La Loba y La Rosa [Aldebaran Ballester]

-!Mi señora, ha llegado¡- La joven, andaba corriendo por la gran mansión, había sido una de las mas nuevas en llegar a trabajar para Danna, una novicia, y como asi, se había olvidado claramente de la más importante norma – después de una noche de luna llena, no molestar a la duquesa, hasta que ella propiamente, se levante y requiera los pertinentes servicios- Si tenía suerte, no haría nada en consideración de su desacato, y por el contrario, la echaría. Se es sabido de la Duquesa de Escocia, que es ante todo una gran dama, compasiva y alegre. Esas palabras, consiguen calmar a los nuevos, hasta que rompen la más sagrada normal. La joven seguía buscando a la joven duquesa, cuando al fin, Danna, alertada por los gritos y pisadas aceleradas, como el abrir y cerrar de puertas, se levantó de mala gana, encaminándose hacia la culpable de su ajetreado despertar.

-Que es este griterío, verseau?- Preguntó soñolienta, mirándola, en cuanto la joven se apareció por el pasillo de su dormitorio- Tiene suerte de que viva solo yo en esta residencia, mi madre ya habría aclamado a los cuatro vientos su ineptitud, con estos gritos, que no son propios de las damas- La joven criada se quedó sin habla, mirando a su señora, recordando, la conversación que ayer mismo, tuvieron todas las jóvenes criadas y mozos nuevos, en donde, se especificaban las normas, todas en sintonía, con la aparición de la luna llena. Danna, que vio en el rostro de la joven la culpabilidad, se río suavemente – ¿que tiene ahí?- se refirió al sobre que llevaba en la mano, la joven volvió la mirada al sobre y rápidamente se lo entregó – este era mi motivo de mi ajetreado revuelo, apenas hace unos minutos, llegó el cartero y trajo esta carta de suma importancia, pensé que le urgiría...- le entregó la carta y en una reverencia se alejó.

Danna miró la carta y la abrió. Era una citación para verse con el Conde de España, dueño de una de las más grandes e importantes mercados mercantiles, del mundo. Escocia tenía que abrirse a otros mercados, y eso requería, esfuerzos de todos los nobles del País. Ella sería la encargada de visitar y obtener el compromiso o palabra del joven conde, así como solicitar su ayuda, en problemas, personales. Por toda Escocia, la deliciosa miel de los Dianceht, se vendía, como caramelos a los niños, y quizás ya era hora, de extender su producto. No por algo los Dianceht se les consideró en sus momentos, unos duques muy dulces. Danna río, Sin duda alguna, había sido escogida por su buen trato hacia las personas, y el ser la más bonita de Escocia. Del conde se hablaba poco, pero lo que había llegado hacia ese remoto País, era su bello y fino rostro, sus exquisitas maneras y su gusto por las bellas damas-unas excelentes habladurías.-

Antes de que la joven sierva, desapareciera, la paró – Ve y reúne a los caballos y al cochero, hoy mismo me dirigiré a España, y envíame a alguien que me ayude, a empaquetar mis cosas-
-Si señora- la joven se apresuró y se dirigió a despertar al cochero y a ordenar de parte de la Duquesa, el ensillamiento de los caballos para el carruaje, mientras una compañera, subía a atender y a empaquetar los objetos y ropajes de la Duquesa. Danna observó el procedimiento, sentada en su escritorio, escribiendo una carta a un reconocido hotel, en el que se hospedería en su visita, si los nobles de España, le negaban dicha cortesía. En poco tiempo, todo estuvo preparado,en esta ocasión al ser un viaje largo, había escogido el carruaje más pequeño, ya que así, pasarían mas desapercibidos por los peligrosos caminos y ninguna compañía, prefería ir sola.

- Está seguro de no llevar a nadie más con usted, duquesa?- la mano de la ama de llaves, se cogió al brazo de la duquesa, parando su avance al carruaje. Danna sonrío y se giró hacia la que desde la muerte de sus padres, había sido su familia más querida – No te preocupes, si somos pocos, iremos más rápido y pronto pasara el adusto peligro de los caminos. No creo que nos encontremos con problemas de ningún tipo- le besa en la mejilla, cálidamente y con la ayuda de uno de los mozos, el que le ofrece su brazo, sube al carruaje. -Vámonos, España nos espera- El cochero, asintió ante sus palabras y al paso de los caballos, se alejarón de la mansión, de Escocia, dirigiéndose a la espectacular España.

