AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
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Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Tempestades arreciaron el barco que veloz surcaba los mares guiado por el capitán que voraz surcaba las olas que pretendían engullir la embarcación, como si los dioses en nuestra contra trataran de impedirnos llegar a París.
Nuestro objetivo estaba claro, por unos motivos u otros todos debíamos cierta lealtad a Vin, el hechicero que estaba preso en un de las mazmorras de París, así que íbamos a liberarlo y devolverlo a su lugar, la libertad y el mar.
La noche fue dura, los arrecifes estaban cerca, las maniobras eran oscuras y la tormenta no nos daba tregua, mas con los primeros rayos del sol, llego la calma, nuestros cuerpos debilitados por la noche agradecieron el sosiego y nuestros ojos celebraron tras la bruma la visión del puerto.
Desembarcamos tras anclar el barco, todos con el plan establecido casi desde antes de emprender el viaje.
Teníamos que descubrir donde se encontraba el hechicero y lo mejor para ello era separarnos para cubrir mayor terreno.
Con mi bastarda a la espalda me despedí del capitán con un ligero movimiento de cabeza.
Unos cuantos comprarían víveres para el trayecto de vuelta, sabíamos que en cuanto nos hiciéramos con el, tendríamos que salir a toda prisa.
El barco tenia que estar preparado para volver a surcar los mares.
Tras pasar las aduanas y rellenar los mil y un formularios para poder pasar las armas a París, logré dejar atrás el puerto con su olor a mar, pescado y salitre para adentrarme en la colorida ciudad.
No se me ocurrió mejor lugar que una taberna de mala muerte para escuchar todo aquello que se tramaba en los entresijos de la ciudad.
Bueno, si, ir de putas, esas mujeres guardan mas secretos que enfermedades almacenan entre sus piernas.
Pero empezaría por la taberna, quizás con mas alcohol acabará en el burdel, la noche era joven y yo necesitaba información.
No me costó demasiado dar con un lugar de esos oscuros y apestosos, aunque claro, yo no es que oliera a rosas precisamente. Al menos esperaba que la cerveza no oliera a meao de burra y de hacerlo al menos que me diera un buen subidon para no sentir el sabor de la segunda.
Reí adentrándome en el lugar abriéndome paso entre la multitud, la mayoría hombres, algunas mujeres rechonchas y feas y al fondo una rubia ¿que hacia esa sirena fuera del mar?
Me acerque apartando de un manotazo a un par de moscones que pululaban a su alrededor.
-Hola preciosa -dije con una sonrisa de medio lado -encantado de conocerme y tu también lo estarás -añadí lanzando un mordisco al aire.
-Un par de jarras -pedí al camarero tomando sitio junto a la rubia de culo prieto.
Nuestro objetivo estaba claro, por unos motivos u otros todos debíamos cierta lealtad a Vin, el hechicero que estaba preso en un de las mazmorras de París, así que íbamos a liberarlo y devolverlo a su lugar, la libertad y el mar.
La noche fue dura, los arrecifes estaban cerca, las maniobras eran oscuras y la tormenta no nos daba tregua, mas con los primeros rayos del sol, llego la calma, nuestros cuerpos debilitados por la noche agradecieron el sosiego y nuestros ojos celebraron tras la bruma la visión del puerto.
Desembarcamos tras anclar el barco, todos con el plan establecido casi desde antes de emprender el viaje.
Teníamos que descubrir donde se encontraba el hechicero y lo mejor para ello era separarnos para cubrir mayor terreno.
Con mi bastarda a la espalda me despedí del capitán con un ligero movimiento de cabeza.
Unos cuantos comprarían víveres para el trayecto de vuelta, sabíamos que en cuanto nos hiciéramos con el, tendríamos que salir a toda prisa.
El barco tenia que estar preparado para volver a surcar los mares.
Tras pasar las aduanas y rellenar los mil y un formularios para poder pasar las armas a París, logré dejar atrás el puerto con su olor a mar, pescado y salitre para adentrarme en la colorida ciudad.
No se me ocurrió mejor lugar que una taberna de mala muerte para escuchar todo aquello que se tramaba en los entresijos de la ciudad.
Bueno, si, ir de putas, esas mujeres guardan mas secretos que enfermedades almacenan entre sus piernas.
Pero empezaría por la taberna, quizás con mas alcohol acabará en el burdel, la noche era joven y yo necesitaba información.
No me costó demasiado dar con un lugar de esos oscuros y apestosos, aunque claro, yo no es que oliera a rosas precisamente. Al menos esperaba que la cerveza no oliera a meao de burra y de hacerlo al menos que me diera un buen subidon para no sentir el sabor de la segunda.
Reí adentrándome en el lugar abriéndome paso entre la multitud, la mayoría hombres, algunas mujeres rechonchas y feas y al fondo una rubia ¿que hacia esa sirena fuera del mar?
Me acerque apartando de un manotazo a un par de moscones que pululaban a su alrededor.
-Hola preciosa -dije con una sonrisa de medio lado -encantado de conocerme y tu también lo estarás -añadí lanzando un mordisco al aire.
-Un par de jarras -pedí al camarero tomando sitio junto a la rubia de culo prieto.
Stelios- Humano Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Los hombres solían decirme que parecía una sirena, era un comentario al que estaba acostumbrada y gracias al cual más de un pirata se había llevado un golpe. No porque el adjetivo me molestara, si no porque muchas veces tuve que darles una tunda para que comprendieran que a pesar de ser una sirena también podía ser su capitán.
Eso ocurría con los nuevos, porque los más viejos me conocían a pies juntillas y no se dejaban engañar por mi aspecto. Me gustaba llevar pantalones en lugar de vestido, y estos solían adaptarse a mi figura perfectamente, me brindaban mayor agilidad para moverme y paradójicamente solían tornarme más deseable frente a aquellos ricos a los que embaucaba con facilidad.
Yo era una criatura tanto de agua como de tierra. A diferencia de mi padre, que era un pirata de pelo en pecho que prefería embestir las olas la mayor parte del tiempo. Uno del que había dejado de tener noticias y por el cual me había aproximado a tierras francesas sin esperar la emboscada que encontraríamos.
Aún se sucedían las imágenes en mi mente. Fuego, explosiones, gritos, cañonazos. Restos de dos embarcaciones y una loba blanca que en la costa se abalanzó con furia sobre los enemigos que le habían acompañado hasta donde morían las olas. Afortunadamente nos los habíamos llevado con nosotros y creado tantas bajas como ellos nos provocaron. Las fauces de la loba despacharon a muchos y su blanco pelaje estaba teñido de sangre al final del día.
Al día siguiente estaba de pie, por supuesto bajo una apariencia más acorde con el ambiente. Una taberna de mala muerte. En cuanto entré el olor a orín y a madera vieja azotó mi nariz. Mucho distaba de ser algo glamoroso pero para el caso me servía. No necesitaba el palacio de Louvre para tomar unos tragos. Una breve inspección al lugar me disuadió de la idea de pedir una habitación allí mismo. Lo mejor sería buscar otra en un hostal, o en un hotel si salía de esta taberna con algún prospecto a quien desplumar, cosa que dudaba. Todos eran unos borrachos pobretones pero esta taberna atraía de vez en cuando a algún que otro rico si mal no recordaba.
De inmediato algunos mosquitos comenzaron a zumbar alrededor mio, buscando que les doblara el aguijón y se los metiera por donde no calienta el sol. No estaba de humor para chulos que no tenían nada mejor que hacer que querer bajarse la bragueta.
Un hombre se abría paso entre ellos, dándoles un par de manotazos que con facilidad los apartó de mi mesa. Tomé la jarra observando como se sentaba a mi lado y me lanzaba una bromita acerca del gusto que tendría de conocerle. Una mirada mía fue todo lo que recibió ante la modestia que destilaba y acerqué los labios a mi jarra. No estaba precisamente impresionada por su originalidad pero al menos tenía el cuerpo musculoso de un firme tritón. Era un hombre bastante bien formado y fácil de ver, siendo esa la única razón por la que no lo había lanzado aún fuera de mi mesa.
Antes de que él entrase en la taberna, un golpe causado por un movimiento de mi antebrazo acababa de noquear a otro mosquito al estrellarse en su rostro cuando se inclinaba hacia mi intentando un acercamiento. El tritón pidió más jarras y mi mirada lo recorrió de arriba abajo con lentitud. A la mejor este era el prospecto al que podría desplumar esta noche, al menos iba mejor vestido que otros, algo de dinero debía llevar en su bolsa o al menos algo de valor sacaría de lo que llevaba encima.
-Rescáteme de los bribones que rodean la taberna y estaré encantada de conocerlo.- Una mano mía que se posaba sobre su brazo. Un tacto más que estudiado proveniente de mi y el fingirme doncella en apuros. Eso le encantaba a los hombres, les alzaba el ego de machos. Mis dedos prolongaban el tacto sobre su piel unos segundos. -Dígame cual es el nombre de quien me regala el placer de su compañía.- Comenzaba a cantarle con mi voz dulce para envolverlo como hacían las sirenas con los marineros que atraídos por su melodía se olvidaban de mirar alrededor y se estrellaban contra un faro.
Eso ocurría con los nuevos, porque los más viejos me conocían a pies juntillas y no se dejaban engañar por mi aspecto. Me gustaba llevar pantalones en lugar de vestido, y estos solían adaptarse a mi figura perfectamente, me brindaban mayor agilidad para moverme y paradójicamente solían tornarme más deseable frente a aquellos ricos a los que embaucaba con facilidad.
Yo era una criatura tanto de agua como de tierra. A diferencia de mi padre, que era un pirata de pelo en pecho que prefería embestir las olas la mayor parte del tiempo. Uno del que había dejado de tener noticias y por el cual me había aproximado a tierras francesas sin esperar la emboscada que encontraríamos.
Aún se sucedían las imágenes en mi mente. Fuego, explosiones, gritos, cañonazos. Restos de dos embarcaciones y una loba blanca que en la costa se abalanzó con furia sobre los enemigos que le habían acompañado hasta donde morían las olas. Afortunadamente nos los habíamos llevado con nosotros y creado tantas bajas como ellos nos provocaron. Las fauces de la loba despacharon a muchos y su blanco pelaje estaba teñido de sangre al final del día.
Al día siguiente estaba de pie, por supuesto bajo una apariencia más acorde con el ambiente. Una taberna de mala muerte. En cuanto entré el olor a orín y a madera vieja azotó mi nariz. Mucho distaba de ser algo glamoroso pero para el caso me servía. No necesitaba el palacio de Louvre para tomar unos tragos. Una breve inspección al lugar me disuadió de la idea de pedir una habitación allí mismo. Lo mejor sería buscar otra en un hostal, o en un hotel si salía de esta taberna con algún prospecto a quien desplumar, cosa que dudaba. Todos eran unos borrachos pobretones pero esta taberna atraía de vez en cuando a algún que otro rico si mal no recordaba.
De inmediato algunos mosquitos comenzaron a zumbar alrededor mio, buscando que les doblara el aguijón y se los metiera por donde no calienta el sol. No estaba de humor para chulos que no tenían nada mejor que hacer que querer bajarse la bragueta.
Un hombre se abría paso entre ellos, dándoles un par de manotazos que con facilidad los apartó de mi mesa. Tomé la jarra observando como se sentaba a mi lado y me lanzaba una bromita acerca del gusto que tendría de conocerle. Una mirada mía fue todo lo que recibió ante la modestia que destilaba y acerqué los labios a mi jarra. No estaba precisamente impresionada por su originalidad pero al menos tenía el cuerpo musculoso de un firme tritón. Era un hombre bastante bien formado y fácil de ver, siendo esa la única razón por la que no lo había lanzado aún fuera de mi mesa.
Antes de que él entrase en la taberna, un golpe causado por un movimiento de mi antebrazo acababa de noquear a otro mosquito al estrellarse en su rostro cuando se inclinaba hacia mi intentando un acercamiento. El tritón pidió más jarras y mi mirada lo recorrió de arriba abajo con lentitud. A la mejor este era el prospecto al que podría desplumar esta noche, al menos iba mejor vestido que otros, algo de dinero debía llevar en su bolsa o al menos algo de valor sacaría de lo que llevaba encima.
-Rescáteme de los bribones que rodean la taberna y estaré encantada de conocerlo.- Una mano mía que se posaba sobre su brazo. Un tacto más que estudiado proveniente de mi y el fingirme doncella en apuros. Eso le encantaba a los hombres, les alzaba el ego de machos. Mis dedos prolongaban el tacto sobre su piel unos segundos. -Dígame cual es el nombre de quien me regala el placer de su compañía.- Comenzaba a cantarle con mi voz dulce para envolverlo como hacían las sirenas con los marineros que atraídos por su melodía se olvidaban de mirar alrededor y se estrellaban contra un faro.
Antigone- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 17/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
La sirena me miró con indiferencia, sobre su roca admiraba a los marineros recorrerla con sus ojos esclavos de su belleza y ella aun con los labios cerrados parecía decidida a no deleitarnos con su mortal canto.
La jarra acaparó sus labios al tiempo que mi sonrisa de medio lado se adueño de sus ojos.
-Un franco por lo que estas pensando -añadí alzando la mano para que una de las mesoneras se acercara y pedirle una buena jarra.
La mujer pronto movió pieza, ahora destilaba “sensualidad” había elegido al marinero que embaucar y al parecer me había tocado a mi la suerte de sentir sus tibias manos sobre mis brazos fuertes.
Quería que le espantara a los demás, algo demasiado sencillo para ella, no era idiota, mis ojos habían recorrido su cuerpo, plagado no solo de curvas peligrosas que enderezaban mi mástil, si no por los afilados aceros que pegados a su piel y escondidos la convertían en un arma letal.
¿Quería jugar? Perfecto, tenia tiempo para enredarme en sus caderas aquella noche de tormenta.
Llevé mi mano al mandoble de mi espalda, gesto sencillo que puso de sobre aviso a los mosquitos.
-Chicos, la dama a elegido, ¿queréis que os explique a quien u os dais por aludidos?
Al menos los tipos tenían las luces suficientes para ne tender que sus dagas nada podían hacer contra mi acero y que sus puños serian para mi como una dulce lluvia de primavera..así que se piraron sin mas y mi sonrisa triunfal se ensanchó contemplando a la dama.
-Ahora que te he salvado de tan peligrosos guerreros ¿como vais a recompensarmelo? -pregunté continuando con su juego.
Nunca fue la paciencia una de mis virtudes y que estuviera lejos, no ayudaba demasiado a mis ganas de tenerla a horcajadas, así que de un tirón seco la subí sobre mi. Mis ojos se centraron en sus orbes deleitándome del carmín de sus labios.
-Creo que se me ocurren un par de formas de agradecer mi gesto.
Mis dedos se pasearon por su pierna, hasta chocar con la primera arma de la noche.
Alcé una ceja haciéndome el sorprendido, mientras mi boca busco la suya para contra sus labios dejar escapas un sonido ronco y deliberado.
-Vaya, quizás podamos batirnos en duelo a muerte sobre el lecho, tampoco te pondré pegas si prefieres el callejón de atrás...
La posadera nos acerco otra ronda, que del mismo modo se iba agotando entre nuestros labios, mis dedos seguían jugando con su muslo, sin apartar mis ojos de ella.
-Ella te pagará -apunté con una sonrisa triunfal a la mujer que esperaba las monedas -dime sirena ¿te has dejado la cola en el mar? ¿y si vamos a buscarla y me enseñas tu mundo?
La jarra acaparó sus labios al tiempo que mi sonrisa de medio lado se adueño de sus ojos.
-Un franco por lo que estas pensando -añadí alzando la mano para que una de las mesoneras se acercara y pedirle una buena jarra.
La mujer pronto movió pieza, ahora destilaba “sensualidad” había elegido al marinero que embaucar y al parecer me había tocado a mi la suerte de sentir sus tibias manos sobre mis brazos fuertes.
Quería que le espantara a los demás, algo demasiado sencillo para ella, no era idiota, mis ojos habían recorrido su cuerpo, plagado no solo de curvas peligrosas que enderezaban mi mástil, si no por los afilados aceros que pegados a su piel y escondidos la convertían en un arma letal.
¿Quería jugar? Perfecto, tenia tiempo para enredarme en sus caderas aquella noche de tormenta.
