AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Demonio que Tú Conoces (Lanna)
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El Demonio que Tú Conoces (Lanna)
Recuerdo del primer mensaje :
En cuanto cayó la noche salí de casa como alma que lleva el diablo. Tenía sed, el deseo de sangre había crecido porque desde hace un par de días no me alimentaba. Me ponía a prueba a mí mismo en cuanto a resistencia se refiere y tras haberme puesto a disciplina durante unos tres días, ya sentía la necesidad de insuflarme fuerzas a través de la sangre.
Salí a una desolada zona parisina en busca de alguien que recorriera las calles de noche y se creyera dueño de las mismas. Me gustaba caminar como cualquier mortal y ser atacado por algún inescrupuloso humano, para luego accionar mi fuerza como vampiro y en medio de la sorpresa, mostrarles la cara de la muerte y de su vergüenza, para enseñarles el hastío en que se convertían sus vidas similares a los parásitos o incluso peor. Sin embargo, el plan me cambio al ver a una mujer joven que acababa de salir de una pequeña y coqueta casa a pesar de no ser de una clase favorecida. Se detenía cada tanto a mirar a los pocos transeúntes que pasaban por allí, sonreía, y con aspecto abrumado y luego de haber caminado unos diez minutos –durante los cuales la seguí- llegó hasta un banco vacío situado camino al bosque, frente a él. Fatigada de haber dado esa corta caminata, se sentó jadeando. Su cara, por la palidez, se asemejaba a la de una muerta. Tosía, y se llevaba a los labios sus dedos transparentes como para detener las sacudidas que la agotaban. Contemplaba el cielo repleto de estrellas, las copas caprichosas de los árboles que se movían con el viento y era entonces cuando se veía tan tranquila, tan bella. Sin preguntar me senté a su lado y ella no pareció aterrarse. Sin mirarme, me sonrió y dijo algo: “-Soy tan feliz-“¿Cómo podía serlo? Me pregunté yo sin mencionarle nada a ella. ¿Acaso lo que sentía era similar al hastío que presentamos cada tanto los vampiros? Tal vez ella sabía que iba a morir pronto y sólo lo esperaba con la esperanza de ponerle fin a su dolor, sea cual fuere.
Sabe, sin duda, que se va a morir, que no llegará a ver la próxima primavera, que dentro de un año, a lo largo de este mismo paseo, esas mismas personas que pasaron por delante de ella vendrán a respirar el aire tibio de esa suave región, con sus hijos un poco más grandes, con el corazón siempre lleno de esperanzas, de ternuras, de felicidad, mientras que, al fondo de un ataúd de roble, la pobre carne que aún le queda hoy, se pudrirá, dejando sólo los huesos acostados dentro del vestido de seda que ha elegido como mortaja. Ya no estará. Las cosas de la vida continuarán para los demás. Pero para ella todo habrá acabado, y para siempre. Ella ya no estará. Sonríe, y aspira tanto como pueden sus pulmones enfermos los soplos helados provenientes del bosque. Y sueña.
Me contó como arreglaron su boda hace unos años y como tras el primer embarazo ella enfermó. Era tan joven que sentí una pena por ella que no alcanzo a explicar. La tragedia había golpeado su casa incluso llevándose a su marido antes que viera siquiera a aquél primer hijo y, ahora, ella moriría. El reflejo de su frente perlada me hizo saber que ardía en fiebre y que había caminado para morir en aquél lugar en el que estaba con un desconocido. No la mordí, no sentí deseos. Me permitió abrazarla y tras unas pocas palabras sobre lo que había sido su matrimonio, ella murió en mis brazos.
No pude hacer mucho. Permanecí unos minutos más ahí y luego dejé caer su cuerpo recostándolo en aquél banco. Me fui pensando como hace mucho no lograba. Yo había visto de cerca la vida y la muerte, pero ¿Cómo ella en ese estado podía ser feliz? Eso generó preguntas que acallé por unos momentos mientras cazaba. Me alimenté por necesidad pero no por ganas, las había perdido hace unos minutos en medio de aquella escena.
Sin más, caminé a la mansión de regreso y una vez adentro, me retiré el abrigo al tiempo que me sentaba en el sillón de la sala de estar. El aire dulce de la única humana en la casa recorrió de nuevo mis sentidos y supe que Lanna se acercaba. Encontré en ella un estúpido parecido a la joven de hace poco y evité mirarla. Me quedé sentado, en silencio y sin levantar la mirada para verla.
Ella, Lanna, era la única que estaba de tiempo completo en casa, la única que nos soportaba y a la que yo, hasta ahora, mantenía lejos de mí con un trato absolutamente frío. La cuestión era simple, el olor de su sangre me resultaba demasiado tentador como para poder mantenerla cerca.
