuestro afán de poneros a salvo, olisqueó el aire complacido con vuestra juventud y energizado por la salud de la que os regocijabais. Sus músculos contrayéronse de súbito, listo para iniciar la corta, pero decisiva carrera por vuestra cabeza y entonces comenzó yendo a por vos, impactando el suelo húmedo e imprimiendo su colosal huella en él. Vuestro pelaje felino prácticamente le acariciaba las fauces a medida que se acercaba. No había posibilidad alguna de que salierais ilesa de ese desafortunado encuentro, pero ya veis que el instinto de sueprvivencia es fuerte y no frenasteis vuestro trote a pesar de que ya no había salida. Bastaba que la fiera corriera tras de vos unos escasos metros más y vuestro corazón tendría que estar listo para una injusta batalla que podría cortaros la vida y más.
¿No es acaso el destino el más impío de los contrincantes? Como si no fuera suficientemente precaria vuestra situación, la carrera os llevó a un claro en medio del bosque bañado en la luz plateada del satélite de La Tierra. Para vos era como un callejón sin salida que os había sentenciado a un resultado incierto, pero seguramente nada de tranquilizador; para el cuadrúpedo era el escenario ideal para saciar su sed de degollina en vuestra anatomía felina. Estabais allí, descubierta y desprovista de toda roca y todo árbol que pudiera protegeros al menos temporalmente. Sólo podíais respirar agitadamente y acondicionaros para la inexorable contienda, aunque vuestras zarpas no fueran suficientes sino para retrasar ligeramente el ataque del licántropo, acorazado por una densa capa que más que piel simulaba ser madera.
El hocico de la bestia rozaba vuestra espalda cuando con un aullido desgarrador, la bestia torturó vuestros oídos más que sensibles con el fin de inhibir vuestra capacidad de seguir corriendo. De pronto ahí estaba una criatura más fuerte que el Duque del Sacro Imperio Romano Germánico buscando aprovecharse de vuestro infortunio para sentenciaros a muerte; de pronto la luna comenzó a reírse de nosotros, de los actores del clímax de su obra; de pronto bastaba con que fallarais un solo movimiento para caer bajo las fauces del licántropo descontrolado que se había apoderado de mi razón y que acababa de lanzar su aullido ensordecedor.
¿Me convertiría yo en vuestro verdugo y condenaría mi deshumanizada alma a teñirse de la sangre de los inocentes una vez más? ¿Mi madre no había sido suficiente presa para la maldita fiera y necesitaba de vos como trofeo? Por mano de la luna —más que por la mía— desgraciadamente acabaríais pagando una pesada cuota de mi eterno infortunio. Y yo me martirizaría por lo que ocurriría en ese claro del bosque y mi opresora seguiría amándome y atormentándome con lo que os causaría.
Os lastimé esa noche, mademoiselle y no me es honroso admitirlo.
El hocico del cuadrúpedo por poco os había tomado para serviros como trofeo de caza esa noche, pero vuestra agilidad felina os permitió gozar de una segunda oportunidad. ¡Oh, no os imagináis cuánto deseaba esa alimaña insufrible degollar vuestro cuello antes de desollar con plena comodidad vuestra piel! Hacía años que la había mantenido encerrada para que lastimara a nadie y estaba echando de menos defender sus territorios mediante el derramamiento de sangre. Mademoiselle Camila, por mucho que mi desagrado a los felinos sea innato, os reitero que con tal de haberos librado de sus hambres, yo por trono real hubiera elegido dichoso una cámara de tortura.
No fue así. ¡Execrable metamorfosis desbocada!
El animal, alimentado por vuestro afán de poneros a salvo, olisqueó el aire complacido con vuestra juventud y energizado por la salud de la que os regocijabais. Sus músculos contrayéronse de súbito, listo para iniciar la corta, pero decisiva carrera por vuestra cabeza y entonces comenzó yendo a por vos, impactando el suelo húmedo e imprimiendo su colosal huella en él. Vuestro pelaje felino prácticamente le acariciaba las fauces a medida que se acercaba. No había posibilidad alguna de que salierais ilesa de ese desafortunado encuentro, pero ya veis que el instinto de sueprvivencia es fuerte y no frenasteis vuestro trote a pesar de que ya no había salida. Bastaba que la fiera corriera tras de vos unos escasos metros más y vuestro corazón tendría que estar listo para una injusta batalla que podría cortaros la vida y más.
¿No es acaso el destino el más impío de los contrincantes? Como si no fuera suficientemente precaria vuestra situación, la carrera os llevó a un claro en medio del bosque bañado en la luz plateada del satélite de La Tierra. Para vos era como un callejón sin salida que os había sentenciado a un resultado incierto, pero seguramente nada de tranquilizador; para el cuadrúpedo era el escenario ideal para saciar su sed de degollina en vuestra anatomía felina. Estabais allí, descubierta y desprovista de toda roca y todo árbol que pudiera protegeros al menos temporalmente. Sólo podíais respirar agitadamente y acondicionaros para la inexorable contienda, aunque vuestras zarpas no fueran suficientes sino para retrasar ligeramente el ataque del licántropo, acorazado por una densa capa que más que piel simulaba ser madera.
El hocico de la bestia rozaba vuestra espalda cuando con un aullido desgarrador, la bestia torturó vuestros oídos más que sensibles con el fin de inhibir vuestra capacidad de seguir corriendo. De pronto ahí estaba una criatura más fuerte que el Duque del Sacro Imperio Romano Germánico buscando aprovecharse de vuestro infortunio para sentenciaros a muerte; de pronto la luna comenzó a reírse de nosotros, de los actores del clímax de su obra; de pronto bastaba con que fallarais un solo movimiento para caer bajo las fauces del licántropo descontrolado que se había apoderado de mi razón y que acababa de lanzar su aullido ensordecedor.
¿Me convertiría yo en vuestro verdugo y condenaría mi deshumanizada alma a teñirse de la sangre de los inocentes una vez más? ¿Mi madre no había sido suficiente presa para la maldita fiera y necesitaba de vos como trofeo? Por mano de la luna —más que por la mía— desgraciadamente acabaríais pagando una pesada cuota de mi eterno infortunio. Y yo me martirizaría por lo que ocurriría en ese claro del bosque y mi opresora seguiría amándome y atormentándome con lo que os causaría.
Os lastimé esa noche, mademoiselle y no me es honroso admitirlo.
Valentino de Visconti- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/02/2013
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Mis patas golpeaban la tierra con desesperación y los pasos tras de mi se reanudaron con velocidad, sabía que era imposible que lograra huir de una criatura como aquella y por eso buscaba algún lugar que me diera una mayor ventaja, en aquel gran bosque debía existir algo mejor. Mientras corría comenzaba a pensar en Emerick y si en algún momento de sus labios había salido algo que me ayudara contra aquella bestia, pero no se si porque jamás menciono nada o porque en esos momentos era simplemente incapaz de recordarlo nada apareció en mi mente y me maldije.
Aunque no me gustaba pelea con nadie ni con nada por más bestial que resultara en algunas ocasiones como aquella y como en los encuentros con bestias en los campos debería defenderme como pudiera hasta que los rayos del sol trajeran a la forma humana que estaba encerrada e inconsciente en aquel lobo, eso si no es que en la brillante luna que se mostraba en el cielo estaba ya escrito mi muerte en las fauces de aquel animal.
Más rápido de lo que esperaba - aunque la verdad era que solo quería engañarme a mi misma - las fauces y dentelleas de aquel licántropo estaban más cerca de mi ser y en determinado momento hasta fui capaz de sentir el aliento caliente de la furiosa bestia sobre mi piel felina.
Aún soy incapaz de captar como es que pude escapar tanto rato a mi punto de vista de sus fauces, o al menos escape lo suficiente como para llegar a un nuevo lugar, uno que era completamente lo contrario a lo que había implorado encontrar. Ahora me hallaba en un claro y al girar frente a mi estaba el lobo, observando en mi dirección. Sé qué los licántropos carecen de consciencia cuando están en esa forma pero soy capaz de jurara que aquel lobo se reía de mi, sabía que había alcanzado a su presa y que caería entre sus mandíbulas pronto… pero claro, sería un felino contra un gran lobo, una mala representación de los mitos griegos de dioses y humanos, aunque uno nunca sabe, tal vez al igual que en esas antiguas historias la mortalidad y debilidad terminara derrotando a los omnipotentes dioses.
Detestaba la vulnerabilidad que aquel claro me estaba brindando, no existía lugar detrás del cual ocultarme más tiempo o sitio al que pudiera correr, ahora estábamos demasiado cerca uno de otro y darle la espalda en definitiva significaría el final de mis gatunos días, me maldije en mi mente por haber terminado allá y por no tener como en los mitos sobre los gatos 7 vidas; ellas me hubieran venido excelente en esa situación pero ahora no había más, solo tenía una vida y un movimiento en falso acabaría con ella en un segundo.
Me agazape sin perder la vista del burlón lobo, no podía perder detalle de cualquier movimiento más leve que hiciera, los resoplidos, la forma en la que mostraba los dientes, los aullidos que soltaba… todo simbolizaba una advertencia a algo y solo necesitaba descubrir que era lo que intentaba hacer para poder anticiparme pero eso no es nada fácil.
Mis ojos se enfocaron el los azules del licántropo; ¿Qué desafortunado estaba encerrado en el fondo de aquella bestia?, ¿Qué fue lo que hizo para terminar de esta forma? y principalmente ¿Qué se sentirá cambiar justo como yo… pero sin consciencia de nada?.
Nunca había preguntado eso a algún licántropo que conociera, aunque ese solo podría ser Emerick. Mi madre me dijo una vez que agradeciera mi condición, porque había algunos menos afortunados que yo y que ella; también me dijo que no debía juzgar ni tacharlos de malos, era simplemente que sus instintos eran demasiado fuertes y no podían contener sus deseos. Esas palabras siempre traían a mi mente la visión de cambiaformas que eran ya incapaces de volver a sus formas humanas pero ahora, me hacían pensar en animales como aquel que estaba frente a mi.
El silencio reinaba, el ambiente en general se estaba preparando para lo que venía.
Con un sonido que provino de la garganta del lobo me tense y entonces la gran figura se abalanzó sobre mi, tragando completamente la luna de mi vista para dejar su oscuro pelaje y sus fauces abiertas, dispuestas a destrozarme. La lucha para salir con vida de aquel bosque y contemplar una vez más los rayos del sol había comenzado.
Aunque no me gustaba pelea con nadie ni con nada por más bestial que resultara en algunas ocasiones como aquella y como en los encuentros con bestias en los campos debería defenderme como pudiera hasta que los rayos del sol trajeran a la forma humana que estaba encerrada e inconsciente en aquel lobo, eso si no es que en la brillante luna que se mostraba en el cielo estaba ya escrito mi muerte en las fauces de aquel animal.
Más rápido de lo que esperaba - aunque la verdad era que solo quería engañarme a mi misma - las fauces y dentelleas de aquel licántropo estaban más cerca de mi ser y en determinado momento hasta fui capaz de sentir el aliento caliente de la furiosa bestia sobre mi piel felina.
Aún soy incapaz de captar como es que pude escapar tanto rato a mi punto de vista de sus fauces, o al menos escape lo suficiente como para llegar a un nuevo lugar, uno que era completamente lo contrario a lo que había implorado encontrar. Ahora me hallaba en un claro y al girar frente a mi estaba el lobo, observando en mi dirección. Sé qué los licántropos carecen de consciencia cuando están en esa forma pero soy capaz de jurara que aquel lobo se reía de mi, sabía que había alcanzado a su presa y que caería entre sus mandíbulas pronto… pero claro, sería un felino contra un gran lobo, una mala representación de los mitos griegos de dioses y humanos, aunque uno nunca sabe, tal vez al igual que en esas antiguas historias la mortalidad y debilidad terminara derrotando a los omnipotentes dioses.
Detestaba la vulnerabilidad que aquel claro me estaba brindando, no existía lugar detrás del cual ocultarme más tiempo o sitio al que pudiera correr, ahora estábamos demasiado cerca uno de otro y darle la espalda en definitiva significaría el final de mis gatunos días, me maldije en mi mente por haber terminado allá y por no tener como en los mitos sobre los gatos 7 vidas; ellas me hubieran venido excelente en esa situación pero ahora no había más, solo tenía una vida y un movimiento en falso acabaría con ella en un segundo.
Me agazape sin perder la vista del burlón lobo, no podía perder detalle de cualquier movimiento más leve que hiciera, los resoplidos, la forma en la que mostraba los dientes, los aullidos que soltaba… todo simbolizaba una advertencia a algo y solo necesitaba descubrir que era lo que intentaba hacer para poder anticiparme pero eso no es nada fácil.
Mis ojos se enfocaron el los azules del licántropo; ¿Qué desafortunado estaba encerrado en el fondo de aquella bestia?, ¿Qué fue lo que hizo para terminar de esta forma? y principalmente ¿Qué se sentirá cambiar justo como yo… pero sin consciencia de nada?.
Nunca había preguntado eso a algún licántropo que conociera, aunque ese solo podría ser Emerick. Mi madre me dijo una vez que agradeciera mi condición, porque había algunos menos afortunados que yo y que ella; también me dijo que no debía juzgar ni tacharlos de malos, era simplemente que sus instintos eran demasiado fuertes y no podían contener sus deseos. Esas palabras siempre traían a mi mente la visión de cambiaformas que eran ya incapaces de volver a sus formas humanas pero ahora, me hacían pensar en animales como aquel que estaba frente a mi.
El silencio reinaba, el ambiente en general se estaba preparando para lo que venía.
Con un sonido que provino de la garganta del lobo me tense y entonces la gran figura se abalanzó sobre mi, tragando completamente la luna de mi vista para dejar su oscuro pelaje y sus fauces abiertas, dispuestas a destrozarme. La lucha para salir con vida de aquel bosque y contemplar una vez más los rayos del sol había comenzado.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Tonta y estúpida conducta mía había dado lugar a una alimaña completamente carente de razonamiento, guiada por la arbitrariedad y por sus meros caprichos asesinos; la misma bestia que amenazaba a vuestra merced como leopardo feroz asechando al antílope bajo su árbol. El aullido os había aturdido lo suficiente como para impediros pensar correctamente, retrasando la toma de medidas para evitar ser lastimada gravemente, pero ciertamente… ¿qué podíais hacer ya? Con suerte el descomunal animal no rompía la celda que le preparaba cada luna llena, a pesar de que ésta fuera de gruesos barrotes reforzados protegidos por otra serie de rejas bajo llave, por lo que despedazar a vuestra merced —lince de fuertes patas y tamaño medio— resultaría una entretención atrayente y sugestiva para quien había sido encarcelado por mí.
Y se había abalanzado con su pesado cuerpo sobre vos, aplastando específicamente vuestras patas delanteras contra la corteza terrestre hasta induciros a bramar desgarradoramente por el calvario del dolor. Si tuviera que agradecer algo de aquella noche, es que no estuvo presente mi entendimiento allí para recordar cómo vuestras cuerdas vocales vibraron bajo el manto siniestro de la noche, sin nadie que os protegiera o volteara a miraros siquiera. Tan solo imaginar la tortura que padecisteis por mi causa, ocasiona que los nervios de mi columna se contraigan como arañas en mi carne, aunque nunca pueda equiparar vuestro suplicio.
En un momento, actualmente no puedo decir exactamente cómo fue, la bestia os miró a esos ojos de lince qe poseéis, apoderándose el miedo que de ellos desprendíais. ¿Os habréis conectado algún instante con ese costal de impulso que había tomado mi cuerpo? Supongo que vos lo sabréis con mayor certeza que yo, que estaba dormido en alguna parte del universo. No obstante, me imagino que descubristeis que aquel ente no buscaba alimentarse de vos, sino utilizaros para satisfacer sus ansias de muerte y del poder que le hacía sentir el disponer de la vida de otro. Por eso fue que no os mordió el cuello para una asfixia rápida, porque eso significaría continuar sintiendo su pecho hinchado de la energía homicida acumulada. No me explico cómo es que una criatura tan destructiva fue hecha para pisar la faz de la tierra.
De súbito, el licántropo embravecido os tomó del cuello, pero no para estrangularos, sino para levantaros e inmediatamente después arrojaros a seis metros más, haciendo impactar a vuestra merced con un tronco caído en parte solidificado por el paso del tiempo. Afortunadamente vuestra columna no se vio mayormente afectada, mas no ocurrió lo mismo con vuestros hombros, los cuales fueron el soporte elegido por el azar para amortiguar la colisión. Desgraciado había resultado cuerpo vuestro por haber sido blanco de la furia de un licántropo transformado; pretendíais levantaros con la ayuda de vuestras patas delanteras, nunca rindiéndoos, mas vuestros fuertes hombros felinos habían sido los más afectados por ese primer ataque y os resultaba lacerante reincorporaros. ¿Sabéis algo? Siempre quise creer que en alguna parte de esa criatura salvaje existía alguna de criterio, la que fuera, mas esa noche quedó manifiesto que mis esperanzas no eran más que los consuelos tontos de un Duque que ya no sabe cómo conservar su humanidad.
