AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Viaje entre sirenas [privado]
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Viaje entre sirenas [privado]
Eran pocas las ocasiones que Leif pisaba la ciudad. En su vida anterior amaba arrasar calles y tabernas dejando claro que el capitán y sus corsarios estaban allí. Sin embargo ahora no quedaba ni la sombra de lo que fue en aquella vida, la grandeza y el orgullo quedaron opacados por un manto de amargura y frustración, pero sobretodo: odio. Y ese odio se expandía de forma indiscriminada. Hombres, mujeres, niños, brujos... incluso los de su propia calaña. Hay quien pudiera decir que solo era un reflejo del que sentía por sí mismo, pero no lo admitiría.
El alcohol y las cortesanas eran los únicos motivos por los que ponía pie en las calles. Acabado su abastecimiento de ron y con los huevos clamando por un poco de amor, tuvo la decencia de darse primero un baño en el río antes de dirigirse al núcleo urbano. Su aspecto desaliñado le convertía en un paria, recibía todo tipo de miradas desaprovatorias y de disgusto, pocas compasivas. Su torpeza por la falta de experiencia en ciudades le hacía comer polvo en alguna ocasión empujado por los carruajes, momento en el que se alzaba blasfemando a gritos reanudando su gorjeo malhumorado.
Se detuvo para vender las pieles de animales que él mismo preparaba y empeñar la bisutería de los brujos a los que se comía, consiguiendo así el dinero para sus caprichos pecaminosos. Arrastraba los pies agotado de corazón con rumbo fijo al burdel y, en cuanto atisvaba a las fulanas y escuchaba sus cantos de sirena, se animaba lo suficiente para alzar la cabeza con orgullo.
El aspecto de mendigo le hizo ganador de una mirada de absoluto desprecio por parte de la madame, que insistió en que abandonara el lugar hasta que Leif puso el saco con el dinero sobre el mostrador. - Hoy me siento con deseos de probar una morena. ¡Tráigame a la mejor que tenga! Hágalo rápido, que no tenemos toda la noche.
Esperó paciente en el hall principal, sonriendo a las demás cortesanas dejándose seducir por sus palabras falsas. Oh, por supuesto que sabía que todas ellas tenían un precio y que, careciendo de este, no obtendría halago alguno, pero no le importaba lo más mínimo.
El alcohol y las cortesanas eran los únicos motivos por los que ponía pie en las calles. Acabado su abastecimiento de ron y con los huevos clamando por un poco de amor, tuvo la decencia de darse primero un baño en el río antes de dirigirse al núcleo urbano. Su aspecto desaliñado le convertía en un paria, recibía todo tipo de miradas desaprovatorias y de disgusto, pocas compasivas. Su torpeza por la falta de experiencia en ciudades le hacía comer polvo en alguna ocasión empujado por los carruajes, momento en el que se alzaba blasfemando a gritos reanudando su gorjeo malhumorado.
Se detuvo para vender las pieles de animales que él mismo preparaba y empeñar la bisutería de los brujos a los que se comía, consiguiendo así el dinero para sus caprichos pecaminosos. Arrastraba los pies agotado de corazón con rumbo fijo al burdel y, en cuanto atisvaba a las fulanas y escuchaba sus cantos de sirena, se animaba lo suficiente para alzar la cabeza con orgullo.
El aspecto de mendigo le hizo ganador de una mirada de absoluto desprecio por parte de la madame, que insistió en que abandonara el lugar hasta que Leif puso el saco con el dinero sobre el mostrador. - Hoy me siento con deseos de probar una morena. ¡Tráigame a la mejor que tenga! Hágalo rápido, que no tenemos toda la noche.
Esperó paciente en el hall principal, sonriendo a las demás cortesanas dejándose seducir por sus palabras falsas. Oh, por supuesto que sabía que todas ellas tenían un precio y que, careciendo de este, no obtendría halago alguno, pero no le importaba lo más mínimo.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Viaje entre sirenas [privado]
Era uno de esos días en los que Adaline trabajaba en el burdel en lugar de acudir a algún otro lugar adonde hubiese sido citada por alguno de los clientes suyos que ahora comenzaba a ver por fuera del lugar. En un principio así fue como todo dio inicio, una visita al burdel, una mirada analítica por parte de la madame, quien la sopesaba de los pies a la cabeza sin ningún tipo de reparo en estudiar cara, busto, caderas, trasero y piernas. Tan solo unos segundos de inspección, acostumbrada como estaba a realizar esos procesos mentales, le sirvieron para acoger a la joven morena como a una de sus chicas, segura de que ese aspecto de niña-mujer le resultaría irresistible a los asiduos y no se había equivocado, tan solo unos días después la joven ya le había producido buenas ganancias.
