AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Estas heridas no pueden matarme [Privado]
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Estas heridas no pueden matarme [Privado]
Había salido de un cautiverio, apenas hacían pasado unos meses desde que por fin pudo sentir como su alas se abrían con libertad, sin sentir que sus plumas rozaban con los barrotes en donde habia estado por casi un año, no sabía en realidad el tiempo que había estado encerrado, lo había olvidado y mucho más que gracias a su condición, el tiempo pasaba de alguna forma más lento en ella, se había acostumbrado a ser un ave, en alimentar su cuerpo y a comer en porciones pequeñas, pues el estomago de esos animales eran considerablemente pequeños, ahora le costaba acostumbrarse a comer siendo una humana, a caminar por las calles con aquellos trajes ostentosos que se pudo comprar luego de unos par de meses, pero nada podría cambiar la sensación de libertad que sentía cuando su cuerpo cambiaba y quedaba vestida en un hermoso plumaje blanco con detalles marrones.
En aquella ocasión se había dispuesto a cazar, algo pequeño y delicioso para el estomago del animal, quien rondaba el crepúsculo, haciendo algunos círculos mientras disfrutaba las corrientes de aire que la elevaban o la hacían perder altitud, ya se había fijado la vista hacia el bosque, revoloteo un poco mirando aquella ventana de donde había salido, aquel lugar era su habitación, en donde estaban alguna de sus cosas, se despidió de ella sin mucho sentimiento, pues su hogar era el cielo nocturno quien parecía estar contento de tenerla volando sobre su inmensidad en aquel momento cuando el día se convertía en noche.
Los ratones estaban en todos los lugares, encontró uno en un callejón, pero prefería ir hacia el bosque a buscar alguna ardilla, pero antes de poder comentar su cumplido, su misión que ya se había trazado en su mente, sintió un dolor punzante, horrible en su ala izquierda, dejo salir un leve chillido, mientras sentía como aquella ala hacia que perdiera altura, miro hacia abajo y encontró a dos niños emocionados, solamente esperaban que ella se cayera para que estos fueran en busca de ella… otra vez a ser juguete de alguien, un animal enjaulado, eso ya no lo deseaba, había sufrido mucho esperando que alguien cometiera un error para ella poder escapar, no estaba interesada en volver a un lugar pequeño, tampoco ser el objeto de entretenimiento de unos pequeños.
Sus alas de batieron, sintió el dolor en su ala lastimada, pero como pudo mantuvo la altura, encontró una corriente de aire y se elevo con su ala adolorida hasta por fin sentir que estaba lejos de las miradas de los niños y comenzaba a ver los arboles mas juntos, apenas había logrado llegar a un lugar lo suficientemente lejos de la ciudad como para llamarse comienzo del bosque, había resistido mucho, pero su ala izquierda no dio más y rápidamente sintió como comenzaba a caer en picada mientras intentaba con su única ala buena revolotear un poco para desacelerar la caída, pero nada funcionada, solamente hizo que girara mientras caía sin poder ella hacer nada. Algunos árboles hicieron lo que ella quería, se escucharon unos crujidos y algunas hojas cayendo junto a ella, pronto sintió el suelo en su cuerpo, en aquel cuerpo pequeño y frágil, apostaría que algunos órganos internos habían sufrido, pero por suerte no escuchaba a nadie, había una cálida y simple soledad, dentro de ella le gustaba, pues aunque estuviera herida sabia que gracias a su condición la sanación llegaría de forma lenta y algo dolorosa.
Aquel pequeño cuerpecito comenzó a hacerse cada vez más grande, los huesos huecos se fortalecieron, se agrandaron, los plumajes desaparecieron y una piel pálida apareció mientras las alas se convertían en dos extremidades con manos y dedos y las patas se alargaban, haciendo que las garras se desfiguraran en unos pies humanos, dejo salir el primer quejido de sus cuerdas vocales, podía sentir como las heridas internas buscaban curarse de una forma aun más rápida que un humano normal. Las células se buscaban, reparaban de forma sorprendentemente rápido, pero eso no quería decir que no sintiera dolor, trato de mover el brazo izquierdo pero se dio cuenta que estaba dislocado, además fracturado mas allá, pobre alita, pensó mientras ladeaba su cabeza para ver su mano desfigurada, la movió un poco, otro más, aguanto la respiración la volvió a su lugar –Ahh…- grito por el dolor, dejo salir unos leves gimoteos mientras ya la fractura comenzaba a sanar, ahora se debía quedar allí, en medio del bosque nocturno mientras sus heridas sanaban, pues estaba demasiado adolorida para levantarse, ni siquiera aparto el cabello de su rostro ni busco tapar su desnudez, solamente entrecerró sus ojos mientras disfrutaba el dolor que le proporcionaba el mágico proceso de la multiplicación de las células en su cuerpo de forma acelerada y cruda.
En aquella ocasión se había dispuesto a cazar, algo pequeño y delicioso para el estomago del animal, quien rondaba el crepúsculo, haciendo algunos círculos mientras disfrutaba las corrientes de aire que la elevaban o la hacían perder altitud, ya se había fijado la vista hacia el bosque, revoloteo un poco mirando aquella ventana de donde había salido, aquel lugar era su habitación, en donde estaban alguna de sus cosas, se despidió de ella sin mucho sentimiento, pues su hogar era el cielo nocturno quien parecía estar contento de tenerla volando sobre su inmensidad en aquel momento cuando el día se convertía en noche.
Los ratones estaban en todos los lugares, encontró uno en un callejón, pero prefería ir hacia el bosque a buscar alguna ardilla, pero antes de poder comentar su cumplido, su misión que ya se había trazado en su mente, sintió un dolor punzante, horrible en su ala izquierda, dejo salir un leve chillido, mientras sentía como aquella ala hacia que perdiera altura, miro hacia abajo y encontró a dos niños emocionados, solamente esperaban que ella se cayera para que estos fueran en busca de ella… otra vez a ser juguete de alguien, un animal enjaulado, eso ya no lo deseaba, había sufrido mucho esperando que alguien cometiera un error para ella poder escapar, no estaba interesada en volver a un lugar pequeño, tampoco ser el objeto de entretenimiento de unos pequeños.
Sus alas de batieron, sintió el dolor en su ala lastimada, pero como pudo mantuvo la altura, encontró una corriente de aire y se elevo con su ala adolorida hasta por fin sentir que estaba lejos de las miradas de los niños y comenzaba a ver los arboles mas juntos, apenas había logrado llegar a un lugar lo suficientemente lejos de la ciudad como para llamarse comienzo del bosque, había resistido mucho, pero su ala izquierda no dio más y rápidamente sintió como comenzaba a caer en picada mientras intentaba con su única ala buena revolotear un poco para desacelerar la caída, pero nada funcionada, solamente hizo que girara mientras caía sin poder ella hacer nada. Algunos árboles hicieron lo que ella quería, se escucharon unos crujidos y algunas hojas cayendo junto a ella, pronto sintió el suelo en su cuerpo, en aquel cuerpo pequeño y frágil, apostaría que algunos órganos internos habían sufrido, pero por suerte no escuchaba a nadie, había una cálida y simple soledad, dentro de ella le gustaba, pues aunque estuviera herida sabia que gracias a su condición la sanación llegaría de forma lenta y algo dolorosa.
Aquel pequeño cuerpecito comenzó a hacerse cada vez más grande, los huesos huecos se fortalecieron, se agrandaron, los plumajes desaparecieron y una piel pálida apareció mientras las alas se convertían en dos extremidades con manos y dedos y las patas se alargaban, haciendo que las garras se desfiguraran en unos pies humanos, dejo salir el primer quejido de sus cuerdas vocales, podía sentir como las heridas internas buscaban curarse de una forma aun más rápida que un humano normal. Las células se buscaban, reparaban de forma sorprendentemente rápido, pero eso no quería decir que no sintiera dolor, trato de mover el brazo izquierdo pero se dio cuenta que estaba dislocado, además fracturado mas allá, pobre alita, pensó mientras ladeaba su cabeza para ver su mano desfigurada, la movió un poco, otro más, aguanto la respiración la volvió a su lugar –Ahh…- grito por el dolor, dejo salir unos leves gimoteos mientras ya la fractura comenzaba a sanar, ahora se debía quedar allí, en medio del bosque nocturno mientras sus heridas sanaban, pues estaba demasiado adolorida para levantarse, ni siquiera aparto el cabello de su rostro ni busco tapar su desnudez, solamente entrecerró sus ojos mientras disfrutaba el dolor que le proporcionaba el mágico proceso de la multiplicación de las células en su cuerpo de forma acelerada y cruda.
Zuriñe- Cambiante Clase Baja
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
Un día nuevo había despertado, un regalo, un presente. Lo inexplicable se debía disfrutar a pesar de no saber la razón exacta, después de todo era mejor que sentarse filosofar sobre lo que se llama vida, o el milagro simple de respirar. Los campos de Paris aun seguían acogiendo a un hombre que se hacía llamar “mago” proveniente de España, quien al parecer tenía una mañana rutinaria de momento, hacer esto y aquello, ordenar aquí allá, arreglar esto lo otro, comer y beber. Así iba consumiendo el tiempo, quizá de la misma manera que el fuego al tabaco que fumaba mientras revisaba libros, manuscritos y demás temas de letras.
Una remembranza de su consciente le hizo percatarse que debía hacer una mejor limpieza energética de aquel lugar campestre en el cual residía, también algunas especias culinarias hacían falta, cosa que provoco un gesto de reproche al hombre del tabaco y los libros, quizá no se sentía animado del todo pues estaba muy tranquilo hay en los amaderados pasillos que rodeaban su hogar, solo y desnudo en de la cintura para arriba disfrutando de el viento casi congelado, el silencioso canto natural y el suelo vestido de hojas coloradas que recién danzaban en los brazos del aire.
Guardo a sus instructores y colegas, para luego cubrirse de gruesos tejidos muy similares a las vestimentas que usaban los habitantes de la helada tierra de Finlandia, le traía ciertos recuerdos aquella robusta vestidura de color marrón oscuro que le cubría desde la cabeza con aquella típica capucha; el atuendo le cubría un poco más debajo de las rodillas, hacia un contraste nada notable con su pantalón marrón también, era algo de poco interesar, botas de cuero negras y algo que no podía olvidar: las ganas. Tomo una mochila doble de cuero de cuero la cual ato a la silla del majestuoso semental negro en su totalidad, quien de naturaleza lucia pelaje azabache de peculiar brillar el cual gritaba el nombre del brujo en cada hebra; acaricio el rostro del animal para luego montarlo, pocos metros adelante se detuvo en un árbol con dos intenciones: alimentar al animal con manzanas que tenia hacia el lado izquierdo de la mochila y otra apagar el tabaco atizonado, saco una pequeña hoja de aquel para mascar por el camino, envolvió su cabello de manera más cómoda y continuo su ruta en horas tardías hacía el bosque.
Se adentro en el crujiente bosque, dejo a su amigo amarrado a un árbol, para dedicarse a su tarea, había oportunidades en las que debía caminar más de lo previsto así que decidió llevar al animal junto a él. La tarde estaba muy cerca de la muerte así que debía apresurarse pues nunca se le ocurrió traer una antorcha o lámpara para iluminar su camino, quizá no fuese pensado que iba demorar tanto. Sus músculos estaban un poco estresados de tanto hurgar por suelos húmedos cubiertos en hojas. Seguramente no estaba conforme pero era momento de partir, después de todo mañana seria otro día, o eso se esperaba. Merodeo un poco hasta que por fin dio con el camino trazado que tenía en mente, era mejor que el siguiese llevando al caballo y no al revés pues cualquier cosa podía pasar y era mejor prevenir; pasos: ruidoso como nunca.