Acomodada en el pequeño carruaje, acababan de partir desde la posada Saint Clair, sin la sospecha de ser de la realeza, al viajar en semejante carruaje viejo y pequeño, al no ir acompañada y por ultimo, el ropaje barato que Danna llevaba, intentando así, pasar desapercibida, como una dama más. Y así, lo había logrado, llevando ya cuatro noches fuera de su patria, entrando al fin, con alegría, a las tierras españolas. La duquesa había dormitado en tres posadas de caminos, en donde se había encontrado con gente humilde, y viajeros extranjeros, que animados en la noche, le habían recitado y contado las miles aventuras y desventuras de su paso por esas bonitas y traicioneras tierras. Danna, como una joven mas, había sido considerada en cada conversación, y los jóvenes caballeros, cortésmente, le habían cedido la palabra, quedando prendidos de su fluidez y soltura al hablar – Usted, mi lady, nos asombra- dijo un caballero- Estamos sin ninguna duda, ante una conversadora innata, lo lleva en la sangre querida. Decidme, habéis estudiado en alguna reconocida escuela? O su institutriz, tuvo algo que ver?- insistió el caballero, Danna sonrío y negó, ocultándoles la verdad, escondiéndose en su papel- me temo mi señor, que no he sido bendecida con tal suerte, mis padres solo son unos nobles escritores, que se han pasado media vida recorriendo mundos. Crecí en una casa, sin mayordomo y menos sirvientas, y por finalizado, mis padres no pudieron conseguir institutriz- los hombres la miraron, algunos tristes, viendo el potencial de la joven dama, el que carecería todavía mas, si hubiese tenido la fortuna y la suerte de su lado – Mi padre decía que la suerte la tuvimos en no coger una institutriz para mi persona, siempre se queja de mi charlatanería sin pausa, en la hora de la tarde, cuando todos yacemos descansando en el salón.- se rió y los caballeros, imitaron su bella sonrisa, que hacia enternecerlos a todos. Uno de los más jóvenes de los tres, que se sentaban a su mesa, la miró curioso – y nunca se quiso presentar para maestra o hasta, por que no? De dama en la corte española- Danna abrió los ojos sorprendida y río suavemente – me temo que me apreciáis mas aptitudes que las que yo misma me confío, he de decir en vuestra defensa, que mi madre lo intentó, pero sin éxito.. Yo no podría quedarme callada, ni mucho menos! Mi lengua entorpecería las buenas maneras de las reales cortes- comento en ademán tranquilo, reclinada en su silla, disfrutando de la conversación amena, con los jóvenes y no tan jóvenes caballeros. – Insisto, en las cortes españolas, se ven las damas mas bonitas del reino, y dicen malas lenguas que del mundo entero, y usted, tendría que ser resguardada en ellas, bailando, asistiendo a la mismísima reina de España, y por que no…- la miró pícaro- encontraros un noble joven, y ser su esposa…cualquier hombre, seria feliz de teneros, mi lady.-
-Dejad de monopolizar a la dama, señor Deberaux-dijo otro, interrumpiendo su conversación.

Todos rieron y prosiguieron conversando, hasta que pasadas las doce de la noche, el cochero, tras descansar en su habitación, fue a buscarla, para proseguir el viaje, esa misma noche, que con suerte llegarían a su destino. Al llegar al lado de Danna, tosió para atraer su atención, enseguida sus miradas se encontraron y imperceptiblemente, él asintió levemente con la cabeza, indicándole que ya era hora de la partida. Danna se giró hacia los caballeros y les sonrió, disculpándose – Me temo que llegó mi partida, disfrutad de lo que quede de velada señores, ha sido un gusto contar con vuestra presencia en mi mesa- se levantó y con ella los caballeros, que educadamente, hacían lo correcto en cada momento. – El gusto ha sido nuestro, mi lady- El llamado Saint, le cogió la mano con suavidad, y la besó- espero que el camino os bendiga, y no encontréis peligro alguno en vuestra partida-
-Me halagáis con vuestras atenciones, y deseos de buena suerte. Os deseo a todos y a cada una, la mas dichosa de las suertes- en una reverencia, finalmente se alejó, observando las demás mesas, en que a parte de ellos cuatro, había una mesa con un grupo de seis hombres, que en susurros, hablaban entre ellos. Danna, tuvo un presentimiento, algo no marchaba bien, como si, sus instintos mas primarios de su bestia, le avisaran, del inminente peligro, del que sin la luna llena, no podía salvarla. Con esa sensación y los leves susurros de esos extraños caballeros, se marchó de la posada, volviendo al carruaje, en el que, esperaba, encontrar la paz, que aturdía a su corazón.
- No me dan mala espina señora- comentó el cochero, al ayudar a la dama a subir al carruaje. Ella asintió, completamente de acuerdo – será mejor que nos marchemos con prisa de este lugar- las puertas se cerraron tras ella, y en pocos segundos, el carruaje arrancó de nuevo, volviendo a ella, el retumbar de las ruedas contra el suelo, martirizando su fino oído.


