AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
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Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
Aquella no era mas que una noche cualquiera de caza, una noche como otras tantas en que me aventuraba en la oscuridad para abrazar a la muerte y jugar con ella. A diferencia de muchos de mis compañeros prefería el hacerlo solo, el andar por las sombras en silencio con solo mi sombra como compañera era lo mejor. Algunos podían decir que era un suicidio, una muestra exagerada de confianza el enfrentarse a la muerte sin compañía, pero... ¿que sentido tenía el avanzar a lo desconocido con la certeza de la victoria? ¿no era eso un tanto aburrido?
Desafiando la lógica, la razones de mis compañeros y sus incontables ruegos me aventure aquella oscura velada en busca de un poco de diversión. La verdad era que estaba cansado de permanecer en el "cuartel", pasar tiempo con mis pares y fingir una sonrisa y un gesto amable. A veces me preguntaba como era posible sonreír tanto, como pretender darle importancia a aquello que carecía de valor para mi. Quizás mi verdadera profesión era en la actuación, pero en ella no tendría el placer sangriento de la caza.
Me encogí de hombros al llegar a la verja del cementerio, apartando todos esos pensamientos, liberando mi mente para la empresa que estaba a punto de emprender. Como era de esperarse a aquellas altas horas la entrada estaba restringida por un enorme candado, el velador seguramente dormía tranquilo al haber concluido su ronda y no se molestaría en abrirme el paso. Lo esperaba, no era la primera vez que me sucedía... de hecho al menos una vez a la semana me colaba en aquel lugar pues era uno de los mejores para empezar la caza. Demasiadas alimañas solían pulular en aquel ambiente.
Mirando en derredor y comprobando que la calle se encontraba abandonada me acerque a la verja y comencé a treparla con rápidos y ágiles movimientos. Mis músculos se tensaban con el esfuerzo haciendo que un agradable sensación de energía me recorriera, la anticipación de una buena noche de diversión me animaba a apresurar el paso.
Descendí sobre el suelo de tierra húmeda, el sonido de mi caída fue ahogado por la hojarasca que cubría el suelo. Mis manos rozaron el suelo, dándome un poco más de estabilidad mientras miraba en derredor. Ante mis ojos se abría el mar de tumbas y mausoleos silenciosos y olvidados en el tiempo, el aroma de la podredumbre y corrupción inundaba cada espacio. Asentí irguiéndome, algo se encontraba cerca... estaba en el aire, un aroma que resaltaba sobre el resto. Cerré los ojos mientras acariciaba la empuñadura de la corta espada en mi cadera, me preguntaba que encontraría aquella noche y cuales serían las fechorías que cometería para liberar mi tensión.
Relamí los labios comenzando a avanzar, sigiloso como un gato mientras mis sentidos se agudizaban. No pensaba dejar libre a la presa que cazaba, sea cual fuera... sería enteramente divertido.
Desafiando la lógica, la razones de mis compañeros y sus incontables ruegos me aventure aquella oscura velada en busca de un poco de diversión. La verdad era que estaba cansado de permanecer en el "cuartel", pasar tiempo con mis pares y fingir una sonrisa y un gesto amable. A veces me preguntaba como era posible sonreír tanto, como pretender darle importancia a aquello que carecía de valor para mi. Quizás mi verdadera profesión era en la actuación, pero en ella no tendría el placer sangriento de la caza.
Me encogí de hombros al llegar a la verja del cementerio, apartando todos esos pensamientos, liberando mi mente para la empresa que estaba a punto de emprender. Como era de esperarse a aquellas altas horas la entrada estaba restringida por un enorme candado, el velador seguramente dormía tranquilo al haber concluido su ronda y no se molestaría en abrirme el paso. Lo esperaba, no era la primera vez que me sucedía... de hecho al menos una vez a la semana me colaba en aquel lugar pues era uno de los mejores para empezar la caza. Demasiadas alimañas solían pulular en aquel ambiente.
Mirando en derredor y comprobando que la calle se encontraba abandonada me acerque a la verja y comencé a treparla con rápidos y ágiles movimientos. Mis músculos se tensaban con el esfuerzo haciendo que un agradable sensación de energía me recorriera, la anticipación de una buena noche de diversión me animaba a apresurar el paso.
Descendí sobre el suelo de tierra húmeda, el sonido de mi caída fue ahogado por la hojarasca que cubría el suelo. Mis manos rozaron el suelo, dándome un poco más de estabilidad mientras miraba en derredor. Ante mis ojos se abría el mar de tumbas y mausoleos silenciosos y olvidados en el tiempo, el aroma de la podredumbre y corrupción inundaba cada espacio. Asentí irguiéndome, algo se encontraba cerca... estaba en el aire, un aroma que resaltaba sobre el resto. Cerré los ojos mientras acariciaba la empuñadura de la corta espada en mi cadera, me preguntaba que encontraría aquella noche y cuales serían las fechorías que cometería para liberar mi tensión.
Relamí los labios comenzando a avanzar, sigiloso como un gato mientras mis sentidos se agudizaban. No pensaba dejar libre a la presa que cazaba, sea cual fuera... sería enteramente divertido.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Re: Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
A veces se debe usar cualquier conocimiento para sobrevivir, para poder llevar un plato de comida a la mesa, al menos una vez al día. En el caso de los brujos, tienen a su favor el poder elaborar hechizos sencillos para obtener resultados similares; por lo general lo que piden aquellos "clientes" son ungüentos para hacer crecer el cabello, alguna poción para la pasión, recuperar el amor perdido y más de lo mismo. Siempre eran bastante predecibles.
Hace unos días en uno de esos momentos de lucidez de Alexia, conoció por accidente a un hombre que sufría de hipo con frecuencia, estaba tan desesperado que pagaría bastante por algo que lo aliviara del todo; había probado todo en medicina tradicional pero sin ningún resultado permanente hasta ahora. Por supuesto la bruja pese a no tener mucha experiencia en ello, se terminó ofreciendo para llevarle pasados dos días algo que le aliviara. La motivación de la chica era por supuesto comer, pues el dormir se veía cada noche, pero el hambre solía tener menos misericordia. Necesitaba obtener dinero rápido.
Pasado un día y medio aún no estaba lista, todavía no encontraba uno de los ingredientes. Había conseguido una estrella de mar, lo cuál aumentaba el precio del zumo capaz de parar la toz y el hipo, tenía también la jalea, las hojas de menta.... pero le faltaban un par de hojas de ortiga que sabía que conseguía en el cementerio. Sin dudarlo se encaminó de noche, sin pensar en nada más que en el hambre que la aquejaba, tenía necesidades, como todos, era tiempo de comer "decentemente", incluso era tan persistente aquello, que la idea de los fantasmas rondando no le aquejaba tanto como de costumbre.
La entrada fue sencilla, no era la primera vez que acudía a tal lugar y flanqueaba entradas sin problema alguno. Finalmente, los cementerios no tienen entradas tan firmes y entre tantas siempre hay alguna falta de guardia. El lugar de "operaciones" era el mausoléo de una familia que se había terminado por completo, dejando el lugar abandonado y sin niguna visita frecuente. Las tumbas estaban bastante acabadas y Alexia solía guardar cosas entre los orificios que se iban haciendo, incluso había lugar para un pequeño caldero que la bruja utilizaba de vez en cuanto. Una vez adentro, tomó las hojas de ortiga que necesitaba con un pañuelo para evitar la posterior picazón y avanzó sin problema hasta el mausoléo para preparar todo. Sacó el pequeño caldero que había escondido e hizo una pequeña fogata con unos maderos poniendo a calentar aquél recipiente.
La mezcla era simple, poca agua, las hojas de ortiga, las manos de la estrella de mar, la jalea y las hojas de canela que daban un olor delicioso a todo, incluso aquél aroma llenó el ambiente y la bruja sonrío quedandose sentada en el suelo, como si no hubiese nada más a su alrededor, como si otros seres no acecharan, como si aquél olor fragante no llamara lo suficiente la atención en medio de un lugar como ese.
Pobre de aquél desdichado que olvida que no es el único ser que merodea por las noches algún lugar olvidado.
Hace unos días en uno de esos momentos de lucidez de Alexia, conoció por accidente a un hombre que sufría de hipo con frecuencia, estaba tan desesperado que pagaría bastante por algo que lo aliviara del todo; había probado todo en medicina tradicional pero sin ningún resultado permanente hasta ahora. Por supuesto la bruja pese a no tener mucha experiencia en ello, se terminó ofreciendo para llevarle pasados dos días algo que le aliviara. La motivación de la chica era por supuesto comer, pues el dormir se veía cada noche, pero el hambre solía tener menos misericordia. Necesitaba obtener dinero rápido.
Pasado un día y medio aún no estaba lista, todavía no encontraba uno de los ingredientes. Había conseguido una estrella de mar, lo cuál aumentaba el precio del zumo capaz de parar la toz y el hipo, tenía también la jalea, las hojas de menta.... pero le faltaban un par de hojas de ortiga que sabía que conseguía en el cementerio. Sin dudarlo se encaminó de noche, sin pensar en nada más que en el hambre que la aquejaba, tenía necesidades, como todos, era tiempo de comer "decentemente", incluso era tan persistente aquello, que la idea de los fantasmas rondando no le aquejaba tanto como de costumbre.
