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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por April Von Uckermann Vie Ago 06, 2010 1:31 pm

Ese día había sido menos estresante de lo normal, llevaban cerca de 6 meses en esa ciudad y aún me costaba orientarme un poco, pero el idioma ya había dejado de ser un problema y mis hermanos habían podido entrar a estudiar sin mayores dificultades adecuándose rápidamente a esta nueva vida. Aún, después de tantos años, me costaba creer que nuestros padres ya no estuvieran físicamente con nosotros.

Algo melancólica salí de la mansión, aprovechando que los niños estaban en sus clases y mis tíos se encontraban en una reunión con un hombre que no había visto desde que vivía con ellos. Mis pies avanzaron, ya acostumbrados a caminar por esas mismas calles, hacia la catedral, era el único camino que me sabía de memoria puesto que allí era dónde había pasado más tiempo desde que había llegado a Paris, no entendía el por qué, pero esa iglesia me hacía sentir a mis padres más cerca de lo que jamás los había sentido desde su muerte.

Sin expresión alguna noté como mi vestido se arrastraba por el suelo, tendría que decirle a mi tía que me acortara los vestidos porque no estaba dispuesta a usar taco alto, nunca me había gustado y estaba segura que nunca lo harían.
Apuré el paso al ver la inmensa catedral frente a mí y con una sonrisa en el rostro subí los peldaños para ingresar a ese mágico lugar, sin embargo mi caminar se hizo más lento al distinguir a un pequeño joven, no muy bien vestido, sentado en uno de los peldaños a unos cuantos metros de mi.
Lentamente me dirigí hacia el muchacho para ver si necesitaba algo o estaba esperando a alguien, porque su condición parecía muy precaria.
- Buenos días – le saludé en un casi perfecto francés - ¿te puedo ayudar en algo? – le sonreí amigable siendo lo más cortés posible con el pequeño.
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Mensaje por Maicol Musso Vie Ago 06, 2010 2:02 pm

El joven vagabundo estaba maravillado con aquella Masión a la que, por esas jugadas del destino, fue a parar. La señorita Carolanne había sido muy amable con él, y él solo debía retribuir las comodidades que ella le otorgaba simplemente leyendole un libro de vez en cuando. Suerte para el joven monsier que había aprendido a leer con fluides y buena modulación en las afueras de la ciudad. Su madre con mucho esfuerzo había pagado sus clases de Francés y lenguas para que su primogénito y único hijo pudiera deleitarse con los versiculos de su fiel biblia. Le estaría agradecido de por vida a la señorita Caro por aquella oportunidad que le daba de vivir una nueva vida, ahora que su madre había fallecido.

-Carolanne... -murmuró en su comoda y nueva habitación. Lo que le hizo recordar aquel día en que conoció a una joven chica llamada Caroline Dunst en los escalones de la vieja Catedral. El parecido del nombre era muy notorio, pero la forma de escribirlo y el acento de su voz detonaba la diferencia.

"Era una mañana alegre y cálida. Pero en el corazón del vagabundo había un torbellino de tristeza y melancolía que amenzaba con salir a su exterior. Y así lo notó una joven madame que se acercó a él a preguntar, en un acento un tanto singular, por su, notorio, mal estado ánimico, ofreciendole ayuda. El joven vagabundo sabía en el fondo de su ser que aquella mujer nada podía hacer para quitarle la vida y hacerle desaperecer de ese cruel mundo. Ya no tenía motivo por el qué vivir desde que su madre había muerto a causa de esa venigna enfermedad. El joven movió bruscamente su cabeza de un lado a otro. Su difunta madre le había enseñado a nunca darse por vencido. Aunque tubiera que mendigar por sobrevivir, así lo haría.

-Señita, por favor -imploró con clara desesperación, al sentir el hambre que lo atormetaba por días-. ¿Tiene un marco que me de para conseguir un poco de comida? -preguntó cabisbajo sumido en la verguenza."
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Mensaje por April Von Uckermann Vie Ago 06, 2010 6:01 pm

Noté la desesperación del muchacho y no pude evitar sentir lástima por esa pobre criatura, ¿cómo podía la gente verlo allí pidiendo limosna como un mendigo y no hacer nada para ayudarlo? Por un momento imaginé a mi pequeño hermano Nicholas, que debía tener la misma edad que ese pobre joven, en esa misma situación y sentí como mi corazón se apretaba como si un puño lo estrujara con placer haciendo que de forma instantánea un nudo se acomodara en mi garganta, ahora más que nunca debía dar gracias a Dios por haber nacido en una familia acomodada porque de haber sido de forma contraria hoy me encontraría en la calle y con tres niños hambrientos sin saber que darles de comer.

Con una sonrisa triste por la situación me incliné un poco para poder mirar la cara de ese pequeño tratando de memorizarla.
- Claro que tengo uno – le dije desviando mi mirada hacia mi pequeña cartera de mano para poder sacar un marco y entregárselo - ¿hace cuanto que no comes?¿has desayunado? – le pregunté rezando por que alguien le hubiese dado algo que desayunar al darme cuenta que debíamos estar cerca del medio día.

Observé a mí alrededor buscando un lugar en dónde podríamos comprar algo para que el chico se alimentara y guardara el marco para más tarde ya que los chicos de su edad por lo general eran más hambrientos que la mayoría. Afortunadamente visualicé un local de comida para llevar, no podríamos comer en el local pero no me molestaría sentarme con él en unos de los banquitos fuera de la catedral para que comiera tranquilamente, ¿qué tan precaria sería la situación de ese joven para que estuviera solo mendigando por las calles? ¿Dónde estarían los padres de esa indefensa criatura?
- Te propongo algo – le dije sonriendo amigable – que tal si guardas este marco para más tarde y ahora vamos a comprar algo para comer en ese local que esta allí – le propuse señalando el local para luego estirar mi mano en su dirección para ayudarlo a levantarse de aquel frío peldaño.
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Mensaje por Maicol Musso Vie Ago 06, 2010 9:16 pm

El joven vagabundo, seguía cabisbajo en aquella fria escala, esperando la respuesta de la joven madame, que apiadandose del muchacho buscó un marco en su monedero para entregarselo. Con los ojos esperanzados el joven vagabundo cogió entre sus manos el marco que aquella hermosa joven le obsequiaba con una melancolica sonrisa. Asintió a su pregunta, cabisbajo y timidamente. La verdad era que no habia comido en días, pero el pobre muchacho, no prentendía seguir dando más lastima de la que ya de seguro le daba a aquel ángel que se apiadó de él.

