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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Roxanne Jue Jun 20, 2013 6:53 pm

El hombre del mostacho miró por última vez el pasaporte que tenía en mano, frunciendo aquellas espesas cejas dónde bien podría habitar media docena de murciélagos enredados entre aquellas negras raíces. Su mirada produjo en mí un escalofrío que intenté disimular con un repentino ataque de tos, desviando la mirada y jugueteando con el repicar de mis inquietos dedos sobre el asa de la maleta que firmemente sujetaba.
 
- Bienvenue à France, mademoiselle Eriksson.
 
Sonreí inocentemente, inclinando mi cabeza hacia el revisor antes de caminar al frente y dejarle atrás. A él, y al horrible silbido del barco que me había llevado hasta aquellas tierras europeas después de años. La nostalgia aun no había atacado mi espalda cuando el carruaje ya me esperaba, dispuesto a llevarme a mi destino.
 
La ciudad había cambiado con el pasar del tiempo. Ahora entendía por qué llamaban a París la ciudad de las Luces, la ciudad del Amor. Al fin y al cabo, había sido ahí dónde había encontrado al amor, a mi luz. Pero fue por sus luciérnagas junto al río Senna, las farolas prendidas con una tartamuda iluminación que empañaba dulcemente el ambiente fresco de la ciudad, concurrida ahora de gente que iba y venía, cargada de bolsas, de risas, de algunos llantos infantiles de aquellos que pierden a su madre entre la multitud. Los árboles frondosos arañaban los cristales de mi carruaje y tras dejar atrás la capital francesa, las piedras del tortuoso camino fueron las que desestabilizaban el carruaje, haciéndome brincar de un lado a otro hasta que, de pronto, un sonido seco, el relinchar del caballo y la detención de mi avance por aquellas inhóspitas sendas, me alertaron de que algo no iba bien.
 
Aguardé en silencio.
 
De pronto, la puerta del carruaje se abrió de par en par, cegándome los ojos la imponente luz del atardecer, retrocediendo en los asientos para evitar chamuscarme cuál pollo a la parrilla, mostrando mis colmillos al osado que había roto mis estrictas exigencias en cuanto al trayecto y en cuanto a mi intimidad. Mi sorpresa fue mayúscula al percatarme de que no se trataban de mis manipulados siervos, sino de una pandilla de gitanos armados hasta los dientes -unos dientes horripilantes, cabe añadir- con ganas de degustar los muslos de semejante mujer para cenar y bañarse luego en el oro de las joyas que lucía en aquella velada dónde mi invitación parecía ser una sorpresa repentina y desagradable. Desagradable para ellos, por supuesto, porque en menos que canta un gallo me serví directamente de sus yugulares y sin apenas manchar mi vestido importado desde China, una gran productora de seda, por cierto. Lo único que no pude mantener a salvo fue mi piel quién, pese a la rapidez de mi ataque, sufrió algunas quemaduras de escasa relevancia que lograron menguar la belleza de mi tez. Aun así, cuando el sol descendió del reino de los cielos, la marcha se reprendió y gracias a la sangre ingerida, las heridas desaparecieron antes de vislumbrar el grandioso castillo renacentista dónde esperaba alojarme aquella noche.
 
- Deteneos.- ordené, bajando el peldaño que me separaba del pleno contacto con la naturaleza de aquél eterno paraje salvaje, inhalando así la frescura del entorno virgen y cubierto por las sombras nocturnas que se cernían sobre nuestros hombros una vez más. Amplié mi sonrisa y me dirigí hacia uno de mis siervos.- Volved a la ciudad. De la maleta me ocupo yo, gracias.
 
El anciano asintió y nada más perderse en la lejanía con el carruaje, me arrepentí de su marcha. Más que nada, por la fuerte tormenta que con ira e ímpetu descargó sobre mi taciturna figura que ahora ascendía por la colina rumbo al palacio, deteniéndose a los escasos minutos ante mis súplicas a los dioses y dejando tras mis huellas una densa niebla que pese a su tenebrismo, no logró romper la magia del lugar.
 
Dejé la maleta sobre la última grada de la interminable escalera que tantas veces había subido y bajado años atrás. Acomodé mis cabellos tras mis orejas y tras carraspear por un momento, vacilante, me encaminé hacia el porche occidental, dónde, frente a la majestuosa piscina cubierta ahora de nenúfares y hojas, se hallaba Jerarld tumbado en una hamaca, a salvo de la tempestad que momentos antes había regado sus tierras.
 
Con sigilo y una sonrisa ensayada me encaminé hacia él, despegando mis labios y cerrándolos al contemplar su bello rostro plácidamente dormido, sosteniendo con sus manos un ejemplar de la obra de Shakespeare, Macbeth. Cuidadosamente, tomé el manuscrito de hojas amarillentas y arrugadas, leyendo en voz alta uno de los fragmentos que en aquella página Jerarld se había detenido en su lectura.
 
- La vida no es más que una sombra en marcha; un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después no vuelve a saberse de él: es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada.
 
Sus ojos se entreabrieron con pereza y tras llevarse una mano a éstos para restregárselos y expulsar el sueño entrelazado entre sus largas pestañas, su boca se desencajó y su mirada se congeló en un instante eterno de expectación. Antes de que el razonamiento llegara su cerebro y dictara unas palabras que pudieran quebrar ese instante de reencuentro, decidí adelantarme, ofreciéndole de nuevo el libro robado y dedicándole ante mis palabras, la más dulce de las sonrisas.
 

- La sombra del mal actor que se pavonea... ha regresado.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Jue Ago 22, 2013 3:03 pm

La suave brisa del viento, un día tranquilo y silencioso, el cielo nublado y al borde de la lluvia, un libro viejo de Shakespeare entre mis manos…

¿Podía existir un momento más perfecto para mí?

No, definitivamente no podía.

El silencio y la calma de mi hogar era lo que más valoraba porque no lo tenía nunca.
Yo adoraba a mi familia con toda mi alma, pero a veces agradecía el simple hecho de poder mirar el cielo, y no pensar en nada más que en las nubes surcando el cielo mientras yo me perdía en ellas ... Sin líos, ni problemas, ni facturas, ni destrucción de mobiliario, ni matones a sueldo, ni guardias, ni la mafia,  ni su heredera creando caos con el resto del servicio, ni incendios, ni explosiones, ni conspiraciones, ni desmadres, ni nada más que el castillo, el silencio y yo tumbado en una hamaca en un hermoso atardecer gris que ya llegaba a su fin.
Mi felicidad en aquel momento se resumía en estar tumbado tomando el fresco. Era algo sencillo y triste a la vez. Quizás porque simplemente me hacia viejo.

Sin embargo tanta paz me hizo dormirme sin darme cuenta y despertar simplemente por el hecho de sentir ese particular aroma.
Y es que cuando vi aquella figura a mi lado, si, reconocí aun más el aroma, así como la figura, la postura, aquel cabello ondulado y pelirrojo, esa sonrisa dulce, esa piel pálida y perfecta, esa nariz fina y un tanto respingona así como esas largas pestañas que enmarcaban aquellos ojos azules.
Un antiguo amor.
Una dama muerta.
Y el recuerdo de sus ojos en la mirada de mis hijos.

¿Seguía dormido?
Sostuve el libro que aquella figura me entregaba y le mire, le mire fijamente. Entrecerrando los ojos mientras una sonrisa torcida aparecía en mi rostro.
Mire las manos sobre mi vientre y un pequeño espasmo producido por la risa me inundo. Seguido de una sonrisa, una gran sonrisa y la risa…y las carcajadas.
Y es que reí, reí como un demente hasta que se humedecieron mis ojos de tanto reír y dolió mi estomago ante aquello. Hasta que la risa se desvaneció poco a poco ante la mirada de la espectadora, una a la que yo no miraba. Pues me hallaba mirando hacia arriba, aun perdiendo mi mirada entre las hojas de los arboles que se hallaban arriba mío.

¿Por qué…porque me atormentas?...
¿Por qué señor me das tanta locura?
¿Es porque ya no tengo hijos a los que criar?  
No me hagas esto ahora…Déjame aunque sea conocer a algún nieto y luego fulmíname con un rayo y deja que la locura me consuma haciendo que me atormenten los muertos…
Vamos…
Sé que soy un hijo del demonio pero compadécete un poco…


Farfulle en voz alta mi delirio, pensando realmente que mi mente me gastaba una mala pasada quizás por mis largos y extraños años de vida.

Lleve ambas manos a mis ojos y suspire mientras extendía mis cabellos hacia atrás.
Soy demasiado viejo para estas cosas… Me senté poco a poco mientras apoyaba mis codos sobre mis rodillas mirando a Roxanne quien delante mío parpadeaba con rostro de circunstancias.
Esto no es real. Tu no estás aquí, y si de verdad estas no eres tu…
Un espejismo, una ilusión, un ser cambiante, obra de brujería. No se qué demonios es esto, pero no me quedare aquí a comprobarlo. No tengo porque aguantar bromas crueles.


