Semillas De Un Ayer || Privado

por **Hyun Queneau** Dom Jul 26, 2015 9:15 pm

Semillas De Un Ayer

A pesar de lo testarudo en su personalidad, Matías aún conservaba ápices de una inocencia que había sido arrancada de manera violenta a temprana edad. Después del ataque a su tribu y la posterior muerte de su madre sus energías se habían enfocado solamente a lastimar a aquellos que se cruzaran en su camino. Estafador y ladrón. Eran los adjetivos que le definían aparentemente, pues en el fondo la semilla de hallar a su hermana estaba causando un ligero cambio en el adolescente. En la capital no había tenido tanta suerte como en su tierra natal, una semana entera sin predicciones, ninguna solo. Las circunstancias le obligaban entonces a actuar de formas menos ortodoxas.

Entre sus prendas un par de manzanas y melocotones yacían ocultos, no obstante el gitano sabía que no sería suficiente para terminar la semana. Caminó sobre las calles del lugar, mismo que poco a poco empezaba a llenarse de más personas, esto dificultaba la tarea de huir con éxito una culminada su fechoría. Avanzó entre el tumulto de personas estudiando cada rincón del lugar. Al final de la calle divisó a un par de mujeres, quienes a juzgar por sus atuendos, pertenecían seguramente a la realeza o a una clase superior a la suya. Se mostró sonriente para dar inicio a su acto, tomó sus palmas una vez que accedieron, siguió sus líneas y acertó en un par de predicciones, contrariamente a lo que él pensaba las féminas le recompensaron con un par de francos.

Nada mal, para ser la primera vez que realmente utilizaba sus dones adivinatorios. Podría ser entonces que su idea equivoca de las personas en la capital cambiara con este simple acto. Demasiado bueno para ser cierto. Con recelo guardó las monedas entre sus bolsillos y continuó su caminata. Un repentino empujón le tomó por sorpresa, un sujeto se abría paso para cometer algún atraco seguramente. Matias mantuvo sus ojos en ellos y se sorprendió al notar que arrebatan de las manos de una niña una exquisita pieza de metal.

–Te crees muy listo abusando de esa forma ¿no es así? –

Posiblemente el objeto tampoco pertenecía a la pequeña y sin embargo ahí estaba una vez más haciendo gala de su carácter impulsivo, se aproximó hacia el hombre soltando un golpe directo al rostro ajeno. Recibió un par de ataques también. Enfrascado en la pelea no había notado que un par de gitanos observaban a su alrededor, aquel extraño arrojó el objeto robado y con el temor de ser apresado huyó inevitablemente. Matias sujetó lo que parecía ser una pulsera mientras la pequeña y un par de miradas más caían sobre él.

por **Sashenka D. Pratts** Lun Ago 10, 2015 6:35 pm

Las últimas noches había estado presentando un espectáculo junto con un compañerito muy especial, que conocí apenas llegué a Francia. Se trataba de Jean Pierre, un jovencito de escasos catorce años de edad que vagaba solo y desnutrido por las calles de Paris, pues había huido de casa por los constantes abusos de su madrastra. Fue casualidad que nos halláramos topado aquella noche, cuando los dos moríamos de hambre. Desde entonces nos hemos hecho compañía el uno al otro, convirtiéndonos en inseparables. El tocaba mi guitarra como todo un auténtico músico atrayendo a la gente con su carisma natural, sonriendo y yo bailando y cantando cuando la ocasión lo ameritaba. Entre los dos ganábamos algunas monedas y las repartíamos a partes iguales, para después tratar de buscar un buen lugar donde pernoctar aunque al finalizar la noche el se iba por su lado casi siempre. Era un misterio hacia donde iba así que no quedaba más remedio que buscar un sitio seguro, donde conciliar el sueño no fuera tan difícil y las pesadillas se alejaran lo más posible. Sobre todo desde que las cosas en aquella casona donde fui contratada no marchaban del todo bien. A veces prefería no llegar.

**

Ésta noche parecía ser sumamente prometedora, porque la callejuela estaba más atiborrada de lo habitual. La gente parecía contenta y muy desprendida. Para tal ocasión me había había vestido con el mejor de mis dos trajes: El verde, el más llamativo, el que más brillara e hiciera ruido al moverse. El que representara mejor mi papel. Ya había perdido un par de lentejuelas y algunos hilos estaban salidos, pero nada que se notase a simple vista y nada que mis manos expertas son pudiesen reparar apenas tuviera los francos y el tiempo necesario.

-Debemos lucirnos como nunca antes Jean o nos iremos con el estómago vacío. - Deposité un beso en la frente del jovezuelo, le despeiné un poco, y después le arreglé el corbatín en el cuello para que se viese un poco más presentable y guapo-. Vamos,anda. A atraer al público con esa sonrisa tuya encantadora, que yo termino de arreglarme.