La entrada fue sencilla, no era la primera vez que acudía a tal lugar y flanqueaba entradas sin problema alguno. Finalmente, los cementerios no tienen entradas tan firmes y entre tantas siempre hay alguna falta de guardia. El lugar de "operaciones" era el mausoléo de una familia que se había terminado por completo, dejando el lugar abandonado y sin niguna visita frecuente. Las tumbas estaban bastante acabadas y Alexia solía guardar cosas entre los orificios que se iban haciendo, incluso había lugar para un pequeño caldero que la bruja utilizaba de vez en cuanto. Una vez adentro, tomó las hojas de ortiga que necesitaba con un pañuelo para evitar la posterior picazón y avanzó sin problema hasta el mausoléo para preparar todo. Sacó el pequeño caldero que había escondido e hizo una pequeña fogata con unos maderos poniendo a calentar aquél recipiente.
La mezcla era simple, poca agua, las hojas de ortiga, las manos de la estrella de mar, la jalea y las hojas de canela que daban un olor delicioso a todo, incluso aquél aroma llenó el ambiente y la bruja sonrío quedandose sentada en el suelo, como si no hubiese nada más a su alrededor, como si otros seres no acecharan, como si aquél olor fragante no llamara lo suficiente la atención en medio de un lugar como ese.
Pobre de aquél desdichado que olvida que no es el único ser que merodea por las noches algún lugar olvidado.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
Con cada paso que avanzaba en medio de las sombras, sorteando con suavidad las tumbas que parecían tan endebles por el paso de las horas, el aroma suave y endulzado en el ambiente se hacía mas fuerte y presente. Mis pies se hundían en el barro y la tierra húmeda, impregnándose de su frialdad y proyectando a mi espina dorsal un estremecimientos exquisito. De cuando en cuando me detenía, mirando en derredor buscando indicios de los pasos de alguien o algo.
Aquí y allá envueltos en sombra notaba las pequeñas huellas de un sendero trazado con descuido. La marca de sus pasos, ramas rotas... una pálida hebra de cabello atrapada en la danza del viento. Era fácil reconocer esas señales cuando has pasado toda tu vida entrenándote para ello... como un perro de caza aquel sendero invisible para cualquier otro era un libro abierto para mi.
Sobre el ulular del viento comenzaba a hacerse patente un nuevo sonido, el crujido de la madera al ser consumida en el fuego caliente y destructivo. Enviciante era aquel canto y embriagaba con el dulzón efluvio de un misterioso menjurje cocinado ante los ojos yertos de los muertos. No era necesario el seguir buscando señales, el camino era trazado ya con total lucidez. Inspire profundo, llevando mi atención a aquel efluvio impregnado en el viento.
-Canela... -era el elemento mas identificable en la mezcla, enmarque una ceja mientras tomaba una nueva bocanada de aquel perfume- ...quizás menta. -Sonreía, pocas eran las posibilidades existentes para una mezcla tan particular en un lugar tan extravagante. -Oh... a veces son tan predecibles.- Me reí con el viento mientras enfilaba ya con confianza en dirección de un mausoleo derruido, a medida que me acercaba era mucho mas evidente el hecho de que ese fuese el punto de encuentro.
La luz danzante y sangrienta de la fogata reflejaba deformadas y trémulas sombras en derredor, mancillando su luz con las sombras que producía. El crepitar de las llamas simulaba una tonada hueca y constante... era el escenario perfecto para un encuentro fortuito. Agazapado en la penumbra me acerque para ver mejor, buscando que clase de enemigo me esperaba con tal ansiedad en la noche de muerte.
Hube de ahogar un grito de sorpresa al ver, bañada de luz escarlata, a aquella chica de porte delicado y cabellos plateados. Era demasiado joven, casi una chiquilla. Su figura madura parecía endeble y en su rostro tranquilo y lejano podían notarse el afilado paso de la miseria. Me deje caer sentado contra la lapida de alguna mujer ilustre, cerré los ojos por un segundo considerando el curso de acciones. ¿Cómo debería presentarme ante ella? No deseaba asustarle, no aun... una presa tratada de aquella forma simplemente se volvía una caza rápida.
Sonreía cuando una idea inundó mi mente. Incorporándome con silenciosos movimientos comencé a hacer mi camino hacía ella, reptando en las sombras para acercarme a unos metros de su localización esperando el momento perfecto de hacer mi rutina de presentación.
Aquí y allá envueltos en sombra notaba las pequeñas huellas de un sendero trazado con descuido. La marca de sus pasos, ramas rotas... una pálida hebra de cabello atrapada en la danza del viento. Era fácil reconocer esas señales cuando has pasado toda tu vida entrenándote para ello... como un perro de caza aquel sendero invisible para cualquier otro era un libro abierto para mi.
Sobre el ulular del viento comenzaba a hacerse patente un nuevo sonido, el crujido de la madera al ser consumida en el fuego caliente y destructivo. Enviciante era aquel canto y embriagaba con el dulzón efluvio de un misterioso menjurje cocinado ante los ojos yertos de los muertos. No era necesario el seguir buscando señales, el camino era trazado ya con total lucidez. Inspire profundo, llevando mi atención a aquel efluvio impregnado en el viento.
-Canela... -era el elemento mas identificable en la mezcla, enmarque una ceja mientras tomaba una nueva bocanada de aquel perfume- ...quizás menta. -Sonreía, pocas eran las posibilidades existentes para una mezcla tan particular en un lugar tan extravagante. -Oh... a veces son tan predecibles.- Me reí con el viento mientras enfilaba ya con confianza en dirección de un mausoleo derruido, a medida que me acercaba era mucho mas evidente el hecho de que ese fuese el punto de encuentro.
La luz danzante y sangrienta de la fogata reflejaba deformadas y trémulas sombras en derredor, mancillando su luz con las sombras que producía. El crepitar de las llamas simulaba una tonada hueca y constante... era el escenario perfecto para un encuentro fortuito. Agazapado en la penumbra me acerque para ver mejor, buscando que clase de enemigo me esperaba con tal ansiedad en la noche de muerte.
Hube de ahogar un grito de sorpresa al ver, bañada de luz escarlata, a aquella chica de porte delicado y cabellos plateados. Era demasiado joven, casi una chiquilla. Su figura madura parecía endeble y en su rostro tranquilo y lejano podían notarse el afilado paso de la miseria. Me deje caer sentado contra la lapida de alguna mujer ilustre, cerré los ojos por un segundo considerando el curso de acciones. ¿Cómo debería presentarme ante ella? No deseaba asustarle, no aun... una presa tratada de aquella forma simplemente se volvía una caza rápida.
Sonreía cuando una idea inundó mi mente. Incorporándome con silenciosos movimientos comencé a hacer mi camino hacía ella, reptando en las sombras para acercarme a unos metros de su localización esperando el momento perfecto de hacer mi rutina de presentación.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Re: Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
-¿Porqué corté así esto?- Dijo en voz baja y para sí misma la bruja viendo la estrella de mar. -¿Te van a crecer de nuevo las manitos? Olvidé preguntar como es que se mueren estas cosas.- Hundió el dedo índice en la estrella apoyada en el piso, como si la ingenuidad le dijera que aquella se movería. -Supongo que un poco de agua estará bien, pero te vas a morir. Uhh, bueno.- Vertió un poco del agua que llevaba con ella y poniéndose de rodillas revolvió con una cuchara de madera la mezcla que había hecho. Ya empezaba a tomar consistencia y a tornarse en un color naranja que olía bastante bien.
Se sentó de nuevo en el suelo y ahí estaba, sin verle mayor sentido a la vida, pensando incluso que sería cuando muriera, buscándole el sentido a la gente, ese sentido que aún no encontraba. Buscaba las palabras en el silencio y por ello hablaba sola. Buscaba en la gente aquellos momentos de oro que jamás se volverían a repetir. Quería escapar de la nube negra en la que se había sumido tras la muerte de sus padres, pero no encontraba la puerta. Rió de repente y sus risas se agudizaron en medio de aquél mausoléo, y así como aparecieron de rápido, también se esfumaron. ¿Tenía una noción clara del lugar en el que estaba? .. Había logrado el fuego, pero sentía un frio de hielo, tal vez se debía a que estaba rodeada de los estragos de la muerte y de los resultados de sus prolongados ayunos. Seguramente si moría allí, nadie la recordaría, ya ninguno lloraría, eso lo tenía claro.
La tumba hueca en donde guardaba sus cosas estaba apenas a unos centimentros, los suficientes para que al extender el brazo fueran alcanzados. Alexia se inclinó un poco y sacó un paquete que desenvolvió con cuidado para encontrar una libreta vieja dentro de el. Lo abrió y pasó las páginas de pergamino en silencio, ojeando de lado a lado y marcando la lectura con sus delgados dedos como guía, era como si buscara algo específico. Más sin embargo, levantó la mirada de golpe, viendo al frente a un punto fijo aunque en realidad no mirara nada. Cerró la libreta con rapidez, la envolvió de nuevo y haciendo menos ruido que al principio la volvió a dejar en el lugar del que la había sacado. Luego, recogió sus piernas a la altura del pecho y se las abrazó como si se cubriera del frío, se meció y tarareo algo en otro idioma. Nada importante, era una canción que le cantaba su madre cuando era niña, ella era polaca.
