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La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Valentino de Visconti Jue Mayo 23, 2013 3:10 pm

Ángeles esculpidos en las calles sobrevivían a la noche y a sus luces chillonas debido a un festejo que estaba por tener lugar, un baile al que yo estaba invitado más por título que por la simpatía que debían tenerme. El “Palacio Royal” lo llamaban, un lugar de recreo, bailes y trajes ostentosos en el que las danzas dibujadas se iban con el viento. ¿Podéis creer que una estancia llena de protocolos llegaría a amparar a dos personas como nosotros, tan ajenos al sentido de los mismos? La verdad es que esa noche seríamos los dos extremos que nadie quiere en su fiesta; la imprudente y el incógnito en acción. Pasaría con nosotros lo normal que ocurre cuando el tigre y el dragón se encuentran; chocaríamos, pero lo siguiente que sucedería ni mi olfato hubiera sido capaz de verlo venir. Y allí estábamos los dos, en medio del salón de baile como cualquier invitado e ignorantes de los eventos venideros.

Recuerdo perfectamente que la lámpara de araña estaba por sobre nuestras cabezas mientras danzábamos cada uno con su respectiva pareja de baile. Vos aún no habíais notado mi presencia y yo no había individualizado la vuestra, y así se mantendría por una pieza más.

La doncella con la que bailaba en aquella ocasión era bastante joven; tenía quince años, pero eso no le había impedido a su padre presentármela en la misma fiesta para aprovecharse del vacío de mi viudez como un nato estratega. No os negaré que la sonrisa compradora de la manceba era encantadora y que el cuello que exhibía parecía el de una escultura trabajada por los antiguos clásicos, pero su mirada transparente y angelical me hacía sentir un verdadero demonio a su lado, como si la estuviera corrompiendo por el sólo hecho de juntar mano con mano. Para vos, aquel será un pensamiento tan ridículo como el antifaz que llevaba; tal vez lo sea, pero aquello coadyuva hasta el día de hoy a mantener encadenado al criminal liquidador y creedme que si supierais todas las cosas que he menoscabado gracias a eso, no me juzgaríais en base a vuestro tan liberal pensamiento.

Estoy emocionada. Este es el primer baile de sociedad al que mi padre me trae —me hablaba ilusionada la muchacha, ante lo cual yo le sonreía tristemente. No tenía idea de con quién estaba bailando y yo la compadecía.

Justo cuando me disponía a terminar la canción con unos acertados pasos de baile reales antes de devolverla a su padre, sentí un impacto en mi espalda que, si bien no causó dolor en mi cuerpo, por poco me hizo caer. Por poco me hicisteis caer. Volteé como quien hubiera sido ofendido en su propia casa, esperando encontrar a algún grupo de malandrines mimados queriendo hacerse los graciosos para llamar la atención de las féminas solitarias, pero en cambio me topé con una irrisoria mujer siendo levantada del suelo por su acompañante. Y ahí estabais vos, riendo como si vivierais en un mundo de aventuras en donde el único límite fuerais vos misma. Nada de disculpas, nada de comportaros recatadamente. Sinceramente me pregunté qué hacíais vos en esa fiesta, pero me contesté más rápido de lo que me pregunté; hacíais lo mismo que yo, pero de manera ruidosa y poco cordial. Podéis considerarla una mala primera impresión, desde luego. Incluso la pequeña a mi lado parpadeaba escéptica ante vuestro comportamiento.

No ha sido nada, mademoiselle. —calmé a la jovencita. Bajé el perfil a vuestro desatino con tal de hacer perdurar el ambiente divino— Acompañadme. Os devolveré a vuestro padre. Seguramente pensará que os lastimasteis y querrá teneros cerca —le ofrecí mi brazo no sin antes dirigiros una última mirada y verificar que no solo erais rebelde, sino que también coqueta. La manera en que os acercabais a vuestro bailarín lo decía todo.

Incliné mi cabeza al coronel antes de entregarle a su casadera hija con un gesto agradecido, caballeroso y políticamente correcto. ¿Qué planeaba hacer en adelante? Lo que vuestra merced consideráis lo más aburrido; tan solo pedir una copa o dos y fingir que me interesaban las conversaciones de esos viejos burdos y aburridos que no hablaban más que de negocios, sin atender a los asuntos de importancia de la política y la sociedad que llamaban urgentemente a los poderosos a hacerse cargo. Sí, ese era mi plan, un plan que fue abruptamente abortado cuando mis fauces me enviaron el mensaje de que teníamos a un vampiro dentro de los invitados. Entonces dirigí mi vista hacia las parejas en medio de la estancia para buscar al culpable y de pronto allí estaba, bailando con vos como un astuto leopardo cercando al antílope atolondrado, con la diferencia de que éste último no se había percatado del peligro que lo asechaba, ¿o tal vez sí?

Sentí el impulso de comprobarlo por mí mismo, pero me frené en seco.

Maldita sea, Valentino. No os involucreis —ordené mentalmente, pero seguía dando vueltas ese pensamiento, el cual siguió el efecto de bola de nieve para seguir creciendo— Probablemente no tiene intenciones de morderla y si la muerde no debe importaros; cena distinto a vos, eso es todo. —dejé entonces de veros sonreír a esa sanguijuela girando mi rostro para seguir a un sirviente ofreciendo champagne y otros licores más fuertes. Era justo lo que necesitaba, por lo que con gusto bebí de un solo trago el primer cáliz, pero entonces esa idea volvió a agigantarse— Pero… ¿y si no tiene más propósito que el dejarla seca? ¿Si dejo que ocurra una muerte bajo mis narices, me convertiría en cómplice?

Como si no bastara mi condición sobrehumana para condenarme a los ojos del bien, podía mancharme con una negligencia de ese estilo y sólo cabía en mí la decisión de aceptar esa cicatriz en mi historial. Mi Lorelei siempre decía que quien podía hacer algo, tenía la responsabilidad de hacerlo, y aunque debíais vuestra vulnerabilidad a vuestra falta de juicio acerca de lo que era arriesgado y lo que no, eso no me hacía desearos un deceso lento y doloroso. Era más, como yo mismo había perdido la mitad de mi ser humano, sabía lo que significaba vivir, amar y gozar como lo haría cualquier otra persona; impagable. Aun si estuvierais subestimando esa oportunidad, yo la estimaría por vos.

Dejé el recipiente del licor sobre la mesa decidido a verificar tanto vuestras intenciones como las del chupasangre infiltrado, pero en el instante en que quise buscaros con mis ojos, éstos no os hallaron ni a vos ni al infiltrado. Mis músculos se contrajeron; supe de inmediato que desde ese punto tenía un margen muy estrecho de tiempo para actuar, a menos que quisiera exhibir un cadáver disecado en medio del festejo. Así que me dispuse a salir en vuestra búsqueda, no sin antes maldeciros.

Niña tonta e irreflexibla. Si os encuentro… —contuve lo último. El enrabiarme con vos no me haría hallaros más rápidamente.

Aprovechando la distracción que generaba la orquesta en los invitados, me escabullí de la multitud para seguir el camino que mi desarrollado olfato indicaba. Un palacio estampado en perfume de personajes de la realeza y la alta sociedad podía entorpecer en cierto modo mi capacidad de rastreo, pero la peste de esos inmortales nunca dejará de irritarme las fosas nasales con su pestilencia de cadáver bien conservado. Comencé a rastrearos por un pasillo largo y estrecho, de esos con varias puertas tanto a la izquierda como a la derecha, confundiendo a quien no frecuentara al lugar, pero nunca a quien buscaba a una persona —si es que se le puede llamar así— cuyo afán era irrumpir con el orden natural que os hacía palpitar.

Al verificar que no os encontrabais en dicho pasillo extenso, mis orejas se tensaron para oír mejor; fue entonces que vuestra risa —apagada por lo distante que os encontrabais— llegó alada a mis sentidos. Mis piernas no tenían más que hacer que seguir vuestro sonido para hallaros, así que las llevé a correr a rauda velocidad a través de las distintas habitaciones y salones del palacio —todos vacíos por la fiesta— hasta llegar a las puertas dobles de la estancia más alejada del tumulto; el jardín trasero. Las puertas estaban abiertas de par en par, dejando que las cortinas flotaran como una señal de sangre a punto de correr. Gruñí sin quererlo.

Maldito cobarde. La llevasteis adonde no pudieran encontrarla —aceleré mi paso hasta sentiros cerca, cada vez más cerca.

Pronto mi olfato os localizó; estabais junto a ese sujeto en medio del jardín, en la pileta, por lo que cuando me vi lo suficientemente cerca de ese lugar rodeado de arbustos, disminuí mi velocidad hasta detenerme para que mi enemigo no identificara inmediatamente mi olor; tenía que hacer tiempo de alguna manera. Claro que él debía estar demasiado embriagado con la idea de desangraros que apenas debía preocuparse del exterior. Me escondí entonces tras el tronco del árbol más próximo a vos, a unos metros de donde se localizaba el centro del jardín, para percibir mejor vuestra aura y la de él. Mi teoría de que ese hijo del diablo quería mataros había resultado ser cierta y también descubrí algo más que me impidió seguir aguardando para ver su próximo movimiento, puesto que si esperaba un minuto más, tenía la certeza de que correríais el riesgo de sentir sus dientes desgarradores quemando vuestra garganta.

Con firmeza y brevedad aparecí a espaldas del vampiro de clase alta y lo alcé por su cuello en el aire, estrujando su garganta de piedra. Perdonadme por haber desplegado mi agresividad en frente de vuestra merced, pero era eso o ya no podríais perdonarme aunque lo quisierais.

Miserable. No habéis bebido en días, ¿verdad? —comprendí entonces que estaba débil y que por desesperación quería alimentarse de vos. Casi me daba lástima. Casi— ¿Teníais que llegar a este lugar y engatusar a la más desprotegida de las doncellas para cubrir vuestras fechorías, sanguijuela infeliz?

Comenzó a reírse de una manera espantosamente grotesca, como si subestimara su condición de acorralado. Los vampiros me causaban náuseas por eso mismo, por su soberbia. ¿De qué tenían que jactarse? Todo lo que tenían se lo debían a otro que se aprovechó de ellos. Nathaly, hoy sé que defendéis a los vampiros, pero es porque conocéis solamente una parte muy aislada. Seres como el espantajo que intentó llevaros al otro mundo esa noche constituyen la regla general, por mucho que vuestro corazón quiera lo contrario.

El vampiro terminó con su risotada currutaca y le presté atención por última vez.

Vos… no sois tan diferente tampoco —comenzó diciendo. Yo arrugué mi frente ante lo que podía estar tramando. No tramaba nada; sólo quería vengarse por lo que estaba a punto de hacerle— ¿En serio creísteis que desposar a una moza ingenua os haría más humano?

Vos, a diferencia de mí, visteis mi rostro de desconcierto y quiebre, pero eso no quiere decir que no me lo haya imaginado. Ese desgraciado podía leer mentes y precisamente tuvo que ser esa noche en que mi bloqueo mental no fuera lo suficientemente férreo; deduje que ese canalla debía ser de hace siglos. Sentí la sangre inundar mi cara, volviéndola enferma de cólera. Fue así como con un grito de huracán decapité al esclavo de la sangre con mis propias manos y me deleité por dentro con el sonido de su carne separándose. Mis principios no son muchos, mademoiselle, pero valen su peso en oro. ¿Queréis oír uno? Pues bien… nadie toca mis recuerdos, nadie toca lo que soy, y por sobre todas las cosas, nadie toca a Lorelei. Ella está en paz y debe quedarse así.

Después de unos segundos fue que pude despegar mi vista del cadáver vuelto polvo del asesino y enfocarme en vos, aunque podía esperarme cualquier reacción de vuestra parte. Me contentaba con que siguierais respirando y con haber defendido la honra de mi difunta esposa.

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Mensaje por Nathaly Rilke Vie Mayo 24, 2013 9:24 pm

Cuando tú, al mirarme en la nada, inventaste la primera palabra.
Entonces, nuestro encuentro.

Rafael Alberti

Indicaciones a las cuales no puse pero alguno fueron lo ultimo que escuche esa noche de mis padres antes de partir con rumbo al Palacio Royale. Como de costumbre no me acompañarían a eventos como aquel, pero para mi con toda la sinceridad de mi corazón, era lo mejor, no quería terminar peleando con ellos por alguna razón y mucho menos en esos momentos en los que mi corazón y mi ser entero eran tan felices porque finalmente había conocido la verdad de Lara y lo que me unía a ella.
Esa noche mientras viajaba en el carruaje estaba dispuesta a hacer todo lo que deseara en aquel baile porque ahora esa sería mi despedida de aquello que llamábamos mortalidad; y todo lo que realizara sería con plena consciencia de que nunca más volvería a uno de esos lugares como la misma que ahora era, no porque fuera a cambiar mi forma de ser o de pensar si no por el sencillo motivo de que yo estaría muerta.

Suspire observando las calles que pasábamos y pensando simplemente en Lara y en todo lo que noches antes había acontecido entre nosotras. En ciertos momentos odiaba la fiesta aquella, ya que debido a la promesa que había hecho con mis padres antes de recordar la promesa olvidada con la vampiresa a quien tanto quería, era lo que me tenía ahí. Maldecía a ratos el momento en el que dije que aceptara ir a la fiesta a cambio de que se me permitiera salir a verla… debí haber escapado de casa como siempre lo hacía. Los sirvientes me hubiesen ayudado como de costumbre, pero tampoco podía ser tan ingrata con ellos y desaparecer para nunca más regresar y dejarlos más preocupados que a mis propios padres.
Una vez que el camino hasta el Palacio hubo terminado y la puerta del carruaje se abrió hice caso omiso a todos los pensamientos anteriores y contemplando el lugar de la fiesta, sonreí. Tenía un excelente presentimiento de que aquella noche sería inolvidable.

