Psyche { La cortesana muda }

Psyche, la muda Psyche es considerada una provocación a los sentidos por unos y un insulto a la pureza racial por otros. Cierto es que no hay nadie que mire a la exótica muchacha y no dude de su procedencia. Alta (1.76m de estatura), trigueña, cabello negro y largo, ojos de sensualidad incierta, labios entreabiertos que recuerdan a los de las africanas, senos medianos de caída natural, vientre firmemente plano y un torso que se mueve con ritmo musical: una ‘hembra’, como diría un hombre de París común, pero una mina de oro para un proxeneta: es la nueva prostituta que ha llegado al burdel.



La cortesana sin voz peca de soñadora; termina viviendo a través de sus ilusiones y fantasías más que a través de su monótona y frívola realidad. Le gusta mirar por la única ventana de su habitación en el burdel hacia el firmamento, imaginando que es feliz en los brazos de un espejismo. Es así como esa condición se traduce en todo lo que ella hace. Cuando atiende a sus clientes, ella imagina que son ángeles que buscan en ella alguna experiencia terrenal antes de volver al cielo, aunque se trate del más vil y nauseabundo hombre.

A pesar de ser muda, es muy expresiva con todo lo demás. Psyche no puede ocultar su enojo con algo, puesto que sus ojos hierven, su cabello se alborota y su pecho sube y baja al mismo tiempo que aprieta sus puños. Nunca se la verá desviar la mirada, porque ella sabe que tiene menos recursos para manifestar lo que siente y no quiere cortar uno más. Usa sus intensos ojos y sus manos para dar a entender lo que siente, siendo una persona muy de piel. Una caricia en la mejilla puede significar protección; en el cabello encariñamiento; en el hombro comprensión y así hasta completar todo un vocabulario corporal.

Como es de esperar, no es de muchas amistades, pero sí de varias enemistades. Es fácil encontrar personas que se aprovechan de su condición para abusar de ella en algún modo, como lo hacen algunas personas mal intencionadas, en especial algunas cortesanas, golpeándola o hiriéndola de alguna forma. No puede gritar por ayuda, así que ¿qué importa? Es por esta razón que Psyche, cuando está sola, se encierra en su habitación y vuela a esa tierra que nunca existirá. Allí ella es la reina, con la diferencia de que en vez de súbditos tiene amor.

Como predomina en ella un estado de ensueño, los asuntos amorosos son un tema delicado para ella. Su idea del amor la roza en cada rincón de su cuerpo y de su mente, con lo cual puede llegar a obsesionarse devota e indiscutiblemente de una persona, pero sólo de un hombre a la vez. Es peligroso el amor para esta flor nocturna; se siente segura y llena de dudas a la vez, puesto que ese sentimiento le agranda las esperanzas respecto a la vida, pero le alarga su infinito silencio. Le da igual que la otra persona no le corresponda y he aquí otra muestra de su dejación de la realidad. Le sonreirá a “su hombre”, a su Eros, como si no hubiera un mañana. Psyche piensa que si el amor es incondicional, no debe ser una condición que el otro manifieste el mismo sentimiento y más cuando su profesión le ha enseñado que hay hombres que aman a mujeres que los aman mal.



Mauvais era una anciana pescadora, una de muchas, que vivía cortando pescados y vendiendo moluscos a la servidumbre de quienes podían pagarlos. Sus hijos ya se habían marchado de casa a conformar sus propias familias y su marido había muerto hacía años; no obstante su vejez, sus piernas todavía se enclavaban a las orillas del mar, pero a cambio de ello se había vuelto dura e indolente. Tal vez por eso no se le movió emoción maternal alguna cuando notó que en uno de los botes lloraba un bebé desconsoladamente; aun así, pensó mientras fumaba su pipa en la utilidad que podría sacarle a la niña y la llevó consigo para criarla hasta que creciera lo suficiente para que comenzara a compensar el techo que se le había dado. Nunca supo de dónde había venido esa recién nacida y tampoco lo averiguó.

Esta senil mujer temía que la infante se volviera una rebelde como las demás chicas del mar, por lo que en un invierno, cuando la niña tenía cuatro años y medio cumplidos, Mauvais la obligó a pasar desde el amanecer hasta el anochecer a orillas de la costa. Gracias a este intencional descuido, la pequeña se contagió de un virus en la garganta que se fue haciendo progresivo con el pasar de los días, ya que la severa anciana se había decidido a no cuidar esa enfermedad por un resultado que quería conseguir y que finalmente vio realizado: a las dos semanas, la zagala había quedado absoluta e irremediablemente muda.

La senil pescadora estaba más que satisfecha con el resultado; la niña siempre dependería de ella, la tendría trabajando todo el tiempo y no corría riesgo de que alguien pudiera interesarse en una flor sin aroma; a pesar de eso, la cría se las arreglaba para expresarse con su mirada y haciendo indicaciones con sus manos, sin llegar a manifestar su voluntad de manera explícita, pero se acercaba. Su mayor comunicación era con el mundo que ella soñaba, uno en el que ella podía ir adonde quisiese y oír su propia voz. Mauvais la pudo vislumbrar muchas veces mirando hacia un punto indefinido del océano, como si estuviera perdiéndose o encontrándose en él a través de sus llamativos ojos. La vieja se burlaba de esa absurda conducta y se preguntaba qué podría estar esperanzando ella, si no tenía ni base ni cimientos. Entonces se contestó que debía estar esperando que alguna mano invisible o alguien caritativo se la llevara y comenzó a llamar a la niña con el nombre de Psyche, como la mujer que en la mitología griega había cautivado el corazón de Eros a tal punto que él la había raptado para llevársela consigo.

