Asedio [Privado]

Mientras corría en la obscuridad ignorando las piedras y ramitas que me clavaban en la planta de los pies, las espinas que me rasguñaban y la sangre que se filtraba a través de esas heridas que ya no podía sanar, lo que me daba fuerzas era pensar que cuando saliese de este lio iba a arrancar la maldita cabeza de Löwe!. ¿Cómo alguien puede echar a su lindo gatito sin ninguna explicación? Dejando además que aquella perra amargada de su ama de llaves me expulsara ayudada por un par de oficiales de policía, como si yo fuese laguna clase de criminal… hacia décadas que estaba limpio! O más o menos… una pocas carteras de desconocidos no podían contar, eso eran para algunos caprichos inocentes, nunca había robado a alguien que no pareciera tener francos de sobra.

Pero lo que realmente no iba a perdonarle es que no hubiese tenido el valor de mirarme a los ojos y decirme que había encontrado a alguien más, soportar la risa de aquella mujer y su mirada de superioridad fue demasiado humillante, ella disfruto ver como me rompía cuando se presento como la prometida del “Señor Von Meer”. En aquel momento la noticia me había impactado, pero ahora que la había digerido sólo podía pensar que mi amo tenía un horrible gusto en mujeres, a pesar de su costoso vestido y la gruesa capa de maquillaje era imposible ocultar lo ordinario de su rostro, ojos pequeños de un poco interesante tono marrón, cabello quebradizo bajo un sombrero exagerado, labios demasiado delgado para poder morderlos placenteramente y lo peor, una alarmante ausencia de curvas. Por todos los cielos! Si no oliese a mujer hubiese considerado seriamente que era un muchacho de establo disfrazado, ¿de que iba todo? ¿Era una asunto de dinero?, ¿acaso el amo necesitaba la dote de alguna de aquellas señoritas de sociedad? Simplemente no lo entendía.

Unos fieros ladridos me trajeron de regreso a la realidad, me detuve abruptamente al ver al can surgir delante mío, sus dientes estaban expuestos mientras gruñía amenazadoramente y la baba le chorreaba por la mandíbula. Bufe y saque mis garras listo para la pelea pese a estar herido, cansado, sucio y además terriblemente hambriento, si aquel infernal perro, su réplica o su amo querían un pedazo de mi, tendrían que venir a tomarlo, no iba a regresar a aquella diminuta jaula para que se me acalambrara cada musculo del cuerpo esperando a que se decidiera por el método que utilizaría para atormentarme.

Tenía que admitir que era admirable el espíritu de lucha de aquel cambiaformas, pero lo admiraría aun más si al menos tuviese lo necesario para sobrevivir, de momento podía oír sus movimientos tensos sobre el follaje seco que recubría el terreno, concentrado apenas en la inmediata amenaza de Ares, mientras Hades se acercaba sigilosamente a él por detrás, mis hermanos de caza eran excelente cazadores, capaces de abatir a un león de montaña si se lo proponían, un pequeño gato no era rival para ellos.

Sin embargo quien atestiguase este instante de valor nacido del más puro terror ¿podría acaso adivinar que apenas ayer sus lágrimas humedecían mi mano mientras me suplicaba que detuviera el dolor?. Rara vez tenía la oportunidad de atrapar a uno de su especie, los cambiaformas solían tener el sentido común de esfumarse en cuanto nos olían cerca, pero aquel chico estaba demasiado acostumbrado a andar cerca de inmortales, mi mortal palidez, así como mis colmillos no lo habían impresionado, lo cual me hacía sospechar que el tal “Löwe” al que llamaba cuando el dolor se volvía insoportable para él, debía ser otro de mi propia especie. Lo mantuve cautivo en una pequeña cabaña probando el límite de sus habilidades, era fascinante que pudiese sanar de casi cualquier cosa que le hiciera a su cuerpo, pero estaba ya al límite, podía oler el aroma fresco de su sangre, el rastro que dejo desde su traviesa fuga hasta este punto lo podía seguir incluso un ciego, lo cual era verdaderamente hilarante pues yo era uno.

El juego terminaría muy pronto, me relamí los labios con anticipación, pronto nos daríamos un festín con el y cada alimaña de este bosque con sus despojos, pero antes iba a dejar que probara un poco más de la engañosa esperanza. Di un silbido largo que hizo a Hades quedarse inmóvil, esperando agazapado en los arbustos mientras Ares rodeaba al muchacho dándole una ruta de escape directo hacía mí.

