AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Give Me All You've Got [Astor Gray]
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Give Me All You've Got [Astor Gray]
Comenzar con un “finalmente”, era contradictorio, pero no podía evitar decirlo esta vez. Finalmente. Ya me habían sacado de esa maldita vigilancia y la jodida amonestación de encima, todo por un informe escrito y firmado por Fausto, y aunque ahora me cuestionaba si el precio que aun ahora tengo que pagar con ello era proporcional al beneficio, estar de nuevo en las labores de campo era maravilloso. No porque deseara servir con ahínco a los ideales de la inquisición, sino que ya no habría más trabajo de biblioteca a tiempo completo. ¿Hace cuánto que no había empuñado un arma que no fuese un abrecartas?
Por eso, enfundada en pantalones de equitación y una capa, ambos negros por motivos obvios, me dispuse a salir de casa al anochecer, no sin antes coordinar mi reloj de muñeca con el enorme reloj del despacho, los que en estos momentos estaban por dar las ocho de la noche.
No tardé en salir a las caballerizas, y no precisamente en búsqueda de un caballo, sino que en busca de un compañero de casa, uno que no podía estar con el resto de la jauría dado que era bastante conflictivo. Era un can. Una mezcla de siberiano con otra raza indetectable que le daba una resistencia muy superior a los mastines que usualmente se usaban para estos trabajos. De un silbido lo llamé, y como era obvio tardó un poco en llegar dado que de cierto modo, aun no acaba de asumir su condición, una que le imponía una carga de sumisión. Me replanteé la idea de llevarlo a él y no a uno de los otros tantos fieles mastines que descansaban fuera, pero acabó por ganarme el instinto, y por qué no decirlo, aquella sensación de que nos parecíamos bastante, pues ambos éramos reticentes a las ordenes ajenas, y si yo había tenido una oportunidad con esta misión, él también la merecía.
Deje salir un suspiro mientras le acariciaba la cabeza desinteresadamente, pensando más bien en los detalles del encargo. Cuando se trataba de licántropos, como en esta ocasión, la verdad es que prefería ir sola, porque me conocía y sabía que frente a ellos tomaba riesgos innecesarios solo porque parecía no solo ser trabajo, como si tuviese algo personal contra ellos, así que por ello no esperaba que se me diera en el gusto de inmediato. Del sujeto con quien debía encontrarme no sabía ni siquiera el nombre, solo que “sabía bastante del tema” según se me indicó. Bueno, no importaba, porque haciendo gala de mi cargo tendría que ponerse también bajo mis órdenes.
Sin perder más tiempo nos dirigimos a los campos de sembradíos, donde afortunadamente pocas personas habitaban, y donde esperaba también que si campestre ingenuidad no les hubiese jugado una mala pasada al dar esa alarma de que “lobos enormes” merodeaban matando a sus animales. Cuando estuvimos en la entrada del camino principal que daba a la parcela en que habían ocurrido esas muertes de animales volví a mirar el reloj. Nueve y media. Y no había luces del sujeto que debió haber llegado hace ya unos diez minutos, aunque supongo que no puedo reprochárselo, porque el hacerle llegar antes había sido ya una artimaña un poco molesta de mi parte, aunque justificada en que yo no era precisamente una persona paciente.
Llamé al can, que extrañamente aun no tenía nombre, para que me siguiera. Comenzaríamos solos hasta que el otro inquisidor decidiera unírsenos, o ese era el plan antes de que el animal comenzará a ladrar insistentemente, dando la alarma que había alguien más, alguien que aún no quería presentarse, y que por precaución hizo que llevara mi mano al cinto en que llevaba un revólver.
Por eso, enfundada en pantalones de equitación y una capa, ambos negros por motivos obvios, me dispuse a salir de casa al anochecer, no sin antes coordinar mi reloj de muñeca con el enorme reloj del despacho, los que en estos momentos estaban por dar las ocho de la noche.
No tardé en salir a las caballerizas, y no precisamente en búsqueda de un caballo, sino que en busca de un compañero de casa, uno que no podía estar con el resto de la jauría dado que era bastante conflictivo. Era un can. Una mezcla de siberiano con otra raza indetectable que le daba una resistencia muy superior a los mastines que usualmente se usaban para estos trabajos. De un silbido lo llamé, y como era obvio tardó un poco en llegar dado que de cierto modo, aun no acaba de asumir su condición, una que le imponía una carga de sumisión. Me replanteé la idea de llevarlo a él y no a uno de los otros tantos fieles mastines que descansaban fuera, pero acabó por ganarme el instinto, y por qué no decirlo, aquella sensación de que nos parecíamos bastante, pues ambos éramos reticentes a las ordenes ajenas, y si yo había tenido una oportunidad con esta misión, él también la merecía.