-Canta al bosque felizmente y el contigo danzara, si es de noche ¿Por qué temes?, el bosque está feliz y no te atrapara- cantaba en melodioso tono, se detuvo a observar un momento, quizá estuviese en la dirección incorrecta, soltó un suspiro fuerte cargado de dudas que a su vez dejaba deformes hijos de vapor. Ladeo la mirada sorprendido pues algo muy parecido a un quejar doloroso se dejo escuchar, trato de estar atento pero tal cosa no volvió a ocurrir, al parecer era cuestión de una joven mujer, -¿Qué habrá sucedido?- se pregunto así mismo, por un minuto se quedo ahí pues dicho sonido lo saco de contexto, ¿Qué hacer? Ir en busca del sonido de dolor que parecía cercano o ayudarse a el mismo e ir a casa. No era tiempo de dar tantas vueltas en su cabeza, saco unas que otras manzanas para y su acompañante, no había terminado lo que por ahora era su cena cuando la duda y preocupación lo llevaron en dirección al origen de aquello, guardo la manzana pues el hambre era cosa de menor importancia ahora. Sentidos alerta quizá en exceso el hombre se olvido de porvenires y decidió buscar el motivo por el cual neceaba.
Una remembranza de su consciente le hizo percatarse que debía hacer una mejor limpieza energética de aquel lugar campestre en el cual residía, también algunas especias culinarias hacían falta, cosa que provoco un gesto de reproche al hombre del tabaco y los libros, quizá no se sentía animado del todo pues estaba muy tranquilo hay en los amaderados pasillos que rodeaban su hogar, solo y desnudo en de la cintura para arriba disfrutando de el viento casi congelado, el silencioso canto natural y el suelo vestido de hojas coloradas que recién danzaban en los brazos del aire.
Guardo a sus instructores y colegas, para luego cubrirse de gruesos tejidos muy similares a las vestimentas que usaban los habitantes de la helada tierra de Finlandia, le traía ciertos recuerdos aquella robusta vestidura de color marrón oscuro que le cubría desde la cabeza con aquella típica capucha; el atuendo le cubría un poco más debajo de las rodillas, hacia un contraste nada notable con su pantalón marrón también, era algo de poco interesar, botas de cuero negras y algo que no podía olvidar: las ganas. Tomo una mochila doble de cuero de cuero la cual ato a la silla del majestuoso semental negro en su totalidad, quien de naturaleza lucia pelaje azabache de peculiar brillar el cual gritaba el nombre del brujo en cada hebra; acaricio el rostro del animal para luego montarlo, pocos metros adelante se detuvo en un árbol con dos intenciones: alimentar al animal con manzanas que tenia hacia el lado izquierdo de la mochila y otra apagar el tabaco atizonado, saco una pequeña hoja de aquel para mascar por el camino, envolvió su cabello de manera más cómoda y continuo su ruta en horas tardías hacía el bosque.
Se adentro en el crujiente bosque, dejo a su amigo amarrado a un árbol, para dedicarse a su tarea, había oportunidades en las que debía caminar más de lo previsto así que decidió llevar al animal junto a él. La tarde estaba muy cerca de la muerte así que debía apresurarse pues nunca se le ocurrió traer una antorcha o lámpara para iluminar su camino, quizá no fuese pensado que iba demorar tanto. Sus músculos estaban un poco estresados de tanto hurgar por suelos húmedos cubiertos en hojas. Seguramente no estaba conforme pero era momento de partir, después de todo mañana seria otro día, o eso se esperaba. Merodeo un poco hasta que por fin dio con el camino trazado que tenía en mente, era mejor que el siguiese llevando al caballo y no al revés pues cualquier cosa podía pasar y era mejor prevenir; pasos: ruidoso como nunca.
-Canta al bosque felizmente y el contigo danzara, si es de noche ¿Por qué temes?, el bosque está feliz y no te atrapara- cantaba en melodioso tono, se detuvo a observar un momento, quizá estuviese en la dirección incorrecta, soltó un suspiro fuerte cargado de dudas que a su vez dejaba deformes hijos de vapor. Ladeo la mirada sorprendido pues algo muy parecido a un quejar doloroso se dejo escuchar, trato de estar atento pero tal cosa no volvió a ocurrir, al parecer era cuestión de una joven mujer, -¿Qué habrá sucedido?- se pregunto así mismo, por un minuto se quedo ahí pues dicho sonido lo saco de contexto, ¿Qué hacer? Ir en busca del sonido de dolor que parecía cercano o ayudarse a el mismo e ir a casa. No era tiempo de dar tantas vueltas en su cabeza, saco unas que otras manzanas para y su acompañante, no había terminado lo que por ahora era su cena cuando la duda y preocupación lo llevaron en dirección al origen de aquello, guardo la manzana pues el hambre era cosa de menor importancia ahora. Sentidos alerta quizá en exceso el hombre se olvido de porvenires y decidió buscar el motivo por el cual neceaba.
Eliphas Leví- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/01/2013
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
La oscuridad, la noche comenzaba a llegar, ella le acompañaría en ese momento, mientras que sus huesos y sus órganos dolorosamente se acomodaban y curaban solos, no esperaba durar tirada en ese lugar por mucho tiempo, calculaba que en unos quince minutos podría levantarse y buscar algún lugar mas cómodo en donde esperar que todas sus heridas se sanaras, iba a durar un poco pero no mucho. El frio comenzaba a azotarla, podía sentir tus ojos pesados, como si tuvieran una pequeña cama de congelamiento que no podía permitirle abrirlo, tampoco estaba interesada en ellos, prefería disfrutar el frio de la noche tocando su piel desnuda.
Unos ruidos la alarmaron… -Demonios…- chasqueo su lengua mientras buscaba hablar más bajo, su estruendo había sido lo suficientemente inusual como para que alguien se interesara en ella, aun no era bueno moverse, dolería mucho si lo hacía, pero debía esconderse, no estaba en condiciones para escapar y si buscaba volver a ser un ave, seria presa fácil, mucho más fácil que aquella masa de hueso y músculos mas grandes que cuando era humana. No tuvo opción, se movió, alzo su cuerpo y se arrastro como animal asustadillo hacia atrás, pero ya estaba muy cerca y lo único que consiguió fue golpear con el tronco, antes de que una figura grande apareciera ante sus ojos que estaban ocultos entre aquella maraña de cabello que tenia. Trajo sus piernas hacia su cuerpo, sujetándola con su brazo bueno, pues el otro aun estaba inservible, no lo podía mover sin sentir que cada musculo se desgarraba.
Un gruñido, un leve chillido de animal asustado salió de sus labios, trato de mostrar los dientes, olvidándose por unos momento que era un humano y que podía simplemente gritar que se alejaran, pero estaba segura que eso no serviría. Entrecerró sus ojos, ocultándolo entre sus piernas. Pero un sonido le hizo levantar, el un caballo estaba allí, sus ojos grandes se alzaron hacia el gran animal de pelaje negro, por lo que se veía, sus grandes ojos, como búho que era. -…- no dijo nada, frunció el ceño y se acurruco mas, sintiendo como el frio la hacía temblar un poco, pues miedo ya no tenía.
-¿Puedo…?- pregunto en una vocecita muy suave y sin mostrarse interesada en realidad de alzar la voz-mmm… está bien- dijo con algo de desconfianza. Al fin alzo la mirada encontrándose con la mirada del hombre –El me dice que eres una buena persona- le dijo con una mirada desconfiada –Me he lastimado, necesito esperar que mis heridas se curen, pero temo que pueda congelarme antes de sanar- susurro levemente mientras bajaba la mirada –No estoy pidiendo que me ayude… pero si me da al menos algo para cubrirme, se lo agradecería- estaba algo indefensa, pero su condición de cambiante le daba cierta ventaja, su fuerza era mayor que la de un humano normal. Tosió, puso su mano en su boca mientras aquel ataque de tos seguía molestándole, su cuerpo se estremeció por aquellos espasmos involuntarios, un leve quejido salió de ella luego de sentir que ya no tosería mas, miro su mano, notando que había un poco de sangre en esta, si, había estado en lo correcto, se había dañado algunos órganos y por moverse de forma rápida, los había hecho desgarrar otra vez… duraría mas para curarse
Unos ruidos la alarmaron… -Demonios…- chasqueo su lengua mientras buscaba hablar más bajo, su estruendo había sido lo suficientemente inusual como para que alguien se interesara en ella, aun no era bueno moverse, dolería mucho si lo hacía, pero debía esconderse, no estaba en condiciones para escapar y si buscaba volver a ser un ave, seria presa fácil, mucho más fácil que aquella masa de hueso y músculos mas grandes que cuando era humana. No tuvo opción, se movió, alzo su cuerpo y se arrastro como animal asustadillo hacia atrás, pero ya estaba muy cerca y lo único que consiguió fue golpear con el tronco, antes de que una figura grande apareciera ante sus ojos que estaban ocultos entre aquella maraña de cabello que tenia. Trajo sus piernas hacia su cuerpo, sujetándola con su brazo bueno, pues el otro aun estaba inservible, no lo podía mover sin sentir que cada musculo se desgarraba.
Un gruñido, un leve chillido de animal asustado salió de sus labios, trato de mostrar los dientes, olvidándose por unos momento que era un humano y que podía simplemente gritar que se alejaran, pero estaba segura que eso no serviría. Entrecerró sus ojos, ocultándolo entre sus piernas. Pero un sonido le hizo levantar, el un caballo estaba allí, sus ojos grandes se alzaron hacia el gran animal de pelaje negro, por lo que se veía, sus grandes ojos, como búho que era. -…- no dijo nada, frunció el ceño y se acurruco mas, sintiendo como el frio la hacía temblar un poco, pues miedo ya no tenía.
-¿Puedo…?- pregunto en una vocecita muy suave y sin mostrarse interesada en realidad de alzar la voz-mmm… está bien- dijo con algo de desconfianza. Al fin alzo la mirada encontrándose con la mirada del hombre –El me dice que eres una buena persona- le dijo con una mirada desconfiada –Me he lastimado, necesito esperar que mis heridas se curen, pero temo que pueda congelarme antes de sanar- susurro levemente mientras bajaba la mirada –No estoy pidiendo que me ayude… pero si me da al menos algo para cubrirme, se lo agradecería- estaba algo indefensa, pero su condición de cambiante le daba cierta ventaja, su fuerza era mayor que la de un humano normal. Tosió, puso su mano en su boca mientras aquel ataque de tos seguía molestándole, su cuerpo se estremeció por aquellos espasmos involuntarios, un leve quejido salió de ella luego de sentir que ya no tosería mas, miro su mano, notando que había un poco de sangre en esta, si, había estado en lo correcto, se había dañado algunos órganos y por moverse de forma rápida, los había hecho desgarrar otra vez… duraría mas para curarse
Zuriñe- Cambiante Clase Baja
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
Pasos dudosos y para nada certeros entre la penumbra del bosque, a pesar de que no sabía que iba encontrar al seguir esos quejidos no estaba asustado o nervioso, después de todo ese leve ego ayudaba un poco. Lo que parecía ser una silueta de piel pálida y blanquecina lograba verse cercano a los troncos de gigantescos arboles, la mayoría del bosque tenía un tamaño considerable, pero aquellos resaltaban. Si no hubiese visto unos mechones de cabello dorado moverse con el viento aun no descifraría bien que era. Pero… ¿qué pasaría con aquella mujercita que se encontraba allí echada? Entre cerró los ojos para mejorar un poco su vista mientras daba pasos para acercarse aun más, sin soltar al caballo. Pensó: ¿acaso estará muerta? había visto mujeres albinas, pero en tal situación cualquiera llegaría esa pregunta.
