AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Angel Negro en la Plaza de Notre Dame. (Priv HDA)
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Dacian Bassarides
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El Angel Negro en la Plaza de Notre Dame. (Priv HDA)
Cada uno de sus pasos le condujeron hasta allí.
Aún así mantenía una postura firme, el mentón en alto,
una sonrisa apenas visible como si se burlara del mundo que
presenciaba este momento. La mayoría, incluido su hermano desapro-
baba sus acciones. Pero no se le veía arrepentido, ni si quiera molesto. En
su rostro parecía estar escrito el triunfo en vez de la derrota, como si de algún
modo supiera que esto no había terminado y que alguien más lo haría en el futuro
por él. Y vencería. La forma en que se inclinó, con el porte de Príncipe que le distinguía, no semejaba nada más que una reverencia profunda, que viene
de alguien que se siente grande o lo es. Marcus Fontaine fijó la vista
al frente y justo cuando la espada caía sobre su cuello, era
Darcy quién estaba en su lugar. Un sueño, una profecía.
Al despertar había llegado el día de recorrer
los pasos de su padre.
El día comienza antes de que venga el crepúsculo y de nuevo la noche. Lo queramos o no. Aún cuando el deseo ferviente de Darcy anhelaba que de algun modo se detuviera el tiempo, incluso que volviera hacia atras. Aún así y al mismo tiempo se contradecía. Porque quería que todo terminara prontamente, acabar con ése circo en el que se había convertido su juicio y su condena. Pero la muerte era un paso para el cual no se sentía preparado. Tan sólo una promesa etérea, susurrada en un sueño era la esperanza que recidía en su interior, en la Hermandad.
Ahora habían sacado a Darcy de su prisión para conducirle por las escaleras de la torre y entre los reducidos pasillos de la Bastilla. Vestido con atuendos sencillos pero propios de la nobleza. Todo de azul oscuro. En algún momento se unió a la marcha fúnebre la loba Gianella. Una mirada larga fue toda la conversación por parte de Darcy. Había permanecido largo tiempo blasfemando y gritando, aullando antes de que llegara el sacerdote y aún después de que se marchara. No había nada más que decir. "Tenga fe, arrepientase y serás bienvenido en la gloria de Nuestro Señor" había rezado aquél hombre de sencilla vestimenta que tomará su última confesión. Él respondió: "No me arrepiento de nada", antes de que el sacerdote hiciera la señal de la cruz y le deseara suerte. Una luna casi llena sería la despedida del lobo, al menos no tendría que verlo de nuevo reflejado en el espejo.
La luz del sol tocó primero sus cabellos
y luego lastimó sus ojos. Darcy los entrecerró.
Los demonios de las sombras se reían a sus espaldas
y le venían pesadillas a la cabeza.
Luego una oscuridad breve cuando sus captores le hicieron subir al carro
que le llevaría a su último destino.
Diez minutos para las seis de la tarde. Para la hora elegida, la última hora que Darcy escucharía anunciar con un repique de las campanas de Notre Dame. Una gran muchedumbre reunida les aguardaba a los prisioneros. Ojos acusadores, susurros de sospecha, algunos hacían la seña de la cruz, otros les miraban con lástima. Caras que miraban bajo las capuchas de los abrigos que portaba la mayoría a causa del frío. Rostros ocultos. Cualquier demonio podría jugar allí o cualquier ángel salvador...
y luego lastimó sus ojos. Darcy los entrecerró.
Los demonios de las sombras se reían a sus espaldas
y le venían pesadillas a la cabeza.
Luego una oscuridad breve cuando sus captores le hicieron subir al carro
que le llevaría a su último destino.
Diez minutos para las seis de la tarde. Para la hora elegida, la última hora que Darcy escucharía anunciar con un repique de las campanas de Notre Dame. Una gran muchedumbre reunida les aguardaba a los prisioneros. Ojos acusadores, susurros de sospecha, algunos hacían la seña de la cruz, otros les miraban con lástima. Caras que miraban bajo las capuchas de los abrigos que portaba la mayoría a causa del frío. Rostros ocultos. Cualquier demonio podría jugar allí o cualquier ángel salvador...
Ambos fueron llevados hasta el patíbulo colocado en la Gran Plaza de la Señora de Francia, Notre Dame. Darcy primero subió los escalones escoltado por los soldados. Miró a la muerte vestida de ropas negras y disfrazada de verdugo, que blandía la fina espada con la que... Contempló de izquierda a derecha toda la gente que estaba congregada para ver. Creyó distinguir unos ojos azules muy familiares entre el gentío. Los miró fijamente un momento mientras tomaba aire. Sus manos temblaban aunque intentó disimularlo.
-El Delfín contreaerá pronto nupcias-
comenzó con voz firme, mírandoles a todos
-"Los pasteles funerarios
han sido el plato frío de la boda.
Antes encontrar en el cielo a mi peor enemigo
que haber visto este día"-
comenzó con voz firme, mírandoles a todos
-"Los pasteles funerarios
han sido el plato frío de la boda.
Antes encontrar en el cielo a mi peor enemigo
que haber visto este día"-
Citó, luego volvió a fijarse en esos ojos azules que las Furias habían tomado para bularse...
-Pero fue la princesa misma quien dijo al pueblo que a falta de pan, "coma pasteles". Una buena forma de dejar un mensaje claro. Por ello si soy castigado por revelión, aseguro ser inocente. Si se me condena por buscar justicia...
Que así sea.-
Que así sea.-
Última edición por Darcy Trudeau el Sáb Jun 30, 2012 12:11 am, editado 2 veces
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 288
Fecha de inscripción : 21/02/2011
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Re: El Angel Negro en la Plaza de Notre Dame. (Priv HDA)
"El Invierno se Acerca " ...en aquel momento lo entendí entendia cada señal que había visto con la brisa gélida del invierno. Persefone se encontraba sentada en el Pulpito real junto con los Jovenes Principes o lo que quedaba de la familia Real , Podía escuchar ,sentir cada emocion de todos los presentes , podía sentir que le estomago se le revolvía "El invierno se acerca" ,la cabeza rubia volteo a ver los cuervos negros que volaban hacia le crepusculo mientras el día Moría . Las masas se arreglaron ,los reyes y príncipes se pararon al igual que los cortesanos y la clase baja ; Los condenados entraban en el Patio de la bastilla ,miradas sombrías ,susurros .-" El Invierno se acerca"-Pronunciaron sus labios mientras veia a los condenados entrar a la Bastilla ,si el invierno se acercaba y no podría hacer nada para evitarlo "El Invienro se acerca"la noche también y con ella ve un Ultimo cuervo despidiéndose de la bastilla .
La boca se le resecaba mientras su Mirada azul seguía cada acción cada movimiento de Darcy , su mano izquierda agarraba Fuerte la manga de su tunica de un azul gelido , podia sentir que sus piernas temblaban ¿Miedo? Tal vez fuera aquello pero .. lo que ella sentia como miedo no lo reflejaba estaba tan quieta tan tranquila que podría decirse que era un estatua viviente ,Respiraba con normalidad por que era lo esperado . Entonces el acusado habla , Hablaba acerca del Perdido Jean Baptiste de una manera tan Jocosa e insultante para la Familia real que de no ser por estar en su posición le hubiera sacado una sonrisa pero recordaba que hoy no era un dia para ser aquella a las que todos conocian no ho yno era ese dia . Miro por el rabillo del Ojo a Dominique que aquella tarde sus ojos azules tan vivaces y llenos de vida parecían muertos y a la espera de algo y Darcy solo hablaba Palabras que iban hacia ellos acestandoles un golpe en el ego uno tras otro lo cual deberia pagar con sangre ¿Para eso estaba alli?¿cierto? .
