AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sirenas en un domino (privado)
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Sirenas en un domino (privado)
Dime que es lo que veo y te diré como eres, pero no me ciegues, no ciegues la vista al mar, no ciegues nada a tus ojos pues sin darte cuenta puedes estar metido dentro de una mar, lleno de una y mil sensación desbordante. Andaba esa noche bajo un manto de estrellas, el mismo que cada noche veía sobre mi cabeza, sonriendo abiertamente a despojo hasta que algo llamo mi atención. Mire hacia adelante y el correteo de unos pequeños animales se movieron con agilidad delante de mis ojos. Que ricura de animales, huían,... ¿Del lobo feroz? ¿O de alguna clase de caperucita roja que en realidad no era lo que toda una niña inocente era? Todo en el ambiente me envolvía con una magia que aquella y muchas de otras noches no había sentido. Algo se movía en el ambiente, quise saber que era, pero solamente me llenaba de una calidez extremadamente tierna, a la vez que sonreía de nuevo, mostrando parte de mi dentadura y enseguida puse mis pies en punta, alzando los brazos como queriendo llegar a coger una de las estrellas. Se decía, que si alguien, cogía una estrella y esta pedía un deseo que se le cumpliría y tendría vida eterna si obtuviese el corazón de una de estas, pero todo el mundo sabía que nada era lo que parecía, que eran cuentos de mentiras. Anduve un buen tramo de bosque, no más animales correteaban, todos estaban en sus escondites hasta que llegase la luz del alba y entonces, saldrían a dar los buenos días, como yo, ellos, todo el mundo.
De algún modo estaba feliz. No sé si era por el aroma en si, por el cambio climático, pero de algún modo sentía mi cuerpo flotar de alegría. ¿Qué me pasaba? No lo sabía, pero estaba mucho mejor que en otros días en el pasado. Camina, caminando iba por los bosques, arriba, abajo ¡cuidado! Me iba a dar con una rama a la altura del cuello y casi me quedo sin respiración al estar escondido, pero por ágil animal de los bosques, lo vi a tiempo y bueno, seguía mi camino poco a poco, hasta encontrarme en un claro que era bañado por la luz de la luna. Ese astro que siempre vigila a cualquier mendigo o ni hasta eso. Respire profundamente, oliendo el aroma de los bosques, como aquella sensación de paz se infiltraba por mis fosas nasales poco a poco. Me arrodille, me senté y apoyando los codos sobre la hierba eche mi pelo hacia atrás, cruce las piernas y seguía respirando para mis adentros aquel aroma, pero... ¿Que escucharon mis oído? ¿Pisadas? ¿O fue cosa de mi imaginación? De algún modo no le di importancia, era, al parecer un animalito asustado, quizás estaría perdido, pero no le dio importancia...aunque recordando aquella vez en que fui salvada por un hombre lobo, como me desmaye, no pude creer lo que mi inquietud hizo en ese momento. Me acerque hasta un tronco, envuelto por un musgo que se extendía por doquier, ahí metí un pie mío mientras me camuflaba con el árbol imitando aquella fabula de Dafne, ninfa que se convirtió en árbol para huir de Prometeo.
De algún modo estaba feliz. No sé si era por el aroma en si, por el cambio climático, pero de algún modo sentía mi cuerpo flotar de alegría. ¿Qué me pasaba? No lo sabía, pero estaba mucho mejor que en otros días en el pasado. Camina, caminando iba por los bosques, arriba, abajo ¡cuidado! Me iba a dar con una rama a la altura del cuello y casi me quedo sin respiración al estar escondido, pero por ágil animal de los bosques, lo vi a tiempo y bueno, seguía mi camino poco a poco, hasta encontrarme en un claro que era bañado por la luz de la luna. Ese astro que siempre vigila a cualquier mendigo o ni hasta eso. Respire profundamente, oliendo el aroma de los bosques, como aquella sensación de paz se infiltraba por mis fosas nasales poco a poco. Me arrodille, me senté y apoyando los codos sobre la hierba eche mi pelo hacia atrás, cruce las piernas y seguía respirando para mis adentros aquel aroma, pero... ¿Que escucharon mis oído? ¿Pisadas? ¿O fue cosa de mi imaginación? De algún modo no le di importancia, era, al parecer un animalito asustado, quizás estaría perdido, pero no le dio importancia...aunque recordando aquella vez en que fui salvada por un hombre lobo, como me desmaye, no pude creer lo que mi inquietud hizo en ese momento. Me acerque hasta un tronco, envuelto por un musgo que se extendía por doquier, ahí metí un pie mío mientras me camuflaba con el árbol imitando aquella fabula de Dafne, ninfa que se convirtió en árbol para huir de Prometeo.
Última edición por Sirenia Von Lunirae el Mar Jun 11, 2013 4:51 pm, editado 1 vez
Sirenia Vídgîr- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/06/2011
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Re: Sirenas en un domino (privado)
Pisadas caprichosamente rápidas se comían el empedrado de París con la carrera de un grupo de hombres que huían de un lugar incierto por una razón desconocida para los pocos transeúntes que todavía permanecían en las calles. Era un paisaje conocido que personas de poca monta de apoderaran de callejones y plazas bajo el amparo de la oscuridad, comiéndose la seguridad, y también era igual de sabido que los pocos testigos —cortesanos y vagabundos— poseían una voluntad tan disminuida por la falta del cumplimiento de sus necesidades básicas que no cargaban su mente de cosas tan problemáticas como tomar la justicia por sus propias manos; justicia para ellos era tener algo que llevarse al estómago. Era mejor dejar delinquir a los que aún conservaban su juventud, elasticidad y vigor. Melalo era uno de ellos.
—¡Más rápido, bestias! ¡Corran como hombres! —gritaba el mancebo sin abandonar su acelerado trote cargado de joyas valiosas.
Se alejaban lo más posible del centro de la ciudad, cuidando de no toparse con inspectores cumplidores de su deber. Precisamente habían elegido robar un día Sábado para cuidar que las autoridades pertinentes a complicarles la vida se vieran adormecidos por el alcohol y las mujeres, pero no faltaba el moralista sin vida de la cual ocuparse más que la de los malandrines que volvían peligrosas las calles. Los ladrones habían tenido la brillante idea de acudir al burdel fingiendo interés en ser clientes de las cortesanas más renombradas y caras para posteriormente hacer uso de sus ágiles e invisibles manos y echarse sus joyas a los bolsillos. Para su mala suerte, también había acudido al lugar un total de seis alguaciles, quienes se dieron cuenta del delito que se estaba llevando a cabo por los malhechores y cortaron su noche de recreo por el llamado del deber.
Esos policías ya habían quedado muy atrás, pero los bandidos no frenaban sus piernas, porque la experiencia que tenían como saqueadores y timadores les decía que en la confianza estaba el peligro, sobretodo en la ilegalidad. Melalo no les permitía mirar atrás, porque era la perdición. Ya lo sabía por sus años de ladrón a tiempo casi completo.
—¡Allá, al bosque! —indicó con su voz plagada de convicción. Lo que él decía, lo demás lo seguían porque Melalo lo creía cierto.
Ingresaron entonces a la espesura de los primitivos árboles, un lugar en donde los abotonados trajes de los funcionarios de la justicia no tenían lugar, pero sí la magia e irreverencia de los gitanos. Allí ellos eran los reyes; allí, en donde las ramas desnudas de los troncos otoñales trizaban la luna sobre sus cabezas. Melalo lamió su labio inferior dichoso de triunfo; un botín como ese había valido la pena el riesgo tanto para él como para quienes habían integrado el robo. El éxito pudo decretarse finalmente bajo la luz del firmamento y con una celebración colectiva una vez que dejaron de escuchar a los guardas de la ley yendo tras su pista. Los choques de manos siguieron a la victoria, así como también el reparto de los beneficios.
—Un collar de zafiros… parece que las rameras están recibiendo puercos reales en sus camas —dijo uno, admirando el adorno. Melalo observaba a sus compañeros sonriendo en silencio.