Como era de esperarse en las fiestas de ese estilo el lugar estaba lleno de gente ricachona bailando, bebiendo y algunos simplemente charlando. Las miradas de algunos conocidos se posaron en mi en cuanto llegue al lugar; típico de todos los que se encontraban en el lugar comenzar a juzgar apenas uno hacía acto de presencia. Camine entre los presentes de la fiesta, abriendo paso con mi vestido blanco con algunos detalles en dorado y los cabellos peinados en algo que no estaba muy segura de lo que era ya que no pude verlo bien desde el momento en que me peinaron.
De un momento a otro mis pasos fueron interrumpidos por algunas jóvenes de mi edad y todas amigas de la familia o algo parecido a eso.
- Esta aquí Nathaly, más te vale que le busques porque todas desean bailar con él - Mi brazo era sacudido por una de las chicas que estaban ahí mientras las demás parloteaban algo de un duque misterioso y viudo… ¿Cómo si aquello pudiese importarme ahora?… finalmente yo solo me acercaba a los hombres que me interesaban y un duque acechado por un grupo de bobas como aquellas no debía ser la gran cosa, es más estaba casi segura de que el dichoso duque era tan superficial como ellas. Espero no me juzgues como yo lo hice contigo, pero debes de darte cuenta de que soy completamente opuesta a todas aquellas que te acechaban esa noche.

Tan pronto como habían llegado hasta mi, las chicas se fueron, abandonando mi existencia de nuevo a la deriva en aquel lugar.
- Ilusas… - suspire miradolas alejarse entre las personas y continúe mi camino. Poco más allá de donde antes estaba, un joven al que no conocía pero que no era necesario que supiera quien era me pidió muy amablemente bailar con él, a lo cual no pude negarme, después de todo… ¿No estaba allá para disfrutar de mi despedida?

Bailaba sin percatarme de nada a mi alrededor, pues aquel apuesto joven resulto ser mejor bailarin de lo que en algún momento había esperado. El mundo fuera de él y de mi se había detenido porque nada fuera de nosotros llamaba mi atención, nada era lo suficientemente atrayente como para que yo dejara de prestar atención al baile y me enfocara en otra cosa, o por lo menos así era hasta esos momentos, antes de que aparecieras tú en mi camino… o más bien, te estrellaras contra mi.
Antes de darme cuenta había chocado con alguien y tanto mi pareja de baile como yo solo pudimos reír sin ofrecer disculpa alguna, más cuando me tomo por la cintura y me elevo un poco mi mirada se dirigió hacía aquel con quien momentos antes había chocado. Descubrí entonces en tu rostro una mascara, cosa extraña pues nos encontrábamos en un fiesta pero no de mascaras.
- Pero que extraño sujeto y que chica tan boba - señale a mi pareja de baile a aquellos que miraba atentamente mientras me acercaba más de lo que cualquier otra mujer lo haría, pero él no dijo nada y me llevó más lejos de aquel lugar; cuando nos encontramos a distancia suficiente para no ser vistos me explico que eras nada más y nada menos que él famoso duque.

Extraño, rico y tonto o quizás demasiado feo… eso fue lo que pensé en primera instancia de aquel duque que ocultaba su rostro tras una mascara, pero todo quedo como parte del pasado cuando una mano fría se poso en mi hombro… yo reconocía ese frío, era el mismo que sentía a través de las manos de Lara y que me hechizaba sobremanera.
Ignorando completamente al que hasta ese momento era mi compañero de baile me gire para contemplar el rostro pálido y la galanteria del nuevo hombre frente a mi. Su voz floto en el aire como el enervante perfume de las flores y mi mano se extendio sin pensar dos veces en si era lo correcto o no. Ahí estaba yo, poniendo de nuevo en peligro simplemente porque no le temía a nada ni a nadie; en esos momentos no pensaba siquiera en lo que Lara me habría dicho de saber que danzaba con la muerte; la cual me recordaba a ella con cada palabra y cada roce de sus gélidas manos con mi piel descubierta y cálida. De sobra sabía que me estaba metiendo en algo que quizás no pudiera controlar y sé que soy muy terca y descuidada siempre conmigo misma pero simplemente es una parte de lo que soy.

Sonreí siendo guiada por él hasta la pista de baile dejando a mi antiguo compañero molesto y diciendo cosas a las que con sinceridad diré que no preste la mínima atención, ahora había encontrado algo que verdaderamente me parecía interesante y por ese sencillo motivo, estaba dispuesta a seguirle a donde fuera como una vez antes seguí a Lara. El duque de la mascara desapareció de mis pensamientos tan rápido como había aparecido en mi existencia.
La música sonaba guiando mis pasos, al igual que los de mi compañero de baile, quien se acercaba a mi para hacer uno que otro comentario sobre los presentes mientras a su vez yo reía, respondiendo y pegando mi cuerpo al suyo solo para sentir el frío que emanaba. Debo admitir que jamás hicimos comentario alguno sobre aquel que sería mi salvador esa noche, pero ahora puedo decir que fui la única que se olvido de la presencia de este, pues mi compañero sabía o tal vez sospechaba que no permitirías acto como el que en su mente estaba planeado.

La mano en mi cintura me presiono más contra él y las nuevas palabras más embriagadoras que todas las anteriores me ofrecían una nueva invitación, una a la que mi naturaleza exploradora no podía negarse y accedí a entrar con ojos cerrados y voluntad confinada a cualquier lugar al que me guiara su mano. Note que mientras aceptaba la cordial - si es que puedo decir eso - invitación, su mirada no estaba enfocada en mi, si no en algo más allá; más cuando intente volverme para descubrir que era el enmascarado aquel que atraía su atención, su mano tiro de la mía, guiando mi ser entre la multitud de gente que ahora se acercaba para danzar la nueva pieza que empezaban a tocar.
Ya que nos encontrábamos cerca de la salida de aquel salón solté su mano entre risas y guiñando un ojo a la muerte lance un juego al aire… debo agradecer a mi infantilidad en este caso que en parte ha sido la que te dio mas tiempo, el justo para que me encontraras y tanto tu pesadilla como mi jugueteo llegaran a su fin.
- Vamos, sigueme… vayamos al ultimo rincón de este castillo que jamás he podido recorrerlo entero - me aleje con paso presuroso, dejando mis zapatos a una orilla solo para levantar mi vestido y correr mientras de vez en cuando giraba para asegurarme que me siguiera. Era como el juego del gato y el ratón, aunque soy un ratón único… porque sin importar que pase siempre me siento el gato. Quizás justo como lo crees no fue mi pensamiento completamente el que me llevo a aquel juego si no la manipulación de aquel vampiro con el que me encontraba; la verdad no estoy segura y dudo estarlo completamente pero por ahora y mientras no existan signos de lo opuesto, esa fue mi idea.

Termine en el jardín y caminando hasta la fuente que estaba decorando todo el lugar me detuve, creía haber dejado a quien me seguía muy detrás - algunas veces aún soy capaz de subestimar a seres como aquel - pero al girar ya estaba frente a mi.
- Y ahora… - estaba por preguntarle que era lo que haríamos a partir de ese momento, ¿Cuál era el plan a seguir? y entonces… tú… - Oye… - quise reclamar, gritar que dejaras de hacer aquello pero el que pudieras dominar tan fácilmente a alguien me dejo sorprendida en cierta medida y las palabras desaparecieron de mis labios uniendo al silencio de las flores más allá de donde estábamos nosotros tres.
Tus palabras me hicieron rabiar porque me recordaban mi cruel destino… ¿Desprotegida?… si, debo decir que ahora lo estoy, pero todos deben esperar solo un poco y entonces sabrán que no lo estoy y que nunca lo he estado en realidad aunque aparente lo contrario.

Pasé a ser la simple espectadora de una batalla que estaba lejos de mi comprensión pero que al mismo tiempo era precisamente por cuestión mía.
Menos mal que solo estábamos los tres, y no lo digo por mi, si no porque… ¿Qué hubiera pasado de haber más gente?, ¿Serias tan desconsiderado y te arriesgarías de tal manera?; yo soy diferente a quienes has conocido y por lo mismo te digo que no hubiera valido el sacrificio algo por el estilo por una mujer como yo, sin embargo, no estábamos rodeados de más gente y tu estabas ahí, protegiendo a la indefensa.
Note las palabras precisas para hacerte rabiar, pero te prometo que si no me das motivos nunca usare lo que ese vampiro descubrió de ti para lastimarte y en un parpadeo, en un segundo que duro la eternidad misma estábamos ahora solos tu y yo.

Finalmente y después de aquella cadena de eventos que nos toparon una y otra vez hasta llevarnos irremediablemente a aquel final; me miraste.
- ¿Eso pasa cuando matas a uno de ellos? - no sé si lo que te dije fue lo mejor, o lo peor; pero debía saciar la curiosidad que ahora luchaba por escapar por cada poro de mi ser - ¿Qué es lo que eres? porque eso que has hecho no ha sido nada normal - impulsiva como siempre avance hasta donde te encontrabas y estire mi mano para tomar la tuya; el calor que despedías me indico que no eras como quien ahora solo era polvo - dime, vamos… - y la cercanía que ahora teníamos me dejo contemplar finalmente tus ojos, ese azul que se asemejaba al mar e incluso al igual que este demostraban fuerza - por favor… - quien diría que tu mirada era tan fuerte que no era necesario poseyeras aquel poder incomprensible de atracción de los vampiros para volverme educada.
Felicidades Duque… usted ha logrado lo que pocos...
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Mensaje por Valentino de Visconti Miér Mayo 29, 2013 5:48 pm

Erais tan irreflexiva como impaciente; no bien los restos del vampiro habían volado en el aire, habíais detenido vuestro rol de observadora para convertiros a vos en detective y a mí en interrogado. Me preguntaba cómo alguien tan fisgona e indiscreta como vos había conseguido mantenerse a salvo todo el tiempo que habíais permanecido bajo la mirada hambrienta de ese cobarde chupasangre que por fin había pasado al inframundo, pero mientras más me preguntaba, menos hallaba explicación para tan improbable escenario. Lo que quiero decir que es… ni siquiera habíais huido luego de verme hacer una atrocidad tan magnificente como degollar a alguien, siendo que una persona sensata se hubiera retirado al no encontrar nada que les asegurara que yo no les haría correr el mismo destino. Perfectamente podía acabar con vuestro respirar cortando vuestra garganta o dándoos un golpe tan fuerte en la nuca que terminara por cortar vuestra respiración para siempre; vos no me conocíais y yo no tenía ningún vínculo con vuestra merced. ¿Por qué no?

Me di la vuelta para irme del jardín y también de la fiesta que más que celebración parecía una pradera ideal para la cacería de seres abominables, pero entonces tomaste mi mano con tal convicción que provocasteis que mi rostro volteara a encontrar el vuestro una vez más, sólo que no me toparía con unas facciones dudosas, sino con unas que exigíanme una aclaración. Ya sabíais que no pertenecía a vuestro mundo, o al menos que una parte mía no lo haría ya más, y por eso mismo resultaría infructuoso y hasta contraproducente que abriera mi boca para aportaros algo. ¿Qué iba a deciros? ¿”Sí, mademoiselle, ¡qué inteligente sois! soy un licántropo. ¿Deberíamos ir a contarles a todos en la fiesta?”? Vaya desastre sería. Me crispaba los nervios el que no pudierais conformaros con algunas escenas más en la obra de los vivos como cualquier persona. Entonces pude contestarme por qué ese aprovechador os había elegido a vos, tan temeraria e irresponsable como un caminante reciente y una presa complaciente.

Vuestros ojos mirábanme con una mezcla letal de súplica y fiereza, como un felino rogando jugar con el animalillo ágil e indefenso, pero yo era el enemigo de esa clase de carnívoros y no podía contestaros por un asunto de seguridad. ¿Por qué protegerme de vos? Porque no parecíais sorprendida por haber bailado con un vampiro a punto de secaros para saciar su hambre, sino que os enfocabais en mí. ¿Y si teníais alguna clase de alianza o pacto con uno o más vampiros? Mis manos al fuego no arrojaría por vos.

Y entonces, sin remover vuestra mano de la mía, me volví homicida del silencio para hacer nacer un diálogo con vuestra merced del que me arrepentiría de haber iniciado segundos después.

Vuestra merced debería cuidar su comportamiento. Por reunirse a solas con un hombre estuvo a punto de perder algo más valioso que vuestra honra —os hablé con la voz más neutral que pude, pero sentí que mis ojos no me acompañaban; destilaban las fuertes emociones que había sentido y las que continuaban en mi pecho— Volved a casa. Después de lo que habéis vivido, más beneficioso será si dormís hasta soñar que bailasteis con un caballero humano y que nada de lo que aquí ha acontecido tuvo lugar.

Sí, estaba desviando vuestra pregunta con todas sus letras. Recientemente habíais salido de un peligro como para entrar a otro gratuitamente inmediatamente después. Prefería hacer uso del escondite de mi faz para que esa fuera la única vez en que me pudierais reconocer y luego, cuando el tiempo y el destino nos volviera a encontrar, pasarais a mi lado caminando distraídamente sin voltear a verme, puesto que no habría facciones para identificar. Yo, por el contrario, estaría contaminado de por vida con vuestro aroma y tono de voz; aun así, me vestiría con las ropas del mejor de los actores para hacer que os desconozco. ¿Por qué? Porque era lo mejor que os podía ocurrir; mientras menos os involucrarais, menor sería el efecto de la infección de nuestro mundo en vuestra merced. Si bien podía ser que ya supierais acerca de esas sanguijuelas, peor sería añadiros otro putrefacto conocimiento más. Yo no pondría mi piedra sobre esa edificación de desastres.

