AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tropiezo (Maicol)
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Tropiezo (Maicol)
Me encontraba en una de las calles de las afueras de la ciudad. Había ido a visitar a la familia de una de mis damas de compañía. La joven, a quien conocía desde niña. no se había presentado hoy a trabajar. Por la mañana habíamos recibido una nota que uno de los mayordomos había colocado en la charola para esos menesteres en la mesa del desayuno. Ninguno de nosotros le prestó demasiada atención a la serie de correspondencia que se encontraba allí hasta algo más tarde.
Reinaba un ambiente tenso en la mesa. Mi padre se dedicaba a leer el periódico pero me era fácil darme cuenta de que no se concentraba en su lectura. Su expresión le delataba. Yo, por mi parte me dedicaba a jugar con mi cucharilla de plata, revolviendo el café con el azúcar varias veces mientras observaba el fondo de la taza y la miraba sin ver, enfrascada en pensamientos que me llevababan a miles de kilometros de distancia de esta casa. Mi madre, trataba de amenizar la comida mañanera con algo de charla pero al notar que ni mi padre ni yo le respondíamos terminó por unirse a nuestro silencio. Detestaba tanta tensión en la mesa pero la noche anterior había discutido con mi padre y parecía que ninguno de los dos daría su brazo a torcer. Fue entonces cuando tratando de distraerme, extendí mi mano hacia la correspondencia y leí la nota que venía dirigida a la familia Laroche.
Rompí el silencio informandoles a mis padres que Monique no se presentaría a trabajar el día de hoy debido a una situación de extrema urgencia. Me levanté y me excusé sin terminar el desayuno. Me dirigí a la sala adonde continué dándole vueltas en la cabeza a esa nota y a otros asuntos hasta que me decidí a salir.
Me dirigí a la casa de Monique junto con mi nana. El asunto era peor de lo que ella nos había hecho ver en la nota. Aparentemente su madre se encontraba en estado muy delicado. Sin que se conociesen los pormenores del asunto había perdido grandes cantidades de sangre. El doctor acababa de salir de la habitación tras hacerle una transfusión para la cual la misma Monique se había ofrecido de voluntaría. Tragué saliva al escuchar la descripción del estado de la enferma. El doctor no lograba explicarse como una persona perfectamente saludable había podido alcanzar un nivel sanguíneo tan bajo. Los pensamientos en mi mente comenzaron a invadirme atropelladamente. Había escuchado noticias acerca de ataques similares y no coincidían con los realizados por hombres lobo, más bien parecía tratarse de otro tipo de criatura nocturna. Acaso... lo que me imaginaba podía ser cierto. Había sido... un vampiro? Pero era eso posible?
Tras consolar a la familia completa y sin saber aún que pensar con respecto a todo esto, dejé a mi nana moméntaneamente en el lugar para que ayudase con los hermanitos de Monique, dado que en ese momento ni ella ni su madre podían hacerse cargo. Mientras tanto yo me encaminé al mercado ambulante pensando que sería una buena idea comprar algo para los niños ya que estaba segura de que unas cuantas provisiones resultarían bienvenidas en un momento como este.
Caminaba distraída pensando en lo acontecido cuando, sin darme cuenta, tropecé con alguien. -Disculpe mi torpeza por favor.- Me apresuré a disculparme mientras me daba cuenta de que a quien involuntariamente había propinado un empellón era a un jovencito de más o menos unos catorce o quince años de edad.
Reinaba un ambiente tenso en la mesa. Mi padre se dedicaba a leer el periódico pero me era fácil darme cuenta de que no se concentraba en su lectura. Su expresión le delataba. Yo, por mi parte me dedicaba a jugar con mi cucharilla de plata, revolviendo el café con el azúcar varias veces mientras observaba el fondo de la taza y la miraba sin ver, enfrascada en pensamientos que me llevababan a miles de kilometros de distancia de esta casa. Mi madre, trataba de amenizar la comida mañanera con algo de charla pero al notar que ni mi padre ni yo le respondíamos terminó por unirse a nuestro silencio. Detestaba tanta tensión en la mesa pero la noche anterior había discutido con mi padre y parecía que ninguno de los dos daría su brazo a torcer. Fue entonces cuando tratando de distraerme, extendí mi mano hacia la correspondencia y leí la nota que venía dirigida a la familia Laroche.
Rompí el silencio informandoles a mis padres que Monique no se presentaría a trabajar el día de hoy debido a una situación de extrema urgencia. Me levanté y me excusé sin terminar el desayuno. Me dirigí a la sala adonde continué dándole vueltas en la cabeza a esa nota y a otros asuntos hasta que me decidí a salir.
Me dirigí a la casa de Monique junto con mi nana. El asunto era peor de lo que ella nos había hecho ver en la nota. Aparentemente su madre se encontraba en estado muy delicado. Sin que se conociesen los pormenores del asunto había perdido grandes cantidades de sangre. El doctor acababa de salir de la habitación tras hacerle una transfusión para la cual la misma Monique se había ofrecido de voluntaría. Tragué saliva al escuchar la descripción del estado de la enferma. El doctor no lograba explicarse como una persona perfectamente saludable había podido alcanzar un nivel sanguíneo tan bajo. Los pensamientos en mi mente comenzaron a invadirme atropelladamente. Había escuchado noticias acerca de ataques similares y no coincidían con los realizados por hombres lobo, más bien parecía tratarse de otro tipo de criatura nocturna. Acaso... lo que me imaginaba podía ser cierto. Había sido... un vampiro? Pero era eso posible?
Tras consolar a la familia completa y sin saber aún que pensar con respecto a todo esto, dejé a mi nana moméntaneamente en el lugar para que ayudase con los hermanitos de Monique, dado que en ese momento ni ella ni su madre podían hacerse cargo. Mientras tanto yo me encaminé al mercado ambulante pensando que sería una buena idea comprar algo para los niños ya que estaba segura de que unas cuantas provisiones resultarían bienvenidas en un momento como este.
Caminaba distraída pensando en lo acontecido cuando, sin darme cuenta, tropecé con alguien. -Disculpe mi torpeza por favor.- Me apresuré a disculparme mientras me daba cuenta de que a quien involuntariamente había propinado un empellón era a un jovencito de más o menos unos catorce o quince años de edad.
Giselle Laroche- Mensajes : 533
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Re: Tropiezo (Maicol)
El joven vagabundo le había prometido a su nueva amiga, Cathy, que le llevaría de comer cada vez que tubiera la oportunidad. Pero era más dificil de lo que pensaba. La gente no se apiadaba de él, todo el mundo iva y venía sin rumbo fijo, solo guiado por sus pies como marionetas andantes sumidas en el sistema que les rodeaba. La gente que salía de la Catedral, llenas de "amor", por la misa de esa mañana, ni siquiera se inmutaban al verle en la escalera pidiendo un marco para poder comer. A cambio de ello lo miraban con desprecio y desdén.
Cabisbajo el petit trató de buscar ayuda en otros sectores donde frecuentaba; como la plaza o el mercado, pero el resultado siempre era el mismo: Miradas de desprecio y asco hacía su persona. No le quedó de otra que volver a hurtar lo ajeno... Con el dolor de su corazón debía desobedecer nuevamente las ultimas palabras de su madre para poder sobrevivir. Pensó en robar a una de las tantas mosas despistadas que frecuentaba el mercado, pero prefirió escabullirse por las espaldas de los locales más concurridos y robar frutas a esos ávaros vendedores.
Ya tenía lista su victima; un cajón de manzanas, aislado, en uno de los tantos puestos de frutas. Aprovecandose de que las personas se amontonaban para comprar so que serian sus postres del día, el huerfano se escabulló lo más agachado posible para coger unas cuantas manzanas y meterlas en un su fiel saquito. Ya tenía unas 7 manzanas en él, suficientes para saciar su hambre, por lo que decidió dar marcha atrás sin darse cuenta que uno de los soportes de la tienda estaba a sus espaldas. Al dar el segundo paso atrás, preocupado de que el vendedor no le viera, por ende con la mirada puesta en él, tropesó en el soporte, el cual lentamente comenzó a ladearse. Todas las miradas se posaron el muchacho al instantes, para luego desviarse, junto con la de él, al soporte que caía al suelo llevando consigo el local entero, varias cajas con frutas y un par de locales vecinos tambien. El vagabundo voltió la mirada para ver la cara del vendedor, quien con el ceño fruncido contemplaba el acto.
-Oh, oh... -fue lo unico que salió de su boca antes de comenzar a correr, con su fiel saco en la mano, como un condenado entre la gente, seguido del vendedor que tropesaba torpemente con los "caseros" con el afán de alcanzarle. Maicol corria entre los locales, esquivando los soportes y las cajas recibiendo los respectivos sermones y gritos de los vendedores del mercado. A pesar de saber que lo que hacía estaba mal, sonreia debido a la adrenalina que sentía en ese momento.
Ya había dejado atrás al vendedor y tenía su saquito repleto de manzanas. ¡Misión cumplida!. Satisfecho hurgó en su interior con la lengua afuera tratando de buscar la manzana más fibrosa que pudiera tantear. Pero su intento se vió estropeado al sentir un empujón a sus espaldas, haciendole caer al suelo, desparramando todas las manzanas sobre éste. Cerró sus ojos con fuerza deseando que el vendedor no le hubiera dado alcanze, y al abrirlos se sintió completamente aliviado al ver en frente de él a una señorita albina como la misma nieve.
