La plaza de las sirenas. [LILITH O'HARA]

Me gustaba salir a leer a diferentes lugares, según la zona me inspiraba para imaginar a fondo las aventuras que me esperaban a través de las páginas de hilo, hoy tenia preparado una novela mitológica entre sirenas y piratas, llevaba la mitad del libro y quería descubrir si al fin Ametista podría escapar de las redes del malvado y odioso Capitán McPhee, o seria un trágico final para esta encantadora sirena de cabellos tan rojos como el fuego y unos ojos verdes como las algas profundas del océano, o así era la descripción que le daba el escritor, según lo que había leído las amigas de la pobre sirena en apuros habían ido por ayuda de su amado amante pirata, el cual al tratar de cazarla no pudo por su tan irresistible belleza. Las amistades en los libros resultaba envidiosa, pero si lo pensaba con meditación yo nunca había tenido una amiga, de seguro, era porque yo no era una sirena o por la realidad de mi vida pasada. Mientras caminaba por las calles veía a las niñas correr una detrás de la otra, en círculos entre los árboles y los faroles, mi niñez fue muy diferente, podría compararse con un ave encerrada que solo puede cantar sus lamentos, pero yo, ni mis lamentos pude cantar.

Por más que recorría las calles no encontraba un sitio donde pudiera leer, las bancas estaban ocupadas y el pie de los arboles no estaban muy adecuados, se podría ensuciar mi vestido, estaba perdiendo mis esperanza, no podría alegrarme nada, ni el delicioso sabor de una galleta pero al cruzar una esquina hermosos colores me hicieron sonreír, eran dos jóvenes una como de mi edad y una pequeña de 10 años calcularía, sus ropas no eran hermosas pero lo que llevaban en su canasta era encantador – “Señorita desea usted un ramito de flores, alegraran su camino y su amado se sentirá celoso con la belleza de estas pequeñas florecillas” dijo la joven mientras la pequeña extendía el ramito hacia mi rostro mientras exclamaba –“ huelen delicioso, además solo le costara 1 Franco” . Tome mi libro con firmeza con mi mano izquierda y acercando la otra hacia mi pequeño bolso saque 2 Francos y se los ofrecí por un ramito, deposite la moneda en su pequeña mano llena de lodo y tome el pequeño ramo colocándolo sobre la portada del libro, la pequeña tomo las monedas y salto frente a lo que me dio a entender era su hermana – “¿con esto podemos comprar el pan Susan?” le pregunto la pequeña, pero la mayor le tapo la boca mientras me hacia una reverencia de agradecimiento y se llevaba la pequeña a rastras.

La vida para todos no marchaba por igual, algunos debían pasar situaciones difíciles para poder sobrevivir, otros no hacían nada y su actitud podía ser repelente, el agradable aroma de las flores me recordaba los jardines en primavera, que agradable aroma, doble otra esquina para toparme con otra joven, mi hombro choco con el suyo dando un golpe algo doloroso mis flores se fueron al suelo pero fue por la distracción de su cabello rojo, brillante y solo pude pensar en voz alta – ¡Amestista!- La había comparado con la sirena del libro, pero esta no tenia cola y no estaba atrapada en las redes de McPhee.

El vestido de hoy
  

Era un día mas en el burdel y Lilith se estaba aburriendo cada día mas en esa habitación de cuatro largas paredes. A pesar de que la noche anterior había pasado una noche agradable siendo mentora de un inocente y poco experimentado cortesano, los días parecían aburridos.

Las compañeras de la peliroja parecía que se preparaban nuevamente y salían a conseguir clientes, ¿Como podrían vivir así eternamente? El sexo era tan solo una actividad divertida para ella que practicaba en ocasiones, mas no le gustaba ser el juguete de los clientes, por algo ella misma los elegía y en ocasiones había noches que solamente se limitaba a dar bailes en el burdel y rechazar las numerosas peticiones sexuales que recibía sin embargo, sus compañeras parecía que necesitaban sentirse sumisas todo el tiempo a las ordenes de toda esa gente rica que no les bastaba dar ordenes a las mujeres de su casa, si no que venían al burdel a buscar a quien mas ordenarle.

A la joven cortesana le enfermaba todo eso, al final las mujeres del burdel no eran tan diferentes como las mujeres de clase alta que dejaban que la sociedad manejara sus vidas.