No parecíais satisfecha con mi respuesta; no me sorprendía, pero tampoco me alegrada. ¿Nadie os había enseñado de niña que en el mundo había peligros? Por lo menos en mi caso, fue lo primero que me enseñó mi madre y también lo último; un muchacho enfermizo como el que yo era en ese entonces no tenía lecciones más importantes que aprender en lo que se suponía que sería un brevísimo viaje por la tierra. Estaba bien, mi historia era algo más restrictiva en cuanto a libertades juveniles se refería, pero eso no quería decir que mi visión del mundo estuviera totalmente cegada; sabía leer y devoraba libros para enterarme de lo que mi cuerpo no podía. Pero ahí estabais vos, insultando a la racionalidad con ese actuar impulsivo y hasta infantil. Os miré un poco más severo; ¿realmente no os dabais cuenta de que vuestra vida había pendido no de un hilo, sino de una espiración? No logré identificar ni en vuestra aura ni en vuestra irises algún indicio de culpa o temor; sólo distinguí a una criatura mortalmente curiosa.

Tomé entonces la mano de vuestra merced que tocaba la mía, observando los colores aún vivos de vuestra palma abierta y luego os la devolví pausadamente para conservar lo menos posible de vos y así no envolverme más de lo que ya me había comprometido. Era necesario que esas tonalidades rosadas permanecieran en vos y quería que tuvierais esa bienaventuranza a pesar de que me sacarais de quicio con vuestra actitud negligente de la cual no estaba seguro si la habíais practicado frente a un espejo o si salía de vuestro entendimiento espontáneamente, porque era inmejorablemente irritante. Mis años me decían que mientras más alejada estuviera una persona del mundo de las atrocidades contra natura, más a salvo estaría.

¿Qué? Vuestra merced no pretenderéis permanecer aquí después de este incidente —negué con mi cabeza pesadamente. Por supuesto que aspirabais a aquello y a más. Me preguntaba si tendría que llevaros a casa también para verificar que no os metierais en más problemas. No me arrepentía de haberos salvado, pero esa decisión comenzaba a costarme más de lo que hubiera querido o esperado. Seguíais allí y yo sólo quería que os largarais a hacer cualquier cosa que os atara a la cotidianeidad— Me es difícil asimilar que parece que no habéis aprendido vuestra lección. Si os pareció que mi actuar fue fuera de lo común, ¿qué os hace pensar que estáis a salvo conmigo? —comencé a caminar firme y lentamente hacia vos con un paso intimidante— Ahora mismo podría haceros pasar por lo mismo que vuestro desafortunado amigo e incluso podría darme el lujo de no acabar con vos de manera rápida e instantánea, sino que podría ser todo lo sádico que se me ocurriera y nadie osaría acusarme de nada. Sería tan fácil. —me detuve a la distancia necesaria para remarcaros mis palabras y analizar mejor vuestras intenciones. ¿Qué había tras ese aparente pozo sin fondo?— Qué extraño… es como si estuvierais llamando a la muerte más que a la valentía y a eso se le puede dar el buen nombre de la temeridad.

En serio no os entendía para nada. Si tanto añorabais la muerte, ¿por qué no únicamente buscabais la manera más rápida y efectiva? Me hacíais enojar y a la vez entristecerme. Y pensar que no veíais en vuestros ojos de avellana y en vuestros pómulos ruborizados todo el vigor que desprendía vuestra joven vida; toda la promesa de un futuro esplendoroso podía rastrearse con sólo veros, pero desgraciadamente erais incapaz de vislumbrar vuestro reflejo, el cual corría el riesgo de cambiar súbitamente por una sola decisión mal tomada. Me causabais coraje e impotencia por lo mismo. Erais más que una chiquilla imprudente; vuestro comportamiento se asimilaba más al de una suicida que precozmente había tenido una pésima cita con el desencanto de su porvenir.

Basta de necedad. ¿Pensáis que comportándoos así demostráis valentía? —una cosa era arriesgar cosas prescindibles y otra cosa era derrochar las irrecuperables. Mi respiración se hacía cada vez más rápida e irregular cerca de vos, porque simplemente no encontraba lógica a vuestro actuar. Incluso me surgió el afán de obligaros a entender ¿habéis escuchado algo más ridículo que eso? Tuve que cerrar mis ojos con fuerza y daros la espalda para no veros y así no hacer nada estúpido. Sólo así pude seguir hablando— La intrepidez también involucra saber hasta dónde es ir demasiado lejos y vos debierais conocer esa barrera. En su defecto, alguien podría terminar decidiendo por vos y me temo que no es probable que os guste esa resolución.

Hablaba porque ya había pasado por ello. Vos teníais la capacidad de decidir, pero preferíais confundiros con las figuras confusas y luminosas de la luna, a pesar de la multitud de claros caminos que podía iluminaros el sol. Mi destino, en por el contrario, no había sido nada más que el resultado de una de las tantas artimañas de la incertidumbre que no rodeaba por el sólo hecho de ser mortales. No teníais idea de cuánto hubiera dado este esclavo disfrazado de duque por tener una pizca de ese poder de decisión que desganadamente despreciabais.

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La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke Empty Re: La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke

Mensaje por Nathaly Rilke Vie Jun 07, 2013 11:08 pm


Una buena pregunta puede hacer que la mente de una persona
tome una dirección completamente nueva y cambie su vida.

John Seymour

En tan pocos segundos fuiste capaz de llamar mi completa atención así como de mostrarme lo más sorprendente y a la vez lo más horrible que pude contemplar en ese entonces. La terrible realidad me golpeo de improviso ante los hechos de los cuales me volví testigo… eras capaz de terminar con la existencia de vampiros tan fácil que solo pude pensar en Lara y en que si cuando fuera como ella… ¿Podrías acabar con mi existencia?, de la misma manera, tan sencilla a la vista de mis ojos humanos.
No tuve miedo de ti, en ningún momento lo tuve y estoy segura que no lo tendré jamás; me atrevería a decir que lo más extraño entre nosotros era yo y mi reacciones poco comunes ante lo que acontecía en esos momentos, ¿Qué fue lo que pensaste de mi Duque? seguramente parte de lo que los demás… que estaba loca o que era una mujer muy extraña, pero eso es algo a lo que estoy acostumbrada.

No pensaba dejarte marchar, quería que respondieras mis dudas y entonces te prometería que no hablaría de nada de lo que había pasado con nadie y mucho menos del hecho de que aquel Duque que causaba tanto furor entre las damas no pertenecía completamente a nuestro mundo y que dentro de su interior había una parte oscura que solo quienes estaban abiertos a el, serían capaces de notar eso o justo como yo, quienes fueran tan "descuidados" se darían cuenta. Quizás el hecho de encontrarme con tu mirar me volvía más educada Duque, pero mi personalidad es complicada y esta noche usted es el que ha venido hasta mi, de una forma poco usual habías llegado a rescatar a la inocente damisela sin darte cuenta antes de que la damisela se lanzaba ella misma al peligro, o tal vez en el fondo lo sabías pero tu sentido del deber era mayor que cualquier otra cosa.
Todos poseemos cierta ceguera, ¿No lo cree Duque?; los demás asistentes aún danzaban, platicaban y se divertían en el gran salón que habíamos abandonado, sin darse cuenta de todo lo que acontecía en aquel lugar, sin percatarse jamás del peligro potencial en el que todos se encontraban con respecto a los habitantes nocturnos… una ceguera normal. Respecto a nosotros, aún no logro descubrir que clase de ceguera poseemos.

Mi mano se cerraba, negando el dejarte marchar pero tu tampoco mostrabas esfuerzo por retirale; desconozco si no lo hacías por no lastimar mi fragilidad comparada con tu fuerza o por el mero hecho de aun querer conservar las apariencias y el respeto ante mi. Finalmente el silencio entre nosotros volvió a romperse y tus palabras me volvían nuevamente una chiquilla en problemas, la que no conocía nada y a la vez lo conocía todo demasiado.
Me reí ante esas palabras de manera descarada. ¿Quién te decía que yo deseaba soñar con eso? Para mi hasta ahora la noche era tan interesante como las que antes solía tener; no es que mis noches dejaran de ser interesantes en algún momento, pero el saber que Lara estaba de regreso en mi vida volvía todo diferente.
- Yo cuido mi comportamiento, por eso siempre soy igual que ahora. Respecto al hombre… - mire de reojo el lugar donde antes había estado por ultima vez - bueno, el perdió más que yo. - la petición de que regresara a casa solo me provocaba más deseos de quedarme - Lo siento, pero no pienso irme aún además para qué soñar con aburridos caballeros humanos cuando la realidad… esta realidad les supera dejandoles por los suelos - debe de admitir querido Duque que tengo razón en eso, porque ustedes superan cualquier realidad que un humano común sea capaz de percibir.

Te notabas más preocupado por mi que mis propios padres incluso con esa mascara que tapaba gran parte de tu rostro podía notarlo. Mis padres, solo se interesaban porque cumpliera lo que debía y no les avergonzara ante nadie de la alta sociedad aunque ahora ya era tarde y sé que no me dejaría mentir ante eso pues ya habías captado mi comportamiento durante el baile.
Evadías mis preguntas como si lo más peligroso entre nosotros fuera yo misma, pero no me importa que evadas, ¿sabes por qué?… porque tengo buena memoria y no olvidare este incidente, lo que quería saber, pero sobre todo, nunca olvidaría esa peculiar forma de ocultar tu rostro.
Ahora que lo pienso, tu rostro también me provoca curiosidad… ¿Lo ocultas por qué eres importante y codiciado? o ¿Por qué eres feo?… claro que existe una gran cantidad de posibilidades así que ahora poseía algo más que deseaba saber del "famoso" Duque.

El contactó de tu mano con la mía me sorprendió pues fue repentino y mi mente se encontraba viajando en un mundo de posibilidades respecto a tu persona. Cuando soltaste mi mano la mire por un instante y la empuñe para llevarla a mi pecho. Presentía que te irías, que te alejarías sin dar mayores explicaciones y que no te importaría cuanto insistiera o el escándalo que armara con lo que conocía ahora sobre ti, pero permaneciste ahí y de nueva cuenta me hablaste.
¿Te parecía tan increíble que decidiera quedarme? Después de lo que habías contemplado ya de mi, ¿Dudabas de mis intenciones por permanecer en la fiesta? Ahí estaba de nuevo la prueba de que jamás conociste a nadie como yo y conforme más hablabas más me asegurabas eso.
- Por supuesto que me quedare, ya se lo he expresado antes - caminabas en mi dirección para hacerme entrar en razón, recalcar que eras peligroso, pero si hubieras deseado hacerme daño lo hubieses hecho desde el inicio, pero claro eso de estar a salvo no podía ser garantizado - No es que crea que estoy a salvo contigo pero en todo momento se esta en peligro - sonreí - Nadie me asegura que no morire en los proximos minutos o días de algo inesperado… nada nunca nos garantiza seguridad y mucho menos vida. Lo único que poseemos seguro es el presente y ese debe ser vivido como si fuera el ultimo momento; eso es lo que hago - suspire - Y si me toca morir en tus manos pues nadie dirá que no disfrute mi vida - tus palabras aunque intentaban hacerme entrar en razón me agradaban, no me molestaban como las de otros - ¿Temeridad?… pues no lo sé, solo que no encuentro sentido a detenerme por algo sobre todo con lo que acabo de decirle sobre la garantía de vivir otro día.

Terminando de decir aquello y viendo la revolución de pensamientos desconocidos para mi que se aglomeraban en tus ojos, reí de nueva cuenta y levantando el rostro di un giro solo para detenerme nuevamente a mirarte con detenimiento.
En el fondo de mi ser la confusión dentro de ti me alteraba y desconocía el por qué, pero no iba a demostrarlo porque hacerlo significaba ceder ante tus peticiones y alejarme de la fiesta, los vampiros asistentes a ella, pero sobre todo de ti; que con cada palabra y con cada movimiento, con cada nueva mirada y cada respiración llamabas más mi atención, pero te giraste para darme la espalda y me enoje… si ibas a reclamarme, regañarme u obligarme a hacer algo quería que me mirabas con ese mar dentro de tus ojos.
- Yo no puedo evitarlo, así es como soy y eso es todo - de nueva cuenta tu modo de ser y actuar me sinceraba; de eso si temía, pues si eras capaz de notar la forma de volverme transparente no podría ocultarte nada - Pero todo depende de donde coloque cada quien esa barrera. La mayoría la tiene cerca pero la mía esta muy lejos de mí, tanto que aún soy incapaz de conocerla - te hable aún cuando me dabas la espalda y entonces camine con calma para situarme de nuevo frente a ti.

Sentía que te lastimaba o quizás era simplemente lo que yo creía, pero algo me decía que debía consolarte o garantizarte que estaría bien que te fueras y disfrutaras de la fiesta un rato más; pero otra parte de mi decía que te preocupara más, que hiciera que permanecieras ahí y continuara interrogando a tu persona.
- No deberías decirme todo esto, después de todo no me conoces y preocuparte por alguien que no conoces no debería ser - hable sería - además de que no te he pedido que me des sermones de nada, ni que vinieras a defenderme de nadie… lo único que te he pedido antes es que respondieras mis preguntas y ni siquiera eso hiciste - quizás era más cruel de lo que intentaba ser, pero debes entender que no puedo dejar que alguien como tu me quiebre con sus palabras y actos, o al menos haría todo lo posible porque no lo notaras - así que dime… ¿Qué eres? y ¿Así se matan los vampiros? - pase saliva un tanto nerviosa por la pregunta que ahora luchaba por salir - ¿Puedes matar a cualquier vampiro? - cerré los ojos mientras te preguntaba, dando valor a mi propio ser para ser capaz de interrogarte sobre eso.
Abrí los ojos poco a poco y observandote de una manera más implorante insistí.
- Por favor, necesito que respondas mis preguntas es todo lo que pido. Nada más y nada menos que eso.

