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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Adda Dubrinsky Lun Jun 10, 2013 5:06 pm

La misericordia y la verdad se encontraron.
La justicia y la paz se besaron.
La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos.

Como una sombra seré el juez, el verdugo, otorgaré el perdón y la condena…no pidas clemencia, si tu alma podrida está, podrida morirá...



Llevaba horas recorriendo París, cada tramo de las más bajas calles, llegando a internarme en calles abandonadas hacía muchos años atrás. En silencio me movía, no era más que una sombra que en silencio me internaba en la ciudad, acechando, buscando, al culpable, que merecía la muerte. Esta noche un mortal, vería la muerte en mis garras, la dulce agonía, y yo lo iba a alargar todo lo que pudiera. Defendía a los inocentes, como ejercía de juez, cuando eran culpables, dictaminando la resolución de sus vidas, y en este caso, no ejercería mi control, contra esa vil criatura. Mostré mis fauces, saboreando su aroma, cada vez llegaba donde se encontraba el patético hombre al que buscaba.

Más cerca…más cerca…- En mi mente solo existía el olor de aquel humano, el que había asesinado a varios niños, entre ellos, las hijas de unos condes, los que habían solicitado que le rastreara y matara. Mis negras patas, con sigilo seguían su rastro, olisqueando la brisa, que me traía su aroma. Me paré en un rincón de una mugrienta calle, retrayendo los felinos labios, saboreando con la lengua la esencia del joven, cada vez más cerca…Giré por dos calles más, acercándome a los barrios medios, en donde habría más gente por las calles. Y así fue, no estaba lleno, pero era peligroso para mí, lo que menos quería era provocar un alboroto, cuando vieran una negra pantera, cruzando la calle. Rápidamente me interné en una casa que yacía abandonada, o ese parecía su aspecto y subí acelerada, en silencio como un fantasma, hasta llegar al tejado, donde me subí y empecé a corretear por los demás tejados de las casa, los que yacían unidos, y apenas tenía que saltar entre ellos. El aroma se filtraba cada vez mas fuerte y más intensa, este rastro era reciente. Ante esa idea, gruñí mientras mis patas seguían haciendo camino, ya quedaba poco para que se hiciera justicia.

Como un ladrón, cada vez más, fui avanzando por esa parte de París. La grande luna, brillante, iluminaba mi camino, todo y que sin su luz, habría avanzado, sirviéndome de mi visión nocturna, de la que mi felino, poseía grandes capacidades. Avanzando directa hacia mi presa, dejé atrás las calles, y seguí el rastro hacia otra parte abandonada. Observé desde mi última referencia, el recorrido que el hombre había seguido, y lentamente empecé a bajar, del último de los tejados, hasta alcanzar en un grácil salto, el suelo a cuatro patas, amortiguando la caída. Me agazape y en una rápida mirada, me cerciore de ninguna extraña presencia, como humano que pudiera verme, todo y que para ellos era bien invisible, con mi manto negro, recorriendo la sombras. Los que podían verme, no eran humanos, si no los demás inmortales y claramente, otros como yo. Esta calle, anteriormente, había pertenecido a las más grandes familias nobles de la ciudad, por lo que las mansiones, muchas de ellas, aún se mantenían, solo que con aspecto lúgubre y sin duda, nada cuidadas. Pero como todo, se hizo más de buen ver tener los hogares de los nobles en lo más alto de París, que dejaron de un día para otro, todos estos hogares, ahora desiertos.

Solo el canto de los grillos, y algún que otra ave rapaz, rompían el silencio del lugar. Mi cabeza metida en la presa y el rastreo, ignoró esos cantos, hasta que un nuevo olor se interpuso entre su presa y ella. Me paré y gruñí, girándome hacia atrás, sintiendo el efluvio de un nuevo aroma, un inmortal…. un vampiro.

De mi pecho nació un feroz gruñido, un aviso, una advertencia.



El valiente mira al peligro, el temerario lo busca, el loco no lo puede ver

¿Qué eres tú...?

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Mensaje por Julio Hernández Mar Jun 18, 2013 12:15 am

‘’La misericordia y piedad a los ojos de un predador no existen, o mata o es asesinado…’’


No se puede cantar victoria sin antes gozarla en tus manos, es entonces divina envidia que incita a robar, celestial cántico de eufóricos remordimientos, nadie es redentor omnipotente ni te puede salvar de pecado…


Después de todo nunca era suficiente, jamás tenía qué hacer, jamás tenía qué jugar, era un inmortal con una condición funesta, muy deplorable, solté una carcajada, pensé que siempre en mi cabeza se consolidaban cosas extrañas, quizás merecía más el lugar en un sanatorio que los mismos que vivían, ahí ¡Oh! Pero qué es la enajenación sin una pizca de tormento, Qué es de la vida sin locura ciertamente estaba en lo incorrecto y una vez más me reía solo. Caminé tranquilo por las calles hechas pedazos de lo que algún día fue una bella ciudad, nunca nada es para siempre, todo tiene su tiempo y su fin, me pregunté si también yo la tendría algún día, mi estridente alarido parecido a una risa aún más fuerte que la otra se hacía eco por todo ese desolado paisaje, claro, tampoco es que todo estuviese desértico, los mal infortunados habían hecho de aquellos trozos de piedra y olvido su hogar, era asquerosamente divertido, siempre me había encantado pasar por donde nadie se fijase en mí, aunque claro, con mi apariencia llamativa era inútil.

Miré al cielo unos minutos, me quedé sumido en el recuerdo de algo que no estaba seguro, pensé en ser tan alta como ella, tan grande y majestuosa, claro, la única que me había hecho compañía después de tanto tiempo siendo esto que era, cerré mis ojos y traté inútilmente de alcanzarla, me encantaba jugar al pez y al gato.

Me podía de malhumor y estresado colocarme con aquellas banalidades así que busqué en mi chaqueta como siempre mi clásico cigarrillo, el único que calmaba mi sed y llenaba el ambiente de un púrpura extraño. Lo encendí y comencé a fumarlo mientras seguía la caminata por lo que un día fue lo que yo también había sido.

Las calles empedradas y mohosas derramaban olor a humedad y… sangre me quedé ahí parado sonriendo, mis sentidos eran tan agudos que se habían percatado de la presencia de dos criaturas, una era un simple humano, quizás del cielo ya se lanzaban las plegarías porque fuese enterrado y sería cazado. De la otra presencia, un animal. —Esto sí que es curioso… ¿Andas cazando amiguito?- sonreí pues no me imaginaba encontrarme con tal dramática escena. Terminé de fumar con urgencia el cigarrillo y lo tiré al suelo, aligerando mi paso para toparme con los dos protagonistas del espectáculo.