Ya estaba lo suficientemente cerca para notar que aquel cuerpo respiraba y encima estaba completamente desnudo, lo que podría ser algo incomodo para él. Ya estaba a pocos metros de aquella muchacha, cuando la menuda sorpresa de un gruñido y la enseñanzas de unos dientes le decían a Leonardo de una manera u otra “aléjate”, pero tal gesto le pareció de lo más extraño, tanto así que decidió quedarse, quien le conociese sabia que para no llamar su interés debía actuar totalmente “común”. Todo empezó a ponerse más interesante cuando aquellos hermosos ojos azules que se ocultaban entre cabellos y piernas, estos parecían fijarse más en Troyano y encima comenzó a hablarle, palabras que no fueron totalmente claras. Pasaron pocos segundos cuando su mirar salió relucir, Rosa Negra le seguía observando, he ahí dos resplandecientes luceros azules chocaron con los ojos del mago, la dulce voz emitió sus palabras que quien las haya escuchado no se perdonaría el negársele. La joven tosió de un modo muy forzado y por lo que se vio adolorido, el hombre se fue acercando para alentarla en el momento de los espasmo, cuando se fijo de manera más detallada noto que era sangre, ambos se habían dado cuenta de ello.
Esa muchacha parecía estar adornada por los mismos Dioses con aquel caparazón que llamamos cuerpo, la piel joven piel tensa, demás candentes atributos juveniles, provocativos como muy pocos, algo que no se veía todos los días. No era momento para fijarse más allá de lo que sucedía, debía olvidar sus deseos e impulsos biológicos, quizá a un aberrado se le ocurriese pero a él no. Tomo su suave mano, para limpiar con la manga derecha del sobre todo la sangre que había en aquella, del mismo modo limpio los bordecillos de sus finos labios rozagantes, lo hacía con mucha delicadeza como quien tocaba una delicada pieza de cristal. -¿Qué te ha pasado?, ¿Cómo llegaste hasta aquí?- Pregunto mientras terminaba de limpiarla, peino los cabellos de la joven hacia atrás, estuvo por unos momentos en silencio para luego quitarse el sobretodo y ponérselo a ella, a simple vista se veía el brazo que estaba fuera de lugar, debía cooperar para no provocar más dolor. Delicada y suavemente la vistió, esa prenda le quedaba notablemente larga, la chica se veía un poco graciosa pero era cosa de menos.
El hombre quedo sentado de cuclillas, por unos momentos su mirada vacilo entre la altura de las hojas, haciendo gesto de manos y con un parecer algo tímido dijo: -Aquí no te espera buena cosa joven, no estás nada bien podrías morir si no recibes atención, pues mi abrigo no hará gran cosa, si desea le doy hospitalidad- sus manos se unieron formando algo parecido a una figura triangular inversa, la miro de manera fija.-Y… así le ayudo sanarse, la invito a ir conmigo, por favor-
Ya estaba lo suficientemente cerca para notar que aquel cuerpo respiraba y encima estaba completamente desnudo, lo que podría ser algo incomodo para él. Ya estaba a pocos metros de aquella muchacha, cuando la menuda sorpresa de un gruñido y la enseñanzas de unos dientes le decían a Leonardo de una manera u otra “aléjate”, pero tal gesto le pareció de lo más extraño, tanto así que decidió quedarse, quien le conociese sabia que para no llamar su interés debía actuar totalmente “común”. Todo empezó a ponerse más interesante cuando aquellos hermosos ojos azules que se ocultaban entre cabellos y piernas, estos parecían fijarse más en Troyano y encima comenzó a hablarle, palabras que no fueron totalmente claras. Pasaron pocos segundos cuando su mirar salió relucir, Rosa Negra le seguía observando, he ahí dos resplandecientes luceros azules chocaron con los ojos del mago, la dulce voz emitió sus palabras que quien las haya escuchado no se perdonaría el negársele. La joven tosió de un modo muy forzado y por lo que se vio adolorido, el hombre se fue acercando para alentarla en el momento de los espasmo, cuando se fijo de manera más detallada noto que era sangre, ambos se habían dado cuenta de ello.
Esa muchacha parecía estar adornada por los mismos Dioses con aquel caparazón que llamamos cuerpo, la piel joven piel tensa, demás candentes atributos juveniles, provocativos como muy pocos, algo que no se veía todos los días. No era momento para fijarse más allá de lo que sucedía, debía olvidar sus deseos e impulsos biológicos, quizá a un aberrado se le ocurriese pero a él no. Tomo su suave mano, para limpiar con la manga derecha del sobre todo la sangre que había en aquella, del mismo modo limpio los bordecillos de sus finos labios rozagantes, lo hacía con mucha delicadeza como quien tocaba una delicada pieza de cristal. -¿Qué te ha pasado?, ¿Cómo llegaste hasta aquí?- Pregunto mientras terminaba de limpiarla, peino los cabellos de la joven hacia atrás, estuvo por unos momentos en silencio para luego quitarse el sobretodo y ponérselo a ella, a simple vista se veía el brazo que estaba fuera de lugar, debía cooperar para no provocar más dolor. Delicada y suavemente la vistió, esa prenda le quedaba notablemente larga, la chica se veía un poco graciosa pero era cosa de menos.
El hombre quedo sentado de cuclillas, por unos momentos su mirada vacilo entre la altura de las hojas, haciendo gesto de manos y con un parecer algo tímido dijo: -Aquí no te espera buena cosa joven, no estás nada bien podrías morir si no recibes atención, pues mi abrigo no hará gran cosa, si desea le doy hospitalidad- sus manos se unieron formando algo parecido a una figura triangular inversa, la miro de manera fija.-Y… así le ayudo sanarse, la invito a ir conmigo, por favor-
Eliphas Leví- Hechicero Clase Alta
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
La mirada de aquella joven que parecía una niña de menos de veinte años se quedo mirando fijamente al hombre que se le acercaba de forma lenta, tal vez para no asustarla, sus grandes ojos destellaban un poco de inocencia, pero también mucha desconfianza ante lo que el otro quería realizar. Había mirado la mano llena de sangre, aquel liquido carmesí que de sus labios pálidos salieron, lo limpio manchándose de sangre. Aunque Zuriñe era de las que prefería estar alejada del tacto de las personas, dejo que este hombre le limpiara las comisuras de sus labios, en donde aun había quedado la sangre que había salido de su interior. Podía sentir aun el sabor en sus labios, pero estaba acostumbrada a eso, pues cuando era una de sus aves cazaba pequeños animales y no le importaba comérselas crudas, al parecer hasta disfrutaba ver a los animalillos en sus garras desesperados en poder escapar, tal vez era lo único que soportaba ver morir en sus manos o cerca de ella.
Suspiro suavemente al sentir un abrigo que le cubría su cuerpo, entrecerró sus ojos, los cabellos de su rostro habían sido quitados sutilmente por aquel hombre de cabello largo. Con su mano buena se acomodo en el árbol protegiendo su herida, aquel brazo fracturado en tres partes que escasamente podía mover horita, pero que poco a poco se recuperaba. -…- no respondió a la primera pregunta, no estaba interesada en decirle lo que era, pero también sabía que este comenzaría a sospechar. Estaba sintiendo frio aunque ya el calor del abrigo comenzaba a hacerla entrar en razón, pero su cuerpo estaba entrando en un shock por la caída, tal vez le podría decir que estaba trepando el árbol y que se cayó de él, pero ¿y sus ropas?.
Abrió sus ojos y miro sus manos hacer una forma extraña, estaba muy cerca de ella y aquello extraño le asusto, sus ojitos se abrieron como platos mientras su corazón comenzaba a latir fuertemente, parecía como si fuera un caballo de carretas que comenzaba una competición. –No… ¿Qué hace…?- tartamudeo jadeante mientras trataba de alejarse más, pero se encontraba con el tronco atrás. Gruño asustada…
Eso fue lo último que hizo antes de que sus ojos se voltearan y cayera a un lado, como si se tratara de una muñequita de trapo hecha por un gitano. Su cuerpo había colapsado. Ahora llegaba la metamorfosis que lentamente era procesada por cada célula de su cuerpo, su cráneo era deformado, sus brazos se convertían en alas, sus piernas en patas pequeñas, poco a poco aquel cuerpo de 1.50m se reducía a menos del cuarto de esa estatura y además un plumaje blanco con algún que otro noto negro y marrón. Al final el cuerpo del Búho se había quedado oculto entre el abrigo que le habían puesto.
Su mundo se había oscurecido, no haba un sueño que la distrajera, solamente simple oscuridad…
Suspiro suavemente al sentir un abrigo que le cubría su cuerpo, entrecerró sus ojos, los cabellos de su rostro habían sido quitados sutilmente por aquel hombre de cabello largo. Con su mano buena se acomodo en el árbol protegiendo su herida, aquel brazo fracturado en tres partes que escasamente podía mover horita, pero que poco a poco se recuperaba. -…- no respondió a la primera pregunta, no estaba interesada en decirle lo que era, pero también sabía que este comenzaría a sospechar. Estaba sintiendo frio aunque ya el calor del abrigo comenzaba a hacerla entrar en razón, pero su cuerpo estaba entrando en un shock por la caída, tal vez le podría decir que estaba trepando el árbol y que se cayó de él, pero ¿y sus ropas?.
Abrió sus ojos y miro sus manos hacer una forma extraña, estaba muy cerca de ella y aquello extraño le asusto, sus ojitos se abrieron como platos mientras su corazón comenzaba a latir fuertemente, parecía como si fuera un caballo de carretas que comenzaba una competición. –No… ¿Qué hace…?- tartamudeo jadeante mientras trataba de alejarse más, pero se encontraba con el tronco atrás. Gruño asustada…
Eso fue lo último que hizo antes de que sus ojos se voltearan y cayera a un lado, como si se tratara de una muñequita de trapo hecha por un gitano. Su cuerpo había colapsado. Ahora llegaba la metamorfosis que lentamente era procesada por cada célula de su cuerpo, su cráneo era deformado, sus brazos se convertían en alas, sus piernas en patas pequeñas, poco a poco aquel cuerpo de 1.50m se reducía a menos del cuarto de esa estatura y además un plumaje blanco con algún que otro noto negro y marrón. Al final el cuerpo del Búho se había quedado oculto entre el abrigo que le habían puesto.
Su mundo se había oscurecido, no haba un sueño que la distrajera, solamente simple oscuridad…
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
El misterio y la duda seguían fortaleciéndose en un nocturno velo boscoso, en tal situación como esa y con las palabras anteriores pronunciadas Leonardo tenía pensado que aquella joven le aceptaría dicha invitación, después de todo era lo mínimo que él podía hacer. Menuda sorpresa se llevo, al notar un pequeño rechazo, inclino el cuerpo hacia atrás al momento que aquella jovencita intentaba alejarse, el tronco la limitaba por ello como desahogo soltó un gruñido, como cual bella fiera echa mujer se tratase. Pero a partir de ese momento aquel encuentro tendría un considerable cambio, más aun para quien no conociese lo que en realidad era un cambia formas.
