AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
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En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
"Mejor, imposible” pensé apenas lo vi llegar con canasta en mano y su peculiar rubor en las mejillas. Yo estaba apoyada sobre el tronco de un árbol, con mis piernas acariciando el frescor de la hierba. Gwen, a su vez, posaba su cabeza sobre mi regazo y yo acariciaba su cabello, como solía hacerlo desde niña. Oímos el crujir de la hierba seca y ambas lo vimos aparecer detrás de los árboles. Yo fijé la mirada en los ojos tiernos del chico y Gwen se incorporó para dirigirse hacia él con total confianza. Por detrás de la silueta de mi hermana pude ver la sonrisa del chico y supuse que entre ellos ya había algo. No me sorprendió entonces ver como Gwen lo tomaba por el cuello y arrimaba a su boca los labios del pobre cordero tembloroso. Permanecí inmutable, observando la dulzura de aquel encuentro.
Resulta que Gwen se había puesto a hacer amistad con algunos señores parisienses, lo cual me pareció atrevido, pero nada comparado con lo que vendría después. Así conoció a Philipe Dómine, un muchacho de 19 años, de aspecto sereno. Era alto para su edad. Su rostro era alargado con facciones muy bien marcadas. Sus ojos tenían una mirada suave pero que te atravesaba por completo. Era un encanto y más aún cuando hablaba de libros, poesía, música. Comprendía muy bien por qué Gwen se interesó en él.
Al principio Philipe nos proveía de alimento y algunos objetos de higiene personal y con el tiempo, nos contó a Gwen y a mí que su hermano mayor había aceptado que nos llevara a su casa. Para mi hermana y para mí fue la mejor noticia que podíamos haber oído en años. Ya estábamos cansadas de rondar por escondites de ladrones e iglesias abandonadas.
El día que entramos a la casa, apenas puedo recordar lo que aconteció. Es que luego de haber llegado y comido me dormí creo que por dos días enteros. Lo que sí recuerdo y recordaré para siempre es la imponente presencia de Jeremie, el hermano mayor de Phillipe. Él tenía 23 años. Se parecía bastante al joven Phillipe, solo que en su rostro se definía con mayor claridad la adultez. Nada me perturbó tanto como su mirada y su sonrisa. Deseé besarlo, poseerlo, caer a sus pies. Fue instantáneo, pero no hice más que reverenciar y sonreír como una niña bien.
Cuando amaneció esa fría mañana desperté con el suave cantar de los pájaros que se posaban en la ventana. Salí en busca de Gwen. La encontré sentada al final del pasillo, con la mirada distante, contemplando algo a través del ventanal. Me acerqué a ella y besé su mejilla, aunque creo que no lo percibió. –Qué ocurre, Gwen? Acaso no estás feliz?- Atiné a preguntar, ya que encontraba un dejo de angustia en el brillo de sus ojos.
Resulta que Gwen se había puesto a hacer amistad con algunos señores parisienses, lo cual me pareció atrevido, pero nada comparado con lo que vendría después. Así conoció a Philipe Dómine, un muchacho de 19 años, de aspecto sereno. Era alto para su edad. Su rostro era alargado con facciones muy bien marcadas. Sus ojos tenían una mirada suave pero que te atravesaba por completo. Era un encanto y más aún cuando hablaba de libros, poesía, música. Comprendía muy bien por qué Gwen se interesó en él.
Al principio Philipe nos proveía de alimento y algunos objetos de higiene personal y con el tiempo, nos contó a Gwen y a mí que su hermano mayor había aceptado que nos llevara a su casa. Para mi hermana y para mí fue la mejor noticia que podíamos haber oído en años. Ya estábamos cansadas de rondar por escondites de ladrones e iglesias abandonadas.
El día que entramos a la casa, apenas puedo recordar lo que aconteció. Es que luego de haber llegado y comido me dormí creo que por dos días enteros. Lo que sí recuerdo y recordaré para siempre es la imponente presencia de Jeremie, el hermano mayor de Phillipe. Él tenía 23 años. Se parecía bastante al joven Phillipe, solo que en su rostro se definía con mayor claridad la adultez. Nada me perturbó tanto como su mirada y su sonrisa. Deseé besarlo, poseerlo, caer a sus pies. Fue instantáneo, pero no hice más que reverenciar y sonreír como una niña bien.
Cuando amaneció esa fría mañana desperté con el suave cantar de los pájaros que se posaban en la ventana. Salí en busca de Gwen. La encontré sentada al final del pasillo, con la mirada distante, contemplando algo a través del ventanal. Me acerqué a ella y besé su mejilla, aunque creo que no lo percibió. –Qué ocurre, Gwen? Acaso no estás feliz?- Atiné a preguntar, ya que encontraba un dejo de angustia en el brillo de sus ojos.
Ludovique Leclercq- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/06/2013
Localización : París, Francia
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
*Mi corazón no paraba de latir desbocado dentro de mi pecho, cuando logramos detenernos debajo de una cueva oculta por arbustos, a los cual no quise ni pensar que podría dormir allí. Recuerdo que son sentamos enfrentadas y entrelazadas, nuestros cuerpos desnudos e irritados se estremecían con el contacto frio de las piedras, no parábamos de llorar, temblar y en lo que podíamos, recuperar nuestro aliento.*
-Oh! Ludo… ¿Qué hemos hecho?
*Por un momento sentí que el pánico me invadía, pero la mano cálida de Ludovique logro ayudarme a controlarme, me apoye en su pecho y me dormí.
Seguimos escapando, robando ropa, comida y demás utensilios para subsistir, hasta que terminamos en un pequeño pueblo, muy, muy distante del castillo de donde habíamos huido. Ese pueblo me resultaba muy familiar….
A medidas que los días transcurrían, nuestra presencia llamaba la atención, en aquel lugar, pero ocultas tras la capucha de las capas que llevábamos encima, lográbamos distraer mucho su atención.
Mi parte del acuerdo con mi hermana era tratar de recaudar el mayor dinero posible, y como mi personalidad, dulce y amorosa, se destacaba de mi hermana, tuve que ser yo la que sedujera mientras ella seguía buscando sitios donde ocultarse y de más beneficios.
Entre aquellos caballeros un rostro me llamo notablemente la atención, y por un segundo sentí que fue mutuo, lo cual me produjo escalofrío y temor.
Este rostro, en un revuelto de hombres alcoholizados de la cantina, me sujeto del brazo y me llevo por la puerta trasera, a lo cual solo respondí con la cabeza gacha y con lágrimas, mi mente no estaba apta para imaginar que podía pasarme.
Este joven, se quitó la capucha que también ocultaba su rostro, al instante en que mi espalda hizo tope contra un muro de piedra; no podía coordinar mis sentimientos, por un lado mi corazón contraído, mi respiración temblorosa y a su vez, me sentí atraída a este joven, de buen porte, alto, mucho más que yo, con una mirada atrapante.*
-¿Princesa Gwen?
*Un gemido contraído, salió de entre mis labios, no sabía cómo reaccionar, la alegría me invadió, pero… hasta qué punto era bueno aquel encuentro. Conocía a ese joven, lo sabía, provenía de una familia muy prestigiosa, ya que se dedicaban al hierro, recordé mi primer encuentro con él, cuando aún era una princesa y escapaba de la caballería de mi rey, mi padre, cuando habían descubierto que volví a escapar. Me ruboricé al instante, pero el no dudo en rodearme por mi cintura, corrimos unos metros y me subió a su caballo. La noche era cálida, podía sentir el viento en mi rostro, me sentí segura, tranquila, el manto de estrellas cubría todo nuestro cielo, haciendo aún más exquisita esa imagen.
Llegamos a una huerta donde en el fondo se podía ver una pequeña luz a través de una ventana casi cubierta por el barro y los musgos, era un lugar precario, pero cálido y el olor a añejo le daba un toque agradable. No dudamos en despojarnos de nuestras prendas y poseernos mutuamente, ya no recordaba la última vez que lo había disfrutado tanto.
El me prometió que me ayudaría, pero que por ahora tendría que ser nuestro secreto, una vez que escucho mi historia. Comprendí y me alivie que pensara igual que yo, era muy peligroso para nosotras.
No tenía en claro que hora de la madrugada seria, cuando él me dejo a metros de donde me resguardaba con mi hermana, a la cual no pude contarle nada.
Cada tanto me escapaba con aquel joven, antes o después de estar en la cantina.
Y fue después de casi una mes de haberlo encontrado cuando apareció entre el prado verde, que se mecía por el viento, no dude en correr hacia él y recibirlo con un cálido beso, pero su gesto me hizo recordar de que mi querida hermana sonreía sorprendida a mis espaldas, los presente y él nos ubicó en un lugar más agradable y nos ayudó para que no tengamos que ir complaciendo por doquier, poco tiempo después nos dio la noticia de ir a su casa.
Después de reverenciarnos antes su hermano, y disfrutar de buena comida, en una mesa y con los utensilios correspondientes para cualquier humano, sentimos en nuestro cuerpo el cálido chorro de agua caliente, aquella bañera compartida con mi hermana, había sido muy exquisita, reíamos del solo hecho de estar allí. Luego cuando me recosté en aquella cama no pude resistirme y sentí que me desmayaba en ella.
Me desperté algunas horas antes que mi hermana, percatándome que estábamos solas, y que habíamos dormido casi por dos días enteros, el sol que entraba por la ventana me hacía entrecerrar los ojos, cogí un pedazo de pan que estaba cubierto por una tela sobre la mesa, y aquel paisaje me hizo ir para observarlo, saboree cada porción, mientras me sentaba junto a aquella ventana.
Sentí los pasos delicados y descalzos de mi hermana, pero tarde en poder responderla*.
-Sí, lo estoy, pero…Allá detrás de aquellas colinas y atravesando aquel rio, esta nuestro hogar, o lo que fue de él. –
* Suspire angustiada*
- Aun no puedo asimilar todo Ludovique.
*Las lágrimas comenzaron a deslizarse y solo atine a rodearla por la cintura y apoyar mi cabeza en su abdomen, para ahogar mis llantos.*
-Oh! Ludo… ¿Qué hemos hecho?
*Por un momento sentí que el pánico me invadía, pero la mano cálida de Ludovique logro ayudarme a controlarme, me apoye en su pecho y me dormí.
Seguimos escapando, robando ropa, comida y demás utensilios para subsistir, hasta que terminamos en un pequeño pueblo, muy, muy distante del castillo de donde habíamos huido. Ese pueblo me resultaba muy familiar….
A medidas que los días transcurrían, nuestra presencia llamaba la atención, en aquel lugar, pero ocultas tras la capucha de las capas que llevábamos encima, lográbamos distraer mucho su atención.
Mi parte del acuerdo con mi hermana era tratar de recaudar el mayor dinero posible, y como mi personalidad, dulce y amorosa, se destacaba de mi hermana, tuve que ser yo la que sedujera mientras ella seguía buscando sitios donde ocultarse y de más beneficios.
Entre aquellos caballeros un rostro me llamo notablemente la atención, y por un segundo sentí que fue mutuo, lo cual me produjo escalofrío y temor.
Este rostro, en un revuelto de hombres alcoholizados de la cantina, me sujeto del brazo y me llevo por la puerta trasera, a lo cual solo respondí con la cabeza gacha y con lágrimas, mi mente no estaba apta para imaginar que podía pasarme.
Este joven, se quitó la capucha que también ocultaba su rostro, al instante en que mi espalda hizo tope contra un muro de piedra; no podía coordinar mis sentimientos, por un lado mi corazón contraído, mi respiración temblorosa y a su vez, me sentí atraída a este joven, de buen porte, alto, mucho más que yo, con una mirada atrapante.*
-¿Princesa Gwen?
*Un gemido contraído, salió de entre mis labios, no sabía cómo reaccionar, la alegría me invadió, pero… hasta qué punto era bueno aquel encuentro. Conocía a ese joven, lo sabía, provenía de una familia muy prestigiosa, ya que se dedicaban al hierro, recordé mi primer encuentro con él, cuando aún era una princesa y escapaba de la caballería de mi rey, mi padre, cuando habían descubierto que volví a escapar. Me ruboricé al instante, pero el no dudo en rodearme por mi cintura, corrimos unos metros y me subió a su caballo. La noche era cálida, podía sentir el viento en mi rostro, me sentí segura, tranquila, el manto de estrellas cubría todo nuestro cielo, haciendo aún más exquisita esa imagen.
Llegamos a una huerta donde en el fondo se podía ver una pequeña luz a través de una ventana casi cubierta por el barro y los musgos, era un lugar precario, pero cálido y el olor a añejo le daba un toque agradable. No dudamos en despojarnos de nuestras prendas y poseernos mutuamente, ya no recordaba la última vez que lo había disfrutado tanto.
El me prometió que me ayudaría, pero que por ahora tendría que ser nuestro secreto, una vez que escucho mi historia. Comprendí y me alivie que pensara igual que yo, era muy peligroso para nosotras.
No tenía en claro que hora de la madrugada seria, cuando él me dejo a metros de donde me resguardaba con mi hermana, a la cual no pude contarle nada.
Cada tanto me escapaba con aquel joven, antes o después de estar en la cantina.
Y fue después de casi una mes de haberlo encontrado cuando apareció entre el prado verde, que se mecía por el viento, no dude en correr hacia él y recibirlo con un cálido beso, pero su gesto me hizo recordar de que mi querida hermana sonreía sorprendida a mis espaldas, los presente y él nos ubicó en un lugar más agradable y nos ayudó para que no tengamos que ir complaciendo por doquier, poco tiempo después nos dio la noticia de ir a su casa.
Después de reverenciarnos antes su hermano, y disfrutar de buena comida, en una mesa y con los utensilios correspondientes para cualquier humano, sentimos en nuestro cuerpo el cálido chorro de agua caliente, aquella bañera compartida con mi hermana, había sido muy exquisita, reíamos del solo hecho de estar allí. Luego cuando me recosté en aquella cama no pude resistirme y sentí que me desmayaba en ella.
Me desperté algunas horas antes que mi hermana, percatándome que estábamos solas, y que habíamos dormido casi por dos días enteros, el sol que entraba por la ventana me hacía entrecerrar los ojos, cogí un pedazo de pan que estaba cubierto por una tela sobre la mesa, y aquel paisaje me hizo ir para observarlo, saboree cada porción, mientras me sentaba junto a aquella ventana.
Sentí los pasos delicados y descalzos de mi hermana, pero tarde en poder responderla*.
-Sí, lo estoy, pero…Allá detrás de aquellas colinas y atravesando aquel rio, esta nuestro hogar, o lo que fue de él. –
* Suspire angustiada*
- Aun no puedo asimilar todo Ludovique.
