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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Yuna Rutledge* Sáb Mayo 25, 2013 2:31 am

Hacía tiempo que no recordaba mi vida anterior al infierno. Lo consideraba una perdida de tiempo que me arrebataba energía, lágrimas y orgullo. Oh, que desagradable era perder, de poco a poco, lo único que aun era de mi propiedad; miraba a los gitanos y a los mendigos con más color del que yo podía aspirar a tener. Ellos tenían poco pan, pero tenían vida. Los músicos parecían felices incluso cuando sus huesos se asomaban por debajo de la ropa, como si su flácida piel fuese una nueva y extraña moda de ropa interior. Reían y cantaban, y hasta las prostitutas más acabadas, tenían francos en los bolsillos. Esa noche volví a preguntarme: ¿Por qué puedo respirar y mirar al cielo? ¿Y por qué mi cuerpo sigue insistiendo en querer levantarse?

Los paseos por París eran conciliadores pero no salváticos. Eran como una gota de agua en el desierto, una cruel y vana burla de alguien que encuentra divertida la miseria de una persona. Y yo seguía asistiendo al mismo punto de partida, porque mis pies rebeldes y mis ojos enamorados apenas escuchaban de razones. Notre Dame, así la llamaban. Repetían ese nombre constantemente sin tregua alguna, como si su simple mención, hiciera más santo a quien lo llamara. Los franceses no eran mi fuerte, ni antes ni ahora. Eran un beso en medio de la oscuridad, impredecibles, excitantes, impulsivos y tentadores. Oh, París debía ser la ciudad de la tentación, como había dicho mi horrorosa madre, con su perfecto rostro de muñeca de porcelana y frío como la misma. Me había enamorado de París y su catedral, Notre Dame. Me enamoraba de ambas conforme pasaban los días, y me arrancaba las lágrimas el imaginar que pasaría mis peores miserias en un lugar al que empezaba a querer tanto. "Ellos no son fríos...". No, aunque los parisinos podían ser realmente crueles (especialmente los que deambulaban la oscura catedral de noche, en busca de un perdón no merecido), también poseían un sentido de la pasión incuestionable.

Cuando llegué a mi única amiga, y me derrumbé a sus pies, porque temía morir hecha cenizas en su interior, seguí sollozando como una Magdalena. Porque, ¿qué esperanzas podía yo tener de vivir un romance con París? Era una intrusa, una inglesa que había sido arrastrada a un mundo de arte y música, de exóticas bellezas y manjares que tenían buena pinta. Me habían abandonado en el paraíso, sabiendo bien que yo no podría tocar nada de eso. Volví a llorar, cada vez con más fuerza, mientras la lluvia helada de Otoño me golpeaba contra la dura superficie de la catedral. Ah... y ese espantoso dolor de garganta. ¡Que insoportable y molesto! ¿Cuando cesaría? ¿Por qué no podía librarme de él? Bebía agua tanto como podía, y el ardor no hacía más que empeorar. ¿Qué anhelaba mi cuerpo, si no era agua o pan?

I had a dream my life would be... — respiré profundo, cansada, cerrando los ojos y permitiendo que las amargas palabras fluyeran con mi viejo y agotado acento inglés.—... So different from this hell i'm living...
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Mensaje por Deiran Chassier Sáb Mayo 25, 2013 7:48 pm

Ding Dong, Ding Dong… que mal se imitaba el sonido de las campanadas de la santísima Catedral de Notre Dam en la cabeza de un demonio atormentador de almas, los retumbos graves y agudos de cada danzar de las enormes campanas anunciaban a los parisinos que el día había terminado, que la noche se abría paso antañada por la luz del oscuro infierno. La luna encima de las cabezas de los pueblerinos, plebes, cortesanos, cazadores, clase alta los unía haciéndolos uno solo, pues a todos les alumbraba pero no de la misma forma. Deiran había decidido darse un respiro de las obligaciones de pseudo humano en la París de la noche eterna, de la belleza atrapante, del desbordante mundo de oro, pasiones y lujuria -Patético- se dijo para sí mismo mientras salía como alma que se la llevaba el diablo, después de tanto tiempo sus cuerpo no se acostumbraba a aquello. No por eso iba a malvivir su existencia, había encontrado cierto agrado o más bien placer que le ayudaba a sobrellevar lo que aqueja a algunos jóvenes vampiros a pesar de que él no era un recién convertido. El placer por la sangre, ese exquisito elixir que sin él no podía existir era quien había suplantado aquellos deseos suicidas de esperar a que un día amaneciera y con éste volver cenizas su cuerpo. Estuvo con aquella idea por más de cien años pero jamás encontró el valor para hacerlo así que desvió aquellas intenciones hacia el asesinato, la ira, sangre y el odio a la hora de cometer sus fechorías.

-París, cuna de belleza y muchedumbre, calles de plata y sábanas de seda, Oh París, puedes ser el sueño de cualquier ángel y terminar despedazando sus alas dejándolas rotas e inservibles, a merced de cualquier ave carroñera, para que le desmoronen los huesos...

Ajustó sus ropas, acomodó su cabello y recorrió a paso sin prisa algunas de las empedradas calles. Sus oídos sin querer escuchaban las pláticas ajenas. Había desarrollado una habilidad para bloquear aquello, era molesto el chillar de sus risas, el quejido de sus molestias y sobretodo escuchar a manzanas los gemidos estridentes de sus actos coitales, era todo un problema por suerte contaba con el antídoto. La ropa negra acompañaba su aura sin sentido alguno, por más años que pasasen la monotonía siempre atacaba la vida de un vampiro a menos que se diera el gusto por algún tipo de música o arte, en el caso de Deiran él solo era un espectador más pero tampoco odiaba su vida.

Miraba sin preocupación a cada transeúnte que paseaba por las calles, se imaginaba la sensación, pues algún día recorrió sus pasos de la misma manera, preocupándose algún día por cómo moriría o si alguna enfermedad extraña le fuese a arrancar la vida y si se lo preguntaban en esos momentos hubiera añorado que alguna de las dos antes mencionadas ocurriesen pues la inmortalidad puede ser una deidad para unos o una condena para otros. En realidad no estaba seguro qué significaba para él y tampoco le preocupaba averiguarlo, en momentos así era cuando se le venían deseos enormes por robarle la esperanza de vida a alguien, su mecanismo de defensa.

Al paso, sus oídos se fusionaron con estridente sonido de las campanadas, que mejor venganza que ir por una virgen devota para tomar un poco de su sangre -Santa y pura iglesia…. Santa Catedral…- dijo Deiran con un tono de ironía. Olfateó el aire, cerrando sus ojos visualizo a una mujer de unos treinta años saliendo de la iglesia con su acongojado corazón por algún penar, sonrió porque su presa era perfecta, era virgen, joven y con tanta nostalgia que le invadía le haría un favor al liberarla.