Llevé mi mano al mandoble de mi espalda, gesto sencillo que puso de sobre aviso a los mosquitos.
-Chicos, la dama a elegido, ¿queréis que os explique a quien u os dais por aludidos?
Al menos los tipos tenían las luces suficientes para ne tender que sus dagas nada podían hacer contra mi acero y que sus puños serian para mi como una dulce lluvia de primavera..así que se piraron sin mas y mi sonrisa triunfal se ensanchó contemplando a la dama.
-Ahora que te he salvado de tan peligrosos guerreros ¿como vais a recompensarmelo? -pregunté continuando con su juego.
Nunca fue la paciencia una de mis virtudes y que estuviera lejos, no ayudaba demasiado a mis ganas de tenerla a horcajadas, así que de un tirón seco la subí sobre mi. Mis ojos se centraron en sus orbes deleitándome del carmín de sus labios.
-Creo que se me ocurren un par de formas de agradecer mi gesto.
Mis dedos se pasearon por su pierna, hasta chocar con la primera arma de la noche.
Alcé una ceja haciéndome el sorprendido, mientras mi boca busco la suya para contra sus labios dejar escapas un sonido ronco y deliberado.
-Vaya, quizás podamos batirnos en duelo a muerte sobre el lecho, tampoco te pondré pegas si prefieres el callejón de atrás...
La posadera nos acerco otra ronda, que del mismo modo se iba agotando entre nuestros labios, mis dedos seguían jugando con su muslo, sin apartar mis ojos de ella.
-Ella te pagará -apunté con una sonrisa triunfal a la mujer que esperaba las monedas -dime sirena ¿te has dejado la cola en el mar? ¿y si vamos a buscarla y me enseñas tu mundo?
Stelios- Humano Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
-Un franco por lo que estas pensando – Palabras que provocaron en mis labios una sonrisa divertida. Me gustaba cantarle a los hombres, hacerlo de forma muy dulce, atraerlos hacia mi persona y tener sus partes viriles bien sometidas para que cuando llegara el momento preciso me fuera fácil darles el golpe de gracia y quedarme con más que sus pantalones. Con una suerte o dos seguro tendrían uno o dos sacos con monedas en los bolsillos.
El tritón rápidamente prestó atención al pedido que manaba de mis labios y espantó a todos los indeseables mosquitos. Un segundo estaba pasando mis tibios dedos sobre sus músculos fornidos y percatándome de que seguro se alimentaba de algo mejor que algas marinas y al siguiente un tironazo me trepaba sobre su regazo.
Un -Oh…- sorprendido como única exclamación al verme tan rápidamente inducida a estar en mayor contacto con él. Creo que me confundía con una de las chicas que hacían las veces de acompañamiento para los hombres en las tabernas. Un movimiento suyo para confirmar el hecho y le zamparía un golpe que le haría ver las mismas estrellas que se ven desde una roca sobre la cual vislumbras las embarcaciones se aproximan en medio de las aguas del océano mientras salpicas agua salada a tu alrededor traviesamente.
Mis dedos jugaban a posarse sobre su pecho mientras respondía con inocencia. -Pensé que mi gratitud le sería suficiente recompensa. No todos se toman la molestia de ayudar a una completa desconocida por la simple nobleza que mana de su generoso corazón.- Mi voz cantarina fluía de mis labios que ahora estaban al mismo nivel de los suyos. Mi mano se posaba en su pecho, acariciando ligeramente con las yemas de mis dedos aquella parte de su anatomía adonde se suponía que estaba aquel órgano.
Sus manos impertinentes se movieron ahora descaradamente sobre mi pierna así que les puse un un alto de un manotazo. -Uh, perdón. El instinto ya sabe. Es imperativo cuidarse cuando se es una doncella.- Sonrisa dulce que aún persistía en mis labios. Me percaté perfectamente de que había visto una de mis armas, asunto que no me causó gracia pero me mantuve en mi papel de doncella incomprendida. -Una tiene que andar protegida de alguna manera.- expliqué con sencillez.
Llevé el índice y el dedo medio a su boca entreabierta, paseándolos por sus voraces y descarados labios con deliberada lentitud. –Llévame a tu escondite guerrero y mi gratitud será tu recompensa por tu bienvenida escolta en estos parajes peligrosos de la ciudad.-
Una pequeña línea de contrariedad apareció en mi frente cuando insinuó que yo pagaría los tragos pero me repuse con rapidez. -En un momento madam.- Mis manos se deslizaron disimuladamente buscando los bolsillos del pantalón ajeno, sopesando los lugares adonde seguramente llevará escondidas sus monedas.
Una sonrisa interna se presentó cuando una mano mía de ladrona adiestrada sacó disimuladamente un par de monedas del primer bolsillo. –Me temo que el secreto de mi cola no es uno que puedas conocer de buenas a primeras.- Le pasé las monedas a la mujer mientras mi mirada concentrada en él acompañaba a las palabras que emití cerca de sus labios. Alcé la jarra para llevarla hasta ellos y calentarlos con la cerveza. -Pero el camino a mi mundo no es tan lejano si te atreves a seguirlo.- Un guiño dirigido a él y la idea de que podría encontrar más monedas por lo cual mi mirada se entretuvo recorriendo sus ropajes.
El tritón rápidamente prestó atención al pedido que manaba de mis labios y espantó a todos los indeseables mosquitos. Un segundo estaba pasando mis tibios dedos sobre sus músculos fornidos y percatándome de que seguro se alimentaba de algo mejor que algas marinas y al siguiente un tironazo me trepaba sobre su regazo.
Un -Oh…- sorprendido como única exclamación al verme tan rápidamente inducida a estar en mayor contacto con él. Creo que me confundía con una de las chicas que hacían las veces de acompañamiento para los hombres en las tabernas. Un movimiento suyo para confirmar el hecho y le zamparía un golpe que le haría ver las mismas estrellas que se ven desde una roca sobre la cual vislumbras las embarcaciones se aproximan en medio de las aguas del océano mientras salpicas agua salada a tu alrededor traviesamente.
Mis dedos jugaban a posarse sobre su pecho mientras respondía con inocencia. -Pensé que mi gratitud le sería suficiente recompensa. No todos se toman la molestia de ayudar a una completa desconocida por la simple nobleza que mana de su generoso corazón.- Mi voz cantarina fluía de mis labios que ahora estaban al mismo nivel de los suyos. Mi mano se posaba en su pecho, acariciando ligeramente con las yemas de mis dedos aquella parte de su anatomía adonde se suponía que estaba aquel órgano.
Sus manos impertinentes se movieron ahora descaradamente sobre mi pierna así que les puse un un alto de un manotazo. -Uh, perdón. El instinto ya sabe. Es imperativo cuidarse cuando se es una doncella.- Sonrisa dulce que aún persistía en mis labios. Me percaté perfectamente de que había visto una de mis armas, asunto que no me causó gracia pero me mantuve en mi papel de doncella incomprendida. -Una tiene que andar protegida de alguna manera.- expliqué con sencillez.
Llevé el índice y el dedo medio a su boca entreabierta, paseándolos por sus voraces y descarados labios con deliberada lentitud. –Llévame a tu escondite guerrero y mi gratitud será tu recompensa por tu bienvenida escolta en estos parajes peligrosos de la ciudad.-
Una pequeña línea de contrariedad apareció en mi frente cuando insinuó que yo pagaría los tragos pero me repuse con rapidez. -En un momento madam.- Mis manos se deslizaron disimuladamente buscando los bolsillos del pantalón ajeno, sopesando los lugares adonde seguramente llevará escondidas sus monedas.
Una sonrisa interna se presentó cuando una mano mía de ladrona adiestrada sacó disimuladamente un par de monedas del primer bolsillo. –Me temo que el secreto de mi cola no es uno que puedas conocer de buenas a primeras.- Le pasé las monedas a la mujer mientras mi mirada concentrada en él acompañaba a las palabras que emití cerca de sus labios. Alcé la jarra para llevarla hasta ellos y calentarlos con la cerveza. -Pero el camino a mi mundo no es tan lejano si te atreves a seguirlo.- Un guiño dirigido a él y la idea de que podría encontrar más monedas por lo cual mi mirada se entretuvo recorriendo sus ropajes.
Antigone- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 17/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Sus dedos ardían sobre mi pecho, parecía mas que decidida a seguir fingiendo ser esa dama en apuros de voz aterciopelada.
No pude evitar sonreír de medio lado cunado dijo que una gratitud era mas que suficiente como pago de mis servicios.
Negué con la cabeza mientras mis ojos se posaban en sus labios
-un beso seria mejor pago madam, los de nuestra calaña, no acostumbramos a hacer nada a cambio de gratitud.
Un manotazo detuvo el avance de mis dedos sobre su muslo antes de que la dama volviera a esa bella actitud de no haber roto un plato en su vida.
Mis ojos centellearon ,estaba mas que claro que era una víbora, y yo quería probar su veneno aquella noche sin luna.
Parece que el ambiente se caldeaba, o al menos, eso me quería hacer creer, pues con sus dedos dibujo mis labios de forma voraz, acercando su boca para que el aliento se fundiera en uno.
Estaba acostumbrada a volver locos a los hombres, destilaba sensualidad. Como una sirena pretendía embaucarme hasta que no pudiera escapar.
Mi boca busco un instante la suya, interrumpido por la posadera que venia a cobrar la cuenta, la dama saco de mi bolsillo unas monedas y con eso pagó la consumición de ambos.
Ademas de bella, era una ladronzuela, esto cada vez pintaba mucho mejor.
Sonrisa ladina en mi rostro sin despegar mis ojos de ella.
-Si os llevo a mi guarida, quizás no salgáis de allí viva, pues los peligros acechan en ella tanto o mas que fuera.
Por ende, podes llevarme a vuestro hogar, el mar. Pidamos una botella o dos, depende de lo que podáis aguantar y surquemos juntos las olas, quizás así descubra el secreto de vuestra cola y vos, descubriréis la dureza de la mía.
Nuestros ojos se miraron cargados de fuego, una sin razón que avanzaba al ritmo que la jarra se agotaba entre nuestros labios.
Lamí unas gotas que se escurrieron por estos sin poder dejar de contemplar aquella mujer que escondía secretos difíciles de comprender.
Mi idea era seguirla el juego, quizás sobre el lecho de la fina arena, con el mar embravecido como testigo pusiera las cartas sobre la mesa, mas ahora solo deseaba una cosa, colarme entre sus piernas.
Mi mano se deslizó por sus glúteos, firmes, duros, los de una guerrera.
La otra la lleve a su bolsa de monedas recuperando así las perdidas al pagar la consumición.
De nuevo nuestros ojos brillaron, retándonos en un duelo en el que ambos nos estábamos dando cuenta de todo, mas seguíamos dispuestos a subir la apuesta.
Acerqué mi boca a su oído, acariciándolo con suavidad.
-os deseo, emborrachemonos un poco mas y después veamos que manos son mas rápidas en el juego del azar.
No pude evitar sonreír de medio lado cunado dijo que una gratitud era mas que suficiente como pago de mis servicios.
Negué con la cabeza mientras mis ojos se posaban en sus labios
-un beso seria mejor pago madam, los de nuestra calaña, no acostumbramos a hacer nada a cambio de gratitud.
Un manotazo detuvo el avance de mis dedos sobre su muslo antes de que la dama volviera a esa bella actitud de no haber roto un plato en su vida.
Mis ojos centellearon ,estaba mas que claro que era una víbora, y yo quería probar su veneno aquella noche sin luna.
Parece que el ambiente se caldeaba, o al menos, eso me quería hacer creer, pues con sus dedos dibujo mis labios de forma voraz, acercando su boca para que el aliento se fundiera en uno.
Estaba acostumbrada a volver locos a los hombres, destilaba sensualidad. Como una sirena pretendía embaucarme hasta que no pudiera escapar.
Mi boca busco un instante la suya, interrumpido por la posadera que venia a cobrar la cuenta, la dama saco de mi bolsillo unas monedas y con eso pagó la consumición de ambos.
Ademas de bella, era una ladronzuela, esto cada vez pintaba mucho mejor.
Sonrisa ladina en mi rostro sin despegar mis ojos de ella.
-Si os llevo a mi guarida, quizás no salgáis de allí viva, pues los peligros acechan en ella tanto o mas que fuera.
Por ende, podes llevarme a vuestro hogar, el mar. Pidamos una botella o dos, depende de lo que podáis aguantar y surquemos juntos las olas, quizás así descubra el secreto de vuestra cola y vos, descubriréis la dureza de la mía.
Nuestros ojos se miraron cargados de fuego, una sin razón que avanzaba al ritmo que la jarra se agotaba entre nuestros labios.
Lamí unas gotas que se escurrieron por estos sin poder dejar de contemplar aquella mujer que escondía secretos difíciles de comprender.
Mi idea era seguirla el juego, quizás sobre el lecho de la fina arena, con el mar embravecido como testigo pusiera las cartas sobre la mesa, mas ahora solo deseaba una cosa, colarme entre sus piernas.
Mi mano se deslizó por sus glúteos, firmes, duros, los de una guerrera.
La otra la lleve a su bolsa de monedas recuperando así las perdidas al pagar la consumición.
De nuevo nuestros ojos brillaron, retándonos en un duelo en el que ambos nos estábamos dando cuenta de todo, mas seguíamos dispuestos a subir la apuesta.
Acerqué mi boca a su oído, acariciándolo con suavidad.
-os deseo, emborrachemonos un poco mas y después veamos que manos son mas rápidas en el juego del azar.
Stelios- Humano Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Mi descarado acompañante me insinuaba que una mejor recompensa sería un beso mío, a lo cual no respondí más que con una sonrisa ladeada que quedó algo oculta al sostener la jarra cerca de mis labios. Mis ojos se posaron en él sopesándolo con algo de buen humor. Era una sugerencia interesante pero altamente peligrosa. Mis ojos se detuvieron en sus labios un momento, dejé la jarra a un lado sobre la mesa sin despegar la mirada de ellos y me incliné hacia él despacio.
-¿Y si en lugar de pedir pago me protegéis de gratis? Quien sabe, a la mejor encontráis en ello un gusto gratificante.- Detuve mi rostro a escasos centímetros del suyo, sus labios carnosos y voraces me gritaban "reto", los míos dulces y suaves le respondían "advertencia". A ver, apuesto marinero, puede que hayas conocido muchas doncellas en cada puerto pero no una sirena como yo, a pesar de tu olfato y de tu astucia aún alguien podría sorprenderte.
-Si esa es vuestra manera de espantarme para mantenerme desinteresada de vuestra guarida me temo que hacéis lo contrario. Después de todo la vida de una doncella es aburrida, visitar un lugar peligroso no me vendría mal.- Sonreí y alejé despacio mi rostro del suyo. Al parecer el guerrero musculoso era alguien a quien no podía tomar el pelo con tanta facilidad. Sus manos inquietas volvieron a deslizarse sobre mi anatomía sin pedir permiso alguno, en esta ocasión sobre mis glúteos, solo para sacar unas monedas de mi bolsa con las cuales reponía las suyas.
Mi mirada consternada siguió el movimiento de mi dinero en su mano antes de detenerse fijamente sobre la suya. Chispas, eso es lo que lanzaban mis ojos al detenerse en los ajenos. Con rapidez me recompuse, si íbamos a jugar una partida y ver quien derrocaba a quien tenía todo el tiempo del mundo esa noche. -¿Vas a decirme tu nombre…? Si has de venir conmigo a mi hogar y hemos de dejar que las olas nos revelen mutuos secretos me gustaría saber quien me ha de acompañar.-
Mi mano se posó en su rodilla, deteniéndose en ella antes de deslizarse sin prisas por su muslo fibroso y musculoso de guerrero, lo acaricié suavemente serpenteando sobre este hacia su interior mientras muy deliberadamente mordí mi labio inferior. -Llevemos con nosotros esas botellas y dirijámonos al mar entonces.- Volví a la carga, deslicé sutilmente mis piernas sobre su regazo, acercando mi cuerpo femenino de delicadas curvas a él, cantándole silenciosamente una melodía que no necesitaba mayor expresión que la tensión entre nuestros cuerpos. El del guerrero se sentía caliente y firme junto al mío, logrando que la temperatura de la taberna se caldeara y que notara algo del endurecimiento del que me hablara previamente.
