«Justos por pecadores» [LIBRE]

El solo aroma de sus cabellos entrando por mi nariz y llegando a cada rincón de mi cuerpo en forma de cosquilleo que erizaba mi piel por completo me hacia perder la cabeza, mis labios se veían mas rojos que de costumbre, un rojo escarlata, mis ojos perdidos, perdidos en la imagen que tenia ante mi, mis manos temblorosas de excitación se deslizaban de manera muy suave sobre la piel ajena, mi lengua recorrió sutilmente la comisura de mis labios saboreando los restos de sangre que habían quedado ahí. Eran tan pequeños, tan frágiles, tan inocentes y su amor tan grande el uno por el otro, creo que eso fue lo que me llevo a jugar con ellos por tan largo rato, el ver una vida que apenas florecía quebrarse entre mis manos. Ya había terminado con el mayor, el verlo llorar de esa manera, me causaba tanta gracias que hacía un esfuerzo sobre humano para no carcajearme en su cara. Creo que el varón apenas tenía unos catorce años, su cuerpo apenas se estaba fortaleciendo, estaba lleno de energía y sus pulmones eran tan fuertes, su sangre era muy cálida, fue como tomar un buen vino. Lentamente separe mis colmillos de su garganta y mi largo cabello negro cubría un poco mis ojos, la siguiente victima yacía en el suelo, no berrea, solo las lagrimas corrían cuesta abajo por sus mejillas-Ya sabes que vas a morir-Dije con una tierna sonrisa.

Era mi cena, dos pequeños niños que encontré en la noche en medio del bosque, los dos corrían rumbo a la ciudad gritando que necesitaban a un medico ya que su madre se estaba muriendo, los ví a la distancia y en un segundo mi camino se cruzo con el de ellos, les dije ser un doctor especializado y sus pequeños rostros se iluminaron por completo. ¡Que lindos!. Los acompañe hasta la decadente cabaña a la que ellos llamaban hogar, eso me dio un poco de asco, eran denigrantes las condiciones de vida.Al llegar vi a su madre, de inmediato identifique el problema, el habiente estaba atestado con ese olor, el cólera. Pero ya era muy tarde, la mujer había muerto en medio de suciedad y de sus hijos que creían aun poder salvarla. Fui el encargado de destruir sus esperanzas diciendo-¡Vaya, esta perra esta muerta!-Dije riendo, ellos en su dolor ignoraron casi por completo mi burla.

Me hinque junto a ellos y abrace a la mas pequeña, al parecer solo tenia unos once o doce años, eran tan rubia y sus cabellos tan dorados. Su cuerpo entre mis brazos me hizo pensar en que hace mucho no poseía a un virgen. Los consolé por un rato, pero sus lloriqueos me aburrieron, así que tome al muchacho por el cuello y lo apreté con fuerza-Ya cállate-Dije con rabia-Se un hombre y ya no llores-Lo solté y le sonreí a la mas pequeña-¿Quieres ver de nuevo a tu madre?-Ella asintió limpiando sus ojos-Bueno, pues vamos a jugar-Sentencie a los niños. Los amenace, dije que los iba a matar y les haría un favor, pero que a cambio sufrían, que si uno intentaba huir el otro lo pagaría. Así pasaron dos horas.  El primero fue él, y el postre para el final.

Ella en el suelo se convulsionaba por el dolor, sintiendo como la vida se le iba en cada suspiro, fui hasta ella a gatas y pase mi zurda sobre la tela de su ropaje, lo tome con ambas manos y la tela se desgarro con solo un tirón dejándome al descubierto su joven cuerpo, su piel tan blanca como la mía, muy delgada y suave como el terciopelo, recorrí todo su cuerpo con la yema de mis dedos, sus piernas, sus aun no formadas caderas, su intimidad de niña, su vientre, sus pechos que aun no crecían, hasta llegar a su cuello. Sin más clave mis dientes en su vena principal y bebí gran parte de su sangre, ese liquido que a ellos les daba la vida, haría lo mismo conmigo, mantendría mi inmortalidad y mi apariencia joven.