—Oye, esa alhajaría que tiene ahí es la pieza más valiosa que capturamos. Quítale algunas gemas y repártelas entre todos —exigió uno, un tanto gordo.
—¡Ni hablar! A mí me tocó la zorra alta, esa grande y fornida que me golpeó en la cabeza, ¿lo recuerdas? —le contestó de vuelta, dando inicio a una hecatombe de vocabulario.
Ya nadie se escuchaba; ya nadie entendía lo que el otro decía, pero eso no le hacía falta a Melalo, quien suspiró molesto como lo hacía con sus animales del circo cada vez que se ponían perezosos y le quitó de una sola vez la joya al gitano buscapleitos. Entonces el resto calló no por miedo, sino porque Melalo no intervenía a menos que tuviera en vista una solución que le pusiera un fin al bullicio injustificado. Podía ser que fuera un ladrón y no precisamente de los nobles que entregaban el resultado de sus artimañas a un fin que contribuyera al bien común de una familia como lo era la comida, pero nunca permitiría que le robaran el tiempo, así como tampoco lo haría con los demás.
—Pero qué bastardos más inteligentes. No querrán disminuir el valor de esta preciosidad —dijo con ironía mientras examinaba la joya levantada sobre su cabeza y sujetada por su mano derecha. Terminó lanzando el collar de zafiros a un gitano cualquiera de su grupo antes de dar su parecer— Lleva esa cosa y véndela al mejor postor. El dinero lo repartiremos en partes iguales —Se giró a su gente, siempre sonriente, pero con su voz firme— Entiendan bien que una gema vale mucho menos cuando está suelta que cuando es parte de un modelo como este. Repítanlo hasta que se sueñen con ello y piensen más en esa regla que en la puta madre que los parió a esta tierra.
Pasó que en medio de las carcajadas generalizadas del grupo, un gitano de la decena percibió una pisada quebrar las inocentes y delgadas ramas que había dejado caer el otoño sobre la hierba del bosque. Las risas se callaron y los rostros se pusieron en alerta. Melalo se acercó a los diferentes troncos que los rodeaban armado con una brillante daga. Si algún indiscreto se atrevía a delatarlos, sería su irremediable fin.
—Muéstrate si no quieres que te saque a golpes —hizo su advertencia; sería la última.
—¡Más rápido, bestias! ¡Corran como hombres! —gritaba el mancebo sin abandonar su acelerado trote cargado de joyas valiosas.
Se alejaban lo más posible del centro de la ciudad, cuidando de no toparse con inspectores cumplidores de su deber. Precisamente habían elegido robar un día Sábado para cuidar que las autoridades pertinentes a complicarles la vida se vieran adormecidos por el alcohol y las mujeres, pero no faltaba el moralista sin vida de la cual ocuparse más que la de los malandrines que volvían peligrosas las calles. Los ladrones habían tenido la brillante idea de acudir al burdel fingiendo interés en ser clientes de las cortesanas más renombradas y caras para posteriormente hacer uso de sus ágiles e invisibles manos y echarse sus joyas a los bolsillos. Para su mala suerte, también había acudido al lugar un total de seis alguaciles, quienes se dieron cuenta del delito que se estaba llevando a cabo por los malhechores y cortaron su noche de recreo por el llamado del deber.
Esos policías ya habían quedado muy atrás, pero los bandidos no frenaban sus piernas, porque la experiencia que tenían como saqueadores y timadores les decía que en la confianza estaba el peligro, sobretodo en la ilegalidad. Melalo no les permitía mirar atrás, porque era la perdición. Ya lo sabía por sus años de ladrón a tiempo casi completo.
—¡Allá, al bosque! —indicó con su voz plagada de convicción. Lo que él decía, lo demás lo seguían porque Melalo lo creía cierto.
Ingresaron entonces a la espesura de los primitivos árboles, un lugar en donde los abotonados trajes de los funcionarios de la justicia no tenían lugar, pero sí la magia e irreverencia de los gitanos. Allí ellos eran los reyes; allí, en donde las ramas desnudas de los troncos otoñales trizaban la luna sobre sus cabezas. Melalo lamió su labio inferior dichoso de triunfo; un botín como ese había valido la pena el riesgo tanto para él como para quienes habían integrado el robo. El éxito pudo decretarse finalmente bajo la luz del firmamento y con una celebración colectiva una vez que dejaron de escuchar a los guardas de la ley yendo tras su pista. Los choques de manos siguieron a la victoria, así como también el reparto de los beneficios.
—Un collar de zafiros… parece que las rameras están recibiendo puercos reales en sus camas —dijo uno, admirando el adorno. Melalo observaba a sus compañeros sonriendo en silencio.
—Oye, esa alhajaría que tiene ahí es la pieza más valiosa que capturamos. Quítale algunas gemas y repártelas entre todos —exigió uno, un tanto gordo.
—¡Ni hablar! A mí me tocó la zorra alta, esa grande y fornida que me golpeó en la cabeza, ¿lo recuerdas? —le contestó de vuelta, dando inicio a una hecatombe de vocabulario.
Ya nadie se escuchaba; ya nadie entendía lo que el otro decía, pero eso no le hacía falta a Melalo, quien suspiró molesto como lo hacía con sus animales del circo cada vez que se ponían perezosos y le quitó de una sola vez la joya al gitano buscapleitos. Entonces el resto calló no por miedo, sino porque Melalo no intervenía a menos que tuviera en vista una solución que le pusiera un fin al bullicio injustificado. Podía ser que fuera un ladrón y no precisamente de los nobles que entregaban el resultado de sus artimañas a un fin que contribuyera al bien común de una familia como lo era la comida, pero nunca permitiría que le robaran el tiempo, así como tampoco lo haría con los demás.
—Pero qué bastardos más inteligentes. No querrán disminuir el valor de esta preciosidad —dijo con ironía mientras examinaba la joya levantada sobre su cabeza y sujetada por su mano derecha. Terminó lanzando el collar de zafiros a un gitano cualquiera de su grupo antes de dar su parecer— Lleva esa cosa y véndela al mejor postor. El dinero lo repartiremos en partes iguales —Se giró a su gente, siempre sonriente, pero con su voz firme— Entiendan bien que una gema vale mucho menos cuando está suelta que cuando es parte de un modelo como este. Repítanlo hasta que se sueñen con ello y piensen más en esa regla que en la puta madre que los parió a esta tierra.
Pasó que en medio de las carcajadas generalizadas del grupo, un gitano de la decena percibió una pisada quebrar las inocentes y delgadas ramas que había dejado caer el otoño sobre la hierba del bosque. Las risas se callaron y los rostros se pusieron en alerta. Melalo se acercó a los diferentes troncos que los rodeaban armado con una brillante daga. Si algún indiscreto se atrevía a delatarlos, sería su irremediable fin.
—Muéstrate si no quieres que te saque a golpes —hizo su advertencia; sería la última.
Melalo Minué- Gitano
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Re: Sirenas en un domino (privado)
Voces y voces alrededor de su mente la molestaban de tal manera que no sabria demasiado tener en cuenta sus opiniones ni saber por donde andaba la gitana de cabello espeso. Esperaba que Gilbert siguiera dentro del campamento, le alertaria de quien escuchaba cerca, escuchaba prisioneros quejarse, pero ella se esconderia de tal manera que no seria vista, no, para nada, la luna que quizas podria delatarla, no lo haria, no, no, no, no podria estar asi de desdichada, estaba con la soledad hasta la garganta, bien, si tenia que estar sola para siempre entonces porque no estarlo.
Suspirando fue saliendo lentamente de donde estaba, quedandose mirando a un joven, con una daga, oh, peligro, se escondio detras de unso arbustos, asustada, no sabia quien era el que habia delante, bandoleros, quizas gente que asesinaba por placer, no queria morir, paro de pensar, pues se estaba imaginando cosas que quizas no eran y estaba montando todo desde un monton de arena que no existia.