Sonreí de medio lado. –¿No me dejarás irme sola o si?- Me moví ágilmente para abandonar su regazo, separándome de él. Me acerqué a la barra, adonde ordené un par de botellas que nos hicieran compañía y sin mirar sobre mi hombro me dirigí hacia la salida. -El pagará las botellas.- dije cantarinamente a la posadera mientras me alejaba en dirección a la puerta y posteriormente atravesaba la misma. Vamos marinero, aumentemos la apuesta, esta noche me llevo todo lo que tienes encima.
-¿Y si en lugar de pedir pago me protegéis de gratis? Quien sabe, a la mejor encontráis en ello un gusto gratificante.- Detuve mi rostro a escasos centímetros del suyo, sus labios carnosos y voraces me gritaban "reto", los míos dulces y suaves le respondían "advertencia". A ver, apuesto marinero, puede que hayas conocido muchas doncellas en cada puerto pero no una sirena como yo, a pesar de tu olfato y de tu astucia aún alguien podría sorprenderte.
-Si esa es vuestra manera de espantarme para mantenerme desinteresada de vuestra guarida me temo que hacéis lo contrario. Después de todo la vida de una doncella es aburrida, visitar un lugar peligroso no me vendría mal.- Sonreí y alejé despacio mi rostro del suyo. Al parecer el guerrero musculoso era alguien a quien no podía tomar el pelo con tanta facilidad. Sus manos inquietas volvieron a deslizarse sobre mi anatomía sin pedir permiso alguno, en esta ocasión sobre mis glúteos, solo para sacar unas monedas de mi bolsa con las cuales reponía las suyas.
Mi mirada consternada siguió el movimiento de mi dinero en su mano antes de detenerse fijamente sobre la suya. Chispas, eso es lo que lanzaban mis ojos al detenerse en los ajenos. Con rapidez me recompuse, si íbamos a jugar una partida y ver quien derrocaba a quien tenía todo el tiempo del mundo esa noche. -¿Vas a decirme tu nombre…? Si has de venir conmigo a mi hogar y hemos de dejar que las olas nos revelen mutuos secretos me gustaría saber quien me ha de acompañar.-
Mi mano se posó en su rodilla, deteniéndose en ella antes de deslizarse sin prisas por su muslo fibroso y musculoso de guerrero, lo acaricié suavemente serpenteando sobre este hacia su interior mientras muy deliberadamente mordí mi labio inferior. -Llevemos con nosotros esas botellas y dirijámonos al mar entonces.- Volví a la carga, deslicé sutilmente mis piernas sobre su regazo, acercando mi cuerpo femenino de delicadas curvas a él, cantándole silenciosamente una melodía que no necesitaba mayor expresión que la tensión entre nuestros cuerpos. El del guerrero se sentía caliente y firme junto al mío, logrando que la temperatura de la taberna se caldeara y que notara algo del endurecimiento del que me hablara previamente.
Sonreí de medio lado. –¿No me dejarás irme sola o si?- Me moví ágilmente para abandonar su regazo, separándome de él. Me acerqué a la barra, adonde ordené un par de botellas que nos hicieran compañía y sin mirar sobre mi hombro me dirigí hacia la salida. -El pagará las botellas.- dije cantarinamente a la posadera mientras me alejaba en dirección a la puerta y posteriormente atravesaba la misma. Vamos marinero, aumentemos la apuesta, esta noche me llevo todo lo que tienes encima.
Antigone- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Sus ojos centellearon como el infierno en llamas, presos de la rabia de sentir mis manos con las monedas de su bolsa, mas la dama se logro rehacer con rapidez, se notaba que le gustaban las partidas de ajedrez.
Sonreí contra su boca, aun sin tomarla cuando me preguntó por mi nombre como si realmente le interesara y no pudiera llevar al mar a un cualquiera.
Mi ano reposo sobre su muslo sin poder dejar de mirarla, era hermosa como una sirena, mas peligrosa como un titan, ella no era de esas mujeres fáciles de domar.
Su voz me engatusaba, y su aliento era tan embaucador como todas y cada una de sus palabras que me orillaban contra la red el pescador, para atraparme como a un vulgar polizón.
-Hagamos un trato, yo os diré mi nombre, si me demostráis en esa playa, que podéis beber mas que yo.
La dama, no pareció negarse, mas tampoco un si salio de sus labios, se imitó a borrar su presencia de mi regazo mientras mis ojos la seguían presos de deseo hacia la barra.
Sendas botellas de whisky para calentarnos, y como no, ordeno que se cobrara en mi nombre la cuenta pendiente.
Sonreí de medio lado dejando caer a la barra y frente al posadero el dinero dispuesto, bien valdría esas monedas si me llevaba a su guarida para que la tomara. ¿Acaso creía que yo no era todo un caballero?
Pues no se equivocaba, no lo era, era mas bien un pirata, de esos que roban, matan y embaucan, mas ¿acaso las sirenas no pertenecen a la mar, tanto como yo a mi navío al surcarla?
Tras ella y con sendas botellas cogidas por el cuello, la seguí con aire altanero y chulesco, a fin de cuentas ¿cuantos marineros habían pescado una sirena en aquel puerto?
Sonrisa ladina en mi rostro sabiendo de sobra que no se quien de los dos había echado primero el anzuelo.
La noche olía a mar, a enigma y a suspense, ese que esperaba encontrar entre sus piernas, cuando ebrios nos dejáramos llevar por el calor de nuestros cuerpos.
Ella quería desplumarme y yo follarmela sobre la arena, no se me antojaba una cosa alejada de la otra, quizás ambas cosas sucedieran en esa noche donde la dama blanca guiaría el sendero de ambos hasta perdernos sin encontrar faros que nos llevaran a un buen puerto.
Acorté la distancia, mi mano aun sujeta de la botella, rodeo su cintura para con un divertido gesto dejar a mi boca embriagarse del cuello de la dama, por el arrastre mis dientes prometiendole una noche eterna.
-¿cual es vuestro nombre? Si lo habeis dicho no lo recuerdo.
Era cierto, al principio del a noche ,tan solo me fije en su rostro, en su cabello dorado y como no en sus piernas de escándalo, mas ahora, tras ver como se manejaban sus manos oc las bolas del contrario, había acaparado mi atención, de un modo singular, quizás su nombre, si es que usaba uno real, me diera una pita de si esta sirena pertenecida al mar, o por el contrario era una ladrona sin mas.
Sonreí contra su boca, aun sin tomarla cuando me preguntó por mi nombre como si realmente le interesara y no pudiera llevar al mar a un cualquiera.
Mi ano reposo sobre su muslo sin poder dejar de mirarla, era hermosa como una sirena, mas peligrosa como un titan, ella no era de esas mujeres fáciles de domar.
Su voz me engatusaba, y su aliento era tan embaucador como todas y cada una de sus palabras que me orillaban contra la red el pescador, para atraparme como a un vulgar polizón.
-Hagamos un trato, yo os diré mi nombre, si me demostráis en esa playa, que podéis beber mas que yo.
La dama, no pareció negarse, mas tampoco un si salio de sus labios, se imitó a borrar su presencia de mi regazo mientras mis ojos la seguían presos de deseo hacia la barra.
Sendas botellas de whisky para calentarnos, y como no, ordeno que se cobrara en mi nombre la cuenta pendiente.
Sonreí de medio lado dejando caer a la barra y frente al posadero el dinero dispuesto, bien valdría esas monedas si me llevaba a su guarida para que la tomara. ¿Acaso creía que yo no era todo un caballero?
Pues no se equivocaba, no lo era, era mas bien un pirata, de esos que roban, matan y embaucan, mas ¿acaso las sirenas no pertenecen a la mar, tanto como yo a mi navío al surcarla?
Tras ella y con sendas botellas cogidas por el cuello, la seguí con aire altanero y chulesco, a fin de cuentas ¿cuantos marineros habían pescado una sirena en aquel puerto?
Sonrisa ladina en mi rostro sabiendo de sobra que no se quien de los dos había echado primero el anzuelo.
La noche olía a mar, a enigma y a suspense, ese que esperaba encontrar entre sus piernas, cuando ebrios nos dejáramos llevar por el calor de nuestros cuerpos.
Ella quería desplumarme y yo follarmela sobre la arena, no se me antojaba una cosa alejada de la otra, quizás ambas cosas sucedieran en esa noche donde la dama blanca guiaría el sendero de ambos hasta perdernos sin encontrar faros que nos llevaran a un buen puerto.
Acorté la distancia, mi mano aun sujeta de la botella, rodeo su cintura para con un divertido gesto dejar a mi boca embriagarse del cuello de la dama, por el arrastre mis dientes prometiendole una noche eterna.
-¿cual es vuestro nombre? Si lo habeis dicho no lo recuerdo.
Era cierto, al principio del a noche ,tan solo me fije en su rostro, en su cabello dorado y como no en sus piernas de escándalo, mas ahora, tras ver como se manejaban sus manos oc las bolas del contrario, había acaparado mi atención, de un modo singular, quizás su nombre, si es que usaba uno real, me diera una pita de si esta sirena pertenecida al mar, o por el contrario era una ladrona sin mas.
Stelios- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Una sonrisa de complacencia se abrió paso en mis labios cuando el marinero salió por la puerta con las botellas en mano. Complacencia para conmigo misma al notar que las había pagado ya que el importe era superior al que me había hecho gastar. Con ese pequeño detalle la noche comenzaba a pintar bien, siempre y cuando se dejara atrapar en mi red, y si no era así siempre podía echar mano de uno que otro estímulo mio.
Mi mano se posó en su hombro cuando me tomó por la cintura. Había que admitir que el tritón tenía su atractivo, no solo por la fuerza que notaba en su piel al presionar con mis dedos suavemente la tela que cubría su anatomía si no por la vigorosidad que destilaba. Mis ojos brillaron al notarlo, y mis pensamientos se desviaron hacia ese hecho. No tardó en pasar sus dientes por mi cuello, por lo que mis dedos se deslizaron por su hombro, serpenteando sobre la piel del suyo. Mis dedos gráciles tomaron su mentón para alzar su rostro hacia mi persona, manteniéndolo tan cerca que casi dibujaba mis palabras sobre sus labios. -Calma guerrero, aún no alcanzamos el mar…-
Me mantuve a corta distancia, percibiendo su respiración algo ansiosa y alguna que otra señal inequívoca suya que descubrí por donde mis sentidos no deberían deambular aunque lo hacían de forma entretenida. -No sería una apuesta de verdad si solo uno ganara algo. Si ganas y demuestras tu resistencia te diré mi nombre.- Sonreí al exponer la partida y retuve mi suave cuerpo cerca del suyo con toda la parsimonia del mundo. Por supuesto éramos dos especies marinas distintas, pero empujadas correctamente por las olas contra la otra se podría comprobar que tanto su cuerpo aguerrido se amoldaba perfectamente a mis gráciles curvas por lo que aún en medio la frescura de la noche, la temperatura subió a pasos agigantados.
Notándolo, como perfecta escapista me escurrí ágilmente de su abrazo para avanzar por los adoquines del barrio de mala muerte en el cual nos encontrábamos y que como única ventaja nos brindaba su cercanía al mar. -Es un faro. Si seguimos su dirección encontraremos nuestro destino en un periquete.- indiqué, señalando hacia el oeste. Alcanzábamos a ver su brillante luz titilando y con la noche estrellada se confundía fácilmente con otro astro más. -Ese en particular es un tanto engañoso. Si no se es buen capitán desde la lejanía se puede prestar a interpretaciones confusas, sentir falsa seguridad al observarlo a primera vista, malinterpretar su ubicación y terminar con la embarcación chocando contra las rocas.-
Lo miré de soslayo y me encogí ligeramente de hombros. -Es lo que he oído.- añadí, aduciendo mi conocimiento a simples historias y no a mi experiencia en alta mar.
Poco a poco nos íbamos acercando a destino, mis sentidos capturaron el olor a sal que nos traía el viento. El familiar olor me recordó a mi embarcación, a la tripulación, mis dedos sobre el timón, y nuestros viajes en embestidas sobre las olas del mar... El ambiente comenzaba a oler a hogar más que nunca.
Con facilidad nuestras miradas distinguieron el faro a poca distancia. Descorché la botella de whisky, me acerqué de nuevo al desconocido y esbocé una sonrisa ladeada. -Espero no sea un golpe muy duro para ti perder esta noche.-
Mi mano se posó en su hombro cuando me tomó por la cintura. Había que admitir que el tritón tenía su atractivo, no solo por la fuerza que notaba en su piel al presionar con mis dedos suavemente la tela que cubría su anatomía si no por la vigorosidad que destilaba. Mis ojos brillaron al notarlo, y mis pensamientos se desviaron hacia ese hecho. No tardó en pasar sus dientes por mi cuello, por lo que mis dedos se deslizaron por su hombro, serpenteando sobre la piel del suyo. Mis dedos gráciles tomaron su mentón para alzar su rostro hacia mi persona, manteniéndolo tan cerca que casi dibujaba mis palabras sobre sus labios. -Calma guerrero, aún no alcanzamos el mar…-
Me mantuve a corta distancia, percibiendo su respiración algo ansiosa y alguna que otra señal inequívoca suya que descubrí por donde mis sentidos no deberían deambular aunque lo hacían de forma entretenida. -No sería una apuesta de verdad si solo uno ganara algo. Si ganas y demuestras tu resistencia te diré mi nombre.- Sonreí al exponer la partida y retuve mi suave cuerpo cerca del suyo con toda la parsimonia del mundo. Por supuesto éramos dos especies marinas distintas, pero empujadas correctamente por las olas contra la otra se podría comprobar que tanto su cuerpo aguerrido se amoldaba perfectamente a mis gráciles curvas por lo que aún en medio la frescura de la noche, la temperatura subió a pasos agigantados.
Notándolo, como perfecta escapista me escurrí ágilmente de su abrazo para avanzar por los adoquines del barrio de mala muerte en el cual nos encontrábamos y que como única ventaja nos brindaba su cercanía al mar. -Es un faro. Si seguimos su dirección encontraremos nuestro destino en un periquete.- indiqué, señalando hacia el oeste. Alcanzábamos a ver su brillante luz titilando y con la noche estrellada se confundía fácilmente con otro astro más. -Ese en particular es un tanto engañoso. Si no se es buen capitán desde la lejanía se puede prestar a interpretaciones confusas, sentir falsa seguridad al observarlo a primera vista, malinterpretar su ubicación y terminar con la embarcación chocando contra las rocas.-
Lo miré de soslayo y me encogí ligeramente de hombros. -Es lo que he oído.- añadí, aduciendo mi conocimiento a simples historias y no a mi experiencia en alta mar.
Poco a poco nos íbamos acercando a destino, mis sentidos capturaron el olor a sal que nos traía el viento. El familiar olor me recordó a mi embarcación, a la tripulación, mis dedos sobre el timón, y nuestros viajes en embestidas sobre las olas del mar... El ambiente comenzaba a oler a hogar más que nunca.
Con facilidad nuestras miradas distinguieron el faro a poca distancia. Descorché la botella de whisky, me acerqué de nuevo al desconocido y esbocé una sonrisa ladeada. -Espero no sea un golpe muy duro para ti perder esta noche.-
Antigone- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
La sirena no se daba por vencida, sus curvas y rectas serpenteaban contra mi cuerpo delimitando la fina linea que podía y no sobrepasar, como si el juego de darme lo esencial fuera a salvarla del final que le esperaba, yo entre sus piernas.
nuestro aliento se entremezclo furtivo, deseoso de mucho mas, su mano en mi mentón pidiéndome paciencia y decidida a doblar la apuesta como si se creyera ya la vencedora de esta gesta.
Así combatimos el viento gélido de París, era innegable que nuestros cuerpos encajaban de un modo mágico, como si el mar hubiera tallado cada roca de uno y de otro para acoger la subida de la marea que impulsaba nuestros cuerpos a encontrarse desafiantes.
Ojos que se buscaban con promesas que no llegaban, no había amor, ¿acaso lo necesitaba?
Su risa era incesante, como las olas golpeando las rocas, voz de sirena que llevaba mi navío lejos de puerto pese a que el olor a mar cada vez me era mas reconocido.
