AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Soul in flames || Psyche ||
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Soul in flames || Psyche ||
Souls in flames
To live in desire is to play with the fire
That burns within our every cell
Dying eternal, love infernal... just one kiss to feel the spell
So fall and surrender the weak pretender
Don't resist the call of hell
Dying eternal, love infernal... just one kiss to feel the spell
To live in desire is to play with the fire
That burns within our every cell
Dying eternal, love infernal... just one kiss to feel the spell
So fall and surrender the weak pretender
Don't resist the call of hell
Dying eternal, love infernal... just one kiss to feel the spell
Ninguna de sus magnificas habilidades habrían predicho la marca que a partir de entonces definirían el destino de los amantes, con el rostro sumido en la oscuridad el hombre se debatía entre la conciencia de sí mismo y lo que tenía que ser. Sin embargo la coraza se desplazaba al mismo tiempo alrededor del cuerpo de Stiva, como una impenetrable armadura de la que jamás se despojaría. Su ojos bicolores se perdían alrededor de la habitación que horas antes había sido testigo de esa dualidad que ahora dolía en el ínfimo corazón piadoso de un doble cara que jugueteaba con el fuego y al cual no le temía en lo absoluto, no obstante, sus secretos se guardarían celosamente en el interior de ésta y en una muda que nunca articularia un sonido más que el del propio silencio atrapado en la garganta. Ahí, reinaba el silencio como la calma después de la tormenta –cuando irónicamente ésta estaba por venir como la peor de las catástrofes- y los cuerpos tendidos sobre el lecho eran víctimas de sus epopeyas sexuales, juntos, Psyche se fundía sobre la piel en llamas de un hombree cual había tatuado con besos y caricias el instante en el que desde ya le poseía.
Lo pasado no había sido ninguna representación, una farsa. Solo era una pequeña muestra del enorme descaro de un maldito hijo de puta que buscaría siempre su favor, su placer, su gozo o su desgracia ¿Qué perdía? El sabor de boca se enfatizaba a medida en que los rayos del sol alcanzaban la piel canela de la meretriz, ahí, el reflejo de su silueta exótica descansaba sobre las suaves pieles de distintos animales. Las cuales esencialmente eran adquisición de nadie más, que el propio hombre que les había cazado. Tal cual lo habría hecho con ella. Detuvo su mirada en el rostro sosegado de la joven que se sumía en los brazos de quién le daba aparentemente la tranquilidad de un plácido descanso ¿Cómo un rostro singular había desatado el caos en él? ¿La muda tendría la fuerza de sobreponerse a la destrucción que habían creado? O peor aún, ¿Sobreviviría a las nimiedades de su majestad? En el interior de Stiva se debatía la desgracia por ser el cuchillo y la herida al mismo tiempo. Sabía en su interior, que al mismo tiempo en que ésta abriese los ojos, su corazón -y el de ella- se destrozaría, pues él no tenía intensiones y tampoco pensaba tenerlas ¿Cuándo un león podía ser domesticado? -Todo sería de acuerdo a lo que el propio ruso necesitara- y de ningún modo, tendría la cabeza en carestías de intrusas. Sin embargo, no todo lo completamente planeado suena al son de la composición deseada.
Su ceño molesto se remarcó con rigor en su frente y le obligó a abandonar el lecho lentamente sin importarle la comodidad de Psyche, los músculos rígidos de brazos y piernas, al igual que su cuello lo devolvieron bruscamente a la realidad en la que se encontraba ¿Acaso en esa habitación no era un rey y una cortesana los que estaban? ¿Por qué se preocuparía por el bienestar de la desconocida que había poseído horas atrás? Si esa era su función; proporcionar placer a quién lo remunera. Involucrarse más allá de lo que era no cabía en sus planes, mucho menos en las intensiones de la corona o la realeza que lo observaba recelosamente ¿Desde cuándo una cabeza que no fuese la suya le importaba más? En un santiamén, un mohín insolente en el que denotó la soberanía que lo aislaba surcó los labios del rey, el cual inmediatamente alzó la voz para llamar al único mozo que aguardaba a su orden -Vuestra majestad- se inclinó con obediencia rindiendo respetos a ese intimidante personaje que le escuchaba de espaldas -Yace hoy un día grandioso para la caza, vuestros canes están listos para cuando usted disponga y dé la orden de preparar la escolta que os acompañará- expresó con el rostro socavado por la reputación que llevaba consigo el ruso parco y enfático, ahora, era un hombre distante, muy diferente que acogía a la fisiología del brujo. Empero, la expectativa se envolvió en el mutismo adjudicado por el varón de ojos bicolores -¿Su majestad?...- continuó pero fue interrumpido -Finalmente has despertado…- se refirió a la fémina con un esa voz grave y varonil, distinguida en el monarca.
La mirada del mozo retornó hasta el dorcel de dónde la delgada anatomía de la musa espabilaba, esa misma que podría inspirar a cualquier hombre, extendía sus brazos –o más bien lucían como dos preciosas alas- con la misma delicadeza que antes hubiese sido participe de las caricias otorgadas al soberano. La morocha palpaba el escenario fuera del ensueño al que se sostenía con fuerza esperando no desprenderse de él mientras que Stiva se plantaba embustero, el desconcierto dejaba lentamente su conciencia, desaparecía en alguna parte de su interior. Lucia capaz de mermar cualquier riesgo de tropezar con las piedras que se mezclaran en su camino, principalmente si esa piedra poseyera nombre –Llevadle fuera y adecuadle una habitación contigua a la mía. Mientras tanto ahí te mantendrás discreta e inamovible, perteneceréis como estatua, apagad vuestra llama por hoy Psyche…- decretó y desvió su atención hacia el espejo frente a sí dónde se mantuvo dentro de esa burbuja entre las dos caras, dónde el bien tanto como el mal se enlazaba en una guerra que no terminaba..
Gracias a su osadía, una nueva barrera se alzó entre los dos amantes mientras que sus destinos luchaban por encontrarse de algún modo, una vez más.
Stiva Záitsev- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 25/02/2013
Localización : Castillo de Windsor, Berkshire, Reino Unido
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Re: Soul in flames || Psyche ||
Qué calidez con sensación de frío la recorría. Era exquisita, para dejarse llevar de nube en nube, flotando entre las sedas del cielo. Psyche descansaba, pero nunca estaba por completo dormida. Y es que dentro de sus ensoñaciones se sentía tan gustoso que hacerse ausente resultaba un verdadero crimen. Se veía a sí misma abrazando a su Eros como lo había hecho horas atrás en la estrechez más íntima, pero en un escenario completamente diferente. Él era la luz más brillante del cielo y ella quien la alcanzaba. Miraba hacia abajo y notaba los rostros orgullosos de los ángeles que le habían enseñado a complacer a su hombre. Abanicaban sus alas en aprobación y ella se aferraba aún más al cuerpo de su deidad. El rostro de él permanecía sombrío, pero Psyche nunca le había temido a la oscuridad, sino al contrario. La oscuridad reinaba en su mente, en donde podía soñar bajo el amparo irrefrenable de la penumbra; podía esconderse cuando el mal asechaba; nadie podía hacerle daño. Mientras se mantuviera aferrada a su Eros, el daño no existiría; solamente el precio. Un alto precio.
Sentía como si su cuerpo hubiese estado atrapado bajo un hechizo por años y que recién estaba saliendo de él. La sangre que corría furiosa por sus venas daba cuenta de la enorme cantidad de energía que había vuelto para levantarla. Nunca se había sentido más repuesta. Nadie la había dejado tan agotada como Stiva.
Comenzó a estirarse sin abrir sus ojos, como si estuviera ronroneando con la sensación. Era sorprendente notar cómo se habían recuperado sus músculos. Era como si hubiese rejuvenecido y nuevamente fuese tan ágil como esa niña que sobrevivía junto al mar. Ahora estaba sobre ese azul; en el cielo, junto a él. Luego calentó su nariz con los aromas presentes, preguntándose si su dios reconocería sus esencias mezcladas en las pieles. Entonces se atrevió a hacer frente a la luz del día, observando al portador de esa voz que la devolvía a la vida.
Stiva lucía tan altivo incluso viendo el reflejo de su erguida desnudez que a Psyche sólo le quedaba contemplarlo.
—Es como si fuera el pilar del cielo. Tan omnipotente —admiraba maravillada desde la cama sin dejar de menear su silueta.— ¿Será verdad quiere a esta huésped bajo su gloria?
Era increíble. Hacía sólo un día había despertado bajo un panorama completamente diferente, entre francos, obsequios de los ángeles y sábanas por cambiar. Todas las tardes, junto a su ventana, añoraba el momento en que su Eros la sustrajese de ese nido de mortales efímeros para convertirse en su eterna mortal, y sólo de él. Si bien sus ilusiones no habían hecho más que aumentar, no imaginaba que de un día para otro y sin previo aviso finalmente ocurriera. No podía mentir: le asustaba la velocidad que había tenido el mundo al abrirle una puerta directa a los brazos de su sueño, pero le fascinaba demasiado como para no entregarse a él.
—Ven, niña. El rey tiene su día para empezar y tú el tuyo —dijo aproximándose una mujer que cargaba una fina bata entre sus manos para cubrir la desnudez de la cortesana.— Sólo su Majestad posará sus ojos en eso. No queremos exhibirnos por los pasillos.
—¿Rey? —Psyche sintió era manera de dirigirse a su Eros casi como un insulto, por lo que dedicó una mirada de desconfianza a la sirvienta— Es tan ciega como yo muda. No sabe nada. Él es el un dios. Mi dios. —lo creía; lo sabía. Aún así se levantó con la gracia de una mujer florecida para agradar a su Eros, dejando que la criada cuidara de ella.
Las finas telas cubrieron como aire la piel acaramelada de la joven, ocultándola de ojos indiscretos. Apenas podía sentir la seda sobre ella. Menos prestaba atención cuando intentaba descifrar con su mirada de qué estaba hecho su amante; si de acero o de bronce. Lo único que no quería ver bajo ninguna circunstancia era que la apartaran de ese olimpo. Y fue por ese mismo miedo que dio de golpe varios pasos atrás cuando la mucama se atrevió a abrir las cortinas que daban al exterior. El corazón de Psyche comenzó a palpitar fuerte de miedo. Estaba aterrada. No quería volver.
—¿Pero qué te ocurre? No hay nada allí; sólo los jardines. ¿Segura estás bien? —dijo extrañada la mujer ante el repentino cambio de la muchacha.
Los jardines; nada más había para la señora. Pero Psyche no veía lo que era, sino lo que amaba y lo que temía. Sólo podía encontrar a Stiva en esa habitación porque era todo cuanto amaba. Desde esa ventana sólo podía apreciar fantasmas del burdel viniendo a por ella, amenazando con arrancarle sus alas, apartarla para siempre de él. Sentía pavor de que cumplieran con llevarla de vuelta. No, por favor. Se quedaría bajo el techo que la unía con su amante fuera como fuera. Lucharía, se escondería de la vista de sus dueños hasta decir basta. Y cuando esconderse comenzara a ser doloroso, moriría allí.
Había mudado de piel para siempre. El templo de los ángeles se marchitaba. La huésped del cielo había llegado para quedarse.
“Despierta, niña. El sueño continúa”
Sentía como si su cuerpo hubiese estado atrapado bajo un hechizo por años y que recién estaba saliendo de él. La sangre que corría furiosa por sus venas daba cuenta de la enorme cantidad de energía que había vuelto para levantarla. Nunca se había sentido más repuesta. Nadie la había dejado tan agotada como Stiva.
Comenzó a estirarse sin abrir sus ojos, como si estuviera ronroneando con la sensación. Era sorprendente notar cómo se habían recuperado sus músculos. Era como si hubiese rejuvenecido y nuevamente fuese tan ágil como esa niña que sobrevivía junto al mar. Ahora estaba sobre ese azul; en el cielo, junto a él. Luego calentó su nariz con los aromas presentes, preguntándose si su dios reconocería sus esencias mezcladas en las pieles. Entonces se atrevió a hacer frente a la luz del día, observando al portador de esa voz que la devolvía a la vida.
Stiva lucía tan altivo incluso viendo el reflejo de su erguida desnudez que a Psyche sólo le quedaba contemplarlo.
—Es como si fuera el pilar del cielo. Tan omnipotente —admiraba maravillada desde la cama sin dejar de menear su silueta.— ¿Será verdad quiere a esta huésped bajo su gloria?