Mejor salio corriendo por las sendas, yendo hacia el campamento, intentando ir en busca de ayuda, de alguien que pudiera ayudarla....recordo que Gilbert aun andaba de viaje o habria vuelto a buscarla? No lo sabia hasta que pudiera volver al campamento, pero si volvia al campamento, capturarian a los suyos, no paso desapercibida la gente que llevaban consigo. Suspiro, intento tranquilizarse, miro hacia arriba, y como si fuera de siempre, ella trepo con dificultad hasta una de las ramas que estaban fuerte agarradas del arbol.
Esperaba que tambien estuviera segura ahi arriba, suspiro esperando a que se vayaran aquellas personas. Si no se iban algo tendria ella que hacer, algo penso en hacer, pero las mejores piedras estaban en el mar y el mar estaba a mas de 3km desde donde estaba ella. Se lo penso, se fue bajando del arbol, con cuidado, se solto y cayo de espaldas para despues sentir la tierra mezclarse con sus ropas, gemir un poco de dolor y despues sentir que todo estaba bien. Se levanto como pudo, pero un tiron en su falda hizo tirarla hacia atrás, hacer que cayera al suelo. Escucho unas risas. No miro hacia atras.
Podria pensar quien era. ¿El desconocido?
Suspirando fue saliendo lentamente de donde estaba, quedandose mirando a un joven, con una daga, oh, peligro, se escondio detras de unso arbustos, asustada, no sabia quien era el que habia delante, bandoleros, quizas gente que asesinaba por placer, no queria morir, paro de pensar, pues se estaba imaginando cosas que quizas no eran y estaba montando todo desde un monton de arena que no existia.
Mejor salio corriendo por las sendas, yendo hacia el campamento, intentando ir en busca de ayuda, de alguien que pudiera ayudarla....recordo que Gilbert aun andaba de viaje o habria vuelto a buscarla? No lo sabia hasta que pudiera volver al campamento, pero si volvia al campamento, capturarian a los suyos, no paso desapercibida la gente que llevaban consigo. Suspiro, intento tranquilizarse, miro hacia arriba, y como si fuera de siempre, ella trepo con dificultad hasta una de las ramas que estaban fuerte agarradas del arbol.
Esperaba que tambien estuviera segura ahi arriba, suspiro esperando a que se vayaran aquellas personas. Si no se iban algo tendria ella que hacer, algo penso en hacer, pero las mejores piedras estaban en el mar y el mar estaba a mas de 3km desde donde estaba ella. Se lo penso, se fue bajando del arbol, con cuidado, se solto y cayo de espaldas para despues sentir la tierra mezclarse con sus ropas, gemir un poco de dolor y despues sentir que todo estaba bien. Se levanto como pudo, pero un tiron en su falda hizo tirarla hacia atrás, hacer que cayera al suelo. Escucho unas risas. No miro hacia atras.
Podria pensar quien era. ¿El desconocido?
Sirenia Vídgîr- Cazador Clase Alta
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Re: Sirenas en un domino (privado)
Aquella filosa arma que vanidosamente brillaba en manos de Melalo, nunca fue usaba. Lo que ocurrió fue que uno de los compañeros gitanos del moreno resultó ser mejor rastreador, y siguiendo el movimiento casi imperceptible de una joven mujer, la tomó firmemente de las telas de su ropa para llevarla bruscamente ante los ojos de los demás, ahí, en el suelo húmedo y polvoroso. Había sido demasiado ingenua como para pensar que saldría de allí sin ser detectada por un grupo considerable de gitanos acostumbrados a defenderse de los ojos de los espías y del brazo de la justicia. Por supuesto, dicha confianza sobremedida en poder escabullirse, provocó la risa de los presentes. ¿Qué había pensado ella, que eran unos novatos? Aquella suposición le había costado un bochorno.
El líder del grupo reía para sí mientras guardaba su daga en el interior de sus ropas. Si bien no era la primera vez que una moza ingenua intentaba dárselas de maestra del escape, pero sí era la vez primera en que la husmeadora acababa en el suelo. A pesar de la divertida forma en que la joven mujer había sido descubierta, a Melalo le correspondía poner las cosas en orden si no quería que se subieran los humos en el grupo. Después de todo, se necesitaba de toda una cohesionada edificación de personas para triunfar en el robo de un gran botín, y de un solo ladrillo mal puesto para que todo se viniera abajo.
—No fue su mejor aterrizaje, ¿verdad? —bromeó junto a sus compañeros antes de ponerse algo más serio, pero nunca dejando de divertirse. Fue cuando se hincó junto a la joven y la miró sin dejar de sonreír— Disculpa a mis camaradas, es la tensión del trabajo. Nada personal, pero has metido tu naricilla un negocio algo… —miró hacia el botín reunido en el centro de los hombres— …delicado. Sería un desconsiderado con mis queridos compañeros si te dejara ir así nada más, ¿sabes?
Tomó Melalo la mano de la fémina que había caído postrada al suelo, y la ayudó a volver a levantarse. Algunos de los gitanos miraban divertidos la escena, puesto que para ninguno era sorpresa la airosa conducta del moreno, así que se limitaban a apostar mentalmente cuánto tiempo pasaría antes de que se decidiera galantear a la desconocida. No obstante, el domador de animales miró detenidamente el rostro iluminado de la chica, preguntándose en dónde y bajo qué circunstancias la había visto, y se contestó que no la conocía a ella en sí, pero bastaba con contemplarla unos momentos para darse cuenta de que su cuna no se había constituido muy lejos de la suya. No tardó en hablar.
—Miren nada más. Creí que eras una gachí, pero eres gitana, ¿no? —alzó una ceja el varón— Es obvio que con esos ojos de aceituna y ese color de piel tan similar al sol de atardecer no puedes venir sino de un vientre bohemio, pero… ¿por qué no te he visto?
Se trataba de una muchacha más bien introvertida que incluso bordeaba la melancolía, algo que se contradecía con su juventud, la cual de alguna forma debía hacerla más proclive a la dicha, pero simplemente sus ojos no abandonaban el quebranto. Ninguno de los demás gitanos dijo haberla dicho en la tribu, allá, al sur de París. ¿Podía ser que fuera una solitaria o que su caravana hubiera recientemente llegado a tierras francesas? Fuera como fuera, su silencio estaba no ayudaba a que los hombres guardaran sus armas, excepto Melalo, cuyo instinto bandido le informaba que ella no era una amenaza para sus fines, pero así y todo no bajaba la guardia.
Lo que ellos no sabían era que Sirenia era el nombre de la mujer, un nombre prohibido para cualquier gitano, férreos opositores del agua y de todo lo que conformara ésta, como los océanos y los ríos, y por supuesto que involucraba también a las sirenas. El agua significaba lluvia, la cual empapaba sus caravanas, arrastraba el barro hacia el interior de sus tiendas, y desbordaba los ríos obligándolos a movilizarse en pésimas condiciones. Las únicas instancias en las que necesitaban agua era para beber, porque hasta bañarse una vez por semana era un derroche que no entendían teniendo la sed de un pueblo que apagar. El agua significaba todas esas cosas, pero ¿qué significado adoptaría Sirenia?
El líder del grupo reía para sí mientras guardaba su daga en el interior de sus ropas. Si bien no era la primera vez que una moza ingenua intentaba dárselas de maestra del escape, pero sí era la vez primera en que la husmeadora acababa en el suelo. A pesar de la divertida forma en que la joven mujer había sido descubierta, a Melalo le correspondía poner las cosas en orden si no quería que se subieran los humos en el grupo. Después de todo, se necesitaba de toda una cohesionada edificación de personas para triunfar en el robo de un gran botín, y de un solo ladrillo mal puesto para que todo se viniera abajo.
—No fue su mejor aterrizaje, ¿verdad? —bromeó junto a sus compañeros antes de ponerse algo más serio, pero nunca dejando de divertirse. Fue cuando se hincó junto a la joven y la miró sin dejar de sonreír— Disculpa a mis camaradas, es la tensión del trabajo. Nada personal, pero has metido tu naricilla un negocio algo… —miró hacia el botín reunido en el centro de los hombres— …delicado. Sería un desconsiderado con mis queridos compañeros si te dejara ir así nada más, ¿sabes?
