AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Submission [Privado]
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Submission [Privado]
-¡Basta!- El grito de Nixie despertó a las tres bestias que dormían junto a ella. La cuarto mantenía la distancia, vigilando que ningún curioso se acercase a ellos; cualquier señal de alerta y la camada entera entraría en acción para proteger a su señora. Desgraciadamente, la bruja sostenía un enfrentamiento interno con el espíritu de la anciana que rige su poder. La ambición de ambas es similar, el camino es lo que difiere en sus pensamientos. Nixie podía sentir el veneno de la vieja corriendo por su torrente sanguíneo, contaminando cada una de sus entrañas para lentamente apoderarse por completo de su cuerpo. No estaba dispuesta a permitírselo.
-¡sólo eres una huésped en mi cuerpo! ¡Entiéndelo!- Gruñó entre dientes levantándose para tomar una de las ramas que alimentaban la fogata. La punta carbonizada pero al rojo vivo, fue incrustada en una de sus piernas. El dolor, sólo el dolor físico podía hacer que el fantasma se desvaneciera de su cabeza y la dejase en paz de una vez por todas, al menos, hasta que se encontrara más serena con respecto a su siguiente ataque.
Los lobos comenzaban a perder el rastro de su humanidad, la última vez que los vio comportándose como los hombres y mujeres que eran, pasó hace cuatro semanas atrás. El proceso no era doloroso, más bien era como quedarse dormido y que el cuerpo quede completamente expuesto para la entidad salvaje que todos escondemos. Las bestias se aproximaron hasta ella para rosar su cabeza contra la espalda de Nixie. Un ademán que denotaba la fidelidad de los animales para su captor, después de todo, era ella quien los cuidaba y protegía, aunque también fue ella quien los esclavizó.
-No quiero volver a ver a esa bruja- Musitó arrojando la rama hacia la llama y deshaciéndose del espejo con fondo de plata que le ayuda a comunicarse cara a cara con la anciana. Ni siquiera conocía su nombre o la procedencia, mucho menos tenía claro el por qué ese ente diabólico le ayudó a cumplir su venganza en aquella ocasión; lo único que tenía perfectamente en claro, era que esa mujer no descansaría hasta acabar con su cordura y apoderarse de su vida. ¿Puede un fantasma hacer de su recipiente un prisionero? Nixie teme hacerse esa pregunta porque le aterra conocer la respuesta.
Acarició el pelaje cobrizo de sus lobos. Adoraba a sus canes, en especial a las hembras. Más cariñosas, adaptables, y eran ellas quien mantenían dominados a los machos. El quejido de Aike atrajo la atención de sus compañeros, dos de ellos se reunieron al lado de ella para montar la guardia y el macho más grande permaneció al lado de Nixie. La bruja conocía sus movimientos, sabía que la formación ejecutada sólo podía tener un significado. Frunció el ceño y se mantuvo en alerta total, tratando de escuchar los sonidos más sordos que el bosque aguarda en las penumbras. Nadie pareció estar espiándole, sin embargo, los canes se pusieron bastante inquietos. Sacudieron su cabeza un par de ocasiones tratando de reconocer el olor que emanaba de aquella extraña presencia. Se sobaron las narices, gruñeron y se colocaron en posición de ataque. Nixie sabía lo que estaba por venir…
-Vampiro, cambiante, lobo, bruja, fantasma o demonio. Sal de ahí antes de que mis bestias te descuarticen y yo coma tu carne. Pensándolo bien, quédate donde estas.- Dicho esto, dio el permiso para que el lobo que conformaba la parte superior del triángulo de formación saliera en ataque. Esa era Aike, la única loba blanca de su manada, también el único metamorfo que se resistía a abandonar por completo su identidad humana.
-¡sólo eres una huésped en mi cuerpo! ¡Entiéndelo!- Gruñó entre dientes levantándose para tomar una de las ramas que alimentaban la fogata. La punta carbonizada pero al rojo vivo, fue incrustada en una de sus piernas. El dolor, sólo el dolor físico podía hacer que el fantasma se desvaneciera de su cabeza y la dejase en paz de una vez por todas, al menos, hasta que se encontrara más serena con respecto a su siguiente ataque.
