AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La soledad del Felino (Libre)
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La soledad del Felino (Libre)
El lugar parecía despejado de gente pero no de vida, cada planta estaba animada, cada roca respiraba, cada animal de ciudad allí estaba viviendo como si fuera su propia naturaleza. No era la primera vez que visitaba el Jardín Botánico, pero esta vez parecía ser visto de otra forma. La noche la había encontrado sola en el apartamento alquilado, vació y frió, y en búsqueda de algo de calor, compañía que ya no tenia desde hace ya algún tiempo. Pero no la extrañaba demasiado, siempre se encontraba alguien con quien charlar, alguien con quien compartir una taza de té o con quien fundirse una noche.
Esta noche era una mas, no tenia nada de especial, salvo que estaba libre. Su turno como camarera en la cafetería ya había terminado, estaba un poco fatigada y con dolores en las piernas por tanta caminata, ir y venir con bandejas y por estar constantemente de pie. Por el resto estaba bien, no podía quejarse, tenia qué comer, un lugar donde dormir y el dinero necesario con el cual mantener esos pequeños lujos que se daba. Se conformaba y se repetía una y mil veces que todo estaba bien.
Taconeando sobre los adoquines, los golpes disparejos contra las piedras y las luces de los faroles iluminando el sendero hasta la amplia arcada rodeada de pequeñas flores blancas, diminutas y bellas.
El aire estaba fresco, un leve rocío había caído por la tarde, revistiendo las plantas de un color único. Un gato le dio la bienvenida apenas ingresada en el jardín y pudo contemplar la luna surcada por las delicadas ramas del cerezo de la entrada, que bello se veía aun en la oscuridad de la noche se dijo a si misma complacida.
Liberó un suspiro a medida que sentía entrar en ella los bellos aromas del lugar, las fragancias de las flores que despuntaban su belleza por la noche, su néctar contenido y a lo lejos, una pequeña fuente se oía al sentir el agua golpear contra las piedras, como bañándolas. Era todo tan bello. Su amigo felino se recostó en su falda apenas se sentó en un banco de madera barnizado, la luna los bañaba con su luz mientras ella lo acariciaba por el lomo hasta que alguien ocupó el extremo de la banca. Como estaba en un buen momento se limito preguntar, con el simple sentido de sacar una amena charla
- ¿Le gustan los gatos? Ellos son los seres mas tiernos y bellos que pueden existir en este mundo, ¿no cree? -
Esta noche era una mas, no tenia nada de especial, salvo que estaba libre. Su turno como camarera en la cafetería ya había terminado, estaba un poco fatigada y con dolores en las piernas por tanta caminata, ir y venir con bandejas y por estar constantemente de pie. Por el resto estaba bien, no podía quejarse, tenia qué comer, un lugar donde dormir y el dinero necesario con el cual mantener esos pequeños lujos que se daba. Se conformaba y se repetía una y mil veces que todo estaba bien.
Taconeando sobre los adoquines, los golpes disparejos contra las piedras y las luces de los faroles iluminando el sendero hasta la amplia arcada rodeada de pequeñas flores blancas, diminutas y bellas.
Que mas puedo pedir?
El aire estaba fresco, un leve rocío había caído por la tarde, revistiendo las plantas de un color único. Un gato le dio la bienvenida apenas ingresada en el jardín y pudo contemplar la luna surcada por las delicadas ramas del cerezo de la entrada, que bello se veía aun en la oscuridad de la noche se dijo a si misma complacida.
Liberó un suspiro a medida que sentía entrar en ella los bellos aromas del lugar, las fragancias de las flores que despuntaban su belleza por la noche, su néctar contenido y a lo lejos, una pequeña fuente se oía al sentir el agua golpear contra las piedras, como bañándolas. Era todo tan bello. Su amigo felino se recostó en su falda apenas se sentó en un banco de madera barnizado, la luna los bañaba con su luz mientras ella lo acariciaba por el lomo hasta que alguien ocupó el extremo de la banca. Como estaba en un buen momento se limito preguntar, con el simple sentido de sacar una amena charla
- ¿Le gustan los gatos? Ellos son los seres mas tiernos y bellos que pueden existir en este mundo, ¿no cree? -
Sophie- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/06/2013
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Re: La soledad del Felino (Libre)
Era una noche simplemente majestuosa. El despejado manto nocturno estaba repleto de billones de estrellas resplandecientes, las cuales le otorgaban mayor magnificencia a la bellísima luna menguante que deslumbraba en el firmamento. También, los pocos faroles encendidos en el gigantesco jardín trasero de su hogar junto a las luces naturales del cielo bañaban la vegetación del lugar, concediéndole un aspecto mágico a los distintos árboles, flores y arbustos que lo componían.