Me detuve a mirar el faro, larga explicación de una sirena que conocía el mar mejor que yo mismo, hablaba de las luces parpadeantes de este, de lo fácil que era ser confundido con otro astro de igual intensidad y como un capitán experimentado no comete errores tan burdos.
Admito que mi destreza en la mar si alcanzaba para discernir estrella de faro, mas no era capitán, yo era un guerrero acostumbrado a navegar por fuerzas del destino.
Me había unido a piratas, conocía las triquiñuelas en el arte del robar, mas lo que en realidad era nada tenia que ver con la mar.
Fui entrenado para le combate, el acero, la guerra y la sed de sangre, fui traicionado, mi cabeza tenia precio y solo pude juntarme con gente tan buscada como yo.
Encontré amigos que me ayudaron a esquivar la horca, el mar se convirtió en mi hogar y cada puerto en la bandera que izar.
Llegué a París en busca de un amigo, y no me iria de esta ciudad sin sacarlo de la mazmorra donde lo habian metido.
Mis manos surcaron sus caderas cuando le faro se hizo dueño de nuestros cuerpos dotándolos de una luz mortecina, la arena bajo nuestros pies, el agua rompiendo con violencia y nuestros ojos anclados como si de navíos nos tratáramos.
-Hay que saber ganar -susurré contra su boca -admito que no se perder.
Descorcho la botella que rauda llevo a sus labios permitiéndome hacer lo propio con la mía, dudaba que esa mujer fuera capaz de bebérsela entera sin desfallecer.
Me relamí por el sabor ardiente, tanto como los movimientos de esa mujer que danzaba frente a mis ojos como las mismas llamas del fuego.
-Bien pequeña sirena, mientras nos emborrachamos, cuéntame ¿que te ha traído a París? Mis ojos bailaron de nuevo buscando sus labios, era evidente la atracción que sentía por esa mujer y tal y como el alcohol entraba por mi garganta las ganas de tomarla se incrementaban a marchas forzadas.
Me deje caer en la arena, alzando la vista hacia las estrellas un segundo antes de volver mi mirada hacia ella, extendí la mano para tomar la ajena y orillarla contra mi cuerpo, dejando que su espalda se recostara en mi pecho.
-Esa es la constelación de Casiopea -susurré en su oído alzando mi mano para señalarle el dibujo en forma de M -Una de las constelaciones reconocidas desde mayor antigüedad, señala siempre al norte, de ahí su utilidad en navegación cuando no es visible la Osa Mayor.
nuestro aliento se entremezclo furtivo, deseoso de mucho mas, su mano en mi mentón pidiéndome paciencia y decidida a doblar la apuesta como si se creyera ya la vencedora de esta gesta.
Así combatimos el viento gélido de París, era innegable que nuestros cuerpos encajaban de un modo mágico, como si el mar hubiera tallado cada roca de uno y de otro para acoger la subida de la marea que impulsaba nuestros cuerpos a encontrarse desafiantes.
Ojos que se buscaban con promesas que no llegaban, no había amor, ¿acaso lo necesitaba?
Su risa era incesante, como las olas golpeando las rocas, voz de sirena que llevaba mi navío lejos de puerto pese a que el olor a mar cada vez me era mas reconocido.
Me detuve a mirar el faro, larga explicación de una sirena que conocía el mar mejor que yo mismo, hablaba de las luces parpadeantes de este, de lo fácil que era ser confundido con otro astro de igual intensidad y como un capitán experimentado no comete errores tan burdos.
Admito que mi destreza en la mar si alcanzaba para discernir estrella de faro, mas no era capitán, yo era un guerrero acostumbrado a navegar por fuerzas del destino.
Me había unido a piratas, conocía las triquiñuelas en el arte del robar, mas lo que en realidad era nada tenia que ver con la mar.
Fui entrenado para le combate, el acero, la guerra y la sed de sangre, fui traicionado, mi cabeza tenia precio y solo pude juntarme con gente tan buscada como yo.
Encontré amigos que me ayudaron a esquivar la horca, el mar se convirtió en mi hogar y cada puerto en la bandera que izar.
Llegué a París en busca de un amigo, y no me iria de esta ciudad sin sacarlo de la mazmorra donde lo habian metido.
Mis manos surcaron sus caderas cuando le faro se hizo dueño de nuestros cuerpos dotándolos de una luz mortecina, la arena bajo nuestros pies, el agua rompiendo con violencia y nuestros ojos anclados como si de navíos nos tratáramos.
-Hay que saber ganar -susurré contra su boca -admito que no se perder.
Descorcho la botella que rauda llevo a sus labios permitiéndome hacer lo propio con la mía, dudaba que esa mujer fuera capaz de bebérsela entera sin desfallecer.
Me relamí por el sabor ardiente, tanto como los movimientos de esa mujer que danzaba frente a mis ojos como las mismas llamas del fuego.
-Bien pequeña sirena, mientras nos emborrachamos, cuéntame ¿que te ha traído a París? Mis ojos bailaron de nuevo buscando sus labios, era evidente la atracción que sentía por esa mujer y tal y como el alcohol entraba por mi garganta las ganas de tomarla se incrementaban a marchas forzadas.
Me deje caer en la arena, alzando la vista hacia las estrellas un segundo antes de volver mi mirada hacia ella, extendí la mano para tomar la ajena y orillarla contra mi cuerpo, dejando que su espalda se recostara en mi pecho.
-Esa es la constelación de Casiopea -susurré en su oído alzando mi mano para señalarle el dibujo en forma de M -Una de las constelaciones reconocidas desde mayor antigüedad, señala siempre al norte, de ahí su utilidad en navegación cuando no es visible la Osa Mayor.
Stelios- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Mantuve fija mi mirada sobre el tritón, con la luz del faro acariciándonos a ambos. La luz mortecina le daba otro aspecto, distinto al de la taberna, menos terrenal. Sabía que era la playa la que causaba ese efecto. El viento acarreaba pequeñas gotas casi invisibles de agua salada para caer sobre nuestra piel y de paso alborotar un poco su pelo, como si de verdad fuera un tritón que acababa de traer consigo el mar.
-No pueden haber dos ganadores ¿o si?- Mi mano volvió a su pecho inconscientemente, manteniendo aún algo de distancia entre nosotros cuando posó sus manos en mis caderas. Una sonrisa ladeada se mantuvo en mi rostro, las yemas de mis dedos rozaron la piel debajo del hueco de su garganta. Siempre me pareció extremadamente atractivo ese pequeño lugar de espacio masculino, como si estuviese esperando para ser descubierto de alguna manera que mis sentidos aún no llegaban a contemplar y que por ende se mantenía en el misterio.
Mi sistema de alerta seguía muy activo, no era fácil llegar a introducirse en mi territorio o tan siquiera espiar. Era una pirata, una ladrona envuelta en cientos de pillerías y entuertos, embustes, correrías, estafas, nunca existió otro tipo de vida pero tampoco escaseaba la aventura. Casi nunca tenía tiempo para parar y contemplar mi alrededor, cuando lo hacía me gustaba volver a la playa, dejarme caer adonde las gotas de las olas morían en la orilla y broncear mi cuerpo debajo del sol sobre la arena mientras observaba la inmensidad del mar.
Noté perfectamente como su aliento volvía a desafiar al mio desplazándose muy cerca para proclamar una contienda en la cual aún mis labios no cedían. -Vine buscando una pista que pensé que me llevaría hacia alguien pero no es fácil seguirla, se desvanece a menudo. En su lugar encontré algo que no vi venir. El navío en el que me aproximaba a la costa encontró su destino en el mar.- Entrecerré los ojos y tomé otro trago, largo y profundo, en honor a los que ya no estaban y que habían perecido fieles a su capitán.
Mi mirada se desvió hacia su mano extendida y me dejé tirar por esta en dirección a él, encontrando un hueco contra su pecho al caer sobre la arena. Seguí con mi mirada la trayectoria de su brazo observando la M que formaban las estrellas. -Es más fiable que un faro.- respondí con buen humor al bañarnos su brillo. -Al menos a la hora de navegar, siempre está donde tiene que estar.-
Mi cabeza se apoyó sobre su pecho para observarla. -Bajo este mismo cielo existió Casiopea, una reina que quería ser la más hermosa de todas, pero su hija Andrómeda lo era aún más. Casiopea y su esposo encadenaron a Andrómeda para entregarla en sacrificio a una bestia marina que asolaba el reino pero Perseo se enamoró de ella al mirarla tan solo una vez.-
Observé la constelación al narrar, hace muchísimo tiempo que no recordaba esa historia, pero al ver la M que me enseñaba me hizo pensar en ella. -Perseo arriesgó su vida para conseguir la cabeza de medusa y vencer a la bestia marina. Una vez vencida aún tuvo que enfrentarse en duelo a muerte al prometido de Casiopea que era un príncipe de otro reino y a todos sus hombres, todo con tal de reunirse con su amada Andrómeda.-
Giré sobre mi cuerpo para mirarlo, encontrando su rostro muy cerca del mío, lo cual me indujo a sonreír lentamente. -O eso dice la historia, un héroe como Perseo moviendo cielo y tierra, no por dinero, riquezas o gloria… tan solo por el amor de una mujer. Difícil de creer, ¿no te parece guerrero?- Jugando hice aparecer con mis dedos una moneda desde detrás de su oreja. -¿No es preferible un brillo dorado como este para vencer a una bestia marina?-
-No pueden haber dos ganadores ¿o si?- Mi mano volvió a su pecho inconscientemente, manteniendo aún algo de distancia entre nosotros cuando posó sus manos en mis caderas. Una sonrisa ladeada se mantuvo en mi rostro, las yemas de mis dedos rozaron la piel debajo del hueco de su garganta. Siempre me pareció extremadamente atractivo ese pequeño lugar de espacio masculino, como si estuviese esperando para ser descubierto de alguna manera que mis sentidos aún no llegaban a contemplar y que por ende se mantenía en el misterio.
Mi sistema de alerta seguía muy activo, no era fácil llegar a introducirse en mi territorio o tan siquiera espiar. Era una pirata, una ladrona envuelta en cientos de pillerías y entuertos, embustes, correrías, estafas, nunca existió otro tipo de vida pero tampoco escaseaba la aventura. Casi nunca tenía tiempo para parar y contemplar mi alrededor, cuando lo hacía me gustaba volver a la playa, dejarme caer adonde las gotas de las olas morían en la orilla y broncear mi cuerpo debajo del sol sobre la arena mientras observaba la inmensidad del mar.
Noté perfectamente como su aliento volvía a desafiar al mio desplazándose muy cerca para proclamar una contienda en la cual aún mis labios no cedían. -Vine buscando una pista que pensé que me llevaría hacia alguien pero no es fácil seguirla, se desvanece a menudo. En su lugar encontré algo que no vi venir. El navío en el que me aproximaba a la costa encontró su destino en el mar.- Entrecerré los ojos y tomé otro trago, largo y profundo, en honor a los que ya no estaban y que habían perecido fieles a su capitán.
Mi mirada se desvió hacia su mano extendida y me dejé tirar por esta en dirección a él, encontrando un hueco contra su pecho al caer sobre la arena. Seguí con mi mirada la trayectoria de su brazo observando la M que formaban las estrellas. -Es más fiable que un faro.- respondí con buen humor al bañarnos su brillo. -Al menos a la hora de navegar, siempre está donde tiene que estar.-
Mi cabeza se apoyó sobre su pecho para observarla. -Bajo este mismo cielo existió Casiopea, una reina que quería ser la más hermosa de todas, pero su hija Andrómeda lo era aún más. Casiopea y su esposo encadenaron a Andrómeda para entregarla en sacrificio a una bestia marina que asolaba el reino pero Perseo se enamoró de ella al mirarla tan solo una vez.-
Observé la constelación al narrar, hace muchísimo tiempo que no recordaba esa historia, pero al ver la M que me enseñaba me hizo pensar en ella. -Perseo arriesgó su vida para conseguir la cabeza de medusa y vencer a la bestia marina. Una vez vencida aún tuvo que enfrentarse en duelo a muerte al prometido de Casiopea que era un príncipe de otro reino y a todos sus hombres, todo con tal de reunirse con su amada Andrómeda.-
Giré sobre mi cuerpo para mirarlo, encontrando su rostro muy cerca del mío, lo cual me indujo a sonreír lentamente. -O eso dice la historia, un héroe como Perseo moviendo cielo y tierra, no por dinero, riquezas o gloria… tan solo por el amor de una mujer. Difícil de creer, ¿no te parece guerrero?- Jugando hice aparecer con mis dedos una moneda desde detrás de su oreja. -¿No es preferible un brillo dorado como este para vencer a una bestia marina?-
Antigone- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Su cabeza se apoyó en mi pecho mientras ambos sujetábamos nuestras botellas, aun le daba vueltas a lo que me contó, al parecer era una pirata, eso sin duda explicaba a la perfección su destreza con los dedos, su arrojo y su embaucadora forma de llevarse a los hombres a su terreno.
Su pelo azuzado por el mar acariciaba mi rostro, al tiempo que su preciosa voz parecía cantar una historia que sin duda las sirenas hubieran presenciado de ser cierta.
Esta vez fui yo quien tomo su mano, dibujando con esta en el aire sendas constelaciones, Perseo y Andromeda y como no Pegaso.
-La leyenda cuenta que la diosa Atenea conmovida por su historia los convirtió en estrellas. Andromeda es esa -señalé de nuevo le fromaento - la que esta entre Casiopea, su madre y Perseo su amor verdadero.
Mis labios surcaron despacio su cuello, dejándome embriagar no solo por los tientos que le daba a la botella si no por su piel de porcelana que parecía echa para pecar.
-Eso dicen, no es que yo sea un erudito en mitología.
Solté su mano al percatarme de que nuestros dedos caían enredados sobre su regazo, no se en que momento nos habíamos convertido en una pareja frente al mar.
Era cierto, a su lado todo parecía natural posiblemente porque había lanzado las redes de pescar y yo caía sentenciado a muerte en ellas esperando le remate final.
No había nadie mas en esa playa, la dama era osada, pues bien podría tomarla a ella, su bolsa e incluso la vida de la doncella, algún as debía guardar cuando frente a mis ojos mostraba tal seguridad.
Negué divertido llevando la botella a mis labios para dar un buen trago.
-¿entonces sirenita? Vienes de otras tierras en busca de un marinero perdido con el que copular? -reí divertido buscando su mirada -me presto voluntario
La observe detenidamente, un cuerpo digno de una diosa, piel clara, aunque bronceada por el sol, cabellos dorados, sin duda esa mujer bien podría hacer caer en sus redes al hombre que deseara, algo me decía que no me había traído a la playa para que me colara entre sus piernas, si no para vaciarme los bolsillos, no la culpaba, si sus piernas no fueran tan llamativas, lo mismo podría yo buscar de ella.
Me dejé caer sobre la fina arena, devorándola con la mirada.
-y si dejamos de fingir lo que no somos y empezamos a divertirnos entre nosotros.
El alcohol empezaba ha hacer mella en mi, casi me había bebido la botella entera y para que mentir mi interior ardía casi tanto como mi endurecida entrepierna.
Tiré de ella subiéndola a horcajadas, esperando que entendiera mi inminente necesidad.
Su pelo azuzado por el mar acariciaba mi rostro, al tiempo que su preciosa voz parecía cantar una historia que sin duda las sirenas hubieran presenciado de ser cierta.
Esta vez fui yo quien tomo su mano, dibujando con esta en el aire sendas constelaciones, Perseo y Andromeda y como no Pegaso.
-La leyenda cuenta que la diosa Atenea conmovida por su historia los convirtió en estrellas. Andromeda es esa -señalé de nuevo le fromaento - la que esta entre Casiopea, su madre y Perseo su amor verdadero.
Mis labios surcaron despacio su cuello, dejándome embriagar no solo por los tientos que le daba a la botella si no por su piel de porcelana que parecía echa para pecar.
-Eso dicen, no es que yo sea un erudito en mitología.
Solté su mano al percatarme de que nuestros dedos caían enredados sobre su regazo, no se en que momento nos habíamos convertido en una pareja frente al mar.