Era increíble. Hacía sólo un día había despertado bajo un panorama completamente diferente, entre francos, obsequios de los ángeles y sábanas por cambiar. Todas las tardes, junto a su ventana, añoraba el momento en que su Eros la sustrajese de ese nido de mortales efímeros para convertirse en su eterna mortal, y sólo de él. Si bien sus ilusiones no habían hecho más que aumentar, no imaginaba que de un día para otro y sin previo aviso finalmente ocurriera. No podía mentir: le asustaba la velocidad que había tenido el mundo al abrirle una puerta directa a los brazos de su sueño, pero le fascinaba demasiado como para no entregarse a él.
—Ven, niña. El rey tiene su día para empezar y tú el tuyo —dijo aproximándose una mujer que cargaba una fina bata entre sus manos para cubrir la desnudez de la cortesana.— Sólo su Majestad posará sus ojos en eso. No queremos exhibirnos por los pasillos.
—¿Rey? —Psyche sintió era manera de dirigirse a su Eros casi como un insulto, por lo que dedicó una mirada de desconfianza a la sirvienta— Es tan ciega como yo muda. No sabe nada. Él es el un dios. Mi dios. —lo creía; lo sabía. Aún así se levantó con la gracia de una mujer florecida para agradar a su Eros, dejando que la criada cuidara de ella.
Las finas telas cubrieron como aire la piel acaramelada de la joven, ocultándola de ojos indiscretos. Apenas podía sentir la seda sobre ella. Menos prestaba atención cuando intentaba descifrar con su mirada de qué estaba hecho su amante; si de acero o de bronce. Lo único que no quería ver bajo ninguna circunstancia era que la apartaran de ese olimpo. Y fue por ese mismo miedo que dio de golpe varios pasos atrás cuando la mucama se atrevió a abrir las cortinas que daban al exterior. El corazón de Psyche comenzó a palpitar fuerte de miedo. Estaba aterrada. No quería volver.
—¿Pero qué te ocurre? No hay nada allí; sólo los jardines. ¿Segura estás bien? —dijo extrañada la mujer ante el repentino cambio de la muchacha.
Los jardines; nada más había para la señora. Pero Psyche no veía lo que era, sino lo que amaba y lo que temía. Sólo podía encontrar a Stiva en esa habitación porque era todo cuanto amaba. Desde esa ventana sólo podía apreciar fantasmas del burdel viniendo a por ella, amenazando con arrancarle sus alas, apartarla para siempre de él. Sentía pavor de que cumplieran con llevarla de vuelta. No, por favor. Se quedaría bajo el techo que la unía con su amante fuera como fuera. Lucharía, se escondería de la vista de sus dueños hasta decir basta. Y cuando esconderse comenzara a ser doloroso, moriría allí.
Había mudado de piel para siempre. El templo de los ángeles se marchitaba. La huésped del cielo había llegado para quedarse.
Psyche- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 30/05/2013
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Re: Soul in flames || Psyche ||
La agilidad del hombre que lo servía y su precisión por realizar las tareas encomendadas por el rey de Inglaterra eran las únicas que lo salvaguardaban al pie de los caprichos reales. Entre más conciso fuera, su recompensa sería el acostumbrado prestigio emitido por la corona. Por lo que en ese momento y al chasquido de sus dedos una mujer de edad madura irrumpió en la habitación complaciente y apresurada alcanzándole delicadamente una bata de seda para cubrir el cuerpo de Psyche, no obstante, sus ojos se perdían en la piel acaramelada de la apátrida quién se resistía a prestarse al juego, aquella, se debatía en un ser y un deber ¿acaso su perturbada mente no concretaba sus demandas?
-¿Pero qué te ocurre? No hay nada allí; sólo los jardines. ¿Segura estás bien?- se dirigió la mujer a la muda que se postraba con aquel aire temeroso, como si ésta fuese un felino acorralado dispuesto a defenderse de cualquiera que osara tocarle excepto su propio amo –Vamos, vamos niña, que el rey ha solicitado que no se le incomodé y tú debes ir conmigo a otra habitación, para que estés lista cuando él desee volver a verte…- expresó con cierta súplica implicada en sus palabras mientras que el brujo se desplazaba pesadamente hacia la sección contigua de su lecho en dónde se le perdió por completo de vista.
Su sonrisa parca permaneció en el rostro del rey tras notar la ausencia de la joven meretriz, el silencio nuevamente había llegado hasta el lugar en dónde en otrora dos cuerpos se abrían encontrado mutuamente para saciar la carne, ahí, dónde el mismo infierno se había dado lugar para quemarles entre las brazas hasta volverles cenizas. El terreno tomaba forma de las prisiones que existían en la mente del monarca y que éstas se mantenían firmes después de una vida áspera, rígida. Sus parpados pesaban como dos grietas que se llenaban bajo la presión de agua en un caudal, allí, una coerción en el torso le descoló módicamente haciéndole gracia a sus distantes pensamientos ¿Se volvía aquello alguna clase de broma de mal gusto? O era pues su diminuta consideración como ser humano hacia la mujer que ciegamente se había entregado a él despertando un sentimiento que no encontraba ni sitio ni cabida en su existencia. ¡NO! Eso era el propio diablo hablando de engañar, ese era el propio diablo aceptando haber sido timado por cualquier mortal, ese era el diablo vendiendo su alma al toque discreto de una muda desconocida. Su cabeza dio un giro rudo tratando con ello de apartarse de la idea, la adrenalina avanzaba potentemente por su columna, aquel químico segregado por su cerebro corría tan rápido que sintió como una fuerza inexplicable arremetía contra la primer columna que se cruzaba en su camino; alterándole.
“Me niego, me niego rotundamente a volverme un enclenque frente a una desconocida…Temor, ¡sí!, mucho temor debería sentir después de haberme vendido su alma, postrarse a mi voluntad, su cuerpo, su devoción; es lo que me pertenece, no hay mayor recompensa en ésta vida podrida como una manzana que la misión de volverles tus propias mascotas” La ansiedad detonó a que su cambio se volviera todavía más severo y en su frente el gesto habitual que le definía se formaba como dos líneas de expresión que demarcaban la ira que contenía -¿Es que no habéis escuchado vosotras dos? ¿No sabéis cuando acatar una orden o es que debo sacarlas yo mismo de éste lugar?- exhortó hosco, ese era el propio demonio que vociferaba la expulsión de un ángel de su propio infierno o lanzarlo a las brazas más ardientes para que se calcinara en ellas, pudiéndose finalmente librar de la conciencia que lo atormentaba –No tolero las demoras, lo sabéis mujer ¡Fuera!- gritó iracundo cruzando la mirada –en la cual ahora abundaba el vacio- con la de la morocha…
-¿Pero qué te ocurre? No hay nada allí; sólo los jardines. ¿Segura estás bien?- se dirigió la mujer a la muda que se postraba con aquel aire temeroso, como si ésta fuese un felino acorralado dispuesto a defenderse de cualquiera que osara tocarle excepto su propio amo –Vamos, vamos niña, que el rey ha solicitado que no se le incomodé y tú debes ir conmigo a otra habitación, para que estés lista cuando él desee volver a verte…- expresó con cierta súplica implicada en sus palabras mientras que el brujo se desplazaba pesadamente hacia la sección contigua de su lecho en dónde se le perdió por completo de vista.
Su sonrisa parca permaneció en el rostro del rey tras notar la ausencia de la joven meretriz, el silencio nuevamente había llegado hasta el lugar en dónde en otrora dos cuerpos se abrían encontrado mutuamente para saciar la carne, ahí, dónde el mismo infierno se había dado lugar para quemarles entre las brazas hasta volverles cenizas. El terreno tomaba forma de las prisiones que existían en la mente del monarca y que éstas se mantenían firmes después de una vida áspera, rígida. Sus parpados pesaban como dos grietas que se llenaban bajo la presión de agua en un caudal, allí, una coerción en el torso le descoló módicamente haciéndole gracia a sus distantes pensamientos ¿Se volvía aquello alguna clase de broma de mal gusto? O era pues su diminuta consideración como ser humano hacia la mujer que ciegamente se había entregado a él despertando un sentimiento que no encontraba ni sitio ni cabida en su existencia. ¡NO! Eso era el propio diablo hablando de engañar, ese era el propio diablo aceptando haber sido timado por cualquier mortal, ese era el diablo vendiendo su alma al toque discreto de una muda desconocida. Su cabeza dio un giro rudo tratando con ello de apartarse de la idea, la adrenalina avanzaba potentemente por su columna, aquel químico segregado por su cerebro corría tan rápido que sintió como una fuerza inexplicable arremetía contra la primer columna que se cruzaba en su camino; alterándole.
“Me niego, me niego rotundamente a volverme un enclenque frente a una desconocida…Temor, ¡sí!, mucho temor debería sentir después de haberme vendido su alma, postrarse a mi voluntad, su cuerpo, su devoción; es lo que me pertenece, no hay mayor recompensa en ésta vida podrida como una manzana que la misión de volverles tus propias mascotas” La ansiedad detonó a que su cambio se volviera todavía más severo y en su frente el gesto habitual que le definía se formaba como dos líneas de expresión que demarcaban la ira que contenía -¿Es que no habéis escuchado vosotras dos? ¿No sabéis cuando acatar una orden o es que debo sacarlas yo mismo de éste lugar?- exhortó hosco, ese era el propio demonio que vociferaba la expulsión de un ángel de su propio infierno o lanzarlo a las brazas más ardientes para que se calcinara en ellas, pudiéndose finalmente librar de la conciencia que lo atormentaba –No tolero las demoras, lo sabéis mujer ¡Fuera!- gritó iracundo cruzando la mirada –en la cual ahora abundaba el vacio- con la de la morocha…
Y era el demonio de mi sueño, el ángel
más hermoso. Brillaban
como aceros los ojos victoriosos,
y las sangrientas llamas
de su antorcha alumbraron
la honda cripta del alma.
-¿Vendrás conmigo? -No, jamás; las tumbas
y los muertos me espantan.
Pero la férrea mano
mi diestra atenazaba.
-Vendrás conmigo... Y avancé en mi sueño,
cegado por la roja luminaria.
Y en la cripta sentí sonar cadenas,
y rebullir de fieras enjauladas.
más hermoso. Brillaban
como aceros los ojos victoriosos,
y las sangrientas llamas
de su antorcha alumbraron
la honda cripta del alma.
-¿Vendrás conmigo? -No, jamás; las tumbas
y los muertos me espantan.
Pero la férrea mano
mi diestra atenazaba.
-Vendrás conmigo... Y avancé en mi sueño,
cegado por la roja luminaria.
Y en la cripta sentí sonar cadenas,
y rebullir de fieras enjauladas.
Stiva Záitsev- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 25/02/2013
Localización : Castillo de Windsor, Berkshire, Reino Unido
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Re: Soul in flames || Psyche ||
El diablo podía permanecer en un mismo sitio con el ángel, comunicarse, tocarse, e incluso mezclar su esencia con la de él, pero seguiría siendo diablo. Las alas no dejarían de pesarle ni volvería a hallar la luz sus ojos sombríos. O al menos, eso decían. Al rey le estaba pareciendo ya que acostumbrarse a degustar el cielo le haría olvidar mantener los pies en el suelo, y se defendía de la única manera que conocía: atacando. Era un alarido de repulsión que la servidumbre conocía de memoria, pero lamentablemente aquello no impedía que el cuerpo se les paralizara cada vez que el monarca se manifestaba de esa manera.
Así fue que la criada se llevó las manos al rostro instintivamente, como si su amo fuese a golpearla. Psyche, en cambio, aflojó la mandíbula y mantuvo sus ojos abiertos, casi sin moverse. Era una forma de su Eros que nunca había visto y cuya causa desconocía. Aterrador, y sin embargo, fascinante. Estaba paralizada al igual que la mujer que había venido a buscarla, pero el motivo era completamente contrario. Por unos instante el pecho de la cortesana subió y bajó repetidamente en medio de la intriga en que su dios la había sumergido por ese repentino cambio.
—¿Qué son estos albores de guerra que generan tal embeleso en mí? —un dios en conflicto se reflejaba en aquellos ojos ambivalente. ¡Qué fortuna ser testigo de aquello! Daban ganas de sonreír, pero se tragó la expresión antes de que naciera. No quería arruinarlo— Que mi Eros me perdone estos sentimientos tan frívolos.