-Lanna, tráeme una copa de vino, por favor. Luego retírate- Dije cuando estuvo lo suficientemente cerca para escucharme. Por supuesto no la miré, quería olvidar el trago amargo de la muerte de la joven. No era amargo porque hubiera muerto, sino por el estado de inquietud con respecto a la vida y la muerte en la que me había logrado sumir. Quería evitarlo, al menos hasta tenerlo todo claro e intentaría, por supuesto, evitar a cualquiera que siquiera me lo recordara.
Salí a una desolada zona parisina en busca de alguien que recorriera las calles de noche y se creyera dueño de las mismas. Me gustaba caminar como cualquier mortal y ser atacado por algún inescrupuloso humano, para luego accionar mi fuerza como vampiro y en medio de la sorpresa, mostrarles la cara de la muerte y de su vergüenza, para enseñarles el hastío en que se convertían sus vidas similares a los parásitos o incluso peor. Sin embargo, el plan me cambio al ver a una mujer joven que acababa de salir de una pequeña y coqueta casa a pesar de no ser de una clase favorecida. Se detenía cada tanto a mirar a los pocos transeúntes que pasaban por allí, sonreía, y con aspecto abrumado y luego de haber caminado unos diez minutos –durante los cuales la seguí- llegó hasta un banco vacío situado camino al bosque, frente a él. Fatigada de haber dado esa corta caminata, se sentó jadeando. Su cara, por la palidez, se asemejaba a la de una muerta. Tosía, y se llevaba a los labios sus dedos transparentes como para detener las sacudidas que la agotaban. Contemplaba el cielo repleto de estrellas, las copas caprichosas de los árboles que se movían con el viento y era entonces cuando se veía tan tranquila, tan bella. Sin preguntar me senté a su lado y ella no pareció aterrarse. Sin mirarme, me sonrió y dijo algo: “-Soy tan feliz-“¿Cómo podía serlo? Me pregunté yo sin mencionarle nada a ella. ¿Acaso lo que sentía era similar al hastío que presentamos cada tanto los vampiros? Tal vez ella sabía que iba a morir pronto y sólo lo esperaba con la esperanza de ponerle fin a su dolor, sea cual fuere.
Sabe, sin duda, que se va a morir, que no llegará a ver la próxima primavera, que dentro de un año, a lo largo de este mismo paseo, esas mismas personas que pasaron por delante de ella vendrán a respirar el aire tibio de esa suave región, con sus hijos un poco más grandes, con el corazón siempre lleno de esperanzas, de ternuras, de felicidad, mientras que, al fondo de un ataúd de roble, la pobre carne que aún le queda hoy, se pudrirá, dejando sólo los huesos acostados dentro del vestido de seda que ha elegido como mortaja. Ya no estará. Las cosas de la vida continuarán para los demás. Pero para ella todo habrá acabado, y para siempre. Ella ya no estará. Sonríe, y aspira tanto como pueden sus pulmones enfermos los soplos helados provenientes del bosque. Y sueña.
Me contó como arreglaron su boda hace unos años y como tras el primer embarazo ella enfermó. Era tan joven que sentí una pena por ella que no alcanzo a explicar. La tragedia había golpeado su casa incluso llevándose a su marido antes que viera siquiera a aquél primer hijo y, ahora, ella moriría. El reflejo de su frente perlada me hizo saber que ardía en fiebre y que había caminado para morir en aquél lugar en el que estaba con un desconocido. No la mordí, no sentí deseos. Me permitió abrazarla y tras unas pocas palabras sobre lo que había sido su matrimonio, ella murió en mis brazos.
No pude hacer mucho. Permanecí unos minutos más ahí y luego dejé caer su cuerpo recostándolo en aquél banco. Me fui pensando como hace mucho no lograba. Yo había visto de cerca la vida y la muerte, pero ¿Cómo ella en ese estado podía ser feliz? Eso generó preguntas que acallé por unos momentos mientras cazaba. Me alimenté por necesidad pero no por ganas, las había perdido hace unos minutos en medio de aquella escena.
Sin más, caminé a la mansión de regreso y una vez adentro, me retiré el abrigo al tiempo que me sentaba en el sillón de la sala de estar. El aire dulce de la única humana en la casa recorrió de nuevo mis sentidos y supe que Lanna se acercaba. Encontré en ella un estúpido parecido a la joven de hace poco y evité mirarla. Me quedé sentado, en silencio y sin levantar la mirada para verla.
Ella, Lanna, era la única que estaba de tiempo completo en casa, la única que nos soportaba y a la que yo, hasta ahora, mantenía lejos de mí con un trato absolutamente frío. La cuestión era simple, el olor de su sangre me resultaba demasiado tentador como para poder mantenerla cerca.