Katrina se encontraba sentada en un taburete frente al piano de cola, en la sala de estar de su mansión. Podía contemplar el maravilloso paisaje a través del enorme ventanal de la habitación. Había estado tocando algunas piezas propias en el instrumento para distraerse un rato, pero definitivamente ese no era el caso.
Estaba bastante aburrida y el ambiente nocturno la invitaba, la alentaba a recorrerlo en toda su magnitud. Entonces, su sentido común no pudo enfrentarse a su instinto explorador y no fue capaz de resistirse ante ello. Su espíritu aventurero emergió y su cuerpo se dejó llevar por la euforia de lo que, posiblemente, le tenía preparado el destino.
Subió corriendo a su alcoba y se colocó un sencillo vestido, acompañado de una capa para evitar que los vientos otoñales congelaran sus brazos descubiertos. Además, se calzó unas zapatillas tono crema, semejantes a las utilizadas por las bailarinas de ballet. La única diferencia es que estas no poseían lazos ni eran para bailar.
Su cabello se encontraba suelto, dejando caer sus suaves ondas por su espalda, y su rostro había sido maquillado sutilmente: Delineador y sombra azabache para acentuar sus orbes pardos, un poco de polvos y rubor para su rostro, y un lápiz labial tono rosa suave para su boca.
Lo único que podría identificarla como alguien de alta alcurnia eran la cadena y el dije de oro que adornaban su cuello; siempre serían su más preciada posesión, jamás se los había retirado desde que le fueron obsequiados.
Ya lista, salió apresurada de su hogar y sintió de golpe la fresca brisa nocturna que invadía las calles parisinas, sonrojando sutilmente sus mejillas a causa del cambio de temperatura.
Comenzó a caminar tranquilamente, pensando a qué lugar podría dirigirse para disfrutar del precioso espectáculo de aquella noche. Decidió ir al Jardín Botánico, ya que desde hace algún tiempo que no lo visitaba, y se encaminó hacia él mientras entonaba una dulce melodía.
Al llegar y cruzar la entrada oeste, caminó por un sendero adoquinado, rodeado de hermosos rosales rojos. Se agachó cerca de uno de ellos y tomó una rosa con cuidado. Sintió el agradable aroma embriagarle los pulmones y continuó su trayecto.
El lugar era sencillamente perfecto. Toda esa naturaleza reunida en un solo sitio, coexistiendo en esplendor y armonía; era la flora más divina y bien cuidada que había visto desde hace mucho, más aún con ese brillante rocío que cubría las hojas de los distintos follajes y plantas y la embriagante fragancia que desprendían las flores.
Se sentó al borde de una pequeña fuente que encontró en su camino e introdujo la mano en ella, jugando con algunas piedras. Luego, prosiguió con lentitud, gozando al máximo del imponente y majestuoso paisaje.
Se sentía algo agotada debido a la extensa caminata, por lo que se dirigió hasta la banca más próxima a descansar durante unos minutos.
Contempló un asiento a lo lejos, el cual estaba cerca de otra de las entradas. Pudo distinguir un inmenso cerezo y un arco envuelto en pequeñas flores blancas, eran margaritas diminutas, al parecer; pero no a la figura que yacía en la banca, aunque no le otorgó importancia.
Se sentó en el banco de madera y observó el panorama en silencio, hasta que su desconocida compañía le platicó. – Estoy muy acuerdo contigo, son animales sorprendentes. Preciosos y afectuosos en verdad. – Contestó con espontaneidad mientras esbozaba una cordial sonrisa. – Aunque mis favoritos son los gatos más… grandes. Los tigres blancos: extraordinarias criaturas, en realidad.
Volteó su rostro hacia la chica y dibujó una nueva sonrisa, llena de dulzura e inocencia. – Katrina Underwood, es un gusto conocerte. – Se presentó educadamente, extendiendo su mano con gentileza mientras esperaba que ella la estrechara y la saludara.
Katrina Underwood- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/06/2013
Re: La soledad del Felino (Libre)
Ante la respuesta de ella una sonrisa tímida se reflejó en su rostro. No esperaba que su compañía fuera una dama tan sutil e intrigante a la vez. Cortando el silencio entre ellas dos acercó su mano a la de ella retirándola del felino y con confianza la saludó
Su nombre podía ser ese o no, ni ella lo sabia, pero era descortés no presentarse por su nombre completo y se vería como una desconfiada, que no estaba demasiado lejos de ser la realidad pero esta chica no le inspiraba miedo, sus cálidos ojos solo podían inspirarle confianza. Sophie era algo rara a veces pero creía que los bucles en las personas con las que trataba era un símbolo de bondad en sus portadores. No sabia bien porque, en realidad, pero así era generalmente.
