AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El nuevo latido del corazón [Leandro]
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El nuevo latido del corazón [Leandro]
Estaba sentada en el sillón principal de la biblioteca, con las gafas de vista puestas, leyendo un libro sobre la formación de los fetos en el vientre materno; según aquel manuscrito, el bebé ya tenía doce semanas y tenía el tamaño de un limón, también sería capaz de escuchar el latido de su corazón o notar su pulso con una mano. Fue lo que hice, creyéndome a solas, me levanté la falda hasta encontrarme con la propia piel de mi estómago, la palpé y recostándome sobre el sillón, intenté relajarme para poder escucharlo.
Inspiraba, contenía la respiración, inspiraba, contenía al respiración...y de repente, ahí estaba, un pulso leve y entrecortado, demasiado débil para ser el mío. Solté una carcajada, emocionada, aquello era lo más increíble que había notado hasta ahora.
- ¡Ay, es verdad, estás ahí! - grité como una loca.
Salí de la biblioteca corriendo, atravesando el pasillo principal con el nombre de Leandro en la boca, esperando que este apareciese en cualquier rincón, como solía hacer a menudo.
¿Dónde estaba cuando realmente le necesitaba?
- ¡Leandro! ¡Leandro! ¡Acabo de notar su corazón!
Inspiraba, contenía la respiración, inspiraba, contenía al respiración...y de repente, ahí estaba, un pulso leve y entrecortado, demasiado débil para ser el mío. Solté una carcajada, emocionada, aquello era lo más increíble que había notado hasta ahora.
- ¡Ay, es verdad, estás ahí! - grité como una loca.
Salí de la biblioteca corriendo, atravesando el pasillo principal con el nombre de Leandro en la boca, esperando que este apareciese en cualquier rincón, como solía hacer a menudo.
¿Dónde estaba cuando realmente le necesitaba?
- ¡Leandro! ¡Leandro! ¡Acabo de notar su corazón!
Gaia Cavallari- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 07/05/2013
Localización : Paris
Re: El nuevo latido del corazón [Leandro]
Me encontraba concentrado en mi despacho, atendiendo los asuntos de mis fábricas, nuestra... mi principal fuente de ingresos. Debía enviar varias cartas con varias confirmaciones comerciales firmadas y similares, leyendo contratos, acuerdos y números. Debía mantener mis negocios a flote, en especial ahora que tendríamos un tercer miembro en la familia. Pensar en él, o ella, era lo único que me hacía sonreír últimamente, lo único que tenía para evadirme de todo lo demás. Deseaba que fuera un niño, pero una niña sería igualmente bien recibida. Gaia quería llamarle Gabriel, o Ella... no le negaría eso. Ninguno de esos nombres me desagradaba, y en cualquier caso no iniciaría ningún debate con ella sobre ese tema.
Escuché de pronto sus gritos, llamándome.Con el pensamiento de que algo grave ocurría, me desplacé inmediatamente hasta el lugar donde ella se encontraba, notablemente alterado por sus gritos.
-¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado?
Mi mirada la sometió a escrutinio, pero nada malo ocurría. Era, simplemente la emoción al escuchar la vida que se gestaba dentro de ella. Me resultaba extraño que algo que había ocurrido "por mi culpa" le causara aquella felicidad. ¿Realmente estaba cambiado Gaia? Esperaba que así fuera pero, por el momento, no pude sino compartir por primera vez su sonrisa. Nuestro hijo estaba vivo y sano, con un corazón palpitante desarrollándose al mismo tiempo que su pequeño cuerpo. Habían pasado doce semanas, tiempo que contaba día tras día sin descanso y, cada uno de ellos, me sentía más impaciente ante la llegada del momento del parto.
Observé su vientre, el cual ya se apreciaba algo más hinchado, todavía con aquella sonrisa en el rostro. Le devolví la mirada a ella, a sus ojos. Necesitaba escucharlo. Saber que estaba ahí. Sentirlo.
-¿Puedo...?
Escuché de pronto sus gritos, llamándome.Con el pensamiento de que algo grave ocurría, me desplacé inmediatamente hasta el lugar donde ella se encontraba, notablemente alterado por sus gritos.
-¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado?