Jean Pierre me sonrió y se fue a hacer lo suyo, tocando magistralmente la guitarra, cantando y anunciando mi presencia en breves instantes. Me apresuré a arreglarme el cabello, adornandole con un par de flores blancas que habíamos tomado “prestadas” de un jardín hermoso, de camino hacia aquí. Suspiré. Tenía que lucirme, dar un doble esfuerzo. Ya no sólo por mí sino por Jean. El me había dado la fuerza necesaria para continuar mi camino sin siquiera saberlo. Me descalcé. Bailaría descalza, porque el único par de zapatillas que tenía, estaban a punto de romperse y caminar buscando un sitio donde descansar nos iba a llevar algunas horas más. Mis pies no podrían soportar ir desnudos por las calles empedradas y sucias.

Escuché mi nombre breves momentos después de divagar un poco en los recuerdos. Ensayé mi mejor sonrisa, y me deslicé grácilmente por el círculo de curiosos que se habían tomado la molestia de esperar por mí. Jean comenzó a tocar una danza que le había tomado un par de días aprenderse (había que decir que era muy talentoso y sumamente inteligente) fue entonces que comenzó mi baile y me olvidé de todo. Siempre ocurría. Bailaba más para mí que para otra cosa. No existía nadie más ahí, salvo la música y yo.

Terminé mi actuación temblorosa por la emoción. Las monedas, los billetes no se hicieron esperar. Mis ojos se iluminaron, porque la cantidad de metal tintineando en el cesto era más de lo que pudiéramos conseguir en toda una semana. Estábamos de plácemes. El espectáculo había sido todo un éxito, y yo estaba completamente segura de que Jean Pierre era la estrella que iluminaba todo aquello que tocara. En ésta ocasión se trataba de su guitarra, que con sus manos adolescentes habría despertado la pasión de la concurrencia. Agradecí con algunas breves reverencias, sonriendo, guiñando el ojo alguna que otra vez, respirando con algo de dificultad por el esfuerzo. Estaba cansada y mis pies me estaban matando, pero habría valido la pena tal esfuerzo. Nos esperaba una deliciosa cena, y una buena taza de leche caliente, justo premio para nosotros, que nos conformábamos con poco.

Levanté el cesto, guardé el dinero en el pequeño bolso que colgaba de mi falda, buscando con la mirada al pequeño maestro de las cuerdas. Cuando le encontré la sangre se me heló. El aura del hombre que platicaba con mi pequeño compañerito, presentaba un aura gris, vacía, sin ninguna clase de color. Esto sólo significaba una cosa: Vampiro. Por instinto corrí hacia él, llamándole por su nombre; debía alejarlo cuanto antes de aquella criatura de la noche. No podría perdonarme si algo malo le sucediera. Estaba bajo mi tutela y responsabilidad aquella noche, me sentía con la suficiente autoridad moral, para considerarle casi como un hermano.

-¡Jean Pierre! -Le tomé por el hombro, recorriéndolo detrás de mi con sutileza. No quería alterar al personaje que tenía delante de mí. -Ya es tarde y debemos retirarnos, ve por tu cosas, anda... Anda rápido que debes llegar a casa. - Le animé a que se alejara. Jean educadamente me hizo caso, partiendo hacia el lugar de su tendido desconocido, no sin antes agradecer con una sonrisa al desprendido caballero que le había obsequiado un billete de alta denominación. Bien, ya le había alejado lo suficiente para que no pudiera escuchar lo que le tenía que decir al hombre que tenía delante de mí.

-¡Aléjese de nosotros! sé la clase de... Personaje que es usted. No voy a permitir que se atreva a lastimar a Jean. -De donde saqué el valor para defenderlo con tanto arrojo, no lo supe. Quizás mi instinto maternal se había despertado por instinto; poco me importó que tuviera un sobrenatural delante de mí. Pasaría sobre mí antes de ponerle una mano al chico. Éste sonrió de medio lado y se alejó por donde vino. Suspiré aliviada y me reprendí mentalmente por ser tan estúpida. Esa criatura pudo haberme atacado y sin embargo no lo hizo.

Suspiré tratando de tranquilizarme. Decidí tratar de dejar atrás el incidente y proseguir con mi rutina. Yo estaba demasiado hambrienta, por lo que una vez recogido mis pertenencias encaminé mis pasos hacia algún lugar tranquilo. Pero estaba equivocada... Metros más adelante se podía percibir otra clase de problema. Ya la gente se había arremolinado para observar. Yo caí también en las garras de la curiosidad, acercándome para observar qué pasaba: Se trataba de un chico un poco más grande que Jean que estaba retando a un hombre mucho mayor que él, que intercambió varios golpes certeros en su cuerpo. un: ¡AH!, ¡OH! de la muchedumbre que en lugar de ayudar, animaba a que la pelea continuara. ¡Esto no podía continuar! ¿es que nadie haría nada?