Me quedé en uno de los muros por detrás de donde estaba el triste e indefenso humano, esperando a ser atacado por el felino que le buscaba con desesperación, sonreí de lo emocionado que estaba, siempre había sido mi arte exponerme a situaciones que normalmente nadie daría frente, quizás es que aunando mi condición hace mucho que estaba muerto. Ladee mi rostro para tratar de localizar el felino que me saludó de inmediato con un gran gruñido, me enervó cada vello y me sentía como niño deseando algo con tanto frenesí. Mis ojos se tornaron de un rojo escarlata característico al ir por algo de cenar, si el minino andaba de cacería sería una lástima o actuaba con agilidad o su presa sería para otra boca que no fuese la suya.

Y  como no estaba de modales, jamás los había tenido me le adelantaría unos pasos. Quería tomar lo que no me pertenecía, así como siempre lo había hecho, hasta el momento, no había encontrado nada que no fuese inalcanzable y esto no sería la excepción. Mi cuerpo vibró emocionado y con fuerza y agilidad me acerqué a aquel humano y le clavé mis colmillos al cuello, con una gran mordida y rasgando todo su pescuezo, partiéndole hasta la yugular, dejando salir, torrentes y torrentes de sangre que se colaban por las grietas de lo empedrado de la calle, con una mano sostuve el cuerpo del hoy occiso que sin probar ni una gota de esa linfa esperaba con ansia al animal que hacía crujir sus patas sobre la tierra, eran realmente sorprendentes y emocionantes. —Ven amigo…. Sal a jugar…. - viendo en la dirección que mis sentidos me indicaban su presencia, estaba ansioso por la manera en la que aquel respondería.


Triste lanugo que me invitas a jugar, llévame por esos prados de sentencia y moral, por esa senda de juicio excelso…. Por más… porque no conozco el miedo y no creo conocerlo….
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Mensaje por Adda Dubrinsky Jue Jun 20, 2013 6:47 pm


“¿Que es para el asesino, el redentor?
 Nada más que una bella ilusión, el sueño, en el que alguien en sus manos les ofrece el celestial perdón de los dioses a sus negras almas, pero en realidad no es otro que alguien como ellos, un ser de muerto corazón, un diablo…un asesino, como tú y como yo, somos y siempre seremos”
 
 
El efluvio del vampiro, tras mi advertencia, no se evaporó. Al contrario, solo se intensifico mas, hasta que pude sentir como se adelantaba a mis pasos,  ganándome terreno, provocando a mi bestia. Mis gruñidos no cesaron de vibrar molestos, no quería interrupciones de ningún tipo, y un audaz y valiente vampiro, todavía menos. Mi cola atenta al peligro, iba de un lado a otro,
 
Ágilmente, en silencio, me seguí moviendo por la calle abandonada. Mis patas, no  hacían ruido al pisar por la empedrada calle, como un espectro, me acercaba a mi objetivo, sintiendo el efluvio del inmortal, próximo a él, hasta que un nuevo olor, uno fuerte y picante me llenó la cabeza, despertando el hambre de mi pantera.
¡Maldito vampiro!…Pensé al olfatear en el aire, y distinguir ese aroma tan particular, la sangre derramada de origen mortal. ¡El vampiro se estaba dando un festín con mi humano! Gruñí mas feroz en mis adentros, la sangre despertaba en mi pantera, sus ansias de asesinar, sentir esa dulce sangre, el negro torrente salir de los cuerpos, que sin apenas vida, siempre se debaten entre sus garras y fauces, y hoy, su presa le había sido robada, sin apenas probarla.
 
Abrí las fauces, acercándome ahora más lentamente y encogida entre sombras, jugando con los sentidos del vampiro, el que con mi visión, contemplé con cierto odio y venganza. Anteriormente había cazado a vampiros, siempre por ordenes, todo y que, podría justificar su muerte, como la de muchos vampiros mas, ya que al ser seres de la noche, que se alimentan de la rica esencia de inocentes mortales, nuestro código de honor, nos permite darles caza. Por norma general, los vampiros fuertes, resultan mas difícilmente de derivar, y ese no parecía un novato, al que poder tomarle el pelo y cogerle desprevenido.
 
Me acerqué mas a él, hasta que oculta entre las sombras, estática, esperé mi momento para sorprenderle. Esperaba que derivándolo, así soltaría su agarre a mi victima, lo que me daría el lujo de rematarlo, con mis fauces, antes de enfrentarme a aquel loco vampiro, que pareciera buscar la muerte queriendo jugar con mi pantera.
 
Me subí a uno de los muros, rodeándole, calmé mis gruñidos, hasta que el silencio invadió la oscuridad. Mi mirada fija en los ojos del vampiro, no lo dejó ni una sola vez, observándole. Agazape mi cuerpo hasta sentirlo preparado, casi rozando el suelo con el negro pelaje, y en un perceptible latido de la masa sanguinolenta de lo que parecía ser mi irreconocible victima muriendo, salté con fuerza contra el vampiro. Choqué contra su pecho con fuerza, clavando muy adentro de su frio cuerpo mis uñas y con mis fauces mordí su hombro desgarrándoselo, no para provocarle un daño permanente, ya que tenía en cuenta que él sanaría en apenas unos minutos, pero por el momento solo pretendía que soltara el agarre del moribundo hombre. De la fuerza y usando el peso de mi pantera, hice retroceder al vampiro, quien se vio apresado en el suelo, soltando el agarre del hombre, el que se cayó tumbado en el suelo, con sus últimos latidos.
 
Gruñí al sentir la sangre del hombre, mi pantera estaba hambrienta, y la sangre del vampiro que corría por su paladar, al contrario de la sangre mortal, era insulsa, una sangre muerta, sin sabor alguno en el que deleitarse. Solté al vampiro, y en un ágil salto me planté encima del hombre, quien soltó más sangre por el movimiento de su cuerpo, al sentir mi peso. Acercándome al cuello del hombre, quien yacía casi partido totalmente, lo cogí entre mis fauces y tiré de él separando la cabeza del torso, finalmente, terminando con la dolorosa muerte del hombre. Lancé la cabeza a un lado, relamiéndome saboreando en mi pelaje la sangre del hombre, quien finalmente, había terminado siendo mi víctima. Aún encima del cuerpo del hombre, con mi cuerpo preparado por si el vampiro se volvía contra mí, no podía dejar de pensar en aquella deliciosa y corrupta sangre que ensuciaba las calles, creando entre mi pantera y el vampiro un rio de sangre, separando ambos depredadores. Mi parte pantera, se regodeaba en la sangre corrupta de los asesinos, mi parte racional, simplemente encontraba felicidad, al pensar que había un asesino menos, en ese mundo, pero aún quedaba uno, plantado en la calle, observándome.
 
Arañe el cadáver con mis garras, tensando los músculos preparándolos, para correr o atacar, al sentir la inquietud que se formaba en el ambiente, como cuando tras una tormenta llegaba la calma, pero en ese rincón abandonado, parecía todo lo contrario, aún tenía que llegar la fuerte tormenta que enfrentaría a dos inmovibles fuerzas.
 
Ahora, todo dependía del siguiente movimiento del vampiro, por mi parte el efluvio de la sangre inundaba mis sentidos, haciendo enloquecer a mi bestia, exigiendo que terminara con el vampiro, necesitaba volver a sentir mis garras en su carne…y ¿Por qué no jugar un poco con él? Apenas había empezado la noche... aún quedaban horas para el amanecer.
 