No duró ni tres segundos cuando ya estaba a seis metros de donde la mujer se encontraba. Se fijó en la gran estructura de piedra y hierro, hizo una reverencia al dios de los humanos, su santidad en son burlesco claro está-Oh padre, perdona mis pecados aunque a mí ya me hayas condenado a errar para la longeva eternidad…- dijo con sarcasmo y abrazó el cuerpo de la dama con delicadeza tapó sus labios para evitar que gritase pues no le gustaba el ruido, le apartó los cabellos y estiró su cabeza dejando su cuello visible y perfectamente palpable, observó la yugular y relamió sus labios arremetiendo sin más el cuello ajeno, clavando sus colmillos y succionándole la linfa, el preciado elixir. Sus ojos se tornaron de grisáceo a rojo carmesí , estaba en frenesí cuando notó que alguien le observaba, había sido descuidado y no se había percatado de que no se encontraba enteramente solo con su víctima, era una mujer y por la percepción de su aura era vampiro -Otro demonio..- se dijo Deiran sin parar de vaciar hasta la última gota del cuerpo de aquella virgen mujer, sabía que ella podía sentir el aroma de la sangre escurrírsele por la boca. Quedándose un momento en apnea se percató que el corazón de su presa estaba por detenerse así que soltó el cuerpo inerte de la mujer y desenclavó sus colmillos, se relamió los labios y dejó el cuerpo a un lado. Acomodándose la ropa y el cabello se dirigió a la desconocida de su especie que se encontraba según lo que había percibido en sus pensamientos sumergida en una especie de debate mental. - Señorita, ¿acaso no le han enseñado que es de mala educación espiar a los mayores cuando están cenando?- acercándose a ella para poder dilucidar bien su rostro pues en aquella oscura noche, todos podían ser iguales, ángeles o demonios.
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Mensaje por Yuna Rutledge* Lun Mayo 27, 2013 4:46 pm

Los alrededores de la gigantesca y majestuosa catedral de París eran un escenario tétrico, solitario y casi sagrado. Era como encontrarse en un sublime limbo, donde se admitiera a los vampiros perdidos como yo, que apenas podía mantenerme erguida contra la pared de piedra. La llovizna azotaba por el fuerte viento, pero no me movía ni a mi ni a la esplendida Notre Dame. En cuando una brisa helada me golpeó el rostro, también lo hizo un olor singular... dulce, no meloso, sino excesivamente jugoso. ¿A que olía? Me sentía tan débil que ni siquiera conseguía relacionar ese olor a alguno que hubiese olfateado en el pasado.

El miedo me recorría el cuerpo a base de violentos temblores, haciéndome ver como aquellas personas que contraían una enfermedad mortal, y el velo de la muerte los acechaba sin una pisca de misericordia. El constante sonido de mi respiración bajo la lluvia se detuvo, cuando capté el movimiento de una sombra a varios metros de distancia, a la vuelta de la catedral. Capté, horrorizada, como se encargaba de arremeter contra una mujer mayor, y si mi vista no me fallaba (realmente, no podía fallar), le estaba bebiendo la sangre. ¿La estaba bebiendo en verdad? No podía creer lo que veía, y a su vez, no podía apartar mis ojos de la mujer y su asesino. Gemí de terror, en el momento justo que él dejaba al cadáver en el suelo, y me miraba. Su voz, como la de un caballero que acaba de descubrir a un niño travieso, se coló en mis huesos con el rasguño a una pizarra.

N-No... es decir, sí... Sí, me lo han enseñado. — jadeé, sofocada por el dolor que significaba tener que hablar con la suficiente fuerza para ser escuchada. Levanté la mirada, pues aunque estaba cansada, no me parecía justo mirar los zapatos de nadie.— Y eso... ¿era cenar?

No tenía ni idea de en donde me estaba metiendo, ni por qué le seguía la corriente a quien era, sin más ni menos, un asesino a sangre fría. ¿Me mataría a mi también? ¿Sabría que yo era una cosa... extraña? Me sentía enferma, como si fuese a morir... pero no moría por más golpes que recibiera. ¿Entonces que me haría? Sacudí la cabeza, con el cabello ceniciento cubriéndome ahora la cara, mojado y casi enmarañado. Era una mierda. Todas las noches buscando algo que pudiera aliviarme la sed, todos los días ocultándome como una rata. ¿Qué más me podría hacer ese hombre? Tan solo un favor, si encontraba la forma de matarme. Pero quizás, por ser siempre tan obstinada y rebelde, es que yo querría seguirle la contraria; si deseaba asesinarme a mi, como lo hizo con esa mujer, se llevaría la amarga sorpresa de que yo me defendería. Volví a mirarlo, sin ser consciente en ese tiempo, de que mis ojos adquirían el color escarlata de la sangre.

¿Q-Qué se supone... que es usted? — al sentirlo cerca, y captar mejor el dulce y óxidado olor a sangre, el ardor en mi garganta se volvió casi insoportable. Gruñí, me estremecí, y grité con tantas fuerzas que todos los santos de Notre Dame podrían sentirse ofendidos.
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Mensaje por Deiran Chassier Lun Mayo 27, 2013 11:39 pm

La noche pasaba desapercibida, el gélido cuerpo de la mujer que hace un rato Deiran había cenado comenzaba a endurarse. -Majestuosa la vida, en un momento eres alguien, después ya no lo eres ¿A qué juegas?- se preguntaba así mismo sin encontrar alguna respuesta que le llenase, con su rostro de lado miraba el cuerpo inerte de la dama que podría apostar ni siquiera sabría qué era lo que le había pasado. Le había regalado el derecho efímero de la muerte que muchos como él deseaban con tanta gana, con tanto desdén pero aún así no podían hacerlo.

La presencia de la pequeña niña que tenía al frente era un tanto interesante y desesperante -¿Qué tienes que no respondes a tu instinto jovencita?- pensó Deiran sin querer aún meterse en la cabeza ajena, por milésima vez le se decía lo incómodo que era leer los pensamientos ajenos, así que mejor se lo preguntaba, total, le parecía graciosa petrificada como si no pudiese mover ni un tan solo dedo. El crujido de sus dientes y la sed de sangre denotaban su debilidad -¿Podrá ser posible...? sonrió sin mostrarle del todo el rostro y miró la luna grandísima por sombre su cabeza cuando escuchó responderle lo que le había preguntado -No o Sí..? Decídase... Se me ha hecho muy molesto que me estuviese observando, ¿Quería un poco de esa sangre? Por supuesto que era mi cena, no me diga que te he robado la presa, porque es una pena, mis más sinceras disculpas si es así, puedo buscarle una si quiere- diciendo con cierta pena y sarcasmo puesto que ella por sus propias manos podía encontrar qué comer, no era necesario espiar a los demás. Caminando hacia ella despacio y sin apuro, quería ver bien su rostro, aún con los ojos teñidos de rojo carmesí con haber devorado la linfa de aquella virgen.

Podía desde lejos olfatear sus deseos, ella misma le daba pistas de su existencia, concluyendo una que otra cosa que más adelante quería corroborar con alguna que otra pregunta. Su miedo se desprendía desde los poros hasta la separación de su castaño cabello. Deiran se cuestionaba si ella sabría lo que era. Estando ya tan cerca que podía ya retratar sus rasgos veía la fragilidad de la niña, miró sus ojos y notaron ese color, el color de la santa muerte, la muerte que se había plasmado en esa pura catedral.

-¿Qué soy?-descendiendo un poco para verle de cerca los ojos quedando nariz con nariz -Soy lo mismo que usted- susurrándole muy bajo pues sabía que aún así sus oídos también escucharían -Un demonio condenado- viéndole fijo y serio esos ojos -Tus ojos... ¿Hace días no come?- volviéndose a colocar erguido y viendo al cielo -Si no come pronto morirá....¿O es que quiere morir?- diciendo aquello molesto puesto que la inocencia de aquella niña aún se respiraba en sus palabras y es que si a él nadie le hubiese instruido después de haber sido convertido quizás se hubiera encontrado en las mismas condiciones en las que ella se encontraba.


Última edición por Deiran Chassier el Mar Mayo 28, 2013 2:49 am, editado 1 vez
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Mensaje por Yuna Rutledge* Mar Mayo 28, 2013 2:36 am

¡No sé de que demonios me está hablando! —exclamé con un ronco gemido, como si mi voz se hubiese partido en dos e intentara la desgarradora necesidad de explicar mi ignorancia sobre sus palabras. No sabía de que me hablaba, ni comprendía por qué parecía tan tranquilo luego de haber matado a una mujer a sangre fría; lo único que entendía, con ciertas limitaciones, era que el dolor en mi garganta aumentaba más a medida que ese hombre se acercaba a mi. De cerca, conseguía distinguir algunas facciones maduras, que dejaban claro que ese hombre no era tan joven como yo.