Desde ese entonces la niña se dijo a sí misma que Psyche sería su nombre y que si bien nunca podría pronunciarlo, ella sabía que así se llamaba y que tenía una identidad que la salvaría de su propio olvido. Fue el mejor regalo de cinco años que alguien pudiera haber recibido, y aunque su dicha fuera silenciosa por fuera, por dentro estaba riendo cuando memorizó las sílabas de su nombre. Con refugiarse en sus sueños despierta y estar segura de la certeza de que también era una persona le bastaba para vivir toda una vida al borde costero, ya fuera que el mar se volviera travieso o manso; no obstante, el destino querría otra cosa para ella.

Cuando cumplió los ocho años, Mauvais alistó a Psyche para salir a pasear, lo cual se le hizo raro a la niña, pero tampoco cuestionó a su ama por miedo a represalias. Resultó ser que su instinto de que algo andaba mal no había estado errado, ya que la anciana la había llevado a la casa de una mujer que olía a tabaco y a perfume, la cual examinó el cuerpo de Psyche de pies a cabeza con intenciones que la nena no comprendió hasta que vio contar varios francos en sus manos a la mujer que la había criado y mantenido durante ocho años. Había sido vendida.

Psyche quiso gritar cuando la desconocida fémina la encerró en un cuarto frío, pequeño y oscuro ¡de verdad quería bramar a todo pulmón! pero el no poder emitir sonido alguno hizo que buscara otras maneras de liberar su ira y desesperación y terminó golpeando el piso de manera repetida e intensa con sus infantiles puños hasta dejarlos amoreteados de cólera. Al día siguiente, hallaron que la rapaza no había dormido en toda la noche, pero también que aceptaba todo lo que se le decía. Fue así que subió obedientemente al transporte que la llevaría a ella y a otras niñas jóvenes a su destino en distintos burdeles de Francia. Cuando solo quedó Psyche, ella supo que por alguna razón debían haberla dejado para el final; nada bueno saldría de aquello.

Le fue presentado un mundo lleno de luces, mentiras y secretos para atraer a hombres de dinero a acostarse con las hermosas jóvenes que ofrecía el burdel de París. Psyche no entendía nada más que ese sería su hogar, y aunque las cortesanas le dijeran que pronto se desharía de sus ropas infantiles para siempre,ella entendía que cambiaría sus vestimentas por las de una mujer, pero nada más. La primera vez fue muy peculiar y casi se desmayó del pavor que le había significado esa intromisión en su cuerpo, no sabía si deleitarse de verdad o fingir. Eso fue apenas llegó a su pubertad y ganó diez veces más que el resto de las experimentadas cortesanas esa noche, varios francos había sumado al burdel y también a su bolsillo. Los clientes que la buscaban solían ser de aquellos que buscaban tener siempre el control; una muchacha muda era el halago para los hombres machistas en busca de un cuerpo y no de una oradora, pues de esas ya tenían esperándolos en casa. Honestamente, Psyche no sabía de qué servía tener clientes si finalmente no podía usar el dinero para lo que ella realmente quería: vivir sus sueños como si fueran una realidad.

Psyche recibió lecciones sobre las artes amatorias más rebuscadas, como dominar el asco ante los necesitados más currutacos, hacer el amor con un homicida en una prisión, usar los juguetes sexuales y mostrarse sumisa y deseosa ante la más peligrosa petición de los poderosos y atender sin reparos los gustos más perversos de importantes personajes de la vida pública, como condes, duques y barones. Al iniciar,  era como aprender a actuar, porque concebía a las demás cortesanas como mujeres corrientes que se volvían actrices para representar un rol de acuerdo con el personaje que ellos querían tener al frente. Psyche veía a parejas de todo tipo tras puertas y cortinas para copiar algunos trucos de esa magistral actuación, y en un par de años se había convertido en una profesional en el arte de dominar el placer a su arbitrio.

Se preguntaba después de su turno… ¿esa era sería su vida? No, claro que no. En algún momento envejecería y se desharían de ella como un estropajo sucio, pero a pesar de sus deseos de evitar dicho final, no tenía la voluntad suficiente como para arriesgarse a huir y vivir de algo que no fuera el comercio carnal. Fue así como Psyche comenzó a dejar un tiempo libre para ella después de la ronda diaria de clientes para inhalar profundamente, cerrar sus ojos y transportarse a la vida que siempre había soñado. La verdad era que no quería lujos, pero sí algo en especial. Comenzó a vivir a través de la fantasía; ésta se volvía cada vez más específica. Se inventó un ideal, alguien que pudiera oírla a pesar de que no se oiría sonido de su boca jamás y desde entonces fue infiel a todos sus clientes sólo en su mente, mas no en su piel. Ilusionó a un hombre secreto, a un enamorado inexistente que reflejara los gritos que su garganta no podía exclamar como forma de dar respiro a su mente. Por mientras, satisfaría a sus ángeles, a sus clientes, como si le estuviera haciendo el amor a él.

Es posible que hoy en día siga siendo una Psyche aguardando el momento en que Eros la secuestre, aunque éste sólo exista en su mente ilusionada.