no todo lo que brilla es oro (Amser Deligt)

La noche estaba realmente tranquila, no había mucha gente a lo largo de la calle que estaba vigilando, salvo unos cuantos borrachos y poco más. El aire otoñal ya se hacía presente, aunque yo no pasase frío, observaba el caer de las hojas marrones sobre la acera y como los transeúntes se comenzaban a abrigar poco a poco con mayor número de ropajes. Las lluvias eran más seguidas y más copiosas, pero por ello no iba a dejar mi trabajo, y más cuando hacía tiempo que no me habían contratado para un trabajo.

Situado en un tejado alejado de miradas indiscretas, vigilaba una pequeña joyería. Llevaba vigilando a su dueño durante varias semanas, recopilando información, de dentro y fuera de la tienda, amigos, parientes, pareja…, de todo aquel que pudiera estar en contacto con mi objetivo.
Hoy era el día de inventario y recuento de caja del mes; era el día perfecto para terminar con el trabajo, seguramente trabajaría hasta tarde y estaría solo. Me relamí los labios con una sonrisa alegre, todavía notaba el delicioso sabor de la sangre de una prostituta del burdel. Sin perder de vista la tienda, hice mi propio inventario, palpando mi pecho para notar una serie de dagas de plata a lo largo de la correa que cruzaba mi pecho, un par de cuchillos de estilo militar guardados en sus fundas en la parte trasera de mi cadera.
Me pidieron que fuese un trabajo sigiloso, pero a la vez se tenían que dar cuenta de que era algo personal, por lo que tuve que dejar mi oscura guadaña en el armario.
Note como si algo no andase bien, pero por mucho que miraba a mi alrededor, solo podía ver tranquilidad y nada sospechoso, pero aun así ese pequeño hormigueo en la espalda no se iba, y no me gustaba lo que podría ocurrir; así que tendría que ser un poco más cuidadoso en mi trabajo.
Pasado una hora, imagine que ya estaría a punto de acabar, me levante con tranquilidad y sin dejar de sonreír, mire al cielo oscuro y cubierto por nubes que tenían todas las ganas de dejar caer el agua que portaban. Me di la vuelta y baje del tejado utilizando las paredes cercanas de un pequeño callejón cercano.

Una vez en la calle, me acomode mi gorra, me subí los cuellos del abrigo para esconder mi rostro de cualquier mirada indiscreta, y comencé a caminar con las manos en los bolsillos del abrigo con dirección a la joyería. Mis pasos resonaban a lo largo de la calle a coro del resto de habitantes que poblaban en esos momentos la calle en cuestión.
A lo lejos vi como mi objetivo salía de la tienda, cerraba su establecimiento, se acomodaba en su cálida ropa y comenzaba su andanza con dirección a su casa.

Mientras caminaba hacia mi objetivo, note como algo no iba bien, algo, no sabía muy bien que era, clavo sobre mí una mirada que no era grata, sin inmutarme ante la situación tenía que pensar rápido y bien. Así que alce mi mano y le grite al mi objetivo con voz alegre y despreocupada – perdone – le pregunte alzando mi voz; a su vez este hizo caso omiso, pero volví a insistir – perdone señor, una pregunta por favor – esta vez salí corriendo ligeramente y a trompicones mientras le volvía preguntar – por favor señor, necesito ayuda para llegar a una calle – el hombre se dio la vuelta, y su mirada se cruzó con la mía; era lo único que necesitaba para tramar mi pequeña trampa, por un momento me olvide de la presencia que me había mirado con malos ojos; Pero a cambio pude inducir una pequeña ilusión sobre mi objetivo.
Cuando me acerque al hombre, comencé una pequeña conversación para disimular acerca de mis intenciones. Gesticulaba y sin cambiar mi alegre expresión le hablaba sobre mi situación, al cabo de unos minutos, se lo agradecí y me fui andando. A un par de metros, el joyero seguía mis pasos. La ilusión que le brinde era lo que él tenía pensado hacerme es decir, ir hacia su casa, pero en realidad lo que hacía era seguirme tranquilamente como una oveja descarriada.