Me puse en pie y comencé a caminar hacia el castillo, pero en cuanto llegue a una de las terrazas me paré. Demasiado curioso como para entrar en casa así como si nada. ¿Porque alguien querría hacerme una broma así? ¿Con que finalidad? Mire el reloj de bolsillo y por la hora, supe que los chicos estarían al caer.
Guarde el reloj, fruncí el ceño y lance el libro sobre la barandilla de mármol, y di media vuelta, caminando rápidamente hacia la figura de la joven, quien seguía al lado de la hamaca, -en el jardín- mientras yo le señalaba.

Madame, no sé qué demonios está tramando usted al adoptar esta imagen, pero le rogaría que me lo dijera inmediatamente y se marchara de mis dominios. Mis hijos están por llegar y no desearía que vieran a alguien adoptando la imagen de su difunta madre. Bastante han sufrido ya.
Me cruce de brazos, esperando que dijera algo, que gritara, se enfadara o riera. Pero que hiciera algo.

Espere.

Desvié la mirada hacia la maleta que traía ella y arquee una ceja. Básicamente porque…¿y si estaba hablando con una alucinación, rechistándole al aire en el jardín de mi casa? Afortunadamente mis imaginaciones no fueron mas allá. Y es que entonces ella abrió la boca y su voz inundo el silencio. Sintiendo entonces como un escalofrío me recorría de pies a cabeza, haciendo que al fin volviera a contemplar su rostro y aquellos ojos. Unos ojos tan hipnotizantes como los de la musa…


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Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
¿Salud mental? ¿Se come?:
Y no. No tengo nada mas que decir:
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Mensaje por Roxanne Lun Ago 26, 2013 2:40 am

Y ahí me quedé ante Jerarld, estupefacta y con un remolino de palabras e imágenes que se agolpaban en mi garganta sin poder escapar de ésta.
 
Desde mi decisión de regresar nuevamente a su vida y a la vida de mis hijos, me había preparado para cosas como aquella. Imaginé que encontraría dudas, desconfianza, rechazo, odio incluso, y muchos reproches seguidos de un profundo resentimiento. Así pues, ¿por qué ahora me sentía realmente… vacía? Fue una sensación extraña tras sus inquisitivas dudas acerca de mi persona. Sentí como si una gran oleada de realidad me azotara el rostro con energía y me robara el aliento durante varios segundos, puede que minutos.
 
Y entonces, varias ideas cruzaron mi mente en ebullición. Pensé en él, ahí, dolido y angustiado al pensar que alguien muy macabro le gastaba una broma. Pensé en su vida desde mi marcha, en cómo le habría afectado tanto a él como a los niños. Supe que superar mi pérdida les había costado años y esfuerzos, que las heridas empezaban ya a cicatrizar y sin embargo, ahí estaba yo ahora, de nuevo, ante él, dispuesta a reabrirlas y puede que incluso a hurgar en ellas. ¿De veras tenía yo ese derecho? Después de todo, sólo había regresado porque yo era incapaz de asumir sus pérdidas en mi vida, no porque ellos me necesitaran realmente, pues se tenían los unos a los otros para cuidarse y protegerse de aquél que quería dañarles. Confiaba plenamente en Jerarld para semejante misión y por la misma razón había decidido dejar a mis hijos a su cuidado.
 
No, definitivamente, ellos estaban bien a su lado y había escuchado que eran felices. Ragnar me ponía al día gracias a su correspondencia con su hermana Eyra, la esposa de Jerarld. En sus cartas, mencionaba a mis hijos cuando Ragnar se lo preguntaba con sutileza, sin querer levantar sospechas en ella, pues ambos sabíamos que era una fuente de información de primera mano y valiosa cuanto menos. Gracias a aquella correspondencia, sabía que mi hijo Gabriél estudiaba desde hacía unos años en la Universidad de París. ¡Quería ser arquitecto! Aquello me llenaba de orgullo y satisfacción, sabiendo que cumpliría sus sueños y se convertiría en un arquitecto de renombre mundial. Tenía el talento y las ganas suficientes para lograr cuanto se propusiera. También Eyra había mencionado una amistad con una compañera de clase, Victoria, que por alguna extraña razón, se vestía cuál hombre. Puede que sólo fuera por obtener los mismos derechos estudiantiles que los jóvenes, así que no le di mayor importancia y me alegré por mi hijo, que poco a poco se estaba convirtiendo en todo un hombre con lo que eso supone, experimentar lo que se siente ante el primer amor de juventud.  Suspiré ante aquella idea. Lo cierto es, pensé, que me habría gustado permanecer junto a él durante ese tránsito. Poder sentarme a su lado y hablarle de cómo seducir a una mujer, como tratarla y amarla. Podría haberle susurrado al oído alguno de los secretos femeninos que sé que le habrían sonrojado y después soltar una gran carcajada. Habría sido hermoso  compartir la época de flirteo de mi hijo, ver sus ojos brillar al nombrar a su amada, contemplar risueña su sonrojo ante mis preguntas poco sutiles, o releer a escondidas las cartas de amor que se intercambiarían.
 
En cuanto a mi hija Elle, poco sabía. Lo último que escuché había sido hace unos siete u ocho meses, cuando un comerciante me aseguró haber tenido un percance con ella relacionado con un barco que mi hija pretendía robar. Por lo visto, se había marchado de París para dar respuesta a sus inquietudes, surcando respuestas acerca de los ocultos secretos de las razas sobrenaturales que habitaban la Tierra. Según el comerciante, Elle viajaba junto a un hombre bastante mayor que ella, de tez oscura, cabello negro, ojos azabaches, alto y corpulento, y armado hasta los dientes. ¿Sería ese su guardaespaldas? No, según el hombre, “la mujer pelirroja” no necesitaba guardaespaldas, se supo defender realmente bien pese a ser una fémina. Aquello me hizo sonreír, gesto que no pareció ser del agrado del comerciante al que la misma pelirroja que yo surcaba le había robado el barco. Después de aquello, no volví a escuchar historia alguna sobre la enigmática pelirroja, pero en mi fuero interno, yo rezaba por su bienestar. Sabía que podía cuidar de sí misma y que no viajaba sola en tremenda aventura de piratas, pero aun así, cada día anhelaba sentir su presencia una vez más. Poder abrazarla y besar su frente antes de volver a verla partir. Me habría gustado poder acompañarla en sus travesías, haberle podido brindar todo el amor de madre a mi niña cuando aún era pequeña y precisaba de mi cariño. Hubiera querido hablar de chicos, haber le regalado pomposos vestidos con los que se habría sentido una verdadera princesa en un castillo renacentista. Podría haberle dado todo cuanto habría soñado su infantil mente.
 
Sí, habría sido bonito, más ya era tarde. Yo había llegado tarde y puede que incluso yo no tendría que haber regresado. Realmente, ahí, ante Jerarld, viendo mi reflejo en sus ojos centelleantes, supe que había errado. Supe que no podía desaparecer de sus vidas de la noche a la mañana para que, al cabo de unos años, regresar con una maleta en mano repleta de ilusiones y volver como si nada esperando ser aceptada y estrechada entre sus brazos. Las cosas no eran tan sencillas y ahora me sentía estúpida. Muy estúpida. Y las palabras se me atragantaban. Jerarld aun aguardaba que volviera a hablar, así que tuve que improvisar de un modo en el que no volviera a plantearse la idea de que estaba delirando o que yo era un fantasma del pasado dispuesto a atormentarle el día. Carraspeé.
 
 
-          Oh, disculpe, señor Délvheen, me temo que no esperaba mi visita. Me presentaré. Soy la señora de Eriksson, Ragnar Eriksson, hermano de Eyra Erikdottir. Mi nombre es Ivanna Nkara y es un auténtico placer conocerle, señor Délvheen.
 
 
Tendí mi mano a la espera de que ésta fuera encajada por la de Jerarld, tragando saliva disimuladamente al sentir su tacto. Tantos años transcurridos y su roce aun erizaba mi piel.  Decidí volver a romper el silencio y simular un ambiente relajado y familiar.
 
 
-          Mi esposo se encuentra de viaje de negocios, por lo que ruega se le disculpe por la demora de su visita, más aseguró reunirse conmigo en un par de días. Créame que se encuentra ansioso de volver a ver a su hermana.- Reí un tanto falsamente, dando la espalda a Jerarld tras separar nuestras manos con suavidad. ¿Habría sentido él, el mismo corriente eléctrico recorrer mi cuerpo a su contacto? Lo dudaba, pero fue agradable volver a sentirme viva por unos segundos.- Mi señor, por su silencio y rostro desencajado, diría que no recibió la carta de mi marido anunciando nuestra visita de cortesía, por lo que si esto resulta un inconveniente, puedo alojarme en algún hotel de la capital, no se preocupe por ello.- Sonreí con cierto atisbo de tristeza en mis ojos, frunciendo mis labios y tomando de nuevo mi maleta con la intención de regresar a la ciudad de París… sola y con los brazos vacíos.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Mar Sep 17, 2013 10:24 am

Tome la maleta que Roxanne había sujetado para marchar. Sintiendo el roce de sus dedos fríos al hacerlo. No lo pude evitar, me deleite con ese simple instante, con aquella sutil caricia a sus dedos.
Ella me miro con incertidumbre y yo le mire con serenidad, simplemente observando sus ojos, unos en los que siempre me perdí en el pasado. Había pasado muchos momentos contemplando esa mirada, tanto, que jamás pude olvidar los detalles de ellos; Cada matiz, cada color, cada tonalidad asi como el brillo, disperso y luminoso cuando ella estaba alegre o como en este momento, ansiosa.
Podía ser un nostálgico, o un simple crédulo idiota como muchos me decían. Pero por mucho que alguien quisiera tomar su aspecto, aquella mirada…Su mirada, no podía ser imitada.