Era cierto, a su lado todo parecía natural posiblemente porque había lanzado las redes de pescar y yo caía sentenciado a muerte en ellas esperando le remate final.
No había nadie mas en esa playa, la dama era osada, pues bien podría tomarla a ella, su bolsa e incluso la vida de la doncella, algún as debía guardar cuando frente a mis ojos mostraba tal seguridad.
Negué divertido llevando la botella a mis labios para dar un buen trago.
-¿entonces sirenita? Vienes de otras tierras en busca de un marinero perdido con el que copular? -reí divertido buscando su mirada -me presto voluntario
La observe detenidamente, un cuerpo digno de una diosa, piel clara, aunque bronceada por el sol, cabellos dorados, sin duda esa mujer bien podría hacer caer en sus redes al hombre que deseara, algo me decía que no me había traído a la playa para que me colara entre sus piernas, si no para vaciarme los bolsillos, no la culpaba, si sus piernas no fueran tan llamativas, lo mismo podría yo buscar de ella.
Me dejé caer sobre la fina arena, devorándola con la mirada.
-y si dejamos de fingir lo que no somos y empezamos a divertirnos entre nosotros.
El alcohol empezaba ha hacer mella en mi, casi me había bebido la botella entera y para que mentir mi interior ardía casi tanto como mi endurecida entrepierna.
Tiré de ella subiéndola a horcajadas, esperando que entendiera mi inminente necesidad.
Stelios- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Mis ojos de color verde siguieron el movimiento de sus dedos, en el cielo me enseñaba la ubicación de Perseo y Andrómeda, custodiados por Casiopea aún en su inmortalidad en forma de estrellas. Sonreí al escuchar esa última parte de la historia, sus labios recorrieron mi cuello, el cual eché a un lado cerrando mis ojos, no estaba segura de si era el relato, las olas del mar, o la botella cuyo contenido aún no alcanzaba la mitad, lo cual me hacia sentir a gusto en su compañía. Quizás era una combinación de todo, quizás el alcohol comenzaba a ejercer su efecto.
-Estás lleno de sorpresas, pensé que tu fuerte sería hablarme de técnicas de combate y estrategias de lucha.- Bromeé, tenía la impresión de que estaba frente a un luchador errante, uno que seguramente se embarcaba de un lado a otro, sin permanecer en un solo lugar por mucho tiempo, en ese sentido similar a mi misma, pero quizás no precisamente un capitán aunque no por ello menos osado. Otra vez mi mirada volvía a sus ropajes, recorría los músculos marcados bajo ellos, preguntándose sobre bolsillos ocultos y el tamaño de bolsas de monedas y de otras cosas que me robaban una sonrisa cargada de picardía.
-¿Cuál es tu historia? ¿Qué haces cerca de este puerto?- Lo observé cuando se echó sobre la arena, preguntándome antes si había llegado hasta estas tierras buscando a alguien con quien copular. Mi risa divertida al oir la teoría se mezcló con el sonido de las olas que llegaba hasta mis oídos rompiendo contra las rocas. La brisa meció mi pelo sobre mis hombros cuando me atrajo sobre él, me recosté sobre su cuerpo y jugué a tentar su pecho con las palmas de mis manos.
-Cuídado con lo que pides, podría ser una sirena que como Andrómeda también espere a su propio héroe, que no se conforme con menos.- dije algo soñadora, recostando mi mejilla sobre su pecho, dibujando trazos de reflejos imaginarios de estrellas con mi índice sobre su torso. - ¿Aún así querrías permanecer en mi red o te marcharías para no mirar atrás?- Alcé mi rostro inhalando el ároma de su cuello, mis labios se aproximaron a los suyos, deteniéndose a escasos centímetros, sopesándolos. Mi dedo se paseó por ellos despacio, seguían siendo descaradamente voraces, pero besarlo no estaba en mis planes, arrancarle la ropa si. Es lo que hacía con los viajeros antes de quitarles todo lo que llevaban encima. ¿Qué pasaría si esta vez echaba las redes y me detenía a admirar lo que encontrase adentro?
-Dudo que quieras atrapar una medusa por mi.- Noté el endurecimiento de su entrepierna muy cerca de mi vientre, sonreí de lado y me levanté, abandonando su cuerpo. Retrocedí sin dejar de mirarlo, llamándolo con mi dedo índice, entonando otra melodía silenciosa, que le envolviese en los hilos invisibles que se entretejían con los rayos de la luna, a la mejor uno de los dos se sorprendía esta noche. -Probemos, dejemos de fingir como propones y descubramos que vemos en el otro.-
Sin despegar mi mirada de la suya comencé a quitarme la ropa, dejando que mi piel bronceada comenzara a descubrirse bajo la atención de sus ojos. La tela descendió despacio bajo mis dedos dejando al descubierto mis hombros, bajando hasta mis pechos lozanos apretados por la ropa interior que ceñía mi piel y que clamaban por ser liberados realzándose bajo el escote. Sonreí de medio lado, mis ojos no perdían detalle de su expresión, mis sentidos capturaban la forma en que respiraba, el mínimo movimiento de su boca, el cambio en sus ojos. Le llamé sin palabras, cantando para él, mi piel era como una promesa dispuesta a ser encontrada, más aún no sabía que tanto se propondría llegar hasta ella.
Mis manos continuaron su camino descendiente, tirando del resto de mi vestuario, dejando a la vista mis sinuosas curvas, mi firme vientre, mis caderas que clamaban por un amante pero que no encontraban la caricia de unas manos firmes que lograran estremecerme. Mucho había andado de un lado a otro, era una pirata al fin y al cabo, una estafadora que no tenía tiempo para detenerse a pensar en lo que quería. Los hombres que me pretendían no pasaban de ser patanes a los que les importaba más calmar con rapidez el escozor de sus partes que el pensar en complacer a una mujer. Mis atléticas y largas piernas terminaron de deshacerse de la ropa sobre la arena, de mi calzado. Algunas armas habían caído también, no me importó que las viera.
-Vamos guerrero, ¿no te importará mojarte un poco o si?- Me detuve aún con la ropa interior puesta, sonriéndole con un nuevo reto. De esta manera moví otra pieza de la partida, mis pasos alcanzaron las olas. Allí bajo la luz de la luna, con mi piel bronceada mojándose con el agua salada, mis pies descalzos cobijados por la arena, mi cabello largo y rubio azuzándose por la brisa, y mi sonrisa ladeada lo observé. Mi figura era la de una sirena que aguardaba, una con un brillo especial en la mirada, que en el espacio que nos separaba le llamaba en silencio.
-Estás lleno de sorpresas, pensé que tu fuerte sería hablarme de técnicas de combate y estrategias de lucha.- Bromeé, tenía la impresión de que estaba frente a un luchador errante, uno que seguramente se embarcaba de un lado a otro, sin permanecer en un solo lugar por mucho tiempo, en ese sentido similar a mi misma, pero quizás no precisamente un capitán aunque no por ello menos osado. Otra vez mi mirada volvía a sus ropajes, recorría los músculos marcados bajo ellos, preguntándose sobre bolsillos ocultos y el tamaño de bolsas de monedas y de otras cosas que me robaban una sonrisa cargada de picardía.
-¿Cuál es tu historia? ¿Qué haces cerca de este puerto?- Lo observé cuando se echó sobre la arena, preguntándome antes si había llegado hasta estas tierras buscando a alguien con quien copular. Mi risa divertida al oir la teoría se mezcló con el sonido de las olas que llegaba hasta mis oídos rompiendo contra las rocas. La brisa meció mi pelo sobre mis hombros cuando me atrajo sobre él, me recosté sobre su cuerpo y jugué a tentar su pecho con las palmas de mis manos.
-Cuídado con lo que pides, podría ser una sirena que como Andrómeda también espere a su propio héroe, que no se conforme con menos.- dije algo soñadora, recostando mi mejilla sobre su pecho, dibujando trazos de reflejos imaginarios de estrellas con mi índice sobre su torso. - ¿Aún así querrías permanecer en mi red o te marcharías para no mirar atrás?- Alcé mi rostro inhalando el ároma de su cuello, mis labios se aproximaron a los suyos, deteniéndose a escasos centímetros, sopesándolos. Mi dedo se paseó por ellos despacio, seguían siendo descaradamente voraces, pero besarlo no estaba en mis planes, arrancarle la ropa si. Es lo que hacía con los viajeros antes de quitarles todo lo que llevaban encima. ¿Qué pasaría si esta vez echaba las redes y me detenía a admirar lo que encontrase adentro?
-Dudo que quieras atrapar una medusa por mi.- Noté el endurecimiento de su entrepierna muy cerca de mi vientre, sonreí de lado y me levanté, abandonando su cuerpo. Retrocedí sin dejar de mirarlo, llamándolo con mi dedo índice, entonando otra melodía silenciosa, que le envolviese en los hilos invisibles que se entretejían con los rayos de la luna, a la mejor uno de los dos se sorprendía esta noche. -Probemos, dejemos de fingir como propones y descubramos que vemos en el otro.-
Sin despegar mi mirada de la suya comencé a quitarme la ropa, dejando que mi piel bronceada comenzara a descubrirse bajo la atención de sus ojos. La tela descendió despacio bajo mis dedos dejando al descubierto mis hombros, bajando hasta mis pechos lozanos apretados por la ropa interior que ceñía mi piel y que clamaban por ser liberados realzándose bajo el escote. Sonreí de medio lado, mis ojos no perdían detalle de su expresión, mis sentidos capturaban la forma en que respiraba, el mínimo movimiento de su boca, el cambio en sus ojos. Le llamé sin palabras, cantando para él, mi piel era como una promesa dispuesta a ser encontrada, más aún no sabía que tanto se propondría llegar hasta ella.
Mis manos continuaron su camino descendiente, tirando del resto de mi vestuario, dejando a la vista mis sinuosas curvas, mi firme vientre, mis caderas que clamaban por un amante pero que no encontraban la caricia de unas manos firmes que lograran estremecerme. Mucho había andado de un lado a otro, era una pirata al fin y al cabo, una estafadora que no tenía tiempo para detenerse a pensar en lo que quería. Los hombres que me pretendían no pasaban de ser patanes a los que les importaba más calmar con rapidez el escozor de sus partes que el pensar en complacer a una mujer. Mis atléticas y largas piernas terminaron de deshacerse de la ropa sobre la arena, de mi calzado. Algunas armas habían caído también, no me importó que las viera.
-Vamos guerrero, ¿no te importará mojarte un poco o si?- Me detuve aún con la ropa interior puesta, sonriéndole con un nuevo reto. De esta manera moví otra pieza de la partida, mis pasos alcanzaron las olas. Allí bajo la luz de la luna, con mi piel bronceada mojándose con el agua salada, mis pies descalzos cobijados por la arena, mi cabello largo y rubio azuzándose por la brisa, y mi sonrisa ladeada lo observé. Mi figura era la de una sirena que aguardaba, una con un brillo especial en la mirada, que en el espacio que nos separaba le llamaba en silencio.
Antigone- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Sus palabras alentaban mis labios que golpeados por su aliento quemaban como el fuego. Sus dedos se paseaban por mi pecho acariciándolo despacio, sirena capaz de enredar en sus redes al marinero, pues su voz parecía transportarme a otra realidad, una en la que ella y yo podíamos estar sin pensar en nada mas.
-He venido a París en busca de un amigo, un buen amigo. Al parecer el amor o la entrepierna lo han metido en un buen lio y vengo a salvarle el pescuezo.
Sus labios acariciaron con suavidad los míos, mi boca se entreabrió dispuesta a recibir su lengua, mas no sucedió, ella parecía dispuesta a dejarme con las ganas de todo, de ella.
Sonreí de medio lado cuando sentí sus dedos recorrer mis mejillas.
-¿Un héroe? -negué dejando escapar una carcajada -yo no soy un héroe, no encontraras en mi a Perseo buscando a su amor eterno. Te haré un favor y no te mentiré. Soy de los que van de puerto en puerto, no busco una mujer que me acompañe por todos ellos, mas bien muchas piernas que se me abran en todos ellos.
La rubia sirena se puso en pie, ambos habíamos dado buena cuenta de las botellas, mas aun quedaba suficiente como para acabar los dos revolcándonos sobre la arene olvidando incluso quienes eramos.
Ella se alejaba de mi, al parecer había entrado en calor lo suficiente como para que la ropa abandonara su inmaculada piel, dorada por el sol, que ahora reflejaba la plateada luna.
Sonreí de medio lado dejando la botella abandonada para seguir a la dama que con el dedo me llamaba tarareando una canción.
Mis ojos se oscurecieron admirando la belleza de aquel ser mitológico que mostraba la esencia de la feminidad al completo. Imitando su gesto, ropa que fue cayendo desperdigada sobre la de ella, armas que entrechocaron, aunque de un modo bien distinto al que tenia planeado. Ahora solo quedaban nuestros cuerpos desnudos, libres de acero, mas llenos de verdad.
-¿Sabes? Creo que podría hacer una excepción contigo -susurré alcanzando su posición.
El mar empezaba a acoger los pies de ambos, agua salda, tierra y nosotros el fuego que rugía frente al resto de elementos. El viento azuzó su pelo, dorado, parecencia hebras de oro. Mis manso atrajeron sus caderas, risa ebria de ambos que entrechoco cuando nuestros alientos se entremezclaron.
-Podrías ir a la arena con cualquier escusa y tomar la bolsa de oro que pende del cinto. No te costaría mucho esconderlo entre tus pertenencias y cuando estuviera completamente ebrio desaparecer con el botín de ambos.
Acorté mas la distancia acariciando sus labios con los míos, nuestras miradas se anclaron, mientras mis dedos recorrían con suavidad su mejilla. Dedos enredados en su cabello, la atraje por la nuca colisionando con su boca sediento de ella.
-deja de pensar y déjate llevar.
Sus dedos recorrían los jirones de mi piel. En algo tenia razón era un guerrero y en este momento me costaba pensar con claridad.
-He venido a París en busca de un amigo, un buen amigo. Al parecer el amor o la entrepierna lo han metido en un buen lio y vengo a salvarle el pescuezo.
Sus labios acariciaron con suavidad los míos, mi boca se entreabrió dispuesta a recibir su lengua, mas no sucedió, ella parecía dispuesta a dejarme con las ganas de todo, de ella.
Sonreí de medio lado cuando sentí sus dedos recorrer mis mejillas.
-¿Un héroe? -negué dejando escapar una carcajada -yo no soy un héroe, no encontraras en mi a Perseo buscando a su amor eterno. Te haré un favor y no te mentiré. Soy de los que van de puerto en puerto, no busco una mujer que me acompañe por todos ellos, mas bien muchas piernas que se me abran en todos ellos.
La rubia sirena se puso en pie, ambos habíamos dado buena cuenta de las botellas, mas aun quedaba suficiente como para acabar los dos revolcándonos sobre la arene olvidando incluso quienes eramos.
Ella se alejaba de mi, al parecer había entrado en calor lo suficiente como para que la ropa abandonara su inmaculada piel, dorada por el sol, que ahora reflejaba la plateada luna.
Sonreí de medio lado dejando la botella abandonada para seguir a la dama que con el dedo me llamaba tarareando una canción.
Mis ojos se oscurecieron admirando la belleza de aquel ser mitológico que mostraba la esencia de la feminidad al completo. Imitando su gesto, ropa que fue cayendo desperdigada sobre la de ella, armas que entrechocaron, aunque de un modo bien distinto al que tenia planeado. Ahora solo quedaban nuestros cuerpos desnudos, libres de acero, mas llenos de verdad.
-¿Sabes? Creo que podría hacer una excepción contigo -susurré alcanzando su posición.
El mar empezaba a acoger los pies de ambos, agua salda, tierra y nosotros el fuego que rugía frente al resto de elementos. El viento azuzó su pelo, dorado, parecencia hebras de oro. Mis manso atrajeron sus caderas, risa ebria de ambos que entrechoco cuando nuestros alientos se entremezclaron.
-Podrías ir a la arena con cualquier escusa y tomar la bolsa de oro que pende del cinto. No te costaría mucho esconderlo entre tus pertenencias y cuando estuviera completamente ebrio desaparecer con el botín de ambos.
Acorté mas la distancia acariciando sus labios con los míos, nuestras miradas se anclaron, mientras mis dedos recorrían con suavidad su mejilla. Dedos enredados en su cabello, la atraje por la nuca colisionando con su boca sediento de ella.