Deje salir un suspiro mientras le acariciaba la cabeza desinteresadamente, pensando más bien en los detalles del encargo. Cuando se trataba de licántropos, como en esta ocasión, la verdad es que prefería ir sola, porque me conocía y sabía que frente a ellos tomaba riesgos innecesarios solo porque parecía no solo ser trabajo, como si tuviese algo personal contra ellos, así que por ello no esperaba que se me diera en el gusto de inmediato. Del sujeto con quien debía encontrarme no sabía ni siquiera el nombre, solo que “sabía bastante del tema” según se me indicó. Bueno, no importaba, porque haciendo gala de mi cargo tendría que ponerse también bajo mis órdenes.
Sin perder más tiempo nos dirigimos a los campos de sembradíos, donde afortunadamente pocas personas habitaban, y donde esperaba también que si campestre ingenuidad no les hubiese jugado una mala pasada al dar esa alarma de que “lobos enormes” merodeaban matando a sus animales. Cuando estuvimos en la entrada del camino principal que daba a la parcela en que habían ocurrido esas muertes de animales volví a mirar el reloj. Nueve y media. Y no había luces del sujeto que debió haber llegado hace ya unos diez minutos, aunque supongo que no puedo reprochárselo, porque el hacerle llegar antes había sido ya una artimaña un poco molesta de mi parte, aunque justificada en que yo no era precisamente una persona paciente.
Llamé al can, que extrañamente aun no tenía nombre, para que me siguiera. Comenzaríamos solos hasta que el otro inquisidor decidiera unírsenos, o ese era el plan antes de que el animal comenzará a ladrar insistentemente, dando la alarma que había alguien más, alguien que aún no quería presentarse, y que por precaución hizo que llevara mi mano al cinto en que llevaba un revólver.
Haydee Tebelyn-Danglars- Inquisidor Clase Alta
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Re: Give Me All You've Got [Astor Gray]
Gruño y dio un puñetazo al primer árbol que encontró cuando le dijeron que era lo que debía hacer.
- Niñero… - lanzo un escupitajo al suelo y emprendió la marcha.
Todo estaba bien ese día, hasta se sentía capaz de decir que estaba de buen humor o algo feliz pero eso finalizo en el momento que la nueva misión que tendría incluiría a un compañero y no cualquier compañero… si no una mujer. Una de esas criaturitas débiles y vulnerables que se paseaban por ahí; esa compañera, estaba seguro solo le acarrearía problemas porque creía tardaría más en eliminar lo que se le pedía por tener que estar detrás de ella cuidando no fuera asesinada.
Parecía que todos estaban empeñados en verle como niñero o ponerle a trabajar con pesos muertos, pero tampoco estaba en posición como negarse a las ordenes que había recibido.
Camino hasta perderse en las calles, debía ser capaz de despejar algo su mente antes de cualquier cosa o de mero enojo terminaría matando a su compañera - que igual n le interesaba - pero era mejor evitar ser atravesado por una o varias balas de plata por parte de sus superiores como pago a semejante osadía.
Las horas pasaron mientras se perdía en un vicio y otro hasta que la luz rojiza del atardecer le indico la hora justa para dirigirse al punto de encuentro de aquella misión. Dudaba en gran parte que aquello fuera "lo mejor para la operación" como le habían dicho, pero por lo menos se sentiría bien al matar a algunos licántropos que eran la presa de la noche… sus propios compañeros malditos.
Se burló de si mismo al imaginarse teniendo que defender a la inquisidora que le acompañara, aunque ahora que lo analizaba con la cabeza más fría, se daba cuenta de que si ella moría era nada más y nada menos que parte de la misión y no su problema.
Termino finalmente llegando a los campos y detectando de inmediato el olor tan peculiar de su raza. Sonrió mirando de un lado a otro sin ver rastro alguno de su compañera, solo mediante su olfato pudo detectar el aroma a mujer y a perro común.
- Así que tenemos a una valiente… bueno, pues veamos que tanto lo es… - siguió el rastro desde las sombras. Astor, claro, no había preguntado antes o no pudo atención si es que le dijeron ¿Quién era la mujer? y cuando finalmente escucho los pasos más adelante, se apresuro, recibiendo como bienvenida los ladridos de un animal que detectaba la peligrosa esencia que su cuerpo despedía.
