Pursuit [Arabella]

Los pasos resuenan entre las callejuelas, un sonido sordo y seco con el choque de las suelas de los zapatos y los adoquines. El sonido de un instrumento de cuerda se escucha aún a través de las paredes de los locales. Una melodía que él no entiende. Una tragedia y una comedia son lo mismo para él en ese instante de tiempo en el que camina, con exagerados y tal vez algo extraños movimientos.

Se ríe de las estrellas en el cielo que permanecen quietas, atrapadas en un oscuro paisaje del que no pueden moverse con libertad, al menos que llegue el final de su tiempo. Se ríe porque su tiempo se ha detenido y la brisa del viento que mece sus cabellos es agradable.

No tiene conciencia del tiempo en el que vive, la forma en la que se mueve, es solo un ente que ha perdido la forma en sus propios pensamientos. No le importan las consecuencias de sus actos, solo el hacer lo que sus impulsos le dictan, como dejar que una corriente dominada por tu propio ser te lleve.

Con los fragmentos de una vida que tuvo dispersos y perdidos muy dentro, no puede sufrir ninguna falta, no puede llorar a ningún muerto. Pero puede matar y disfrutar de querer hacerlo. Pero a veces, bendita y odiada razón, interviene y te hace recordar cosas que no querías o que es mejor haber olvidado. Pero por ahora no está ahí, así que solo sus risas llenan aquel callejón vacío. Y si alguien estuviese ahí, al escuchar como se burla de todo cuanto es, seguramente habría huído de una vez.

Con una mano toma el sombrero de copa que descansa sobre sus rubios cabellos, como si estuviese a punto de presentarle sus respetos a alguien, pero allí aún no hay nadie. El bastón de fina madera, con la punta metálica hace un ruido tan particular al ser chocado repetidamente con el suelo, no de forma exagerada, pero con el compás que le da su dueño. Uno, dos, tres golpes... y silencio.

Se detiene como si fuese una estatua de dura piedra, permaneciendo justo en el medio de aquel que le parece un gran pasillo que le lleva a donde sea. Y después de un rato, su rostro se inclina ligeramente a la derecha. Hay alguien ahí... y su sonrisa se hace más amplia.

De pie, tan quieto como si no hubiese ningún rastro de vida en él. Y había que ser sinceros, estaba muerto, pero podía moverse, podía hacer cualquier cosa y algunos no notarían siquiera la diferencia con uno de aquellos humanos. Pero no todos eran ingenuos y algunos no eran tan humanos en el sentido natural.

-¿Es que lo que siento en vuestra alma es miedo? -Preguntó con una voz grave en un volumen bajo, moderado pero lo bastante audible para la mujer que estaba a unos metros de él -Debería... debería... Depredadores, ambos lo somos -Por fin dejo que los músculos de su brazo se moviesen alzando el bastón apuntándolo hacia ella -¿Estáis perdida? Vuestras pupilas bailan al mirarme ¿Es temor o tal vez reconocimiento? - Sus pasos, ligeros como una pluma le llevaron aún más cerca, tanto como podía, quedando a centímetros de su rostro.

Largos cabellos castaños y en su mente se removió algo, las pestañas y sus labios femeninos. Retrocedió antes de que ella se asustara -¿Necesitáis que te muestren el camino, alma errante? – El camino que guiaba a la nada, o tal vez a un lugar específico. Todo y nada, no había diferencia. Vida y muerte. Todos habían sido destinados a ambas -¿Le temes a la muerte? – Podía olerlo, escucharlo, sentirlo, en la temperatura de su cuerpo, en el latir de su corazón y le gustaba, ese ligero tinte, la mezcla de emociones en ella, era como si viese a un animal, sin saber a cuál, uno fuerte, sagaz. Tal vez era su imaginación.

-Un niño ... –murmuró  ladeando el rostro y moviéndose a su alrededor apenas tocando el suelo –¡Un niño! –Dijo riendo al detenerse. Él no lo entendía, pero lo intuía –Tienes el olor de los infantes impregnado en tus vestidos - Dijo alzando el dedo índice señalando hacia el cielo con una expesión como quien descubre algo interesante –Tienen ese sabor dulce – Se encogió de hombros –Eso es lo que dicen – No había bebido de ellos, casi siempre, cuando la sed le agobiaba, pensaba en que debía ser algo diferente, atacaba hombres o mujeres sin importarle quienes fuesen o lo que habían hecho, pero nunca se había llevado la vida de un infante entre sus manos. Era porque algo le recordaban estos que no le agradaba.  Porque su cordura quería volver cuando les observaba a los ojos, algunas veces en ellos había más crueldad que en la de los mayores, pero también había esa ingenuidad, esa inocencia de la que hablaban. O algo que al menos, no le agradaba del todo, porque se removía eso que intentaba mantenerse en los oscuros rincones de su mente. Los niños pequeños, le molestaban, er seguro.