Los ojos de él estaban a punto de saltar de sus cuencas, el corazón sele acelero y la adrenalina lo puso en guardia por mera naturaleza. –Pero que mierda…- palabras del mago mientras notaba, como poco a poco se deformaba aquel cuerpo, las extremidades se retorcían, su sistema arterial se hinchaba, moviéndose de forma abstracta para luego ser atraídas por una fuerza que provenía de adentro, era solo la cabeza lo que podía ver. En un momento no pudo observar más nada pues parecía que la muchacha se había encogido. Lo que más le había impresionado era aquel sonido de huesos y cartílago que parecía como si estuviesen moviéndolos de lugar. – ¿Qué clase de magia será esta?, ¿metamorfosis o habrá desaparecido? Yo… nunca he visto tal cosa, solo he escuchado vanos rumores-
Era similar el sonido del galopar de un caballo… su corazón, ahora más potente que nunca. Un bulto pequeño había quedado entre el abrigo que había cedido. Se disponía averiguar que era aquello; un suspiro cargado del montón de intrigas y la expresión más desconcertada que quizá había tenido en su vida. No hubo ninguna intervención espiritual, o algún ente que le hubiese ayudado a lograr tal hazaña, ¿Lo habrían encerrado en una ilusión? Tendría que haber sido el mismo Merlín o Lucifer si aquello era así, pues por más que sea poderosa la magia, siempre deja sus huellas y de ello nadie se escapa. Constaste repentino, un roce nada coherente en cuanto a su sentir pues ahora estaba como niño encantado, quería saber que había pasado ahí y como había sucedido todo aquello, tenia cierto miedo pero también mucho entusiasmo.
Reflexiono *Después de todo es una joven la que está aquí, así me este encontrando con la majestuoso ave que tanto me gusta, sé que es ella, se parece incluso… y necesita ayuda* rio para sus adentros luego de aquellos pensamientos. –Está bien…- , tomo al ave para retirarlo a un lado, colocarse el abrigo y luego guardarlo en el costado derecho de su pecho, acurrucado por su brazo y las vestimentas gruesas. Monto al Troyano, para luego encontrar el camino que había perdido, cuestión tardía y tediosa debido a la oscuridad. Llego por fin al hogar campestre, acomodo a búho en la misma cama donde el descansaba, dejándole bien acurrucado. Estudio el cuerpo de manera detallada le hacía gracia ver el rostro de un búho con parpados cerrados, sabía que no estaba muerta pues el debilitado corazón aun palpitaba. Noto algunas fracturas, las estudio y así bajo para buscar con que ayudar con la salud quebrantada de ella, o lo que fuera.
Los ojos de él estaban a punto de saltar de sus cuencas, el corazón sele acelero y la adrenalina lo puso en guardia por mera naturaleza. –Pero que mierda…- palabras del mago mientras notaba, como poco a poco se deformaba aquel cuerpo, las extremidades se retorcían, su sistema arterial se hinchaba, moviéndose de forma abstracta para luego ser atraídas por una fuerza que provenía de adentro, era solo la cabeza lo que podía ver. En un momento no pudo observar más nada pues parecía que la muchacha se había encogido. Lo que más le había impresionado era aquel sonido de huesos y cartílago que parecía como si estuviesen moviéndolos de lugar. – ¿Qué clase de magia será esta?, ¿metamorfosis o habrá desaparecido? Yo… nunca he visto tal cosa, solo he escuchado vanos rumores-
Era similar el sonido del galopar de un caballo… su corazón, ahora más potente que nunca. Un bulto pequeño había quedado entre el abrigo que había cedido. Se disponía averiguar que era aquello; un suspiro cargado del montón de intrigas y la expresión más desconcertada que quizá había tenido en su vida. No hubo ninguna intervención espiritual, o algún ente que le hubiese ayudado a lograr tal hazaña, ¿Lo habrían encerrado en una ilusión? Tendría que haber sido el mismo Merlín o Lucifer si aquello era así, pues por más que sea poderosa la magia, siempre deja sus huellas y de ello nadie se escapa. Constaste repentino, un roce nada coherente en cuanto a su sentir pues ahora estaba como niño encantado, quería saber que había pasado ahí y como había sucedido todo aquello, tenia cierto miedo pero también mucho entusiasmo.
Reflexiono *Después de todo es una joven la que está aquí, así me este encontrando con la majestuoso ave que tanto me gusta, sé que es ella, se parece incluso… y necesita ayuda* rio para sus adentros luego de aquellos pensamientos. –Está bien…- , tomo al ave para retirarlo a un lado, colocarse el abrigo y luego guardarlo en el costado derecho de su pecho, acurrucado por su brazo y las vestimentas gruesas. Monto al Troyano, para luego encontrar el camino que había perdido, cuestión tardía y tediosa debido a la oscuridad. Llego por fin al hogar campestre, acomodo a búho en la misma cama donde el descansaba, dejándole bien acurrucado. Estudio el cuerpo de manera detallada le hacía gracia ver el rostro de un búho con parpados cerrados, sabía que no estaba muerta pues el debilitado corazón aun palpitaba. Noto algunas fracturas, las estudio y así bajo para buscar con que ayudar con la salud quebrantada de ella, o lo que fuera.
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
Su cuerpo había sido cargado con delicadeza, el movimiento del caballo parecía buscar arrullarla, para mantenerla en aquel sueño pacifico que se veía el ave, la cual; en comparación con el cuerpo de la humana, la que fue anteriormente. Se veía menos del cuarto de su estatura y su peso. Solamente el pechito que se hinchaba y volvía a su lugar daba los signos necesarios para decir que aun estaba con vida.
En su mente no sucedía nada, ningún sueño llegaba para adornar la oscuridad en la que estos momentos era residente. El frio no parecía atacarla, eso era algo extraño; teniendo en cuenta el tiempo en que estaban. Aunque tuviera el pelaje, que siempre la protegía del invierno, el sol y el agua, debía percibir al menos un poco. ¿No se había convertido en humana?. Algo le parecía infrecuente, no se acordaba de cuando había cambiado de una humana a un ave. Estaba aun inconsciente, pero comenzaba a percibir lentamente lo que su cuerpo sentía a su alrededor, era una señal de que poco a poco comenzaba recuperar su conciencia. No sabía cuánto tiempo había pasado, su sentido del tiempo y el espacio habían sido perturbado, no estaba segura si su desmayo había durado unos minutos o unas cuantas horas, como temía.
Dolor, sintió dolor el cual la hizo despertar, de aquel sueño extraño en que se había metido, sus ojos se abrieron de par en par, notando una mano gruesa y masculina examinando su ala herida, abrió su pico para chillar. Desesperación, miedo, desorientación. Sentía la cama cómoda, que hacía que su cuerpo se sintiera como en una de aquellas nubes del cielo, las cuales nunca había podido alcanzar, pues le molestaba la luz del sol, por eso prefería danzar entre las estrellas, aunque estas fueran más difíciles de alcanzar.
Deseaba volar, aunque su médico dijera otra cosa distinta, revoloteo con su ala buena, mientras buscaba alejarse de aquel hombre, que poco a poco reconocía como el mismo que se había encontrado en el bosque. Nuevamente le gruño, pero esta vez sí en su forma animal, dejo salir un chillido, lo más agudo y molesto que pudiera hacer su garganta, mientras su cuerpo convulsionaba en busca de la libertad que sentía perdida. Logro soltarte y danzo hacia arriba, como si fuera un ángel buscando llegar al firmamento para poder besar los pies del altísimo, pero lo único que logro fue ese sentimiento por unos segundos, pues, al mover su ala aun lastimada, pudo escuchar como los huesos se quebrantaban nuevamente, haciendo que descendiera al infierno, como ángel desterrado del cielo. Su cuerpo cayó en la cama, cubriéndole con las sabanas y algunas de sus mismas plumas que habían llegado a soltar en el forcejeo.
No tenia como hablar, miro el lugar y para desgracia de ella encontró su mayor temor, una especie de jaula, en donde seguramente se metían animales. Antes de que el otro pudiera reaccionar, busco cambiar lo más rápido posible. Las alas se alargaban, evolucionaban a brazos y manos con dedos, pálidos, su rostro se humanizaba cada vez más, dejando caer las plumas, como si eso se tratara de una metamorfosis. El crujir de los huesos, era como una sinfonía organizada. Pronto volvió a nacer aquella doncella desaliñada, con sus ojos azules y cabello rubio. Parecía no tener vergüenza con su desnudez, pues aunque tenía las sabanas con que cubrirse no lo hizo, lo único que le interesaba era proteger su brazo maltrecho. El dolor la regañaba por ser una niña descuidada y no dejar que el tiempo curara sus heridas.
Miro al hombre con pocas ganas de seguir huyendo, al menos siendo más grande no la podían llegar a una jaula, pero aquella habitación comenzaba a darle ansiedad, su cuerpo temblaba sin que ella pudiera evitarlo. –No me gusta los encierros…- susurro notando que la puerta estaba encerrada. Esto se parecía mucho a una jaula, un calabozo del que temía nunca salir –Si me dejas sola, te juro que destruyo cualquier objeto que tenga tu olor…- gruño como amenaza, pues aunque necesitaba descansar, odiaba hacerlo en un lugar tan pequeño, tan cuadrado, tan encerrado, todo aquello le daba ganas de simplemente llorar, así que lo único que quedaba era que estuviera acompañada por al menos alguien, que parecía que lo único que quería era ayudarla. –No necesito ninguna medicina…- dijo con rapidez, mientras daba unos salticos para acercarse a la orilla, un poco desconfiada, pero aun así, quedo sentaba cerca del contrario para estirarle su brazo maltrecho, que no tenía herida superficial, todas eran en su interior. Miro su brazo liso y sin rasguños, entendió que todos se habían curado, así que el contrario no entendería muy bien lo que ella quería decir. –Debes detener una daga por algún lado- susurro oliendo a su alrededor con curiosidad reprimida. Abrió sus ojitos al sentir la sangre seca que siempre tenían las dagas, con el olor del sudor de su poseedor, sonrió satisfecha, mientras su mano sana comenzaba la búsqueda del objeto en el escondite. Se inclino un poco, hasta que pudo sujetarla y atraerla a su cuerpo. Sin decir nada se corto el brazo, haciendo una incisión a lo largo de este, la sangre salió rápidamente a brotes de aquella herida profunda. Zuriñe chillo un poco, pero luego alzo el brazo para que el otro pudiera contemplar la maravilla de su especie, aunque la sangre salía, la carne comenzaba a unirse, deteniendo el sangrado. Lamió un poco de la sangre que adornaba su piel blanca para luego notar los ojos curiosos del contrario. – anda pues… examínala – dijo, ahora divirtiéndose por el simple hecho de sentirse mas cómoda. Sus heridas comenzaban a sanarse, con mayor rapidez al estar en un lugar tranquilo y cómodo.