El animal ladraba con furia provocando que ella se girara con la mano en la cintura, dispuesta a dispararle en cualquier instante. Soltó una sonora carcajada desde las sombras al percatarse de que la mujer era la famosa mano derecha del líder, Haydee, aquella mujer tan bella y tan letal como ninguna otra en la inquisición. Ahora más que niñero pasaba a ser el perro faldero de ella, más como la superior que era le debía obediencia; el detalle radicaba en que no era muy bueno en eso-
- Pero mira nada más, si es la mejor inquisidora femenina que existe… así que me han enviado aquí para ayudarle - salió de las sombras para mostrar su sonrisa amplia y burlona - el perro solo será un estorbo para nosotros, no debiste traerlo - no se le daba obedecer las ordenes y si eso era algo obligado, al menos los demás debían esperar la ironía en sus palabras o cada cosa cruel pero sincera que dijera.
Camino para estar más cerca de ella sin espetar su mirar del animal que continuaba ladrando en su dirección.
- Al menos ya que no podemos regresarlo ¿harías que se calle? que si no lo usare de carnada para los lobos - el perro mostraba sus dientes, dispuesto a lanzarse contra él, aun cuando esa obviamente no fuera buena idea.
Suspiro pesadamente para mirar a los ojos de la mujer.
- Astor Gray a sus ordenes "jefa" - pronunció la ultima palabra con sarcasmo y le congrio como si ella no fuera más que carnada para la manada a la que seguirían. Las cosas no podían ser más incesantes ante el encuentro de ellos.
- Niñero… - lanzo un escupitajo al suelo y emprendió la marcha.
Todo estaba bien ese día, hasta se sentía capaz de decir que estaba de buen humor o algo feliz pero eso finalizo en el momento que la nueva misión que tendría incluiría a un compañero y no cualquier compañero… si no una mujer. Una de esas criaturitas débiles y vulnerables que se paseaban por ahí; esa compañera, estaba seguro solo le acarrearía problemas porque creía tardaría más en eliminar lo que se le pedía por tener que estar detrás de ella cuidando no fuera asesinada.
Parecía que todos estaban empeñados en verle como niñero o ponerle a trabajar con pesos muertos, pero tampoco estaba en posición como negarse a las ordenes que había recibido.
Camino hasta perderse en las calles, debía ser capaz de despejar algo su mente antes de cualquier cosa o de mero enojo terminaría matando a su compañera - que igual n le interesaba - pero era mejor evitar ser atravesado por una o varias balas de plata por parte de sus superiores como pago a semejante osadía.
Las horas pasaron mientras se perdía en un vicio y otro hasta que la luz rojiza del atardecer le indico la hora justa para dirigirse al punto de encuentro de aquella misión. Dudaba en gran parte que aquello fuera "lo mejor para la operación" como le habían dicho, pero por lo menos se sentiría bien al matar a algunos licántropos que eran la presa de la noche… sus propios compañeros malditos.
Se burló de si mismo al imaginarse teniendo que defender a la inquisidora que le acompañara, aunque ahora que lo analizaba con la cabeza más fría, se daba cuenta de que si ella moría era nada más y nada menos que parte de la misión y no su problema.
Termino finalmente llegando a los campos y detectando de inmediato el olor tan peculiar de su raza. Sonrió mirando de un lado a otro sin ver rastro alguno de su compañera, solo mediante su olfato pudo detectar el aroma a mujer y a perro común.
- Así que tenemos a una valiente… bueno, pues veamos que tanto lo es… - siguió el rastro desde las sombras. Astor, claro, no había preguntado antes o no pudo atención si es que le dijeron ¿Quién era la mujer? y cuando finalmente escucho los pasos más adelante, se apresuro, recibiendo como bienvenida los ladridos de un animal que detectaba la peligrosa esencia que su cuerpo despedía.
El animal ladraba con furia provocando que ella se girara con la mano en la cintura, dispuesta a dispararle en cualquier instante. Soltó una sonora carcajada desde las sombras al percatarse de que la mujer era la famosa mano derecha del líder, Haydee, aquella mujer tan bella y tan letal como ninguna otra en la inquisición. Ahora más que niñero pasaba a ser el perro faldero de ella, más como la superior que era le debía obediencia; el detalle radicaba en que no era muy bueno en eso-
- Pero mira nada más, si es la mejor inquisidora femenina que existe… así que me han enviado aquí para ayudarle - salió de las sombras para mostrar su sonrisa amplia y burlona - el perro solo será un estorbo para nosotros, no debiste traerlo - no se le daba obedecer las ordenes y si eso era algo obligado, al menos los demás debían esperar la ironía en sus palabras o cada cosa cruel pero sincera que dijera.
Camino para estar más cerca de ella sin espetar su mirar del animal que continuaba ladrando en su dirección.