Mirándole fijamente, le gruñí, amenazante.
 
En esta oscura noche se había topado con la bestia equivocada.
 
 

“Tus alaridos serán mi festín, ya que me quitaste la presa, ocupa el lugar que te corresponde… acércate y vente directo a mis garras, sé un gatito y entrégate, seré la mas amorosa de todas las muertes“



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Mensaje por Julio Hernández Dom Jun 23, 2013 8:15 pm

''No hay piedad en mi alma, de mis ojos solo escucharas el llanto de las almas asolapadas, que se mecen como remos en un mar de sangre, el dolor de ellas es quien me alimenta...''

Estaba parado ahí frente a aquel hombre que poco a poco se iba desangrando en mis brazos, su sangre era asquerosa, no pensé en ningún momento cenármelo, de pensar se me hacía un nudo en la espalda, sonreía porque estaba intrigado aún no aparecía el predador que andaba detrás del asqueroso hombre que agonizaba en mis manos, suspiraba aburrido porque a pesar que ya había provocado al felino que andaba por ahí no aparecía, seguro me estaba acechando, un frío eléctrico recorrió mi cuerpo mi sonreí muy seguro, esperaba a mi amiguito ahí.

Mi cuerpo se dibujaba muy pronunceadamente con la luz de un candil que alumbraba aquellas destrozadas calles, estaba sosteniendo el cadavérico cuerpo del hombre con una mano y con la otra me peinaba divertido los espirales que se hacían en algunos de mis cabellos, pensando en que si no actuaba rápido el minino, comería frío pues la sangre una vez saliendo del cuerpo de un humano, se coagula y se hace espesa como pantano y con un sabor detestable. A menos que fuese ave de rapiña seguro le gustaría devorárselo así.

Estaba distraído cuando apenas y pude percibir lo que me había sucedido, en mi pecho sentí una opresión gigantesca como si mis costillas habían perforado mis pulmones, me costaba un poco pensar en qué había pasado, así que abrí mis ojos mientras revoloteaba por el cielo cayendo en uno de los extremos de la calle empedrada, abrí mis ojos molesto pues me había ensuciado mi traje nuevo y saqué mis colmillos amenazante a ver qué tan grande e inminente era el pequeño gatillo. Ladee mi rostro hacia mi hombro y noté mi manchado traje rasgado y una mordedura ¿me habías mordido? solté con una sonrisa marcada viendo como ésta se sanaba, apenas y había sentido sus fauces sobre mi piel que ya se había regenerado por completo así como la opresión de mis costillas  había desaparecido, seguro que habían terminado de soldarse.

Mis ojos se ampliaron tanto que podrían salirse de su órbita, si era un nene ese gato negro, uno de muy mala suerte por cierto, suspiré colocándome de pie, viendo como terminaba con lo ultimo de completo que quedaba de aque humanillo de pacotilla y sonreí, al parecer le encantaba ser sanguinario, tal cual yo lo era.  En uno de sus saltos y arañazos salpicó mi cara de sangre la cual limpié con el borde de mi lengua, que se fue hasta mi mejilla y la saboreé, definitivamente era un asco.

Estaba viendo a la pantera negra y aparte de ella sentía la presencia de un tercer ser, o sea, el ya expirado hombre no podía ser así que éste no era un animal solamente, había detrás de esa piel de fiera alguien lo que aún más me excito de la emoción porque no me había topado con un cambiaformas, amaba mi instinto, era tan preciso, confiaba rotundamente en él.

-Has cometido un error mi amigo.... - le dije con voz melodiosa y burlista -Haz ensuciado uno de mis trajes preferidos.... - arqueé una ceja del otro lado de donde la pantera me esperaba ansiosa. -No me gusta que me jueguen sucio amigo, no me gusta y eso se paga con sangre... - acomodándome los cabellos para teminar -Y aun eso no es suficiente...- le hice una reverencia bufándome de su gruñido, era como alarido.

Sinceramente era muy aburrido pelear, pero no podía negar que la sangre me estaba hirviendo, y hacía ya mucho no probaba sangre animal, aunque tampoco era de mis favoritas, prefería comer antes que eso, pero podía hacer una pequeña excepción con mi pequeño amigo.

Me elevé en los aires con fuerza que no era perceptible y caminando por todo los tejados de esa casa, que una que otra lámina se desprendía y caía alrededor de la pantera, comencé a darle vueltas al lugar para meditar donde era el lugar más preciso para atacarle, lo que capté de inmediato y me fui con impulso gigantesco sobre él, cogiéndole por el torso y elevándolo conmigo hasta los aires, que sus patas gruesas y juguetonas hacían movimientos por safarse de mis garras que se las enterraba con su pelaje pudiendo sentir sus músculos, oyendo sus alaridos -Te duele pequeño? -enterrándoselas aún más y girando con él en el aire para aventarlo a uno de los tejados de la casa haciendo que cayese desplomado al suelo sabiendo que aún no había terminado -hey! levántate!- le ordené como si su piel fuese mía yéndome con la misma fuerza con la que ya le había embestido la primera vez al cogerle, pero estaba vez no apuntaba a su torso, apuntaba a una de sus patas, si era posible se la arrancaría.

Tomé demasiado envión que casi sentía que el aire quemaba mi cara y sacando mis colmillos filudos y largos se los enterré en uno de sus muslos, arrancando un pedazo de carne no previendo el daño que le causaría, ella tuvo su oportunidad de haberme destrozado, contar con piedad jamás había sido uno de mis hábitos, su primer error era haberse topado conmigo y haber actuado de esa estúpida manera.

Caí de espaldas a donde estaba tirando el cuerpo del felino y limpié con mi mano el contorno de mi boca la sangre ajena -Uhm, no está tan mal tu sangre.... - tragándome uno de los pedazos de carne que le había arrancado. Tampoco era algo que hacía, no me gustaba comer de esa forma, pero alimentar mi demonio era mi obligación así que no escatimaba nada.

''Ten por seguro que nada está sentenciado, veo que el festín es para mi, aunque no causes ni la mínima gana en mí de acabarte, por mero placer, congelaré tus carnes para mí y te deglutiré cada vez que sea necesario, no juegues con el diablo amiguito.''


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Mensaje por Adda Dubrinsky Lun Jun 24, 2013 4:54 pm

“Un consejo, no te fíes de las primeras impresiones.”