*Las lágrimas comenzaron a deslizarse y solo atine a rodearla por la cintura y apoyar mi cabeza en su abdomen, para ahogar mis llantos.*
Gwen Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
Oí con atención lo que decía, siempre lo hacía de ese modo. Gwen y su sensibilidad me hacían sucumbir, sin embargo me ocupaba de protegerla, de amortiguar su corazón atormentado por los recuerdos. No comprendía su nostalgia, aquello que tanto la apenaba. Desde que fuimos arrancadas de nuestro hogar y a pesar de haber sido una excelente aprendiz para la reina Eleanor y su corte de degenerados, Gwen nunca dejaba de llorar. Supongo que extrañaba a nuestro padre y a la familia en general. O quizá los lujos de una típica princesita de cuentos. Pero recuerdo bien que siempre lloraba y no lo ocultaba de los demás esclavos. Ella era así. Yo, en cambio, no podía. Tenía un nudo sujetándome las entrañas, impidiendo con rigor que lograra rendirme a la emoción, al llanto despiadado.
Acaricié su cabeza con ternura cuando se abrazó a mí y contemplé el centellar de las lágrimas que corrían por su mejilla izquierda. Por un momento guardé silencio, deleitándome con la visión de su rostro húmedo y frágil, corrompido y tan mío como de ninguna otra persona. Luego me agaché a su altura y la miré a los ojos. Estaba consternada, definitivamente la nostalgia, absurda e infinita nostalgia la había embargado.
-Este es nuestro hogar, Gwen.- Dije serenamente, manteniendo cierta rigidez en el tono de voz. Gwen se apartó y me miró. –No tenemos nada más que esto. Nuestro lugar en el mundo está aquí. No en el castillo de nuestro padre, ni frente a la corte de la reina Eleanor. Nuestro lugar está junto a Phillipe y a Jeremie y a ellos les pertenecemos de alguna u otra forma. Si te atas al pasado, a lo que hemos tenido y hemos perdido jamás podremos dejar de ser las niñas del rey. Entiende hermanita, el tiempo de los cuentos de hadas se acabó mucho antes de lo que pudiste haber imaginado -
La tristeza en el rostro de Gwen se hizo aún mas visibles, mis palabras habían causado una herida mas profunda de la que ya había. La había colocado frente a la verdad, ordinaria e insignificante verdad, pero no por ello menos prometedora.
Luego de mi paso por el reino del sadismo, comprendí que aferrarse a algo nunca tuvo sentido. Me arrebataron sin menores contemplaciones lo que más había protegido y eso generó en mí un cambio absoluto. No poseía nada más que a mí misma y hasta cierto punto a mi hermana.
Pasaron unas horas hasta que llegó al hogar Phillipe. Había ido a hacer unas diligencias y regresó con un número incontable de obsequios para mi hermana. Claro que no se olvidó de mí, pero yo poco caso le hacía a esas cosas. Me alcanzaba con llevar puesto un vestido y unos zapatos.
Luego de la sesión de agradecimiento por parte de Gwen, que duró al menos una hora, cuando salió del cuarto de Phillipe fui por ella y le sugerí ir al pueblo para hacer unas compras personales. En realidad, lo que quería era salir de esas cuatro paredes y disfrutar un poco de lo común, de la gente de allí a quienes nada les importaba, solo vivir y de paso, hacer un poco de dinero. Gwen me sonrió, pero antes de eso, dio un sermón, pues no compartía mucho ya este tipo de aventuras.
Acaricié su cabeza con ternura cuando se abrazó a mí y contemplé el centellar de las lágrimas que corrían por su mejilla izquierda. Por un momento guardé silencio, deleitándome con la visión de su rostro húmedo y frágil, corrompido y tan mío como de ninguna otra persona. Luego me agaché a su altura y la miré a los ojos. Estaba consternada, definitivamente la nostalgia, absurda e infinita nostalgia la había embargado.
-Este es nuestro hogar, Gwen.- Dije serenamente, manteniendo cierta rigidez en el tono de voz. Gwen se apartó y me miró. –No tenemos nada más que esto. Nuestro lugar en el mundo está aquí. No en el castillo de nuestro padre, ni frente a la corte de la reina Eleanor. Nuestro lugar está junto a Phillipe y a Jeremie y a ellos les pertenecemos de alguna u otra forma. Si te atas al pasado, a lo que hemos tenido y hemos perdido jamás podremos dejar de ser las niñas del rey. Entiende hermanita, el tiempo de los cuentos de hadas se acabó mucho antes de lo que pudiste haber imaginado -
La tristeza en el rostro de Gwen se hizo aún mas visibles, mis palabras habían causado una herida mas profunda de la que ya había. La había colocado frente a la verdad, ordinaria e insignificante verdad, pero no por ello menos prometedora.
Luego de mi paso por el reino del sadismo, comprendí que aferrarse a algo nunca tuvo sentido. Me arrebataron sin menores contemplaciones lo que más había protegido y eso generó en mí un cambio absoluto. No poseía nada más que a mí misma y hasta cierto punto a mi hermana.
Pasaron unas horas hasta que llegó al hogar Phillipe. Había ido a hacer unas diligencias y regresó con un número incontable de obsequios para mi hermana. Claro que no se olvidó de mí, pero yo poco caso le hacía a esas cosas. Me alcanzaba con llevar puesto un vestido y unos zapatos.
Luego de la sesión de agradecimiento por parte de Gwen, que duró al menos una hora, cuando salió del cuarto de Phillipe fui por ella y le sugerí ir al pueblo para hacer unas compras personales. En realidad, lo que quería era salir de esas cuatro paredes y disfrutar un poco de lo común, de la gente de allí a quienes nada les importaba, solo vivir y de paso, hacer un poco de dinero. Gwen me sonrió, pero antes de eso, dio un sermón, pues no compartía mucho ya este tipo de aventuras.
Ludovique Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
- Lo sé-
*Suspire angustiada Ludo tenía razón pero me negaba a aceptarlo. Quede perdida en mis pensamientos por unos segundos, al estar tan relajada, el pasado venía a perturbarme. Me deslice por la banqueta, hasta ponerme de pie, le sonreí y me puse manos a la obra, en preparar nuestro desayuno. Note que era Ludovique quien ahora estaba ida a través del paisaje, aunque respondió al instante a mi llamo. Bebimos el tibio té, dejándome invadir mi rostro con su aroma. Luego llego Philip, sorprendiéndonos con obsequios finos y hermosos. Le hice cara a Ludo, para que su agradecimiento fuera más creíble, aunque no pude evitar reírme al cruce de nuestras miradas. Pero los obsequios quedaron adormecidos sobre mi lecho. Mientras mi joven salvador, me guiaba junto a él. Me había enamorado de aquel cuerpo y de esa exquisita fragancia natural que emanaba su tostada piel. Cubierta con su sábana, me disponía a masajearlo, lo disfrutaba en cada centímetro. Pero Ludovique supo aprovechar mi distracción al baño, para pedirme ir de paseo, solo nosotras, ah divertirnos como habíamos aprendido a hacerlo ahora. Fruncí el ceño, refunfuñado, ya que quería, en lo posible, aquellos actos, con hombres, que en descripción general, su mascota tenia mejor educación, cuando el alcohol los gobernaba, evitarlos. Pero que podía decir, mi hermana era mi mundo, siempre lo fue, era lo único que me quedaba de lo que alguna vez fui, la amaba, no podía jamás dejarla sola. Y el final de nuestra aventura no iba a terminar en aquel pueblo. Asentí al final con una sonrisa, y una vez cambiadas, poniéndonos las nuevas capas de terciopelo, y ocultando nuestros rostros debajo de la capucha, salimos. Un caballo para cada una nos esperaba junto al árbol, cruzamos nuestras miradas sonriendo, subimos sobre ellos, y nos alejamos de ahí a un trote considerado.*
-Tienes pensado hacia donde ¿Mi Ludo?
*Suspire angustiada Ludo tenía razón pero me negaba a aceptarlo. Quede perdida en mis pensamientos por unos segundos, al estar tan relajada, el pasado venía a perturbarme. Me deslice por la banqueta, hasta ponerme de pie, le sonreí y me puse manos a la obra, en preparar nuestro desayuno. Note que era Ludovique quien ahora estaba ida a través del paisaje, aunque respondió al instante a mi llamo. Bebimos el tibio té, dejándome invadir mi rostro con su aroma. Luego llego Philip, sorprendiéndonos con obsequios finos y hermosos. Le hice cara a Ludo, para que su agradecimiento fuera más creíble, aunque no pude evitar reírme al cruce de nuestras miradas. Pero los obsequios quedaron adormecidos sobre mi lecho. Mientras mi joven salvador, me guiaba junto a él. Me había enamorado de aquel cuerpo y de esa exquisita fragancia natural que emanaba su tostada piel. Cubierta con su sábana, me disponía a masajearlo, lo disfrutaba en cada centímetro. Pero Ludovique supo aprovechar mi distracción al baño, para pedirme ir de paseo, solo nosotras, ah divertirnos como habíamos aprendido a hacerlo ahora. Fruncí el ceño, refunfuñado, ya que quería, en lo posible, aquellos actos, con hombres, que en descripción general, su mascota tenia mejor educación, cuando el alcohol los gobernaba, evitarlos. Pero que podía decir, mi hermana era mi mundo, siempre lo fue, era lo único que me quedaba de lo que alguna vez fui, la amaba, no podía jamás dejarla sola. Y el final de nuestra aventura no iba a terminar en aquel pueblo. Asentí al final con una sonrisa, y una vez cambiadas, poniéndonos las nuevas capas de terciopelo, y ocultando nuestros rostros debajo de la capucha, salimos. Un caballo para cada una nos esperaba junto al árbol, cruzamos nuestras miradas sonriendo, subimos sobre ellos, y nos alejamos de ahí a un trote considerado.*
-Tienes pensado hacia donde ¿Mi Ludo?
Gwen Leclercq- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/06/2013
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
-Ya sabes donde. Es el momento- Anuncié muy segura de mis palabras y luego de cubrirme con la capa y montar al animal que aguardaba por mí, emprendí camino dejando a Gwen unos pasos detrás.
Escuchaba su protesta detrás de mí, sus gritos ahogándose en su garganta pálida. No quería seguirme y me sentía culpable por tener que arrastrarla conmigo, pero era necesario, muy necesario. Gwen casi rompía en llanto y yo trataba de ignorarla para no ceder al igual que ella al maldito impulso. “Niña tonta! Niña estúpida! Estás loca Ludovique. Te has desquiciado” Pronunciaba Gwen a través de su garganta desgarrada.
-Ya sabías que esto iba a pasar. Si quieres regresa, pero yo no me detendré. Debo encontrarlo- En ningún momento volteé a verle el rostro que seguramente cargaba de confusión. Mi seguridad solo podía flaquear si en los ojos de Gwen encontraba el suficiente temor como para acabar con mi aventura.
Escuché los golpes de los cascos de su caballo sobre el suelo de adoquín, noté que lo apresuraba y me alcanzaba. Entonces fue inevitable verle y para mi sorpresa su expresión no representaba en absoluto la imagen que antes mi mente se había creado en base a sus súplicas. “Vamos hermana” Fue lo único que dijo luego e incluso se adelantó.
Habíamos partido casi al mediodía. Apenas habíamos comido, pero yo me aseguré de cargar con provisiones. Era tarde, estábamos cansadas y nuestros animales también. Tan pronto encontramos los altos pastizales del bosque y el angosto arroyo que lo cruzaba descendimos de los caballos y los atamos a un árbol cerca del agua para que pudieran alimentarse y beber.
Saqué de mi bolso el pan y algunas frutas. Convidé a Gwen con ello y me senté sobre una piedra mientras me mantenía en silencio. Ella solo me observaba mientras clavaba sus dientes en una manzana.
Estaba por darle un mordisco al pan, pero me detuve antes para responder a la pregunta silenciosa que Gwen estaba haciendo desde que partimos de la residencia de los Dómine. Mi corazón se estaba debocando, había comenzado a latir con mayor prisa y ese maldito caudal de lágrimas estaba causando estragos en mis ojos. Ni yo misma lo creí al escucharme. Fue una confesión que podía haberme sentenciado al peor de los castigos de haber sido oída por personas no apropiadas.
-Lo amo. Es por eso que vuelvo- Respondí en seco. Luego suspiré y me llevé el pan a la boca para amortiguar el hambre.
Escuchaba su protesta detrás de mí, sus gritos ahogándose en su garganta pálida. No quería seguirme y me sentía culpable por tener que arrastrarla conmigo, pero era necesario, muy necesario. Gwen casi rompía en llanto y yo trataba de ignorarla para no ceder al igual que ella al maldito impulso. “Niña tonta! Niña estúpida! Estás loca Ludovique. Te has desquiciado” Pronunciaba Gwen a través de su garganta desgarrada.
-Ya sabías que esto iba a pasar. Si quieres regresa, pero yo no me detendré. Debo encontrarlo- En ningún momento volteé a verle el rostro que seguramente cargaba de confusión. Mi seguridad solo podía flaquear si en los ojos de Gwen encontraba el suficiente temor como para acabar con mi aventura.
Escuché los golpes de los cascos de su caballo sobre el suelo de adoquín, noté que lo apresuraba y me alcanzaba. Entonces fue inevitable verle y para mi sorpresa su expresión no representaba en absoluto la imagen que antes mi mente se había creado en base a sus súplicas. “Vamos hermana” Fue lo único que dijo luego e incluso se adelantó.
Habíamos partido casi al mediodía. Apenas habíamos comido, pero yo me aseguré de cargar con provisiones. Era tarde, estábamos cansadas y nuestros animales también. Tan pronto encontramos los altos pastizales del bosque y el angosto arroyo que lo cruzaba descendimos de los caballos y los atamos a un árbol cerca del agua para que pudieran alimentarse y beber.
Saqué de mi bolso el pan y algunas frutas. Convidé a Gwen con ello y me senté sobre una piedra mientras me mantenía en silencio. Ella solo me observaba mientras clavaba sus dientes en una manzana.
Estaba por darle un mordisco al pan, pero me detuve antes para responder a la pregunta silenciosa que Gwen estaba haciendo desde que partimos de la residencia de los Dómine. Mi corazón se estaba debocando, había comenzado a latir con mayor prisa y ese maldito caudal de lágrimas estaba causando estragos en mis ojos. Ni yo misma lo creí al escucharme. Fue una confesión que podía haberme sentenciado al peor de los castigos de haber sido oída por personas no apropiadas.
-Lo amo. Es por eso que vuelvo- Respondí en seco. Luego suspiré y me llevé el pan a la boca para amortiguar el hambre.
Ludovique Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
*Aún no había descubierto que le había pasado a Ludo por el cual ella actuó tan impulsivamente.
Comencé el trote detrás de ella, sorprendida y enojada a la vez, no me explicaba el motivo de ese acto impulsivo. Y a través de mis refunfuños trataba de que me lo explicara. No pretendía volver a la casa de aquellos bellos hermanos. La aventura siempre fue lo que busque desde muy niña y realmente lo mejor de la huida del castillo de la reina Eleanor fue que no tenía que preocuparme de que mi padre mandara su cuadrilla a buscarme y arruinar así, mis aventuras.
Notaba que estaba perturbada e inmersa en sus pensamientos, seque mis inevitables lagrimas a causa de la euforia que esta nueva huida me causaba, para ponerme a la par de Ludovique e invitarla a que acelere el trote.