Si lo que intentabas era iluminarme e impedir que hiciera algo estúpido debías de ser capaz de comprender que aquellas preguntas eran realmente importantes y que eran la llave a la puerta detrás de la cual se escondían mis intenciones para algunas noches posteriores. Descubrirlas esta en sus manos Duque, así como las respuestas y las preguntas posteriores que me haga, pero al final la decisión oculta detrás de todo esta solamente en mis manos.
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La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke Empty Re: La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke

Mensaje por Valentino de Visconti Vie Jun 28, 2013 12:23 am


Cuando escuché vuestras palabras rebosantes de dudas y de juventud, y supe que me había convertido un extraño y hasta un enemigo para mí mismo. ¿Vuestra manera de vivir cada momento como si fuera el último se traducía en exponeros hasta a los depredadores más grandes de la existencia? Ya os habíais lanzado al abismo estando a solas con un vampiro, y de manera seguida —sin daros cuenta— os habíais topado con un licántropo como yo, completándose exhaustivamente vuestra colección de peligros innecesarios, y yo no lo sabía, pero ibais a por más… mucho más.

Vuestra merced me tratabais de “tú” con una libertad que solamente había podido apreciar en niños pequeños, los cuales habían recibido lastimosamente en su carne reciente una buena tunda de parte de sus padres por aquella falta de respeto. ¿Qué podía hacer yo con respecto a dicho carácter impulsivo? Nada, ¿verdad? Claro habíais dejado que de esa forma erais vos, pero como sabía que nadie iba por ahí recalcando algo evidente, supe que no era eso lo que queríais decir; en realidad informabais que no cambiaríais ni aunque los cónsules de Francia os lo rogaran, y si no me gustaba, podía irme al demonio.

Aunque… sí, en algo os parecíais a una niña además de en lo irreflexiva; la manera de mirarme. En vez de haber dejado que el miedo de haber rozado los labios de la muerte se apoderara de vos, el asombro lo había expulsado de vuestro sentir , impidiéndoos marcharos sin haber obtenido aquellas dudas clavándose en vuestra cabeza como una espina haciéndoos retorceros bajo mi silencio. Por favor, creedme cuando os digo que mi intención no era hacer que os sintierais menospreciada por mi actitud para con vos, sino que lo contrario; valoraba vuestra vida, aunque al parecer vos no lo hicierais. Vos no lo habíais vivido, y esperaba que no lo encarnarais jamás, pero la experiencia me decía que si el día de mañana o diez años más tarde no reconocíais mi voz y censurabais mi semblante, más feliz viviríais; bastaba con ver las sonrisas de los asistentes a esa fiesta, las cuales brillaban más fuerte sintiéndose a sí mismos como los soberanos de la tierra, para darse cuenta del útil obsequio que resultaba ser ignorancia para apagar las penas y las preocupaciones.

Pero ahí estabais, vos, insistiendo en aquello que estaba lejos de haceros feliz. Teníais razón en algo, sí, en que yo no tenía ninguna clase de obligación ni para con vos, ni mucho menos para con vuestra integridad física y moral, pero aun así había decidido luchar contra una postura indiferente e indolente para salvar vuestra vida, para hacer que durara un poco más si así lo deseabais. Os preguntaréis por qué, y la verdad es que yo tampoco lo concebía nítido dentro de mi mente, pero era porque a pesar de lo negligente de vuestra conducta, vuestros ojos —a pesar de ser de un oscuro color — eran los más transparentes que mi vista había tenido el desconcierto de apreciar; la sinceridad desmedida nadaba en esas irises. Tal vez era que no cerrabais vuestra boca porque abierto teníais el corazón; el mío, a diferencia, permanecía oculto tras rejas puntudas alrededor de su morada, y candados tras cada puerta y pasillo.

Mis labios se tensaron ante una de vuestras dolorosas palabras, y luego reí con ironía, como mofándome de mí mismo por ello.


“¿Qué eres?”


Sí, parecía lógico que hubierais descartado el “quién”. Resultaba irónico que para ser una persona se requiriera un conjunto sólido de requisitos, pero para ser considerado un ente bestial bastara con una mínima señal de fiereza desmedida. Le cerré la boca a los efectos de vuestra connotación, y me giré a veros a los ojos ya un poco más calmado. Comprendí que con vuestra merced tendría que armarme de paciencia, no por obligación ni por educación, sino porque era lo que merecía vuestra transparencia para conmigo, aunque esta fuera arriesgada para ambos, al hacernos hablar de un tema de tal clandestinidad en la mitad del jardín del Palacio Royal.

Escuchadme, señorita… lo lamento, no sé vuestro nombre. He de presentarme primero —incliné mi figura hacia vos, casi como si me estuviera disculpando con vos en vez de daros a conocer mi identidad— Valentino de Visconti, Duque del Sacro Imperio Romano Germánico. Me encuentro actualmente visitando estas tierras. Hubiera deseado conoceros en mejores circunstancias.

Cuando volví a levantar mi cabeza, reinicié en mi cabeza la búsqueda por alguna respuesta que os dejara tranquila o al menos lo suficientemente satisfecha como para volver a vuestro hogar y cerrar puertas y ventanas por una noche, sólo una noche. Quería… ¡que tuvierais miedo, maldita sea!, pero rostros iluminados como el vuestro jamás podría merecer una desdicha deliberadamente provocada y buscada. Algo dentro de mí, instintos animales o intuición humana, no lo sé, me advirtieron que si me quedaba allí, contemplando vuestro semblante de niña inquieta buscando aliviarse en las palabras de quien todo había perdido, mis cicatrices no podrían permanecer ocultas ya más. Y me arriesgué. Oh, ¡cómo me arriesgué!

Es mi deber advertiros que a pesar de que vuestra petición es legítima, ambiciona demasiado. Es por seguridad, no por arrogancia que restrinjo esa información. Sin embargo, veo que tenéis el fatal talento de meteros en problemas graves, así que os concederé una parte, pero no pretendáis rebasar ese límite —miré hacia atrás, viendo con desagrado las cenizas que habían quedado de aquel abominable ser ahí, en el piso empedrado. Después volví a dirigirme a vuestro ojos, esos que como velas encendidas querían sembrar una guía en la oscuridad, pero yo no os hallaba, porque las sombras habíanme puesto una venda.— Ese vampiro debía ser de hace siglos; pudo leer mi mente sin ninguna dificultad. Podéis consideraos afortunada, puesto que desde hacía poco más de dos días que ese inmundo no comía, y se encontraba débil. Pudo haber sido peor, bastante peor. Me hubiera dado trabajo de haber estado en óptimas condiciones.

Una última ráfaga de viento hizo desaparecer los últimos restos del vampiro, aventándolos al olvido permanente después de una vida desmedidamente longeva y sin sentido. ¿En serio queríais formar parte de ellos? Incluso yo podía considerarme bendito al no convertirme en una flor marchita, mas nunca descompuesta; había una vida. Ellos no tenían futuro, porque de partida no tenían presente; estaban condenados a permanecer siempre navegando en el pasado hasta naufragar en él mediante un asesinato o un suicidio.

Para romper lo tétrico del aire, os respondí algo más, aunque tal vez no de la manera que esperabais tan afanosamente. Los años me habían enseñado que una centrada cautela era más efectiva que hacer de completo incógnito, y funcionaría con vos. Palpé el borde de mi antifaz con mi dedo índice, delineando las barras de mi celda como un reo añorando salir, pero a la vez resignado a su prisión.

Esto que veis no es un culto a la vanidad, ni tampoco un llamado a la fama y a la inmortalidad. Veréis… se necesitan un par de días con vida para una cantidad promedio de amigos y enemigos. Imaginad la cantidad que podéis alcanzar viviendo eternamente, como ellos. —suspiré antes de hablar un poco más bajo y también más cerca. Estábamos siendo los dos temerarios por hablar de temas prohibidos en aquel sitio— Lamento deciros que no puedo deciros exactamente qué es lo que hay detrás, pero si lo hiciera estaría cometiendo un pecado mayor que el vuestro, pero supongo que si sois tan suspicaz como sospecho, no tardaréis en averiguarlo.

En parte hacíais que me desahogara; ser un conversador innato no era mi fuerte , pero no debía expresaros más, o lo terminaríais pagando vos. Por unos instantes os vislumbré siendo servida por esas sanguijuelas del inframundo como si fueseis algo comestible, y una parte de mí se oprimió. Era desolador imaginar que lo que todavía permanecía puro en este mundo pudiese llegar a ser desintegrado por los males que atormentaban la frágil bondad. Un brillo de tristeza adornó mis ojos cuando asimilé esa esperanza infecunda que teníais y la asocié con la mujer que me había amado y amado bien. Ella también creía, incluso cuando no debía creer, y yo… no había podido salvarla. Nada me costaba intentar doblarle o quizá hasta quebrarle el brazo al destino impidiéndoos caer en ese pozo sin fondo de la vulnerabilidad.

Os ruego que me permitáis llevaros a casa. No es seguro que permanezcamos aquí. Seguramente camaradas de ese engendro ya percibieron su homicidio y buscarán revancha. Ellos no discriminan —os miré fijamente, algo más serio. Quería que os dierais cuenta de la gravedad del asunto, y que ellos no lo pensarían dos veces antes de torturaros y luego devorar cada una de las gotas de vuestra sangre como castigo.— Son tan cobardes que no les importará si se trata de una joven señorita o de un hombre de la realeza. En este espacio pueden hacer lo que quieran. Permitidme poneros a salvo.
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La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke Empty Re: La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke

Mensaje por Nathaly Rilke Jue Jul 25, 2013 1:20 am

Es muy probable que las mejores decisiones no sean fruto de una reflexión del cerebro
sino del resultado de una emoción.

Eduardo Punset

¿Qué secretos intentaban ocultarme el mar en sus ojos? Diga Duque, ha sido usted capaz de notar como ante ese mar que se agita en momentos furioso y en otros calmo, encuentro la paz que solo pensé que Lara sería capaz de brindarme. Que irónica es la vida ¿No lo cree así? pues de un lado me calmaba un vampiro y del otro un licántropo, ambos enemigos por sus naturalezas y ambos intentando guiarme a su propia dirección. La de usted Duque me llevaba a la vida como humana, al goce de los placeres simples y la mortalidad… de verdad es tan bueno ser mortal…

Por ahora puedo decir que lo era, gracias a que me mantenía mortal aún podía estar ahí con usted, conociendo más de aquel mundo que me fascinaba pero al cual aun no podía llamar parte de mi hogar. Añore la presencia de Lara unos momentos, pero su presencia era capaz de distraer mi mente hasta de ella. No sea jamás capaz de notar lo que logra provocar en mi Duque, eso solo sería un arma injusta que usarías en mi contra; dirás que eso no es así, que serías incapaz de querer dañarme de manera deliberada, pero sabes bien que por mantenerme humana y hacer que me alejara de los peligros nocturnos serias capaz de hacer casi cualquier cosa.

Esta de sobra decir que la tensión que note seguido de aquella risa que en el fondo lucia dolor, provoco en mi un arrepentimiento tal que solo fui capaz de desviar la mirada. Repetí mis palabras en mi mente hasta toparme con aquellas que no debí haber pronunciado nunca…. hice algo que jamás le deseaba a nadie, le había quitado la oportunidad de ser alguien para convertirlo en algo que no tenía el mínimo valor. Mi corazón latió provocando que el pecho me doliera y crea cuando digo que eso que dije estará en mi memoria mucho tiempo, causando dolor a mi ser pero afortunadamente haciendo que piense en usted cada vez más.
Duque, diga… ¿Por qué se empeña en estar en mis pensamientos?, cualquier otra persona estaba segura de que le olvidaría pronto, mi interés en las cosas comunes era prácticamente nulo, pero usted… se metía lento pero profundo en mi mente, parecía no estar dispuesto a dejarme marchar sin tener una marca permanente de usted conmigo.

Cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, tus palabras no eran las que buscaba. Ya conocía un poco de su identidad, admitiré que toda solamente por los rumores que se corrían en el baile, donde su ausencia posiblemente ya era notoria. Por mi parte, no me interesaba si notaban que no estaba, era común en mi después de todo escapar en el momento en que pudiera de las cosas serias y aburridas pero de usted.
Era un Duque, y ellos deben permanecer en los salones para formalidades, para bailar con las damas y para que estas imploraran con sus movimientos y sus palabras que se enamoraran de ellas.
Suspire cuando sus palabras dieron paso al silencio y más por el hecho de no resultar más grosera de lo que había sido ya, que por verdaderas ganas de hacerlo, me presente.
- Nathaly Rilke un placer conocer al codiciado Duque - hice una leve reverencia al tiempo que mis labios dibujaban una sonrisa - y no creo que exista mejor circunstancias para conocernos que esta, así que descuide - las cosas no pueden evadirse tan fácil con simples presentaciones o deseos de cosas mejores. El pasado no puede ser cambiado querido Duque, pero el futuro… ese bendito futuro que depende únicamente de las decisiones presentes y el cual da los giros más inesperados en el momento menos oportuno. Ambos sabíamos que ese era uno de esos momentos.

Me alegraba saber que fue capaz de notar mi poder de atracción ante los problemas y las circunstancias no muy favorables, pero ¿sabe qué? valía la pena, por usted y por Lara valía el riesgo estar en lugares oscuros y seguir criaturas sin saber si sobreviviría. Con ilusión le mire, en esos momentos imaginaba que estaba cayendo Duque aunque la realidad es que no me di cuenta que conforme caía uno de nosotros, el otro le seguía de manera irremediable.
Sonreí sin garantizar que no querría rebasar lo que de tus labios saliera, y no sé como pudo confiar en mi notando ya lo insistente que era.

Escuche sus palabras sintiendo temor; algo que no era por mi, si no por usted y por Lara. Un torbellino de imágenes que nunca antes se habían acumulado en mi mente vinieron a mi cual rayo y se desvanecieron apenas en una respiración, todas ellas incluían visiones de cosas que jamás espere contemplar o si quiera imaginar. Sacudí un poco mi cabeza y enfrente su mirada.
- Afortunado que haya estado aquí para ayudar, aunque como le comente ya… morir no es un problema. - Guarde silencio, y debiste pensar que no preguntaría nada más, pero estabas equivocado - Según tengo entendido… los humanos comunes no pueden aniquilar vampiros tan fácilmente ¿Cómo le ha sido posible hacerlo a usted, Duque Valentino? - mis dudas volvieron a ti pero conmigo se quedo la sensación de su nombre al ser pronunciado, que era demasiado agradable.