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En su mente no sucedía nada, ningún sueño llegaba para adornar la oscuridad en la que estos momentos era residente. El frio no parecía atacarla, eso era algo extraño; teniendo en cuenta el tiempo en que estaban. Aunque tuviera el pelaje, que siempre la protegía del invierno, el sol y el agua, debía percibir al menos un poco. ¿No se había convertido en humana?. Algo le parecía infrecuente, no se acordaba de cuando había cambiado de una humana a un ave. Estaba aun inconsciente, pero comenzaba a percibir lentamente lo que su cuerpo sentía a su alrededor, era una señal de que poco a poco comenzaba recuperar su conciencia. No sabía cuánto tiempo había pasado, su sentido del tiempo y el espacio habían sido perturbado, no estaba segura si su desmayo había durado unos minutos o unas cuantas horas, como temía.
Dolor, sintió dolor el cual la hizo despertar, de aquel sueño extraño en que se había metido, sus ojos se abrieron de par en par, notando una mano gruesa y masculina examinando su ala herida, abrió su pico para chillar. Desesperación, miedo, desorientación. Sentía la cama cómoda, que hacía que su cuerpo se sintiera como en una de aquellas nubes del cielo, las cuales nunca había podido alcanzar, pues le molestaba la luz del sol, por eso prefería danzar entre las estrellas, aunque estas fueran más difíciles de alcanzar.
Deseaba volar, aunque su médico dijera otra cosa distinta, revoloteo con su ala buena, mientras buscaba alejarse de aquel hombre, que poco a poco reconocía como el mismo que se había encontrado en el bosque. Nuevamente le gruño, pero esta vez sí en su forma animal, dejo salir un chillido, lo más agudo y molesto que pudiera hacer su garganta, mientras su cuerpo convulsionaba en busca de la libertad que sentía perdida. Logro soltarte y danzo hacia arriba, como si fuera un ángel buscando llegar al firmamento para poder besar los pies del altísimo, pero lo único que logro fue ese sentimiento por unos segundos, pues, al mover su ala aun lastimada, pudo escuchar como los huesos se quebrantaban nuevamente, haciendo que descendiera al infierno, como ángel desterrado del cielo. Su cuerpo cayó en la cama, cubriéndole con las sabanas y algunas de sus mismas plumas que habían llegado a soltar en el forcejeo.
No tenia como hablar, miro el lugar y para desgracia de ella encontró su mayor temor, una especie de jaula, en donde seguramente se metían animales. Antes de que el otro pudiera reaccionar, busco cambiar lo más rápido posible. Las alas se alargaban, evolucionaban a brazos y manos con dedos, pálidos, su rostro se humanizaba cada vez más, dejando caer las plumas, como si eso se tratara de una metamorfosis. El crujir de los huesos, era como una sinfonía organizada. Pronto volvió a nacer aquella doncella desaliñada, con sus ojos azules y cabello rubio. Parecía no tener vergüenza con su desnudez, pues aunque tenía las sabanas con que cubrirse no lo hizo, lo único que le interesaba era proteger su brazo maltrecho. El dolor la regañaba por ser una niña descuidada y no dejar que el tiempo curara sus heridas.
Miro al hombre con pocas ganas de seguir huyendo, al menos siendo más grande no la podían llegar a una jaula, pero aquella habitación comenzaba a darle ansiedad, su cuerpo temblaba sin que ella pudiera evitarlo. –No me gusta los encierros…- susurro notando que la puerta estaba encerrada. Esto se parecía mucho a una jaula, un calabozo del que temía nunca salir –Si me dejas sola, te juro que destruyo cualquier objeto que tenga tu olor…- gruño como amenaza, pues aunque necesitaba descansar, odiaba hacerlo en un lugar tan pequeño, tan cuadrado, tan encerrado, todo aquello le daba ganas de simplemente llorar, así que lo único que quedaba era que estuviera acompañada por al menos alguien, que parecía que lo único que quería era ayudarla. –No necesito ninguna medicina…- dijo con rapidez, mientras daba unos salticos para acercarse a la orilla, un poco desconfiada, pero aun así, quedo sentaba cerca del contrario para estirarle su brazo maltrecho, que no tenía herida superficial, todas eran en su interior. Miro su brazo liso y sin rasguños, entendió que todos se habían curado, así que el contrario no entendería muy bien lo que ella quería decir. –Debes detener una daga por algún lado- susurro oliendo a su alrededor con curiosidad reprimida. Abrió sus ojitos al sentir la sangre seca que siempre tenían las dagas, con el olor del sudor de su poseedor, sonrió satisfecha, mientras su mano sana comenzaba la búsqueda del objeto en el escondite. Se inclino un poco, hasta que pudo sujetarla y atraerla a su cuerpo. Sin decir nada se corto el brazo, haciendo una incisión a lo largo de este, la sangre salió rápidamente a brotes de aquella herida profunda. Zuriñe chillo un poco, pero luego alzo el brazo para que el otro pudiera contemplar la maravilla de su especie, aunque la sangre salía, la carne comenzaba a unirse, deteniendo el sangrado. Lamió un poco de la sangre que adornaba su piel blanca para luego notar los ojos curiosos del contrario. – anda pues… examínala – dijo, ahora divirtiéndose por el simple hecho de sentirse mas cómoda. Sus heridas comenzaban a sanarse, con mayor rapidez al estar en un lugar tranquilo y cómodo.
Última edición por Zuriñe el Vie Jun 21, 2013 11:14 am, editado 1 vez (Razón : los angeles cantan "Aleluya~" ¬¬ puto inter... putos todos... PD: I love gatito *w*)
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
Rosa negra regresaba con toda la utilería que posiblemente necesitaría para el propósito que tenía previsto, la ayuda que le nacía dar y el misterio que deseaba conocer. Su caminar se detuvo, para luego con desesperación ir hacia donde estaba la majestuosa ave, sus manos se posaron sobre ella y como si fuese una especie de alarma esta abrió los ojos, el parecer le cambio inmediatamente, un rose brusco entre la calma y condolencias al inexplicable hundimiento total en el miedo, desesperación y furia. Como quien al abrir los ojos de un profundo sueño ve a la cara del más vil demonio de aterrorizantes entrañas y perturbadora presencia. Tal puede ser la comparación en la que aquel lastimado animal reacciono, Rosa Negra no comprendía aun su aturdimiento.
Soltaba gruñidos intensos y agudos, que incluso provocaban que el hombre tapase sus oídos al no poder soportar aquel nivel sónico vibratorio, repugnante para cualquiera, revoleteaba el ave, Leonardo con su mano intentaba detenerle; pero tal diminuto cuerpo poesía una fuerza asombrosa pues entre sacudidas y plumosos forcejeos logro liberarse logrando así elevarse y por muy poco ganarse un cebero golpe contra techo que le frenaba. Su ala lastimada no le permitió la deseada hazaña, como cual hoja marchita se derrumbaba en vagante y retorcida dirección, por suerte su cuerpo fue soportado por la cama que por muy poco tiempo le acogió. El mago ahora caía en el mismo terreno, rozaban su rabia y preocupación, pero a continuación algo magnifico sucedería con la más especiales de las complacencias.
El cuerpo de ave parecía reventarse de tanto crecer y estirarse, aun más plumas se dejaban caer acompañado de amorfas formas pálidas y gelatinosas que iban solidificándose cada vez más hasta convertirse en extremidades, tangibles, reales y humanas. Poco a poco el cuerpo sufrió aquella extraña y traumática metamorfosis hasta volver a ser la niña que estaba tirada en el bosque. El mago quedo boquiabierto… paralizado sin decir nada <> Los saltones y hermosos ojos celestes volvieron a emerger movimiento pronunciando palabras en un tono poco audible, aun más con el desconcentrado brujo. Un nuevo gruñido acompañado de palabras amenazadoras le hizo volver en sí, aun no hablaba, solo fruncía el ceño, la rubia le comento que no necesitaba de su ayuda, localizo una daga como cual perro hacia un extraordinario uso del olfato. En su lozana piel abrió una profunda herida la cual sanaba de manera inmediata, prácticamente a la velocidad de la luz si de células hade tratarse.
-¿Que magia es esta…?; ¿Qué clase de maga eres?- Acerco la mirada para detallar de manera minuciosa y frente a él aun sucedía dicho milagro, que emitía algún extraño sonido que de seguro seria el mismo que hace nuestra piel, era la velocidad lo que provoca una mayor densidad vibratoria. Cogió su mano y así como lo hizo el discípulo poso su dedo en la ya no existente yaga, desparecida por completo dejando una piel tensa y perfecta sin cicatriz alguna, como el resto de su esbelto cuerpo. –Entonces… de verdad no necesitas ayuda-, se sentó a un lado de la mujer, sintiéndose de alguna manera desmoralizado y por supuesto desconcertado, incluso lo expresaba su tono de voz. Observo al vacio por un buen rato, hasta voltearse, recordar que ella seguía desnuda y así preguntar -¿Quién eres? ; no quiero encerrarte atraparte, ni matarte- Luego de esto materializó un poco de energía en la palma de su mano la cual se volvió llama consumidora y fue lanzada hasta un mueble amaderado de la habitación, el cual estaba algo retirado, lo incendio y con lentitud volteo la mirada hacia ella –Creo que soy como tu… O eso me parece-
Soltaba gruñidos intensos y agudos, que incluso provocaban que el hombre tapase sus oídos al no poder soportar aquel nivel sónico vibratorio, repugnante para cualquiera, revoleteaba el ave, Leonardo con su mano intentaba detenerle; pero tal diminuto cuerpo poesía una fuerza asombrosa pues entre sacudidas y plumosos forcejeos logro liberarse logrando así elevarse y por muy poco ganarse un cebero golpe contra techo que le frenaba. Su ala lastimada no le permitió la deseada hazaña, como cual hoja marchita se derrumbaba en vagante y retorcida dirección, por suerte su cuerpo fue soportado por la cama que por muy poco tiempo le acogió. El mago ahora caía en el mismo terreno, rozaban su rabia y preocupación, pero a continuación algo magnifico sucedería con la más especiales de las complacencias.
El cuerpo de ave parecía reventarse de tanto crecer y estirarse, aun más plumas se dejaban caer acompañado de amorfas formas pálidas y gelatinosas que iban solidificándose cada vez más hasta convertirse en extremidades, tangibles, reales y humanas. Poco a poco el cuerpo sufrió aquella extraña y traumática metamorfosis hasta volver a ser la niña que estaba tirada en el bosque. El mago quedo boquiabierto… paralizado sin decir nada <
-¿Que magia es esta…?; ¿Qué clase de maga eres?- Acerco la mirada para detallar de manera minuciosa y frente a él aun sucedía dicho milagro, que emitía algún extraño sonido que de seguro seria el mismo que hace nuestra piel, era la velocidad lo que provoca una mayor densidad vibratoria. Cogió su mano y así como lo hizo el discípulo poso su dedo en la ya no existente yaga, desparecida por completo dejando una piel tensa y perfecta sin cicatriz alguna, como el resto de su esbelto cuerpo. –Entonces… de verdad no necesitas ayuda-, se sentó a un lado de la mujer, sintiéndose de alguna manera desmoralizado y por supuesto desconcertado, incluso lo expresaba su tono de voz. Observo al vacio por un buen rato, hasta voltearse, recordar que ella seguía desnuda y así preguntar -¿Quién eres? ; no quiero encerrarte atraparte, ni matarte- Luego de esto materializó un poco de energía en la palma de su mano la cual se volvió llama consumidora y fue lanzada hasta un mueble amaderado de la habitación, el cual estaba algo retirado, lo incendio y con lentitud volteo la mirada hacia ella –Creo que soy como tu… O eso me parece-
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
La dulce niña. Que tenía más años que él, solamente pudo reír ante tal pregunta, no era una especie de bruja que se convertía en versiones de animales, cuando viniera a su conveniencia. Negó haciendo que alguna plumas salieran de su cabeza, aun escondidas, salían y caían suavemente ante ellos. Veía como los ojos curiosos del hombre recorrían su dedo, aquel que examinaba con el sentido del tacto cualquier desperfecto en su piel, para encontrarse con nada, solamente una nueva y perfecta capa del mismo tono y hasta mas tersa.