-Lanna, tráeme una copa de vino, por favor. Luego retírate- Dije cuando estuvo lo suficientemente cerca para escucharme. Por supuesto no la miré, quería olvidar el trago amargo de la muerte de la joven. No era amargo porque hubiera muerto, sino por el estado de inquietud con respecto a la vida y la muerte en la que me había logrado sumir. Quería evitarlo, al menos hasta tenerlo todo claro e intentaría, por supuesto, evitar a cualquiera que siquiera me lo recordara.
Jarko Nygard- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 158
Fecha de inscripción : 07/01/2013
Localización : Helsinki, Finland
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Re: El Demonio que Tú Conoces (Lanna)
-Entonces debes estar cansada. Y es lo más lógico, ya es bastante tarde para ti y es hora de ir a dormir.- declaré cayendo en la cuenta que había pasado ya mucho tiempo desde que la encontré descalza junto a la cocina con su vaso de leche. Si ella no podía dormir, yo había contribuído para que aquél insomnio se potenciara y no contento con ello, la había puesto a atenderme como si fuera pleno medio día. No reparé en sus pies descalzos, ni que esas no eran horas para que Lanna estuviese despierta. Tenía culpa en lo sucedido aunque no fuera algo delicado, más sin embargo no me sentía cómodo con el resultado de aquella cadena de descuidos.
-¿Semidesnudo? tampoco es que sea algo antinatural, apenas estoy sin zapatos y sin camisa- aquél gesto me pareció tan inocente que apenas me sonreí por una fracción de segundo. -Lo exagerada no se te quita ni dormida- espeté a modo de suposición -Además, creí que Akseli solía andar tan cómodamente por la casa como me ves ahora a mí que no me pareció inadecuado. Pero bueno, supongo que es apenas normal, eres demasiado joven ¿Cuántos años es que tienes Lanna?- pregunté mientras meditaba que en todo ese tiempo que ella llevaba en casa, había sido una total desconocida y yo a duras penas si sabía su nombre. No tenía idea de donde venía, ni su edad, ni porque se dedicaba a aquello, ni siquiera sabía su apellido. Tampoco tenía idea si padecía alguna enfermedad silenciosa o si planeaba algo a futuro con su vida; no sabía nada y aquella noche me sirvió para que las dudas surgieran de mí y fueran aclaradas al momento como me era costumbre.
Al entrar en la habitación, apoyé una rodilla en uno de los costados de la cama y la tendí con cuidado sobre ella como si se hubiera lastimado la columna. No iba a tirarla a su suerte pese a que siempre intentaba mantener las distancias, exceptuando esta noche. -Es más que eso, Lanna. Si no cuidas de ti ¿Quién lo va a hacer? a duras penas si nos ves a mi hermano y a mí- me aparté de ella con prontitud evitando esa tibieza que no me dejaba espacio a nada y que me recordó el porqué mantenía mi distancia de ella. No podía darle cabida, habían sido minutos de cercanía y yo estaba llevándola en brazos a descansar y preguntando como una cotorra un sin número de cosas que no paraban de surgir de mí. -¿De qué te salvaron exactamente?- continué como un cabezadura aún cuando había permanecido un buen rato en silencio como si eso recuperara la distancia que se había perdido. -¿Pasó hace mucho tiempo? Me refiero a la muerte de tus padres- como un imbécil me senté a los pies de su cama y tomé con cuidado su pie para ponerlo sobre mi pierna y poder observar así si se inflamaba más o lo que fuera -Debería ir por hielo...- acomodé su pie de nuevo sobre la cama y me levanté anunciando que volvería en breve. Evité caminar deprisa y regresé en un tiempo humano estimado para aquél trayecto y, de nuevo, volví a aquella posición idiota que había tomado hace un momento y cubrí su tobillo con un pañuelo envuelto en hielo para disminuir la hinchazón. -¿De qué crees que te ha servido?- quise saber levantando la mirada hacia su rostro que para entonces me parecía melancólico y me mantenía estático en aquél lugar. -¿Quién sabe porqué?- repetí parte de su explicación -¿No te trataban bien tus padres?- omití la idea que podría lastimarla con mis preguntas, no podía evitarlo y continuaba porque sentía que necesitaba saberlo y no habría otro momento para preguntar. No iba a permitir más cercanías, no iba a haber otra noche como esa. -¿Lindos? quizás Akseli. No negaré que sé quien de los dos es el amable y atento y tal vez eso sea bueno para ti. Creo que lo mereces, ya de por sí estás demasiado al pendiente de todo a pesar de ser tan joven y te agradezco por ello. Hasta ahora nos has servido bien y a pesar de todo por lo que te molesto no puedo reclamarte nada.- admití y bajé la mirada a su pie presionando un poco el hielo sobre la piel. -Si tienes frío, avísame-
-¿Semidesnudo? tampoco es que sea algo antinatural, apenas estoy sin zapatos y sin camisa- aquél gesto me pareció tan inocente que apenas me sonreí por una fracción de segundo. -Lo exagerada no se te quita ni dormida- espeté a modo de suposición -Además, creí que Akseli solía andar tan cómodamente por la casa como me ves ahora a mí que no me pareció inadecuado. Pero bueno, supongo que es apenas normal, eres demasiado joven ¿Cuántos años es que tienes Lanna?- pregunté mientras meditaba que en todo ese tiempo que ella llevaba en casa, había sido una total desconocida y yo a duras penas si sabía su nombre. No tenía idea de donde venía, ni su edad, ni porque se dedicaba a aquello, ni siquiera sabía su apellido. Tampoco tenía idea si padecía alguna enfermedad silenciosa o si planeaba algo a futuro con su vida; no sabía nada y aquella noche me sirvió para que las dudas surgieran de mí y fueran aclaradas al momento como me era costumbre.