-N-no... no se preocupe, madame -asintió el joven sobando su cabeza, apollado con la otra mano en el suelo. El pequeño vagabundo comenzó a recoger una por una sus manzanas devolviendolas a al viejo saquito, tranquilo, sin apuros. Al terminar alzó su vista y vio que la joven incolora seguia observandole algo preocupada, quizás. La joven parecía ser una persona de la clase alta, o media como mucho, muy bien vestida y radiante, aunque algo melancolica y pensativa, a diferencia de él que vestia con unos sucios hárapos y sus zapatos degastados, pero feliz y animoso.
-¿Quiere una manzana, madame? -sonrió el pequeño huerfano ampliamente, cogiendo una y frotandola con su pecho para limpiarla antes. Estiró su mano en respuesta mientras por primera vez posaba su mirada en la de ella. Por un momento su sonrisa se desvaneció y se perdió en el contraste de su mirada con su piel... Pero retomó la sonrisa afirmando su mano para ver si aquella albina aceptaba su manzana.
Cabisbajo el petit trató de buscar ayuda en otros sectores donde frecuentaba; como la plaza o el mercado, pero el resultado siempre era el mismo: Miradas de desprecio y asco hacía su persona. No le quedó de otra que volver a hurtar lo ajeno... Con el dolor de su corazón debía desobedecer nuevamente las ultimas palabras de su madre para poder sobrevivir. Pensó en robar a una de las tantas mosas despistadas que frecuentaba el mercado, pero prefirió escabullirse por las espaldas de los locales más concurridos y robar frutas a esos ávaros vendedores.
Ya tenía lista su victima; un cajón de manzanas, aislado, en uno de los tantos puestos de frutas. Aprovecandose de que las personas se amontonaban para comprar so que serian sus postres del día, el huerfano se escabulló lo más agachado posible para coger unas cuantas manzanas y meterlas en un su fiel saquito. Ya tenía unas 7 manzanas en él, suficientes para saciar su hambre, por lo que decidió dar marcha atrás sin darse cuenta que uno de los soportes de la tienda estaba a sus espaldas. Al dar el segundo paso atrás, preocupado de que el vendedor no le viera, por ende con la mirada puesta en él, tropesó en el soporte, el cual lentamente comenzó a ladearse. Todas las miradas se posaron el muchacho al instantes, para luego desviarse, junto con la de él, al soporte que caía al suelo llevando consigo el local entero, varias cajas con frutas y un par de locales vecinos tambien. El vagabundo voltió la mirada para ver la cara del vendedor, quien con el ceño fruncido contemplaba el acto.
-Oh, oh... -fue lo unico que salió de su boca antes de comenzar a correr, con su fiel saco en la mano, como un condenado entre la gente, seguido del vendedor que tropesaba torpemente con los "caseros" con el afán de alcanzarle. Maicol corria entre los locales, esquivando los soportes y las cajas recibiendo los respectivos sermones y gritos de los vendedores del mercado. A pesar de saber que lo que hacía estaba mal, sonreia debido a la adrenalina que sentía en ese momento.
Ya había dejado atrás al vendedor y tenía su saquito repleto de manzanas. ¡Misión cumplida!. Satisfecho hurgó en su interior con la lengua afuera tratando de buscar la manzana más fibrosa que pudiera tantear. Pero su intento se vió estropeado al sentir un empujón a sus espaldas, haciendole caer al suelo, desparramando todas las manzanas sobre éste. Cerró sus ojos con fuerza deseando que el vendedor no le hubiera dado alcanze, y al abrirlos se sintió completamente aliviado al ver en frente de él a una señorita albina como la misma nieve.
-N-no... no se preocupe, madame -asintió el joven sobando su cabeza, apollado con la otra mano en el suelo. El pequeño vagabundo comenzó a recoger una por una sus manzanas devolviendolas a al viejo saquito, tranquilo, sin apuros. Al terminar alzó su vista y vio que la joven incolora seguia observandole algo preocupada, quizás. La joven parecía ser una persona de la clase alta, o media como mucho, muy bien vestida y radiante, aunque algo melancolica y pensativa, a diferencia de él que vestia con unos sucios hárapos y sus zapatos degastados, pero feliz y animoso.
-¿Quiere una manzana, madame? -sonrió el pequeño huerfano ampliamente, cogiendo una y frotandola con su pecho para limpiarla antes. Estiró su mano en respuesta mientras por primera vez posaba su mirada en la de ella. Por un momento su sonrisa se desvaneció y se perdió en el contraste de su mirada con su piel... Pero retomó la sonrisa afirmando su mano para ver si aquella albina aceptaba su manzana.
Maicol Musso- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 05/08/2010
Re: Tropiezo (Maicol)
Repentinamente noté como mi torpeza no sólo había golpeado al jovenzuelo frente a mí, sino que también le había hecho perder el equilibrio haciéndolo caer al suelo. De inmediato también noté como un grupo de manzanas salían rápidamente de un saco para desparramarse a lo largo de la empedrada. Me preocupé de inmediato temiendo haber lastimado al muchacho. Después de todo mi fuerza era algo que en ocasiones como ésta no podía medir a cabalidad y por ende podía fácilmente causar daño. Sin embargo el chico ya me respondía asegurándome que se encontraba bien. Me reprendí mentalmente por no tener más cuidado al caminar, tomando nota de mi torpeza. El estar pensando en otras cosas, por más grave que fuesen los asuntos no era una excusa para andar empujando chicos en la calle.
Noté que el jovencito comenzaba ya a recoger sus manzanas por lo que me apresuré a acercarme y recoger un par de ellas, siendo lo mínimo que podía hacer en este momento. Pero el chico se movía con una rapidez inusitada habiéndose él mismo hecho cargo ya del asunto. Antes de darme cuenta, él ya había recuerdado cada una de las manzanas. Lo miré sorprendida. De no ser por su olor, el cual lo identificaba claramente como un ser humano, hubiese jurado que se trataba de alguna presencia sobrenatural haciendo gala de una rapidez íncreible. O acaso fuese el hambre... al examinar con mi vista el estado del chico no pude evitar notar estado de sus ropas, las cuales a leguas denotaban la carencia de medios económicos. Incluso se me hacía extraño que tuviese suficiente dinero para comprar manzanas...
Comencé a sonreir al escuchar el ofrecimiento del muchacho y posé mi vista en la manzana que sostenía en su mano. -Bueno.- acepté, alargando la mano para tomar la fruta, la cual he de admitir, tenía un aspecto de lo más apetitoso y tomando en cuenta que había salido de mi casa sin probar realmente el desayuno comenzaba a sentir un apetito bastante grande. Y sin embargo, justo antes de darme cuenta de lo que hacía me detuve sintiéndome de lo más avergonzada. -Sabes? Creo que es mejor que la lleves con las otras a tu casa.- Extendí mi brazo nuevamente en su dirección para devolvérsela.
Me llamó la atención escuchar un barullo a lo lejos. Una serie de voces que hubiesen pasado desapercibidas para los oídos mortales pero que a mi me resultaba más fácil distinguir. Sobre todo porque me había acostumbrado a hacerlo en los casos en que me había encontrado fuera de casa observando algunos amaneceres y había tenido que prestar atención a cualquier posible sonido de alarma. En esta ocasión pareciera como si en algún lado del mercado se hubiese armado tremendo jaleo. Quien sabe cual sería la razón... pero en fin, ahora me interesaba más asegurarme de que el chico estuviese bien. -Estás seguro de que no te lastimaste?-
Noté que el jovencito comenzaba ya a recoger sus manzanas por lo que me apresuré a acercarme y recoger un par de ellas, siendo lo mínimo que podía hacer en este momento. Pero el chico se movía con una rapidez inusitada habiéndose él mismo hecho cargo ya del asunto. Antes de darme cuenta, él ya había recuerdado cada una de las manzanas. Lo miré sorprendida. De no ser por su olor, el cual lo identificaba claramente como un ser humano, hubiese jurado que se trataba de alguna presencia sobrenatural haciendo gala de una rapidez íncreible. O acaso fuese el hambre... al examinar con mi vista el estado del chico no pude evitar notar estado de sus ropas, las cuales a leguas denotaban la carencia de medios económicos. Incluso se me hacía extraño que tuviese suficiente dinero para comprar manzanas...
Comencé a sonreir al escuchar el ofrecimiento del muchacho y posé mi vista en la manzana que sostenía en su mano. -Bueno.- acepté, alargando la mano para tomar la fruta, la cual he de admitir, tenía un aspecto de lo más apetitoso y tomando en cuenta que había salido de mi casa sin probar realmente el desayuno comenzaba a sentir un apetito bastante grande. Y sin embargo, justo antes de darme cuenta de lo que hacía me detuve sintiéndome de lo más avergonzada. -Sabes? Creo que es mejor que la lleves con las otras a tu casa.- Extendí mi brazo nuevamente en su dirección para devolvérsela.
Me llamó la atención escuchar un barullo a lo lejos. Una serie de voces que hubiesen pasado desapercibidas para los oídos mortales pero que a mi me resultaba más fácil distinguir. Sobre todo porque me había acostumbrado a hacerlo en los casos en que me había encontrado fuera de casa observando algunos amaneceres y había tenido que prestar atención a cualquier posible sonido de alarma. En esta ocasión pareciera como si en algún lado del mercado se hubiese armado tremendo jaleo. Quien sabe cual sería la razón... pero en fin, ahora me interesaba más asegurarme de que el chico estuviese bien. -Estás seguro de que no te lastimaste?-
Giselle Laroche- Mensajes : 533
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Re: Tropiezo (Maicol)
La sonrisa de la albina le le dio al joven vagabundo un poco más de confianza para sostener con firmeza la manzana, la cual le recibió sin aspereza. No obstante la joven le devolvió a ofrenda. El pequeño huérfano la recibió algo pesaroso y hermético, imaginando que la albina la rechazaba al ver sus que sus sucias manos eran las que la sostuvieron de antaño. Se quedó cabizbajo un momento mientras la joven meditaba alzando la vista un momento. Quizás debía encontrarse con alguien... Era difícil de intuir, pero aquella chica parecía algo alarmada y atenta.
