The death through the mirror (Camila De Rose)

Una sala fría y vacía después de una noche de gala exitosa recaía sobre mi teatro aquella noche donde varios estaban amenazados de muerte tras su pésima actuación de esta noche, sus ejecuciones al bailar o al tocar no eran precisas, eficientes... No reflejaban el arte exacto y elegante con el que se destacaban las actuaciones de mi cuerpo de coro, ballet y orquesta, esta la pagarían muy caro y pese a todo ellos celebraban, todo el personal tenía una fiesta inútil y tonta tras bastidores y camerinos que yo me encargaría de arruinar una vez que bajara de mi palco dejando la cuota y la rosa correspondiente a mi servicial acomodadora.
Tras mi descenso a tierras infernales e infestada de la presencia castrante que deja huella la mortalidad, camine por entre los pasillos, escurridizo y silencioso, observando desde los rincones de las puertas, ventanas y telones cada ridícula acción humana producto de la embriaguez y de los pecados mundanos que reinan tras la excitacion desenfrenada por la que atraviesa cualquiera al tener al frente la belleza de un cuerpo o un rostro, malditos pecados, malditos prejuicios que hacían de los miserables deformes a ser repudiados y odiados, mandados al infierno en vida, viendo desde las celdas invisibles de los insultos de la sociedad lo que jamás tendríamos derecho a poseer por nuestro castigo involuntario, eso era lo que despertaba aquella pareja que se amaba bajo la escalera de madera por donde las bailarinas solían bajar antes de los ensayos, mi rabia, mi resentimiento desbocaron en un ataque rápido, doloroso y placentero para mi cuando la hora de la muerte había llegado para los dos, esos imbeciles que intentaron gritar sin obtener de su voz sonido alguno, que se llevarían al infierno la imagen que les habría de perturbar por el resto de la eternidad, mi rostro descubierto.
Mi venganza apenas comenzaba, después de dejar los cuerpos en el lugar más visible para todos y con la escena más macabra que ni en sus pesadillas podrían llegar a experimentar, seguí hacia las escaleras recubiertas de mármol y oro, paso tras paso, un de tras de otro, se mostraban desesperados tras no hallar a los dos que merecían muerte segura y sin juicio previo, ambos estaban ebrios antes de que la obra diera comienzo y así fue como su falta de coherencia los hizo separarse de los demás, quizás tras saber lo que les esperaba se habían escondido para que jamás los encontrara, pero podía sentirlos cerca de mi, cerca de la alargada sombra que se deslizaba con una capa larga oscura detrás, que arrastrando marcaba ya, el paso del ángel de la muerte, las velas y el viento también hacían honor a mi presencia, cada una se apagaba con el soplido que me envolvía en el más sutil de los abrazos invisibles y silenciosos, de pronto el pasillo tras bajar la escalera se contemplaba completamente oscuro, iluminado quizás por esas dos orbes carmesí que escondía la mascara blanca tras de sí, esos ojos que vislumbraban bien en la oscuridad y los oídos fijos en un sonido extraño, un sonido que no pertenecía a mis perseguidos, el ceño se vio fruncido de pronto -¿Zapatillas femeninas?- atravesó la cuestión por mi cabeza, no era posible, Giry había ido ya a descansar, Selena me dijo determinantemente que no volvería al recinto que le traían recuerdos que le rompían de nuevo en pedazos ¿quién podía osar a hurgar en mis dominios?.
Seguí el sonido de los gráciles pasos que resonaban con el roce de los pisos de mármol que daban a un angosto estrecho en la galería de los espejos, el aire también trajo hasta mi un aroma diferente, una sensación energética distinta, entre mis manos entrelazadas forradas  de cuero negro, la mirada se hubo cerrado unos minutos, solo unos pocos, mis pasos se detuvieron, las llamas dejaron de apagarse de pronto, esperando la reanudación de mis pasos, lo que fuera no era humano, era frágil, pero no con la misma intensidad de cualquier otro mortal -Interesante- murmure a la nada, jamás había tenido tan distinguidas visitas en mi santuario, sobre todo tan tarde, me pregunte entonces que le había hecho quedarse aquí cuando los demás se habían ido ya, cuando las puertas aún permanecían abiertas para que el personal que tuviese casa propia pudiera salir, no había nada de interés, excepto quizás yo o mi decoración victoriana en cada rincón, sobre todo en aquella sala, donde los espejos de todos tamaños también poseían su propio marco de oro, con forma diversa cada uno.
Mis pasos se detuvieron, en la periferia que separaba el resto del vestíbulo con el pasillo de los espejos, las luces se apagaron a mi orden exceptuando dos velas que quedaron encendidas para iluminar sus pasos y cuidar de los míos, suelas que a diferencia de ella fueron cubiertas por un pasillo que me llevaba al interior del muro, donde el espejo con capa transparente por ambos lados permitía que ella me viese y yo pudiera contemplar sus gestos, sus reacciones, sus miedos... Lo que mas disfrutaba de cualquier ser no importando su naturaleza -¿Buscabas algo en especial?- cuestione sorpresivo y severo, deje que la mascara rozará con su mirada, en el espejo detrás de ella  -La noche siempre suele ser peligrosa incluso para aquel que no sea humano... Muy valiente en venir a pararte en los dominios donde la descendencia del diablo reina y gobierna- volví a la oscuridad del pasadizo, donde la humedad y el frío eran característicos debido a los ladrillos empolvados y viejos -Pero aún no contestas mi pregunta- se escucho la voz del hombre detrás del espejo vacío -¿Quién eres? ¿Que buscas aquí?-