Los lobos comenzaban a perder el rastro de su humanidad, la última vez que los vio comportándose como los hombres y mujeres que eran, pasó hace cuatro semanas atrás. El proceso no era doloroso, más bien era como quedarse dormido y que el cuerpo quede completamente expuesto para la entidad salvaje que todos escondemos. Las bestias se aproximaron hasta ella para rosar su cabeza contra la espalda de Nixie. Un ademán que denotaba la fidelidad de los animales para su captor, después de todo, era ella quien los cuidaba y protegía, aunque también fue ella quien los esclavizó.
-No quiero volver a ver a esa bruja- Musitó arrojando la rama hacia la llama y deshaciéndose del espejo con fondo de plata que le ayuda a comunicarse cara a cara con la anciana. Ni siquiera conocía su nombre o la procedencia, mucho menos tenía claro el por qué ese ente diabólico le ayudó a cumplir su venganza en aquella ocasión; lo único que tenía perfectamente en claro, era que esa mujer no descansaría hasta acabar con su cordura y apoderarse de su vida. ¿Puede un fantasma hacer de su recipiente un prisionero? Nixie teme hacerse esa pregunta porque le aterra conocer la respuesta.
Acarició el pelaje cobrizo de sus lobos. Adoraba a sus canes, en especial a las hembras. Más cariñosas, adaptables, y eran ellas quien mantenían dominados a los machos. El quejido de Aike atrajo la atención de sus compañeros, dos de ellos se reunieron al lado de ella para montar la guardia y el macho más grande permaneció al lado de Nixie. La bruja conocía sus movimientos, sabía que la formación ejecutada sólo podía tener un significado. Frunció el ceño y se mantuvo en alerta total, tratando de escuchar los sonidos más sordos que el bosque aguarda en las penumbras. Nadie pareció estar espiándole, sin embargo, los canes se pusieron bastante inquietos. Sacudieron su cabeza un par de ocasiones tratando de reconocer el olor que emanaba de aquella extraña presencia. Se sobaron las narices, gruñeron y se colocaron en posición de ataque. Nixie sabía lo que estaba por venir…
-Vampiro, cambiante, lobo, bruja, fantasma o demonio. Sal de ahí antes de que mis bestias te descuarticen y yo coma tu carne. Pensándolo bien, quédate donde estas.- Dicho esto, dio el permiso para que el lobo que conformaba la parte superior del triángulo de formación saliera en ataque. Esa era Aike, la única loba blanca de su manada, también el único metamorfo que se resistía a abandonar por completo su identidad humana.
Eisheth Vierklau- Vampiro Clase Alta
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Re: Submission [Privado]
Había elegido tomar la forma de lobo para realizar aquélla incursión, no porque fuera su animal favorito – que lo era – sino porque en caso de oler cualquier clase de amenaza, atacaría hasta que su presa cayera. Cedrick se tomaba excesivamente en serio su papel como padre. Había tenido que viajar con su hijo para visitar un antiguo clan de brujas a los pirineos, solo para que éstas simplemente echasen un vistazo a su cachorro y le dijesen la maldita misma respuesta. Sin embargo, él había visto cómo se advertían entre ellas. El predador había olido su miedo. La más joven del grupo incluso le había mirado con lástima, algo en sus orbes le decía que había algo que no le estaban contando. Habría ido por ella, quien era el eslabón más débil, solo para obtener sus respuestas si sus hermanas no la hubiesen apartado. Algo por lo que, por lo visto, debería estar agradecido; pero no, no lo estaba. Las malditas brujas lo habían amenazado. Si se hubiese quedado un poco más, si hubiese cedido a los impulsos como siempre hacía, quién sabe en que otro lío se encontraría. Había tenido que luchar contra su animal. Él quería darles una lección. Demostrarles quién mandaba, pero un ladrido del pequeño husky lo había detenido. Hacía todo eso por él. Si él moría, no habría ninguna oportunidad para Celtick. Le había jurado que nunca desertaría en su búsqueda. Se lo debía. Pero su tiempo se acababa. Cada día que su hijo continuaba atrapado en esa forma, el animal ganaba terreno. Demasiado pequeño como para establecer una comunicación telepática de dos vías, Cedrick era el único que hablaba. Cientos de veces, le había rogado que fuera fuerte, que encontraría la manera de reparar el daño que le había ocasionado. Pero incluso su esperanza se había visto mermada. Había creído que las respuestas las encontraría en los libros que archivaban los inquisidores, pero su plan también había fracasado. Estaba enfadado. Con él. Con todo el maldito mundo. Se moría de ganas por regresar sobre sus pasos y atacar al clan. Casi podía saborear la sangre en su hocico. Miró hacia atrás, tentado.