Sin embargo, la joven albina no se movió del lugar, al contrario, volvió a prestar preocupación por el estado del vagabundo. Éste asintió con la cabeza a su pregunta y luego la observo algo azorado. El golpe había sido fuerte, o por lo menos así lo había sentido él. La cabeza aún le daba vueltas un poco, sin embargo la joven había salido indemne de la colisión, y no mostraba ninguna clase de lesión o pesar. La contempló un momento con ceño fruncido preguntándose como es que una chica que parecía tan frágil estuviera intacta... como si el empujón que sintió hubiera sido adrede en vez de casual.
-¿Y usted señorita? -preguntó sobándose nuevamente la cabeza al recordar el impacto-. Es una mujer muy vigorosa. Si no fuera porque tengo la cabeza dura... -meditó un momento y prosiguió-. Por cierto mi nombre es Maicol, señorita -se presentó a la joven albina, recordando los buenos modales que su madre le había inculcado antes de morir-. ¿Y el suyo? -preguntó dando un mordisco a la manzana que aún tenía en su mano, ésta vez con el deseo de conocerla que como "la joven paliducha".
Sonrió manso, esperando una respuesta, pero ero su tranquilidad se vio perturbada al oír el tumulto que se formaba no muy lejos de ellos. Al parecer el vendedor de manzanas, al cual le había estropeado su local de venta y un par de vendedores más por los que había pasado a llevar en su fuga, le dieron alcance mientras se entretenía con la albina. Algo alarmado soltó el saquito con manzanas, las cuales nuevamente se desparramaron en el suelo, mientras con la vista buscaba un lugar donde esconderse, pero ya era demasiado tarde, el vendedor y sus camaradas ya estaban a metros de ellos. En un intento absurdo por salvarse el cuello se cubrió con la chica albina, aferrándose a su espalda buscando algo de protección, asustado y estremecido.
-No deje que me hagan daño -imploró al borde de las lágrimas, arrepentido de haber tomado aquellas manzanas.Su madre siempre le enseñó a hacer lo correcto y aquello no era precisamente una buena obra, aunque fuera a dárselas a su amiga Cathy, sabía que estaba mal hecho. Aunque fuera difícil para un niño conseguir dinero y comida, no era excusa suficiente para hurtar lo ajeno,
Sin embargo, la joven albina no se movió del lugar, al contrario, volvió a prestar preocupación por el estado del vagabundo. Éste asintió con la cabeza a su pregunta y luego la observo algo azorado. El golpe había sido fuerte, o por lo menos así lo había sentido él. La cabeza aún le daba vueltas un poco, sin embargo la joven había salido indemne de la colisión, y no mostraba ninguna clase de lesión o pesar. La contempló un momento con ceño fruncido preguntándose como es que una chica que parecía tan frágil estuviera intacta... como si el empujón que sintió hubiera sido adrede en vez de casual.
-¿Y usted señorita? -preguntó sobándose nuevamente la cabeza al recordar el impacto-. Es una mujer muy vigorosa. Si no fuera porque tengo la cabeza dura... -meditó un momento y prosiguió-. Por cierto mi nombre es Maicol, señorita -se presentó a la joven albina, recordando los buenos modales que su madre le había inculcado antes de morir-. ¿Y el suyo? -preguntó dando un mordisco a la manzana que aún tenía en su mano, ésta vez con el deseo de conocerla que como "la joven paliducha".
Sonrió manso, esperando una respuesta, pero ero su tranquilidad se vio perturbada al oír el tumulto que se formaba no muy lejos de ellos. Al parecer el vendedor de manzanas, al cual le había estropeado su local de venta y un par de vendedores más por los que había pasado a llevar en su fuga, le dieron alcance mientras se entretenía con la albina. Algo alarmado soltó el saquito con manzanas, las cuales nuevamente se desparramaron en el suelo, mientras con la vista buscaba un lugar donde esconderse, pero ya era demasiado tarde, el vendedor y sus camaradas ya estaban a metros de ellos. En un intento absurdo por salvarse el cuello se cubrió con la chica albina, aferrándose a su espalda buscando algo de protección, asustado y estremecido.
-No deje que me hagan daño -imploró al borde de las lágrimas, arrepentido de haber tomado aquellas manzanas.Su madre siempre le enseñó a hacer lo correcto y aquello no era precisamente una buena obra, aunque fuera a dárselas a su amiga Cathy, sabía que estaba mal hecho. Aunque fuera difícil para un niño conseguir dinero y comida, no era excusa suficiente para hurtar lo ajeno,
Maicol Musso- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 05/08/2010
Re: Tropiezo (Maicol)
El muchacho se limitó a asentir con la cabeza lo cual me hizo sentir cierto alivio pero no fue hasta que lo escuché hablar que me convencí de que realmente se encontraba bien. Por un momento había creído notar que su expresión se tornaba un poco sombría. Sostuve su mirada en silencio preguntándome si no estaría simplemente enfadado y si mi preocupación no le resultaría un poco molesta. O quizás aún le dolía el golpe pero su orgullo masculino le impedía confensarlo... Mmmm...
Su voz rompió el silencio y se llevó consigo mis preocupaciones. Se veía perfectamente bien. Iba a responder a su primera pregunta cuando su siguiente observación me tomó por sorpresa. Que yo era qué? Vigorosa? Alcé una ceja ante su comentario para luego soltar una risilla divertida al entender a qué se refería. Ehm, sí, a la mejor debí actuar un poco más compungida tras el golpe ya que seguramente le parecería raro que no me hubiese pasado nada. -Estoy bien gracias. Es que estoy hecha de madera muy dura.- contesté en tono de broma y luego pasé a uno más grave para presentarme formalmente. La sobriedad ante todo. -Soy Giselle.-
Antes de que pudiera añadir cualquier otra cosa los acontecimientos se precipitaron a una velocidad inaudita. Por qué todo sucedía tan rápido el día de hoy? Ni idea pero ese conjunto de voces que había escuchado previamente se acrecentó para hacerse presente en la forma de unos cuantos vendedores que venían corriendo de a saber donde y mucho menos me imaginé adonde se dirigirían. Entonces de repente me encontré en medio de una escena que no me esperaba en lo absoluto. En lugar de seguir corriendo los mercaderes se dirigieron rápidamente en mi dirección y hubiera jurado que estaban a punto de tirárseme encima. Las ideas más alocadas me recorrieron la mente, mi corazón comenzó a latir a toda velocidad. Finalmente, alguien había descubierto que era yo y venían por mi!
Unas manos se aferraban a mis hombros sacándome de mi estupor para internarme rápidamente en otro. El chico, Maicol, se escondía detrás de mi. Me sentí sumamente confundida, que diablos sucedía?
Escuché la súplica del chico y su voz entrecortada. Entonces mi mente comenzó a trabajar nuevamente a toda velocidad. Estos hombres no venían por mi, venían por él. Miré hacia el suelo y noté como las manzanas estaban desparramadas a mis pies. Rápidamente entendí que sucedía. Miré a nuestro alrededor y noté como los vendedores se encontraban casi encima nuestro. Pero en que lío me había metido este pequeño truán? Y sin embargo, era hora de pensar rápido, algo en la voz del chico me hizo querer ayudarlo sin estar segura del por qué.
-Maicol! Cabeza dura!!- exclamé, dándome la media vuelta y agarrándolo de la oreja. -Cuántas veces te he dicho que no debes de gastarte tu salario en tonterías para luego venir a robar a los honrados trabajadores del mercado que no tienen por qué soportar tus entuertos. Debería dejarlos que te llevaran a las mazmorras!!!- Dicho esto, aún le dí un ligero tirón a su oreja para brindarle un tono aún más drámatico a la escena. -A ver, recoge las manzanas!!! Y discúlpate con estos hombres de bien!- Noté que el muchacho me miraba con aire de sorpresa así que disimuladamente le guiñé el ojo. -Pero ahorita vamos!- chasqueé mis dedos. -Qué esperas?-
Me volteé hacia los mercaderes y añadí dirigiéndome al que tenía el rostro menos severo. -Perdone a este diablillo por favor. Es el hijo de mi cocinera. Siempre se está metiendo en todo tipo de problemas. La única razón por la que le aguantamos es por el aprecio que sentimos por su madre quien ha servido en nuestra casa por años. En realidad la pobre está muy enferma...- dije, cambiando mi expresión por otra mucho más solemne y triste. -Por favor, perdonen al muchacho. Ya sé que deberían llevarselo para que le dieran el castigo que se merece. A la mejor unos azotes o una temporada en el calabozo le caerían de perlas pero me temo que el pobre corazón de su madre no lo resistiría.- Aún notaba cierto escepticismo en las expresiones de mi audiencia. No me creían! Me apresuré a echar mano al saquito que guardaba con cuidado, seguramente la visíón de las monedas acabarían con tanta incredulidad.