Hubiera permanecido allí, observándolo hasta desembrollar cada uno de los enigmas que su deidad guardaba, pero no estaba en su territorio, sino en el de él. En ese lugar, los racionales y temerosos le enseñaban a los soñadores y arrojados su lugar.
—Ya oíste a Su Majestad. Ven conmigo antes de que nos mate a las dos. —rompió la magia la fámula tironeando a Psyche del brazo— Apresúrate.
¿Apresurarse? ¿Ir adónde? De todos modos, no podría esconderse de él. Con ese pensamiento, la flor nocturna esbozó una semi sonrisa y obedeció, desertando de la habitación no sin antes mirar atrás una última vez, visualizando esa bendita cama que, podía jurar, aún conservada el calor de la noche anterior.
Psyche llegó a la habitación destinada para ella sin distinguir por dónde caminaba. Flotaba, orientada únicamente por la sombra que dejaba por el piso la mujer a cuyo cargo estaba. Ella misma se encargó de bañar a la huésped en medio de esencias de lavanda para perfumar la piel y jugos de bayas para el cabello. Pero la meretriz, cerrando los ojos, sólo podía oler un aroma. Y al sentirlo más allá del olfato, se prolongaba por todo su cuerpo. Psyche se acariciaba, dejando que el agua tibia conociera la suerte que había vivido horas atrás. ¡Le había pasado a ella! Pasando las manos por su cuello, masajeándose lenta y profundamente, añoraba a su amante así:
—He conocido la fragancia de tu lomo en un sueño y desde ese día te pertenezco. Te suspiro. No tengo miedo de ti; sólo de que se desvanezca la huella viva que ha dejado tu paso sobre mí. Me pasaría la vida, desplegada, ilusionando que acudieras a oprimir contra mi cuerpo, tu cuerpo recio y sabedor del mío, porque eres su señor desde siempre. Incluso ahora, separada de tu abrazo, me persigue la corazonada de suspenderme en tu cuello y desvivirme sobre tu boca.
Casi no se percató del segundo en que fue secada y vestida ligera pero finamente para cuando la ocasión lo requiriera. Es que ocurría que esa mañana la invadía una absurda alegría. Tenía el presentimiento de que una felicidad muy grande iba a caer sobre ella en menos de lo que tomaba extinguir veinticuatro horas. Se pasó el día en una especie de exaltación. Esperaba junto a la ventana de pié. Ya no temía, pues era la voluntad de su dios que allí permaneciera. ¿Específicamente qué aguardaba? Una visita, un acontecimiento, un imprevisto No sabía, la verdad, y eso era lo más hermoso de todo.
Prevaleció nuevamente el silencio, como tantas otras veces antes, y no discernió más nada. No obstante, tenía la certidumbre de que la presencia de su amante se guarecía bajo su ventana y persistía allí, velando su posesión, hasta apuntar el día. Pero a pesar de las emociones y de la alegría de su suerte, todavía había un misterio sin resolver que mantenía inquieta a la cortesana.
—No es un ángel; es mi Eros, pero sigue estando perdido. —se daba cuenta de que aquello acarrearía consecuencias más temprano que tarde. Quería apurar el tiempo, cruzar ese mortal laberinto sin importar las consecuencias. Sólo quería conocer. Ella era una simple mortal y él una deidad; valía la pena una vesania como esa para llegar a él— ¿Me culpará a mí? ¿Es eso? ¿Qué tal si yo soy la responsable? Me hará pagar; no tiene las cadenas de los ángeles. Ha venido a reinar, no a compadecer a los mortales. Debo reparar lo que hice. Él me mostrará el camino para hacerlo. Lo recorreré. Para eso existo.
Y permitió que sus manos acariciaran las cortinas de aquella ventana que la habían acompañado durante ese día. No había que dejarlas sin atención; después de todo, ellas habían sido las primeras que en verlos juntos al belcebú y la serafina.
Así fue que la criada se llevó las manos al rostro instintivamente, como si su amo fuese a golpearla. Psyche, en cambio, aflojó la mandíbula y mantuvo sus ojos abiertos, casi sin moverse. Era una forma de su Eros que nunca había visto y cuya causa desconocía. Aterrador, y sin embargo, fascinante. Estaba paralizada al igual que la mujer que había venido a buscarla, pero el motivo era completamente contrario. Por unos instante el pecho de la cortesana subió y bajó repetidamente en medio de la intriga en que su dios la había sumergido por ese repentino cambio.
—¿Qué son estos albores de guerra que generan tal embeleso en mí? —un dios en conflicto se reflejaba en aquellos ojos ambivalente. ¡Qué fortuna ser testigo de aquello! Daban ganas de sonreír, pero se tragó la expresión antes de que naciera. No quería arruinarlo— Que mi Eros me perdone estos sentimientos tan frívolos.
Hubiera permanecido allí, observándolo hasta desembrollar cada uno de los enigmas que su deidad guardaba, pero no estaba en su territorio, sino en el de él. En ese lugar, los racionales y temerosos le enseñaban a los soñadores y arrojados su lugar.
—Ya oíste a Su Majestad. Ven conmigo antes de que nos mate a las dos. —rompió la magia la fámula tironeando a Psyche del brazo— Apresúrate.
¿Apresurarse? ¿Ir adónde? De todos modos, no podría esconderse de él. Con ese pensamiento, la flor nocturna esbozó una semi sonrisa y obedeció, desertando de la habitación no sin antes mirar atrás una última vez, visualizando esa bendita cama que, podía jurar, aún conservada el calor de la noche anterior.
Psyche llegó a la habitación destinada para ella sin distinguir por dónde caminaba. Flotaba, orientada únicamente por la sombra que dejaba por el piso la mujer a cuyo cargo estaba. Ella misma se encargó de bañar a la huésped en medio de esencias de lavanda para perfumar la piel y jugos de bayas para el cabello. Pero la meretriz, cerrando los ojos, sólo podía oler un aroma. Y al sentirlo más allá del olfato, se prolongaba por todo su cuerpo. Psyche se acariciaba, dejando que el agua tibia conociera la suerte que había vivido horas atrás. ¡Le había pasado a ella! Pasando las manos por su cuello, masajeándose lenta y profundamente, añoraba a su amante así:
—He conocido la fragancia de tu lomo en un sueño y desde ese día te pertenezco. Te suspiro. No tengo miedo de ti; sólo de que se desvanezca la huella viva que ha dejado tu paso sobre mí. Me pasaría la vida, desplegada, ilusionando que acudieras a oprimir contra mi cuerpo, tu cuerpo recio y sabedor del mío, porque eres su señor desde siempre. Incluso ahora, separada de tu abrazo, me persigue la corazonada de suspenderme en tu cuello y desvivirme sobre tu boca.
Casi no se percató del segundo en que fue secada y vestida ligera pero finamente para cuando la ocasión lo requiriera. Es que ocurría que esa mañana la invadía una absurda alegría. Tenía el presentimiento de que una felicidad muy grande iba a caer sobre ella en menos de lo que tomaba extinguir veinticuatro horas. Se pasó el día en una especie de exaltación. Esperaba junto a la ventana de pié. Ya no temía, pues era la voluntad de su dios que allí permaneciera. ¿Específicamente qué aguardaba? Una visita, un acontecimiento, un imprevisto No sabía, la verdad, y eso era lo más hermoso de todo.
Prevaleció nuevamente el silencio, como tantas otras veces antes, y no discernió más nada. No obstante, tenía la certidumbre de que la presencia de su amante se guarecía bajo su ventana y persistía allí, velando su posesión, hasta apuntar el día. Pero a pesar de las emociones y de la alegría de su suerte, todavía había un misterio sin resolver que mantenía inquieta a la cortesana.
—No es un ángel; es mi Eros, pero sigue estando perdido. —se daba cuenta de que aquello acarrearía consecuencias más temprano que tarde. Quería apurar el tiempo, cruzar ese mortal laberinto sin importar las consecuencias. Sólo quería conocer. Ella era una simple mortal y él una deidad; valía la pena una vesania como esa para llegar a él— ¿Me culpará a mí? ¿Es eso? ¿Qué tal si yo soy la responsable? Me hará pagar; no tiene las cadenas de los ángeles. Ha venido a reinar, no a compadecer a los mortales. Debo reparar lo que hice. Él me mostrará el camino para hacerlo. Lo recorreré. Para eso existo.
Y permitió que sus manos acariciaran las cortinas de aquella ventana que la habían acompañado durante ese día. No había que dejarlas sin atención; después de todo, ellas habían sido las primeras que en verlos juntos al belcebú y la serafina.
Psyche- Prostituta Clase Baja
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Re: Soul in flames || Psyche ||
"Es mejor no pensar en las mutilaciones, en la muerte segura que hay detrás de un despiste.
O en los rostros tatuados que igual que los jaguares amenazan, aprovechan la noche y sus fantasmas y ya todo es dolor y más tragedia."
Las dos féminas habían desaparecido de aquella habitación impetuosamente, sobre el rabillo del ojo se percataba por última vez de las hebras que la noche anterior se habían esparcido por todo su torso en una prueba avasallante de que el infierno o el cielo si existía. En su interior las dos bestias que conformaban a Stiva se debatían nuevamente en una guerra que no sabría si algún día ganaría; o cual de estas lograría afirmarse como el acero entre sus venas. Acostumbrado estaba de poseer exóticas obras de arte, de conseguir todo lo que se convertía en un desafío y la muda representaba uno de ellos.
Finalmente frente al espejo la figura de lo que era ahora la máxima autoridad en Inglaterra se mantuvo perpleja y absorta en esos ojos ambiguos que pasaban de la excitación a la calma más profunda en instantes, por sus hombros una sensación muy parecida a la duda lo embargó presurosamente hasta inyectarle ese veneno mortal para quienes se arriesgaban a buscarlo. Sin embargo, los murmullos tras puertas espabilaron sus pensamientos regresándolo a la libertad de su propia crueldad ¿Es qué tendría que volver a plantarse ante su desafío?
El hombre abrió a puerta de par en par dejando que la figura del rey emergiera indemne, como si nada hubiese alterado su costumbre, pues poco transformaría ese rostro duro cual piedra tallada por el cincel de la oscuridad, Stiva, no contemplaba los sinsabores que la noche anterior se forjaba como prueba y desafío constante.
Desplazándose a través de los pasillos y patios, finalmente la comitiva lo dirigió hasta su nuevo destino en las caballerizas del palacio de dónde a lo lejos alcanzó a visualizar de manera disimulada la figura delgada de la apátrida ¿Era la desesperanza la que lentamente abandonaba al brujo y le golpeaba la fuerte realidad desbalanceándole de sus aspiraciones? Ahí, a lo lejos, una parte de su existencia lo convertía en un títere digno de la mejor representación en la historia, por primera vez en su vida nada más que el mero e instintivo sentimiento de tenerla a sus pies lo podía más, cada estructura ósea no se movía por orden del monarca, pues ahí ya no existía voluntad, más que el ínfimo deseo de cumplir su nuevo capricho -¿Su majestad?- anunció uno de los hombres más cercanos dirigiéndose a él con un tono de mayor respeto y firmeza, pues su reputación le predecía - …Vuestro corcel ya ha sido ensillado para su ilustrísima, se ha visto entre los campos pequeños zorros y liebres entre algunas otros ejemplares, aunque “Orión” se encuentra inquieto quizá sería prudente que hoy no lo montara, por vuestra seguridad, mi lord.- añadió su concilio a favor de la salud del rey, no obstante, la mirada bicolor fija en las entrañas de aquel castillo atormentaban al hechicero. Entonces, un fulgor brillante surcó por el iris del ruso finiquitando su plan cimentado en su propio ser –Id y traed a mi huésped en la habitación contigua, traedla con los harapos que cargue, pues ella está para servirme aquí o fuese dónde fuese…Id dos de ustedes, no digáis nada, ni rebeléis su próximo paradero-
Aún con sus padecimientos, él era la tan temida cara de la crueldad. Ella por otro lado, conocía también la diminuta línea entre el placer y la perversidad de la humanidad pues su años en aquel burdel le habían confinado tal vez a una existencia completamente infeliz rodeándose de hombres que sólo deseaban conquistarle por su exótica belleza o quizá por lo que representaba su discapacidad –siendo ello una ventaja para Stiva-.