No os tuvo ninguna clase de compasión, como majaderamente ansiaba. En vez de eso, el monstruoso canino se apresuró a vuestro encuentro, mordíó vuestra pata izquierda trasera y comenzó a arrastraros por la tierra como si se tratara de brasas incandescentes. Estoy en duda sobre qué hubiera sido conveniente; que hubiera acabado con el dolor de vuestra merced de una mordida certera e irreversible o aquello que realmente hizo; jugar con vos, su presa. Vuestra sangre comenzaba a teñir de rojo el césped resecado por el otoño, al igual que a vuestro cuerpo moteado y nada se detenía, todo se prolongaba.
Vuestra agonía se prologaba; mi culpa crecía con cada gota de sangre desparramaba por vuestro cuerpo y el monstruo aumentaba su agresividad a medida que escuchaba vuestros felinos gemidos matar el silencio del bosque. Os arrastró lo suficiente como para apartar a ambos fuera del claro e ingresando nuevamente a la espesa vegetación tras un riachuelo de carmesí en el suelo. Y entonces liberó vuestra maltratada pata, pero sin abandonar ese brillo criminal. ¡Quería que vuestra merced luchara, aun percibiendo vuestra debilidad! ¡Aumentar su instinto cazador mediante vuestra tortura!
Os ruego mademoiselle… convencedme de que esa criatura no soy yo.
Y se había abalanzado con su pesado cuerpo sobre vos, aplastando específicamente vuestras patas delanteras contra la corteza terrestre hasta induciros a bramar desgarradoramente por el calvario del dolor. Si tuviera que agradecer algo de aquella noche, es que no estuvo presente mi entendimiento allí para recordar cómo vuestras cuerdas vocales vibraron bajo el manto siniestro de la noche, sin nadie que os protegiera o volteara a miraros siquiera. Tan solo imaginar la tortura que padecisteis por mi causa, ocasiona que los nervios de mi columna se contraigan como arañas en mi carne, aunque nunca pueda equiparar vuestro suplicio.
En un momento, actualmente no puedo decir exactamente cómo fue, la bestia os miró a esos ojos de lince qe poseéis, apoderándose el miedo que de ellos desprendíais. ¿Os habréis conectado algún instante con ese costal de impulso que había tomado mi cuerpo? Supongo que vos lo sabréis con mayor certeza que yo, que estaba dormido en alguna parte del universo. No obstante, me imagino que descubristeis que aquel ente no buscaba alimentarse de vos, sino utilizaros para satisfacer sus ansias de muerte y del poder que le hacía sentir el disponer de la vida de otro. Por eso fue que no os mordió el cuello para una asfixia rápida, porque eso significaría continuar sintiendo su pecho hinchado de la energía homicida acumulada. No me explico cómo es que una criatura tan destructiva fue hecha para pisar la faz de la tierra.
De súbito, el licántropo embravecido os tomó del cuello, pero no para estrangularos, sino para levantaros e inmediatamente después arrojaros a seis metros más, haciendo impactar a vuestra merced con un tronco caído en parte solidificado por el paso del tiempo. Afortunadamente vuestra columna no se vio mayormente afectada, mas no ocurrió lo mismo con vuestros hombros, los cuales fueron el soporte elegido por el azar para amortiguar la colisión. Desgraciado había resultado cuerpo vuestro por haber sido blanco de la furia de un licántropo transformado; pretendíais levantaros con la ayuda de vuestras patas delanteras, nunca rindiéndoos, mas vuestros fuertes hombros felinos habían sido los más afectados por ese primer ataque y os resultaba lacerante reincorporaros. ¿Sabéis algo? Siempre quise creer que en alguna parte de esa criatura salvaje existía alguna de criterio, la que fuera, mas esa noche quedó manifiesto que mis esperanzas no eran más que los consuelos tontos de un Duque que ya no sabe cómo conservar su humanidad.
No os tuvo ninguna clase de compasión, como majaderamente ansiaba. En vez de eso, el monstruoso canino se apresuró a vuestro encuentro, mordíó vuestra pata izquierda trasera y comenzó a arrastraros por la tierra como si se tratara de brasas incandescentes. Estoy en duda sobre qué hubiera sido conveniente; que hubiera acabado con el dolor de vuestra merced de una mordida certera e irreversible o aquello que realmente hizo; jugar con vos, su presa. Vuestra sangre comenzaba a teñir de rojo el césped resecado por el otoño, al igual que a vuestro cuerpo moteado y nada se detenía, todo se prolongaba.
Vuestra agonía se prologaba; mi culpa crecía con cada gota de sangre desparramaba por vuestro cuerpo y el monstruo aumentaba su agresividad a medida que escuchaba vuestros felinos gemidos matar el silencio del bosque. Os arrastró lo suficiente como para apartar a ambos fuera del claro e ingresando nuevamente a la espesa vegetación tras un riachuelo de carmesí en el suelo. Y entonces liberó vuestra maltratada pata, pero sin abandonar ese brillo criminal. ¡Quería que vuestra merced luchara, aun percibiendo vuestra debilidad! ¡Aumentar su instinto cazador mediante vuestra tortura!
Os ruego mademoiselle… convencedme de que esa criatura no soy yo.
Valentino de Visconti- Licántropo Clase Alta
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
¿Qué cosas son las que piensa una cuando ante si tiene la incertidumbre? Sencillo, piensas en aquello que se cree puede servir para aumentar más tiempo al reloj de la vida que poseemos. En mi caso el pensamiento era muy simple, en mi mente corrieron en una fracción de segundo todas las enseñanzas que alguna ves mi madre me dijo, la forma de intentar salir con vida de las situaciones más inesperadas y adversas. Varias ocasiones pelee contra animales salvajes y otros sobrenaturales pero nunca lo había hecho completamente sola y en un terreno tan desfavorable como el que ahora aparecía frente a mi.
Cuando el lobo se lanzó sobre mi solo atine a moverme hacía atrás pensando en la estrategia necesaria para escapar. He aquí la maldición de los cambiaformas… aún poseemos razonamiento humano y eso en momentos de grandes decisiones animales son impide actuar como bestias, soy capaz de decir que en ese momento en lugar de sufrir pena porque los licántropos no razonaban, sentí envidia.
Las patas del lobo retumbaron en el suelo a centímetros de mis patas y entonces con otro movimiento que no me permitió hacer nada todo su peso cayó sobre mis patas delanteras; un sonido horrible floto por el aire hasta mis oídos, en un principio no comprendía que lo había producido hasta que hice consciencia de mi misma para darme cuenta de que lo que generaba aquel sonido era yo misma, como resultado del dolor que sentía.
Levante la cabeza y aquellos ojos azules, profundos, se enfocaban en los míos y de un momento a otro el dolor desapareció, al igual que las demás cosas que nos rodeaban. En ese instante comparable a la eternidad diré que pude entender cosas de aquel ser que incluso él desconocía. Ese frente a mi, no era una persona, si no una mera prisión o la manera de expresar cosas guardadas en el fondo… ocultas. En sus ojos que se notan vacíos podía verse un rastro adormilado de humanidad que se negaba a darse cuenta de la realidad porque en esos momentos no era capaz de enfrentarla o simplemente no quería hacerlo; las cosas eran más complicadas de lo que había pensado, dentro de aquel ser un sin fin de sensaciones y deseos estaban ocultos buscando el segundo apropiado para explotar cual volcán. Para mi desgracia de todo que estaba dentro lo que ahora salía era nada más que un deseo de muerte y destrucción.
Aquel mágico instante en el que fui capaz de comprender todo pero a la vez absolutamente nada de lo que sucedía se desvaneció para dar paso a un dolor agudo en mi cuello y después sentir como me elevaba. De manera instintiva me moví soltando arañazos a cuanto pedazo de piel de lobo encontraba; después el golpe y un chillido que salía de mi hocico. Maldito licántropo y su sed de muerte, debía despertar del ensueño en el que estaba metida antes de que algo terminara mal, porque aún hay planes que deseo cumplir y que sé que cumpliré; un simple lobo no me detendría jamás.
Levantar mi cuerpo fue un infierno, cada parte de mi ser dolía y aquel ser respirando pesadamente me observaba, lucía contento de que su nuevo juguete estuviera resistiendo tanto.
Comencé a correr cuando se acerco, pero con las patas heridas no avance mucho y me tomo por una de las patas traseras; sin saber como me moví me aferré a su hocico con las garras delanteras y los dientes, mordiendo para que soltara mi pata. Mi acto solo provoco que cerrara más la mandíbula pero continúe de aquella manera mientras caminaba arrastrando un tanto mi cuerpo.
No negare que el dolor era intenso, pero pasa algo curioso… hay un punto en el que cuando uno supera su umbral de dolor este no se siente más y yo estaba llegando a ese punto, aunque aún producía esos sonidos horribles que se ahogan en el hocico del lobo.
Cuando por fin mi pata fue liberada lucía como un montón de pelo ensangrentado, mi estado general debía lucír igual de lamentable pero aún estaba con vida y aun podía seguir luchando por sobrevivir. Estando en el riachuelo había más lugares a los cuales pudiera ir y mantenerme a salvo solo necesitaba una distracción que me fue otorgada pronto.
Levantaba mi felino cuerpo para incorporarme de nuevo cuando el lobo se acerco y solté un arañazo en uno de los ojos a fin de distracción y usando parte de las ultimas fuerzas que me quedaban corrí en busca de un árbol o un lugar seguro. El lobo aúllo pero no me detuve a ver el motivo, yo debía escapar, debía sobrevivir.
Cuando el lobo se lanzó sobre mi solo atine a moverme hacía atrás pensando en la estrategia necesaria para escapar. He aquí la maldición de los cambiaformas… aún poseemos razonamiento humano y eso en momentos de grandes decisiones animales son impide actuar como bestias, soy capaz de decir que en ese momento en lugar de sufrir pena porque los licántropos no razonaban, sentí envidia.
Las patas del lobo retumbaron en el suelo a centímetros de mis patas y entonces con otro movimiento que no me permitió hacer nada todo su peso cayó sobre mis patas delanteras; un sonido horrible floto por el aire hasta mis oídos, en un principio no comprendía que lo había producido hasta que hice consciencia de mi misma para darme cuenta de que lo que generaba aquel sonido era yo misma, como resultado del dolor que sentía.
Levante la cabeza y aquellos ojos azules, profundos, se enfocaban en los míos y de un momento a otro el dolor desapareció, al igual que las demás cosas que nos rodeaban. En ese instante comparable a la eternidad diré que pude entender cosas de aquel ser que incluso él desconocía. Ese frente a mi, no era una persona, si no una mera prisión o la manera de expresar cosas guardadas en el fondo… ocultas. En sus ojos que se notan vacíos podía verse un rastro adormilado de humanidad que se negaba a darse cuenta de la realidad porque en esos momentos no era capaz de enfrentarla o simplemente no quería hacerlo; las cosas eran más complicadas de lo que había pensado, dentro de aquel ser un sin fin de sensaciones y deseos estaban ocultos buscando el segundo apropiado para explotar cual volcán. Para mi desgracia de todo que estaba dentro lo que ahora salía era nada más que un deseo de muerte y destrucción.
Aquel mágico instante en el que fui capaz de comprender todo pero a la vez absolutamente nada de lo que sucedía se desvaneció para dar paso a un dolor agudo en mi cuello y después sentir como me elevaba. De manera instintiva me moví soltando arañazos a cuanto pedazo de piel de lobo encontraba; después el golpe y un chillido que salía de mi hocico. Maldito licántropo y su sed de muerte, debía despertar del ensueño en el que estaba metida antes de que algo terminara mal, porque aún hay planes que deseo cumplir y que sé que cumpliré; un simple lobo no me detendría jamás.
Levantar mi cuerpo fue un infierno, cada parte de mi ser dolía y aquel ser respirando pesadamente me observaba, lucía contento de que su nuevo juguete estuviera resistiendo tanto.
Comencé a correr cuando se acerco, pero con las patas heridas no avance mucho y me tomo por una de las patas traseras; sin saber como me moví me aferré a su hocico con las garras delanteras y los dientes, mordiendo para que soltara mi pata. Mi acto solo provoco que cerrara más la mandíbula pero continúe de aquella manera mientras caminaba arrastrando un tanto mi cuerpo.
No negare que el dolor era intenso, pero pasa algo curioso… hay un punto en el que cuando uno supera su umbral de dolor este no se siente más y yo estaba llegando a ese punto, aunque aún producía esos sonidos horribles que se ahogan en el hocico del lobo.
Cuando por fin mi pata fue liberada lucía como un montón de pelo ensangrentado, mi estado general debía lucír igual de lamentable pero aún estaba con vida y aun podía seguir luchando por sobrevivir. Estando en el riachuelo había más lugares a los cuales pudiera ir y mantenerme a salvo solo necesitaba una distracción que me fue otorgada pronto.
Levantaba mi felino cuerpo para incorporarme de nuevo cuando el lobo se acerco y solté un arañazo en uno de los ojos a fin de distracción y usando parte de las ultimas fuerzas que me quedaban corrí en busca de un árbol o un lugar seguro. El lobo aúllo pero no me detuve a ver el motivo, yo debía escapar, debía sobrevivir.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Precisa y certeza había sido vuestra determinación de arañar las ventanas del alma de la bestia para aumentar las probabilidades de salvar vuestra frágil vida. Eso os proporcionó varios segundos para huir, unos más que aterradores segundos, si me permitís acotar. Intento insistentemente ponerme en vuestro lugar, pero es difícil hacerlo sin estremecerse; una mujer como vos, con todas las esperanzas propias de una vida como la vuestra, poseéis varios cables a tierra que os abrazan y retienen hasta el punto haceros desear permanecer en el mundo de los vivos. Mi motivación es cambio, pende del delicado hilo de la última voluntad de mi esposa, la cual me expresó colmada de convicción que debía seguir viviendo por ella y por mí; sobre todo por mí. Es por esa razón que la muerte no me quita el sueño ni la tranquilidad, pero comprendo por qué defendíais tanto vuestra facultad de seguir respirando.
El quejido sonoro del lupino resonó en medio de los frondosos árboles como una sentencia de muerte pronta a ejecutar. La luna lo comandaba orgullosa y sin piedad. Podía ser que se aproximara la hora en que saliera el sol a pasos cada vez más agigantados, pero eso no disminuía la potencia de sus órdenes en el cuadrúpedo inconsciente de las atrocidades que estaba cometiendo contra vos y que pronto haría. Si hubiera podido gritar a vuestra merced que os escondiérais en vez de correr, hubiera arrancado mis pulmones de mi cuerpo gustoso con tal de haber evitado… eso que el animal más espantoso que ha visto la humanidad hizo.
Finalmente el licántropo se recompuso de vuestra herida con su sanación acelerada. Algo había cambiado; ya no solamente estaba ansioso de matanza, sino que se había tornado furioso y el aire que salía de sus pulmones estaba hirviendo de cólera, formando una neblina de vapor saliendo de sus fauces. Lamentablemente desde allí no había vuelva atrás y menos con su nariz aún funcionando. El olor de vuestra sangre estaba por todo el lugar, seduciendo al asesino salvaje. Sus patas se plantaron en la tierra, preparando un poderoso impulso que le dio la velocidad necesaria para correr tras vuestro rastro con el fin de mataros a vos, a vuestras esperanzas y al vínculo que os unía con París y su gente.
Y así fue que la bestia salió despedida tras de voz, arrugando sus narices y goteando saliva sin señal alguna de ceder. Golpeaba los árboles en medio de su carrera, los hacía trizas, le daba igual con tal de saber que tendría vuestro felino cuerpo entre sus dientes. Corristeis, sí, pero no lo suficiente. No es vuestra culpa, jamás lo será; aun si hubierais sido un chita os faltarían kilómetros por hora para superar la celeridad del criminal. Por favor, no penséis ni un instante que pudisteis haber salido ilesa si hubierais elegido otro sitio para sacar a relucir vuestro pelaje primitivo. Ni siquiera culpéis a la luna, mi permanente captora. Culpadme a mí para siempre, para que jamás olvide que no existirá tarde bien vivida lo suficientemente benevolente como para alertarme de que pronto estará por desatarse mi maldición. Ahora quizás entendáis por qué no puedo simplemente desligarme de mis tensiones; a mí me mantienen alerta y a vos a salvo.