Comencé a contar las monedas frente a los mercaderes antes de preguntar cuanto les adeudaba el pequeño rapaz. Yo pagaría la deuda. Estaba preparada para entregarles parte de mi dinero cuando escuché la suma total. Palidecí y casi me voy de espaldas. Tanto???!!!! Aparentemente el chico no sólo había robado las manzanas sino que también había acabado con más de un puesto del mercado. Me mordí el labio al escuchar a cuanto ascendía la suma y rápidamente vi volar el dinero de mi bolsito. Y aún tuve que ofrecerles un poco más para convertirlos de la incredulidad a la confianza absoluta y que finalmente se diesen por satisfechos y se marchasen con rostros risueños tanteando sus bolsillos mientras el saquito antes pesado en mi mano quedaba ligero como una pluma. Cuando desaparecieron de nuestra vista pude finalmente exhalar profundamente sintiendo como se tambaleaban mis rodillas. -De la que nos hemos salvado!-
Su voz rompió el silencio y se llevó consigo mis preocupaciones. Se veía perfectamente bien. Iba a responder a su primera pregunta cuando su siguiente observación me tomó por sorpresa. Que yo era qué? Vigorosa? Alcé una ceja ante su comentario para luego soltar una risilla divertida al entender a qué se refería. Ehm, sí, a la mejor debí actuar un poco más compungida tras el golpe ya que seguramente le parecería raro que no me hubiese pasado nada. -Estoy bien gracias. Es que estoy hecha de madera muy dura.- contesté en tono de broma y luego pasé a uno más grave para presentarme formalmente. La sobriedad ante todo. -Soy Giselle.-
Antes de que pudiera añadir cualquier otra cosa los acontecimientos se precipitaron a una velocidad inaudita. Por qué todo sucedía tan rápido el día de hoy? Ni idea pero ese conjunto de voces que había escuchado previamente se acrecentó para hacerse presente en la forma de unos cuantos vendedores que venían corriendo de a saber donde y mucho menos me imaginé adonde se dirigirían. Entonces de repente me encontré en medio de una escena que no me esperaba en lo absoluto. En lugar de seguir corriendo los mercaderes se dirigieron rápidamente en mi dirección y hubiera jurado que estaban a punto de tirárseme encima. Las ideas más alocadas me recorrieron la mente, mi corazón comenzó a latir a toda velocidad. Finalmente, alguien había descubierto que era yo y venían por mi!
Unas manos se aferraban a mis hombros sacándome de mi estupor para internarme rápidamente en otro. El chico, Maicol, se escondía detrás de mi. Me sentí sumamente confundida, que diablos sucedía?
Escuché la súplica del chico y su voz entrecortada. Entonces mi mente comenzó a trabajar nuevamente a toda velocidad. Estos hombres no venían por mi, venían por él. Miré hacia el suelo y noté como las manzanas estaban desparramadas a mis pies. Rápidamente entendí que sucedía. Miré a nuestro alrededor y noté como los vendedores se encontraban casi encima nuestro. Pero en que lío me había metido este pequeño truán? Y sin embargo, era hora de pensar rápido, algo en la voz del chico me hizo querer ayudarlo sin estar segura del por qué.
-Maicol! Cabeza dura!!- exclamé, dándome la media vuelta y agarrándolo de la oreja. -Cuántas veces te he dicho que no debes de gastarte tu salario en tonterías para luego venir a robar a los honrados trabajadores del mercado que no tienen por qué soportar tus entuertos. Debería dejarlos que te llevaran a las mazmorras!!!- Dicho esto, aún le dí un ligero tirón a su oreja para brindarle un tono aún más drámatico a la escena. -A ver, recoge las manzanas!!! Y discúlpate con estos hombres de bien!- Noté que el muchacho me miraba con aire de sorpresa así que disimuladamente le guiñé el ojo. -Pero ahorita vamos!- chasqueé mis dedos. -Qué esperas?-
Me volteé hacia los mercaderes y añadí dirigiéndome al que tenía el rostro menos severo. -Perdone a este diablillo por favor. Es el hijo de mi cocinera. Siempre se está metiendo en todo tipo de problemas. La única razón por la que le aguantamos es por el aprecio que sentimos por su madre quien ha servido en nuestra casa por años. En realidad la pobre está muy enferma...- dije, cambiando mi expresión por otra mucho más solemne y triste. -Por favor, perdonen al muchacho. Ya sé que deberían llevarselo para que le dieran el castigo que se merece. A la mejor unos azotes o una temporada en el calabozo le caerían de perlas pero me temo que el pobre corazón de su madre no lo resistiría.- Aún notaba cierto escepticismo en las expresiones de mi audiencia. No me creían! Me apresuré a echar mano al saquito que guardaba con cuidado, seguramente la visíón de las monedas acabarían con tanta incredulidad.
Comencé a contar las monedas frente a los mercaderes antes de preguntar cuanto les adeudaba el pequeño rapaz. Yo pagaría la deuda. Estaba preparada para entregarles parte de mi dinero cuando escuché la suma total. Palidecí y casi me voy de espaldas. Tanto???!!!! Aparentemente el chico no sólo había robado las manzanas sino que también había acabado con más de un puesto del mercado. Me mordí el labio al escuchar a cuanto ascendía la suma y rápidamente vi volar el dinero de mi bolsito. Y aún tuve que ofrecerles un poco más para convertirlos de la incredulidad a la confianza absoluta y que finalmente se diesen por satisfechos y se marchasen con rostros risueños tanteando sus bolsillos mientras el saquito antes pesado en mi mano quedaba ligero como una pluma. Cuando desaparecieron de nuestra vista pude finalmente exhalar profundamente sintiendo como se tambaleaban mis rodillas. -De la que nos hemos salvado!-
Giselle Laroche- Mensajes : 533
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Re: Tropiezo (Maicol)
La bella albina se hacía llamar Gisselle. Solo el nombre de aquella chica era lo único que tenía el pequeño Maicol, que se aferraba de ella como si su vida pendiera de un hilo. Era su única esperanza. Aquella turba se acercó amenazante a los jóvenes, alzando el puño, y gritando una serie de insultos en contra del pequeño Maicol. Toda la feria se acercaba también a observar el alboroto mientras el pequeño temblaba de miedo.
El joven vagabundo se sobresaltó de sobremanera al sentir que Gisselle se giraba y comenzaba a gritarle. De seguro ella no estaría dispuesta a meterse en problemas por las travesuras de un niño y lo entregaría a los vendedores para que se hicieran con él. Las palabras que salieron de la boca de Gi lo dejaron algo desconcertado y sorprendido. Sus ojos se abrieron de par al oír el reproche que le hacía aquella chica tomándole de la oreja. No entendía muy bien de lo que hablaba. Incluso tironeó de su pequeño oído haciendo que Maicol soltara un quejido de dolor.
-Si, si, señorita Gisselle -asentía con los ojos cerrados, reprimiendo el dolor. Aquella chica tenía la mano muy fina pero muy pesada. El pobre vagabundo no entendía que es lo que pasaba con aquella chica, ¿Acaso se había vuelto loca? Sin embargo bastó con un guiño de ojo para que el pequeño Maicol se tranquilizara y le siguiera el juego por completo.
-Lo-lo siento caballeros -se disculpó tímidamente desde el lugar donde estaba. Tal y como Gisselle le ordenó comenzó a recoger las manzanas una por una metiendolas en el interior de saco, mientras su protectora trataba de persuadir a los vendedores para que disculparan a Maicol, quien comenzó a tragar saliva con fuerza al oir la palabra "castigo" y "calabozo". ¡Él no quería ir a ni un calabozo! Pero aquellos avaros no cambiaron la mala cara hasta que la joven sacó un saquito repleto de marcos. ¿Estaría dispuesta a pagar un saco repleto de manzanas solo para ayudarlo? El pequeño vagabundo se puso de pie boquiabierto por la actitud de la albina, soteniendo en su mano el saco de manzanas por el que ella estaba pagando. Sin embargo al oir la suma que aquellos vendedores pedian los colores se le bajaron del rostro quedando más palido incluso que su protectora. ¿Acaso estaban locos? Si solo habían sido unas cuantas tiendas destruidas por contemplo. Sin embargo para "tranqulidad" del muchacho la joven pagó la deuda completamente. Aquella albina le habia salvado de una golpisa y ensima había pagado las manzanas que había robado.
Maicol observó a aquellos avaros alejarse con el dinero entre sus manos, haciendo sonar los marcos estrellándose unos con otros. Sintió un fuerte suspiro salir de la boca de Gisselle, mientras los demás "observadores" se devolvían a sus puestos de trabajos murmurando entre ellos.
-¡De la que nos hemos salvado! -exclamó la joven albina dándole a entender al pequeño que ya todo estaba bien... Sin poder contenerse dejó caer nuevamente el saco con manzanas al suelo y se abalanzó sobre Gisselle rodeándola con sus pequeños brazos, apoyando su cabeza en el pecho de la joven.
-¡Gracias, muchas gracias! -exclamó el vagabundo entre lágrimas. El susto que había pasado lo hizo explotar, haciéndole llorar arrepentido por el mal que había hecho-. Prometo... snif... prometo que le pagaré hasta el ultimo marco, se-señorita -informó entre sollosos y quejidos.
Ya más calmado se apartó de ella y se limpió las lagrimas y la nariz con la manga de su polerón. Mientras seguía jadeando tratando de calmar sus lagrimas. Por enésima vez cogió las manzanas y estiró sus brazos con el saco hacía la señorita para que ésta cogiera las frutas por las que había pagado. -¿Cómo puedo pagarle lo que ha hecho por mi? -preguntó contemplando esos intensos ojos azul cielos, los cuales parecían brillar de una forma bastante peculiar, esperando que aquella joven le indicara o pidiera alguna retribución por su buen acto. Se sentía muy mal y arrepentido por lo que había hecho, solo quería librar su culpa de alguna manera.
De pronto escuchó como comenzaba a formarse nuevamente un alboroto lejos de ellos. ¿Los vendedores habían vuelto? No, eran simples gitanos que se cambiaban de "hogar" en sus viejas furgonetas. Parecían alegres y tranquilos, totalmente separados del sistema que al pequeño Maicol atormentaba. Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver aquellos gitanos tan dichosos y felices.