- Al menos ya que no podemos regresarlo ¿harías que se calle? que si no lo usare de carnada para los lobos - el perro mostraba sus dientes, dispuesto a lanzarse contra él, aun cuando esa obviamente no fuera buena idea.
Suspiro pesadamente para mirar a los ojos de la mujer.
- Astor Gray a sus ordenes "jefa" - pronunció la ultima palabra con sarcasmo y le congrio como si ella no fuera más que carnada para la manada a la que seguirían. Las cosas no podían ser más incesantes ante el encuentro de ellos.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Give Me All You've Got [Astor Gray]
El animal insistía en seguir ladrando, y antes de que yo tuviese que sacar mi arma de su funda, el motivo de la alteración del can decidió por fin hacer acto de presencia. Y vaya forma de hacerlo. El sarcasmo no era la mejor de las cartas de presentaciones a menos que tuvieses que impresionar a alguien, lo que creo en esta ocasión no era necesario. Aunque era extraño. No era de mis subordinados, ni tampoco de los de Tarsil, y a menos que hubiesen tenido la ocurrencia de enviarme a un ratón de biblioteca o un artesano, el sujeto era un condenado.
No estaba mal, de hecho era bastante guapo, pero no poseía una piel extremadamente pálida ni unos ojos refulgentes, descartando de plano la opción de que fuese un vampiro, y las alternativas que quedaban no me gustaban demasiado.
- Todos los novatos son un estorbo las primeras veces – dije al tiempo que le daba un par de palmaditas en el lomo al animal para que se calmara – Pero si no los traes contigo jamás aprenderán – agregué, quitándole toda la atención al sujeto, para dedicársela al animal, que a pesar de haber dejado de ladrar, aun parecía seguir estando con todos sus sentidos enfocados en el extraño que se había presentado como Astor.
No. Definitivamente su nombre no me sonaba de nada, principalmente porque jamás trabajaba con lo de su facción, y claro, no podía pasar por algo la reacción de mi “mascota”, que probablemente demostraba de forma anticipada la hostilidad con que lo trataría de tratarse de una de esas bestias.
- Te agradecería que usaras mi nombre, Gray, al parecer ya lo conoces – dije mientras levantaba el rostro para sostenerle la mirada esta vez – Aunque lo de jefa no es tan malo de todos modos – agregué, de cierto forma imponiendo una autoridad que yo no pretendía, pero que él había puesto como primera barrera a un trato más cortés – ¿Podrías decirme qué demonios eres? – pregunté sin darle más rodeos al asunto, y que pese a lo literal, no era en absoluto una petición, sino que una orden.
Si resultaba ser un licántropo, significaba que estos bastardos, desde sus cómodas oficinas en el Vaticano, aún se estaban metiendo conmigo, ya que era por todos conocido el hecho de que esas bestias y yo no nos llevábamos bien en absoluto. Mucho menos en una misión ¿Cómo podía confiar en que uno de ellos cuidara mis espaldas? Y más siendo la presa del día otro de los suyos. Era ridículo.
Antes de poder hacer otra pregunta, o siquiera de poder recibir una respuesta a la primera, un gutural gruñido interrumpió el silencio del lugar. Corroborando que el temor de los campesinos no era infundado, porque debo reconocer que tendía a desconfiar de ellos y los rumores que dejaban circular como si fuese una especie de entretenimiento rural.
- ¿Y bien? – le espeté finalmente para que me respondiera, porque no movería ni un solo músculo antes de tener la certeza absoluta de quien era “mi compañero”, o más bien, qué era. Porque si llegaba a ser uno de esos animales, ni ese arrogante encanto suyo sería suficiente para que confiara un ápice en él.
No estaba mal, de hecho era bastante guapo, pero no poseía una piel extremadamente pálida ni unos ojos refulgentes, descartando de plano la opción de que fuese un vampiro, y las alternativas que quedaban no me gustaban demasiado.
- Todos los novatos son un estorbo las primeras veces – dije al tiempo que le daba un par de palmaditas en el lomo al animal para que se calmara – Pero si no los traes contigo jamás aprenderán – agregué, quitándole toda la atención al sujeto, para dedicársela al animal, que a pesar de haber dejado de ladrar, aun parecía seguir estando con todos sus sentidos enfocados en el extraño que se había presentado como Astor.
No. Definitivamente su nombre no me sonaba de nada, principalmente porque jamás trabajaba con lo de su facción, y claro, no podía pasar por algo la reacción de mi “mascota”, que probablemente demostraba de forma anticipada la hostilidad con que lo trataría de tratarse de una de esas bestias.