Aún recordaba aquel comienzo como si fuera ayer, y era cierto que le debía lealtad a quien la había instruido en el negocio, por lo que a pesar de todo, aún continuaba trabajando en el sitio ciertos días de la semana a pesar de que de seguir aumentando el número de asiduos buscadores de sus favores, posiblemente terminaría independizándose, idea que ya le rondaba por la cabeza pero que aún no terminaba de estudiar.
Sea como fuere, esa noche se encontraba en una de las habitaciones cuando la puerta se abrió de golpe y una de sus compañeras entró agitadamente, la tomó del brazo y la apresuró a acudir al frente del negocio. Madame Brodeur la requería de inmediato para que atendiese a un salvaje desarrapado que al parecer tenía dinero para satisfacer su escozor nocturno.
La descripción del susodicho logró arquear una de sus finas cejas antes de que se dirigiera hacia el vestíbulo principal. Estaba acostumbrada a lidiar con gente de todos los estractos sociales así que nada la sorprendía demasiado. Se detuvo un momento en el marco de la puerta, adonde de inmediato comprendió el por qué de la descripción. Sus oscuros ojos descubrieron a un sujeto alto, de cabello desmañado y aspecto desprolijo que parecía a punto de comerse a cualquiera que lo injuriase.
Sus dedos soltaron la cinta de su negro cabello de manera que este descendió libremente sobre su espalda, sobre la ligera indumentaria de color rojo y negro, y sin pensarlo demasiado se acercó a él. -Buenas noches monsieur.- Moduló su voz de manera que esta acariciase los oídos ajenos y lo tomó del brazo como si se tratase de un viejo amigo.
-Tenga la amabilidad de acompañarme.- Hizo caso omiso del revuelo que el aspecto del hombre aún causaba entre sus compañeras y lo dirigió consigo hacia una de las habitaciones. -Espero no lo hayan hecho esperar mucho.- Una vez adentro cerró la puerta tras de ellos antes de voltear a verlo y dirigirle una sonrisa. La morena volvió a contemplarlo y ahora le pareció mucho más alto, desprolijo y salvaje.
Aún recordaba aquel comienzo como si fuera ayer, y era cierto que le debía lealtad a quien la había instruido en el negocio, por lo que a pesar de todo, aún continuaba trabajando en el sitio ciertos días de la semana a pesar de que de seguir aumentando el número de asiduos buscadores de sus favores, posiblemente terminaría independizándose, idea que ya le rondaba por la cabeza pero que aún no terminaba de estudiar.
Sea como fuere, esa noche se encontraba en una de las habitaciones cuando la puerta se abrió de golpe y una de sus compañeras entró agitadamente, la tomó del brazo y la apresuró a acudir al frente del negocio. Madame Brodeur la requería de inmediato para que atendiese a un salvaje desarrapado que al parecer tenía dinero para satisfacer su escozor nocturno.
La descripción del susodicho logró arquear una de sus finas cejas antes de que se dirigiera hacia el vestíbulo principal. Estaba acostumbrada a lidiar con gente de todos los estractos sociales así que nada la sorprendía demasiado. Se detuvo un momento en el marco de la puerta, adonde de inmediato comprendió el por qué de la descripción. Sus oscuros ojos descubrieron a un sujeto alto, de cabello desmañado y aspecto desprolijo que parecía a punto de comerse a cualquiera que lo injuriase.
Sus dedos soltaron la cinta de su negro cabello de manera que este descendió libremente sobre su espalda, sobre la ligera indumentaria de color rojo y negro, y sin pensarlo demasiado se acercó a él. -Buenas noches monsieur.- Moduló su voz de manera que esta acariciase los oídos ajenos y lo tomó del brazo como si se tratase de un viejo amigo.
-Tenga la amabilidad de acompañarme.- Hizo caso omiso del revuelo que el aspecto del hombre aún causaba entre sus compañeras y lo dirigió consigo hacia una de las habitaciones. -Espero no lo hayan hecho esperar mucho.- Una vez adentro cerró la puerta tras de ellos antes de voltear a verlo y dirigirle una sonrisa. La morena volvió a contemplarlo y ahora le pareció mucho más alto, desprolijo y salvaje.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Viaje entre sirenas [privado]
El alcohol en sus venas le alejaba de aquel puerto donde permanecía anclado en los momentos más lúcidos. La nebulosa etílica le permitía disfrutar de la compañía femenina sin pensar en aquella bruja malnacida que condenó su vida a pisar tierra y ver de lejos el océano. Ante la aparición de aquella belleza francesa su sonrisa se ensanchó y dejó su saco de monedas a recaudo de la madame para ir al encuentro de la fulana. Su mirada la devoró de arriba a abajo, rodeándola con fuerza de la cintura tras darle una cachetada en su trasero.