Más acelerados que tranquilos, los caballos avanzaban con prisa y elegancia por el camino de tierra, rodeados de un espeso bosque, que los rodeaba. Llevaban dos horas por el camino, aún les quedaba un poco, y llegarían sanos y salvos, a Francia, donde se daría allí la reunión con el conde. Danna recostada en el incomodo asiento, dormitaba tras pasar los últimos días sin apenas conciliar el profundo sueño. Sus presentimientos no cesaban, desde su primer día de partida, notó que las cosas no saldrían bien, que algo les deparaba el destino, en ese viaje. ¿Pero el que?.
En un sueño ligero, bruscamente se despertó cuando tras una aceleración de los caballos, hicieron removerse el carruaje, despertándola de su ensueño. Enseguida activó sus sentidos y pudo sentir claramente los seis caballos y sus jinetes, que los perseguían, rodeándolos.
-¡Parad el carro, o juramos solemnemente que no dejaremos pie con cabeza!- gritó uno, mas cerca de lo esperado. Se oyeron de fondo las risas de los demás, celebrando anticipadamente el botín que iban a llevarse. Danna rugió en su fuero interno, no podía descubrir su fuerza delante de su cochero y menos de seis rufianes con armas. Solo contaba con sus garras, sus fauces y su velocidad y fuerza sobre humana, pero nada de eso, impedía, que si te clavaran una espada en tu flanco, no se muriera. Horrorizado, el cochero frenó los caballos, al ver como le aparecían dos de los que les perseguían por delante del camino, borrándoles el paso.
-Lo siento señora..- oyó Danna que mormuro, su cochero por lo bajo. – Es lo mejor..-susurró ella sin saber si la había oído, cuando dos de esos rufianes irrumpieron en el carruaje, y cogiéndola fuertemente del brazo, haciéndole daño, la sacaron como un burdo animal.

-¡Soy una dama, exijo que me respetéis!- grito ella, removiéndose del agarre de los dos hombres.
Los hombres divertidos, aún le hicieron mas fuerza, mientras el otro le cogía de los cabellos, provocando que Danna, alzara la mirada hacia la de él. – Te estarás quietecita, si no quieres que nos propasemos con una dama tan bella como tu y luego dejemos su cuerpo para las bestias- cogió un mechón de pelo y lo olió bajo la asqueada mirada de Danna – delicioso vuestro aroma, noble dama. ¿Sabéis que las damas que mienten, van al infierno, señora?...Haríais bien en recordarlo, después de mentir sobre vuestros orígenes-

Se quedó de piedra, conteniéndose de arrojarlos a todos, manteniendo su papel de dama en apuros, ya que si no, la situación se encontraría a la inversa, ellos corriendo de ella. El hombre seguía oliendo su cabello, haciendo caso omiso a la mueca asqueada de Danna. A su alrededor, un hombre mantenía al cochero, los demás, abrían bolsas, mirando el interior de ellas.

Por suerte en este viaje, no había llevado mas que lo necesario.

Danna miró bocabierta, el desarrollo de la escena, en donde, los delincuentes no cesaban de remover toda su ropa, buscando incesantes algo de oro o de valor, a parte de los costosos vestidos que en ellos llevaba para el viaje, los que parecía, no obstante, no interesarles. El hombre que la llevaba cogida del cabello, le repugnaba, al sentir sus manos, lentamente recorrer su cuerpo, ante una desesperada mirada de su chofer, quien se encontraba en el suelo, impotente, viéndola, sin poder hacer nada. Danna suspiro para sus adentros calmándose, o su bestia arremetería contra el hombre, y ya se podía dar hombre muerto o comida de alimañas, una vez terminara con él. - ¡Jefe!- gritó uno de los jóvenes, echando a un lado el ultimo baúl - ¡Aquí no encontramos nada! ¿Qué hacemos ahora?- su tono era derrotado y furioso. Se habían creído que seria un botín magnifico, y no habían encontrado nada más, que migajas para calmar su sed delictiva. El hombre que la sujetaba, el capitán de esos bandidos, río gravemente, con un tono divertido. – La secuestraremos…- expuso tranquilamente, volviendo a atizarla del cabello, haciéndola jadear de dolor.- Te secuestraremos, y pedirán un rescate elevado por su gracia…señorita, y hasta quizás nos divirtamos hasta que llegue el momento de tu dulce partida-le habló al oído, lujuriosamente, con voz suave, intentando sonar seductor. Danna se quedó estática, y ante su tono horripilante y ultimas palabras, escupió en el suelo, en clara señal de negación – Usted no tocara un solo de mis pelos, se lo puedo asegurar, ser abusador- habló con voz clara y alta, ante la mirada de su chofer, que le pedía con la mirada, precaución con ese hombre, y de fondo las risas de los delincuentes, que contemplaban divertidos, su rebeldía. Danna sonrío en sus adentros, si llegaban a secuestrarla, nada le impediría ya, arrancarles la cabeza a todos, y matar al vil hombre, que la mantenía sujeta contra él, que en su voz denotaba ser un ser sin escrúpulos. Seguramente estas situaciones no sean nuevas para él. Pero si sigue, cavara su propia tumba…pensó Danna, haciendo caso omiso al nuevo tirón que la hizo alzarse de puntillas. Contra su cuello sintió el aliento del hombre, preparando para decirle algo a sus palabras, cuando de la nada, apareció una voz y grave irrumpe en el lugar, dejando a todos los villanos helados, al reconocer a la leyenda del lugar.
 