Al entrar en la habitación, apoyé una rodilla en uno de los costados de la cama y la tendí con cuidado sobre ella como si se hubiera lastimado la columna. No iba a tirarla a su suerte pese a que siempre intentaba mantener las distancias, exceptuando esta noche. -Es más que eso, Lanna. Si no cuidas de ti ¿Quién lo va a hacer? a duras penas si nos ves a mi hermano y a mí- me aparté de ella con prontitud evitando esa tibieza que no me dejaba espacio a nada y que me recordó el porqué mantenía mi distancia de ella. No podía darle cabida, habían sido minutos de cercanía y yo estaba llevándola en brazos a descansar y preguntando como una cotorra un sin número de cosas que no paraban de surgir de mí. -¿De qué te salvaron exactamente?- continué como un cabezadura aún cuando había permanecido un buen rato en silencio como si eso recuperara la distancia que se había perdido. -¿Pasó hace mucho tiempo? Me refiero a la muerte de tus padres- como un imbécil me senté a los pies de su cama y tomé con cuidado su pie para ponerlo sobre mi pierna y poder observar así si se inflamaba más o lo que fuera -Debería ir por hielo...- acomodé su pie de nuevo sobre la cama y me levanté anunciando que volvería en breve. Evité caminar deprisa y regresé en un tiempo humano estimado para aquél trayecto y, de nuevo, volví a aquella posición idiota que había tomado hace un momento y cubrí su tobillo con un pañuelo envuelto en hielo para disminuir la hinchazón. -¿De qué crees que te ha servido?- quise saber levantando la mirada hacia su rostro que para entonces me parecía melancólico y me mantenía estático en aquél lugar. -¿Quién sabe porqué?- repetí parte de su explicación -¿No te trataban bien tus padres?- omití la idea que podría lastimarla con mis preguntas, no podía evitarlo y continuaba porque sentía que necesitaba saberlo y no habría otro momento para preguntar. No iba a permitir más cercanías, no iba a haber otra noche como esa. -¿Lindos? quizás Akseli. No negaré que sé quien de los dos es el amable y atento y tal vez eso sea bueno para ti. Creo que lo mereces, ya de por sí estás demasiado al pendiente de todo a pesar de ser tan joven y te agradezco por ello. Hasta ahora nos has servido bien y a pesar de todo por lo que te molesto no puedo reclamarte nada.- admití y bajé la mirada a su pie presionando un poco el hielo sobre la piel. -Si tienes frío, avísame-
Jarko Nygard- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/01/2013
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Re: El Demonio que Tú Conoces (Lanna)
Las palabras de él pudieron hacerla reír y la verdad es que no se las esperaba, tampoco que la mantuviera en sus brazos un rato más, así que simplemente sonrió y negó con la cabeza -No exagero, estás semi desnudo...- su poco vocabulario le podría decir que era verdad, al menos era la mitad de su cuerpo -Sí, Akseli a veces anda así...- respondió pero no podía pensar con claridad ¿Por qué con Akseli no se ponía así? Ahora esa era la verdadera interrogante, porque no había caído en cuenta de aquello sino hubiera sido porque él lo mencionaba, todo era raro, pero ella simplemente mantuvo la sonrisa en sus labios -No soy tan joven, tengo veintidós años... Sólo que es raro, sólo me dedico a trabajar y eso, no tengo amigos, así que es más fácil sólo hacer lo que me ordenan en las casas, nunca se han quejado de mí en ese aspecto, todo está limpio- menciona mientras se acomoda en la cama, está segura de que todo es una exageración pero simplemente no dice nada, coloca un par de almohadas detrás de ella y estiró las piernas de tal manera que su tobillo no le lastimara demasiado.