Tus dedos recorriendo ese antifaz que ocultaba tu rostro me llamaban, quería poder tocar ese antifaz… más que eso, deseaba tocar su piel cálida y la fuerza que era capaz de sentir a través de ella. Una fuerza que no comprendía en esos momentos estaba marcada por el dolor de la perdida y de los secretos que no podían ser fácilmente revelados, debo decir que me siento halagada de haber podido escuchar un poco de eso en nuestro primer encuentro.
Mis manos se empuñaron para ocultar las ganas que tenía de estirar los brazos en dirección a su persona y me concentre únicamente en su voz.
- Amigos y enemigos se tienen siempre, incluso aunque en ese vida exista la palabra eternidad - mire en dirección a otro sitio porque me molestabas. Decías cosas y después callabas, continuabas hablando pero solo lo justo para dejar más dudas que respuestas y después… nada - lo averiguare - respondí con tono molesto no sin dejar la pequeña nota de amenaza algo infantil al regresar mi mirada a sus ojos- y si no lo hago sepa de una vez que será imposible que pueda librarse de mi - sé que lo ultimo que deseabas en esos momentos era poner mi persona en peligro, pero ya lo sabes se me da meterme en problemas por mi cuenta.

Desee negarme a su petición, de verdad que si lo quise y lo intente; más cuando las palabras de negativa estaban por salir de mis labios me quede muda y fue por esa razón que solo le observe durante unos momentos. ¿Qué pensabas en esos momentos? Que habría que poner a salvo a la niña imprudente antes de que terminara muerta y entonces tu rescate no valiera más que nada… o es que en mi encontrabas algo casi tan hechizante como yo en ti…
Asentí antes de ser capaz de pronunciar palabra alguna  y la verdad es que no se si lo que dije en esos momentos estuvo bien o no.
- ¡No todos son cobardes! - mi tono de voz fue elevado, pero debe comprender que hablar de cobardía cuando el cariño que debo sentir por mis padres esta orientado en dirección a una mujer que pertenece a esos que llamas engendro… era natural mi forma de reaccionar, aunque mi tono bajo e intente desviar su atención de eso, provocando que dijera otra cosa que quizás no le agradaría Duque - Bueno… le permito acompañarme solo porque mis padres se sentirán muy contentos de algo así - suspire dando una mirada al jardín - no puede haber mejor manera de despedirme de ellos que esa - y aunque lo dije en voz muy baja, sospecho que no lo fue tanto para usted.

¿Qué hará Duque? Pronto mi destino estaría marcado por la noche y la sangre. Y seguramente si eso sucede nosotros no nos veremos de la misma manera… nunca más.
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La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke Empty Re: La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke

Mensaje por Valentino de Visconti Dom Ago 11, 2013 1:58 pm

En ese momento pensé… ¿Yo, librarme de vuestra merced? Sonreí ante la ironía. Si mi olfato no me engañaba, erais tan humana como aquel muchacho enfermizo de catorce años que alguna vez fui, por lo que no consideré que fuerais un peligro para mí, sino que al revés. Mucho después me llegaría a dar cuenta de que al menos en parte estaba equivocado y que vos teníais mucho más de vuestra parte que la fragilidad de vuestra humanidad. Erais una niña mimada, desde luego, a quien nunca habían dicho que no, o podía ser el caso contrario, que de tanta restricción explosionarais de forma negligente como lo estabais haciendo.

Noté que las cosas que me reservaba eran precisamente las que deseabais saber, pero no cedí ante vuestros caprichos. Negué con mi cabeza; sabía que las señoritas jóvenes se confiaban demasiado en la suerte y que era complicado conservar la paciencia con ellas, pero vuestra merced se pasaba de la raya, esa que separaba a la vida de la muerte. No cedería, ni vos tampoco. El problema era que creíais que me comportaba así sólo por el deseo de comportarme desagradable cuando en realidad buscaba meteros en la menor cantidad de problemas posible. Ni siquiera tomabais el peso de que estábamos en peligro solo por compartir en solitario en el jardín. Y me pregunté….

¿Por qué estoy soportándola? —alcé una de mis cejas ante vuestra infantil afirmación. Suspiré, porque creía que la razón esa bastante obvia— ¿Para qué me lo pregunto? No importa. Ya estoy metido en esto.

¿La razón? ¿En serio necesitáis saberla? Yo creo que no. No os he enseñado todo lo que os he mostrado para que hagáis trampa en esa pregunta, y vos no pecáis de botarate como para daros una pista.

Vuestro alarido rebatiendo mi afirmación sobre los mayores ladrones de la vida no me desconcertó, pero hizo que tensara los músculos de mi rostro; confirmabais que el lazo que os unía con los vampiros era más fuerte de lo que al principio había supuesto. Debía ser precavido con voz; podíais utilizar esa información en mi contra, o los chupasangres fácilmente podían extraerla de vuestra mente sin daros cuenta para posteriormente acorralarme en masa y destrozar mi carne. Entonces decidí que jugaría al humano, al mozo Duque del que habíais oído hablar, aquel que no perdería tiempo discutiendo con vos sobre ese tema de seres sobrenaturales que quería desviar. Incluso me hice el desentendido con la última frase que salió camuflada de vuestros labios; un licántropo lo hubiera escuchado con facilidad, pero un humano no.

Pude sentir las pisadas furiosas de algunos vampiros acercarse a nuestra posición. No estaban demasiado cerca, pero tampoco lo suficientemente lejos como parar permanecer un período de tiempo considerable en el mismo sitio. A pesar de la prisa, actué calmadamente. Tenía práctica fingiendo determinados estados de ánimo para evitar desenlaces no deseados. Os ofrecí mi brazo, transmitiéndole a las bestias de sangre que no estabais desprotegida.

Acompañadme, mademoiselle. Anunciemos nuestro retiro antes de que comiencen a buscarnos. Nos sacaremos un contratiempo de encima. —dije entremezclando mi acento italiano con el francés.

Niña malcriada. Esperaba que al menos os comportarais de vuelta al carruaje que había ordenado antes de ingresar que esperara al exterior. Nos vieron atravesar los salones del brazo sirvientes y señores sin poder comerse su rostro de estupefacción y de curiosidad. Fue tanto así que las parejas danzantes se detuvieron al mismo tiempo que paró la música de sonar. Era como si eligieran qué motivo incitaba más a rascarse la cabeza; el que la jovencita de la alta sociedad más escandalosa e indiscreta caminara del brazo de un hombre de buena reputación

Seguidme el juego —dije en voz baja a vuestra merced, esperando que por una vez en vuestra vida hicierais caso. Le sonreí a la multitud diplomáticamente y mantuve mi voz al nivel de la gentileza. Era el protocolo a seguir— Os ruego que disculpéis no poder continuar con tan amena celebración, pero he de escoltar a la señorita Rilke a su hogar. Por favor, continuad. —incliné mi cabeza con respeto. Parecieron conformes con aquello.

Habíamos ingresado al lugar rodeados de gente, pero nos fuimos en solitario. Ignorando las miradas malintencionadas, atravesamos las puertas dobles del Palacio Royal para llegar al exterior, en donde se encontraban mis lacayos haciendo brillar el carruaje. Observé al cielo unos segundos para concentrarme en averiguar qué tan cerca estaban los indeseables monstruos que vos defendíais y me encontré con que habían disminuido considerablemente su velocidad. Eso era bueno; estaban dudando acerca de asecharnos. Lo más probable era que se devolvieran. Una preocupación menos.

Ella es la señorita Nathaly Rilke. La llevaremos a salvo a su hogar. ¿Alguna duda al respecto?... ¿no? Excelente. —le anuncié a mis sirvientes ante sus caras confundidas. Entenderéis que debido a mi carácter reservado no era común que llevara damas conmigo y que aquello causaba extrañeza entre quienes compartían diariamente conmigo. Os miré más calmado por sentir el riesgo más lejos— Sólo os pido que no busquéis más emociones fuertes por el resto de la noche, ¿de acuerdo? La suerte es algo de lo cual no se puede abusar; no se debe a nadie.

Tiempo después sabría que no podría haber dicho nada más absurdo que eso aquella ocasión.

Uno de mis lacayos os abrió la puerta y como acto seguido me adelanté para extenderos mi mano y así ayudaros a entrar. Cerré vuestra puerta y me dirigí al otro lado para tomar mi lugar. Antes de entrar miré hacia lo lejos, en esas calles oscuras en las que seguramente vuestros amigos estaban dando un paseo antes de cazar. Al menos con mi aroma cerca de vos lo pensarían dos veces antes de intentar cualquier cosa.

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Mensaje por Nathaly Rilke Lun Ago 19, 2013 12:12 am

Las conversaciones son siempre peligrosas si se tiene algo que ocultar.
Agatha Christie

No sé que me provocaba más su sonrisa si molestia o gusto; solo se que lo que si me molestaba eran sus ojos que aunque hermosos en extremo me indicaban que analizaba cada cosa que hacía o decía y por lo general nada de lo que veían les agradaba pero no estaba ahí para agradarle si no para divertirme como yo siempre solía hacerlo. Pero eso ya lo había notado el duque de una forma que claro tampoco le agrado.

Las negativas, las miradas de reproche y los silencios solo provocan en mi mayor curiosidad y anhelo de conocerle hubiera sido feliz y no me habría tenido insistiendo tanto si aunque fuera me hubiera mentido, quizás mas delante me enterara de que todo cuanto decías era una mentira pero ¿Que importaba? Acaso no querías librarte de mi y mis preguntas le parecía fascinante de una manera que ni siquiera usted mismo puede comprender.
Sonreí cuando pensé en eso, generar dudas y curiosidad en usted duque pues nos ponía en una situación mucho más equilibrada que era lo que necesitaba.

Se provoco un momento de silencio entre ambos, había hablado de más al exaltarme por sus palabras pero es que podré perdonar muchas cosas, menos algo que considere una ofensa para Lara. Sé que ella tampoco tiene mucho afecto por otras criaturas sobrenaturales pero mi afecto por ella y solamente curiosidad por usted hacían que por lejos ella ganara esa batalla. Desafortunadamente no sabía que el encuentro de nosotros desencadenaría una serie de nuevos pensamientos en mi que cambiarían todo lo que conocía y quería hasta ese punto de mi vida.
Me alegro saber que no indagarías más en nada de las ultimas palabras que dije porque eso solo aumentaría los roces que estábamos teniendo, así que asentí a las indicaciones que me dabas y me causo algo de gracia pensar en que nos estuviesen buscando.
¿Qué pensarían si encontraban a la joven que no se quedaba quieta y al famoso Duque Valentino? Bueno aunque no nos encontraran en ese lugar inevitablemente tendríamos un encuentro con las demás personas.

- Que amable que es usted Duque - sonreí un poco burlona y me sujete de su brazo comenzando el camino a la salida de ese lugar. Si bien comenzamos a encontrarnos con gente en nuestro andar me pareció algo inolvidable las expresiones de todos; nadie puede imaginarse que yo salga de ese lugar con usted, todos conocen de mi especial forma de ser y que prefiero visitar a los de los barrios bajos que a todo ese grupo de falsos e hipócritas. En una parte del camino considere inconveniente que nos vieran juntos pero al dirigir mi mirada a sus ojos que solo se enfocaban al frente continúe mi andar a su lado - Gracias por acompañarme - susurre antes de que llegáramos al salón de baile y todo se detuviera ante nuestra entrada.
Quiero aclarar que solo por usted no es que les dije algo imprudente y solo me digne a sonreír de manera educada, justo como mi madre siempre me indicaba que lo hiciera. Le seguí el juego en parte porque era demasiado divertido, de hecho… creo que además del baile con el inexistente vampiro la salida del lugar había sido de lo mejor de toda la noche.

Pasamos entre las parejas y personas que lentamente volvían a lo que estaban antes, pero los cuchicheos no se hicieron esperar y como siempre les ignore. No me interesaba tener que escuchar tonterías de nadie porque ya suficiente tenía con sus sermones Duque.
Libres al fin de las miradas del palacio mire en dirección al carruaje y caminamos hasta el. Hice una mueca y mire en otra dirección pues justo como la gente del baile también éramos observados por sus sirvientes, sé que no soy lo que todos esperan que sea, que valoro más a otras personas que a los que son gente de la alta pero es solo que hago lo que creo mejor, lo que me llena más que tener la cabeza llena de tonterías.
Solté su brazo para sonreír y mirarle finalmente, quería que comprendieras que lo que pedías era imposible, los riesgos y las emociones eran parte de mi vida al igual que las excursiones nocturnas.
- Haré lo posible por no causarle más "inconvenientes" mientras este con usted pero después de eso no le garantizare nada - puntualice antes de subir al carruaje ayudada por su usted. ¿En algún momento le hartare tanto como para que deje esa amabilidad de lado?