Muchos ruidos empezaron a rodear el ambiente, al parecer su compañera del cuarto vecino había encontrado un cliente nuevo a plena luz del sol y él se la estaba pasando de maravilla. Otra razón para ya no querer estar ahí en las tardes, por lo menos en las noches Lilith bailaba en el local y no tenía que soportar los escándalos de sus compañeras de a lado.

Decidió salir el resto del día hasta que cayera la noche y pudiera empezar de nuevo su búsqueda por algún chupasangre en el burdel. Se alistó con una blusa negra de manga larga y la combinó con una falda larga y roja, al mirarse al espejo sonrío un poco burlandose de ella misma, pues podría salir al pueblo sin que nadie notara que era una "vulgar cortesana" como solían etiquetar a cualquiera que trabajaba en el burdel.

Caminó un poco por las calles y se dirigió a una plaza que encontró cerca de ahí... necesitaría encontrar un lugar mas grande donde estar cómoda cuando quisiera relajarse, pero sabía que sería complicado porque nadie aceptaría a una cortesana en su hogar. Pensó que podría esconder su ocupación de trabajo... pero la mirarían extraño al salir todas las noches y regresar hasta la madrugada. ¿Como podría conseguir que la aceptaran en un lugar y sin dejar su trabajo? No podía abandonar el burdel porque le gustaba bailar ahí, además de que estaba segura podría conocer a un vampiro tarde o temprano en ese lugar.

Lilith se hundió tanto en sus pensamientos que no se dio cuenta por donde caminaba y accidentalmente chocó con una mujer de piel palida y cabellos rubios. El choque fue tan fuerte que la sacó por un momento de sus pensamientos, pero al saber que ella era la que venía distraída se sintió culpable de aquel altercado y quiso proceder a ofrecer una disculpa rapidamente.
-Disculpe madame, venía muy distraida y... ¿Como dice? -la disculpa de la peliroja se vio interrumpida por una palabra extraña proveniente de los labios de aquella mujer. -Ame.. ¿ametista? -dijo equivocadamente tratando de repetir lo que había escuchado. Tan solo veía a la muchacha sorprendida, pero no podía comprender lo que estaba pasando.

Se agachó lentamente a recoger las flores que al parecer se le habían caído a la extraña pero sin apartar la mirada dudosa de el rostro sorprendido de la rubia.

La joven pelirroja repitió después de mi lo cual me hizo comprender lo que había dicho sin pensar, pero no podía evitarlo era como si la joven sirena se hubiera convertido en una humana, o estaba imaginando demasiado, me agache junto a ella y la ayude a tomar las flores y luego me puse de pie tratando de ordenarlas sobre mi brazo – disculpa, te confundí con la protagonista de un libro- no pude evitarlo y le enseñe el libro, sus ilustraciones eran a blanco y negro, tinta sobre laminas de hilo, abrí el libro como pude y le enseñe la imagen de una sirena sobre una roca peinando su larga cabellera, aunque solo eran líneas negras- aunque no se pueda ver, el escritor la describe con cabellos rojos- deje que lo observara detenidamente y luego volví a ponerlo entre mi brazo para pode cargar cómodamente con su peso – venia tan distraída en lo que pudiera pasar entre sus páginas que al tropezarme contigo solo pude decir lo que pasaba por mi mente en ese momento- me disculpe dando una pequeña inclinación de mis rodillas, una reverencia.

Había llegado un pequeño silencio incomodo así que se rasco levemente su frente y le dio una sonrisa – Toma esta flor, como parte de mis disculpas por tropezar y confundirte- extendí una pequeña flor hacia ella – debe ser de mal gusto que te confundan con otra persona, sobre todo una extraña- No podía dejar de observar su hermoso color de cabello, era tan rojo que parecía la braza ardiente, y yo no era la única en notarlo todos quienes paseaban por ahí volteaban a verla como un magnifico jarrón, era definitivamente el centro de atención aunque las mujeres se ocultaran bajo sus abanicos para murmurar sobre ella, pero eran mujeres muy envidiosas de cabellos castaños o del color de los troncos de los arboles, estaban celosas de no poseer los rizos rojizos de esta mujer, además que el color de sus labios podía combinarle.

Mis labios nunca habían sido pintados, mi piel nunca había sentido el talco que tenían sus mejillas, era suave y delicado, por un momento me sentí muy fea a su lado.

Observó a la dulce muchacha quien lucía algo nerviosa mientras se disculpaba y le explicaba la razón de su sorpresa.