El joven contemplaba su marco como si fuera la pieza más preciada que hubiera visto en su vida. Pero salió de su gozo al oir a la madame ofrecerle algo de comer. Se quedó perplejo unos segundos y la observó detenidamente. No solo era una mujer compasiva y benigna, sino tambien indefiniblemente hermosa. Se perdió un momento en sus ojos y cautivadora sonrisa. Pero salió del encanto con un nuevo y brusco movimiento de cabeza. Si algo le había enseñado las calles de Paris era que no se podía confiar en la gente, a menos que las conocieras de antaño.

-Disculpe madame. ¿Cual es un nombre? -interpeló desconfiado y serio-. Mi madre siempre me enseñó a no hablar con extraños -declaró ésta vez con una cálida sonrisa, para que aquel ángel no malinterpretara sus palabras y se sintiera ofendida. El vagabundo se apolló del barandal de la escala para ponerse de pie. Una vez equilibrado se limpió las rodillas de sus viejos pantalones y los sacudió con ambas manos.

-Mi nombre es Musso, madame, Maicol Musso -anunció, esbozando una nueva sonrisa, impaciente por ir a merendar lo que fuera.
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Mensaje por April Von Uckermann Sáb Ago 07, 2010 1:50 am

No pude dejar de fruncir el ceño al ver cómo el chico observaba el marco como si su vida dependiera de ello, pobre muchacho, ¿cuánto tiempo llevaría ese joven así? La preocupación que sentía no la podía explicar no porque no quisiera sino porque simplemente ni yo misma la entendía.
Lo contemplé con mirada confiada mientras sentía como mi preocupación disminuía al verlo asentir afirmando que efectivamente había desayunado haciendo que esbozara una sonrisa agradecida por quien fuera que le hubiese brindado esa comida tan importante para mantenerse un poco durante el día.

Mi mano seguía estirada hacia él mientras en mi boca seguía aquella sonrisa, que desde hacía 3 años muy pocas veces aparecía en mi rostro, y no pude dejar de extrañarme al notar que el chico solo se limitó a mirarme haciendo que mis ojos se posaran en los de él tratando de descubrir através de ellos las circunstancias por las que estaba pasando en aquellos momentos, pero el efecto de esa conexión duro muy poco puesto que el joven se limitó a mover bruscamente la cabeza mientras que de su boca salían palabras dejándola totalmente atónita sin saber que responder debido a mi grave falta de educación, ¿cómo era posible que aún no se hubiese presentado? Mi falta de modales no tenía límites.

Sonrojándome por la vergüenza que sentía debido a mi falta de educación, observé como el chico se levantaba de los peldaños de la catedral limpiando sus pantalones mientras me señalaba su nombre con una sonrisa.
- Tu madre hizo muy bien – le dije cortésmente aún avergonzada. – Te pido disculpas por mi falta de educación, mi nombre es Caroline Dunst, un gusto Maicol – le devolví la sonrisa mientras le tendía la mano para completar de forma propia y adecuada la presentación. – Ahora que ya no somos completamente extraños, puesto que ya sabes mi nombre y yo el tuyo, ¿te parece si vamos a comprar algo para comer? – le dije bajando un peldaño para animarlo tratando de hacerle ver que nada malo le pasaría.
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Mensaje por Maicol Musso Sáb Ago 07, 2010 12:32 pm

El rostro lívido de la madame comenzó a teñirse de un leve color rosa al oir la pregunta del vagabundo, pero el chico no pudo notarlo debido a que limpiaba sus árapos para tener una mejor presentación.

El ángel que salvó su día se hacía llamar Caroline Dunst, nombre bastante común en esos días, pero su asentó seguia pareciendole extraño. La joven madame se disculpó con el vagabundo por no haberse presentado de antaño, dedicando una sonrisa que enterneció por completo el corazón del pequeño, quien contempló un momento el brazo estirado de la joven.

El joven huerfano se preguntaba si sería correcto estrechar la mano de la dama, pero si a la madame no le importaba ser tocada por las manos sucias de aquel muchacho entonces él tambien le restaría importancia. Estrechó su mano con la mayor delicadeza posible y asintió, con una despampanante sonrisa, a la invitación de la madame.

El joven vagabundo entusiasmado por la invitación de la señorita, caminaba a su lado, delicandole una sonrisa cada vez que sus miradas se cruzaban. Aquella dama había sido muy amable con el vagabundo, y él se preguntaba como podría pagar aquella sociabilidad.

-¿Es usted extrajera, madame? -consultó para entablar converzación. Una pregunta trivial, pero que lo intrigaba de sobremanera, sobre todo por el extraño asento de la señorita Dunst.

El pequeño vagabundo se adelantó a la señorita, y se afirmó en el mostrador del kiosko, contemplando las delicias que habían en su interior. ¡Cuantas ganas tenía de comer uno de esos deliciosos Croisants! Pero el vendedor del local se acercó a espandarlo burgalemte, estirando un trapo con su mano, como si estubiera espantando una mosca.

-¡Fuera vagabundo! -le increpó haciendo que Maicol retrocediera asustado un par de pasos hasta topar de espaldas contra Caroline, quien lo afirmó con delicada firmeza.
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Mensaje por April Von Uckermann Sáb Ago 07, 2010 5:23 pm

Observé como Maicol se animaba a estrechar mi mano haciendo que una sonrisa iluminara mi rostro al momento de sentir su tacto, no podía negar que fue extraño ver el contraste de mi piel blanca y perfectamente cuidada junto a la piel casi negra de suciedad del muchacho, pero no hice ningún comentario o expresión al respecto porque, si era sincera, esas cosas no me importaban en lo absoluto, muy por el contrario mis manos solían quedar mucho peor cuando me pasaba las tardes pintando junto a mi hermano Nícholas ya que pocas veces usábamos los pinceles que con tanto cariño nos habían regalados nuestros padres.

Caminamos rumbo al kiosco sin hacer ningún ademán de limpiar mi mano y no pude evitar sonreír ante el entusiasmo demasiado evidente del joven Musso mientras me hacía la pregunta que con más frecuencia había tenido que responder en estos últimos 6 meses.
- Así es, young men – le sonreí llamándolo “joven” en mi idioma natal – Soy de Londres, Inglaterra, ¿has oído hablar de él? – le dije esta vez en un casi perfecto francés. Sin embargo el chico se emocionó al ver el kiosco y se adelantó a mi paso apoyándose de inmediato en el mostrador por lo que supuse que estaba deleitando con la mirada lo que pronto saborearía con su boca.