-Por favor ¡Paren! -grité, pero no logré absolutamente nada.

por **Hyun Queneau** Dom Ago 16, 2015 12:01 pm

Semillas De Un Ayer

No era de extrañarse la forma en la que el chico se batía con aquel hombre que por mucho duplicaba su edad y fuerza. Era después de todo su forma arrojada tan marcada en él y por la cual no cedía ante los golpes que su cuerpo recibía, la vida le había enseñado un par de lecciones y cada día sabía que debía mantenerse con los puños en alto para salir bien librado. La presencia de los espectadores solo se redujo a murmullos. Matías se levantó del suelo acomodando sus prendas sucias cuando el hombre escapó repentinamente. Estiró la mano hacia la chiquilla quien aparentemente era la dueña de aquel brazalete.

–Toma, esto es tuyo ¿Cierto?– dijo.

La pequeña sonrió asintiendo. Una persona de mayor edad se aproximó también palpando la testa del muchacho, aparentemente la abuela de la niña. Ambas sonrieron y en señal de agradecimiento la niña depositó un ligero beso en la mejilla del gitano. Algunos se mantuvieron al tanto de tan particular escena. Matías refunfuño ligeramente pues no estaba acostumbrado a tales muestras de cariño. Encogió los hombros.

–Ya pueden largarse, el espectáculo terminó– soltó de mala gana.

Buscó en el suelo los francos que había ganado con esfuerzo minutos previos y se cercioró de igual manera que las frutas aun estuviesen en sus prendas. Acomodó los mismos ahora dentro del pequeño morral de cuero. Un largo suspiro escapó de sus labios. Había valido la pena, cualquier acto desenfrenado como ese valía la pena si la justicia prevalecía. Era extraña la forma de actuar en el joven, a veces distraído o soñador se dedicaba a ayudar a los más pequeños o indefensos, pero también, extrañamente su vida precaria le obligaba a cambiar de bando, robando a quienes según el chico gastaban en demasía en cosas tan banales.

Irguió su dolida anatomía llevando de inmediato una mano hacia su costado izquierdo. El dolor punzante apenas iniciaba. Con muy pocas opciones por delante seguramente tendría que dormir en algún callejón o infiltrado en carpas ajenas. Era lo de menos, al final del día así había sido desde su llegada a la capital francesa. Con dificultad avanzó lo más que pudo, contando las monedas sobre la palma de su mano libre, en un descuido tropezó con la figura de una fémina quien en ningún momento había alejado sus ojos del muchacho. El mal humor del mismo no se hizo esperar y con actitud de pocos amigos objetó.

–¿Perdió algo o es la primera vez que ve una pelea?–

Mientras proliferaba dicha sentencia, no había reparado en los detalles fisonómicos de ella. Existía un cierto parecido, pero existía algo más en ese encuentro que sin lugar a dudas cambiaría el rumbo de sus vidas.

por **Sashenka D. Pratts** Jue Sep 10, 2015 10:29 pm

El joven se defendía con uñas y dientes haciéndole frente a la mole que tenía enfrente. Algo en el pecho me picaba y cada golpe que recibía, era como si me los dieran directamente en el rostro. Estaba sorprendida de lo indiferente que podía ser la gente ante el dolor ajeno. Sólo estaban ahí parados viendo todo, fascinados con el único fin morboso de ver quien saldría triunfador, más nunca de impedir que la pelea se terminara. En un parpadeo el joven terminó la trifulca, a la pequeña niña, aquel objeto causante de la disputa. Ella sonrió y agradeció el gesto con un beso en la mejilla. Respiré aliviada. Afortunadamente todo había resultado bien... Bueno no del todo. El héroe sin nombre parecía estar lastimado. Sus costillas habían sido vapuleadas, y se le notaba dolor en el rostro y no era para menos.

Cuando la gente comenzó a esparcirse, medité un momento en si debía acercarme o no. Ese muchacho parecía tener muy mal humor. Pero yo no podía quedarme de brazos cruzados. Tímidamente me acerqué hasta él, hablando casi en un susurro:

-¿Te encuentras bien? ¿puedo ayudarte en algo? - Estaba a sólo unos pasos de él. El corazón me latía con fuerza. Era como si un imán invisible me atrajera contra mi voluntad, hacia ése oscuro rincón en el que se había refugiado el muchachito. - Sé brindar los primeros auxilios, si me lo permites puedo revisar que todo marche bien... - Me esperaba un descolón de su parte, porque tal vez lo que quisiera fuera marcharse lejos de ahí y pasar desapercibido. Yo haría exactamente lo mismo si estuviera en su lugar.

por **Hyun Queneau** Dom Sep 13, 2015 11:59 am

Semillas De Un Ayer

Ella parecía estar preocupada por el estado del muchacho. Se dirigía de tal forma hacía él con el desasosiego de una madre amorosa, de una madre que siempre está ahí para abrir los brazos a sus primogénitos en busca de aminorar su dolores. El joven enarcó una ceja en señal de desconcierto. En todo este tiempo no se había encontrado con tal muestra de afecto. Sólo años atrás la mujer que le había dado la vida se mostró con el de dicha forma. ¿Qué era entonces lo que orillaba a la desconocida a cerciorarse de su estado físico? Por unos instantes se vio atraído a ceder al cuestionamiento, abrirse y derrumbarse con ella por el mero instinto que le dictaminaba su corazón, pues en los ojos ajenos podía verse reflejado a la perfección. Se trataba de una sinceridad pura. Reparó en el hecho de mostrarse como un chaval ingobernable segundos atrás, después de todo ella no era la culpable de lo sucedido.