La duda lo mantenía clavado en su sitio, pero Ares lo ayudo a decidirse saltando hacía el. Oía con claridad como se acercaba rápidamente hacía mi, me oculte detrás de un árbol para evitar que tomase otro camino en el último minuto, y cuando paso por mi lado lo atrape por el cuello elevándolo del suelo y clavándolo contra el áspero tronco de un árbol.

- Se acabó el juego cariño – le dije antes de estallar en carcajadas cuando puso su pie contra mi pecho intentando apartarme y hundió sus garras en mi brazo logrando cortar la dura piel que poseía – eres tan divertido… - lo alabe.

Desprendí una de sus garras de mi brazo para acercarla a mi boca lamiendo lentamente la piel sobre su pulso, él tiraba de su mano inútilmente, consiguiendo sólo que la oprimiera con más fuerza mientras con la otra lo estrangulaba.

- Tan arisco – mordí su muñeca con saña, destrozando la carne y la piel hasta que el hueso se hizo visible, sólo entonces pegue mi boca a la herida bebiendo con glotonería en tanto notaba las fuerzas abandonándole

Quise reírme de esas palabras, pero estaba muy dolorido y cansado para lograrlo. Cuando separo al vampiro de mi, me deslice hasta el suelo como un peso muerto, mi cuerpo inclinado hacia adelante con mis cabellos cayendo en desorden sobre mi rostro, por más que quisiese enderezarme y disfrutar de la vista ahora que los papeles estaban invertidos, no encontraba las fuerzas necesarias para lograrlo, sólo mantenerme despierto ya era un esfuerzo considerable.

“¿Qué no me muera?” ja! Era fácil para él exigir esas cosas, ordenarme como si eso bastara, no obstante tampoco tenía deseos de conocer a mi creador, aún tenía tantos años, al menos algunas décadas más de las que disfrutar. Me concentre hasta lograr que se detuviera el sangrado, una reparación que en condiciones normales no hubiese significado nada, pero que en mi estado actual fue demasiado.

La obscuridad me absorbió brindándome una extraña calma, la urgencia por mantenerme despierto perdió su significado mientras flotaba a la deriva en la espesa negrura. Bellas luces me rodeaban repentinamente, emitían un sonido muy agradable, como un canto distante y giraban a mi alrededor mientras me dirigía directamente a una mucho más brillante e inmensa como un auténtico sol.

De pronto me encontraba en un soleado campo cubierto de hierba alta y muy verde, era un gato calentando su pelaje en la resplandeciente luz del sol. Me invadía un sentimiento de confort y pertenencia, como si aquel fuese mi hogar. Era tan agradable… sin embargo sentía un cosquilleo en mi interior, un algo que me impedía disfrutar plenamente de ese encantador sitio.

“Maurice..... No tienes permiso para morir…”, esa voz en mi cabeza… me era familiar pero no recordaba de quien se trataba. Cerré los ojos y ronronee mientras me asoleaba, sea quien fuese, ya no importaba.

Aun así, destellos de unos ojos de color gélido empezaron a destruir la quietud de mi espíritu. Ese lugar me agradaba, pero había un lugar donde prefería estar, el regazo de alguien, alguien con los ojos cristalinos y una voz profunda. Los recuerdos regresaron y con ellos el dolor, el cansancio, el hambre, la sed, todo en un repugnante paquete que olía a sangre, mi sangre.

Emití algunos quejidos mientras abría de nueva cuenta los ojos y veía a mi alrededor aquel tétrico bosque donde el vampiro me había perseguido con sus perros.

- Maldición… - susurre

Me sentía desconectado de mi cuerpo, el dolor pulsaba en todas mis heridas pero no podía mover ninguna parte. Requirió un gran esfuerzo el obedecerlo y abrir mis ojos para enfocarlos en su rostro manchado de sangre, inmediatamente temí que pudiese estar gravemente herido, sólo que entonces recordé porque estaba en este lío en primer lugar, era por su culpa, por hacerme expulsar por esa amargada ama de llaves.

Sisee hacia el mostrándole mis colmillos que por fortuna acudieron a mi cuando los llame. Se merecía al menos unos tajos en esa cara suya, sin embargo las fuerzas volvieron a fallarme, hubo un nuevo momento de negrura ante mis ojos antes de que la transformación retrocediera nuevamente.

- ¿Porqué? – tuve que preguntar, necesitaba saber, ¿acaso había hecho algo mal? ¿era por las cortinas y los muebles que había arañado? quizás sólo se aburrió de mi o en el peor de los casos hubiese encontrado a alguien mejor y si era así entonces ¿porqué estaba aquí? ¿porqué parecía tan preocupado cuando me miraba?