Mi mirada la sometió a escrutinio, pero nada malo ocurría. Era, simplemente la emoción al escuchar la vida que se gestaba dentro de ella. Me resultaba extraño que algo que había ocurrido "por mi culpa" le causara aquella felicidad. ¿Realmente estaba cambiado Gaia? Esperaba que así fuera pero, por el momento, no pude sino compartir por primera vez su sonrisa. Nuestro hijo estaba vivo y sano, con un corazón palpitante desarrollándose al mismo tiempo que su pequeño cuerpo. Habían pasado doce semanas, tiempo que contaba día tras día sin descanso y, cada uno de ellos, me sentía más impaciente ante la llegada del momento del parto.
Observé su vientre, el cual ya se apreciaba algo más hinchado, todavía con aquella sonrisa en el rostro. Le devolví la mirada a ella, a sus ojos. Necesitaba escucharlo. Saber que estaba ahí. Sentirlo.
-¿Puedo...?
Leandro Cavallari- Fantasma
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 07/05/2013
Re: El nuevo latido del corazón [Leandro]
Podría casi asegurar que aquel pequeño detalle había cambiado todo. Estaba fuera de sí, demasiado emocionada como para contener la emoción que sentía y que seguramente Leandro compartiría. No me importaba que lo detestase o lo aborreciese, no estaba pensando en él cuando sonreía como una tonta por haber escuchado el latido de su corazón.
Tampoco me lo pensé cuando me pidió poder escucharlo. Lo cogí de la chaqueta, arrastrándolo hasta mi habitación y allí cerré la puerta, esperando que ningún empleado osase asomarse por curiosidad.
- Tienes que estar muy callado, yo solo noté el pulso, puede que tú puedas oírlo. Por razones obvias yo no puedo pegar la oreja a mi propia barriga.
Sin pensar en la vergüenza, me levanté la falda como lo había hecho anteriormente y me recosté ligeramente en la cama, para que el pudiese pegar la oreja a la piel del abultado vientre.
-Vale, venga, pega la oreja pero no te acostumbres...
Inspiré, contuve la respiración...
Tampoco me lo pensé cuando me pidió poder escucharlo. Lo cogí de la chaqueta, arrastrándolo hasta mi habitación y allí cerré la puerta, esperando que ningún empleado osase asomarse por curiosidad.
- Tienes que estar muy callado, yo solo noté el pulso, puede que tú puedas oírlo. Por razones obvias yo no puedo pegar la oreja a mi propia barriga.
Sin pensar en la vergüenza, me levanté la falda como lo había hecho anteriormente y me recosté ligeramente en la cama, para que el pudiese pegar la oreja a la piel del abultado vientre.
-Vale, venga, pega la oreja pero no te acostumbres...
Inspiré, contuve la respiración...
Gaia Cavallari- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 07/05/2013
Localización : Paris
Re: El nuevo latido del corazón [Leandro]
Su agarre me tomó desprevenido, más todavía cuando éste me llevaba a su habitación. Comprendí entonces el motivo: le avergonzaba que alguien la viese de aquella forma conmigo. Especialmente Cécile, suponía. No le di importancia porque no quería dársela. Iba a dejarme hacerlo... sin más. Definitivamente, algo en ella comenzaba a cambiar.
Ella se tendió en la cama, alzando su falda sin que aquello pareciera importarle en esta ocasión. ¿De verdad quería compartir ese momento conmigo sin más? No tenía nada de lo que quejarme, y esperaba que su humor siguiera así. Me acerqué a ella, sentándome a su lado en la cama. Quería probar algo en esta ocasión. Mi tacto era frío, helado... pero podía camuflarlo con una ilusión, hacerlo cálido a sus sentidos. me concentré para mantener tanto mi corporeidad como la ilusión, pasando una mano por su vientre para, a continuación, acercar a él mi oído, posándolo sobre su tibia piel. Al principio no escuché nada. Solo la respiración de Gaia. Su estómago subía y bajaba rítmicamente bajo mi rostro. Cerré los ojos, tratando e centrarme en la búsqueda de ese latido. Pasaron unos segundos... pero ahí estaba. Lo estaba escuchando.
-Lo oigo... lo estoy oyendo...
No me separé todavía de su vientre, asegurándome de guardar en la memoria aquél débil latido. No quería pensar en lo que ocurriría una vez naciera. En cómo alguien como yo podría realizar sus labores de padre. Porque una eternidad de mentiras era imposible. El cuerpo con el que debía de haber pasado el tiempo junto a ese niño se encontraba pudriéndose en alguna parte de los jardines. No quería pensar en ello, ahora no... dejar el odio que sentía hacia Gaia de lado, aunque fuese durante unos segundos, para poder disfrutar del sonido que guardaba en su vientre. Me percaté de aquella lágrima que brotaba de mis ojos, mezcla de amargura y felicidad. Sentimientos que encontraba de nuevo, de una forma distinta, "viviéndolos sin vida".