Suspiró de mala gana antes de responder, era su instinto de defensa que aún le impedía responder con el corazón.

–Vaya, parece que no se irá hasta que yo responda a sus preguntas–

Se mantuvo mirándole a los ojos. El dolor en sus facciones era evidente y aunque hubiese querido mentir la mujer seguramente no iba a ceder en su búsqueda por auxiliarle. Aunado al tono característico de los de su estirpe, dedujo que sería imposible deshacerse de su compañía así como así. En efecto, ella también era una gitana.

–Sigo vivo, creo que eso es algo ¿Cierto?– respondió con una mueca de resignación.

Poco a poco se encaminó hacia un espacio libre de gente, la sombra fresca de un árbol frondoso se cernía sobre la tierra húmeda. Le pareció correcto atender a su malestar antes de continuar su camino, significaría un problema menos del que preocuparse cuando el sol se escondiera nuevamente en el manto de las penumbras y el tuviera que refugiarse en algún escondite sucio de la capital. En el corto trayecto volteó disimuladamente para reparar en la desconocida, sus cabellos largos se teñían de ébano como los suyos y la tonalidad de su piel, seguramente corría sangre latina en ella. Una extranjera como el seguramente ¿En búsqueda de un mejor porvenir, en búsqueda de algún familiar perdido quizás? Daba igual, después de agradecerle sus atenciones cada uno volvería a retomar su rumbo nuevamente.

–Le parece bien descansar acá unos minutos…– su oración se vio irrumpida por la dolencia –¡Demonios! Ese tipo en realidad era una molestia, menos mal no se marchó limpio– sonrió de forma descarada dejando escapar un ligero resoplido.

por **Sashenka D. Pratts** Dom Oct 25, 2015 1:38 pm

Le seguí muy de cerca; yo sabía que aunque aparentaba ser un chico rudo, iba a necesitar ayuda con prontitud, entonces - aún en contra de su voluntad- pensé mantenerme alerta y seguirle muy de cerca. Ya doblaría las manos y dimitiría, para así de esta forma, dejar que le ayudara. Era un adolescente testarudo, aunque sonrió, ella también lo había sido, quizás un poco más, cuestiones de la edad, pensó.

- A ver, venga para acá muchachito testarudo. Déjame ver ese golpe.- alzó un poco su ropa al nivel del costillar- ¡Vé nada más! ¿Pero en qué estabas pensando criatura? Aquel hombre te doblaba la edad y el peso. ¡Y si, sigues vivo de milagro! Debería darte vergüenza. - Con dos dedos tentó un poco la zona lumbar-. Creo que tienes un par de costillas rotas... - negó - Creo que tu madre te dará una buena reprimenda y después te dará un beso en la frente por ser tan valiente. Hoy día ya nadie hace nada por nadie. - espetó con resignación - Eres un chico valiente y de gran corazón - le sonrió despeinando su cabello:- Pero necesitas atenderte. Un par de vendas y algunos ungüentos para desinflamar, guardar reposo y estarás como nuevo.

No sabía exactamente por qué se preocupaba tanto por el muchacho. No se conocían de nada. Nunca en la vida se habían visto y sin embargo "algo le llamaba" quizás su instinto maternal, o el simple deseo de ayudar a ése pequeño guerrero testarudo, que se creía el todo lo puede.

-Me llamo Sashenka - estiró su mano como símbolo de hacer las paces y presentarse formalmente con el pequeño héroe desconocido- ¿Puedo saber tu nombre al menos o seguirás refunfuñando? -alzó una ceja en señal de advertencia, aunque claro, era simplemente una especie de tic, que poseía desde pequeña.

por **Hyun Queneau** Lun Nov 09, 2015 2:58 pm

Semillas De Un Ayer

Se mantuvo en una postura cómoda, recargando su cuerpo adolorido en el robusto roble. Sus ojos recorrieron cada detalle en la extraña quien prestaba demasiadas atenciones hacia él. Se había visto enfrascado en situaciones mucho peores, por lo tanto, podría decirse que el panorama era mucho más favorable de lo esperado. Muy a su pesar, escuchaba las oraciones conferidas por la desconocida ¿Por qué se tomaba la molestia de inspeccionarle? ¿Qué había hecho como para acaparar sus cuidados? El gitano arqueó una ceja, en un intento por encontrar una razón de peso para justificar aquellos llamados de atención. De mala gana se dejó llevar por las manos atentas de la mujer.

–¡Carajo! Duele…– soltó con molestia cuando la gitana presionó sus costillas.

Por un par de segundos la voz cálida de su progenitora acalló sus demonios internos, después de que la gitana hiciera mención de la misma. Matías abrió los ojos un poco más, había pasado un par de años desde que se había detenido a pensar en ella, aquella mujer era la única persona a quien permitía levantarle la voz y reprimirle de tal modo. Solo entonces se mantenía callado y todo terminaba tal y como su ahora oyente lo había profesado, sonriendo y con un beso en la frente.