-¿Quieres que cante para ti o me invente un cuento? no puedo darte más, pues podría morir pronto y no tengo comida para compartirte- y la mujer no dejaba de mirar al frente. -Ven, ya sé que estás ahí y no tienes toz.- De vez en cuando mezclaba sus realidades y parecía tan inocente que cualquiera notaría que algo raro pasaba en ella; su necesidad de poder elaborar el remedio permanecía latente en cada pensamiento. Pero no mentía, su sinceridad era extrema por su modo de ver las cosas, por descubrirse bruja cuando nadie jamás mencionó nada, cuando ya no había nadie, cuando el shock fue el que impacto su vida entera sin darle mayor paso a un mejor razonamiento. -Ven, acércate. Sí, tú, extraño que se oculta entre las sombras.- Una sonrisa se dibujó en sus labios, más su mirada no se movió. Tenía esa mirada que tienen los ciegos, el rostro de una mujer pero con facciones que la hacían ver más ingenua, pero en el fondo, bajo su piel y a través de su sangre, se escondía lo realmente valioso: La extensión que podía darle a todo su magia. Llamó al intruso sin miedo, vaya a saber Dios porqué y vaya a saber Dios quién era y que quería... lo cierto, era que sabía de su presencia, sólo eso.
Se sentó de nuevo en el suelo y ahí estaba, sin verle mayor sentido a la vida, pensando incluso que sería cuando muriera, buscándole el sentido a la gente, ese sentido que aún no encontraba. Buscaba las palabras en el silencio y por ello hablaba sola. Buscaba en la gente aquellos momentos de oro que jamás se volverían a repetir. Quería escapar de la nube negra en la que se había sumido tras la muerte de sus padres, pero no encontraba la puerta. Rió de repente y sus risas se agudizaron en medio de aquél mausoléo, y así como aparecieron de rápido, también se esfumaron. ¿Tenía una noción clara del lugar en el que estaba? .. Había logrado el fuego, pero sentía un frio de hielo, tal vez se debía a que estaba rodeada de los estragos de la muerte y de los resultados de sus prolongados ayunos. Seguramente si moría allí, nadie la recordaría, ya ninguno lloraría, eso lo tenía claro.
La tumba hueca en donde guardaba sus cosas estaba apenas a unos centimentros, los suficientes para que al extender el brazo fueran alcanzados. Alexia se inclinó un poco y sacó un paquete que desenvolvió con cuidado para encontrar una libreta vieja dentro de el. Lo abrió y pasó las páginas de pergamino en silencio, ojeando de lado a lado y marcando la lectura con sus delgados dedos como guía, era como si buscara algo específico. Más sin embargo, levantó la mirada de golpe, viendo al frente a un punto fijo aunque en realidad no mirara nada. Cerró la libreta con rapidez, la envolvió de nuevo y haciendo menos ruido que al principio la volvió a dejar en el lugar del que la había sacado. Luego, recogió sus piernas a la altura del pecho y se las abrazó como si se cubriera del frío, se meció y tarareo algo en otro idioma. Nada importante, era una canción que le cantaba su madre cuando era niña, ella era polaca.
-¿Quieres que cante para ti o me invente un cuento? no puedo darte más, pues podría morir pronto y no tengo comida para compartirte- y la mujer no dejaba de mirar al frente. -Ven, ya sé que estás ahí y no tienes toz.- De vez en cuando mezclaba sus realidades y parecía tan inocente que cualquiera notaría que algo raro pasaba en ella; su necesidad de poder elaborar el remedio permanecía latente en cada pensamiento. Pero no mentía, su sinceridad era extrema por su modo de ver las cosas, por descubrirse bruja cuando nadie jamás mencionó nada, cuando ya no había nadie, cuando el shock fue el que impacto su vida entera sin darle mayor paso a un mejor razonamiento. -Ven, acércate. Sí, tú, extraño que se oculta entre las sombras.- Una sonrisa se dibujó en sus labios, más su mirada no se movió. Tenía esa mirada que tienen los ciegos, el rostro de una mujer pero con facciones que la hacían ver más ingenua, pero en el fondo, bajo su piel y a través de su sangre, se escondía lo realmente valioso: La extensión que podía darle a todo su magia. Llamó al intruso sin miedo, vaya a saber Dios porqué y vaya a saber Dios quién era y que quería... lo cierto, era que sabía de su presencia, sólo eso.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
-Pero que demonios... -Murmuré un poco atónito al escuchar como su voz se elevaba en la oscuridad, le había visto moverse y mutar su posición pero no había esperado para nada aquella petición. -¿Cómo carajos me ha descubierto? -Pregunté con una mezcla de desconcierto y estupor.
La verdad era que no era una sorpresa, cada brujo era diferente y sus poderes variaban de acuerdo a normas invisibles que a nosotros los mortales se nos eran restringidos. El hecho de que aquella chica hubiese descubierto mi compañía bien podía ser debido a algún poder de visión remota o premonición. Esas cosas solían suceder en el negoció y debía ser cuidadoso pues si leyese mi mente estaría en graves problemas.
Me incorporé acomodando y sacudiendo de mi ropa el musgo que se le había pegado podía sentirle un tanto húmeda pero aquello no me importaba realmente. Enarbolando en los labios una suave sonrisa, sin prisa ni ceremonia me adelanté hacia el lugar en que la mujer se encontraba. Con paso sereno y tranquilo emergí de las sombras dejando que la luz danzante de las llamas me acariciase la piel descubriendo mis facciones y persona a sus ojos bellos. Me detuve ante ella, mirándole con mayor atención y cautela bajo la luz de la fogata.
Parecía mucho mas joven de lo que había creído, sus facciones suaves y finamente delineadas denotaban una edad mucho mas breve que la de su mirada. Aquellos ojos traslucidos tenían cierta peculiaridad en ellos, al verles de cierta forma parecían tan jóvenes e inocentes pero a momentos lograban captar un gesto antiguo y lejano... como si viniese de muchos años. Me encogí de hombros al tiempo que me sentaba ante la hoguera frente a ella, alejando la mirada de su persona le centre en los objetos que anunciaban una extraña fechoría nocturna.
-Lamento haberte incomodado. No deseaba espiarte pero realmente por un segundo creí me encontraba siguiendo las huellas de un fantasma. -Miré en derredor con suma tranquilidad, contemplando la tenebrosa estampa del cementerio. -No me extrañaría que en este tétrico lugar pudiera encontrarme con algo así. -Sonreí inocentemente señalando el caldero sobre las llamas, el vapor que emergía en suaves oleadas que como almas salidas del inframundo se arremolinaban y curvaban en curiosas formas. -¿Preparas la cena? -No había en mi voz intranquilidad o burla, era un tono ligero y bien intencionado. Mis ojos inteligentes le miraban a ella y no al caldero, parecía que aquella caza sería mucho mas larga e interesante de lo que había creído.
La verdad era que no era una sorpresa, cada brujo era diferente y sus poderes variaban de acuerdo a normas invisibles que a nosotros los mortales se nos eran restringidos. El hecho de que aquella chica hubiese descubierto mi compañía bien podía ser debido a algún poder de visión remota o premonición. Esas cosas solían suceder en el negoció y debía ser cuidadoso pues si leyese mi mente estaría en graves problemas.
Me incorporé acomodando y sacudiendo de mi ropa el musgo que se le había pegado podía sentirle un tanto húmeda pero aquello no me importaba realmente. Enarbolando en los labios una suave sonrisa, sin prisa ni ceremonia me adelanté hacia el lugar en que la mujer se encontraba. Con paso sereno y tranquilo emergí de las sombras dejando que la luz danzante de las llamas me acariciase la piel descubriendo mis facciones y persona a sus ojos bellos. Me detuve ante ella, mirándole con mayor atención y cautela bajo la luz de la fogata.
Parecía mucho mas joven de lo que había creído, sus facciones suaves y finamente delineadas denotaban una edad mucho mas breve que la de su mirada. Aquellos ojos traslucidos tenían cierta peculiaridad en ellos, al verles de cierta forma parecían tan jóvenes e inocentes pero a momentos lograban captar un gesto antiguo y lejano... como si viniese de muchos años. Me encogí de hombros al tiempo que me sentaba ante la hoguera frente a ella, alejando la mirada de su persona le centre en los objetos que anunciaban una extraña fechoría nocturna.
-Lamento haberte incomodado. No deseaba espiarte pero realmente por un segundo creí me encontraba siguiendo las huellas de un fantasma. -Miré en derredor con suma tranquilidad, contemplando la tenebrosa estampa del cementerio. -No me extrañaría que en este tétrico lugar pudiera encontrarme con algo así. -Sonreí inocentemente señalando el caldero sobre las llamas, el vapor que emergía en suaves oleadas que como almas salidas del inframundo se arremolinaban y curvaban en curiosas formas. -¿Preparas la cena? -No había en mi voz intranquilidad o burla, era un tono ligero y bien intencionado. Mis ojos inteligentes le miraban a ella y no al caldero, parecía que aquella caza sería mucho mas larga e interesante de lo que había creído.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Re: Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
Se podría decir que Alexia no vivía del todo apegada al mundo real, aunque no siempre permaneciera sola. Tal vez no debió de ser así, ya que quien se aparta de la compañía de los vivos inevitablemente frecuenta la compañía de cosas que no tienen, o al menos no demasiada, vida. La bruja, por supuesto, veía cosas que la mayoría ignoraba y esto le servía en gran parte para hacer las veces de alarma de intrusos pues, aunque los humanos no vean, los espíritus tienden a mirarlos. Una sola mirada de ellos basta para saber que han visto algo y ese fue el caso de Alexia al descubrir al hombre agazapado entre las sombras.