Entonces el demonio os encontró subiendo a un árbol más antiguo y por ende más alto que los demás. Era lo más que podíais hacer, ya que el luchar no era una opción viable con ese cuerpo maltratado por las mordidas del diablo. El escenario no mejoraría; con suerte os daría más tiempo para pensar en vuestro siguiente paso si es que llegabais a ejecutarlo. El licántropo empezó a golpear el árbol, sacando enormes astillas del tronco con cada arañazo proporcionado por sus garras. Las hojas del árbol caían enérgicas más por el daño ocasionado que por la estación otoñal. Sólo faltaba que vos cayerais y aceptarais algo espantoso.
Me desangra pensar que estabais consciente cuando las ramas del árbol no aguantaron más y os llevaron directamente al suelo, al peligro inminente que significaba palpar la tierra. Vuestro depredador ni siquiera aguardó que acabarais de asimilar que debíais luchar por casi enésima vez seguida esa noche. No… fue un crimen sin ningún valor. Aprisionó vuestro cuerpo contra la tierra, no permitiéndoos pensar en cómo proteger los puntos más vitales de vuestra figura. Os había demostrado que los juegos habían acabado y para terminar de confirmarlo propinó una feroz mordida al costado derecho de vuestro torso, un sitio desprotegido del denso pelaje que salvaguardaba vuestro lomo.
Olía a sangre. Sangre como ríos se escapaba de vuestra merced; el lobo descomunal la había coaccionado a salir. Y os desgañitabais, eran como mil cuchillos atravesando los puntos nerviosos de vuestra anatomía. Luego vino otro mordisco y otro, alternando la intensidad para que sintiera más dolor. Era un deleite para los oídos del monstruo escucharos y mientras más rojo quedara el césped, mayor sería su trofeo de victoria.
Amo a Dios por todas las oportunidades que me ha brindado, pero estoy furioso con Él por no haberos desmayado desde el instante en que las fauces del licántropo penetraron vuestra piel.
El quejido sonoro del lupino resonó en medio de los frondosos árboles como una sentencia de muerte pronta a ejecutar. La luna lo comandaba orgullosa y sin piedad. Podía ser que se aproximara la hora en que saliera el sol a pasos cada vez más agigantados, pero eso no disminuía la potencia de sus órdenes en el cuadrúpedo inconsciente de las atrocidades que estaba cometiendo contra vos y que pronto haría. Si hubiera podido gritar a vuestra merced que os escondiérais en vez de correr, hubiera arrancado mis pulmones de mi cuerpo gustoso con tal de haber evitado… eso que el animal más espantoso que ha visto la humanidad hizo.
Finalmente el licántropo se recompuso de vuestra herida con su sanación acelerada. Algo había cambiado; ya no solamente estaba ansioso de matanza, sino que se había tornado furioso y el aire que salía de sus pulmones estaba hirviendo de cólera, formando una neblina de vapor saliendo de sus fauces. Lamentablemente desde allí no había vuelva atrás y menos con su nariz aún funcionando. El olor de vuestra sangre estaba por todo el lugar, seduciendo al asesino salvaje. Sus patas se plantaron en la tierra, preparando un poderoso impulso que le dio la velocidad necesaria para correr tras vuestro rastro con el fin de mataros a vos, a vuestras esperanzas y al vínculo que os unía con París y su gente.
Y así fue que la bestia salió despedida tras de voz, arrugando sus narices y goteando saliva sin señal alguna de ceder. Golpeaba los árboles en medio de su carrera, los hacía trizas, le daba igual con tal de saber que tendría vuestro felino cuerpo entre sus dientes. Corristeis, sí, pero no lo suficiente. No es vuestra culpa, jamás lo será; aun si hubierais sido un chita os faltarían kilómetros por hora para superar la celeridad del criminal. Por favor, no penséis ni un instante que pudisteis haber salido ilesa si hubierais elegido otro sitio para sacar a relucir vuestro pelaje primitivo. Ni siquiera culpéis a la luna, mi permanente captora. Culpadme a mí para siempre, para que jamás olvide que no existirá tarde bien vivida lo suficientemente benevolente como para alertarme de que pronto estará por desatarse mi maldición. Ahora quizás entendáis por qué no puedo simplemente desligarme de mis tensiones; a mí me mantienen alerta y a vos a salvo.
Entonces el demonio os encontró subiendo a un árbol más antiguo y por ende más alto que los demás. Era lo más que podíais hacer, ya que el luchar no era una opción viable con ese cuerpo maltratado por las mordidas del diablo. El escenario no mejoraría; con suerte os daría más tiempo para pensar en vuestro siguiente paso si es que llegabais a ejecutarlo. El licántropo empezó a golpear el árbol, sacando enormes astillas del tronco con cada arañazo proporcionado por sus garras. Las hojas del árbol caían enérgicas más por el daño ocasionado que por la estación otoñal. Sólo faltaba que vos cayerais y aceptarais algo espantoso.
Me desangra pensar que estabais consciente cuando las ramas del árbol no aguantaron más y os llevaron directamente al suelo, al peligro inminente que significaba palpar la tierra. Vuestro depredador ni siquiera aguardó que acabarais de asimilar que debíais luchar por casi enésima vez seguida esa noche. No… fue un crimen sin ningún valor. Aprisionó vuestro cuerpo contra la tierra, no permitiéndoos pensar en cómo proteger los puntos más vitales de vuestra figura. Os había demostrado que los juegos habían acabado y para terminar de confirmarlo propinó una feroz mordida al costado derecho de vuestro torso, un sitio desprotegido del denso pelaje que salvaguardaba vuestro lomo.
Olía a sangre. Sangre como ríos se escapaba de vuestra merced; el lobo descomunal la había coaccionado a salir. Y os desgañitabais, eran como mil cuchillos atravesando los puntos nerviosos de vuestra anatomía. Luego vino otro mordisco y otro, alternando la intensidad para que sintiera más dolor. Era un deleite para los oídos del monstruo escucharos y mientras más rojo quedara el césped, mayor sería su trofeo de victoria.
Amo a Dios por todas las oportunidades que me ha brindado, pero estoy furioso con Él por no haberos desmayado desde el instante en que las fauces del licántropo penetraron vuestra piel.
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
No son mis espinas las que me defienden,
dice la rosa, es mi perfume.
Paul Claudel
Huye, escapa, salvare… mentiré rotundamente si digo que no temía en esos momentos. Sabía que tarde o temprano, después de la vida venía la inminente muerte pero uno jamás espera que la muerte le siga de esta manera, que se empeñe tan brutalmente en acabar con uno disfrazada de otro ser que no tenía la menos idea de lo que hacía. ¿Qué pensaría quien quiera que fuera de saber lo que en esos momentos estaba pasando? Probablemente me gritaría lo mismo que yo misma me gritaba, que debía escapar, buscar la forma de seguir viva y salir de ahí como pudiera, aunque también existía la otra parte que podía decirme que no había salvación ni escape para mi y que me entregara al fin de todo; que me dejara abrazar por la muerte.
El sonido del lobo se detuvo por breves instantes pero no me detuve a pesar del dolor que sentía recorrer mi cuerpo y aunque había partes que sabía que comenzaban a sanar, conocía de más mi cuerpo y las habilidades como aquella que poseía lo que me llevaba a saber que aunque me estaba recuperando las heridas tardarían algo y no sanarían tan rápido probablemente como el arañazo que el lobo tenía en su ojo, maldita diferencia de tamaños.
No era que las cosas más grandes y poderosas tuvieran ventajas siempre pero en este caso parecía ser así; la fuerza no lo era todo pero mi agilidad y los pensamientos claros no me ayudaban en esos momentos.
En medio de la carrera el sonido de un golpe y a continuación varios más me indicaron que el infierno aún no había terminado y que al contrario de lo que pensaba solo podría escapar de la existencia de aquella bestia con la aparición del sol. Durante algún punto había pensado ser capaz de correr hasta París e intentar alejarme llevando al lobo a una zona en la que otros sobrenaturales e incluso la inquisición pudieran atraparle, pero eso significaba quizás acabar con vidas inocentes en las fauces de aquel salvaje animal; y ese sacrificio no valía la pena.
Los golpes se escuchaban cada vez más cercanos y ningún árbol aparentaba ser lo suficientemente resistente para sobrevivir a un ataque de semejante animal, se notaba porque incluso las hojas de ellos parecían temblar con cada nuevo sonido, ellas sabían también de la destrucción que se estaba llevando a cabo en aquel apacible lugar.
Vi entonces un árbol que lucía imponente y poderoso, no sería indestructible pero al menos esperaba que soportara varias embestidas del furioso lupino, las suficientes como para que los rayos del sol que sospechaba próximos a salir hicieran su aparición en el cielo nocturno, trayendo luz a la pesadilla nocturna que ahora estaba viviendo. Trepe tan rápido como me fue posible y entonces el primer estremecimiento del árbol tuvo lugar.
Me lamente por lo que estaba haciendo al árbol, sacrificando a costa de mi vida pero no podía hacer nada más. Permanecí en una de las ramas altas mientras el lobo embestía una y otra vez el tronco; el animal estaba furioso y luchaba con todo por tirar aquel árbol que tal y como lo pensé resistió bastante, pero no lo suficiente como para que el sol saliera.
Caí lista solo para emprender carrera nuevamente, pero antes de llevar a cabo mi cometido las patas del feroz animal me aprisionaron contra el suelo; me movía como podía intentando arañar todo cuanto se acercaba a mi del lobo y de cuando en cuando soltaba dentelladas, deseaba lastimarlo para que me permitiera escapar más. Aquello era nada más que un juego para el lupino, y eso fue más que obvio cuando sus mandíbulas se cerraron sobre mi costado y los colmillos de la bestia penetraron en mi piel, una y otra vez. Comencé a emitir una serie de sonidos cada vez más lastimeros y de manera inminente llegaron a mi mente todas aquellas ocasiones en las que de una forma u otra observe animales morir, justamente así me escuchaba yo ahora; con el pequeño detalle adicional de que los sonidos de crujidos eran sumamente cercanos no como antes que eran un susurro lejano.
Me sentía débil, cansada de luchar pero a pesar de eso quería aún mantener mi forma animal, esa que de cierta manera si sucedía algún milagro podría ayudarme a salir más rápido de ahí, solo que se acercaba a pasos agigantados lo inminente, sentía que pronto cambiaría a ser nada más que una humana de nuevo y entonces ahí sabría finalmente que mis opciones habían terminado. Al menos tendría la satisfacción de saber que luche por mantenerme con vida y gracias a ese pensamiento con el último resto de fuerza y mientras el lobo intentaba morderme de nuevo le mordí la nariz; no me soltaría a menos que fuera humana o terminara muerta ya.
dice la rosa, es mi perfume.
Paul Claudel
Huye, escapa, salvare… mentiré rotundamente si digo que no temía en esos momentos. Sabía que tarde o temprano, después de la vida venía la inminente muerte pero uno jamás espera que la muerte le siga de esta manera, que se empeñe tan brutalmente en acabar con uno disfrazada de otro ser que no tenía la menos idea de lo que hacía. ¿Qué pensaría quien quiera que fuera de saber lo que en esos momentos estaba pasando? Probablemente me gritaría lo mismo que yo misma me gritaba, que debía escapar, buscar la forma de seguir viva y salir de ahí como pudiera, aunque también existía la otra parte que podía decirme que no había salvación ni escape para mi y que me entregara al fin de todo; que me dejara abrazar por la muerte.
El sonido del lobo se detuvo por breves instantes pero no me detuve a pesar del dolor que sentía recorrer mi cuerpo y aunque había partes que sabía que comenzaban a sanar, conocía de más mi cuerpo y las habilidades como aquella que poseía lo que me llevaba a saber que aunque me estaba recuperando las heridas tardarían algo y no sanarían tan rápido probablemente como el arañazo que el lobo tenía en su ojo, maldita diferencia de tamaños.
No era que las cosas más grandes y poderosas tuvieran ventajas siempre pero en este caso parecía ser así; la fuerza no lo era todo pero mi agilidad y los pensamientos claros no me ayudaban en esos momentos.
En medio de la carrera el sonido de un golpe y a continuación varios más me indicaron que el infierno aún no había terminado y que al contrario de lo que pensaba solo podría escapar de la existencia de aquella bestia con la aparición del sol. Durante algún punto había pensado ser capaz de correr hasta París e intentar alejarme llevando al lobo a una zona en la que otros sobrenaturales e incluso la inquisición pudieran atraparle, pero eso significaba quizás acabar con vidas inocentes en las fauces de aquel salvaje animal; y ese sacrificio no valía la pena.
Los golpes se escuchaban cada vez más cercanos y ningún árbol aparentaba ser lo suficientemente resistente para sobrevivir a un ataque de semejante animal, se notaba porque incluso las hojas de ellos parecían temblar con cada nuevo sonido, ellas sabían también de la destrucción que se estaba llevando a cabo en aquel apacible lugar.
Vi entonces un árbol que lucía imponente y poderoso, no sería indestructible pero al menos esperaba que soportara varias embestidas del furioso lupino, las suficientes como para que los rayos del sol que sospechaba próximos a salir hicieran su aparición en el cielo nocturno, trayendo luz a la pesadilla nocturna que ahora estaba viviendo. Trepe tan rápido como me fue posible y entonces el primer estremecimiento del árbol tuvo lugar.
Me lamente por lo que estaba haciendo al árbol, sacrificando a costa de mi vida pero no podía hacer nada más. Permanecí en una de las ramas altas mientras el lobo embestía una y otra vez el tronco; el animal estaba furioso y luchaba con todo por tirar aquel árbol que tal y como lo pensé resistió bastante, pero no lo suficiente como para que el sol saliera.
Caí lista solo para emprender carrera nuevamente, pero antes de llevar a cabo mi cometido las patas del feroz animal me aprisionaron contra el suelo; me movía como podía intentando arañar todo cuanto se acercaba a mi del lobo y de cuando en cuando soltaba dentelladas, deseaba lastimarlo para que me permitiera escapar más. Aquello era nada más que un juego para el lupino, y eso fue más que obvio cuando sus mandíbulas se cerraron sobre mi costado y los colmillos de la bestia penetraron en mi piel, una y otra vez. Comencé a emitir una serie de sonidos cada vez más lastimeros y de manera inminente llegaron a mi mente todas aquellas ocasiones en las que de una forma u otra observe animales morir, justamente así me escuchaba yo ahora; con el pequeño detalle adicional de que los sonidos de crujidos eran sumamente cercanos no como antes que eran un susurro lejano.
Me sentía débil, cansada de luchar pero a pesar de eso quería aún mantener mi forma animal, esa que de cierta manera si sucedía algún milagro podría ayudarme a salir más rápido de ahí, solo que se acercaba a pasos agigantados lo inminente, sentía que pronto cambiaría a ser nada más que una humana de nuevo y entonces ahí sabría finalmente que mis opciones habían terminado. Al menos tendría la satisfacción de saber que luche por mantenerme con vida y gracias a ese pensamiento con el último resto de fuerza y mientras el lobo intentaba morderme de nuevo le mordí la nariz; no me soltaría a menos que fuera humana o terminara muerta ya.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
La energía de la bestia no se agotaba; se incrementaba con cada quejido de dolor que salía de vuestras fauces animales, como si estuviera tragando vuestra vitalidad y succionando vuestras fuerzas. Os admiro por haberos opuesto tan arduamente a la derrota más significativa de vuestra existencia a pesar de que el manteneros respirando comenzara a seros cada vez más pesado y costoso. O inhalabais el aire u os defendíais, porque pretender hacer ambas significaría no poder realizar ninguna. Con una mordida propinada por los filosos colmillos que poseía vuestra forma de lince, otro animal se hubiera retirado, pero no uno cuya fuerza resultaba indescriptible. ¿Qué más podíais hacer? Vuestros insignificantes ataques al azar sólo conseguían recordaros que debíais seguir luchando, aunque las probabilidades dijeran que todo estaba perdido.
Si hubiéramos gozado de la compañía de un público de esta injusta lucha, este se hubiera conmovido con los intentos de una cambiaformas de salvar su vida de las manos de un depredador por excelencia. En cambio yo, si bien por mi raza de licántropo disponía de sentimientos más fuertes de lo normal, en mi forma monstruosa no cabía percibir más que el olor de vuestra sangre como un trofeo, un alarde a mi naturaleza inhumana. Podía ser que el cielo estuviera aclarándose, pero la luna seguía alentándome a destruiros y mientras ella se mantuviera altiva en el firmamento, mi voluntad se haría pequeña a pasos agigantados y fehacientes.