Carraspeé, apartándome y ocultando aquello rápidamente, devolviéndole a continuación la mirada.
-Tienes que comer más, estos días no he visto que lo hicieras adecuadamente. Además, me he encargado de dejar a buen recaudo las llaves de las bodegas. Si quieres algo distinto de beber, las naranjas del jardín han madurado. El zumo os sentará bien y evitará que vuelvas a enfermar.
Ella se tendió en la cama, alzando su falda sin que aquello pareciera importarle en esta ocasión. ¿De verdad quería compartir ese momento conmigo sin más? No tenía nada de lo que quejarme, y esperaba que su humor siguiera así. Me acerqué a ella, sentándome a su lado en la cama. Quería probar algo en esta ocasión. Mi tacto era frío, helado... pero podía camuflarlo con una ilusión, hacerlo cálido a sus sentidos. me concentré para mantener tanto mi corporeidad como la ilusión, pasando una mano por su vientre para, a continuación, acercar a él mi oído, posándolo sobre su tibia piel. Al principio no escuché nada. Solo la respiración de Gaia. Su estómago subía y bajaba rítmicamente bajo mi rostro. Cerré los ojos, tratando e centrarme en la búsqueda de ese latido. Pasaron unos segundos... pero ahí estaba. Lo estaba escuchando.
-Lo oigo... lo estoy oyendo...
No me separé todavía de su vientre, asegurándome de guardar en la memoria aquél débil latido. No quería pensar en lo que ocurriría una vez naciera. En cómo alguien como yo podría realizar sus labores de padre. Porque una eternidad de mentiras era imposible. El cuerpo con el que debía de haber pasado el tiempo junto a ese niño se encontraba pudriéndose en alguna parte de los jardines. No quería pensar en ello, ahora no... dejar el odio que sentía hacia Gaia de lado, aunque fuese durante unos segundos, para poder disfrutar del sonido que guardaba en su vientre. Me percaté de aquella lágrima que brotaba de mis ojos, mezcla de amargura y felicidad. Sentimientos que encontraba de nuevo, de una forma distinta, "viviéndolos sin vida".
Carraspeé, apartándome y ocultando aquello rápidamente, devolviéndole a continuación la mirada.
-Tienes que comer más, estos días no he visto que lo hicieras adecuadamente. Además, me he encargado de dejar a buen recaudo las llaves de las bodegas. Si quieres algo distinto de beber, las naranjas del jardín han madurado. El zumo os sentará bien y evitará que vuelvas a enfermar.
Leandro Cavallari- Fantasma
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 07/05/2013
Re: El nuevo latido del corazón [Leandro]
Desde allí, yo solo podía escuchar mi corazón, latiendo acelerado. Cerré los ojos, intentando no pensar en lo que estaba haciendo. En ocasiones como aquella, la conciencia me sacudía, planteándomelo todo. ¿Estaba haciendo bien? ¿Había hecho bien? Porque siempre hubo una cosa que estuvo clara: había privado al niño de tener un padre. Como excusa, hube deducido que se comportaría de la misma forma con el bebé como lo había hecho conmigo. Pero...¿Y si no era así? ¿Y si a pesar de odiarme en realidad amase a su hijo sobre todas las cosas? Tragué saliva, no podía hacerme a la idea de haber cometido ese fatal error. Le miré y vi aquella lagrimilla caer, rozando su mejilla. Yo solo pude permanecer en silencio, con un nudo en la garganta que me impedía hablar.
¿Qué me ocurría? Yo no era así. Nunca había pensado en el por qué. Nunca me había interesado como Leandro se sintiese ante mis comentarios o actos. ¿Por qué de repente tenía que cambiar esta situación? Eramos las mismas personas, lo único que había cambiado era el vínculo que nos mantenía juntos.
Me tapé cuando hubo terminado, reincorporándome para sentarme sobre la cama. No sabía que decir, en momentos como aquel, sobraban todas las palabras, yo me sometía a ellas, era esclava de mis propios actos y consecuencias.