Bufó tras un cambio en sus facciones. No tenía necesidad de beber y su mente se desviaba en otras cosas hasta que su cuerpo le pedía alimentarlo para no debilitarse. Giró el bastón, haciéndolo chocar con el piso justo como antes, haciendo un semicírculo en el aire –Mi nombre es Aaron – Dijo haciendo una reverencia  como la que había hecho a la nada, esta vez a la cambiaformas delante de él, pero su mirada se había mantenido en todo segundo en aquel rostro. De nuevo aquella mueca que era como una sonrisa hizo torcer sus labios de forma ligera.

No había dicho nada, no porque no hubiese pasado algo por su cabeza, era solo que se había olvidado de pronunciar las palabras, pero claro que hubo claros gestos en su rostro. Una sonrisa apenas ligera -Elegir lo más conveniente, sin duda no eres solo una persona sin sentido común - Dijo cuando le vio alejarse -Aburrido dice la señorita, tan aburrido probablemente como ella misma, puesto que quien aburrido ve a quien acaba de conocer algo esconde entre las líneas -Se había quedado en su lugar, viéndole desde ahí por un rato antes de tirar su sombrero.

-Me ha dedicado apenas una mirada ¿Es entonces de los que cree que puede medir a a un hombre por su apariencia? si fuese así pobres de los que parecen débiles y no lo son, justo como usted que esconde las garras y huye del peligro. Inteligente, pero sabe...- Dejó la frase al aire mientras veía en otra dirección y le hizo una seña de que escuchara -... No siempre es bueno... -Asintió como si dijese algo con mucho sentido y en un susurro cual secreto fuese. Puso cara de sorpresa y se levantó ligeramente del suelo como caminando en el aire para ir hacia ella.

-Aburrido puedo ser, aburrida también es usted -Se encogió de hombros - Quien con aburrimiento ve, es porque no tiene nada y nada lo entretiene -Hablaba sin prestar demasiada atención a las palabras, era más su mirada, con ese dejo de locura. El no era un vampiro que se sabiese como tal. Lo que hacía era más porque su mente ya desconocía el límite de lo que podía o no hacer. La realidad era al modo que quería, eso pensaba. Si él creía que los elefantes eran rosas, según su razonamiento lo serían. Todo era percepción y la suya no recordaba lo que había sido ser humano, si bien lo había sido apenas un par de años atrás. Pero no era tonto, aún tenía instinto, aún había esa vocecilla en su mente que le advertía muchas veces el peligro, cual animal, no iría a ponerse frente a algo que su naturaleza le dictaba era más fuerte. No quería morir, si bien ya lo estaba y hubiese preferido esa salida si lograba recordar.

Suspiró viendo a algún punto, como si realmente hubiese algo que pudiese requerir su atención. Claro que entre ese algo y él parecía haber paredes y construcciones. Regresó la mirada a ella y esta vez la observó con detenimiento. Había algo en las mujeres a veces que le causaba alguna especie de nostalgia y muchas veces, por no comprenderlo eso se convertía en una especie de repudio, en un delirio que le hacía querer alejarse, pero a veces, solo a veces, removía la curiosidad sobre algo que ya no podía intentar recordar de forma consciente.

Hizo un gesto como si estuviera exageradamente sorprendido, luego sonrió y negó con la cabeza –¿Mi especie? Son ideas suyas… Porque de esto yo no sé nada… ¿Yo? Soy tan ruin y tan mezquino como lo puede ser cualquier persona que camine por las calles. No me malentienda – Le observó con curiosidad, no tenía idea de porqué se veía las manos de esa manera, la aceleración de su pulso, realmente no veía la real razón pues no sabía de esa lucha interna –Soy un monstruo, pero todos lo somos… - Había  implícito en ello la culpa de lo que lo mantenía en ese estado. No por las muertes reciente ni por algún asesinato cometido por su mano.

De vampiros, de vampiros sabía tanto como lo que le dictaban ahora sus instintos, que debía alimentarse, con determinada frecuencia, que podía moverse de esa manera o hacer cosas que antes no podía… pero todo había surgido, nadie le había dicho lo que podría o no hacer, así que sabía tanto como eso y no le interesaba conocer más de momento –Parece tener una cierta predisposición ¿No es así? Es que usted es la que me diferencia ¿Soy realmente igual a los otros seres que habitan en la noche? – Quería saberlo, pues no se encontraba con ellos por lo regular, no solía cruzar palabras ¿para qué? –Es usted la que me mete en el mismo concepto, no yo, así que dígame… ¿qué es lo que ve?- Sonrió y acercó su mano a ella para tocarle con un roce de sus dedos la mejilla. ¿cómo veían a los que eran como él? Muertos sin estarlo, alimentándose de los que si poseían la vida aún en su sangre.

Observó su mano, tomándola con la suya. Tan cálida, tan suave, tan parecida a la de una persona que estaba enterrada en sus memorias que quería siguieran perdidas -¿Mostrarme?-Su voz sonó más suave y regresó a ver sus ojos directamente -¿Puedes verlo en mí entonces? Sentirlo, tal vez…- No entendía a qué se había referido, pero igualmente ahí estaba, atraído hacia ella por esas palabras.  Su voluble estado estaba poniéndole atención a la mujer frente a él porque no la entendía ni un poco, lo cierto es que probablemente no entendería a nadie cuando no tenía idea sobre sí mismo ahora.