Tomó Melalo la mano de la fémina que había caído postrada al suelo, y la ayudó a volver a levantarse. Algunos de los gitanos miraban divertidos la escena, puesto que para ninguno era sorpresa la airosa conducta del moreno, así que se limitaban a apostar mentalmente cuánto tiempo pasaría antes de que se decidiera galantear a la desconocida. No obstante, el domador de animales miró detenidamente el rostro iluminado de la chica, preguntándose en dónde y bajo qué circunstancias la había visto, y se contestó que no la conocía a ella en sí, pero bastaba con contemplarla unos momentos para darse cuenta de que su cuna no se había constituido muy lejos de la suya. No tardó en hablar.
—Miren nada más. Creí que eras una gachí, pero eres gitana, ¿no? —alzó una ceja el varón— Es obvio que con esos ojos de aceituna y ese color de piel tan similar al sol de atardecer no puedes venir sino de un vientre bohemio, pero… ¿por qué no te he visto?
Se trataba de una muchacha más bien introvertida que incluso bordeaba la melancolía, algo que se contradecía con su juventud, la cual de alguna forma debía hacerla más proclive a la dicha, pero simplemente sus ojos no abandonaban el quebranto. Ninguno de los demás gitanos dijo haberla dicho en la tribu, allá, al sur de París. ¿Podía ser que fuera una solitaria o que su caravana hubiera recientemente llegado a tierras francesas? Fuera como fuera, su silencio estaba no ayudaba a que los hombres guardaran sus armas, excepto Melalo, cuyo instinto bandido le informaba que ella no era una amenaza para sus fines, pero así y todo no bajaba la guardia.
Lo que ellos no sabían era que Sirenia era el nombre de la mujer, un nombre prohibido para cualquier gitano, férreos opositores del agua y de todo lo que conformara ésta, como los océanos y los ríos, y por supuesto que involucraba también a las sirenas. El agua significaba lluvia, la cual empapaba sus caravanas, arrastraba el barro hacia el interior de sus tiendas, y desbordaba los ríos obligándolos a movilizarse en pésimas condiciones. Las únicas instancias en las que necesitaban agua era para beber, porque hasta bañarse una vez por semana era un derroche que no entendían teniendo la sed de un pueblo que apagar. El agua significaba todas esas cosas, pero ¿qué significado adoptaría Sirenia?
Melalo Minué- Gitano
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Re: Sirenas en un domino (privado)
En sus ojos la pena se reflejaba, asqueada de las palabras del ajeno que la miraba, ella le miraba a él con cierto aire cohibido, no sabía tratar con otros gitanos que no fueran los de su campamento, los de su calaña, su familia, aquellos eran desconocido, vio que llevaban mercancía seguramente ganada a base de algún acto vil y cruel, aquel pensamiento entonces hizo retroceder algunos pasos desde donde estaba el sujeto, seguía mirándolo con una mirada viperina, desconfiada y se paró cuando noto un cuerpo sudoroso detrás de ella, esta volvió a adelantarse asustada, se tapó el cuerpo que estaba apenas cubierto con pocas sedas de colores oscuros y opacos como la noche, Sirenia seguía mirando a todos ¿Qué pasaría si huiría?
Seguramente volverían a atraparla, prefirió quedarse en el sitio, mirando al desconocido-…Puedo ser solamente el recuerdo vano de una noche por la que paseabais con vuestros…-miro a todos un momento antes de proseguir-….camaradas…-lo miro fijamente a los ojos-….No creo haber visto nada así de lo que un gitano pueda arrepentirse….hacer…-sus manos ahora eran las delatadoras de sus nervios que iban por su piel-….Yo…además, soy prohibida tanto en nombre como en…cuerpo y alma…-se le quedo mirando fijamente, para después desviar el rostro hacia un lado. Nerviosa estaba, pero ¡Venga! Era Sirenia Von Lunirae, un alma gitana, misteriosa con el grito de las olas corriendo por sus venas, con la sangre del famoso y temerario pirata Barba Negra aun en su interior esperando a que despertaran de una vez, haciendo que así ella pudiera al fin ser la temeraria y verdadera heredera de un linaje temido por piratería o simplemente ser como su madre, bella y dócil, una bella dama que se ataba a la vida ociosa de la alta sociedad y la realeza.
Sirenia sabía que estaba en lo cierto. Podría tener la belleza de una madre que nunca conoció, sabía que la historia de su pasado iba más allá que la de unos trapecistas que la recogieron en las aguas de una pequeña cala por la noche, pero en realidad, era tozuda, terca y desconfiada hasta entrar en confianza, miraba o aún estaba delante de aquel joven-….Yo he…he de partir…-intento visionar los troncos los cuales se les había caído, estaban al noreste y cerca de un hombre alto y seboso, “Joder…” –pensó para sí misma al ver ahí los troncos, entonces solamente fue moviéndose-….He de irme…en serio…mí ..Mi mayor es bastante estricto…-Dijo mirándolo con una sonrisa bastante picarona, echándose el pelo hacia atrás y viendo en este un ápice de impaciencia, ella podría notarlo, el aura de aquel desconocido y de cada uno de los que estaban presentes ahí, tenían el mismo aura oscura que mil noches sin luna y sin estrellas.
-No me busques….-Caminaba inocente hacia atrás, pero de inmediato fue atrapada por los brazos, manos por solamente un hombre a cada uno- Hey! ¡Suéltame!!-Intentando soltarse de aquellos agarres que la estaban haciendo algo de daño, intento esforzarse para poder liberarse, vamos, quería irse de aquel lugar ¿Qué tenía ella que ver ahora? - ¿Pretendes acaso retenerme aquí como tu prisionera? –alzo una ceja, rio, rio socarronamente como si estuviera dedicando un insulto educado al desconocido-… ¿O es que has tenido que enseñar a estos sacos de huesos como perros amaestrados para que acaten tus ordenes mientras te quedas en tu cobardía? –Dijo bien vacilante, intentaría todo para que la dejaran libre, ella no se iba, o se quedaba, o simplemente se dejaba atrapar sin más. ¿Pero de todas maneras, cuando ha sido capturada? Nunca, ella era libre y por los dioses del mar y la noche estaba segura de que quien quiera que fuera aquel desconocido, no se saldría con la suya.
Seguramente volverían a atraparla, prefirió quedarse en el sitio, mirando al desconocido-…Puedo ser solamente el recuerdo vano de una noche por la que paseabais con vuestros…-miro a todos un momento antes de proseguir-….camaradas…-lo miro fijamente a los ojos-….No creo haber visto nada así de lo que un gitano pueda arrepentirse….hacer…-sus manos ahora eran las delatadoras de sus nervios que iban por su piel-….Yo…además, soy prohibida tanto en nombre como en…cuerpo y alma…-se le quedo mirando fijamente, para después desviar el rostro hacia un lado. Nerviosa estaba, pero ¡Venga! Era Sirenia Von Lunirae, un alma gitana, misteriosa con el grito de las olas corriendo por sus venas, con la sangre del famoso y temerario pirata Barba Negra aun en su interior esperando a que despertaran de una vez, haciendo que así ella pudiera al fin ser la temeraria y verdadera heredera de un linaje temido por piratería o simplemente ser como su madre, bella y dócil, una bella dama que se ataba a la vida ociosa de la alta sociedad y la realeza.
Sirenia sabía que estaba en lo cierto. Podría tener la belleza de una madre que nunca conoció, sabía que la historia de su pasado iba más allá que la de unos trapecistas que la recogieron en las aguas de una pequeña cala por la noche, pero en realidad, era tozuda, terca y desconfiada hasta entrar en confianza, miraba o aún estaba delante de aquel joven-….Yo he…he de partir…-intento visionar los troncos los cuales se les había caído, estaban al noreste y cerca de un hombre alto y seboso, “Joder…” –pensó para sí misma al ver ahí los troncos, entonces solamente fue moviéndose-….He de irme…en serio…mí ..Mi mayor es bastante estricto…-Dijo mirándolo con una sonrisa bastante picarona, echándose el pelo hacia atrás y viendo en este un ápice de impaciencia, ella podría notarlo, el aura de aquel desconocido y de cada uno de los que estaban presentes ahí, tenían el mismo aura oscura que mil noches sin luna y sin estrellas.