No sabía que era lo que le mantenía más nerviosa, si el contacto, las preguntas o su cuerpo, era como una mezcla de todo que se empeñaba en dejar sus nervios a flor de piel para que terminara haciendo una tontería que le hiciera molestar como casi siempre -Es que si me cuido, Jarko, pero un accidente lo tiene cualquiera, no me vas a decir que nunca te has accidentado, es algo que pasa porque debe pasar por mucho que tú te esfuerces porque no- a esas alturas no sabía si hablaba de forma coherente o no, pero tampoco era algo que no importaba demasiado, se le hacía raro que estuviera preguntando tanto sobre ella, pero de hecho hasta cierto punto le gustaba, aunque ella sola había pensado que preguntar no era una opción para ella, así que se dedicaría solamente a responder -Estuve enferma, tenía una enfermedad respiratoria, me dieron un medicamento... No sé que fue, pero cuidaron de mí en lo que me recuperaba, luego les cobraron a mis padres y nunca más supe de ellos- de nuevo aquél tono triste estaba en su voz, pero se podría decir que ya estaba acostumbrada a ello, aunque no podía estar segura si la realidad es que nunca hablaba de eso -Murieron hace ya quince años...- suspiró y asintió a sus palabras dejando que saliera de la habitación.
Ese tiempo en el que no estuvo le ocasionó que se pusiera a pensar, su mente viajaba con todo lo que había sucedido en la noche y era como si se hubiera quedado dormida, como si aquello fuera solamente un sueño, aunque él se empeñaba en demostrar que en verdad todo era más que real, así eran las cosas. Suspiró mirando su pie. ¿Por qué él la ponía tan nerviosa? ¿Por qué el corazón se le aceleraba de aquella forma con sólo sentir su tacto? No tenía respuestas a todas las preguntas, aunque le hubiera gustado demasiado saber que era lo que le pasaba, había muchos "por qués" dentro de ella que le estaban carcomiendo la cabeza, sin dejarla pensar como era debido o al menos como realmente estaba acostumbrada.
No escuchó los pasos en las escaleras pero levantó la vista para verlo -Gracias- las sorpresas seguían llegando, la piel se le erizó pero no sabía cual era el verdadero origen de todo eso, si sus manos, si el frío o simplemente las atenciones, pocas veces alguien se preocupaba por ella, como lo estaba haciendo él en aquél momento. El bombardeo de preguntas prosiguió -Pues me ha servido porque sigo viva, yo creo que si no hubiera encontrado sitios donde quedarme a cambio de un poco de trabajo ya no siguiera aquí desde hace mucho...- suspiró largamente y le sonrió con agradecimiento -Pues sí, mis padres no eran personas con recursos para que se permitieran tener que alimentar una boca más, pero aún así me cuidaron hasta que pudieron- recordar pensaba que no era tan malo, aunque era falta de costumbre -No me trataban mal, de hecho me cuidaban demasiado, pero tenía que ayudar, es que eran demasiadas cosas por hacer, es cansado atender una casa, además ellos eran solos y la casa estaba más grande que esta y mucho más gente- encogió los hombros y le miró -Que conste que no estoy diciendo que no pueda con el trabajo, eh- replicó antes de que se le ocurriera decir algo porque no le dejaría que la quitaran de hacer alguna labor, todo podía hacerlo siempre y cuando tuviera las cosas.
Sus palabras la hicieron sonreír de verdad, al menos por una vez admitía aquello y se sintió feliz -No debes agradecer, de verdad que me encanta trabajar aquí- admitió y le miró ladeando la cabeza -Tú también eres lindo, aunque eres más serio, pero eso no te quita que eres bueno, cada quien es como es- encogió los hombros y miró sus manos sobre su pie -No me ha dado frío...- contestó y se le quedó viendo, parecía que de nuevo se había perdido en él, era extraño, era muy fácil llegar a distraerse si el punto de referencia era Jarko.
-¿Quieres reposar la espalda?- preguntó acomodando las almohadas a su lado, la cama era lo suficientemente grande, además de que la plática parecía bastante interesante, de verdad que no le molestaba no dormir con tal de seguir con Jarko -¿Y tú, Jarko, qué haces? Digo, yo sé que no puedo preguntar nada, pero es que no sé que hacen, y no debe importarme, igual puedes no responder- rió un poco y sintió como su pie seguía un poco relajado -Yo siempre había tenido la idea de que sólo habías aceptado que viniera a casa porque Akseli te lo había pedido pero que en realidad no estabas muy conforme con lo mismo- le miró un poco y se mordió el labio -Pero ya estoy entendiendo que sólo eres así...- murmuró intentando que las cosas se mantuvieran tranquilas.