Disculpe mis modales. Supongo que los escritores como yo, somos gente excéntrica. Tengo que haberle confundido. Deje que mi mirada bajara por un momento a mis pies, sonriendo sin poderlo evitar.
Si había que seguir con la patraña, se seguiría. Algo que de algún modo me hacía gracia, salvo por el detalle de saber que Ragnar tenía algo que ver en todo este entuerto.  
Dichoso Ragnar… Me preguntaba si se habría ahorrado el detalle de contar que ya nos conocíamos desde hacia quinientos años. Esperaba por su bien, que así fuera.

Me temo que su marido no me ha comunicado su visita. Pero no se preocupe, me encargare de comunicarme con el para ver que todo esta en orden, sino fuera asi y usted no fuera quien dice…Bueno, a veces dicen que es mejor tener al enemigo cerca, ¿verdad? Comente bromeando.

No espere a que me respondiera, tome su mano y encaje su brazo junto al mio, mientras caminábamos de regreso al castillo. Mientras que allí, en la puerta, Sam nos miraba, esperando ordenes. Me acerque a el junto a mi nueva “invitada” y le pase la maleta a mi mayordomo.
Sam, la señora aquí presente se hospedara con nosotros unos días, Por favor, encárgate de prepararle una habitación de invitados y de ver que se encuentre cómoda con nosotros.
El bueno de Sam asintió e hizo una seña a otro de los siervos, quien tomo la maleta encaminándose con ella rápidamente mientras yo seguía charlando con él.

¿Los niños?
El señorito Gabriel envió esto hace unos minutos. Comento entregándome una nota.

“Presto y veloz el Búho viajó.
Llevándose consigo, a la lechuza y al ratoncito.
Los tres a la aventura, los tres a la batalla de la Villa…
Los tres se fueron a comer galletas a casa del pollito.

Désolé de ne pas être plus original, je examens.
-Siento no se ser más original, estoy de exámenes.-”



Rei divertido con tan absurda nota, que no indicaba mas que, Biél –apodado Buho por sus redondeadas gafas-, Evan –la lechuza, emparentada con el búho- y Nani, el –“pequeño ratoncito”- estaban en la Villa Hedinson junto a Vika.  Apodada el “pollito” por sus cabellos rubios. Seguramente los tres haciendo de las suyas, como si fuera una fabula. Las notas en clave, era algo que les había inculcado desde pequeños a todos mis hijos, como si fuera un juego. Para que si su correspondencia o mensajes fueran interceptados, nadie entendiera que pasaba, ni sus posiciones fueran reveladas. Era un simple método de seguridad.

De acuerdo…Mire el reloj de bolsillo. Envía un carruaje a las diez y media a recogerles.
Quisiera pasar algo de tiempo con el pequeño Buho.
Sam asintió con una sutil sonrisa.
Me gire hacia Roxanne, quien aguardaba a mi lado.
Por favor acompañe a mi mayordomo, él le llevara a su habitación para que se ponga comoda. Si necesita algo, no dude en llamarles o avisarme a mi,  después de todo soy su anfitrión.

Ella dibujo un atisbo de sonrisa que se me contagió, no lo pude evitar, Y es que fue agradable sentirme acompañado para variar. Pues Johannes se había llevado a Kahlan de viaje y ambos estarían perdidos en alguna isla griega, mientras que “los pequeños” iban de aquí para allí con sus estudios y sus amistades. Y Jäeger… Él acababa de marcharse a Leyden hacia tan solo dos días. -Definitivamente necesitaba mas amistades...-
Parpadee al darme cuenta de que cavilaba mientras contemplaba a Roxanne, sin haberme dado cuenta de que pasaban los segundos mientras le miraba quizas demasiado fijamente.

Disculpeme, creo que estoy un poco distraído. Extendi mi mano hacia la suya y la sujete alzándola, para besar su dorso delicadamente mientras le contemplaba, despidiéndome de ese modo, para que ella fuera a acomodarse. Dandoles la espalda a ella y a Sam para perderme en el pasillo en dirección a mi despacho.
Las luces estaban apagadas y las ventanas abiertas de par en par, dejando entrar la brisa fresca que hacia ondear las cortinas. No quise iluminar nada, deje todo en penumbra, pues realmente no necesitaba más luz, la del exterior dejaba apreciar la superficie azulada de toda la estancia.
Me encamine hacia el piano, sentándome y quedándome allí, acariciando las teclas blancas sin presionarlas, sin dejar que saliera una sola nota. Hasta que el recuerdo de mi visitante inundo mi mente nuevamente.

Mad World by Jonas Kvarnström & Conbrio Orchestra on Grooveshark

Cuando la música ceso, el silencio volvió a mi despacho.
Apoyé uno de los codos sobre las teclas, sonando sin ton ni son mientras yo sujetaba mi frente con la palma de mi mano. La presencia de aquella visitante me había inspirado, como siempre hizo antaño y eso, más que alegrarme me devolvió una desolación que había creído perdida…
Cuanto le había extrañado, cuanto me había culpado, y cuanto habían sufrido aquellos niños con su ausencia…
Ni siquiera sabía si había hecho un buen trabajo con ellos. ¿Les habría aportado algo de felicidad o los valores que les convirtieran en personas de bien? ¿Mi presencia habría sido suficiente para ellos? No, no lo sabía. Pero lo que tampoco comprendía, era porque ahora me sentía así con su reaparición. Ya le había perdido una vez, y yo mismo había decido que aquella fatídica noche se debía acabar con todo lo que ella y yo formamos un día. ¿Porque ahora sentirme de este modo? ¿Porque ahora volver a temer a perder lo que un día tuve? Ya no era dueño de nada, no tenía derecho alguno sobre ella, ni siquiera a plantearle las preguntas que me rondaban en la cabeza.
Y es que…Un nuevo marido, un nuevo nombre…Estaba claro que habrían pasado muchas cosas, de las que una vez más, yo no podía tener ni la más remota idea. Y aun asi… ¿Por qué desaparecer así, por qué engañarme de ese modo, porque no querer velar siquiera por sus niños?

El crujido de la puerta delato que ella había estado ahí más tiempo del que yo mismo pensaba, sobresaltándome un tanto.
Sin embargo no me movi, segui sentado, en la misma posición, con el codo sobre las teclas y el rostro sujeto por la palma de mi mano.  

¿Le apetece una copa Roxanne? Hice una mueca, arrepintiéndome en el acto. Tenia que seguir con la farsa y le había llamado por su nombre. Con suerte la “invitada” lo pasaría por alto y se acercaría.
¿Cuanto tiempo tendría que fingir que no hablaba con ella, con mi musa?


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Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
¿Salud mental? ¿Se come?:
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La falaz lumbre del ayer ilumina al necio [PRIVADO] Empty Re: La falaz lumbre del ayer ilumina al necio [PRIVADO]

Mensaje por Roxanne Mar Sep 17, 2013 5:01 pm

No pude evitar el sentir un golpe seco y potente estrellándose contra mi vientre, haciéndome jadear por un instante y dibujar una mueca que apenas pude disimular ladeando mi rostro para que Jerarld no viera el sufrimiento y la agonía en mis ojos de desconocida. Pero, ¿cómo fingir ante él? ¿Cómo mostrar una distancia, una frialdad e incluso una desconfianza ante él? ¿Cómo no mirarle y rememorar todo cuanto sentí y cuanto viví a su lado? ¿Cómo no tocarle y sentir la electricidad erizando mi piel; los besos que quedaron pendientes en mi boca; el parecido inigualable con mis hijos, nuestros hijos? ¿Cómo intentar ser una extraña para él? ¿Cómo inventar que él era un extraño para mí?
 
No, no te vayas, aun quedan palabras y mil frases del alma en las que entre ellas no está el adiós, espera, por Dios. Falta besarte más, acariciarte. Hay además, promesas de esas que hay que cumplir. No te puedes ir. Hay tantos rompecabezas sin piezas, planes, sueños que apenas comienzan... Esto es un error, nadie más va a poner en tu boca su amor, no como yo lo hago. Te amo y no tengo miedo, no soy cobarde pese a saber que no me queda ya tiempo, que ardo en agonías y fiebres... Sí, lo sé, sé que te perderé, pero aun así, yo te sigo amando dormida, en silencio, te amo con mi vida y lo siento, pues no hay nada que yo pueda hacer para remediarlo. Y aun así, sé que en cuanto cruces la puerta, te voy a perder. Más debo intentarlo una última vez... No te vayas.
 
Borré el recuerdo de aquella carta escrita de mi puño y letra hacía ya tantos años atrás, poco antes de que él me transformara en cainita. Cerré los ojos y golpeé mi pecho para recordarme que ahora no podía flaquear, ahora debía permanecer firme y entera, ahora tenía la oportunidad de volver a ver a mis hijos, de tocarlos una vez más aunque sea tras una máscara. Entonces, ¿por qué sentía aquél miedo en mi pecho? Me dije a mí misma que no había nada que perder cuando uno no tiene nada, y con esa lección de vida, volví a despegar mis párpados y a recomponer mi compostura perdida tras la mención de Gabriél, disimulando realmente bien ante los presentes que en aquél momento tampoco me fijaban su atención, por suerte.
 