-¿Cómo será la vida de un gitano? -se preguntó en voz alta, siguiendo con la vista a aquellos seres libres que se alejaban de su vista.
El joven vagabundo se sobresaltó de sobremanera al sentir que Gisselle se giraba y comenzaba a gritarle. De seguro ella no estaría dispuesta a meterse en problemas por las travesuras de un niño y lo entregaría a los vendedores para que se hicieran con él. Las palabras que salieron de la boca de Gi lo dejaron algo desconcertado y sorprendido. Sus ojos se abrieron de par al oír el reproche que le hacía aquella chica tomándole de la oreja. No entendía muy bien de lo que hablaba. Incluso tironeó de su pequeño oído haciendo que Maicol soltara un quejido de dolor.
-Si, si, señorita Gisselle -asentía con los ojos cerrados, reprimiendo el dolor. Aquella chica tenía la mano muy fina pero muy pesada. El pobre vagabundo no entendía que es lo que pasaba con aquella chica, ¿Acaso se había vuelto loca? Sin embargo bastó con un guiño de ojo para que el pequeño Maicol se tranquilizara y le siguiera el juego por completo.
-Lo-lo siento caballeros -se disculpó tímidamente desde el lugar donde estaba. Tal y como Gisselle le ordenó comenzó a recoger las manzanas una por una metiendolas en el interior de saco, mientras su protectora trataba de persuadir a los vendedores para que disculparan a Maicol, quien comenzó a tragar saliva con fuerza al oir la palabra "castigo" y "calabozo". ¡Él no quería ir a ni un calabozo! Pero aquellos avaros no cambiaron la mala cara hasta que la joven sacó un saquito repleto de marcos. ¿Estaría dispuesta a pagar un saco repleto de manzanas solo para ayudarlo? El pequeño vagabundo se puso de pie boquiabierto por la actitud de la albina, soteniendo en su mano el saco de manzanas por el que ella estaba pagando. Sin embargo al oir la suma que aquellos vendedores pedian los colores se le bajaron del rostro quedando más palido incluso que su protectora. ¿Acaso estaban locos? Si solo habían sido unas cuantas tiendas destruidas por contemplo. Sin embargo para "tranqulidad" del muchacho la joven pagó la deuda completamente. Aquella albina le habia salvado de una golpisa y ensima había pagado las manzanas que había robado.
Maicol observó a aquellos avaros alejarse con el dinero entre sus manos, haciendo sonar los marcos estrellándose unos con otros. Sintió un fuerte suspiro salir de la boca de Gisselle, mientras los demás "observadores" se devolvían a sus puestos de trabajos murmurando entre ellos.
-¡De la que nos hemos salvado! -exclamó la joven albina dándole a entender al pequeño que ya todo estaba bien... Sin poder contenerse dejó caer nuevamente el saco con manzanas al suelo y se abalanzó sobre Gisselle rodeándola con sus pequeños brazos, apoyando su cabeza en el pecho de la joven.
-¡Gracias, muchas gracias! -exclamó el vagabundo entre lágrimas. El susto que había pasado lo hizo explotar, haciéndole llorar arrepentido por el mal que había hecho-. Prometo... snif... prometo que le pagaré hasta el ultimo marco, se-señorita -informó entre sollosos y quejidos.
Ya más calmado se apartó de ella y se limpió las lagrimas y la nariz con la manga de su polerón. Mientras seguía jadeando tratando de calmar sus lagrimas. Por enésima vez cogió las manzanas y estiró sus brazos con el saco hacía la señorita para que ésta cogiera las frutas por las que había pagado. -¿Cómo puedo pagarle lo que ha hecho por mi? -preguntó contemplando esos intensos ojos azul cielos, los cuales parecían brillar de una forma bastante peculiar, esperando que aquella joven le indicara o pidiera alguna retribución por su buen acto. Se sentía muy mal y arrepentido por lo que había hecho, solo quería librar su culpa de alguna manera.
De pronto escuchó como comenzaba a formarse nuevamente un alboroto lejos de ellos. ¿Los vendedores habían vuelto? No, eran simples gitanos que se cambiaban de "hogar" en sus viejas furgonetas. Parecían alegres y tranquilos, totalmente separados del sistema que al pequeño Maicol atormentaba. Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver aquellos gitanos tan dichosos y felices.
-¿Cómo será la vida de un gitano? -se preguntó en voz alta, siguiendo con la vista a aquellos seres libres que se alejaban de su vista.
Maicol Musso- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 05/08/2010
Re: Tropiezo (Maicol)
De repente el chico me envolvía con sus brazos de forma tan repentina que no tuve ni tiempo de reaccionar. Nada más escuchaba sus sollozos difícultándome un poco entender lo que él me decía entre ahogo y ahogo. Tuve que aguzar un poco más el oído para entenderle. En realidad parecía sumamente agradecido y aliviado. Y cómo no estar aliviado? Seguramente había dado por sentado que la turba se lo llevaba al calabozo.
No pude evitar que un escalofrío recorriese mi espina dorsal al pensar lo que hubiese podido sucederle si las cosas no hubiesen resultado a nuestro favor. Los castigos en Paris al condenar a los ladrones se habían vuelto bastante barbáricos. La gente ya no toleraba los hurtos debido a la escasez que nos habia azotado después de algunas plagas. Los alimentos subían de precio y los comerciantes estaban dispuestos a regatear menos en el mercado. Había escuchado que a los ladrones se los llevaban al calabozo y que corrían la misma suerte que los asesinos y los criminales de mala calaña. La gente ya no parecía tan misericordiosa como antes, ni siquiera con un muchacho cuyo único pecado fuese hurtar debido al hambre. Me imaginaba... que lo había hecho por eso...
Le sonreí tranquilizadora al notar que aún estaba bastante conmovido. En realidad no me importaba haberme deshecho de mi dinero. Ojalá y todos los problemas pudiesen resolverse con monedas... pero habían circunstancias que ni siquiera los más relucientes marcos podían solucionar...
Lo observé mientras volvía a recoger las manzanas. Esta vez me alcanzó el tiempo para ayudarle recogiendo yo misma un par de ellas. Las eché rápidamente en el saco que él acercaba a mi y rápidamente negué con la cabeza. -Consérvalas. Después de todo imagino que habrá sido toda una aventura apropiarte de ellas.- Teniendo en cuenta todos los puestos que había aniquilado a su paso no pude evitar pensar divertida en la escena y en la cara que debían haber tenido los comerciantes al ver como un muchacho arrasaba con todo y se perdía a lo lejos. La verdad es que me hubiera gustado verlo.
-Digamos que me debes una.- respondí al escuchar su pregunta. -Hoy te salvé de la guillotina... y quién sabe? Tal vez mañana tú harás algo por mí.- Nunca se sabe cuando una podría necesitar una mano...
Noté que Maicol se sobresaltaba y observé a mi vez el motivo de su preocupación para posar mi mirada en un carromato de gitanos que pasaban a algunos metros de distancia. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al escuchar su pregunta. -Es maravillosa!- contesté alegremente al observarlos de lejos. -Los gitanos son increíbles Maicol. Son como una gran familia en la cual todos velan por todos. Ellos tienen sus propias costumbres y sus propias reglas. Son libres a su manera, dedicados y fieles los unos con los otros, aman y odian con intensidad y viven la vida al máximo.-
Mi mente voló hacia mis recuerdos. Había conocido a los gitanos hace tanto tiempo. -Alguna vez yo quise ser una de ellos.- Me encogí de hombros mientras dirigía mi mirada hacia él. -Por supuesto era solo un sueño de niña.- Lo miré un momento. En realidad yo no debía ser mucho mayor que él. -Claro que luego uno crece y deja atrás ciertas fantasías... aunque llegué a conocer a un gitano bastante audaz. Al príncipe de los ladrones!- Volví a sonreir al recordarlo y luego miré a Maicol con más gravedad. -Por supuesto no me refiero a ti!- Indiqué ceñuda. -Te han echado el guante con mucha facilidad. Lo mejor sería que te mantuvieras alejado de los problemas, o al menos que... mejores tu técnica!-
No pude evitar que un escalofrío recorriese mi espina dorsal al pensar lo que hubiese podido sucederle si las cosas no hubiesen resultado a nuestro favor. Los castigos en Paris al condenar a los ladrones se habían vuelto bastante barbáricos. La gente ya no toleraba los hurtos debido a la escasez que nos habia azotado después de algunas plagas. Los alimentos subían de precio y los comerciantes estaban dispuestos a regatear menos en el mercado. Había escuchado que a los ladrones se los llevaban al calabozo y que corrían la misma suerte que los asesinos y los criminales de mala calaña. La gente ya no parecía tan misericordiosa como antes, ni siquiera con un muchacho cuyo único pecado fuese hurtar debido al hambre. Me imaginaba... que lo había hecho por eso...
Le sonreí tranquilizadora al notar que aún estaba bastante conmovido. En realidad no me importaba haberme deshecho de mi dinero. Ojalá y todos los problemas pudiesen resolverse con monedas... pero habían circunstancias que ni siquiera los más relucientes marcos podían solucionar...
Lo observé mientras volvía a recoger las manzanas. Esta vez me alcanzó el tiempo para ayudarle recogiendo yo misma un par de ellas. Las eché rápidamente en el saco que él acercaba a mi y rápidamente negué con la cabeza. -Consérvalas. Después de todo imagino que habrá sido toda una aventura apropiarte de ellas.- Teniendo en cuenta todos los puestos que había aniquilado a su paso no pude evitar pensar divertida en la escena y en la cara que debían haber tenido los comerciantes al ver como un muchacho arrasaba con todo y se perdía a lo lejos. La verdad es que me hubiera gustado verlo.