Las paredes grises ligeramente desgastadas por la humedad dentro de la cripta, le confería al lugar un aire mucho más lúgubre de lo que ya de por sí era, sin duda parecía un lugar enfermizo en el que nadie debía permanecer demasiado tiempo. ¿Qué hacía un hombre sin ninguna capacidad sobrenatural allí? los espíritus no decían nada, no daban alertas y se mantenían viéndolo como si lo recordaran de algún sitio o como si este ocultara algo.
Su entrada pareció una disculpa, pero la bruja respondía como quién oculta cosas de forma automática. -¿Fantasmas? ¿Es usted un cazafantasmas o algo por el estilo?- Una risita escapó de sus labios mientras levantaba la vista para observar al hombre que entraba a paso lento. Era un hombre de complexión fuerte y a juzgar por sus vestiduras de clase media y bien equipado, como si llevara muchas cosas ocultas, como esos hombres que se preparan para la guerra y cargan de todo como para sobrevivir incluso en las situaciones más complejas. Pese a ello, la muchacha jamás pensó en lo letal que podría hacer el sujeto -Pues, no soy uno, Señor, más bien vengo a saludarlos aunque no me respondan. Ya sabe, se mueren y se vuelven maleducados- Ni un sí ni un no a nada, sin afirmar ni negar se mantenía tranquila. -Pero perseguir fantasmas en un cementerio es como buscar alguna aguja particular en medio de muchas de ellas ¿Busca a alguien?- Le intrigaban sus palabras, pero no creyó que el viera a los fantasmas que no se dejaban ver a propósito, los que sí podían ver con mayor facilidad los brujos. Sin embargo, nada estaba dicho aunque su aura no denotara nada especial al respecto.
-¿Le gustaría sentarse? No preparo la cena, es más bien un remedio de esos que hacen las abuelas para cuando duele la garganta y da toz.- Volvió la vista a la mezcla y la agitó de nuevo soplando apenas por encima. -Pero como ninguno de nosotros tiene toz, al menos nos servirá de calorsito.- Le retomó la mirada con aquél gesto sin malicia. En realidad, cualquier rasgo de maldad en ella era sólo visto en casos de extrema ira o peligro y hasta ahora no se sentía amenazada. Más bien, lo que sentía era curiosidad porque ¿Cuantas veces alguien de una clase social mayor le habla tan sólo para saludarle? o mejor aún ¿Cuántos iban al cementerio a esa hora a buscar lo que ella tan comúnmente veía? No se deja ir fácil a quien mueve la curiosidad.
Las paredes grises ligeramente desgastadas por la humedad dentro de la cripta, le confería al lugar un aire mucho más lúgubre de lo que ya de por sí era, sin duda parecía un lugar enfermizo en el que nadie debía permanecer demasiado tiempo. ¿Qué hacía un hombre sin ninguna capacidad sobrenatural allí? los espíritus no decían nada, no daban alertas y se mantenían viéndolo como si lo recordaran de algún sitio o como si este ocultara algo.
Su entrada pareció una disculpa, pero la bruja respondía como quién oculta cosas de forma automática. -¿Fantasmas? ¿Es usted un cazafantasmas o algo por el estilo?- Una risita escapó de sus labios mientras levantaba la vista para observar al hombre que entraba a paso lento. Era un hombre de complexión fuerte y a juzgar por sus vestiduras de clase media y bien equipado, como si llevara muchas cosas ocultas, como esos hombres que se preparan para la guerra y cargan de todo como para sobrevivir incluso en las situaciones más complejas. Pese a ello, la muchacha jamás pensó en lo letal que podría hacer el sujeto -Pues, no soy uno, Señor, más bien vengo a saludarlos aunque no me respondan. Ya sabe, se mueren y se vuelven maleducados- Ni un sí ni un no a nada, sin afirmar ni negar se mantenía tranquila. -Pero perseguir fantasmas en un cementerio es como buscar alguna aguja particular en medio de muchas de ellas ¿Busca a alguien?- Le intrigaban sus palabras, pero no creyó que el viera a los fantasmas que no se dejaban ver a propósito, los que sí podían ver con mayor facilidad los brujos. Sin embargo, nada estaba dicho aunque su aura no denotara nada especial al respecto.
-¿Le gustaría sentarse? No preparo la cena, es más bien un remedio de esos que hacen las abuelas para cuando duele la garganta y da toz.- Volvió la vista a la mezcla y la agitó de nuevo soplando apenas por encima. -Pero como ninguno de nosotros tiene toz, al menos nos servirá de calorsito.- Le retomó la mirada con aquél gesto sin malicia. En realidad, cualquier rasgo de maldad en ella era sólo visto en casos de extrema ira o peligro y hasta ahora no se sentía amenazada. Más bien, lo que sentía era curiosidad porque ¿Cuantas veces alguien de una clase social mayor le habla tan sólo para saludarle? o mejor aún ¿Cuántos iban al cementerio a esa hora a buscar lo que ella tan comúnmente veía? No se deja ir fácil a quien mueve la curiosidad.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
Un suave gesto de asentimiento fue mi respuesta a sus muchas palabras, mis ojos miraban todo sin verlo de verdad. Lo único que me interesaba era ella pero no podía tener el descaro de delatarme de una forma tan incauta e inocente. De cuando en cuando mis ojos astutos le daban una mirada de soslayo, en otro estaban en la mezcla humeante del recipiente en el fuego y otras simplemente el desolado panorama que nos daba reunión aquella noche helada.
-Oh, es una lastima que no sea la cena. -Dije con voz suave y casi dolida mientras me movía un poco más cerca del caldero humeante, la caricia del fuego era más presencial y lograba ahuyentar el frió y la humedad pero no daba a mi alma un sentido de tranquilidad. Era imposible estar en paz cuando se encontraba uno ante un ente de las sombras... por mas lindo e inocente que pudiese este parecer. -Debo admitir que huele casi delicioso, algo dulce. ¿Es canela lo que le has puesto? -Indague cerrando los ojos, como su olisqueara el vaho danzante de la ebullición. -Me recuerda a unos deliciosos rollos que solía comprar en un café cerca de la casa de mis padres.
Mi platica era demasiado ligera, inocente como aquella mujer deseaba aparentar ante mi. No podía confiarme en las apariencias, ya en mi cuerpo había un par de cicatrices que resultaron de pequeños deslices. Ciertamente no pretendía dejar que una nueva se uniera a la colección, preferiría mil veces que su linda cabeza adornase una pira ceremonial. Como fuese, hice a un lado aquellos pensamientos centrando mi atención en su faz, parecía estudiarme.
-Debo admitir que poco se de los fantasmas y demás entes, mi conocimiento no llega mas allá de las descabelladas historias que mi nana solía contarme a modo de escarmiento. -Bufe como si un escalofrió me recorriera la piel, incluso llegue a frotarme las manos frente al fuego, alejando un frió que no sentía. -Me ha sorprendido encontrar a alguien en este oscuro rincón, no parece el lugar para una jovencita. -Enarqué la ceja derecha mirándole con bien representada preocupación. -Aunque quizás me equivoque y estoy siendo inoportuno. -Me puse de pie como si de repente me sintiese avergonzado. -Una dama tan bella seguramente se encuentra a la espera de encontrarse con alguien... no desearía ser un estorbo o el origen de un mal entendido. -A veces me preguntaba como podía sacar tantas cosas por la boca con tanta naturalidad y desenvoltura. Me sorprendía a mi mismo. Hice una torpe reverencia. -Le pido una disculpa mi señora, no desearía interrumpirle ni serle inoportuno. Le ruego sea honesta conmigo, ¿desea me marche? -Le observe con una mezcla de curiosidad y pena.
-Oh, es una lastima que no sea la cena. -Dije con voz suave y casi dolida mientras me movía un poco más cerca del caldero humeante, la caricia del fuego era más presencial y lograba ahuyentar el frió y la humedad pero no daba a mi alma un sentido de tranquilidad. Era imposible estar en paz cuando se encontraba uno ante un ente de las sombras... por mas lindo e inocente que pudiese este parecer. -Debo admitir que huele casi delicioso, algo dulce. ¿Es canela lo que le has puesto? -Indague cerrando los ojos, como su olisqueara el vaho danzante de la ebullición. -Me recuerda a unos deliciosos rollos que solía comprar en un café cerca de la casa de mis padres.