-deja de pensar y déjate llevar.
Sus dedos recorrían los jirones de mi piel. En algo tenia razón era un guerrero y en este momento me costaba pensar con claridad.
Stelios- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Mis ojos se clavaron en su persona, siguiendo sus movimientos. El tritón se despojaba de su ropa permitiéndome notar su cuerpo robusto, endurecido por batallas pasadas. Mientras iba lanzando su ropa sobre la mía me permití mirarlo a gusto, deteniéndome para admirar sus hombros fuertes, un pectoral que parecía esculpido en piedra, seguir con la mirada el camino de un cincel imaginario que debió haberse tomado su tiempo para esculpir al guerrero, uno que en figura nada le tendría que envidiar a Perseo. Su abdomen marcado por sus músculos provocó que sonriera de lado, mi mirada se tornó más oscura al continuar mi recorrido de forma descendente contemplando su poderosa hombría. Mordí mi labio inferior, pocas veces me había detenido a admirar la estampa de un hombre a pesar de haber estado rodeada toda mi vida de piratas, de hombres rudos y de dura calaña, yo era una más de ellos.
El guerrero llegó pronto a mi lado, tiró de mi hacia él. El aire marino soplaba con fuerza, azuzando el olor a salitre y a mar, exacerbando todo aquello que percibía de él, incrementado posiblemente por el alcohol consumido hasta el momento. Me eché a reir cuando dijo que quizás conmigo podría hacer una excepción. La cercanía provocó que su cuerpo fuerte y robusto se ajustase al mio, firme y atlético, testigo de tantas batallas y saqueos, mi piel percibió de esa manera el abrazo de cada uno de sus músculos. -¿Entonces guerrero cuál de las dos opciones inclina más tu balanza? Un encuentro casual o ser el héroe que dome a la indómita sirena?- Sonreí divertida, hace unos minutos me había hablado con brutal franqueza de sus recorridos entre diversas piernas en cada puerto y ahora me miraba de una forma que me hacía creer que podría ser la Andrómeda que le acompañase en cada uno de sus intrépidos viajes.
Miré de reojo hacia la arena, hacia nuestras ropas reposando sobre ella. Me desconcertó que me diera instrucciones precisas acerca de la localización de su saco de oro. Oro. palabra clave que capturó mi atención un momento. Luego mis ojos regresaron a él. ¿No le importaba que estuviera tras su dinero? Arqueé el cejo, al parecer estaba descubierta frente a él, había leído muy bien mis usualmente discretas líneas, percatándose fácilmente de quien era yo y a qué me dedicaba. -¿No te importa que quiera quedarme con lo más preciado de ti?- Una sonrisa lenta se dibujó en mi rostro al otorgarle doble sentido a mis palabras.
Nuestras miradas chocaron como dos bravos navíos compelidos por el fuego de sus municiones. El guerrero se me antojó repentinamente el ancla que el mio necesitaba para alcanzar puerto reforzada por el descubrimiento de su piel. Las yemas de mis dedos acariciaron la fuerza contenida de sus músculos tensos. Acaricié sus brazos y su pecho, mi aliento expectante percibió el suyo, su reto me tentaba, pero mis labios se negaban a ceder…
Él pensaba de otra manera, su mano alcanzó mi nuca y me atrajo sin preámbulos colisionando contra mi boca. -Deja de pensar y déjate llevar.- Mi cuerpo se tensó al escuchar esas palabras, sus labios contra los míos, los míos inmóviles frente al roce de los suyos, prefería ceñirme al plan original, quedarme con su oro… Nada más toma algo más de alcohol bravo guerrero, deja de querer descubrir a esta pirata que no busca más que el sonido de monedas, el relucir del metal brillante y la satisfacción de unos bolsillos llenos… no tengo más que ofrecer…
-Creo que el mayor peligro de todos está frente a nuestros ojos…- Mis labios se abrieron finalmente bajo los suyos, quise ceder aceptando la incursión de su lengua que acarició la mía. Sus labios se movieron contra los míos, húmedos, calientes, como si ambas bocas fueran un botín nuestras lenguas se tornaron invasoras, explorando, arrasando con la ajena. Mi mano libre tomó la de él, guiándola hacia mi ropa interior para que la soltara, para sentir sus dedos sobre uno de mis pechos, apretándolo, endureciéndolo. Entre suaves jadeos deslicé los dedos por su pelo húmedo por las gotas de agua salada, un beso que no debió ser… pero que ahora se intensificaba. Me volví más demandante, nos devoramos el uno al otro, tenté su lengua, entre succiones y pequeños mordiscos, la temperatura de su piel aumentó febrilmente junto a la mía…
Interrumpí el beso dejándolo con la respiración ajetreada, mis ojos nublados, me adentré en el agua, nadando, observándolo. -Haz una excepción por mi…-
El guerrero llegó pronto a mi lado, tiró de mi hacia él. El aire marino soplaba con fuerza, azuzando el olor a salitre y a mar, exacerbando todo aquello que percibía de él, incrementado posiblemente por el alcohol consumido hasta el momento. Me eché a reir cuando dijo que quizás conmigo podría hacer una excepción. La cercanía provocó que su cuerpo fuerte y robusto se ajustase al mio, firme y atlético, testigo de tantas batallas y saqueos, mi piel percibió de esa manera el abrazo de cada uno de sus músculos. -¿Entonces guerrero cuál de las dos opciones inclina más tu balanza? Un encuentro casual o ser el héroe que dome a la indómita sirena?- Sonreí divertida, hace unos minutos me había hablado con brutal franqueza de sus recorridos entre diversas piernas en cada puerto y ahora me miraba de una forma que me hacía creer que podría ser la Andrómeda que le acompañase en cada uno de sus intrépidos viajes.
Miré de reojo hacia la arena, hacia nuestras ropas reposando sobre ella. Me desconcertó que me diera instrucciones precisas acerca de la localización de su saco de oro. Oro. palabra clave que capturó mi atención un momento. Luego mis ojos regresaron a él. ¿No le importaba que estuviera tras su dinero? Arqueé el cejo, al parecer estaba descubierta frente a él, había leído muy bien mis usualmente discretas líneas, percatándose fácilmente de quien era yo y a qué me dedicaba. -¿No te importa que quiera quedarme con lo más preciado de ti?- Una sonrisa lenta se dibujó en mi rostro al otorgarle doble sentido a mis palabras.
Nuestras miradas chocaron como dos bravos navíos compelidos por el fuego de sus municiones. El guerrero se me antojó repentinamente el ancla que el mio necesitaba para alcanzar puerto reforzada por el descubrimiento de su piel. Las yemas de mis dedos acariciaron la fuerza contenida de sus músculos tensos. Acaricié sus brazos y su pecho, mi aliento expectante percibió el suyo, su reto me tentaba, pero mis labios se negaban a ceder…
Él pensaba de otra manera, su mano alcanzó mi nuca y me atrajo sin preámbulos colisionando contra mi boca. -Deja de pensar y déjate llevar.- Mi cuerpo se tensó al escuchar esas palabras, sus labios contra los míos, los míos inmóviles frente al roce de los suyos, prefería ceñirme al plan original, quedarme con su oro… Nada más toma algo más de alcohol bravo guerrero, deja de querer descubrir a esta pirata que no busca más que el sonido de monedas, el relucir del metal brillante y la satisfacción de unos bolsillos llenos… no tengo más que ofrecer…
-Creo que el mayor peligro de todos está frente a nuestros ojos…- Mis labios se abrieron finalmente bajo los suyos, quise ceder aceptando la incursión de su lengua que acarició la mía. Sus labios se movieron contra los míos, húmedos, calientes, como si ambas bocas fueran un botín nuestras lenguas se tornaron invasoras, explorando, arrasando con la ajena. Mi mano libre tomó la de él, guiándola hacia mi ropa interior para que la soltara, para sentir sus dedos sobre uno de mis pechos, apretándolo, endureciéndolo. Entre suaves jadeos deslicé los dedos por su pelo húmedo por las gotas de agua salada, un beso que no debió ser… pero que ahora se intensificaba. Me volví más demandante, nos devoramos el uno al otro, tenté su lengua, entre succiones y pequeños mordiscos, la temperatura de su piel aumentó febrilmente junto a la mía…
Interrumpí el beso dejándolo con la respiración ajetreada, mis ojos nublados, me adentré en el agua, nadando, observándolo. -Haz una excepción por mi…-
Antigone- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Su boca cedió frente a la mía como lo hace el barco antes de ser abordado, así, se entreabrió dejando paso a mi lengua que destrozó sus barreras saqueándola despacio. Las ganas avivaron el fuego, el deseo atrajo al viento y el resto lo marcaron sus dedos atrayéndome por el pelo.
Barco a la deriva, sin timón, ya no recordaba donde estaba proa, popa o cualquiera de las dos. Solo surcaba su cuerpo guiado por sus manos que ahora me anclaban a sus pechos deseando un todo o nada ¿doblar la apuesta? Por supuesto, que tomara el oro, en algo estaba de acuerdo, el enemigo estaba frente a nuestros ojos.
Hizó la bandera pirata, mas no me importó demasiado, embriagado y no solo de alcohol surqué su mar pese a los peligros que prometía esa mujer ocasionar.
Gruñí apoderándome de sus lengua, succionandola con firmeza antes que de nuevo serpenteara para crear una distancia que se me antojó eterna.
Mis ojos la buscaron, ahora la sirena se perdía entre las olas incitándome a seguirla como hacían todas ellas, no necesitaba cantar, iba a seguirla, todo me daba igual.
Me sumergí tras ella nadando a braza mientras ella, entre risas me tentaba a alcanzarla.
Me esquivó un par de veces, como si el barco virara para preparar así los cañones con los que destruirme.
Sonrisa ladina en mi rostro cuando mi mano alcanzó su brazo y de un tirón brusco la acerqué a mi cuerpo en busca del botín del naufragio.
-Ya he hecho una concesión contigo, aquí estoy. Es tu turno.
Sus ojos se anclaron en los míos, ambos brillaban por el alcohol ingerido, sonrisa de ambos que contrastaba con las gélidas aguas que amorataban nuestros labios, mentiría si decía que tenia frio, no cuando su cuerpo era un brasero y yo el fuego encendido.
Sus caderas me buscaron bailando de cerca la peligrosa danza de los siete velos, desconocía en cual de los movimientos ahogaría a este marinero para salir corriendo a por el botín.
No me fiaba de ella, eso era un hecho, tampoco ella de mi, mas acaso no era eso lo que hacia le encuentro tan apasionante.
Mi boca volvió a colisionar con la suya, su cuerpo firme se orillo al mio buscando estimularse con los ardientes roces que como el ron embriagaban nuestras cabezas deseando que no hubiera tregua, que la bandera blanca no se alzara y que el fuego enemigo empezara.
-Hazme arder en el infierno, follemos y pensemos después quien de los dos es mejor ladrón o guerrero, pero ahora mismo solo puedo pensar en tu cuerpo.
Confesión demasiado cierta, la verdad siempre daba cierta desventaja a quien la contaba.
-¿y tu barco? ¿y tu tripulación?
A estas alturas ambos sabíamos del otro que pertenecía de un modo u otro a la mar, aunque yo no deseaba en ese momento compartirla ni con las olas, ni con la sal, ni siquiera con la arena que se removía bajo nuestros pies en aquel baile demencial.
Barco a la deriva, sin timón, ya no recordaba donde estaba proa, popa o cualquiera de las dos. Solo surcaba su cuerpo guiado por sus manos que ahora me anclaban a sus pechos deseando un todo o nada ¿doblar la apuesta? Por supuesto, que tomara el oro, en algo estaba de acuerdo, el enemigo estaba frente a nuestros ojos.
Hizó la bandera pirata, mas no me importó demasiado, embriagado y no solo de alcohol surqué su mar pese a los peligros que prometía esa mujer ocasionar.
Gruñí apoderándome de sus lengua, succionandola con firmeza antes que de nuevo serpenteara para crear una distancia que se me antojó eterna.
Mis ojos la buscaron, ahora la sirena se perdía entre las olas incitándome a seguirla como hacían todas ellas, no necesitaba cantar, iba a seguirla, todo me daba igual.
Me sumergí tras ella nadando a braza mientras ella, entre risas me tentaba a alcanzarla.
Me esquivó un par de veces, como si el barco virara para preparar así los cañones con los que destruirme.
Sonrisa ladina en mi rostro cuando mi mano alcanzó su brazo y de un tirón brusco la acerqué a mi cuerpo en busca del botín del naufragio.
-Ya he hecho una concesión contigo, aquí estoy. Es tu turno.
Sus ojos se anclaron en los míos, ambos brillaban por el alcohol ingerido, sonrisa de ambos que contrastaba con las gélidas aguas que amorataban nuestros labios, mentiría si decía que tenia frio, no cuando su cuerpo era un brasero y yo el fuego encendido.
Sus caderas me buscaron bailando de cerca la peligrosa danza de los siete velos, desconocía en cual de los movimientos ahogaría a este marinero para salir corriendo a por el botín.
No me fiaba de ella, eso era un hecho, tampoco ella de mi, mas acaso no era eso lo que hacia le encuentro tan apasionante.
Mi boca volvió a colisionar con la suya, su cuerpo firme se orillo al mio buscando estimularse con los ardientes roces que como el ron embriagaban nuestras cabezas deseando que no hubiera tregua, que la bandera blanca no se alzara y que el fuego enemigo empezara.
-Hazme arder en el infierno, follemos y pensemos después quien de los dos es mejor ladrón o guerrero, pero ahora mismo solo puedo pensar en tu cuerpo.
Confesión demasiado cierta, la verdad siempre daba cierta desventaja a quien la contaba.
-¿y tu barco? ¿y tu tripulación?
A estas alturas ambos sabíamos del otro que pertenecía de un modo u otro a la mar, aunque yo no deseaba en ese momento compartirla ni con las olas, ni con la sal, ni siquiera con la arena que se removía bajo nuestros pies en aquel baile demencial.
Stelios- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Sonreí de medio lado cuando aceptó mi invitación a adentrarse en el mar y nadó raudo intentando atraparme. Me divertí eludiéndolo varias veces, el guerrero me atraía y no únicamente debido a sus monedas. Mis pechos seguían erizados, excitados por la fuerza de sus manos aguerridas, mi cuerpo se sentía atrapado en el deseo, mi lengua relamió mis labios sintiendo aún el sabor de su boca, mucho más caliente que el licor, húmeda, excitante y demasiado peligrosa. Su acercamiento le convertía en un enemigo más acérrimo que cualquier otro porque me inducía a bajar las defensas, a plegar las velas y ceder a su abordaje.
Finalmente me alcanzó y de un tirón brusco me orilló a él. -¿Cuál es tu concesión exactamente marinero? ¿Estar aquí? ¿No deseabas ya estar aquí cuando me seguiste fuera de la taberna?- Sonreí burlonamente, sabía perfectamente que ideas rondaban su cabeza desde que nuestros ojos se toparon en aquel antro de mala muerte. Nadé para estar más cerca de él, mi mano acarició sus hombros, su piel de guerrero, dura y tensa hirvió bajo mi tacto. Mi aliento alcanzó el suyo enredándose en el, podía percibir el sabor del licor, dulce y amargo a la vez, tal y como parecía ser este encuentro en el mar.
Mi mirada le recorrió despacio, sus labios estaban amoratados y la temperatura de su cuerpo descendía con el movimiento de las olas, la mía se mantenía mejor debido a mi naturaleza de cambiante. Mis caderas se pegaron a las suyas, bailando despacio, chocando contra su pelvis, su falo de por si ya despierto se irguió con potencia, buscándome, rozándome para acoplarse a mi danza sin entrar en mi aún. -También he hecho una concesión contigo por si no te has percatado…-
A continuación vinieron sus palabras, esas que me hablaban de dejar arder nuestros cuerpos, del deseo que sentía por el mío. Apenas hubo terminado de decirlo cuando tiré de él para llevarnos de vuelta a la arena, adonde me detuve frente a él. Respiraciones acompasadas, miradas perdidas en el otro, el deseo encendido. No me interesaba hundirlo aún, no me aproveché del momento perfecto para transformarme y salir corriendo con su botín. El viento salado acariciaba nuestros cuerpos húmedos, la suerte estaba echada. Mis manos volaron hacia su rostro, rostro que atraje hacia el mio, labios carnosos que mordí con deseo, deseaba su boca, deseaba su cuerpo, no importaba si era Perseo o una engañosa treta creada en forma de hombre para traspasar mis defensas.