dijo riendo al recordar que hace bastante no daba paseos los domingos, que era el único día libre con el que contaba. El trabajo solía llevarse todas sus horas de dispersión y tirarlas a la cama, donde al menos podía reponer las energías necesarias para volver a trabajar al próximo día. El trabajo era una obligación que a esta corta edad ya comenzaba a molestarle pero lo veía como lo que era: una necesidad.
dijo abrazando al gato para mostrárselo y luego llevárselo hasta la nariz y darle un beso en su frente.
le pregunto volviéndose hacia ella observándola de forma tierna. Esta chica generaba esas sensaciones porque a Sophie no se le daba esto de entablar conversaciones con extraños y mucho menos por la noche. Seguramente la belleza de esta, con su luna en pleno esplendor, con el follaje húmedo y el aroma a flores que inundaba el lugar la predispusieran mejor a hacerlo. Por su corto tiempo siendo cambiaformas aun no tenia pleno conocimiento del mundo tras bambalinas. Su transformación había sido imprevista como la mayoría pero sentía una cercanía que no podía descifrar en ella, un punto de conexión que aun no descubría.
- Sophia Mercier, un placer -
Su nombre podía ser ese o no, ni ella lo sabia, pero era descortés no presentarse por su nombre completo y se vería como una desconfiada, que no estaba demasiado lejos de ser la realidad pero esta chica no le inspiraba miedo, sus cálidos ojos solo podían inspirarle confianza. Sophie era algo rara a veces pero creía que los bucles en las personas con las que trataba era un símbolo de bondad en sus portadores. No sabia bien porque, en realidad, pero así era generalmente.
- No tuve posibilidad de ver tigres por ahora, al menos personalmente. Si los vi en fotos pero no es lo mismo. Tendré que pasarme por el zoológico -
dijo riendo al recordar que hace bastante no daba paseos los domingos, que era el único día libre con el que contaba. El trabajo solía llevarse todas sus horas de dispersión y tirarlas a la cama, donde al menos podía reponer las energías necesarias para volver a trabajar al próximo día. El trabajo era una obligación que a esta corta edad ya comenzaba a molestarle pero lo veía como lo que era: una necesidad.
- A este le puse Lune, porque tiene la cara redondita como la luna. Apenas lo conozco y ya lo empiezo a amar -
dijo abrazando al gato para mostrárselo y luego llevárselo hasta la nariz y darle un beso en su frente.
-Tu tienes mascotas Katrina? Puedo llamarte así verdad o tienes algún sobrenombre? -
le pregunto volviéndose hacia ella observándola de forma tierna. Esta chica generaba esas sensaciones porque a Sophie no se le daba esto de entablar conversaciones con extraños y mucho menos por la noche. Seguramente la belleza de esta, con su luna en pleno esplendor, con el follaje húmedo y el aroma a flores que inundaba el lugar la predispusieran mejor a hacerlo. Por su corto tiempo siendo cambiaformas aun no tenia pleno conocimiento del mundo tras bambalinas. Su transformación había sido imprevista como la mayoría pero sentía una cercanía que no podía descifrar en ella, un punto de conexión que aun no descubría.
Sophie- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/06/2013
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Re: La soledad del Felino (Libre)
Al sentir el apretón de manos, descubrió su aura de inmediato: La verdadera naturaleza de la misteriosa y desconocida chica que la acompañaba. Pero prefirió reservárselo, para así no asustarla.
Le dedicó una gentil sonrisa y se limitó a contemplar a su nueva acompañante en silencio. Era realmente atractiva… Cuando aquel pensamiento cruzó su mente y sintió un tenue rubor en sus mejillas, volteó sutilmente hacia el frente y permaneció callada durante unos minutos.
A pesar de ello, no podía evitar lanzarle imperceptibles miradas. Su apariencia era igual a la esencia de un felino, hermosa en toda su plenitud.
– ¡Oh, es una lástima! Yo sí gocé la suerte de conocerlos de cerca durante mi infancia, cuando aún era una pequeña niña... – Comentó nostálgica.
– Nací y crecí hasta los 8 años en el Imperio Ruso. – Continúo. – Así que, podrás imaginarte la cantidad de ejemplares que existen allá, en aquel gélido territorio. ¡Millones, cientos, miles! Son animales simplemente sorprendentes. Mansos e imponentes, majestuosos en toda su magnitud y esplendor. – Explicó con cierto entusiasmo reflejado en su voz.
– Quizás, algún día, podríamos ir juntas al zoológico a contemplar estas bellas criaturas. ¿No te parece una buena idea? – Le propuso, dibujando una inocente sonrisa en su rostro. – Aunque prefiero verlos libres en los nevados bosques, no encerrados dentro de esas espantosas e insalubres jaulas. – Añadió en un susurro.