‘Celtick’. Pronunció el nombre de su cachorro de nuevo, como si con esa palabra pudiese anclarse. El husky corría por el bosque, atraído por los nuevos olores. Podía percibir su felicidad por las cosas minúsculas. Fue entonces cuando realmente se impulsó. El lobo, que habría podido ir más rápido, disminuyó su paso. Al pequeño le gustaba creerse vencedor. Cuando su hijo creciera, sin duda sería un grandioso líder. Todos los Moncrieff tenían esas características que los diferenciaban del resto. Mick, quien era el mayor, había sido el sucesor de su padre. Por ley, la manada le pertenecía y, aunque Cedrick estaba orgulloso de él, no había podido permanecer a su lado. Seguir órdenes nunca había sido lo suyo. ¿Sería igual Celtick? Gruñó ante aquél pensamiento. Lucharía esa batalla llegado su momento. Se detuvo. El viento parecía traer el eco de la voz de una mujer. Eso y el movimiento entre los árboles le alertó. Todo se sucedió demasiado rápido. Su cachorro se había detenido, atraído por una serpiente. Le encantaban esos reptiles. No entendía que algunos podían herirlo. Le advirtió que no se moviera. Éste movió la cola. ‘No son amigables, hijo’. Aún no había terminado de acercarse cuando un enorme lobo apareció. Cedrick le mostró sus dientes en amenaza. Su hijo se limitaba a ladrar a la serpiente, sin siquiera preocuparse por la aparición del otro predador. Se movió lenta, muy lentamente. En el momento en que el recién llegado saltó, él también lo hizo. Impactaron en el aire. Rodaron sobre la tierra. ‘Corre’. Le gruñó al pequeño, sin apartar la mirada del enemigo. La adrenalina del lobo, el deseo de cazar, de cerrar su mandíbula en la carne ajena se disparó por todo su cuerpo. No habría podido detenerse. Eso era lo que había estado esperando desde que las brujas lo habían echado. Necesitaba sacarlo y el lobo que había amenazado a Celtick iba a pagarlo. Atacó. Mordió. Desgarró. La sangre tiñó de rojo su gris pelaje. Se alimentó. No fue hasta entonces que notó que se trataba de una loba. No es que hubiese marcado la diferencia saberlo antes. Él cazaba y destruía para proteger a su hijo. Nadie nunca iba a volver a dañarlo. No si él estaba para evitarlo.
‘Celtick’. Pronunció el nombre de su cachorro de nuevo, como si con esa palabra pudiese anclarse. El husky corría por el bosque, atraído por los nuevos olores. Podía percibir su felicidad por las cosas minúsculas. Fue entonces cuando realmente se impulsó. El lobo, que habría podido ir más rápido, disminuyó su paso. Al pequeño le gustaba creerse vencedor. Cuando su hijo creciera, sin duda sería un grandioso líder. Todos los Moncrieff tenían esas características que los diferenciaban del resto. Mick, quien era el mayor, había sido el sucesor de su padre. Por ley, la manada le pertenecía y, aunque Cedrick estaba orgulloso de él, no había podido permanecer a su lado. Seguir órdenes nunca había sido lo suyo. ¿Sería igual Celtick? Gruñó ante aquél pensamiento. Lucharía esa batalla llegado su momento. Se detuvo. El viento parecía traer el eco de la voz de una mujer. Eso y el movimiento entre los árboles le alertó. Todo se sucedió demasiado rápido. Su cachorro se había detenido, atraído por una serpiente. Le encantaban esos reptiles. No entendía que algunos podían herirlo. Le advirtió que no se moviera. Éste movió la cola. ‘No son amigables, hijo’. Aún no había terminado de acercarse cuando un enorme lobo apareció. Cedrick le mostró sus dientes en amenaza. Su hijo se limitaba a ladrar a la serpiente, sin siquiera preocuparse por la aparición del otro predador. Se movió lenta, muy lentamente. En el momento en que el recién llegado saltó, él también lo hizo. Impactaron en el aire. Rodaron sobre la tierra. ‘Corre’. Le gruñó al pequeño, sin apartar la mirada del enemigo. La adrenalina del lobo, el deseo de cazar, de cerrar su mandíbula en la carne ajena se disparó por todo su cuerpo. No habría podido detenerse. Eso era lo que había estado esperando desde que las brujas lo habían echado. Necesitaba sacarlo y el lobo que había amenazado a Celtick iba a pagarlo. Atacó. Mordió. Desgarró. La sangre tiñó de rojo su gris pelaje. Se alimentó. No fue hasta entonces que notó que se trataba de una loba. No es que hubiese marcado la diferencia saberlo antes. Él cazaba y destruía para proteger a su hijo. Nadie nunca iba a volver a dañarlo. No si él estaba para evitarlo.