Seguía repitiéndome en mi mente lo qué su penetrante voz había murmurado. Palabras muy precisas. "Sangre" y "presa" eran las que más me aterraban. Hablaba como un cazador, listo para arrebatarle la vida a su presa sin contemplaciones. No podía terminar de asimilar lo que significaba aquello, o si quizás, me estaba dejando llevar por las supersticiones que agobiaban a los campesinos, cuando aun vivía en Inglaterra. Los llamaban "chupasangres", pero mis padres, igual que todas las familias de clase media y alta que se consideraran decentes, aseguraban que tales supersticiones habían sido una simple moda de la edad media. En realidad, no podía creer algo así. Ni siquiera porque ese hombre, de ojos acechantes y voz hipnotizante, había bebido sangre de una mujer en frente mío... ni siquiera entonces podía creerlo. Porque entonces yo sería...

No... no soy ningún demonio.— le dije, frunciendo el ceño. Incluso a esa mínuscula distancia, aunque mi cuerpo temblara violentamente y mis ojos amenazaran con lanzar un río de lágrimas, pretendía guardar un poco de orgullo.— Yo nunca... jamás he hecho eso. Nunca he asesinado a nadie, ni he... —sentí que se me revolvía el estómago.—... ni he bebido su sangre. No soy... no puedo ser...

Parpadeé con tanta frustración, que me fue imposible contener más tiempo el llanto. Para mi, no era ajeno el dolor que se sentía al aceptar algo que realmente uno no quisiera que tener que afrontar en la vida. Ese tipo de situaciones incorregibles. Sin embargo, eso no significaba que el dolor fuera menos significativo. Me llevé las manos al rostro, derrumbandome sobre mis rodillas como aquellas veces, de pequeña, en que había escuchado a papá reclamandole a mi madre el por qué había tenido que dar a luz a una niña, inútil y débil. En ese momento, bajo la oscuridad de la noche, a los pies de la bella y tenebrosa Notre Dame, no tenía más opción que aceptar otra racha de mala suerte. Pasaron un par de minutos antes de que pudiera reponerme, y así, levantar la mirada. Ya no me ardían tanto los ojos, y aunque el ardor de la garganta apenas y había disminuido, pude concentrarme lo suficiente en el hombre que tenía enfrente.

Entonces... ¿hace esto todas las noches? ¿se alimenta de... sangre?— a estas alturas, mi voz parecía la de una niña que ha pasado mucho tiempo en una sala de fumadores. Miré al hombre con cierta timidez.— ¿Y qué tienen mis ojos? ¿Por qué me da tanta sed? He bebido tanta agua... ¡Nunca me basta! ¿Entonces tengo que...? —sacudí la cabeza, demasiado aturdida con todo aquello. Me quité el cabello de la cara para poder tener una mejor visibilidad.— Me llamo Yuna... ¿quién es usted?
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Mensaje por Deiran Chassier Mar Mayo 28, 2013 3:51 am

Tomó una bocanada de aire, como si le hiciese falta, respiró tranquilo y miró de medio lado a la niña que tenía al frente, se contradecía, negaba y quejaba dentro de sí misma, era molesto aquello, parecía una bebé quejándose por ser apartada del seno de su madre pero en parte comprendía Deiran su terror, el hecho de estar sola en esa calle, sin saber qué hacer, más solo sentir que se ahoga en una extraña sensación de hambre y jamás poder saciarla. Le recordó a su época de neófito cuando la sed de sangre se acrecentaba más y más solo que a diferencia de la pequeña que tenía al frente Deiran buscaba con ira y desdén saciar su sed, no importaba las veces que fuera, no importaba con cuántas vidas debiese arrancar, cuántos gritos tuviese que escuchar estaba dispuesto a llenar ese vacío que por dentro sentía las veces que fuera pues no estaba dispuesto morir de esa manera tan miserable además de que a la edad que tenía cuando fue convertido estaba demás que se dejase atrapar. Corrió con suerte, la persona que le había transformado había completado incluso su educación. Mostrándole en qué momento era preciso atacar, a qué victimas debía de asesinar, cómo lo haría, dónde y cuándo, era básico aprender aquello y esa alma que se quebraba en mil pedazos, que tenía al frente estaba agonizante, perdida y confundida, quizás horrorizada por lo que sus ojos veían —El mundo es cruel, debe aprender a valerse por sí misma o va a morir, somos demoniosy si no le gusta ese término pues diga vampiros creo que así es más fácil ¿no?, nos alimentamos de sangre, sangre humana para sobrevivir, es lo que nos proporciona fuerza, vigor… Debe de tomarla… - viéndole fijamente y suspirando — ¿Hace cuánto? ¿Hace cuánto es un vampiro?- musitando de medio lado maldiciendo a quien fuese tan bastardo en haberle hecho eso y no haberle enseñado a cómo sobrevivir.

—Debe de beber pronto sangre o será muy tarde y no podrá ni siquiera huir a protegerse de los rayos de sol, su cuerpo…- quedándose callado unos minutos, observando la calle solitaria más solo el viento soplar hasta que los oídos de Deiran escucharon el desplomarse de la joven, sus sollozos y la ira con la cual lloraba, era una luchadora, solo que no sabía cómo hacerlo. Se acercó a ella y acarició su cabeza, no era de su preferencia estar haciendo aquello pero qué más podría hacer? Ella debía de comprender por sí misma que o ella cazaba o se volvería cazada. Después de haber terminado con su estridente llanto Deiran se acercó a ella, ya un poco más calmada podía hablar con ella tranquilamente de nuevo.

—Claro, lo hago todas las noches, a la hora que quiero mientras la noche dure, usted sabe, nuestra condición es muy crítica, no somos del todo inmortales…. - sonrió cual padre mira a su hija después de lastimarse con ternura y molestia, era extraño —Sus ojos denotan sed de sangre, ya se lo dije, debe de beber sangre lo más pronto, por más agua que en sus papilas vierta, por más comida que su garganta degluta jamás será suficiente, solo será un agónico momento pues al sentir que jamás calmará ese deseo la desesperación se apoderará de su vida…. - le miró al escuchar su nombre —Yuna eh? Soy Deiran ¿Qué más quiere que le diga?… - ofreciéndole una mano para que se levantase del suelo en donde había quedado una vez de pie no pudo evitar hacerle un extraña oferta que ni el mismo pensase que lo fuese hacer pero por dentro algo le carcomía las entrañas sin ponerle dejar respirar —Yuna… - llevándose su mano hacia su boca para clavarse los colmillos cerca de su muñeca, rasgándose la piel para dejar que la linfa saliese —Bebe… Rápido, antes de que sane…. - ofreciéndole la muñeca cerca de su rostro para que el olor despertase el deseo, aunque la sangre de vampiro no se compara con la humana por lo menos serviría para darle fuerza, mientras ella con sus propias manos pudiese cazar pensaba Deiran—No lo vea tanto, solo hágalo, ¡apresúrese! - diciendo aquello último como una orden que esperase a ser captada.
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Mensaje por Yuna Rutledge* Miér Mayo 29, 2013 3:04 pm

La información que recibía del ahora "demonio" y "vampiro", una sombra espectral de la oscuridad, se tornaba cada vez más escalofriante, insoportable. Debía ser algún común y corriente para aquellos que hubiesen sido maldecidos, así como yo y ese hombre, a vivir la eternidad como ladrones de vida y sangre. Sin embargo, para mi era como descubrir un monstruo en mi interior, que siempre había habitado ahí, esperando el momento oportuno para escapar y saciar sus vicios sin ton ni son. Todavía podía recordar los días en que me negaba a acudir a la iglesia, o las horas que pasaba pensando en escandalosos actos carnales; mi vida nunca había sido inocente, tal como habían pretendido mis padres. Ahora que estaba lejos de ellos, en una ciudad desconocida y encantadora, parecía la oportunidad indicada para dejar que mi "yo" real tomara el control de la situación. ¿Pero como podía saber que esa parte de mi no era un monstruo? ¿Cómo fiarme de un hombre al que acababa de conocer? No me complacía escuchar sus desalentadoras palabras, pero al parecer, no tenía más remedio que hacerlo. Parecía de vital importancia. Posiblemente, mi vida dependiera de que tanto pudiera recordar lo que él me decía.