El sol ya estaba casi en su totalidad, oculto, las estrellas empezaban a bailar en el cielo, el cantar de los grillos, los búhos y los animales nocturnos empezaban a hacerse escuchar.
Me recosté de espalda en la roca donde Ludo se había sentado. Esta tan apagada, más de lo que habitualmente era.
Gire mi cabeza y mientras terminaba de saborear la porción de manzana roja, para hacerle mi pregunta, ella escupió la respuesta ahogada. Mis ojos se abrieron de par en par y recordé en ese mismo instante a aquel caballero de piel trigueña y cabello negro con pequeños risos colgando sobre sus hombros cual Ludovique había conocido en el castillo, y quien la había llevado una noche a un lugar para compartir una horas junto a ella, un príncipe de un reino que limitaba con el nuestro.
Ludovique se había enamorado de él, casi a primera vista. Recuerdo sus enormes ojos color café, delineado por un rejunte de largas y gruesas pestañas, dándole una mirada dulce y cautivadora, fue lo primero que me llamo la atención y entendí que esos ojos la habían enamorado.
Luego de mi breve resumen mental, me disponía a responderle pero….*
-Ay Lu!... –
*Me frene y tarde hasta apoyar mi mano en su cálida mejilla y mientras secaba sus lágrimas, recordé, horrorizada que aquel príncipe había sido llevado al pueblo.*
-Lo enviaron…al….al-Pueblo-
*Apoye mi mano sujetando la manzana, en la piedra a mi izquierda. Tratando de recuperar el aliento y devolverle la mirada a mí hermana.*
-¿¡Estás loca?!
*Me puse de pie, temblorosa e histérica, comenzando a caminar de un lado a otro, en una tono de voz neutral, ya que los caballos hicieron notar que pretendían descansar.*
-Ludovique, soy una mujer que le encuentra belleza hasta a una plancha seca, amo al hombre por los atributos que le dio la vida y a las mujeres por el bello don que tenemos de dar vida.
Pero no… No sé lo que es el amor, aquel amor, que correría riesgo mi propia vida por encontrarlo….
*Observe los ojos angustiados, desesperados de mi hermana, y le sonreí poniéndome de cuclillas ante ella.*
-Pero tú hermana, sí sabes lo que es aquello, te voy a acompañar y ayudar a que lo encuentres. A fin de cuenta, nadie nos conoce allí, y después de 6 meses, creo que han dejado de buscarnos.
*Volví a sonreír esperando su reacción mientras seguía saboreando mi manzana.*
Comencé el trote detrás de ella, sorprendida y enojada a la vez, no me explicaba el motivo de ese acto impulsivo. Y a través de mis refunfuños trataba de que me lo explicara. No pretendía volver a la casa de aquellos bellos hermanos. La aventura siempre fue lo que busque desde muy niña y realmente lo mejor de la huida del castillo de la reina Eleanor fue que no tenía que preocuparme de que mi padre mandara su cuadrilla a buscarme y arruinar así, mis aventuras.
Notaba que estaba perturbada e inmersa en sus pensamientos, seque mis inevitables lagrimas a causa de la euforia que esta nueva huida me causaba, para ponerme a la par de Ludovique e invitarla a que acelere el trote.
El sol ya estaba casi en su totalidad, oculto, las estrellas empezaban a bailar en el cielo, el cantar de los grillos, los búhos y los animales nocturnos empezaban a hacerse escuchar.
Me recosté de espalda en la roca donde Ludo se había sentado. Esta tan apagada, más de lo que habitualmente era.
Gire mi cabeza y mientras terminaba de saborear la porción de manzana roja, para hacerle mi pregunta, ella escupió la respuesta ahogada. Mis ojos se abrieron de par en par y recordé en ese mismo instante a aquel caballero de piel trigueña y cabello negro con pequeños risos colgando sobre sus hombros cual Ludovique había conocido en el castillo, y quien la había llevado una noche a un lugar para compartir una horas junto a ella, un príncipe de un reino que limitaba con el nuestro.
Ludovique se había enamorado de él, casi a primera vista. Recuerdo sus enormes ojos color café, delineado por un rejunte de largas y gruesas pestañas, dándole una mirada dulce y cautivadora, fue lo primero que me llamo la atención y entendí que esos ojos la habían enamorado.
Luego de mi breve resumen mental, me disponía a responderle pero….*
-Ay Lu!... –
*Me frene y tarde hasta apoyar mi mano en su cálida mejilla y mientras secaba sus lágrimas, recordé, horrorizada que aquel príncipe había sido llevado al pueblo.*
-Lo enviaron…al….al-Pueblo-
*Apoye mi mano sujetando la manzana, en la piedra a mi izquierda. Tratando de recuperar el aliento y devolverle la mirada a mí hermana.*
-¿¡Estás loca?!
*Me puse de pie, temblorosa e histérica, comenzando a caminar de un lado a otro, en una tono de voz neutral, ya que los caballos hicieron notar que pretendían descansar.*
-Ludovique, soy una mujer que le encuentra belleza hasta a una plancha seca, amo al hombre por los atributos que le dio la vida y a las mujeres por el bello don que tenemos de dar vida.
Pero no… No sé lo que es el amor, aquel amor, que correría riesgo mi propia vida por encontrarlo….
*Observe los ojos angustiados, desesperados de mi hermana, y le sonreí poniéndome de cuclillas ante ella.*
-Pero tú hermana, sí sabes lo que es aquello, te voy a acompañar y ayudar a que lo encuentres. A fin de cuenta, nadie nos conoce allí, y después de 6 meses, creo que han dejado de buscarnos.
*Volví a sonreír esperando su reacción mientras seguía saboreando mi manzana.*
Gwen Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
“Oh, amor mío! ¿Cuál ha sido tu pecado? ¿Por qué te arrebatan de mí de esta manera?”. Mientras Gwen se trasladaba de un lado a otro, expulsando su histeria y su turbación, yo regresé a aquel momento. A esa noche lluviosa en el castillo cuando todos los esclavos dormían y algunos domitábamos; de pronto alguien entró y lo tomó con violencia para sacarlo de allí.
Jamás pude olvidar la expresión de su rostro, su semblante aterrorizado desfigurándose bajo las luces del castillo. Su cuerpo fornido y magullado queriendo escapar sin lograr su cometido.
El cielo lloró junto a mí esa noche, la última noche que lo vi. Quizá fue por ello que actué del modo en que lo hice el día que huimos del reino de la perversión. Quizá fue por ese mismo terror que sintió Friedrich, el cual clavó en mis entrañas con su mirada, el motor de mi reacción.
Yo le debía esto a Friedrich… el castigo había sido por mi culpa.
-Hubiera podido resistir un poco más en el castillo. Estoy segura de que hubiera estado bien. No temía. Yo no temía por mí. Lo que pudieran hacer con mi cuerpo ya no me representaba amenaza. Pero a ti… - Miré a Gwen y tomé su rostro entre mis manos.
–Cuando te estaban llevando creí que te mandarían al pueblo. Temí por ti como temí por él. Pero a ti sí podía salvarte.- Mordí ligeramente mi labio, volteé mi cabeza hacia un lado tratando de ocultar mis lágrimas, pero inmediatamente regresé la mirada a los ojos de Gwen. –Debo saber como está. Así no pueda hacer nada para librarlo de su condena, al menos quiero saber cómo se encuentra. Dicen que en el pueblo hacen subastas, que ofrecen a los esclavos rebeldes a la gente común. Traigo dinero conmigo, quizás si lo encuentro pueda alquilarlo… Oh diablos!!- No sabía si estaba siendo sensata y en realidad, ya a mitad de camino no me importaba, tenía que continuar. Tomé uno de las copas de plata que traía en el bolso y fui junto a los caballos hacia el arroyo para tomar un poco de agua.
-En el pueblo no nos conocen sus habitantes, pero de haber guardias de la corona corremos riesgos así hayan pasado 3, 6, o 18 meses, Gwen. No podemos fiarnos de ello. Somos fugitivas, faltamos a nuestro vasallaje.-
Seguimos nuestro camino por el bosque. No estábamos muy lejos y llegaríamos a una hora razonable para los eventos de los que hablaban en el castillo. Había que encontrar la plaza del pueblo. El barullo de la multitud nos guiaría.
Ya se había hecho de noche cuando alcanzamos las proximidades de nuestro destino. La brisa helada se colaba por los callejones del pueblo. Los lugareños nos observaron al entrar, pero solo eso, no nos dieron mayor importancia, su atención estaba dirigida a los espectáculos que se celebraban esa noche.
Observé con calma lo que ocurría a mi alrededor. Príncipes y princesas desnudos por doquier. No quería prestar mucha atención a la escena, pero debía encontrar a quien había ido a buscar y cualquiera de aquellos jóvenes podría ser él.
Por su parte, Gwen se detuvo frente a un escenario donde un desagradable sujeto sometía a una linda princesita de largos cabellos rojizos y pechos pequeños. Volví con mi caballo hacia ella y noté cierto estupor en su mirada, aunque me desconcertaba su sonrisa involuntaria.
Toqué su brazo que sobresalía debajo de la capa para despertarla de su trance. –Debemos continuar. Dejemos los caballos por algún lado y sigamos a pie- Asintió con la cabeza y buscamos donde dejar a nuestros animales descansando.
Ludovique Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
*Algunas lágrimas perdidas rodaron por mi rostro compungido por el dolor de mi hermana.*
-Lo sé y aun no he podido agradecerte todo eso mi querida Ludo.
*Sonreí de lado acariciando su rostro, para luego invitarla a levantarse, respire hondo escuchándola atentamente*
-Está bien…
*Cuando fui junto a mi caballo, a tomar las monedas que yo también había juntado, gracias a mi bello caballero que me entregaba a espalda de su hermano; voltee preocupada al escuchar la expresión de su voz.*
-¿Qué recordaste?
*Volví a ella entregando en su mano la bolsa de monedas. Levante su rostro buscando esos ojos aturdidos.*
-Ludo, tranquila, claro que aun corremos riesgo allí, por eso debemos llegar y camuflarnos, cambiar nuestro aspecto, aún seguimos igual de cómo nos fuimos de allí.
*Ella asintió y luego de abrazarnos dimos marcha al pueblo, el lugar era escalofriante, para nosotras que fuimos esclavas. La gente solo nos observaba con indiferencia, pero no pude evitar perder mis ojos sobre un escenario donde una joven estaba siendo torturada, por unos momentos pensé que así hubiera sido de mí si mi hermana no me rescataba aquella noche, o aun peor, quien sabe. Pero nuevamente la variedad de recuerdos me invadieron y no pude evitar sonreír de lado, recordando la parte placentera y agradable de aquel lugar. Sacudí un poco mi cabeza al llamado de mi hermana, y con un ¡Arre! Directo, el caballo levanto velocidad y la cabalgata a trote seso detrás de unas cabañas a media luz y a una buena distancia de los shows.
-Debemos separarnos luego de que cambiemos este aspecto por algo más lujoso…-
*Con un guiño, le hice un ademan con la cabeza, estábamos detrás de una encantadora boutique, la ventana estaba a medio cerrar cubierta con algunos arbustos, nuestros estilizados cuerpos pasaban sin inconveniencia por allí.
Unas risas aniñadas se oyeron al unísono mientras entrabamos, nos dirigimos en la penumbra hasta que mi pie toco con algo duro, bajamos la vista y encontramos un grillete tapado. Corrimos la alfombra y notamos que era la manija de un acceso al subsuelo, volvimos a mirarnos y sonreímos, lo abrimos para descender, a lo que Ludovique cogió un velón que era lo que apenas iluminaba ese lugar.
Era increíble lo que encontramos allí, guardado en cajas polvorientas… Nadie reconocería esas telas, ya que ni la dueña creo que recordaría que las tuviera. Una vez que logramos el cambio deseado, salimos con cuidado por donde entramos.
Estiramos las faldas aterciopeladas de nuestros largos vestidos, nos auto retocamos el cabellos y por último después de acordar el lugar de encuentros nos dimos un fuerte abrazo, separarnos era la mejor forma de pasar desapercibidas.
Me dirigí al escenario del lado izquierdo de la plaza central, mi rostro semiculto bajo aquel sombrero lujoso que hacia juego con la capa de fieltro bordo. Diferentes matices de bellos príncipes y encantadoras princesas, desfilaban por aquellas tarimas, podía sentir cada azote, entrecerraba mis ojos al oírlos gemir bajo aquellas torturas, pero aquel príncipe no aparecía, rogaba que Ludo lo encuentre.
Pero…. Alguien que no esperaba subió allí…*
-Lo sé y aun no he podido agradecerte todo eso mi querida Ludo.
*Sonreí de lado acariciando su rostro, para luego invitarla a levantarse, respire hondo escuchándola atentamente*
-Está bien…
*Cuando fui junto a mi caballo, a tomar las monedas que yo también había juntado, gracias a mi bello caballero que me entregaba a espalda de su hermano; voltee preocupada al escuchar la expresión de su voz.*
-¿Qué recordaste?
*Volví a ella entregando en su mano la bolsa de monedas. Levante su rostro buscando esos ojos aturdidos.*
-Ludo, tranquila, claro que aun corremos riesgo allí, por eso debemos llegar y camuflarnos, cambiar nuestro aspecto, aún seguimos igual de cómo nos fuimos de allí.
*Ella asintió y luego de abrazarnos dimos marcha al pueblo, el lugar era escalofriante, para nosotras que fuimos esclavas. La gente solo nos observaba con indiferencia, pero no pude evitar perder mis ojos sobre un escenario donde una joven estaba siendo torturada, por unos momentos pensé que así hubiera sido de mí si mi hermana no me rescataba aquella noche, o aun peor, quien sabe. Pero nuevamente la variedad de recuerdos me invadieron y no pude evitar sonreír de lado, recordando la parte placentera y agradable de aquel lugar. Sacudí un poco mi cabeza al llamado de mi hermana, y con un ¡Arre! Directo, el caballo levanto velocidad y la cabalgata a trote seso detrás de unas cabañas a media luz y a una buena distancia de los shows.
-Debemos separarnos luego de que cambiemos este aspecto por algo más lujoso…-
*Con un guiño, le hice un ademan con la cabeza, estábamos detrás de una encantadora boutique, la ventana estaba a medio cerrar cubierta con algunos arbustos, nuestros estilizados cuerpos pasaban sin inconveniencia por allí.
Unas risas aniñadas se oyeron al unísono mientras entrabamos, nos dirigimos en la penumbra hasta que mi pie toco con algo duro, bajamos la vista y encontramos un grillete tapado. Corrimos la alfombra y notamos que era la manija de un acceso al subsuelo, volvimos a mirarnos y sonreímos, lo abrimos para descender, a lo que Ludovique cogió un velón que era lo que apenas iluminaba ese lugar.
Era increíble lo que encontramos allí, guardado en cajas polvorientas… Nadie reconocería esas telas, ya que ni la dueña creo que recordaría que las tuviera. Una vez que logramos el cambio deseado, salimos con cuidado por donde entramos.