No sabía que era lo que le mantenía más nerviosa, si el contacto, las preguntas o su cuerpo, era como una mezcla de todo que se empeñaba en dejar sus nervios a flor de piel para que terminara haciendo una tontería que le hiciera molestar como casi siempre -Es que si me cuido, Jarko, pero un accidente lo tiene cualquiera, no me vas a decir que nunca te has accidentado, es algo que pasa porque debe pasar por mucho que tú te esfuerces porque no- a esas alturas no sabía si hablaba de forma coherente o no, pero tampoco era algo que no importaba demasiado, se le hacía raro que estuviera preguntando tanto sobre ella, pero de hecho hasta cierto punto le gustaba, aunque ella sola había pensado que preguntar no era una opción para ella, así que se dedicaría solamente a responder -Estuve enferma, tenía una enfermedad respiratoria, me dieron un medicamento... No sé que fue, pero cuidaron de mí en lo que me recuperaba, luego les cobraron a mis padres y nunca más supe de ellos- de nuevo aquél tono triste estaba en su voz, pero se podría decir que ya estaba acostumbrada a ello, aunque no podía estar segura si la realidad es que nunca hablaba de eso -Murieron hace ya quince años...- suspiró y asintió a sus palabras dejando que saliera de la habitación.
Ese tiempo en el que no estuvo le ocasionó que se pusiera a pensar, su mente viajaba con todo lo que había sucedido en la noche y era como si se hubiera quedado dormida, como si aquello fuera solamente un sueño, aunque él se empeñaba en demostrar que en verdad todo era más que real, así eran las cosas. Suspiró mirando su pie. ¿Por qué él la ponía tan nerviosa? ¿Por qué el corazón se le aceleraba de aquella forma con sólo sentir su tacto? No tenía respuestas a todas las preguntas, aunque le hubiera gustado demasiado saber que era lo que le pasaba, había muchos "por qués" dentro de ella que le estaban carcomiendo la cabeza, sin dejarla pensar como era debido o al menos como realmente estaba acostumbrada.
No escuchó los pasos en las escaleras pero levantó la vista para verlo -Gracias- las sorpresas seguían llegando, la piel se le erizó pero no sabía cual era el verdadero origen de todo eso, si sus manos, si el frío o simplemente las atenciones, pocas veces alguien se preocupaba por ella, como lo estaba haciendo él en aquél momento. El bombardeo de preguntas prosiguió -Pues me ha servido porque sigo viva, yo creo que si no hubiera encontrado sitios donde quedarme a cambio de un poco de trabajo ya no siguiera aquí desde hace mucho...- suspiró largamente y le sonrió con agradecimiento -Pues sí, mis padres no eran personas con recursos para que se permitieran tener que alimentar una boca más, pero aún así me cuidaron hasta que pudieron- recordar pensaba que no era tan malo, aunque era falta de costumbre -No me trataban mal, de hecho me cuidaban demasiado, pero tenía que ayudar, es que eran demasiadas cosas por hacer, es cansado atender una casa, además ellos eran solos y la casa estaba más grande que esta y mucho más gente- encogió los hombros y le miró -Que conste que no estoy diciendo que no pueda con el trabajo, eh- replicó antes de que se le ocurriera decir algo porque no le dejaría que la quitaran de hacer alguna labor, todo podía hacerlo siempre y cuando tuviera las cosas.
Sus palabras la hicieron sonreír de verdad, al menos por una vez admitía aquello y se sintió feliz -No debes agradecer, de verdad que me encanta trabajar aquí- admitió y le miró ladeando la cabeza -Tú también eres lindo, aunque eres más serio, pero eso no te quita que eres bueno, cada quien es como es- encogió los hombros y miró sus manos sobre su pie -No me ha dado frío...- contestó y se le quedó viendo, parecía que de nuevo se había perdido en él, era extraño, era muy fácil llegar a distraerse si el punto de referencia era Jarko.
-¿Quieres reposar la espalda?- preguntó acomodando las almohadas a su lado, la cama era lo suficientemente grande, además de que la plática parecía bastante interesante, de verdad que no le molestaba no dormir con tal de seguir con Jarko -¿Y tú, Jarko, qué haces? Digo, yo sé que no puedo preguntar nada, pero es que no sé que hacen, y no debe importarme, igual puedes no responder- rió un poco y sintió como su pie seguía un poco relajado -Yo siempre había tenido la idea de que sólo habías aceptado que viniera a casa porque Akseli te lo había pedido pero que en realidad no estabas muy conforme con lo mismo- le miró un poco y se mordió el labio -Pero ya estoy entendiendo que sólo eres así...- murmuró intentando que las cosas se mantuvieran tranquilas.