-Así es- asintió, al parecer ya comenzaba a entenderlo, eso le gustaba mucho, pero el aura del hombre comenzaba a verse un tanto deprimente, claro, también algo confundido, al parecer no había tenido la oportunidad de conocer a uno de sus especies, aunque en su cuerpo se veía los años que habían pasado en el. Dejo que se tranquilizara, mentalmente se acomodara al tiempo y al espacio que en esos momentos Vivian, al parecer no le era muy difícil. Lo miro un poco desconfiada mientras seguía escuchándolo, pudo encontrar muy interesante, sus ojos se abrieron y hasta crearon un lindo brillo en sus ojos, al notar los trucos que tenia aquel hombre.
-¿Quién soy…?- eso le recordaba muchas cosas, su mente se volvió un mar de recuerdos, aprecio con cierta tristeza que apenas se percibió unos segundos, su vida pasada y su nombre que anteriormente había dejado atrás, olvidado completamente, para evitar problemas –Me llamo Zuriñe- dijo con cierta rapidez en afirmarlo. Toco el collar que tenía en su cuello, en ese lugar estaba descrito aquel nombre a la perfección–Significa Blanco- explico ella con cierto orgullo. –En la mitología que han creado, soy la concepción de un demonio que follo con una mujer humana- se alzo los hombros mientras se arregostaba en la cama, estaba aun cansada, dejo salir un leve jadeo, mientras ella misma miraba su mano con detenimiento –En realidad no tengo las respuestas de que exactamente soy… solamente sé que cambio de formas- dejo salir un leve suspiro mientras seguía acostada, dejo descansar su mano en su vientre. Entrecerró sus ojos, los parpados estaban pesados, necesitaba descansar un poco.
-Así es- asintió, al parecer ya comenzaba a entenderlo, eso le gustaba mucho, pero el aura del hombre comenzaba a verse un tanto deprimente, claro, también algo confundido, al parecer no había tenido la oportunidad de conocer a uno de sus especies, aunque en su cuerpo se veía los años que habían pasado en el. Dejo que se tranquilizara, mentalmente se acomodara al tiempo y al espacio que en esos momentos Vivian, al parecer no le era muy difícil. Lo miro un poco desconfiada mientras seguía escuchándolo, pudo encontrar muy interesante, sus ojos se abrieron y hasta crearon un lindo brillo en sus ojos, al notar los trucos que tenia aquel hombre.
-¿Quién soy…?- eso le recordaba muchas cosas, su mente se volvió un mar de recuerdos, aprecio con cierta tristeza que apenas se percibió unos segundos, su vida pasada y su nombre que anteriormente había dejado atrás, olvidado completamente, para evitar problemas –Me llamo Zuriñe- dijo con cierta rapidez en afirmarlo. Toco el collar que tenía en su cuello, en ese lugar estaba descrito aquel nombre a la perfección–Significa Blanco- explico ella con cierto orgullo. –En la mitología que han creado, soy la concepción de un demonio que follo con una mujer humana- se alzo los hombros mientras se arregostaba en la cama, estaba aun cansada, dejo salir un leve jadeo, mientras ella misma miraba su mano con detenimiento –En realidad no tengo las respuestas de que exactamente soy… solamente sé que cambio de formas- dejo salir un leve suspiro mientras seguía acostada, dejo descansar su mano en su vientre. Entrecerró sus ojos, los parpados estaban pesados, necesitaba descansar un poco.
Zuriñe- Cambiante Clase Baja
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
El varón de abundante melena estuvo atento como cual pequeño, en cautela e inocencia. Ojos cafés titilantes, como cual esponja se les podía comparar. Los cuales asimilaban cada palabra, cada gesto; exhibiendo a su vez menudos gestos melancólicos, depresivos quizá. Todo un revoltijo de emociones y sentimientos, cuestiones meramente personales en verdad. Después de todo no quedaba de otra que aceptar lo que era y posiblemente será. La suculenta magia de lo ordinario les sucedía en un planificado accidente de la vida. Se expandió su tórax, para luego deshincharse en un largo suspirar.
–Zuriñe… la blanca ¿eh?– Por un momento olvido que debía ser un caballero y tendría que simular a su totalidad que disfrutaba grandemente de aquella esplendida desnudes, se olvido del deber de mantener ese alto perfil que tanto le alagaban. Por mero interés en un gesto supuestamente perezoso extendió sus brazos hacia atrás, quedando en un ángulo un tanto inclinado lo que le permitió así clavar la mirada en la albina silueta juvenil, sollozante de vigor y frescura; el escrúpulo no existía para tal cosa. Sumamente provocativo el suave traslucido venoso, resaltante aun más en la zona de sus pechos, los cuales tenían un contraste perfecto con los asalmonados pezones. Más abajo aun se encontraba aquellas curvas compactas en armonía al cuerpo delgado, curvas las cuales llevaban inmediatamente la vista a su pelvis prácticamente carente de vellosidades, permitiendo así observar con facilidad la división de esos labios…
Cabellos, rodillas, brazos, ojos cejas, pestañas, su cuerpo entero. Todas detalladas a tal punto de quedar impregnadas plásticamente en los recuerdos del hombre. –Leonardo, ese es mi nombre. No tengo placa lo siento– rio de manera tonta. –Como todo eres un misterio Zuriñe, sin importar que seas el supuesto fruto de un demonio y una mujer – Se avergonzó por un momento, lo cual hizo que sus parpados se uniesen, tratando de que el ambiente no se tornara incomodo llevó su mano derecha hasta los dorados cabellos de la fémina, entrelazando sus dedos delicadamente. Formaba rulos con las amontonadas hebras, siendo seducido sin darse cuenta por el encanto y la suavidad de dicha textura, a pesar de lo descuidado que se veía, en definitiva otro engaño más de la apariencia.
Seguía la mujer echada en la cama, ahogada en sus pensamientos y el posible extenso mundo mental que debería de poseer por naturaleza, rompió hilos Leonardo y con una gruesa cobija cubrió sin aviso previo de palabras a la damisela. Disponiéndose solo a observar cabizbajo comento: –Yo solo quería ayudarte Zuri, o como te llames.– Sentándose sobre la cama recogió una de las blancas plumas para apreciarla en detalle –Perdona lo molesto de todo– y ahí murieron sus palabras, con la convicción de que no había hecho otra cosa de meter nuevamente la pata tratando de hacer las de héroe. Era un demás decir que ella podía cuidarse sola y no necesitaba ayuda de nadie, quizá nadie la necesitase en realidad (al menos eso parecía), se sentía un tanto ridículo. – Valió la pena después de todo– dijo para sus adentros cogiendo otras plumas y guardándolas con cierto disimulo.
–Zuriñe… la blanca ¿eh?– Por un momento olvido que debía ser un caballero y tendría que simular a su totalidad que disfrutaba grandemente de aquella esplendida desnudes, se olvido del deber de mantener ese alto perfil que tanto le alagaban. Por mero interés en un gesto supuestamente perezoso extendió sus brazos hacia atrás, quedando en un ángulo un tanto inclinado lo que le permitió así clavar la mirada en la albina silueta juvenil, sollozante de vigor y frescura; el escrúpulo no existía para tal cosa. Sumamente provocativo el suave traslucido venoso, resaltante aun más en la zona de sus pechos, los cuales tenían un contraste perfecto con los asalmonados pezones. Más abajo aun se encontraba aquellas curvas compactas en armonía al cuerpo delgado, curvas las cuales llevaban inmediatamente la vista a su pelvis prácticamente carente de vellosidades, permitiendo así observar con facilidad la división de esos labios…
Cabellos, rodillas, brazos, ojos cejas, pestañas, su cuerpo entero. Todas detalladas a tal punto de quedar impregnadas plásticamente en los recuerdos del hombre. –Leonardo, ese es mi nombre. No tengo placa lo siento– rio de manera tonta. –Como todo eres un misterio Zuriñe, sin importar que seas el supuesto fruto de un demonio y una mujer – Se avergonzó por un momento, lo cual hizo que sus parpados se uniesen, tratando de que el ambiente no se tornara incomodo llevó su mano derecha hasta los dorados cabellos de la fémina, entrelazando sus dedos delicadamente. Formaba rulos con las amontonadas hebras, siendo seducido sin darse cuenta por el encanto y la suavidad de dicha textura, a pesar de lo descuidado que se veía, en definitiva otro engaño más de la apariencia.
Seguía la mujer echada en la cama, ahogada en sus pensamientos y el posible extenso mundo mental que debería de poseer por naturaleza, rompió hilos Leonardo y con una gruesa cobija cubrió sin aviso previo de palabras a la damisela. Disponiéndose solo a observar cabizbajo comento: –Yo solo quería ayudarte Zuri, o como te llames.– Sentándose sobre la cama recogió una de las blancas plumas para apreciarla en detalle –Perdona lo molesto de todo– y ahí murieron sus palabras, con la convicción de que no había hecho otra cosa de meter nuevamente la pata tratando de hacer las de héroe. Era un demás decir que ella podía cuidarse sola y no necesitaba ayuda de nadie, quizá nadie la necesitase en realidad (al menos eso parecía), se sentía un tanto ridículo. – Valió la pena después de todo– dijo para sus adentros cogiendo otras plumas y guardándolas con cierto disimulo.
Eliphas Leví- Hechicero Clase Alta
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
Donde existe una necesidad nace un derecho.
Evita
La luna en lo alto los acompañaba, junto con las estrellas. Cerraba sus ojos, imaginándose como seria estar entre el cielo nocturno, en ese momento. No podía evitar sentirse inquieta, con una sensación de asfixia, al no sentir el oxigeno que en cielo le proporcionaba. En su mente, ella volaba tranquilamente en su forma animal, mirando desde el cielo los hermosos y frondosos árboles, cada vez bajaba un poco, haciendo círculos y dejando salir su sonido acostumbrado, un ulular suave y tranquilo. Adoraba volar, era su pasión, más que nada, dio unos pequeños giros para luego irse en picada hasta llegar al suelo en donde comenzó a frenar ágilmente, llego a un árbol marcado, viejo y encorvado. Zuriñe en su forma animal en lo alto de la copa, comenzó el proceso de cambiar a una forma más ágil, que era la pequeña chiquilla de ojos grandes y azules y cabello rubio. En el tronco cueco de aquel árbol, había un paquete bien envuelto. Ya como humano saco el paquete y salto sin miedo desde aquella altura, era ágil, supo cómo distribuir la presión de la caída por todo su cuerpo, luego ya estaba sentada mirando los ropajes que había escondido en ese lugarEvita
Zuriñe abrió los ojos en par en par, no se había dado cuenta que estaba durmiendo, fue gratificante sentir como sus músculos relajados se tensaban y no había dolor alguno que molestara sus movimientos, recordó el sueño y rio suavemente, pues ella nunca utilizaría ropas, ya las aborrecía de tal forma que al verse vestida de esa manera, supo inmediatamente que algo estaba mal y despertó. Sus ojitos buscaron al compañero de cabello largo, que había estado hablando con ella. ¿Cuándo había pasado? La luz no pasaba muy bien hacia ese cuarto, lleno de extrañas cosas que podría curiosear y romper, pero sin desearlo verdaderamente.