Estiramos las faldas aterciopeladas de nuestros largos vestidos, nos auto retocamos el cabellos y por último después de acordar el lugar de encuentros nos dimos un fuerte abrazo, separarnos era la mejor forma de pasar desapercibidas.
Me dirigí al escenario del lado izquierdo de la plaza central, mi rostro semiculto bajo aquel sombrero lujoso que hacia juego con la capa de fieltro bordo. Diferentes matices de bellos príncipes y encantadoras princesas, desfilaban por aquellas tarimas, podía sentir cada azote, entrecerraba mis ojos al oírlos gemir bajo aquellas torturas, pero aquel príncipe no aparecía, rogaba que Ludo lo encuentre.
Pero…. Alguien que no esperaba subió allí…*
Gwen Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
Alejado un poco de todo el tumulto de gente y esclavos torturados, encontramos una tienda con un letrero apenas legible. Bajamos de los caballos y los dejamos detrás de aquel sitio. Besé a ambas criaturas y acaricié sus lomos como tratando de asegurarles que regresaríamos por ellos. Rogaba que así fuera. Ingresamos a la tienda en medio de la oscuridad hasta que logre tomar una vela que estaba encendida sobre una cómoda polvorienta. Debíamos tener prisa o podríamos ser descubiertas. Quizá la dueña o dueño de la tienda no estuviera muy lejos de aquí. Quizás esa misma persona fuera quien en estos momentos se estuviera agasajando a sí misma con un tierno esclavo. Buscamos entre las ropas algo que nos quedase. Gwen fue la encargada de seleccionar el vestuario. Al cabo de un rato ya nos encontrábamos fuera de la tienda y la vela en su mismo lugar. Nuestras prendas anteriores las metimos dentro de los bolsos junto a los caballos.
Gwen se dirigió hacia el lado izquierdo del escenario. Partió muy segura de sí misma, a pesar de haber sido yo quien tomó la iniciativa de entrar a este lugar. La vi mezclarse entre la multitud de personas que invadían la plaza. Se había colocado un vestido de terciopelo azul con un profundo escote en la espalda y la capelina que llevaba era de un gris que combinaba con su atuendo.
Los ruidos no cesaban, por donde mirase algo ocurría, me sentía completamente aturdida, más visible que nunca y por un escaso momento deseé volver a ser una esclava, ser parte de la decoración de este asqueroso y vulgar sitio donde cualquiera pudiera someteros a sus impiadosos deseos, a la oscuridad de sus almas carente de emociones.
Temía salir como estaba vestida, como una dama de buena vida. No llena de lujos, pero sí de las que marcaban la diferencia en el pueblo. Me recosté sobre un costado de la boutique, suspiré pesadamente y regresé a su interior. Revisé las demás prendas y encontré lo que realmente necesitaba. Me quité el vestido que me había dado Gwen y me coloqué uno pantalones rosados que se ajustaban muy bien a mi cuerpo y lucían mi figura, encontré una camisa blanca con delicados botones para combinar, pero debía ser cautelosa, encontré entre todo el revuelto de prendas una faja que coloqué en mi pecho para que contuviera mis senos y no se notasen bajo la camisa. Me calcé unas botas negras un poco mas grandes que mis pies, lo cual me resultaba incómodo aunque no lo suficiente como para impedirme caminar. Faltaba arreglar mi cabello. Había visto al entrar que en el lugar había pelucas, volví allí y encontré una ideal pero debía ocultar muy bien mi cabello. Lo envolví en un rodete bajo mil hebillas hasta que quedó intacto y sobre él coloqué la reluciente peluca de cabellos castaños con pequeños rizos cayendo hasta mis hombros. Me miré en el espejo y no podía creer en lo que me había convertido. Era yo, la princesa Ludovique Leclercq, uno más de los jóvenes visitantes del pueblo, ya no era la hija del Rey o la esclava revoltosa del castillo de la reina Eleanor… claro que no. Volví la vista a mis ojos que se reflejaban allí y me lancé un guiño de aprobación. “Eres terrible, Ludivique!! Mira como abusas de tu suerte! Qué osada” , pensé eso mientras me retiraba del lugar y me reí por lo bajo.
Estaba en el mismo sitio donde me había dejado Gwen pero esta vez no me detuve a pensar en nada, tan solo me inmiscuí entre la multitud con un solo objetivo, encontrar a Friedrich.
Caminaba con la miraba baja para no chocarme con nadie que pudiera dudar de mí en aquel insólito espacio físico, pero sin perder de vista a cada esclavo que pasaba por allí. Cualquiera de todos ellos podía ser quien yo estaba buscando, me recordé. Como si fuera poco los tormentos que debimos padecer en el castillo, me encontré con que aquí en el pueblo los golpes eran lo de menos frente a la cantidad de humillaciones que uno debía enfrentar. Ellos eran tan nobles como yo pero ninguno, ni ellos bajo el serpenteante látigo, ni yo oculta en este disfraz de niño rico éramos alguien en realidad. Solo nos reducíamos a números.
Mire hacia el cielo que había comenzado a encapotarse, las gruesas nubes se iban agolpando así como la gente del pueblo lo hizo tan pronto comenzaron a caer las primeras gotas. Ya había recorrido como 10 tiendas, 5 carpas, no tenía verdadera noción del tiempo. Ya me sentía agotada y triste a su vez. Quería romper a llorar en medio de la inmensidad pero no podía darme ese lujo. Respiré profundo y entré a la última carpa que había dispuesta. Sobre pequeñas tarimas circulares se encontraban varios príncipes en cuclillas, con sus brazos extendidos hacia el techo y apresados por sus muñecas a las vigas que sostenían la carpa, tenían los ojos vendados. Qué posición tan humillante, cómo pueden… Entre todos ellos estaba Fiedrich, podía reconocerlo a pesar de las vendas. El corazón de pronto comenzó a acelerarse y la sangre a agolparse en mi cabeza, sentí que iba a desplomarme en el suelo, pero como por obra Divina todas esas sensaciones se disiparon en cuanto lo oí gemir. Estaba tan expuesto, las extremidades de sus brazos se observaban tan bien delineadas y su torso fuerte con apenas una fina línea de vello oscuro daban registro de haber sido azotado recientemente. Un nudo se subió a mi garganta, una mezcla de nostalgia y consternación. Sus piernas también estaban marcadas, rojas, aunque no tenían heridas profundas y entre ellas su enorme verga se alzaba bajo el tupido manto de vello castaño y entonces recordé aquellas noches en que nos escapábamos y hacíamos el amor, descolocados, abrumados, hartos de todo, pero hambrientos de nosotros mismos, completamente entregados a los placeres del erotismo. Sentí mi sexo reclamar por el suyo bajo los pantalones que traía y de haber sido hombre, hubiera dado una notable muestra de ello. Mordí mi labio con fuerza y me acerqué hasta la tarima. Toqué su rodilla escocida y él tembló. –Tranquilo Fiedrich, soy yo, Ludovique- Él tembló aun más y vi rodar por sus mejillas pequeñas lágrimas que me apresuré a secar con el dorso de mi mano. –No temas amor, algo haré para sacarte de aquí- Él solo asintió y yo me quedé allí inerte esperando que algo se me ocurriera.
Gwen se dirigió hacia el lado izquierdo del escenario. Partió muy segura de sí misma, a pesar de haber sido yo quien tomó la iniciativa de entrar a este lugar. La vi mezclarse entre la multitud de personas que invadían la plaza. Se había colocado un vestido de terciopelo azul con un profundo escote en la espalda y la capelina que llevaba era de un gris que combinaba con su atuendo.
Los ruidos no cesaban, por donde mirase algo ocurría, me sentía completamente aturdida, más visible que nunca y por un escaso momento deseé volver a ser una esclava, ser parte de la decoración de este asqueroso y vulgar sitio donde cualquiera pudiera someteros a sus impiadosos deseos, a la oscuridad de sus almas carente de emociones.
Temía salir como estaba vestida, como una dama de buena vida. No llena de lujos, pero sí de las que marcaban la diferencia en el pueblo. Me recosté sobre un costado de la boutique, suspiré pesadamente y regresé a su interior. Revisé las demás prendas y encontré lo que realmente necesitaba. Me quité el vestido que me había dado Gwen y me coloqué uno pantalones rosados que se ajustaban muy bien a mi cuerpo y lucían mi figura, encontré una camisa blanca con delicados botones para combinar, pero debía ser cautelosa, encontré entre todo el revuelto de prendas una faja que coloqué en mi pecho para que contuviera mis senos y no se notasen bajo la camisa. Me calcé unas botas negras un poco mas grandes que mis pies, lo cual me resultaba incómodo aunque no lo suficiente como para impedirme caminar. Faltaba arreglar mi cabello. Había visto al entrar que en el lugar había pelucas, volví allí y encontré una ideal pero debía ocultar muy bien mi cabello. Lo envolví en un rodete bajo mil hebillas hasta que quedó intacto y sobre él coloqué la reluciente peluca de cabellos castaños con pequeños rizos cayendo hasta mis hombros. Me miré en el espejo y no podía creer en lo que me había convertido. Era yo, la princesa Ludovique Leclercq, uno más de los jóvenes visitantes del pueblo, ya no era la hija del Rey o la esclava revoltosa del castillo de la reina Eleanor… claro que no. Volví la vista a mis ojos que se reflejaban allí y me lancé un guiño de aprobación. “Eres terrible, Ludivique!! Mira como abusas de tu suerte! Qué osada” , pensé eso mientras me retiraba del lugar y me reí por lo bajo.
Estaba en el mismo sitio donde me había dejado Gwen pero esta vez no me detuve a pensar en nada, tan solo me inmiscuí entre la multitud con un solo objetivo, encontrar a Friedrich.
Caminaba con la miraba baja para no chocarme con nadie que pudiera dudar de mí en aquel insólito espacio físico, pero sin perder de vista a cada esclavo que pasaba por allí. Cualquiera de todos ellos podía ser quien yo estaba buscando, me recordé. Como si fuera poco los tormentos que debimos padecer en el castillo, me encontré con que aquí en el pueblo los golpes eran lo de menos frente a la cantidad de humillaciones que uno debía enfrentar. Ellos eran tan nobles como yo pero ninguno, ni ellos bajo el serpenteante látigo, ni yo oculta en este disfraz de niño rico éramos alguien en realidad. Solo nos reducíamos a números.
Mire hacia el cielo que había comenzado a encapotarse, las gruesas nubes se iban agolpando así como la gente del pueblo lo hizo tan pronto comenzaron a caer las primeras gotas. Ya había recorrido como 10 tiendas, 5 carpas, no tenía verdadera noción del tiempo. Ya me sentía agotada y triste a su vez. Quería romper a llorar en medio de la inmensidad pero no podía darme ese lujo. Respiré profundo y entré a la última carpa que había dispuesta. Sobre pequeñas tarimas circulares se encontraban varios príncipes en cuclillas, con sus brazos extendidos hacia el techo y apresados por sus muñecas a las vigas que sostenían la carpa, tenían los ojos vendados. Qué posición tan humillante, cómo pueden… Entre todos ellos estaba Fiedrich, podía reconocerlo a pesar de las vendas. El corazón de pronto comenzó a acelerarse y la sangre a agolparse en mi cabeza, sentí que iba a desplomarme en el suelo, pero como por obra Divina todas esas sensaciones se disiparon en cuanto lo oí gemir. Estaba tan expuesto, las extremidades de sus brazos se observaban tan bien delineadas y su torso fuerte con apenas una fina línea de vello oscuro daban registro de haber sido azotado recientemente. Un nudo se subió a mi garganta, una mezcla de nostalgia y consternación. Sus piernas también estaban marcadas, rojas, aunque no tenían heridas profundas y entre ellas su enorme verga se alzaba bajo el tupido manto de vello castaño y entonces recordé aquellas noches en que nos escapábamos y hacíamos el amor, descolocados, abrumados, hartos de todo, pero hambrientos de nosotros mismos, completamente entregados a los placeres del erotismo. Sentí mi sexo reclamar por el suyo bajo los pantalones que traía y de haber sido hombre, hubiera dado una notable muestra de ello. Mordí mi labio con fuerza y me acerqué hasta la tarima. Toqué su rodilla escocida y él tembló. –Tranquilo Fiedrich, soy yo, Ludovique- Él tembló aun más y vi rodar por sus mejillas pequeñas lágrimas que me apresuré a secar con el dorso de mi mano. –No temas amor, algo haré para sacarte de aquí- Él solo asintió y yo me quedé allí inerte esperando que algo se me ocurriera.
Ludovique Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
-¿Que te ha ocurrido?
*Susurre apoyando mi mano en mi pecho, para luego terminar sujetando la capa entre mis dedos. Tan angustiante fue verlo, aquel nuevo esclavo, quien iba a ser humillado y azotado sin piedad, pude adivinarlo, por la manera en que lo trataban allí arriba. Un penoso suspiro se escapo de mi pecho, nuevamente las imágenes me invadieron, pase rápidamente mi mano, una vez que la quite del guante, para poder secarme las lágrimas.
Pero sabía que se trataba ni más ni menos del príncipe Lenin, un joven y apuesto pelirrojo, no había tenido la oportunidad de ser sometida por él, debido a que la Reina se había encaprichado bastante conmigo y mi hermana, pero no podía evitar observarlo cuando podía, y sabía que él también lo hacía. Sonreí bajando la mirada, recordaba su porte varonil bajo aquella camisa entallada introducida cuidadosamente dentro de los pantalones ajuntados como guantes, los matices del verde junto al gris, era lo que mejor le sentaba a aquel caballero, siempre prolijamente vestido, a diferencia de algunos otros nobles que se enloquecían con los jóvenes esclavos y perdían la cordura.
Pero verlo allí arriba, tan indefenso y completamente desnudo, era deprimente, ¿que había hecho para terminar allí? tenía que sacarlo, mire a mí alrededor, luego metí la mano debajo de mi capa y sacando la bolsa de monedas sonreí.
Algo me decía que Ludovique había encontrado a su esclavo, o eso rogaba yo, así que me prepare y dando la mejor oferta, el esclavo Lenin quedo en responsabilidad mía.
Al pasar por el camino del costado, tome deliberadamente una correa y entregando la bolsa de dinero, rodee las muñecas de mi esclavo haciéndolo caminar por detrás. Sentí una seria de rostro observándonos y sus miradas me demostraban que trataban de saber quién era yo, pero no mute mi firme postura haciendo paso entre la multitud.
Lenin entrecerró a penas los ojos cuando quiso saber quién lo había comprado, pero siempre mantuve mi rostro cubierto para evitar que me reconociera, luego cuando estaba junto a él, este no se iba a tomar el atrevimiento de levantar la mirada, eso me iba a dar ventaja hasta encontrarme con Ludo.
Caminábamos por la parte más lisa del camino, él, detrás mío en cuatro patas, hacia mi lateral derecho, de esa manera podía deleitarme observándolo por el rabillo del ojo, sonreí sin que él lo notara. Podía sentir su nerviosismo y tome distancia cuando pasábamos por algunos tumultos de personas del pueblo, para que pudieran verlo y porque no, tocarlo al pasar.