El carruaje avanzo entre la oscuridad de la noche sin poder evitar que me cuestionara sobre el paradero de Lara, deseaba verla ya pero la ultima vez que nos encontramos no había sido del todo grato así que deje escapar un suspiro. Mi hogar no se encontraba muy apartado del Palacio Royal y de haber sido por mi gusto me habría ido paseando por las calles, pero claro eso no lo permitiría el Duque.
- No responderá mis preguntas ¿verdad? - le mire - Es demasiado evasivo Duque pero la verdad sale a la luz tarde o temprano así que - reí - más pronto de lo que espera conoceré que es lo que oculta, lo descubriré todo aunque eso me lleve a emociones fuertes - dije recordando sus palabras mientras las casas comenzaban a volverse más elegantes signo de que no estábamos muy lejos de casa, pero no me apuraba dejarle Duque, porque algo me decía que usted y yo nos encontraríamos nuevamente más pronto de lo que esperábamos.
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Mensaje por Valentino de Visconti Lun Ago 26, 2013 5:06 pm

¿Lo posible? Lo posible para vos era continuar siguiendo vuestro ánimo indagador, pero mas nada; vuestros ojos inquietos querían ver tras mi antifaz todo lo que yo quería alejar de la luz, yo lo sentía; la curiosidad os asaltaba de una manera que solamente había logrado distinguir en los niños; el asiento en el cual os sentabais tan pomposamente como la dama de sociedad que erais temblaba debido a vuestros movimientos desasosegados y yo… bueno, digamos convenientemente que no estaba acostumbrado a lidiar con esas personalidades. Seguramente entenderéis que durante toda mi vida estuve habituado a personas que lo que menos buscaban era importunarme por temor a represalias, pero ya veis que vos llegasteis alada a romper con aquello. Muy poco sabía cómo actuar con vos además de las normas de etiqueta y lo que más detesto es sentirme impotente debido a la ignorancia. Patético, ¿no? Haber vivido tanto tiempo entre figuras diplomáticamente correctas para no saber como comportarse ante una mujer auténtica como vos, si es que no erais la única que hubiera conocido durante los últimos años.

A la residencia Rilke, ¿no es cierto? —os pregunté antes de indicarle al chofer nuestro destino no demasiado lejano— Hacia el hogar de la señorita, Florian. Procurad avanzar directo y sin vueltas innecesarias. No queremos preocupar a su familia. —os miré directamente en la última frase con el afán de que tomarais el peso a la situación. No lo hicisteis.

No os dejaría volver a la fiesta o bajar a cena privada alguna en una de las mansiones de París, pude notar que lo presentíais por ese rostro que marcaba las ansias de libertad con cada gesto. Suspiré con pesar mientras fruncía el ceño involuntariamente; aquellas ansias vuestras debían salir por algún lado y así fue. Agradecí que las piedras del camino produjeran un pequeño salto en el carruaje; ese movimiento brusco ayudó a que no os viera mal por vuestras infantiles y riesgosas pretensiones. Volvisteis a insistir en adentraros en las llamas que me rodeaban. Ya comenzaba a dudar sobre si estábamos en el mismo equipo o no. Esa vez no os ignoré; ya había sido bastante con las anteriores advertencias que os había hecho.

Carraspeé mi garganta antes de volver a hablar con vuestra merced; mantener la compostura se me estaba haciendo algo más complicado. ¿Y de qué otra manera reaccionar si parecíais caminar hacia el abismo sonriente con una venda en los ojos? De alguna manera me veía a mí mismo junto a vos, queriendo deteneros de lo que yo sabía que era la perdición; sin embargo, no entendía —y jamás lo haría— que alguien pudiera elegir las llamas del infierno voluntariamente. Entendía que alguien quien hubiera perdido todo lo hiciera, porque al menos era una manera de aliviarse, el dolor eterno, pero no podía comprender que vos, una joven con todo cuanto… hubiera querido tener —lo he dicho— quisiera tirar por la borda su suerte.

Corregidme si mi impresión es incorrecta. ¿Acaso estáis remando hacia el lado opuesto? —creo que soné mortalmente serio para con vos— Esto… sería bueno saberlo, porque aunque no os lo he anunciado solemnemente, poneros a salvo es lo que he intentado hacer desde que noté que ese medroso no os veía con ojos transparentes. Adivinaréis que no soy el más extrovertido de los invitados, pero tenía el deber de compartir con quienes cordialmente me invitaron y dejé gustoso ese deber, pero no quiero creer que ha sido por nada. —tomé aire a la mitad de lo que os venía diciendo. Desde allí no pude volver a veros a los ojos sino después de unos minutos— Tal vez el conocimiento sea poder, señorita Rilke, pero eso no quiere decir que ese conocimiento nos favorezca a nosotros; a veces sólo ayuda a que los menos indicados vayan a por nuestro talón de Aquiles. Ambicionáis demasiado.

Hasta ese instante no sabía por qué me esmeraba tanto en que de una vez por todas sentarais cabeza y tomarais vuestro lugar en la vida, pero no tardaría en descubrirlo. Esa decisión en vuestras palabras que parecían no medir las consecuencias, ese corazón tan abierto que imaginaba que debía costaros callarlo para que no se hiciera sangrar a sí mismo. Todo me llevó a una única e ineludible persona.

Os pido que agradezcáis haber salido ilesa esta noche y os contentéis con eso. Estaréis mucho mejor si no cometéis los mismos errores que… —se me heló la sangre en la garganta cuando me di cuenta de lo que estuve a punto de expulsar de mis labios. No terminé la frase; ni siquiera os di una explicación, para variar. Solamente pude daros una cobarde evasiva. — Tened más cuidado de ahora en adelante —dije en voz baja, casi en un susurro.

Lorelei todavía me asaltaba. No imagináis lo cruel que es darse cuenta de que la persona que amasteis despreció el cielo para abrazar las llamas del infierno por vuestra causa. Sí, fue mi responsabilidad . ¿Por qué? Porque nada fértil puede salir de una raíz contaminada; lamentablemente lo aprendí tarde. Al elegirla a ella y ella elegirme a mí sentenciamos nuestro pacto de infortunio. Así es, mi camino se juntó con el suyo y lo contaminé. ¿Os parece difícil de creer? No para mí, que en el minuto en que la vi atravesar mi puerta por accidente al huir de su pretendiente pude simplemente haberla llevado de vuelta con su padre, o al menos haberla dejado pasar, pero no fue lo que hice. ¿Por qué tuve que esconderla en mi habitación? Supongo que ni vos ni yo podremos saberlo nunca. Sólo puedo decir que quizás ambicioné demasiado.

Tal vez por eso a vos me costaba mirar a los ojos.
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Mensaje por Nathaly Rilke Dom Sep 01, 2013 2:28 am

Le salvé la vida y, cuando se salva la vida de alguien, es obligado quererlo.
Lucy Montgomery

Podía notar su frustración al verme, le destilabas por cada poro de tu piel y tus ojos eran legibles aunque intentaras ocultarlos de mi vista. Detestaba viajar en carruajes y no dije nada porque ya lucia bastante incomodo con todo lo que hacía por mi, pero deberá saber Duque que no estoy acostumbrada a ser llevada absolutamente a todos lados; sé que por ser una dama de alta sociedad era necesario que se me cuidara pero el exterior era simplemente tentador y las calles siempre llenas de misterio me llamaban a recorrerlas. Había perdido esa noche la posibilidad de un viaje entretenido desde el Palacio Royal a casa.

Asentí a su pregunta y una sonrisa burlona apareció en mis labios cuando su mirada se enfocaba nuevamente en mi, intentando hacer que me volviera un poco más sensata en su presencia pero Valentino, estabas fallando terriblemente.
- Si… es que ellos se preocupan tanto por mi - Soné más sarcástica de lo que esperaba. Mis padres se preocuparían es cierto, pero no por lo que tu creías que lo harían, ellos solo se preocupaban porque les hiciera quedar en vergüenza con los conocidos y eso era todo, no era que realmente se preocuparan por mi, ellos solo esperaban que yo lograra enorgullecerlos y volverlos más importantes ante la sociedad. Aleje mi mirada de la tuya porque me molestaba que fueras insistente en ese aspecto, si yo era de esa manera era porque todo tenia una razón de ser no solamente por caprichos míos.
Si existía a quienes no deseaba preocupar en muchas ocasiones era a la servidumbre, ellos si eran una verdadera familia para mi, siempre atentos y preocupados porque me sucediera algo y no volviera a casa.

Creía que la única forma de desviar tu atención y la mía de mis asuntos familiares era inmiscuirme en los tuyos, que no eran precisamente familiares pero no por eso eran menos entretenidos que esos. Supe bien, desde el momento en que interrogue que no era de tu agrado volver a tocar el tema pero era a la vez un poco de venganza por tratar temas que no me agradaban, así que de esa manera podíamos sentirnos en algo más de igualdad respecto a eso.
El carruaje daba algunos saltos por las calles y las rocas que impedían que avanzara de manera calma, pero eso no me impedía mirarte fijamente, esperando cualquier muestra que tu cuerpo me diera para sacar mis teorías.
Sonreí ante tu pregunta y a cada una de las palabras que siguieron a esta. Eras frustrante, estabas lleno de secretos pero también de preocupaciones y un corazón noble, a momentos detestaba tu manera de ser y en otros simplemente me volvías débil con tus acciones y palabras. Pero n sabía como responderte o si lo correcto era decirte la verdad… que pronto sería como aquel a quien habías asesinado en el baile, que tu esfuerzo no había valido la pena en lo absoluto y que aunque te agradecía haberme salvado para ti después quizás solo representaría una carga.
- Tu impresión es correcta, aunque para mi claro la dirección en la que remo es la correcta - te mire al tiempo que mi sonrisa se desvanecía para hablar de manera más seria - Gracias por haberme puesto a salvo, pero fue por eso por lo que te dije que no te había pedido ayuda y no debiste dejar tus deberes por alguien como yo… además ya lo notaste - recordé la manera en la que salimos de la fiesta - no te dará buena fama haber estado conmigo ni salir a mi lado, un Duque con la mujer que siempre hace lo que quiere, que sale por las noches y hace todo lo que desea sin guardar la compostura debida. Eres demasiado bueno… - deje de mirarte porque ya no me veías más y no fue hasta que retomaste las palabras que volví a verte - Ambiciono lo que creo que puedo obtener… pero esta bien, sea como sea ya he dicho que descubriré su secreto.

Seguía preguntando a mi misma, una y otra vez ¿Por qué eras así? es que simplemente me es imposible comprenderlo; Duque es alguien muy complicado para mi, al parecer tanta diferencia entre nuestras formas de ser no ayudaba en nada.
- ¿Los mismos errores de quien? - Estaba segura de que lo que iba a hacer era lo correcto, pero quería saber quien había cometido errores y si en ese quien estaba guardado el secreto de que fueras de esa manera. Ahora solo puedo decir que lamento recordarte a Lorelei pero si bien ella rechazo el cielo, te recuerdo que yo lo rechazaba ya desde antes de toparme contigo, así que no deberías de temer. No puedo adentrarme más en las llamas de lo que ya lo estoy - Siempre tengo el cuidado necesario así que no es necesario que me lo estés diciendo y repitiendo una y otra vez.

Sé que pensar en ella te duele, pero no correré el mismo destino lo sé, y solo por eso deseaba que me permitieras ser como soy, porque no quería ser un pajarillo en una prisión de oro y haría todo lo posible por evitar ese destino que me parecía mucho más cruel que cualquier otro que pudieras pensar.

Las casas se volvieron conocidas y nuestro viaje estaba próximo a terminar. Un suspiro del cual no me di cuenta hasta que termino de salir de mis labios fluyó y de reojo te mire, ¿Qué pensabas en esos momentos? ¿Deseabas volver a verme? o es que como todos los demás sabias que no era normal, que solo traería problemas y desgracias… si, lo mejor sería que te alejaras de mi y que no miraras atrás. Que ambos nos hubiéramos alejado sin mirara atrás, eso debió ser lo correcto, pero esta de más decir que nos llamábamos el uno al otro de una forma que pocos entenderían.
- Mi casa esta cerca… - susurre, pues ya veía venir todo la emoción familiar porque me hubieras acompañado hasta casa… tu… un Duque, alguien que nunca espere encontrar.
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Mensaje por Valentino de Visconti Mar Oct 01, 2013 10:06 am

Tal vez lo más frustrante de haber tratado con vos esa ocasión en el carruaje no fue que os mostrarais desinteresada en el valor de vuestra integridad, sino que estabais haciendo darme cuenta de que el pasado seguía siendo real. Y dolía, dolía porque a pesar de que me esforzara en apartarme de las imágenes de esas hermosamente dolorosas memorias, el que casi se me escapara el nombre de mi fallecida esposa ante vos me hacía caer en cuenta de que seguía estando demasiado cerca.

Recuerdo que me quedé inmóvil mirando hacia adelante en mi asiento a pesar de los movimientos del carruaje. Así permanecí, como un cuerpo al cual le hubieran quitado su alma unos instantes. Seguramente pensasteis que era un sujeto extraño y perturbado; no estabais equivocada. Habrán sido sus cinco o seis segundos los que me quedé viendo hacia cualquier parte menos hacia vuestro rostro mientras componía mi coraza bajo el amparo de mi prenda de vestir más preciada; os había mostrado sólo un destello del incendio clandestino de mi pasado, pero sólo se necesita un pequeño resplandor para encontrar el camino al sol, ¿no es así? Y todavía era demasiado pronto para que supierais más, aunque en ese momento no planeaba contaros nada ni en esa ocasión ni en ninguna otra que pudiera haber más adelante. Qué ironía, ¿no creéis? Siempre descubría el punto exacto por el cual debía decapitar a un vampiro; ahuyentar los fantasmas del ayer resultaba ser una tarea casi imposible. Como no pude alejarlos, me los tragué en ese corto período de tiempo. Los guardaría dentro de mi garganta y posteriormente los lloraría por dentro, apartado en todo momento de vuestra mirada impaciente.

Con la mejor cara de mentiroso que pude poner sobre mi faz, me giré finalmente para veros al rostro y contestaros. Por supuesto, era mucho más fácil ser discreto con un antifaz entremedio; hacía que me sintiera un poco más seguro de lo que os estaba diciendo.

Los mismos errores que quienes terminan lamentándolo, señorita. Los años que he pasado sirviendo al imperio no han transcurrido en vano. Me ha tocado ver más tropiezos que puestas en pié precisamente por subestimar el andar inestable de las hazañas —esbocé una media sonrisa sin llegar a mostrar mi dentadura. Buscaba callar vuestra curiosidad, a pesar de que mis ojos y mis instintos ya me hubieran avisado que aquella parte era inherente a vuestra merced, así como la cautela a mí. Las carrozas no se tiraban de lado, no importaba cuánto lo quisiese. Pero el comenzar a entender cómo funcionaba vuestra personalidad, no hacía que evitara preguntarme una cosa— Pregonáis con bastante seguridad vuestro autocuidado, a pesar de que dais motivos para pensar lo contrario. Perdonadme, pero necesito preguntaros… —entrecerré mi mirada con la vuestra, fijando con exactitud las pupilas de vuestro ojos. No fuisteis la única con afanes de indagar en el otro— …¿por qué os llamé más la atención que el sujeto al cual liquidé? Lo lamento, pero me temo que no puedo hacer como si no hubiera visto esa evidente familiarización en vuestra mirada con los inmortales.