De pronto, sus ojos se anclaron en los míos y me sobresalté por un instante. ¿Me habría delatado con algún gesto? Parpadeé y entonces, Jerarle me indicó que siguiera al mayordomo hacia una habitación de invitados, por lo que asentí un tanto nerviosa aun y me alejé de él al mismo tiempo que él hacía lo propio hacia su despacho.
 
Recordaba cada palmo de aquél castillo, pues por un pequeño espacio temporal, yo llegué a vivir en él, junto a Jerarld y a nuestros hijos, cuando éstos aun eran pequeños. Fue por poco tiempo, pero durante éste, fui la persona más feliz del mundo. Por poco tiempo, dispuse de un hogar familiar lleno de amor y cariño, feliz y lleno de grandes ilusiones. Y sin embargo, pronto caí de esa nube en la que sola me subí entre esperanzas y promesas, derrumbándome al caer al suelo y percatarme de la cruda realidad, y es que a pesar de todo, yo era la única que era feliz en aquella casa, quizás porque aun sabiendo que llevaba una venda en los ojos, tampoco quise deshacerme de ella. No quise escuchar la verdad, quise aferrarme a Jerarld y a todo lo que él significaba, mi mundo, mi vida, mi alegría, descuidado que yo... no significaba lo mismo para él. Fui egoísta y cobarde... aunque por poco tiempo. Luego, simplemente fui algo mucho peor que eso.
 
- Aquí se hospedará, madame. ¿Le parece de su agrado la alcoba?
 
La voz del mayordomo resonó cuál eco lejano en mi cabeza, por lo que me limité a asentir y traspasar la puerta, cerrándola tras de mí. No me fijé en ningún aspecto de aquella sala. Poco me interesaba almacenar recuerdo alguno de ella, de las sábanas del lecho, del mobiliario refinado, del color de las cortinas que empañaban el cristal del balcón o los cristales que adornaban la araña que colgaba del techo. Poco me importaba todo eso cuando en mi cabeza sólo rondaba él. Él, una y otra vez, en todas sus formas: en su olor, ahora impregnado en mi ropa; su tacto, aun haciéndome cosquillas en las manos; sus ojos, expuestos ante los míos por mucho que quisiera ver otra cosa; su sabor, inundando mi boca sedienta de él; y su música, la cual ahora me parecía oír. ¡Y tanto que la escuchaba, estaba sonando de veras! No era fruto de mis delirios o de mis ganas porque él permaneciera de algún modo conmigo. El piano ubicado en su despacho dejaba escapar sus suspiros bajo las formas de unas dulces notas musicales que llegaron a mis oídos y transportaron mis pies hasta el lugar de dónde nacía aquél sentimiento armónico, quedándome a un lado para que su compositor no viera mi acto como un gesto entrometido por parte de su invitada sorpresa. Pero entonces... la música cesó y su voz acarició mis oídos hasta estremecerme de placer ante tal contacto, muy parecido a un lenguaje místico, espiritual, pero tan terrenal como la pasión que de pronto me suscitó, rozando obscenos pensamientos que bloqueé en mi mente antes de darme por aludida y suspirar, inmiscuyéndome en su despacho con pasos cortos y lentos, con la mirada gacha y quedándome con la espalda recostada contra la puerta que recién acababa de cerrar tras mi avance. Tardé unos minutos en poder desenlazar las palabras que, tan nerviosas como yo, se agolparon las unas con las otras sin atreverse a emerger de mis labios trémulos.
 
- ¿Desde cuándo...?
 
Apreté mis labios con fuerza, agachando mi cabeza por pura vergüenza. ¿Desde cuándo sabría quién era yo realmente? ¿Qué me delató? ¿O es que nunca logré engañarle? No importaba ya eso, me di por vencida. Arrastré los pies por el despacho y me senté junto a él, en el banco desde dónde Jerarld tocaba el piano. Entrelacé mis dedos y tras tomar una bocanada de aire, tiré la cabeza hacia atrás y me quedé mirando el techo por un momento, buscando la forma de empezar una conversación que auguraba ser larga, intensa y difícil.
 
- Espero que Sam aun recuerde cómo se prepara un Ángel Caído.- reí con cierto atisbo de nostalgia en mi voz y en mis ojos que aun se empeñaban en no mirarle.- ¿Recuerdas sus ojos desorbitados cuando le enseñé? Le dije: Vamos, Sam, hoy te mostraré cómo se debe seducir a una dama hasta lograr que caiga en tus redes depredadoras. Recuerdo que Sam enrojeció, pobre hombre.- volví a reír, llevándome una mano a los labios como si quisiera acallar el sonido estridente de mi voz, un gesto, sin duda, infructuoso.- Entonces empecé a verter una tercera parte de la botella de ginebra que había escondida en un armario de tu cocina y a continuación, agité en una coctelera el contenido ya preparado, pero ahora con una cucharadita de amargo de angostura y con zumo de un limón. Luego, lo vertí en una copa y añadí el hielo que a Sam le costó conseguir, de hecho, tuvimos que recurrir a la magia de May para que nos convirtiera un poco de agua en hielo que luego trituré. Como decía, añadí un poco de crema de menta y finalmente, se lo di a probar. ¿Sabes? Pocos días después, Sam me vino a cuchichear al oído cuan mágico era el brebaje que le había enseñado a hacer, por lo que imagino que los resultados fueron óptimos para su escasa vida sexual.- bromeé de nuevo, haciendo caso omiso al silencio que Jerarld me brindaba como respuesta. Carraspeé.- Sí, creo que le pediré que me prepare uno de esos. Lo necesito más que la sangre, ahora mismo.
 
Me alcé entonces de aquél banco con tapizados de cuero negro, dándole la espalda a Jerarld para así encaminarme hacia la puerta y dirigirme a la cocina, dónde esperaba poder encontrar el refugio que ansiaba. No obstante, los nervios me traicionaron y la máscara cayó de mi rostro, ahora desnudo y mostrando mis flaquezas cuando él volvió a hablar, petrificándome allí por un largo instante, sumiendo mi mirada en la penumbra de la sala, ahora presa de un oscuro anochecer que sin darme cuenta, se había cernido sobre nosotros.
 

Y suspiré antes de dejarme caer de nuevo en aquél asiento, haciendo sonar sin querer unas cuantas teclas del piano que formaron una estridente y efímera melodía que asustó a unos cuervos que nos vigilaban desde las cercanas ramas de un frondoso y danzante cedro cuyas hojas arañaban, sutilmente, el cristal de la ventana abierta por la que ahora yo miraba sin ver realmente nada más que antiguos recuerdos de una vida plena y feliz que ahora parecía demasiado lejos de mí...


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Mensaje por Jerarld Délvheen Mar Sep 17, 2013 9:03 pm

No te vayas…
Fue lo único que pronuncie, algo que de algún modo escapo de mis labios.
Sentía ese miedo, latente, como si perderla siguiera siendo una opción. Como si al cruzar aquella puerta ella pudiera desaparecer.
¿Porque temía a perder lo que ya no era mío? Seguía siendo egoísta y posesivo, aunque no tuviera autoridad alguna ya.

Si…Si que recuerdo el rubor de Sam…Nunca le había visto así de avergonzado. Indique con una débil sonrisa, mirando las teclas de mi piano.
La brisa hizo ondear las cortinas y las nubes de disiparon un tanto, dejando que la luz de la luna entrara por la ventana, dándonos mayor claridad.

Tus ojos…Han sido tus ojos. Ellos no pueden ser imitados por nadie…Son demasiado…
Eleve el rostro hacia el techo y sonreí mientras negaba con la cabeza, sus ojos me gustaban por que eran únicos, porque jamás vi tanta dulzura y tanta tristeza en la mirada de una persona… Como si el propio dolor fuera algo hermoso, algo que dotaba a su mirada de algo distintivo, algo que me inspiraba y que a su vez me enternecía por como ella era, algo que siempre me hizo quererla demasiado.

Suspire y baje el rostro girándolo hacia ella. Algunas cosas nunca cambiaban, y pese a todo yo seguía sintiendo ese cariño incondicional hacia su persona.  

Debería estar enfadado contigo. Debería estar furioso y zarandearte por haberte ido así. Pero no lo estoy…
Jamás pude enfadarme contigo, y por lo que veo no es algo que vaya a cambiar.

Deje que mis dedos recorrieran poco a poco algunas teclas, con la melodía que acaba de hacer sonar, simplemente tocando algunos estribillos, modificando otros, haciendo pausas para mirarle de reojo. Ella se mantenía en silencio, podía sentir su angustia y su tristeza casi como si fuera la mia propia, tal vez porque asi era, su dolor también era el mio propio.