Empezaron a preguntar quien era, hasta que bajo las sorprendidas miradas de todos, algunos villanos fueron cayendo, quedando pocos en pie.- Dos y quedan cuatro… Jhm jhm jhm-susurró la voz, saliendo al fin a la luz, revelándose un joven caballero, de parecido con un guerrero. Un manto negro en forma de capa, le cubre por entero su ser, resguardando sus ojos, por un antifaz azabache detallado en oro. Al instante lo reconocieron, le llamaron Rosa Negra, y en apenas unos minutos, moviéndose ágilmente y poderoso, consiguió reducir a los delincuentes, hasta que solo quedó el que la sujetaba, que muy cobardemente, ahora amenazaba con un cuchillo en su cuello. –!Si das un paso más juro que la asesinaré¡- Juró. El llamado Rosa Negra, río sin miedo y lanzándole una rosa, que se clavó en su mano, provocando que así, soltara el cuchillo, se le acercó y aviento a Danna del lado del hombre.

-… ¡No quiero volver a verlos rondando por aquí! Se los advierto, no habrá una próxima vez para ustedes!- amenazó pateándole, llevándole lejos de Danna y su chofer, quien se había reunido con ella, al sentirse al fin libre y verla libre a ella. -¡¡¿ENTENDIDO?!!- Inquirió el enmascarado, al que el delincuente asintió, y cayó momentáneamente al suelo, inconsciente tras recibir un puñetazo. El enmascarado riéndose se fue alejando, mirando a Danna por encima del hombro, hasta con una candente y descarada frase, desapareció por el camino, convirtiéndose en un espejismo.

El chofer a su lado, contemplaba absorto y sorprendido, por donde el joven héroe había desaparecido triunfalmente. – Descarado…-mormuró Danna divertida y agradecida por su enmascarado liberador. Con una sonrisa en su rostro se giró, hacia el carruaje, en el que por suerte aún montados en él, permanecían los caballos, todo y que inquietos, y nerviosos, y los ropajes de tanto ella como de él, tirados en el suelo. Suspiró al aire- tendremos que arreglar ese desastre antes de nada- El chofer asintió y se pusieron manos a la obra, recogiendo cada sucia prenda y guardándola de nuevo en su correspondiente baúl. Una vez terminaron, volvieron la vista a los delincuentes que aún inconscientes, tirados en el suelo, se encontraban. – Al llegar podríamos avisar a los cuerpos de Guardia de España... seguro que les interesa encontrar a estos delincuentes, mi señora- sugirió el chofer, a lo que Danna asintió – Al llegar iré hacia allá- contesto, y en una leve inclinación de cabeza, el chofer, tras calmar a los caballos, los puso en marcha de nuevo. Despidiéndose del nefasto momento que habían vivido y del misterioso hombre, que le había salvado.
 

***

 
Tras una hora de viaje, al fin llegaron a su destino, tras el accidentado viaje. Recorrieron las calles Españolas, mas en concreto la ciudad de Barcelona, hasta llegar a donde se hospedarían temporalmente, hasta encontrar un nuevo destino o recibir la generosidad de los nobles españoles.
 
Victor, el chofer, se apresuró a ayudar a las sirvientas del magnifico hostal, para el acomodamiento de Danna y sus baúles, lo que solo le llevo hacer en media hora, gracias a su tanta experiencia acumulada, sirviendo a la familia de ella. Danna agradeció con una sonrisa a todos, y se encerró tras despedirse, en su estancia. Donde, cansada, pero revuelta todavía en su interior, por el encuentro que habían tenido con esos delincuentes y luego con su héroe, se sentó en el marco de una de los grandes ventanales, y suspiró mirando por ellos, observando la vida nocturna de esa grande ciudad, como lo era Barcelona.
 
¿Quién seria ese apuesto y varonil encapuchado? Lo único que sabia de él, era que le llamaban Rosa Negra, y que su grave y profunda voz, nunca se le olvidaría.

Señora, tiene el desayuno ¿os lo subo, majestad?- la voz de Víctor, irrumpió en la estancia, con total seguridad, como la de un sirviente de su señoría, al cargo de ella, durante los últimos años. Danna se removió perezosa en la cama, sintiéndose deslumbrada, por la luz que entró de los ventanales, que Víctor aprovecho para abrir.
-Fue un viaje duro y muy largo- se quejó ella- Que más dará un rato más. ¡Un día mas o un día menos…!- añadió en un susurro adormilada, provocando la ligera risa del señor.
- Sin duda nuestro rey os lo debatiría mi señora. Asuntos urgentes, querida, que no creo que puedas ignorar, os han traído a España- contraataco el fiel sirviente, con una sonrisa, sabedor de que no podría más que levantarse, y acudir a sus asuntos reales, como hacia toda una duquesa.
– Le subiré el desayuno- anunció y en silencio tal como entró, desapareció por la puerta.