- Te agradecería que usaras mi nombre, Gray, al parecer ya lo conoces – dije mientras levantaba el rostro para sostenerle la mirada esta vez – Aunque lo de jefa no es tan malo de todos modos – agregué, de cierto forma imponiendo una autoridad que yo no pretendía, pero que él había puesto como primera barrera a un trato más cortés – ¿Podrías decirme qué demonios eres? – pregunté sin darle más rodeos al asunto, y que pese a lo literal, no era en absoluto una petición, sino que una orden.
Si resultaba ser un licántropo, significaba que estos bastardos, desde sus cómodas oficinas en el Vaticano, aún se estaban metiendo conmigo, ya que era por todos conocido el hecho de que esas bestias y yo no nos llevábamos bien en absoluto. Mucho menos en una misión ¿Cómo podía confiar en que uno de ellos cuidara mis espaldas? Y más siendo la presa del día otro de los suyos. Era ridículo.
Antes de poder hacer otra pregunta, o siquiera de poder recibir una respuesta a la primera, un gutural gruñido interrumpió el silencio del lugar. Corroborando que el temor de los campesinos no era infundado, porque debo reconocer que tendía a desconfiar de ellos y los rumores que dejaban circular como si fuese una especie de entretenimiento rural.
- ¿Y bien? – le espeté finalmente para que me respondiera, porque no movería ni un solo músculo antes de tener la certeza absoluta de quien era “mi compañero”, o más bien, qué era. Porque si llegaba a ser uno de esos animales, ni ese arrogante encanto suyo sería suficiente para que confiara un ápice en él.
Haydee Tebelyn-Danglars- Inquisidor Clase Alta
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Re: Give Me All You've Got [Astor Gray]
– Pues ha sido una decisión terrible traer a un novato a esta misión, terminara muerto de eso estoy casi seguro o ¿qué? no le dijeron que tendríamos que atacar a unos lobos, de ser así eso explica que trajeras semejante estorbo – Miro al perro imaginando que no bastaba con que debiera cuidarle a ella, si no también a su perro – no le cuidare de una lo advierto y si lo matan espero que no llores bonita – le mostró su sonrisa que no lograba transmitir más que burla.
Le parecía que todo sería mucho más sencillo si le dejaban hacer todo aquello por su cuenta de hecho, estaba pensando en ver si podía convencerla de que se quedara ahí, le estorbaría menos y terminaría mucho más rápido todo lo que debía. Quería volver a la ciudad, buscar algo más de diversión y olvidarse de aquel juego tan malo en el que le habían metido sus jefes. Hasta había pensado en ir a decir que aquella era una broma de muy mal gusto.
Ante la forma de hablar de la mujer comenzó a cambiar rápidamente la idea de quejarse, quizás aquello pudiera ser finalmente divertido y aprovecharía para ver que tan fuerte era aquella mujer para que le consideraran la mano derecha del jefe. Se preguntaba si era realmente buena o solo se sabía mover demasiado bien sobre otros hombres como para recibir ese puesto… aunque también le parecía que podían ser ambas opciones.
– Como digas Haydee… – hizo una leve reverencia ante ella, aún burlandose de toda aquella situación pero no tanto como en un inicio lo hizo. Escucho la manera en la que preguntaba sobre su naturaleza e intento poner una cara de sufrimiento interno que no le salió muy bien – Soy un hombre, eso es lo que soy aunque si no me crees puedes comprobarlo – le guiño un ojo, intentando desviar la atención de aquella pregunta, después de todo era un inquisidor ¿qué mas daba lo que fuera?
No debía ser la mejor cosa del mundo intentar no responder a la que sería su compañera durante esa misión así que justo cuando estaba por responder el anuncio de la presencia de uno de los suyos se escucho en los bosques – Bueno, parece que ya nos han detectado así que no les hagamos esperar más y vamos.
Comenzó a camina, más se detuvo ante la pregunta y se giro a mirarle.
– Eso debe ser obvio… estas peleando contra licántropos y te mandaron a uno para ayudarte – lo que pensara ella de él después de todo no era su problema, solo debía terminar con aquella misión e irse así todo sería mejor tanto para Astor como para Haydee, que por algún motivo desconocido para él le hacía sentirse la peor cosa que existiera en la vida; entonces Astor sonrió, quizás si lo era.
Le parecía que todo sería mucho más sencillo si le dejaban hacer todo aquello por su cuenta de hecho, estaba pensando en ver si podía convencerla de que se quedara ahí, le estorbaría menos y terminaría mucho más rápido todo lo que debía. Quería volver a la ciudad, buscar algo más de diversión y olvidarse de aquel juego tan malo en el que le habían metido sus jefes. Hasta había pensado en ir a decir que aquella era una broma de muy mal gusto.