Lanna- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/01/2013
Re: El Demonio que Tú Conoces (Lanna)
A veces me sorprendía que mi hermano no anduviera por la casa como Dios lo trajo al mundo, aunque agradecía que tuviera la decencia y sobre todo, la amabilidad de andar cubierto para no escandalizar a Lanna con su espectáculo.
Veintidós años, sí que era joven, aunque había pensado que quizás tenía un poco menos, como unos diecinueve, por ejemplo. Tampoco podía decir demasiado porque pese a mis cinco mil años pasados, en apariencia no superaba unos veintiséis y mi actitud de hombre de sesenta no me sería justificante para decirle que era muy joven de nuevo. -No sé porque llegué a pensar que tenías menos. En fin, lo que sí es obvio es que no tienes amigos porque en el día estás aquí y sabes que preferimos que evites salir de noche. Pero si terminas todo pronto, sal en las tardes, toma los fines de semana como libres y mira a que te puedes dedicar. No pretendo que nos sirvas hasta la vejez y que te quedes solterona porque a nosotros se nos dio la gana mantenerte aquí ¿Está claro? Sal, haz amistades y consigue un novio si así lo prefieres- una cosa más en la que no me había detenido a pensar ¿Cuánto tiempo pensaba Lanna servirnos? no podrían ser más de cinco años porque empezaría a cuestionarse cosas, como todos. Cuando pasara el tiempo y no se nos viera envejecer en absoluto, tendríamos que partir de nuevo y empezar de cero en todo sentido: Papeleos, compras de propiedades, historias, empleados... lo de siempre. Por tanto, era mejor darle espacio a ella para que encontrara a alguien con quien hacer una vida normal, familia, hijos, quizás una casa y todas esas cosas que sueñan siempre las señoritas.
-Supongo que tienes razón, por eso fue accidente.- fruncí los labios pensativo -Pero no está demás tener cuidado e intentar evitarlos- recordé de nuevo el pie y presioné el hielo con cuidado sobre el tobillo ligeramente inflamado -¿Y aún tienes esa enfermedad? nunca te pregunté si padecías de algo, así que es buen momento para que me lo digas y así podré tomar medidas-. Quince años desde la muerte de sus padres; aquello resonó en mi mente. Estaba sola desde los siete y eso era algo exagerado. Pensar en una pequeña que no tenía más opción que intentar hacer los oficios que antes hacían los adultos me resultaba una monstruosidad, aunque claro, hubiera sido peor que la dejaran en la calle y expuesta a su suerte -que al parecer no la quería de a mucho-.
-Eres más agradecida que muchos...- musité como comentario al aire, pero la verdad es que sentía admiración por tal actitud. ¿Cuántos nos quejamos por cosas más pequeñas? la nobleza de Lanna no conocía límites y esa era la principal razón porque la que me mantenía a su lado en vez de haber llamado un médico y haberla dejado así, sin más. -Y yo sé que puedes con el trabajo, pero de un tiempo para acá he comenzado a creer que un par de manos más no te vendrían mal. Supongo que dos personas al cuidado de esta casa estaría mejor que una sola.- de paso ella tendría más tiempo para sí misma y menos para el enclaustre.