Persefone era la mas cercana a la barandilla de madera del sitio donde estaba la Familia Real ,alli se encontraba apasible ,calmada,escuchando cada palabra del discurso funebre , las palabras no solo llegaban al sequito real , no las masas que estaban aglomeradas aquella tarde susurraban entre si ,se daban miradas , algunos hacían el intento de hablar en voz alta pero se atragantaban con sus propias palabras y por ultimo los pobre ,los habitantes de francia quienes lloraban a su Mártir que iba caer ,que paliaban con la guardia que requisaba con sus miradas de alcones a todos ellos eran los perros de abelard Los perros de Guerra . Darcy termino y ella sonrio sin que nadie lo notara ,aquello era una advertencia apra toda la Gente "Esto es Guerra" era para el soldado ,el civil, el asesino , la victima aquel dia significaba tener que elegir bien un papel a interpretar en el momento de mentir en el momento de decir la verdad ,en el momento de tener que morir en el momento de vivir , en el momento de Luchar como uno hasta el final de la tierra porque después de aquella "ejecucion" el mundo cambiaria "es un Mundo Nuevo y Valiente" Penso la Rubia para si .
"Esto es Guerra" de la Derecha a la Izquierda era una guerra silenciosa que aun no se habia comenzado ,el aire era tan pesado que se respiraba por simple inercia ,Persefone sentia el frio filo de sus Dagas bajo las mangas de las Túnicas ,si moria aquel dia no lo haria como un simple martir lo haria con honor y gloria como los de su estirpe . Aquello era mas que una simple advertencia ,era como la cronica de una muerte anunciada . Persefone sentio por un momento que el piso debajo de ella desaparecia lo que hizo que sus manos se aferrasen mas fuerte a la barandilla de madera , Nobles y guardias la Vieron "Cuando se juega a los Juegos de Tronos se puede Ganar o Morir no hay Puntos Intermedios" se recordó así misma soltando la barandilla y poniendo al frente en alto y Mostrando su mejor Cara. Las Orbes azul palido Buscaban las del lobo , La persona que habia conocido alguna vez ya o estaba alli . Ahora quiene stab alli era un ser distinto diferente un ser que dejaba ver su Odio hacia la familia real "Solo cierra tus ojos"; Una Familia que le habia Vuelto la Espalda Y no solo a el ,"Solo cierra tu vision persefone nada Puede herirte ahora" ellos eran tambien culpables de la muerte de sus padres su Hermana ellos no enviaron tropas No hicieron nada ¿por que hacer algo por ellos ahora? .
Un Movimiento llamo la atención de la joven burócrata el la masa del pueblo comenzaba a ver levantamientos ,los campesinos trataban de llegar a darcy de alguna manera ,peliaban entre llos, caian uno sobre otors ,los guardias procedian los ceparaban ,les gopeaban ,les herian ,"Para la Mañana estrian sanos y salvos " . Persefone entonces dirigio su mirada a un personaje que estaba tan callado y tan tieso como ella ,Gianella Massone aquella mañana se veia demacrada en cualquier aspecto y solo guardaba silencio esperando que cualquier cosa pasara ,todos los estaban ,todos lo podian ver en el aire , en el ambiente se podia hasta respirar . Eran señales todo hasta aquel dia eran pequeñas señales que algunos habian ignorado por caer en su orgullo y en miseria de vida burguesa , "Todos al Final somos Miserables" .
Persefone era la mas cercana a la barandilla de madera del sitio donde estaba la Familia Real ,alli se encontraba apasible ,calmada,escuchando cada palabra del discurso funebre , las palabras no solo llegaban al sequito real , no las masas que estaban aglomeradas aquella tarde susurraban entre si ,se daban miradas , algunos hacían el intento de hablar en voz alta pero se atragantaban con sus propias palabras y por ultimo los pobre ,los habitantes de francia quienes lloraban a su Mártir que iba caer ,que paliaban con la guardia que requisaba con sus miradas de alcones a todos ellos eran los perros de abelard Los perros de Guerra . Darcy termino y ella sonrio sin que nadie lo notara ,aquello era una advertencia apra toda la Gente "Esto es Guerra" era para el soldado ,el civil, el asesino , la victima aquel dia significaba tener que elegir bien un papel a interpretar en el momento de mentir en el momento de decir la verdad ,en el momento de tener que morir en el momento de vivir , en el momento de Luchar como uno hasta el final de la tierra porque después de aquella "ejecucion" el mundo cambiaria "es un Mundo Nuevo y Valiente" Penso la Rubia para si .
"Esto es Guerra" de la Derecha a la Izquierda era una guerra silenciosa que aun no se habia comenzado ,el aire era tan pesado que se respiraba por simple inercia ,Persefone sentia el frio filo de sus Dagas bajo las mangas de las Túnicas ,si moria aquel dia no lo haria como un simple martir lo haria con honor y gloria como los de su estirpe . Aquello era mas que una simple advertencia ,era como la cronica de una muerte anunciada . Persefone sentio por un momento que el piso debajo de ella desaparecia lo que hizo que sus manos se aferrasen mas fuerte a la barandilla de madera , Nobles y guardias la Vieron "Cuando se juega a los Juegos de Tronos se puede Ganar o Morir no hay Puntos Intermedios" se recordó así misma soltando la barandilla y poniendo al frente en alto y Mostrando su mejor Cara. Las Orbes azul palido Buscaban las del lobo , La persona que habia conocido alguna vez ya o estaba alli . Ahora quiene stab alli era un ser distinto diferente un ser que dejaba ver su Odio hacia la familia real "Solo cierra tus ojos"; Una Familia que le habia Vuelto la Espalda Y no solo a el ,"Solo cierra tu vision persefone nada Puede herirte ahora" ellos eran tambien culpables de la muerte de sus padres su Hermana ellos no enviaron tropas No hicieron nada ¿por que hacer algo por ellos ahora? .
Un Movimiento llamo la atención de la joven burócrata el la masa del pueblo comenzaba a ver levantamientos ,los campesinos trataban de llegar a darcy de alguna manera ,peliaban entre llos, caian uno sobre otors ,los guardias procedian los ceparaban ,les gopeaban ,les herian ,"Para la Mañana estrian sanos y salvos " . Persefone entonces dirigio su mirada a un personaje que estaba tan callado y tan tieso como ella ,Gianella Massone aquella mañana se veia demacrada en cualquier aspecto y solo guardaba silencio esperando que cualquier cosa pasara ,todos los estaban ,todos lo podian ver en el aire , en el ambiente se podia hasta respirar . Eran señales todo hasta aquel dia eran pequeñas señales que algunos habian ignorado por caer en su orgullo y en miseria de vida burguesa , "Todos al Final somos Miserables" .
Persefone Ginalkopoulus- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 396
Fecha de inscripción : 28/06/2010
Localización : Palacio de Versalles
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Re: El Angel Negro en la Plaza de Notre Dame. (Priv HDA)
Miro hacia todas las direcciones asegurandose de que nadie le sigiera pues cualquier error podria ser el fin de la misión, apenas sus manos se cerraban con fuerza entre las delgadas telas de su pantalón, su cabello era sometido a las gelidas brisas que golpeaban su rostro y apenas fruncia el ceño, con la mirada distraida o simplemente absorbida por las multitudes que se encontraban ese dia en la plaza.