Hubo un momento en que el cuadrúpedo detuvo su ataque para observar a su presa; vuestros ojos apenas permanecían abiertos por la debilidad de haber perdido lagos de sangre y por el gasto de energía considerable que había implicado oponeros directamente al actuar perjudicial de vuestro enemigo. Debo dar gracias al universo por permitiros ser un ser sobrenatural, porque si hubierais sido humana, la muerte no habría sido paciente en esperaros y se habría llevado consigo vuestra alma. Resistíais más, pero eso no os hacía invulnerable a la muerte. A vos os devoraba el licántropo transformado y a mí me aniquilaba la bestia.
El líquido carmesí se escurría por las fauces del asesino delatando su participación. Me hubiese gustado deciros que era puramente instinto el motivo que movía al ente, pero también había deleite en esa criatura de espeso pelaje negro y ojos azules en lo que hacía. Casi podría deciros que estaba orgullosa de lo que hacía y que si pudiera, sonreiría. No iba a dejar que os desmayarais para no sentir el lanzazo de la muerte. El lobo endemoniado buscó con su salvaje mirada y eficientes oídos el lugar de donde provenía el aún vigoroso latir de vuestro corazón. Ese sonido le molestaba hasta causarle ira y quería apagarlo para siempre.
Pero justo antes de que os diera el golpe final, ocurrió el milagro; la sombra nos dejó solos al irse con el viento y dar paso a los rayos del sol acariciando primeramente a las colinas y posteriormente a nuestros cuerpos. De pronto los músculos del animal se contrajeron, pero no pasa dañaros, sino para devolverme el aliento de la conciencia a través de la metamorfosis de la humanidad. El pelaje oscuro fue el primero en desaparecer, luego la columna se puso en la posición correcta para que un bípedo pudiera deslizar sus piernas y luego la imponente figura comenzó a hacerse más pequeña.
Quedó entonces únicamente mi cuerpo desnudo de un hombre de veintitrés años aparentes en medio del bosque junto a vuestra merced. La regularización de mi respiración fue el punto de partida que permitió que abriera mis ojos no como un impulso desatado, sino como una decisión. La cabeza me dolía y mis articulaciones estaban tensas, lo normal después de transformarme e incluso había tenido la suerte de despertar a unos pasos de mis desordenadas ropas, aunque uno de mis ojos me ardía, al igual que mi nariz, pero no era suficiente como para distraerme. No tuve idea de lo que os había hecho hasta que observé mis manos. Mis ojos sobresalieron en cuanto se percataron de la sangre que había en mis extremidades. Y luego saboreé mis labios y allí estaba ese metálico sabor. No tenía nada coherente para pensar más que…
—No, no, no —repetía dentro de mi cabeza, negándome a aceptar que hubiera matado de nuevo, pero no me quedó más remedio cuando volteé y vuestra figura de lince agónico respirando lenta y dificultosamente sobre el césped enrojecido— No, no puede ser.
Deseaba que no fueras nada más que un simple animal transeúnte de los árboles, en verdad quería pensar que mi pecado recaía sobre una criatura cualquiera y no sobre alguien racional, pero cuando me hinqué en el suelo y os tomé en mis brazos para inspeccionaros, mi olfato captó algo que mi mente no hubiera querido procesar. De pronto vuestra repentina apariencia humana acabó con el pelaje felino que había dominado esa noche sobre vuestro lomo, confirmando mis temores y estremeciendo mi ser. Vuestra nívea piel se encontraba magullada y maltratada, adornada por unas marcas que yo conocía muy bien. Lo que menos ansiaba era sumaros a al asesinato involuntario que había cometido contra mi madre, pero ¿estaría a tiempo para revertirlo?
Sujeté más firmemente vuestro desvestido cuerpo desde vuestra cintura con uno de mis brazos y desde vuestros hombros con el otro y os hablé de voz en grito por el miedo que me suscitaba pensar que por mi culpa —por mi gran culpa— ya no estuvierais aquí. Os notabais tan joven bella como toda doncella de futuro prometedor que me negaba aceptar que yo pudiera marchitaros.
—Despertad. ¡Despertad, os lo imploro! —esa vez llevé la mano que sostenía vuestro hombros justo sobre vuestro esternón, comprobando que aún palpitabais, pero que ese galope se apagaba— No os marchéis… por favor.
Mi voz comenzaba a apagarse por lo angustioso que era esperar alguna reacción vuestra, aunque fueran un par de segundos y no más. Cerré mis ojos con fuerza contra vuestra frente, esperando que los vuestros no se cerraran para siempre y jurando que si Dios os daba otra oportunidad, daría de mí hasta el último de mis alientos hasta que os vierais a salvo otra vez.
Si hubiéramos gozado de la compañía de un público de esta injusta lucha, este se hubiera conmovido con los intentos de una cambiaformas de salvar su vida de las manos de un depredador por excelencia. En cambio yo, si bien por mi raza de licántropo disponía de sentimientos más fuertes de lo normal, en mi forma monstruosa no cabía percibir más que el olor de vuestra sangre como un trofeo, un alarde a mi naturaleza inhumana. Podía ser que el cielo estuviera aclarándose, pero la luna seguía alentándome a destruiros y mientras ella se mantuviera altiva en el firmamento, mi voluntad se haría pequeña a pasos agigantados y fehacientes.
Hubo un momento en que el cuadrúpedo detuvo su ataque para observar a su presa; vuestros ojos apenas permanecían abiertos por la debilidad de haber perdido lagos de sangre y por el gasto de energía considerable que había implicado oponeros directamente al actuar perjudicial de vuestro enemigo. Debo dar gracias al universo por permitiros ser un ser sobrenatural, porque si hubierais sido humana, la muerte no habría sido paciente en esperaros y se habría llevado consigo vuestra alma. Resistíais más, pero eso no os hacía invulnerable a la muerte. A vos os devoraba el licántropo transformado y a mí me aniquilaba la bestia.
El líquido carmesí se escurría por las fauces del asesino delatando su participación. Me hubiese gustado deciros que era puramente instinto el motivo que movía al ente, pero también había deleite en esa criatura de espeso pelaje negro y ojos azules en lo que hacía. Casi podría deciros que estaba orgullosa de lo que hacía y que si pudiera, sonreiría. No iba a dejar que os desmayarais para no sentir el lanzazo de la muerte. El lobo endemoniado buscó con su salvaje mirada y eficientes oídos el lugar de donde provenía el aún vigoroso latir de vuestro corazón. Ese sonido le molestaba hasta causarle ira y quería apagarlo para siempre.
Pero justo antes de que os diera el golpe final, ocurrió el milagro; la sombra nos dejó solos al irse con el viento y dar paso a los rayos del sol acariciando primeramente a las colinas y posteriormente a nuestros cuerpos. De pronto los músculos del animal se contrajeron, pero no pasa dañaros, sino para devolverme el aliento de la conciencia a través de la metamorfosis de la humanidad. El pelaje oscuro fue el primero en desaparecer, luego la columna se puso en la posición correcta para que un bípedo pudiera deslizar sus piernas y luego la imponente figura comenzó a hacerse más pequeña.
Quedó entonces únicamente mi cuerpo desnudo de un hombre de veintitrés años aparentes en medio del bosque junto a vuestra merced. La regularización de mi respiración fue el punto de partida que permitió que abriera mis ojos no como un impulso desatado, sino como una decisión. La cabeza me dolía y mis articulaciones estaban tensas, lo normal después de transformarme e incluso había tenido la suerte de despertar a unos pasos de mis desordenadas ropas, aunque uno de mis ojos me ardía, al igual que mi nariz, pero no era suficiente como para distraerme. No tuve idea de lo que os había hecho hasta que observé mis manos. Mis ojos sobresalieron en cuanto se percataron de la sangre que había en mis extremidades. Y luego saboreé mis labios y allí estaba ese metálico sabor. No tenía nada coherente para pensar más que…
—No, no, no —repetía dentro de mi cabeza, negándome a aceptar que hubiera matado de nuevo, pero no me quedó más remedio cuando volteé y vuestra figura de lince agónico respirando lenta y dificultosamente sobre el césped enrojecido— No, no puede ser.
Deseaba que no fueras nada más que un simple animal transeúnte de los árboles, en verdad quería pensar que mi pecado recaía sobre una criatura cualquiera y no sobre alguien racional, pero cuando me hinqué en el suelo y os tomé en mis brazos para inspeccionaros, mi olfato captó algo que mi mente no hubiera querido procesar. De pronto vuestra repentina apariencia humana acabó con el pelaje felino que había dominado esa noche sobre vuestro lomo, confirmando mis temores y estremeciendo mi ser. Vuestra nívea piel se encontraba magullada y maltratada, adornada por unas marcas que yo conocía muy bien. Lo que menos ansiaba era sumaros a al asesinato involuntario que había cometido contra mi madre, pero ¿estaría a tiempo para revertirlo?
Sujeté más firmemente vuestro desvestido cuerpo desde vuestra cintura con uno de mis brazos y desde vuestros hombros con el otro y os hablé de voz en grito por el miedo que me suscitaba pensar que por mi culpa —por mi gran culpa— ya no estuvierais aquí. Os notabais tan joven bella como toda doncella de futuro prometedor que me negaba aceptar que yo pudiera marchitaros.
—Despertad. ¡Despertad, os lo imploro! —esa vez llevé la mano que sostenía vuestro hombros justo sobre vuestro esternón, comprobando que aún palpitabais, pero que ese galope se apagaba— No os marchéis… por favor.
Mi voz comenzaba a apagarse por lo angustioso que era esperar alguna reacción vuestra, aunque fueran un par de segundos y no más. Cerré mis ojos con fuerza contra vuestra frente, esperando que los vuestros no se cerraran para siempre y jurando que si Dios os daba otra oportunidad, daría de mí hasta el último de mis alientos hasta que os vierais a salvo otra vez.
Valentino de Visconti- Licántropo Clase Alta
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Llegó un punto mientras mordía al lobo en el que todo se torno como un sueño, todo parecía ser irreal y el tiempo corría de una manera extraña según me lo indicaba mi percepción; todo se movía lento y las cosas perdían forma y coló de un segundo a otro era extraño pero por momentos maravilloso y lleno de paz y tranquilidad que antes no podía haber experimentado.
Si morir se sentía de esa manera tan pacifica no debía ser tan malo, lo único que podía causarme pesar era a quienes dejaría detrás y de quienes ya no tendría la oportunidad de despedirme; no podría hablar de nuevo con nadie, lo ultimo que me vería con vida sería aquella bestia que al despertar como humano no me recordaría, eso era lo más probable, que me matara y de alejara y entonces terminaría ahí. Tampoco puedo decir que no me gustara morir en los bosques, este lugar ha sido siempre de lo que más he querido.
Cuando el lobo aquel dejo de atacarme note que me miraba, pero por momentos su presencía era borrosa para mi y en esos instantes recordé algo… algo que había olvidado a pesar de que se me había pedido que no lo hiciera y me resulto una mala pasada de la vida; aún tenía oportunidad para reclamarle cosas después de todo lo que me había dado.
En mi mente flotaba la imagen del frasco aquel que contenía la sangre de Hero, aquella que me había dicho que no dejara para nada y que solo esa noche había dejado… la cargaba conmigo siempre, como humana o como animal, pero en el preciso momento en que en realidad la necesitaba estaba en casa, junto con el vestido que había usado esa mañana; que torpe y descuidada.
En un parpadeo del cual me costo trabajo abrir nuevamente los ojos pude contemplar los rayos del sol, y el cuerpo de la bestia sufrir de espasmos… estaba regresando a su forma original. De haber tenido fuerza suficiente habría sonreído, al final había logrado a medias mi propósito… mantenerme viva hasta que los rayos del sol llegaran a tocar el bosque.
Un nuevo parpadeo y… estaba en paz.
Me sentía liviana, ya no me dolía nada e incluso respirar era más sencillo que nunca; no había nada mejor que esa sensación… luego, regresar. Había gritos pero no estaba segura de lo que ocurría, veía una figura pero todo se tornaba cada vez más borroso.
Algo dentro de mi quería reconfortar a la figura; una vez que se acerco y me tomo entre sus brazos pude distinguirlo mejor, era un hombre, él era la bestia. Pobrecillo, parecía que sufría y de verdad que quería que no lo hiciera más, porque nada de eso era finalmente su culpa.
Creo que fue cuando finalmente volví a cerrar los ojos que mi cuerpo abandono su forma animal, aunque no puedo estar segura de si todo ocurrió de esa manera o es parte de mi mismo sueño, ahora solo quería dormir y que nadie me hablara más, estaba cómoda así.
La voz fuera de mi se extinguía lentamente y mis pensamientos llegaron al silencio, ese punto en el que uno esta por caer rendido para entregares por completo al sueño, solo que este sueño sería el ultimo de todos.
Solo había algo que molestaba y que no podía eliminar… calor; había algo que emitía calor y que no me dejaba dormir en paz… quería que ese calor se fuera y me dejara ya.
En esos instantes maldecía el calor, pero gracias a eso es por lo que creo es lo que aún me mantiene viva.
De un instante a otro, como cuando se entra al mar y una ola golpea de improviso, el dolor llegó a mi.
- Duele… - pensé en eso, pero al parecer también había salido mi voz o algo parecida a ella y deberé admitir… vaya que ahora dolía.
Si morir se sentía de esa manera tan pacifica no debía ser tan malo, lo único que podía causarme pesar era a quienes dejaría detrás y de quienes ya no tendría la oportunidad de despedirme; no podría hablar de nuevo con nadie, lo ultimo que me vería con vida sería aquella bestia que al despertar como humano no me recordaría, eso era lo más probable, que me matara y de alejara y entonces terminaría ahí. Tampoco puedo decir que no me gustara morir en los bosques, este lugar ha sido siempre de lo que más he querido.
Cuando el lobo aquel dejo de atacarme note que me miraba, pero por momentos su presencía era borrosa para mi y en esos instantes recordé algo… algo que había olvidado a pesar de que se me había pedido que no lo hiciera y me resulto una mala pasada de la vida; aún tenía oportunidad para reclamarle cosas después de todo lo que me había dado.
En mi mente flotaba la imagen del frasco aquel que contenía la sangre de Hero, aquella que me había dicho que no dejara para nada y que solo esa noche había dejado… la cargaba conmigo siempre, como humana o como animal, pero en el preciso momento en que en realidad la necesitaba estaba en casa, junto con el vestido que había usado esa mañana; que torpe y descuidada.
En un parpadeo del cual me costo trabajo abrir nuevamente los ojos pude contemplar los rayos del sol, y el cuerpo de la bestia sufrir de espasmos… estaba regresando a su forma original. De haber tenido fuerza suficiente habría sonreído, al final había logrado a medias mi propósito… mantenerme viva hasta que los rayos del sol llegaran a tocar el bosque.
Un nuevo parpadeo y… estaba en paz.
Me sentía liviana, ya no me dolía nada e incluso respirar era más sencillo que nunca; no había nada mejor que esa sensación… luego, regresar. Había gritos pero no estaba segura de lo que ocurría, veía una figura pero todo se tornaba cada vez más borroso.
Algo dentro de mi quería reconfortar a la figura; una vez que se acerco y me tomo entre sus brazos pude distinguirlo mejor, era un hombre, él era la bestia. Pobrecillo, parecía que sufría y de verdad que quería que no lo hiciera más, porque nada de eso era finalmente su culpa.
Creo que fue cuando finalmente volví a cerrar los ojos que mi cuerpo abandono su forma animal, aunque no puedo estar segura de si todo ocurrió de esa manera o es parte de mi mismo sueño, ahora solo quería dormir y que nadie me hablara más, estaba cómoda así.
La voz fuera de mi se extinguía lentamente y mis pensamientos llegaron al silencio, ese punto en el que uno esta por caer rendido para entregares por completo al sueño, solo que este sueño sería el ultimo de todos.
Solo había algo que molestaba y que no podía eliminar… calor; había algo que emitía calor y que no me dejaba dormir en paz… quería que ese calor se fuera y me dejara ya.
En esos instantes maldecía el calor, pero gracias a eso es por lo que creo es lo que aún me mantiene viva.
De un instante a otro, como cuando se entra al mar y una ola golpea de improviso, el dolor llegó a mi.
- Duele… - pensé en eso, pero al parecer también había salido mi voz o algo parecida a ella y deberé admitir… vaya que ahora dolía.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
RyanDan - Tears of an Angel
Fue vuestra voz, emisora de una simple y común palabra, la que me dio la esperanza suficiente para dejar de hundirme en la culpa y encender en mí un estado de alerta y movimiento que me permitiera, si bien no redimirme, buscar vuestro alivio e integridad. No queríais más, ni guerra ni paz, eso estaba claro, pero no necesitaba que hicierais nada más que respirar, y si habíais tenido las energías necesarias como para articular una palabra premeditada, con eso bastábame para impedirle a la encapuchada silenciosa os llevara, doncella cambiaformas.