¿Por qué nadie me lo había dicho antes? Nathan, el primogénito de un conde importante de Inglaterra, me había convertido en lo que era ahora, y ni siquiera se había tomado la molestia de explicarme sobre como debía alimentarme. En realidad, me había abandonado a mi suerte. Un grave sentimiento de desprecio creció en mi pecho, como una hoguera ardiente que se calentaba a cada palabra del vampiro que tenía en frente. Hablaba también sobre sus propios hábitos, y sobre como no podía darse el lujo de salir de día. "Entonces tenía razón". Habría muerto de haber salido a plena hora del sol. Comencé a escuchar con tanta atención que mis ojos se fijaron, muy serios, en los ajenos; como un padre al cual escuchar. Uno real, que muestra sabiduría y solo un poquito de mal humor.

La sed acrecentaba con violencia contra mi garganta, y la cabeza me daba vueltas de una manera enfermiza. Apenas y podía verle ahora. La vista se me nubló y solo fui consciente de que pronunciaba mi nombre, llamándome, apremiandome a beber algo que brotaba con impaciencia de su muñeca. Era rojo, espeso y apetitoso. Deiran, como me había dicho que se llamaba, me apresuró a beberla, antes de que la herida se cerrara. En un momento, creí que acabaría por preguntarle como podría cerrarse tan pronto una herida así, pero mi razonamiento ya no funcionaba más. Ahora solo estaba el instinto de supervivencia, el cual me empujó a sujetar su brazo, y hundirle los colmillos en la piel para mantener la herida abierta. El cálido elixir rojo fluyó por mi garganta como un antídoto a la muerte. Sabía un poco vieja, pero puesto que era la primera vez que la bebía, me pareció lo más cercano al cielo.

Tardé un buen rato en saciarme, al menos lo suficiente, y así apartarme de él. Podía sentir la humedad de la sangre restante sobre mis labios, escurriendo en una fina gota por mi barbilla. Mis ojos dejaron de arder, así como mi garganta. Levanté la mirada hacia el rostro de quien me había salvado, y para mi desconcierto y sorpresa, sonreí de oreja a oreja.

Gracias... en verdad, gracias... —dije en un hilo de voz, y sin darme cuenta de lo que hacía, me aferré a él en un abrazo. Por lo general, no me mostraba tan afectiva con nadie, pero considerando lo poco que razonaba en ese momento, hay que decir que no era algo tan extraño. Al estar pegada a su pecho, escuché su respiración y sentí su calidez, y por un breve momento, pensé que ese asesino era mucho más amable que muchos humanos que había conocido.
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Mensaje por Deiran Chassier Jue Mayo 30, 2013 12:04 am

Quién puede con la sed y el hambre, con el frío y el dolor ¿Quién? Si hasta una simple hoja desciende al suelo por la falta de atención. Para un vampiro no es la excepción, sentir por dentro que te carcome el alma, te devora las entrañas y por más que se quiera saciar no se puede llenar ’’Todos necesitan amor…’’ pensó Deiran y se vio para a sí mismo sin dejar de observar a la vampiresa que tenía al frente, sus ojos denotaban miedo, recelo, desconfianza, inquietud, era obvio que no sabía lo que estaba viviendo. Deiran por su parte se encontraba desconcertado con su actitud, no solía hacer lo que estaba haciendo, comúnmente hubiese dejado a la joven ahí a merced de la sombra de muerte, pues ya su alma estaba vendida, pero qué, qué hacía Yuna que Deiran no podía dejarle ahí como quien abandona a un artefacto después de años de uso. Después de meditar en los movimientos de la aturdida vampira se dio cuenta en lo calaña y escoria que había sido su padre, refiriéndose al tipo que la había transformado, apostaba con que después de verle un poco recuperada le preguntaría su nombre, quizás para darle una visita ‘’diplomática’’ que le enseñase a hacerse cargo de las responsabilidades al menos explicarle porqué había sido tan poca cosa.

No importaba la sangre que estaba derramando en el suelo, sentía una especie de sentimiento encontrado con Yuna, no se podía explicar, de la herida brotaban gotas gruesas y espesas que descendían desde su muñeca hasta la mano. Al ver a la pequeña desvenecerse, ágilmente le cazó en el aire, atrapándola con una mano y ofreciéndole la otra. Sus ojos se atenuaron a su color natural, de rojo a verde azulado. Le abrazó con delicadeza el delgado y debilitado cuerpo, al parecer ya no atendía a ningún llamado, solo deliraba hasta que por fin arremetió contra la muñeca de Deiran dándole un gran mordisco y succionándole por inercia puesto que ni para abrir la mandíbula parecía que tenía fuerza.-Los instintos son más grandes que las ganes de morir….- diciéndose para sí mismos mientras se quejaba levemente porque notaba lo descuidada y desesperada que era la joven al succionarle, desgarraba cada estructura que a su paso encontrase, irrumpiendo más adentro de los vasos sanguíneos. Los ojos ajenos se tornaron de un color más fuerte que rojo carmesí, su piel que estaba un tanto seca y descuidada volvía a la contextura habitual, su cabello, su postura, poco a poco la sangre iba ejerciendo su función por el organismo de la neófita vampira.

Se apartó del regazo de Deiran y él la observó un tanto curioso, jamás había visto en sus doscientos cincuenta años de demonio algo como aquello. La vio más repuesta y con energía, de sus labios salió una sonrisa dedicada a la pequeña que tenía al frente. La herida que en su muñeca se había causado estaba cerrando por sí sola -La magia de ser inmortal…. pensó y sonrió a Yuno que lo miraba como asombrada.

Las calles solitarias de París, dos demonios, una noche, ¿Qué sorpresa? La joven se lanzó con fuerza formidable a los brazos de Deiran, él la quedó viendo extrañado por su actitud, después de lo que había pasado quizá se aferraba a él para no ver a la muerte. Con sus manos en alto Deiran le observó desde arriba, colocó una mano sobre su espalda y le abrazó con la misma fuerza, quizás un poco menos para no lastimarle, cerró sus ojos y pudo sentir que el sufrimiento de la pequeña había cesado, sonrió plácidamente, al ella colocar su cabeza en el pecho de Deiran pudo sentir su respiración, el recorrer de su sangre, su corazón, ambos estaban ahí, compartiendo información el uno con el otro —No me agradezca, ahora tiene que cazar, mi sangre no es suficiente, por ahora sentirá su cuerpo repuesto, pero el efecto durará poco…. Yuna usted tiene que aprender a asesinar…- diciendo aquello sin saber si sonase pesado para la joven. —¿Cómo se siente ahora? - separándose del cuerpo de la neófita —La oscuridad aún es joven y si usted me lo permite, puedo ser su guía por lo que resta… - sonando las campanadas de la catedral.