Aceptando mi juego, decidió ser el primero en jugar, lanzándose al aire, desapareciendo y moviéndose sin cesar, mareándome, por los tejados. Así estuvimos unos minutos, en que mis garras se prepararon, como mis abiertas fauces. Pero poco estaba preparada, para encontrarme de un momento a otro, siendo sujetada por sus garras hundidas en lo más hondo de mi ser, hasta notar como jugaban a acariciar los músculos, conocedor, del dolor que debería de estar sintiendo, y sin poder desahogarme, rasgando su carne, al encontrarme bien sujeta, por su fuerza. El vampiro no dejó de reírse de mí, hasta que me tiro contra un tejado, recibiendo un gran golpe en todo mi cuerpo, cayendo hacia el suelo, donde quedé confundida momentáneamente, cayendo desplomada, como cuyo pájaro le han roto las alas en pleno vuelo. – Hey! Levántate!- me ordenó. Gruñí, levantándome, dándome cuenta de que venía directo a mí, demasiado tarde para deslizarme, fuera de su trayectoria. Y en un borrón, lo tuve en mi muslo, sus colmillos hincados hasta la máxima profundidad posible.

Rugí de dolor, al sentir los punzantes colmillos, hincados y extrayendo en un rápido movimiento un pedazo de mi carne. Me revolví contra aquel vampiro, la adrenalina corría por mis venas, ahora más que nunca, no obstante fui lenta de movimientos, y no llegué ni a acariciarle con mis garras. Gruñendo furiosa, sintiendo el pálpito de mi dolorido muslo, le observé alejarse ligeramente de mí, y bajo mi roja mirada, se tragó el pedazo de carne que me había arrebatado de mí. Un furioso temblor interno, sacudió todo mi cuerpo, ante aquella imagen. No iba a ser devorada por nadie, y menos por un diablo, pero el dolor me tenía inmovilizada en el suelo. El muslo herido me temblaba, los músculos en tensión,  se mostraban agarrotados, sintiéndose expuestos.

Aproveche lo que el vampiro tardó en tragarse mi carne, y vangloriarse por ello, para sanar las heridas, que había provocado el vampiro con sus uñas, al clavármelas hasta los músculos, cuando me tenía en el aire. Por suerte, sanaba rápido, no como él, pero mi sanación acelerada, me ayudaría a salir por el momento, de esta lucha, casi indemne. Ronroneé al sentir como los surcos en mi piel, iban cerrándose, la única herida que me quedaría y costaría más de sanar, seria la del muslo, ya que al faltar carne, el proceso sería más complicado.

En el suelo todavía, fui reuniendo mis fuerzas, y sobreponiéndome al dolor, solo pensé en atacar. Cuando un animal herido se encuentra en peligro, tiene dos opciones, huir o atacar hasta el final, cegado por su bestia más primitiva. Y entre estas dos opciones, yo tenía claro cual escogería. ¡Nunca me rendiría! Pero si algo me había enseñado la vida, era que se debía ser cauta, y no dejarme llevar muchas veces por el instinto de la bestia, si no, aguardar el momento propicio, cuando no se lo esperara y pillarle desprevenido. Los animales heridos, eran seres impredecibles, lo mismo ocurría con mi pantera. Podría resguardar la emoción del momento, no ceder a la venganza que pedía mis más viles instintos, la que solo pensaba en desgarrarle profundamente la espalda, sentir el ardor de su sangre bañando mis patas, mis fauces, en su cuello, y desgarrar, separar, romper…sus alaridos, en mi oído, como bien él se había deleitado con los míos. Deseaba hacerle tanto mal, para así devolverle cada segundo de agonía en el que me había sumido entre sus fríos brazos, y sus hirientes colmillos, extrayéndome dolorosamente un trozo de mi carne.

Contenida, gruñí dolorida, tras intentar levantarme y apoyar en el suelo la pata gravemente herida. Volviéndose un fiasco por completo, al caer de nuevo al suelo, en un sordo golpe, del intenso dolor que había supuesto esa herida para mi pantera, y si así era para ella, no podía imaginarme la herida en humana. Ahora no podría cambiar de forma, no ante él, y menos en esta situación, en humana me podría llegar a desangrar, más rápido que en mi forma animal. Gruñí furiosa al vampiro, desde la posición donde me había dejado tirada. Ahora yacía indefensa a él, y vulnerable, sin escape alguno, hasta que la carne se regenerara de nuevo.

Observándole de reojo, vigilando sus pasos y movimientos, busqué algún escondite, con la mirada. Había un árbol, al que podría intentar subir, pero de nada serviría más que para forzar mi muslo y lastimarme más la pata herida. La otra opción que se presentó, era avanzar hacia una de las casas abandonadas de mi lado, internándome en ella, buscando un refugio, o comprando el tiempo necesario en que restaurarme de nuevo, y así prepararme,  por lo que acontecería, si el vampiro me siguiese hasta allí. – Tenía la esperanza, de que me dejara, pero su mirada, su pose, hasta su arrogante tono me demostraba todo lo contrario, dándome a pensar, en que a él no le importaba jugar-

Le miré fijamente, enseñándole las fauces, gruñéndole fieramente, dando a entender que me dejara en paz, que no me siguiera. En este momento, me daba igual, que fuera a buscar otra víctima, ya tenía su olor grabado en mi mente, y lo más seguro que tendría un regalito de él en forma de cicatriz en mi pierna, así que me sentía bastante preparada, para cuando volviera a recuperarme, buscarle de nuevo y quizás terminar, lo que por el momento, había alejado de mi mente: La venganza.

Agazapada en el suelo, me arrastré lo más rápida que pude, y me colé en la casa abandonada que encontré más cerca. El olor a rancio y a viejo, entre otros no deseados olores, me dieron la grata bienvenida, mostrándome unos suelos de madera,  unas paredes desvalijadas, por el paso del tiempo. Aún así entré, no tenía muchas mejores opciones y buscar otra casa, quizás significara volver a encontrarme con el vampiro. La vieja madera, en la que me arrastré al llegar al interior de la estructura, no hacía más que empeorar mi herida, así que cogiendo fuerzas, me levanté a cuatro patas,- arrastrando la pata herida, ya que tenía todavía el musculo muy dañado- y dejando un rastro carmesí tras de mí, dí un rodeo por el lugar, buscando algún escondite hasta que llegué a lo que parecía una pequeña sala, con una mesa y unos viejos y rotos sillones, de un color gris, que podría haber sido cualquier color anteriormente. Podría haber sido un pequeño salón o el despacho de esa familia, que antes había residido aquí.

 Me fui hacia el rincón, encontrándome oculta por uno de los sillones, y me lamí la herida cuidadosamente, temblando ligeramente al rozar con la peor parte malherida, desde donde, podía observar el musculo dañado que se encontraba a la vista. Tenía mal aspecto, solo deseaba, que sanara rápidamente, como las demás heridas, de las que las garras del vampiro, apenas ya eran un lejano recuerdo. Seguí con mi tarea, hasta que un ruido se oyó en la casa: alguien había entrado.

Me puse alerta, aún escondida, silenciando un gruñido. Estaba segura que el vampiro volvería, ¿Querría jugar? Solo que hubiera esperado un poco más, podría darle el juego que quería, por ahora, tendría que contentarse, con jugar al escondite, por esta vez.



“Entra en la cueva del cordero, gran león...¿Quieres jugar? ¡Juguemos!”