-Mi barco se hundió, más de la mitad de mi tripulación fue sepultada en el mar. Fue una emboscada… apenas salimos con vida del ataque de otro barco… - Respondí a su pregunta pero no quería ahondar en ello, porque me recordaba el amargo sabor de la derrota y los desafortunados sucesos teñidos con la sangre de mi tripulación. -Debemos reagruparnos, reabastecernos, seguir mi búsqueda...-
Lo atraje del pelo hacia mis pechos, invitándolo a recorrerlos con su lengua, a morderlos con firmeza, gemí suavemente, extasiada, pegando mi pelvis a la suya, rodeando su cintura y tirando de sus caderas con fuerza hacia mi. –¿Qué hay de ti? ¿Adónde está ese amigo tuyo? ¿Qué tal recompensaría a quien te ayudase a rescatarlo?-
Dejé de hablar, mis labios se movieron contra los suyos, tornándose más húmedos y calientes, mis manos rasguñaron apasionadamente su espalda baja, sus glúteos... Cedía, finalmente cedía y no me importaba si tras de esto acontecía mi naufragio.
Tiré de él, enredados caímos sobre la arena. Sus manos recorrieron mis piernas, mis muslos, acariciándolos antes de alcanzar mis braguitas y hacerlas a un lado febrilmente, ya nada separaba nuestros cuerpos. Con mi mirada fija en sus ojos llevé su mano hasta mi sexo, me mecí intensamente contra ella, mi intimidad palpitando contra sus dedos, contra los míos, mojándome, deseando que fuese él el que soltase de una vez las amarras y nos encendiese a ambos en el vaivén de nuestros cuerpos. -Te quiero adentro mío guerrero... en este instante... te deseo ahora mismo más que ganar la partida...-
Finalmente me alcanzó y de un tirón brusco me orilló a él. -¿Cuál es tu concesión exactamente marinero? ¿Estar aquí? ¿No deseabas ya estar aquí cuando me seguiste fuera de la taberna?- Sonreí burlonamente, sabía perfectamente que ideas rondaban su cabeza desde que nuestros ojos se toparon en aquel antro de mala muerte. Nadé para estar más cerca de él, mi mano acarició sus hombros, su piel de guerrero, dura y tensa hirvió bajo mi tacto. Mi aliento alcanzó el suyo enredándose en el, podía percibir el sabor del licor, dulce y amargo a la vez, tal y como parecía ser este encuentro en el mar.
Mi mirada le recorrió despacio, sus labios estaban amoratados y la temperatura de su cuerpo descendía con el movimiento de las olas, la mía se mantenía mejor debido a mi naturaleza de cambiante. Mis caderas se pegaron a las suyas, bailando despacio, chocando contra su pelvis, su falo de por si ya despierto se irguió con potencia, buscándome, rozándome para acoplarse a mi danza sin entrar en mi aún. -También he hecho una concesión contigo por si no te has percatado…-
A continuación vinieron sus palabras, esas que me hablaban de dejar arder nuestros cuerpos, del deseo que sentía por el mío. Apenas hubo terminado de decirlo cuando tiré de él para llevarnos de vuelta a la arena, adonde me detuve frente a él. Respiraciones acompasadas, miradas perdidas en el otro, el deseo encendido. No me interesaba hundirlo aún, no me aproveché del momento perfecto para transformarme y salir corriendo con su botín. El viento salado acariciaba nuestros cuerpos húmedos, la suerte estaba echada. Mis manos volaron hacia su rostro, rostro que atraje hacia el mio, labios carnosos que mordí con deseo, deseaba su boca, deseaba su cuerpo, no importaba si era Perseo o una engañosa treta creada en forma de hombre para traspasar mis defensas.
-Mi barco se hundió, más de la mitad de mi tripulación fue sepultada en el mar. Fue una emboscada… apenas salimos con vida del ataque de otro barco… - Respondí a su pregunta pero no quería ahondar en ello, porque me recordaba el amargo sabor de la derrota y los desafortunados sucesos teñidos con la sangre de mi tripulación. -Debemos reagruparnos, reabastecernos, seguir mi búsqueda...-
Lo atraje del pelo hacia mis pechos, invitándolo a recorrerlos con su lengua, a morderlos con firmeza, gemí suavemente, extasiada, pegando mi pelvis a la suya, rodeando su cintura y tirando de sus caderas con fuerza hacia mi. –¿Qué hay de ti? ¿Adónde está ese amigo tuyo? ¿Qué tal recompensaría a quien te ayudase a rescatarlo?-
Dejé de hablar, mis labios se movieron contra los suyos, tornándose más húmedos y calientes, mis manos rasguñaron apasionadamente su espalda baja, sus glúteos... Cedía, finalmente cedía y no me importaba si tras de esto acontecía mi naufragio.
Tiré de él, enredados caímos sobre la arena. Sus manos recorrieron mis piernas, mis muslos, acariciándolos antes de alcanzar mis braguitas y hacerlas a un lado febrilmente, ya nada separaba nuestros cuerpos. Con mi mirada fija en sus ojos llevé su mano hasta mi sexo, me mecí intensamente contra ella, mi intimidad palpitando contra sus dedos, contra los míos, mojándome, deseando que fuese él el que soltase de una vez las amarras y nos encendiese a ambos en el vaivén de nuestros cuerpos. -Te quiero adentro mío guerrero... en este instante... te deseo ahora mismo más que ganar la partida...-
Antigone- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Su respuesta me hizo detenerme un momento, había naufragado, mas no estaba sola en París, lo que me puso en sobre-aleta, asumía la idea de lidiar con aquella mujer de piernas infinitas, mas ¿y si sus rufianes me esperaban atrincherados en algún sitio? Quizás esa mujer solo fuera la avanzadilla, y menudo cuerpo tenia la primera linea enemiga, de un grupo de saqueadores que se ganaban la vida robando a ebrios hombres excitados.
Ladeé mi sonrisa volviendo a impactar con sus labios, salvaje deje que las olas del mar sentenciaran mi cuerpo con su vaivén. Lengua de fuego que calcino mis amoratados labios, su cuerpo era cálido, mas el mio perdía temperatura por la gelidez del mar.
-¿Eres una sirena? -susurré contra su boca, tu cuerpo no se enfría.
Poco o nada me importaba luchar contra su banda si a cambio lograba follármela, cierto era, estaba embriagado de alcohol, mas yo no era un pobre hombre, era un guerrero.
Su cuerpo era un botín demasiado preciado para dejarlo ir, quizás yo también era un saqueador, pues su boca era el barco que necesitaba abordar sin descanso.
Sus dedos se enredaron en mi pelo, tirón brusco que afianzo mi cabeza en sus pechos. Un gemido de su boca mientras la mía tomaba cada centímetro de su piel, pezones contra mi lengua que mordí y succione acompasado al movimiento de mi mano que alzo sus pechos en son de guerra.
Sus caderas bailaban la danza de los siete velos contra mi mástil alzado.
Arriar las velas pues necesitaba surcar el interior de su gruta, penetrar hasta la parte mas oscura y abrupta de su sexo mojado.
Saquear su interior para lograr el mayor tesoro, nuestra propia excitación.
Empujó de mis glúteos para que mis caderas colisionaran con las de ella. Mi virilidad la reclamaba y ella no dudo en enredar sus piernas en mi cintura dejando que nuestros sexos se acariciaran.
Nuestras bocas se reclamaban, jadeando, tiré de sus caderas hasta clavarla en su interior.
Gruñí contra sus labios al sentirme dentro, mas dentro con cada brusco movimiento.
-Mi a migo es rico, un rey, hay dinero mas que suficiente para los dos, si me ayudas a sacarlo de la mazmorra, podrás comprar tu propio barco -aseguré enredando mis dedos en su pelo para forzarla a ladear la cabeza.
Mis dientes surcaron su inmaculada piel.
Vaho contra esta, blanco como las brumas, espeso como la sensación que ahora me embriagaba.
La sirena se bajo de mis caderas para tirar de mi mano hacia la orilla, esta vez, su mirada era oscura como la noche,brillaba como si por fin hubiera cedido como el firmamento frente a la luna.
Nuestros cuerpos cayeron enredados sobre el lecho de arena, risas ebrias contra nuestros labios que nos invitaban a pecar, a tomarlo todo y no dejar nada para el final.
Ya no nos importaba ganar o perder en aquella partida sobre el tablero de ajedrez, ahora la pasión era la tempestad que nos hacia naufragar contra el otro.
Mi cuerpo fue el manto de estrellas, el suyo como el ocaso dio paso a todas ellas, mi arma se introdujo nuevamente en ella. No quería perderme nada, la busque con mis ojos para observar el placer que reflejaba en cada gesto, como sus labios se entreabrían para gemir con cada brusca embestida.
-Únete a mi -susurré perdido en ella.
Una petición que parecía decir mucho mas de lo que a simple vista insinuaban mis palabras.
Ladeé mi sonrisa volviendo a impactar con sus labios, salvaje deje que las olas del mar sentenciaran mi cuerpo con su vaivén. Lengua de fuego que calcino mis amoratados labios, su cuerpo era cálido, mas el mio perdía temperatura por la gelidez del mar.
-¿Eres una sirena? -susurré contra su boca, tu cuerpo no se enfría.
Poco o nada me importaba luchar contra su banda si a cambio lograba follármela, cierto era, estaba embriagado de alcohol, mas yo no era un pobre hombre, era un guerrero.
Su cuerpo era un botín demasiado preciado para dejarlo ir, quizás yo también era un saqueador, pues su boca era el barco que necesitaba abordar sin descanso.
Sus dedos se enredaron en mi pelo, tirón brusco que afianzo mi cabeza en sus pechos. Un gemido de su boca mientras la mía tomaba cada centímetro de su piel, pezones contra mi lengua que mordí y succione acompasado al movimiento de mi mano que alzo sus pechos en son de guerra.
Sus caderas bailaban la danza de los siete velos contra mi mástil alzado.
Arriar las velas pues necesitaba surcar el interior de su gruta, penetrar hasta la parte mas oscura y abrupta de su sexo mojado.
Saquear su interior para lograr el mayor tesoro, nuestra propia excitación.
Empujó de mis glúteos para que mis caderas colisionaran con las de ella. Mi virilidad la reclamaba y ella no dudo en enredar sus piernas en mi cintura dejando que nuestros sexos se acariciaran.
Nuestras bocas se reclamaban, jadeando, tiré de sus caderas hasta clavarla en su interior.
Gruñí contra sus labios al sentirme dentro, mas dentro con cada brusco movimiento.
-Mi a migo es rico, un rey, hay dinero mas que suficiente para los dos, si me ayudas a sacarlo de la mazmorra, podrás comprar tu propio barco -aseguré enredando mis dedos en su pelo para forzarla a ladear la cabeza.
Mis dientes surcaron su inmaculada piel.
Vaho contra esta, blanco como las brumas, espeso como la sensación que ahora me embriagaba.
La sirena se bajo de mis caderas para tirar de mi mano hacia la orilla, esta vez, su mirada era oscura como la noche,brillaba como si por fin hubiera cedido como el firmamento frente a la luna.
Nuestros cuerpos cayeron enredados sobre el lecho de arena, risas ebrias contra nuestros labios que nos invitaban a pecar, a tomarlo todo y no dejar nada para el final.
Ya no nos importaba ganar o perder en aquella partida sobre el tablero de ajedrez, ahora la pasión era la tempestad que nos hacia naufragar contra el otro.
Mi cuerpo fue el manto de estrellas, el suyo como el ocaso dio paso a todas ellas, mi arma se introdujo nuevamente en ella. No quería perderme nada, la busque con mis ojos para observar el placer que reflejaba en cada gesto, como sus labios se entreabrían para gemir con cada brusca embestida.
-Únete a mi -susurré perdido en ella.
Una petición que parecía decir mucho mas de lo que a simple vista insinuaban mis palabras.
Stelios- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Músculos infinitos que parecían forjados del mismo acero, mis manos los recorrieron hundiendo mis uñas en su espalda, reconociendo cada retazo nuevo, ávida de conquistar el territorio que se había convertido en neutro con la bandera blanca izada para fundir ambos bandos en uno en medio de una apasionada tregua. El marinero se enredó conmigo en la arena, mis ojos se oscurecieron al mirarlo, en ningún momento soltó el timón, decidido se lanzó directo a reclamar el océano que me conformaba, sin darme tiempo para discernir. Poco me importó ese total enturbiamiento de mis ideas, su cuerpo fue la bruma en la que quise naufragar.
Mis piernas le acogieron cuando se posicionó sobre mi, sobre el suave lecho improvisado sentí su aliento sobre mis labios y mi piel, embriagador como el mío, recorrí esos labios amoratados con mi lengua, acariciándolos con lentitud, procurando devolverles el calor perdido, mientras el deseo palpable entre los dos cobraba fuerza, infinito como la arena que nos rodeaba, se apoderaba de nosotros dejando la razón atrás.
Su mástil no se hizo esperar, se introdujo en mis cavidades, mi mano le tomó del pelo mientras movía mis caderas para acogerlo, mis paredes pulsando desatadas, húmedas en aquella marea que se volvía salvaje propiciada por su vigorosa virilidad. Tiré de su cabeza hacia atrás, mordí su mentón, besé y recorrí con mis dientes su cuello hasta alcanzar el hueco de su garganta, esa zona que quería conquistar para mi. Mis caderas se movieron guiadas por el vaivén de su falo, gemí repetidamente al sentirle navegar cada vez más adentro mío.
Sus embestidas eran duras, insaciables, cada nuevo choque de caderas despertaba ese lado salvaje mío, latente por mi naturaleza de cambiante. El aroma de su piel, el sabor salado de su boca que regresaba junto a la mía para recibir mis gemidos en ella incitaba mis sentidos y acaloraba mis necesidades. Tumbada le acogía sobre la arena que se entrelazaba con mi cabello dorado haciendo resaltar la intensidad de mi mirada sobre la de él. Mis piernas le anclaban a mis caderas, enredándolo en ellas para que esta noche no anhelara más puerto que el que le llevaba a mi. Era una pirata hasta la más recóndita fibra de mi ser, cuando deseaba algo lo tomaba, lo reclamaba... y en este momento mi conquista y mi deseo gruñía y jadeaba junto a mi.
Sonreí cuando escuché sus palabras. -Únete a mi.-. Con agilidad giré nuestros cuerpos, ahora él estaba por debajo mío, su falo me atravesó hasta lo más profundo por la brusquedad del movimiento. Gemí completamente ida, no dejé ni un solo instante de cabalgarle con intensidad. Jadeos, gruñidos intensos escapaban de nuestras gargantas, apenas atiné a reconocer una de las botellas que habíamos dejado descansar sobre la arena. Alargué el brazo para tomarla, girándola entre mis dedos para derramar whisky sobre su torso y sobre mis pechos.
Comencé a moverme despacio sobre él, me incliné hacia su pecho, ahora húmedo con sabor a agua salda y alcohol. Presioné mis labios contra su piel, pasando mi lengua despacio sobre esos músculos duros, saboreando cada gota de licor. Subí entre mordidas hasta sus labios y enredé nuestras bocas para paladearnos el uno al otro despacio, disfrutando una nueva batalla enardecida por el sabor del alcohol que nos calentaba por dentro echando más leños a la hoguera de nuestros cuerpos.
Sin abandonar su mirada llevé sus manos hasta mis pechos mojados, sus dedos acariciaron mis pezones plagados de whisky tornándolos duros como las rocas que reciben las olas del mar. -Mmmm... ahhh...- sonidos guturales escaparon de mi garganta, enronquecida mi voz por la pasión. Mis caderas se movieron más fuertemente, más rápido, exigentes, lo quería más adentro, más, mucho más. -Cambia tus objetivos marinero… sé mi Perseo...-
Mis piernas le acogieron cuando se posicionó sobre mi, sobre el suave lecho improvisado sentí su aliento sobre mis labios y mi piel, embriagador como el mío, recorrí esos labios amoratados con mi lengua, acariciándolos con lentitud, procurando devolverles el calor perdido, mientras el deseo palpable entre los dos cobraba fuerza, infinito como la arena que nos rodeaba, se apoderaba de nosotros dejando la razón atrás.