Sus pies se movieron con habilidad sobre el adoquín alzando su pierna sobre la mancuernilla de montar y así impulsarse firme hasta lograr domar al corcel pura sangre que nerviosamente aguardaba bajo las cuerdas de mando, no obstante, como si ambos espíritus estuviesen conectados el rey parecía resguardarse a la par del equino en un estado de tranquilidad absorta en dónde reflejaban la simetría perfecta de una bestia triunfando sobre otra.
O en los rostros tatuados que igual que los jaguares amenazan, aprovechan la noche y sus fantasmas y ya todo es dolor y más tragedia."
Las dos féminas habían desaparecido de aquella habitación impetuosamente, sobre el rabillo del ojo se percataba por última vez de las hebras que la noche anterior se habían esparcido por todo su torso en una prueba avasallante de que el infierno o el cielo si existía. En su interior las dos bestias que conformaban a Stiva se debatían nuevamente en una guerra que no sabría si algún día ganaría; o cual de estas lograría afirmarse como el acero entre sus venas. Acostumbrado estaba de poseer exóticas obras de arte, de conseguir todo lo que se convertía en un desafío y la muda representaba uno de ellos.
Finalmente frente al espejo la figura de lo que era ahora la máxima autoridad en Inglaterra se mantuvo perpleja y absorta en esos ojos ambiguos que pasaban de la excitación a la calma más profunda en instantes, por sus hombros una sensación muy parecida a la duda lo embargó presurosamente hasta inyectarle ese veneno mortal para quienes se arriesgaban a buscarlo. Sin embargo, los murmullos tras puertas espabilaron sus pensamientos regresándolo a la libertad de su propia crueldad ¿Es qué tendría que volver a plantarse ante su desafío?
El hombre abrió a puerta de par en par dejando que la figura del rey emergiera indemne, como si nada hubiese alterado su costumbre, pues poco transformaría ese rostro duro cual piedra tallada por el cincel de la oscuridad, Stiva, no contemplaba los sinsabores que la noche anterior se forjaba como prueba y desafío constante.
Desplazándose a través de los pasillos y patios, finalmente la comitiva lo dirigió hasta su nuevo destino en las caballerizas del palacio de dónde a lo lejos alcanzó a visualizar de manera disimulada la figura delgada de la apátrida ¿Era la desesperanza la que lentamente abandonaba al brujo y le golpeaba la fuerte realidad desbalanceándole de sus aspiraciones? Ahí, a lo lejos, una parte de su existencia lo convertía en un títere digno de la mejor representación en la historia, por primera vez en su vida nada más que el mero e instintivo sentimiento de tenerla a sus pies lo podía más, cada estructura ósea no se movía por orden del monarca, pues ahí ya no existía voluntad, más que el ínfimo deseo de cumplir su nuevo capricho -¿Su majestad?- anunció uno de los hombres más cercanos dirigiéndose a él con un tono de mayor respeto y firmeza, pues su reputación le predecía - …Vuestro corcel ya ha sido ensillado para su ilustrísima, se ha visto entre los campos pequeños zorros y liebres entre algunas otros ejemplares, aunque “Orión” se encuentra inquieto quizá sería prudente que hoy no lo montara, por vuestra seguridad, mi lord.- añadió su concilio a favor de la salud del rey, no obstante, la mirada bicolor fija en las entrañas de aquel castillo atormentaban al hechicero. Entonces, un fulgor brillante surcó por el iris del ruso finiquitando su plan cimentado en su propio ser –Id y traed a mi huésped en la habitación contigua, traedla con los harapos que cargue, pues ella está para servirme aquí o fuese dónde fuese…Id dos de ustedes, no digáis nada, ni rebeléis su próximo paradero-
Aún con sus padecimientos, él era la tan temida cara de la crueldad. Ella por otro lado, conocía también la diminuta línea entre el placer y la perversidad de la humanidad pues su años en aquel burdel le habían confinado tal vez a una existencia completamente infeliz rodeándose de hombres que sólo deseaban conquistarle por su exótica belleza o quizá por lo que representaba su discapacidad –siendo ello una ventaja para Stiva-.
Sus pies se movieron con habilidad sobre el adoquín alzando su pierna sobre la mancuernilla de montar y así impulsarse firme hasta lograr domar al corcel pura sangre que nerviosamente aguardaba bajo las cuerdas de mando, no obstante, como si ambos espíritus estuviesen conectados el rey parecía resguardarse a la par del equino en un estado de tranquilidad absorta en dónde reflejaban la simetría perfecta de una bestia triunfando sobre otra.
Stiva Záitsev- Hechicero/Realeza
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Re: Soul in flames || Psyche ||
La quietud de la habitación fue rota por la intromisión de dos sujetos del personal de la residencia. Para sorpresa de ambos, Psyche no se movió de la ventana. Continuaba observando hacia fuera, quieta, enraizándose en su sitio, intentando conservar lo más posible ese calor en su cuerpo que no provenía de ella. Así se mantuvo hasta sintió la presión de manos ajenas en sus hombros. Se giró violenta, como si aquel tacto la hubiera quemado. Pasó súbitamente de una reconfortante paz a expulsar pavor a través de cada facción de su rostro.
—¿Pero qué hacen? ¿Por qué me tocan? No lo hagan —Esta vez no sólo la rozaron, sino que la tomaron de los brazos para sacarla del cuarto. Psyche comenzó a patalear inútilmente en el aire— ¡No! ¡Debo estar aquí! —Eros la había hecho ingresar; sólo él podía sacarla. ¿Qué estaba ocurriendo? El corazón estaba por estallarle. Y sus fuerzas no eran suficientes para zafarse del agarre. Qué coraje. Sentía una gran frustración que no podía hacer estallar en su inerte garganta.
Toda vestida de blanco, de lencería cubierta por una fina bata de seda, los sirvientes ubicaron en el camino al encuentro al monarca a la meretriz de ojos intraspasables. Por ella iría desnuda; no tenía nada que ocultar. No si Eros estaba allí. Pero… ¿en dónde estaba? O más importante, ¿por qué razón la habían dejado allí, sin explicación? Miró hacia atrás, comprobando que los sujetos volvían a ocuparse de sus restantes labores. Parpadeó confundida. Miró a su alrededor con el escrutinio del miedo, pero no distinguió figura conocida alguna. Entonces… ¿no la devolverían al burdel? ¿Qué venía? Buscó tranquilizarse empezando por su respiración. Tal vez así un haz de luz la orientaría. Aún estaba en los terrenos de la mansión, ¿verdad? Eros debía estar allí. Las ansias hicieron andar sus pies a esa dirección invisible que sólo la impulsaba una extraña fuerza llamada aura, la cual desconocía, pero eso no quería decir que no fuera real.
Y es que a veces sorprendía la riqueza sensual con la que se sentía el afán y las formas tan sencillas con que se expresaba. Psyche podía internarse en la bruma y de pronto chocar con un rayo de sol que la encendiera a través, prestando una dorada claridad de gruta al escenario en que se encontraba; no haría más que aumentar su deseo de pertenecer a su dios. El sentimiento hurgaba la tierra, desprendía aromas profundos y mojados. O quizás la magia estaba contenida en el vaho luminoso de la bruma nimbando un farol matutino, o la roja llamarada de un poniente otoñal cuyo fulgor no conseguía atenuar el impacto entre dos contrarios seres cuyas almas se encontraban en una trampa mortal del destino.
La función concreta del camino que estaba recorriendo, la prostituta no la conocía. Tampoco buscaba conocer; sólo maravillarse. Porque adonde fuera, jamás estaría suficientemente lejos de su destino. El “conocer” involucraba exceso de análisis, filtros interminables que acabarían por ahogar la ilusión. Y algún día se apagaría, pero lo haría junto a su propia vida. No antes. No después. El sueño, siempre cortina de humo que la incitaba a ensimismarse, diluía el paisaje; esfumaba los ángulos, tamizaba los ruidos; para ella, era como alejarse cada vez más del mundo de los mortales para entrar al que su Eros le ofrecía. Lo sentía ahí mismo, en ese preciso momento, como la tibia intimidad de un abrazo cerrado.
La criatura avanzó silente, flotando en cada paso, hasta que sintió las tinieblas treparle los pies. Era un alto. Ahí se detuvo, afortunada o nefastamente, justo adonde había sido convocada, o más bien, con quién. Sólo le bastó apartar los ojos de la tierra y hacer conexión con la vista del hechicero para renacer en sí la utopía hecha verdad. De la fantasía emergía y en la fantasía se perdía esa misteriosa conexión. Todo el placer experimentado con el roce de sus esencias no era más que un palacio de sueños, y, al final, lo que había fuera de eso no existía.
Se estremeció al ver altiva la masculina figura, erguida en una fiera que buscaba imitar su omnipotencia. Psyche se sabía pequeña, pero esta vez lo sintió desde adentro. Sintió sus piernas flaquear, y así terminó arrodillada en la hierba, sin percibir ni la más mínima gota de humedad colándose por las finas ropas. Era insignificante, al igual que todo lo demás. ¿Cómo podía desviar su atención cuando se hallaba justo en las únicas manos en las cuales debía estar?
—No me devolviste a ese lugar. —suspiró aliviada, viéndolo desde abajo con las manos acurrucadas entre sus muslos. Sonreía porque le nacía. Era una gratitud tremenda— No lo hagas, te lo ruego. ¿Ves que no correspondo a ningún otro lugar? Es cierto que, durante mis anteriores primaveras, entre los ángeles y yo se anudaron con frecuencia feroces abrazos, hechos de tedio, perversidad, y añoranza. Es cierto que permanecimos juntos encerrados en los cuartos del burdel hasta el anochecer, pero yo nunca te he engañado. No en realidad. —estiró su alargado y contorneado brazo izquierdo hacia Stiva, queriendo alcanzarlo, pero sin llegar a tocarlo. A veces sentía que si lo hacía, acortaría su estadía con ella. Recogió entonces aquella extremidad y con ella envolvió uno de sus hombros. Bajó la vista tiritando. Se había vuelto codiciosa desde que su confluencia aconteció— Ah, si pudiera expresar palabras tan fuertes como tu mirada, si pudiera contentarte con esta sola afirmación mía. Mi dios. Desde siempre te esperé. Extrañaba ese tacto que no llegaba. Y cuando los ángeles venían a mí, preparándome para tu venida, me sentía envuelta de nuevo en esa tan divina y animal felicidad que me provocaba tu esperanza. Se apoderaba de mí el mismo bienestar del primer día en que empecé a pensar en ti.
Con ese pensamiento, la joven juntó sus manos como si fuese a rezar y las bajó junto con su cabeza hacia delante. Ante ojos externos; una reverencia mal hecha. Para la visión del alma; entrega.
—Prepararme a tus brazos fue todo lo que hice, mi primer y único amante.
—¿Pero qué hacen? ¿Por qué me tocan? No lo hagan —Esta vez no sólo la rozaron, sino que la tomaron de los brazos para sacarla del cuarto. Psyche comenzó a patalear inútilmente en el aire— ¡No! ¡Debo estar aquí! —Eros la había hecho ingresar; sólo él podía sacarla. ¿Qué estaba ocurriendo? El corazón estaba por estallarle. Y sus fuerzas no eran suficientes para zafarse del agarre. Qué coraje. Sentía una gran frustración que no podía hacer estallar en su inerte garganta.
Toda vestida de blanco, de lencería cubierta por una fina bata de seda, los sirvientes ubicaron en el camino al encuentro al monarca a la meretriz de ojos intraspasables. Por ella iría desnuda; no tenía nada que ocultar. No si Eros estaba allí. Pero… ¿en dónde estaba? O más importante, ¿por qué razón la habían dejado allí, sin explicación? Miró hacia atrás, comprobando que los sujetos volvían a ocuparse de sus restantes labores. Parpadeó confundida. Miró a su alrededor con el escrutinio del miedo, pero no distinguió figura conocida alguna. Entonces… ¿no la devolverían al burdel? ¿Qué venía? Buscó tranquilizarse empezando por su respiración. Tal vez así un haz de luz la orientaría. Aún estaba en los terrenos de la mansión, ¿verdad? Eros debía estar allí. Las ansias hicieron andar sus pies a esa dirección invisible que sólo la impulsaba una extraña fuerza llamada aura, la cual desconocía, pero eso no quería decir que no fuera real.