Estaba acostumbrado a ser un depredador, asechar en la obscuridad y abalanzarme sobre mis presas con toda la fiereza de mis instintos desatados, en cambio aquel vampiro me convirtió en su presa, jugando conmigo al debilitarme de aquel modo sin asestar ningún golpe definitivo.

Las dagas de plata yacían extraviadas en algún lugar, mis perros nada podía hacer por auxiliarme, además de encontrarme gravemente desangrado, una situación muy similar a la que viví por ultima vez como hombre, sin embargo no lograba sentir el aplastante miedo apoderándose de cada rincón de mi conciencia, la fría certeza de que la muerte envolvía sus esqueléticos dedos alrededor de mí, en cambio experimentaba una inquietante calma.

- Es un poco irónico, ¿no le parece? – interrogue mientras notaba sus movimientos por el leve crujir de las hojas y el sutil murmullo del viento – De asesino a asesino, sinceramente ¿Cuántos Maurices usted se ha comido? – me reí mientras extraía de mis prendas un pañuelo que emplee para limpiar el desastre dejado en mis labios por sus afilados colmillos – ¿Puede imaginarlo? Amantes, padres, quizás incluso hijos lamentando la perdida de sus seres queridos, maldiciendo a un asesino sin rostro quien casi por seguro no les dejaría siquiera un cuerpo al cual enterrar – estalle en carcajadas.

Al final todos caíamos en el error de aferrarnos a seres efímeros cuya existencia resultaba tan breve y frágil que la menor fatalidad lograba arrancarlos irremediablemente de nuestras manos, era un dolor que revivíamos una y otra vez a lo largo de nuestras existencia.

- Por cierto… estoy “satisfecho” – dije respondiendo a su pregunta anterior sobre si había tenido suficiente – en este momento de hecho me apetece bastante lo que pueda quedar en las venas de su bonita mascota más que otra de sus nada gentiles mordidas – el tormento físico no me intimidaba, había otras cosas que temía mucho más que un poco de dolor que al final pasaría sin dejar rastros en mi cuerpo o mi conciencia – lamentablemente, imagino que no tendrá la gentileza de compartir conmigo a… ¿como es que lo llamo? ¿“fallegt”?

Siempre supe lo que mi amo era, un ser fantástico unido a la obscuridad de la noche, un monstruo que consumía la vida de otros para sobrevivir, pero hasta esta noche no había visto el alcance de esta realidad. Concentrado en su tarea de atormentar al otro vampiro se veía como una bestia sedienta de sangre y dolor, sus hermosos rasgos descompuestos por la mueca despiadada de su sádico placer.

No sentía ninguna simpatía por mi torturador, lo mataría yo mismo si tuviese las fuerzas, pero ese espectáculo deliberadamente cruel, era algo que prefería no ver. Aparte la mirada de ellos y trate de pensar en cosas más agradables, como que pronto estaría nuevamente en mi habitación, que podría tenderme sobre el mullido colchón sintiendo el aroma limpio de las sabanas, por la mañana seria el primero en la cocina esperando con impaciencia que saliesen del horno las primeras hogazas de pan casero y una vez acabase mis labores pasaría el resto de la tarde asoleándome en el tejado.

Pero su imagen enturbiaba estos pensamientos, colmillos desnudos cubiertos de sangre, parecía imposible recordar su sonrisa indolente, la mirada burlona que utilizaba cuando hacia algo deliberadamente para que me enfadara, sólo veía esta escena una y otra vez, sus manos hundidas en el abdomen ajeno, la carencia de cualquier clase de remordimiento en sus ojos.

El implacable dolor me atravesaba de parte a parte, burbujas de sangre subían por mi garganta en las cuales seguramente me hubiese ahogado si aun fuese un ser vivo común, pero era algo cercano a un muerto que camina, animado por la obscuridad, destinado a ella desde el día de mi nacimiento. Mi diosa, siempre caprichosa me daba la espalda y los gimoteos de mis perros me decían que ellos seguramente intentaban ponerse en pie con sus precarias fuerzas para acudir en mi ayuda.

No tenía control sobre mis pensamientos, y podía sentirlo rectando dentro de mi cabeza, no solo como una espiral de dolor inacabable, el estaba viendo dentro de mi, seguramente deleitándose con los gritos de mi mente, mismos que no se traducían en mis labios. Eso hizo que sintiera una profunda rabia, aun si tuviese el control de mi cuerpo y mantuviese esa fachada de calma el podía verme completamente desnudo, sin artimañas sufriendo por cada movimiento de sus dedos en mi abdomen. Me aferre a esa rabia y la alimente, para que creciera y quemase el dolor.