¡Oh Notre Dame, ¿será que me invitas a saborear, la dulce noche de agonía con esta tierna y extraña compañía, es acaso una señal, algún intento del padre por darme redención?, No seas ridícula que con sangre pagaré el sufrimiento efímero que a ella le has causado, a tu creación divina atacaré y serán un demonio más lejos de tu regazo…’’ -
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Mensaje por Yuna Rutledge* Jue Mayo 30, 2013 1:34 am

En el momento que mi cuerpo se adhirió al cuerpo de Deiran, como una de esas hojas húmedas de verano, sentí que algo extraño sucedió. Era como escuchar una de esas melodramáticas canciones de personajes ahogados en la miseria o la dicha; un sentimiento que solo podía expresarse cantando hasta romperse la voz, o actuando de tal manera que las lágrimas eran un signo de orgullo. Ni lloré ni canté. Sencillamente permití que la sensación me embriagara como a toda una perdida, una viajera que había olvidado el mapa y su brújula, y no le quedaba más opción que disfrutar el paisaje inexplorado. Me sentí abrazada, atrapada en un par de brazos que seguramente debían tener la fuerza suficiente para hacerme daño. Me acogí a él, a el sujeto que había asesinado frente a mi, me había revelado los oscuros misterios de un demonio sin alma, y me había salvado de manera francamente lúgubre. Había algo que me obligaba a confiar en él. De alguna manera, a pesar de no conocerle bien, presentía que a Deiran le ocurría algo similar, pues no parecía el tipo de personas que mostraban tanto afecto a una desconocida. Peor aun, a una marginada.

Sus palabras atraparon mi atención, especialmente ahora que me sentía tan revitalizada. Hacía casi dos años, cuando me habían abandonado en París, que no me sentía tan fuerte. Tenía la seguridad de que, si lo quisiera, podría arrancar uno de los pilares de la catedral de una sola patada. Oh, pero no arruinaría tan bella estructura. En vez de eso, miré a Deiran, quien seguía hablándome con aprensión.

¡Oh, me imagino que debo hacerlo! —exclamé, increiblemente tranquila. Quizás se tratara de una revelación al haber visto como se hacía, pero ni yo podía creerme que en verdad considerara la idea de asesinar a alguien esa noche. Tal vez... muy en el fondo, había nacido para eso. Nunca fui el ángel que los ingleses esperaban que fuera cada pequeña dama.— Aun no tengo muy claro como lo haré... pero si es tan importante, tendré que buscar la forma. Nunca he... bueno... —me aclaré la garganta, la cual ya comenzaba a resecarse un poco.— Oh, demonios, vuelve la sed. Sí, supongo que no me queda otra opción. Tan solo quisiera... ya sabe, yo...

Sacudí la cabeza, casi divertida conmigo misma. Me apoyé en los brazos del vampiro y dejé que la enmarañada y castaña melena me ocultara el rostro, como un par de largas cortinas. Si me lo pensaba demasiado, era probable que acabara por arrepentirme. Debía hacerlo cuanto antes. Debía olvidar, de una vez por todas, lo que había sido vivir como una humana. Mi oportunidad de ser yo misma había llegado a mi en una envoltura realmente curiosa y aterradora, pero no me consideraba a mi misma una miedosa. Respiré profundamente, me aparté el cabello y levanté la mirada con una sonrisa torcida. Sus últimas palabras me habían encantado tanto, que me daba igual lo inapropiadas que sonaran las mías.

Por supuesto que sí. No tendría manera de hacerlo sin alguien que me explicara como es todo... esto. —me retiré suavemente el exceso de sangre que quedaba en mis labios, como enfatizando la cuestión. Volví a mirarlo fijamente y sonreí.— Siempre que pueda tutearme.
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Mensaje por Deiran Chassier Jue Mayo 30, 2013 4:35 pm

Después de haber pasado unos minutos todo parecía disiparse, así como las nubes que acobijaban la luna que estaba sobre sus cabezas. En aquella esquina de esa enorme, santísima y venerada estructura Deiran y Yuna se confabulaban el uno con el otro, irían a acabar lo que no tenía fin, pues una vez que se iniciaba no se podía someter a terminar, un círculo vicioso, de sangre, condena y odio. De la última se encargaría Deiran que no naciera en la joven puesto que cargan con aquel sentimiento sería demasiado para la vampiresa aunque al fin y al cabo todos terminaban cayendo en aquello por lo menos procuraría retrasar ese proceso, le mostraría el asesinar como una forma de sobrevivir nada más, que por lo menos en algunos años no le cogiera placer aunque si de ella nacía por sí solo, sólo quedaría aconsejarle no dejarse perder por eso ya que un vampiro debe de ser cuidadoso y selectivo con sus víctimas, en el mundo no era de total conocimiento la existencia de criaturas humanas que se alimentasen de su misma especie, así que si se volvía en una asesina empedernida de cierta manera alteraría ese extraño equilibrio. Se recordó de cada una de las almas que en esa semana había arrancado, aquel demonio lo hacía con odio y venganza para el dios que estaba crucificado dentro de aquella catedral pues creía que destruirle la vida a su obra divina haría pagar y sufrir a ese ser supremo, así como lo citaba ese libro llamado biblia ‘’Con dolor el padre dejaba a merced a su hijo en libre albedrio’’ -El odio al dogma y la deidad- aunque era más un placer irascible que no comprendía aún en sus años de vampiro, siempre solía ser cuidadoso, pues lo impulsivo se lo dejaba a los nuevo convertidos quería enseñarle a la pequeña eso.

Le miró a sus ojos y se le veía feliz, el miedo había desaparecido, se estaba fiando demasiado de sus instintos o quizás ella era fuerte y asimilaba los sucesos rápidamente cosa que no podría dejar de lado Deiran pues los impulsos en un vampiro eran sinónimos de fracaso. —Tranquila, debemos de dejar este sitio primero, a menos que quiera aquí hacer su primera fechoría…. — viendo todo el espacio que a ambos le rodeaba, en esa esquina de la gran Notre Dame. Cerró los ojos y la respiración de ella se tornaba con asedio, volvía su sed, le escuchó con atención y sonrió siempre con en aquella forma —Le dije que mi sangre no cubriría la demanda de su cuerpo, por eso es importante, que encuentre a alguien pronto, para que tire esos deseos de quererse arrancar la garganta…— susurrándole aquello muy levemente como quien aconseja a un hijo.

Se había quedado pesando en aquello cuando sintió a Yuna apoyándose en él, tensó los brazos para sostenerle y abrió los ojos, bajó la vista para alcanzar verle los cabellos que cubrían su rostro y sonrió cómodamente asintiendo a sus palabras —Yuna, esto es más extraño para mí que para… — se quedó en silencio ante su petición y negó levemente con la cabeza pues solía tratar de usted a quien fuese con excepción de unos pocos conocidos, después de todo ella estaba formando parte con él de algo extraño que no estaba seguro qué era así que podía pasarlo por alto lo que le iba a decir quedó en el olvido en ese instante, había caído en cuenta que no podía continuar con esa oración —Esta bien, si quieres que te tutee me parece bien… — suspirando con extraño padecer —Entonces, lo primero que debes de hacer es localizar a una presa, quieres hacerlo ahora? O quisieras saber alguna otra cosa más?— viéndole fijamente dando dos pasos hacia el frente y colocándose de espalda para verle por encima del hombro —Antes de comenzar, por tu acento… tú no eres de aquí cierto? ¿Quién te ha convertido Yuna? — apretando los dientes al recordar en la condición en la que le había encontrado. No sabía lo que le estaba pasando puesto que no solía demostrar sentimientos quizás por eso se ocultaba tras su espalda para evitar ser visto pero estaba seguro que la escoria quien fuese pagaría.
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Mensaje por Yuna Rutledge* Dom Jun 02, 2013 3:04 pm

Mirando al cielo, negro y grisáceo, podía sentir más a fondo la oscuridad de nuestra naturaleza. Como una maldad que se cuela hasta alcanzar los huesos, y al fin, aferrarse a ellos. El vínculo que un vampiro podía crear con otro, especialmente un neófito, era increíblemente fuerte, pero en ese tiempo yo ni siquiera lo sospechaba. Solo creía en la soledad y la desgracia, cualidades que habían sido partes de mi vida incluso antes de ser una hija de la noche. Esa noche, abordada por un vampiro experimentado que me había obsequiado parte de su sangre, pude sentir como el fuego de las penumbras acababan con mi último atisbo de humanidad, y me dejaban, entre cenizas, volver con una nueva sed de sangre. Acaricié el rostro de Deiran, como quien admira una obra maestra.