Pensó en sus adentros, mientras una de sus manos apretaba con fuerza lo que parecia ser un pedazo de madera seca. En un momento se giro ante el contacto de una mujer enfurecida que gritaba como muchos otros ante la ira que provocaba los actos que en pocos minutos ivan a darsen por servidos; su cuerpo apenas se movio aunque el choque fue muy fuerte, lo sufisciente para provocar un pequeño sangrado en la via nasal.
Su mano se dirigio toscamente hacia su nariz,parando el pequeño sangrado casi de inmediato, de nuevo su mirada se encontraba en aquellos reyes y personas de la burguesia seguro de que pagarian aquellos actos tan ruines con personas que no lo merecian.
-Malditos bastardos… carroñeros…- Susurro con una ira infinita, más no habia más tiempo, era momento de oponerse con agresividad absoluta ante aquellos, la orden ya habia sido dada, ahora tendria que hacer su parte.
Rapidamente entre la multitud se encamino hacia la parte occidental,alejandose de las grandes masas, alli se encontraba un carruaje que habia asaltado dos dias antes con ayuda de dos amigos suyos, el susodicho estaba lleno de explosivos de todos los tamañas y algunas bombas caceras que habia elaborado con total cuidado la noche anterior. Una mujer de cabellos negros se encontraba cerca a lugar cuidando de que nadie pudiese acercarse y con ello alarmar a los guardias y todo el ejercito Frances que se encontraba ese dia custodiando a los dos mienbros de la hermandad y parte de la sangre azul. Cuando llego se subio dentro del mismo para acomodar las bombas de manera que la exploción fuera todo un plato de fuegos artificiales y con la ironia más grande, otorgarle un espectaculo digno de admirar a los reyes de Francia que seguro no olvidarian aquel dia.
Los explosivos fueron tapados con una gran manta blanca, mientras dos amables damas se prestaron a subir para distraer a los soldados y quitar toda sospecha de atentado, aunque en realidad la idea no fuese esa.
-Pasen señoritas.No hay tiempo que perder- Murmuro ladino, ya podia sentir la sangre hervir ante los sucesos que se avecinaban. Las damas con gran encanto subieron, actuando aún mejor que en el propio teatro de Paris, como si de una obra dramatical se tratase con matices de suspenso total; la respiración se agitaba con pequeño revuelo, notándose solo un poco sobre sus ropas.Con la determinación más grande se dispuso a montar el carruaje, cualquiera que viese la escena diria que seria suicidio y que habian mejores maneras de llamar la atención de los espectadores, pero el plan era muy diferente, lo suficientemente estudiado y repasado para tener fallas o ser por muy lejoz, superfluo.
Una sonrisa cantarina escapo insconcientemente de su rostro, ya la acción estaba apunto de cobrar vida.
Apenas azoto los caballos para que caminasen tranquilamente por la calle contraria por la cuál se había trasladado minutos atrás; de ese lado habian grandes filas de soldados con sus escopetas listas para disparar a quema ropa. La gente que parecia gritar no era lo sufiscientemente escandalosa para alterar aquellos egos engrandecidos de poder ante un arma en las manos.
Lograron pasar la requisa.
Los soldados no percibieron nada extraño en cuanto vieron aquellas damas carentes de dinero pero llenas de belleza y elejantes modales finjidos, treinta metros más adelante se bajaron del carruaje y cobraron su pago por el servicio ofrecido; los caballos fueron soltados y entregados como parte del cobro, mientras las mujeres se alegaban lo sufiscientemente lejoz para darsen por salvas, aunque se sercioraron de que nadie notase el momento de su partida para que asi una ves explotara la polvora las dieran como muertas y asi el escandalo fuese peor.
Como parte del plan, habian dos enormes muñecas de trapo vestidas con trajes y peluquin, apenas las sento cerca a la ventanilla y se puso tras el carro, poniendo una enorme piedra para trancarlo dado que estaba estacionado en una pequeña cuesta arriba que daba perfectamente con una de las tropas “enemigas”.
-Ahora veremos que tan efectivas son chicas- hablo para si mismo, con gran plenitud, soltando un tiro al aire. Léa era un chico de armas tomar y a veces sus actos rayaban en lo exagerado, por lo cuál podria parecer un espectaculo total aquella distracción.
El carruaje se encamino directo a los hombres uniformados, más cuando se dio la orden de dar fuego, pararon en el acto, al notar aquellos bultos que parecian ser el contorno de las damas que minutos antes habian huido del lugar; la gente apenas gritaba asustada por la bala, algunos corrian en dirección contraria, más todo esto paso en segundos.
¡Los explosivos volaron tal cual, de derecha a izquierda! Parecia ser el fin del mundo, como si de un meteorito se tratase. Más de cuatrocientos veinte kilos habian explotado y matado a veinte o treinta soldados de la escuadra oriental.
Lea se dispuso a huir del lugar hacia el otro lado, mientras aún la gente se revolvia conmocionada por el suceso.
“Mi corazón late tan veloz.. tal cual animal salvaje que esta en busca de su presa… Más debo afanarme el tiempo lo apremia”
Pensó en sus adentros, mientras una de sus manos apretaba con fuerza lo que parecia ser un pedazo de madera seca. En un momento se giro ante el contacto de una mujer enfurecida que gritaba como muchos otros ante la ira que provocaba los actos que en pocos minutos ivan a darsen por servidos; su cuerpo apenas se movio aunque el choque fue muy fuerte, lo sufisciente para provocar un pequeño sangrado en la via nasal.
Su mano se dirigio toscamente hacia su nariz,parando el pequeño sangrado casi de inmediato, de nuevo su mirada se encontraba en aquellos reyes y personas de la burguesia seguro de que pagarian aquellos actos tan ruines con personas que no lo merecian.
-Malditos bastardos… carroñeros…- Susurro con una ira infinita, más no habia más tiempo, era momento de oponerse con agresividad absoluta ante aquellos, la orden ya habia sido dada, ahora tendria que hacer su parte.
Rapidamente entre la multitud se encamino hacia la parte occidental,alejandose de las grandes masas, alli se encontraba un carruaje que habia asaltado dos dias antes con ayuda de dos amigos suyos, el susodicho estaba lleno de explosivos de todos los tamañas y algunas bombas caceras que habia elaborado con total cuidado la noche anterior. Una mujer de cabellos negros se encontraba cerca a lugar cuidando de que nadie pudiese acercarse y con ello alarmar a los guardias y todo el ejercito Frances que se encontraba ese dia custodiando a los dos mienbros de la hermandad y parte de la sangre azul. Cuando llego se subio dentro del mismo para acomodar las bombas de manera que la exploción fuera todo un plato de fuegos artificiales y con la ironia más grande, otorgarle un espectaculo digno de admirar a los reyes de Francia que seguro no olvidarian aquel dia.
Los explosivos fueron tapados con una gran manta blanca, mientras dos amables damas se prestaron a subir para distraer a los soldados y quitar toda sospecha de atentado, aunque en realidad la idea no fuese esa.
-Pasen señoritas.No hay tiempo que perder- Murmuro ladino, ya podia sentir la sangre hervir ante los sucesos que se avecinaban. Las damas con gran encanto subieron, actuando aún mejor que en el propio teatro de Paris, como si de una obra dramatical se tratase con matices de suspenso total; la respiración se agitaba con pequeño revuelo, notándose solo un poco sobre sus ropas.Con la determinación más grande se dispuso a montar el carruaje, cualquiera que viese la escena diria que seria suicidio y que habian mejores maneras de llamar la atención de los espectadores, pero el plan era muy diferente, lo suficientemente estudiado y repasado para tener fallas o ser por muy lejoz, superfluo.