El rey...el rey… ¿Quién me pediría a mí ser de la realeza? Pensó desesperanzándose, estirando su cuerpo, quedándose unos segundos más en la cama, guardando en su memoria el calor y confort que proporcionaba un sueño reparador, en una buena y mullida cama. Finalmente se levantó – a regañadientes- si algo era verdad, era que su motivo de tal viaje, no era otro más que profesionales, de importancia real. Detrás de sí, tenía el respaldo de todos los nobles y realeza de Escocia, los que le desearon suerte, y sus elogios, aclamando, que enviaban la más bella, joven escocesa, y que como bien se sabía, lo que decían del conde Español, no era más que lo seductor, afable y mujeriego que era su persona. Y más que nada por eso, habían decidido enviar a Danna, la joven duquesa, que esperaban que encandilara el corazón del joven conde y así, terminaran un acuerdo más que satisfactorio para ambos reinos.

Y lo que me faltaba, encontrarme con un joven conde, que estaría más pendiente de mis labios que en mis palabras, si su reputación le precedía…pensó, encaminándose al fin hacia la silla, de donde colgado, se encontraba el vestido que había escogido para la ocasión.  A mitad de camino, dudó, y se volvió sobre sus pasos, hacia el armario, donde colgados, se encontraban los otros vestidos. Sonriendo ante la idea que acababa de tener, cogió uno de los vestidos, con el que podría hacerse pasar por simplemente, una joven dama de clase alta, y pasó al baño, donde terminó de embellecer su rostro, su peinado y a prepararse, para salir a dar una vuelta, por las calles de Barcelona, antes de verse de nuevo con las formalidades, a las que se encontraba tan acostumbrada y a veces odiaba.

Al salir del baño, con un vestido largo, de color verde, tan diferente al que iba a ponerse para la reunión con el conde, Víctor que había vuelto con su desayuno, se quedó observándola, levantando la ceja confundido – Señora, ese no era el vestido que su señoría acordó para la reunión…si bien mi memoria no me falla- aludió. Danna río ligeramente, sentándose junto a la mesa, donde se encontraba el almuerzo. Tomó un pequeño croissant y lo probó, elogiando el arte artesanal de los cocineros, que deleitaban al mundo, con sus exquisiteces.
 – No se equivoca Víctor, a última instancia decidí postergar el encuentro. En breves escribiré una carta que enviaré con premura, en donde se avise de mi llegada retardada, al haber habido un infortunio en mi camino. Le rogare que me perdone y que llegaré mas tarde de lo esperado- se encogió de hombros, ante la mirada reprobatoria que le dirigió – Conseguiré el acuerdo, pero tras el episodio de ayer, solo quiero perderme por algún parque de esta grande Barcelona, y respirar aire puro-
-Le entiendo, mi señora... pero apúrese en su paseo, no queremos que el conde, reniegue de su presencia, solo llegar su señoría- Danna asintió tras esas palabras, y el joven sirviente, que mas que sirviente era su empleado, tras una reverencia, la dejó sola terminando su desayuno.

Sin mucha hambre, acabó en un par de minutos su desayuno, y tras unos últimos arreglos, donde requirió, dejarse el fino cabello largo, suelto, a su espalda, cayéndole por los hombros, unos mechones, dejó decidida la estancia, en busca de algún joven caballero, que le hiciera de emisario, y llevara una carta al conde, con su disculpa de la demora en su reunión. En el hostal, se comprometieron a hacerla llevar en ese momento, junto a un joven que iba a hacer unos recados y tenía que pasar cerca de donde se iba a reunir con el conde. Agradecida, le dio al joven emisario una bolsita con monedas de oro, por sus molestias. Tras la partida del joven, salió del hostal y se perdió entre la muchedumbre de las calles, que a esas horas de la mañana, se llenaba de gente y de pequeños comercios.

Alegrándose de poder pasear como una más, en esa bella ciudad, decidió acudir a uno de los grandes parques de la ciudad, donde un gran lago con hermosos cisnes y otras aves, permanecían allá, creando de ese parque, un sitio cautivador.
No tardó mucho en llegar, por suerte, el hostal se encontraba a poco tiempo de allí, y en un muy breve tiempo, se encontró entrando en el ajardinado parque. En silencio y recreándose en el silencio del lugar, y el canto de los dulces pájaros, que se mecían entre las ramas de las grandes acacias, y otros árboles, siguió caminando, recorriendo uno de los senderos del parque, hasta llegar, donde se posaba el hermoso lago.