Tenía que pensar rápido ya con la certeza de vuestro vigente latir; busqué la posición de mis ropas con mi olfato insultante y para fortuna mía descubrí que estaban a unos cuantos árboles de distancia. Entonces con mi abrigo cubrí vuestra desnudez de manceba, rogando por dentro que el frío matinal ayudara a coagular vuestra sangre, y relegué a mi pantalón la tarea de cubrir todo aquello que pudiera ofenderos. Dejé mi antifaz para el final; a pesar que conocieras por olfato y primordialmente por experiencia propia mi licantropía, mejor sería para vos si no os enterabais de mi función como Duque del Sacro Imperio Romano Germánico; tendríais menos enemigos y menos preocupaciones de esa forma.
Os tomé en mis brazos ya listos para partir e ideé un plan en mi cabeza en menos de cinco segundos debido a la urgencia de las circunstancias. Correr, correr como el bruto desconsiderado que os había atacado, pero por la razón contraria. Si tomaba el camino más corto —atravesando la ciudad de París— me suicidaría gratuitamente ante las miradas desconcertadas de religiosos, moralistas y cobardes queriendo decapitar al monstruo de velocidad sobrehumana. Tendría que forzadamente atravesar el bosque y las zonas más peligrosas hasta llegar a mi residencia francesa en las afueras de la ciudad. ¡Gracias al cielo los rayos del sol nos protegían de invitados no deseados como los vampiros! Una batalla racial hubiera sido el ingrediente perfecto para un desenlace fatal.
Comenzó mi trote desproporcionado a través de la verde espesura. Por dentro me repetía constantemente la orden de “No os detengáis; sigue” y por fuera —aunque vuestros ojos estuvieran cerrados y vuestra conciencia dormida— os alentaba, aunque ambos supiésemos que energías faltaban para hacer algo más que resignarse. Quizás anhelada saber que estaba haciendo todo lo inhumanamente posible por vos; quizás buscaba daros mi vitalidad para seguir con vida. Fuera como fuera, tenía una sola oportunidad —y pronunciadamente ardua—.
—Manteneros ahí. Os pondré a salvo. Sólo… —desgarré mi garganta con las garras profundas de la culpa. Hubiera sido una desfachatez de mi parte pediros que confiareis en mí, así que me cerré la boca y clavé una y otra vez mis patas en la tierra, esperando que me dieran el impulso necesario para que una vez que estuvierais sana me dijerais que todo había sido mentira— Luchad para no ser un bello cadáver ¿Qué no veis que el cielo llorará vuestra ausencia?
Y yo también. Mi conocimiento con respecto a vuestra merced no iba más allá de vuestra condición de cambiaformas y las emociones de temor y tranquilidad que experimentabais y yo percibía, pero aquello era más que suficiente para hacerme querer detener todo reloj y que las hojas que caían sobre mis furiosas pisadas se quedaran paralizadas en el aire. Tal vez si todo ser en la tierra frenara su andar, también lo haría vuestro martirio. Era más, hasta podíamos hacerlo retroceder hasta el preciso instante en que olvidé qué noche era aquella para no atreverme a quedarme hasta tarde y atacaros.
Los árboles iban desapareciendo para dar paso a los pantanos, obligándome a dar la vuelta en cada colchón fango y agua para evitar saltar y abrir más vuestras heridas. Estábamos cerca, sí, pero mientras más nos aproximábamos a mi morada temporal, los peligros aumentaban. Otro cambiaformas era justo lo que necesitábamos para no lograrlo, pero para fortuna nuestra no nos molestó criatura inoportuna alguna por el resto del inquietante sendero. Vislumbré el edificio a lo lejos y mi corazón comenzó a latir más fuertemente al pensar que al llegar allí serían mis propios sirvientes lo que me dirían qué podíamos hacer, si es que se podía hacer algo por vuestra merced. Os confesaré que estaba dispuesto a cubrirme los ojos y a taparme las orejas con tal de no escuchar ningún fatal pronóstico. Hasta que vuestras funciones cardiovasculares dejaran de funcionar, no daría marcha atrás.
—¿Oléis eso? —os pregunté en vos alta, aunque supiera que lúcida ya no estabais— Allí es en donde tengo mi residencia parisina. Os ayudaré. Ya veréis.
Y por primera vez desaceleré mi carrera para que los sirvientes no sospecharan, pero de todas formas me dirigía a mi morada velozmente. Alguien del otro lado quería arrebataros, pero había alguien aquí en la tierra que no lo permitiría. Una mano omnipotente decidiría quién obtendría el trofeo de la vida.
Tenía que pensar rápido ya con la certeza de vuestro vigente latir; busqué la posición de mis ropas con mi olfato insultante y para fortuna mía descubrí que estaban a unos cuantos árboles de distancia. Entonces con mi abrigo cubrí vuestra desnudez de manceba, rogando por dentro que el frío matinal ayudara a coagular vuestra sangre, y relegué a mi pantalón la tarea de cubrir todo aquello que pudiera ofenderos. Dejé mi antifaz para el final; a pesar que conocieras por olfato y primordialmente por experiencia propia mi licantropía, mejor sería para vos si no os enterabais de mi función como Duque del Sacro Imperio Romano Germánico; tendríais menos enemigos y menos preocupaciones de esa forma.
Os tomé en mis brazos ya listos para partir e ideé un plan en mi cabeza en menos de cinco segundos debido a la urgencia de las circunstancias. Correr, correr como el bruto desconsiderado que os había atacado, pero por la razón contraria. Si tomaba el camino más corto —atravesando la ciudad de París— me suicidaría gratuitamente ante las miradas desconcertadas de religiosos, moralistas y cobardes queriendo decapitar al monstruo de velocidad sobrehumana. Tendría que forzadamente atravesar el bosque y las zonas más peligrosas hasta llegar a mi residencia francesa en las afueras de la ciudad. ¡Gracias al cielo los rayos del sol nos protegían de invitados no deseados como los vampiros! Una batalla racial hubiera sido el ingrediente perfecto para un desenlace fatal.
Comenzó mi trote desproporcionado a través de la verde espesura. Por dentro me repetía constantemente la orden de “No os detengáis; sigue” y por fuera —aunque vuestros ojos estuvieran cerrados y vuestra conciencia dormida— os alentaba, aunque ambos supiésemos que energías faltaban para hacer algo más que resignarse. Quizás anhelada saber que estaba haciendo todo lo inhumanamente posible por vos; quizás buscaba daros mi vitalidad para seguir con vida. Fuera como fuera, tenía una sola oportunidad —y pronunciadamente ardua—.
—Manteneros ahí. Os pondré a salvo. Sólo… —desgarré mi garganta con las garras profundas de la culpa. Hubiera sido una desfachatez de mi parte pediros que confiareis en mí, así que me cerré la boca y clavé una y otra vez mis patas en la tierra, esperando que me dieran el impulso necesario para que una vez que estuvierais sana me dijerais que todo había sido mentira— Luchad para no ser un bello cadáver ¿Qué no veis que el cielo llorará vuestra ausencia?
Y yo también. Mi conocimiento con respecto a vuestra merced no iba más allá de vuestra condición de cambiaformas y las emociones de temor y tranquilidad que experimentabais y yo percibía, pero aquello era más que suficiente para hacerme querer detener todo reloj y que las hojas que caían sobre mis furiosas pisadas se quedaran paralizadas en el aire. Tal vez si todo ser en la tierra frenara su andar, también lo haría vuestro martirio. Era más, hasta podíamos hacerlo retroceder hasta el preciso instante en que olvidé qué noche era aquella para no atreverme a quedarme hasta tarde y atacaros.
Los árboles iban desapareciendo para dar paso a los pantanos, obligándome a dar la vuelta en cada colchón fango y agua para evitar saltar y abrir más vuestras heridas. Estábamos cerca, sí, pero mientras más nos aproximábamos a mi morada temporal, los peligros aumentaban. Otro cambiaformas era justo lo que necesitábamos para no lograrlo, pero para fortuna nuestra no nos molestó criatura inoportuna alguna por el resto del inquietante sendero. Vislumbré el edificio a lo lejos y mi corazón comenzó a latir más fuertemente al pensar que al llegar allí serían mis propios sirvientes lo que me dirían qué podíamos hacer, si es que se podía hacer algo por vuestra merced. Os confesaré que estaba dispuesto a cubrirme los ojos y a taparme las orejas con tal de no escuchar ningún fatal pronóstico. Hasta que vuestras funciones cardiovasculares dejaran de funcionar, no daría marcha atrás.
—¿Oléis eso? —os pregunté en vos alta, aunque supiera que lúcida ya no estabais— Allí es en donde tengo mi residencia parisina. Os ayudaré. Ya veréis.
Y por primera vez desaceleré mi carrera para que los sirvientes no sospecharan, pero de todas formas me dirigía a mi morada velozmente. Alguien del otro lado quería arrebataros, pero había alguien aquí en la tierra que no lo permitiría. Una mano omnipotente decidiría quién obtendría el trofeo de la vida.
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Despertar de ese dueño era horrible, el cuerpo me pesaba y aunque pensaba en moverme no podía hacerlo. En algún punto parecía haber olvidado lo que me había sucedido momentos antes pero con el dolor del cuerpo y la calidez de lo que me sostenía el recuerdo de la luna y el lobo avalanzandose sobre mi regreso hasta mi.
Estaba viva; el dolor por más feo que fuera y por menos que pudiera moverme eran solamente muestras de que aun permanecía en aquel mundo y para mi suerte, no estaba sola, a mi lado estaba alguien más que probablemente sería quien quiera que hubiera estado antes detrás del pelaje oscuro y los ojos azules de la bestia. El olor que llegó hasta mi mezclado con el aroma peculiar de la sangre confirmo esa creencia e intente abrir los ojos pero me fue imposible.
Ya debía estarme curando, pero no podía estar segura de la manera en la que mi sanción estaba actuando y sobre todo no podía darme cuenta de que tan herido estaba mi cuerpo. Era diferente verlo de forma animal a humana, pero a lo que podía recordar hasta el momento debía de lucir lamentable; pero no incurable… aunque mi cuerpo se tardara mucho tiempo tarde o temprano estaría mejor y si encontraba dentro de mi la fuerza para regresar a casa, ahí estaba el frasco de sangre de Hero que me ayudaría como él me había indicado, solo necesitaba fuerza
Volvió un momento en el que no comprendí lo que pasaba, hasta que el movimiento comenzó. Estábamos avanzando a través del bosque pero no sabía en que dirección íbamos. Es curioso como funcionan las cosas cuando esta como yo en esos momentos; es como que estamos entregados completamente a quien quiera que sea el que nos este apoyando y no nos resta nada más que confiar plenamente en que a partir de ese momento todo va a a estar bien y esa persona va a ayudarnos lo mejor que pueda; solo que en este caso yo debía confiar en quien había querido matarme antes.
Agradecía que no me dejara en aquel lugar a curarme sola pero temía porque no sabía en donde sería en donde acabaría ni que era lo que el lobo ahora con forma de hombre haría.
Desee poder responder a sus palabras, consolarme y hacerle saber que estaría bien que ambos lo estaríamos. Con sus palabras me aseguraba aunque no se diera cuenta que su corazón era puro y que sus intenciones por ayudarme eran nobles; quería decirle que confiaba en él y que el cielo no lloraría porque aun estaba ahí y lo estaría por mucho más tiempo.
Mentiré si digo que con cada paso que avanzábamos no me dolía en cuerpo entero y quería gritar por esa razón, pero todo lo que pudiera hacer como moverme o gritar seria inútil pues nada de lo que sentía se iría en esos momentos.
Nos dirigíamos hacia su casa. Al parecer yo no era la única que estaba confiando en el otro; seria en esos momentos nada más que una cambiaformas herida pero ¿era buena idea que me llevara a su casa? él no me conocía, ni lo que pudiera hacer y por si no lo notaba la gran fuerza y ventaja que poseía antes sobre mi desapareció desde el momento en que los rayos del sol tocaron los bosques. Yo estaba segura de que no haría nada pero no podía estar seguro él y aún si es que conocía todo eso me cargaba directamente a ese lugar, sin dudar ni un segundo.
Los movimientos más bruscos de antes cesaron, los pasos algo desequilibrados de antes se tornaron firmes y en un parpadeo que logre hacer; el rostro del hombre apareció frente a mi. Miraba al frente con expresión decidida, tan decidida como antes lo había estado la forma de lobo que ocultaba su ser. Cerré los ojos mientras pensaba en como es posible que dentro de alguien existiera bestia tal… ¿Qué has hecho?… ¿Qué fue lo que te ha llevado a ser acreedor a tal maldición?… a menos que… dime ¿Lo consideras una maldición o en cierto punto una bendición?
La que fuera la respuesta ante tal cuestionamiento nunca tendría respuesta real más que simplemente mis propias conclusiones y pensamientos al respecto.
- Lo… lo siento… - esas palabras fueron perfectamente audibles incluso para mi y se que con mayor razón lo eran para él. Y de verdad que lo sentía… pero aún desconozco el por qué.
Estaba viva; el dolor por más feo que fuera y por menos que pudiera moverme eran solamente muestras de que aun permanecía en aquel mundo y para mi suerte, no estaba sola, a mi lado estaba alguien más que probablemente sería quien quiera que hubiera estado antes detrás del pelaje oscuro y los ojos azules de la bestia. El olor que llegó hasta mi mezclado con el aroma peculiar de la sangre confirmo esa creencia e intente abrir los ojos pero me fue imposible.
Ya debía estarme curando, pero no podía estar segura de la manera en la que mi sanción estaba actuando y sobre todo no podía darme cuenta de que tan herido estaba mi cuerpo. Era diferente verlo de forma animal a humana, pero a lo que podía recordar hasta el momento debía de lucir lamentable; pero no incurable… aunque mi cuerpo se tardara mucho tiempo tarde o temprano estaría mejor y si encontraba dentro de mi la fuerza para regresar a casa, ahí estaba el frasco de sangre de Hero que me ayudaría como él me había indicado, solo necesitaba fuerza
Volvió un momento en el que no comprendí lo que pasaba, hasta que el movimiento comenzó. Estábamos avanzando a través del bosque pero no sabía en que dirección íbamos. Es curioso como funcionan las cosas cuando esta como yo en esos momentos; es como que estamos entregados completamente a quien quiera que sea el que nos este apoyando y no nos resta nada más que confiar plenamente en que a partir de ese momento todo va a a estar bien y esa persona va a ayudarnos lo mejor que pueda; solo que en este caso yo debía confiar en quien había querido matarme antes.
Agradecía que no me dejara en aquel lugar a curarme sola pero temía porque no sabía en donde sería en donde acabaría ni que era lo que el lobo ahora con forma de hombre haría.
Desee poder responder a sus palabras, consolarme y hacerle saber que estaría bien que ambos lo estaríamos. Con sus palabras me aseguraba aunque no se diera cuenta que su corazón era puro y que sus intenciones por ayudarme eran nobles; quería decirle que confiaba en él y que el cielo no lloraría porque aun estaba ahí y lo estaría por mucho más tiempo.
Mentiré si digo que con cada paso que avanzábamos no me dolía en cuerpo entero y quería gritar por esa razón, pero todo lo que pudiera hacer como moverme o gritar seria inútil pues nada de lo que sentía se iría en esos momentos.
Nos dirigíamos hacia su casa. Al parecer yo no era la única que estaba confiando en el otro; seria en esos momentos nada más que una cambiaformas herida pero ¿era buena idea que me llevara a su casa? él no me conocía, ni lo que pudiera hacer y por si no lo notaba la gran fuerza y ventaja que poseía antes sobre mi desapareció desde el momento en que los rayos del sol tocaron los bosques. Yo estaba segura de que no haría nada pero no podía estar seguro él y aún si es que conocía todo eso me cargaba directamente a ese lugar, sin dudar ni un segundo.
Los movimientos más bruscos de antes cesaron, los pasos algo desequilibrados de antes se tornaron firmes y en un parpadeo que logre hacer; el rostro del hombre apareció frente a mi. Miraba al frente con expresión decidida, tan decidida como antes lo había estado la forma de lobo que ocultaba su ser. Cerré los ojos mientras pensaba en como es posible que dentro de alguien existiera bestia tal… ¿Qué has hecho?… ¿Qué fue lo que te ha llevado a ser acreedor a tal maldición?… a menos que… dime ¿Lo consideras una maldición o en cierto punto una bendición?