Soltando una pequeña risa contemplé a pocos pasos cómo Maicol saboreaba con la mente aquellas delicias, pero mi expresión cambió de inmediato al ver como el vendedor golpeaba sus manos con un trapo viejo mientras le gritaba haciendo al pobre muchacho retroceder completamente asustado.
Todo fue muy rápido y sólo pude reaccionar cuando el joven Musso estuvo entre mis manos. De forma instantánea rodeé mis brazos en su cuello cruzándolos encima de su pecho tratando de protegerlo mientras miraba con odio a ese vulgar y mal cristiano hombre.
- How dare you! – le dije en inglés sin percatarme debido a la rabia que sentía en ese momento, sin embargo las miradas del vendedor y de Maicol me hicieron darme cuenta de mi error por lo que lo corregí de inmediato - ¡Cómo se atreve a tratar a un joven de esa manera sin ningún motivo para hacerlo! ¡Debería darle vergüenza su forma de actuar, monsieur, por lo visto un “vagabundo”, como usted le llama, tiene más educación y sabe más de modales que un simple vendedor como usted! – le dije muy enojada, luego pediría perdón al señor porque no me había gustado para nada menoscabarlo por su trabajo, pero el comportamiento de él dejaba mucho que desear y no permitiría que tratara así a un pobre muchacho que ningún mal había hecho y menos a él. – Vamos, Maicol, una cuadra más allá debe haber otro kiosco – le sonreí al joven al recordar ese pequeño kiosco que frecuentaba cuando salía muy tarde de la iglesia y el hambre no me dejaba en paz.

Mirando una vez más con rabia a ese malvado vendedor le tomé la mano a Maicol guiándolo hacia el otro el kiosco. Tal y como lo recordaba allí estaba el local con esas exquisitez que pronto compraría.
- Buenas Días, madame Müller – le sonreí a la señora que tan cortésmente me antedía por las tardes – quisiera 4 croissants, por favor. Creo que te quitaré uno – le dije muy bajito a Maicol que estaba a mi lado, ya que sólo con verlos me había entrado el hambre.

Le pagué a la amable señora y le pase la bolsa de papel con los bollitos a Maicol.
- Te parece si nos sentamos en ese banquito de por allá – le sonreí mientras señalaba un pequeño banquito a escasos metros de dónde estábamos.
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Mensaje por Maicol Musso Dom Ago 08, 2010 8:05 pm

La joven inglesa se aferró al vagabundo, rodeandolo con sus brazos, entregandole la seguridad y protección que solo su madre la había entregado. Maicol se dejó mimar por aquel acto que tanto extrañaba de su difunta madre, haciendole recordar momentos que aún apreciaba en su melancolico corazón. Pero la paz que sintió en ese leve lapso de tiempo se vio estropiada por los gritos de madame Dunst. ¿"jau ter yu"? Era lo más extraño que el jeune había escuchado en su vida. Alzó su rostro algo confuso preguntandose que querría haber dicho la dama, pero ésta comenzó a increpar al vendedor por su arrebatado e injustificado incordio.

El petit vagabond esbozó una nueva sonrisa al ver como la señorita Inglesa lo defendía de aquél agresor, con finura y presteza, sin caer en insultos o bajesas. Sin esperar respuesta del vendedor, quien se quedó átonito por el acto, Caroline se llevó al vagabond a un kiosko que estaba rodeando la Catedral. El petit la siguió, no sin antes sacarle la lengua a aquel vendedor que seguía pasmado, quizás de ver cómo alguien de la alta sociedad prestaba socorro a un vagabundo cualquiera como él. Sentía su mano, rodeada por la de Caroline, y no pudo evitar sonreir, al sentir el calor que ésta amable madame le entregaba. Pocas personas se habían preocupado por él de esa manera. Al llegar al local la señorita Caroline pidió muy cortesmente 4 croissants mientras le advertía al muchacho que le quitaría uno. Seguramente ella tambien debía estar ambrienta a esas horas.

Las campanas de las doce comenzaron a sonar, mientras el petit cogía entre sus manos la bolsa con croissants.
-Muchas gracias, señorita Dunst -agradeció cortesmente el pequeño, haciendo una leve reverencía. Para luego, juntos dirigirse a un banquillo que estaba a unos metros del Kiosko. El joven se acomodó y abrió la bolsa, metiendo su cabeza entera en ésta, para observar de cerca los croissants, e inspirar su exquisito aroma. Pensó en hurgar la bolsa, pero decidió estirarla hasta la dama, para que cogiera uno antes. No quería ensuciarlos con sus manos.

-¿Jau ter yu? –preguntó el joven cogiendo uno de los panecillos para darle un mordisco- ¿Qué significa eso, madame? -preguntó ésta vez con la boca llena, olvidando completamente sus modales. Sus ojos se pusieron blancos y sus mejillas completamente rojas. Trató de tragar y forsar su garganta para digerir rapido -lo siento, madame -se disculpó cabisbajo por la pena que sentía en ese momento.
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Mensaje por April Von Uckermann Dom Ago 08, 2010 8:45 pm

El joven muchacho me agradeció muy cortésmente en el momento en que le entregué la bolsa mientras yo me quedaba con las servilletas y no pude dejar de sonreír tiernamente, me resultaba muy curioso que un mendigo como él tuviera tan buenos modales, de seguro su madre debía sentirse orgullosa por los valores que le había inculcado de pequeño aún cuando no tenía el dinero suficiente para ofrecerle una buena educación, aunque no entendía por qué una madre así no estaba con él en esos momentos en los que su hijo más la necesitaba.