-Que bello es este lugar..-susurró apenas perceptiblemente, completamente cautivada por la majestuosidad del lugar. Se dirigió hacia la orilla del lago, donde se sentó admirando el paisaje que se abría ante sus ojos, tan parecido a los parques de Escocia, solo que con menos vegetación. A su lado, un pequeño cisne reposaba, con la cabeza escondida en su plumaje, dormitando. La duquesa sonrío y así estuvo un buen rato, hasta que unas pisadas, irrumpieron la calma. Alguien había entrado como ella, en ese parque. Quizás huyendo de los quehaceres de la vida quotidiana, quizás buscando solo un momento de paz y tranquilidad.

Danna se encontró sonriendo ante unos bellos cisnes que jugaban a perseguirse por las aguas del inmenso lago, mientras sus oídos se encontraban en sintonía con los alegres pasos de quien fuera que se acercara, hacia el lugar. Por sus finos oídos y la cadencia de esos pasos, podría aventurar-se a confirmar que eran de un joven, pero hasta que no estuviera ante el joven paseador del parque, no podría asegurar nada. Contemplando sentada las aguas y las vidas que allí se regodeaban, la brisa otoñal jugaba con sus hebras, en suaves caricias. El sol caía ya sobre el paisaje, y sobre su blanca piel. Suspiró al comparar las morenas pieles de las españolas en verano y la suya, que por más sol que tomara, solo adquiría el precioso color de los melocotones, un leve rojizo. Desde siempre su nívea piel no había conocido más color que el blanco o como mucho, sonrojado. Se colocó un rebelde mechón de cabello tras su oreja y cogiendo una piedra del suelo, la tiró en el lago – lejos de los cisnes y criaturas que allí moraban-, creando suaves ondas en el agua.
 
Contempló las ondas, acordándose de los paseos de niña con sus padres, en los que visitaban el parque natural de Escocia “Green Parc”, y cuando llegaban a uno de los ríos que por allá corría, se sentaban en la sombra de los árboles y jugaban a ver qué piedra hacia más ondas en el agua. Por norma general ganaba siempre su padre, pero a medida que fue creciendo, su habilidad también fue en alza, hasta que finalmente lo ganó. Aún podía escuchar la risa de su madre. En sus labios se dibujó una triste sonrisa y suspirando, con la mirada perdida en la lejanía, se dio cuenta de que los pasos seguían y que se dirigían hacia donde ella se encontraba. En muy breves instantes, le llegó el olor a humano, un masculino olor, con un toque de perfume. Sonrió al escuchar sus pasos más apresurados hacia ella, en cuanto la diviso en la lejanía y como este se acercaba a ella.

Aún a sus espaldas, el joven habló con un tono grave, seductor y muy español. La sonrisa en su rostro se amplió mas al escuchar las palabras del joven, hasta soltar una dulce risa, sonrojándose-  Usted es un claro ejemplo de la fama de los españoles, señor...¿A caso, hacéis de un juego, el sonrojar a jóvenes extranjeras?- El joven se encontraba ya a su lado, por lo que giró la vista hacia él y le sonrío ligeramente sonrojada – Soy Danna Diante- se encontró mintiendo sobre su nombre, ya que actualmente, mucha gente ya conocía su visita a la bella ciudad, y no gustaba de ser descubierta, no todavía. Observó el joven, reparando en sus bellas y atractivas facciones y en sus cautivadores ojos, que no hacían más que contemplarla. Levantándose de donde se encontraba, se alisó el vestido y se volvió de nuevo al joven español.

Le sonrío – El gusto es mío, señor- dijo sincera y sonrojada, dando gracias a que el sol le daba en su rostro, y quizás el joven no fuera consciente del enrojecimiento de sus mejillas. -¿Acostumbra a pasear mucho por este lugar? Solo pasar por la entrada, no he podido resistirme a la belleza mágica de este inmenso parque- comentó intentando desviar la atención del joven, de sus ojos, y sus mismos pensamientos de la sonrisa del bello español, que la lucía como un canario, alardeaba de su canto.

Se sonrojo ante sus bellas palabras y bello rostro que tenía delante. Aquel joven mostraba una seguridad y belleza masculina, que muy pocos tenían. Controlando el sonrojo de sus mejillas, las que adquirían un bello color a melocotones, le sonrió – debe de tener mucha faena si es así, si su vida es sonrojar a bellas damas, por aquí en España he visto doncellas muy bellas y si a todas debe de sonrojar…ya dispone de tiempo para sí mismo?- le sonrío – le ocupara mucho de su tiempo hacer esas acciones, alegrar la vida a tantas bellas jovenes- rio dulcemente y observo como el joven le depositaba un sutil beso en la mano, correspondió a su reverencia, asombrada de que en España hubieran jóvenes así, tan apuestos, tan caballerosos..Y seductores.