–Bueno, ya fue suficiente de sus atenciones, estoy bien, estoy bien– respondió con un gesto de ligera molestia después de que ella le despeinara.

Su mirada se mantuvo perdida un par de segundos antes de que ella preguntara su nombre, no estaba concentrado en un punto en particular, simplemente se mostró distraído, ausente. Prefería mostrarse como un chico grosero o mal encarado que dar rienda suelta a sus pensamientos y recuerdos que aunque lo negara, seguían significando una herida abierta, un dolo mucho más profundo que aquellos moretones ahora plasmados en su cuerpo. Regresó su mirada nostálgica y oscura hacia ella.

–Matías– dijo en un susurro, apenas audible.

En el instante previo a estrechar su mano, fue invadido por un emoción ajena a él hasta ese entonces. Una nostalgia que llenaba su corazón y lo ahogaba en un mar de otros sentimientos más. No supo que era exactamente esa especie de descarga. De manera instintiva recogió la mano a la brevedad posible pero sin dejar de mirarle, ella aparentemente había sufrido de aquella misma alteración.

–La vida en Paris es un tanto difícil ¿Cierto? ¿Qué hace una mujer como usted en un muladar como este?– Inquirió apartando la vista nuevamente –Debe buscar un sitio seguro antes de que se ponga el sol, pues es común que a esa hora los bandidos y demás escoria parisina tomen lugar en las calles–

¿Por qué se mostraba preocupado? No supo cómo justificar aquellos comentarios, pero era tarde para retractarse de lo dicho.

por **Sashenka D. Pratts** Miér Nov 25, 2015 11:33 pm

El chico le daba ternura era la verdad, una ternura casi familiar, porque muy en el fondo sentía que ese rostro autoritario y peleonero, no era más que una simple coraza contra el mundo para esconder lo que había debajo, en su interior. Su rostro angulozo y joven, hablaba mucho sobre su persona; inclusive, sus ojos, aquellos ojos decían muchas verdades sin decir palabras. Bien decían que los ojos eran en el espejo del alma. Matías - ahora sabía su nombre- tenía un alma pura, noble, aunque estuviera fingiendo delante de todos en aquella trifulca. Su instinto le dictaminaba, que no habría que llevarle la contra. Si el quería seguir fingiendo ser todo un hombre de mundo, lo dejaría ser. Pero el gesto noble acaecido apenas unos minutos, hablaba enormidades de alguien a quien apenas acababa de conocer. La empatía había sido casi instantánea.

-No vivo muy lejos de aquí caballerito de brillante armadura. - sonrió una vez más -. Estoy trabajando en una pequeña compañia teatral, que tiene su sede en una casona a la cuál puedo llegar a pie. Así que descuida, que seré una chica pero puedo defenderme muy bien de los tipos malos. - alzó la mano derecha echa un puño -. Ya pronto terminará el día y oscurecerá por completo. ¿Dime Matías, tienes un lugar dónde guarecerte? Te recuerdo que debes cuidarte esos golpes o...- se cruzó de brazos. -Ven, ven, que te invito a tomar una taza de leche y una pieza de pan y no quiero un no como respuesta - no podía ofrecer más, pero dada la precaria situación de la clase baja, eran todo un manjar.- ¿Qué me dices, aceptas la invitación? - comenzó a andar en dirección contraria esperando le siguiera.

por **Hyun Queneau** Miér Dic 16, 2015 4:48 pm

Semillas De Un Ayer

Se quedó absorto ante las palabras de la extraña, algo había en su presencia que evocaba memorias, memorias que había enterrado y que de algún modo aun significaban una laceración en su psiquis. ¿Qué era? El color de su piel, la oscuridad nostálgica en su mirada. Libraba una batalla interna al no saber cómo reaccionar con tanta amabilidad. Después de todo no estaba habituado a hacer favores y mucho menos a recibirlos ¿Qué motivo habría en ella entonces lo suficientemente importante como para preocuparse por él? Seguía en su escrutamiento del semblante ajeno cuando las oraciones le tomaron por sorpresa una vez más.
Arqueo una ceja y resopló de mala gana.

–Créame que estoy muy lejos de ser esa efigie de caballero que usted dice, supongo que nunca ha visto uno por eso me confunde con ese tipo de personajes, petulantes y presumidos ¡Bah!–

Irguió su adolorida anatomía y con sumo cuidado pudo apoyarse por completo en ambos pies.

–Ya lo creo–

Respondió a secas. Pero muy en el interior de Matias sabía que ella poseía una fortaleza invisible, si bien para el que era un hombre significaba un suplicio sobrevivir, lo sería doblemente difícil para ella. Por un momento la sola idea de verla en un apuro le estrujó el alma ¿Y si su hermana estuviese en su lugar? No se lo perdonaría.