Mi platica era demasiado ligera, inocente como aquella mujer deseaba aparentar ante mi. No podía confiarme en las apariencias, ya en mi cuerpo había un par de cicatrices que resultaron de pequeños deslices. Ciertamente no pretendía dejar que una nueva se uniera a la colección, preferiría mil veces que su linda cabeza adornase una pira ceremonial. Como fuese, hice a un lado aquellos pensamientos centrando mi atención en su faz, parecía estudiarme.
-Debo admitir que poco se de los fantasmas y demás entes, mi conocimiento no llega mas allá de las descabelladas historias que mi nana solía contarme a modo de escarmiento. -Bufe como si un escalofrió me recorriera la piel, incluso llegue a frotarme las manos frente al fuego, alejando un frió que no sentía. -Me ha sorprendido encontrar a alguien en este oscuro rincón, no parece el lugar para una jovencita. -Enarqué la ceja derecha mirándole con bien representada preocupación. -Aunque quizás me equivoque y estoy siendo inoportuno. -Me puse de pie como si de repente me sintiese avergonzado. -Una dama tan bella seguramente se encuentra a la espera de encontrarse con alguien... no desearía ser un estorbo o el origen de un mal entendido. -A veces me preguntaba como podía sacar tantas cosas por la boca con tanta naturalidad y desenvoltura. Me sorprendía a mi mismo. Hice una torpe reverencia. -Le pido una disculpa mi señora, no desearía interrumpirle ni serle inoportuno. Le ruego sea honesta conmigo, ¿desea me marche? -Le observe con una mezcla de curiosidad y pena.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Re: Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
Rió sin dudarlo y enarcó las cejas en aprobación -Sí, lo sé, para mí también es una pena que no sea la cena, pero bueno.- Alexia se encogió de hombros y le sonrió como si no hablaran de algo realmente importante. Se reía de ello porque ya se le habían terminado los suspiros, la resignación los había ahogado. Muy seguramente la importancia que le daban ambos a la comida era sumamente distinta, pero ella ya no se quejaba, ya era parte de la costumbre y nada que no pudiera calmar el sueño.
Se arrodilló de nuevo frente a aquella mezcla y revolvió otra vez lentamente, al tiempo que soplaba apenas por encima -Sí, es canela. Las infusiones con canela son buenas para la toz ¿No le preparaban en casa algo así cuando enfermaba? es rico.- Afirmó ella levantando apenas la mirada a él por estar pendiente de su extraño menjurje que estaba casi listo. El remedio en sí era común, no había nada de magia en ello, ninguna palabra ni elemento mágico especial, todo, era producto de la naturaleza en su esplendor y en el apoyo típico que le da la tierra a las brujas que no desvían su camino a las tinieblas. Si la inquisición hiciera una visita, no habría nada que ver allí, a menos que encontraran la libreta que ella muy discretamente había guardado por el agujero de una de las tumbas.
La mención de la comida aparecía de nuevo y Alexia casi imaginó por completo lo que aquél hombre decía -Mmm casi lo imagino, aunque no creo que sean tan ricos como los rollos que me dice y menos si aparte sirven café para acompañar.- El tono animado de sus palabras ocultaban verdades que a su cuerpo eran obvias. Pese a ello, apartó cualquier idea de su mente y retiró del fuego la mezcla, dejando sólo el fuego que consumía las pocas maderas para dar algo de calor, pero permitiendo que se enfriara lo que antes hervía.
-La gente suele temerle mucho a los cementerios por ese tema de los fantasmas, pero aquí no pasa nada ¿sabe? como ve es tranquilo. De hecho por eso vengo.- En efecto era un lugar tranquilo, pero sólo a veces. En muchas circunstancias, Alexia había tenido que irse porque no soportaba el ruido, el frío y demás cosas que producen los fantasmas cuando quieren molestar a los vivos. Otras veces, ella los ignoraba hasta que se cansaban. Sin embargo, él se puso de pie como si se dispusiera a irse, era claro que tenía sus suposiciones acerca del porqué una joven como ella estaba metida en ese espantoso sitio, incluso cualquiera se habría preguntado lo mismo. La chica se puso de pie con completa parsimonia y cruzándose de brazos negó con la cabeza. -No se disculpe, Señor. La verdad es que no espero a nadie, ni siquiera es raro que yo esté aquí. Es más, si camina de noche seguro me ve por ahí en cualquier sitio abandonado. Digamos que no tengo un lugar fijo para quedarme y el cementerio es buena opción. Piénselo...- Le sonrió de nueva cuenta como si se sintiera orgullosa de haber descubierto algo realmente bueno -... practicamente nadie viene a esta hora, puedo entrar a la cripta y hacer algo de fuego para calentarme, nadie me sacará porque este lugar, este mausoléo esta abandonado...- Su sonrisa se ladeo con el orgullo de su descubrimiento y tras ello relajó su postura y bajó los brazos a cada lado de su cuerpo.
-Oh, no me diga que...- Se alarmó de repente, se mordió el labio inferior y frunció el ceño con cierta vergüenza. -¿Usted es familiar o algo de esta gente?- Señaló sin especificar alguna de las tumbas sino refiriendose a todas ellas bajo el mismo apellido. -Lo lamento, si venía a visitarlos y justo me encontró aquí de intrusa le pido me disculpe, me voy ahora.- La sospecha en ella no llegó a mayores. Se inclinó de inmediato y guardó los restos de los ingredientes utilizados en una bolsa y sacó un pequeño frasquito para verter la mezcla en él. -Sólo unos minutos, lo prometo.- Mantuvo aquél tono de respeto y dejó de mirarle a los ojos, aunque él jamás había afirmado nada, aunque ¿Realmente estaba allí por eso? si no era así, debía tener otro buen argumento pues, a decir verdad, no tenía pinta de ser un joven sin casa.
Se arrodilló de nuevo frente a aquella mezcla y revolvió otra vez lentamente, al tiempo que soplaba apenas por encima -Sí, es canela. Las infusiones con canela son buenas para la toz ¿No le preparaban en casa algo así cuando enfermaba? es rico.- Afirmó ella levantando apenas la mirada a él por estar pendiente de su extraño menjurje que estaba casi listo. El remedio en sí era común, no había nada de magia en ello, ninguna palabra ni elemento mágico especial, todo, era producto de la naturaleza en su esplendor y en el apoyo típico que le da la tierra a las brujas que no desvían su camino a las tinieblas. Si la inquisición hiciera una visita, no habría nada que ver allí, a menos que encontraran la libreta que ella muy discretamente había guardado por el agujero de una de las tumbas.
La mención de la comida aparecía de nuevo y Alexia casi imaginó por completo lo que aquél hombre decía -Mmm casi lo imagino, aunque no creo que sean tan ricos como los rollos que me dice y menos si aparte sirven café para acompañar.- El tono animado de sus palabras ocultaban verdades que a su cuerpo eran obvias. Pese a ello, apartó cualquier idea de su mente y retiró del fuego la mezcla, dejando sólo el fuego que consumía las pocas maderas para dar algo de calor, pero permitiendo que se enfriara lo que antes hervía.
-La gente suele temerle mucho a los cementerios por ese tema de los fantasmas, pero aquí no pasa nada ¿sabe? como ve es tranquilo. De hecho por eso vengo.- En efecto era un lugar tranquilo, pero sólo a veces. En muchas circunstancias, Alexia había tenido que irse porque no soportaba el ruido, el frío y demás cosas que producen los fantasmas cuando quieren molestar a los vivos. Otras veces, ella los ignoraba hasta que se cansaban. Sin embargo, él se puso de pie como si se dispusiera a irse, era claro que tenía sus suposiciones acerca del porqué una joven como ella estaba metida en ese espantoso sitio, incluso cualquiera se habría preguntado lo mismo. La chica se puso de pie con completa parsimonia y cruzándose de brazos negó con la cabeza. -No se disculpe, Señor. La verdad es que no espero a nadie, ni siquiera es raro que yo esté aquí. Es más, si camina de noche seguro me ve por ahí en cualquier sitio abandonado. Digamos que no tengo un lugar fijo para quedarme y el cementerio es buena opción. Piénselo...- Le sonrió de nueva cuenta como si se sintiera orgullosa de haber descubierto algo realmente bueno -... practicamente nadie viene a esta hora, puedo entrar a la cripta y hacer algo de fuego para calentarme, nadie me sacará porque este lugar, este mausoléo esta abandonado...- Su sonrisa se ladeo con el orgullo de su descubrimiento y tras ello relajó su postura y bajó los brazos a cada lado de su cuerpo.
-Oh, no me diga que...- Se alarmó de repente, se mordió el labio inferior y frunció el ceño con cierta vergüenza. -¿Usted es familiar o algo de esta gente?- Señaló sin especificar alguna de las tumbas sino refiriendose a todas ellas bajo el mismo apellido. -Lo lamento, si venía a visitarlos y justo me encontró aquí de intrusa le pido me disculpe, me voy ahora.- La sospecha en ella no llegó a mayores. Se inclinó de inmediato y guardó los restos de los ingredientes utilizados en una bolsa y sacó un pequeño frasquito para verter la mezcla en él. -Sólo unos minutos, lo prometo.- Mantuvo aquél tono de respeto y dejó de mirarle a los ojos, aunque él jamás había afirmado nada, aunque ¿Realmente estaba allí por eso? si no era así, debía tener otro buen argumento pues, a decir verdad, no tenía pinta de ser un joven sin casa.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
-Se equivoca madame, no es esa la razón que esta noche me ha traído a este oscuro rincón olvidado por los hombres. -Proclamé acercándome un poco a ella, notando en su faz aquel gesto de marcada preocupación. -Ni mi madre ni padre tienen una tumba en este lugar. No deseo complicarle o contrariarle una vez me ha hablado de tal forma con respecto a su situación. Entiendo perfectamente por lo que tiene que pasar. -Miré a otro lado, paseando mi vista en derredor como si buscase oídos ajenos que pudiesen traspasar nuestro secreto.