A continuación, me atacó y yo deduje que insinuaba que había estado bebiendo alcohol durante el embarazo. Aquello era falso, no había probado gota de aquel elixir desde que había conocido mi estado. Me alimentaba a base de guisos, zumos de naranja y pan, no soportaba la carne, por alguna razón que se escapaba a mi entender.
Respiré profundamente, intentando no seguirle el juego. No iba a discutir, a pesar de que estuviese llamándome descuidada y mala madre. Me recordaba al día de su muerte, cómo se había reído de mí, insinuando que estaba gorda cuando era su hijo, creciendo en mis entrañas. Cuán cruel podía resultar eso.
- No he bebido alcohol en todo el embarazo, Leandro, si es lo que insinúas. Estoy recluida aquí como si fuese tu esclava pero no desahogo mis penas con el alcohol. No soy tonta, he leído lo que es malo para el niño.
Resoplé, negándole la mirada. A menudo funcionaba. Su rabia provocaba mi reacción, su odio llevaba a más odio por mi parte. Eramos la dos caras de una misma moneda, destinadas a estar enfrentadas siempre, ninguno de los dos podía existir mientras el otro estuviese presente. Yo había sido consciente de ello y por ello, su cuerpo yacía oculto en algún lugar de nuestro jardín. Sentí arcadas. No podía recordarlo. ¿Qué le iba a decir al bebé, que aún estando en mi vientre enterré a su padre con mis propias manos?
Por el demonio. Para. No dejes que me arrepienta de mis propios actos. Soy yo, no he cambiado, sigo siendo yo.
Miré hacia la ventana. ¿Sabría él que era débil ante mis propios pensamientos por aquel silencio que se había hecho entre nosotros? Ya no tenía reproches que echarle en cara, ni insultos que poder dedicarle. Por alguna razón, los había olvidado. Me abracé a mí misma, rodeando mi barriga con ambas manos, mostrando cariño, por si el bebé era capaz de sentir aquello. Necesitaba que me quisiese, que cuando saliese de mi propio vientre, lo hiciese sabiendo que yo era su madre. No quería que Leandro lo separase de mí...¿Lo haría?
- No deseo que tenga una institutriz. Quiero criarlo, yo le enseñaré lo que necesita saber. Aprenderá de las artes de la nigromancia cuando sea capaz de mantener las apariencias de cara a la sociedad, no podemos arriesgarnos a que la Inquisición nos descubra.
¿Qué me ocurría? Yo no era así. Nunca había pensado en el por qué. Nunca me había interesado como Leandro se sintiese ante mis comentarios o actos. ¿Por qué de repente tenía que cambiar esta situación? Eramos las mismas personas, lo único que había cambiado era el vínculo que nos mantenía juntos.
Me tapé cuando hubo terminado, reincorporándome para sentarme sobre la cama. No sabía que decir, en momentos como aquel, sobraban todas las palabras, yo me sometía a ellas, era esclava de mis propios actos y consecuencias.
A continuación, me atacó y yo deduje que insinuaba que había estado bebiendo alcohol durante el embarazo. Aquello era falso, no había probado gota de aquel elixir desde que había conocido mi estado. Me alimentaba a base de guisos, zumos de naranja y pan, no soportaba la carne, por alguna razón que se escapaba a mi entender.
Respiré profundamente, intentando no seguirle el juego. No iba a discutir, a pesar de que estuviese llamándome descuidada y mala madre. Me recordaba al día de su muerte, cómo se había reído de mí, insinuando que estaba gorda cuando era su hijo, creciendo en mis entrañas. Cuán cruel podía resultar eso.
- No he bebido alcohol en todo el embarazo, Leandro, si es lo que insinúas. Estoy recluida aquí como si fuese tu esclava pero no desahogo mis penas con el alcohol. No soy tonta, he leído lo que es malo para el niño.
Resoplé, negándole la mirada. A menudo funcionaba. Su rabia provocaba mi reacción, su odio llevaba a más odio por mi parte. Eramos la dos caras de una misma moneda, destinadas a estar enfrentadas siempre, ninguno de los dos podía existir mientras el otro estuviese presente. Yo había sido consciente de ello y por ello, su cuerpo yacía oculto en algún lugar de nuestro jardín. Sentí arcadas. No podía recordarlo. ¿Qué le iba a decir al bebé, que aún estando en mi vientre enterré a su padre con mis propias manos?