No…
No estoy enfadado contigo sino conmigo.
Indique sosegado, como si realmente estuviera pensando en voz alta. Estoy enfadado conmigo mismo por haber creido que morias, pues si lo que deseabas era sacarme de tu vida es algo que puedo entender…Yo también querria perderme de vista a veces. Lo que no que no puedo entender ni perdonarte es que le hicieras eso a nuestros hijos. Ellos no tenían porque pagar por mis errores o por los tuyos. Ellos no tenían porque sufrir de ese modo…
Deje de tocar las teclas y los minutos pasaron eternos. No quería torturarla, pues algo me hacia creer que podría haber algo mas. Aunque quizás eran mis simples ilusiones a que pudiera existir un buen motivo para todo…
Acerque mi mano hacia la de ella, una que se hallaba sobre su regazo, unida a su otra mano. Acaricie el dorso de ella con el pulgar.

Ellos no tenían que sufrir pero los errores también se pueden remediar, es algo que siempre se ha de saber… Sus dedos se enlazaron con los mios haciendome sonreir con cierta tristeza.
Te he echado de menos pequeña… Y me alegro de poder volver a verte, pese a todo lo que nos ha pasado.
Eleve la mirada hacia ella y ella hacia mi. Y lo cierto es que pese a todas las cosas que tanto nos escocían y herían, en aquel momento simplemente me sentí bien por poder verla. Por verla viva, por verle tan solo un momento más junto a mí. En aquel momento habría dado lo que fuese por abrazarla. Por oler sus cabellos, por relajarme a su lado, por sosegarla y por dejar que su abrazo me reconfortara como antaño.
Pero el ruido de un carruaje en la lejanía no tardo en aparecer, el galope aumento y de pronto las risas y el aboroto rompieron el silencio del jardín, mientras yo fruncia el ceño al mirar de reojo la ventana.

Por favor, esperame aquí. Indique poniéndome en pie para caminar hacia la salida del despacho, dejando la puerta entreabierta para que ella pudiera escuchar desde allí.

Buenas noches.
Gabriél entro haciéndome un el saludo de la veña mientras yo me apoyaba en la barandilla de la primera planta, donde podía contemplar la entrada. Evan entro y me hizo una seña de que subiría, gesticulándome para no hacer ruido mientras comenzaba a subir las escaleras con Danielle plácidamente dormida entre sus brazos, mientras que Biél venia hacia mi ordenando un poco sus desordenados cabellos.

Hola papá. Pareces cansado…
¿Que tal el dia?
¡Bien! Ha estado bien. Aunque por la mañana…dios mio que pereza, casi me duermo. Y en la tarde, en la biblioteca toda la santa tarde hasta que acabamos de buscar lo que necesitábamos con Vika. Hemos acabado el proyecto en su casa ahora.
Uff, menos mal, me alivia hasta a mi eso. Parecia que no ibais a acabar nunca. Estas ojeroso y todo señorito. ¿Donde están tus gafas? Biel hizo una mueca de “me han pillado pero bien” Pero hijo, ¿otra vez? ¿Cuantas has roto ya?
Dieciocho este mes. Pero esta vez no ha sido culpa mía.  Me cruce de brazos a ver cuál era la ingeniosa escusa que me daría.
¡Ha sido vika! Me hizo una tarta de merengue específicamente a mí, para lanzármela cuando acabáramos el proyecto. ¿Te puedes creer? ¡Mira que es retorcido! Por eso tengo el pelo así…me limpie lo que pude pero vengo pringoso.
Empecé a reírme mientras negaba con la cabeza. Acercando al pequeño “pringoso” para abrazarle, apretujándole un tanto.
¡Papaaaaá!
Calla y deja que te apretuje o no saldrás en un mes.
Jajajajaa ¡Pero que te voy a ensuciar! Comento encogiéndose de hombros, antes de devolverme el abrazo, cual niño pequeño, avergonzado y aun asi sonriente de que le mimen.
Deberías cortarte el pelo. No me mires así, yo lo haría encantado de la vida si pudiera.
Va.
Indique dándole un suave azote en el culo. Que te preparen un buen baño y luego bajáis a cenar… Yo tengo algunas cosas que hacer ahora, pero os acompañare en breve. Biél asintió sonriente y comenzó a quitarse el abrigo mientras subía las escaleras en dirección a su habitación.

Apoye mis manos en mi cintura, y me quede mirando por donde Gabriel habia subido. Seguia siendo un niño, el menor de todos, el mas consentido y aun asi tan dulce como siempre. ¿Como explicarle lo que estaba sucediendo sin destrozarle?
Lleve mis manos a mi rostro y estire mis cabellos hacia atrás mientras me giraba, contemplando a Roxanne en el marco de la puerta, estando esta aun entrecerrada, permitiendo ver solo una parte de su rostro.
Me encamine hacia ella y me adentre en el despacho, cerrando tras de mi. Ella retrocedió unos pasos pero yo sujete de su brazo y estire suavemente de ella hacia mi. Abrazándole.

Aquella era la primera vez que oiría y veria a su hijo en diez años, Si a mi me privaran de ver a mis hijos tanto tiempo estaría destrozado por lo que entendí que aquel momento no era precisamente sencillo. Pero aun asi habían demasiadas cosas que aclarar, antes de pensar en que se vieran. Aun tenia que saber muchos “porques”

Me aparte ligeramente de ella, aun sosteniéndole.
¿Porque? ¿Porque ahora? ¿Porque vuelves después de tanto tiempo?...¿Es…Es cierto que Ragnar es tu marido? Quizas la estaba acribillando a preguntas pero necesitaba saber que estaba pasando. Claro que el hecho de que ella me quisiera revelar la verdad o no…Era otra historia.


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Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
¿Salud mental? ¿Se come?:
Y no. No tengo nada mas que decir:
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Mensaje por Roxanne Miér Sep 18, 2013 5:19 pm

Fruncí los labios, desviando la mirada a un lado de la cámara ya prácticamente a oscuras, buscando algo con lo que distraerme sin que eso fuera realmente posible. Suspiré y me deshice del abrazo de Jerarld, retrocediendo hasta darle la espalda y caminar hacia la ventana abierta de par en par, cerrando los ojos y aspirando el aroma que la brisa nocturna traía a mis pulmones. Era una aire fresco, un tanto húmedo y que probablemente, auguraba una inminente tempestad, quizás como un reflejo de lo que vivía mi atormentada alma encerrada en mi cuerpo, agitada y salvaje para que la dejara escapar y pronunciarse. Y así lo hizo tras romper las cadenas que la amarraban, hablando sin tapujos ni titubeos. Hablando, por primera vez en mucho tiempo, con sinceridad.
 
- ¿Por qué no te besé en el alma cuando aun podía? ¿Por qué no te abracé la vida cuando la tenía? Yo... no me daba cuenta cuanto te dolía, ni siquiera yo misma sabía el daño que me hacía. Dejé de fijarme en que ya no sonreías y que por las noches, ya no me hablabas antes de dormirnos. ¿Cómo saber que aquél amor se te había escapado? ¿Que ya no me sentías? ¿Que ya ni te dolía? Pero un día descubrí que ya me mirabas diferente, que no te llené de mí cuando aun había tiempo, que no pude comprender lo que hasta ahora entiendo. Lo fuiste todo para mí y lo sigues siendo aun ahora, Jerarld. Tú y mis hijos... sois lo más valioso que tengo, y por eso me fui, por eso desaparecí.- me llevé dos dedos hasta el puente de mi nariz, el cuál masajeé con los ojos cerrados antes de volver a suspirar, apoyando mi costado contra el alféizar de la ventana para poder mirar a Jerarld en una posición de tres cuartos.- Mi historia es larga... será mejor que te acomodes y...
 
Y como si el destino se aliara conmigo por un instante, no tuve que terminar la última frase gracias a la aparición de Sam quién, tras picar con sus nudillos en la puerta del despacho, se adentró para ofrecernos algo de beber. Yo le guiñé el ojo y él sonrió cuál joven pícaro que se escondía tras su arrugada piel de anciano, comprendiendo lo que yo deseaba tomar aquella noche. Jerarld hizo su pedido y tras ello, Sam desapareció. Durante el rato en el que estuvimos de nuevo a solas, el silencio reinó en la sala y Jerarld obedeció a mi sugerencia mientras yo permanecía expectante ante la ventana, esperando la lluvia. Poco después, la puerta se abrió de nuevo y Sam entró con los pedidos en una bandeja de plata, depositando el cóctel sobre la cubierta del piano para que yo me sirviera cuando me placiera. Antes de irse, Sam encendió las velas de un candelabro que se hallaba sobre la chimenea apagada aquella noche, iluminando muy tenuemente la estancia donde nos encontrábamos. Después de haber llevado a cabo sus servicios, anunció que se disponía a preparar la cena para Gabriél y se marchó cerrando la puerta tras su sombra.
 