Me odiaba yo misma por exponerlo así, pero de otra manera, la atención en nosotros se concentraría aún más.
Camino a los caballos, podía divisar que se encontraban solos, fruncí el ceño, algo preocupada y metiéndome más dentro de los árboles, me detuve unos instantes a pensar, mientras el joven príncipe se sentó junto a mi observándome de reojo y seguramente preguntándonos que hacíamos ahí, en la inmensa oscuridad del bosque, alejados de todo tipo de atención*
-Espero a alguien
*Fue lo único que dice, con voz tajante*
*Susurre apoyando mi mano en mi pecho, para luego terminar sujetando la capa entre mis dedos. Tan angustiante fue verlo, aquel nuevo esclavo, quien iba a ser humillado y azotado sin piedad, pude adivinarlo, por la manera en que lo trataban allí arriba. Un penoso suspiro se escapo de mi pecho, nuevamente las imágenes me invadieron, pase rápidamente mi mano, una vez que la quite del guante, para poder secarme las lágrimas.
Pero sabía que se trataba ni más ni menos del príncipe Lenin, un joven y apuesto pelirrojo, no había tenido la oportunidad de ser sometida por él, debido a que la Reina se había encaprichado bastante conmigo y mi hermana, pero no podía evitar observarlo cuando podía, y sabía que él también lo hacía. Sonreí bajando la mirada, recordaba su porte varonil bajo aquella camisa entallada introducida cuidadosamente dentro de los pantalones ajuntados como guantes, los matices del verde junto al gris, era lo que mejor le sentaba a aquel caballero, siempre prolijamente vestido, a diferencia de algunos otros nobles que se enloquecían con los jóvenes esclavos y perdían la cordura.
Pero verlo allí arriba, tan indefenso y completamente desnudo, era deprimente, ¿que había hecho para terminar allí? tenía que sacarlo, mire a mí alrededor, luego metí la mano debajo de mi capa y sacando la bolsa de monedas sonreí.
Algo me decía que Ludovique había encontrado a su esclavo, o eso rogaba yo, así que me prepare y dando la mejor oferta, el esclavo Lenin quedo en responsabilidad mía.
Al pasar por el camino del costado, tome deliberadamente una correa y entregando la bolsa de dinero, rodee las muñecas de mi esclavo haciéndolo caminar por detrás. Sentí una seria de rostro observándonos y sus miradas me demostraban que trataban de saber quién era yo, pero no mute mi firme postura haciendo paso entre la multitud.
Lenin entrecerró a penas los ojos cuando quiso saber quién lo había comprado, pero siempre mantuve mi rostro cubierto para evitar que me reconociera, luego cuando estaba junto a él, este no se iba a tomar el atrevimiento de levantar la mirada, eso me iba a dar ventaja hasta encontrarme con Ludo.
Caminábamos por la parte más lisa del camino, él, detrás mío en cuatro patas, hacia mi lateral derecho, de esa manera podía deleitarme observándolo por el rabillo del ojo, sonreí sin que él lo notara. Podía sentir su nerviosismo y tome distancia cuando pasábamos por algunos tumultos de personas del pueblo, para que pudieran verlo y porque no, tocarlo al pasar.
Me odiaba yo misma por exponerlo así, pero de otra manera, la atención en nosotros se concentraría aún más.
Camino a los caballos, podía divisar que se encontraban solos, fruncí el ceño, algo preocupada y metiéndome más dentro de los árboles, me detuve unos instantes a pensar, mientras el joven príncipe se sentó junto a mi observándome de reojo y seguramente preguntándonos que hacíamos ahí, en la inmensa oscuridad del bosque, alejados de todo tipo de atención*
-Espero a alguien
*Fue lo único que dice, con voz tajante*
Gwen Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
-¿Cuánto por el esclavo?- Pregunté en voz alta al cuidador que sacudía su mano sobre las nalgas de uno de los esclavos que temblaba sobre la pequeña tarima. El sujeto me miró fijamente a los ojos y yo le sostuve la mirada por un rato. Sonrió para sí mismo y siguió su camino hacia Friedrich, haciendo caso omiso a mi pregunta. Me adelanté de un modo sobreprotector hacia Friedrich, como si mi gesto pudiera evitar que aquel ser mundano le propinara los azotes que quisiera. Él lloraba y a mí me invadía la impotencia. "Dios mío, ¿Qué debo hacer?". Volví a mirar al cuidador y esta vez me acerqué mas a él. El viento que se colaba por los agujeros de la carpa batían sus cabellos así como su delantal del cual cayeron algunas monedas pequeñas. Me agaché junto a él, casi al mismo tiempo para tomarlas y al enfrentarnos, cara a cara junto al redondo escenario, le dije -Es esto lo que quieres, ¿verdad?- Y él volvió a reír. Ya había comenzado a exasperarme, a sentir el corazón subir hasta mi boca y ahogarme con sus latidos. Bruscamente fijé mi mano sobre su muñeca y volví a hablarle. -Quiero al esclavo Friedrich por esta noche y te pagaré más de lo que vale, más de lo que cobran por él, más de lo que tu mereces ver en toda tu inmunda vida. Solo entrégamelo.- Pero esta vez el cuidador no ignoró mi pedido, más bien mi impertinencia. Así como yo me tomó la mano y me dijo -Llévatelo, pero regrésalo antes del amanecer. Debe descansar un poco y su amo, Lord Sebastian, lo necesitará- Me soltó y yo lo solté, luego le dejé la bolsa con las monedas que cargaba. Mientras preparaban a Friedrich pensaba en ese lord, si alguna vez lo había visto. Con frecuencia, los amos, eran personajes de la nobleza del reino de la perversión... podría ser. Su nombre me era familiar.
Al cabo de un rato me entregaron a Friedrich sujeto a un arnés. Era una especie de correa y él llegó a mí a gatas. Me vio de reojo, pues bien sabíamos que estaba prohibido mirar a la cara del amo, a menos que este lo permitiera. Yo era su amo en ese entonces.. Qué extraño!
Apenas salimos de la carpa y al ver que la lluvia había comenzado a caer con mayor violencia le ordené a "mi esclavo" que se pusiera de pie y se dirigiera a la boutique donde debía encontrarme con Gwen. Este obedeció y avanzó a zancadas, yo trataba de seguirle el ritmo aunque me resultaba bastante complicado. Cuando advertimos que estábamos solos, pues nadie mas andaba por la plaza, fue cuando nos detuvimos, poco antes de llegar a la boutique. Friedrich me miró y de improviso me cogió por la cintura y me alzó a sus caderas.
Su miembro erecto rozaba las calzas mojadas que llevaba puestas y que deseaba por arrancar. Mis manos deseosas de su piel se abrazaron al lánguido cuello, acariciaron su cabello empapado por la tormenta y mi boca se abrió junto a él para besarlo. Sentí que se estremeció cuando sus brazos se aferraron aun mas alrededor de mí.
Caminó conmigo a cuestas, aún fija sobre sus caderas. Me llevó así hasta un sitio donde los árboles habían sido talados y su corteza nos servía de apoyo. Me dejó sobre una de ellas. Yo lo admiré entre sonrisas y lágrimas. Su aroma me rodeaba, me enviciaba y su calor que había envuelto mi piel hacía tanto tiempo volvía a ser reclamado por las profundidades de mi femineidad.
En medio de aquel silencio entre nosotros, las aguas rompían la calma con sus quejidos, las nubes cada vez se agolpaban mas unas con otras y en medio de ello, Friedrich se acercó a mí luego de contemplarme y arrancó con fuerza las botas. Lo hizo con la velocidad de un excelentísimo esclavo. De un modo similar quitó las calzas y se abalanzó hacia mí. Descargó su cuerpo herido sobre el mío y me penetró con violencia, como si necesitara hacerlo de ese modo, marcándome como una de sus propiedades.
Puso sus manos sobre mis caderas, me miró a la cara y sonrió, mi príncipe pervertido. Si nos descubrieran...
La lluvia seguía cayendo, empapándonos a ambos, podía oírse el repiquetear del agua que mojaba su pelvis y la mía cada vez que me embestía... me excitaba, estaba envuelta en éxtasis.
Friedrich cambió el ritmo tan solo para ver el color de mis mejillas, siempre le gustaron. Lo supe cuando se inclinó para besarlas a cada una y luego dejarme un delicado beso en los labios.
Seguíamos sin decirnos nada, cómo podríamos?
De pronto habló, dio una orden. -Ludivique, date la vuelta. Quiero poseerte desde atrás- Tan claro y rudo como eso. Y yo, su princesa, lo obedecí. Me volteé sobre la corteza y levanté mis nalgas para ofrecerme como una esclava obediente debía. Sentí sus manos aferrarse cada una a ellas, a pellizcar la blanca y sensible piel hasta marcarlas. Yo contenía los gritos para no llamar mucho la atención. Sin embargo se detuvo y volvió a emitir una orden. -Ludovique, te quitarás esa camisa y todo lo que lleves puesto. Serás mi esclava y una esclava no lleva prendas a su antojo- Sus palabras me hicieron vibrar. Obedecí, quería complacerlo.
Friedrich se acercó a mí, con su pene caliente rozó la entrada de mi vagina. Me susurró algunas cosas que me lograron estremecer. Luego sujetó mis senos y me penetró con mayor violencia que antes, imitando una violación. No pude resistirme al impacto y de mi boca se escaparon los gemidos, luego alaridos y al final, cuando su miembro descargó dentro mío, suaves suspiros que se ahogaron con un electrizante beso.
Luego de haberme vestido y de haber vuelto cada uno al rol que le correspondía continuamos con la caminata hasta la boutique, al encuentro con mi hermana. Que yo me encontrara con Friedrich era la idea, pero a quien vimos al alcanzar el local no dejó atónitos. Uno de los favoritos en el pueblo. Lenin entre nosotros...
Al cabo de un rato me entregaron a Friedrich sujeto a un arnés. Era una especie de correa y él llegó a mí a gatas. Me vio de reojo, pues bien sabíamos que estaba prohibido mirar a la cara del amo, a menos que este lo permitiera. Yo era su amo en ese entonces.. Qué extraño!
Apenas salimos de la carpa y al ver que la lluvia había comenzado a caer con mayor violencia le ordené a "mi esclavo" que se pusiera de pie y se dirigiera a la boutique donde debía encontrarme con Gwen. Este obedeció y avanzó a zancadas, yo trataba de seguirle el ritmo aunque me resultaba bastante complicado. Cuando advertimos que estábamos solos, pues nadie mas andaba por la plaza, fue cuando nos detuvimos, poco antes de llegar a la boutique. Friedrich me miró y de improviso me cogió por la cintura y me alzó a sus caderas.
Su miembro erecto rozaba las calzas mojadas que llevaba puestas y que deseaba por arrancar. Mis manos deseosas de su piel se abrazaron al lánguido cuello, acariciaron su cabello empapado por la tormenta y mi boca se abrió junto a él para besarlo. Sentí que se estremeció cuando sus brazos se aferraron aun mas alrededor de mí.
Caminó conmigo a cuestas, aún fija sobre sus caderas. Me llevó así hasta un sitio donde los árboles habían sido talados y su corteza nos servía de apoyo. Me dejó sobre una de ellas. Yo lo admiré entre sonrisas y lágrimas. Su aroma me rodeaba, me enviciaba y su calor que había envuelto mi piel hacía tanto tiempo volvía a ser reclamado por las profundidades de mi femineidad.
En medio de aquel silencio entre nosotros, las aguas rompían la calma con sus quejidos, las nubes cada vez se agolpaban mas unas con otras y en medio de ello, Friedrich se acercó a mí luego de contemplarme y arrancó con fuerza las botas. Lo hizo con la velocidad de un excelentísimo esclavo. De un modo similar quitó las calzas y se abalanzó hacia mí. Descargó su cuerpo herido sobre el mío y me penetró con violencia, como si necesitara hacerlo de ese modo, marcándome como una de sus propiedades.
Puso sus manos sobre mis caderas, me miró a la cara y sonrió, mi príncipe pervertido. Si nos descubrieran...
La lluvia seguía cayendo, empapándonos a ambos, podía oírse el repiquetear del agua que mojaba su pelvis y la mía cada vez que me embestía... me excitaba, estaba envuelta en éxtasis.
Friedrich cambió el ritmo tan solo para ver el color de mis mejillas, siempre le gustaron. Lo supe cuando se inclinó para besarlas a cada una y luego dejarme un delicado beso en los labios.
Seguíamos sin decirnos nada, cómo podríamos?
De pronto habló, dio una orden. -Ludivique, date la vuelta. Quiero poseerte desde atrás- Tan claro y rudo como eso. Y yo, su princesa, lo obedecí. Me volteé sobre la corteza y levanté mis nalgas para ofrecerme como una esclava obediente debía. Sentí sus manos aferrarse cada una a ellas, a pellizcar la blanca y sensible piel hasta marcarlas. Yo contenía los gritos para no llamar mucho la atención. Sin embargo se detuvo y volvió a emitir una orden. -Ludovique, te quitarás esa camisa y todo lo que lleves puesto. Serás mi esclava y una esclava no lleva prendas a su antojo- Sus palabras me hicieron vibrar. Obedecí, quería complacerlo.
Friedrich se acercó a mí, con su pene caliente rozó la entrada de mi vagina. Me susurró algunas cosas que me lograron estremecer. Luego sujetó mis senos y me penetró con mayor violencia que antes, imitando una violación. No pude resistirme al impacto y de mi boca se escaparon los gemidos, luego alaridos y al final, cuando su miembro descargó dentro mío, suaves suspiros que se ahogaron con un electrizante beso.
Luego de haberme vestido y de haber vuelto cada uno al rol que le correspondía continuamos con la caminata hasta la boutique, al encuentro con mi hermana. Que yo me encontrara con Friedrich era la idea, pero a quien vimos al alcanzar el local no dejó atónitos. Uno de los favoritos en el pueblo. Lenin entre nosotros...
Ludovique Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
*El tiempo corría y mi paciencia estaba culminando, note la lluvia atravesando los árboles, mire hacia las copas para que estas gotas cayeran sobre mi rostro, suspire inflando los cachetes y dejando escapar el aire.*
-Sígueme
Con un leve tirón de la corre, invite a Lenin que me siguiera. Nos acobachamos en una especie de establo abandonado que estaba situado detrás a varios metros de la boutique, pero sin que Ludovique no, nos pueda ver.
Suspire invitándolo a que se sentara junto a mí sobre un largo tronco, delante de un montón de paja seca.
Me quite la capucha para que pudiera ver mi rostro, a lo cual pude sentir que se había quedado algo anonadado por mi corta edad. Con una media sonrisa estire mi mano.
-Mi nombre es Gwen… Príncipe Lenin.
Dije con voz suave y directa.
Volví a notar su rostro desconcertado y pensativo, pero no dudo en estrechar su mano con la mía.