Observó cómo Sophie mimaba al minino, riendo inocentemente al notar su tierna actitud hacia él. – ¡Jejeje! Ya lo veo. Tienes razón, es una luna en miniatura. – Contestó de manera alegre; la conversación estaba animada entre las 2 y eso le agradaba bastante.
– ¿Yo? Bueno, hace algunos meses, mi padrino halló a un bebé hurón macho en uno de sus tantos viajes al extranjero. Estaba herido y solo. Al parecer, se había perdido de su madriguera en una tormenta reciente, por lo que mi tío decidió traerlo consigo a nuestro hogar y cuidarlo hasta que se recuperara por completo. – Le relató, ensimismada en sus recuerdos.
– Se convirtió en un miembro más de nuestra diminuta familia. – Prosiguió. – Lo llamamos Flocon de Neige, debido a lo albino de su pelaje. Es demasiado juguetón cuando está despierto, aunque suele ser muy perezoso también. Duerme 18 horas al día, es un holgazán de primera categoría. – Relató con un divertido tono en su voz. – Además, me gustaría tener una tigresa blanca de mascota. La nombraría Fleur de Verre, pero sé que eso es algo imposible, ¡jajaja! – Le comentó mientras reía dulcemente en voz baja.
– ¿Apodo? Pues… no, en realidad. ¿Por qué? ¿Acaso tú ya pensaste en algún sobrenombre para mí? – Preguntó, esbozando una traviesa sonrisa en su rostro.
Le dedicó una gentil sonrisa y se limitó a contemplar a su nueva acompañante en silencio. Era realmente atractiva… Cuando aquel pensamiento cruzó su mente y sintió un tenue rubor en sus mejillas, volteó sutilmente hacia el frente y permaneció callada durante unos minutos.
A pesar de ello, no podía evitar lanzarle imperceptibles miradas. Su apariencia era igual a la esencia de un felino, hermosa en toda su plenitud.
– ¡Oh, es una lástima! Yo sí gocé la suerte de conocerlos de cerca durante mi infancia, cuando aún era una pequeña niña... – Comentó nostálgica.
– Nací y crecí hasta los 8 años en el Imperio Ruso. – Continúo. – Así que, podrás imaginarte la cantidad de ejemplares que existen allá, en aquel gélido territorio. ¡Millones, cientos, miles! Son animales simplemente sorprendentes. Mansos e imponentes, majestuosos en toda su magnitud y esplendor. – Explicó con cierto entusiasmo reflejado en su voz.
– Quizás, algún día, podríamos ir juntas al zoológico a contemplar estas bellas criaturas. ¿No te parece una buena idea? – Le propuso, dibujando una inocente sonrisa en su rostro. – Aunque prefiero verlos libres en los nevados bosques, no encerrados dentro de esas espantosas e insalubres jaulas. – Añadió en un susurro.
Observó cómo Sophie mimaba al minino, riendo inocentemente al notar su tierna actitud hacia él. – ¡Jejeje! Ya lo veo. Tienes razón, es una luna en miniatura. – Contestó de manera alegre; la conversación estaba animada entre las 2 y eso le agradaba bastante.
– ¿Yo? Bueno, hace algunos meses, mi padrino halló a un bebé hurón macho en uno de sus tantos viajes al extranjero. Estaba herido y solo. Al parecer, se había perdido de su madriguera en una tormenta reciente, por lo que mi tío decidió traerlo consigo a nuestro hogar y cuidarlo hasta que se recuperara por completo. – Le relató, ensimismada en sus recuerdos.
– Se convirtió en un miembro más de nuestra diminuta familia. – Prosiguió. – Lo llamamos Flocon de Neige, debido a lo albino de su pelaje. Es demasiado juguetón cuando está despierto, aunque suele ser muy perezoso también. Duerme 18 horas al día, es un holgazán de primera categoría. – Relató con un divertido tono en su voz. – Además, me gustaría tener una tigresa blanca de mascota. La nombraría Fleur de Verre, pero sé que eso es algo imposible, ¡jajaja! – Le comentó mientras reía dulcemente en voz baja.
– ¿Apodo? Pues… no, en realidad. ¿Por qué? ¿Acaso tú ya pensaste en algún sobrenombre para mí? – Preguntó, esbozando una traviesa sonrisa en su rostro.
Última edición por Katrina Underwood el Jue Jul 18, 2013 10:23 am, editado 1 vez
Katrina Underwood- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/06/2013
Re: La soledad del Felino (Libre)
-Oh, ¡debe haber sido maravilloso! –
Agregó cuando ella comentó haber tratado con felinos de los grandes. No dejo ni por un momento de escucharla con una mirada sincera que iba desde el gato en su regazo que ronroneaba sin parar y la miraba con esos ojos redondos y ambarinos, hasta los de Katrina, que eran tan redondos como los de su Lune pero en un tono mas avellana.