Y es que a veces sorprendía la riqueza sensual con la que se sentía el afán y las formas tan sencillas con que se expresaba. Psyche podía internarse en la bruma y de pronto chocar con un rayo de sol que la encendiera a través, prestando una dorada claridad de gruta al escenario en que se encontraba; no haría más que aumentar su deseo de pertenecer a su dios. El sentimiento hurgaba la tierra, desprendía aromas profundos y mojados. O quizás la magia estaba contenida en el vaho luminoso de la bruma nimbando un farol matutino, o la roja llamarada de un poniente otoñal cuyo fulgor no conseguía atenuar el impacto entre dos contrarios seres cuyas almas se encontraban en una trampa mortal del destino.
La función concreta del camino que estaba recorriendo, la prostituta no la conocía. Tampoco buscaba conocer; sólo maravillarse. Porque adonde fuera, jamás estaría suficientemente lejos de su destino. El “conocer” involucraba exceso de análisis, filtros interminables que acabarían por ahogar la ilusión. Y algún día se apagaría, pero lo haría junto a su propia vida. No antes. No después. El sueño, siempre cortina de humo que la incitaba a ensimismarse, diluía el paisaje; esfumaba los ángulos, tamizaba los ruidos; para ella, era como alejarse cada vez más del mundo de los mortales para entrar al que su Eros le ofrecía. Lo sentía ahí mismo, en ese preciso momento, como la tibia intimidad de un abrazo cerrado.
La criatura avanzó silente, flotando en cada paso, hasta que sintió las tinieblas treparle los pies. Era un alto. Ahí se detuvo, afortunada o nefastamente, justo adonde había sido convocada, o más bien, con quién. Sólo le bastó apartar los ojos de la tierra y hacer conexión con la vista del hechicero para renacer en sí la utopía hecha verdad. De la fantasía emergía y en la fantasía se perdía esa misteriosa conexión. Todo el placer experimentado con el roce de sus esencias no era más que un palacio de sueños, y, al final, lo que había fuera de eso no existía.
Se estremeció al ver altiva la masculina figura, erguida en una fiera que buscaba imitar su omnipotencia. Psyche se sabía pequeña, pero esta vez lo sintió desde adentro. Sintió sus piernas flaquear, y así terminó arrodillada en la hierba, sin percibir ni la más mínima gota de humedad colándose por las finas ropas. Era insignificante, al igual que todo lo demás. ¿Cómo podía desviar su atención cuando se hallaba justo en las únicas manos en las cuales debía estar?
—No me devolviste a ese lugar. —suspiró aliviada, viéndolo desde abajo con las manos acurrucadas entre sus muslos. Sonreía porque le nacía. Era una gratitud tremenda— No lo hagas, te lo ruego. ¿Ves que no correspondo a ningún otro lugar? Es cierto que, durante mis anteriores primaveras, entre los ángeles y yo se anudaron con frecuencia feroces abrazos, hechos de tedio, perversidad, y añoranza. Es cierto que permanecimos juntos encerrados en los cuartos del burdel hasta el anochecer, pero yo nunca te he engañado. No en realidad. —estiró su alargado y contorneado brazo izquierdo hacia Stiva, queriendo alcanzarlo, pero sin llegar a tocarlo. A veces sentía que si lo hacía, acortaría su estadía con ella. Recogió entonces aquella extremidad y con ella envolvió uno de sus hombros. Bajó la vista tiritando. Se había vuelto codiciosa desde que su confluencia aconteció— Ah, si pudiera expresar palabras tan fuertes como tu mirada, si pudiera contentarte con esta sola afirmación mía. Mi dios. Desde siempre te esperé. Extrañaba ese tacto que no llegaba. Y cuando los ángeles venían a mí, preparándome para tu venida, me sentía envuelta de nuevo en esa tan divina y animal felicidad que me provocaba tu esperanza. Se apoderaba de mí el mismo bienestar del primer día en que empecé a pensar en ti.
Con ese pensamiento, la joven juntó sus manos como si fuese a rezar y las bajó junto con su cabeza hacia delante. Ante ojos externos; una reverencia mal hecha. Para la visión del alma; entrega.
—Prepararme a tus brazos fue todo lo que hice, mi primer y único amante.
Psyche- Prostituta Clase Baja
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Re: Soul in flames || Psyche ||
“Excéntrico” era el adjetivo calificativo para quiénes se atrevían a colocarle una etiqueta al incitativo Rey de Inglaterra, pero para el ruso irónicamente; entre más extraña fuera la actividad que realizaba más se divertía levantando juicios entre las lenguas venenosas e indiscretas de la corte. Pues al final del camino ninguna de ellas le atribuiría la vara con la que sería medido, mucho menos se volverían sus verdugos ¿Son los peones capaces de juzgar la divinidad de un majestuoso poder como el suyo? Si se respondía a sí mismo le agobiaban las carcajadas, la mofa a los inferiores, ya que, todos ellos se reducían a la simplicidad del ser que el propio Stiva superaba con creces, no obstante, aquellos ojos acaramelados se envolvían en la expectación de lo inevitable, al motivo irascible de la raza que se desvanecía en sus venas, ya que un ápice de su corazón se resistía a conservar la misericordia. Esa línea delgada entre el infierno considerado en sus brazos y el cielo asumido en los labios de la meretriz que le idolatraba desmedidamente.
Los ojos bicolores se volvieron parte de la escena que mantenía perpleja a Psyche ya que en su mente parecía haber creado alguna especie de visión de la cual aquel hombre formaba parte de ésta de manera encarecida, mientras que, por parte del monarca, su cordura se perdía en la meditación de sus líneas asimétricas que tallaban la cintura o el instrumento perfecto que se formaba desde sus hombros hasta la barbilla en la apátrida ¿Era real semejante imperfección? ¿Era ese el caso de un carbón que al instante de ser pulido correctamente se volvería en el diamante más codiciado por el mundo? O solo era el corazón distante del brujo que se acercaba un paso más al de la propia muda -Despacio…- ordenó, conteniéndose sobre el hermoso corcel que se agitaba ostentoso y galante sobre la loza -…Déjame verte una vez más, déjame apreciarte sobre la luz natural que parece se ha vuelto tu aliada tanto en la noche como en el día…- expuso ciñendo la frente, dando un vuelco radical en el semblante taciturno del hechicero, siendo esto un ademan displicente en respuesta al instante en que el brazo de la joven se volvía en su dirección -¡Detente!- dictaminó con rechazo evidente -Que compartáis mi cama no os significa que tengáis el privilegio de tocarme cuando queráis, sois mi amante. Nada más.- Sí, ella debía entender que tras los sueños más hermosos existían otras pesadillas tan perversas como la del propio rey, sí, tenía que cubrir de espinas a la rosa más preciada de su jardín, sí, tenía que volver huraña a la bestia que se convertiría en su mascota para protegerse a sí mismo…Sí, debía encerrar a Psyche en esa prisión en dónde nada ni nadie le tocaría.
El semblante del diablo se tornó severo ante la imprudencia del ángel, su distinguida forma sobre el pura sangre se disolvía bajo las sombras que lentamente se mezclaban con la de los rayos del sol hasta formar una misma, ambas bestias unificaban su grandeza sólo para ser idolatrada para quienes le admirasen a su paso. No obstante, con un movimiento lleno de gracia y destreza el rey dejó caer sobre la piedra su efigie varonil, hasta ponerse firme frente la joven -Os admiro…os contemplo con una sola pregunta, Psyche…Si es el silencio lo que os favorece, si es vuestro silencio lo que nos une hasta congraciarnos con nuestras propias desdichas. Es la vida insolente que nos ha unido en éste inesperado momento…- completó soltando un resoplido, confundido por la ira dominada se deslizó hasta ella tomándole del mentón -Pequeña bastarda…pequeña puta engrandecida por una noche en el lecho de tu rey, pobre puta con ansias de tocar lo intocable con esos dedos eméticos ¿No entiendes cuan sucia estáis ahora después de todas esas manos que te han tocado?, de cómo vuestros labios apestáis a otras bocas, como vuestro cabello huele a las esencias más escandalosas ¡Apestáis a desprecio, apestáis a burdel! ¡Quitad esa cara mustia! Que vuestro repentino amor escarmentado no os cree nadie…bajad la cabeza cuando os hablo y reprendo que no estáis ante cualquier hombre, ¡SOY EL REY, VUESTRO REY!-
Los ojos bicolores se volvieron parte de la escena que mantenía perpleja a Psyche ya que en su mente parecía haber creado alguna especie de visión de la cual aquel hombre formaba parte de ésta de manera encarecida, mientras que, por parte del monarca, su cordura se perdía en la meditación de sus líneas asimétricas que tallaban la cintura o el instrumento perfecto que se formaba desde sus hombros hasta la barbilla en la apátrida ¿Era real semejante imperfección? ¿Era ese el caso de un carbón que al instante de ser pulido correctamente se volvería en el diamante más codiciado por el mundo? O solo era el corazón distante del brujo que se acercaba un paso más al de la propia muda -Despacio…- ordenó, conteniéndose sobre el hermoso corcel que se agitaba ostentoso y galante sobre la loza -…Déjame verte una vez más, déjame apreciarte sobre la luz natural que parece se ha vuelto tu aliada tanto en la noche como en el día…- expuso ciñendo la frente, dando un vuelco radical en el semblante taciturno del hechicero, siendo esto un ademan displicente en respuesta al instante en que el brazo de la joven se volvía en su dirección -¡Detente!- dictaminó con rechazo evidente -Que compartáis mi cama no os significa que tengáis el privilegio de tocarme cuando queráis, sois mi amante. Nada más.- Sí, ella debía entender que tras los sueños más hermosos existían otras pesadillas tan perversas como la del propio rey, sí, tenía que cubrir de espinas a la rosa más preciada de su jardín, sí, tenía que volver huraña a la bestia que se convertiría en su mascota para protegerse a sí mismo…Sí, debía encerrar a Psyche en esa prisión en dónde nada ni nadie le tocaría.
El semblante del diablo se tornó severo ante la imprudencia del ángel, su distinguida forma sobre el pura sangre se disolvía bajo las sombras que lentamente se mezclaban con la de los rayos del sol hasta formar una misma, ambas bestias unificaban su grandeza sólo para ser idolatrada para quienes le admirasen a su paso. No obstante, con un movimiento lleno de gracia y destreza el rey dejó caer sobre la piedra su efigie varonil, hasta ponerse firme frente la joven -Os admiro…os contemplo con una sola pregunta, Psyche…Si es el silencio lo que os favorece, si es vuestro silencio lo que nos une hasta congraciarnos con nuestras propias desdichas. Es la vida insolente que nos ha unido en éste inesperado momento…- completó soltando un resoplido, confundido por la ira dominada se deslizó hasta ella tomándole del mentón -Pequeña bastarda…pequeña puta engrandecida por una noche en el lecho de tu rey, pobre puta con ansias de tocar lo intocable con esos dedos eméticos ¿No entiendes cuan sucia estáis ahora después de todas esas manos que te han tocado?, de cómo vuestros labios apestáis a otras bocas, como vuestro cabello huele a las esencias más escandalosas ¡Apestáis a desprecio, apestáis a burdel! ¡Quitad esa cara mustia! Que vuestro repentino amor escarmentado no os cree nadie…bajad la cabeza cuando os hablo y reprendo que no estáis ante cualquier hombre, ¡SOY EL REY, VUESTRO REY!-
Stiva Záitsev- Hechicero/Realeza
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Re: Soul in flames || Psyche ||
De un momento a otro la respiración de la mujer se equiparó al galope de un potro salvaje al mismo tiempo que sus ojos se contraían. Se detuvo en seco, tal y cual se le ordenó, pero aquello fue únicamente por fuera; por dentro, estaba hecha un desastre. Estaba asustada. Sentía miedo, mas no de él. El pavor que la recorría se debía a que no sabía cómo acercarse. Nada la había preparado para una situación similar, ni la experiencia adquirida en el burdel ni los brazos incondicionales de los ángeles. ¿Y si su ignorancia desvanecía su sueño como el viento que soplaba y se iba sin avisar? Eso ni pensarlo. Antes tendría que desintegrarse ella misma; sus labios acabarían una vez esparcidos, y el aroma de su ilusión quedaría impregnado en las pieles que los habían cobijado en su desatino.