-No me busques….-Caminaba inocente hacia atrás, pero de inmediato fue atrapada por los brazos, manos por solamente un hombre a cada uno- Hey! ¡Suéltame!!-Intentando soltarse de aquellos agarres que la estaban haciendo algo de daño, intento esforzarse para poder liberarse, vamos, quería irse de aquel lugar ¿Qué tenía ella que ver ahora? - ¿Pretendes acaso retenerme aquí como tu prisionera? –alzo una ceja, rio, rio socarronamente como si estuviera dedicando un insulto educado al desconocido-… ¿O es que has tenido que enseñar a estos sacos de huesos como perros amaestrados para que acaten tus ordenes mientras te quedas en tu cobardía? –Dijo bien vacilante, intentaría todo para que la dejaran libre, ella no se iba, o se quedaba, o simplemente se dejaba atrapar sin más. ¿Pero de todas maneras, cuando ha sido capturada? Nunca, ella era libre y por los dioses del mar y la noche estaba segura de que quien quiera que fuera aquel desconocido, no se saldría con la suya.
Sirenia Vídgîr- Cazador Clase Alta
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Re: Sirenas en un domino (privado)
Había comenzado como una intrusa desafortunada más, pero poco a poco estaba pasando de una ocasión común de eliminación de testigos a algo de lo más extraño. Se movía como gitana, su acento era gitano, su rostro de aceituna sin duda también pertenecía a los bohemios, pero entonces, ¿por qué se sentía tan ajena a lo que exhibían Melalo y sus camaradas? Aquello debía parecerle lo más normal y aceptable del mundo, pero no; los ojos nocturnos de la fémina se volvían nebulosos ante los ladrones, como si robar se tratara de un crimen atroz y no de una mera transacción, como era parte de la vida gitana. ¿De dónde venía esa mujer de confusas palabras e ideas? Sólo ella lo sabía, pero ello no quería decir que aquello no despertara cierta curiosidad muy bien escondida en el domador de animales.
No obstante, los intereses personales poco y nada podían hacer ahí, en donde primaban los deseos del grupo partícipe e los hechos delictuales. Melalo podía divertirse, sí, pero no por nada tenía la habilidad de conservar su liderazgo aun conseguido el fin primordial de los hermanos gitanos con éxito. Podía actuar fuera de las reglas de convivencia de negocios, pero no contra de ellas. Sirenia podía especificar con afán su necesidad de irse, pero ella parecía no entender que el individuo en sí mismo no valía nada sin el respaldo de una tribu. El varón no se opuso a las inocentes palabras de la fémina, porque ¿para qué hacerlo? Simplemente dobló sus brazos sobre su pecho e hizo sonreír la mitad de su boca, esperando lo inevitable. En poco tiempo los brazos de la intrusa habían sido inmovilizados por dos camaradas de Melalo, impidiéndole toda salida. Entendería de alguna forma que estaba bajo jurisdicción ajena.
—Pero mi dulce e inocente niña, no hay necesidad de lastimar los sentimientos de mis formidables compañeros —dijo con un tono de voz falsamente bien intencionado, como si estuviera vendiendo un producto adornando la realidad con palabras ad hoc y semblante carismático. Fue cuando descruzó sus brazos y comenzó a caminar alrededor de la sirena— Podría ser más gentil contigo, pero cada uno de estos gitanos arriesgó su pellejo por este botín, y no puedo permitir que te conviertas en la piedra de tope de nuestro negocio así sin más.
Nada sabían de ella, además de la información extraída de sus propias palabras que mencionaba una clase de jefe que velaba por su actuar. Lo cierto era que ninguno de los gitanos podía identificar alguna casta exacta de la cual proviniese. No era de una tribu tradicionalista, seguramente, porque si se trataba de una mujer soltera, inusual era encontrar a una mujer de su edad sin marido, y si era casada, todavía más escandaloso era encontrarla sola en un lugar desprotegido a altas horas de la noche. Exactamente, ¿qué era ella? Melalo no podía dejarla ir —lo sabía él y lo sabían los hombres que lo acompañaban—, ya que si lo hacía, nada les aseguraría que ella no acudiera a los inspectores para obtener un beneficio monetario personal. Había varias formas de resolver un asunto como aquel sin flaquear, pero Melalo aplicaría una sola; la más confiable. Se acercó a la muchacha apresada por sus compañeros paulatinamente, sin dejar de sonreírle con esa seguridad que lo caracterizaba, hasta que quedó frente a frente, separado por unos veinte centímetros aproximadamente. Haría su jugada.
—Tal vez si al menos nos dieras tu nombre, eso sería un paso para llegar a un consenso. ¿Sabes? Me gustan los tratos; son lo más justo. Una parte obtiene algo, y la otra algo que valora de la misma forma. Sin embargo… —tomó la mejilla de la intrusa e hizo que lo viera sin distraerse a sus ojos— …mi paciencia puede acabarse de repente, y podría dejar de ofrecerte la siempre complaciente diplomacia para tomar lo que creamos necesario y eliminar todo obstáculo, aunque no me gustaría tener que lastimarte, pero al fin y al cabo eres tú la que elige.
Ocio y negocio, toda una pareja que convivía en el interior de Melalo, convirtiéndolo en un delincuente aparentemente comprensivo, y podía serlo unos instantes, pero devoraba el ímpetu sin demora esa gentileza del comienzo. Quizás con la desconocida estaba alargando dicho período quieto y amable por lo poco que podía conocerse de ella, o porque su debilidad por las damas estaba surtiendo efecto, o por ambos. Fuera como fuera, no sería eterno. La jugada que haría Sirenia definiría lo que ocurriría. Y ella no sabía, no, no sabía. No tenía idea la morena qué harían dichos hombres si no se introducía en su juego, y esa era su desventaja. No obstante, ella poseía una ventaja que quizás ni ella conocía del todo; ella podría revelarle su alma a su captor con sólo tocar sus manos, pero ¿querría ella ser conocida?
Poco tiempo tenía para dilucidar.
No obstante, los intereses personales poco y nada podían hacer ahí, en donde primaban los deseos del grupo partícipe e los hechos delictuales. Melalo podía divertirse, sí, pero no por nada tenía la habilidad de conservar su liderazgo aun conseguido el fin primordial de los hermanos gitanos con éxito. Podía actuar fuera de las reglas de convivencia de negocios, pero no contra de ellas. Sirenia podía especificar con afán su necesidad de irse, pero ella parecía no entender que el individuo en sí mismo no valía nada sin el respaldo de una tribu. El varón no se opuso a las inocentes palabras de la fémina, porque ¿para qué hacerlo? Simplemente dobló sus brazos sobre su pecho e hizo sonreír la mitad de su boca, esperando lo inevitable. En poco tiempo los brazos de la intrusa habían sido inmovilizados por dos camaradas de Melalo, impidiéndole toda salida. Entendería de alguna forma que estaba bajo jurisdicción ajena.
—Pero mi dulce e inocente niña, no hay necesidad de lastimar los sentimientos de mis formidables compañeros —dijo con un tono de voz falsamente bien intencionado, como si estuviera vendiendo un producto adornando la realidad con palabras ad hoc y semblante carismático. Fue cuando descruzó sus brazos y comenzó a caminar alrededor de la sirena— Podría ser más gentil contigo, pero cada uno de estos gitanos arriesgó su pellejo por este botín, y no puedo permitir que te conviertas en la piedra de tope de nuestro negocio así sin más.
Nada sabían de ella, además de la información extraída de sus propias palabras que mencionaba una clase de jefe que velaba por su actuar. Lo cierto era que ninguno de los gitanos podía identificar alguna casta exacta de la cual proviniese. No era de una tribu tradicionalista, seguramente, porque si se trataba de una mujer soltera, inusual era encontrar a una mujer de su edad sin marido, y si era casada, todavía más escandaloso era encontrarla sola en un lugar desprotegido a altas horas de la noche. Exactamente, ¿qué era ella? Melalo no podía dejarla ir —lo sabía él y lo sabían los hombres que lo acompañaban—, ya que si lo hacía, nada les aseguraría que ella no acudiera a los inspectores para obtener un beneficio monetario personal. Había varias formas de resolver un asunto como aquel sin flaquear, pero Melalo aplicaría una sola; la más confiable. Se acercó a la muchacha apresada por sus compañeros paulatinamente, sin dejar de sonreírle con esa seguridad que lo caracterizaba, hasta que quedó frente a frente, separado por unos veinte centímetros aproximadamente. Haría su jugada.