Como si quisiera informarle de algo el gato dejo de mirarle para enfocarse solo en la otra dama, que continuaba del otro lado del banco, era hora de ofrecer las respuestas que venían al caso, ella le había comentado un poco sus vivencias, Sophie debía hacer lo propio. Continuo acariciando al gato, tomo algo de aire y se dispuso a hablar mirando al frente también, como concentrada en lo que iba a decir, recordando cómo había sido todo. No sabía si era propio de su raza pero se le estaba dando a olvidar ciertas cosas que en otro momento las hubiera recordado a la perfección.
-En el Imperio Ruso! Debí haberlo supuesto, usted tiene un acento muy lindo, mucho menos delicado que el francés que se habla por aquí. Me gustaría conocer algún día esos territorios, no están lejos de aquí, pero es que parece tan lejano a veces…
Yo nací aquí en Francia, no he salido desde entonces. Me crié con mis padres, abuelos y demás parientes, todos convivíamos bajo el mismo techo, así que siempre me rodearon de mascotas. He tenido desde pequeña varios perros, gatos a montones, un conejo, aves enjauladas (esto ya no me agradaba pero a mi tía si, a ella le encantaba que los pájaros canten para ella por las mañanas). Hoy en día solo tengo gatos en casa, que se quedan conmigo por un tiempo hasta que regresan a sus respectivas casas o encuentran una dueña que les de mas amor que yo, o mas tiempo…-
Se quedó mirando el piso adoquinado que presentaba el parque, meditabunda
-Sabes…sigo pensando si fui en algún momento al zoológico, ¡pero no logro recordarlo! Debe ser que no estoy durmiendo muy bien- comentó algo preocupada, esto de olvidar era nuevo pero no había tiempo para médicos. No le era agradable visitarlos.
-¿Qué te parece si mañana mismo vamos al zoológico? No estuve saliendo para nada en estas semanas y ya estoy libre. ¿Tu estas libre?- le preguntó con brillo en sus orbes.-Quien te dice que algún día no podamos ir al Imperio a verlos libres como la vida los ha dejado en el mundo- agregó acercándose un poco mas a ella en la banca y al contemplarla un poco mas de cerca no pudo evitar un golpe en el pecho. Algo en ella la atraía mucho, era algo que no podía identificar como solía suceder cuando algo le gustaba de alguien llámese ojos, boca, manos. No tenia forma de identificarlo, se ruborizó al verse reflejada en los ojos avellana de ella y sonrió con timidez.
Un silencio las invadió mientras volvía a recobrar la compostura y escuchó las palabras de Katrina sobre sus mascotas actuales.
-Flocon de Neige, hermoso y asertivo nombre. No tuve un hurón, algún día preséntamelo. Conseguiremos un tigre albino para ti, no debe ser fácil irse de tu tierra natal, al menos un animal autóctono con tanta relevancia para ti pueda traerte parte de esa patria que dejaste allí. Todos deberíamos tener nuestra tierra siempre presente con nosotros…te admiro por lo fuerte que eres- agregó de improvisto, era una realidad, las mujeres fuertes producían cambios, marcaban una tendencia, eran de las pocas, pero eran. Tenía ganas de abrazarla, sentirla cerca, al menos se había podido acercar un poco mas sin que ella ofreciera resistencia. Al ver la valentía de Katrina y pensarse en tal situación se imagino sola, nostálgica, abandonada y con muchísima soledad. De ser así ella no lo merecía y en las palabras cruzadas hasta entonces le había demostrado que no era una mala persona.
-Tengo poca imaginación aunque posiblemente se vea como chato. No se me ocurren mas que simples sobrenombres para ti y uno mas falto de originalidad que otro- dijo sonriendo por la sinceridad que la arrastraba a confesarlo. Ella rió también y eso la obnubiló una vez mas.
OFF ROL: Discúlpame la demora >.<
Sophie- Cambiante Clase Media
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Re: La soledad del Felino (Libre)
– ¡Jejeje! Sí, lo fue. Es una experiencia que jamás olvidaré. – Contestó mientras reía en voz baja, percatándose de la sincera emoción que expresó Sophie al narrarle aquel evento de su niñez.
– ¿Soy tan obvia respecto a mi acento? Oh, bueno… Yo… – Notó un leve rubor colorearle las mejillas. Por un extraño motivo, se sintió avergonzada y vulnerable. Bajó la mirada hacia su regazo y empezó a jugar nerviosa con las manos. – Es la primera vez que me percato de eso, nunca me lo había planteado. – Guardó unos minutos de silencio. – Gracias por el cumplido. – Respondió mientras le dibujaba una tierna e inocente sonrisa en el rostro.