Ante la forma de hablar de la mujer comenzó a cambiar rápidamente la idea de quejarse, quizás aquello pudiera ser finalmente divertido y aprovecharía para ver que tan fuerte era aquella mujer para que le consideraran la mano derecha del jefe. Se preguntaba si era realmente buena o solo se sabía mover demasiado bien sobre otros hombres como para recibir ese puesto… aunque también le parecía que podían ser ambas opciones.
– Como digas Haydee… – hizo una leve reverencia ante ella, aún burlandose de toda aquella situación pero no tanto como en un inicio lo hizo. Escucho la manera en la que preguntaba sobre su naturaleza e intento poner una cara de sufrimiento interno que no le salió muy bien – Soy un hombre, eso es lo que soy aunque si no me crees puedes comprobarlo – le guiño un ojo, intentando desviar la atención de aquella pregunta, después de todo era un inquisidor ¿qué mas daba lo que fuera?
No debía ser la mejor cosa del mundo intentar no responder a la que sería su compañera durante esa misión así que justo cuando estaba por responder el anuncio de la presencia de uno de los suyos se escucho en los bosques – Bueno, parece que ya nos han detectado así que no les hagamos esperar más y vamos.
Comenzó a camina, más se detuvo ante la pregunta y se giro a mirarle.
– Eso debe ser obvio… estas peleando contra licántropos y te mandaron a uno para ayudarte – lo que pensara ella de él después de todo no era su problema, solo debía terminar con aquella misión e irse así todo sería mejor tanto para Astor como para Haydee, que por algún motivo desconocido para él le hacía sentirse la peor cosa que existiera en la vida; entonces Astor sonrió, quizás si lo era.
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Re: Give Me All You've Got [Astor Gray]
Esa actitud pedante era algo que podía soportar, de hecho, hasta tenía su encanto, y si las circunstancias fueran otras, hasta me habría reído de comentario de que podía comprobar que efectivamente era un hombre. Y quien sabe, hasta hubiese aceptado su ofrecimiento. Pero no. El instinto me obligaba a conservar una atípica seriedad, casi psicopática, que hace mucho tiempo no había tenido la oportunidad de mostrarle a nadie, precisamente porque las cosas parecían estar funcionando como deberían.
Tampoco moví un musculo, ni lo haría hasta que el sujeto comprendiera la situación, y por suerte fue lo suficientemente pronto, ya que se detuvo a darme la respuesta que conocía pero que me negaba a reconocer. ¡Maldición! ¿Cómo podía confiar en algo como él? O más ¿Cómo podía confiar en mi misma sabiendo que, en parte, mi seguridad también dependía de él?
- Si fueses lo suficientemente listo sabrías que no es obvio en absoluto – dije con un gélido tono de voz que casi me hizo dudar que viniera de mi garganta – Entre usar a su enemigo natural o a uno de los suyos que claramente podría traicionar, las opciones están claras – agregué al tiempo que finalmente sacaba la Colt de su cinto, y apuntándole.
Casi sentía arder los suaves pliegues de la extensa cicatriz que mi padre, que se había convertido en una de esas bestias, me había hecho tiempo atrás. Debía agradecer que no había terminado como ellos, y claro, que la cicatriz era ahora apenas perceptible como una línea que iba de la parte alta de mi espalda hasta mi cadera derecha. Agradecía sí. Pero en mi cabeza, se mostraba como un recordatorio monstruoso de lo que yo había hecho para defenderme cuando aún ni siquiera era una adulta.
No quería recordarlo. Y el hecho de que esta situación se pareciera considerablemente a la noche de mis pesadillas, no parecía ser una mera coincidencia, y lo que era más grave, podría provocar una falta de desconcentración que podría ser fatal ¿Cómo iba a confiar en él?
Suspiré, coloqué el dedo en el gatillo y disparé. No a él, sino sobre su hombro. Porque en el tiempo que me había tomado asumir la situación, esas bestias ya se nos habían acercado lo suficiente como para permitir un disparo directo. ¡Animales estúpidos! Nos estaban acechando a una buena distancia, y eran quizás unos cuatro o cinco.
- No es personal – alcancé a decirle entre los aullidos lejanos del animal herido – Te enviaron solo para joderme. Porque deben haberse enterado de lo que hice – dije mientras recargaba el compartimiento vacío en mi arma, y más para mí que para Gray – Fui capaz de matar a mi propio padre para salvarme, así que ten en cuenta que si te vuelves una molestia no dudaré en hacer lo mismo – agregué esbozando una amarga sonrisa que denotaba que lo anterior era cierto.