-La espera nunca es larga si la llegada es deseada. Adelante, usted primero, hágame testigo de su encanto. - La siguió con la mirada clavada en el vaivén de sus posaderas, disfrutando del movimiento tan parecido al balanceo de un navío en el mar. - ¿Cuál es su nombre, señorita? El mío es Capitán Paine, más conocido como Leif "el loco".
Afortunadamente para la joven, Leif siempre tomaba un baño antes de visitar el burdel. Años criado bajo la mano dura de las cortesanas, escuchando sus contínuas quejas para con los clientes, sabía que no había nada más agradecido que un cliente aseado. Sin jabón era difícil quitarse la oscuridad del bosque, pero la sangre y el olor a cadáver desaparecían tras frotarse bien con un poco de romero. Quería pasar una buena velada, no disgustar a la amante prestada.
La joven Lutz apenas tuvo tiempo de abrir boca cuando llegaron al cuarto privado; en su desesperada necesidad de satisfacer sus propios deseos, Leif la tomó de su cintura tirándola sobre la cama para empezar cuanto antes las artes amatorias. Era un egocéntrico demente en alta mar, pero un considerado amante en el burdel. No solo porque pensaba regresar en más ocasiones y la mala fama no ayudaría. No. Le gustaban las mujeres más de lo que jamás admitiría, tras sus insultos y faltas de respeto orales no era más que un hombre que, criado por estas, las respetaba por encima de todo. En ocasiones, incluso, más que a su navío.
No buscó solamente su propio placer, disfrutaba más sabiéndose el responsable del deleite de su compañera, así que se encargó de arrancar de su garganta todo gemido que no fuera fingido.
-La espera nunca es larga si la llegada es deseada. Adelante, usted primero, hágame testigo de su encanto. - La siguió con la mirada clavada en el vaivén de sus posaderas, disfrutando del movimiento tan parecido al balanceo de un navío en el mar. - ¿Cuál es su nombre, señorita? El mío es Capitán Paine, más conocido como Leif "el loco".
Afortunadamente para la joven, Leif siempre tomaba un baño antes de visitar el burdel. Años criado bajo la mano dura de las cortesanas, escuchando sus contínuas quejas para con los clientes, sabía que no había nada más agradecido que un cliente aseado. Sin jabón era difícil quitarse la oscuridad del bosque, pero la sangre y el olor a cadáver desaparecían tras frotarse bien con un poco de romero. Quería pasar una buena velada, no disgustar a la amante prestada.
La joven Lutz apenas tuvo tiempo de abrir boca cuando llegaron al cuarto privado; en su desesperada necesidad de satisfacer sus propios deseos, Leif la tomó de su cintura tirándola sobre la cama para empezar cuanto antes las artes amatorias. Era un egocéntrico demente en alta mar, pero un considerado amante en el burdel. No solo porque pensaba regresar en más ocasiones y la mala fama no ayudaría. No. Le gustaban las mujeres más de lo que jamás admitiría, tras sus insultos y faltas de respeto orales no era más que un hombre que, criado por estas, las respetaba por encima de todo. En ocasiones, incluso, más que a su navío.
No buscó solamente su propio placer, disfrutaba más sabiéndose el responsable del deleite de su compañera, así que se encargó de arrancar de su garganta todo gemido que no fuera fingido.
Última edición por Leif Paine el Dom Abr 17, 2016 9:17 am, editado 2 veces
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Viaje entre sirenas [privado]
Acostumbrada como estaba, desde hace ya cierto tiempo a ejercer su oficio, le resultaba fácil procurar satisfacer los sentidos de sus clientes desde el primer contacto visual. Para ella era natural caminar de cierta forma, de manera que sabía que el movimiento de sus caderas atraía las miradas, o incluso el de su pecho al tomar unos pasos. ¿Y a qué cliente no le gustaba dirigir sus ojos hacia el escote que anunciaba su generoso y suave busto? Todo placer comenzaba por cada uno de los cinco sentidos y cada uno de estos enviaba señales que luego podían intensificarse en la cama.