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Mensaje por Julio Hernández Vie Jul 05, 2013 12:42 pm

‘’Fiarse, mofarse ¿Cuál es la diferencia? Me encanta ser divertido, gozarlo al límite pero te aseguro que mis actos van precedidos de mi labia y sabiduría, cosa que me demuestra, que tú aún no conoces….’’
Miraba extasiado al felino como se lamía las heridas, mugía del dolor, -Oh celestial canto a mis oídos- Desde un inicio jamás fue mi intención aquello pero vamos, no me podía negar la oportunidad de estar entre las garras de un animal. Me quemaba el desconcierto de las dos presencias en la bestia, sin duda, era una cambia formas. Lo había  visto antes un ser con una espectacular peculiaridad de poder transformar su cuerpo humano en un animal cualquiera. Se me erizaba cada vello de la piel en pensar qué forma tendría aquella arrebatada pantera. Respiraba despacio pensando en que mi traje estaba arruinado, sí, soy muy vanidoso quizás por eso las entrañas me hervían de ira por acabar con el felino, pero, me comía más la curiosidad de descubrir quién realmente estaba detrás de ese patético gato que no hacía más que molestarme con sus estruendosos alaridos, realmente era molesto.
Le miraba como hacía intentos ridículos por levantarse y salvar su vida, ¿realmente habría sabido aquel pobre animal a lo que se estaba metiendo? Claro que no, de haberlo sabido jamás me hubiese atacado, ni siquiera se le hubiese cruzado por la mente. Sus patéticos ensayos por colocarse de pie hacían que de mi rostro se dibujara una sonrisa burlista, quemante que seguro provocaba arrancarme todo el pellejo por el ajeno.
Mis ojos se desviaron alrededor nuestro, realmente aquel sitio era una porquería, odia la suciedad y ahora estaba en medio de moho, sangre y con un pequeño animalito que rugía incómodamente me tenía desquiciado. Esperaba con ansia que mi amigo supiese que si yo deseaba matarle lo haría sin estar en este juego de las mirabas, rugidos y pataleos vagos, si yo quisiese me hubiese tragado su cuerpo completo desde hace mucho pero me gustaba que las cosas avanzaran con el flujo del tiempo y el espacio, acelerarlo sería aburrido, mejor desgarrar los minutos poco a poco así como la piel del minino.
Fijaba mis ojos claros en el oscuro felino que seguía con aquel canto desafinado, seguramente estaba odiándome tanto que se me enervaba todo. Me distraje pensando en no sé qué realmente pero no paraba de quitarle la vista a mi pequeño animalito y al parecer estaba buscando oír. –Vamos a jugar pequeño?- dije para mí mismo pues ya había anticipado que huiría, no lo consideraba tan estúpido como para enfrentarse en ese estado. Mis demonios me rasgaban las paredes abdominales aborreciéndome, casi en un celestial reclamo por qué había perdonado la vida del gatito. Pasé mi mano un minuto por ahí como madre quien arrulla a sus hijos, para que se estuviesen tranquilos, su sangre, su piel, sería mía. Pensé en hacerme un traje con aquella piel. Estaba meditando tanto que parecían horas aquella escena entre los dos pero en realidad todo estaba pasando tan rápido que mi presa se había fugado tal como sus ojos me habían señalado antes. La vi escabullirse como cucaracha por las ranuras de aquellas viejas estructuras haciéndome reír, el olor de su sangre se esparcía por toda la atmosfera si quería huir de mi o debía de haberse sanado primero o correr tan lejos que no pudiese alcanzarle pero ninguna de las dos posibilidades eran creíbles para que mí pues en cualquiera de aquellas siempre le encontraría y le despedazaría.
Le di tiempo para que hiciese lo que quería, en tanto yo brincaba por los tejados y me daba paso por aquellas mohosas casas destruidas, por los maderos que sucumbían al estado del tiempo, el piso que crujía haciendo un escenario tétrico y malévolo. Me iba adentrando más, cerrando mis ojos y casi caminando a ciegas, el olor era tan penetrante que todos mis vellos nasales estaban ínfimamente ligados a ésta. Mi cabeza se dibujaba una imagen de donde se había ido a esconder el pequeñín. Esbocé una sonrisa, estaba decepcionado la verdad esperaba más del animalito pero ya qué debía de terminar lo que había comenzado, no me gustaba dejar las cosas a medias.
Sin mediar nada me fui directo a donde su misma sangre me llamaba, no iba a vacilar fingiendo que no sabía en dónde estaba el minino así que fui de inmediato como ola de aire que entra en una ventana que la ha estado conteniendo por ratos. Pasé con una ráfaga de viento a aquella sala de estar y el olor de la linfa se agudizó –Bingo- dije sin mover mis labios. La pantera estaba tras de un mueble que le camuflajeaba bien pero a mí no me engañaría. Saqué uno de mis cigarrillos, de esos que me mueven el piso por su exquisito sabor más que el de la sangre que había probado con anterioridad, lo encendí sin prisa, que mi boca acuñaba el filtro esperando a ser encendido, le di una calada bien animosa y sostuve el aire que con el que había succionado aquello, yéndome de rodillas al mueble viejo y empolvado apoyándome con ellas y con mis manos a la parte de atrás divise al minino, sonreí, lo había encontrado.
El aire  que retuve de mi cigarrillo lo solté malcriadamente en la cara del animal y esbozando una sonrisa pensé —Amiguito, te encontré!- devolviéndome de nuevo al cigarrillo su dándole otra calada pero esta la solté al ras de mi hombro —¿Quieres continuar? ¿Te duele? - dije riendo cínicamente y clavándole las garras lateralmente sosteniéndole con una mano en el aire y aventándola a una de las mugrosas paredes del otro lado de la habitación, desplomándose ahí el felino. —Vamos a jugar entonces pequeño…. - levantándome de aquel sillón de donde me encontraba arrodillado y colocándome de pie yendo despacio a la otra esquina donde estaba la pantera. Le miré sin ninguna maldad y deteniéndome de ipso facto —Pero hay algo que quiero saber, me quema la sangre…. ¿Quiero ver tu forma humana? - arqueando una ceja y sonriendo como desquiciado —Antes de morir muéstrame… - le ordené con autoridad y esperé a que lo hiciera, no me gusta esperar.
 
‘’Pequeño amiguito, yo no juego, ¡Ataco!’’
 
 
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Mensaje por Adda Dubrinsky Dom Jul 07, 2013 4:43 am

 "Conozco las diferencias, entre ambas cosas, pero tu sabiduría y labia brillan por su ausencia ¿No te conozco? Enséñame quien eres…"




Su putrefacto aroma se mecía en la casa, llevándolo directo hacia mí, indicándole a mi pantera, que se estaba acercando, y venia directo hacia ella. Solo hicieron falta tres pasadas de su lengua rasposa en la herida, para que el insolente vampiro diera entrada en escena y sentándose en un polvoso sillón, soltara el humo del cigarrillo que había encendido sobre ella, en su misma cara, provocándola. Mi pantera gruño, observándole, pero poco pudo hacer cuando tras reírse de ella, sin esperármelo, la aventó clavando de nuevo sus garras, empotrándola en un golpe sordo, en una de las mugrosas paredes del otro lado de la habitación, cayendo desplomada. En el suelo, observé cómo se acercaba de nuevo, su risa desquiciada resonó en mis oídos, y cuando escuche se tono imperativo, de haber sido humana, le habría dicho que estaba loco…que nadie me ordenaba nada y menos un loco vampiro como él.