Por el demonio. Para. No dejes que me arrepienta de mis propios actos. Soy yo, no he cambiado, sigo siendo yo.
Miré hacia la ventana. ¿Sabría él que era débil ante mis propios pensamientos por aquel silencio que se había hecho entre nosotros? Ya no tenía reproches que echarle en cara, ni insultos que poder dedicarle. Por alguna razón, los había olvidado. Me abracé a mí misma, rodeando mi barriga con ambas manos, mostrando cariño, por si el bebé era capaz de sentir aquello. Necesitaba que me quisiese, que cuando saliese de mi propio vientre, lo hiciese sabiendo que yo era su madre. No quería que Leandro lo separase de mí...¿Lo haría?
- No deseo que tenga una institutriz. Quiero criarlo, yo le enseñaré lo que necesita saber. Aprenderá de las artes de la nigromancia cuando sea capaz de mantener las apariencias de cara a la sociedad, no podemos arriesgarnos a que la Inquisición nos descubra.
Gaia Cavallari- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 07/05/2013
Localización : Paris
Re: El nuevo latido del corazón [Leandro]
No hice comentario alguno ante su acusación, no tenía nada nuevo que decir al respecto y aunque así fuera lo guardaría para mi. Tenía que aprender a soportarla. A ella, a la inmunda hiena que me quitó la vida. Porque eso podía quitármelo, pero jamás permitiría que se llevase a mi hijo. Quizás ese, y no otro, era mi asunto pendiente. Quizás había malinterpretado el "mensaje"...
-Estoy de acuerdo en no contratar a una institutriz. Podrás actuar como su maestra hasta que tenga edad suficiente para aprender las artes de la nigromancia, entonces tomaré el relevo en su enseñanza.-al percatarme de que el tono empleado era demasiado impositivo, traté de suavizarlo.- ¿Estás de acuerdo?
Sinceramente, no me importaba lo que ella dijera al respecto, pero debía hacer un esfuerzo para reducir los conflictos con Gaia al mínimo. Cuanto menos escuchase sus insoportables quejas y victimismos, mejor. Y había cierta cuestión que debía tratar con ella, cuanto antes posible. Ella debía concienciarse.
-Debemos poner un término medio entre ambos. No quiero que nuestro hijo crezca entre nuestras discusiones. Así pues, te pregunto esto sin mayor intención que la de lograr lo mejor para él: cuando nazca, ¿qué papel interpretaremos? Sabes perfectamente que no me marcharé, por mucho que te pese. Y eso significa que ambos tendremos que interpretar un papel. Uno en el que podamos conseguir lo mejor para nuestro primogénito.
Ella debía ceder, no tendría más remedio. Acceder a comportarse como se espera de una madre en el seno familiar y dar ejemplo con ello. Ambos debíamos llegar a un acuerdo, pero ella lo sabía bien: sin mi jamás podría criar al bebé. Y aunque la odiara, yo también debía poner de mi parte para favorecer la interpretación de nuestro papel. Uno que ambos debíamos ensayar, pues debíamos convertirnos en grandes actores.
-Estoy de acuerdo en no contratar a una institutriz. Podrás actuar como su maestra hasta que tenga edad suficiente para aprender las artes de la nigromancia, entonces tomaré el relevo en su enseñanza.-al percatarme de que el tono empleado era demasiado impositivo, traté de suavizarlo.- ¿Estás de acuerdo?
Sinceramente, no me importaba lo que ella dijera al respecto, pero debía hacer un esfuerzo para reducir los conflictos con Gaia al mínimo. Cuanto menos escuchase sus insoportables quejas y victimismos, mejor. Y había cierta cuestión que debía tratar con ella, cuanto antes posible. Ella debía concienciarse.
-Debemos poner un término medio entre ambos. No quiero que nuestro hijo crezca entre nuestras discusiones. Así pues, te pregunto esto sin mayor intención que la de lograr lo mejor para él: cuando nazca, ¿qué papel interpretaremos? Sabes perfectamente que no me marcharé, por mucho que te pese. Y eso significa que ambos tendremos que interpretar un papel. Uno en el que podamos conseguir lo mejor para nuestro primogénito.
Ella debía ceder, no tendría más remedio. Acceder a comportarse como se espera de una madre en el seno familiar y dar ejemplo con ello. Ambos debíamos llegar a un acuerdo, pero ella lo sabía bien: sin mi jamás podría criar al bebé. Y aunque la odiara, yo también debía poner de mi parte para favorecer la interpretación de nuestro papel. Uno que ambos debíamos ensayar, pues debíamos convertirnos en grandes actores.