–En realidad no. Duermo donde caiga la noche, debajo de los puentes, en alguna carpa, donde sea. No es algo que me preocupe, después de todo no poseo nada de valor y si en ello se me fuera la vida para defenderme, puedo con ellos–

Sonrió sin mirarle a los ojos, porque su orgullo aun le impedía compartir lo que sentía con otros.

–De acuerdo Sashenka, acepto, solo por esta vez. No me gusta ser un estorbo ¿Bien?–

Asintió y acompaño a la mujer, a su alrededor la oscuridad iniciaba a tomar posesión sobre el lugar y el murmullo apenas audible de pocos transeúntes a esa hora adormecían sus sentidos. Ambas siluetas avanzaban con pasos mesurados.

–Sólo una cosa me ata a este lugar de porquería y todo habrá acabado–

Dijo en un tono de voz apenas audible, como si el acto mismo representara una confesión, una que nadie le había pedido dar pero que su corazón pedía a gritos liberar.

por **Sashenka D. Pratts** Lun Ene 04, 2016 8:26 pm

Sonreí. ¡Pero claro que no se iba tratar de un estorbo! yo quería ayudarlo porque si en algo me caracterizaba, era por ser altruista con mis semejantes como me habían rnseñado en casa y más con aquel chico que pareciera querer pelear con todo el mundo, para tratar de esconder lo que en realidad llevaba por dentro. Yo lo había hecho algún tiempo, tratando de parecer una chica ruda para alejar a los demás y que no se metieran conmigo, sobre todo cuando llegué a París con el corazón partido en miles de pedacitos que aún no lograba reajustar en su sitio. La herida aún estaba fresca y dolía demasiado.

-¿De qué parte eres Matías? Noto cierto aire familiar en ti-. solamente era una pregunta circunstancial, los gitanos acostumbrábamos a casarnos con nuestros primos, nuestros sobrinos, sólo para que nuestra sangre continuará por la línea pura, como teníamos arraigado desde nuestros ancestros, desde tiempos inmemoriables. No era del todo descabellado que el rostro de Matías pareciera haberlo visto en alguna otra parte. --No tienes que responder si no estás de acuerdo y a gusto con la plática, simplemente soy una chica curiosa y quería pensar que no soy la única gitana en París. Nome hagas caso, estoy un poco tonta la noche de hoy.

La nostalgia había hecho presa de mi persona, pues recordar a mis padres y el modo violento en que los había perdido, era algo que jamás podría olvidar en toda mi vida. Los extrañaba demasiado. Así pues, proseguí mi andar rumbo a la casona.

por **Hyun Queneau** Mar Ene 12, 2016 3:31 pm

Semillas De Un Ayer

Mientras avanzaban hacia el refugio que Sashenka le había ofrecido minutos atrás, bajó la guardia por unos instantes, su semblante mal encarado y las frases cortantes en realidad solo ocultaban la verdadera esencia del argentino. Un chiquillo asustado en un país que exigía ser fuerte e independiente para no ceder ante los peligros que la noche ocultaba. Aunque no lo demostrara, en su interior agradecía no tener que robar o mentir una vez más para dormir cómodo, o al menos sin dejar de observar a cada esquina esperando no ser asaltado o asesinado. Su andar mezquino aún era lento, aquellos golpes cobrarían factura más tarde, era un hecho, aunque su fachada jovial demostrara lo contrario. Pero él estaba habituado a ese tipo de eventualidades, pintando siempre el panorama de lo peor para salir bien librado. Esa terquedad le ayudaba a sobrevivir el día a día y la esperanza de hallar a quien su madre mencionaba con tanta devoción en sus cartas.

El cuestionamiento llegó repentinamente a sus oídos, torció la boca ante el atrevimiento de la joven sin responder al instante. La última vez que había confesado información personal casi le costaba la vida, así que aunque se mostraba agradecido con su igual no pensaba abrirse tan pronto como ella creía.

–¿Qué te hace pensar que voy a responder a tu pregunta? No somos amigos ¿De acuerdo? Acepté la comida porque en realidad estoy cansando y al parecer no tengo otra alternativa–

Apartó su mirada de la ajena. Había sido descortés. Sí. Pero ser cordial con aquella desconocida no era una opción, no podía encariñarse tan rápido, no si quería sobrevivir en esa jungla de asfalto. Solo iba a compartir un trozo de pan y al siguiente día seguirían siendo un par de extraños. Nada más.

Escuchó una vez más a la mujer pero esta vez no respondió. Se limitó a caminar ahuyentando ese sentimiento de culpabilidad por su actitud. Sashenka solo quería ayudar. ¡Maldita sea! ¿Acaso estaba destinado a vagar solo por ese orgullo que le impedía comportarse como cualquier otro chiquillo de su edad? Al arribar al lugar las inclemencias del clima disminuyeron considerablemente. Pocos muebles y un par de extraños más le dieron la bienvenida, la austeridad reinaba el lugar. Matías tomó asiento en el suelo, acomodando su pequeño morral a un lado. Miró como aquella mujer saludaba al resto de los refugiados, la calidez le rodeaba a pesar de las muchas penurias que seguramente había vivido. Chasqueó la lengua.