Negada a darle el gusto, le gruñí abriendo las fauces, pero el temblor de mi pierna, delataba que mi estado no era el adecuado para intentar siquiera enfrentarme a él, ahora sí que no duraría ni un segundo, a no ser, que contase con su compasión, todo y que viendo lo visto, no creía que tuviera compasión alguna, con nadie, y menos conmigo. Cuantas veces en su muerta cabeza habría pensado en hacerse un abrigo con mi piel! Y las veces sin contabilizar, que aún quedaban! cuando viera mi otra forma, la blanca leoparda de las nieves, un felino poco común en estas regiones. Esperaba no tener que enseñarle mi otro animal a ese vampiro, o se deleitaría manchando su blanco pelaje, que ya se vería bastante trastocado con toda la sangre que aún me cubría.


Volvió a reír y a mirarme con esos ojos, que solo querían decir ¡muerte! Conteniendo y expulsando al fin un leve gruñido, me paré a pensar en las posibilidades. Toda posibilidad de escape, imposible…no sanada del todo, me temía, que no habría podido dar esquinazo al vampiro y ni en mis escasos sueños, lo habría conseguido. Solo me quedaba resignarme a quedarme en humana delante de él. Pero eso mismo junto a su tono de voz, también escondía un grave peligro, ya que como humana, la herida del muslo me mataría del intenso dolor, sin contar, que a un vampiro le gusta la sangre mortal – todo y que a ese individuo parecía gustarle cualquier cosa comestible- y no quería imaginarme lo que le harían esos colmillos a mi frágil piel de humana…solo de un mordisco, podía terminar con toda mi existencia. Y  aún era joven, para tal fin.


Reculando el poco espacio que quedaba entre él y mi pantera, me apretujé contra mi misma y con un gruñido feroz de aviso y una firme mirada, le di a entender que no se me acercara, que me dejara espacio y tiempo. No era tan fácil volverse humana, con esas heridas y con el instinto, negándose a volver a su forma menos fuerte.


Hice el esfuerzo, y cerrando los ojos – desterrando aquel sector que en mi cerebro, ardía aún la furia ciega de la pantera- me concentré en mi transformación. La transformación siempre era fácil, es como nuestra segunda y tercera piel, solo teníamos que concebir la imagen en nuestra mente de la piel que queremos y al instante indoloro cambiábamos nuestra apariencia. Herida. Nunca antes había tenido que obligarme a cambiar con heridas, y me estaba resultando difícil, tanto que en cuando pensé que ya era humana, abrí los ojos y lo primero que vi fueron mis blancas patas. Solo había conseguido volverme pantera de las nieves y ahora habría conseguido en el vampiro, que se preguntara con que piel quería su abrigo…apostaría toda mi sangre, a eso.


El vampiro seguía mirándome fijamente, hasta que alzo la mano y se volvió hacia mi…parecía querer acariciar mi suave y tan extraño pelaje. Me quedé estática, observándole de reojo y cauta, dejé que acariciara mi pelaje. Esperaba que me tocara de forma más violenta o dañándome, pero lo único que hacía era acariciar mi pelaje, haciendo desaparecer su mano en él. Yo entendía la fascinación por esa otra piel mía, ya que de pequeña me encontraba fascinada por mi padre, quien lucía esa piel con más frecuencia y la estampa de su suave pelaje, no se podía comparar a nada. Absorto el vampiro en sus pensamientos o en las sensaciones de su fría mano contra mi cálido y tan suave pelaje, no fui consciente de si se percató que mi pantera se puso a ronronear apacible en una especie de leve gruñido, a su toque, ya que la fría mano calmaba sus músculos en  tensión, alejando el dolor por esos segundos y refrescando su piel. Pasamos así unos minutos más, hasta que finalmente los temblores de su muslo, bajaron de intensidad, y solo se escuchaba el apacible sonido que vibraba en las cuerdas vocales de mi pantera. En cuanto pasó ese tiempo, volví a sentir la asesina mirada y vil del vampiro de nuevo en mí, alejando en ese momento su mano de la suavidad de mi pelaje. Ya quería ver mi forma humana.


Asentí en mi cabeza y encogiéndome de nuevo, reculando mi cuerpo hacia mí, intentando alejarme lo que podía de encontrarme el vampiro encima, una vez fuera humana, cerré los ojos y me concentré. Más calmada y con mi piel no tan cálida, fruto del esfuerzo de sanar las heridas, me fue más fácil. Pronto mi cola blanca desapareció, mis piernas se estiraron hasta formar unas estilizadas y eternas piernas, el torso del animal, pronto fue una cintura femenina, un vientre plano y dos perfectos senos, brazos…un fino cuello, para terminar con un bello rostro y atractivo, como sus dos otras pieles y un largo cabello moreno, que se le perdía por la espalda. Sentía los ojos del vampiro en mi cuerpo y en mí ¿Se habría esperado, qué fuera una joven? Pronto lo descubriría, pero actualmente con los ojos cerrados, me concentré en el dolor y parte del muslo herido, el que de no ser por que tenía una dignidad y no pensaba chillar de dolor ante ese ser de la noche, me habría puesto a chillar, intentando así liberar parte del ardor o de la adrenalina que recorría mi cuerpo, por la grave herida.


Abrí los ojos, mordiéndome el labio, tras involuntariamente, mover la pierna herida, y asaltarme el dolor. Fijé mis ojos grises con tonos verdes, al vampiro, evaluando de reojo la herida. Ante mi sorpresa, en mi parte humana, tras los cambios de pieles, se había extendido y se me abría la herida desde una buena parte del muslo hasta media pierna. Ya no sangraba tanto, pero aún seguía desangrándome, ya que la sanación no era lo suficientemente rápida en este caso. Volví mi mirada al vampiro, consciente de que toda la pequeña abandonada sala, olía a mi sangre y de mi desnudez. – Ya estoy aquí...- dije en un hilo de voz bajo -y ahora…- me encare a su mirada y evaluación, sin mostrar miedo, con ademan decidido- ¿Que harás conmigo?
 