Una sonrisa cantarina escapo insconcientemente de su rostro, ya la acción estaba apunto de cobrar vida.
Apenas azoto los caballos para que caminasen tranquilamente por la calle contraria por la cuál se había trasladado minutos atrás; de ese lado habian grandes filas de soldados con sus escopetas listas para disparar a quema ropa. La gente que parecia gritar no era lo sufiscientemente escandalosa para alterar aquellos egos engrandecidos de poder ante un arma en las manos.
Lograron pasar la requisa.
Los soldados no percibieron nada extraño en cuanto vieron aquellas damas carentes de dinero pero llenas de belleza y elejantes modales finjidos, treinta metros más adelante se bajaron del carruaje y cobraron su pago por el servicio ofrecido; los caballos fueron soltados y entregados como parte del cobro, mientras las mujeres se alegaban lo sufiscientemente lejoz para darsen por salvas, aunque se sercioraron de que nadie notase el momento de su partida para que asi una ves explotara la polvora las dieran como muertas y asi el escandalo fuese peor.
Como parte del plan, habian dos enormes muñecas de trapo vestidas con trajes y peluquin, apenas las sento cerca a la ventanilla y se puso tras el carro, poniendo una enorme piedra para trancarlo dado que estaba estacionado en una pequeña cuesta arriba que daba perfectamente con una de las tropas “enemigas”.
-Ahora veremos que tan efectivas son chicas- hablo para si mismo, con gran plenitud, soltando un tiro al aire. Léa era un chico de armas tomar y a veces sus actos rayaban en lo exagerado, por lo cuál podria parecer un espectaculo total aquella distracción.
El carruaje se encamino directo a los hombres uniformados, más cuando se dio la orden de dar fuego, pararon en el acto, al notar aquellos bultos que parecian ser el contorno de las damas que minutos antes habian huido del lugar; la gente apenas gritaba asustada por la bala, algunos corrian en dirección contraria, más todo esto paso en segundos.
¡Los explosivos volaron tal cual, de derecha a izquierda! Parecia ser el fin del mundo, como si de un meteorito se tratase. Más de cuatrocientos veinte kilos habian explotado y matado a veinte o treinta soldados de la escuadra oriental.
Lea se dispuso a huir del lugar hacia el otro lado, mientras aún la gente se revolvia conmocionada por el suceso.
Invitado- Invitado
Re: El Angel Negro en la Plaza de Notre Dame. (Priv HDA)
Camino muy lentamente por la superficie del patíbulo, en la plaza antes de que empezase el alboroto y las voces de la chusma de la ciudad solo se podía oír mis pasos firmes y constantes mientras rodeaba a aquella criatura a la que en breve daría muerte. Miro de reojo hacia atrás un brevisimo instante repasando la seguridad y guardias que hay tras de mi. A mi parecer esta farsa había durado ya bastante y yo estaba ya por separar la cabeza de los hombros de aquel al que tenía el placer de ajusticiar con mis propias manos desnudas. Llevaba tiempo deseando darle un escarmiento a aquel cuasi-hombre que ahora estaba indefenso ante mi, ante su verdugo. Como era la costumbre de los gobernantes de estas tierras en estos tiempos, se le daría muerte a manos de la guillotina, ese nuevo e innovador método.
Mire a los ojos a los condenados con indiferencia, tanto Darcy como la señorita Sybelle parecían un tanto indiferentes de su destino inminente. Observé a la condenada de arriba abajo analizándola y comparándola con la imagen mental que tenía de ella...no me parecía tan bella como me la habían descrito.
- Ojala pudiese usar mis manos... -susurré al oido del que pronto hallaría su muerte ante tan grande multitud, personas que lo querían y que lo odiaban. Matarle seria todo un gozo.
El gentío empezaba a impacientarse y a moverse de forma extraña, un carro se acercó a un lado en el que había algunos guardias e hizo explosión. Trozos de madera, metal y soldados salieron por los aires. Muchas personas empezaban ha correr.
Miré a Darcy y mascullé entre dientes.
- Si esto es un rescate a ti no te recuperan vivo. -Miré al oficial que había a mi lado y que tenía ordenes de seguir las mías- Despliegue inmediatamente a sus hombres, mande a algunos soldados a buscar refuerzos y disparen inmediatamente a todo aquel que se acerque este armado o no y sea quien sea, como si se tratase del mismísimo príncipe.
Observo como siguen mis ordenes al pie de la letra y sonrío satisfecho tras ello me doy cuenta de un detalle...las bayonetas eran aun mas efectivas de lo que había imaginado. Ante la tensión de la situación desenvainé mi espada por si alguien se acercaba más de la cuenta y agarré la pistola que llevaba bajo el cinturón. Tenía una sensación extraña y familiar cuando miré de pasada el anillo en mi mano y por un instante me vi de nuevo en aquel sótano forzando a mi mujer. Con una sacudida de cabeza deseché aquellos recuerdos ya que no era el momento ni el lugar, mas inexplicablemente se me vino a la boca el recuerdo del sabor de su sangre. Ahora mas que nunca debía estar atento. Me acerco a la palanca del mecanismo que haría que la cabeza de Darcy y la chica cayesen a la cesta de mimbre. No fue hasta cuando alcé la vista cuando pude ver entre la multitud a una sombra que portaba el rostro de mi mujer, con aquella herida en el labio que le provoqué la ultima vez...Esta revuelta era mucho mas de lo que aparentaba ser en realidad.
Mire a los ojos a los condenados con indiferencia, tanto Darcy como la señorita Sybelle parecían un tanto indiferentes de su destino inminente. Observé a la condenada de arriba abajo analizándola y comparándola con la imagen mental que tenía de ella...no me parecía tan bella como me la habían descrito.
- Ojala pudiese usar mis manos... -susurré al oido del que pronto hallaría su muerte ante tan grande multitud, personas que lo querían y que lo odiaban. Matarle seria todo un gozo.
El gentío empezaba a impacientarse y a moverse de forma extraña, un carro se acercó a un lado en el que había algunos guardias e hizo explosión. Trozos de madera, metal y soldados salieron por los aires. Muchas personas empezaban ha correr.
Miré a Darcy y mascullé entre dientes.
- Si esto es un rescate a ti no te recuperan vivo. -Miré al oficial que había a mi lado y que tenía ordenes de seguir las mías- Despliegue inmediatamente a sus hombres, mande a algunos soldados a buscar refuerzos y disparen inmediatamente a todo aquel que se acerque este armado o no y sea quien sea, como si se tratase del mismísimo príncipe.
Observo como siguen mis ordenes al pie de la letra y sonrío satisfecho tras ello me doy cuenta de un detalle...las bayonetas eran aun mas efectivas de lo que había imaginado. Ante la tensión de la situación desenvainé mi espada por si alguien se acercaba más de la cuenta y agarré la pistola que llevaba bajo el cinturón. Tenía una sensación extraña y familiar cuando miré de pasada el anillo en mi mano y por un instante me vi de nuevo en aquel sótano forzando a mi mujer. Con una sacudida de cabeza deseché aquellos recuerdos ya que no era el momento ni el lugar, mas inexplicablemente se me vino a la boca el recuerdo del sabor de su sangre. Ahora mas que nunca debía estar atento. Me acerco a la palanca del mecanismo que haría que la cabeza de Darcy y la chica cayesen a la cesta de mimbre. No fue hasta cuando alcé la vista cuando pude ver entre la multitud a una sombra que portaba el rostro de mi mujer, con aquella herida en el labio que le provoqué la ultima vez...Esta revuelta era mucho mas de lo que aparentaba ser en realidad.