Me encogí de hombros mientras el suave efluvio de la canela y la menta lograba mermar el húmedo perfume de la corrupción. -Realmente no se como expresarme, no es fácil para mi el explicarme en una situación como esta. -Parecía un tanto consternado, como si de verdad me sintiese como lo decía. -Tras escuchar su historia, siento que soy un enemigo suyo que ha violado su intimidad con mi presencia. Lamento realmente si le contrarié y con gusto le dejaría en este lugar a sus anchas si no fuese por que no puedo permitir que una dama como usted pase a la intemperie la noche.
Una mirada seria y de reprensión dirigía hacia aquel mausoleo derruido, como si deplorase aquel lugar. -Puedo entender que para usted esto es un refugio, pero... nadie debería vivir así. Se expone a demasiados peligros que son aun mayores por su condición de mujer... ademas, si me perdona que lo diga, parece que no ha comido en mucho tiempo. -Le contemplé levemente, poniendo especial atención a lo afilado de sus facciones y las huellas de la inanición que comienzan a notarse. -Pronto se quedará sin fuerzas si mantiene este estilo de vida ¿qué pasaría si algo o alguien le atacase? No puedo dejar que algo así le suceda. -Declaré finalmente con marcada energía acercándome un paso a ella, inclinándome a su lado junto al aun humeante caldero.
-Permitame ofrecerle aunque sea esta noche un techo y algo de comer. Le aseguro que su honor estará a salvo conmigo. -Murmuré contemplando con un rápido vistazo aquellos objetos que llenaban el espacio, sus pocas pertenencias no podían ser enumeradas como pruebas fehacientes de un crimen. -Entenderé que no desee tomar mi invitación y quizás no tenga demasiado para ofrecerle mas que un catre limpio y algo para llenar su estomago. Pero me tranquilizaría enormemente el saber que estas segura. A lo lejos el sonido de la noche seguía su suave rumbo, los animales que se arriesgaban en aquel lugar oscuro se arrastraban sobre la tierra y un carruaje cruzo con rapidez el empedrado de la calle contigua dejando a su paso un reguero de guajiros y la sinfonía de su andar.
Aquel era un movimiento peligroso, pero lo era más el permanecer mucho tiempo en aquel lugar donde los muertos reinaban. Aquella bruja podría tener potestad sobre ellos y si la mascarada quedaba descubierta sería una mala manera de enfrentarse con ella. Podía combatir cuerpo a cuerpo con entes corpóreo, no era tan sencillo cuando se trataban de entes tan caprichosos como lo eran los fantasmas. Si la mujer decidía quedarse en aquel lugar, tendría que actuar rápido y aquello no le agradaba enteramente.
Me encogí de hombros mientras el suave efluvio de la canela y la menta lograba mermar el húmedo perfume de la corrupción. -Realmente no se como expresarme, no es fácil para mi el explicarme en una situación como esta. -Parecía un tanto consternado, como si de verdad me sintiese como lo decía. -Tras escuchar su historia, siento que soy un enemigo suyo que ha violado su intimidad con mi presencia. Lamento realmente si le contrarié y con gusto le dejaría en este lugar a sus anchas si no fuese por que no puedo permitir que una dama como usted pase a la intemperie la noche.
Una mirada seria y de reprensión dirigía hacia aquel mausoleo derruido, como si deplorase aquel lugar. -Puedo entender que para usted esto es un refugio, pero... nadie debería vivir así. Se expone a demasiados peligros que son aun mayores por su condición de mujer... ademas, si me perdona que lo diga, parece que no ha comido en mucho tiempo. -Le contemplé levemente, poniendo especial atención a lo afilado de sus facciones y las huellas de la inanición que comienzan a notarse. -Pronto se quedará sin fuerzas si mantiene este estilo de vida ¿qué pasaría si algo o alguien le atacase? No puedo dejar que algo así le suceda. -Declaré finalmente con marcada energía acercándome un paso a ella, inclinándome a su lado junto al aun humeante caldero.
-Permitame ofrecerle aunque sea esta noche un techo y algo de comer. Le aseguro que su honor estará a salvo conmigo. -Murmuré contemplando con un rápido vistazo aquellos objetos que llenaban el espacio, sus pocas pertenencias no podían ser enumeradas como pruebas fehacientes de un crimen. -Entenderé que no desee tomar mi invitación y quizás no tenga demasiado para ofrecerle mas que un catre limpio y algo para llenar su estomago. Pero me tranquilizaría enormemente el saber que estas segura. A lo lejos el sonido de la noche seguía su suave rumbo, los animales que se arriesgaban en aquel lugar oscuro se arrastraban sobre la tierra y un carruaje cruzo con rapidez el empedrado de la calle contigua dejando a su paso un reguero de guajiros y la sinfonía de su andar.
Aquel era un movimiento peligroso, pero lo era más el permanecer mucho tiempo en aquel lugar donde los muertos reinaban. Aquella bruja podría tener potestad sobre ellos y si la mascarada quedaba descubierta sería una mala manera de enfrentarse con ella. Podía combatir cuerpo a cuerpo con entes corpóreo, no era tan sencillo cuando se trataban de entes tan caprichosos como lo eran los fantasmas. Si la mujer decidía quedarse en aquel lugar, tendría que actuar rápido y aquello no le agradaba enteramente.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Re: Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
-Ahh, no? uff menos mal!- Alexia se puso de pie y sonrió aliviada. Sin embargo, aquél hombre tenía más para decir. Ella lo escuchó con total atención, sin quitarle los ojos de encima ni un solo segundo y por supuesto con un dejo de sorpresa asomándose en su pálido y delgado rostro.
¿Cómo veía él todo ese ambiente del que se rodeaba ahora ella? El hombre acababa de conocer el verdadero significado de ello y hablaba como si todo fuera inseguro, pavoroso, indeseado, anormal y detestable. Como si todo fuera una fantasmagórica sombra de podredumbre, decrepitud y desolación; la pútrida y viscosa imagen de lo dañino; la atroz desnudez de algo que ningún humano debiera padecer. Dios sabe que la muchacha no estaba allí por gusto; pero hay cosas básicas que escapan de las posibilidades de quienes pertenecen a clases sociales bajas y, por más habilidades sobrenaturales que tenga ella, no es la excepción a la regla.
-Pero...- dijo en algún momento, pero comprendió que era mejor dejarlo terminar de hablar mientras iba pensando como debía mermar la fatalidad de sus palabras. Era posible que ella estuviera tan acostumbrada o resignada, que todo aquél lugar cobijado por la desolación misma, le pareciera una especie de hogar y que no sólo los muertos encontraran la paz sino que además la compartieran con ella. Por supuesto, no eran más que ideas erróneas.
Las respuestas se iban acumulando en la mente de Alexia conforme guardaba silencio, esperando el tiempo adecuado para responder. Ella le sonreía mientras tanto, encontraba una nobleza obvia en sus palabras o al menos eso le parecía. Luego habló, con su tono de voz tranquilo -No ha violado nada, Señor. Yo sé bien que este lugar es tan público como muchos otros en París y lo tengo tan admitido, como que sé que cosas así pueden suceder; cualquiera puede llegar de repente. Aunque sé también que en un cementerio pasa menos algo así y más aún si es de noche.-
Aún así, él continuaba viendo el lugar con absoluta desaprobación y, claro, Alexia aparentaba fragilidad como para alarmarse al verla metida en todo aquello. -Eso dicen, Señor, que no se debería vivir así, pero ¿Acaso alguien puede darle refugio a todos los desgraciados de esta ciudad?- frunció los labios en un gesto que pareció dulce, pero que denotaba confusión. -De todos modos comí ayer, sobre el medio día.- Sonrió de nueva cuenta, como lo hacía cada vez que creía que algo de lo que decía o hacía estaba bien y, aunque una comida cada dos días no era suficiente, ella había aprendido a sobrevivir así. Por supuesto tenía algo a favor y es que no todos los días eran malos, habían temporadas en las que podía alimentarse prácticamente a diario. -Pero por favor, no se preocupe, yo estoy acostumbrada, en serio.-
Sin embargo, el hombre avanzó hacía ella y la joven permaneció en su lugar. Sin retirarle la mirada. Él de nuevo parecía tener nobles intensiones y realmente la bruja no estaba acostumbrada a ello. -No quiero molestarle, de verdad. Descuide, yo estoy bien.- Mientras hablaba, sintió que por momentos los espíritus hablaban, susurraban algo para ella. Sin embargo, decidió no prestarles atención, seguro que sólo querían molestarla un rato; total, no era la primera vez que lo hacían. -Aunque si necesita usted una criada...- depronto guardó silencio, sin completar la frase. Sus mejillas se sonrosaron. Estaba avergonzada, pero no pudo evitar decirlo aunque sonara mal educado. La pregunta real era ¿Qué sabía hacer ella? le habían enseñado a limpiar pero de eso no pasaba y, tampoco es que permaneciera mucho haciéndolo porque siempre terminaba despedida cuando empezaba a hablar sola o a llorar asustada en algún rincón. Ella era consciente de eso y por lo mismo había callado, por eso no estaba prestando atención a lo que los espíritus querían decirle, pero ¿Qué sería aquello?