-Gwen..Gwen…-Pensativo repetía mi nombre hasta que sus ojos se abrieron de par en par.
-Tú y tu hermana fueron el hablar de todo el reino, las hermanas fugitivas, ¿verdad?
*Un terror me invadió por completo sin evitar mis expresiones*
-Descuida- Susurro
-Jamás te delataría- Sonrió con una mirada dulce.
-Gracias Lenin
*Suspire encorvando un poco mi espalda*
-Sí, ya hace un año de aquello, mi vida corría cierto peligro y mi hermana no pudo soportarlo, así que nos escapamos, pero es hoy en día que no caminamos tranquilas por ningún lado, es estresante.
*Él se arrimó un poco más a mí corriendo mi cabello hacia mi espalda y rosando sus fríos dedos en mi sonrojado rostro*
-Ya no las buscan mi querida, se han dejado caer por cansancio, pero créeme que después de ustedes nadie más va a poder copiarlas, han reforzado el castillo de una manera casi aterradora. Pero antes que nada déjame agradecerte por sacarme de ese escenario…- Se encogió de hombros, colocando las manos entre sus rodillas con la vista al frente
-De nada, era lo menos que podía hacer, te reconocí al instante.
*Me volví a ruborizar*
-Pero dime ¿Qué has hecho? Tú eras uno de los sometedores no de los sometidos.
*reí desganada*
-Una larga historia Gwen, pero para que entiendas, simplemente no cumplí con los requisitos de la reina, me denomino algo “Blando” con mi esclava, era la segunda; el primero había sido un joven apuesto que por andar escabulléndose con una princesita, lo mandaron al pueblo sin siquiera preguntarme. Y esta bueno… quiso escaparse –Suspiro y quedo callado.
*Voltee mi cuerpo para sujetar su mano, su rostro tan perfectamente delineado pero sin perder su toque masculino con el poco bello crecido de la barba en su mentón, me excitaba, no podía evitarlo, y creo que el sintió aquello*
-Fuiste mi esclava pendiente- Sonrió
-Pero eras la preferida del príncipe y la reina, junto con tu hermana y eso me hacia inaccesible a tu cuerpo.
*Mi respiración se aceleró un poco al oír aquellas palabras, las imágenes de él junto al trono de la reina con aquellas prendas tan finas, con ese porte tan imponente, me sentía perder la razón.
Él no tardo el rodearme con una mano la cintura y con la otra mi rostro para besarnos desesperadamente, bajo sus labios por mi cuello apretándome contra su pecho desnudo.
Pero la lluvia había cesado y un ruido proveniente de afuera nos hizo detenernos y mirarnos aturdidos y preocupados; casi es puntitas de pie me acerque all arco de donde debería haber una puerta y Lenin no tardo en imitarme una vez que se quitó la corre que lo rodeaba, podía distinguir la silueta de Ludo en la penumbra. Suspire aliviada apoyándome en los tablones que hacían de pared con la mano en mi pecho recuperando el aliento*
-Es mi hermana
*Dije entrecortadamente y su rasgos finos volvieron a delinearse*
-Sígueme
Con un leve tirón de la corre, invite a Lenin que me siguiera. Nos acobachamos en una especie de establo abandonado que estaba situado detrás a varios metros de la boutique, pero sin que Ludovique no, nos pueda ver.
Suspire invitándolo a que se sentara junto a mí sobre un largo tronco, delante de un montón de paja seca.
Me quite la capucha para que pudiera ver mi rostro, a lo cual pude sentir que se había quedado algo anonadado por mi corta edad. Con una media sonrisa estire mi mano.
-Mi nombre es Gwen… Príncipe Lenin.
Dije con voz suave y directa.
Volví a notar su rostro desconcertado y pensativo, pero no dudo en estrechar su mano con la mía.
-Gwen..Gwen…-Pensativo repetía mi nombre hasta que sus ojos se abrieron de par en par.
-Tú y tu hermana fueron el hablar de todo el reino, las hermanas fugitivas, ¿verdad?
*Un terror me invadió por completo sin evitar mis expresiones*
-Descuida- Susurro
-Jamás te delataría- Sonrió con una mirada dulce.
-Gracias Lenin
*Suspire encorvando un poco mi espalda*
-Sí, ya hace un año de aquello, mi vida corría cierto peligro y mi hermana no pudo soportarlo, así que nos escapamos, pero es hoy en día que no caminamos tranquilas por ningún lado, es estresante.
*Él se arrimó un poco más a mí corriendo mi cabello hacia mi espalda y rosando sus fríos dedos en mi sonrojado rostro*
-Ya no las buscan mi querida, se han dejado caer por cansancio, pero créeme que después de ustedes nadie más va a poder copiarlas, han reforzado el castillo de una manera casi aterradora. Pero antes que nada déjame agradecerte por sacarme de ese escenario…- Se encogió de hombros, colocando las manos entre sus rodillas con la vista al frente
-De nada, era lo menos que podía hacer, te reconocí al instante.
*Me volví a ruborizar*
-Pero dime ¿Qué has hecho? Tú eras uno de los sometedores no de los sometidos.
*reí desganada*
-Una larga historia Gwen, pero para que entiendas, simplemente no cumplí con los requisitos de la reina, me denomino algo “Blando” con mi esclava, era la segunda; el primero había sido un joven apuesto que por andar escabulléndose con una princesita, lo mandaron al pueblo sin siquiera preguntarme. Y esta bueno… quiso escaparse –Suspiro y quedo callado.
*Voltee mi cuerpo para sujetar su mano, su rostro tan perfectamente delineado pero sin perder su toque masculino con el poco bello crecido de la barba en su mentón, me excitaba, no podía evitarlo, y creo que el sintió aquello*
-Fuiste mi esclava pendiente- Sonrió
-Pero eras la preferida del príncipe y la reina, junto con tu hermana y eso me hacia inaccesible a tu cuerpo.
*Mi respiración se aceleró un poco al oír aquellas palabras, las imágenes de él junto al trono de la reina con aquellas prendas tan finas, con ese porte tan imponente, me sentía perder la razón.
Él no tardo el rodearme con una mano la cintura y con la otra mi rostro para besarnos desesperadamente, bajo sus labios por mi cuello apretándome contra su pecho desnudo.
Pero la lluvia había cesado y un ruido proveniente de afuera nos hizo detenernos y mirarnos aturdidos y preocupados; casi es puntitas de pie me acerque all arco de donde debería haber una puerta y Lenin no tardo en imitarme una vez que se quitó la corre que lo rodeaba, podía distinguir la silueta de Ludo en la penumbra. Suspire aliviada apoyándome en los tablones que hacían de pared con la mano en mi pecho recuperando el aliento*
-Es mi hermana
*Dije entrecortadamente y su rasgos finos volvieron a delinearse*
Gwen Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
El cese de la lluvia ya había dado visto bueno aquella noche. Avanzábamos hacia la boutique, Friedrich delante de mí. Desde mi perspectiva podía observar como las gotas que caían a través de las hojas de lo árboles se deslizaban por su cuerpo y como alteraban su recorrido ante las marcas que él cinto o el látigo dejaron en sus hombros y espalda. Cubrí mi boca con mi mano, asombrada y hasta aterrorizada al recordar cómo lo había encontrado y saber que esta pausa para él quizá no fuera más que eso, no modificara absolutamente nada en su vida.
Lo vi tiritar y noté que yo también lo hacía bajo las telas húmedas. Mis pezones se veían a través de la transparencia, pues no me había puesto la faja otra vez. Me vi y volví a sentir esa sensación de ardor entre mis piernas y el cálido fluido aparecerse al evocar los momentos antes vividos con Friedrich. Quería, deseaba, necesitaba estar con él una vez más, pero no había lugar para ello. Estábamos cerca y por eso pudimos divisar la entrada de la boutique a sus oportunos visitantes. La esclava y el verdugo, un encantador encuentro...
-Friedrich, míralo ahí, reducido a lo mismo que nosotros. Ese desgraciado...- Me adelanté rápidamente y tomé su mano para sentirme segura. Encontrarme con Lenin no sería jamás de mi agrado, pero que más podía yo hacer, si ya estábamos ahí..
-No temas princesa, él no te hará daño... otra vez- Y sujetó mi mano con fuerza. ¿Acaso sabía por qué yo le temía y le aborrecía al mismo tiempo?. Me sonrojé y agaché mi cabeza, pegué mi frente en su espalda y di un pesado suspiro.
-Aún viéndole desnudo, tan desnudo como tu y como nosotras estuvimos alguna vez, me sigue provocando lo mismo que antes. No cambiará ese sentimiento pues su esencia sigue siendo la del verdugo.- Estaba completamente segura de mis palabras y Friedrich, quien lo notó, se dio la vuelta para tomarme del rostro, besar mi frente y agregar
-Princesa Ludovique, no todo es lo que parece en esta vida. Yo se muy bien lo que fue de ti cuando te encontraste con Lenin y no entraré a cuestionar tu sentir para con él porque has atravesado por mucho. Sin embargo te recuerdo, mi niña, que muchos hemos estado allí antes que tu. Hablo con conocimiento de causa-
Agaché mi cabeza y la apoyé contra su pecho desnudo. Respiré profundamente el aire frío de la madrugada y le pedí a Friedrich que retomáramos el camino.
El frío me helaba los huesos, no veía la hora de cambiarme de ropa. Apenas tuve cerca a Gwen me abracé a ella, mas que nada para que me contagiara de su calor. No me agradaba mucho esta escena.
Acerqué entonces mis labios a su oreja y dije -Qué haces con Lenin aquí??-
Lo vi tiritar y noté que yo también lo hacía bajo las telas húmedas. Mis pezones se veían a través de la transparencia, pues no me había puesto la faja otra vez. Me vi y volví a sentir esa sensación de ardor entre mis piernas y el cálido fluido aparecerse al evocar los momentos antes vividos con Friedrich. Quería, deseaba, necesitaba estar con él una vez más, pero no había lugar para ello. Estábamos cerca y por eso pudimos divisar la entrada de la boutique a sus oportunos visitantes. La esclava y el verdugo, un encantador encuentro...
-Friedrich, míralo ahí, reducido a lo mismo que nosotros. Ese desgraciado...- Me adelanté rápidamente y tomé su mano para sentirme segura. Encontrarme con Lenin no sería jamás de mi agrado, pero que más podía yo hacer, si ya estábamos ahí..
-No temas princesa, él no te hará daño... otra vez- Y sujetó mi mano con fuerza. ¿Acaso sabía por qué yo le temía y le aborrecía al mismo tiempo?. Me sonrojé y agaché mi cabeza, pegué mi frente en su espalda y di un pesado suspiro.
-Aún viéndole desnudo, tan desnudo como tu y como nosotras estuvimos alguna vez, me sigue provocando lo mismo que antes. No cambiará ese sentimiento pues su esencia sigue siendo la del verdugo.- Estaba completamente segura de mis palabras y Friedrich, quien lo notó, se dio la vuelta para tomarme del rostro, besar mi frente y agregar
-Princesa Ludovique, no todo es lo que parece en esta vida. Yo se muy bien lo que fue de ti cuando te encontraste con Lenin y no entraré a cuestionar tu sentir para con él porque has atravesado por mucho. Sin embargo te recuerdo, mi niña, que muchos hemos estado allí antes que tu. Hablo con conocimiento de causa-
Agaché mi cabeza y la apoyé contra su pecho desnudo. Respiré profundamente el aire frío de la madrugada y le pedí a Friedrich que retomáramos el camino.
El frío me helaba los huesos, no veía la hora de cambiarme de ropa. Apenas tuve cerca a Gwen me abracé a ella, mas que nada para que me contagiara de su calor. No me agradaba mucho esta escena.
Acerqué entonces mis labios a su oreja y dije -Qué haces con Lenin aquí??-
Ludovique Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
Respondí instintivamente el abrazo de mi hermana, pero retrocedí rápidamente por dos motivos, el frio de su cuerpo y el tono de su pregunta. Algo extraño había notado entre ellos dos cuando venían hacia nosotros, pero no imagine que mi hermana reaccionaria así, por algún motivo, una parte de la historia me la había salteado.
-Oh! Veo que has reconocido a Lenin-
Sonreí ya que me encontraba extasiada junto a él, aunque corrobore que yo sola no estaba así, Friedrich lo observaba igual que yo, y ahí me volvió a la mente la frase de Lenin…
“-(…) El primero había sido un joven apuesto que por andar escabulléndose con una princesita, lo mandaron al pueblo (…) “-
Tape mi boca por unos instantes tratando de asimilar todo la reciente información. Luego mire a Ludo y podía “apreciar” el desprecio en su mirada a con él. Suspire y me puse entre ellos sujetando ambos hombros.
-Creo que acá me eh perdido de algo….
*Mi vos demostraba angustia, otra vez nuestro pasado salía a flote y era algo que me costaba llevar, ya me resultaba cansador.*
-Él fue mi primer príncipe
*La voz de Lenin sonaba rasposa, podía sentir el dolor que él emitía al decirlo, su amor era muy particular y podía notarlo en sus miradas.
Suspiro apenado*
-En cuanto a ella…Gwen…. *Trago un poco de saliva para aclarar su garganta* - Yo fui el primero que la quito de ese cuarto y la entrego…
No pretendo que nadie me perdone, tampoco lo pienso pedir… Pero hoy soy uno de ustedes y solo por eso puedo entender la mirada de Ludovique.
*Me quede extasiada, no pude emitir ningún sonido, mi admiración hacia él se me veía mezclada con el odio hacia esa noche, recordaba los gritos de Ludovique, podía oírlos nuevamente resonar en mis oídos, yo me encontraba amordazada dentro de una especie de armario a oscuras, y por más que lo intente no podía ni moverme, la habitación estaba custodiada. La trajeron mucho tiempo después, la pasaron delante de mí, veía su cuerpo marcado por los azotes y cansado, apenas podía moverse y la llevaron a la habitación contigua para bañarla, ella ni siquiera me levanto la mirada, pero ni bien cerraron las puertas a sus espaldas vinieron por mí.
Pero mi destino había sido dirigido hacia otro lado, además que por mis travesuras como princesa y los dolores de cabeza que le traía a mi padre, las relaciones con los hombres no me eran ninguna novedad.
Había pasado unos segundos y yo no podía gesticular palabra alguna, solo observaba los seis ojos que parecían ni siquiera pestañar para no quitarme la vista de encima.
Las lágrimas recorrieron mis rostro como cascadas y solo pude observar a Ludo *
-Oh! Veo que has reconocido a Lenin-
Sonreí ya que me encontraba extasiada junto a él, aunque corrobore que yo sola no estaba así, Friedrich lo observaba igual que yo, y ahí me volvió a la mente la frase de Lenin…
“-(…) El primero había sido un joven apuesto que por andar escabulléndose con una princesita, lo mandaron al pueblo (…) “-
Tape mi boca por unos instantes tratando de asimilar todo la reciente información. Luego mire a Ludo y podía “apreciar” el desprecio en su mirada a con él. Suspire y me puse entre ellos sujetando ambos hombros.
