A sangre fría. [Privado]

por **Lestat De Lioncourt** Mar Mayo 21, 2013 2:01 am

El mundo que me rodeaba se había convertido en mi amante y maestro. En todos los lugares que visitaba me introducía en el centro de la sociedad, me impregnaba de sus entretenimientos y chismorreos, de su literatura y de su música, de su arquitectura y de todo su arte. A menudo frecuentaba la taberna, pedía a veces, por el mero hecho de tenerlo delante, algún plato de comida que nunca tocaba o un vaso de vino que jamás bebía. En este lugar, converse casi gran parte de la noche sin cesar con los mortales. Uno de los hombres que fumaba con gusto un habano me comentó que trascurrida las horas, planeaba ir al burdel para, según él, cerrar la noche con broche de oro. Este hombre era Thomas Dumollard, responsable de un número indeterminado de muertes. Él atraía mujeres jóvenes a su casa con falsas promesas de un buen empleo. Desarrolló un método de ejecución que no dejaba marcas. Y luego, motivado por el interés económico, vendía los cuerpos a la Escuela de Medicina.

Trascurrida la noche, Dumollard salió de la taberna dirigiendo sus pasos hacia el burdel. Merodeé por el bulevar y pasé frente al recinto, el olor a sangre era intenso con tanta gente reunida en un mismo lugar. Deje que mi cuerpo y mis pasos hallarán su peso humano cuando abrí las puertas del burdel y penetre en el salón principal. Avance lentamente y vi a mi alrededor una serie de habitaciones en las que, seguramente, cortesanas mantienen relaciones sexuales con sus clientes.

Atravesé el salón principal hacia el bar, antes que él o la encargada del local se plantarán frente a mí y me presentará una por una a sus mejores cortesanas. Pedí una copa de vino y fingí degustarme con su sabor. Uno de los parroquianos sube el volumen de la voz más allá de la música ambiental, lo vi en un rincón del burdel y el wisky pareció hacer estragos en él.

Miro a mi alrededor y cada vez que cruzó la mirada con alguien me pongo una máscara para tapar mi realidad, finjo ser lo que no soy. Un mortal. Un joven anglosajón, rubio y de metro ochenta.

Vi a un hombre alzar su copa en mi dirección, era mi víctima, y junto a él estaba una joven cortesana. La mujer volteo a verme y una coqueta sonrisa se bosquejo en sus labios. Dumollard pretendía sellar nuestra amistad comprando para mí la compañía de aquella joven. Evidentemente, sus buenas intenciones, no eran más que una sucia cuartada en la que trataría de inculparme.

La mujer cruzó el salón y avanzo paso a paso hacia mí. Poseía cierta gracia en su andar que le otorgaba un aspecto peligrosamente sensual. No faltaron los hombres que la contemplaban al verla pasar y más de alguno, le lanzo un par de besos desde un lejano rincón.