De inmediato ella con una sonrisa a pesar de la respuesta del joven le entregó un vaso de leche y un panecillo, tal y como lo había prometido. Antes de que ella continuara atendiendo a los demás susurró.

–Argentina–

por **Sashenka D. Pratts** Lun Ene 25, 2016 8:05 am

No fue demasiado difícil llegar rápidamente, hasta la casona donde ensayábamos todos los actores de reciente adhesión para la compañía; incluso cuando llegamos, todavía había algunos concurrentes que seguían repasando sus diálogos porque les costaba un poco mas interpretar sus papeles. Me saludaron con una sonrisa y un apretón de manos o un abrazo dependiendo la circunstancia y fue todo. Entonces que me dirigí a Matías para que me esperara un poco mientras yo iba por su vaso de leche y su pan, como había prometido.

Mientras me dirigía hacia la cocina, pensaba que tal vez a Matías le podría interesar trabajar con ellos, la mayoría de sus compañeros no eran actores profesionales sino simples campesinos que tenían inquietud por pararse arriba de un escenario. Si lo pensaba fríamente, el muchacho tal vez pudiera tener la misma oportunidad que todos para poder trabajar honradamente y comer todos los días, sumado a tener un techo donde dormir, porque incluso algunos de los actores no tenían un techo fijo dónde pernoctar, y a veces terminaban recostados sobre el escenario, en algún rincón donde se sintieran más cómodos.

Leche y un pan de avena iban en camino.

-Toma Matías -me senté a su lado acomodando mi vestido para que no me estorbara. Le sonreí esperando que le gustará mi pequeño ofrecimiento, pero que se lo hacía con mucha actitud de agradecimiento, por haber aceptado acompañarme a pesar de que en un principio estaba reticente a llegar a alguna clase de acuerdo.

La palabra que dijo después la dejo completamente inmóvil. Había imaginado uno y mil lugares de los que pudiera provenir su nuevo amigo, pero jamás de los jamases que llegara de Argentina, su tierra natal. Aquel pasado que había estado escondiendo a todos, de pronto volvió a oprimirle el pecho, trayéndole recuerdos dolorosos.

-Argentina dices... -todo era tan confuso. Habiendo miles de personas en el mundo, ¿por qué justamente se había encontrado con un muchachito gruñon en el centro de París, que al igual que ella, había viajado miles de kilómetros hasta esa ciudad del otro lado del mundo. ¿Por qué mi preciado don no me había puesto en alerta? ¿Acaso el destino jugaba conmigo nuevamente?

Tuve unas inmensas ganas de abrazarlo y decirle que yo también era una mujer argentina, pero necesitaba averiguar más acerca de Matías, puesto que no quería asustarlo o echar campanas al vuelo. Así que, aunque nerviosa, traté de comportarme lo más serenamente posible.

-¿Qué haces en París Matìas? ¿Por qué has viajado tan lejos?

El corazón me latía apresuradamente.

por **Hyun Queneau** Mar Ene 26, 2016 12:23 pm

Semillas De Un Ayer

Rodeado de aquellos extraños quienes compartían más que el amor por actuar o cantar en medio de multitudes que en la mayoría de los casos les miraban con malos ojos, comprendió que quizás había hecho un mal juicio sobre su anfitriona. Ella después de todo se había interesado en el bienestar del joven aun con muy poco tiempo de conocerlo. Hasta eses entonces no se había topado con alguien que aparte de una sonrisa afable, le ofreciera comida y un techo donde dormir. Con naturalidad Sashenka les saludaba con cierta familiaridad, ese lazo que solo se va construyendo con el paso del tiempo, lo que hizo pensar al gitano que ella llevaba ya un tiempo considerable dentro de esa pequeña compañía teatral. Agachó la mirada al evocar memorias tristes. Su madre le había disfrazado de animalito salvaje en una ocasión, pintó su rostro y brindo un show corto años atrás cuando la adivinación se volvía una pesadumbre y no un recurso para sobrevivir. Sacudió la cabeza cuando le vio aproximarse una vez más.

–Gracias–

Se limitó a responder pero sin mirarle a los ojos, los propios estaban al borde de derramar un par de lágrimas que no tardó en secar pasando las manos sucias por estos.

Con avidez bebía el líquido y devoraba cada centímetro del panecillo. Estaba en la gloria, literalmente después de haber pasado casi tres días de sobrevivir a base de agua y algunos cuantos frutos que robaba a los viajeros desprevenidos que cruzaban los callejones. Recargó el morral de cuero a un lado, brindando un espacio para que Sashenka pudiese acompañarle. Era una extraña, sí. Pero existía un imán impalpable en su mirada, en la calidez de sus palabras que provocaba reacciones encontradas en el muchacho.

–Sí, Argentina– respondió de mala gana nuevamente.

Cuando terminó de cenar sus alimentos, giró sus ojos cansados a su oyente. Perdiéndose unos instantes en los ajenos.

–No voy a caer en ese juego de preguntar sobre el pasado del otro–

Desvió la mirada una vez más mientras arrojaba de mala gana las migajas hacia múltiples direcciones.