Una hora... un día. ¿Qué más diferencia hay? Quiero sangre. —susurré, con una voz que casi me parecía desconocida. Era como la melodía de un espectro, tanteando las palabras con suavidad y sin prisas, como si tuviese toda la eternidad para pronunciarlo. Posiblemente, así fuera.— Tu sangre me ha servido mucho, Deiran... pero tienes razón, necesito cazar. Hay algo dentro de mi que me está pidiendo la sangre a gritos, ¿sabes?

Mi voz se apagó, cuando volví a concentrarme en sus palabras. Lo escuchaba sin reparos, confiando en él como si se tratara de un sabio. Necesitaba urgentemente que alguien, de preferencia inocente e ingenuo, se acercara al menos un poco a la catedral. Miré en todos lados, aunque lo seguía escuchando. Cazar, asesinar... desangrar. No podía pensar en nada más que eso. En las cenizas que ahora eran mi alma, disipándose bajo la húmeda noche. Por primera vez en dos años, miré mi cuerpo, flácido y delgado, como nunca había sido; la piel que alguna vez había tenido una tonalidad bronceada, por vivir en el campo, ahora parecía blanca y sedosa. No había notado antes que lo único que me cubría era un arrugado, roto y descuidado vestido de algodón, que parecía a punto de desmoronarse. Fruncí el ceño, antes de levantar el rostro hacia el vampiro.

Nací en Inglaterra, pero me enseñaron francés... —noté el momento exacto en que su tono de voz transmitía peligro, y fue el tiempo en que mi rostro se ensombreció. El recuerdo de un hombre joven de hermosas facciones y misteriosa mirada me atravesó la cabeza, pero solo pude decir:— No lo recuerdo.

No había manera de hablarlo, no cuando lo único que deseaba era olvidar las pocas horas que pasé con esa criatura sin corazón y sin escrúpulos. De hecho, incluso ahora que yo era un vampiro, no podía considerarme igual a él. Porque él había sido un cobarde, un cínico que se regodeó del placer de abandonarme en un lugar desconocido. No lo perdonaría jamás, y por eso mismo, no volvería a mencionar su nombre. Me acerqué de nuevo a Deiran.

Aquí y ahora. No puedo esperar más tiempo. He esperado dos años para probar una gota de sangre, y aunque la tuya es agradable, no me sacia lo suficiente. Tu lo has dicho. —lo rodeé hasta mirarlo de frente.— Enséñame a alimentarme esta noche, por favor. Guíame el tiempo que desees hacerlo. Una semana, un año... ¡cuanto quieras!
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Jun 02, 2013 7:28 pm

Quién era ella para embelesarle los ojos a Deiran? Para despertarle emociones, sentido de protección y una especie extraña de algo que no sabía qué era. Quizá por su condición de hijo único al ser un humano, el egocentrismo que por muchos años había vivido le habías despertado ciertos aires paternalistas o algo más que no estaba seguro. Le miraba con tranquilidad, asintió a su caricia que le impulsó a llevar a una de sus manos a la cabeza ajena y deslizársele por los cabellos como progenitor que consuela a su hijo después de una dura caída y que espera que con aquello se sienta de mejor ánimo. Sonrió al escuchar las palabras que de Yuna salían —Tremenda sed de sangre….-se dijo para sí mismo y suspiró plácidamente pues comprendió que no era alguien que se daría por vencida y que la sangre de una asesina siempre habría recorrido por sus venas. Se inquietó un poco, que sus ojos le seguían el cuerpo con cautela, como inspeccionándole, de pies a cabeza denotó su forma y los ojos de Deiran se llenaron de su aura maléfica, podría decir que eran el uno para el otro. Había desertado completamente de la idea de desviar su sed a una necesidad meramente porque ella misma le habría dado la respuesta, ya estaba definido su patrón solo necesitaba un poco de veneno para ser calentado.

—Entonces Yuna, no hay tiempo que perder, la noche apremia, recuerda que nuestro infortunio son los rayos que despiertan felicidad en los humanos, nosotros debemos de aprovecharnos de su debilidad…. El miedo… - sonrió de medio lado y le vio de nuevo como hace un rato le estaba viendo —El demonio tiene sed de sangre eh? -soltó una sonrisa — Entonces hay que alimentarte muy pronto, o te sacarás de quicio- le dijo con desaire puesto que se sentía como si cuidase de una niña, aunque no le parecía molesto, le agradaba aquella nueva experiencia.

Le vio con cierta deslumbra al notal el maremoto de ideas que se debatía en la ajena. Parecía confundirse y contradecirse pero de algo estaba seguro que ella sería una estupenda asesina. Respiró un momento pensando en qué sería lo siguiente cuando de la boca de Yuna comenzaron a brotar las palabras con cierta peculiaridad que ya había experimentado antes. —De Inglaterra ¿ah? Muy interesante…. Pronto tendré que volver por allá. Necesito expandir más Camelia Vinn… París fue mi primer objetivo desde el inicio, en segundo Inglaterra y después países del medio oriente quizás… - diciendo aquello sin esperar que ella le diese importancia siempre dándole la espalda viéndole de reojo —Creo que todos tendemos a olvidar algo que se nos haga demasiado molesto ¿No Yuna? - sonriendo para verle frente a él. Si para ella no era importante aquello entonces para Deiran sería mucho menos.
Le vio detenidamente que podía sentir su respiración—Mi sangre fue solo para restituir tus funciones momentáneamente Yuna, estás aprendiendo rápido…. - sonrió por sus palabras, —Te enseñaré lo que por hoy necesites tu saber, después decides tú si queres que sea yo quien te enseñe el resto… - acercándose a ella y descendiendo un poco quedando a su altura para susurrarle aquello sin mover ni un tan solo músculo —En lo que a mí respecta, será un honor mostrarte lo que con tanta saña me fascina hacer…. - quedándose ahí un momento viéndole a los ojos.

Retomando la postura nuevamente sonrió dirigiéndose a la neófita con precisas instrucciones dejando de lado un momento el tema anterior —Entonces no tardemos más, cierra tus ojos y trata de percibir los pasos de alguien que te llame la atención, que con deseo te provoque su contenido… Olfatea al viento la sangre que recorre por sus venas, husmea la vida que vas a arrancar… Percibe su esencia humana Yuna… - viéndole fijamente esperando su respuesta.
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Mensaje por Yuna Rutledge* Mar Jun 04, 2013 10:21 pm

Un tema delicado, una sustancia peligrosa para una criatura joven como yo que apenas y podía disponer de ella bajo control. No, porque esa sería una vil mentira. En ese tiempo, el control no formaba parte de mi vocubalrio, aunque admito que en presencia de Deiran, me comportaba bastante. Esa noche en especial intenté refrenar mi sed, y liberarla lo estrictamente necesario para poder saciarla de una vez por todas. Desde esa desvelada cacería, guardé un fortuito respeto por él, y si alguien me hubiese preguntado, no dudaría en llamarle hermano. Había que ver cuanto había cambiado yo con la mordida de un condenado. Porque cuando escuchaba sus palabras, estas salpicadas de fría sabiduría y un poco de amargura por la experiencia, no había nada que pudiera distraerme. La idea de asesinar comenzaba a tentarme tanto, que me costó todo el autocontrol que me quedaba. Sonreí para mis adentros cuando mencionó mi sed, pero dejé de hacerlo en cuanto expresó que pronto volvería a Inglaterra. De hecho, es posible que mi rostro se ensombreciera un poco. No deseaba separarme de él aun, pero por ningún motivo volvería a ese país.