Regresó sus orbes hacia el frente, sumergiéndose en sus pensamientos. – Algún día podríamos ir juntas. Me encantaría recorrer mi ciudad natal, los bosques junto a su flora y fauna, todo ese maravilloso territorio… contigo. – Todo lo dicho fue en un susurro tan inaudible que solo Katrina era capaz de escuchar sus propias palabras.
Luego, levantó su mirada hacia Sophie y prestó atención a su relato. Ella era un alma realmente inigualable… y notablemente perdida también, respecto a lo que su verdadera naturaleza se refería, pero no tocaría el tema hasta más adelante.
No contestó y prefirió ignorar su comentario acerca de aquella amnesia temporal, ya que no deseaba espantarla. Sabía que era una condición normal para los novatos de su especie. A veces el instinto animal dominaba la razón humana y provocaba pérdida de memoria, olvidando recuerdos irrelevantes para la mente del cambiaformas, pero nada que el tiempo y la práctica no fueran capaces de recuperar o resolver.
– ¡¿Hablas en serio?! ¡Eso sería estupendo, fantástico! ¡Sí, por supuesto que sí! ¡Claro que estoy libre! – Exclamó con euforia mientras se levantaba de un salto de la banca, dando un giro a causa de la felicidad y entrelazando ambas manos sobre su pecho. Sus ojos resplandecían de una manera sumamente celestial gracias al reflejo de la luz de la luna y las estrellas.
– Tienes razón… – Murmuró esperanzada. Sintió nuevamente aquel sonrojo en sus mejillas, además de una inexplicable calidez en el pecho y una extraña sensación en el estómago. – Algún día iremos a completar esos magníficos animales las 2 juntas. Te lo prometo. – Sentenció, esbozando una tímida y linda sonrisa.
Le agradó la idea de que quisiera conocer a su mascota y no pudo evitar sonreír más ante aquello. Indirectamente, esa era una propuesta para invitarla a su hogar. Pero todo se esfumó ante lo que escuchó a continuación. Sus palabras le quitaron el aliento y su corazón comenzó a latir a máxima potencia y velocidad. La había conmovido. Nunca se imaginó que casi una completa desconocida, la cual conocía desde, quizás, hace menos de 1 hora atrás, se preocupara así por ella y le transmitiera tanta confianza. Jamás le había sucedido algo similar; que alguien se interesara por sus orígenes, por sus raíces.
Entonces, lo comprendió. Esa sería su única oportunidad y no iba a desperdiciarla.
Ignoró su respuesta respecto a los sobrenombres y caminó decidida hacia la chica, pero denotando dulzura e inocencia para no asustarla. Ya frente a su acompañante, apartó suavemente al minino de su regazo y la obligó a levantarse, cogiendo su mano derecha con delicadeza.
Katrina era mucho más pequeña que Sophie, puesto que sus facciones llegaban a la altura de los pechos de ella. Levantó su angelical rostro y la observó fijamente.
– Sophie… – Empezó. – Basta de engaños, es decir… – Trató de justificar, sin embargo, no podía. Se mordió ligeramente el labio inferior. Esa no era la forma correcta de planteárselo. Respiró hondo y continuó. – A lo que me refiero, o sea… ¡Lo que quiero decir…! – Intentó explicar con cierta desesperación, pero estaba demasiado nerviosa. Lanzó un profundo suspiro, expresando resignación, y acortó la distancia entre ambas. – Primero que todo y antes que nada, de cualquier cosa… Necesito saber algo: ¿Tú confías en mí? – Le preguntó en un susurro mientras la abrazaba por la cintura y ocultaba su rostro entre sus suaves y voluptuosos pechos, embriagándose los pulmones con el sutil aroma de su perfume.
– ¿Soy tan obvia respecto a mi acento? Oh, bueno… Yo… – Notó un leve rubor colorearle las mejillas. Por un extraño motivo, se sintió avergonzada y vulnerable. Bajó la mirada hacia su regazo y empezó a jugar nerviosa con las manos. – Es la primera vez que me percato de eso, nunca me lo había planteado. – Guardó unos minutos de silencio. – Gracias por el cumplido. – Respondió mientras le dibujaba una tierna e inocente sonrisa en el rostro.
Regresó sus orbes hacia el frente, sumergiéndose en sus pensamientos. – Algún día podríamos ir juntas. Me encantaría recorrer mi ciudad natal, los bosques junto a su flora y fauna, todo ese maravilloso territorio… contigo. – Todo lo dicho fue en un susurro tan inaudible que solo Katrina era capaz de escuchar sus propias palabras.
Luego, levantó su mirada hacia Sophie y prestó atención a su relato. Ella era un alma realmente inigualable… y notablemente perdida también, respecto a lo que su verdadera naturaleza se refería, pero no tocaría el tema hasta más adelante.