Su estomago rugió, tenía hambre, por suerte su cuerpo estaba ya lo suficientemente regenerado para levantarse de un salto de la cama y comenzar a caminar por el lugar. No duro mucho en que unos pesados libros se cayeran, por culpa de su torpeza, estaba demasiado acostumbrada a vivir como bestia, que olvidaba algunas cosas de humanos, como tener delicadeza. –Ohh…- susurro como niña curiosa, sujetando una tuvo de ensaño, que estallo en pedazos por la fuerza de su mano. Vio caer los vidrios y la sangre de su mano salir nuevamente. Se quedo por unos momentos mirando las gotas, hasta que esta se cerró y termino de secarse la sangre.
Giro su cuerpo para salir de aquella habitación en busca de su anfitrión. Caminaba en su vestido de piel, tranquilamente, por los pasillos, mirando y olfateando todo con detenimiento, pronto un sonido extraño la distrajo, algo se movía rápido y temeroso entre las paredes, no era un felino, pero como tal se movió, en busca de aquel ratoncito que parecía estar buscando refugio, el pequeñito era ágil, pero ella pudo sostenerlo antes de que llegara a un hueco y se perdiera para siempre. –Te tengo!- dijo animada, se sentó en el suelo, poniendo su espalda en la pared. Miro al ratoncito que con miedo se retorcía, pero que no podría hacer nada para salvarse, pues para su estomago hambriento iba.
Zuriñe- Cambiante Clase Baja
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
Cuanto tiempo había pasado desde que no nacía en el tanta discordia y contradicción interna por supuesto. Su interior sollozaba ideas netamente retorcidas como cual demonio o baja inteligencia le influyese. Se había retirado a lo que llamaba su cuarto negro mientras la albina dormía, quizá corrió con suerte al lograr inducirle una pequeña divagación mental y poder salir de ahí sin que ella lo notase. Esa mujercita era una alimaña, lo superaba en fuerza, poder, era increíble lo que hacía; en definitiva las apariencias suelen ser engañosas.
Al fin se encontraba en privacidad, al cerrar la puerta suspiro, soltando una especie de desahogo un tanto frenético. Pues en segundos ya ojeaba las páginas de sus viejos libros, tratando de matar su curiosidad e incertidumbre. Por supuesto, no estaba satisfecho con la definición tan pobre que le habían dado; no conocer, no tener los “¿Por qué?” le irritaba de gran manera reconocía que era un tanto zafado de la cabeza por ello, por la razón misma que quería saber el por qué exacto de todas las cosas… Aun siendo un mago experimentado este sentimiento no debería estar en él, no debería…
Retumbo en la habitación la pronunciación Hebrea –Por potestad, yo llamo a la luz… Atiel, ¡evocado eres!– Distorsiones vibratorias y sónicas se sentían mientras una suave brisa impregno el lugar de armonía y paz, todo se fue haciendo más denso hasta que una forma acuosa de luz apareció como silueta deforme, un nombre extraño fue pronunciado y ahí estaba la entidad materializada. –A quien responde en este plano, por Leonardo Rosa negra…– Parecía que el luminoso rostro reflejaba una sonrisa, apenas pensaba rosa negra en formular la pregunta cuando este nuevamente habló – A esto viniste tu acá, o ¿o me equivoco?, ya ojeaste en tus renombrados libros; Licántropos, metamorfos, metamorfomagos, animagos, muy parecidos pero ninguna cada con ella. Este pueblo es un oscuro hoyo del misterio, te lo advertí, descubre por ti mismo la verdad de Zuriñe. La sabes solo te niegas a ella. –
Al instante el lugar quedo como vacio, por la ausencia de la entidad. Leonardo maldecía clavando sus uñas entre sus desordenadas greñas, se sentía como niño regañado. Paso tiempo y se calmo, una idea retorcida ya moraba en el, se disponía a salir de la habitación cuando escucho nuevamente la voz de Atiel –Oye ridículo… De nada te servirá hacerle daño, no sabes el mal que provocaras. No dejas de ser un niño curioso y entrometido– Respondió frívolamente el hombre –Ve a donde perteneces– El ruido de un cristal quebrándose lo advirtió, creo una barrera que impidiese la salida de cualquier señal vital, a excepción de los visual así ella no podría ni escucharlo ni olerlo, por mera bendición una rata la entretenía. Observo un tanto asqueado, al parecer tenía hambre, de no ser así ya lo fuese pillado por el rabillo del ojo.
*¿Te sanaras inmediatamente de esto también?* Expandió a un radio considerado el campo de fuerza, de manera que no quedara salida. Con raros movimientos marciales y poses de mano acumulo energía eléctrica en una esfera –Fiat Lux– ya cargado sus dedos retorcieron y se dirigieron hacia la desnuda emanando así el mortífero ataque cargado de sentimientos de rabia e impotencia, sin razón alguna, sin ser ella culpable de nada, todo por experimentar.
Al fin se encontraba en privacidad, al cerrar la puerta suspiro, soltando una especie de desahogo un tanto frenético. Pues en segundos ya ojeaba las páginas de sus viejos libros, tratando de matar su curiosidad e incertidumbre. Por supuesto, no estaba satisfecho con la definición tan pobre que le habían dado; no conocer, no tener los “¿Por qué?” le irritaba de gran manera reconocía que era un tanto zafado de la cabeza por ello, por la razón misma que quería saber el por qué exacto de todas las cosas… Aun siendo un mago experimentado este sentimiento no debería estar en él, no debería…
Retumbo en la habitación la pronunciación Hebrea –Por potestad, yo llamo a la luz… Atiel, ¡evocado eres!– Distorsiones vibratorias y sónicas se sentían mientras una suave brisa impregno el lugar de armonía y paz, todo se fue haciendo más denso hasta que una forma acuosa de luz apareció como silueta deforme, un nombre extraño fue pronunciado y ahí estaba la entidad materializada. –A quien responde en este plano, por Leonardo Rosa negra…– Parecía que el luminoso rostro reflejaba una sonrisa, apenas pensaba rosa negra en formular la pregunta cuando este nuevamente habló – A esto viniste tu acá, o ¿o me equivoco?, ya ojeaste en tus renombrados libros; Licántropos, metamorfos, metamorfomagos, animagos, muy parecidos pero ninguna cada con ella. Este pueblo es un oscuro hoyo del misterio, te lo advertí, descubre por ti mismo la verdad de Zuriñe. La sabes solo te niegas a ella. –
Al instante el lugar quedo como vacio, por la ausencia de la entidad. Leonardo maldecía clavando sus uñas entre sus desordenadas greñas, se sentía como niño regañado. Paso tiempo y se calmo, una idea retorcida ya moraba en el, se disponía a salir de la habitación cuando escucho nuevamente la voz de Atiel –Oye ridículo… De nada te servirá hacerle daño, no sabes el mal que provocaras. No dejas de ser un niño curioso y entrometido– Respondió frívolamente el hombre –Ve a donde perteneces– El ruido de un cristal quebrándose lo advirtió, creo una barrera que impidiese la salida de cualquier señal vital, a excepción de los visual así ella no podría ni escucharlo ni olerlo, por mera bendición una rata la entretenía. Observo un tanto asqueado, al parecer tenía hambre, de no ser así ya lo fuese pillado por el rabillo del ojo.
*¿Te sanaras inmediatamente de esto también?* Expandió a un radio considerado el campo de fuerza, de manera que no quedara salida. Con raros movimientos marciales y poses de mano acumulo energía eléctrica en una esfera –Fiat Lux– ya cargado sus dedos retorcieron y se dirigieron hacia la desnuda emanando así el mortífero ataque cargado de sentimientos de rabia e impotencia, sin razón alguna, sin ser ella culpable de nada, todo por experimentar.
Eliphas Leví- Hechicero Clase Alta
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
Creer que un enemigo débil no puede dañarnos es creer que una chispa no puede causar un incendio..
Proverbio Hindu
Veía el ratoncito asustado entre sus manos, tratando de moverse energéticamente, en busca de una libertad que no tendría, Zuriñe podría sentir su corazoncito bombeando de forma esquizofrénica, mientras se mantenía tranquila, mirando como su alimento, comenzaba a perder las esperanzas y sucumbir a la cruel realidad de la cadena alimenticia. No le importaba sentir que había bajado tanto de extracto social, con su familia en Inglaterra, nunca había tenido que sufrir de hambre, pero el tiempo había pasado y Valentine había quedado atrás, ya no había rastro de aquella jovencita fina, que había sido criada para ser una buena esposa, ahora lo único que había era una joven de aspecto inocente que iba por el mundo mostrando sus dotes.Proverbio Hindu
Un fuerte dolor, le recorrió cada fibra de su cuerpo, hizo que soltara al animalillo, quien salió corriendo desesperado para alejarse, por suerte para el roedor, no había llegado a él ningún efecto secundario del ataque. la cambiante giro su cuerpo hacia donde estaría aquel hombre que le había dado cobijo y ayudado, aunque ella se había negado porque sentía que no había falta. ¿La estaba atacando por detrás? Sus ojos se abrieron en par en par y con aquella alma de niña inocente que tenia, no podía creer lo que estaba sucediendo.
Su cuerpo comenzaba a convulsionar, todo en su visión se volvió lento, su movilidad se comenzó a ver afectada, se sentía cada vez más pesada y su corazón bombeaba cada vez más lento, hasta que su ritmo pareció verse afectado y seguía siendo irregular. Sus extremidades se estremecieron, pero se concentro completamente en mantenerlos activos. ¿Qué era lo que pensaba aquella joven? Escapar del peligro inminente que estaba a una gran aproximación. Sus pies se movieron, dando un salto y comenzar a correr torpemente por aquel pasillo, apoyándose en las paredes.
— ¿! Qué ha hecho!? — pregunto en una exclamación. Sus ojos llorosos estaban llorosos, decepcionada, asustada, buscando alejarse de aquel hombre que la había traicionado, así de simple — Al final solamente era un lobo con piel de oveja — susurro mientras miraba desesperada hacia los lados, en busca de alguna salida improvisada, pero lo único que veía eran paredes y mas paredes — Por eso siempre he pensado que las bestias son al almas que poseen estos cuerpos, no los nobles animales — giro su cuerpo, sintiendo como su corazón volvía a la normalidad y haciendo que todo en su cuerpo comenzara a volver a funcionar bien. Ella no era de combatir, aunque tuviera la fuerza, la habilidad y la rapidez necesaria para hacerle la vida difícil, odiaba la sangre, apenas soportaba sus heridas, porque sabía que se regenerarían fácilmente, pero la de otra persona que no fuera igual a ella, sería otra historia.