Un rato, después de caminar bastante, llevaba sus cuerpos arrastrando hasta llegar al muelle, silbaba una tonada no aprendida y quizás hasta improvisada, de lo mas alegre, pero espeluznante era el sonido considerando la situación. Así llegue a la orilla y los mire por última vez-Nos vemos chicos-Guiñe el ojo y tome la pierna del chico-Vuela-Dije con una leve risa, lanzando su cuerpo por los aires hacia el agua, poco a poco comenzó a hundirse, espere a que el cuerpo ya no se asomara por ningún lado e hice lo mismo con la niña. Ese lugar era bueno para deshacerse de las victimas, no sentí lastima por ellos, después de todo quizás su destino era morir de hambre y ahora ya nadie los extrañaría-Bon voyage-Dije dándoles las espalda.

Me encanta mi vida, mi existir, lo que hago, no lo cambiaría por nada, muchos me han dicho que mi destino es arder eternamente en las llamas de los infiernos, castigado por un Dios Omnipotente, Omnipresente y Omnisapiente, que descargara sobre mi toda su ira y rigor al hacerme pagar por toas las leyes naturales y divinas que he quebrantado en mi andas sobre sus dominios. Pero no me interesa, no creo que sea así, para mi ese Dios es solo un niño que se divierte desde los cielos al ver a sus creaciones destruirse unos a otros. Después de todo ¿Que no fue él quien me doto de esta naturaleza? Y bueno, suponiendo que no fue directamente él, que fue el mismísimo demonio quien aquella noche en mi deceso clavo en mi una maldición que me convirtió en uno de sus esbirros, digamos que eso fue lo que paso. Si Dios no hubiese estado de acuerdo, esto jamás habría pasado de esta manera. Aun así no creo en Dios, no creo que sea como todos lo pintan, para mi verdaderos Dioses somos nosotros. Lo seres de la oscuridad, los vampiros. Nosotros si somos Dioses encerrados en un mundo mortal.

Me hubiera gustado seguir jugando con los niños, sobre todo con la chiquilla. Hace mucho que no transformo a un humano, creo que muy pocos lo merecemos, solo aquellos que estemos dispuestos a perder nuestra alma, a tomar el mundo en nuestras manos y hacerlo arder. Muchos no tienen el valor. Camine despacio dejando atrás a los pequeños, la brisa nocturna era muy fresca, fría para los otros, a mi me resultaba refrescante, jugaba con mi cabello negro y se llevaba con ella todo el olor a sangre, pero del mismo modo traía consigo otros aromas, inhale profundamente y lo detecte, era otro hematófago, un vampiro a simple vista muy joven que me dirigía la palabra, sonreí para mi al verlo a la distancia, aun que sus palabras apenas fueron musitadas lo escuche a la perfección. Al parecer no soy el único que disfruta de la noche, él también se arriesga a salir. Me han dicho que en esta ciudad hay muchos como yo pero que de igual modo la Inquisición es implacable y poco a poco ganan terreno, construyen amas capaces de lastimar nuestra inmortalidad, pero ya quiero ver a aquel que intente ponerme una mano encima. Eso si va a ser divertido.

Mis pasos eran lentos pero firmes, elegantes y no muy largos, mostrando con elegancia en el dedo un rubí, la mirada clavada en él-Buenas noches mi pequeño-Dije con una sonrisa mas amigable, reservada solo para mis iguales, los únicos seres que de verdad me agradaban- Lo siento mucho, no te había visto, si no te hubiera guardado un poco-Me encogí de hombros-Estaban...-Relamí mis labios de una manera muy sutil aun saboreando la sangre de los niños-Deliciosos-Reí suavemente y proseguí a presentarme-Mi nombre es Khalid de Rumanía- Eso era mentira, mi nombre era otro y mi origen distinto, pero quería ahorrarme los detalles, además de que bajo ese nombre llegue a esta ciudad y con el que ahora me conocerían. Incline un poco la cabeza-¿Quien eres tú?-