Dacian Bassarides- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 96
Fecha de inscripción : 22/11/2010
Re: El Angel Negro en la Plaza de Notre Dame. (Priv HDA)
La tranquilidad se vuelve un caos,
y cuando creen tener la victoria,
somos nosotros los revolucionarios
quienes salimos a romper la sonrisa de su rostro.
y cuando creen tener la victoria,
somos nosotros los revolucionarios
quienes salimos a romper la sonrisa de su rostro.
Una noche atrás, la joven cazadora había empezado su movimiento. Varios civiles junto con ella había entrado a la plaza como simples excursionistas, la ventaja de ser criaturas de diferentes razas, tamaños, lugares, y lenguas, es la facilidad con la que puedes engañar a un guardia local fingiendo ser un grupo de excursión, simples perdidos que no conocen el camino a la hermosa ciudad de la luz. Todo había salido de maravillas, armas habían sido escondidas entre barrotes de manera, entre huecos de cemento de aquellos pilares, bombas caseras, cuchillos, dagas, toda clase de arma fue colocada en lugares perfectamente estudiado, la deposición de los guerreros, la vida que dejarían por defender a un pueblo aplastado era la esperanza de que todo saliera con éxito.
La noche estaba por finalizar, era tiempo de marchar, pero no, no para ella. Dio las ordenes a sus soldados de descansar lo poco que quedaba, al entrar, solo bastaría su señal para que atacaran. Una sonrisa burlona se podía notar en aquel rostro femenino. Desde que había arribado a Paris, había sabido que esa iba a ser su función, su tarea, su misión. La muchacha era una cazadora nata, aquellas habilidades corrían por su cuerpo, y no estaba dispuesta a cometer un error, no ese día. Un espectáculo como el que Paris estaba por presenciar no se veía a cada rato, muchas cabezas eran las que caían en aquella plaza, pero no una cabeza tan importante como la de Darcy Trudeau.
Muy baja era la voz del inquisidor para el gusto de la fémina, entre la multitud apenas se podía apreciar. Los ojos de la joven estaban cubiertos por una túnica negra que escoltaba el cuerpo del verdugo en conjunto con otros compañeros. Pudo notar como un grupo de soldados se encontraban en una de las torres, fácil eran de reconocer por aquel pedazo de tela azul en el brazo, en sus manos se depositaban arcos listos para soltar flechas en cualquier movimiento en falso. Entre la gente habían otros con aquellas características, hombres que se habrían paso entre la gente, entre aquel gentío se podían notar algunos "animales comunes" perros, gatos, entre otros que estaban al borde de aquella tarima, sin que se sospechara de aquellas criaturas se adentraron, dentro sabían que hacer, volver a su forma humana, sacar las armas que habían sido dejadas ahí, y estar en posición de defensa para el movimiento decisivo. En la torre izquierda, otros arqueros estaban preparados, sin embargo sus flechas no serían dirigidas a los vigilantes burgueses, estaban dirigidos a aquellos nobles que estaban dispuestos a degollar a Gianella y Darcy, y como toque final, en la puerta, con ropajes de la iglesia, haciendo "acto de presencia" algunos guerreros que cubrirían el escape.
Dagmar sabía que todo estaba completamente listo, solo faltaba aquella señal… Como si su mente hubiera sido leída, el estruendo hizo que todo aquel ser humano inocente comenzara a movilizarse, menos aquellos que estaban dispuestos a matar, sus aliados. Por debajo de la túnica, había desenfundado su espada, la tenía en la mano izquierda, en su mano derecha llevaba un garrote que desde hace minutos ejercía fuerza en el ansiosa de poder usarlo. Bastó solo un movimiento hacía enfrente, rápido, y cargado de fuerza, para asestarlo contra la enemiga, mano de Dacian que cargaba aquella arma fina e imponente como ella. La espada cayó al suelo dejando el eco de la hoja rebotar contra la madera en el aire. El rostro de la joven se asomó, cuando la capucha de la túnica cayó por su espalda, su espada ahora descansaba en el cuello de Dacian - Tenía tantas ganas de hacerte esto - Ejerció cierta presión formando un corte que pronto dejó caer sangre por el cuello - ¡No te muevas! - Sentenció con voz amenazante. Con el mismo garrote golpeó la mano que llevaba aquella pistola. Detrás de ella se encontraban dos revolucionarios que se se separaban de su lado, dos personas de su total confianza. - ¡Saquen a Darcy de ahí! - Ordenó, no dejando que guardias pudieran acercarse antes de tiempo.
El rostro lleno de satisfacción de la cazadora era más que evidente, uno de los revolucionarios, se colocó por detrás del inquisidor tomando con fuerza sus manos para que no escapara, la joven bajó la espada colocándola por un instante en su funda, estaba a punto de dejarles, pero su mano se cerró con fuerza. Un puñetazo fue directo al rostro de Dacian con bastante saña, y sobre todo ventaja al sentar de esa manera, pero aquel hermoso rostro mostró más satisfacción que dolor. Se caminó con rapidez para colocarse a un lado de la licántropo que se hacía pasar por Sybelle - ¿Pensaste que ibas a morir, cachorra? - Bromeó soltándola de aquella guillotina. Sacó una daga que colgaba en su cinturón para cortar las cuerdas bien sujetas de sus muñecas - Bienvenida a la batalla - Dagmar estaba estacada por lo que estaba ocurriendo, entregó un cinturón con una espada para la loba mientras tomaba su espada de nuevo para empezar a darle ataque a un inquisidor que se venía contra ella, su trabajo había empezado con éxito, y así terminaría la noche.
La noche estaba por finalizar, era tiempo de marchar, pero no, no para ella. Dio las ordenes a sus soldados de descansar lo poco que quedaba, al entrar, solo bastaría su señal para que atacaran. Una sonrisa burlona se podía notar en aquel rostro femenino. Desde que había arribado a Paris, había sabido que esa iba a ser su función, su tarea, su misión. La muchacha era una cazadora nata, aquellas habilidades corrían por su cuerpo, y no estaba dispuesta a cometer un error, no ese día. Un espectáculo como el que Paris estaba por presenciar no se veía a cada rato, muchas cabezas eran las que caían en aquella plaza, pero no una cabeza tan importante como la de Darcy Trudeau.
Muy baja era la voz del inquisidor para el gusto de la fémina, entre la multitud apenas se podía apreciar. Los ojos de la joven estaban cubiertos por una túnica negra que escoltaba el cuerpo del verdugo en conjunto con otros compañeros. Pudo notar como un grupo de soldados se encontraban en una de las torres, fácil eran de reconocer por aquel pedazo de tela azul en el brazo, en sus manos se depositaban arcos listos para soltar flechas en cualquier movimiento en falso. Entre la gente habían otros con aquellas características, hombres que se habrían paso entre la gente, entre aquel gentío se podían notar algunos "animales comunes" perros, gatos, entre otros que estaban al borde de aquella tarima, sin que se sospechara de aquellas criaturas se adentraron, dentro sabían que hacer, volver a su forma humana, sacar las armas que habían sido dejadas ahí, y estar en posición de defensa para el movimiento decisivo. En la torre izquierda, otros arqueros estaban preparados, sin embargo sus flechas no serían dirigidas a los vigilantes burgueses, estaban dirigidos a aquellos nobles que estaban dispuestos a degollar a Gianella y Darcy, y como toque final, en la puerta, con ropajes de la iglesia, haciendo "acto de presencia" algunos guerreros que cubrirían el escape.