No le extrañó entonces que el sujeto la mirase mientras caminaba, ni mucho menos que le azotase el firme trasero con la mano. De hecho, ese lenguaje le indicó que estaba bastante dispuesto, y más aún cuando la lanzó a la cama con rapidez. A sus fosas nasales llegó el olor a alcohol desde el aliento de quien se había presentado como Leif Paine. Si hubiese tenido más tiempo para profundizar en la presentación, hubiese reflexionado a sus anchas en el hecho de que al bárbaro le sentase bien el nombre. Paine sonaba similar a pain, que en inglés significaba dolor... y ella no tardó en percatarse de la fuerza y vigor físico de su acompañante nocturno.
Únicamente entrecerró un poco los párpados al escuchar el apelativo de "loco" sin hacer referencia a cual era la causa de que se hubiera ganado el seudónimo. -Camille. Puede llamarme así simplemente si lo desea Leif.- Ni siquiera lo pensó antes de presentarse con ese nombre. Jamás se presentaba como Adaline, ya que en el burdel se convertía en otra, y por ende hacía una separación de ambas vidas, que de ninguna manera permitía que se encontrasen entre ellas.
-¿Así qué capitán? En ese caso esperemos que encuentre en el burdel un puerto de su gusto en el que atracar y visitar con frecuencia.- Apenas alcanzó a articular las palabras con la respiración entrecortada, mientras las telas debajo de ambas cinturas cedían al tirón de las manos tanto de él como de ella. No hubo necesidad de calentar cuerpos ni de realizar el menor preámbulo, y de hecho, la joven se imaginó que terminarían bastante pronto, intuyéndolo debido al estado de consumo alcohólico de Paine.
Por lo general eso sucedía con los consumidores etílicos pero en este caso se sorprendió al percatarse de que a pesar de que la estaba follando con urgencia, lograba a la vez excitarla, arrancándole diversos gemidos que surgieron de forma espontánea. No sabía si a él le agradaban las dominantes o las sumisas, pero después de pasados unos escasos minutos, lo tomó por los hombros y logró hacerle voltear, quedando posicionada sobre él.
De esa manera continuó el vaivén de los cuerpos que logró que la cama golpeara fuertemente el suelo de forma repetida, mientras se aseguraba de entregarle a su amante la misma entrega que le dedicaba a ella. En medio de los gruñidos que escuchó salir de la garganta ajena, confirmó que lo lograba, antes de que otro escapara de la suya propia, acompañando pequeños e intensos espasmos corporales que le indicaron que ambos estaban por correrse.
No le extrañó entonces que el sujeto la mirase mientras caminaba, ni mucho menos que le azotase el firme trasero con la mano. De hecho, ese lenguaje le indicó que estaba bastante dispuesto, y más aún cuando la lanzó a la cama con rapidez. A sus fosas nasales llegó el olor a alcohol desde el aliento de quien se había presentado como Leif Paine. Si hubiese tenido más tiempo para profundizar en la presentación, hubiese reflexionado a sus anchas en el hecho de que al bárbaro le sentase bien el nombre. Paine sonaba similar a pain, que en inglés significaba dolor... y ella no tardó en percatarse de la fuerza y vigor físico de su acompañante nocturno.
Únicamente entrecerró un poco los párpados al escuchar el apelativo de "loco" sin hacer referencia a cual era la causa de que se hubiera ganado el seudónimo. -Camille. Puede llamarme así simplemente si lo desea Leif.- Ni siquiera lo pensó antes de presentarse con ese nombre. Jamás se presentaba como Adaline, ya que en el burdel se convertía en otra, y por ende hacía una separación de ambas vidas, que de ninguna manera permitía que se encontrasen entre ellas.
-¿Así qué capitán? En ese caso esperemos que encuentre en el burdel un puerto de su gusto en el que atracar y visitar con frecuencia.- Apenas alcanzó a articular las palabras con la respiración entrecortada, mientras las telas debajo de ambas cinturas cedían al tirón de las manos tanto de él como de ella. No hubo necesidad de calentar cuerpos ni de realizar el menor preámbulo, y de hecho, la joven se imaginó que terminarían bastante pronto, intuyéndolo debido al estado de consumo alcohólico de Paine.
Por lo general eso sucedía con los consumidores etílicos pero en este caso se sorprendió al percatarse de que a pesar de que la estaba follando con urgencia, lograba a la vez excitarla, arrancándole diversos gemidos que surgieron de forma espontánea. No sabía si a él le agradaban las dominantes o las sumisas, pero después de pasados unos escasos minutos, lo tomó por los hombros y logró hacerle voltear, quedando posicionada sobre él.