"Te mira.Te tienta peligrosamente para que te acerques. 
Como el abismo profundo. Como el agua oscura…"

 



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Mensaje por Julio Hernández Miér Jul 10, 2013 9:26 pm

‘’Dulce ronroneo que apresa mis oídos. Cántico eterno y dulce celeste… No tengo por qué demostrar lo que me preguntas o lo que mis bailes susurran…’’


Estaba un poco cansado, sinceramente el jueguito con la pantera había tardado más tiempo de lo que pensaba, sinceramente tenía mucha paciencia, ella había corrido con suerte era un hecho, de haberme encontrado de mal modo la hubiese desmembrado despacio y sin cuidado, sus rugidos sin sentido me tenían hastiado, por qué no era tan fácil entender que se hacía lo que yo quería, lo que yo sugería, se jugaba mí juego y eso no iba a cambiar, ella estaba a años luz de conseguir su cometido. Seguía con el cigarro que poco a poco se derretía en mi boca, era una delicia, definitivamente y no podía dejar de ver correr la linfa que manchaba el pelaje oscurano del gatillo. Mordí un tanto mi labio para parecer de mal humor, sinceramente no lo estaba porque para mí todo es como un bonito juego, claro, en el que siempre salgo ganando.
Le miraba con arrebato, pues sabía que había entendido cada una de la magnitud de mis palabras, era claro que no iba a ser bueno si no se comportaba como se lo estaba pidiendo y quizás por eso estaba más irritada que antes. Me di la espalda y me fui a una de las esquinas tenebrosas y mugrosas de las paredes de la casa, al otro lado de la habitación y de ahí le vi, estaba extasiado. Un rayo de luz entraba por el techo roto y plateaba con seducción mi silueta que la escondía tras el arrebato de la sombra de la pared, lo único que denotaba mi presencia eran los tirones que le daba con pasión al cigarrillo y que hacían que se encendiera una semi luz rojiza muy provocadora. Sin decir nada me encontraba ahí, callado esperando, había sido claro, esperaba lo que le había pedido a la pantera.
Chasqué mis dedos dos veces para apresurarla y luego solté una sonrisa burlista, de esas que muy a menudo desprendo. Ella estaba furiosa y yo divertido, qué curioso. Poco a poco mis ojos se fueron desorbitando un poco sorprendido, era la primera vez que observaba de cerca la transformación de uno de estos peculiares seres, definitivamente era toda una novedad, podría jurar que eran más monstruos que nosotros, los vampiros. Me quedé meditando negándome aquel pensamiento, ‘’No hay peor demonio que el que tiene la certeza de creer que no lo es’’ me solté una caricia al cabello y caminé hasta donde estaba un bello gato de las nieves. Sinceramente era hermoso, de no ser por la mancha roja que ensuciaba su sano pelaje era perfecto para una de mis prendas, de esas que con extravagancia a veces me gusta lucir, me preguntaba irónicamente ¿Quién había osado de ensuciarle la piel? Reí como idiota. Me acerqué tanto al minino que podía jurar que ronroneaba, le pasé una mano por su terso pelo, imaginándolo en mí, era una delicia, quizás se confundía aquello con ‘’amor a primera vista’’. Cerré los ojos y me quedé quieto ahí, sabía que si el felino blanco intentaba atacarme sería su fin definitivamente, un punto más para mí.
Era ya demasiado de aquella escena así que clavé mis ojos como cortopunzante en la carne ajena para que me mostrase quien realmente era. Estaba emocionado, será  que se transformaría en un elegante hombre? En un podrido viejo? En una sensual mujer? Estaba exasperado por descubrirlo. Arquee un poco la espalda colocándome de nuevo en mi porte de ‘’asesino natural’’ y me retiré dos pasos hacia atrás de ella para que se trasformara con más tranquilidad, después de todo no quería que saliese un homúnculo extraño y terminara por darme asco.
Había terminado mi cigarrillo estaba por sacar otro cuando vi que poco a poco su forma animal iba cambiando a humana, unas largas piernas me daban la pista, era una mujer. Mis ojos brillaron al ver cómo iba tomando poco a poco forma aquella masa cartilaginosa en una hermosa dama. —Uhmmm… - solté una leve expresión de quejo que se diseminó por todo el lugar. A mis ojos estaba una mujer hermosa, desnuda a merced de este perro de la noche, definitivamente todo se había puesto mejor de lo que esperaba.
El olor de su sangre vagaba por todo el ambiente tentándome pero sinceramente eso por los momentos no me importaba sino aquella figura exquisita que mis pupilas dilucidaban. Le acosé con la mirada, es que soy un malcriado. Todo su ser era perfecto menos su arrogante mirada, parecía que me retara, me molestó un poco. —¿Qué le dan a las mujeres de hoy en día? - le dije con mi voz muy impuesta ante la suya arqueando una ceja —Por ahora Mademoiselle…. - yéndome como alma que lleva el diablo hasta su regazo y encontrarme con su tez morena, arrinconándola en la pared con mis dos manos apresándole para no dejarle escapatoria —Por ahora lo único que me interesa es curarte esa espantosa herida…. - dije sonriendo cerca de su oído olisqueando su cabello, que me sabía más a sangre que a otra cosa —No queremos que esa hermosa piel quede marcada…. - dije medio acariciando el cabello. Seguramente me tomaría por loco, tenía mis desordenes bipolares pero qué igual nadie está cuerdo.
Estaba presando a ella sintiendo el rozar de sus senos en mi abrigo pero mi vista estaba confabulada con su mirada sinceramente ese cuerpo aún no me llamaba la atención, por ahora era la herida. Sin decirle algo, extendí la manga de mi camisa dejando mi antebrazo expuesto, llevé mis colmillos hasta él y me arranqué un trozo de piel por encima de mi muñeca, era práctico y fácil. Salía a chorros la sangre mágica, salpicando la piel ajena y sin preguntar le ordené —¡Bebe!…. ¡Bebe ahora o esa herida se infectará….!- succionándome yo mismo la sangre y zampándole un beso para darle de beber la sangre que había cogido en la succionada.
Le besé un rato los labios, que eran suaves pero ese no era el fin, no por los momentos, así que llevé mi muñeca hasta su boca y sujeté  su cabeza para que bebiera, solo sería un poco hasta que me cerciorara de que la herida cerrara. Mientras ella lo hacía después de haberse negado, quizás pensaba que iba a convertirla, sería idiota, eso no pasaría por su condición de cambia formas. Le miré la pierna y el trabajo estaba hecho. Le retiré mi brazo bruscamente haciendo una pequeña flexión y despojándome de mi abrigo para tirárselo encima.
Dándole la espalda y sacando otro cigarrillo de mi bolsa peiné mi cabello —cúbrete!  - le exigí con aquel tono mandón que no se me quitaría por nada del mundo y encendí el cigarrillo. Le di una calada y sonreí para mí mismo —Ahora sí puedo matarte…. - le susurré siempre de aquella manera y esperé, hundiéndome en el humo de mi elixir.