Aún con la sonrisa en mi rostro nos dirigimos al banquito que antes le había señalado a Maicol y sin poder contenerlo solté una leve risita, para nada ofensiva, al verlo meter su cabeza en la bolsa de papel, por un momento pensé que se tragaría los 4 croissants de un bocado, pero se me había olvidado que estaba hablando con un joven mendigo hambriento cuyos modales pertenecían al más educado de los hombres de la realeza y sorprendida observé como me pasaba la bolsa para que yo sacara mi bollo antes de que él comenzara a comer. La ternura que me invadió en ese momento no sabría describirla, pero era muy parecida a la que sentí cuando Nícholas me había mostrado su primer dibujo antes que a cualquier otro miembro de la familia, el hecho de saber que se preocupaba por mi opinión antes que por la del resto hizo que mi pecho se inflara de amor, y en ese momento al ver al pequeño preocuparse por mi alimentación, la cual era buena, antes que por la de él que era mil veces peor, hizo que mi pecho se inflara de nuevo.
- Muchas Gracias, jovencito – le sonreí conmovida sin demostrarlo demasiado y con una de las servilletas que me había dado madame Müller tomé uno de los croissants mientras se me hacía agua la boca. – Aquí tienes para que te limpies y no te quemes – le dije tiernamente pasándole las servilletas para que no se quemara con los bollitos que estaban calientitos.

No paso mucho antes de que el joven comenzara a comer uno de los bollos mientras me preguntaba algo que le entendí a penas debido a que me había hablado con la boca llena. Por un momento lo miré con una ceja arqueada por esa falta de educación ya que hasta el momento había sido intachable, pero al escucharlo disculparse no pude hacer más que reír abiertamente quitándole importancia al asunto.
- No te preocupes por eso – le dije levantando su rostro con mi dedo índice para que me mirara a los ojos y notara que realmente era irrelevante. – Tú sólo disfruta de este rico croissants a tu gusto. – le sonreí como cuando una madre deja a su hijo hacer una pequeña travesura y concentrándome en mi bollo le respondí a su pregunta – How dare you, significa “cómo se atreve” en inglés, ya sabes mi lengua natal – le sonreí mirándolo de reojo – estaba tan enojada con ese señor que no me detuve a pensar en que idioma le estaba respondiendo – dije con los ojos abiertos y una mano en el pecho fingiendo preocupación por mi error para con el vendedor.

Saboreé mi bollo mientras el joven Musso se acababa el primero de los suyos y, sin poder aguantar más esa falta de preocupación de la madre, le pregunté a Maicol antes de juzgarla erróneamente – Dime Maicol, ¿tu madre sabe que estás pidiendo marcos fuera de la catedral? ¿Dónde se encuentra ella? – le mire lo más tierna posible para que el chico no se me asustara o me llamara la atención por meterme en un asunto que no me incumbía, pero realmente estaba muy preocupada.
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Mensaje por Maicol Musso Lun Ago 09, 2010 3:51 am

La madame inglesa soltó una carcajada que hizo estremecer en su asiento a Maicol. Quien se sintió más tranquilo al oirle decir que no se preocupara. La verguenza se fue, pero el nerviosismo volvió al sentir los delicados dedos de Caroline bajo su mentón, los cuales atrayeron su mirada hasta la encantadora sonrisa de la dama que lo estaba alimentando ese día. El joven se dejó encantar y sonrió, cálidamente, el gesto de la señorita. Le recordaba mucho a su difunta madre, cuando lo animaba cuando estaba desmotivado o lo consentía cuando hacía una que otra travesura a las mosas despistadas que se atrevian a "pasear" por los alrededores de Paris.

El petit escuchaba atentamente a la hermosa extranjera mientras aprendía a decir "cómo se atreve" en ingles. "jau der yu", repetía una y otra vez en su mente para memorizar aquella extraña frase. El vagabundo cerró sus ojos para sonreir nuevamente, al ver el gesto de la madame, recordando lo sucedido con el vendedor, aunque a él lo único que le preocupaba era cual de los dos cruasán que quedaban comería primero, ambos estabana calentitos y desprendían ese aroma de recién horneados. Metió su mano en la bolsa, sacando la lengua, como si ese gesto le ayudara a escoger mejor. Una vez tuvo el cruasán entre sus manos, lo miró con malicia. "Serás mio" pensaba mientras lo sostenía con fuerza como si el croissant fuera capaz de escaparse en cualquier momento. Pues eso fue prescisamente lo que ocurrió al escuchar la pregunta de la señorita Dunst. Nerviosamente dejó caer el croissants al suelo y junto con la bolsa.

-Lo siento -se apresuró a recoger la bolsa en una mano y el croissant sucio en la otra. Nuevamente se sentó al lado de su nueva amiga y, mirando el suelo, dejó escapar un lágrima al recordar a su difunta madre-. Ma mère no se encuentra conmigo, señorita -confensó, dejando escapar un leve sollozo-. Ella ya no está con nosotros... -una nueva lágrima se deslizó por su mejilla. Su madre había muerto hace muy poco y aún no estaba lo suficientemente superado como para afrontar el tema frente a terceros. No pudo seguir con el relato ya el pequeño vagabundo comenzó a purgar sus penas con lagrimas que corrian como rios por sus mejillas, desembocando en sus labios.

Off: cortito amor, sorry, pero tengo tutito y la inspiración se me fue con Caro y Sev u.u Te quiero, despiertame apenas leas esto, ¿ya? ^^ Te quiero :*
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Mensaje por April Von Uckermann Lun Ago 09, 2010 11:41 am

Observé cómo el joven Musso, con la lengua afuera, sacaba su siguiente croissant de la bolsa mirándolo con deseo malicioso y no pude evitar sonreír ante tal acto, era increíble que todas las sonrisas que me había sacado ese muchacho en quince minutos eran el doble de las que habían percibido mis amigos y familia en estos últimos 3 años, sin embargo esa sonrisa tierna se esfumó de mi rostro al ver la reacción que tuvo pequeño ante mi inocente pregunta sobre su madre.
Por un momento pensé que Maicol había visto al mismísimo demonio al dejar caer su rico bollo junto con la bolsa al suelo por lo que observé lentamente para todas partes tratando de encontrar algo que lo hubiese asustado, algún hombre que lo anduviera persiguiendo, ¿quién sabe? En una de esas el joven mendigo, al igual que mis padres, había presenciado a esas endemoniadas criaturas de la noche que, según mi padre, existían sobre todo en Francia. Una punzada de dolor sentí en mi pecho al pensar que ese pequeño podía ser devorado en cualquier momento por un ser malvado sin que nadie acudiera a su socorro.

En silenció lo observé recoger el bollo, asquerosamente sucio, con una mano mientras que con la otra recogía la bolsa y de forma instintiva tomé el croissants sucio con una servilleta, quitándoselo antes de que se le ocurriera echárselo a la boca, sin embargo el pequeño no estaba ni lo más remotamente preocupado por su exquisito bollo sino que por algo más profundo.
Escuché sus palabras y un nudo se posó en mi garganta de forma permanente, el joven no se había asustado porque algún alma endemoniada lo anduviera siguiendo, sino que me había mirado sorprendido dejando caer su comida por la pregunta que yo le había hecho.