-Digamos que me debes una.- respondí al escuchar su pregunta. -Hoy te salvé de la guillotina... y quién sabe? Tal vez mañana tú harás algo por mí.- Nunca se sabe cuando una podría necesitar una mano...
Noté que Maicol se sobresaltaba y observé a mi vez el motivo de su preocupación para posar mi mirada en un carromato de gitanos que pasaban a algunos metros de distancia. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al escuchar su pregunta. -Es maravillosa!- contesté alegremente al observarlos de lejos. -Los gitanos son increíbles Maicol. Son como una gran familia en la cual todos velan por todos. Ellos tienen sus propias costumbres y sus propias reglas. Son libres a su manera, dedicados y fieles los unos con los otros, aman y odian con intensidad y viven la vida al máximo.-
Mi mente voló hacia mis recuerdos. Había conocido a los gitanos hace tanto tiempo. -Alguna vez yo quise ser una de ellos.- Me encogí de hombros mientras dirigía mi mirada hacia él. -Por supuesto era solo un sueño de niña.- Lo miré un momento. En realidad yo no debía ser mucho mayor que él. -Claro que luego uno crece y deja atrás ciertas fantasías... aunque llegué a conocer a un gitano bastante audaz. Al príncipe de los ladrones!- Volví a sonreir al recordarlo y luego miré a Maicol con más gravedad. -Por supuesto no me refiero a ti!- Indiqué ceñuda. -Te han echado el guante con mucha facilidad. Lo mejor sería que te mantuvieras alejado de los problemas, o al menos que... mejores tu técnica!-
Giselle Laroche- Mensajes : 533
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Re: Tropiezo (Maicol)
El pequeño vagabundo dio un brinco, algo asustado, al escuchar la exclamación que salía de la boca de Gisselle, pero se tranquilizó al escuchar sus palabras con detención. Al parecer la albina conoció bastante de la cultura de los zingaros. La sonrisa de la chica de los cabellos de oro iluminó el rostro del pequeño, quien escuchaba absorto sus palabras.
Maicol sonreía al imaginar aquella libertad de la que hablaba su nueva amiga y no se sorprendió al oírle decir que de antaño ella también deseó ser gitana. ¿Quién no querría una vida libre y bohemia? Al sentir la mirada de aquella señorita sobre la suya pudo ver también como ese deseo de ser un calé era opacado por la clásica madurez que le inculcaban antes de tiempo a los jóvenes de la clase alta. Él era feliz tratando de conseguir sus sueños sin excusarse en la edad o el nivel socio-económico. La vida era una sola o eso le había dicho su difunta madre cada vez que emprendía un nuevo desafío.
Sus ojos interrogantes se abrieron de par en par al oírle hablar de "El príncipe de los ladrones". La curiosidad latente y siempre a flor de piel del pequeño comenzó a hacer efecto a mil por segundo. ¿En verdad existiría aquel "príncipe"? ¿Sería un príncipe que ayudaba a los pobres o gitanos? ¿O sería un malvado avaro que robaba solo para su conveniencia? Fuera cual fuera el motivo de su apodo no era por las mejores causas, y Maicol sabía bien que robar estaba mal por muy precaria que fuera la situación.
El pequeño frunció el ceño mientras sonreía al ver como su nueva amiga se mofaba de su estilo de hurto.
-No... ¡Cómo se le ocurre! -exclamó horrorizado a ver que la albina le incitaba a seguir robando-. Creo que mejor buscaré algún trabajito en el circo, quizás se apiaden de mi y me dejen aunque sea alimentar a los leones -se quedó pensativo un momento pensando en si habría algún inconveniente en trabajar en el circo sin ser un gitano-. ¿Cree que me dejen entrar al circo? Tengo muchas habilidades; soy rápido, listo y ágil a pesar de ser tan pequeño -anunció alzando el mentón lo más posible e inflando el pecho para quedar esteticamente erguido.
A Maicol le pareció haber escuchado hablar en los alrededores de París del famoso "Príncipe de los Ladrones", pero pensaba que era un simple y tonto mito.
-¿Podría hablarme más acerca de "El Príncipe de los Ladrones"? -preguntó tratando de saciar su curiosidad. Maicol siempre había sentido cierta atracción por pecadores como ladrones o brujas, si bien en el fondo estaba consciente de que aquella curiosidad era obra del demonio, no podía evitar sentirse atraído por aquella clase de temas. Quizás un ladrón justo sea la excepción.
Al oírle hablar como lo hacía por lo gitanos no pudo evitar hacer una ultima pregunta.
-¿Usted ha convivido con gitanos, señorita Gisselle? Por su forma de hablar pareciera que si lo hubiera hecho... Aunque me cuesta creer que una mujer de su clase se involucrara con gente tan prejuiciada como ellos -reconoció el pequeño vagabundo asombrado de la gente que había conocido ese ultimo tiempo. Desde la muerte de su madre había comenzado a vivir su vida sin ataduras, exponiéndose al peligro y a conocer todo tipo gente. Y le sorprendía ver que la gente de la clase alta en su mayoría era muy considerada con alguien como él. Aquella chica le había salvado el pellejo y además le regaló un saco lleno de jugosas manzanas.
-Muchas gracias por las manzanas -recordó el pequeño que no había tenido tiempo de agradecer debido a que no quería interrumpir las palabras de Gisselle-. De seguro Cathy estará muy contenta cuando le lleve estas jugosas frutas -añadió recordando el motivo por el cual había hurtado las manzanas; su amiga Cathy, a quien le prometió llevarle algo de comer ese día. Sonrió satisfecho y muy agradecido con aquella dama que había alegrado tanto su día.
Maicol sonreía al imaginar aquella libertad de la que hablaba su nueva amiga y no se sorprendió al oírle decir que de antaño ella también deseó ser gitana. ¿Quién no querría una vida libre y bohemia? Al sentir la mirada de aquella señorita sobre la suya pudo ver también como ese deseo de ser un calé era opacado por la clásica madurez que le inculcaban antes de tiempo a los jóvenes de la clase alta. Él era feliz tratando de conseguir sus sueños sin excusarse en la edad o el nivel socio-económico. La vida era una sola o eso le había dicho su difunta madre cada vez que emprendía un nuevo desafío.
Sus ojos interrogantes se abrieron de par en par al oírle hablar de "El príncipe de los ladrones". La curiosidad latente y siempre a flor de piel del pequeño comenzó a hacer efecto a mil por segundo. ¿En verdad existiría aquel "príncipe"? ¿Sería un príncipe que ayudaba a los pobres o gitanos? ¿O sería un malvado avaro que robaba solo para su conveniencia? Fuera cual fuera el motivo de su apodo no era por las mejores causas, y Maicol sabía bien que robar estaba mal por muy precaria que fuera la situación.
El pequeño frunció el ceño mientras sonreía al ver como su nueva amiga se mofaba de su estilo de hurto.
-No... ¡Cómo se le ocurre! -exclamó horrorizado a ver que la albina le incitaba a seguir robando-. Creo que mejor buscaré algún trabajito en el circo, quizás se apiaden de mi y me dejen aunque sea alimentar a los leones -se quedó pensativo un momento pensando en si habría algún inconveniente en trabajar en el circo sin ser un gitano-. ¿Cree que me dejen entrar al circo? Tengo muchas habilidades; soy rápido, listo y ágil a pesar de ser tan pequeño -anunció alzando el mentón lo más posible e inflando el pecho para quedar esteticamente erguido.
A Maicol le pareció haber escuchado hablar en los alrededores de París del famoso "Príncipe de los Ladrones", pero pensaba que era un simple y tonto mito.
-¿Podría hablarme más acerca de "El Príncipe de los Ladrones"? -preguntó tratando de saciar su curiosidad. Maicol siempre había sentido cierta atracción por pecadores como ladrones o brujas, si bien en el fondo estaba consciente de que aquella curiosidad era obra del demonio, no podía evitar sentirse atraído por aquella clase de temas. Quizás un ladrón justo sea la excepción.
Al oírle hablar como lo hacía por lo gitanos no pudo evitar hacer una ultima pregunta.
-¿Usted ha convivido con gitanos, señorita Gisselle? Por su forma de hablar pareciera que si lo hubiera hecho... Aunque me cuesta creer que una mujer de su clase se involucrara con gente tan prejuiciada como ellos -reconoció el pequeño vagabundo asombrado de la gente que había conocido ese ultimo tiempo. Desde la muerte de su madre había comenzado a vivir su vida sin ataduras, exponiéndose al peligro y a conocer todo tipo gente. Y le sorprendía ver que la gente de la clase alta en su mayoría era muy considerada con alguien como él. Aquella chica le había salvado el pellejo y además le regaló un saco lleno de jugosas manzanas.
-Muchas gracias por las manzanas -recordó el pequeño que no había tenido tiempo de agradecer debido a que no quería interrumpir las palabras de Gisselle-. De seguro Cathy estará muy contenta cuando le lleve estas jugosas frutas -añadió recordando el motivo por el cual había hurtado las manzanas; su amiga Cathy, a quien le prometió llevarle algo de comer ese día. Sonrió satisfecho y muy agradecido con aquella dama que había alegrado tanto su día.
Maicol Musso- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 05/08/2010
Re: Tropiezo (Maicol)
Sonreí divertida al darme cuenta de la celeridad con la que Maicol me respondía para rebatir mi sugerencia de que mejorase su técnica. Por supuesto mi comentario lo único que perseguía era su bienestar ya que desafortunadamente no siempre podía uno salir bien librado de sucesos como este. Hoy la fortuna nos sonreía pero quién podía predecir a ciencia cierta lo que sucedería mañana?
