Cuando dos ígneas almas se unen en una [Aldebaran Ballester, +18]

por **Aura Núñez** Jue Jun 12, 2014 4:55 pm

La melodía del órgano había invadido la sala de baile, llenándola de una paz acogedora y otorgándome a mí una elegancia exquisita. Mis pequeños pies se deslizaban con maña y a la vez con una elegancia que nunca antes habían podido lucir. Mi tutora me decía entre risas que era algo parecido a un cisne que aún no había aprendido a volar pero que le faltaba poco, aunque ahora me acercaba más a lo que venía siendo un pato. Incluso si aún me queda mucho para aprender, ya volaba. Volaba disfrutando de la suculenta libertad que por fin había podido conseguir. El pasar de dedicar tu cuerpo únicamente al servicio de los demás a poder usarlo para algo más fructífero se sentía raro pero a la vez extraordinario.

Acaricié la fina barra anclada a la pared con sumo cuidado cada vez que necesitaba realizar un movimiento que requería de mucho equilibrio. En frente mía se encontraba una muchacha de cabellos rubios recogidos en un moño elaborado, y que portaba un vestido rosado con tutú que la hacía verse cómo una princesa. Aquél era mi reflejo. Había cambiado notablemente en el mes que llevaba fuera del burdel, estar entre cuatro paredes casi las 24 horas había impedido que cualquier rayo de Sol se posara a descansar en mi –ahora- mejorada piel. Además de coger color, había engordado un par de kilos que me hacían lucir más saludable. Pero no sólo se trataba de aspectos físicos, sino que mi yo interno también mutaba –creo yo- a mejor. Estaba pasando de ser la Aura irresponsable a ser la Aura casi adulta; aunque sinceramente una persona no puede cambiar dramáticamente de un día para otro, y me resultaba difícil resistirme a oportunidades de cierto tipo.

La clase había terminado hace un par de horas, pero la tutora me había dejado practicar más para poder llegar al mismo nivel que las otras bailarinas. Me estaba esforzando al máximo, aunque por suerte llevo ese talento desde que nací, y por eso más que nada estoy aquí. Recordé fugazmente el recuerdo de mi yo con seis años, danzando alrededor de lo que era mi humilde casa en España; bailaba lo que sentía y le hacía sentirse fenomenal.

Tras una media hora más ensayando decidí dar por concluido aquello y me vestí con mis ropas normales. Tenía que ir al mercado, pues necesitaba comprar hortalizas y frutas; estaba intentando comer sano, pero aún no manejaba muy bien el tema de cocinar. Me despedí de el organista –Ryan- y me dirigí a donde me proponía. Durante el camino, disfruté del hermoso buen tiempo que tanto echaba de menos, ¡oh! ¡ primavera, estás aquí a mi vera! Una dulce sonrisa se dibujó en mi rostro iluminado a la perfección.

Pero de repente , algo me arrebató todo rastro de bienestar cuando vi cómo unos guardias golpeaban a unos pobres niños que tan sólo pedían algo que llevarse a la boca. Y en ese momento estaba a punto de cometer una locura, y tal y cómo se ve estaba al corriente de que podría salir mal parada. Avancé con paso rápido y me interpuse entre los niños y los guardias, abrazándolos para protegerlos y llevándome un buen latigazo en la espalda que me hizo soltar una lágrima silenciosa al mismo tiempo que notaba cómo descendía poco a poco por mi espalda el líquido rojo del que muchos gustarían servirse. Sí, dolía…pero al menos había impedido que los niños fueran más dañados.

-¡Y tú eres otra escoria más!- gritó uno de los guardias mientras me propinaba una patada. Aguanté un grito de dolor y me levanté con algo de dificultad, alejando a los niños de allí para después quedar cara a cara con los dos hombres despiadados. Los miré con asco y me acerqué más a uno de ellos, casi a punto de estar frente a frente –¡¿Cómo se les ocurre usar la violencia contra unos niños que no están haciendo nada malo?! Y aunque lo estuvieran haciendo siguen siendo niños – podía apreciar cómo comenzaban a acercarse más y más gente a aquella calle, aunque casi toda mi atención estaba centrada en esos dos. No iba a usar la violencia porque mi fuerza era como la de una hormiga, pero estaba muy enfadada y no importaba las veces que me pegaran que yo seguiría soltando verdades por la boca -¡VOSOTROS SÍ QUE SOIS ESCORIA!- y seguidamente escupí en uno de sus zapatos. Volví a ser golpeada de tan fuerte manera que acabé en el suelo con una brecha en mi sien derecha.