Sintiéndome más culpable de lo que me había sentido toda mi vida al abrirle esa herida haciéndole llorar, dejé el bollo sucio en la orilla del banquito mientras que yo me acercaba al joven vagabundo para poder abrazarlo sin importar que mis ropas se ensuciaran, pobre muchacho que había tenido que pasar por eso tan joven, cada vez sentía como es chico se parecía más a mi Nícholas.
- Lo lamento tanto, tanto – dije acercándolo a mi pecho para que llorara a gusto mientras yo besaba su sucio cabello – Cry, Sweet Heart, llora… desahógate – le susurré y, sin darme cuenta, mis lágrimas comenzaron a rodar por mi mejillas cayendo en la cabeza de Maicol.
Después de cuatro años de la muerte de mi madre sentía como el dolor seguía ahí, sin haber disminuido ni siquiera un poquito. Abracé fuertemente al joven y desahogué con él todo lo que había aguantado frente a mis hermanos para que no cayeran en esa soledad en la que vivía hace tanto tiempo, era verdad que en casa no sonreía a menudo, pero jamás me habían visto una lágrima ni habían escuchado una palabra de queja o sufrimiento, de nada valía sentir lástima por la perdida de nuestros padres ya que nada los volvería a la vida…
- Debes ser fuerte – le dije a Maicol aún abrazándolo para que no notara mis lágrimas ¡cómo me gustaría llevarme a esa indefensa criatura conmigo!– Estoy segura que tu madre nos observa desde el cielo, orgullosa por el hijo que crió con tanto esfuerzo, orgullosa de que, a pesar de las circunstancias, tu no olvidas los valores que ella te inculcó… – me callé un momento al sentir como mi voz se quebraba, no podía seguir hablando… ese pequeño me había llegado más profundo de lo que ningún otro niño, a parte de mis hermanos, habían logrado llegar.
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Mensaje por Maicol Musso Mar Ago 10, 2010 2:18 pm

Sumido en la tristeza, trataba de contener sus lagrimas entre quejidos. Sin embargo al sentir los brazos de Caroline rodearlo con fuerza y oir sus palabras... Lloró, como nunca antes había llorado la muerte de su madre. Nunca antes había llorado como esa tarde en el banquillo junto a la señorita inglesa, siguiendo las ultimas palabras de su madre, prefería sonreirle a la vida y pensar en los buenos momentos que había pasado junto a ella, pero la nostalgía y el hecho de extrañar sus mimos y cariños ésta vez los superaron... Nadie de los cientos de mendigos, vagabundos, y ladrones que conocía le habían visto llorar. Caroline era la primera.

Los quejidos se detuvieron un instante al sentir un par de gotas sobre su sucia cabellera. ¿Estaría tambien llorando Caroline?. Trató de alzar la vista para verle, pero le era imposible debido a lo limitado que estaba por el abrazo que ésta le entregaba. Sus brazos le rodeban cada vez con más fuerzas y las palabras de animo de la señorita lo conmovieron por completo. Se aferró con fuerza a Caroline, rodeandola con sus pequeños brazos, afirmando su rostro en el hombro de ésta, soltando sus ultimas lagrimas... Se apartó suavemente de la señorita inglesa y pensó en limpiar sus narices con las mangas de su poleron, pero recordó las servilletas que la señortia Caroline le había ofrecido hace unos momentos, cogiendola entre sus manos para sonar sus narices con fuerza. Lanzó la servilleta sucia a un basurero que estaba junto a la banca y le ofreció las que sobraban a la señorita Dunst, estirando su mano, entregandole con ellas un cálida sonrisa.

-¿Por qué llora, señorita Dunst? -preguntó con una mirada tierna y confundida-. No era mi intensión hacerla sentir mal... -aclaró algo triste-. Mi madre siempre decía que si un hombre hace llorar a una dama, entonces él es un muy mal hombre -recordó balanceando sus piernas bajo el banco, las cuales reducian su impulso cada vez más, devido al leve roce que alcanzaban a hacer la punta de sus desgastados zapatos con el suelo, mirando el cielo despejado, buscando en una de las pocas nubes a su madre, que de seguro le observaba como Caroline había dicho. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro al recordar que su madre aún lo cuidaba desde el cielo.
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Mensaje por April Von Uckermann Sáb Ago 14, 2010 5:16 pm

Sentí como los brazos del pequeño Maicol se aferraban a mi cuerpo mientras soltaba sus últimas lágrimas para luego observar como se despegaba de mi abrazo a pesar de que mis brazos lo mantenía apretado con fuerza, sabía que era algo inmaduro de mi parte no querer soltarlo, pero el hecho de que me viera así no me gustaba en lo absoluto, no sabía cómo aquel niño había hecho que la coraza de hielo, que se había creado alrededor de mi corazón, se derritiera con tanta facilidad, algo que ni el llanto, súplica, queja o pesadilla de mis hermanos había podido lograr en todos estos años.
Dejé que se limpiara la nariz con las servilletas que nos habían sobrado y me sorprendió cuando gentilmente me dejo unas cuantas para que yo hiciera lo mismo sacándome una sonrisa entre las lágrimas. Cuidadosamente y sin emitir ningún sonido sequé mis lágrimas y me limpié la nariz mientras escuchaba las palabras de aquel adorable joven que cada minuto que pasaba se robaba un pedacito de mi corazón.

