Cuando la noche cae

Después de un par de años en los que a Aitor le costó superar la muerte de su esposa, al fin la noche se había convertido en el amor que remplazaba a las mujeres. Volvió a amar la luna como cuando era un simple mortal, regresó a cazar animales con sus cañones y bien montado en tempestad, su único amigo y que nunca lo acompañaba en las noches de luna llena.

Era una hermosa luna menguante, los bosques de Francia le recordaban los de su amada Vitoria aunque diferenciaba en la blancura de las copas provocadas por el frío invierno que caía sobre Vitoria. En aquella noche se encontraba solo, aunque armado. Con su velocidad corría y asechaba un siervo perdido o más bien que él logró alejar de su manada. Como si de un animal se tratara, como si fuera el lobo que llevaba adentro Aitor se abalanzó sobre el ciervo derribándolo en una tacleada donde todavía giraron en el suelo, el ciervo intentó zafarse de las pinzas de Aitor y finalmente al escucharse el potente disparo el animal perdió la vida.

Triunfante el alguna vez duque se encaminó al sendero del bosque abandonando el corazón, llevaba el pesado ciervo sobre sus hombros con las patas amarradas y perfectamente acomodado. A diferencia de sus años como humano común se había enseñado a cazar para alimentarse y no para buscar trofeos. De hecho aquel ciervo serviría para alimentar a varios niños abandonados o en infortunio de una casa a las afueras del bosque. Niños que se negaban ir al orfanato y del que varios hombres y mujeres como Aitor fungían como protectores.

Era una organización similar a la casa de la Esperanza, el ex duque había escuchado hablar de ella entre la gente de la clase baja tal como ahora él lo era. Y aunque no pertenecía a dicha organización no pretendía serlo. Ahora tenía un tratado con otra empresa llamada Alianza lidereada por un duque Escocés llamado Emerick y que sin embargo Aitor respondía a Eerin Schiffer que como él era un licántropo.

Cuando salió del corazón del bosque inmediatamente se integró al sendero del bosque confiado de hallarse solo, pues resultaría curioso que él por muy fuerte que fuera cargara con tal facilidad el pesado y enorme ciervo. El hombre no poseía camisa, por lo que tenía medio cuerpo desnudo, mostrando su bien formado torso y musculosos brazos, y que en una noche de fría era raro de ver. No convenía que nadie lo viera.

Aceleró el paso en un trote veloz recorriendo más terreno fue entonces que escuchó los pasos de un humano, su respiración y el latido del corazón. Se frenó bruscamente y la vio de espaldas, era una mujer castaña... ¿trabajaría en el refugio a donde él se dirigía? No estaba seguro, pero no podía fiarse. Antes de que ella volteara para descubrir el sonido que Aitor genero al detenerse, éste dejó caer con sutileza el ciervo para que no lo viera cargándolo.

Aitor tomó un momento para analizarla, indiscutiblemente era una mujer hermosa, mas él no enfocaba su pensamiento o atención a ese hecho. Se le veía cansada como si no hubiera dormido en días y aquella voz lánguida no poseía energía. —Buenas señorita... ¿No seré yo quién pueda ayudarla a usted?— dijo en un tono grave y varonil, dio unos pasos hacía ella que débil pero bien aferrada a un tronco pretendía refugiarse de él, después de todo era un hombre medio desnudo y totalmente desconocido.

Aitor pudo darse cuenta que ella aún no podía identificarlo, aquellos ojos entre cerrados le provocaron lastima aunque no sabía realmente porqué. Era un dulce rostro que no le temía, quizás lo miraba curioso mientras aún estaba entre las sombras del árbol; sin embargo, cuando la luz de la luna lo iluminó por completo ella mostró otro tipo de expresión que el ex duque no supo como describir. —Mi nombre es Aitor Copado, no se quién sea pero si necesita de un refugio para dormir yo doy asistencia en un hogar para desamparados y niños abandonados. Es humilde pero limpio, puedo observar que está cansada allí dormirá bajo el calor del fuego o con una buena frazada y sí tiene hambre también puede acompañarnos. Recién he cazado un ciervo para los niños— le dijo con una sonrisa, sí Aitor era bueno para algo, era para transmitir confianza debido a eso era muy popular entre los niños.

—Espere dejé ir por mi presa no vaya a ser de malas que un animal se lo esté comiendo— soltó una risilla confidencial y regresó a tomar al ciervo. Al estar frente al muerto animal suspiró, ¿se arriesgaría a que lo viera cargando semejante bestia? Ella no parecía ser una inquisidora, parecía más bien el tipo de mujer que han padecido tragedia tras tragedia. Confiaría en ella, así era Aitor, demasiado confiado.

Cuando volvió a donde la joven Aitor cargaba sin dificultad a la bestia, lo sostenía por las piernas amarradas sobre sus hombros. —¿Entonces me acompañarás, seré tu protector?— le volvió a sonreír esperando una respuesta agradable por parte de ella.

La respuesta de Nayla le pareció curiosa de un momento a otro había cambiado de opinión y eso a Aitor le hizo saber que no confiaba en el género masculino o tal vez en los humanos como tal. Por supuesto que él se percataba de la apariencia hambrienta de la mujer, de su cuerpo fatigado y el temblor de su cuerpo que la traicionaba. Después de todo el era un monstruo, un ser maldito con poderes asombrosos; pudo escuchar el corazón y la voz nerviosa y ese hecho le hizo sentir como un protector, sí, por eso le ofreció su protección.

—Mademoiselle... por favor sígame de cerca, el bosque es muy oscuro y me acusaría de deficiente si os hicierais daño inclusive con una raíz— sonrió por última vez esperando que se acercara a él, cuando lo hizo prudencialmente comenzaron su camino, ella le seguía de cerca junto a él. El bosque se tornó más oscuro y los sonidos fueron más agudos, su camino los hizo descender la colina hasta que llegaron a una zona rocosa... –Fue una mala idea venir por aquí... hubiera elegido el camino largo– Aitor pondría a prueba la confianza de Nayla mas no esperaba que ella la otorgara.

Él bajo primero la gran roca muy hábil y sin mayor problema, depositó el animal en una roca cercana y contempló la figura de la mujer que lo miraba confundida, por un momento la luz de luna iluminó el rostro de la joven; era hermosa y Aitor agradeció que no fuera luna llena. Aitor extendió sus brazos hacía ella en un claro gesto de que brincara a sus fuertes brazos —Nayla teneis que confiar en mí, las piedras están semi-húmedas y podríais resbalar... salta a mí no os dejaré caer— dijo esperando que por un momento ella lograra fiarse de él, Aitor no le sonrió, su semblante serio esperó paciente y es que creyó que una sonrisa podría ser malinterpretada en esos momentos.

Off. Disculpame a mi también por la demora, me pusieron en inactivo y tuve que rehacerme de mi color. Espero continuemos ya tengo más disponibilidad.