Observó el joven quien para su asombro negó pasarse mucho por ese bello lugar, constatando la acción del destino, a lo que ella correspondió con un asentimiento y unas palabras – Entonces creo que es destino nos quiso unir en este bello paraje- comentó sin dejar de observar al joven apuesto- el destino y sus poderosos designios...- añadió tras pararse unos instantes escuchando al joven y sus palabras. Asintió finalmente a sus palabras, era nueva por España, y tras las reuniones con el conde del país no sabía si tendría tiempo para conocer la bella ciudad – Me encontraría muy feliz si me enseñara Barcelona, no dispondré de mucho tiempo y me gustaría aprovechar mis paseos para conocer lo más que pueda-

Sin pensárselo demasiado, aceptó el brazo, pasando el suyo contra el ajeno, aceptando así la proposición de Carlos a enseñarle el lugar y a refrescarse en algún recóndito lugar- Habéis dado con una de mis necesidades, pese a mi blanca piel, estoy acostumbrada al sol, lo que no negaré es mi necesidad de refrescarme ¿siempre hace este calor?- preguntó echándose a caminar junto al joven, dejándole a él de guía para salir del parque, mientras se deleitaba con las ultimas vistas de ese bonito prado y de su  caminito que recorrían perlado a los lados de bellas flores. De reojo observaba de él, cayendo en sus finos y masculinos labios, los que dibujaban una sonrisa, haciéndolos más apetecibles. Suspiro ligeramente y volvió su mirada al frente en espera de su contestación, cayendo en que el olor, el perfume del joven le recordaba a alguien, pero sin caer en quien. Hasta que no aclarara los asuntos que la habían llevado a España no se sentiría tranquila y esa intranquilidad perjudicaba a ella y a sus sentidos de lycan, los que en cualquier momento podría necesitarlos al cien por cien de su capacidad.

Dejó de pensar y se centró en el joven que tenia al lado, el seductor español y bello Carlos Diaz... si todos los españoles o el mismo conde fuera así, se encontraría en problemas, pensó riéndose para sí misma, para luego clavar la mirada en él de nuevo – y decidme.. Si no suele pasear por este lugar ¿Qué le llevo a hacer tal cosa? ¿El canto de una sirena quizás?- pregunto en una sonrisa divertida clavando sus verdes ojos en los ojos ajenos, cautivada por la belleza innegable del joven español, quien creaba de cada mirada, un punto de seducción.

Con la mirada agradeció al joven el refresco, el que inmediatamente fue abierto para saciar la sed que sentía. En Escocia el clima no era tan caluroso y siempre tenía al abasto algún lago o rio en el que remojarse en situaciones de calor extrema para luego quedarse a la orilla secándose a la luz del sol. Aquellos días en que se perdía de sus papeles reales, eran los mejores, aquella felicidad de sentirse libre, sin ser cuestionada, siendo otra más dama en la verde Escocia. Y así, era como se sentía en España. Nadie la conocía, realmente nadie sabía que era una duquesa y por más que sus modales pudieran ser refinados, podría pasar por alguien de clase alta, de la nobleza.

Aún con la intensa sed que le urgía beber, bebió con total lentitud y educación. Agradeciendo el frescor que bajaba por su garganta. Escuchó atentamente al joven, mientras sus pasos los llevaban hacia donde una hermosa fuente impoluta y bella se alzaba, atrayendo toda la atención de los alrededores para ella. La admiró por unos instantes, ensimismada en el agua caer del monumento de la plaza. Se volvió al joven en cuanto oyó la mención a la “Siesta de la tarde”. Sin duda esa práctica era conocida y cada vez más extendida.- Esta práctica de la siesta de la tarde es conocida, y en otros países os empiezan a seguir en ello. Sobre todo en verano, en lugares calurosos. Yo he conocido gente de hacer la siesta tras comer, en las horas de más calor – dijo sonriéndole. Yo misma algunas veces, pensó Danna para sí misma.

Siguieron caminando, Danna sin dejar de sonreírle al joven, pensando de donde le sonaba aquel aroma, sin lograr llegar al fondo del enigma. Aún así, algo le decía que aquel chico y ella habían coincidido anteriormente. – Oh vamos, Carlos diaz, le gusta hacerme sonrojar...admítelo. No puede decir esas cosas y no esperar que nos sonrojemos. Creo por eso que ese es vuestro cometido - añadió en una suave carcajada, sentándose en la banca donde el joven le indicaba. La banca estaba bajo la sombra de un grande árbol, quien los protegía del sol y miradas indiscretas.

- Trabajo, señor. Tengo que cerrar unos acuerdos...y también debo confesar, la curiosidad. Hacía mucho deseaba visitar España, en más concreto Barcelona. Así que en cuanto me dijeron de que fuera hacia España acepte sin demora. - le miró fijamente bebiendo de aquellos marrones ojos que la observaban intrigados – Me quedaré en la ciudad hasta que se cierren los tratos y pueda volver a mis verdes parajes- Añadió - ¿Y usted, a que se dedica?- Le preguntó con curiosidad. – Seducir a bellas damas, no es lo que se pueda considerar un  trabajo – le dijo a continuación guiñándole un ojo sonriente, esperando la respuesta del joven.