Sus palabras hicieron que la carcajada que salió de mi boca fuera algo incontenible, no podía creer que en aquella situación me pusiera a reír de esa forma, definitivamente era una falta de respeto enorme de mi parte, pero no me podía contener, es que no era por las palabras en sí, las cuales eran muy ciertas, sino que era por cómo lo había dicho aquella inocente criatura mientras balanceaba sus pies que no alcanzaban a tocar el suelo por completo.
- Perdóname por reírme así – le sonreí una vez me calmé – tu madre tenía mucha razón, pero no te sientas culpable por hacerme llorar, porque no fuiste tú el que me produjo el dolor, asique no pienses que eres un mal hombre, sino todo lo contrario eres un adorable jovencito que me ha hecho reír como hace tiempo no hacía – le dije tomando su carita para que me mirara y notara en mis ojos la sinceridad con la que le hablaba – Si estaba triste era porque al igual que tú tuve una gran perdida hace algunos años, la cual aún me duele, pero no es algo de lo que debas preocuparte – sonreí tiernamente al muchacho rezando para que no me preguntara, con esa curiosidad que caracterizaba a los niños, cuál había sido mi perdida. – Sabes se me ocurrió una idea genial, hace unos momento venía a la catedral a hablar con el sacerdote, pero creo que eso puede esperar ya que me dieron ganas de ir a comprar cosas nuevas, ¿te gustaría ser mi acompañante de compras y así vemos si encontramos algo lindo para ti? – le sonreí con dulzura, su ropa estaba muy deteriorada por lo que el frío que debía pasar por las noches me lo imagibana insoportable, no soportaría más de una semana en esas condiciones – Así cada vez que tu mamita te mire desde lo alto del cielo, verá lo apuesto que se ve su adorado hijo con ropa nueva. – Le dije con el fin de animarlo de alguna manera mientras le entregaba la bolsa que había dejado de forma despreocupada en el banquito para que se acabara el último croissants.
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Mensaje por Maicol Musso Mar Ago 17, 2010 1:52 am

Maicol admiraba con tranquilidad las pequeñas nubes que comenzaban a desvanecerse por completo, dándole paso a los rayos del sol, los cuales a esas horas eran tan intensos que desformaban la vista del joven en el horizonte, haciéndole forzar la mirada para poder apreciar bien los puntos negros, dilatados, que parecían ser personas derritiéndose al otro lado de la plaza. El joven vagabundo concentraba cada vez más la mirada en aquél horizonte distorsionado, entrecerrando los ojos, con el afán de mejorar su vista, pero le era completamente imposible, el calor del sol no le permitía ver con claridad.

Una estruendosa carcajada hizo salir al muchacho de su estado de observación, sobresaltándose a tal punto de distanciarse un par de metros de la persona a su lado. Le miró sorprendido y atónito. ¿Es que había dicho algo para hacerla reír de esa manera? Fuera cual fuera el motivo por la risa de su acompañante le hizo reír instantáneamente a él también. Si la señorita Caroline reía, quería decir que él no era un mal hombre, lo que lo dejaba mucho más tranquilo y animoso. Y así lo afirmó ella al confirmarle que estaba libre de culpa. Las manos de Caroline arrastraron su rostro hasta el de ella, dándole a entender la verdad de sus palabras.

Al parecer las lagrimas de ese ángel, que había salido de la catedral solo para salvarlo del hambre, fueron provocadas por recuerdos que al igual que él le atormentaban de antaño. ¿Una perdida quizás? La curiosidad del niño comenzó a rebosar su espíritu aventurero. Al parecer la gente de la clase alta también sufría, al igual que la clase baja. Sin embargo su curiosidad se vio frustrada al ver como su ángel quería invitarle a comprar nuevas ropas. El joven se puso de pie de un brinco y se contempló un momento inclinando su cabeza y luego ladeándola, tratando de verse la espalda.

-¿Tiene algo de malo mi ropa? -preguntó mientras seguía sus sucios harapos con la mirada, recordando cómo su madre con tanto cariño los había bordado para él- ¡No quiero cambiarlos, me los ha dado mi mamita! -refunfuñó serio, mientras cogía el ultimo croasán de las manos de la insolente señorita. ¿Cómo se atrevía a menospreciar la ropa que con tanto cariño su madre le había obsequiado? Sin embargo su mal humor se apaciguó rápidamente al ver el rostro de aquella dama. Ella era la misma con la que había abierto esa gran herida que trataba de cerrar, ella fue la única que se compadeció de él en aquella escalera fuera de la catedral, ella era la única que lo había defendido de los abusivos vendedores que rodeaban aquél lugar, y ella era la única mujer que, a parte de su madre, le había abrazado y demostrado cariño sincero...

-Lo-lo siento -murmuró cabizbajo y triste-. Usted a sido muy amable. madame -afirmó-. Pero me gusta mi ropa, y ya usted ha hecho mucho por mi en éste día- añadió. Se quedó meditando un momento más en todo lo que aquella desconocida había hecho por él y no pudo evitar entregarle una cálida sonrisa -¡Muchas gracias! -exclamó sinceramente sin desdibujar aquella amplia sonrisa-. Ahora me toca a mi agradecerle -dijo sobresaltándose elevando sus brazos al aire. Al ver que casi sale volando el croissant prefirió echárselo a boca y devorarlo de un bocado. Masticó con rapidez y tragó con fuerza-. La próxima semana abrirán un parque de diversiones por aquí cerca -informó alegre-. La invitaré a ese nuevo lugar para demostrarle mi aprecio. ¡De seguro será muy divertido! -exclamó eufórico-. Nos reuniremos aquí mismo en dentro de una semana, ¿le parece? -sonrió. El joven vagabundo había escuchado, de las multitudes que se formaban en la feria, que pronto inaugurarían un parque de diversiones en París. Pero lo que el pequeño no sabía era que debía conseguir dinero para entrar en ese lugar. De pronto las campanas de la iglesia comenzaron a sonar al mismo tiempo que los aspersores comenzaban a mojar el césped que rodeaba la catedral. Escuchó atentamente las campanas. "tin tan...". Sonó una sola vez, lo que le indicaba que eran las una de la tarde. Desvió su mirada a la catedral recordando que el Obispo le había ofrecido un plato de comida a las una y media.

-¿Me acompaña hasta la Catedral? -pidió el joven a la su querida nueva amiga-. El obispo me a invitado a comer- informó encaminándose a la iglesia. Al comenzar a cruzar la plaza junto a su acompañante y dirigir su mirada a la catedral, vio como las gotas de agua que salían disparadas de los aspersores se mezclaban con el aire, que anteriormente veía distorsionado, para aclarar la vista. Por fin podía ver con claridad la gente del otro lado de la plaza y no solo eso... también lograba ver como una serie de pequeños arcoiris se formaban en el horizonte. Se detuvo un instante maravillado por los colores y diversos matices que podía contemplar, y sonrió mientras sus ojos comenzaban a brillar como nunca antes. Aquellas gotas caían sobre el pasto refrescandolo del calor insoportable que aquel sol emanaba de sus poros, tal como su madre en aquellas frías noches parisinas lo protegía del frío. La mirada de Maicol nuevamente se entristeció al recordar a su difunta madre.