- Mi nombre verdadero es Ivanna Nkara, tal y como me presenté antes, en el jardín. Nací en una pequeña ciudad de Rumanía junto con Konrad, un clérigo que fue como un padre para mí durante toda mi infancia y juventud. Tras su fallecimiento, abandoné aquellas frías tierras y vine a París, dónde compré una casa y empecé a estudiar Bellas Artes gracias a la herencia de Konrad. Fue ahí cuando te conocí, Jerarld, hace ya casi ocho siglos, aunque no lo creas. Fue entonces y no hace veinte años cuando me transformaste tras una noche de locura y alcohol. Sola, desorientada y enloquecida por la incertidumbre, abandoné París para ir al norte, asentándome en Escocia hace pocos años y siendo ahí  dónde conocí a Eskandar, un hechicero que logró revitalizar algunos de mis órganos internos para darme la posibilidad de engendrar un hijo suyo, Evander, fruto de nuestra unión matrimonial llevada a cabo al poco tiempo de conocernos. Dejé a mi familia cuando Eskandar mostró su auténtica cara demente, convirtiendo nuestra familia en un infierno de dolor. Volví a París para buscar una mejor vida para mi hijo Evander, pero aquí yo no era nadie más que un trozo de carne exótico, por lo que me dejé arrastrar por los bajos fondos y empecé a trabajar como prostituta de lujo, como ya sabes, logrando amasar grandes fortunas. Fue entonces, aun bajo el hechizo de Eskandar, cuando nos reencontramos y entablamos aquél apasionante romance del que nacieron nuestros gemelos, pero... tuve que darlos en adopción para evitarme problemas con mi marido y evitártelos a tí, pues en ese entonces, habías regresado a los brazos de Eyra. Sin duda, ese fue mi mayor error, Jerarld, entregar mis hijos y no mencionarte su existencia. Es algo que nunca me perdonaré...- Jerarld pareció querer decir algo al respecto, pero me adelanté para proseguir con mi historia. Mi triste y verídica historia.- Así pues, habiéndote marchado y yo con suficiente dinero, volví a por mi hijo segura de abandonar a Eskandar, más mi marido me amenazó entonces con dañar a Evander si no permanecía a su lado y tomándome por la fuerza, engendró a mi última hija, Danielle, a quién diría que ya conoces. Tras su nacimiento y aprovechando un descuido de Eskandar, me llevé a mis hijos a quienes entregué a unos viejos amigos míos mientras ya regresaba a París en tu busca, pues necesitaba tu ayuda para protegerles de su padre. Así fue cómo volví a ejercer de ramera y cómo volví a seducirte, más mis órganos debilitados empezaban a marchitarme y agonizaba pese a tu intento de alargarme la vida. Finalmente, me devolviste la inmortalidad con ese mordisco. Después de eso... la historia ya te la conoces, al menos, el tiempo en el que pasamos juntos como una familia feliz, con nuestros hijos y nuestro castillo. Pero me preguntas que por qué os abandoné, y el motivo no fue otro que Eskandar, pues a mis oídos llegaron noticias de que había encontrado a mis hijos, por lo que tuve que fingir mi muerte para que no me buscarais, para alejaros de Eskandar y el peligro que supone. Puede que me odiéis de  por vida, pero al menos, tenéis una vida sana y salva.- tomé al fin la copa con el contenido verdoso que llevé a mis labios, apurando el recipiente antes de dejarlo dónde estaba antes, sin dedicar a Jerarld ni una mirada más por temor a descubrir lo que vería ahora en mí, quizás lo peor de todo ser humano, quizás vergüenza más que odio. No quise saberlo.- Mi regreso a casa conllevó la locura de Eskandar, quién incendió nuestra casa para acabar con todos. Dejé que él creyera que todos habíamos muerto en ese incendio, instando a Evander que fuera a París para huir de su padre. Poco después, Danielle le acompañó, llegando ambos hasta ti, alguien en quién confío de que cuidará y protegerá a mis hijos.- sonreí con tristeza y cansancio, caminando ahora hacia él.- En cuanto a mí... me fui a Brasil, dónde me reencontré con un viejo amigo, Ragnar, con quién acordé un matrimonio de conveniencia para conseguir una nueva identidad como Roxanne. Es por ello que ahora estoy aquí, porque Eskandar sabe del paradero de mis hijos y yo debo protegerlos ahora que Ragnar está a mi lado y puede ayudarme. He venido por ellos, también por Gabriél y Elle, y... ¿cómo no? Por ti... Oh, Jerarld...- me acuclillé ante él, sonriéndole con dulzura mientras una de mis manos acariciaba su rostro con lentitud, queriendo aprovechar al máximo cada segundo en el que nuestras pieles se rozaban en un intenso contacto. Mis ojos brillaron, los vi reflejados en los de él.- Si supieras que tu recuerdo me acaricia cada mañana al despertar, que el corazón se me ha quedado sin palabras para decirte cuán grande es lo que siento por ti. Si supieras cuánto te ansío en cada espacio de mi cuerpo, cómo palpitan tus palabras en mi alma cuando se queda tu presencia aquí -señalé, tomando su mano para posarla a la altura de mi corazón silencioso-, en mi pecho. ¡Si supieras que este vacío de tenerte sólo en sueños es como un grito que se estrella en el silencio mientras me clama el corazón por ser tu dueña! Oh, Jerarld, si supieras cómo desangran en tus ojos mis anhelos cuando me miran sin saber que muero por entregarte la pasión que llevo dentro...
 
Me alcé, dándole de nuevo la espalda para esconder mi rostro entre mis manos, avergonzada por todo aquello que acababa de confesarle. Algunas lágrimas escaparon de mis ojos y aun así, seguí hablando, ahora entrecortadamente por la emoción suscitada.
 
- Para calmar este dolor de no tenerte, para borrar con tus caricias mis lamentos, ven y entrégame tu amor, Jerarld. Dámelo, que está mi vida en cada beso para darte, que se pierda así en el pasado este tormento. ¡No me basta el mundo entero para amarte!- tomé aire y me volteé con brutalidad hacia él, clavando mis ojos en los suyos, en los que pude identificar la tristeza de no poder entregarme lo que le pedía.- Estoy dispuesta a enamorarte, Jerarld, como tantas otras veces lo hice antes. Borra por siempre de mi vida todas las lágrimas que habitan y can noche sin tus besos en el rincón de mis lamentos. Entrégame tu amor y hazme tuya como antaño. Como siempre lo fui. Nunca pude ni quise olvidarte. ¿Pudiste tú?
 

Dicho y hecho, quizás como fruto del alcohol ingerido, o quizás como excusa de ello, no dudé en llevar dos de mis trémulos dedos hacia el tirante de mi vestido de seda, haciendo que éste se resbalara por mi hombro derecho con sutileza y lentitud, recorriendo una pequeña porción de piel que ahora dejó al descubierto. Oprimí mis labios y miré con la mirada encendida de pasión y un amor enfermo, los ojos, los bellos luceros grises que iluminaban el rostro de Jerarld. ¿Aceptaría semejante propuesta indecente? ¿Volvería a caer en mis brazos? ¿Habría aun fuego en las cenizas que dejé tras mi paso por su vida? ¿O sólo recibiría su rechazo? ¿Su indiferencia? ¿Su enojo? Pronto saldría de dudas y mientras, la brisa se llevó consigo las llamas de aquellas velas que alumbraban el despacho, dejándonos completamente... a oscuras.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Sáb Sep 28, 2013 6:31 pm

La frágil gota de agua resbalo por el suave cristal, deslizándose pausadamente hasta que cayó sobre la superficie de madera, perdiéndose con el resto de gotas, creando de ese modo un pequeño charco que se formaba alrededor del intacto vaso de whisky. Un vaso desbordado a causa del hielo derretido. Un vaso desbordado, como yo en aquel momento. Yo…que miraba con mi mirada fija y atónita, mirando sin ver nada en realidad.

¿Cómo era posible que no la recordara?...¿Que la hubiera conocido hace casi ocho siglos y no supiera que era ella?
Le di la espalda, necesitando más de un segundo para digerir tanta información. Empezando por los niños que residían conmigo…Los chicos…Aquellos a quienes había acogido en mi casa, pensando que eran simples descendientes de mi antigua estirpe.  ¿Cómo sospechar siquiera que podían ser de ella? Me senté para darle la espalda. Sujetando mi frente mientras suspiraba, intentando encajar demasiadas cosas en mi mente colapsada.

Negué con la cabeza. Negué cuando entendí sus mentiras, porque pese a todo…Las comprendi mejor que nadie. Yo era padre, yo sabia lo que significaba un sacrificio en bien de algo mejor para ellos. Y es que a mi mente vino el fugaz recuerdo de May, mi primera hija y el mismo hecho de protegerla. Parte del caos que había rodeado a mi vida se habia desatado esa noche con ella en tan un solo segundo. Y pese a todo lo sucedido no me arrepentía de haberle cuidado…Ella habría sido una dulce jovencita de haber estado viva…Volvi a negar con la cabeza, pues asi como ese ejemplo habían muchos mas. Y eso me hacia comprender que Roxanne…o mejor dicho que Ivanna, no se arrepintiera de sus actos, pues yo no me arrepentía de los mios.

Pero ¿y lo demás…Era tan fácil de comprender?