Lanna decía que yo era bueno, pero si alguna vez me pidieran describirme, ese sería de los últimos adjetivos que se me ocurriría usar. Si ella leyera mi mente preferiría lanzarse por la ventana a contemplar el horror de un vampiro sediento que finge ser un humano cualquiera y que lucha consigo mismo por no devorarse a la empleada del servicio. -No, gracias, estoy bien así- respondí teniendo claro que no iba a paladearme más aquella cercanía. Ya estaba bien, era demasiado y tenía que evitar a toda costa los límites. -Simplemente hacemos inversiones, Lanna. Un poco en Francia, otro en el resto de Europa, un poco más en América... por eso viajamos cada tanto a revisar eso; sobretodo yo.- Eso no era falso, de algún lugar teníamos que sacar el dinero y el hecho de tener que influir en la economía con pasos silenciosos me agradaba. Los números me mantenían ocupado, los documentos varios en bancos me distraían y me permitían sentirme algo más útil en medio de todos los años vividos y por venir. -En parte es cierto, estás aquí más por Akseli que por mí, pero no puedo quejarme. Eres bastante eficiente como ya te he dicho- acomodé su pie sobre la cama y la miré de nueva cuenta. -No podrías haberlo dicho mejor- dije al tiempo que me ponía de pie. -No hay otra explicación. Por cierto, es hora de dormir ¿Dónde guardas las frazadas? hace bastante frío y lo mejor es que duermas bien arropada antes que además de todo pesques un resfriado-
Veintidós años, sí que era joven, aunque había pensado que quizás tenía un poco menos, como unos diecinueve, por ejemplo. Tampoco podía decir demasiado porque pese a mis cinco mil años pasados, en apariencia no superaba unos veintiséis y mi actitud de hombre de sesenta no me sería justificante para decirle que era muy joven de nuevo. -No sé porque llegué a pensar que tenías menos. En fin, lo que sí es obvio es que no tienes amigos porque en el día estás aquí y sabes que preferimos que evites salir de noche. Pero si terminas todo pronto, sal en las tardes, toma los fines de semana como libres y mira a que te puedes dedicar. No pretendo que nos sirvas hasta la vejez y que te quedes solterona porque a nosotros se nos dio la gana mantenerte aquí ¿Está claro? Sal, haz amistades y consigue un novio si así lo prefieres- una cosa más en la que no me había detenido a pensar ¿Cuánto tiempo pensaba Lanna servirnos? no podrían ser más de cinco años porque empezaría a cuestionarse cosas, como todos. Cuando pasara el tiempo y no se nos viera envejecer en absoluto, tendríamos que partir de nuevo y empezar de cero en todo sentido: Papeleos, compras de propiedades, historias, empleados... lo de siempre. Por tanto, era mejor darle espacio a ella para que encontrara a alguien con quien hacer una vida normal, familia, hijos, quizás una casa y todas esas cosas que sueñan siempre las señoritas.
-Supongo que tienes razón, por eso fue accidente.- fruncí los labios pensativo -Pero no está demás tener cuidado e intentar evitarlos- recordé de nuevo el pie y presioné el hielo con cuidado sobre el tobillo ligeramente inflamado -¿Y aún tienes esa enfermedad? nunca te pregunté si padecías de algo, así que es buen momento para que me lo digas y así podré tomar medidas-. Quince años desde la muerte de sus padres; aquello resonó en mi mente. Estaba sola desde los siete y eso era algo exagerado. Pensar en una pequeña que no tenía más opción que intentar hacer los oficios que antes hacían los adultos me resultaba una monstruosidad, aunque claro, hubiera sido peor que la dejaran en la calle y expuesta a su suerte -que al parecer no la quería de a mucho-.
-Eres más agradecida que muchos...- musité como comentario al aire, pero la verdad es que sentía admiración por tal actitud. ¿Cuántos nos quejamos por cosas más pequeñas? la nobleza de Lanna no conocía límites y esa era la principal razón porque la que me mantenía a su lado en vez de haber llamado un médico y haberla dejado así, sin más. -Y yo sé que puedes con el trabajo, pero de un tiempo para acá he comenzado a creer que un par de manos más no te vendrían mal. Supongo que dos personas al cuidado de esta casa estaría mejor que una sola.- de paso ella tendría más tiempo para sí misma y menos para el enclaustre.
Lanna decía que yo era bueno, pero si alguna vez me pidieran describirme, ese sería de los últimos adjetivos que se me ocurriría usar. Si ella leyera mi mente preferiría lanzarse por la ventana a contemplar el horror de un vampiro sediento que finge ser un humano cualquiera y que lucha consigo mismo por no devorarse a la empleada del servicio. -No, gracias, estoy bien así- respondí teniendo claro que no iba a paladearme más aquella cercanía. Ya estaba bien, era demasiado y tenía que evitar a toda costa los límites. -Simplemente hacemos inversiones, Lanna. Un poco en Francia, otro en el resto de Europa, un poco más en América... por eso viajamos cada tanto a revisar eso; sobretodo yo.- Eso no era falso, de algún lugar teníamos que sacar el dinero y el hecho de tener que influir en la economía con pasos silenciosos me agradaba. Los números me mantenían ocupado, los documentos varios en bancos me distraían y me permitían sentirme algo más útil en medio de todos los años vividos y por venir. -En parte es cierto, estás aquí más por Akseli que por mí, pero no puedo quejarme. Eres bastante eficiente como ya te he dicho- acomodé su pie sobre la cama y la miré de nueva cuenta. -No podrías haberlo dicho mejor- dije al tiempo que me ponía de pie. -No hay otra explicación. Por cierto, es hora de dormir ¿Dónde guardas las frazadas? hace bastante frío y lo mejor es que duermas bien arropada antes que además de todo pesques un resfriado-
Jarko Nygard- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 158
Fecha de inscripción : 07/01/2013
Localización : Helsinki, Finland
DATOS DEL PERSONAJE
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