Fue innecesario replicar algo sobre este tema, porque de inmediato él pareció entender lo poco que me gustaba recordarlo. Me miraba fijamente, sin desviar la mirada, con una paciencia envidiable y una seguridad casi tenebrosa, que yo, en mi fuero interno, anhelaba adquirir. En ese tiempo no tenía ni idea de si un vampiro podía sonrojarse o no (hoy en día comprendo bien que ese bochornoso estado nos condena a humanos y no-muertos por igual), de manera que tampoco me molesté en desviar la mirada cuando sentí que las mejillas me ardían. Nunca nadie me había dado un elogio, o al menos uno que no tuviera que ver con los deseos de alguien más.

Sus siguientes palabras las escuché a medias, como si intentara hablarme tras un velo que convertía las palabras en un suave e inentendible murmullo. Sin embargo, cuando llegó el momento crucial en el que me explicaba como debía empezar mi cacería, agudicé el oído y entorné la mirada. No podía distraerme. Escuché atentamente y, cuando sentí que el significado de sus últimas palabras se colaba en mi mente, mis ojos volvieron a teñirse de un rojo intenso.

¿Sangre...? —apenas y fui consciente de susurrar. La pequeña e imperceptible brisa nocturna me acarició el rostro, y con ella, llegó el aroma de un humano. Era un apetitoso olor a inocencia y frescura, y una vez que pude identificar de donde provenía, me dirigí ahí sin chistar. Se encontraba casi a las espaldas de la catedral la forma de un niño, robando lo que parecía ser una buena cantidad de oro del bolso de un viejo que se había quedado dormido. Por un breve momento, vacilé. Si eran dos, ¿cómo podría hacerlo sin que el otro se pusiera a gritar? Miré hacia atrás, buscando a Deiran con desesperación. Necesitaba de él.
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Mensaje por Deiran Chassier Miér Jun 05, 2013 5:16 pm

Deiran estaba atento, casi ensimismado con las actitudes de Yuna, debía de ser cauteloso, él sabía lo que se sentía, la especie de 'craving' que después de haber probado la sangre humana por primera vez generaba. Estaba seguro que la condición de ella, de haber esperado tanto tiempo por gozar del placer de sumergirse en el mundo que ahora le rodeaba traería consecuencias no muy halagadoras para la vampiresa puesto que debía de luchar contra los deseos que por dentro se despertaban sin refreno alguno. Se quedó observándole mientras comentaba una que otra cosa con ella, poco a poco el entorno que le rodeaba a la neófita era sombrío y grotesco, con necesidad su cuerpo refería el deseo de asesinar a alguien con urgencia o sin duda se desataría lo que entre vampiros se conoce como ''guerra infernal''. En realidad trataba de concentrar la atención de Yuna en alguna otra cosa más, aunque sabía que eso sería imposible, el periodo de paz estaba transcendiendo a una especie de euforia desenfrenada que terminaría mal si no la detenía a tiempo. Deiran meditaba tranquilo, pensando fríamente en el siguiente paso de Yuna.

Le observó con una sonrisa al aire acariciándole los cabellos al ver como sus mejillas se pintaban de un rosa tenue, y es que en la pálida piel de un vampiro quizás esos rasgos que eran mas humanos que otra cosa se denotaban mejor. Aún permanecía en silencio mientras Deiran se cuestionana el por qué de aquello, le había preguntado ciertas cosas y quizás Yuna estaba más concentrada en borrar la amarga sensación que se apoderaba de ella nuevamente en quizás las palabras que él decía.

Se intrigó más en ella, su piel comenzaba a erizársele en una especie de frío intenso y la sed se le reflejaron a los ojos de Yuna, ese rojo carmesí característico del acecho encarnado, sonrió plácidamente al ver que ella enfocaba su atención tal cual él le había explicado. Claro, no podía dejarla sola, anticipadamente ya se había percatado que por la calle habían tres posibles víctimas; una señora que vendía fruta en la calle de un aspecto no tan desagradable que Deiran la dejaría como una posible opción, aunque él era muy selectivo, también captó la esencia de un par de niños que por su condición e inocencia eran una presa de la cual estaría complacido ingerir pero no estaba tan seguro si Yuna sería capaz de atacarles y después la de un borracho que era definitivamente disgustante su hedor así que ni aunque ella lo eligiese la dejaría probar de esa sangre tan asquerosa.

El susurro del viento llevaron las palabras de Yuna a los oídos de Deiran, arqueó una ceja y asintió con firmeza a esas temblorosas palabras. Sus ojos apenas y podían captar la velocidad con la que Yuna había optado por utilizar al dirigirse a su pequeña víctima -Eres malvada...- sonrió cuando se dio cuenta que eran los pequeños infantes a los que había decidido darle muerte, se fue tras ella pues tenía que cerciorarse que todo saliera bien, cuando la vio titubear, se dirigió aún con más rapidez y se detuvo a sus espaldas, agachádose para susurrarle al oído —Tranquila, ataca a uno primero mientras asesinas con tu mano al otro, sus cuerpos son frágiles... Ahórcalo...- dijo aquello sin ningún tapujo. La vida era cruel, el mundo era cruel y ella debía aprender a ser fuerte.
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Mensaje por Yuna Rutledge* Jue Jun 20, 2013 4:13 pm

El momento en el que la suavidad de un frágil y tierno cuello quedó aplastado bajo mi mano, supe que ya no habría retorno de semejante infierno. Ahora, incluso antes de probar la sangre de un inocente, había pecado con el asesinato de un querubín. No, no había vuelta atrás. Apreciar como se destruía su traquea, al tiempo que mis colmillos desgarraban la piel de su pequeño hermano, fue como un cruel bálsamo para la culpa. Ahora no existía más deseo y bondad. Solo podía sentir el desenfreno por beber más y más, vaciar ese cuerpo diminuto hasta la última gota. Había que abandonarlos después a su suerte, quizás para que alguna madre los encontrara sin color en las mejillas. Cuando el niño de rizos rubios dejó de moverse, lo solté, dirigiendo ahora mi boca al brazo de su hermano, bebiendo de él como si se tratara de una copa de vino.

El flash de mi vida anterior a esa volvió a mi como un relámpago, en aquellas ocasiones en las que mis padres discutían sobre si era apropiado que una chica de mi edad bebiera vino. Sonreí casi con sádica diversión. ¿Qué dirían ahora de su pequeña y "defectuosa" hija?

Levanté la mirada hacia el nocturno firmamento, allá donde la estrellas brillaban con timidez e inocencia. El cielo se estaba despejando, y la luz de la Luna se abría paso entre las últimas nubes oscuras, dando un color casi perfecto a los cuerpos sin vida de ambos niños. Me incliné hacia uno de ellos y besé su frente, depositando así la marca de un beso sangriento. Sería el tierno acto de una asesina poética como yo, que conocía la oscuridad y la luz de su alma. Levanté la mirada hacia Deiran, quitando el cabello de mis hombros y poniéndome de pie.

Esta noche no podré olvidarla jamás. —murmuré con la voz de una chiquilla que ha conocido a sus demonios. Mis ojos volvieron a su tenue color jade.— Sé que será así de ahora en adelante, pero no sé lo que quiero. Temo vivir muerta durante más tiempo. He estado rondando París durante dos años por el capricho de un hombre. —me paseé por el pequeño callejón, ahí donde los cuerpos yacían sin vida, con mis manos temblando por el frío y el terror.— ¡Si temiera a la muerte, que dicha! Esta llega en un segundo y no la sufres. Ellos no la sufrieron. Pero vivir por vivir, ver pasar los días y admirar de lejos como otros gozan lo que tienen... no puedo seguir así. Deiran, no me dejes sola... —lo miré con la intensidad que podía tener un alma medio muerta hacia su última oportunidad de vivir.