Sí, estaba deshecha. Su psiquis le hablaba de adoración, su mente en vano intentaba hacerla callar, y todo esto con su cuerpo ardiendo por dentro. Era de temer ese algo imposible de controlar. De pronto, su boca le tiritó como la cola de una cascabel, suplicante. Cuánto quería poder hablar, mas nunca comprendería que su mudez era su mayor ventaja, porque la lengua tenía forma de serpiente y el silencio alas de querubín. Jamás entendería que solamente un ángel podía hacer emerger al demonio.
—No, vida mía, no quiero ser nada. No pretendo ni pretenderé alguna cosa. Quítame, despójame, que pululan las sobras en esta criatura. No debe llamarme por mi nombre ni menos vestirme. Esas son vanidades. Sólo pido permanecer a tu lado, mi universo. Si me lo concedieses sería una porquera toda mi vida y aún así la más dichosa entre los vivos. —sonrió tristemente, como si fuese a ponerse a llorar.
Sin pensar, llevaba por sus instintos a flor de piel, estiró una de sus manos para alcanzar la ajena y besarla con devoción, mas antes de alcanzar su cometido, el monarca le cortó el gesto en el aire tomándola del mentón y expresando duras palabras. Cólera, ira, desprecio por la mujer. Sin necesidad de magma, se sentía la incandescencia por doquier. Se asomaron las lágrimas por los ojos de Psyche, atormentada por no saber contener a la deidad en forma de hombre, pero se forzó a contenerse. Ella no tenía derecho a llorar, no con su dios en ese estado. Debía ser por eso que tampoco podía palabra alguna expresar. No se había ganado ese privilegio. Por eso permanecería muda.
¿Cómo explicarle a un dios? ¿Cómo hacerle ver que cada paso dado en su vida había sido por él? Fue como si la golpeara por dentro, provocándole una herida imposible de alcanzar. Hubiese preferido que lastimara su cuerpo que ya no era suyo. Mas tampoco se dio el permiso de sangrar. Ahora Psyche sólo existía en la medida que su Eros se extendía hacia ella. Eso era todo. No conocía la palabra «peligro» cuando ésta tenía relación con su persona. Vio a Stiva como el más grande de los ángeles batiendo duramente contra las paredes de su jaula. Mientras más contenía, más daño se hacía. Psyche prefería que se librara de la carga que llevaba. Sólo así su Eros sería completamente libre, y ella sería la primera en admirarlo.
Se arriesgó porque lo único que tenía para perder estaba frente a ella, insultándola, culpándola. Se llevó las manos a la bata, dejándola caer cual cascada para revelar las huellas de la noche anterior. Sólo las del rey permanecían ahí.
—Mis ángeles cumplieron. Ellos ya no están, ni tampoco yo. Si no me hubieran enseñados no me hubieras encontrado. Has borrado las huellas en mí; ahora sólo están las tuyas. Mírame, mira mi cuerpo y dime qué es lo que no te pertenece. —fue más lejos y tomó la mano que presionaba sobre su mentón para posicionarla en su cuello, sobre su garganta— Pero… si ya no le sirvo, acabe ya con mi existencia. Mi dios, mi alma… no es preciso amenazarme. Usted tendría mi vida con sólo pedirla.
Y así, el cervatillo saltó al encuentro de las llamas.
Sí, estaba deshecha. Su psiquis le hablaba de adoración, su mente en vano intentaba hacerla callar, y todo esto con su cuerpo ardiendo por dentro. Era de temer ese algo imposible de controlar. De pronto, su boca le tiritó como la cola de una cascabel, suplicante. Cuánto quería poder hablar, mas nunca comprendería que su mudez era su mayor ventaja, porque la lengua tenía forma de serpiente y el silencio alas de querubín. Jamás entendería que solamente un ángel podía hacer emerger al demonio.
—No, vida mía, no quiero ser nada. No pretendo ni pretenderé alguna cosa. Quítame, despójame, que pululan las sobras en esta criatura. No debe llamarme por mi nombre ni menos vestirme. Esas son vanidades. Sólo pido permanecer a tu lado, mi universo. Si me lo concedieses sería una porquera toda mi vida y aún así la más dichosa entre los vivos. —sonrió tristemente, como si fuese a ponerse a llorar.
Sin pensar, llevaba por sus instintos a flor de piel, estiró una de sus manos para alcanzar la ajena y besarla con devoción, mas antes de alcanzar su cometido, el monarca le cortó el gesto en el aire tomándola del mentón y expresando duras palabras. Cólera, ira, desprecio por la mujer. Sin necesidad de magma, se sentía la incandescencia por doquier. Se asomaron las lágrimas por los ojos de Psyche, atormentada por no saber contener a la deidad en forma de hombre, pero se forzó a contenerse. Ella no tenía derecho a llorar, no con su dios en ese estado. Debía ser por eso que tampoco podía palabra alguna expresar. No se había ganado ese privilegio. Por eso permanecería muda.
¿Cómo explicarle a un dios? ¿Cómo hacerle ver que cada paso dado en su vida había sido por él? Fue como si la golpeara por dentro, provocándole una herida imposible de alcanzar. Hubiese preferido que lastimara su cuerpo que ya no era suyo. Mas tampoco se dio el permiso de sangrar. Ahora Psyche sólo existía en la medida que su Eros se extendía hacia ella. Eso era todo. No conocía la palabra «peligro» cuando ésta tenía relación con su persona. Vio a Stiva como el más grande de los ángeles batiendo duramente contra las paredes de su jaula. Mientras más contenía, más daño se hacía. Psyche prefería que se librara de la carga que llevaba. Sólo así su Eros sería completamente libre, y ella sería la primera en admirarlo.
Se arriesgó porque lo único que tenía para perder estaba frente a ella, insultándola, culpándola. Se llevó las manos a la bata, dejándola caer cual cascada para revelar las huellas de la noche anterior. Sólo las del rey permanecían ahí.
—Mis ángeles cumplieron. Ellos ya no están, ni tampoco yo. Si no me hubieran enseñados no me hubieras encontrado. Has borrado las huellas en mí; ahora sólo están las tuyas. Mírame, mira mi cuerpo y dime qué es lo que no te pertenece. —fue más lejos y tomó la mano que presionaba sobre su mentón para posicionarla en su cuello, sobre su garganta— Pero… si ya no le sirvo, acabe ya con mi existencia. Mi dios, mi alma… no es preciso amenazarme. Usted tendría mi vida con sólo pedirla.
Y así, el cervatillo saltó al encuentro de las llamas.
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Re: Soul in flames || Psyche ||
Cuanto más posara sus manos en el monumento que se erigía frente a Stiva corría el riesgo de perder la cordura, el autocontrol lo abandonaba de momento, aunque de pronto sus instintos le advirtieran ipso facto. Las palabras que salían de su boca mezclaban la desdicha de un monarca enclaustrado en sus propias nimiedades, las cuales, no eran saciadas por ningún ser por más cercano que fuera a éste. Pero la muda, se mantenía sobre las piedras incandescentes permitiendo que aquel sufrimiento fuese el colchón que mermara su angustia, sus ojos acaramelados remitían un brillo en dónde él claramente podía leer la lealtad manifestada a través de su cuerpo tropical, pues la apátrida no podía hacer más. Entre ambos existía una conexión que inexplicablemente escudriñaba al Rey para consolarle, y él, gustosamente podía alimentarla permitiendo que su nueva mascota no se apartara del ruso, aparentemente para cualquiera no era mucho lo que Psyche deseaba: abrigarse en su vientre cálido, tomar su cuerpo cuando lo deseaba, ella esperaría. Pero no el Rey.
El desprecio podía saborearse, sus ojos bicolores se enfocaban en la mujer que de forma sumisa se postraba a sus pies para admirarlo de la misma manera en la que se puede admirar a un Dios, y así era, el rey después de “Dios” era la personalidad más importante que existía en la tierra, ningún mortal determinaría lo contrario y el hechicero había nacido para reinar a Inglaterra o el mundo tal como lo deseaba. Gobernarse a sí mismo había sido el más grande de sus retos, pero lo había conseguido, no titubeaba, no flaqueaba ante la deliciosa y exuberante belleza que alzaba sus manos para tocarlo, pero permitió su hazaña y le siguió pausadamente con el recelo que se guarda ante la caza de una exquisita presa.
La piel de su rostro era tersa, tanto como el terciopelo de sus sabanas, como la seda que la cubría delimitando sus protuberantes caderas bien engarzadas a la cintura ceñida por el corsé del cual le habría despojado la noche anterior. Sus labios se entreabrían para humedecerlos con su lengua para formar a lo que a simple vista parecían palabras sin sonido alguno, todas ellas desaparecían en el interior de su garganta pero su cuerpo era la expresión viva, era descifrable, un libro abierto que demostraba su veracidad, su congruencia, su amor por aquel amo al que ahora le pertenecía. De pronto, un ápice de misericordia envolvió el rostro de Stiva, sus expresiones duras desaparecían gradualmente en una extraña mueca de desaprobación, nadie a excepción de él podía tocarle -Os he dicho que vuestras manos estáis sucias, están contaminadas por la esencia de otros hombres que habéis tocado antes, Psyche ¿De verdad pensáis que sois lo suficientemente para ello?- reprendió de forma distinta, ésta vez un tono permisible envolvía la lengua del rey mientras la dejaba guiarle hasta su cuello de forma precisa, invitándole nuevamente a acariciarle, pero el escozor en su pecho le impidió que continuara retirándola lentamente su cuello, no sin antes apretujarlo fuerte para mantenerle rígido -Tenéis un cuello hermoso, Psyche, tan hermoso que podría rebanarlo con un fino corte por vuestra imprudencia…-
Así era él, con aquel caparazón despiadado y cruel, con el destello de la maldad en aquellos ojos singulares que tintineaban al contemplarla sumida a sus pies, aquella bastarda ponía entre dicho su voluntad ¿quién se creía que era? Entonces, ante su mirada atónita la joven se desprendía de su batín como si fuese una serpiente dispuesta a mudar de piel, ahí empezaba la catarsis de la ninfa que se entregaba al demonio al cual veneraba silenciosamente. Ahí conteniendo su deseo, el diablo observaba silenciosamente detrás de su máscara.
El desprecio podía saborearse, sus ojos bicolores se enfocaban en la mujer que de forma sumisa se postraba a sus pies para admirarlo de la misma manera en la que se puede admirar a un Dios, y así era, el rey después de “Dios” era la personalidad más importante que existía en la tierra, ningún mortal determinaría lo contrario y el hechicero había nacido para reinar a Inglaterra o el mundo tal como lo deseaba. Gobernarse a sí mismo había sido el más grande de sus retos, pero lo había conseguido, no titubeaba, no flaqueaba ante la deliciosa y exuberante belleza que alzaba sus manos para tocarlo, pero permitió su hazaña y le siguió pausadamente con el recelo que se guarda ante la caza de una exquisita presa.
La piel de su rostro era tersa, tanto como el terciopelo de sus sabanas, como la seda que la cubría delimitando sus protuberantes caderas bien engarzadas a la cintura ceñida por el corsé del cual le habría despojado la noche anterior. Sus labios se entreabrían para humedecerlos con su lengua para formar a lo que a simple vista parecían palabras sin sonido alguno, todas ellas desaparecían en el interior de su garganta pero su cuerpo era la expresión viva, era descifrable, un libro abierto que demostraba su veracidad, su congruencia, su amor por aquel amo al que ahora le pertenecía. De pronto, un ápice de misericordia envolvió el rostro de Stiva, sus expresiones duras desaparecían gradualmente en una extraña mueca de desaprobación, nadie a excepción de él podía tocarle -Os he dicho que vuestras manos estáis sucias, están contaminadas por la esencia de otros hombres que habéis tocado antes, Psyche ¿De verdad pensáis que sois lo suficientemente para ello?- reprendió de forma distinta, ésta vez un tono permisible envolvía la lengua del rey mientras la dejaba guiarle hasta su cuello de forma precisa, invitándole nuevamente a acariciarle, pero el escozor en su pecho le impidió que continuara retirándola lentamente su cuello, no sin antes apretujarlo fuerte para mantenerle rígido -Tenéis un cuello hermoso, Psyche, tan hermoso que podría rebanarlo con un fino corte por vuestra imprudencia…-
Así era él, con aquel caparazón despiadado y cruel, con el destello de la maldad en aquellos ojos singulares que tintineaban al contemplarla sumida a sus pies, aquella bastarda ponía entre dicho su voluntad ¿quién se creía que era? Entonces, ante su mirada atónita la joven se desprendía de su batín como si fuese una serpiente dispuesta a mudar de piel, ahí empezaba la catarsis de la ninfa que se entregaba al demonio al cual veneraba silenciosamente. Ahí conteniendo su deseo, el diablo observaba silenciosamente detrás de su máscara.