La que fuera la respuesta ante tal cuestionamiento nunca tendría respuesta real más que simplemente mis propias conclusiones y pensamientos al respecto.
- Lo… lo siento… - esas palabras fueron perfectamente audibles incluso para mi y se que con mayor razón lo eran para él. Y de verdad que lo sentía… pero aún desconozco el por qué.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Mi caminar intranquilo hacia las puertas de entrada de mi residencia francesa se vio interrumpido cuando sentí la intensidad de una mirada cercana en mi rostro apesadumbrado; la vuestra. Entonces, sin dejar de cargaros como lo haría cualquier soldado sobreviviente con uno de sus compañeros caídos, enfoqué mis ojos en los vuestros y supe que quizás eso faltaba; un soplo de sinceridad y un aullido del corazón entre los dos que nos ayudara a suplir la carencia de normalidad. Era algo tan nuevo para vos como para mí, ¿cómo saber qué sentir o hacer así?
Oh, si tan solo supierais cuántos milisegundos se detuvo mi aliento cuando pronunciasteis dichas palabras que conformaban, probablemente las hubierais pensado dos veces antes de hacerlas existir. Nada era vuestra culpa; todo se debía a mi impiadosa negligencia. Llevé una de mis manos a vuestra frente lentamente, comprobando lo caliente que se había vuelto, y luego hice descender mis dedos hasta cerrar las ventanas de ébano de vuestra alma. No podía dar por hecho de que estuvierais hablando realmente desde la cordura o si la adrenalina secretada en vuestro cuerpo os había hecho irracional vuestra lengua.
—Calmaos. Descansad ahora. Dormid un poco si podéis —aconsejé en un susurro, siendo infiel a la confianza de un espacio abierto— Os prometo que cuando despertéis, todo irá mejor.
Quería cumpliros mi promesa, y por ese motivo me inventé una máscara más osada que la que llevaba puesta para que ésta me permitiera soslayar las curiosas y extrañadas de mis sirvientes. Al verme cerca, parte de la servidumbre se apresuró a abrir las puertas mientras que la otra parte observaba por los ventanales mi poco usual manera de hacerme presente; se preguntaban quién erais vos y por qué estabais vestida únicamente con mi abrigo. Entenderéis que no iba a perder el tiempo en elucidarles el horizonte se les había aparecido; mi mente estaba enfocada en reparar, aunque fuera sólo en sentido físico, lo que os había hecho, por lo que ni siquiera saludé a quienes tan afanosamente buscaban mi mirada en busca de órdenes hasta que llegué al centro del inmueble.
Eran demasiados pares de ojos sobre nosotros para mi gusto y vos no teníais ni segundos ni horas para darles. No les daría tiempo a esos rostros suplicantes para volver su boca sonora; busqué a la persona que idónea para volver a tejer las fibras de vuestra piel y que el resto se preocupara más de laborar que de robaros el aire.
—Marianne, tenéis trabajo —consideraréis que fui cortante con la más vieja de mis criadas, pero los modales resultan inaudibles ante el alarido enmudecido del peligro. Ella se percató de inmediato que tendría un día agitado y tensó su mandíbula por toda respuesta— Vos seguidme y que los demás vuelvan a lo se os asignó. Que nadie nos interrumpa; si hay algo urgente, habladlo con la ama de llaves hasta que os diga lo contrario; no probéis suerte.
Giré mi vista hacia las escaleras y ahí estaba Marianne arremangando su vestido para subir apresuradamente por los peldaños que la llevarían al cuarto que usaba para enmendar heridas y volver a poner de pie a enfermos y moribundos como una curandera de una tribu extraviada. Tuvisteis la fortuna de contar con ella, al igual que yo en mi niñez esmirriada. Cuando entré a la habitación, me percaté de que ella ya estaba pasando sus herramientas por el fuego para esterilizarlas y también temí que algunas cosas os dolieran más de lo soportable, pero procuré llevar mi mente lo más fría posible, pues quería estar ahí, en el proceso.
—Por aquí, por aquí, señor —indicó mi medicastra el colchón a su lado, ante lo cual os deposité lo más lento y suave que pude. Si provocar heridas causaba una hecatombe nerviosa, el reabrirlas era casi peor y prefería evitaros eso. Una vez que os dejé quieta, mis ojos intentaron descifrar cuánto tardaría mi sanitaria en componer huesos y en curar vuestras heridas, pero mi cálculo se desvaneció cuando oí lo siguiente que dijo Marianne.
—Vuestra merced no irá a esperar afuera, ¿cierto? —parpadeé un par de veces antes de mirarla. Ella no lo hizo, tal vez porque conocía a la perfección mis reacciones y no había nada que ver— Vuestros labios están apretados y apenas movéis los ojos, puedo decirlo, pero comprenderéis que esto no será lindo de ver.
¿Creía ella que no me había dado cuenta de los estragos que había dejado en vuestro cuerpo? Pasé por alto ese atenuante de mi yerro, carraspeé mi garganta y nuevamente vestí esa máscara adicional que me permitiera romper con mis reglas.
—Me quedaré —dos palabras simples. Ella pensó que no hablaba en serio, pero yo insistí— Quiero participar en esto.
—Sin ofender, señor, pero no ha estado antes en esta situación —era su forma diplomática de decirme que sólo sería un estorbo.
—Entonces dadme una tarea que pueda hacer un inexperto —fue entonces cuando ella volteó a ver mi rostor y luego el vuestro, captando que aquel escenario no lo viviría dos veces. Alcé una de mis cejas y le di una media sonrisa— No lograréis expulsarme de aquí de buena manera.
Ella bufó, algo fastidiada por mi presencia, pero también se hallaba resignada a complacerme en ese aspecto. Estabais allí por mi causa y por mi causa también os sacaría de allí completa.
“Lo siento”
Oh, si tan solo supierais cuántos milisegundos se detuvo mi aliento cuando pronunciasteis dichas palabras que conformaban, probablemente las hubierais pensado dos veces antes de hacerlas existir. Nada era vuestra culpa; todo se debía a mi impiadosa negligencia. Llevé una de mis manos a vuestra frente lentamente, comprobando lo caliente que se había vuelto, y luego hice descender mis dedos hasta cerrar las ventanas de ébano de vuestra alma. No podía dar por hecho de que estuvierais hablando realmente desde la cordura o si la adrenalina secretada en vuestro cuerpo os había hecho irracional vuestra lengua.
—Calmaos. Descansad ahora. Dormid un poco si podéis —aconsejé en un susurro, siendo infiel a la confianza de un espacio abierto— Os prometo que cuando despertéis, todo irá mejor.
Quería cumpliros mi promesa, y por ese motivo me inventé una máscara más osada que la que llevaba puesta para que ésta me permitiera soslayar las curiosas y extrañadas de mis sirvientes. Al verme cerca, parte de la servidumbre se apresuró a abrir las puertas mientras que la otra parte observaba por los ventanales mi poco usual manera de hacerme presente; se preguntaban quién erais vos y por qué estabais vestida únicamente con mi abrigo. Entenderéis que no iba a perder el tiempo en elucidarles el horizonte se les había aparecido; mi mente estaba enfocada en reparar, aunque fuera sólo en sentido físico, lo que os había hecho, por lo que ni siquiera saludé a quienes tan afanosamente buscaban mi mirada en busca de órdenes hasta que llegué al centro del inmueble.
Eran demasiados pares de ojos sobre nosotros para mi gusto y vos no teníais ni segundos ni horas para darles. No les daría tiempo a esos rostros suplicantes para volver su boca sonora; busqué a la persona que idónea para volver a tejer las fibras de vuestra piel y que el resto se preocupara más de laborar que de robaros el aire.
—Marianne, tenéis trabajo —consideraréis que fui cortante con la más vieja de mis criadas, pero los modales resultan inaudibles ante el alarido enmudecido del peligro. Ella se percató de inmediato que tendría un día agitado y tensó su mandíbula por toda respuesta— Vos seguidme y que los demás vuelvan a lo se os asignó. Que nadie nos interrumpa; si hay algo urgente, habladlo con la ama de llaves hasta que os diga lo contrario; no probéis suerte.
Giré mi vista hacia las escaleras y ahí estaba Marianne arremangando su vestido para subir apresuradamente por los peldaños que la llevarían al cuarto que usaba para enmendar heridas y volver a poner de pie a enfermos y moribundos como una curandera de una tribu extraviada. Tuvisteis la fortuna de contar con ella, al igual que yo en mi niñez esmirriada. Cuando entré a la habitación, me percaté de que ella ya estaba pasando sus herramientas por el fuego para esterilizarlas y también temí que algunas cosas os dolieran más de lo soportable, pero procuré llevar mi mente lo más fría posible, pues quería estar ahí, en el proceso.
—Por aquí, por aquí, señor —indicó mi medicastra el colchón a su lado, ante lo cual os deposité lo más lento y suave que pude. Si provocar heridas causaba una hecatombe nerviosa, el reabrirlas era casi peor y prefería evitaros eso. Una vez que os dejé quieta, mis ojos intentaron descifrar cuánto tardaría mi sanitaria en componer huesos y en curar vuestras heridas, pero mi cálculo se desvaneció cuando oí lo siguiente que dijo Marianne.
—Vuestra merced no irá a esperar afuera, ¿cierto? —parpadeé un par de veces antes de mirarla. Ella no lo hizo, tal vez porque conocía a la perfección mis reacciones y no había nada que ver— Vuestros labios están apretados y apenas movéis los ojos, puedo decirlo, pero comprenderéis que esto no será lindo de ver.
¿Creía ella que no me había dado cuenta de los estragos que había dejado en vuestro cuerpo? Pasé por alto ese atenuante de mi yerro, carraspeé mi garganta y nuevamente vestí esa máscara adicional que me permitiera romper con mis reglas.
—Me quedaré —dos palabras simples. Ella pensó que no hablaba en serio, pero yo insistí— Quiero participar en esto.
—Sin ofender, señor, pero no ha estado antes en esta situación —era su forma diplomática de decirme que sólo sería un estorbo.
—Entonces dadme una tarea que pueda hacer un inexperto —fue entonces cuando ella volteó a ver mi rostor y luego el vuestro, captando que aquel escenario no lo viviría dos veces. Alcé una de mis cejas y le di una media sonrisa— No lograréis expulsarme de aquí de buena manera.
Ella bufó, algo fastidiada por mi presencia, pero también se hallaba resignada a complacerme en ese aspecto. Estabais allí por mi causa y por mi causa también os sacaría de allí completa.
Valentino de Visconti- Licántropo Clase Alta
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Después de haber dicho aquello que salía de mi corazón aún a pesar de carecer de motivo alguno para ser mencionadas, cerré de nueva cuenta los ojos, era lo mejor, justo como aquel hombre me lo decía, debía descansar.
El descanso haría que mi cuerpo se recuperara más rápido, que todo estuviera mejor antes de tiempo y así podría irme al fin, olvidar esa noche y dejarla solo como un mal sueño, uno de esos que se sienten sumamente reales y que se confunden con la realidad que nos rodea. Si, debía hacerme pensar que la existencia de la bestia, del hombre y de la batalla, era un mero sueño, una mala pesadilla de la que pronto despertaría, pero soy ilusa, pues aunque crea eso en el fondo siempre conoceré la verdad y tanto la bestia como yo, estaremos unidos a pesar de los horribles recuerdos y malos sentimientos que pueda despertar uno en el otro.
Lejano a mi, porque comenzaba a caer en la inconsciencia segura del sueño real podía escuchar las cosas a mi alrededor, se escuchaba todo como si estuviera sumergida en agua y todos hablaran desde el exterior. No quería dormir, quería saber aunque fuera un poco que era lo que ocurría; ¿Qué es lo que pensaba hacer el hombre conmigo?, ¿Qué era realmente lo que podía hacer él por mi?, el tiempo era todo lo que necesitaba para sanar mis heridas físicas, soy más resistente de lo que aparento y prueba de eso es que sobreviví al ataque del lobo, a duras penas y entregando rendida a la muerte, pero había sobrevivido.
Intentaba enfocar mi atención en las palabras aquellas, pero las cosas sonaban confusas ahora y cada vez más lejanas. Quería dejarme guiar por el cansancio y despertar después de un rato, pero eso sería en parte abandonar a quien no me había dejado, igual y si había podido soportar todo una noche de dura batalla, mantenerme consciente más tiempo usando toda la fuerza de voluntad sobrante de aquel encuentro podría hacerlo y de eso estaba segura. Paulatinamente las voces se hicieron más claras y escuche una voz desconocida, parecía una conversación importante y yo era el centro de la misma.
La voz humana de la bestia indicaba firme que permanecería ahí. Quería negarme a tal tontería, decirle que no fuera estúpido, que no era necesario que viera todo eso porque solo sería un recordatorio del mal que había causado, pero de nuevo, era incapaz de hacer o decir algo.
Aquello no sería lindo de ver, eso se había mencionado; debía de estar peor de lo que me imaginaba como para necesitar la ayuda de alguien más y que consideraran que no podría curarme por mi misma. Después, cuando estuviera más fuerte y pudiera hablar más y pensar menos, agradecería todo aquello, incluso si aquella ayuda dolía, estaba segura de que nada sería peor de lo que había pasado antes y si él se quedaba ahí, por algún motivo, me daba más seguridad.
El descanso haría que mi cuerpo se recuperara más rápido, que todo estuviera mejor antes de tiempo y así podría irme al fin, olvidar esa noche y dejarla solo como un mal sueño, uno de esos que se sienten sumamente reales y que se confunden con la realidad que nos rodea. Si, debía hacerme pensar que la existencia de la bestia, del hombre y de la batalla, era un mero sueño, una mala pesadilla de la que pronto despertaría, pero soy ilusa, pues aunque crea eso en el fondo siempre conoceré la verdad y tanto la bestia como yo, estaremos unidos a pesar de los horribles recuerdos y malos sentimientos que pueda despertar uno en el otro.
Lejano a mi, porque comenzaba a caer en la inconsciencia segura del sueño real podía escuchar las cosas a mi alrededor, se escuchaba todo como si estuviera sumergida en agua y todos hablaran desde el exterior. No quería dormir, quería saber aunque fuera un poco que era lo que ocurría; ¿Qué es lo que pensaba hacer el hombre conmigo?, ¿Qué era realmente lo que podía hacer él por mi?, el tiempo era todo lo que necesitaba para sanar mis heridas físicas, soy más resistente de lo que aparento y prueba de eso es que sobreviví al ataque del lobo, a duras penas y entregando rendida a la muerte, pero había sobrevivido.
Intentaba enfocar mi atención en las palabras aquellas, pero las cosas sonaban confusas ahora y cada vez más lejanas. Quería dejarme guiar por el cansancio y despertar después de un rato, pero eso sería en parte abandonar a quien no me había dejado, igual y si había podido soportar todo una noche de dura batalla, mantenerme consciente más tiempo usando toda la fuerza de voluntad sobrante de aquel encuentro podría hacerlo y de eso estaba segura. Paulatinamente las voces se hicieron más claras y escuche una voz desconocida, parecía una conversación importante y yo era el centro de la misma.
La voz humana de la bestia indicaba firme que permanecería ahí. Quería negarme a tal tontería, decirle que no fuera estúpido, que no era necesario que viera todo eso porque solo sería un recordatorio del mal que había causado, pero de nuevo, era incapaz de hacer o decir algo.
Aquello no sería lindo de ver, eso se había mencionado; debía de estar peor de lo que me imaginaba como para necesitar la ayuda de alguien más y que consideraran que no podría curarme por mi misma. Después, cuando estuviera más fuerte y pudiera hablar más y pensar menos, agradecería todo aquello, incluso si aquella ayuda dolía, estaba segura de que nada sería peor de lo que había pasado antes y si él se quedaba ahí, por algún motivo, me daba más seguridad.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Aplastaría la solemnidad que implicaba mi cargo, renegaría del fresco pasado que había vertido vuestra sangre en la salvajada del bosque y me enfocaría en haceros volver a ver vuestras mejillas teñida de un saludable tono carmesí. Marianne se arremangó los brazos de su vestido al recibir mi respuesta definitiva, ya que por un lado contaría con mi ayuda para sanaros y, por el otro, se trataba de un simple novato como yo. Me daría tareas simples, pero vitales. Lo presentía porque no por nada los años habían hecho avanzar su precisión médica al igual que sus marcas de vejez, y tenía un buen criterio por lo mismo.