—Tal vez si al menos nos dieras tu nombre, eso sería un paso para llegar a un consenso. ¿Sabes? Me gustan los tratos; son lo más justo. Una parte obtiene algo, y la otra algo que valora de la misma forma. Sin embargo… —tomó la mejilla de la intrusa e hizo que lo viera sin distraerse a sus ojos— …mi paciencia puede acabarse de repente, y podría dejar de ofrecerte la siempre complaciente diplomacia para tomar lo que creamos necesario y eliminar todo obstáculo, aunque no me gustaría tener que lastimarte, pero al fin y al cabo eres tú la que elige.
Ocio y negocio, toda una pareja que convivía en el interior de Melalo, convirtiéndolo en un delincuente aparentemente comprensivo, y podía serlo unos instantes, pero devoraba el ímpetu sin demora esa gentileza del comienzo. Quizás con la desconocida estaba alargando dicho período quieto y amable por lo poco que podía conocerse de ella, o porque su debilidad por las damas estaba surtiendo efecto, o por ambos. Fuera como fuera, no sería eterno. La jugada que haría Sirenia definiría lo que ocurriría. Y ella no sabía, no, no sabía. No tenía idea la morena qué harían dichos hombres si no se introducía en su juego, y esa era su desventaja. No obstante, ella poseía una ventaja que quizás ni ella conocía del todo; ella podría revelarle su alma a su captor con sólo tocar sus manos, pero ¿querría ella ser conocida?
Poco tiempo tenía para dilucidar.
Melalo Minué- Gitano
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Re: Sirenas en un domino (privado)
Se removió un poco con el roce en su mejilla….Nadie la había tocado así antes.
-Esa costumbre es común en cada poblado…estoy acostumbrada a hacer tratos…-bufo mirando al gitano que no había desvelado su nombre-…Mi nombre por el vuestro…-murmuro la gitana Sirenia que estaba allí aun sujeta por dos de los camaradas del gitano – Solamente sacarías un cartel de “se busca” por las calles de Paris si me tocáis un pelo aunque sea mínimo….Con quien…nos cuida a todos es bastante estricto como dije…y bastante metido en el lado de las sombras, una persona sin escrúpulos…-Dijo en una breve descripción hacia su mayor, hacia el jefe del campamento, aquel que había intentado persuadirla de que fuera su esposa pero ella reclino la oferta, la rechazo porque pensó que era bastante joven aun…pero quizás ya no habría mas lunas que seguir observando cuando la muerte que podría estar esperándola ahí mismo, junto con esos hombres mirándola como perros hambrientos.
-Dile a tus hombres que me suelten y entonces podemos hablar…en un lugar algo más intimo o si lo prefieres bajo esta luna que parece tener ojos y que quiere ser nuestro testigo…-se quedo mirando al grupo mientras aun tenia la mano del gitano sobre su mejilla-….Bien…ahora que? –le miro con cierta firmeza-….Sabes que no puedes hacerme mucho sin conocerme apenas…-sacudió su cuerpo intentando soltarse de los agarres de los hombres que la tenían sujeta, lo volvió a hacer varias veces pero solamente encontró risas burlonas tras sus intentos de escape. Estaba siempre en cuarentena por decirlo de algún modo dentro del campamento a la vigia de su mayor y cada vez que quería salir le pedía permiso, pero hubo veces que se había escapado y que la habían atrapado.
El mayor parecía tener un control con ella, pero ahora ella misma se había escapado de nuevo y seguramente esto era lo que su mayor intentaba evitar para ella. El ser mancillada con gente que no eran de su “pueblo” o “poblado” -…A este paso se hará de día antes de que hagas una decisión…-murmuro vacilante al ver que todos parecían estar pensándose si dejarla ir o no, ella solamente movió su rostro hacia el ajeno para robarle un beso lento, sensual, caliente junto con un ligero mordisco en el labio inferior del gitano que la tenia ahora mismo atrapada, de algún modo se sintió liberada de los agarres y entonces ella metió las manos dentro del pantalón del gitano por la zona de sus nalgas, apretándoselas-….No me hagas seguir…no es algo agradable para mi…-murmuro a través del oído del gitano, saco las manos para ir de seguido al aire invisible del lugar, alejando las manos del cuerpo del gitano y ella misma sacaba una daga de sus muslos, alzándola amenazadoramente contra la clavícula de este.
-….No esta en mi naturaleza amenazar a gente de mi mismo sino con armas de corto alcance, pero pido tratar contigo a solas, sin nadie que nos vigile o nos mire con cierta diversión…..-Se le quedo mirando fijamente a los ojos, le beso la oreja, la sien, la mejilla para después bajar la daga-….¿Entendido? –Se quedo mirándolo fijamente a los ojos, con el ceño fruncido pues ella no le había gustado que la incomodaran tanto - ….O solamente ¿Crees que estoy jugando? –Suspiro aun estando cerca del muchacho, no quería miradas, solo quería estar a solas con aquel con quien ahora estaba tan cerca de su cuerpo, con el que estaba tan cerca y sus labios estaban cerca pero sin ni siquiera ser rozados de nuevo-….Hay que joderse lo bien que saben los besos robados…-murmuro con cierta diversión-
-Esa costumbre es común en cada poblado…estoy acostumbrada a hacer tratos…-bufo mirando al gitano que no había desvelado su nombre-…Mi nombre por el vuestro…-murmuro la gitana Sirenia que estaba allí aun sujeta por dos de los camaradas del gitano – Solamente sacarías un cartel de “se busca” por las calles de Paris si me tocáis un pelo aunque sea mínimo….Con quien…nos cuida a todos es bastante estricto como dije…y bastante metido en el lado de las sombras, una persona sin escrúpulos…-Dijo en una breve descripción hacia su mayor, hacia el jefe del campamento, aquel que había intentado persuadirla de que fuera su esposa pero ella reclino la oferta, la rechazo porque pensó que era bastante joven aun…pero quizás ya no habría mas lunas que seguir observando cuando la muerte que podría estar esperándola ahí mismo, junto con esos hombres mirándola como perros hambrientos.
-Dile a tus hombres que me suelten y entonces podemos hablar…en un lugar algo más intimo o si lo prefieres bajo esta luna que parece tener ojos y que quiere ser nuestro testigo…-se quedo mirando al grupo mientras aun tenia la mano del gitano sobre su mejilla-….Bien…ahora que? –le miro con cierta firmeza-….Sabes que no puedes hacerme mucho sin conocerme apenas…-sacudió su cuerpo intentando soltarse de los agarres de los hombres que la tenían sujeta, lo volvió a hacer varias veces pero solamente encontró risas burlonas tras sus intentos de escape. Estaba siempre en cuarentena por decirlo de algún modo dentro del campamento a la vigia de su mayor y cada vez que quería salir le pedía permiso, pero hubo veces que se había escapado y que la habían atrapado.
El mayor parecía tener un control con ella, pero ahora ella misma se había escapado de nuevo y seguramente esto era lo que su mayor intentaba evitar para ella. El ser mancillada con gente que no eran de su “pueblo” o “poblado” -…A este paso se hará de día antes de que hagas una decisión…-murmuro vacilante al ver que todos parecían estar pensándose si dejarla ir o no, ella solamente movió su rostro hacia el ajeno para robarle un beso lento, sensual, caliente junto con un ligero mordisco en el labio inferior del gitano que la tenia ahora mismo atrapada, de algún modo se sintió liberada de los agarres y entonces ella metió las manos dentro del pantalón del gitano por la zona de sus nalgas, apretándoselas-….No me hagas seguir…no es algo agradable para mi…-murmuro a través del oído del gitano, saco las manos para ir de seguido al aire invisible del lugar, alejando las manos del cuerpo del gitano y ella misma sacaba una daga de sus muslos, alzándola amenazadoramente contra la clavícula de este.