Nos quedaba poco tiempo para seguir conversando, y aunque hubiéramos querido continuar con nuestra incómoda y a la vez intrigante primera plática, hubiera sido un atrevimiento de mi parte pediros que me concedierais una paseo algo más largo antes de llegar a vuestra morada, además de un descriterio de magnitudes por exponeros al peligro de ser perseguida por mi causa. Estábamos entre la espada y la pared; u obteníamos lo que queríamos saber del otro en los siguientes cinco minutos, o tal vez nunca lo sabríamos. Debíamos encontrar algún punto de acuerdo. Ninguno de los dos obtendría todo lo que quisiera del otro, eso estaba claro, pero alguna señal, sólo bastaba una pista escondida en una frase aparentemente inocua para que cada uno obtuviera una clave de lo pudiera estar guardado dentro del otro para que nos fuésemos pensantes, mas tranquilos a nuestros ambientes naturales, en donde estaríamos a salvo de ser descubiertos.

Atravesábamos ya la zona residencial de las altas familias de París cuando jugué al diplomático nuevamente con vuestra merced, pero esta vez no con el propósito de distraeros, sino con el de equilibrar nuestros intereses. Porque no podía hacer oídos sordos a una interrogante; yo me interponía en vuestro camino de libertad exacerbada para evitar que padecierais de los efectos de una maldición aún peor que la mía, porque al menos la licantropía se iría conmigo a la tumba, pero no la que estabais vos rozando peligrosamente. Quedaba en el aire vuestro motivo; ¿qué os movía a continuar removiendo el antifaz que habitaba en mí? Sí, comprendo que yo os criticaba, e incluso en ocasiones prefería callar para no romper con la cordialidad, pero ¿podía culparos por volver inestables las barras de mi celda? No, vos no tenías la culpa de las mentiras que había edificado para ocultar mi mayor bendita maldición. A esas alturas nos habíamos convertido en un par de absurdos.

Está bien, no tenéis que responder. Es curioso que yo busque mantener el silencio y vos queráis romperlo con la misma convicción. “¿Qué es lo que quiere él oír?” Eso debéis estar pensando —acaricié mi mentón buscando algo que decir que no os alejara. Quería que confiarais en mí en cuanto a honestidad aunque tuvierais todas las razones para no hacerlo— Cualquier cosa en la que pudiera ofreceros mi hombro, sería la mejor respuesta. No tenéis que decirlo explícitamente si no queréis. Incluso si vuestra familia no está ahí, si yo pudiera estarlo, sería… es sólo que me gustaría evitaros todo aquello que podríais lamentar, pero resignaré mis intenciones a cruzarse de brazos si anheláis disponer algo diferente. Callaré, pero será por vuestra boca, no por mi voluntad.

Las luciérnagas del exterior se callaron y el carruaje comenzó a ir más lento; todo se había dado para que nuestros rodeos al fin colisionaran. No vos no yo hubiéramos predicho el resultado.

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La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke Empty Re: La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke

Mensaje por Nathaly Rilke Dom Oct 06, 2013 1:06 pm

No está en mi naturaleza ocultar nada.
No puedo cerrar mis labios cuando he abierto mi corazón.

Charles Dickens

Lo supe desde el instante en que tu respuesta tardo más de lo que esperaba, tu, que parecías no callar y tener la respuesta indicada para cada una de las palabras que pudieran ocurrirse a mi mente guardaste silencio un poco y no solo eso, si no que además no me mirabas con esos ojos que parecían retarme y al mismo tiempo suplicarme que detuviera mis imprudentes actos antes de que algo que conocías y no deseabas volver a vivir me pasara. Duque, en esos momentos aunque interesante eras un desconocido que solo llegaba a molestarme, a arruinar todos mis planes y diversiones así que imploro me disculpes porque nada de lo que decías podía hacerme cambiar la decisión que hasta ese momento tenía clara en mi mente.

Tu mirada busco la mía, pero no era la misma. Estaba cargada de mentiras y fortalezas que apocaban aquel brillo anterior que anteriormente mostraste, yo no era quien para desenmascarar eso o para revolver viejas heridas. Aunque imprudente debe de saber Duque que se respetar el dolo ajeno. Así como tu protegías parte de tu pasado, yo lo hacía con el mío. Esos momentos en los que mis valiosos recuerdos volvieron a mi recordando que mucho de mi tiempo vivi vacía; Lara dijo que todo aquello había sido por mi bien pero el dolor nunca hace bien a nadie, ni siquiera a quienes creen necesitarlo para de esa manera alejar a todos y cada una de los que intenten acercarse.

La forma en la que tu cuerpo se encontraba y esa mirada formaban a tu alrededor una barrera que cualquiera que intentara atravesar no saldría bien librado, protegerías ese pasado con todo lo que tuvieras y te aferrarías a el como si formara parte del presente. ¿Por qué te lastimabas así? La gente bien debe aprender de su paso y de los errores que se hayan cometido, pero no hay razón para cargarles toda la vida a modo de penitencia pues existen mejores maneras de liberarse de la culpa.
Debe ser un punto bueno que no sirva para un imperio y que nadie dependa realmente de mi más que mi propia persona. Si bien mis padres se pondrían algo tristes por la perdida ya no existirá el motivo que los mantiene atados tan infelizmente al otro – desaparecer del mundo que conocía no solo iba a ser algo benéfico para mi, iba a serlo además para aquellos a quienes estaba ligada de una manera u otra. No tenía nada que perder, no poseía muchos amigos y aquellos con quienes realmente quería estar formaban parte de tu mundo.

Preguntas y más preguntas, dirigidas de maneras sutiles y no tan sutiles a descubrir al otro, saber que era lo que le motivaba a actuar de esa manera. Preguntaste sobre mi interés hacía tu persona y he de admitir que no sabía aún que era lo que me llamaba de ti. ¿El poder para asesinar vampiros?, ¿Qué eras un duque?, ¿La forma en la que tu mirada me absorbía lentamente?, ¿Una combinación de todo?… y después esa manera de asegurar mi familiaridad con inmortales. Sobre ese aspecto no tenía sentido mentir, conocía inmortales y otras criaturas bastante peculiares como Melonee.

Deseaba responderte porque no sería yo la que callase al final, si me era posible incluso me iría con la ultima palabra buscando de alguna forma el que me buscaras de nuevo, el por qué no lo sé, y no espero saberlo pronto solo era algo que estaba sucediendo y que no podía detener.
Suspire pensando en Lara, en aquel cuervo del cementerio y esa forma tan única que poseían ellos de ser libres.
Al final, era Lara aquella que más me movía a esa inmortalidad, quería estar con ella siempre y no dejarle jamás porque le quería como nunca antes había querido a alguien. Ella que había cuidado de mi y se alejo porque creía que era lo mejor para mi ¿Es malo realmente alguien como ella? Claro que no, una inmortal que se preocupaba por una imprudente humana era tan poco inusual como un Duque preocupado por la peor dama de la sociedad; ambos demostrando algo que no debía ser, solo que una estiraba su mano para que le tomara y me dirigiera a ella, con la promesa de no dejarse sola jamás. Tu, lo único que buscabas era lanzarme lejos y dejarme en esa vida que ya no quería más.
No estaba pensando en lo que le gustaría oír, de hecho buscaba más bien las palabras apropiadas para expresar lo que voy a decirle, además si pido saber cosas es correcto también dar lo que considere equivalente –  guarde silencio unos instantes, ordenando todo en mi mente al mismo tiempo que el carruaje disminuía su paso, brindado algo más de tiempo para charlar – Tiene razón, estoy familiarizada con inmortales mis experiencias con ellos han sido variadas – recordé al cuervo y la danza cadavérica que me ofreció tiempo atrás – eso es todo… – no pensaba decir mucho más, pero algo en mi ya sabía que parte de él sabia que estaba aspirando a formar parte de esa oscuridad.

¿Por qué debías decirme esas cosas? Ofrecerte a ayudar a alguien como yo, Duque usted realmente intentaba salvar a todo el mundo esperando que de esa manera se aliviara un poco de su dolor… no negare que me hiciste feliz en esos momentos, pues siempre había contado con pocas personas para decir lo que yo quería o necesitaba pero solo hacían que mi curiosidad sobre tu pasado y tu persona se incrementaran.
Gracias, pero no puedo evitar cuestionarme ¿Por qué me ayudaría? ¿Qué gana usted con esto? Porque como yo lo veo sería mucho mejor que simplemente se alejara y no se metiera en los asuntos de otros, no vaya a ser que después no pueda escapar – el tiempo transcurría y el paseo llegaba a su final, el momento de la despedida se acercaba a nosotros a pasos agigantados. Esa no sería la única vez que nos encontraríamos pero yo no podía imaginar eso, ni en mis más remotos sueños.
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La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke Empty Re: La Imprudente y el Cancerbero - Nathaly Rilke

Mensaje por Valentino de Visconti Dom Nov 10, 2013 11:20 pm

Había sido como lo había temido; conservabais cercanía con esos seres portadores de muerte. Recuerdo que fruncí el entrecejo más bien con pesar que con molestia, sabiendo que no podía cambiar vuestro parecer en los menos de cinco minutos que nos quedaban de viaje. Olía vuestro aroma en la tercera mansión a la izquierda, ahí, impregnado en las frazadas y almohadones que componían vuestra habitación. En ese momento me preguntaba qué significarían esos escasos segundos para ambos. No tenía ni la menor idea; creo que vos tampoco. Algún día nos sentaremos a hablar de las vueltas del destino.

Ya os había hablado de todo lo que no debíais hacer y que tan impetuosamente hacíais, y no había dado resultado. Os había abierto una pequeña parte de mí para que me contarais acerca de vuestro conocimiento sobre los vampiros, y habíais abierto una ventana para que echara una ojeada. ¿Qué pasaría si llegaba a mostraros más de mi interior? No tenía que consistir en revelaros mi verdadera naturaleza; en efecto, no tenía nada de malo explicaros de manera discreta, pero no superficial, el por qué de mis acciones.

El carro se detuvo ante vuestro hogar. Alcé una de mis manos mostrándoos mi palma, pidiendo unos segundos antes de bajarnos. Posicioné mi otra mano justo detrás de mi hombro izquierdo, en donde ese licántropo enceguecido me había mordido. Sentí así en unos segundos todo el peso que aquella marca había dejado en mí a través de los años. ¿Quería que vivierais algo así? No; no se lo deseaba ni a mi peor enemigo, pero al menos lo mío tenía un fin. No quería estar en los zapatos de los vampiros, cuyo tormento no se detenía jamás. Sabía que no tardarían mucho en llegar los celadores de vuestra morada, así que procuré ser breve.

Tenéis razón, no gano nada. Es más, por la mirada de aquellos que nos vieron salir de la fiesta, sé que vuestra reputación no es de las mejores. Mañana me verán con otros ojos, y lo más probable es que quienes me saludaron con una sonrisa amistosa hace unas horas, cambien sus miradas iluminadas por unas tan frías y cordiales como las que dan los fieles de cristo a los paganos que acuden a la Iglesia. —miré a vuestros ojos detenidamente, esperando que ellos me dieran una pista de qué decir. Finalmente me contestaron que la respuesta estaba en mí— [Me habéis dicho que los conocéis. No hace falta que me digáis el grado; desprendo de la manera segura en que lo admitisteis que sabéis lo suficiente. Pero yo sí os lo diré. Los conozco… los conozco más de lo que imagináis. ¿Queréis saber en qué ayuda eso?

Antes de que pudierais contestar, me bajé del carruaje para abriros la puerta del otro extremo y ayudaros a bajar. Erais joven e inexperta. No podía transmitiros mi conocimiento así como así. Entonces, ¿qué podía hacer? Cuando tomé vuestra mano lo supe: acompañaros. ¿Por qué me sentía impulsado? Tardaría el mismo destino en contestarme esa pregunta, pero lo haría.

Os ofrecí mi brazo para caminar mientras nos acercábamos a la reja. Los efímeros segundos me harían hablar, decir aquello que me costaba, pero que vos necesitabais oír. No queríais que nadie os hiciera cambiar de opinión, pero aquello no quería decir que no fuese lo correcto. Miraba hacia el frente, observando cómo algunos de los criados se aproximaban a daros la bienvenida. Así fue que os conté algo de mi cosecha personal.

[Estáis viendo el vaso medio vacío, que nada os llama de vuestra vida, o que a vuestros padres no les importaría. Cierto es, pero las oportunidades están ahí de cambiar eso a vuestro antojo. ¿Alguna vez os habéis puesto a pensar qué se siente no tener opciones ya? ¿qué la manera en que os visteis esta mañana será la misma con la que os apreciaréis mañana? ¿qué perdisteis la capacidad para sorprenderos? —todo eso se me había escurrido de las manos. No os contaría mi experiencia, pero podía hacer que reflexionarais. Tenías mucho más de lo que pensabais— [En juego está algo más grande de lo que podáis medir, y no porque os falte intelecto, sino porque no se puede imaginar el mundo sin el mundo. Eso estaríais haciendo, renunciar a al mundo, porque ya nada sería igual. Tened cuidado con los caminos que encojáis, que no todos tienen retorno. Sobretodo ese. Es verdad, yo no gano nada —mi destino estaba escrito— pero vos sí que podéis. Todavía podéis.
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Mensaje por Nathaly Rilke Dom Nov 17, 2013 11:41 pm

Has estado tan lejos y te he tenido tan cerca.
Alejandro Lanús

¿Por qué era tan complicado comprenderte? Uno frente al otro, intentando revelar los secretos ajenos sin salir perjudicados como si evitar que descubriéramos uno del otro fuera posible realmente. Hacerme ceder ademas a la forma en la que veías la vida te sería complicado en aquellos momentos, porque no puedes cambiar la visión de una persona del mundo con tan solo un encuentro, más ese encuentro que se llevaba a cabo entre nosotros no era como los demás. Algunas veces pienso en qué fue lo que nos unió esa noche, pero por más explicaciones que intento encontrar a nuestra unión ninguna me complace y debo entonces formular más teorías que solo me dejan insatisfecha.