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Re: Soul in flames || Psyche ||
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¿Lo suficiente? ¿Cómo una mortal podía ser lo suficiente para un dios? Aunque volviera a hacerse, aunque se desprendiese de su piel y de su memoria o volviese a la luz que la alumbró, aun así estaría manchada por el sólo hecho de ser imperfecta, limitada, efímera. Venía como la flor de un desierto, brotada de las profundas arideces solamente para brillar una vez y morir. Morir en los brazos de él. Por eso no temió cuando amenazó la estructura que sostenía su cuello y respiración. ¿Valía la pena, cuando él la había rediseñado completa?
Cualquiera que viese la escena desde afuera llamaría loca a la meretriz, pero ellos no entendían que no era algo que hubiese elegido; era para lo cual había nacido. Y que al mirar a los ojos a Stiva reconocía en él su destino. Había venido a agonizar, como agonizaba el hambriento por alimento, el cansado por el descanso. Ella tal vez lo haría eternamente, pero así y todo la transición era hermosa.
—¿Y qué deseas de mí, sino mi imprudencia? —se preguntó— He estado caminando en la oscuridad. Estoy aquí porque así lo ha dictaminado tu voluntad. Debo preguntar, aunque no haya contestación, porque no hay voz que haga vivir esta interrogante, pero las respuestas siempre estarán, aunque no puedan ser vistas o escuchadas. —sonrió intrigada, mortalmente curiosa por esta deidad que parecía rechazarla, pero que así y todo de vuelta no la enviaba. La liebre ya había saltado al fuego; no tenía nada que perder— Está bien, no tienes que decirme. Así como desentrañas las palabras que mi mudez calla, yo haré lo mismo con las tuyas.
Psyche estaba magnífica, con ojos atónitos y mejillas arrebatadas, cayéndole su mata de cabello largo y espeso por la espalda, colgándole hasta los pies el batín blanco, largo y hermoso, que dejó caer a los pies del rey. Sólo quedó en prendas menores. Levantó una pierna por detrás de su espalda hacia delante y se quitó la primera media y luego la segunda hasta que sus pies tocaron la humedad del suelo.
Los ojos oscuros de la cortesana se llevaron los de su Eros cuando comenzó a caminar por el lugar, dando la impresión de que no iba a ninguna parte, pero no era así. Sabía perfectamente dónde había anclado, hacia dónde se dirigían sus pasos. Eligió de entre todos los parajes de ese espléndido jardín una pequeña fuente de agua entre las flores, radicada al nivel del suelo. El agua era tibia y olía a jazmines, tal vez a algo más. Era como si todas y cada una de las extensiones de vida en la mansión tuvieran la marca de su deidad en alguna parte de su cuerpo. ¿Y el de ella? También.
Sin despojarse ni de su corsé ni de ninguna otra prenda, la joven ingresó al agua paulatinamente hasta que le llegó a la mitad de los muslos. Si lograba camuflarse entre las flores de aquel jardín, ¿pertenecería también a su dueño? ¡Que bello, qué hermosa era esa ilusión, qué benéfica! Psyche se maravillaba pasando el agua por su pecho y por sus brazos. Allí una podía lavar todas las mentiras, la ignonimia y la inmundicia que el mundo acumulara; un baño perfecto de limpieza y alegre reposo para seguir desconocida, incuestionada, inmaculada.
En un determinado momento miró hacia atrás sin dejar de empaparse, hacia Stiva. Poco a poco comenzaba a entender que lo que quedase por delante sería edificado por sus manos. Y se volteó completamente en el agua hacia su dios, inclinando su cabeza. Y aquí ocurría la paradoja, porque seguía con miedo, pero sin temor alguno de tenerlo.
—Ya lo sé. Vine a ti porque tiene que ser de esta manera. Porque si no existieses en el mundo entonces… yo tampoco podría permanecer.
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Re: Soul in flames || Psyche ||
La acción natural es esa que nace del instinto, del impulso causado por un agente externo que se ha propuesto cautivar y romper de manera tajante el límite existente entre la razón y el corazón. Pocas veces habían cautivado aquella mente que hilaba frecuentemente la forma de conseguir lo que estuviera en su camino, todo lo que le llevase hasta el objetivo final tenía la justificación idónea para alcanzarle, jamás, por parte del ruso había existido la mínima duda, no obstante, la noche en que la apátrida se sumía en sus brazos como si ellos fuesen el único pedestal dónde soñara perderse impávida.
No era EL REY, era el hombre, no era LA PUTA, era la mujer, aquellos que como naturaleza propia de la creación habían nacido para complementarse uno a otro, justo como se puede complementar la vida si no se tiene aire, alimento o agua. Sin embargo, el orgullo y la vanidad de aquel hombre de ojos bicolores se aferraban con firmeza en sus entrañas, creando una lucha férrea dónde la moral, los sentimientos y sus propias convicciones se veían cuestionados, confrontándole consigo mismo.
La figura de la fémina se desvanecía entre la estela de bruma auspiciando sus deseos más próximos, pues convertirse en el sazón del pecado más exquisito se había vuelto parte de sus anhelos, frente a él yacía la manzana envuelta en un halo que invitaba a ceder a sus caprichos animales convirtiéndole en aquello a lo que el propio Stiva rehuía inteligentemente pues ante la evidente necesidad de acogerla en sus brazos como el objeto más preciado el Rey perdía voluntad –y la cabeza-. Irónicamente los papeles se habían invertido en esa pantomima, pues la cortesana adoptaba el papel de una sirena que a sapiensa de sus innumerables dotes ejercía el encantamiento para el hombre que se limitaba a observarla, el ruso, por otro lado también era una bestia confundida por su cazador, pese a ello, aquel león constituido por instintos de supervivencia disfrutaba del encuentro entre ambas pieles que como imanes se atraían fuertemente –¿Qué es lo que te ata a mí, Psyche? Porque no huyes como huye el cordero del lobo o la gacela del león cuando éste tiene hambre. Porque te empeñas en las migas que puede un Señor como yo obsequiarte en mis delirios o necesidades…¿No temes a perder la cordura?...Respóndeme…escríbelo, dímelo de alguna forma…¡Te lo ordeno!- añadió a la par en que el brujo avanzaba con desconfianza a través del pasaje que le destinaba hasta aquella fuente en dónde la muda le ofrecía una escena impronunciable. Allí, ambas orbes color chocolate de la musa desprendían una esencia solemne en dónde su pureza era comparada sólo con el líquido vital que la envolvía cálidamente, en ellos se lograba apreciar la franqueza de sus acciones y ni un mínimo ápice de duda reveló al Rey la sinceridad que germinaba en el corazón de la apátrida, una sinceridad que desde hacía muchos años atrás no veía.
De ese modo, su cuerpo guiado por la inercia finalmente concluyó en uno de los bordes de la fuente en la que el cuerpo de la mujer se mantenía sumergido delicadamente, asemejando a un lirio acuático que ha encontrado finalmente su sitio. Pero las palabras de su boca se habían esfumado tajantemente, un cuerpo sin voluntad se rendía al costado de la morocha, un cuerpo que sostenía la expresión estupefacta de un espíritu cercenado por el terror de una infancia cautiva, de un pequeño absorto en las necesidades de un padre castrante, de un asesino que sin temor alguno cortaba todo lazo humano convirtiéndose en ese monstruo que precedía al poder del monarca inglés, no obstante, justo en ese momento, ese apabullante hombre se anulaba con la inocencia que imprimía Psyche en su corazón, un corazón desprotegido al igual que el de Stiva, un corazón herido, uno acribillado con las dagas más insólitas habidas y por haber.
Ambos eran dos supervivientes…
No era EL REY, era el hombre, no era LA PUTA, era la mujer, aquellos que como naturaleza propia de la creación habían nacido para complementarse uno a otro, justo como se puede complementar la vida si no se tiene aire, alimento o agua. Sin embargo, el orgullo y la vanidad de aquel hombre de ojos bicolores se aferraban con firmeza en sus entrañas, creando una lucha férrea dónde la moral, los sentimientos y sus propias convicciones se veían cuestionados, confrontándole consigo mismo.
La figura de la fémina se desvanecía entre la estela de bruma auspiciando sus deseos más próximos, pues convertirse en el sazón del pecado más exquisito se había vuelto parte de sus anhelos, frente a él yacía la manzana envuelta en un halo que invitaba a ceder a sus caprichos animales convirtiéndole en aquello a lo que el propio Stiva rehuía inteligentemente pues ante la evidente necesidad de acogerla en sus brazos como el objeto más preciado el Rey perdía voluntad –y la cabeza-. Irónicamente los papeles se habían invertido en esa pantomima, pues la cortesana adoptaba el papel de una sirena que a sapiensa de sus innumerables dotes ejercía el encantamiento para el hombre que se limitaba a observarla, el ruso, por otro lado también era una bestia confundida por su cazador, pese a ello, aquel león constituido por instintos de supervivencia disfrutaba del encuentro entre ambas pieles que como imanes se atraían fuertemente –¿Qué es lo que te ata a mí, Psyche? Porque no huyes como huye el cordero del lobo o la gacela del león cuando éste tiene hambre. Porque te empeñas en las migas que puede un Señor como yo obsequiarte en mis delirios o necesidades…¿No temes a perder la cordura?...Respóndeme…escríbelo, dímelo de alguna forma…¡Te lo ordeno!- añadió a la par en que el brujo avanzaba con desconfianza a través del pasaje que le destinaba hasta aquella fuente en dónde la muda le ofrecía una escena impronunciable. Allí, ambas orbes color chocolate de la musa desprendían una esencia solemne en dónde su pureza era comparada sólo con el líquido vital que la envolvía cálidamente, en ellos se lograba apreciar la franqueza de sus acciones y ni un mínimo ápice de duda reveló al Rey la sinceridad que germinaba en el corazón de la apátrida, una sinceridad que desde hacía muchos años atrás no veía.
De ese modo, su cuerpo guiado por la inercia finalmente concluyó en uno de los bordes de la fuente en la que el cuerpo de la mujer se mantenía sumergido delicadamente, asemejando a un lirio acuático que ha encontrado finalmente su sitio. Pero las palabras de su boca se habían esfumado tajantemente, un cuerpo sin voluntad se rendía al costado de la morocha, un cuerpo que sostenía la expresión estupefacta de un espíritu cercenado por el terror de una infancia cautiva, de un pequeño absorto en las necesidades de un padre castrante, de un asesino que sin temor alguno cortaba todo lazo humano convirtiéndose en ese monstruo que precedía al poder del monarca inglés, no obstante, justo en ese momento, ese apabullante hombre se anulaba con la inocencia que imprimía Psyche en su corazón, un corazón desprotegido al igual que el de Stiva, un corazón herido, uno acribillado con las dagas más insólitas habidas y por haber.
Ambos eran dos supervivientes…
- :
- Disculpa la tardanza preciosa, te extrañé...
Stiva Záitsev- Hechicero/Realeza
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Re: Soul in flames || Psyche ||
El ruido del agua fue suficiente para que Psyche cesara su paulatino baño y se enfocara en la figura que a ella había acudido. Por un momento pensó en que él la dejaría en ese lugar, hasta que la considerase lo suficientemente limpia para volver a tocarlo, pero su Eros parecía misericordioso. Cruel, intenso, como un huracán. Pero hasta las catástrofes más colosales dejaban sobrevivientes. Y esto por su sola condescendencia.
Psyche sonrió con una sinceridad que solamente un reo al cual le habían perdonado la vida podía comprender. Se pasó las manos por los largos cabellos inconscientemente, con la dicha escapándosele por las falanges. Es que se veía reflejada en esos ojos que parecían querer matarla y retenerla por siempre al mismo tiempo, y se sentía inmortal a pesar de ser tan insignificante como su nombre. Y guardó esa imagen, de verse en la mirada de un dios, y fue feliz, pues aunque el fulgor que desprendían sus hebras no duraría para siempre, para cuando no volviese a encontrarlo, no habría nadie que pudiera decir que no había sido alimentado por el torrente de la pasión.