-….No esta en mi naturaleza amenazar a gente de mi mismo sino con armas de corto alcance, pero pido tratar contigo a solas, sin nadie que nos vigile o nos mire con cierta diversión…..-Se le quedo mirando fijamente a los ojos, le beso la oreja, la sien, la mejilla para después bajar la daga-….¿Entendido? –Se quedo mirándolo fijamente a los ojos, con el ceño fruncido pues ella no le había gustado que la incomodaran tanto - ….O solamente ¿Crees que estoy jugando? –Suspiro aun estando cerca del muchacho, no quería miradas, solo quería estar a solas con aquel con quien ahora estaba tan cerca de su cuerpo, con el que estaba tan cerca y sus labios estaban cerca pero sin ni siquiera ser rozados de nuevo-….Hay que joderse lo bien que saben los besos robados…-murmuro con cierta diversión-
Sirenia Vídgîr- Cazador Clase Alta
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Re: Sirenas en un domino (privado)
Podía ser que Sirenia se mostrara rebelde ante las condiciones de Melalo y el resto de los ladrones y que su rostro fuera el fiel reflejo de una opositora testaruda, pero el que el sol brillara más fuerte no hacía que el mar desapareciera. No se podía empujar un carro de lado así como Sirenia no podía hacer que Melalo dejara de ser él; la temperatura de la noche no cambiaba sus hábitos ni se los llevaba la corriente.
—Verás que no es necesario conocerte. Conozco lo suficiente de la conducta femenina como para no saber rastrear tus intenciones, pequeña —le sonrió a la chica insinuantemente; una costumbre conocida por sus colegas.
Por supuesto que ocurrió así, y Melalo rió ante el beso caliente y entremezclado con ira de la fémina. Según el gitano, los besos furiosos y robados tenían un toque especial que el matrimonio no podía no podía suplir. Tal vez era demasiado adicto a ese sabor como para dejarlo atrás como lo esperaba su familia y su tribu.
Cuando ella metió las manos en una zona poco convencional para las gitanas respetables, Melalo alzó una ceja con suficiente preguntándose qué más haría. Él no era ningún estúpido; no por nada llevaba años dedicándose a estafar y robar sin ser atrapado. Había que pensar en qué haría el otro para que el atrapado fuera el ladrón y no la víctima. Si bien su astucia le vaticinaba que era imposible que una muchacha que se había mostrado tan subversiva hacía sólo unos segundos se hubiera vuelto dócil por obra de magia sin una segunda intención, quería ver qué tan lejos era de capaz de llegar por librarse de las garras de unos bandidos celosos de su tesoro.
Y ocurrió como lo había predicho. Frente al “no me hagas seguir; no es algo agradable para mí” de Sirenia, él sabía bien qué decir. Se lo susurró al oído no como un secreto, pero sí como un mensaje personal.
—Sé que no quieres decir eso. Tú lo has buscado; no me digas ahora que no te ha gustado —alcanzó a decir justo antes de que ella amenazara con clavar su daga en la clavícula de éste.
Melalo no se impresionó con los movimientos de Sirenia, puesto que estaba acostumbrado a eludir y a hacer de premonitor de trampas, pero la miró divertido con una media sonrisa. Ni siquiera estaba respirando agitadamente, porque no sentía miedo alguno. Se creía lo suficientemente omnipotente dentro de su territorio como para no mostrar sorpresa, y si de casualidad leía en los ojos de Sirenia que lo único que ella deseaba era matarlo, con mucho placer sería testigo de cómo sus acciones se contradecían con lo que profesaba.
Negó el moreno con su cabeza, riendo a pesar de que el filo de la daga apuntar a su cuerpo como una planta carnívora encerrando a su carnuda presa entre sus tenazas. Ese mismo semblante cambió cuando sus compañeros sacaron sus propias y las apuntaron hacia Sirenia; algunos apuntaban hacia su pescuezo, otros a su columna vertebral y el resto hacia sus costados, en donde estaban sus órganos aún funcionando. Melalo siguió sonriéndole a la morena delante de él, pero esta vez de manera desafiante.
—Creo que nos subestimas, niña impertinente. No lo has entendido del todo, ¿verdad? Esto no es negocio; eso sería si ambas partes en igualdad de condiciones ganaran proporcionalmente la misma cantidad, pero tú te entrometiste como una piedra en el camino, una que vio demasiado, por lo demás. Cometiste un error, y ahora debes pagarlo —sentenció el moreno intrépidamente antes de tomar la muñeca que sostenía la daga y usarla para voltear a la gitana y hacerle una llave no demasiado fuerte; lo suficiente como para inmovilizarla y hacer que su daga cayera al suelo. El mentón de Melalo quedó sobre la cabellera negra, el cual era un punto estratégico para que ella viera directamente al grupo de bandidos y no a él— ¿Ves a estos hombres? Cada uno de ellos es un artista en lo que hace desde que tienen memoria. Ninguno es mi perro. ¿Por qué crees que nos tenemos como amigos? Es porque no nos queremos como enemigos. Somos un todo, y aunque esa ideíta tuya de compartir personalmente no es de mi desagrado, aquí predomina el grupo, no la persona. ¿Lo comprendes ahora, pequeña traviesa?
No esperó a que ella contestara; en vez de eso, ató sus manos con una corta pero firme soga detrás de su espalda y le hizo señas a sus compañeros para que se acercaran más. Tenía algo que decirles a todos, incluyendo a Sirenia. Ella también tendría que comprender lo que estaría por suceder, por su bien.
—Ahora esta muchacha nos dirá su nombre. Si no nos lo dice, la llevaremos a la tribu para que le enseñen lo que hacemos con los soplones; ay de ella. Pero si decide ser lista y acceder, abriremos nuestros oídos. Hasta entonces, permanecerán cerrados. ¿Les parece buena idea? —preguntó el gitano a los que lo rodeaban. Ellos contestaron vitoreando y levantando sus armas. Fue entonces cuando Melalo volvió a mirar a Sirenia sin dejar de sujetarla y pronunció dos palabras— Tu turno.
—Verás que no es necesario conocerte. Conozco lo suficiente de la conducta femenina como para no saber rastrear tus intenciones, pequeña —le sonrió a la chica insinuantemente; una costumbre conocida por sus colegas.
Por supuesto que ocurrió así, y Melalo rió ante el beso caliente y entremezclado con ira de la fémina. Según el gitano, los besos furiosos y robados tenían un toque especial que el matrimonio no podía no podía suplir. Tal vez era demasiado adicto a ese sabor como para dejarlo atrás como lo esperaba su familia y su tribu.
Cuando ella metió las manos en una zona poco convencional para las gitanas respetables, Melalo alzó una ceja con suficiente preguntándose qué más haría. Él no era ningún estúpido; no por nada llevaba años dedicándose a estafar y robar sin ser atrapado. Había que pensar en qué haría el otro para que el atrapado fuera el ladrón y no la víctima. Si bien su astucia le vaticinaba que era imposible que una muchacha que se había mostrado tan subversiva hacía sólo unos segundos se hubiera vuelto dócil por obra de magia sin una segunda intención, quería ver qué tan lejos era de capaz de llegar por librarse de las garras de unos bandidos celosos de su tesoro.
Y ocurrió como lo había predicho. Frente al “no me hagas seguir; no es algo agradable para mí” de Sirenia, él sabía bien qué decir. Se lo susurró al oído no como un secreto, pero sí como un mensaje personal.
—Sé que no quieres decir eso. Tú lo has buscado; no me digas ahora que no te ha gustado —alcanzó a decir justo antes de que ella amenazara con clavar su daga en la clavícula de éste.