Presentía que aquella noche dormiría en los calabozos, si no me masacraban allí mismo…

por **Aldebaran Ballester** Vie Jun 13, 2014 2:25 am

Francia, calles, primavera, robo. Elementos que conforman una perfecta fotografía que regala el protagonismo hacia la Patria más excéntrica y posiblemente alocada que el plano actual puede ofrecer; arte, cultura, baile, belleza, sobrenaturalidad… Una invitación a lo desconocido, un susurro de lo que no es debido y voila, la combinación perfecta.

Sin embargo, ahora todo se dirige hacia los techos de los recintos ubicados aledaños a las calles de esta hermosa ciudad, donde una sombra se transporta con toda facilidad hasta ubicarse en el pináculo de una vivienda, presenciando un espectáculo que no es de su agrado.

-Tres gorilas… Dos pequeños y una chica bastante bella, pero boba-

Una sonrisa ladina se dibuja en su rostro que yace cubierto por un antifaz negro así como por algunos de sus cabellos largos que yacen amarrados con una coleta. Ropa negra en totalidad, camisa y pantalón sin embargo una capa que pende de sus hombros envuelve su anatomía por igual, una que borra su risa al cabo de ver como la doncella es golpeada.
El foco protagónico se traslada al tercer guardia que de un golpe tira a la desconocida y el indignación parece no ser suficiente pues otro intenta rematarla de un golpe, sin embargo, en solo un pestañeo se logra observar como el brazo del oficial es detenido en el aire, casi a punto de tocar a la rubia.

-¿Tu madre no te enseñó a respetar a las mujeres? Grandísimo gilipollas…- y con ello, un movimiento con sus dedos y brazo hace que la extremidad del uniformado se doble, provocándole un sonoro grito que hace que un segundo guardia se le deje venir encima -¡No estoy hablando contigo!- exclama en respuesta el de piel morena quien da un salto sin soltar al primer guardia, apoyándose en el peso de este para esquivar el golpe de su compinche. Al cabo de esto, el bandido simplemente flexiona su pierna para despedir una fuerte patada que logra incrustarse en la espinilla del atacante, rompiéndole el hueso en el acto.

Con esto, la gente enfurecida gritaba en contra de los de la ley así como apoyando al que pareciese ya tener un renombre en la sociedad –Ahora tú… Aprenderás que a una mujer no se le toca… ¡NI CON EL PÉTALO DE UNA ROSA!- pasando el brazo de guardia que aun sujetaba a su espalda, torciéndole todo sin misericordia para después depositar una fuerte patada en su espalda, haciéndolo salir disparado al suelo.

El tercero en discordia no tarda en aparecer, tomando por la espalda al que llaman “Rosa Negra”, tratando de inmovilizarlo –Oh, así que tú también quieres un poco… ¡ENTONCES VEN POR EL!- y con cinismo, este decide dar un fuerte salto, girando sobre su propio eje para soltarse del agarre y terminar detrás del malvado para así, desenvainar con maestría su espada que no tarda en dar un par de zarpazos ideales para soltar el cinturón del que pareciese ser el líder del trío, haciendo que sus pantalones caigan ante la burla de la multitud.

-Venga que ser exhibicionista es un delito- Y con una carcajada observa como su contrincante intenta colocarle un fuerte puñetazo al darse la vuelta, pero esto es demasiado lento para el de ojos marrones quien sencillamente agacha su cuerpo y deposita un potente puñetazo en la quijada del hombre, mandándolo a volar sobre el segundo que yace lamentándose por su pierna rota, quedando todo a la celebración de la sociedad parisiense.

-Guapa, será mejor que vengas conmigo si no quieres que…- y sus palabras se interrumpen, pues un silbido potente indica que más guardias vienen a por él y… ¿su cómplice? –Olvídelo que nosotros nos debemos ir ya- y con una risa cínica pasa a tomar a la señorita, poniéndola en su espalda para salir en dirección a los callejones y así, intentar perder a los enviados de la ley, no sin antes hacer un gesto de despedida a los niños que con una sonrisa huyen por su parte, quedando a salvo de los idiotas guardias, algo que aun no es seguro para Rosa Negra y la chica de boca suelta.

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