Ivanna…Una inmortal, mi creación y su vida paralela. Una vida con su familia, mientras vivía en París, a veces a mi lado.
Empece a sentirme apesumbrado. De no haber sido inmortal, me habría sentido febril, enfermo, agonizante, porque aunque no estuviera asi físicamente era asi como me sentía realmente. Enfermo y extraño. Mientras que a mi alrededor las cortinas ondeaban, el tic tac de mi reloj de bolsillo continuaba, y el aleteo de las aves nocturnas sonaba en la distancia, asi como el sonido de las hojas al caer en mi jardín…Todo continuaba mientras yo seguía ahí,  inmóvil, ante el bello sonido de la noche aparentemente silenciosa y luego…
Ella…
Ella estaba  ahí, detrás de mi, abriendo su corazón y explicándome el porque de sus actos, el porque estaba ahora junto a mi. Deje que mis dedos índice y pulgar descansaran un momento sobre mis ojos. Girandome hacia ella cuando al fin logre sosegar mi tempestad interna. Y entonces,
oh…entonces…
Sus ojos, sus bellos ojos volvieron a hacerlo. Volvieron a contemplarme con ese brillo, calándose muy dentro de mi, desestabilizando mi orden natural. Colándose en mi interior, colandose tanto que senti como si mi propia alma resquebrajada vibrara, recordándome que aun poseia una, una que aun me indicaba que seguia vivo, aun sintiendo, aun recordando lo que eran las palabras de amor, esas palabras locas, producto de una fiebre incontrolable solo superada por esa enfermedad que te llevaba al delirio. Amor; terrible, incontrolable y necesario.

¿Porque me haces esto? Ella pareció no entender mi pregunta y lo cierto es que yo tampoco entendía mi delirio. ¿Le preguntaba a ella o a mi mismo? Pensaba en voz alta. Y es que no podía negar lo que ella me suscitaba por el simple hecho de contemplarle.
Pero ¿qué era lo que realmente anhelaba? ¿Era su calidez? ¿Su amor? ¿La familia que un día fuimos? ¿O era mi propio egoísmo el que me hacia necesitar cada centímetro de su anatomía y el cien por cien de su atención y de su cariño?
¿Era amor o era egoísmo por estar solo alrededor de un monton de gente?

Te quiero tanto... Te he querido tanto...
Que me duele pensar que estas viva, que estas cerca y que ya no eres mía...

¿Porque?...¿Porque tenia que resistirme? ¿Porque tenia que mantener las distancias? ¿A quien pretendía engañar?
Cuando me di cuenta, note mi respiración agitada, mis labios entrabiertos mientras tomaba bocanadas de aire por la boca, a la vez que mis puños se mantenían cerrados. Como si una parte de mi me intentara sujetar.
Y es que fue asi. Una parte de mi lo intento, la otra…Simplemente gano por encima de la razón.
Fue asi como me acerque a ella rápidamente, sujetando sus brazos con cierta violencia para acercarme a su rostro, respirando de su aliento,tragando saliva a la vez que cerraba los ojos, aspirando ese aroma acogedor que de ella emanaba, seguía respirando entrecortadamente, por lo que me gire con ella, soltando sus brazos para sujetar su cintura bruscamente, sentándola sobre el teclado de mi piano de cola, siendo el estruendo de las notas lo único que rompió el sosiego de la noche a la vez que yo le encerraba en mi abrazo de forma posesiva, atrapando su torso con uno de mis brazos a la vez que mi mano libre se deslizaba por su pecho y por su cuello hasta atrapar su nuca.

Mírame…
No tengo derecho sobre ti, ambos creamos nuestra vida y no quiero hacerte daño...
Y aun así yo…

Apreté la mandíbula mientras la miraba. Lo cierto, es que intentaba convencerme a mí mismo, de que no debía, de que no podía, me intentaba convencer a mi y no a ella. Lo intentaba de veras, pero sentía que mis argumentos se rompían con cada palabra que pronunciaba…
Mis dedos se deslizaron por sus suaves cabellos cuando acerque su rostro alzándolo hacia mí, susurrando sobre sus labios.
Te necesito.
No…
No pude olvidarte.


No lo pude evitar. Lo intente pero no lo pude evitar. Necesitaba demasiado de ella, fue por ello que tire de su rostro hacia mi, inclinándome para sentir sus labios temblorosos tocando los míos, con la simple y llana necesidad de acariciar aquel suspiro, sintiendo el sabor dulce que absorbí, mientras sentía como si algo en mi pecho despertara. Recordándome por un instante lo que era sentir algo tan efímero y abstracto como el propio amor. Un amor enfermizo que parecía arrancarnos el alma de cuajo mientras yo mordía suavemente su carne, notando la rugosidad que me proporciono aquel beso apasionado.

Susurre sobre sus labios, pese a que no quería desprenderme de ellos.

¿Es cierto que puedes volver a robarme el corazón?
¿Es cierto que puedes llevártelo y quedártelo de una vez?
¿Es cierto que puedes guardarlo junto a ti?
¿Es verdad que lo deseas…que quieres…
…amarme?


No era una o mil preguntas. Era una súplica, un llamado desde la soledad, un grito desde la desolación. Le estaba pidiendo que me salvara de mi mismo. Que me quitara lo que aun anidase en mi pecho, que me arrebatara el vacio.

¿Sería posible semejante aberración en un ser como yo?
Aquella noche, el grito del loco seguía resonando en un eco de simple tormento...Un eco que no se iba a acabar.


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Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
¿Salud mental? ¿Se come?:
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Mensaje por Roxanne Lun Sep 30, 2013 3:54 pm

Tras el intercambio de saliva, de aire, de amor, sentí en mi pecho cómo mi corazón se llenaba de sentimiento, de esa electricidad motora que permite que los latidos palpiten con fuerza, llevando a cada rincón del ser el elixir de la vida, la sangre que yo ya no necesitaba. Y sin embargo, su saliva, su aire, su amor, eran la sangre que hizo renacer mi cuerpo, revitalizándolo, dotándolo de un calor sublime, más que humano, más que puro sentimiento. Me hizo vibrar como una hoja en cuanto sus labios se acoplaron cómodamente sobre los míos, reconociéndolos al instante, recordando cómo iniciar el ritmo de unos besos pausados y sugerentes antes de perderse en la chispa de lujuria que recorrió nuestros cuerpos, que así nos reclamaban éstos, cada fibra de nuestra piel, cada poro, cada músculo. Él era mío, tanto como yo era suya. No había otra explicación racional que respondiera a semejante descubrimiento en nuestros ojos cuando nos mirábamos como ahora, sin poder evitar que nuestras comisuras se curvaran en una sonrisa sincera, incluso tímida, pero llena de ilusión. Era la sonrisa de la felicidad, de la plenitud. Jerarld había recompuesto mi alma con la última pieza que confeccionaba el rompecabezas de mi insulsa vida sumida hasta entonces en su dolorosa y presente ausencia.
 
Y ahí estábamos ahora, saboreando unos segundos más la detención del tiempo en aquél beso voraz y extendido en el infinito de un mundo paralelo dónde nada más importaba, nada más allá de él y de mí. Él rompió el silencio con su voz aterciopelada, una voz suave aunque varonil, tan parecida a la caricia del dorso de su mano sobre mi mejilla, tan exquisita como la más hermosa melodía que de sus dedos pudiera nacer al son de su preciado piano de cola. Su voz me estremeció, más si cabe que sus propias palabras. Casi pude sentir el vuelco de mi corazón, el sonrojo de mis mejillas, la humedad de mis ojos... Oh, eso último no era una ilusión, era bien cierto que algunas lágrimas resbalaron por mis mejillas hasta perderse en la nada. Pero no lloraba de tristeza, ya no. Ahora, contemplándole embelesada como antaño, lloraba de alegría. Lloraba por sentir su necesidad de mí, su amor aun vigente en su corazón pese al transcurso del tiempo, pese al dolor, pese a las mentiras, pese a la distancia, pese a todo... él seguía amándome.
 
No quise responder las cuestiones que me planteó, aunque me hicieron sonreír de nuevo, sin poder evitar pasar mis brazos por encima de sus hombros, entrelazando mis dedos tras su nuca, aferrándome un poco más a su cuerpo, aquél que tanto había extrañado, el abrigo que anhelaba cada noche en mi cama, del que desprendía el aroma más cálido que jamás envolvió mis pulmones, erizándome la piel con su característico olor a almendras tostadas, tan acogedor como el hogar que siempre quise erigir junto a él, junto a nuestros hijos. Sonreí, o mejor dicho, simplemente, no dejé de hacerlo desde que sentí sus manos sobre mi anatomía, contorneándola efímeramente con sus tiernas caricias, siempre pendientes de no dañarme, como si fuera una pieza única e irremplazable, como si fuera frágil cuál muñeca de porcelana, como si fuera lo más valioso para él y temiera que sus manos me rompieran.
 
- Permíteme que te responda con una canción.- murmuré sobre sus labios, guiñándole el ojo con cierta picardía antes de aprovechar la postura en la que me había dispuesto frente a él para empezar a contonear mis caderas a un lado y a otro, iniciando una muy sutil danza, apenas perceptible, tan sólo meciéndonos en la oscuridad de la sala con un vaivén suave y muy lento en el que Jerarld pronto fue partícipe, llevando sus manos a mi cadera mientras empezábamos a desplazarnos por el despacho formando pequeños círculos cerrados.
 