Vi vuestra mano vibrando sobre la colcha, aunque no sabría decir si fue de frío, de nervios o a causa de una pesadilla de la cual no podíais escapar. ¿Estaríais buscando algo a lo cual aferraros? Recuerdo que mis ojos se desviaron hacia el piso con pesar, puesto que estabais lejos de vuestro hogar en un lugar desconocido y rodeada por quienes apenas sí reconocerías sus rostros y tal vez las voces. Para rematar de golpe vuestra suerte, involuntariamente estabais confiando vuestra vida a dichos individuos.
Entonces por impulso, o tal vez mi propia necesidad de que alguien también se convirtiera en mi cable a tierra. Jamás me hubiera imaginado que llegaría el día en que mis ardientes manos hallaran su guante en las de una felina. Me alivió comprobar que vuestra temperatura no había disminuido tanto como había esperado. Me dabais esperanzas, aunque se suponía que debía ser yo el que os sostuviera,
—Sujetadla desde atrás —rompió Marianne con mis pensamientos. No la entendí al comienzo, para ser honesto, o no quise entenderla— Me habéis oído bien, señor. Necesito que os pongáis detrás de la muchacha y le sujetéis las muñecas por sobre su cabeza mientras trato sus heridas. Le dolerá, Monsieur Valentino, y es por eso que debe impedir que se mueva demasiado para no empeorar su estado. ¿Deseabais ayudar? Esta tarea es importante.
Una parte de mí quiso anheló que no me hubiesen sido reveladas las penurias que habríais de pasar, pero al segundo me recriminé a mí mismo dicho deseo cobarde, aniquilándolo por completo. Teníais suficientes motivos ya para desconfiar y temer a mi persona como para también haceros odiarme. Os diré algo… Marianne es una de las pocas personas que sabe de mi licantropía, pero lo sorprendente es que nunca se lo mencioné. Creo que ella, en esa ocasión, buscaba de alguna manera que me hiciera cargo de mi condición; haciendo lo correcto para con vuestra merced sería el camino más adecuado para ello.
Palpé una mano sobre vuestra frente antes de cumplir con lo que se me había encomendado por solicitud propia. Tal vez de esa manera me escucharíais, aunque fuera de manera entrecortada. Cualquier comunicación con vuestra merced que pudiera alentaros, valdría la pena.
—Resistid, por favor. Aunque hayáis abandonado vuestra fe en nuestras manos, os ruego que no os abandonéis a vos misma —y retiré mi mano de vuestra piel. Era en ese momento o nunca.
Hice lo que Marianne me ordenó y me puse tras de vuestra merced, sosteniendo vuestras muñecas a una altura un poco mayor a la de vuestra nuca. Cuando miré hacia abajo a vuestro lastimado cuerpo recostado, os hice la promesa mental de callar mis impulsos por dejar la habitación para no oír vuestros dolorosos suplicios y quedarme allí hasta que os vierais a salvo otra vez. Marianne se posó sobre vuestras piernas, inmovilizándolas también. Lo que venía no os gustaría, lo supe en cuanto vi a mi curandera apartar el abrigo con el que os había cubierto para exhibir vuestra heridas casi al mismo tiempo que sacaba un cuchillo que yo bien conocía, ese que utilizaba para los seriamente heridos.
—Marianne… —quise asegurarme de lo que iba a haceros, pero ella era demasiado profesional como para distraerse— Socorredla en soportarlo. Ella no podrá sola.
—En mis cincuenta y tres años de servicio a vuestra merced no os he decepcionado, señor. No crea que esta vez faltaré a mi trabajo con una chica joven como ésta. Me he tropezado muchas veces, pero nunca con vidas ajenas —la convicción de mi sirvienta llegaba hasta mí para convencerme a mí también. Ella posicionó entre vuestros labios un pedazo de cuero; yo, por mi parte, apreté un poco más vuestras manos de pura tensión— Es una hemorragia. Tendré que volver a abrir la herida, vaciar el hematoma, buscar lo que lo causa y hacer hemostasia. Tendremos todo un espectáculo por aquí.
Había dejado de oírla en cuento escuché que iba a abrir vuestra heridas con ese filo esterilizado. Esperaba que no lo hubierais escuchado vos, porque sólo hubierais conseguido alterar más vuestro organismo, ese que tanto me esmeraba por mantener en calma mientras Marianne comenzaba su trabajo en vuestra piel. Y el primer milímetro de vuestro envoltorio fue fisurado por el filo quemante de la herramienta en la que pendía vuestra permanencia en el mundo de los vivos y en la que me había encomendado para que no os diera la espalda.
¿Comenzarían primero los gritos ahogados por el obstáculo entre vuestros labios o antes se darían los bruscos movimientos de vuestras extremidades sedientas por liberaros del calvario? La garganta de vuestra merced me lo revelaría en poco tiempo, muy poco tiempo.
Vi vuestra mano vibrando sobre la colcha, aunque no sabría decir si fue de frío, de nervios o a causa de una pesadilla de la cual no podíais escapar. ¿Estaríais buscando algo a lo cual aferraros? Recuerdo que mis ojos se desviaron hacia el piso con pesar, puesto que estabais lejos de vuestro hogar en un lugar desconocido y rodeada por quienes apenas sí reconocerías sus rostros y tal vez las voces. Para rematar de golpe vuestra suerte, involuntariamente estabais confiando vuestra vida a dichos individuos.
Entonces por impulso, o tal vez mi propia necesidad de que alguien también se convirtiera en mi cable a tierra. Jamás me hubiera imaginado que llegaría el día en que mis ardientes manos hallaran su guante en las de una felina. Me alivió comprobar que vuestra temperatura no había disminuido tanto como había esperado. Me dabais esperanzas, aunque se suponía que debía ser yo el que os sostuviera,
—Sujetadla desde atrás —rompió Marianne con mis pensamientos. No la entendí al comienzo, para ser honesto, o no quise entenderla— Me habéis oído bien, señor. Necesito que os pongáis detrás de la muchacha y le sujetéis las muñecas por sobre su cabeza mientras trato sus heridas. Le dolerá, Monsieur Valentino, y es por eso que debe impedir que se mueva demasiado para no empeorar su estado. ¿Deseabais ayudar? Esta tarea es importante.
Una parte de mí quiso anheló que no me hubiesen sido reveladas las penurias que habríais de pasar, pero al segundo me recriminé a mí mismo dicho deseo cobarde, aniquilándolo por completo. Teníais suficientes motivos ya para desconfiar y temer a mi persona como para también haceros odiarme. Os diré algo… Marianne es una de las pocas personas que sabe de mi licantropía, pero lo sorprendente es que nunca se lo mencioné. Creo que ella, en esa ocasión, buscaba de alguna manera que me hiciera cargo de mi condición; haciendo lo correcto para con vuestra merced sería el camino más adecuado para ello.
Palpé una mano sobre vuestra frente antes de cumplir con lo que se me había encomendado por solicitud propia. Tal vez de esa manera me escucharíais, aunque fuera de manera entrecortada. Cualquier comunicación con vuestra merced que pudiera alentaros, valdría la pena.
—Resistid, por favor. Aunque hayáis abandonado vuestra fe en nuestras manos, os ruego que no os abandonéis a vos misma —y retiré mi mano de vuestra piel. Era en ese momento o nunca.
Hice lo que Marianne me ordenó y me puse tras de vuestra merced, sosteniendo vuestras muñecas a una altura un poco mayor a la de vuestra nuca. Cuando miré hacia abajo a vuestro lastimado cuerpo recostado, os hice la promesa mental de callar mis impulsos por dejar la habitación para no oír vuestros dolorosos suplicios y quedarme allí hasta que os vierais a salvo otra vez. Marianne se posó sobre vuestras piernas, inmovilizándolas también. Lo que venía no os gustaría, lo supe en cuanto vi a mi curandera apartar el abrigo con el que os había cubierto para exhibir vuestra heridas casi al mismo tiempo que sacaba un cuchillo que yo bien conocía, ese que utilizaba para los seriamente heridos.
—Marianne… —quise asegurarme de lo que iba a haceros, pero ella era demasiado profesional como para distraerse— Socorredla en soportarlo. Ella no podrá sola.
—En mis cincuenta y tres años de servicio a vuestra merced no os he decepcionado, señor. No crea que esta vez faltaré a mi trabajo con una chica joven como ésta. Me he tropezado muchas veces, pero nunca con vidas ajenas —la convicción de mi sirvienta llegaba hasta mí para convencerme a mí también. Ella posicionó entre vuestros labios un pedazo de cuero; yo, por mi parte, apreté un poco más vuestras manos de pura tensión— Es una hemorragia. Tendré que volver a abrir la herida, vaciar el hematoma, buscar lo que lo causa y hacer hemostasia. Tendremos todo un espectáculo por aquí.
Había dejado de oírla en cuento escuché que iba a abrir vuestra heridas con ese filo esterilizado. Esperaba que no lo hubierais escuchado vos, porque sólo hubierais conseguido alterar más vuestro organismo, ese que tanto me esmeraba por mantener en calma mientras Marianne comenzaba su trabajo en vuestra piel. Y el primer milímetro de vuestro envoltorio fue fisurado por el filo quemante de la herramienta en la que pendía vuestra permanencia en el mundo de los vivos y en la que me había encomendado para que no os diera la espalda.
¿Comenzarían primero los gritos ahogados por el obstáculo entre vuestros labios o antes se darían los bruscos movimientos de vuestras extremidades sedientas por liberaros del calvario? La garganta de vuestra merced me lo revelaría en poco tiempo, muy poco tiempo.
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
Una mano cálida se poso sobre la mía, aferrandose a ella como si fuera una luz que guiaba el camino de quienes por un motivo u otro perdían el rumbo que llevaban. El calor que despedía esa mano y el aroma que llegaba hasta mi me indicaron que era la bestia; en esos momentos me gustaba que estuviera ahí, porque al parecer ambos estábamos náufragos de un desafortunado incidente pero ambos de barcos contrarios y no poseíamos más opción que aferrarnos al otro en búsqueda de la salvación.
Con cierta dificultad mi mano presiono suavemente la del hombre antes de que a la mujer hablara. Lo sentía de verdad por Valentino, que era como la mujer llamaba a la bestia, de verdad que lo sentía por él, porque debería ser testigo de semejante cosa. Aunque yo por mi parte estaba agradecida de no poder verme, porque mis ojos se negaban a abrirse; el simple hecho de imaginar como estaba me hacía sentir mal, por lo que no puedo imaginar que fue lo que él sintió cuando la mujer le daba aquella indicación para dar inicio a su labor.
Él se dirigió a mi, y justo después sujeto mis manos. No quería que se preocupara porque reconozco que no es malo y que es imposible que no tenga la confianza en alguien que me carga desde un sitio como los bosques hasta su hogar solo para que me ayuden a curarme. Yo confiaría en Valentino y Marianne aunque no les hubiera visto bien aún; y llegado el momento espera que confiaran en mi tanto como ahora yo en ellos. ¿Tenerme confianza a mi misma? Después de la noche que había pasado sentía que podía resistir físicamente cualquier cosa que me pasara a pesar del dolor; cosa que no podía decir de lo que sentía porque los tiempos en esos momentos se estaban tornando cada vez más complicados para mi. En parte quizás esa era la razón por la que antes había estado dispuesta a dejarme llevar por la paz y tranquilidad en la que no había dolor ni preocupaciones.
El silencio reino por unos segundos, mientras sentía como las ropas que antes me cubrían no lo hacían más, y la voz de la bestia floto en la habitación de nueva cuenta, se escuchaba preocupado como si la cosa más terrible del mundo fuera a pasarme, pero la peor cosa del mundo había estado a punto de pasarme antes y contrario a lo terrible que pensaba que era, había sido todo hermoso.
A mis labios llego algo y escuchar a la mujer me hizo reaccionar un poco sobre todo lo que pasaría y el porque me había puesto eso entre los labios; pero todo era por mi bien ¿verdad? entonces no tenía más opción que soportar todo.
Abrí ligeramente lo ojos como en un parpadeo y entonces el dolor comenzó haciendo que mi cuerpo entero se tensara; no creía tener la fuerza para algo como aquello pero al parecer así era. Seguí parpadeando hasta que finalmente pude mantener los ojos más abiertos que las veces anteriores, era como si mi cuerpo hubiera entrado en estado de alerta por lo que en esos instantes me hacían, obligandome a despertar para defenderme a mi misma.
Mordí aquello que estaba entre mis labios, no deseaba gritar por no aumentar la culpabilidad de aquel hombre.
Conforme la mujer abría mas mi cuerpo comencé a jalar mis manos, deseaba liberarme aunque supiera que eso no era lo mejor y que esperar a que me ayudaran era lo mejor. Continuaba mordiendo para no gritar pero poco a poco los gritos contenidos en mi garganta comenzaron a aflorar como lastimeros gemidos. En otras circunstancias hubiera aguantado más y sin intentar liberarme pero me era sencillamente imposible no hacerlo, después de todo lo que me vi forzada a atravesar esa noche.
Solo deseaba recuperarme y poder regresar a casa pronto, descansar, curarme y entonces todo estaría bien de nuevo. Mis manos se movieron para liberarse una vez más y cuando sentí la oportunidad me aferre a las manos de Valentino, así ya no intentaría sacar las mías; le apreté entonces porque no sabía que más hacer. Marianne por el contrario no se detenía, continuaba con lo suyo debía saber que en cuanto más rápido terminara mi calvario llegaría a su fin.
Con cierta dificultad mi mano presiono suavemente la del hombre antes de que a la mujer hablara. Lo sentía de verdad por Valentino, que era como la mujer llamaba a la bestia, de verdad que lo sentía por él, porque debería ser testigo de semejante cosa. Aunque yo por mi parte estaba agradecida de no poder verme, porque mis ojos se negaban a abrirse; el simple hecho de imaginar como estaba me hacía sentir mal, por lo que no puedo imaginar que fue lo que él sintió cuando la mujer le daba aquella indicación para dar inicio a su labor.
Él se dirigió a mi, y justo después sujeto mis manos. No quería que se preocupara porque reconozco que no es malo y que es imposible que no tenga la confianza en alguien que me carga desde un sitio como los bosques hasta su hogar solo para que me ayuden a curarme. Yo confiaría en Valentino y Marianne aunque no les hubiera visto bien aún; y llegado el momento espera que confiaran en mi tanto como ahora yo en ellos. ¿Tenerme confianza a mi misma? Después de la noche que había pasado sentía que podía resistir físicamente cualquier cosa que me pasara a pesar del dolor; cosa que no podía decir de lo que sentía porque los tiempos en esos momentos se estaban tornando cada vez más complicados para mi. En parte quizás esa era la razón por la que antes había estado dispuesta a dejarme llevar por la paz y tranquilidad en la que no había dolor ni preocupaciones.
El silencio reino por unos segundos, mientras sentía como las ropas que antes me cubrían no lo hacían más, y la voz de la bestia floto en la habitación de nueva cuenta, se escuchaba preocupado como si la cosa más terrible del mundo fuera a pasarme, pero la peor cosa del mundo había estado a punto de pasarme antes y contrario a lo terrible que pensaba que era, había sido todo hermoso.
A mis labios llego algo y escuchar a la mujer me hizo reaccionar un poco sobre todo lo que pasaría y el porque me había puesto eso entre los labios; pero todo era por mi bien ¿verdad? entonces no tenía más opción que soportar todo.
Abrí ligeramente lo ojos como en un parpadeo y entonces el dolor comenzó haciendo que mi cuerpo entero se tensara; no creía tener la fuerza para algo como aquello pero al parecer así era. Seguí parpadeando hasta que finalmente pude mantener los ojos más abiertos que las veces anteriores, era como si mi cuerpo hubiera entrado en estado de alerta por lo que en esos instantes me hacían, obligandome a despertar para defenderme a mi misma.
Mordí aquello que estaba entre mis labios, no deseaba gritar por no aumentar la culpabilidad de aquel hombre.
Conforme la mujer abría mas mi cuerpo comencé a jalar mis manos, deseaba liberarme aunque supiera que eso no era lo mejor y que esperar a que me ayudaran era lo mejor. Continuaba mordiendo para no gritar pero poco a poco los gritos contenidos en mi garganta comenzaron a aflorar como lastimeros gemidos. En otras circunstancias hubiera aguantado más y sin intentar liberarme pero me era sencillamente imposible no hacerlo, después de todo lo que me vi forzada a atravesar esa noche.