De esa manera continuó el vaivén de los cuerpos que logró que la cama golpeara fuertemente el suelo de forma repetida, mientras se aseguraba de entregarle a su amante la misma entrega que le dedicaba a ella. En medio de los gruñidos que escuchó salir de la garganta ajena, confirmó que lo lograba, antes de que otro escapara de la suya propia, acompañando pequeños e intensos espasmos corporales que le indicaron que ambos estaban por correrse.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Viaje entre sirenas [privado]
Fuego en las manos y hielo en la boca, así era Paine. No había persona en el mundo capaz de arrancar un cumplido o palabra afectuosa de sus labios, mas todo el sentimiento que no expresaba oralmente era transmitido por caricias y mordidas. Adaline era una delicada rosa en manos de aquel torpe salvaje, cuyo orgullo estaba henchido por cada gemido verdadero que llegaba a sus oídos. Acompañados por el crugir de la cama y los embistes contra el muro, sonaba música celestial en los oídos del corsario.
Lejos de lo que la cortesana pensara, y por muy ebrio que anduviera el pirata, era el lobo en su interior quien le daba fuerza para seguir cuanto quisiera. Sumisas o dóminas, rubias o morenas, delgadas o rollizas... le gustaban las mujeres, más aún las cortesanas, no había preferencia más que el juego que ofrecieran. Y Adaline estaba resultando ser una buena compañera. El hambriento lobo bebió del placer tanto cuanto quiso: los gemidos en sus labios y la lujuria entre sus piernas.
Cerca estaba del final cuando volvió a tomar el control de la partida. Agarrándola de la cintura la alzó de rodillas en el centro del colchón y se ubicó tras ella pegado a su cuerpo. Aspiró el dulce aroma que desprendía su cabello, rodeándole los hombros con el brazo para mantenerla erguida y quieta. Sentado sobre sus propios talones hizo de base en el desenlace, buscando vía libre entre sus piernas para acompañarla y ensalzarla en el epíteto del placer.
La cúspide del orgasmo le llevó a morderse la mano para no clavar los dientes en ella. Fue compasivo, aunque hubiera podido no serlo, al salirse para no dejar semilla en su vientre, siendo las sábanas quienes recibieron la esencia del placer. En un último jadeo la liberó, dejándose caer sentado hacia atrás con la espalda apoyada en el cabezal y una estúpida sonrisa de relajación absoluta estampada en su rostro.
-Te pagan por tiempo, ¿no es cierto? - preguntó pasados unos minutos, cuando el vacío de su soledad volvió a tomar fuerza evaporando el placer del orgasmo. - Déjame premiarte por tan buen rato, solo túmbate a mi lado y goza de un descanso. No tengo prisa por irme, pero sí dinero que te sirva - miró por la ventana con la neutralidad de un rostro melancólico -, y aún es pronto para regresar...
Lejos de lo que la cortesana pensara, y por muy ebrio que anduviera el pirata, era el lobo en su interior quien le daba fuerza para seguir cuanto quisiera. Sumisas o dóminas, rubias o morenas, delgadas o rollizas... le gustaban las mujeres, más aún las cortesanas, no había preferencia más que el juego que ofrecieran. Y Adaline estaba resultando ser una buena compañera. El hambriento lobo bebió del placer tanto cuanto quiso: los gemidos en sus labios y la lujuria entre sus piernas.
Cerca estaba del final cuando volvió a tomar el control de la partida. Agarrándola de la cintura la alzó de rodillas en el centro del colchón y se ubicó tras ella pegado a su cuerpo. Aspiró el dulce aroma que desprendía su cabello, rodeándole los hombros con el brazo para mantenerla erguida y quieta. Sentado sobre sus propios talones hizo de base en el desenlace, buscando vía libre entre sus piernas para acompañarla y ensalzarla en el epíteto del placer.
La cúspide del orgasmo le llevó a morderse la mano para no clavar los dientes en ella. Fue compasivo, aunque hubiera podido no serlo, al salirse para no dejar semilla en su vientre, siendo las sábanas quienes recibieron la esencia del placer. En un último jadeo la liberó, dejándose caer sentado hacia atrás con la espalda apoyada en el cabezal y una estúpida sonrisa de relajación absoluta estampada en su rostro.
-Te pagan por tiempo, ¿no es cierto? - preguntó pasados unos minutos, cuando el vacío de su soledad volvió a tomar fuerza evaporando el placer del orgasmo. - Déjame premiarte por tan buen rato, solo túmbate a mi lado y goza de un descanso. No tengo prisa por irme, pero sí dinero que te sirva - miró por la ventana con la neutralidad de un rostro melancólico -, y aún es pronto para regresar...