Guiándome solamente por el centello tartamudo de los ojos de Jerarld, mi voz emergió de entre mis labios con dulzura aunque con fuerza, con un carácter y una vivacidad que quería reflejar junto a la canción elegida, buscando despertar en Jerarld el misterio resuelto de nuestra historia, de nuestros sentimientos, de todo lo callado y todo lo sentido. Así, el despacho se llenó de una luz propia que irradiaban nuestros rostros radiantes en felicidad y armonía, reflejando dicho estado en nuestras miradas intercambiándose, acompañando aquél inocente baile con mi melodía llena de intenciones y de un profundo amor que aun ahora me estremece al recordar.
 
Power Of Love by Jennifer Rush on Grooveshark
 
- The whispers in the morning
Of lovers sleeping tight
Are rolling by like thunder now
As I look in your eyes
I hold on to your body
And feel each move you make
Your voice is warm and tender
A love that I could not forsake
 
'Cause I am your lady
And you are my man
Whenever you reach for me
I'll do all that I can
 
Even though there may be times
It seems I'm far away
Never wonder where I am
'Cause I am always by your side
 
'Cause I am your lady
And you are my man
Whenever you reach for me
I'll do all that I can
 
We're heading for something
Somewhere I've never been
Sometimes I am frightened
But I'm ready to learn
'Bout the power of love
 
The sound of your heart beating
Made it clear suddenly
The feeling that I can't go on
Is light years away
 
'Cause I am your lady
And you are my man
Whenever you reach for me
I'm gonna do all that I can
 
We're heading for something
Somewhere I've never been
Sometimes I am frightened
But I'm ready to learn
'Bout the power of love
 
Ooh The power of love
The power of love
 
Traducción:
 

- No hay muerte en el mundo que consiga matar nuestra historia de amor.- añadí en apenas un suspiro, deteniendo entonces nuestra particular danza para fundirnos el uno con el otro como el fuego consume la vela. El fuego era nuestro amor. La vela, nuestro juicio.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Sáb Oct 19, 2013 7:26 pm

Apreté su cuerpo contra el mío, le apreté con temor a que se escabullera entre mis brazos. Le abrace con miedo a que fuera un sueño apunto de convertirse en pesadilla al ver que no abrazaba nada.
Pero espere, espere unos segundos y no fue así…Sonreí, aunque ella no me veía, sonreí como hacia mucho que no hacia. Sintiéndome ilusionado, esperanzado. Como si algo volviera a brotar en mi. –Definitivamente nunca iba a aprender, seguía sintiéndome cual jovencito enamorado- Dándome cuenta de que pese a que la abrazaba, seguía siendo sutil, como cuando abrazaba a Biél o a Key…
Reí, reí a carcajadas antes de besar su hombro, su cuello, su mejilla, sus labios, reí al elevarle del suelo ante mi abrazo, girando con ella sujeta a mí, sin dejar que sus pies tocaran el suelo mientras ella me miraba con aquella sonrisa cálida.
No podía ser cierto. En algún lugar tenía que estar la traba, la pega. La…

*TOC TOC*

Ahí estaba.
Ambos nos miramos por un momento como si nos hubieran zarandeado. Girando los dos el rostro en dirección a la puerta. La puerta se abrió suavemente mientras Gabriél se adentraba descalzo, vestido con un pantalón de pijama, un jersey y una toalla con la que aun se secaba sus desordenados cabellos

Papá, ¿te importa si empezamos a cenar sin ti? Estamos hambrientos. Aunque había pensado que si…
¿Papá?

Gabriél contemplo mi despacho, mirando con suavidad de un lado a otro mientras sacaba de su bolsillo y se ponía sus gafas redondeadas de repuesto. El caminó pausadamente hacia las cortinas que ondeaban, mirando por la ventana. Su rostro sonrosado, que aun mantenía ese aire infantil miro hacia abajo antes de fijar su mirada en el horizonte, suspirando consternado antes de volver a adentrarse en el despacho.

Le observe desaparecer mientras fruncía el ceño conteniendo el aliento. Y es que en menos de un segundo, cuando el aroma de Biél inundo mi nariz, yo tome en brazos a Ivanna y me encamine hacia la ventana, dando un salto ágil para aterrizar con extrema suavidad en el césped, arrinconándole a ella junto a un árbol, aprisionándole un tanto con mi cuerpo mientras ambos observábamos a nuestro hijo en la ventana de mi despacho.

No puedo permitir que conozca tu existencia aun. Indique bajando mi rostro y mi mirada del despacho a su rostro. Sé que sería demasiado para él, e incluso para Evan y Danielle.  Piensa que ellos creen que has muerto, aparecer así…
Ella me miraba, atenta, mientras yo sujetaba una de sus manos, aun aprisionándole. Ni siquiera me había dado cuenta de que había perdido el hilo de mis pensamientos al contemplar su mirada.

Acaricie su mejilla. Sonriendo al fin, como hacía mucho que no hacía. Mire sus ojos y por un momento me sentí tan bien, que olvide mi despacho, mi casa, y la oscuridad que nos rodeaba, pues ella iluminaba el lugar con su cercanía. Ella me hacia olvidar lo que me atormentaba, como si fuera un bálsamo, un sedante, un aroma embriagador. Una extraña droga para mí.
A veces tengo la sensación de que siempre te he querido.  Intente contener mi sonrisa, pues sabía que deliraba y no quería que ella recordara cuan loco estaba.

Rumania.
Dices que eres de allí, que has vivido allí… Llévame a aquel poblado, llévame donde Konrad te crio.
Vámonos a Rumania esta noche.


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Mensaje por Roxanne Vie Oct 25, 2013 2:16 pm

Gabriél apareció en aquella ventana, asomándose en ella por unos segundos antes de desaparecer en el interior de la estancia. Mucho había cambiado desde la última vez que le había visto: su rostro había adoptado las facciones de un adulto, su cabello pelirrojo había crecido y su cuerpo contorneado de forma viril.
 
No recuerdo cuánto tiempo transcurrí bajo la copa de aquél arbol contemplando a m hijo como si fuera la primera vez. Ni siquiera su marcha me sacó de aquél estado de ensoñación. Sólo Jerarld, con su voz suave y aterciopelada como la caricia de un melocotón a principios de agosto, llegó a captar mi atención y desviar mis ojos de la ventana para posarlos sobre los suyos, conteniendo entonces el aliento por un instante eterno ante la belleza de su mirada, tan intensa, limpia y eterna. Era como si no existiera profundidad en el lienzo de sus ojos. Nunca había visto una mirada como aquella. No hubo otra que me robara el norte como la suya.
 
¿Cómo lograba hacer temblar mis rodillas cuales hojas al viento? ¿Cómo conseguía hacerme sentir el descenso de mi sangre hasta agolparse en las puntas de los dedos de mis pies? ¿Sería por su aroma a almendras tostadas? ¿Por la suavidad de su piel en cada roce? ¿Por la idílica estampa protagonizada por la noche cernida sobre nosotros mientras la brisa ondeaba sus cabellos hasta pegárseles al rostro? Oprimí mis labios como si quisiera ahogar un grito de euforia ante su belleza, como si no pudiera soportarlo por más tiempo, como si fuera demasiado para mí su adoración.
 
De pronto, su voz me sacó de aquellas fantasías que ya vagaban en mi cabeza, concebidas desde la parte más profunda y pura de mi anhelo por él.
 
¿Rumanía?¡Rumanía! ¿Cuánto hacía que no regresaba a mi tierra?...
 
- ¿Rumanía?- inquirí ante su propuesta tan absurda y alocada que me hizo soltar una gran carcajada que Jerarld  tuvo que sofocar con su mano, evitando así que alguien de la casa pudiera percatarse de nuestra presencia en el jardín.- ¿Rumanía?- insistí, ahora en un susurro tras lograr apartar sus dedos de mis labios, haciendo grandes esfuerzos por impedir la risa que subía por mi vientre y me hacía doblegar entre sus brazos.
 
No esperé su arrepentimiento como respuesta, por lo que tomé su mano y con una sonrisa traviesa en mis labios, tiré de él, empezando así a correr a gran velocidad por los campos y sembradíos que nos separaban de nuestro primer destino: la estación de tren.
 
- Oh, diablos... No llevo ni un franco encima, Jerarld.- musité en cuanto cruzamos el bosque y llegamos a las calles adoquinadas de la gran ciudad, ahora ya prácticamente desiertas debido a las altas horas de la madrugada. Todo estaba cerrado y ni un alma se veía por las callejuelas.- ¿Robamos un banco y nos fugamos?- reí, bromeando al pasar frente al Banco Elíseo de París. No obstante, Jerarld se detuvo y supe que le había dado la más estúpida de las ideas sin tener en cuenta su escasa salud mental ante semejante aventura presentada.
 
Puse los ojos en blanco, fingiendo ser la cuerda en aquél asunto, cruzándome d brazos y negando con la cabeza.
 
- Las damas primero, pues.- solicité con un guiño de ojos antes de llevar a cabo mi gran entrada triunfal en el edificio vacío con el derribo de la puerta principal, mostrando luego mis colmillos a modo de defensa justo antes de gritar.- ¡Quieto todo el mundo! ¡Esto es un atraco!- reí, girándome hacia Jerarld que me miraba alzando una ceja, tomándome por loca seguramente. Me encogí de hombros y volví a reír como una nena.- Siempre quise decir eso.
 

Acto seguido, cundió el pánico y el caos reinó en el Banco. Aquello que sucedió lo explicará Jerarld a continuación.


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