‘’¿Juego o Truco? Tú eliges.’’
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Mensaje por Adda Dubrinsky Lun Jul 15, 2013 12:56 pm


"Vuestros bailes, las palabras no susurradas… solo me demuestran vuestra contradicción hacia mí. ¿Desea matarme, jugar o contemplarme? Sus palabras os traicionan, mi cuerpo le tienta…contesta que no y pecará, como el gran pecador, que ante una contundente afirmación, cayó en la arrogancia de la vil mentira, negando lo que de verdad deseaba…”


Seguí mirándole, y alcé la ceja escéptica tras su mirada acosadora, con cierto aire de joven malcriado, parecía molesto por mi arrogante mirada. Sonreí para mis adentros, al oír su comentario. Las mujeres de hoy en día tomábamos las armas por nosotras mismas, yacíamos en una época donde aún no éramos nada, los hombres acallaban nuestras voces, pero poco a poco por suerte, íbamos tomando cartas en el asunto. Lentamente sí, pero a largo término, deseaba que nos impusiéramos o se nos escuchara. Seguí mirándole, si, con cierto temor, con mi pantera había jugado como quien juega con un inútil juguete, había acariciado la piel de mi pantera de las nieves como si se tratara quizás de un abrigo nuevo y ahora me miraba burlesco, hasta que acercándose a mí, a mi regazo, me sorprendió, al encontrarme arrinconada contra la pared con sus dos manos aprensándome, sin dejarme escapar.

Temblé involuntariamente al verme asediada por sus manos y su cuerpo contra el mío. Temía sus garras, las que ahora de querer destrozar mi piel, me sumirían en un fuerte dolor. Con las manos a los costados estaba indefensa ante el vampiro, quien otra vez, asombrándome, me aseguró que solo le interesaba mi herida, curármela, borrarla de mi piel humana. Intenté apartar mi cabello de su examen, pero contra su cuerpo poco podía moverme, así que me quedé estática, sintiendo su caricia en mi cabello, mientras su voz en mi oído retumbaba, dejándome paralizada, sin saber que se lo podía estar pasando por la cabeza a ese joven, del que desconocía su edad.

Mirándome a los ojos, haciendo caso omiso a mi cuerpo desnudo contra su cuerpo, el cual me rozaba por doquier, delante de mí, se arrancó un trozo de piel de su antebrazo, salpicando mi cuerpo con su sangre ¡Como si no tuviera bastante con acarrear mi propia sangre! Y ordenándome que bebiera de su herida, se succiono él mismo la sangre y bajo hacia mis labios, estampándolos con cierta intensidad, obligándome a abrir mis labios, dejando que los ajenos me besaran y me los mojaran en sangre, instándome a tragar una pequeña cantidad de esa sangre. Sus labios al final me tantearon, pero quizás pensando que con esa pequeña cantidad de sangre no había suficiente, tras apartarse, llevó su muñeca sobre mi boca, arrojando sangre en mi misma garganta. Intenté debatirme, negándome a beber de aquella maldita sangre ¿Y si me convertía? Preguntándome que quería conseguir ese vampiro con mi recuperación, me debatí con más fuerza, hasta que cedí a regañadientes, sin ninguna otra salida. Estaba a merced de aquella criatura.

Lentamente fui tragando de aquella sangre, si hubiese sido pantera habría resultado más fácil. El sabor tampoco era muy desagradable, tras alimentarme de la sangre de mis presas o animales, bien podía saborear aquella mágica sangre, que obraba su magia, sintiendo en mi cuerpo, un cálido escalofrío, que bajó hasta el muslo, reparando milagrosamente la herida. Suspiré contra su herida sangrante, sintiendo como mis fuerzas volvían a mí, volviendo a revivir, y como a parte de mi herida del muslo, la sangre se me reponía, ralentizando con el bombeo normal de la sangre el corazón, que volvía a estar en pleno rendimiento.

Tras observarme la herida, me retiró el brazo bruscamente, dejándome con los labios tintados del color rojo sangre, echándome por encima su abrigo, se levantó dándome la espalda sacando un cigarrillo, el que encendió.

Le observé extrañada por su comportamiento, no sabía que pensar o que temerme, ahora más que nunca. Miré el abrigo, y sin pensármelo mucho, me lo eché por encima, sin ponérmelo del todo, ya que lo último que quería era que me recriminara de ensuciarle su abrigo de nuevo con mi sangre y que ahora que me había recuperado, quisiera terminar con mi vida. No podía negarme por eso, a que necesitaba el calor en mi cuerpo, tras quitarme de mis labios ese mágico elixir, me sentí vacía y un frio se adueño de mi cuerpo.

Intentando controlar esa sensación en mí y el frío que mi cuerpo experimentaba, me toqué el muslo, donde antes lucia la herida, la que ya era un simple recuerdo. Toqueteé la zona, sin creérmelo del todo, pero el vampiro había tenido razón, ya no quedaba ni marca alguna de la herida, ni una pequeña cicatriz. Curiosa y agradecida, volví la mirada hacia el joven, que daba una calada al cigarro que acababa de encender, oyendo sus palabras finales, inquieta tras aquellas palabras.

-¿Qué quieres decir con eso?- pregunté en un susurro, alzando la ceja, observándole. Me acurruque mas contra su abrigo, necesitando protección de algún tipo en mi cuerpo, aunque fuese el calor del oscuro abrigo que olía a cigarro, tanto como el aire que ahora respiraba.- Después de sanar mi herida…ahora dices que si que puedes matarme? Para que mostrarme su lado menos malvado, si luego queréis arrojarme en brazos de la muerte...- sus palabras no me las habría esperado, no tras sus últimos actos, los que demostraron algo de “bondad” a su forma. Pero bien así fuera, él era el mismísimo diablo, y en este encuentro se demostraba. Él tenía las cuerdas de todo, él lo controlaba todo.

Me levanté aún contra la pared, recostando mi espalda contra ella, sin dejar de observar al vampiro. Temía su próximo movimiento y quería estar preparada por si necesitaba huir, su carácter tan cambiante me estaba desquiciando, así como esa mirada y su sonrisa cínica que lucía.- Gracias por sanar mis heridas, fui una incauta y yo misma me lo busqué, he aprendido la lección.- susurré en un intento de calmar al vampiro. En mi mente iban pasando posibles huidas, en todas terminaba de vuelta a manos de ese joven, por lo que, merecía la pena correr el riesgo? No merecía la pena, si luego terminaba peor o perecía en sus brazos, los que hacia un momento me habían aportado cierta calidez, devolviéndome mi vitalidad.

Con una mano, me sujete el abrigo alrededor de mí, tapando levemente mi desnudez, ya que el abrigo me iba muy grande, realmente grande para mi femenina figura y pequeña al lado del tosco y varonil vampiro con su cuerpo duro. Y tomando la iniciativa, me alejé de la pared en la que me sentía protegida y fui hacia el vampiro, parándome a unos metros de él, arrugando la nariz tras el humo de su cigarro, que nada me agradaba, solo me molestaba. – No creo que tras tantas molestias, quieras terminar con mi vida..-dije no demasiado convencida, hablando con un vampiro, nunca se sabía- por lo que…¿Qué quieres de mí, ahora? Termina con este juego y dime que pasará, déjame prepararme- me encaré a él, pero esta vez con cierto temor, me mordí los labios viéndole, de cerca se hacía imponente, contra mi figura, pero había que admitir que era bello y cualquier joven se sentiría atraída por él. Me abrigué más en su abrigo, esperando su respuesta



“Juegos y juegos… a fin de cuentas, la misma vida es solo un juego, donde tarde o temprano el juego de una forma u otra, termina tocando a su fin.
Pero este, aún no es mi fin””



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