Leandro Cavallari- Fantasma
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 07/05/2013
Re: El nuevo latido del corazón [Leandro]
- ¿Bromeas, verdad? ¿Te das cuenta de que todo lo que sale de tu boca se convierte en una amenaza? Estás equivocado si crees voy a dejar que le enseñes nigromancia solo. ¿Recuerdas que yo también la practico, verdad? ¿Crees que no soy lo suficientemente buena? Tu no eres corpóreo, no eres nada ya.
Negué , estaba loco. ¿Quería matar al niño con aquellas amenazas o qué?
- No puedes evitarlo, el cuerpo te pide que sigas provocándome. No te importa cómo me sienta, lo sé, pero al menos contrólate hasta que el bebé nazca. Entonces podrás hacerme la vida imposible si sigo con vida.
Porque después de la última gripe, me había vuelto débil, siempre estaba agotada y había perdido el apetito definitivamente. Era probable que con el parto, tuviese complicaciones por la pérdida de sangre y la muerte me acechase tras dar a luz al niño. Aquello probablemente provocaba la felicidad de Leandro.
-Sé que te alegraría que yo no saliese con vida pero si sobrevivo, las cosas serán como siempre, nos ignoraremos mutuamente, tu serás el padre de mi hijo, eso es todo.
Negué , estaba loco. ¿Quería matar al niño con aquellas amenazas o qué?
- No puedes evitarlo, el cuerpo te pide que sigas provocándome. No te importa cómo me sienta, lo sé, pero al menos contrólate hasta que el bebé nazca. Entonces podrás hacerme la vida imposible si sigo con vida.
Porque después de la última gripe, me había vuelto débil, siempre estaba agotada y había perdido el apetito definitivamente. Era probable que con el parto, tuviese complicaciones por la pérdida de sangre y la muerte me acechase tras dar a luz al niño. Aquello probablemente provocaba la felicidad de Leandro.
-Sé que te alegraría que yo no saliese con vida pero si sobrevivo, las cosas serán como siempre, nos ignoraremos mutuamente, tu serás el padre de mi hijo, eso es todo.
Gaia Cavallari- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 48
Fecha de inscripción : 07/05/2013
Localización : Paris
Re: El nuevo latido del corazón [Leandro]
-Dime solo una cosa, Gaia… ¿Eres sorda?
No importaba lo que dijera, cualquier cosa para ella era tomada por un ataque. ¿Cuándo la había provocado ésta vez? ¡Intentaba llegar a un maldito acuerdo con esa bestia! Pero las bestias no razonan. Solo arrasan con lo que tienen delante, guiándose por sus instintos, por su egoísmo. Para Gaia era imposible ver más allá de sus narices, solo se preocupaba por ella misma, y no parecía dispuesta a llegar a ningún acuerdo por el bien de nuestro hijo. Me aparté de ella, furioso, conteniendo esa furia para no responderla de mala manera.
-Avísame cuando estés dispuesta a hablar como una persona. Hasta entonces invierte el tiempo en ejercicios de relajación, no te vendrán mal.
Sin más que decir, desaparecí de la habitación pero no para volver a mi despacho. Saldría a los jardines. En ese momento soportaba menos que nunca estar en la misma casa que mi mujer.
No importaba lo que dijera, cualquier cosa para ella era tomada por un ataque. ¿Cuándo la había provocado ésta vez? ¡Intentaba llegar a un maldito acuerdo con esa bestia! Pero las bestias no razonan. Solo arrasan con lo que tienen delante, guiándose por sus instintos, por su egoísmo. Para Gaia era imposible ver más allá de sus narices, solo se preocupaba por ella misma, y no parecía dispuesta a llegar a ningún acuerdo por el bien de nuestro hijo. Me aparté de ella, furioso, conteniendo esa furia para no responderla de mala manera.
-Avísame cuando estés dispuesta a hablar como una persona. Hasta entonces invierte el tiempo en ejercicios de relajación, no te vendrán mal.
Sin más que decir, desaparecí de la habitación pero no para volver a mi despacho. Saldría a los jardines. En ese momento soportaba menos que nunca estar en la misma casa que mi mujer.
Leandro Cavallari- Fantasma
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Fecha de inscripción : 07/05/2013
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