-Creo que acá me eh perdido de algo….
*Mi vos demostraba angustia, otra vez nuestro pasado salía a flote y era algo que me costaba llevar, ya me resultaba cansador.*
-Él fue mi primer príncipe
*La voz de Lenin sonaba rasposa, podía sentir el dolor que él emitía al decirlo, su amor era muy particular y podía notarlo en sus miradas.
Suspiro apenado*
-En cuanto a ella…Gwen…. *Trago un poco de saliva para aclarar su garganta* - Yo fui el primero que la quito de ese cuarto y la entrego…
No pretendo que nadie me perdone, tampoco lo pienso pedir… Pero hoy soy uno de ustedes y solo por eso puedo entender la mirada de Ludovique.
*Me quede extasiada, no pude emitir ningún sonido, mi admiración hacia él se me veía mezclada con el odio hacia esa noche, recordaba los gritos de Ludovique, podía oírlos nuevamente resonar en mis oídos, yo me encontraba amordazada dentro de una especie de armario a oscuras, y por más que lo intente no podía ni moverme, la habitación estaba custodiada. La trajeron mucho tiempo después, la pasaron delante de mí, veía su cuerpo marcado por los azotes y cansado, apenas podía moverse y la llevaron a la habitación contigua para bañarla, ella ni siquiera me levanto la mirada, pero ni bien cerraron las puertas a sus espaldas vinieron por mí.
Pero mi destino había sido dirigido hacia otro lado, además que por mis travesuras como princesa y los dolores de cabeza que le traía a mi padre, las relaciones con los hombres no me eran ninguna novedad.
Había pasado unos segundos y yo no podía gesticular palabra alguna, solo observaba los seis ojos que parecían ni siquiera pestañar para no quitarme la vista de encima.
Las lágrimas recorrieron mis rostro como cascadas y solo pude observar a Ludo *
Gwen Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
Y fue inevitable que salieran a luz ciertos detalles. Maldigo al bastardo por haber hecho eco de ello, como buscando redimirse ante la mirada misericordiosa de Dios y por sobre todo, esperando un dejo de misericordia de aquellos que fuimos sus víctimas. Podía oír su voz quebrarse al relatar, pero ante cada quejido mi corazón se reducía en mi pecho, se endurecía, como una pequeña roca del mar erosionada, tan frágil y a punto de convertirse en polvo si este hubiera seguido hablando.
"Fue mi primer príncipe" dijo el desgraciado.. Oh! Pobre e inocente Lenin, tan expuesto a humillar a los demás! Qué desgraciado al hacer mención de ello. Las veces que curé las heridas que le causaba a Friedrich... No parecía lamentarlo, oh no, claro que no.
Sin embargo Friedrich le guardaba estima y eso me inquietaba. Los observé mientras ellos entrelazaban miradas y encontré ese atisbo de lujuria, aunque nada de sentimiento. Friedrich volteó para mirarme y solo dijo "Calma Ludovique" y volvió su rostro a Lenin que de pronto me estaba mirando a mí que comenzaba a temblar como una mísera hoja empujada por el viento. Él dijo "Yo fui el primero que la quitó de ese cuarto y la entregó…" y allí se detuvo mi vida por un instante. Aunque era un secreto a voces, nadie, absolutamente nadie habló de ello lo suficiente como para que Gwen se enterara. Y él continuó.. Sí, el desgraciado verdugo buscaba redención y sugirió lo imposible.
Bajo el pequeño rayo de luz que comenzaba a asomar detrás de las oscuras nubes, la valentía con la que rescaté a mi hermana volvió a mí para recordarme que no había obstáculos que no pudiera vencer y esta era una prueba quizás, o solo fuera un ridículo episodio de esta vida.
Salí de mi guarida detrás de Friedrich y enfrenté a mi pesadilla.. a uno de ellos. Ante los ojos de todos...
-Tu no eres como nosotros- Dije al tiempo que mis pasos me ubicaban cada vez mas cerca suyo.-Tu no tienes nada que ver con nosotros. Tu eres un maldito desgraciado. ¿No piensas pedir perdón?¿Y entonces por qué diablos mencionas lo que nos hiciste? Eres un cobarde, Lenin. Por eso no eres como Gwen, como Friedrich o como yo. Tu eras uno más en ese castillo, un número, un soldadito sin voz ni votos, mucho menos visible que cualquiera de nosotros y por eso buscaste que te vieran, que te tuvieran en cuenta. No podías ser nada y ahora estás aquí. ¿Crees que por recibir unos golpes eres un esclavo? Tu no sabes nada, Lenin. Eres patético- Giré mi cuerpo y volví al lado de Friedrich y Gwen. Ambos se quedaron atónitos y el maldito me lanzaba miradas furiosas. No estaba diciendo nada fuera de la verdad. Los labios le temblaban y lágrimas caían por su rostro. Verlo quebrarse me obligó a volver a enfrentarlo. Era decadente. -¿Lloras? Eso quiere decir que tienes alma. Entonces eres un mortal como yo, verdad?.¿Dónde estuvo tu alma esa noche que me sacaste del cuarto y me ofreciste como objeto de intercambio? A ti no te importaron mis lágrimas. Lloré, Lenin, lloré mientras me arrastrabas y te suplicaba con mi voz temblorosa, así como ahora lo están tus labios. ¿Lloras? Tu sabes que no miento. Quieres aparentar algo que no eres. Piensas que dejándote subyugar obtendrás la calma para que tus fantasmas dejen de atormentarte... eso si es que tienes alma.- Había comenzado a aturdirme y a temblar como aquella vez en esa habitación cuando esas manos me recorrían... -Oh Lenin!!! No eres como nosotros. Tu no eres nadie-Entonces volví a abrazarme a Friedrich como muchas otras veces y rompí en llanto cuando sentí que me contenía y que me besaba la cabeza. Vi de lado que Gwen se cubría la boca con sus manos y que también comenzaba a llorar.
"Fue mi primer príncipe" dijo el desgraciado.. Oh! Pobre e inocente Lenin, tan expuesto a humillar a los demás! Qué desgraciado al hacer mención de ello. Las veces que curé las heridas que le causaba a Friedrich... No parecía lamentarlo, oh no, claro que no.
Sin embargo Friedrich le guardaba estima y eso me inquietaba. Los observé mientras ellos entrelazaban miradas y encontré ese atisbo de lujuria, aunque nada de sentimiento. Friedrich volteó para mirarme y solo dijo "Calma Ludovique" y volvió su rostro a Lenin que de pronto me estaba mirando a mí que comenzaba a temblar como una mísera hoja empujada por el viento. Él dijo "Yo fui el primero que la quitó de ese cuarto y la entregó…" y allí se detuvo mi vida por un instante. Aunque era un secreto a voces, nadie, absolutamente nadie habló de ello lo suficiente como para que Gwen se enterara. Y él continuó.. Sí, el desgraciado verdugo buscaba redención y sugirió lo imposible.
Bajo el pequeño rayo de luz que comenzaba a asomar detrás de las oscuras nubes, la valentía con la que rescaté a mi hermana volvió a mí para recordarme que no había obstáculos que no pudiera vencer y esta era una prueba quizás, o solo fuera un ridículo episodio de esta vida.
Salí de mi guarida detrás de Friedrich y enfrenté a mi pesadilla.. a uno de ellos. Ante los ojos de todos...
-Tu no eres como nosotros- Dije al tiempo que mis pasos me ubicaban cada vez mas cerca suyo.-Tu no tienes nada que ver con nosotros. Tu eres un maldito desgraciado. ¿No piensas pedir perdón?¿Y entonces por qué diablos mencionas lo que nos hiciste? Eres un cobarde, Lenin. Por eso no eres como Gwen, como Friedrich o como yo. Tu eras uno más en ese castillo, un número, un soldadito sin voz ni votos, mucho menos visible que cualquiera de nosotros y por eso buscaste que te vieran, que te tuvieran en cuenta. No podías ser nada y ahora estás aquí. ¿Crees que por recibir unos golpes eres un esclavo? Tu no sabes nada, Lenin. Eres patético- Giré mi cuerpo y volví al lado de Friedrich y Gwen. Ambos se quedaron atónitos y el maldito me lanzaba miradas furiosas. No estaba diciendo nada fuera de la verdad. Los labios le temblaban y lágrimas caían por su rostro. Verlo quebrarse me obligó a volver a enfrentarlo. Era decadente. -¿Lloras? Eso quiere decir que tienes alma. Entonces eres un mortal como yo, verdad?.¿Dónde estuvo tu alma esa noche que me sacaste del cuarto y me ofreciste como objeto de intercambio? A ti no te importaron mis lágrimas. Lloré, Lenin, lloré mientras me arrastrabas y te suplicaba con mi voz temblorosa, así como ahora lo están tus labios. ¿Lloras? Tu sabes que no miento. Quieres aparentar algo que no eres. Piensas que dejándote subyugar obtendrás la calma para que tus fantasmas dejen de atormentarte... eso si es que tienes alma.- Había comenzado a aturdirme y a temblar como aquella vez en esa habitación cuando esas manos me recorrían... -Oh Lenin!!! No eres como nosotros. Tu no eres nadie-Entonces volví a abrazarme a Friedrich como muchas otras veces y rompí en llanto cuando sentí que me contenía y que me besaba la cabeza. Vi de lado que Gwen se cubría la boca con sus manos y que también comenzaba a llorar.
Ludovique Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
*Me peque perpleja ante la reacción de Ludovique pero no pude evitar contenerme ante el hecho de verlo ahí solo y desprotegido, me arrime a él, y su respuesta fue rodearme con su mano mi cintura, sus lágrimas rodeaban su perfil tan bien delineado y no pude evitar secárselas con mi mano, largo un suspiros cargado de angustia y apoyo su mentón sobre mi cabeza para luego besarla., yo rodee su cintura y me apoye a su pecho.
Un clima terriblemente tenso se había creado pero…*
-Descuida, debes entenderla, hemos pasado por mucho y sin su coraje yo no estaría acá…
*Suspire y le susurraba mientras lo observaba directo a esos bellos ojos claros con las pestañas tan juntas que le hacían un delineado perfecto.
Él no emitió sonido solo asintió con la cabeza y me apretó contra su pecho.
A fin de cuenta nosotras ya éramos libres pero ellos no, él no, volvería otra vez a estremecerse bajo aquellos azotes.*
-Saben, a veces no sé qué es mejor, si haber tenido el mando de someter y castigar aún bajo las reglas de la reina y luego terminar como esclavo, o directamente haber llegado como tal.
*Suspire y ahogue mis llantos en su pecho desnudo y frio, luego el me rodeo y me invito a que salgamos de allí, ya que la lluvia había cesado y pronto debía devolverlo.
Aunque realmente sentía que no podía moverme, y menos aún entregarlo nuevamente*
Un clima terriblemente tenso se había creado pero…*
-Descuida, debes entenderla, hemos pasado por mucho y sin su coraje yo no estaría acá…
*Suspire y le susurraba mientras lo observaba directo a esos bellos ojos claros con las pestañas tan juntas que le hacían un delineado perfecto.
Él no emitió sonido solo asintió con la cabeza y me apretó contra su pecho.
A fin de cuenta nosotras ya éramos libres pero ellos no, él no, volvería otra vez a estremecerse bajo aquellos azotes.*
-Saben, a veces no sé qué es mejor, si haber tenido el mando de someter y castigar aún bajo las reglas de la reina y luego terminar como esclavo, o directamente haber llegado como tal.
*Suspire y ahogue mis llantos en su pecho desnudo y frio, luego el me rodeo y me invito a que salgamos de allí, ya que la lluvia había cesado y pronto debía devolverlo.
Aunque realmente sentía que no podía moverme, y menos aún entregarlo nuevamente*
Gwen Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
La respuesta de Gwen fue de lleno un impacto a mi alma... cómo asimilar aquello que jamás hubiese imaginado que ocurriría? No puedo llevar el control de todo lo que ocurre y de hecho lo supe mucho antes de este particular encuentro.
Miré de reojo la escena y me percaté del sobresalto que dio Friedrich. Estaba más disgustado que yo y lo oí decir "Traicionas tu propia sangre solo por tu deseo egoísta de verte satisfecha" y yo, desde mi pequeño rincón, entre el mundo entero y el corazón de Friedrich, seguía observando como mi propia hermana, que tantas veces admitió que fui yo quien le había salvado de sufrir infinidad de aberraciones, hoy mismo, habiendo oído tan terrible confesión, se dedicaba a acoger al temerario, al verdugo, al violador. Friedrich tenía razón, pero en aquel momento poco me importaba todo. De repente sentí que aquel secreto no significó nada, que haberlo escondido solo por resguardar el corazón de Gwen fue una condena para mí... tan solo fue uno mas y él ni siquiera participó activamente de aquel festín. Entonces comprendí sus lágrimas pero no me conmovía, yo seguía sintiendo lo mismo y creyendo lo mismo también.
Nos separamos nuevamente al saber que era el momento de la despedida, Friedrich y yo fuimos al interior de la boutique que seguía estando vacía hasta ese momento. En medio de la soledad yo me despojé de la ropa húmeda y me abracé a su desnudez, abrigándolo con el calor de mi sangre y sujetándolo para que no me olvidase.
-¿Volverás?- Preguntó Friedrich entre sollozos. Levanté la mirada para aprovecharme de sus ojos húmedos.
-Claro que sí. No hemos podido ponernos al día, príncipe Friedrich.- Y en punta de pies me acerqué hasta su boca entreabierta y la besé apasionadamente, inundando con mi lengua su cavidad, entregando con urgencia todo mi amor.
-Lord Sebastian no es malo, es un buen amo, es considerado conmigo. Dice que soy su favorito. Me castiga con religiosa puntualidad y luego me manda a hacer algunos deberes antes de alimentarme. No te preocupes por mí, yo estaré bien. Tu debes ser quien debe cuidarse. Fíjate en quién confías. Ya sabes a quién me refiero- Cerró sus ojos y volvió a besarme.
Al finalizar el beso sus palabras quedaron dando vueltas en mi cabeza. Por supuesto que sabía a quien se refería y como nunca antes, logró sembrar en mí un ápice de duda.
-Te amo Friedrich. Tu eres mi amo, a ti te pertenezco, solo a ti.- Lloré junto a su pecho y luego de un fuerte abrazo, salimos los dos desnudos de la boutique. Una locura si nos vieran, pero ya todo había cambiado de color para mí. Me vestí frente a él, cubrí mi cabeza con el gorro de la capa y monté mi caballo. Desde mi montura besé por última vez en esta noche a mi único amor. -Volveré, lo prometo.-
Friedrich suspiró y me vio adelantarme y regresar... -Dile a Gwen que la espero en el bosque cuando acabe con sus servicios- Mis palabras cargaban demasiada frustración y dolor, Friedrich lo entendía muy bien. Asintió con la cabeza y se quedó junto al caballo de Gwen.