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Viaje entre sirenas [privado]
Así fue, para sorpresa grata de la joven cortesana, su cuerpo entró en ebullición y lo hizo de manera tan fulminante que amenazó con quemar hasta el último de sus átomos. Por primera vez desde que inició su oficio, no estaba segura de haber podido mantenerse erguida, de no ser porque Paine se aseguró de mantenerla bien agarrada, de manera tal que sus últimas embestidas fueron tan intensas que lograron su subida al climax con una rapidez y certeza que por un momento creyó que la partiría en dos.
No tenía manera de saberlo, pero era la primera vez que compartía el lecho con un licántropo, y la intensidad del acto sexual le provocó un orgasmo que pecaría de ser sub valorado si simplemente se le otorgaba el adjetivo de placentero.
Su cuerpo continuaba rememorando lo que acababa de suceder con bastante satisfacción mientras se encontraba sentada sobre la orilla del colchón. Sus ojos entornados veían en dirección del bárbaro, y en la expresión de él comprendió que estaba igualmente satisfecho, lo cual aumentó la satisfacción propia.
Aún no había realizado un esfuerzo por cubrirse. Su cabello negro caía en cascada hasta la mitad de su espalda, brillante como las alas oscuras de un majestuoso cuervo, sus mejillas aún estaba encendidas, y su pecho comenzaba a recuperar el ritmo normal. Iba a levantarse cuando escuchó las palabras ajenas. Había contemplado brevemente una expresión en Paine que le pareció distante, como si anduviese viajando por rumbos o recuerdos muy lejanos, por lo que asumió que seguramente la despediría pronto.
Le sorprendió que le indicase lo contrario, lo observó unos segundos y dejó caer la bata que acababa de colocarse, para volver a acostarse a su lado.
-¿Extrañas algún lugar Leif?- se aventuró a preguntar tras un momento de silencio. La mirada que se mantenía fija en la ventana parecía indicarlo así, al igual que el deseo de prolongar la compañía de la joven. Recordó entonces que se había presentado como capitán. -¿O acaso extrañas a tu navío y a tu tripulación?-
Si había de ser sincera, y aunque de muchos de sus clientes brotaban las mentiras a borbollones, a Adaline no le costaba imaginar que el hombre frente a ella fuese lo que decía ser, por lo que se aventuró a hacer la pregunta, aunque no tenía idea de si era alguien a quien le gustaba de hablar de si mismo o de sus asuntos.
No tenía manera de saberlo, pero era la primera vez que compartía el lecho con un licántropo, y la intensidad del acto sexual le provocó un orgasmo que pecaría de ser sub valorado si simplemente se le otorgaba el adjetivo de placentero.
Su cuerpo continuaba rememorando lo que acababa de suceder con bastante satisfacción mientras se encontraba sentada sobre la orilla del colchón. Sus ojos entornados veían en dirección del bárbaro, y en la expresión de él comprendió que estaba igualmente satisfecho, lo cual aumentó la satisfacción propia.
Aún no había realizado un esfuerzo por cubrirse. Su cabello negro caía en cascada hasta la mitad de su espalda, brillante como las alas oscuras de un majestuoso cuervo, sus mejillas aún estaba encendidas, y su pecho comenzaba a recuperar el ritmo normal. Iba a levantarse cuando escuchó las palabras ajenas. Había contemplado brevemente una expresión en Paine que le pareció distante, como si anduviese viajando por rumbos o recuerdos muy lejanos, por lo que asumió que seguramente la despediría pronto.
Le sorprendió que le indicase lo contrario, lo observó unos segundos y dejó caer la bata que acababa de colocarse, para volver a acostarse a su lado.