Con todo y esto asumí una postura más seria. Sí, él tenía razón, era mejor que se olvidase del hurto como método de supervivencia, pero entonces con qué lo reemplazaría? Obviamente no contaba con los medios socio-económicos para hacerlo o nunca nos habríamos encontrado en esta situación. Más que compasión lo que Maicol me inspiraba era simpatía y este hecho me instaba a pensar en como poder ayudarle. Su siguiente comentario sobre el circo me hizo reflexionar. -No dudo que lo seas.- respondí sin poder evitar aún un cierto tono burlón al describirme él sus cualidades, aunque no dudaba de la veracidad de las mismas ni de que con un ligero empujoncito él podría encaminarse por el buen sendero. Se le notaba en su manera de expresarse, tan entusiasta y sincera.
-Tal vez sí, Maicol...- pensé en esto último y mis pensamientos volaron hacia la tribu de gitanos que yo había conocido. Tal vez si yo se los pedía alguno de ellos se apiadaría del muchacho y se animaría a darle trabajo, o quizás se acordasen de mí y lo hiciesen. O... podría volver a ver a Cam y proponérselo a él. Sí! Esto último era lo mejor. Estaba segura de que él no se negaría.
Sonreí al notar el entusiasmo de Maicol y escuchar su pregunta. -El príncipe de los ladrones es el mejor de los gitanos. Es valiente, decidido, intrépido y protector de la gente de su raza. Roba por ellos Maicol y es imparable, no hay quien jamás haya podido atraparle.- Lo último no me constaba pero como buena soñadora no podía evitar añadirlo a la leyenda de Cam e imaginarme que de verdad era así.
-Si quieres puedo llevarte con él y entre los dos podemos tratar de convencerle de que te deje trabajar en el circo...- Las preguntas de Maicol avivaban mis recuerdos. -Sí. Viví con ellos una temporada cuando era muy pequeña...- No pude evitar un nudo en la garganta al recordar que había sido una época perfecta en mi vida, pero me sobrepuse rápidamente a ese sentimiento. Hace algún tiempo me había propuesto no volver con los gitanos y debía atenerme a dicha resolución. Era imposible que un licántropo viviese entre ellos, simplemente no era posible.
-Ni lo menciones.- me apresuré a contestar al notar que me agradecía lo de las manzanas y luego añadí un tanto curiosa. -Y quien es Cathy? Tu hermana?- Alcé una ceja. -O más bien es tu chica?-
Con todo y esto asumí una postura más seria. Sí, él tenía razón, era mejor que se olvidase del hurto como método de supervivencia, pero entonces con qué lo reemplazaría? Obviamente no contaba con los medios socio-económicos para hacerlo o nunca nos habríamos encontrado en esta situación. Más que compasión lo que Maicol me inspiraba era simpatía y este hecho me instaba a pensar en como poder ayudarle. Su siguiente comentario sobre el circo me hizo reflexionar. -No dudo que lo seas.- respondí sin poder evitar aún un cierto tono burlón al describirme él sus cualidades, aunque no dudaba de la veracidad de las mismas ni de que con un ligero empujoncito él podría encaminarse por el buen sendero. Se le notaba en su manera de expresarse, tan entusiasta y sincera.
-Tal vez sí, Maicol...- pensé en esto último y mis pensamientos volaron hacia la tribu de gitanos que yo había conocido. Tal vez si yo se los pedía alguno de ellos se apiadaría del muchacho y se animaría a darle trabajo, o quizás se acordasen de mí y lo hiciesen. O... podría volver a ver a Cam y proponérselo a él. Sí! Esto último era lo mejor. Estaba segura de que él no se negaría.
Sonreí al notar el entusiasmo de Maicol y escuchar su pregunta. -El príncipe de los ladrones es el mejor de los gitanos. Es valiente, decidido, intrépido y protector de la gente de su raza. Roba por ellos Maicol y es imparable, no hay quien jamás haya podido atraparle.- Lo último no me constaba pero como buena soñadora no podía evitar añadirlo a la leyenda de Cam e imaginarme que de verdad era así.
-Si quieres puedo llevarte con él y entre los dos podemos tratar de convencerle de que te deje trabajar en el circo...- Las preguntas de Maicol avivaban mis recuerdos. -Sí. Viví con ellos una temporada cuando era muy pequeña...- No pude evitar un nudo en la garganta al recordar que había sido una época perfecta en mi vida, pero me sobrepuse rápidamente a ese sentimiento. Hace algún tiempo me había propuesto no volver con los gitanos y debía atenerme a dicha resolución. Era imposible que un licántropo viviese entre ellos, simplemente no era posible.
-Ni lo menciones.- me apresuré a contestar al notar que me agradecía lo de las manzanas y luego añadí un tanto curiosa. -Y quien es Cathy? Tu hermana?- Alcé una ceja. -O más bien es tu chica?-
Giselle Laroche- Mensajes : 533
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Re: Tropiezo (Maicol)
El pequeño Maicol sentía que aquella albina no lo tomaba en serio, lo que le desagradó, pero no del todo, ya que su tono de voz también le causaba gracia. Además, solo un "tal vez" bastó al muchacho para animarse a pedir algún trabajo con los gitanos.
El joven vagabundo escuchó embelesado cómo su nueva amiga describía a El Príncipe de los Ladrones, y más aún al ver que era un ladrón justo. Si bien la idea de robar para sobrevivir no le agradaba del todo, sabía lo que era sufrir hambre y como afecta la mente humana aquella sensación. Pensó en lo que significaría ser el sucesor de aquella leyenda, pero si quisiera serlo tendría que mejorar mucho su técnica como Gisselle le había propuesto, ya que normalmente no salía bien parado, a diferencia de El Príncipe de los Ladrones, quien jamás había sido capturado, o eso se decía de él, y Maicol no pondría en duda aquello y menos viniendo de los labios de su nueva amiga.
El pequeño Maicol se sintió animoso al sentir la posibilidad de entrar al circo y además conocer al famoso Príncipe de los ladrones, pero había algo que no comprendía del todo. ¿Cómo es que una joven de buena clase como Gisselle, podría conocer a los gitanos tan bien?. La cara de asombro de éste se descifraba con facilidad, al enterarse que aquella chica que le acompañaba había sido parte de esa "tribu" por llamarla de algún modo. Notaba en las palabras de su amiga cierta nostalgia y se preguntaba por qué los mayores siempre se conformaban con menos y no luchaban por sus sueños, sumergiéndose cada vez más en el sistema que les rodeaba y encadenaba.
-¿Por qué no vuelve con ellos? -se atrevió a preguntar, serio, pensando qué motivos podrían retener de esa manera a las persona de "la Creme", las cuales siempre parecían estar atadas a su estatus social por obligación más que por gusto.
Sin embargo su pregunta se vio apocada por la de la albina. Los ojos casi se les desorbitan al oírle preguntar si Cathy, aquella lerda muchacha que había conocido en los pastizales de los campos que rodeaban la ciudad, era "su chica".
-¡No, chica no! -exclamó echando un pies atrás y afirmándose con éste para no perder el equilibrio, alzando los brazos para cubrirse, como si la pregunta fuera una bomba que le arrogaban por la cabeza-. Cathy... -se quedó pensativo, mientras retomaba la compostura de nuevo. Siempre había visto en Cathy a alguien de fiar, pero nunca como una futura pareja-. Cathy es mi mejor amiga -anunció frunciendo el ceño, preguntándose si aquella albina creería la verdad de sus palabras o se mofaría de él como ya lo venía haciendo desde que le conoció-, ambos somos huérfanos y vivimos por nuestra cuenta -informó, serio-. Le había prometido llevarle algo de comer... -añadió cabizbajo, recordando la miseria en la que su amiga y él vivían. -Cathy es... una mujer muy compresiva y cariños a divertida, espontanea y aunque no lo parezca a momentos, fuerte -parpadeó con fuerza y negó con la cabeza bruscamente al darse cuenta de las palabras que salían de su boca. La extrañaba y robar manzanas era una excusa simplemente para volver a verla.
Aún así Cathy podía esperar, el hecho de ir hasta el circo gitano le ilusionaba más de la cuenta.
-¿Señorita...? -preguntó algo tímido-. Si no es mucha la molestia... ¿Podría llevarme hasta el circo- al pequeño le hacía mucha ilusión no solo encontrar un trabajo en aquél lugar, sino también conocer a la leyenda andante de la que habían estado hablando-. Me haría mucha ilusión conocer ese lugar y buscar algún empleo -afirmó alegre, ilusionado, esperanzado- Además, podría hablarme un poco de cómo se vive en la clase alta -añadió animoso, aquella albina, por alguna razón le agradaba, y le gustaba la idea de seguir conociendo más del mundo al que se habría paso diariamente desde que su madre había fallecido.
El joven vagabundo escuchó embelesado cómo su nueva amiga describía a El Príncipe de los Ladrones, y más aún al ver que era un ladrón justo. Si bien la idea de robar para sobrevivir no le agradaba del todo, sabía lo que era sufrir hambre y como afecta la mente humana aquella sensación. Pensó en lo que significaría ser el sucesor de aquella leyenda, pero si quisiera serlo tendría que mejorar mucho su técnica como Gisselle le había propuesto, ya que normalmente no salía bien parado, a diferencia de El Príncipe de los Ladrones, quien jamás había sido capturado, o eso se decía de él, y Maicol no pondría en duda aquello y menos viniendo de los labios de su nueva amiga.