¿Cómo veía él todo ese ambiente del que se rodeaba ahora ella? El hombre acababa de conocer el verdadero significado de ello y hablaba como si todo fuera inseguro, pavoroso, indeseado, anormal y detestable. Como si todo fuera una fantasmagórica sombra de podredumbre, decrepitud y desolación; la pútrida y viscosa imagen de lo dañino; la atroz desnudez de algo que ningún humano debiera padecer. Dios sabe que la muchacha no estaba allí por gusto; pero hay cosas básicas que escapan de las posibilidades de quienes pertenecen a clases sociales bajas y, por más habilidades sobrenaturales que tenga ella, no es la excepción a la regla.
-Pero...- dijo en algún momento, pero comprendió que era mejor dejarlo terminar de hablar mientras iba pensando como debía mermar la fatalidad de sus palabras. Era posible que ella estuviera tan acostumbrada o resignada, que todo aquél lugar cobijado por la desolación misma, le pareciera una especie de hogar y que no sólo los muertos encontraran la paz sino que además la compartieran con ella. Por supuesto, no eran más que ideas erróneas.
Las respuestas se iban acumulando en la mente de Alexia conforme guardaba silencio, esperando el tiempo adecuado para responder. Ella le sonreía mientras tanto, encontraba una nobleza obvia en sus palabras o al menos eso le parecía. Luego habló, con su tono de voz tranquilo -No ha violado nada, Señor. Yo sé bien que este lugar es tan público como muchos otros en París y lo tengo tan admitido, como que sé que cosas así pueden suceder; cualquiera puede llegar de repente. Aunque sé también que en un cementerio pasa menos algo así y más aún si es de noche.-
Aún así, él continuaba viendo el lugar con absoluta desaprobación y, claro, Alexia aparentaba fragilidad como para alarmarse al verla metida en todo aquello. -Eso dicen, Señor, que no se debería vivir así, pero ¿Acaso alguien puede darle refugio a todos los desgraciados de esta ciudad?- frunció los labios en un gesto que pareció dulce, pero que denotaba confusión. -De todos modos comí ayer, sobre el medio día.- Sonrió de nueva cuenta, como lo hacía cada vez que creía que algo de lo que decía o hacía estaba bien y, aunque una comida cada dos días no era suficiente, ella había aprendido a sobrevivir así. Por supuesto tenía algo a favor y es que no todos los días eran malos, habían temporadas en las que podía alimentarse prácticamente a diario. -Pero por favor, no se preocupe, yo estoy acostumbrada, en serio.-
Sin embargo, el hombre avanzó hacía ella y la joven permaneció en su lugar. Sin retirarle la mirada. Él de nuevo parecía tener nobles intensiones y realmente la bruja no estaba acostumbrada a ello. -No quiero molestarle, de verdad. Descuide, yo estoy bien.- Mientras hablaba, sintió que por momentos los espíritus hablaban, susurraban algo para ella. Sin embargo, decidió no prestarles atención, seguro que sólo querían molestarla un rato; total, no era la primera vez que lo hacían. -Aunque si necesita usted una criada...- depronto guardó silencio, sin completar la frase. Sus mejillas se sonrosaron. Estaba avergonzada, pero no pudo evitar decirlo aunque sonara mal educado. La pregunta real era ¿Qué sabía hacer ella? le habían enseñado a limpiar pero de eso no pasaba y, tampoco es que permaneciera mucho haciéndolo porque siempre terminaba despedida cuando empezaba a hablar sola o a llorar asustada en algún rincón. Ella era consciente de eso y por lo mismo había callado, por eso no estaba prestando atención a lo que los espíritus querían decirle, pero ¿Qué sería aquello?
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Re: Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
Cuando pensaba que la presa se me escapaba de las manos con aquella suave modestia y cautela, era la misma chica la que encontraba una solución a mi dilema. No pude más que sonreír sutilmente ante aquellas palabras y el adorable tinte en sus mejillas frías por la caricia del viento nocturno. Aquello era aun más perfecto, una idea nacida en la inocencia que permitiría el paso del caos y la oscuridad a su propio destino. Debía, a pesar de todo, ir con tiento para no permitir que todo lo avanzado se perdiese en un instante.
-¿Una criada? -Indagué mirándole con sorpresa, retrocediendo un paso mientras el crujido de las hojas llenaba el espacio de mi silencio. Cerré los ojos y "consideré" aquella proposición. -Bueno, ahora que lo dices no estaría nada más. Verás soy un hombre muy ocupado y regularmente me encuentro fuera de casa. Mi hogar no es muy grande pero por el descuido es fácil se desordene. No vendría mal algo de ayuda en eso. -Dije mirándole con tranquilidad y confianza. -No podré pagarte demasiado, pero te aseguro que será suficiente y nunca te faltará que comer. -No deseaba parecer demasiado ansioso por tenerle conmigo, solo lo necesario para ganar su confianza.
-De igual forma, no deseo te sientas obligada a esto. Se que muchas veces puede parecer difícil el aceptar la ayuda de un extraño, sobretodo en estos tiempos donde el confiar es un arma de doble filo. Es imposible el saber cuando se te da sin esperar nada a cambio y siendo tu una chica con mayor razón has de ir con tiento. -Metí las manos en los bolsillos de mi saco, el paso del tiempo y de aquella noche silenciosa permitía el descenso de la temperatura y la hoguera comenzaba a ser insuficiente para mitigar aquel pesar. -Mi propuesta de una cena y un lugar donde pasar la noche es un mero acto de desprendimiento de mi parte, si crees que me deberás algo por ello te equivocas. Sin embargo, si te sientes más cómoda el ofreciéndome algo a cambio, como lo son tus servicios, lo aceptaré con gusto. Solo deseo ayudarte. Se lo que es el vivir a la deriva sin que nadie os tienda una mano y lamentablemente carezco de los medios para ayudar a todos aquellos que lo necesitan. -Aparté la mirada de ella, en mi rostro un gesto de pena y vergüenza se perfilo bajo el baño de la luz danzante de la hoguera.
-Me gustaría al menos hacer algo por usted. -Sonreí mirándole de nuevo, contemplando su ser desprotegido bajo la oscuridad de la noche. Parte de mi encontraba en todo aquello la treta perfecta, pero también podía sentir una sensación incomoda que pesaba en mi corazón ¿acaso era culpa? ¿Una genuina preocupación por ella? No lo sabía y traté de no pensar demasiado en ello, aparté aquellos peligrosos pensamientos y preferí el centrarme en la mascarada representada. -Entonces... ¿tenemos un trato señorita...? -Caí en la cuenta de que hasta ese momento no nos habíamos presentado, lleve mi mano derecha a la frente dándole un suave golpe con la palma en un gesto de autoconciencia. -Dios, debe creer carezco de modales. Ni siquiera conoce mi nombre y yo le ofrezco casa y trabajo. -Me incliné en una suave reverencia mientras alcanzaba su mano derecha con la mía, llevándole a mis labios plasme en esta un beso galante y breve. -Benoit Kant para servirle señorita. ¿Con quién tengo el gusto? -Sonreí elevando mi mirada desde aquella postura para despues erguirme, esperando su respuesta.
-¿Una criada? -Indagué mirándole con sorpresa, retrocediendo un paso mientras el crujido de las hojas llenaba el espacio de mi silencio. Cerré los ojos y "consideré" aquella proposición. -Bueno, ahora que lo dices no estaría nada más. Verás soy un hombre muy ocupado y regularmente me encuentro fuera de casa. Mi hogar no es muy grande pero por el descuido es fácil se desordene. No vendría mal algo de ayuda en eso. -Dije mirándole con tranquilidad y confianza. -No podré pagarte demasiado, pero te aseguro que será suficiente y nunca te faltará que comer. -No deseaba parecer demasiado ansioso por tenerle conmigo, solo lo necesario para ganar su confianza.
-De igual forma, no deseo te sientas obligada a esto. Se que muchas veces puede parecer difícil el aceptar la ayuda de un extraño, sobretodo en estos tiempos donde el confiar es un arma de doble filo. Es imposible el saber cuando se te da sin esperar nada a cambio y siendo tu una chica con mayor razón has de ir con tiento. -Metí las manos en los bolsillos de mi saco, el paso del tiempo y de aquella noche silenciosa permitía el descenso de la temperatura y la hoguera comenzaba a ser insuficiente para mitigar aquel pesar. -Mi propuesta de una cena y un lugar donde pasar la noche es un mero acto de desprendimiento de mi parte, si crees que me deberás algo por ello te equivocas. Sin embargo, si te sientes más cómoda el ofreciéndome algo a cambio, como lo son tus servicios, lo aceptaré con gusto. Solo deseo ayudarte. Se lo que es el vivir a la deriva sin que nadie os tienda una mano y lamentablemente carezco de los medios para ayudar a todos aquellos que lo necesitan. -Aparté la mirada de ella, en mi rostro un gesto de pena y vergüenza se perfilo bajo el baño de la luz danzante de la hoguera.