-¿Extrañas algún lugar Leif?- se aventuró a preguntar tras un momento de silencio. La mirada que se mantenía fija en la ventana parecía indicarlo así, al igual que el deseo de prolongar la compañía de la joven. Recordó entonces que se había presentado como capitán. -¿O acaso extrañas a tu navío y a tu tripulación?-
Si había de ser sincera, y aunque de muchos de sus clientes brotaban las mentiras a borbollones, a Adaline no le costaba imaginar que el hombre frente a ella fuese lo que decía ser, por lo que se aventuró a hacer la pregunta, aunque no tenía idea de si era alguien a quien le gustaba de hablar de si mismo o de sus asuntos.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Viaje entre sirenas [privado]
La recibió haciéndole sitio en el centro de la cama, moviéndose para quedar boca abajo con la mejilla acostada bajo sus pechos, respirando en su abdomen. Rodeó su cintura con un brazo al cerrar los ojos y trasladarse al pasado, dejándose mecer por una sensación muy conocida que hasta entonces solo ocurría en sus recuerdos más antiguos. Jamás mostraba aquella reflexiva debilidad ante nadie, la fuerza de un hombre se medía por lo alta que llevaba la cabeza. Al menos así pensaba. Pero con las fulanas era distinto... Ellas le criaron; el poco amor que recibió en vida provenía de ellas, sus muchas "madres". Y aquella posición, por muy cerca que estuviera del ámbito sexual por la desnudez de ambos, no tenía nada que ver con ello.
-Extraño a ambos - admitió sincero. - No poder volver a cruzar los océanos es morir en vida. - Suspiró, una caricia cálida que recorrió el abdomen de Adaline y se perdió entre sus muslos, los que acariciaba de forma distraída con la yema de sus dedos. - ¿Alguna vez has deseado algo tanto y te ha sido arrebatado? De forma vil, sin previo aviso. - Se preguntó a sí mismo si sus propios actos del pasado fueron aviso suficiente de que algún día se toparía con las consecuencias.
-De todas las ciudades que hay en el mundo, tuve que quedarme anclado en esta... No soporto a los franceses, no soporto sus calles... No soporto ni siquiera el hedor que desprende esta ciudad. ¿Cómo puedes vivir en ella? Tanta rectitud aviva mis instintos asesinos... - Gruñó, aunque fue leve, sin ganas, en ese instante no quería pelea. Adaline servía para poner en voz sus pensamientos más recurrentes, aquellos que le asaltaban por las noches cuando la cueva donde dormía le asfixiaba y encarcelaba.
-¿Has visto alguna vez a un animal salvaje enjaulado? Seguro que sí, tenéis un circo en la ciudad... A veces visito ese lugar y miro al león a la cara... ¿y sabes que veo? Me veo a mí mismo. - Se movió un poco, apretando su fino cuerpo entre sus brazos aún pegado a su abdomen. Igual que el niño que hace rabieta en el regazo de su madre.
-Extraño a ambos - admitió sincero. - No poder volver a cruzar los océanos es morir en vida. - Suspiró, una caricia cálida que recorrió el abdomen de Adaline y se perdió entre sus muslos, los que acariciaba de forma distraída con la yema de sus dedos. - ¿Alguna vez has deseado algo tanto y te ha sido arrebatado? De forma vil, sin previo aviso. - Se preguntó a sí mismo si sus propios actos del pasado fueron aviso suficiente de que algún día se toparía con las consecuencias.
-De todas las ciudades que hay en el mundo, tuve que quedarme anclado en esta... No soporto a los franceses, no soporto sus calles... No soporto ni siquiera el hedor que desprende esta ciudad. ¿Cómo puedes vivir en ella? Tanta rectitud aviva mis instintos asesinos... - Gruñó, aunque fue leve, sin ganas, en ese instante no quería pelea. Adaline servía para poner en voz sus pensamientos más recurrentes, aquellos que le asaltaban por las noches cuando la cueva donde dormía le asfixiaba y encarcelaba.
-¿Has visto alguna vez a un animal salvaje enjaulado? Seguro que sí, tenéis un circo en la ciudad... A veces visito ese lugar y miro al león a la cara... ¿y sabes que veo? Me veo a mí mismo. - Se movió un poco, apretando su fino cuerpo entre sus brazos aún pegado a su abdomen. Igual que el niño que hace rabieta en el regazo de su madre.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Localización : Bosques
Re: Viaje entre sirenas [privado]
Lo vio moverse y recostarse boca abajo, colocando la mejilla masculina debajo de sus jóvenes pechos, atravesado sobre la cama y viendo hacia el lado contrario a ella. Su mirada lo recorrió un momento antes de observar las numerosas velas que alrededor de ellos, iluminaba la recámara y lanzaba pequeños reflejos titileantes sobre las suaves sábanas. La madame del burdel se esmeraba en mimar a sus clientes con ellas y en crear el ambiente más propicio para los menesteres de la cama. Al menos en ese sentido parecía lograr lo propuesto, Adaline se sentía relajada en ese momento.