Dagmar sabía que todo estaba completamente listo, solo faltaba aquella señal… Como si su mente hubiera sido leída, el estruendo hizo que todo aquel ser humano inocente comenzara a movilizarse, menos aquellos que estaban dispuestos a matar, sus aliados. Por debajo de la túnica, había desenfundado su espada, la tenía en la mano izquierda, en su mano derecha llevaba un garrote que desde hace minutos ejercía fuerza en el ansiosa de poder usarlo. Bastó solo un movimiento hacía enfrente, rápido, y cargado de fuerza, para asestarlo contra la enemiga, mano de Dacian que cargaba aquella arma fina e imponente como ella. La espada cayó al suelo dejando el eco de la hoja rebotar contra la madera en el aire. El rostro de la joven se asomó, cuando la capucha de la túnica cayó por su espalda, su espada ahora descansaba en el cuello de Dacian - Tenía tantas ganas de hacerte esto - Ejerció cierta presión formando un corte que pronto dejó caer sangre por el cuello - ¡No te muevas! - Sentenció con voz amenazante. Con el mismo garrote golpeó la mano que llevaba aquella pistola. Detrás de ella se encontraban dos revolucionarios que se se separaban de su lado, dos personas de su total confianza. - ¡Saquen a Darcy de ahí! - Ordenó, no dejando que guardias pudieran acercarse antes de tiempo.
El rostro lleno de satisfacción de la cazadora era más que evidente, uno de los revolucionarios, se colocó por detrás del inquisidor tomando con fuerza sus manos para que no escapara, la joven bajó la espada colocándola por un instante en su funda, estaba a punto de dejarles, pero su mano se cerró con fuerza. Un puñetazo fue directo al rostro de Dacian con bastante saña, y sobre todo ventaja al sentar de esa manera, pero aquel hermoso rostro mostró más satisfacción que dolor. Se caminó con rapidez para colocarse a un lado de la licántropo que se hacía pasar por Sybelle - ¿Pensaste que ibas a morir, cachorra? - Bromeó soltándola de aquella guillotina. Sacó una daga que colgaba en su cinturón para cortar las cuerdas bien sujetas de sus muñecas - Bienvenida a la batalla - Dagmar estaba estacada por lo que estaba ocurriendo, entregó un cinturón con una espada para la loba mientras tomaba su espada de nuevo para empezar a darle ataque a un inquisidor que se venía contra ella, su trabajo había empezado con éxito, y así terminaría la noche.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: El Angel Negro en la Plaza de Notre Dame. (Priv HDA)
Oh pequeña ilusa!
Tu, vida imperfecta, deja que
los hijos de la madre tierra mueran entre sí
y rieguen los terrenos con su propia sangre
dejad que lo divino se alce victorioso
por los entresijos de la muerte y la magia.
Tu, vida imperfecta, deja que
los hijos de la madre tierra mueran entre sí
y rieguen los terrenos con su propia sangre
dejad que lo divino se alce victorioso
por los entresijos de la muerte y la magia.
El silencio se agolpaba con frenesí entre los labios del inquisidor. Miradas fijas en la nuca que hacían estremecer de un modo espeluznante, pero no mas que lo que estaba por ocurrir.
Ellos odiaban, repudiaban, aquello que los hacía ser así, aunque muchas de las ocasiones fuese de gran ayuda cómo ésta, todo era difícil, ellos mismos que durante décadas se negaron a dar redención a los de su misma condición, por ello, por ser brujos y por ello mismo hoy tocaba mover una pieza del ajedrez que se creía nula.
Aquello era más de lo que se creía, era más aún incluso de lo que se podía imaginar, el poder de la ilusión era tan extenso que por ninguna de las circunstancias debía de caer en mano corrupta, pues el final estaba asegurado a favor de los que pretendían dar uso de ello. Darien parecía no querer siquiera respirar, esperando el momento oportuno, vidas en juego… - se escuchó una larga carcajada en su propia cabeza – eso era lo de menos, ellos jamás perdían una batalla y que menos que ir un paso por delante de los revolucionarios, que por obviedad no iban a dejar que su cabecilla les dejase a solas en éste mundo tan… cruel y despiadado, aunque haría un gran favor, eso si.
Cuando Darien tocó con sus dedos sus labios profirió un silbido que daba rienda suelta al plan. Los guardias que escondidos en lugares estratégicos rompieron amarres y dejaron caer los cuerpos degollados de sus “animales” ya convertidos en hombres tras la muerte, en muestra de que debían buscar otro plan mejor. Pero no todo acababa ahí, repartidos entre la jauría de personas que se agolpaban como ganado a punto de morir entre los que se batallaba una gran lucha, habían ubicados rostros similares al de ellos, ilusión. Así era, la sonrisa de Dacian al oir el crujido del cuello del mismo el cual le agarraba fuertemente las manos. Una herida, ello no era nada mas su ego no saldría roto.
Por otro lado, Darien dio la voz de aviso a los batallantes para que se lanzasen a la lucha, la espera, sería recompensada, otros débiles hacían el trabajo fácil el cual era debilitar a los enemigos aunque pereciesen en ello, otra tropa se alzaba entre las cabezas rodantes en busca de victimas enemigas. Tocaron el hombro de Dagmar y cuando ésta se giró tan solo se trataba de una persona, sonriente de rostro desconocido y entonces Darien jaló del cabello de la mujer con un cuchillo en su cuello.
Ojo por ojo… - y un corte limpio en su cuello hizo amago de brotar, igual que el que ella a su hermano hizo.
Tras ello, tras recordar los ojos azules del palco, se cuestionó una meta. Si salía de ésta batalla, pronto daría el lujo de obtener algo más por ello, las lenguas cercanas la nombraban como a una diosa griega. Perséfone, si, así era, en su mente se alojaba el recuerdo de su rostro, para futuras referencias.
Darien lograba “escapar” de flechas y golpes, gracias a los rostros iguales que por el encajaban los golpes. Pero no todo era sonrisas, también había lágrimas, observó de soslayo cómo la mujer fruto de la obsesión de su hermano caminaba con aire de temple hacia Dacian, frunció el ceño, pero esa no era su batalla, era tributo de Dacian. Darien por aquel despiste fue engalanado con una flecha en su pierna. Un grito le proporcionó que varios dirigiesen la mirada hacia él, menudo fallo, tan solo uno de las tantas copias de si mismo sufría daños, y ese era él mismo.
Robó una espada, incrustada en el pecho de uno de los soldados que yacía ya en el suelo, siendo pisoteado por aquellos que luchaban por la vida y por la equitatividad. Los pasos eran firmes aunque cojos gracias a la maldita flecha que logró partir para sacar antes de que le rebanaran el cuello, fracasando en el intento.
VOSOTROS ILUSOS, AUNQUE ESCAPEIS, VUESTRA CONDENA PERPETUARÁ, HASTA QUE NUESTRAS MANOS SE MANCHEN DE VUESTRA SUCIA SANGRE.
Muy lejos de parecer enojado, Darien alzó la voz, para que aquellos que se sintiesen aludidos, saliesen al encuentro y no tan solo hubiesen escapado con un mero truco. La lucha iba a ser larga, larga e incesante en la que con pocas probabilidades podrían salir victoriosos ambos bandos. Darien alzó la espada, con firme empuñadura, como una extensión de sí mismo dando órdenes para que uno de los grupos arribase hacia los que se escapaban con las puertas, la batalla se estaba moviendo de lugar, aunque un gran grupo seguía en aquel lugar, luchando con toda fe de victoria, aunque estaba por ver.