Su mástil no se hizo esperar, se introdujo en mis cavidades, mi mano le tomó del pelo mientras movía mis caderas para acogerlo, mis paredes pulsando desatadas, húmedas en aquella marea que se volvía salvaje propiciada por su vigorosa virilidad. Tiré de su cabeza hacia atrás, mordí su mentón, besé y recorrí con mis dientes su cuello hasta alcanzar el hueco de su garganta, esa zona que quería conquistar para mi. Mis caderas se movieron guiadas por el vaivén de su falo, gemí repetidamente al sentirle navegar cada vez más adentro mío.
Sus embestidas eran duras, insaciables, cada nuevo choque de caderas despertaba ese lado salvaje mío, latente por mi naturaleza de cambiante. El aroma de su piel, el sabor salado de su boca que regresaba junto a la mía para recibir mis gemidos en ella incitaba mis sentidos y acaloraba mis necesidades. Tumbada le acogía sobre la arena que se entrelazaba con mi cabello dorado haciendo resaltar la intensidad de mi mirada sobre la de él. Mis piernas le anclaban a mis caderas, enredándolo en ellas para que esta noche no anhelara más puerto que el que le llevaba a mi. Era una pirata hasta la más recóndita fibra de mi ser, cuando deseaba algo lo tomaba, lo reclamaba... y en este momento mi conquista y mi deseo gruñía y jadeaba junto a mi.
Sonreí cuando escuché sus palabras. -Únete a mi.-. Con agilidad giré nuestros cuerpos, ahora él estaba por debajo mío, su falo me atravesó hasta lo más profundo por la brusquedad del movimiento. Gemí completamente ida, no dejé ni un solo instante de cabalgarle con intensidad. Jadeos, gruñidos intensos escapaban de nuestras gargantas, apenas atiné a reconocer una de las botellas que habíamos dejado descansar sobre la arena. Alargué el brazo para tomarla, girándola entre mis dedos para derramar whisky sobre su torso y sobre mis pechos.
Comencé a moverme despacio sobre él, me incliné hacia su pecho, ahora húmedo con sabor a agua salda y alcohol. Presioné mis labios contra su piel, pasando mi lengua despacio sobre esos músculos duros, saboreando cada gota de licor. Subí entre mordidas hasta sus labios y enredé nuestras bocas para paladearnos el uno al otro despacio, disfrutando una nueva batalla enardecida por el sabor del alcohol que nos calentaba por dentro echando más leños a la hoguera de nuestros cuerpos.
Sin abandonar su mirada llevé sus manos hasta mis pechos mojados, sus dedos acariciaron mis pezones plagados de whisky tornándolos duros como las rocas que reciben las olas del mar. -Mmmm... ahhh...- sonidos guturales escaparon de mi garganta, enronquecida mi voz por la pasión. Mis caderas se movieron más fuertemente, más rápido, exigentes, lo quería más adentro, más, mucho más. -Cambia tus objetivos marinero… sé mi Perseo...-
Antigone- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Como un barco en continua lucha de cañones, su cuerpo viró arrastrando el mio.
Ahora la marea me hundía debajo de su fuerte oleaje y la sirena convertida en amazonas cabalgaba sin descanso sobre mi alzado mástil.
Jadeos que se trasformaban en rudos gruñidos, cada vez mas dentro cada vez mas salvaje, nada quedaba por saquear en ese abordaje.
El alcohol guiado por la dama surco mi pecho como si de olas de mar se tratase, del mismo modo sus pezones se trasformaron en cascadas y mi boca en el rio que acogía sus manantiales.
Calientes, hirviendo nuestras bocas volvieron a batirse a muerte, mordió mis labios, mi mentón y lamió con su lengua el alcohol que surcaba cada una de mis cicatrices que contaban historias pasadas de antiguos envites.
Ahora mi lengua se apropio de su piel, sabia a mar, a estrellas, y a fuego, el alcohol mojaba mis labios mientras succionaba sus pechos, estaba loco por ella y eso era un echo.
-Arrastrame sirena contra las rocas, pues ya he perdido el norte -jadeé alzando la cabeza para encontrar sus cristalinos ojos.
Si quería robarme era el momento, como los marineros enajenados por el canto de las sirenas así me encontraba yo por como sus caderas incineraban mi acero.
Gruñí empotrandola mas dentro, quería todo y ser su Perseo se me antojaba poco para lo que en ese momento deseaba de ella.
Mis dedos se enredaron en su pelo atrayendola con fuerza, nuestras bocas eran estrellas fugaces encontrándose con la misma fuerza de los mares.
-No puedo mas -confesé entre sonidos roncos.
Una de mis manos en su pecho, la otra en su cuello empujándola hacia mi falo para que montara cada vez mas fuerte, cada vez mas brusco.
No había descanso para los piratas eso eramos ambos dos seres sin escrúpulos acostumbrados a tener un todo o un nada.
Aquella noche lo elegía todo, aunque tuviera que destapar así los ases que portaba en la manga.
Dejé escapar un gruñido mientras mi falo se sacuda violento dentro de ella, ultimas embestidas, apretándola mas contra mi, llenándola de mi simiente.
Jadeé buscando sus labios cuando esta se derrumbo como un torreón asediado, su cuerpo calentó el mio y el fuego a ambos.
-¿cambiar mis objetivos? ¿en que estas pensando? -pregunté buscando su mirada fijamente mientras nuestras respiraciones se acompasaban y nuestras risas se encontraban fugaces, cómplices.
Deslicé mi dedo por su columna vertebral sintiendo cada recoveco, su piel era suave, firme como las rocas.
-Quizás lleguemos a un acuerdo ventajoso para ambos, a fin de cuentas ya nos hemos jugado todo a una mano y sigo dentro -susurré moviendo mi polla en su interior para que la notara.
Una risa fue su respuesta que pronto se unió a la mía.
Ahora la marea me hundía debajo de su fuerte oleaje y la sirena convertida en amazonas cabalgaba sin descanso sobre mi alzado mástil.
Jadeos que se trasformaban en rudos gruñidos, cada vez mas dentro cada vez mas salvaje, nada quedaba por saquear en ese abordaje.
El alcohol guiado por la dama surco mi pecho como si de olas de mar se tratase, del mismo modo sus pezones se trasformaron en cascadas y mi boca en el rio que acogía sus manantiales.
Calientes, hirviendo nuestras bocas volvieron a batirse a muerte, mordió mis labios, mi mentón y lamió con su lengua el alcohol que surcaba cada una de mis cicatrices que contaban historias pasadas de antiguos envites.
Ahora mi lengua se apropio de su piel, sabia a mar, a estrellas, y a fuego, el alcohol mojaba mis labios mientras succionaba sus pechos, estaba loco por ella y eso era un echo.
-Arrastrame sirena contra las rocas, pues ya he perdido el norte -jadeé alzando la cabeza para encontrar sus cristalinos ojos.
Si quería robarme era el momento, como los marineros enajenados por el canto de las sirenas así me encontraba yo por como sus caderas incineraban mi acero.
Gruñí empotrandola mas dentro, quería todo y ser su Perseo se me antojaba poco para lo que en ese momento deseaba de ella.
Mis dedos se enredaron en su pelo atrayendola con fuerza, nuestras bocas eran estrellas fugaces encontrándose con la misma fuerza de los mares.
-No puedo mas -confesé entre sonidos roncos.
Una de mis manos en su pecho, la otra en su cuello empujándola hacia mi falo para que montara cada vez mas fuerte, cada vez mas brusco.
No había descanso para los piratas eso eramos ambos dos seres sin escrúpulos acostumbrados a tener un todo o un nada.
Aquella noche lo elegía todo, aunque tuviera que destapar así los ases que portaba en la manga.
Dejé escapar un gruñido mientras mi falo se sacuda violento dentro de ella, ultimas embestidas, apretándola mas contra mi, llenándola de mi simiente.
Jadeé buscando sus labios cuando esta se derrumbo como un torreón asediado, su cuerpo calentó el mio y el fuego a ambos.
-¿cambiar mis objetivos? ¿en que estas pensando? -pregunté buscando su mirada fijamente mientras nuestras respiraciones se acompasaban y nuestras risas se encontraban fugaces, cómplices.
Deslicé mi dedo por su columna vertebral sintiendo cada recoveco, su piel era suave, firme como las rocas.
-Quizás lleguemos a un acuerdo ventajoso para ambos, a fin de cuentas ya nos hemos jugado todo a una mano y sigo dentro -susurré moviendo mi polla en su interior para que la notara.
Una risa fue su respuesta que pronto se unió a la mía.
Stelios- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Tabernas, alcohol y sirenas, mala combinación. (Antigone)
Su boca se apoderó de mis pechos, succionándolos con fuerza logró que me contrajera sobre su mástil de puro placer, apretándolo en mi cavidad. La bruma nocturna nos rodeaba, envolviéndonos en un húmedo manto de desaforado deseo, quería sentirlo en todas partes, en cada rincón mío, cada vez más adentro. Ambos seguíamos moviéndonos rítmicamente, saqueando como malhechores el cuerpo ajeno. Sus palabras me arrancaron una sonrisa ladeada, perfectamente podría robarle pero no me apetecía hacerlo ahora, me apetecía más él.
Sus manos me empujaban contra su falo, enredándose en mi cabello y apropiándose de mi pecho, haciéndome jadear al sentir dardos placenteros que recorrían mi cuerpo provocando que echase mi cabeza para atrás, que me arqueara más contra él, recibiendo cada movimiento de sus caderas que me penetraba con más rudeza, mi intimidad acudía presurosa al encuentro de cada estocada, rindiéndome a aquellos instintos que formaban parte de mí.
Por un momento deseé realmente que fuera mi Perseo, que mi cuerpo fuera su puerto y que su nave navegase junto a la mía más allá de los asaltos y reyertas a las que estaba acostumbrada. El placer me sacudía con violencia, ahora no había palabras, solo sensaciones, jadeos, acometidas vigorosas y salvajes sobre las cuales movía mi intimidad aprisionándole con insistencia. -Déjate ir.- susurré, mordiendo el lóbulo de su oreja, yo también estaba a punto de correrme. Mi feminidad apretó su falo con placenteros espasmos antes de que finalmente mi cuerpo cediera y se dejase caer. La arena se sentía cálida, al igual que su vigoroso cuerpo. Me estiré como lo hace una gata satisfecha y por qué no aceptarlo, sorprendida, no esperaba que esto sucediera.
Se supone que debería haberse encendido en mi una alarma, que debería de ponerle más atención a sentirme a gusto... pero esta noche alteraba algunas costumbres. -Tan solo en que podrías llevarme contigo en la búsqueda de ese rey, especialmente si hay oro de por medio, necesito ese nuevo barco que mencionas.- La palabra rey capturaba ahora mi atención, no dejaba de ser una pirata después de todo. Ayudar en la fuga de un hombre rico e influyente era una cosa, pero un rey era algo a un nivel completamente diferente, sonaba demasiado bueno para ser verdad. Necesitaba un nuevo barco para reunir en ella a mis hombres, necesitaba continuar la búsqueda que me había traído a Paris y esta posibilidad parecía caída del cielo.
Me eché a reír al escuchar sus siguientes palabras, percatándome de que como bien lo decía seguía adentro mío. -Cuidado, no te sientas tan a gusto.- Me arrimé a él entre risas y mordí su labio inferior, sus manos me acariciaban y por un momento rocé sus labios con los míos antes de déjame caer sobre su pecho y descansar sobre este. -Podemos repartir las ganancias de una manera justa.- Podríamos pensé… aunque hablaba como si fuésemos aliados, en realidad estaba hablando nada más de una sociedad temporal…
Me separé de él para dejarme caer de espaldas sobre la arena y observé las estrellas. ¿Qué hora sería ya? Debía reunirme con mis hombres, aunque tampoco tenía demasiada prisa.... -En cierta forma soy como tú, voy y vengo, busco mi recompensa, siempre interesada en como hacerme con el botín. Procuro no echar raíces, me interesan el oro y las ganancias.- Lo miré de reojo, no sé por qué se lo decía aunque él era bastante perspicaz, no había caído en la treta cuando me fingí una dama en apuros. -Necesito el dinero para seguir mis pesquisas. Así que al menos puedes confiar en que tengo la motivación para ayudarte en el rescate de tu amigo…- Devolví mi mirada hacia las estrellas, Andrómeda y Perseo parecían haber cambiado de posición, se les veía más lejanas entre si. -Me gustaría conocer tu nombre antes de que debamos partir.-
Sus manos me empujaban contra su falo, enredándose en mi cabello y apropiándose de mi pecho, haciéndome jadear al sentir dardos placenteros que recorrían mi cuerpo provocando que echase mi cabeza para atrás, que me arqueara más contra él, recibiendo cada movimiento de sus caderas que me penetraba con más rudeza, mi intimidad acudía presurosa al encuentro de cada estocada, rindiéndome a aquellos instintos que formaban parte de mí.
Por un momento deseé realmente que fuera mi Perseo, que mi cuerpo fuera su puerto y que su nave navegase junto a la mía más allá de los asaltos y reyertas a las que estaba acostumbrada. El placer me sacudía con violencia, ahora no había palabras, solo sensaciones, jadeos, acometidas vigorosas y salvajes sobre las cuales movía mi intimidad aprisionándole con insistencia. -Déjate ir.- susurré, mordiendo el lóbulo de su oreja, yo también estaba a punto de correrme. Mi feminidad apretó su falo con placenteros espasmos antes de que finalmente mi cuerpo cediera y se dejase caer. La arena se sentía cálida, al igual que su vigoroso cuerpo. Me estiré como lo hace una gata satisfecha y por qué no aceptarlo, sorprendida, no esperaba que esto sucediera.
Se supone que debería haberse encendido en mi una alarma, que debería de ponerle más atención a sentirme a gusto... pero esta noche alteraba algunas costumbres. -Tan solo en que podrías llevarme contigo en la búsqueda de ese rey, especialmente si hay oro de por medio, necesito ese nuevo barco que mencionas.- La palabra rey capturaba ahora mi atención, no dejaba de ser una pirata después de todo. Ayudar en la fuga de un hombre rico e influyente era una cosa, pero un rey era algo a un nivel completamente diferente, sonaba demasiado bueno para ser verdad. Necesitaba un nuevo barco para reunir en ella a mis hombres, necesitaba continuar la búsqueda que me había traído a Paris y esta posibilidad parecía caída del cielo.
Me eché a reír al escuchar sus siguientes palabras, percatándome de que como bien lo decía seguía adentro mío. -Cuidado, no te sientas tan a gusto.- Me arrimé a él entre risas y mordí su labio inferior, sus manos me acariciaban y por un momento rocé sus labios con los míos antes de déjame caer sobre su pecho y descansar sobre este. -Podemos repartir las ganancias de una manera justa.- Podríamos pensé… aunque hablaba como si fuésemos aliados, en realidad estaba hablando nada más de una sociedad temporal…
Me separé de él para dejarme caer de espaldas sobre la arena y observé las estrellas. ¿Qué hora sería ya? Debía reunirme con mis hombres, aunque tampoco tenía demasiada prisa.... -En cierta forma soy como tú, voy y vengo, busco mi recompensa, siempre interesada en como hacerme con el botín. Procuro no echar raíces, me interesan el oro y las ganancias.- Lo miré de reojo, no sé por qué se lo decía aunque él era bastante perspicaz, no había caído en la treta cuando me fingí una dama en apuros. -Necesito el dinero para seguir mis pesquisas. Así que al menos puedes confiar en que tengo la motivación para ayudarte en el rescate de tu amigo…- Devolví mi mirada hacia las estrellas, Andrómeda y Perseo parecían haber cambiado de posición, se les veía más lejanas entre si. -Me gustaría conocer tu nombre antes de que debamos partir.-
Última edición por Antigone el Lun Mayo 08, 2017 1:03 am, editado 1 vez
Antigone- Cambiante Clase Alta
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