Si una mirada podía matar a alguien, quizás yo podría atar a Deiran con tan solo mirarlo. Deseaba hacerlo. Porque si había podido asesinar con mis propias manos, y había bebido sangre espesa a costa de mis años como humana, podía concebir el capricho de aferrarme a él. No era ninguna niña buena, ni tampoco una mujer madura. Todavía necesitaba aprender y crecer, porque la fuerza de un niño, sin importar cuanta sea esta, siempre será menor a la de un adulto.
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Jun 23, 2013 6:04 pm

Estaba esperando a que por si sola saliese de su trance. Había escuchado y captado muy bien el mensaje, matar sin compasión para obtener el alimento, quizás le hallara gusto y sazón a aquello pero por lo que sus manos, su cuerpo, toda su piel le delataba no podía hacerse la disimulada, él lo notaba a donde fuese.

Le dio la espalda para dejarla que gozase de privacidad, aunque realmente no le molestaba, solo deseaba estar ahí con ella, hacerle sentir que todo estaba bien, apoyó su cuerpo en una de las paredes del callejón y los cuerpos de las pequeñas victimas estaban tirados a sus pies, el olor le vibraba hasta las pestañas, sinceramente Yuna se acababa de alimentar de lo mejor que podía haber.

Deiran ya se lo había comentado, era muy selectivo y acababa de asesinar a lo que por segunda elección él prefería, puesto que gozaba de alimentarse de vírgenes. Le miró de reojo con un aspecto mus desquiciante y sonrió, sin esperar a que ella de su boca soltase alguna palabra se acercó a ella abrazándole.-Tranquila, que para mi también ha sido y será inolvidable, en mis años de vampiros había visto a una neófita con tu agilidad... - sonrió complacido -Tienes talento eh! - le acarició los cabellos y sonrió de nuevo escuchándole asintiendo a sus palabras, lastimosamente esta era la vida que había elegido, sea cual sea la razón por la que se haya transformado en un chupa sangre.

-Tú eres la que elegirá cómo vivirás de ahora en adelante, si deseas puedes vivir sumida en ese recuerdo, y vivir atormentándote por el resto de tus eternidades o... simplemente dejarlo ir, vivir con aquello sin dejar que te perturbe y comenzando de nuevo, nunca es tarde, aún para seres como nosotros... - le vio desde arriba posando una de sus manos sobre sus cabellos. -Ese hombre eh! - le dijo entrelabios y no quiso meditar más sobre aquello pues lo había dejado atrás -Para nuestro infortunio, es ahí el verdadero reto de nuestra existencia.... encontrarle sentido... - se mantenía compenetrado con ella abrazado.

Ambos ojos cruzaron el uno con el otro, la mirada de Yuna era tan perdida y fugaz pero a la vez tan profunda e inducible, era como perderse en el infinito bosque a sabiendas si algo malo podría pasar. Le soltó de sus brazos y se separó de su cuerpo unos instantes para responder lo último que ella le había pedido -Yuna, ya te lo dije, en ti está la única decisión que quieras tomar para consigo misma, en lo que a mi respecta, no podría abandonarte... - sacando detrás de uno de sus bolsillos un pañuelo de seda blanco y limpiándole los rastros de la sangre coagulada en una de las comisuras de sus labios.

Colocándole el dedo índice en la frente, empujándole con suavidad hacia atrás caminando delante de ella, no sabía qué lo había convencido, su terca mirada o la rudeza con la que había afrontado la realidad, quizás se vio reflejado en ella y de ahí había surgido la idea de llevarla consigo. -Entonces ven, apresurate, iremos a mi mansión, no tardará en amanecer y no quiero encontrarme aquí para eso - ¡maldita debilidad -Creo que tú tampoco.... - le sonrió sin darle mayor explicación. -Ves esa colina detrás de la entrada a la ciudad?, pues más adelante de ahí esta mi aposento, vamos... - devolviéndole la vista, como casi dándole una orden -¿Crees que podrás seguirme el paso? Porque odio caminar - le dijo en son de chiste pues sabía que después de la comida que acababa de darse estaba completamente repuesta hasta a rebasarle si ella quería, una vez dándole la indicación de su casa esperaba hacer una pequeña competencia con ella. El ganador cenaría lo mejor de la casa. No sabía como resultaría aquello de haberle acogido sin conocerle pero no se negaba la oportunidad a tener una pequeña hermanita.
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Mensaje por Yuna Rutledge* Vie Jun 28, 2013 2:44 am

"La sangre es lo mas sensual de todo lo que una criatura pueda desear; es la intimidad del momento (beber, matar), el gran baile cuerpo a cuerpo que se danza cuando la victima se debilita y yo siento que me dilato, engullendo la muerte que, por una fracción de segundo, arde con tanta magnitud como la vida."


El corazón que latía en vida ardiente y humana, continuó retumbando en mi pecho muerto y frío. Al menos eso me parecía. Había poco de lo cual yo pudiera estar segura una vez que la oscuridad se hubiese apoderado de mi, pero suponía que el tiempo sería el mejor antídoto para mi ceguera temporal. Más adelante, cuando Deiran hubiese influido más en mi, sería capaz de ver más allá de ese camino penumbroso. Sentí su calor alrededor de mi cuerpo, como un protector fiero y elegante que no permitiría la interrupción ante una conversación tan intima y decisiva. Mi mirada serena podía ser confundida como una amenaza para cualquier humano temeroso, pero para alguien como mi nuevo compañero, bien podía ser el pan de todos los días.

Había algo diferente en cada quien luego de haber arrebatado la vida de una persona.

Un olor diferente, o quizás una mirada más tranquila. Era un terror innato que el asesino en cuestión adquiría. Realmente deseaba convencerme de ello, porque temía ser demasiado arrogante al pensar que hacía nacido así. Presté atención a sus palabras y asentí en más de una ocasión. Vislumbraba mi futuro con poca importancia, pues mi verdadero interés radicaba en cada paso que daba. Un pie frente al otro.

Si estás tan seguro de ti mismo entonces no puedo dudar de tus palabras. No quisiera herir a tu orgullo de esa forma. —le dije, sintiendo mi labio superior temblando de antelación. Nunca había tenido la libertad de semejantes comentarios e ironía, y ahora que podía decirlo con tanta facilidad, mi cuerpo se resistía a aceptar un cambio tan drástico. Rodeé su cintura con los brazos, como el naufrago que se aferra a la tierra desesperadamente.— Te quedarás conmigo y yo seré tu pequeña molestia. Hay cosas que parecen inevitables. Hoy asesiné por primera vez y tu has quedado encandilado por la figura de una... podría decirse... ¿hermana menor?

La suave risa que brotó de mi pecho resonó a duras penas en el vacío callejón. Aquel en el cual todavía yacían los cadáveres de ángeles inocentes que transitaban en el lugar equivocado a la hora equivocada. Cuando nuestros cuerpos se separaron y su dedo tocó mi frente, fue imposible para mi reprimir una expresión de tierno fastidio. No conocía el afecto ni la fraternidad, pero eso no me impedía reconocerlo cuando lo veía. Retaba mis capacidades como un maestro a su alumno, con la diferencia de que hablaba de mi como un miembro más de su familia. A lo lejos, allá donde señalaba su mirada, divisé una colina perdida en la oscuridad, y comprendí que al paso de un humano, demoraríamos mucho en llegar. Su último comentario me arrancó una sonrisa ladina.

¿Y quien dice que no puedo seguirte el paso? Habrá que ver lo confiado que estás en tus habilidades. —le reté con un gesto típico de las viejas damas de la sociedad inglesa. Me adelanté y lo miré por encima del hombro, más entretenida que nunca.— Veremos si tu puedes seguir mi paso.

Y sin más, marché a lo que se ocultaba tras la lejana colina.
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