Cuerpos yacientes manchaban el suelo de nuevo de un rojo escarlata, el olor a oxido lo delataba, muerte y destrucción por doquier, encadenando almas para la cooperación con los nigromantes, ambos, expertos en la propia muerte, ya que habían probado aquella dulce miel hacía ya unos tantos siglos, y ahora, estaban dispuestos a seguir la vida cosechando muertes.
“El mundo de nuevo es inocente, inocente e ignorante.”[/color]
Røthgar Sbjören- Cazador Clase Media
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Re: El Angel Negro en la Plaza de Notre Dame. (Priv HDA)
El crepúsculo esta por morir pero el cielo arde a razón de los cuatrocientos veinte kilos de explosivos. Los dragones de fuego riñen sobre el patíbulo, su rugido es el choque de espadas. Milo Van Dyck, el antiguo Teniente de la Guardia Francesa ahora un rebelde se batee en duelo con un soldado de rango menor quien pretende escalar a la tarima. Logra hacer volar la espada del más inexperto cuando otro filo mortal se acerca en dirección contrario. El moreno se gira, apenas alcanza a cubrirse, usando su propia arma. Ambos metales se mantienen rígidos a lo alto. No cederán. El oponente desmantelado fuerza su brazo en el cuello de Milo en una llave. El hombre no se agita, baja su arma en un ruedo acompañado hacia el suelo, recarga su peso en el enemigo para elevar su pie y propina una violenta patada de talón justo en la boca del estomago. El enemigo cae descubriendo a dos aliados tras de sí. Precipitadamente Milo se impulsa nuevamente hacia el frente, la mano cerrada en la empuñadura hace oscilar su espada como una extensión de su propio brazo y se clava en la pierna del caído como sopor propio. Un ala de dragón le socorre, el agarre hostil afloja su presión y el joven guerrero rueda hacia un lado. El soldado oculto tras el revolucionario sabe que cada segundo es crucial. No pierde oportunidad, se eleva en posición ofensiva, defiende su falco de otros enemigos que suben pero se retrae a la vez, los reptiles de antifaz azul se agrupan formando un medio círculo, las escamas del dragón se reaparecen persistentes. Milo contempla de derecha a izquierda en un escaneo instantáneo, crea un resumen de la situación: los arqueros en las torres protegen unos metros alrededor del patíbulo en un rango de efectividad muy por la media, los cambiaformas no han llegado a la zona de lucha, aun así en el caldoso preponderan más rebeldes. Queda en el adiestramiento de ellos mantenerlo. Romper la barrera es una posibilidad. Milo camina pasos atrás, alguien toma su lugar para sostener la defensa.
La dispute interna es aun peor. No hay opción. Milo desenfunda su pistola y enfoca su mirada, se sobrepone a la humareda y dispara directo a la campana principal de Notre Dame. Provoca un ruido suficiente en seña a los arqueros. Hombres socorren a Darcy y Gianella Massone, los guían por una brecha de la barrera hacia el carruaje que aun no llega. Otros cuatro hombres protegen la huida de guardias furiosos. La cazadora Jessica salta sobre Dacian, Darien ha escapado. El ceño del moreno se frunce, sus gestos se endurecen en cólera. Milo corre hacia Dagmar, una muralla de hombres la cubre. Ataca a traición a los dos guardias que embisten, se abre paso por los hombres que la defienden. Levanta el rostro de la fémina en posición inclinada para cuestionar la oquedad de donde corre la sangre. Rechina los dientes al vistazo del corte en la garganta. --- Prescindan de Dagmar, llévenla con los liberados. --- Ordena en un gruñido. Dos hombres obedecen y este cubre su recorrido en protección. Pocos soldados quedan en el círculo pero la defensa ya desquebraja. El carruaje de rescate llega a tiempo que las flechas de fuego caen del cielo. Introducen a las víctimas en uno, Milo procura cerrar los seguros el mismo una vez están dentro. Golpea las tablas en respuesta, el carromato procede a retirarse. Jinetes protegen su recorrido. A tiempo. La barrera se rompe por la mitad, abre paso a una veintena de nuevos enemigos: el fuego se propagaba en insignias reales. Milo encuentra sus miradas, en un pasado cercano algunos de esos hombres fueron sus compañeros de batalla. El teniente irgue su espada en un llamado general a la lucha. Hace romper la formación defensiva para lanzarse a una directa. El elemento del verdadero fuego despierta los cargamentos de explosivos. Las circunstancias son claras: “Reduce a tus enemigos, deserta a los bosques, prepárate para lo que viene.”
La dispute interna es aun peor. No hay opción. Milo desenfunda su pistola y enfoca su mirada, se sobrepone a la humareda y dispara directo a la campana principal de Notre Dame. Provoca un ruido suficiente en seña a los arqueros. Hombres socorren a Darcy y Gianella Massone, los guían por una brecha de la barrera hacia el carruaje que aun no llega. Otros cuatro hombres protegen la huida de guardias furiosos. La cazadora Jessica salta sobre Dacian, Darien ha escapado. El ceño del moreno se frunce, sus gestos se endurecen en cólera. Milo corre hacia Dagmar, una muralla de hombres la cubre. Ataca a traición a los dos guardias que embisten, se abre paso por los hombres que la defienden. Levanta el rostro de la fémina en posición inclinada para cuestionar la oquedad de donde corre la sangre. Rechina los dientes al vistazo del corte en la garganta. --- Prescindan de Dagmar, llévenla con los liberados. --- Ordena en un gruñido. Dos hombres obedecen y este cubre su recorrido en protección. Pocos soldados quedan en el círculo pero la defensa ya desquebraja. El carruaje de rescate llega a tiempo que las flechas de fuego caen del cielo. Introducen a las víctimas en uno, Milo procura cerrar los seguros el mismo una vez están dentro. Golpea las tablas en respuesta, el carromato procede a retirarse. Jinetes protegen su recorrido. A tiempo. La barrera se rompe por la mitad, abre paso a una veintena de nuevos enemigos: el fuego se propagaba en insignias reales. Milo encuentra sus miradas, en un pasado cercano algunos de esos hombres fueron sus compañeros de batalla. El teniente irgue su espada en un llamado general a la lucha. Hace romper la formación defensiva para lanzarse a una directa. El elemento del verdadero fuego despierta los cargamentos de explosivos. Las circunstancias son claras: “Reduce a tus enemigos, deserta a los bosques, prepárate para lo que viene.”
Milo Van Dyck- Humano Clase Alta
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Re: El Angel Negro en la Plaza de Notre Dame. (Priv HDA)
Todo ese tiempo sometida a esas cuatro oscuras paredes y a esas periódicas jornadas de resistir los impulsos de que su boca liberara lo que esas miradas represoras querían oír parecían haberla marcado más allá de ser una experiencia traumática y que recordaría por siempre en caso de sobrevivir. Cabeza gacha casi sumisa era lo que se veía acompañando ese caminar hasta el patíbulo, ese que sus enemigos querían como el último desgaste de sus fuerzas y recursos contra aquel grupo que osaba alzarse y romper con lo establecido; y a la vez ese que sus aliados veían como el campo de batalla ideal, primando esta última apreciación y haciéndose realidad con honores artificiales provocados por quien Gianella supo identificar no por el aroma, sino que por esa habilidad innata de llamar la atención. La loba sonrió, y las llamas que parecían apagarse en medio de las cenizas de su voluntad se alzaron con un chispazo azulado que se reflejó en sus ojos entrecerrados que se dejaban ver entre los mechones mugrosos y las mejillas magulladas por tanto contacto con nudillos y con el piso. Aquel momento en el que había confiado ciegamente había llegado.