-¿Cuando cesará el dolor? -preguntó con los ojos dilatados a la mujer que tan amablemente le había acompañado por más de una hora-. ¿Usted también a sufrido una perdida cierto? ¿Quién la ha abandonado? ¿Cómo puedo dejar de sentir éste dolor? -se preguntaba el pobre niño, cabizbajo y melancólico. Los aspersores comenzaron a detenerse al igual que su corazón. Pensaba que si su madre dejaba de cobijarlo por las noches se secaría al igual que el hermoso césped que rodeaba la Catedral-. ¿Quién acobijará mis sueños si mi madre no está a mi lado? ¿A tenido usted algún sueño que haya podido cumplir, señorita Caroline? -preguntaba observando como las gotas sobre el césped comenzaban a evaporarse...

Off: Bueno, tu me habías dicho que querías dejar a Maicol para ir a hablar con el sacerdote. Para mi eso sonó a: "No quiero seguir roleando con Maicol, quizás en otra ocasión". Asi es que te lo dejo listo para que te libres de él si quieres ^^ solo tienes que dejarlo en la catedral.
besos amor te quiero :*
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Mensaje por April Von Uckermann Miér Ago 18, 2010 3:34 am

El muchacho escuchó atentamente mi propuesta y apenas terminé de hablar pude ver la expresión de horror mezclada con rabia que se reflejaba en su rostro, por un momento pensé que me insultaría tratándome de una mujer creída por mi dinero a la que lo único que le importaba era el dinero y que quería cambiar todo lo que encontraba a su paso porque pensaba que la plata podía comprar todo incluso a la gente, sin embargo no fueron palabras prejuiciosas hacia mi persona lo que salió de su boca, sino que fueron palabras de orgullo hacia las ropas que tan amorosamente y con tanto esfuerzo le había dado su mamita, por un momento quise matarme por la torpeza que había tenido al ofrecerle ropa sin pensar que eso lo ofendería, pero verdaderamente temía que el pequeño pudiera agarrar alguna enfermedad al estar tan débilmente protegido por aquellos harapos .
-Lo lamento, no era mi intención ofenderte Maicol, sólo pensé que tal vez podrías tener más ropa y así cambiártela de vez en cuando usando un día la ropa que te regalo tu mamita y otro día las prendas que quería regalarte, pero si no quieres lo entiendo, de verdad, de todo corazón, mi intención no era ofender ni a ti ni al esfuerzo de tu madre al regalarte tan linda ropa – le dije con una sonrisa esperando que el chico no se enojara más con aquellas palabras y aceptara mis sinceras disculpas de buena forma.

Observé cómo se comió el croissant que quedaba de un solo bocado para luego bajar la cabeza en señal de arrepentimiento por sus anteriores palabras ¡pero qué criatura más adorable! ¿Podría alguna vez conocer a una dulzura de niño como aquel? Realmente para eso la tenía bastante difícil, ni siquiera Nicholas era tan adorable como Maicol, aunque se parecían mucho, Nicholas era un poco menos expresivo y no tenía los mofletes regordetes como ese pequeño muchacho haciendo que me dieran ganas de apretárselos fuertemente, esa era una extraña manía que tenía y no podía evitar.
-No te preocupes Maicol, lo hago con mucho gusto y si pudiera ayudarte más lo haría encantada – le sonreí al pequeño completamente cautivada y no pude evitar soltar una risa al escucharlo gritar un “Muchas Gracias” de la nada demostrándome lo espontáneo que era. – De nada, Maicol, De nada – le dije entre risas contagiada por la alegría que estaba mostrando el muchacho mientras me invitaba al parque que prontamente abrirían en Paris lo que ciertamente me pareció fantástico – me parece una excelente idea, en una semana te veo aquí mismo, en este banco, dime ¿puedo invitar a dos de mis hermanos? O por último a la pequeña Isabel que está muy encerrada en casa, si no quieres no importa puedo traerla otro día – le dije quitándole importancia, pero sería genial poder ir con Isabel a aquel hermoso parque, así podría comenzar a hacerle un paseo rutinario por las tardes supliendo un poco el que solía hacer con mi madre en Londres.

Aún pensando en las caminatas que solíamos dar en familia escuché cómo Maicol me pedía que lo acompañara a la catedral volviéndome a la realidad.
-Claro, claro yo igual me dirigía a hablar con el sacerdote – le sonreí y juntos emprendimos el rumbo hacia la catedral, sin embargo en aquel momento Maicol quedó cautivado por las pequeñas gotas que salían de las regaderas que rodeaban la plaza manteniendo húmedo el césped amortiguando un poco el calor que hacía por esos días y sin entender mucho que era lo que tanto le cautivaba me puse a su altura y tratando de ver por sus ojos me percaté de cómo las pequeñas gotas se mimetizaban con los hermosos colores que poseían el pasto y las flores del lugar haciendo que cada chorro de agua que salía por los aspersores pareciera un hermoso arcoiris.

Pude disfrutar de aquel maravilloso paisaje hasta que la voz de Maicol volvió a sacarme del trance, mi mirada se posó en el rostro del pequeño al escuchar sus melancólicas preguntas, pobre muchacho que había tenido que perder a su ser más querido teniendo que enfrentar la soledad en la que se encontraba solo, sin tener a nadie a quien acudir, sin tener a nadie en quien confiar, sin tener a nadie que le entregue el amor que un joven de su edad necesita, tratando de contener las lágrimas pues no quería seguir llorando frente aquel inocente niño, me acerqué a él y lo abrace .