Alzó la mano, escuchandole hablar y pasó levemente sus dedos por la castaña cabellera de Leif. No le incomodaba la cercanía, estaba acostumbrada, quizás lo que si le sorprendió fue que decidiera abrirse y responder sus preguntas. -No tengo idea de que se siente perder algo que se añora tanto.- respondió con sinceridad, entornando levemente los párpados al mirarlo, perdiéndose un poco en sus recuerdos.
-Pero sé lo que es añorar y querer volver a visitar el pasado.- Cerró los ojos pensando en ello y luego los volvió a abrir de inmediato. -No me gusta esa sensación, procuro sacudirla, olvidarme de ella y enfocarme en lo que ahora tengo.-
Volvió a mirar al marinero. Visto así, sobre ella, y por sus palabras le pareció que debía ser una gran congoja para él no poder regresar al océano, aunque no comprendió el por qué. Se le veía joven y sano, ¿qué podía detenerle? Sintió curiosidad pero no indagó al respecto. Si él deseaba hablar de ello lo haría y si no, no debía inmiscuirse.
Sus siguientes palabras le causaron algo de diversión sobre todo por la mención directa de la ciudad y lo que le competía a ella al ser francesa. -Vivo en ella porque no conozco otra cosa, nunca he visitado otros lugares... No es recta, solo pretende ser recta, pero detrás de la fachada está tan llena de decadencia y podredumbre como cualquier otro lugar... No sé si existan mejores lugares, pero si fuera así, me gustaría conocerlos...-
Su mano descendió y rozó la espalda de Leif, trazando ligeros contornos sobre ella mientras se distraía pensando en aquello. -Creo que hay diferentes tipos de jaulas... algunas más obvias que otras. Incluso, algunas tan invisibles que en un principio cuesta mucho distinguirlas pero no dejan de cumplir su propósito encarcelando a quien cae en ella...- Se encogió de hombros, a veces no había remedio o simplemente para qué ponerse a ahondar en ello. Sin embargo sus ojos oscuros se detuvieron un momento sobre él.
-Si te ves a ti mismo en el león, ¿por qué te contentas con percibir el encierro y no sales de él?- Las palabras de Leif eran veladas pero expresaban inconformidad, y un león enjaulado acostumbrado a la libertad tarde o temprano buscaría una salida procurando destrozar la jaula o devorar a sus captores.
Alzó la mano, escuchandole hablar y pasó levemente sus dedos por la castaña cabellera de Leif. No le incomodaba la cercanía, estaba acostumbrada, quizás lo que si le sorprendió fue que decidiera abrirse y responder sus preguntas. -No tengo idea de que se siente perder algo que se añora tanto.- respondió con sinceridad, entornando levemente los párpados al mirarlo, perdiéndose un poco en sus recuerdos.
-Pero sé lo que es añorar y querer volver a visitar el pasado.- Cerró los ojos pensando en ello y luego los volvió a abrir de inmediato. -No me gusta esa sensación, procuro sacudirla, olvidarme de ella y enfocarme en lo que ahora tengo.-
Volvió a mirar al marinero. Visto así, sobre ella, y por sus palabras le pareció que debía ser una gran congoja para él no poder regresar al océano, aunque no comprendió el por qué. Se le veía joven y sano, ¿qué podía detenerle? Sintió curiosidad pero no indagó al respecto. Si él deseaba hablar de ello lo haría y si no, no debía inmiscuirse.
Sus siguientes palabras le causaron algo de diversión sobre todo por la mención directa de la ciudad y lo que le competía a ella al ser francesa. -Vivo en ella porque no conozco otra cosa, nunca he visitado otros lugares... No es recta, solo pretende ser recta, pero detrás de la fachada está tan llena de decadencia y podredumbre como cualquier otro lugar... No sé si existan mejores lugares, pero si fuera así, me gustaría conocerlos...-
Su mano descendió y rozó la espalda de Leif, trazando ligeros contornos sobre ella mientras se distraía pensando en aquello. -Creo que hay diferentes tipos de jaulas... algunas más obvias que otras. Incluso, algunas tan invisibles que en un principio cuesta mucho distinguirlas pero no dejan de cumplir su propósito encarcelando a quien cae en ella...- Se encogió de hombros, a veces no había remedio o simplemente para qué ponerse a ahondar en ello. Sin embargo sus ojos oscuros se detuvieron un momento sobre él.
-Si te ves a ti mismo en el león, ¿por qué te contentas con percibir el encierro y no sales de él?- Las palabras de Leif eran veladas pero expresaban inconformidad, y un león enjaulado acostumbrado a la libertad tarde o temprano buscaría una salida procurando destrozar la jaula o devorar a sus captores.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
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