Casi seis milenios de vida, me parecen solo un suspiro, solo un pestañeo en este mundo, soy el hijo del Dios del Infierno. Nunca supe quien fue aquel que me convirtió en el demonio que soy. Todos decían que fue el mismo Nergal que abandono su trono en el Inframundo, subió a la tierra de los mortales y sembró una semilla, el fruto fue el mismo mal encarnado en un muchacho de apenas veinte años. Solo recuerdo que alucinaba cosas, los árboles me hablaban diciendo: Algún día vas a morir Ian, pero hoy no....definitivamente hoy no. Sus voces eran gruesas y resonaban por todas partes, eran como un susurro que lleva el viento y con cada palabra que me dirigían se escuchaba el crujir de la madera. Sé que todo fue un juego de mi mente, uno de los síntomas de la enfermedad que me llevo a estar frente a la muerte, recuerdo solo una sombra encapuchada, de manos muy frías y cuyo rostro estaba sumido en la más lujubre oscuridad, sus ojos eran rojos como la sangre y brillaban tenues, me tomaron suavemente, creo que fue una mujer la que clavo sus colmillos en mi y me volvió inmortal, creo que era una mujer aun que se me antoja más compararla con un verdadero ángel caído.

¿Cuantos he asesinado a lo largo de estos miles de años? No lo sé, he perdido la cuenta, nunca he hecho distinción, para mi todos son simples humanos, unos se creen superiores solo por ser más ricos, otros se creen mas fuertes y bellos por ser más jóvenes, para mi todos son iguales, muertos y desollados no son tan diferentes, en sus últimos momentos todos tiene el mismo rostro, el temor a la muerte es igual en todos. He bebido la sangre de mujeres, hombres, niños, ancianos y hasta de otros seres que igual se llaman a si mismos inmortales. La sangre de los licantropos tiene algo especial, es mucho más cálida y dulce que otras, pero hasta ahora no hay mejor victima que un cuello femenino que se entrega voluntariamente después de caer en las redes de la seducción en la que somos expertos los vampiros.

Lo escuche y me encogí de hombros, tal vez él prefería victimas de una clase social más alta, pero a mi me daba lo mismo. Inhale su aroma, sin duda hasta en la fragancia que lo envolvía se distinguía de cualquier otro, sin duda este ser no era como aquellos imprudentes que van por ahí haciendo gala de lo que se les fue otorgado sin ninguna precaución, él era bello sin duda, con una elegancia que se notaba hasta en sus cabellos, me recordaba a mi. Sus palabras entraron en mi mente como puñales, me hicieron sentir una enorme punzada de emoción y deseo, sonreí bastante con lo que me dirigió. Suspire y me aleje de él un par de pasos-Dicen que todos somos artistas en algo, unos son buenos en la pintura, la música, las esculturas...hasta en la comida hay quienes la llevan a otro nivel, nosotros...-Me coloque frente a él-...somos artistas de la muerte, dejando una parte de nuestra alma marchita en cada una de nuestras obras, las cuales entregan su vida para ser concluidas, adornadas con el dolor y pinceladas con gritos y llantos, sin duda la muerte es lo mas hermoso que hay en este mundo, amigo mio-Dije sintiendo como la piel se me erizaba por completo. Di una vuelta sobre mi y comencé a caminar hacia adelante. Me detuve a unos metros de él y gire la cabeza mirándolo con una sonrisa coloreada en mis labios-No creo en las coincidencias, creo que todo es exacto, el conocernos no fue una simple casualidad, Mikelangelo...-Pase mi zurda sobre mis cabellos acomodándolos un poco-Dime, tu que conoces mejor esta ciudad, ¿Que podrían hacer dos inmortales para pasar una maravillosa noche?-