Jamás se lo había comentado a nadie, pero sentía que si no se lo decía no podría confiar en él, y no es que lo hiciera, pero supongo que mantener las cuentas claras era lo que más se podría asemejar. Tampoco es que esperara que él hiciera algo para ganarse mi confianza, aunque cualquier gesto que pudiese hacer para ello sería útil. Además, creo que era lo justo. Yo sabía que Gray era una de esas bestias, y ahora él sabía el riesgo que corría trabajando conmigo.
Tampoco moví un musculo, ni lo haría hasta que el sujeto comprendiera la situación, y por suerte fue lo suficientemente pronto, ya que se detuvo a darme la respuesta que conocía pero que me negaba a reconocer. ¡Maldición! ¿Cómo podía confiar en algo como él? O más ¿Cómo podía confiar en mi misma sabiendo que, en parte, mi seguridad también dependía de él?
- Si fueses lo suficientemente listo sabrías que no es obvio en absoluto – dije con un gélido tono de voz que casi me hizo dudar que viniera de mi garganta – Entre usar a su enemigo natural o a uno de los suyos que claramente podría traicionar, las opciones están claras – agregué al tiempo que finalmente sacaba la Colt de su cinto, y apuntándole.
Casi sentía arder los suaves pliegues de la extensa cicatriz que mi padre, que se había convertido en una de esas bestias, me había hecho tiempo atrás. Debía agradecer que no había terminado como ellos, y claro, que la cicatriz era ahora apenas perceptible como una línea que iba de la parte alta de mi espalda hasta mi cadera derecha. Agradecía sí. Pero en mi cabeza, se mostraba como un recordatorio monstruoso de lo que yo había hecho para defenderme cuando aún ni siquiera era una adulta.
No quería recordarlo. Y el hecho de que esta situación se pareciera considerablemente a la noche de mis pesadillas, no parecía ser una mera coincidencia, y lo que era más grave, podría provocar una falta de desconcentración que podría ser fatal ¿Cómo iba a confiar en él?
Suspiré, coloqué el dedo en el gatillo y disparé. No a él, sino sobre su hombro. Porque en el tiempo que me había tomado asumir la situación, esas bestias ya se nos habían acercado lo suficiente como para permitir un disparo directo. ¡Animales estúpidos! Nos estaban acechando a una buena distancia, y eran quizás unos cuatro o cinco.
- No es personal – alcancé a decirle entre los aullidos lejanos del animal herido – Te enviaron solo para joderme. Porque deben haberse enterado de lo que hice – dije mientras recargaba el compartimiento vacío en mi arma, y más para mí que para Gray – Fui capaz de matar a mi propio padre para salvarme, así que ten en cuenta que si te vuelves una molestia no dudaré en hacer lo mismo – agregué esbozando una amarga sonrisa que denotaba que lo anterior era cierto.
Jamás se lo había comentado a nadie, pero sentía que si no se lo decía no podría confiar en él, y no es que lo hiciera, pero supongo que mantener las cuentas claras era lo que más se podría asemejar. Tampoco es que esperara que él hiciera algo para ganarse mi confianza, aunque cualquier gesto que pudiese hacer para ello sería útil. Además, creo que era lo justo. Yo sabía que Gray era una de esas bestias, y ahora él sabía el riesgo que corría trabajando conmigo.
Haydee Tebelyn-Danglars- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/07/2011
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Re: Give Me All You've Got [Astor Gray]
Aquel cambio de las situaciones le entretenía, ella debía ser bastante estúpida si pensaba que le enviarían a un vampiro, un brujo o un humano para que le ayudara en aquellos casos así que le miro y chasqueo la lengua al ver como la inquisidora le apuntaba con su arma.
Si bien las balas que contenía debían ser de plata pura, no le asustaba en lo más mínimo que ella disparara así que se acercó de nuevo sin vacilar un solo segundo.
– Y si fueras lo suficientemente inteligente sabrías que no podían enviar alguna otra criatura y… – miro el arma al estar más cerca – anda, dispara – le reto – alertalos más para que terminen atacando y así no saldrás viva de este lugar. Quizás no puedas confiar en mi pero dime ¿Qué otra opción tienes? – se río – sin mencionar claro que de querer matarte ya estarías muerta.
No se movió ni un ápice cuando escucho el disparo que paso cerca del licántropo y le sonrío. Aquella era una mujer lista sin duda alguna y quizás solo era cuestión de tiempo para que ambos se diesen cuenta de que asesinar al lado del otro era verdaderamente divertido.