- Tu… tonto – pronuncie con dificultad – no sabes nada del dolor… pero yo he explorado – las burbujas cada vez más abundante me dificultaban el terminar mis frases – cada… cada una de sus facetas – “te mostrare el dolor” dije en mis pensamientos sabiendo que me oiría para sin que tuviese tiempo a analizar mis palabras centrar todas las fuerzas restantes el arrojar una cortina de dolor sobre su mascota.

El gato grito rompiendo la quietud de la noche, un sonido tan hermoso que ni el canto de las sirenas podía comparársele. De nada me hubiese servido usar estos poderes en contra de Löwe, el estaba curtido en la batalla, era un hombre que conocía la mordida del acero en la carne, el fuego en la piel y otros padecimientos que sólo podían conocerse cuando se había vivido demasiado en un mundo de violencia.

Pero Maurice era sólo un muchacho, un chico que él había protegido, mimado y cuidado. Por eso era tan delicioso morderlo, era tan sensible en cualquier parte, incluso con todo ese orgullo el gritaba si le rompías uno de sus delgados huesos.

- ¡ESTO ES DOLOR! – exclame intensificando mi agarre sobre su frágil mente cambiante, lo rompería, de adentro hacia fuera.

La sangre de mi amo me había devuelto parte de mis fuerzas, las suficientes para aferrarme a las riendas y mantener el equilibrio sobre su caballo que corria sin considerar el hecho de que no era un buen jinete ni estaba en mi mejor estado, pero no podía darme el lujo de caer, no cuando el puso mi seguridad por encima de la suya, no cuando necesitaba desesperadamente verlo de nuevo, tenia tantas cosas que decirle, cosas que probablemente al final me callaría pero no podía aceptar que este fuera nuestro ultimo encuentro.

Tenía que llegar a casa, así no le sería de ninguna ayuda, sin embargo conocia donde guardaba sus armas así como donde se hallaba las balas de plata e incluso si no las encontraba colocaria en el interior del caño del viejo mosquete, que colgaba de la pared de su estudio, los cubiertos finos que mantenia pulidos a pesar de que casi nunca eran utilizados.

El reclamo que el me hizo era cierto, debí resistirme, luchar, pedir verlo y escuchar esas palabras de sus propios labios, pero tuve miedo, no podría soportar que me mirara a los ojos y me dijera que ya no era necesario. Asíque huy esperando preservar mi orgullo, creyendo que al menos de ese modo él guardaria un buen recuerdo de mi, un gato independiente con el valor suficiente para seguir sólo sin la compañia ni ayuda de nadie y no del chico desesperado que había cometido el error de enamorarse cuando no era nadie ni nada más que un acto de caridad.

No iba a permitir que fuera demasiado tarde para nosotros, si no como amantes, Löwe siempre seria alguien especial para mi, era mi amo, mi benefactor y mi familia, la unica que conocía y a la cual no volveria a renunciar sin importar quien se interpusiera, incluso si era aquel loco vampiro y sus perros, todos ellos se enterarian de que soy mucho más que una cara bonita.

- No sueñes con una muerte limpia y rápida - susurre cerca de su oido mientras era yo quien ahora movia mi mano en su interior causando el mayor estrago posible - voy a secarte completamente, hasta que no seas más que piel sobre huesos temblorosos y aun así vas a estar vivo - le dije llevando mi mano a traves de su interior hacia arriba cerrando mis dedos sobre su corazón - y luego ire detrás de ese gato tuyo, lo traerre arrastrando de su sedoso cabello y los colocare a ambos en una tumba subterranea - la idea acababa de surgir en mi mente, pero resultaba tan deliciosamente cruel - un pequeño y estrecho hueco a varios metros bajo tierra conectado al exterior apenas por un delgado ducto que les proporcionara el aire justo para mantenerlos vivos durante días - con mi otro brazo lo abrace y clave mis dientes en su cuello ocacionando un desgarro similar al que antes me hizo a mi, escupi un trozo de carne y piel antes de continuar - ¿cuanto tiempo pasará antes de que tu "fallegt" luzca apetitozo? ¿Cuanto antes de que el hambre y la desesperación haga que el te vea a ti como un trozo de carne? y entonces ¿Quién se comera a quien? ¿Tu a él o él a ti? - me rei antes de deslizar mi lengua por su cuello hasta su oreja - Sobreviva quien sobreviva habra deseado morir primero, ya que me encargare de que siempre cuente con la compañia de enfurecidas hormigas, ratas rabiozas y serpientes ponzoñosas.