Melalo no se impresionó con los movimientos de Sirenia, puesto que estaba acostumbrado a eludir y a hacer de premonitor de trampas, pero la miró divertido con una media sonrisa. Ni siquiera estaba respirando agitadamente, porque no sentía miedo alguno. Se creía lo suficientemente omnipotente dentro de su territorio como para no mostrar sorpresa, y si de casualidad leía en los ojos de Sirenia que lo único que ella deseaba era matarlo, con mucho placer sería testigo de cómo sus acciones se contradecían con lo que profesaba.
Negó el moreno con su cabeza, riendo a pesar de que el filo de la daga apuntar a su cuerpo como una planta carnívora encerrando a su carnuda presa entre sus tenazas. Ese mismo semblante cambió cuando sus compañeros sacaron sus propias y las apuntaron hacia Sirenia; algunos apuntaban hacia su pescuezo, otros a su columna vertebral y el resto hacia sus costados, en donde estaban sus órganos aún funcionando. Melalo siguió sonriéndole a la morena delante de él, pero esta vez de manera desafiante.
—Creo que nos subestimas, niña impertinente. No lo has entendido del todo, ¿verdad? Esto no es negocio; eso sería si ambas partes en igualdad de condiciones ganaran proporcionalmente la misma cantidad, pero tú te entrometiste como una piedra en el camino, una que vio demasiado, por lo demás. Cometiste un error, y ahora debes pagarlo —sentenció el moreno intrépidamente antes de tomar la muñeca que sostenía la daga y usarla para voltear a la gitana y hacerle una llave no demasiado fuerte; lo suficiente como para inmovilizarla y hacer que su daga cayera al suelo. El mentón de Melalo quedó sobre la cabellera negra, el cual era un punto estratégico para que ella viera directamente al grupo de bandidos y no a él— ¿Ves a estos hombres? Cada uno de ellos es un artista en lo que hace desde que tienen memoria. Ninguno es mi perro. ¿Por qué crees que nos tenemos como amigos? Es porque no nos queremos como enemigos. Somos un todo, y aunque esa ideíta tuya de compartir personalmente no es de mi desagrado, aquí predomina el grupo, no la persona. ¿Lo comprendes ahora, pequeña traviesa?
No esperó a que ella contestara; en vez de eso, ató sus manos con una corta pero firme soga detrás de su espalda y le hizo señas a sus compañeros para que se acercaran más. Tenía algo que decirles a todos, incluyendo a Sirenia. Ella también tendría que comprender lo que estaría por suceder, por su bien.
—Ahora esta muchacha nos dirá su nombre. Si no nos lo dice, la llevaremos a la tribu para que le enseñen lo que hacemos con los soplones; ay de ella. Pero si decide ser lista y acceder, abriremos nuestros oídos. Hasta entonces, permanecerán cerrados. ¿Les parece buena idea? —preguntó el gitano a los que lo rodeaban. Ellos contestaron vitoreando y levantando sus armas. Fue entonces cuando Melalo volvió a mirar a Sirenia sin dejar de sujetarla y pronunció dos palabras— Tu turno.
Melalo Minué- Gitano
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Re: Sirenas en un domino (privado)
Su corazón estaba bien acelerado siendo afligido, cerrando los ojos otra vez se quedó, intentando no ceder al llanto, aquella treta le había sido lanzada de sorpresa, había adquirido un golpe maestro en donde ella pasaba a segundo plano y todos las miraban con curiosidad pese a que ahora habían alzado las armas hacia el cielo nocturno. Miro a Melalo, girando su rostro hacia él y solamente falto un poco para que su cuello rozara más con el arma de alguno de los cómplices-…S..Si…-se lamio los labios, nerviosa, esta enseguida se recostó sobre el cuerpo del gitano, del ladrón y pese a que sus manos estaban cerca de las piernas ajenas, esta aprovecho para atraparle de su entrepierna, agarrarle cerca pero no en su centro, porque ya de eso se ocupaba una de sus nalgas, las cuales rozaban contra el con un poco de fuerza-…..Angélica…-Susurro cual serpiente antes de anunciar una muerte tentada, cínicamente dijo su nombre, un nombre que no tenía en su memoria pero que se le ocurrió de repente, miraba a Melalo fijamente, le soltó de su pantalón y las nalgas se alejaban del roce tentador que esta tenía para aquella acción.
-Déjame ir…-lo miraba aun-….Ya te dije mi nombre….Ahora creo además que es tu turno….-Se quedó mirándolo fijamente, aún seguía con esa mirada asustada para después sentir que una lagrima corría por su mejilla lentamente, ahora le picaba el ojo-Ahg…se me metió algo en el ojo…-intento rascarse pero tenía las manos atadas a su espalda, comenzó a ser molesto el estar de este modo, parpadeaba y lloraba a causa del picor-….Me pica…Quítame esto …-De verdad que estaba en apuros, lo que más cuidaba era sus ojos, no quería perderlos porque no podía rascárselos-…Por favor…ráscame con suavidad el ojo o desátame…por favor…-lo miraba con un ojo, mientras que el otro estaba cerrado, intentando a que se le pasara el picor pero estaba tardando un poco y ¡Maldita sea! El picor paro, lo sintió que se calmaba-Por favor…me pica mucho!!-Grito mucho, pero parecía que era en vano lo que decía, se separó con brusquedad y como si fuera la cuerda de la comba, sus manos pasaron por debajo, pudiendo así estar al frente, poder rascarse finalmente el ojo, calmándose un poco y enseguida sintió como era empujada contra el gitano que le había atado las manos, se quejó y entonces vio que ya no habría escapatoria.
-….Creo que estas en problemas si te atreves a retenerme aquí…-se quedó retándole con la mirada, ella tenía seguidores y uno en especial era el “Mayor” , el jefe del campamento en donde estaba ella refugiada-..Aunque la vida de un gitano, por muy misteriosa que sea no se nos va a perdonar la vida….-seguramente el gitano que tenía delante y el que la tenía sujeta contra “melalo” no la dejarían tranquila. Intento recordar como se llamó-…Bueno, yo Freya, te digo que me dejes libre…-¡No! Recordó que no era ese el nombre-…Digo …Angélica…-rio nerviosa, intentando alejarse de ese agarre en el que estaba de aquel “complice” - ¿Tu nombre?
-Déjame ir…-lo miraba aun-….Ya te dije mi nombre….Ahora creo además que es tu turno….-Se quedó mirándolo fijamente, aún seguía con esa mirada asustada para después sentir que una lagrima corría por su mejilla lentamente, ahora le picaba el ojo-Ahg…se me metió algo en el ojo…-intento rascarse pero tenía las manos atadas a su espalda, comenzó a ser molesto el estar de este modo, parpadeaba y lloraba a causa del picor-….Me pica…Quítame esto …-De verdad que estaba en apuros, lo que más cuidaba era sus ojos, no quería perderlos porque no podía rascárselos-…Por favor…ráscame con suavidad el ojo o desátame…por favor…-lo miraba con un ojo, mientras que el otro estaba cerrado, intentando a que se le pasara el picor pero estaba tardando un poco y ¡Maldita sea! El picor paro, lo sintió que se calmaba-Por favor…me pica mucho!!-Grito mucho, pero parecía que era en vano lo que decía, se separó con brusquedad y como si fuera la cuerda de la comba, sus manos pasaron por debajo, pudiendo así estar al frente, poder rascarse finalmente el ojo, calmándose un poco y enseguida sintió como era empujada contra el gitano que le había atado las manos, se quejó y entonces vio que ya no habría escapatoria.
-….Creo que estas en problemas si te atreves a retenerme aquí…-se quedó retándole con la mirada, ella tenía seguidores y uno en especial era el “Mayor” , el jefe del campamento en donde estaba ella refugiada-..Aunque la vida de un gitano, por muy misteriosa que sea no se nos va a perdonar la vida….-seguramente el gitano que tenía delante y el que la tenía sujeta contra “melalo” no la dejarían tranquila. Intento recordar como se llamó-…Bueno, yo Freya, te digo que me dejes libre…-¡No! Recordó que no era ese el nombre-…Digo …Angélica…-rio nerviosa, intentando alejarse de ese agarre en el que estaba de aquel “complice” - ¿Tu nombre?
Sirenia Vídgîr- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/06/2011
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