– Al parecer nos enviaron para joder al otro. A mi no me gusta trabajar con mujeres pero mira, aquí me tienes – aquellos que pertenecían a su raza estaban rodeándoles cada vez más, acechando desde las sombras y buscando alguna posibilidad de ataque – irónico, tu mataste a tu padre para salvarte y mi padre murió en manos de una criatura como la que soy. La vida, algunas veces es bastante interesante ¿no crees? – circunstancias un tanto diferentes pero que les llevaba a algo en común, una historia relacionada con licántropos.
En la oscuridad se movían los enemigos de un lado a otro, aguardando la oportunidad correcta de atacarles.
– Solo recuerda guardar las balas para tu propia seguridad, a ese que le disparaste – miro de reojo al lobo que comenzaba a aullar cada vez más tenue – pude haberle matado cuando me atacara – le sonrió entonces antes que desde las sombras se escucharan aullidos anunciando finalmente la muerte de aquel que tenía en su cuerpo una bala de plata – bueno, las cosas van a ponerse interesantes ahora – se trono los dedos de las manos – vamos a ver cuantos están ocultos realmente – y sin decir más se adentro en la oscuridad.
No estaba seguro además del momento en que su bestia interna le dejaría para salir a jugar con aquellos otros lobos, solo esperaba que no terminara mal con Haydee, después de todo si había asesinado a su padre estaba seguro de que con él no tendría compasión alguna. Pensaba justamente en eso cuando un golpe seco le mando a estrellarse contra un árbol cercano, el cual hizo tal sonido que creyó haberlo tirado de la fuerza con que se estrello, más afortunadamente nada de eso había pasado pero frente a él y mostrando los colmillos estaba lobo.
– Maldita criatura… – susurró antes de tomar impulso y lanzarse sobre el animal, junto al cual cayó cerca de donde se hallaba la inquisidora y entonces le miro – Dispara mujer…
Si bien las balas que contenía debían ser de plata pura, no le asustaba en lo más mínimo que ella disparara así que se acercó de nuevo sin vacilar un solo segundo.
– Y si fueras lo suficientemente inteligente sabrías que no podían enviar alguna otra criatura y… – miro el arma al estar más cerca – anda, dispara – le reto – alertalos más para que terminen atacando y así no saldrás viva de este lugar. Quizás no puedas confiar en mi pero dime ¿Qué otra opción tienes? – se río – sin mencionar claro que de querer matarte ya estarías muerta.
No se movió ni un ápice cuando escucho el disparo que paso cerca del licántropo y le sonrío. Aquella era una mujer lista sin duda alguna y quizás solo era cuestión de tiempo para que ambos se diesen cuenta de que asesinar al lado del otro era verdaderamente divertido.
– Al parecer nos enviaron para joder al otro. A mi no me gusta trabajar con mujeres pero mira, aquí me tienes – aquellos que pertenecían a su raza estaban rodeándoles cada vez más, acechando desde las sombras y buscando alguna posibilidad de ataque – irónico, tu mataste a tu padre para salvarte y mi padre murió en manos de una criatura como la que soy. La vida, algunas veces es bastante interesante ¿no crees? – circunstancias un tanto diferentes pero que les llevaba a algo en común, una historia relacionada con licántropos.
En la oscuridad se movían los enemigos de un lado a otro, aguardando la oportunidad correcta de atacarles.
– Solo recuerda guardar las balas para tu propia seguridad, a ese que le disparaste – miro de reojo al lobo que comenzaba a aullar cada vez más tenue – pude haberle matado cuando me atacara – le sonrió entonces antes que desde las sombras se escucharan aullidos anunciando finalmente la muerte de aquel que tenía en su cuerpo una bala de plata – bueno, las cosas van a ponerse interesantes ahora – se trono los dedos de las manos – vamos a ver cuantos están ocultos realmente – y sin decir más se adentro en la oscuridad.
No estaba seguro además del momento en que su bestia interna le dejaría para salir a jugar con aquellos otros lobos, solo esperaba que no terminara mal con Haydee, después de todo si había asesinado a su padre estaba seguro de que con él no tendría compasión alguna. Pensaba justamente en eso cuando un golpe seco le mando a estrellarse contra un árbol cercano, el cual hizo tal sonido que creyó haberlo tirado de la fuerza con que se estrello, más afortunadamente nada de eso había pasado pero frente a él y mostrando los colmillos estaba lobo.
– Maldita criatura… – susurró antes de tomar impulso y lanzarse sobre el animal, junto al cual cayó cerca de donde se hallaba la inquisidora y entonces le miro – Dispara mujer…
Astor Gray- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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