Miré de reojo la escena y me percaté del sobresalto que dio Friedrich. Estaba más disgustado que yo y lo oí decir "Traicionas tu propia sangre solo por tu deseo egoísta de verte satisfecha" y yo, desde mi pequeño rincón, entre el mundo entero y el corazón de Friedrich, seguía observando como mi propia hermana, que tantas veces admitió que fui yo quien le había salvado de sufrir infinidad de aberraciones, hoy mismo, habiendo oído tan terrible confesión, se dedicaba a acoger al temerario, al verdugo, al violador. Friedrich tenía razón, pero en aquel momento poco me importaba todo. De repente sentí que aquel secreto no significó nada, que haberlo escondido solo por resguardar el corazón de Gwen fue una condena para mí... tan solo fue uno mas y él ni siquiera participó activamente de aquel festín. Entonces comprendí sus lágrimas pero no me conmovía, yo seguía sintiendo lo mismo y creyendo lo mismo también.
Nos separamos nuevamente al saber que era el momento de la despedida, Friedrich y yo fuimos al interior de la boutique que seguía estando vacía hasta ese momento. En medio de la soledad yo me despojé de la ropa húmeda y me abracé a su desnudez, abrigándolo con el calor de mi sangre y sujetándolo para que no me olvidase.
-¿Volverás?- Preguntó Friedrich entre sollozos. Levanté la mirada para aprovecharme de sus ojos húmedos.
-Claro que sí. No hemos podido ponernos al día, príncipe Friedrich.- Y en punta de pies me acerqué hasta su boca entreabierta y la besé apasionadamente, inundando con mi lengua su cavidad, entregando con urgencia todo mi amor.
-Lord Sebastian no es malo, es un buen amo, es considerado conmigo. Dice que soy su favorito. Me castiga con religiosa puntualidad y luego me manda a hacer algunos deberes antes de alimentarme. No te preocupes por mí, yo estaré bien. Tu debes ser quien debe cuidarse. Fíjate en quién confías. Ya sabes a quién me refiero- Cerró sus ojos y volvió a besarme.
Al finalizar el beso sus palabras quedaron dando vueltas en mi cabeza. Por supuesto que sabía a quien se refería y como nunca antes, logró sembrar en mí un ápice de duda.
-Te amo Friedrich. Tu eres mi amo, a ti te pertenezco, solo a ti.- Lloré junto a su pecho y luego de un fuerte abrazo, salimos los dos desnudos de la boutique. Una locura si nos vieran, pero ya todo había cambiado de color para mí. Me vestí frente a él, cubrí mi cabeza con el gorro de la capa y monté mi caballo. Desde mi montura besé por última vez en esta noche a mi único amor. -Volveré, lo prometo.-
Friedrich suspiró y me vio adelantarme y regresar... -Dile a Gwen que la espero en el bosque cuando acabe con sus servicios- Mis palabras cargaban demasiada frustración y dolor, Friedrich lo entendía muy bien. Asintió con la cabeza y se quedó junto al caballo de Gwen.
Ludovique Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
*Caminamos en silencio adentrándonos al bosque para no llamar la atención, una piedra invitaba fríamente a que nos sentáramos, lo hice sin pensarlo, me sentía agotada por todo lo ocurrido recientemente, la cabeza me daba vueltas, y mi hermoso pasado volvió a aturdirme, aquella vida encantadora ya no volvería, todo aquello está tapado por el presente de la reina, y todo lo ocurrido sucesivamente.
Lenin se quedó arrodillado, sentado sobre sus talones enfrente mío, sujeto mis manos mientras me observaba llorara en silencio.
-Debiste haberme ignorado allí arriba, así nada de esto hubiera ocurrido.
*Lo mire aturdida, y erguí mi espalda para observarlo mejor, él se estiro para secarme las lágrimas*
-No, Len, no digas eso, mi hermana no siempre tiene que dar su papel de sentenciadora y sufrida. Todos acá hemos sufrido de diferentes maneras y ninguno de los cuatro nos la merecemos. Entiendo su odio a ti, pero que hará todo eso ¿A caso remediara lo pasado?
No lo creo…
*Me quede en silencio tratando de controlarme, el sujeto mi rostro y en un acto impulsivo me beso, al encontrar mi respuesta, me rodeo el cuello con ambas manos para continuar con ese bello, lleno de cariño y sostén.
Pero me sentía fría, herida, decepcionada. Mi mente volaba. Lance un suspiro cargado de angustia y retrocedí*
-Debemos irnos Lenin, lo siento, pero…
*El me silencio con sus dedos*
-No debes explicarte, te entiendo mi princesa, tú eres diferente a muchas.
*Volví a suspirar controlando las lágrimas*
-Quiero encontrar un lugar seguro y dejar de escapar, cuando lo haga tratare en todos los medios de volver para liberarte…
*Acomode mi cabello y me puse de pie*
-No te preocupes por mí, tu busca salvarte, trata de rehacer tu vida, eres joven aun empiezas…
*Lo calle rodeándolo con mis brazos para caer en llanto sobre su hombro, arrodillada junto a él. Pude sentir una sonrisa acogedora, respondió a mi abrazo y nos volvimos a besar.
Luego nos pusimos de pie rumbo a donde Ludovique debería estar con su esclavo, pero para mi asombro solo lo encontré a él y a mi caballo*
-¿Donde esta?
*Fruncí el ceño, mientras me acercaba al trote*
-Te espera en los bosques
-Oh! Gracias
*Monte mi caballo y a Lenin detrás, lo devolví como había acordado. Mantuve una postura fría para entregarlo y solo unos segundos Lenin me regalo su última mirada, para terminar debajo de la pala nuevamente.
Voltee rápidamente con el caballo, no podía verle así... y con un corpecito en el muslo del caballo, comencé a galopar en dirección a Ludovique.
La encontraba de pie junto a un árbol… Baje del caballo y me quede junto a él*
-¿Qué tienes pensado hacer ahora?
*Entrelace mis brazos y me acerque a paso lento, para detenerme junto a un tronco, allí me apoye*
Lenin se quedó arrodillado, sentado sobre sus talones enfrente mío, sujeto mis manos mientras me observaba llorara en silencio.
-Debiste haberme ignorado allí arriba, así nada de esto hubiera ocurrido.
*Lo mire aturdida, y erguí mi espalda para observarlo mejor, él se estiro para secarme las lágrimas*
-No, Len, no digas eso, mi hermana no siempre tiene que dar su papel de sentenciadora y sufrida. Todos acá hemos sufrido de diferentes maneras y ninguno de los cuatro nos la merecemos. Entiendo su odio a ti, pero que hará todo eso ¿A caso remediara lo pasado?
No lo creo…
*Me quede en silencio tratando de controlarme, el sujeto mi rostro y en un acto impulsivo me beso, al encontrar mi respuesta, me rodeo el cuello con ambas manos para continuar con ese bello, lleno de cariño y sostén.
Pero me sentía fría, herida, decepcionada. Mi mente volaba. Lance un suspiro cargado de angustia y retrocedí*
-Debemos irnos Lenin, lo siento, pero…
*El me silencio con sus dedos*
-No debes explicarte, te entiendo mi princesa, tú eres diferente a muchas.
*Volví a suspirar controlando las lágrimas*
-Quiero encontrar un lugar seguro y dejar de escapar, cuando lo haga tratare en todos los medios de volver para liberarte…
*Acomode mi cabello y me puse de pie*
-No te preocupes por mí, tu busca salvarte, trata de rehacer tu vida, eres joven aun empiezas…
*Lo calle rodeándolo con mis brazos para caer en llanto sobre su hombro, arrodillada junto a él. Pude sentir una sonrisa acogedora, respondió a mi abrazo y nos volvimos a besar.
Luego nos pusimos de pie rumbo a donde Ludovique debería estar con su esclavo, pero para mi asombro solo lo encontré a él y a mi caballo*
-¿Donde esta?
*Fruncí el ceño, mientras me acercaba al trote*
-Te espera en los bosques
-Oh! Gracias
*Monte mi caballo y a Lenin detrás, lo devolví como había acordado. Mantuve una postura fría para entregarlo y solo unos segundos Lenin me regalo su última mirada, para terminar debajo de la pala nuevamente.
Voltee rápidamente con el caballo, no podía verle así... y con un corpecito en el muslo del caballo, comencé a galopar en dirección a Ludovique.
La encontraba de pie junto a un árbol… Baje del caballo y me quede junto a él*
-¿Qué tienes pensado hacer ahora?
*Entrelace mis brazos y me acerque a paso lento, para detenerme junto a un tronco, allí me apoye*
Gwen Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
Me detuve a la altura del arroyo para que mi caballo pudiera beber agua y pudiera pastar entre la hierba del bosque. Había estado mucho tiempo sin ingerir nada y no pretendía que siguiera camino de regreso sin nada en su estómago. Caminé por el tronco de un árbol caído, ida y vuelta, hasta que llegó Gwen a mi encuentro. Estaba algo molesta... Qué irónico!!
Se detuvo junto al tronco que yo recorría y luego de hablar yo respondí a su pregunta. -Pienso regresar junto con los Dómine o nos matarán- Y luego reí por ese agregado. Jamás nos harían daño, eran buenos chicos, pero no podíamos abusar de su confianza.
-Deja que el caballo se alimente, no podrá continuar sin energías- Me bajé del tronco y caminé hasta un costado para tenderle la mano a Gwen e invitarla a bajar. Una vez frente a mi le di un abrazo y un beso en la frente.
-Comprendo que creas que Lenin es una pobre víctima tanto como nosotras, pero él eligió esto. Tu actitud fue inesperada, aunque no debería de sorprenderme. No me importa cuanto remordimiento sienta Lenin, ninguna de sus lágrimas borrará el daño que me hizo a mí como a tantas otras princesas. Nadie lo obligó.- Sentencié tajante frente a su mirada que fingía serenidad. -Y entiende Gwen, él sufre por sus pecados, ahora buscará redimirse contigo. Bien, deja que lo haga... No me opondré, eso te servirá para que abras tus inocentes ojos.- Negué con mi cabeza y acaricié su pálida y fría mejilla con el dorso de mi mano.
-Oyes eso- El cantar de los pájaros se sintió en medio del bosque, en unas horas amanecería. La naturaleza se hizo presencia señalándonos que no nos quedaba mucho tiempo. Caminé hasta mi caballo dejando a Gwen perpleja, algo ofendida, de seguro y sin ánimo de respuesta. Yo por mi parte sonreí. Tomé las riendas de mi caballo, me monté a él y me volví donde mi hermana, cruzando los pastizales a nuestro alrededor. -Sube Gwen... Phillipe te debe estar esperando y tu de seguro debes saciar tus deseos no conclusos- Solté una carcajada y le hice un gesto con la mano. -Es broma Gwen... verdad?-
Se detuvo junto al tronco que yo recorría y luego de hablar yo respondí a su pregunta. -Pienso regresar junto con los Dómine o nos matarán- Y luego reí por ese agregado. Jamás nos harían daño, eran buenos chicos, pero no podíamos abusar de su confianza.
-Deja que el caballo se alimente, no podrá continuar sin energías- Me bajé del tronco y caminé hasta un costado para tenderle la mano a Gwen e invitarla a bajar. Una vez frente a mi le di un abrazo y un beso en la frente.
-Comprendo que creas que Lenin es una pobre víctima tanto como nosotras, pero él eligió esto. Tu actitud fue inesperada, aunque no debería de sorprenderme. No me importa cuanto remordimiento sienta Lenin, ninguna de sus lágrimas borrará el daño que me hizo a mí como a tantas otras princesas. Nadie lo obligó.- Sentencié tajante frente a su mirada que fingía serenidad. -Y entiende Gwen, él sufre por sus pecados, ahora buscará redimirse contigo. Bien, deja que lo haga... No me opondré, eso te servirá para que abras tus inocentes ojos.- Negué con mi cabeza y acaricié su pálida y fría mejilla con el dorso de mi mano.
-Oyes eso- El cantar de los pájaros se sintió en medio del bosque, en unas horas amanecería. La naturaleza se hizo presencia señalándonos que no nos quedaba mucho tiempo. Caminé hasta mi caballo dejando a Gwen perpleja, algo ofendida, de seguro y sin ánimo de respuesta. Yo por mi parte sonreí. Tomé las riendas de mi caballo, me monté a él y me volví donde mi hermana, cruzando los pastizales a nuestro alrededor. -Sube Gwen... Phillipe te debe estar esperando y tu de seguro debes saciar tus deseos no conclusos- Solté una carcajada y le hice un gesto con la mano. -Es broma Gwen... verdad?-
Ludovique Leclercq- Humano Clase Alta
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Re: En la residencia Dómine (privado - Gwen Leclercq)
*La observe de lado negando con la cabeza, daba lastima hablando así. Cabalgamos rumbo a la casa de los hermanos, aquellos seres tan dulces que nos habían ayudado tanto, y quienes no iba a alcanzar la vida para agradecérselos*
-Que esperabas Ludovique ¿qué te apañe como siempre?
Ya paso la etapa de los lamentos, trato todos los días de olvidar ya ese pasado y pensar en algo más confortable, aunque sea una fantasía.
Todas hemos sufrido, no solo tú y las otras tantas…
*Le indique un arre al caballo, para que este pudiera galopar con más velocidad, me quite la capucha de la capa para que él viento pegara en mi rostro. Me molestaba que Ludovique hablara como si ella sola hubiera sufrido.
Por lo menos ella tenía alguien en quien aferrarse, alguien a quien amar y por quien luchar, para mí, en cambio, la vida no tiene sentido más del que yo le diera día a día.
Inhalaba y exhalaba el aire fresco, estirando mi espalda, luego sin soltar las riendas, tire la cabeza apenas hacia atrás el viento recorría todo mi rostro y mi cabello, haciéndome unas leves cosquillas con mis propios mechones, sonreía sola mientras veía el amanecer, el pueblo estaba enfrente de nosotros y con un ¡Arre! Aún más fuerte y levantando apenas la caderas galope aun con más fuerza.*
-Que esperabas Ludovique ¿qué te apañe como siempre?
Ya paso la etapa de los lamentos, trato todos los días de olvidar ya ese pasado y pensar en algo más confortable, aunque sea una fantasía.
Todas hemos sufrido, no solo tú y las otras tantas…
*Le indique un arre al caballo, para que este pudiera galopar con más velocidad, me quite la capucha de la capa para que él viento pegara en mi rostro. Me molestaba que Ludovique hablara como si ella sola hubiera sufrido.
Por lo menos ella tenía alguien en quien aferrarse, alguien a quien amar y por quien luchar, para mí, en cambio, la vida no tiene sentido más del que yo le diera día a día.
Inhalaba y exhalaba el aire fresco, estirando mi espalda, luego sin soltar las riendas, tire la cabeza apenas hacia atrás el viento recorría todo mi rostro y mi cabello, haciéndome unas leves cosquillas con mis propios mechones, sonreía sola mientras veía el amanecer, el pueblo estaba enfrente de nosotros y con un ¡Arre! Aún más fuerte y levantando apenas la caderas galope aun con más fuerza.*
Gwen Leclercq- Humano Clase Alta
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