—Déjeme ir, Traidor — susurro, comenzando a sentir como la claustrofobia la atacaba, su cuerpo temblaba, ya no sentía dolor por la carga eléctrica, ya había desaparecido casi toda, pero ahora lo que sentía era peor que aquellas heridas internas que terminaban de regenerarse. Daba ciertos pasos hacia atrás, temiendo que este quisiera acercarse, era mejor no tentarla, aunque no quisiera combatir, su instinto animal la llevaba a la supervivencia y como tal, su cuerpo reaccionaria al acto de sentir cualquier otro ataque mal intencionado.
Zuriñe- Cambiante Clase Baja
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
Traidor, imbécil, tan repleto de la misma mierda contra la que profesas, tan infantil y perdido en sus propios deseos, en su único interés en su maldita avaricia de querer ser una especie de Dios y querer saberlo todo, asqueroso ser… te repudio. Era lo que su ser consiente le decía, había entrado en una especie de transe al observar el daño que había hecho y aun peor así mismo, no lo comprendía y aun ¿qué había de comprender? Ya había realizado el daño, ya la locura venenosa lo había segado, ¿alguna explicación? ¿Un ente demoniaco?, ¿falta de limpieza energética?, no. Era el mismo, no había nadie a quien culpar, no había factor externo que infringiera, a lo contrario tenia severas advertencias.
Si ella podía regenerarse y transformarse en un ave ciertamente podría darle el más doloroso puñetazo, que bien ubicado le podría causar la más ridícula muerte… El pulso le temblaba, notaba como ella se ubicaba en alerta, eran como dos bestias estudiándose, como un par de pistoleros viendo el mínimo movimiento en falso y el tenia la desventaja, era el peor por provocar un llanto no merecido, otra enemiga más. Era momento de actuar, llevo su palma izquierda a su boca de manera lenta, mientras la derecha la ponía en frente en seña de “alto” recito susurros, al oído humano, a su interior un poderoso conjuro para salir del actual lio.
–Está hecho…– pronuncio sin apartar la mirada de la joven, ahora prácticamente podía materializar sus ilusiones, es decir que su arte no era simplemente abstracto mientras podía durar, o hasta donde su capacidad diera. Debía ser rápido, no tenía mucha reserva que se diga. Cerró los ojos y de su palma derecha emano una luz repugnante, encandecerte, aturdidora, que tenia características de olor y sonido. Olía a carne podrida y el sonido era el de muchas voces gritando y lamentándose. Todo era para que la mujer desnudad y blanca perdiese el control, despego los parpados y sin dejar de realizar el conjuro corrió hasta donde ella estaba, no la podía ver del todo bien, más su silueta era descifrable, minoritariamente también se veía afectado por el escándalo sensorial.
La mano derecha prácticamente llego al rostro de Zuriñe, aprovechando la confusión la cogió con tenacidad por el cabello por consiguiente una descarga eléctrica, su atmokinesis también le ayudaría. Creía que tenía todo bajo control, la sorpresa fue cuando siente un puñetazo inverso que le hizo girar el rostro a 180° seguidamente una patada en el pecho lo hizo levitar por cuestión de un segundo, quizá también sintió aruños o algo similar, no sabía. Los golpes evaporaron todo tipo de concentración, y ya tenía un par de tetas furiosas dispuestas a destrozarlo, sus dedos dibujaron el conocido mudra karana, con el cual pudo expandir una esférica barrera protectora, la cual debía alimentar continuamente pues la mujercilla no dejaba de golpearla con la fuerza de una mole.
Estaba arrinconado pero protegido, como el niño que teme al demonio bajo la cama y se oculta a rezar bajo su sabana. A medida que transcurría la riña la esfera aumentaba el tamaño, al punto que rompió un de las ventanas. La mujer se detuvo, miro a Leonardo con ojos odiosos, como si en ellos hubiese fuego del sheol, hizo esa extraña trasmutación y se fue volando por la quebrada. Rosa Negra estaba exhausto, con esfuerzo se cercioró de que el ave blanca ya estaba lo suficientemente alejada como para dejarse tumbar al piso.
*************** Pasado tres meses **********************
Iba el de cabellera larga, sin su caballo, solitario de vestimenta negra y abrigada, se dirigía con un bolsa cargada de especias, camino a su campestre hogar se detiene un momento y observa al menos una docena de barrigones hombres velludos, algunos moreteados y sangrados, pero no perdían las fuerzas. Se alarmo, pero la figura de una mujer blanca y desnuda llamo su atención aun más.
Si ella podía regenerarse y transformarse en un ave ciertamente podría darle el más doloroso puñetazo, que bien ubicado le podría causar la más ridícula muerte… El pulso le temblaba, notaba como ella se ubicaba en alerta, eran como dos bestias estudiándose, como un par de pistoleros viendo el mínimo movimiento en falso y el tenia la desventaja, era el peor por provocar un llanto no merecido, otra enemiga más. Era momento de actuar, llevo su palma izquierda a su boca de manera lenta, mientras la derecha la ponía en frente en seña de “alto” recito susurros, al oído humano, a su interior un poderoso conjuro para salir del actual lio.
–Está hecho…– pronuncio sin apartar la mirada de la joven, ahora prácticamente podía materializar sus ilusiones, es decir que su arte no era simplemente abstracto mientras podía durar, o hasta donde su capacidad diera. Debía ser rápido, no tenía mucha reserva que se diga. Cerró los ojos y de su palma derecha emano una luz repugnante, encandecerte, aturdidora, que tenia características de olor y sonido. Olía a carne podrida y el sonido era el de muchas voces gritando y lamentándose. Todo era para que la mujer desnudad y blanca perdiese el control, despego los parpados y sin dejar de realizar el conjuro corrió hasta donde ella estaba, no la podía ver del todo bien, más su silueta era descifrable, minoritariamente también se veía afectado por el escándalo sensorial.
La mano derecha prácticamente llego al rostro de Zuriñe, aprovechando la confusión la cogió con tenacidad por el cabello por consiguiente una descarga eléctrica, su atmokinesis también le ayudaría. Creía que tenía todo bajo control, la sorpresa fue cuando siente un puñetazo inverso que le hizo girar el rostro a 180° seguidamente una patada en el pecho lo hizo levitar por cuestión de un segundo, quizá también sintió aruños o algo similar, no sabía. Los golpes evaporaron todo tipo de concentración, y ya tenía un par de tetas furiosas dispuestas a destrozarlo, sus dedos dibujaron el conocido mudra karana, con el cual pudo expandir una esférica barrera protectora, la cual debía alimentar continuamente pues la mujercilla no dejaba de golpearla con la fuerza de una mole.
Estaba arrinconado pero protegido, como el niño que teme al demonio bajo la cama y se oculta a rezar bajo su sabana. A medida que transcurría la riña la esfera aumentaba el tamaño, al punto que rompió un de las ventanas. La mujer se detuvo, miro a Leonardo con ojos odiosos, como si en ellos hubiese fuego del sheol, hizo esa extraña trasmutación y se fue volando por la quebrada. Rosa Negra estaba exhausto, con esfuerzo se cercioró de que el ave blanca ya estaba lo suficientemente alejada como para dejarse tumbar al piso.
*************** Pasado tres meses **********************
Iba el de cabellera larga, sin su caballo, solitario de vestimenta negra y abrigada, se dirigía con un bolsa cargada de especias, camino a su campestre hogar se detiene un momento y observa al menos una docena de barrigones hombres velludos, algunos moreteados y sangrados, pero no perdían las fuerzas. Se alarmo, pero la figura de una mujer blanca y desnuda llamo su atención aun más.
Eliphas Leví- Hechicero Clase Alta
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Re: Estas heridas no pueden matarme [Privado]
“En un incendio sin explicación, hay un silencio del tamaño del cielo.”
—Oswald de Andrade
—Oswald de Andrade
No quitaba la mirada de su cuerpo, necesitaba estar atenta de sus músculos, de sus movimientos, para poder reaccionar, pero la verdad es que Zuriñe era muy lenta, inexperta en el área de combate, mucho más el de cuerpo a cuerpo, tal vez las aéreas, en donde un ave buscara malograrla, en esas batallas, si podría defenderse con garras y picotazos, pero le era casi imposible, pensar cómo iba a lograr salir de esto, si su enemigo era un habilidoso mago. La naturaleza de Zuriñe, la hizo dudar, ladeando la cabeza mientras veía aquella palma alzada, había bajado la guardia, teniendo la estúpida esperanza que el hombre solamente quería disculparse y dejarla ir, tal vez curarla de las heridas que el mismo proporciono, pues ella sabía que le no era un hombre malo, aunque tuviera ese aspecto desaliñado, de bárbaro, con aquella cabellera tan larga, en su aura no se veía ni una pizca de verdadera maldad; todos tenían maldad en sus corazones, unos se les notaba mas, pues estaban impregnados con ella hasta que cubría gran parte de su cuerpo. Al parecer podría equivocarse.
Lo vio correr hacia ella, retrocedió unos cuantos pasos, dispuesta a correr, ese era su primera opción, pero no pudo ni quiera intentar girar su cuerpo, cuando ya la palma de su mano estaba en su rostro, aferrándose fuertemente a ella. Un grito desgarrador la aturdía notablemente, su cuerpo temblaba, la corriente se mezclaba con el dolor de oídos, que sentía que podía llegar a sangrar, sus ojos también parecían haber sido afectados, los cuales comenzaron a llorar incontrolablemente, mientras que su nariz colapsaba, por un olor tan fétido, que su estomago comenzaba a revolverse; naturalmente era carroñera, comía cualquier cosa, pero ese olor iba mas allá de lo que pudiera soportar. No sabía si lloraba ella o era producto del descontrol motor que en esos momentos tenia.
Todo aquello había logrado que Zuriñe entrara en una especie de instinto animal, aun mas agudizado, normalmente no se presentaba cuando era una humana, pues los humanos siempre eran mas metódicos, pero con su vista, olfato y oídos; hasta en su boca había efectos colaterales. Se vieron afectados, todo lo que quedaba era valerse del impulso meramente animal. Fue así como se descontrolo, volviéndose una completa salvaje, logro dar un golpe certero al hombre, no le importo donde fue, pero pudo sentir su puño tocaba algo carnoso, su mirada borrosa, encontró a la figura, lo que le permitió patearlo en el pecho, alejándolo unos pocos metros por la fuerza, pero no se quedo allí, se abalanzo como fiera hacia él, propinando golpes, rasguños y hasta mordidas, por todo lo que pudiera tocar y que sintiera que era Leonardo.
Grito sumamente enfurecida, cuando sintió que algo lo alejaba de su blanco, lo golpeaba con furia, con intensiones de quebrar fuere lo que fuere que estuviera allí, pues se veía insabible, veía a Leonardo, mas no podía llegar a tocarlo, eso le producía una ciega gira y aumentaba las ganas de seguir golpeándolo. Cada vez mas lo alejaba de el, ella solamente se movía de un lado a otro, como buscando un punto débil y seguir de allí, pero retrocedía, sentía que algo la hacía retroceder, evitando que avanzara, al final, escucho como algo se rompía y detuvo los golpes, miro la ventaba, parecía ser una salida, volvió a dedicarle una mirada al brujo, que parecía estar muy lejos de ella, debatió si debía tratar de romper, fuere lo que fuere, que lo estuviera protegiendo, pero no, opto por transformarse en una lechuza y salir volando de ese lugar, hacia su libertad.
Tres meses después… Es extraño cómo un encuentro puede hacer que todo cambie
Zuriñe- Cambiante Clase Baja
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