Los dragones desplegaron sus alas y liberaron sus garras y fauces, comprometidos con fiereza en la batalla que daba comienzo y que llevaba a una enorme incertidumbre, la cual desde un principio tuvo matices a las que aferrarse. Las muñecas apretadas consiguieron un alivio añorado por meses gracias a la acción de la cazadora Biermann, quien obtuvo una sonrisa ladina de agradecimiento implícito por parte de quien se colocaba el cinturón aún con la espada ceñida al cuero. - Tengo mucho por hacer como para morir aquí - Respondió y le miró de reojo mientras corría guiada por algunos soldados al igual que Darcy, aguantándose las ganas de ir por ella de vuelta cuando la vio ser lastimada. - ¡Maldita sea! - rugió y, ante la desesperación cada vez más evidente al no ver el vehículo de escape, decidió coger el mango metálico no con el ánimo de aquellas animadas e infantiles prácticas hace más de un cuarto de siglo, sino que con la decisión y pasión guerrera de quien deseaba justicia. - Padre...¡es hora de ver si fui digna de tus enseñanzas! - El rugido metálico del desenvainado se mezcló con el fuego de la valentía e hicieron lo suyo, pudiendo acabar con varios adversos a ella a pesar de las notorias diferencias en resistencia y descanso; siendo su licantropía lo que hacía la diferencia casi por sí sola.
Tras un angustiante par de minutos llegó el carromato y el primero que ingresó fue Darcy, quien tenía rasgos más evidentes de los efectos del encierro. Luego fue ella y casi de sorpresa Dagmar, cuyo olor a sangre se propagaba con gran rapidez, la misma que aplicó la italiana en rasgar de un tirón su manga derecha y hacer una improvisada venda que amarró a su cuello. - No dejes de presionarte, y respira profundo. - Fue todo lo que dijo antes de suspirar relajada por un instante dentro de toda esa vorágine de sucesos que repercutían directa e indirectamente en el recorrido acelerado de los caballos aliados y enemigos, cuyos jinetes se tranzaban en una lucha a punta de espadas y flechas para defender o detener aquella, a todas luces, escapada ilegítima del rigor de la ley disfrazado de muerte. Estaba cada vez más cerca de volver a verles: a Jeanne, la mujer que sin quererlo se había convertido en su segunda madre; a Emily, esa auténtica hermana menor que la miraba como la heroína más grande que conocía; a Léa, camarada incansable en cada idea fuera de lo común que pasase por su mente; y por supuesto ella, la persona a quien había suplantado con tal de que no sufriera lo que ella había tenido que pasar; aquella por quien hubiera dado la vida de no ser por tener un compromiso tan enorme con su entorno, y con ella misma.
Más dragones salieron al auxilio de los perseguidos, siguiendo y cumpliendo fielmente cual cánido la función que tenían asignada: retrasar al ejército persecutor que se hacía cada vez más grande, y con el paso de los minutos más incontenible. Sin embargo, aquellos minutos trabajados con tanto ahínco fueron decisivos para los intereses de la Hermandad: un carruaje idéntico al buscado continuó su camino habiendo doblado desde un costado sin ser visto, con la salvedad de que, cuando los que superasen airosos aquella barrera continuasen su cacería y llegasen a su presa, notarían que ésta no existía. La distracción había sido todo un éxito, continuando el vehículo original con paso igualmente apresurado y cauteloso a la vez, con su interior bien custodiado por fuera y atendido por dentro gracias a las habilidades médicas que se habían hecho presentes a modo de refuerzo. Gianella volvió a suspirar, esta vez, acompañada de un alivio ínfimo pero esperanzador. Tal y como había hecho en el calabozo, sólo quedaba esperar. Y creer.
Los dragones desplegaron sus alas y liberaron sus garras y fauces, comprometidos con fiereza en la batalla que daba comienzo y que llevaba a una enorme incertidumbre, la cual desde un principio tuvo matices a las que aferrarse. Las muñecas apretadas consiguieron un alivio añorado por meses gracias a la acción de la cazadora Biermann, quien obtuvo una sonrisa ladina de agradecimiento implícito por parte de quien se colocaba el cinturón aún con la espada ceñida al cuero. - Tengo mucho por hacer como para morir aquí - Respondió y le miró de reojo mientras corría guiada por algunos soldados al igual que Darcy, aguantándose las ganas de ir por ella de vuelta cuando la vio ser lastimada. - ¡Maldita sea! - rugió y, ante la desesperación cada vez más evidente al no ver el vehículo de escape, decidió coger el mango metálico no con el ánimo de aquellas animadas e infantiles prácticas hace más de un cuarto de siglo, sino que con la decisión y pasión guerrera de quien deseaba justicia. - Padre...¡es hora de ver si fui digna de tus enseñanzas! - El rugido metálico del desenvainado se mezcló con el fuego de la valentía e hicieron lo suyo, pudiendo acabar con varios adversos a ella a pesar de las notorias diferencias en resistencia y descanso; siendo su licantropía lo que hacía la diferencia casi por sí sola.
Tras un angustiante par de minutos llegó el carromato y el primero que ingresó fue Darcy, quien tenía rasgos más evidentes de los efectos del encierro. Luego fue ella y casi de sorpresa Dagmar, cuyo olor a sangre se propagaba con gran rapidez, la misma que aplicó la italiana en rasgar de un tirón su manga derecha y hacer una improvisada venda que amarró a su cuello. - No dejes de presionarte, y respira profundo. - Fue todo lo que dijo antes de suspirar relajada por un instante dentro de toda esa vorágine de sucesos que repercutían directa e indirectamente en el recorrido acelerado de los caballos aliados y enemigos, cuyos jinetes se tranzaban en una lucha a punta de espadas y flechas para defender o detener aquella, a todas luces, escapada ilegítima del rigor de la ley disfrazado de muerte. Estaba cada vez más cerca de volver a verles: a Jeanne, la mujer que sin quererlo se había convertido en su segunda madre; a Emily, esa auténtica hermana menor que la miraba como la heroína más grande que conocía; a Léa, camarada incansable en cada idea fuera de lo común que pasase por su mente; y por supuesto ella, la persona a quien había suplantado con tal de que no sufriera lo que ella había tenido que pasar; aquella por quien hubiera dado la vida de no ser por tener un compromiso tan enorme con su entorno, y con ella misma.
Más dragones salieron al auxilio de los perseguidos, siguiendo y cumpliendo fielmente cual cánido la función que tenían asignada: retrasar al ejército persecutor que se hacía cada vez más grande, y con el paso de los minutos más incontenible. Sin embargo, aquellos minutos trabajados con tanto ahínco fueron decisivos para los intereses de la Hermandad: un carruaje idéntico al buscado continuó su camino habiendo doblado desde un costado sin ser visto, con la salvedad de que, cuando los que superasen airosos aquella barrera continuasen su cacería y llegasen a su presa, notarían que ésta no existía. La distracción había sido todo un éxito, continuando el vehículo original con paso igualmente apresurado y cauteloso a la vez, con su interior bien custodiado por fuera y atendido por dentro gracias a las habilidades médicas que se habían hecho presentes a modo de refuerzo. Gianella volvió a suspirar, esta vez, acompañada de un alivio ínfimo pero esperanzador. Tal y como había hecho en el calabozo, sólo quedaba esperar. Y creer.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
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