–Sólo te diré que busco a alguien muy importante para mí y espero que este viaje haya valido la pena–

El silencio incomodo después de ese dejo de confesión se derrumbó cuando uno de los hombres inició a canturrear una canción muy común entre las tribus gitanas. A ese detalle se sumaron un par de sonidos tribales y la cadencia generada por el grupo de músicos improvisados invitaba a más de uno a ponerse de pie. De manera mecánica irguió su cuerpo y ofreció su diestra a Sashenka.

–Vamos, sabes cómo bailar esto ¿Cierto?–

Una reacción atípica en él, pero preferible para evitar seguir siendo cuestionado sobre hechos que estaba de más decir, aun dolían en el gitano.

por **Sashenka D. Pratts** Miér Feb 24, 2016 5:49 pm

¿Por qué tenía que comportarse tan esquivo? Algo había sucedido en ese pasado en su breve existencia por la tierra. Un evento que lo marcó a tal grado de ser osco con las personas. Sentí mucha pena por el, inclusive los ojos se me llenaron de lágrimas. En verdad quería darle un fuerte abrazo, pero Matías era una pequeña muralla impenetrable. El hablar de su origen le lastimaba demasiado, al igual que el mío. Le daría el espacio suficiente para no atosigarle con más preguntas. Terminaría alejándole y apenas le había encontrado, sin querer, sin habérmelo propuesto.

-Está bien, vamos a bailar. -Tomé su mano. El corazón seguía desbordado. ¡Bailar era una de mis grandes pasiones! así fue como logré obtener el papel dentro de la compañía. Haciendo lo que mejor sabía. Podía recordar a la perfección como es que rompí esa barrera y me decidí a pedir el trabajo sin saber actuar, y ahora estaba ahí, parada en medio del escenario a punto de bailar una típica danza gitana, rodeada de mis compañeros. Me coloqué delante de Matías. Hice una cordial reverencia sonriéndole y comenzamos a danzar uno al lado del otro.

El resto se dedicaba a aplaudir y a gritar. El ambiente no podía ser más favorecedor. Matías era una pequeña caja de sorpresas. A pesar de su juventud, poseía una gracia excepcional para el baile. Sus pies, sus manos, el contoneo... Definitivamente llevaba sangre gitana corriendo por sus venas. ¡No podía estar más feliz! hacía tiempo que había olvidado lo que se sentía. Y deseé con toda el alma que el tiempo regresara y me devolviera a mis padres... Estaba segura de que se sentirían orgullosos de mí. De lo fuerte que podía ser emocionalmente si me lo proponía.

por **Hyun Queneau** Jue Feb 25, 2016 4:35 pm

Semillas De Un Ayer

Sólo un par de minutos habían transcurrido a lado de la hasta entonces extraña y solo había recibido buena cara por parte de ella, ofrecimientos de buen corazón y benevolencia a los cuales él no estaba acostumbrado. La mayor parte del tiempo el gitano solía pasarlo con hombres mal encarados, mayores que él y por tanto su carácter siempre mostraba un dejo de recelo ante las peticiones ajenas, a la defensiva desde su llegada a la capital cuando fue acuchillado por un ladrón mientras dormía. Nada le pintaba bien y estaba harto de pensar que un futuro feliz llegaría a sus manos de forma fácil. Cuando leyó la misiva de su madre supo que le costaría llegar a la cima de ese sueño inalcanzable, lo sabía. Esta noche en particular era una de aquellas donde preferiría estar muerto o perdido en algún otro lugar del mundo. Los canticos y el sonido suevamente le despojaron de su mal humor y ya estando de pie, respondió de manera positiva a la reverencia que Sashenka le brindaba a manera de saludo antes de dar inicio a la danza.

Su cuerpo se movía de tal forma, siendo uno con los ritmos que despertaban su sangre. La mirada aún era distante, en aquellos lapsos donde sus negros orbes se cruzaban con los ajenos que brillaban con tal fulgor y la sonrisa característica de ella desde que le saludó cuando se presentaron. No podía creer que alguien con tales dotes pudiera sobrevivir en esas condiciones, pero sobre todo no dejaba de admirar en silencio la fortaleza que esa mujer poseía al continuar en pie de lucha sea cual fuere su búsqueda dando lo mejor de sí. Rápidamente el clímax de la melodía llegaba a oídos de toda la tribu concurrida, la algarabía y los gritos se hicieron presentes y un par más de extraños se aproximaron a las siluetas danzantes admirados por la forma en la cual parecían conocer a la perfección los movimientos, como si lo hubiesen ensayado semanas atrás. No cabía duda que el lazo entre ellos iba más allá de una simple danza. Un par de notas más antes de que la melodía cesara por completo.

Los aplausos llegaron de inmediato mientras ambos gitanos aun respiraban con rapidez debido a los movimientos ejecutados.

–Nada mal Sashenka, nada mal–

Susurró a la mujer brindándole una ligera mueca que se tornó en una sonrisa leve. La más sincera quizás desde que había aterrizado en terrenos inhóspitos.

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