—¿Qué puede obsequiarme? Pero mi deidad. ¿No lo entiende todavía? No soy codiciosa. No busco nada que me distraiga de usted. Y si pudiera desprenderme de mi piel, lo hubiera hecho, pero ahora ésta también guarda una parte suya. Para quitar su huella de mí, primero tendrían que acabar conmigo y cada uno de mis vestigios. Usted tiene ese efecto: hacer que una sienta que puede ser borrada con un soplido.
Aunque sí, Stiva podía obsequiarle algo: que se permitiera ser amado. No sólo satisfacer su carne, sino también amarla, y a todo cuanto lo componía. Pero aventurarse en esa travesía era empeñar el alma, todo cuanto poseía la cortesana. Al mismo tiempo, Stiva quería obtener de Psyche sus palabras, pero éstas nunca podrían salir del modo que él lo deseaba. Ay, qué choque de fuerzas. Querer con tanto vigor algo del otro, y no obtenerlo. Juntos tendrían que inventar un nuevo idioma, códigos propios, juntos, o juntos perecerían para siempre.
De todas formas, había cosas que era mejor no decir. El silencio ganaba con creces con su carácter ilimitado y abstracto. Las palabras lo mataban todo, con su estrecho margen de significancia. Era estáticas. Y apenas de pasaba de gusto a pasión, y de ésta a amor, había que cambiar de palabra, como si el sentimiento mutara. ¡Mentira! Para Psyche el sentimiento no cambiaba: era uno. Siempre había sido uno. Siempre había sido él.
Psyche entendía bien el valor de su mudez. Y como vivía en continuo riesgo, no temía sumergirse en él. Por ende, sin despojarse de sus ropas mojadas, deslizó lentamente sus piernas hacia la orilla sin salir del agua, y se inclinó para tomar la mano del regente. Ella estaba dispuesta a decirle todo, de la manera en que sabía hacerlo, pero habría que cruzar un puente inestable, que prometía que ambos saldrían heridos. ¿Él sabría lo que estaba en la mente de Psyche? Tenía el poder para hacerlo. La pregunta era: ¿estaba dispuesto?
Así, con delicadeza, Psyche tomó un poco de agua con la mano que tenía disponible y la pasó sobre uno de sus hombros. Nuevamente repitió el acto, pero esta vez vació el líquido sobre una la mano de Stiva. Quería bañarlo, mas no limpiarlo. ¿De qué iba a despojarlo, si todo cuanto quería estaba en él, ahí, frente a sus ojos? No era para eso que quería con ella guiarlo, oh no. Era para algo más.
—¿Nunca imaginé a una deidad tan lacónica. Yo nunca fui feliz, y ahora sé por qué. —reflexionaba mientras masajeaba uno a uno los dedos finos del monarca— ¿Porque mi Eros se empeña en resistirse a la persona que más lo ama en este mundo.
Psyche sonrió con una sinceridad que solamente un reo al cual le habían perdonado la vida podía comprender. Se pasó las manos por los largos cabellos inconscientemente, con la dicha escapándosele por las falanges. Es que se veía reflejada en esos ojos que parecían querer matarla y retenerla por siempre al mismo tiempo, y se sentía inmortal a pesar de ser tan insignificante como su nombre. Y guardó esa imagen, de verse en la mirada de un dios, y fue feliz, pues aunque el fulgor que desprendían sus hebras no duraría para siempre, para cuando no volviese a encontrarlo, no habría nadie que pudiera decir que no había sido alimentado por el torrente de la pasión.
—¿Qué puede obsequiarme? Pero mi deidad. ¿No lo entiende todavía? No soy codiciosa. No busco nada que me distraiga de usted. Y si pudiera desprenderme de mi piel, lo hubiera hecho, pero ahora ésta también guarda una parte suya. Para quitar su huella de mí, primero tendrían que acabar conmigo y cada uno de mis vestigios. Usted tiene ese efecto: hacer que una sienta que puede ser borrada con un soplido.
Aunque sí, Stiva podía obsequiarle algo: que se permitiera ser amado. No sólo satisfacer su carne, sino también amarla, y a todo cuanto lo componía. Pero aventurarse en esa travesía era empeñar el alma, todo cuanto poseía la cortesana. Al mismo tiempo, Stiva quería obtener de Psyche sus palabras, pero éstas nunca podrían salir del modo que él lo deseaba. Ay, qué choque de fuerzas. Querer con tanto vigor algo del otro, y no obtenerlo. Juntos tendrían que inventar un nuevo idioma, códigos propios, juntos, o juntos perecerían para siempre.
De todas formas, había cosas que era mejor no decir. El silencio ganaba con creces con su carácter ilimitado y abstracto. Las palabras lo mataban todo, con su estrecho margen de significancia. Era estáticas. Y apenas de pasaba de gusto a pasión, y de ésta a amor, había que cambiar de palabra, como si el sentimiento mutara. ¡Mentira! Para Psyche el sentimiento no cambiaba: era uno. Siempre había sido uno. Siempre había sido él.
Psyche entendía bien el valor de su mudez. Y como vivía en continuo riesgo, no temía sumergirse en él. Por ende, sin despojarse de sus ropas mojadas, deslizó lentamente sus piernas hacia la orilla sin salir del agua, y se inclinó para tomar la mano del regente. Ella estaba dispuesta a decirle todo, de la manera en que sabía hacerlo, pero habría que cruzar un puente inestable, que prometía que ambos saldrían heridos. ¿Él sabría lo que estaba en la mente de Psyche? Tenía el poder para hacerlo. La pregunta era: ¿estaba dispuesto?
Así, con delicadeza, Psyche tomó un poco de agua con la mano que tenía disponible y la pasó sobre uno de sus hombros. Nuevamente repitió el acto, pero esta vez vació el líquido sobre una la mano de Stiva. Quería bañarlo, mas no limpiarlo. ¿De qué iba a despojarlo, si todo cuanto quería estaba en él, ahí, frente a sus ojos? No era para eso que quería con ella guiarlo, oh no. Era para algo más.
—¿Nunca imaginé a una deidad tan lacónica. Yo nunca fui feliz, y ahora sé por qué. —reflexionaba mientras masajeaba uno a uno los dedos finos del monarca— ¿Porque mi Eros se empeña en resistirse a la persona que más lo ama en este mundo.
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Re: Soul in flames || Psyche ||
El corazón del león se ablandaba a medida en que se acercaba a la presa ¿Acaso era eso misericordia? Parecía que aquella muda había sido todo lo que esperaba, sus secretos tal vez estarían resguardados en ese cofre del material más resistente en el mundo, la voluntad de Psyche le enloquecía al punto de adorarle, pues en sus ojos si se les miraba con atención reflejaba su franqueza, determinación y principalmente el amor así como lealtad obsequiadas al brujo. Le adoraba con la piel, sus caricias se instalaban en sus manos como pequeños obsequios de ansiedad y deseo reprimido en el alma de la apátrida, en cambio, los ojos bicolores del ruso se mantenían ocupados explorando cada centímetro en su rostro el cual finalmente se imprimía con fuerza en su memoria; aquella mujer era su respuesta.
Su reflejo en esos ojos oscuros se mantenía latente como una llamarada en la hoguera, que atizaba el fuego indomable, ¿de dónde afloraba su autentica audacia? Fue entonces que sus manos sintieron la calidez del agua que corría por sus dedos, era tibia como la piel de la ninfa que adornaba primorosa aquella fuente dentro de los parajes del Castillo, su cuerpo -aunque exquisito- sostenía un brillo incipiente, un resplandor peculiar que sólo la piel de un delicado ejemplar podía adquirir. Esa no era la joven que anoche había poseído a su antojo, tampoco esa que se envolvía en las sabanas de todos los hombres que habían adornado su cama, no era la puta en el burdel contenida por el silencio y lo exótico de su naturaleza –Éramos como dos extraños…- mencionó llevando sus dedos al costado de sus brazos con los cuales comenzó a recorrerle muy suavemente mientras continuaba –Esa noche…Psyche, firmaste tu sentencia de muerte pero…- hizo una pausa volviendo a mirar su rostro ésta vez con mayor recelo como si buscase leer algo más en sus labios -…Pero eso no te importa ¿verdad?, tu eres capaz de someterte a las pruebas más recias de mi corazón deshumanizado, tu cuerpo no me dejará mentir, estás dulce, entregada y ansiosa. Muy ansiosa ¿No es así?...- volvió a guardar silencio tomándole firme de la cintura atrayéndola hacia su anatomía, sintiendo como el roce de ambos cuerpos comienza a humedecer su vestimenta –Tu deseas servirme en cuerpo, en alma, deseas ser mía y mostrarme cuál es tu fuerza de voluntad, puedo saberlo con tu respirar cuando me acerco, puedo saberlo por como vibra tu cuerpo, puedo saberlo al ver como tu piel se eriza con el tacto…- añadió atrapándola en un dócil beso en sus labios prolongándose hasta sus mejillas las cuales repartió en dos cortos ósculos mas para finalmente ofrecer su mano.
-El demonio también goza de aspiraciones, pequeña Psyche, muchas veces el fin justica los medios para conseguirlos. Tu voluntad se ha rendido a mis pies, soy tu Señor, tu Amo, tu Dueño ¿No es así? Tal vez podrás haber pertenecido a otros hombres, quizá, pertenezcas a otros pero tú eres mía…-Y ahí estaba; endemoniadamente irresistible no por su encanto, si no por su fuerza, poderoso, omnipotente, finalmente el sello del pacto se realizaba entre los dos, se pertenecían -Es tiempo de volver…- mencionó volviendo a ofrecer su mano para que la joven se apoyase en sí mismo. Pues a partir de aquel momento él se encargaría de cuidarle como se le cuida a los más preciados tesoros.
Su reflejo en esos ojos oscuros se mantenía latente como una llamarada en la hoguera, que atizaba el fuego indomable, ¿de dónde afloraba su autentica audacia? Fue entonces que sus manos sintieron la calidez del agua que corría por sus dedos, era tibia como la piel de la ninfa que adornaba primorosa aquella fuente dentro de los parajes del Castillo, su cuerpo -aunque exquisito- sostenía un brillo incipiente, un resplandor peculiar que sólo la piel de un delicado ejemplar podía adquirir. Esa no era la joven que anoche había poseído a su antojo, tampoco esa que se envolvía en las sabanas de todos los hombres que habían adornado su cama, no era la puta en el burdel contenida por el silencio y lo exótico de su naturaleza –Éramos como dos extraños…- mencionó llevando sus dedos al costado de sus brazos con los cuales comenzó a recorrerle muy suavemente mientras continuaba –Esa noche…Psyche, firmaste tu sentencia de muerte pero…- hizo una pausa volviendo a mirar su rostro ésta vez con mayor recelo como si buscase leer algo más en sus labios -…Pero eso no te importa ¿verdad?, tu eres capaz de someterte a las pruebas más recias de mi corazón deshumanizado, tu cuerpo no me dejará mentir, estás dulce, entregada y ansiosa. Muy ansiosa ¿No es así?...- volvió a guardar silencio tomándole firme de la cintura atrayéndola hacia su anatomía, sintiendo como el roce de ambos cuerpos comienza a humedecer su vestimenta –Tu deseas servirme en cuerpo, en alma, deseas ser mía y mostrarme cuál es tu fuerza de voluntad, puedo saberlo con tu respirar cuando me acerco, puedo saberlo por como vibra tu cuerpo, puedo saberlo al ver como tu piel se eriza con el tacto…- añadió atrapándola en un dócil beso en sus labios prolongándose hasta sus mejillas las cuales repartió en dos cortos ósculos mas para finalmente ofrecer su mano.
-El demonio también goza de aspiraciones, pequeña Psyche, muchas veces el fin justica los medios para conseguirlos. Tu voluntad se ha rendido a mis pies, soy tu Señor, tu Amo, tu Dueño ¿No es así? Tal vez podrás haber pertenecido a otros hombres, quizá, pertenezcas a otros pero tú eres mía…-Y ahí estaba; endemoniadamente irresistible no por su encanto, si no por su fuerza, poderoso, omnipotente, finalmente el sello del pacto se realizaba entre los dos, se pertenecían -Es tiempo de volver…- mencionó volviendo a ofrecer su mano para que la joven se apoyase en sí mismo. Pues a partir de aquel momento él se encargaría de cuidarle como se le cuida a los más preciados tesoros.
Stiva Záitsev- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 25/02/2013
Localización : Castillo de Windsor, Berkshire, Reino Unido
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