El pequeño Maicol se sintió animoso al sentir la posibilidad de entrar al circo y además conocer al famoso Príncipe de los ladrones, pero había algo que no comprendía del todo. ¿Cómo es que una joven de buena clase como Gisselle, podría conocer a los gitanos tan bien?. La cara de asombro de éste se descifraba con facilidad, al enterarse que aquella chica que le acompañaba había sido parte de esa "tribu" por llamarla de algún modo. Notaba en las palabras de su amiga cierta nostalgia y se preguntaba por qué los mayores siempre se conformaban con menos y no luchaban por sus sueños, sumergiéndose cada vez más en el sistema que les rodeaba y encadenaba.
-¿Por qué no vuelve con ellos? -se atrevió a preguntar, serio, pensando qué motivos podrían retener de esa manera a las persona de "la Creme", las cuales siempre parecían estar atadas a su estatus social por obligación más que por gusto.
Sin embargo su pregunta se vio apocada por la de la albina. Los ojos casi se les desorbitan al oírle preguntar si Cathy, aquella lerda muchacha que había conocido en los pastizales de los campos que rodeaban la ciudad, era "su chica".
-¡No, chica no! -exclamó echando un pies atrás y afirmándose con éste para no perder el equilibrio, alzando los brazos para cubrirse, como si la pregunta fuera una bomba que le arrogaban por la cabeza-. Cathy... -se quedó pensativo, mientras retomaba la compostura de nuevo. Siempre había visto en Cathy a alguien de fiar, pero nunca como una futura pareja-. Cathy es mi mejor amiga -anunció frunciendo el ceño, preguntándose si aquella albina creería la verdad de sus palabras o se mofaría de él como ya lo venía haciendo desde que le conoció-, ambos somos huérfanos y vivimos por nuestra cuenta -informó, serio-. Le había prometido llevarle algo de comer... -añadió cabizbajo, recordando la miseria en la que su amiga y él vivían. -Cathy es... una mujer muy compresiva y cariños a divertida, espontanea y aunque no lo parezca a momentos, fuerte -parpadeó con fuerza y negó con la cabeza bruscamente al darse cuenta de las palabras que salían de su boca. La extrañaba y robar manzanas era una excusa simplemente para volver a verla.
Aún así Cathy podía esperar, el hecho de ir hasta el circo gitano le ilusionaba más de la cuenta.
-¿Señorita...? -preguntó algo tímido-. Si no es mucha la molestia... ¿Podría llevarme hasta el circo- al pequeño le hacía mucha ilusión no solo encontrar un trabajo en aquél lugar, sino también conocer a la leyenda andante de la que habían estado hablando-. Me haría mucha ilusión conocer ese lugar y buscar algún empleo -afirmó alegre, ilusionado, esperanzado- Además, podría hablarme un poco de cómo se vive en la clase alta -añadió animoso, aquella albina, por alguna razón le agradaba, y le gustaba la idea de seguir conociendo más del mundo al que se habría paso diariamente desde que su madre había fallecido.
Maicol Musso- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 305
Fecha de inscripción : 05/08/2010
Re: Tropiezo (Maicol)
Sonreí con un deje de tristeza al pensar en la previa pregunta de Maicol. Por qué no volvía con los gitanos? Observé los coloridos carromatos que continuaban su recorrido por enfrente de nosotros. Fácilmente me daba cuenta de que no era el mismo campamento en el cual yo había vivido de pequeña, de lo contrario ya me habría olvidado de todas las formalidades que se supone que una dama debe seguir en público y me habría lanzado hacía ellos tan rápido como me hubiese sido posible para saludarles. Me animé más al pensar en eso, tal vez volvería a verlos más pronto de lo que me imaginé, aunque sabía que sería sólo una visita.
Sacudí mi cabeza en dirección a Maicol. -Mi lugar ya no está con ellos.- Lo miré un momento en silencio preguntándome si él me entendería. -A veces la vida te arrebata algún sueño que atesoraste durante mucho tiempo sin darte ninguna elección al respecto pero si tienes algo de suerte ella lo reemplaza por otro mucho más maravilloso que el primero, y entonces te das cuenta de que se te presenta una nueva oportunidad y que esta vez harás todo lo posible por alcanzarlo.- Sonreí dulcemente al pensar en lo que decía y en que en este momento de mi vida tenía puestas todas mis esperanzas en ese futuro.
Salí de mi ensoñación para notar divertida como Maicol reaccionaba ante mi pregunta sobre Cathy. De repente se veía mil veces más asustado que cuando teníamos a los mercaderes encima, como si estos hubiesen regresado para llevarlo al cadalzo y someterlo a la más cruel de todas las condenas. Continué con mi ceja elevada al escuchar la rapidez con la que negaba cualquier posible atadura sentimental con su amiga aunque me gustó la manera en que se refería a ella. Me hubiese encantado tener algún amigo que también hablase así de mi.
Me sorprendió escuchar que vivía solo y que además era huérfano y entonces lo miré con respeto pues me daba cuenta de las que habría tenido que pasar para sobrevivir. Me di cuenta también de que aunque nuestras esencias eran diferentes él estaba hecho de una madera quizás más dura que la mía.
De repente él se veía muy entusiasmado con la idea de ir al circo y su entusiasmo comenzaba a contagiarme a mi también. Habían pasado semanas desde que aquella vez en que me había encontrado con Cam. En aquel momento no tuve el suficiente valor para volver a pisar el campamento pero ahora las cosas eran diferentes. Sabía que ahora podía hacerlo sin ningún pesar y además que mejor razón para hacerlo que el de darle una mano a Maicol.
-Ah... no sé...- Me llevé la mano a la frente y pusé cara de concentración, fingiendo meditar grandemente en lo que me pedía.
Y aún pretendí reflexionar otro momento. -No sé Maicol... que dirá Cathy si no regresas enseguida?-
-Por otro lado el Príncipe de los Ladrones es una persona muy ocupada. Comprenderás que tiene muchos compromisos y que no puede andar regalando su tiempo así como así... Si te llevo tendrás que prometer que harás todo lo que puedas para que él note lo rápido, listo y ágil que eres... Mira que después de todo soy yo quien te recomendará.-
Hice un esfuerzo descomunal para no cambiar la seriedad de mi expresión. -Entonces qué me respondes? Vamos?- Comencé a adelantarme por el camino y al pasar a su lado le revolví los cabellos juguetonamente mientras me volteaba hacia él y le ofrecía una sonrisa lobuna. -Vienes o no?- Elevé los ojos al cielo y puse cara de tortura. -No me hagas contarte acerca de la clase alta. Es aburrida.- Volví a mirarlo y le guiñé el ojo traviesamente. Mejor cuéntame como conociste a Cathy...-
Sacudí mi cabeza en dirección a Maicol. -Mi lugar ya no está con ellos.- Lo miré un momento en silencio preguntándome si él me entendería. -A veces la vida te arrebata algún sueño que atesoraste durante mucho tiempo sin darte ninguna elección al respecto pero si tienes algo de suerte ella lo reemplaza por otro mucho más maravilloso que el primero, y entonces te das cuenta de que se te presenta una nueva oportunidad y que esta vez harás todo lo posible por alcanzarlo.- Sonreí dulcemente al pensar en lo que decía y en que en este momento de mi vida tenía puestas todas mis esperanzas en ese futuro.
Salí de mi ensoñación para notar divertida como Maicol reaccionaba ante mi pregunta sobre Cathy. De repente se veía mil veces más asustado que cuando teníamos a los mercaderes encima, como si estos hubiesen regresado para llevarlo al cadalzo y someterlo a la más cruel de todas las condenas. Continué con mi ceja elevada al escuchar la rapidez con la que negaba cualquier posible atadura sentimental con su amiga aunque me gustó la manera en que se refería a ella. Me hubiese encantado tener algún amigo que también hablase así de mi.
Me sorprendió escuchar que vivía solo y que además era huérfano y entonces lo miré con respeto pues me daba cuenta de las que habría tenido que pasar para sobrevivir. Me di cuenta también de que aunque nuestras esencias eran diferentes él estaba hecho de una madera quizás más dura que la mía.
De repente él se veía muy entusiasmado con la idea de ir al circo y su entusiasmo comenzaba a contagiarme a mi también. Habían pasado semanas desde que aquella vez en que me había encontrado con Cam. En aquel momento no tuve el suficiente valor para volver a pisar el campamento pero ahora las cosas eran diferentes. Sabía que ahora podía hacerlo sin ningún pesar y además que mejor razón para hacerlo que el de darle una mano a Maicol.
-Ah... no sé...- Me llevé la mano a la frente y pusé cara de concentración, fingiendo meditar grandemente en lo que me pedía.
Y aún pretendí reflexionar otro momento. -No sé Maicol... que dirá Cathy si no regresas enseguida?-
-Por otro lado el Príncipe de los Ladrones es una persona muy ocupada. Comprenderás que tiene muchos compromisos y que no puede andar regalando su tiempo así como así... Si te llevo tendrás que prometer que harás todo lo que puedas para que él note lo rápido, listo y ágil que eres... Mira que después de todo soy yo quien te recomendará.-
Hice un esfuerzo descomunal para no cambiar la seriedad de mi expresión. -Entonces qué me respondes? Vamos?- Comencé a adelantarme por el camino y al pasar a su lado le revolví los cabellos juguetonamente mientras me volteaba hacia él y le ofrecía una sonrisa lobuna. -Vienes o no?- Elevé los ojos al cielo y puse cara de tortura. -No me hagas contarte acerca de la clase alta. Es aburrida.- Volví a mirarlo y le guiñé el ojo traviesamente. Mejor cuéntame como conociste a Cathy...-
Giselle Laroche- Mensajes : 533
Fecha de inscripción : 10/06/2010
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