-Me gustaría al menos hacer algo por usted. -Sonreí mirándole de nuevo, contemplando su ser desprotegido bajo la oscuridad de la noche. Parte de mi encontraba en todo aquello la treta perfecta, pero también podía sentir una sensación incomoda que pesaba en mi corazón ¿acaso era culpa? ¿Una genuina preocupación por ella? No lo sabía y traté de no pensar demasiado en ello, aparté aquellos peligrosos pensamientos y preferí el centrarme en la mascarada representada. -Entonces... ¿tenemos un trato señorita...? -Caí en la cuenta de que hasta ese momento no nos habíamos presentado, lleve mi mano derecha a la frente dándole un suave golpe con la palma en un gesto de autoconciencia. -Dios, debe creer carezco de modales. Ni siquiera conoce mi nombre y yo le ofrezco casa y trabajo. -Me incliné en una suave reverencia mientras alcanzaba su mano derecha con la mía, llevándole a mis labios plasme en esta un beso galante y breve. -Benoit Kant para servirle señorita. ¿Con quién tengo el gusto? -Sonreí elevando mi mirada desde aquella postura para despues erguirme, esperando su respuesta.
Benoit Desmarai- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 09/05/2013
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Re: Una velada inolvidable [Alexia Voltaire]
¿Una criada? Repitió él y Alexia supo que ya no podría escapar de sus propias palabras. La idea había surgido con ligereza minutos antes y ahora era presa de la misma. Sinceramente, creyó que era estúpido porque eso que había hecho, le había dado paso libre a ganarse un nuevo enemigo sin necesidad. Era como buscar que uno más de los señores de París la echara sin piedad con motivo de una evidente demencia. Pero ¿Acaso su oferta no era digna de alguien que no razona como debe? Ese hombre era un completo desconocido que había llegado al mausoleo en las mismas circunstancias. Si bien parecía bueno, eso no era garantía de nada, pues, lo esencial suele ser menos visible en una primera instancia.
-Está bien, es más de lo que merezco.- Fue lo que dijo la chica en un gesto sonriente pero que costaba por causa de la vergüenza que le habían producido sus propias palabras. –No quiero molestarle, Señor. Lo reitero. Pero le agradezco de verdad que quiera ayudarme.- Esto último lo dijo cargado de la mayor sinceridad pues, la sola idea de estar resguardada del frío y tener alimento diario y caliente la sobrecogía como no habría podido hacerlo el tener apenas unas cuantas monedas. Para Alexia, el valor del dinero era representado en techo y comida; nada podría llegar a ser más importante que eso, no en su lista de prioridades.
Aparentemente, este hombre sabía bien del peligro que rondaba por las calles de París e incluso se sabía sospechoso a sí mismo. Pero, ¿Qué más podría perder ella? El tiempo en las calles no sólo la había expuesto como vulnerable, sino que además le había obligado a adaptarse y a sacar fuerzas de donde fuera para continuar viviendo. Su contextura física era algo de agradecer porque le permitía escabullirse con facilidad y corren sin mucho peso. Por otra parte, su magia venía a ser como un comodín para escapar de situaciones realmente complejas. Por suerte para ella, las ocasiones así habían sido mínimas; de hecho, lo peor que le pasó alguna vez fue terminar recluida en un manicomio en el que no duró mucho y no precisamente porque la dejaran libre, más bien, ella había escapado.
-No, Señor. Usted no me obliga a nada, más bien yo terminé dando una idea que de algún modo puede ser como una carga ¿No cree? Si quiere puede arrepentirse, yo no diré nada, se lo prometo. Además ¿Qué le dirá su esposa si lleva a casa a una mujer como yo, a una mendiga? No, no, de ninguna manera. Es que… mmmm… a veces peco de imprudente. Siempre me dicen eso…- Le miró como un pequeño que confiesa arrepentido alguna pilatuna que ha hecho. –Pero quédese tranquilo, yo he aprendido a defenderme sola. Ya ve, aún no muero y ya son varios meses en los que sobrevivo así. Aprendo rápido, al menos eso tengo de bueno.- sonrió y se encogió de hombros para luego desviar su mirada del hombre y recorrer de nueva cuenta el lugar en el que estaban. Escuchó de nuevo las voces de antes y su rostro pareció alertarse, algo así como cuando un animal percibe algún sonido que los humanos no pueden oír todavía. Parecía alerta hasta que recordó que no estaba sola y volvió la mirada, retomando a su interlocutor, justo como antes. –Ah, sí, yo sé que no puede ayudarnos a todos y bueno, supongo que soy afortunada por eso, ¿no?- preguntó esperando que él agregara algo más de luz sobre el asunto para dejarla con una fingida paz que muy probablemente no duraría mucho.
¿Quién habría creído encontrar maldad en ella si sonreía como si no pasara penalidades ni miedos? Cuando Benoit se presentó, ella extendió la mano sin pensarlo dos veces y estrechó la de él. Sin duda, él tenía una temperatura corporal mayor que la de ella y en aquél breve estrechón de manos, la joven bruja fue consciente de la fuerza que parecía poseer su espontáneo compañero. Se sonrojó de nuevo cuando este besó su mano ¿Alguien lo había hecho antes? Ella no recordaba siquiera una vez. –Pues, es un gusto, Señor Kant. Mi nombre es Alexia, Alexia Voltaire.- Se presentó ella con un apellido que claramente no provenía de la clase baja. Pero esa, es otra historia.
-Está bien, es más de lo que merezco.- Fue lo que dijo la chica en un gesto sonriente pero que costaba por causa de la vergüenza que le habían producido sus propias palabras. –No quiero molestarle, Señor. Lo reitero. Pero le agradezco de verdad que quiera ayudarme.- Esto último lo dijo cargado de la mayor sinceridad pues, la sola idea de estar resguardada del frío y tener alimento diario y caliente la sobrecogía como no habría podido hacerlo el tener apenas unas cuantas monedas. Para Alexia, el valor del dinero era representado en techo y comida; nada podría llegar a ser más importante que eso, no en su lista de prioridades.
Aparentemente, este hombre sabía bien del peligro que rondaba por las calles de París e incluso se sabía sospechoso a sí mismo. Pero, ¿Qué más podría perder ella? El tiempo en las calles no sólo la había expuesto como vulnerable, sino que además le había obligado a adaptarse y a sacar fuerzas de donde fuera para continuar viviendo. Su contextura física era algo de agradecer porque le permitía escabullirse con facilidad y corren sin mucho peso. Por otra parte, su magia venía a ser como un comodín para escapar de situaciones realmente complejas. Por suerte para ella, las ocasiones así habían sido mínimas; de hecho, lo peor que le pasó alguna vez fue terminar recluida en un manicomio en el que no duró mucho y no precisamente porque la dejaran libre, más bien, ella había escapado.
-No, Señor. Usted no me obliga a nada, más bien yo terminé dando una idea que de algún modo puede ser como una carga ¿No cree? Si quiere puede arrepentirse, yo no diré nada, se lo prometo. Además ¿Qué le dirá su esposa si lleva a casa a una mujer como yo, a una mendiga? No, no, de ninguna manera. Es que… mmmm… a veces peco de imprudente. Siempre me dicen eso…- Le miró como un pequeño que confiesa arrepentido alguna pilatuna que ha hecho. –Pero quédese tranquilo, yo he aprendido a defenderme sola. Ya ve, aún no muero y ya son varios meses en los que sobrevivo así. Aprendo rápido, al menos eso tengo de bueno.- sonrió y se encogió de hombros para luego desviar su mirada del hombre y recorrer de nueva cuenta el lugar en el que estaban. Escuchó de nuevo las voces de antes y su rostro pareció alertarse, algo así como cuando un animal percibe algún sonido que los humanos no pueden oír todavía. Parecía alerta hasta que recordó que no estaba sola y volvió la mirada, retomando a su interlocutor, justo como antes. –Ah, sí, yo sé que no puede ayudarnos a todos y bueno, supongo que soy afortunada por eso, ¿no?- preguntó esperando que él agregara algo más de luz sobre el asunto para dejarla con una fingida paz que muy probablemente no duraría mucho.
¿Quién habría creído encontrar maldad en ella si sonreía como si no pasara penalidades ni miedos? Cuando Benoit se presentó, ella extendió la mano sin pensarlo dos veces y estrechó la de él. Sin duda, él tenía una temperatura corporal mayor que la de ella y en aquél breve estrechón de manos, la joven bruja fue consciente de la fuerza que parecía poseer su espontáneo compañero. Se sonrojó de nuevo cuando este besó su mano ¿Alguien lo había hecho antes? Ella no recordaba siquiera una vez. –Pues, es un gusto, Señor Kant. Mi nombre es Alexia, Alexia Voltaire.- Se presentó ella con un apellido que claramente no provenía de la clase baja. Pero esa, es otra historia.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 09/05/2013
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