La brisa fresca hacia de protección ante el calor del país español, jugando con las hebras de la joven duquesa que se escondía bajo un velo de normalidad. Observó el cielo, sin saber qué hora se le haría ya y que tan tarde llegaría a su cita con el conde español. Suspiró pensando en quedarse un tiempo más para luego volver al hotel donde tras cambiarse de ropas de nuevo y acudir a su esperada cita.

Volvió la mirada al joven sin quitarle la sonrisa de su rostro  le escuchó atentamente cuando se proclamó músico. Le sonrío feliz ante la alegría con que lo relató, viéndose en sus orbes marrones intenso la pasión con que lo vivía y le gustaba. Si ella pudiese haber podido elegir que ser…pero ella nunca pudo escoger nada, desde su concepción y al ser hija única, su camino, su destino había sido ser la futura duquesa de Escocia siguiendo con la casta de los Dianceht.

- La música, no hay nada mas inspiradora y libre que ella. La melodía, los instrumentos…los músicos, son uno de mis deleites personales junto el baile con que se acompaña las melodías - le sonrío justo en el momento que en entraron en escena unos músicos que empezaron a tocar en medio de la plaza. Danna observó a los músicos tocar y una sonrisa se formo en su cara, tras sentir a las guitarras, uno de sus instrumentos favoritos tras la gaita, originaria de Escocia.

El parque se llenó de gente alrededor de los músicos, siguiendo la melodía con palmas al son de ¡Olé! ¡Olé! Que todos aclamaban animando a los músicos.

- ¡Olé muchachos! – Exclamó ella.

Danna no fue la excepción  y sin no poder aguantar el no ver  a los músicos y sus instrumentos, se alzó de la banca donde se encontraba,  llevándose al joven con ella, hacia donde se congregaban todos.

Se pusieron de los primeros obteniendo visión de todo el espectaculo musical, sin dejar de chocar las palmas al son del ritmo. Sin poderse contener, observó de reojo al joven español de su lado que seguía feliz el acontecimiento. Danna le sonrió – Me gustaría verle tocar… ¿Creé que podría igualarles? – Le provocó divertida mirándole con aquellos ojos verdes de color intenso, los que brillaban como nunca de felicidad y emoción. En Escocia aquellos instrumentos no eran muy comunes, y no podía no darse el lujo de beber de sus melodías y notas vibrantes.

La música llena el lugar de aplausos y alegría, mientras las gentes cooperan y con las palmas siguen la melodía. Danna lo observa todo encandilada, aquella escena, y música tan diferente a la de la gaita y las danzas y cantos escoceses, le atrae. Es un júbilo de felicidad entre todos, como si no importara nada más que aquella música y la palma que la acompañaban, creando un toque más alegre. Es una fiesta improvisada en aquella zona de la ciudad española. La duquesa ignorante de la posición real de aquel joven pícaro y seductor, sonríe ante sus palabras observándole acercarse a los músicos, los que le aceptan como uno más.

Pronto la figura del joven español se vuelve hacia ella con una guitarra en sus manos, y los chillidos de la gente y los aplausos crecen. Danna mira a los lados desconcertada, es como si la gente tras observar a Carlos, enloquecieran… ¿Le conocen? Se pregunta, pero aquellos pensamientos quedan silenciados y apartado de su mente cuando el canto del joven llega hacia ella, la que mirándole empieza a aplaudir con una dulce sonrisa en su rostro y un ligero rubor en sus mejillas. Pronto su cuerpo es invadido por la música y ligeramente empieza a moverlo sin dejar ni una sola vez su mirada en la ajena, deleitándose con el brillo de los ojos del músico y cantante, de aquel joven español, que parece guardar más de un secreto…como ella.

La plaza se llena de gente, los que tras oír la música se acercan rápidamente a animar a los músicos. En uno de estos, una pareja sale a bailar creando aún más exclamaciones de júbilo, y tras aquel atrevimiento, mas parejas deciden salir a bailar.

-Olé olé!- Animó Danna alegre memorizando los pasos de los bailarines, para luego mirar al joven español y dedicarle una gran sonrisa, señalando con la cabeza los bailarines – Enséñame a bailar...- le pide intentando hacerse oír entre la multitud y la música, esperando que el joven hubiera leído sus labios. No obstante con sorpresa se encuentra que uno de los españoles que animan a los músicos, la agarra y lleva en medio de donde bailan las demás parejas. Danna le miró frunciendo el ceño, no le gustaba aquel comportamiento y ella tenía claro con quien quería bailar y no era él. – Señor... ya tengo pareja- dijo ella.

- Oh vamos dulzura, déjate llevar –

Danna se negó desconfiada, intentando zafarse y correr hacia su músico, cuando el español la atrajo contra si decidido y empezó a bailar con ella. Con la mirada buscó la de su acompañante inicial, rogándole con la mirada que la rescatara.