Tendré que decir que nunca en mi vida lamente a tal punto llegar a casa. Si bien regularmente era eso un martirio para mi, esa noche no deseaba dejar tu lado porque quería conocer más de ti aunque supiera que mis esfuerzos resultaban infructuosos. Una vez que el carruaje se detuvo mire en dirección a aquel lugar que solía llamar hogar y suspire con pesar; debiste notarlo y sinceramente no sé que es lo que pensaste al respecto pero de verdad que estar allá era como una tortura para mi. Mi mirada se desvió al ver tu mano y seguí el camino de ella hasta tu hombro donde existe una marca que nada será capaz de borrar; pero yo aún era incapaz de entender del todo tu dolor y tu renuencia a que formara parte de la vida inmortal.

Espera esa clase de respuesta pero aún así tus palabras me dolieron en lo más profundo de mi ser, en eso que no te demostraba ni a ti, ni a nadie. Porque ser de la manera en la que era me alejaba de todos y de todo pero no importaba cuando se trataba de mi, ahora al pensar en que tu compañía te costaría más que a cualquier otro volvía me pecho pesado pero no te lo demostraría y fue por ese motivo que continúe mirándote fijamente.
Debiste quedarte de esa manera no tendrías que preocuparte por peder los saludos o las sonrisas de esas personas falsas. Quedarte con ellos habría sido lo mejor después de todo ya sabes donde estada mi destino próximamente así que te hubieses ahorrado muchos problemas – cruce los brazos, orgullosa, pero por dentro tus palabras quemaban.

No sé porque continuaba escuchando lo que me decias si para mi nada tenía sentido y solo provocaba molestia y dolor. Creo que es algo que nunca entenderé del todo, el cómo lograste mantenerme atenta tanto tiempo y que era lo que poseías que evitaba que te abandonara sin más al mismo tiempo que te permitía entrar a donde nadie antes había entrado solo Lara.

Estire mi mano para tomar la tuya, esa que me ofrecías tan amablemente y entonces descendí del carruaje sin poder apartar mi mirada de ti. Quería seguir escuchándote… confuso ¿verdad? si lo es para ti imagina como me resultaba a mi. Que de un momento te quisiera lejos y al siguiente cerca, era sencillamente ridículo todo aquello.
Tome tu brazo como si fuéramos un par de conocidos que la pasaban bien y a lo lejos se veía ya a los criados acercarse. Como siempre eran ellos que venían a mi encuentro y mis padres siempre brillaban por su ausencia; sonreí al verles ir en nuestra dirección porque he de confesar Duque, ellos son a quienes más quiero en aquella casa.

Volví a mirarte y te sonreí. Deseaba que pudieses pasar un día en mis zapatos y entonces creía que serias capaz de comprender el por qué de mis acciones, claro que yo no pensaba ponerme en tus zapatos porque las posibilidades de cambiar de opinión con lo que descubriera eran enormes.
Claro que me he puesto a pensar en eso, porque esa es la situación en la que me siento viviendo día a día; verme de la misma manera no sería problema muchos existen de esa manera así que creo que podré vivir de esa forma también. Respecto a sorprenderme… eso es algo que nunca se pierde Duque, a menos que uno ya no quiera soprenderse más… – me mordí la lengua por no decir más de lo que creía pero ahora soy capaz de decirlo. Creo que en esos momentos hablabas de ti, porque dudaba que poseyeras la capacidad de sorprenderte, le habías ocultado y no le deseabas de nuevo. – No quiero regresar de ese camino, por eso es que lo tomo – eso fue lo que dije antes de terminar desviando mi mirada a aquellos que ya estaban abriendo para darme la bienvenida a casa – Gracias por traerme a casa y lamento los inconvenientes que le he causado esta noche – termine por soltar tu brazo y ponerme de frente a ti, mirando directamente a esos ojos que pensaba no vería nunca más – Ha sido… un placer, Duque – sonreí apenas, realizando una ligera reverencia para despedirme y sin más te di la espalda.

Camine en dirección a donde estaban esperando a que llegara y me arme de valor por no volver a mirarte, quería olvidarte y dejarte donde estabas… atrás, como una compañía de una sola noche. Ninguno de los dos lo sabíamos claro, pero ya habíamos dejado una pequeña semilla en el otro, una que nos llevaría a encontrarnos nuevamente pero por esos momentos era todo. Nos olvidaríamos del otro, le evocaríamos en los lugares menos pensados y al final sabríamos que estábamos unidos desde el momento en que ambos cruzamos la puerta de aquel baile pero para eso aún era demasiado pronto.


Última edición por Nathaly Rilke el Miér Dic 18, 2013 8:33 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Valentino de Visconti Mar Dic 10, 2013 11:37 pm

¿En serio debería haberme quedado? Sí, a eso me hubiese llamado el sentido común, la decencia esperada de parte de un Duque que había sido invitado de honor, pero… ¿quién sabe? Tal vez a esas alturas el instinto no se traducía únicamente en salvajismo y destrucción como yo pensaba, sino que también en actuares no planeados, pero definitivamente más que acertados. Erais orgullosa, infantil a momentos, y con una madurez superior a la mía en otros, pero a pesar de las consecuencias negativas que ello pudiera deparar a mi siempre cambiante humor, sentía que estaba haciendo lo correcto, y necesitaba obedecer aquel presentimiento. ¿Instinto animal? Vos lo diréis, vos… que siempre parecéis tener la respuesta a todas las corazonadas a las cuales les he cerrado mi visión como el más tonto de los ciegos.

En nuestro contacto de manos, percibí el cambio de vuestro pulso de uno un tanto irregular a otro más aliviado. En ese entonces no conocía a vuestros padres, ni cómo estos hacían que vuestra existencia fuera tan poco llevadera que lograban que desearais no continuar más en ella, sino en una paralela y maldita dimensión, pero comprendí que algo removía dentro de vos ver la imponente imagen de vuestra mansión. Y cuando pronunciasteis ese mensaje tan carente de esperanza siendo tan joven y llena de expectativas que cumplir, sentí un apretón en mi pecho al darme cuenta de que mi discurso no se diferenciaba demasiado del vuestro. Después de todo, yo me mantenía vivo porque había sido la última voluntad de mi moribunda y muy desgraciada Lorelei; si no hubieran existido sus palabras, tal vez tampoco hubiese estado con vos caminando hacia vuestra morada, pero hacia ninguna parte a la vez. Fue por eso que en vez de llevaros del brazo como lo estaba haciendo, quise cerrar vuestra mano en la mía, sujetándoos a la tierra, ya que vos no os dignabais a hacerlo. No sé, yo creo que es posible que hubiese querido sujetarme a mí mismo a la vez que intentaba convenceros.

Así pues, el ermitaño buscaba que hallarais la luz que os llevara lejos del abatimiento. ¿Habéis escuchado algo más inconsecuente? ¿Habéis escuchado un nombre más ridículo que Valentino de Visconti?

Lamento oír que vuestra merced tenga esa posición respecto a la vida —os hablé casi en susurró a tiempo que cerraba y abría mis ojos con lentitud. Vos no os dabais cuenta del regalo que teníais; tenías esperanza, pero no la estabais viendo por necedad, por arrogancia, o tal vez por todo lo que había hecho despertar en vos la súplica de una muerte no declarada— Debo ser franco con vos; no soy el mejor ejemplo para hablar de motivación por vivir, vivir de verdad, no esto que estamos haciendo, esto que no significa más que comer, respirar y dormir. —lo sé, no os conocía, pero hablabais de una forma tan similar a la mía que sólo podía significar que estabais recorriendo mi mismo camino. A lo mejor el vuestro no era tan adelantado como el mío, ¡qué dicha! Pero ibais por esa misma dirección, fijamente hacia el abismo— Pero porque sé lo que es no retornar es que debo insistir, sólo para que lo consideréis, que lo habléis con la almohada esta noche.

Miré hacia el cielo unos segundos mientras os disculpabais por los inconvenientes, y vaya que habían sido reiterados y consistentes, pero eran los que menos me preocupaban. Lo que pudierais hacer en un futuro para nada lejano era lo que tenía golpeando las paredes de mi cabeza. Ibais a cambiar un camino de una sola vía para cambiarlo por otro que tenía la mitad de una, y no había nada en esa noche tormentosa que me ayudara a frenaros.

El placer ha sido todo mío, señorita Rilke. Espero, si Dios quiere, que nos volvamos a ver en circunstancias más afortunadas —tomé vuestra mano derecha y la besé con la etiqueta con que me habían enseñado, pero como nadie me había preparado para sentirme involucrado, mis labios temblaron. Podía ser la última vez que sintiera el calor desprendiéndose de vuestra piel. ¿Quién sabía? Vos lo sabías, nadie más.

Tal vez, si hubiera sido más valiente, si hubiese permitido que mi sangre de licántropo desencadenara el valor en mí, os hubiese detenido en ese mismo instante, tomando vuestra muñeca incluso con violencia con tal de apartaros de una decisión que haría que os arrepintieseis más temprano de lo que hubieras anhelado. No fue lo que hice; en vez de eso, cobardemente vi cómo os alejabais y acudíais al encuentro con vuestra servidumbre, aunque para vos, en ellos reposara la verdadera familia. Aun así, no me permití daros por una causa perdida. Os daría una oportunidad para que os dierais a vos misma una oportunidad. Y para cuando ello ocurriera, estaríamos en mi hogar, bajo mi techo, en un baile más afortunado que el que nos había llevado a entrecruzar nuestros caminos.

Pronto tendréis noticias de mí, Nathaly. Por favor, no toméis ninguna decisión aún —que me dierais un corto tiempo, sólo eso pedía: una oportunidad de la imprudente para este cancerbero.

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Mensaje por Nathaly Rilke Miér Dic 18, 2013 9:27 pm

No tengas miedo del camino, no tengas miedo a la distancia, mi corazón está en tu alma...
Celeste Carballo

Siempre insistiré en que debiste haber permanecido en aquel baile o al menos la parte de mi que le teme a tu presencia y al giro que haces que den mis pensamientos lo deseara siempre, más la mayor parte de mi por siempre agradecerá el hecho de que lo que fuese que te llevara a mi lado no te alejara, y a que mis imprudencias y malas decisiones no te apartaran de mi lado sino que por el contrario fuesen las que te tenían tan cerca de mi.
Parecía que por primera vez intentaba hacer caso a lo que decían mis pensamientos y no mis corazonadas y tu… tu hacías justamente lo contrario.

Sé que en algún momento deberemos hablar y entonces quizás sea el momento en el que cuente por qué mi alma era tan infeliz en aquella gran mansión en la que nada me faltaba, solo el afecto y la tranquilidad de una familia real, no una familia que fingía por el bien de nuestro nombre. Ya te has dado cuenta, jamás intento fingir lo que no soy, iría en contra de todo aquello por lo que luche tantos años. Trataba de lucir firme y no buscar de nuevo la huida de aquel hogar en el cual mi familia era aquella que ante los de mi clase, eran considerados inferiores pero para mi, eran mucho más importantes que cualquiera, incluso que yo misma.

Ese pesar que me transmitieron tus palabras, esa sinceridad que dolía en el alma y la cual trate cruelmente de ignorar fueron las que hicieron que parte de mi se doblegara y decidiera que quizás, solo quizás podía dar una noche más a aquella mortalidad, un análisis de mi propia vida para convercerme más o un poco menos de entrar al mundo inmortal. Te observe porque creía que de esa manera era capaz de ver más de lo que eras, lo que veíamos el uno del otro era apenas un fragmento de la realidad y debo decir que tu realidad siempre se encontró más oculta de la mía, tu máscara ocultaba tanto que sospechaba era una gran carga que pocos serían capaces de llevar.
Esta es la manera en la que sabemos vivir, yo lo he intentado… encontrar otra forma pero no la hay, para mi no existe otra opción aunque si te hace regresar más tranquilo lo considerare, hablare con la almohada y seguiré mis sueños, entonces veré que pasa – sonreí, porque de esa manera esperaba dejarte más tranquilo aunque desconozco la razón por la que intentaba eso, si no eras más que el Duque que trataba de cambiar mis decisiones.

Nuestra despedida apenas duro unos segundos y aquel beso en mi mano duro mucho menos, pero aún así puedo recordar todo a la perfección, como si hubiese tomado todo el tiempo del mundo.
Simplemente esperemos vernos nuevamente… ni más, ni menos – no podía asegurar estar en circunstancias más afortunadas o desafortunadas que las que eras capaz de presenciar en aquel momento. De esa manera fue como me aleje de tu lado, creyendo y esperando que nuestros caminos no se encontraran nunca más pero estaba equivocada.

Me aleje de tu compañía al lado de mi “familia” habíamos dejado de ser tu y yo, ahora entre nosotros existía el mundo entero y la distancia era grande ya. De vez en cuando giraba mi rostro y fue hasta que no alcance a verte más que me enfoque en la vida detrás de las puertas de mi hogar y lejos de la mascara y los ojos del Duque.

Y esa noche, ya estando en mi cama y sin poder alejarte de mi mente fue como sucumbí a la inconsciencia y en aquel mundo en que nosotros éramos dueños de todo lo que sucedía, dibuje sueños sobre ti. Sobre tus secretos y los míos solo que en mis sueños, lo que veíamos del otro era lo que éramos en la realidad.


TERMINADO
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