-Tendrás que ser fuerte y aprender a vivir con el dolor, joven Musso, me encantaría decirte que llega el momento en el que el dolor cesa, te abandona y todo vuelve a hacer como antes, pero sería engañarte y darte falsas esperanzas al esperar que llegue el día en que eso ocurra, lo que si te puedo decir que es si se es fuerte se puede vivir con él, recordado los buenos momentos que pasaste con aquella persona a quien añoras con todo tu ser, dejándolo ir sin remordimientos para que de esa forma pueda descansar en paz y tú puedas seguir con tu vida – le dije abrazándolo fuerte – Yo también perdí a mi madre, Maicol y no sólo a mi madre sino que también a mi padre, mis hermanos y yo hemos venido a esta hermosa ciudad con la esperanza de que este cambio de aire y de cultura pueda hacernos más fuertes para soportar lo que es vivir en el recuerdo, llevamos cuatro años viviendo de esta forma Maicol, y el dolor aún no cesa, sigue ahí latente, como una espina que mientras sepas llevarla no te molesta, pero con el más suave roce comienza a molestar haciendo que la herida cada vez sea más y más profunda pero a la vez más llevadera, porque te comienzas a acostumbrar y comienzas a ingeniártelas para que esa espina no sea rozada por nada ni por nadie – le dedique una sonrisa que él no pudo contemplar puesto que mi cabeza estaba apoyada en la de él mientras lo abrazaba depositando suaves besos en su cabellera – Puede que tu madre no esté físicamente para cobijar tus sueños, mi niño, pero en tu corazón sabes que el amor que sienten el uno por el otro y más el que siente ella por ti es tan poderoso que ni siquiera las barreras de la muerte podrán hacer que ella no esté en espíritu junto a ti, porque una madre siempre, SIEMPRE está donde un hijo la necesite – le dije despegándome de su abrazo – vamos, vamos a la catedral, la mejor forma de hacer que este dolor sea algo del pasado haciendo que puedas superarlo es hablándolo con Jehová Dios, nadie más que él puede entenderte y aconsejarte, nadie más que él sabe lo que estás pasando y cómo sanar tu corazón roto por esta enorme perdida, él puede darte las fuerzas a diario para seguir y dar un siguiente paso, pero él no lo hará si tu no le presentas tu inquietud, tu dolor, Dios nos da todas las posibilidades para ayudarnos y salir adelante, Maicol, somos nosotros los que debemos acercarnos a él y tomarlas. – le sonreí tomando su mano guiándolo hacia la iglesia para que desahogara todas sus penas en un rezo hacia nuestro poderoso Dios.
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Mensaje por Maicol Musso Miér Ago 18, 2010 1:34 pm

"Aquel húmedo césped que Maicol contemplaba se fue oscureciendo de a poco y la sombra de Caroline aproximándose a él era la causante. Los brazos de la inglesa lo rodearon nuevamente y el pequeño, sin dudarlo, retribuyó a su abrazo con uno de igual calidez y firmeza, apoyando su cabeza sobre el pecho de su nueva amiga.

Cómo él lo pensaba el dolor jamás cesaría, y las palabras de Caroline se lo confirmaban, sin embargo aquella joven le incentivaba a seguir con su vida, recordando los buenos momentos vividos junto a su madre y dejando de lado las penas que pudieron haber pasado. Lo que menos quería Maicol era retener el espíritu de su madre impidiéndole el descanso eterno. Maicol estaba consciente de todo lo que tuvo que sufrir su madre en vida y él solo quería que descansara en paz... Los brazos de Caroline lo rodearon con más fuerza y pudo sentir un peculiar aroma en el cuello de ésta, aroma que jamás olvidaría...

Al fin la joven extranjera le confesó el motivo de aquellas lágrimas que hace unos momentos se habían asomado en el rostro de la hermosa Caroline. Sus padre habían dejado este mundo dejándola a ella a cargo de su tres hermanos menores. El asombro de Maicol se reflejó en su rostro, nunca hubiera imaginado que una mujer de su clase hubiera tenido que pasar por 3 largos años una tragedia como esa. Sin embargo, a la vez también sabía que era afortunada... Caroline, a diferencia del pequeño vagabundo, tenía el apoyo de sus hermanos y por quién luchar, él no tenía nada más que sus sucios harapos y a su señor que lo guiaba por el sendero justo cada nuevo día.

El pequeño sentía los labios de Caroline besar su cabellera mientras pensaba en la espina que a él le atormentaba, aquella espina con la que tendría que vivir hasta el momento en que se reencontrara con su madre. Sintió como Caroline se apartaba de sus brazos y lo incentivaba a ir a la Catedral, recordándole que su Dios siempre podía ayudar a aliviar su dolor. Con una sonrisa Maicol recordó un versículo de la biblia que hablaba de la resurrección de las personas que habían perdido, lo que le daba esperanza de algún día volver a reencontrarse con su madre y sentir una vez más su cálidos abrazos y caricias. Sintió cómo Caroline tomaba su pequeña mano y la entrelazaba con suya, sumado a esa encantadora sonrisa que le inspiraba calma y alegría al pequeño. Juntos se encaminaron nuevamente hasta la Catedral con un Maicol ahora mucho más tranquilo y alegre; el que solía ser.

-Yo si tengo un sueño... -anunció el pequeño al recordar que Caroline no respondió a su ultima pregunta-. En realidad tengo muchos, muchos sueños. Quiero una casa graaaande -dijo alzando su mano libre hasta el cielo-. Quiero un perro y un caballo, y, y, y... ¡Y plantar un árbol! -exclamó ésta vez dando brinquitos alocadamente-. Y también aprender a tocar el piano... -informó más calmado, recordando como en los largos paseos con su madre, ésta se detenía a escuchar fuera del teatro los conciertos de piano que de vez en cuando se escuchaban en ese lugar-. Siempre había querido tocar el piano para mi mamita, y ahora que ella no está me gustaría aprender, para así, el día en que nos reencontremos, tocarle algo bien bonito- sonrió imaginando ese momento.
Ya había llegado a la escalera de la catedral y el pequeño se detuvo en seco, apartó su mano de Caroline y le dedicó una cálida sonrisa.

-Muchas gracias por acompañarme -agradeció poniéndose en puntillas para besar la suave mejilla de su nueva amiga-. Nos vemos la próxima semana -recordó subiendo los escalones que llevaban hasta la catedral, dando saltitos de escalón en escalón-. ¡Ah! Obviamente puede traer a quien usted quiera; hermanos, familiares, amigos o novio -dijo sonriendo picaramente. Alzó su mano en señal de despedida ondeandola de un lado a otro y miró por ultima vez, antes de entrar a la catedral, la plaza que nuevamente era victima del sofocante calor que hacía esa tarde..."


Las tripas de Maicol comenzaron a rugir al recordar el esquisto almuerzo que el obispo de la Catedral había hecho para él esa tarde. Ya había pasado casi una semana de aquel incidente y el vagabundo encubierto casi había olvidado aquella cita de ir al nuevo parque con su amiga. Se puso de pie y buscó en su armario el traje que usaría el siguiente día para encontrarse con Caroline. Sonrió ampliamente, entusiasmado por aquella salida. Ahora solo faltaba convencer a la señorita Laforet para que le permitiera salir de la Mansión a encontrarse con su amiga.
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