Andamos varias calles en dirección a un oscuro callejón que conocía por esta zona de la ciudad. Cuando llegamos al susodicho callejón, yo pase de largo y apoye mi espalda, con los brazos cruzados en la pared que hacia esquina con el callejón esquina. El dueño de la tienda de joyas, si saber que era lo que le iba a ocurrir entro en el callejón por su cuenta. Espere unos cuantos segundos y los seguí para sumergirme en la oscuridad. Pero antes de que pudiese perderme entre las sobras, una flecha silbo y atravesó el aire, con el rabillo del ojo la vi acercarse; gracias a mis reflejos pude atraparla con facilidad –mierda – pensé con rabia, aquella presencia tendría que ser la responsable, o eso quería creer. Con la rapidez de un rayo me metí en el callejón, y golpee la nuca del joyero para que quedase inconsciente en el suelo. Yo aproveche para alzarme en un punto alto y al fondo del callejón para tender una trampa al extraño que intentase entrar en el callejón.

Me coloque en un pequeño alfeizar de una ventana que, aunque extrañamente daba al callejón. Me tranquilice para eliminar mi presencia y cerré los ojos para detectar las diferentes auras que había en el lugar. Detecte un par de vampiros junto a unos humanos, un licántropo que no terminaba de saber qué hacía, y un cambia forma –ts, justo esta noche – pensé con algo de amargura. Mientras estaba oculto en mi improvisada atalaya, con mi mano izquierda palpe las dagas que tenía en el interior de mi abrigo a esperas de utilizarlas.

El callejón estaba demasiado en calma, y eso era algo que no me gustaba, pero nunca me meto en ningún lugar si no sé cómo salir de ahí con facilidad para salvar la vida. Agudice el oído para escuchar todo aquello que me rodea, pero lo único que llegaban a mis tímpanos era el eco de las charlas y de los golpes de los zapatos contra el suelo empedrado de la calle, algún perro, y un carruaje.
Estos momentos era en los que el silencio de la calle parecía el más ruidoso de los sonidos. Continuaba al amparo de la oscuridad de mi improvisada atalaya a esperas de que alguien apareciese. Aunque si de verdad aparecía alguien, muy novato tendría que ser para intentar cazar a un cazador siendo tan poco cauteloso.
 
De repente escuche el accionador de un disparador de una ballesta, o eso imagine, la flecha silbo con rapidez a través del aire, aunque no tuve tiempo de esquivarla, pude mover mi cuerpo para que la flecha impactara sobre mi muslo izquierdo. Al ver el ángulo con el que el proyectil vino hacia mí y la rapidez con la que llego, estaba seguro de que mi enemigo estaba situado en el tejado de la casa de enfrente.

Con rapidez me moví para subir al tejado de la casa donde estaba apoyado, los dos edificios estaban a la misma altura, así que ninguno de los dos tendríamos la ventaja de la altura. Me escondí detrás de las chimeneas humeantes del edificio; con la espalda apoyada en la pared de la chimenea, agarre la saeta y tire con fuerza. El dolor hizo que apretase los dientes con fuerza, pero al momento ya no había nada más. La herida se cerró con rapidez, volví a concentrarme para sentir las auras de las personas, y en el tejado divise la mancha de un aura de cambia formas. Aunque no sabía qué tipo de animal seria, opte por ser más precavido, arroje la flecha a una esquina, me arranque una manga y la deje en la chimenea en la que estaba situado, y utilice el humo que salía de las chimeneas para moverme por el oscuro tejado; con eso posiblemente confundiría olores, al estar separados por todo el lugar. En otra deje mi abrigo y me escondí en otra un poco más al fondo, esperando los movimientos de mi enemigo con unas dagas en la mano y el cuchillo en la otra.