No contestó y prefirió ignorar su comentario acerca de aquella amnesia temporal, ya que no deseaba espantarla. Sabía que era una condición normal para los novatos de su especie. A veces el instinto animal dominaba la razón humana y provocaba pérdida de memoria, olvidando recuerdos irrelevantes para la mente del cambiaformas, pero nada que el tiempo y la práctica no fueran capaces de recuperar o resolver.
– ¡¿Hablas en serio?! ¡Eso sería estupendo, fantástico! ¡Sí, por supuesto que sí! ¡Claro que estoy libre! – Exclamó con euforia mientras se levantaba de un salto de la banca, dando un giro a causa de la felicidad y entrelazando ambas manos sobre su pecho. Sus ojos resplandecían de una manera sumamente celestial gracias al reflejo de la luz de la luna y las estrellas.
– Tienes razón… – Murmuró esperanzada. Sintió nuevamente aquel sonrojo en sus mejillas, además de una inexplicable calidez en el pecho y una extraña sensación en el estómago. – Algún día iremos a completar esos magníficos animales las 2 juntas. Te lo prometo. – Sentenció, esbozando una tímida y linda sonrisa.
Le agradó la idea de que quisiera conocer a su mascota y no pudo evitar sonreír más ante aquello. Indirectamente, esa era una propuesta para invitarla a su hogar. Pero todo se esfumó ante lo que escuchó a continuación. Sus palabras le quitaron el aliento y su corazón comenzó a latir a máxima potencia y velocidad. La había conmovido. Nunca se imaginó que casi una completa desconocida, la cual conocía desde, quizás, hace menos de 1 hora atrás, se preocupara así por ella y le transmitiera tanta confianza. Jamás le había sucedido algo similar; que alguien se interesara por sus orígenes, por sus raíces.
Entonces, lo comprendió. Esa sería su única oportunidad y no iba a desperdiciarla.
Ignoró su respuesta respecto a los sobrenombres y caminó decidida hacia la chica, pero denotando dulzura e inocencia para no asustarla. Ya frente a su acompañante, apartó suavemente al minino de su regazo y la obligó a levantarse, cogiendo su mano derecha con delicadeza.
Katrina era mucho más pequeña que Sophie, puesto que sus facciones llegaban a la altura de los pechos de ella. Levantó su angelical rostro y la observó fijamente.
– Sophie… – Empezó. – Basta de engaños, es decir… – Trató de justificar, sin embargo, no podía. Se mordió ligeramente el labio inferior. Esa no era la forma correcta de planteárselo. Respiró hondo y continuó. – A lo que me refiero, o sea… ¡Lo que quiero decir…! – Intentó explicar con cierta desesperación, pero estaba demasiado nerviosa. Lanzó un profundo suspiro, expresando resignación, y acortó la distancia entre ambas. – Primero que todo y antes que nada, de cualquier cosa… Necesito saber algo: ¿Tú confías en mí? – Le preguntó en un susurro mientras la abrazaba por la cintura y ocultaba su rostro entre sus suaves y voluptuosos pechos, embriagándose los pulmones con el sutil aroma de su perfume.
Katrina Underwood- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 18/06/2013
Re: La soledad del Felino (Libre)
La observó embobada, sin saber que había pasado hasta tenerla de frente, parada sin mas frente a ella, la luna la bañaba de una forma encantadora. Era como una ilusión, noto su altura por primera vez, no había reparado en ello antes, era como ella, joven, en la transición entre niña y mujer. Al menos tratándose de apariencia física, no tenía su rostro surcado con arrugas, ni la mas mínima expresión marcada, se la notaba feliz y sana siendo ella misma. Sus bellos ojos avellana estaban encendidos como un fuego, un fuego sereno de felicidad y sinceridad.
Tomó el gato en sus manos y así dormido como estaba lo sentó en la banca a su lado, los rulos le caían agraciados a los lados y tomando la mano derecha la invito a incorporarse para luego abrazarla tomándola por sorpresa y fue allí cuando noto que ambas estaban así de solas como se había sentido ella en su momento. A pesar de lo que vivía, de su trabajo, de su rutina, estaba sola en la vida, No tenía mas que unos pocos conocidos, no tenia confidentes, ni familia que la acompañara. Katrina se sentiría así también? Y de pronto de descubrió una conexión empática con ella, un latido en el corazón y un sentimiento de profundo cariño la invadió sin previo aviso. Respondió a su abrazo con otro igual de tierno y generoso como el que había recibido, pensó que iba a largarse a llorar pero contuvo las lagrimas como pudo, su pecho la forzaba a hacerlo. Pero resistió. Cruzó sus manos en torno a la cabeza de ella y acomodo sus cabellos peinándolos mientras le besaba la cabeza con un pequeño beso.