Por un tiempo al menos le dedicaria mis cuidados, hasta que se volviese tedioso ir hasta alli a ocuparme de atormentar al desgraciado, entonces si era él quien sobrevivia me tendría que ocupar de desenterrarlo y decapitarlo para dejar sus restos al sol, pero si era el cambiaformas podría solo dejar de ir y dejar que muriese de hambre o usar el ducto para llenar su tumba de agua y que se ahogara.

- Cuando estes ahi abajo piensa en mi - le dije antes de undir nuevamente mis colmillos en él, bebiendo de su poderosa y antigua sangre.

Llegue a la casa de mi amo en lo que pareció una eternidad, era bastante tarde pero el encargado de las cuadras seguía despierto esperando a que su señor regresara para ocuparse de la montura que este se había llevado. Él detuvo a ese infernal animal que parecía decidido a ignorarme sin importar cuanto tirase de sus riendas, en definitiva los caballos me agradaban tan poco como los perros. Baje de un salto de su lomo, consiguiendo aterrizar sobre mis pies lo que me animo porque significaba que mis fuerzas estaban regresando, ignorando el desconcierto del encargado al verme con la deplorable imagen que ofrecía, corrí hacia el interior de la mansión, no había tiempo que perder en explicaciones ni saludos, el amo podría encontrarse en grave peligro en esos momentos.

Encontré las armas en el sitio acostumbrado, sin embargo se encontraban protegidas tras un grueso cristal asegurado por candados, busque la llave en los cajones desparramando los papeles que había dentro sin lograr dar con ellas, entre tanto podría estar sucediendo cualquier cosa a Löwe. La solución se presentó bajo la forma de un pequeño busto de alabastro que representaba seguramente a algún filosofo de la antigua Grecia, fuese quien fuera atravesó la habitación con todo el impulso que pude darle y fue a estrellarse contra el vidrio ocasionando que se fracturara desplomándose en cientos de fragmentos de diversos tamaños. Camine sobre ellos cual faquir, casi sin notarlos para apoderarme de una de las carabinas.

El ruido de los cristales rompiéndose atrajo a las mucamas que se presentaron con expresiones de asombro que superaban la somnolencia en sus rostros, aglomerándose en la entrada del despacho del amo para verme luchando con el arma tratando de cargar las balas en su interior. La carabina se disparó ocasionando el chillido generalizado de las mujeres, pero afortunadamente sin herir a nadie, yo mismo me lleve un buen susto pero volví a cargar el arma esta vez con más cuidado.

Nadie se atrevió a intentar detenerme, de hecho las mucamas observaban ahora refugiadas en uno de los portales, asomando apenas la cabeza mientras cuchicheaban sobre que había perdido el juicio. Y quizás tenían algo de razón, no podía pensar con claridad, sólo quería llegar a tiempo y poner un proyectil de plata en el negro corazón de ese horrible vampiro.

En cuanto fui nuevamente capaz de moverme corrí hacía mis perros, el olor de su sangre era intenso, pero aun emitían algunos lastimeros gimoteos, al palparlos pude ver la gravedad de sus heridas, ese maldito les había abierto el vientre y sus órganos asomaban a través del corte. Grite de rabia y frustración, un sonido que hizo al bosque estremecerse y a las alimañas que lo habitaban buscar refugio rápidamente.

La compulsión que intento poner en mi mente era innecesaria, lo buscaría por esto, hasta el mismo fin del mundo si era preciso, ni los siglos podrían mitigar el odio que sentía hacía el en este instante. Sin embargo, ahora mismo mis perros, mis amados Ares y Hades, me necesitaban mucho más de lo que yo necesitaba matar a ese desgraciado.

Desgarre mis prendas para vendarlos con cuidado, aquello sólo serviría para ganar algo de tiempo, pero existía una esperanza, D´Chagny, si alguien era capaz de arrebatárselos a la muerte ese era aquel brujo, el precio sin duda sería elevado, proporcional a lo desesperado que me encontraba, posiblemente ahora si quisiera aquel brazo que le había ofrecido, o mi propia alma si es que poseía una, aun así aceptaría pagar lo que exigiera porque mis canes valían para mi tanto como mi propia vida.

Los cargue teniendo cuidado de no hacerles más daño del que ya sufrieron y me dirigí a la ciudad, con la anciana que servía de contacto entre el escurridizo brujo y yo. Vivirían, estaba seguro, vivirían porque los tres teníamos que estar juntos, porque ellos probarían por si mismos el sabor de las entrañas de Löwe.

- Sean fuertes – los anime – cuando estén recuperados saldremos de caza, iremos detrás de quien les ha hecho esto y entonces podrán tomar ustedes mismo su venganza.