Solo deseaba recuperarme y poder regresar a casa pronto, descansar, curarme y entonces todo estaría bien de nuevo. Mis manos se movieron para liberarse una vez más y cuando sentí la oportunidad me aferre a las manos de Valentino, así ya no intentaría sacar las mías; le apreté entonces porque no sabía que más hacer. Marianne por el contrario no se detenía, continuaba con lo suyo debía saber que en cuanto más rápido terminara mi calvario llegaría a su fin.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
¿Desde cuándo estaba aferrando vuestras manos contra las mías? Debo deciros que en algún momento de vuestra agonía perdí la concentración que había focalizado en mis manos; los temblores liberados por vuestro sistema nervioso se habían extendido a mis ojos tambaleantes, como un niño asustadizo, y como debéis saber, el temor inhibe el correcto discernimiento, por lo que también di sepultura sin querer a la nación del tiempo. Veréis que existe un mecanismo muy curioso para casos como estos en los que la responsabilidad de un fatídico desenlace recae en una sola persona, y es pensar tontamente que fue un asunto de azar estar en el momento y lugar equivocados . No soy ningún soñador, mademoiselle, y hace tiempo que sé que los cuentos de hadas no son reales; fue mi culpa, mi real e irrefutable culpa. Y podía ser que fuerais vos la que gimoteaba a la vez que se forzaba a aguantar el calvario de vuestras heridas siendo intervenidas, pero no por eso vuestros clamores no clavaban espinas en mí, haciéndome sangrar desde adentro. ¿No os parece irónico? El universo mismo se estaba encargando de que pagara cada gota de vuestra sangre con un remordimiento enloquecedor.
En medio de aquel desastre físico y mental al que habíamos logrado dar forma, llegó a mí el suplicio de vuestra alma, ese que a pesar de que no lo expresarais a través de palabras por ser noble, se escuchaba con claridad gracias a los sentidos del más peligroso de los lupinos. Fruncí el cejo con pesar ante vuestras urgencias. Quise deciros tantas cosas, como que pronto todo acabaría, que estaba en deuda de por vida con vuestra merced o que perderos a la desesperación no había sido mi intención, pero no lo hice; ¿de qué os hubiera servido? Vos requeríais auxilio y tranquilidad, no escuchar los remordimientos de un negligente como yo. Fue así que continué sujetando esas manos vuestras que parecían querer hallar alivio en las mías como único gesto útil para daros.
Y con intención de frenar vuestro dolor, miré a Marianne con aprehensión, envidiando por unos segundos su capacidad de mantener su rostro y concentración intactos. Según mi parecer, estaba demasiado calmada, y aunque la medicina dijera que eso era lo correcto, había llegado a impacientarme.
—Marianne, está sufriendo. Haz que se detenga pronto. Ella no puede pedírtelo, pero yo sí —la miré fijamente para acudir por vos, pero ella no me miró. Continuaba en lo suyo.
—Si pudiera conseguiros el sol a medianoche, señor, lo haría, pero si voy más rápido las heridas no sanarán correctamente y tendré que volver a intervenir. Sea paciente; no me queda mucho —contestó apenas modulando. Creo que lo hacía para no perder el foco principal de su actuar.
Os mentiría si os dijera que no me dieron deseos de decirle que se detuviera un momento para dejaros tomar aire por lo menos; me resigné a esperar porque no quedaba más opción, pero hubiese deseado tenerla para con vos. Me atreví a mirar vuestro rostro hacia abajo, captando cómo el sudor que se generaba en vuestra frente bajaba para empapar vuestro lastimado cuerpo. La palidez también estaba allí, comiéndose las sobras de color de vuestras mejillas como síntoma de lo que estabais pasando. No era solamente que estuvierais malherida, sino todo lo que podía venir después.
Solté una de mis manos de nuestro enganche, y empapé un trozo de las telas de los que mi curandera disponía para inmediatamente limpiar vuestra cabeza, intentado buscar algo de alivio entre tanto tormento. Para qué describir la temperatura que despedía vuestra piel, si basta con deciros que estaba por sobre la mía, un licántropo.
—Maldita sea. Está haciendo que me preocupe —pensé cuando noté que el agua que aplicaba se hacía poca.
A pesar de que no había mucho de lo cual sentirse gratificado, agradecí al cielo que fuerais una cambiaformas, ya que de otra forma, no habría conseguido ni llevaros a tiempo a las manos de Marianne, pero más alivio sentí cuando vuestros gritos cesaron, porque así acabaron las intervenciones de mi criada. Ella me miró con la madurez característica de su rostro, y supe que ya estaba todo hecho. Sólo requeríais de tiempo. Al menos lo peor ya había pasado. Pude dejar ir vuestras manos entonces para que volvieran a tener sangre circulando por ellas.
—Ahora depende de ella —dijo Marianne levantándose con poca agilidad, debido a las oxidadas bisagras de sus piernas. Se me quedó mirando cuando no hice lo mismo que ella— ¿Qué, no venís? Ya no hay nada más que hacer.
Negué con mi cabeza ante su pregunta mientras cobijaba vuestro cuerpo semidesnudo con la sábana que Marianne había dejado a un costado. ¿Por qué me quedé? Aquí viene la respuesta más vesánica de todas: Cuando no estoy ahí, cuando alguien más toma mi lugar, cuando pierdo el control y toda injerencia sobre mis actos… ahí es cuando la luna gana y se desata el inferno. No dejaría que pasara de nuevo.
Salió de la habitación gruñendo mi útil auxiliadora y me quedé allí, en solitario con vos, murmurando cosas que no sabía os servirían de algo, pero que ahí quedaban, suspendidas en el aire esperando tener un propósito. Las velas se consumían con violencia, mas no las quemaban.
—Marianne dice que debería dedicarme a ser Duque y nada más, y tiene razón; mirad lo que ha ocurrido por ser una bestia. —os hablé por lo bajo, cuidando de estimularos lo suficiente como para que no quisierais dormir.
Y con eso cambié nuevamente las vendas con las que limpiaba vuestra frente. No sería la última, estaba seguro.
En medio de aquel desastre físico y mental al que habíamos logrado dar forma, llegó a mí el suplicio de vuestra alma, ese que a pesar de que no lo expresarais a través de palabras por ser noble, se escuchaba con claridad gracias a los sentidos del más peligroso de los lupinos. Fruncí el cejo con pesar ante vuestras urgencias. Quise deciros tantas cosas, como que pronto todo acabaría, que estaba en deuda de por vida con vuestra merced o que perderos a la desesperación no había sido mi intención, pero no lo hice; ¿de qué os hubiera servido? Vos requeríais auxilio y tranquilidad, no escuchar los remordimientos de un negligente como yo. Fue así que continué sujetando esas manos vuestras que parecían querer hallar alivio en las mías como único gesto útil para daros.
Y con intención de frenar vuestro dolor, miré a Marianne con aprehensión, envidiando por unos segundos su capacidad de mantener su rostro y concentración intactos. Según mi parecer, estaba demasiado calmada, y aunque la medicina dijera que eso era lo correcto, había llegado a impacientarme.
—Marianne, está sufriendo. Haz que se detenga pronto. Ella no puede pedírtelo, pero yo sí —la miré fijamente para acudir por vos, pero ella no me miró. Continuaba en lo suyo.
—Si pudiera conseguiros el sol a medianoche, señor, lo haría, pero si voy más rápido las heridas no sanarán correctamente y tendré que volver a intervenir. Sea paciente; no me queda mucho —contestó apenas modulando. Creo que lo hacía para no perder el foco principal de su actuar.
Os mentiría si os dijera que no me dieron deseos de decirle que se detuviera un momento para dejaros tomar aire por lo menos; me resigné a esperar porque no quedaba más opción, pero hubiese deseado tenerla para con vos. Me atreví a mirar vuestro rostro hacia abajo, captando cómo el sudor que se generaba en vuestra frente bajaba para empapar vuestro lastimado cuerpo. La palidez también estaba allí, comiéndose las sobras de color de vuestras mejillas como síntoma de lo que estabais pasando. No era solamente que estuvierais malherida, sino todo lo que podía venir después.
Solté una de mis manos de nuestro enganche, y empapé un trozo de las telas de los que mi curandera disponía para inmediatamente limpiar vuestra cabeza, intentado buscar algo de alivio entre tanto tormento. Para qué describir la temperatura que despedía vuestra piel, si basta con deciros que estaba por sobre la mía, un licántropo.
—Maldita sea. Está haciendo que me preocupe —pensé cuando noté que el agua que aplicaba se hacía poca.
A pesar de que no había mucho de lo cual sentirse gratificado, agradecí al cielo que fuerais una cambiaformas, ya que de otra forma, no habría conseguido ni llevaros a tiempo a las manos de Marianne, pero más alivio sentí cuando vuestros gritos cesaron, porque así acabaron las intervenciones de mi criada. Ella me miró con la madurez característica de su rostro, y supe que ya estaba todo hecho. Sólo requeríais de tiempo. Al menos lo peor ya había pasado. Pude dejar ir vuestras manos entonces para que volvieran a tener sangre circulando por ellas.
—Ahora depende de ella —dijo Marianne levantándose con poca agilidad, debido a las oxidadas bisagras de sus piernas. Se me quedó mirando cuando no hice lo mismo que ella— ¿Qué, no venís? Ya no hay nada más que hacer.
Negué con mi cabeza ante su pregunta mientras cobijaba vuestro cuerpo semidesnudo con la sábana que Marianne había dejado a un costado. ¿Por qué me quedé? Aquí viene la respuesta más vesánica de todas: Cuando no estoy ahí, cuando alguien más toma mi lugar, cuando pierdo el control y toda injerencia sobre mis actos… ahí es cuando la luna gana y se desata el inferno. No dejaría que pasara de nuevo.
Salió de la habitación gruñendo mi útil auxiliadora y me quedé allí, en solitario con vos, murmurando cosas que no sabía os servirían de algo, pero que ahí quedaban, suspendidas en el aire esperando tener un propósito. Las velas se consumían con violencia, mas no las quemaban.
—Marianne dice que debería dedicarme a ser Duque y nada más, y tiene razón; mirad lo que ha ocurrido por ser una bestia. —os hablé por lo bajo, cuidando de estimularos lo suficiente como para que no quisierais dormir.
Y con eso cambié nuevamente las vendas con las que limpiaba vuestra frente. No sería la última, estaba seguro.
Valentino de Visconti- Licántropo Clase Alta
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Re: Mirad a la Bestia - Camila De Rose
¿Era normal que se tardara tanto la mujer? Por momentos creía que gracias al dolor perdería nuevamente la consciencia, o la poca parte de ella que acababa de recuperar. Las manos a las que me aferraban me transmitían en parte seguridad y eran como un ancla para que permaneciera ahí en el momento tan desagradable que estaba viviendo.
Me parecía injusto que le tocara a la bestia sufrir lo que realmente no era su culpa, su manos apretaban de vez en cuando las mías mostrando que le afectaba lo que me sucedía y por un momento creí que lo mejor hubiera sido que abandonara aquel cuarto pues Marianne debía estar acostumbrada a tratar situaciones como esa, contrario a lo que él o yo hubiéramos hecho en la situación la mujer, ella no dudaba ante nada de lo que hacía; la firmeza con la cual sentía sus manos en mi cuerpo me sorprendía.
Cuando la mujer se paso a otra parte de mi herido cuerpo, gemí lastimeramente pues existían partes que me dolían mucho más que otras, claramente me dolía todo el cuerpo pero no podía evitar sufrir más cuando ciertas partes eran "tratadas". Los reclamos del hombre eran fáciles de entender, pues ambos sufríamos pero la experiencia de la mujer hablo de nuevo, no podíamos apurar las cosas todo tenia su tiempo más me alegre en gran medida cuando de sus labios salieron las palabras "no queda mucho", todo ese dolor estaba por llegar a su fin y entonces sabía que todo estaría bien.
Una de las manos ajenas abandono mi agarre y mi cuerpo se alerto al sentir algo sobre mi frente. Aquella tela distrajo mi atención de todo, era refrescante y agradable, quería agradecer esa clase de atenciones y aunque otros hubieran creído que era únicamente algo que debía de hacer el licántropo, yo consideraba que era cosa de ambos aunque de nuestro encuentro hubiera sido la más perjudicada.
Y entonces, después de aquellos momentos interminables las manos de la mujer se alejaron y no volvieron a tocarme.
Escuche las palabras de Marianne, todo se había terminado, ya no tenía que preocuparme del dolor, ahora solo debía esperar a que me mal herido cuerpo se recuperara por completo de aquel desafortunado encuentro. Estaba segura de que sobreviviría, contrario a lo que las palabras de la mujer me daban a entender; resistí toda una noche en pelea con un licántropo… nada podría pasarme peor que eso y eso era definitivamente la verdad. Me agrado que la bestia no se fuera, no sentía que fuera buena idea que me dejara sola en un lugar desconocido aunque ese lugar fuera su hogar.
Cuando no existió nadie más que nosotros solos en aquel cuarto, mi cuerpo fue cubierto por él y de nuevo agradecí en silencio; cosa que no duro mucho pues la bestia comenzó a hablarme y de manera increíble la bestia no era algo que pudiera humanamente ser catalogado de esa manera, era nada más y nada menos que un duque. Que cosa tan complicada debía ser vivir de esa manera, siendo alguien realmente importante que ocultaba lo que era en verdad, me era difícil imaginar lo que eso sería pues yo no era alguien importante o que debiera preocuparme por lo que otros creyeran o dijeran de mi, de lo que debía cuidarme era de mantenerme al margen de la inquisición y nada más que eso.
Nuevamente la tela de mi frente fue cambiada por el duque Valentino y le mire fijamente.
- Duque… gracias por todo… - aunque en mi mente le llamaba bestia, sus actos humanos según mis creencias ya habían compensado sus actos como licántropo - y no es tu culpa… - hablar por más leve y corto que fuera me provocaba un gran esfuerzo pero no podía permanecer callada por más tiempo.
Me parecía injusto que le tocara a la bestia sufrir lo que realmente no era su culpa, su manos apretaban de vez en cuando las mías mostrando que le afectaba lo que me sucedía y por un momento creí que lo mejor hubiera sido que abandonara aquel cuarto pues Marianne debía estar acostumbrada a tratar situaciones como esa, contrario a lo que él o yo hubiéramos hecho en la situación la mujer, ella no dudaba ante nada de lo que hacía; la firmeza con la cual sentía sus manos en mi cuerpo me sorprendía.
Cuando la mujer se paso a otra parte de mi herido cuerpo, gemí lastimeramente pues existían partes que me dolían mucho más que otras, claramente me dolía todo el cuerpo pero no podía evitar sufrir más cuando ciertas partes eran "tratadas". Los reclamos del hombre eran fáciles de entender, pues ambos sufríamos pero la experiencia de la mujer hablo de nuevo, no podíamos apurar las cosas todo tenia su tiempo más me alegre en gran medida cuando de sus labios salieron las palabras "no queda mucho", todo ese dolor estaba por llegar a su fin y entonces sabía que todo estaría bien.
Una de las manos ajenas abandono mi agarre y mi cuerpo se alerto al sentir algo sobre mi frente. Aquella tela distrajo mi atención de todo, era refrescante y agradable, quería agradecer esa clase de atenciones y aunque otros hubieran creído que era únicamente algo que debía de hacer el licántropo, yo consideraba que era cosa de ambos aunque de nuestro encuentro hubiera sido la más perjudicada.
Y entonces, después de aquellos momentos interminables las manos de la mujer se alejaron y no volvieron a tocarme.
Escuche las palabras de Marianne, todo se había terminado, ya no tenía que preocuparme del dolor, ahora solo debía esperar a que me mal herido cuerpo se recuperara por completo de aquel desafortunado encuentro. Estaba segura de que sobreviviría, contrario a lo que las palabras de la mujer me daban a entender; resistí toda una noche en pelea con un licántropo… nada podría pasarme peor que eso y eso era definitivamente la verdad. Me agrado que la bestia no se fuera, no sentía que fuera buena idea que me dejara sola en un lugar desconocido aunque ese lugar fuera su hogar.
Cuando no existió nadie más que nosotros solos en aquel cuarto, mi cuerpo fue cubierto por él y de nuevo agradecí en silencio; cosa que no duro mucho pues la bestia comenzó a hablarme y de manera increíble la bestia no era algo que pudiera humanamente ser catalogado de esa manera, era nada más y nada menos que un duque. Que cosa tan complicada debía ser vivir de esa manera, siendo alguien realmente importante que ocultaba lo que era en verdad, me era difícil imaginar lo que eso sería pues yo no era alguien importante o que debiera preocuparme por lo que otros creyeran o dijeran de mi, de lo que debía cuidarme era de mantenerme al margen de la inquisición y nada más que eso.
Nuevamente la tela de mi frente fue cambiada por el duque Valentino y le mire fijamente.
- Duque… gracias por todo… - aunque en mi mente le llamaba bestia, sus actos humanos según mis creencias ya habían compensado sus actos como licántropo - y no es tu culpa… - hablar por más leve y corto que fuera me provocaba un gran esfuerzo pero no podía permanecer callada por más tiempo.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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