La cortesana por un momento pensó en ofenderse por la comparación, pues ella era única e irrepetible, se sentía lo suficientemente libre como para que la quisieran controlar incluso mediante un libro con una historia inexistente. Sin embargo, Lilith tan solo miró a la chica mientras esta le mostraba su libro y le contaba acerca del personaje el cual al parecer era una sirena. Se quedó observando la imagen detenidamente... aunque tan solo se tratara de un dibujo, la chica que aparecía en aquella página del libro era simplemente hermosa, le había agradado tanto que no pudo evitar sentir algo de envidia por esa figura tan contorneada y sensual posada en la roca, pero después sonrió ligeramente y con un poco de alivio al recordar que la chica con la que se había topado la había confundido con esa hermosa figura.

La chica volvió a sostener su libro mientras seguía disculpándose por haber chocado con ella y encima por haberla confundido, Lilith tan solo la escuchaba mientras le sonreía dulcemente, pues se veía tan preocupada por el altercado que pensó que seguramente era de esas señoritas de gran familia y bien educadas que no podían manchar su nombre con ningún tipo de problemas. La cortesana no sabía si interrumpirla sería lo correcto, así que tan solo la escuchó hablar hasta que se quedó callada y se produjo un silencio incómodo entre ambas.

La peliroja tan solo volteó hacia todas partes, pues podía sentir cuando las personas estaban hablando de ella, e incluso notaban a esas señoras cuchicheando sobre ella mientras caminaban en grupos o en parejas... "Me vestí decente esta vez, al parecer nada las va a complacer" pensó para sus adentros algo fastidiada.

Se concentró tanto en las personas que le dirigían la mirada acusadora de manera tan obvia que por un momento se olvidó de la muchacha, hasta que esta le extendió una flor mientras seguía rogando disculpas.

-Oh, no no..! No te preocupes, yo venía inundada en mis pensamientos también. -le dijo rápidamente antes de aceptar la flor, pues no toda la culpa se la podía adjudicar a la rubia. -Y acerca de Ame... ¿Como era? bueno como sea que se llame, me alegra que veas alguien tan hermosa como ella en mi, la mayoría de las mujeres solo ven en mi a alguien vulgar por no hacer lo mismo que ellas o vestir igual... ya sabes. -sonrió.

-Veo... que disfrutas mucho leyendo. Pareces ser alguien inteligente.

Creo que nunca en mi vida había hablado demasiado, a de ser que como se me parecía a aquella sirena sentía la confianza de hablarle tan liberadamente, sentía que era de confianza, que extraña sensación a primera vista. Era muy callada o yo hablaba demasiado no era algo muy común recordaba que yo solo debía hablar cuando debía no cuando sentía, era una de las normas de la Dama Gustav, o como realmente se diría mi abuela, cuando en las clases o dictaduras de mi abuela hablaba algo indebido su mano se posaba en mi mejilla con una fuerte bofetada, ella siempre me repetía una y otra vez “debes hablar cuando debas, no cuando sientas” que horrible recuerdo en un momento tan inoportuno, ahora extrañamente sostenía mi mejilla como si recién sintiera una bofetada.


Estaba lejos de mi casa aun así estaba muy acostumbrada a escuchar a las mujeres susurrar entre si, pero dudaba realmente que hasta aquí hubiera corrido el rumor sobre mí, aunque era la única mujer en Londres de tener su cabellera rubia tan larga y suelta, la chica aclaro mis dudas diciendo que hablaban de ella, así que era increíble pensar como las demás personas podían destruir a las demás solo para complacerse, atacaban a quienes quisieran con un arma que era legal, la lengua:- Hablan de ti porque eres hermosa e diferente, ellas siempre serán castañas- Había escuchado que a las mujeres como Ametista de cabellera roja se les señalaba como brujas, por su color de cabellera tan relacionada con el fuego, habían libros con registros de muerte tras muerte de estas hermosas y diferentes mujeres, siempre sentían la mirada de todos, y debían acostumbrarse a ello:- Ametista, es una sirena que desafia sus reglas de sirena, es decir que va contra la corriente, pero ahora está en aprietos, bueno… iba pensando mucho en ello y tropecé contigo, eres tan hermosa como ella- hice una pausa y me sonroje levemente, luego di una sonrisa :- Veo que eres como ella, vas contra la corriente, con tus reglas, es … increíble-.


Abracé mi libro mas cariñosamente haciendo un suspiro de alivio, me sentía a gusto conversando de mis gustos : - La soledad puede ser una buena aliada y los libros son mi familia, realmente-