-Oh Katrina, si supieras…- pensó lo que iba a decirle pero un intento de llanto brotó y por contenerlo no continuo hablando o terminaría llorando, vaya uno a saber porque. Volvió a tomar control de sus emociones y tomándola por el rostro y mirándola de frente aun pegadas cuerpo con cuerpo le dijo – Como no voy a confiar en ti, sé que es loco, pero a pesar que recién te conozco parece que te hubiera conocido de otra vida- y se sonrió al pensarlo así, no muchos compartían la idea de vidas anteriores como ella, así que le sonó casi idiota escuchado desde afuera. Porque su mirada la obnubilaba de tal forma? Que sentía? No solían pasarle este tipo de sensaciones frente a mujeres, quizá frente a algunos hombres sí. Ternura sentía?
Y de pronto no pudo contenerse, -Deseo recorrer contigo todos los lugares de los que hablamos, de momento el zoológico, porque no? Y luego quien sabe…- besó su frente con otro pequeño beso, como los de los gatos cuando conocen a otros gatos, luego fue bajando así hasta sus mejillas hasta llegar peligrosamente a la comisura de los labios. Allí lo pensó dos veces. Se lo permitiría ella? Los labios de Katrina la tentaban a aventurarse en ellos, pero no quería ser grosera con ella, nunca antes había besado a una mujer, pero tenía ganas de adentrarse un poco mas, su ternura la invadió cuando sintió las manos de ella aferrarse un poco mas a su cintura abrazándola con sutileza. Con los labios cerrados y con las manos tomando la parte baja de sus mejillas la besó sutilmente en los carnosos labios, un beso suave, un beso cálido, un beso prohibido entre dos mujeres pero que no podía negárselo a ella misma. Cuando se separo abrió los ojos y encontró los avellanas de ella, sus rizos a los costados haciéndole cosquillas y se quedo allí mirándola, examinando su respuesta.
Como actuaria?
Tomó el gato en sus manos y así dormido como estaba lo sentó en la banca a su lado, los rulos le caían agraciados a los lados y tomando la mano derecha la invito a incorporarse para luego abrazarla tomándola por sorpresa y fue allí cuando noto que ambas estaban así de solas como se había sentido ella en su momento. A pesar de lo que vivía, de su trabajo, de su rutina, estaba sola en la vida, No tenía mas que unos pocos conocidos, no tenia confidentes, ni familia que la acompañara. Katrina se sentiría así también? Y de pronto de descubrió una conexión empática con ella, un latido en el corazón y un sentimiento de profundo cariño la invadió sin previo aviso. Respondió a su abrazo con otro igual de tierno y generoso como el que había recibido, pensó que iba a largarse a llorar pero contuvo las lagrimas como pudo, su pecho la forzaba a hacerlo. Pero resistió. Cruzó sus manos en torno a la cabeza de ella y acomodo sus cabellos peinándolos mientras le besaba la cabeza con un pequeño beso.
-Oh Katrina, si supieras…- pensó lo que iba a decirle pero un intento de llanto brotó y por contenerlo no continuo hablando o terminaría llorando, vaya uno a saber porque. Volvió a tomar control de sus emociones y tomándola por el rostro y mirándola de frente aun pegadas cuerpo con cuerpo le dijo – Como no voy a confiar en ti, sé que es loco, pero a pesar que recién te conozco parece que te hubiera conocido de otra vida- y se sonrió al pensarlo así, no muchos compartían la idea de vidas anteriores como ella, así que le sonó casi idiota escuchado desde afuera. Porque su mirada la obnubilaba de tal forma? Que sentía? No solían pasarle este tipo de sensaciones frente a mujeres, quizá frente a algunos hombres sí. Ternura sentía?
Y de pronto no pudo contenerse, -Deseo recorrer contigo todos los lugares de los que hablamos, de momento el zoológico, porque no? Y luego quien sabe…- besó su frente con otro pequeño beso, como los de los gatos cuando conocen a otros gatos, luego fue bajando así hasta sus mejillas hasta llegar peligrosamente a la comisura de los labios. Allí lo pensó dos veces. Se lo permitiría ella? Los labios de Katrina la tentaban a aventurarse en ellos, pero no quería ser grosera con ella, nunca antes había besado a una mujer, pero tenía ganas de adentrarse un poco mas, su ternura la invadió cuando sintió las manos de ella aferrarse un poco mas a su cintura abrazándola con sutileza. Con los labios cerrados y con las manos tomando la parte baja de sus mejillas la besó sutilmente en los carnosos labios, un beso suave, un beso cálido, un beso prohibido entre dos mujeres pero que no podía negárselo a ella misma. Cuando se separo abrió los ojos y encontró los avellanas de ella, sus rizos a los costados haciéndole cosquillas y se quedo allí mirándola, examinando su respuesta.
Como actuaria?
Sophie- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/06/2013
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