Cédric Moncrieff- Condenado/Cambiante/Clase Media
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Re: Submission [Privado]
El rugir de las bestias en la oscuridad, no sólo había alterado las emociones de Nixie, también había alertado a la anciana que se encontraba dentro de ella. Prestó la atención debida, siempre oculta tras la mirada casi inofensiva de la rubia, casi pudiendo olfatear el desastre que se avecinaba. Nixie, con sus pies pesados y el corazón latiendo tan rápido como le era posible, se arrastró hasta el punto exacto donde la pelea clamaba un ganador. La sangre se despilfarró por cada herida en el pelaje de ambos canes, los zarpazos, las mordidas… todo se trataba de un caos y estaba completamente segura de que su guardiana, la única de toda la manada, no sobreviviría. Desvío la vista hacia la derecha, no necesitaba ver la afrenta, pues cada golpe que acertaba el enemigo era uno a su orgullo, a sus centinelas. Al elevar nuevamente la vista, lo notó. Un pequeño Husky con el brío de la pelea en sus orbes; no supo identificar lo que observó en su mirada, terror, admiración, ira o sorpresa, pero algo le quedó claro a la bruja en ese momento.
«¡El cachorro! ¡Atrápalo!» La estridente voz decrépita y rasposa de la anciana, resonó en su cabeza como si alguien martillase dentro de ella. Ladeó el rostro, rugió. La mayor parte del tiempo, sus pensamientos y los de ella no coinciden, pero esta vez, la situación era demasiado clara para ambas. Arrastrándose, casi perdiéndose entre la maleza mientras insoportablemente escuchaba los alaridos de su loba, llegó a donde el pequeño y lo tomo por el pellejo del lobo. Este, intentó defenderse tirando mordidas hacia atrás, pero por más que mascara la piel de Nixie, esta no podía sentir nada, la anciana había tomado el control. -¿Ojo por ojo?- Pronunció. Su mirada era vacía, fúnebre, no había nada allí que denotase compasión porque simplemente no había nadie dentro, sólo el fantasma de la anciana que deseaba el exilio del mundo de las tinieblas. En su rostro figuró una sonrisa, aún sostenía con la mano al cachorro. Lo sacudió y este chilló lo suficientemente fuerte como para que su padre se diese por enterado. –Oh, pero esta cría vale sólo la mitad de lo que ella, o... ¿No?- Señaló a la loba con la mirada, chasqueó la lengua.
Lejos del espectáculo, Nixie admiraba la escena como si se tratase de un sueño, completamente atenta, dejando que la anciana se hiciera cargo, por supuesto, no todo el poder le pertenecía, si observaba que el espíritu intentaba cualquier otra cosa que no fuese ayudarle con los perros, entonces actuaría como antes, sin embargo, mientras la anciana deseaba lastimar al cachorro, Nixie sólo pensaba en su pobre loba ¿Quién la reemplazaría? Gruñó por debajo, la respuesta se la obsequió la voz dentro de ella. –¡TÚ!- Soltó al can. –¡Miserable! ¿Qué has hecho?- Cuestionó alterada, definitivamente el cambio en la voz, en la actitud, eran bastante notorios. Nixie estaba fúrica, la anciana en cambio, sólo buscaba su propio beneficio. –No, no, no, no…. ¡AIKE!- Antes de que el lobo tuviese la oportunidad de hacer nada, los tres lobos rodearon a la bruja para protegerla mientras se refugiaba junto al cuerpo de la loba. El hechizo de Nixie, perdió fuerza con la muerte y si en vida Aike sufrió por ser una bestia, entonces merecía morir como mujer. El pelaje, la piel, las formas, todo en la loba, fue disminuyendo lentamente hasta que apareció el verdadero rostro de la criatura. Una mujer de belleza excepcional pero mirada ausente. Su piel palideció inmediatamente y toda fragilidad que pudiese representar su sexo, se vio sofocada por las manchas carmín de su sangre y órganos expuestos. Efímeras lágrimas recorrieron las mejillas de la rubia –Casi olvidaba tu rostro Aike- Cerró los ojos del cadáver y se puso de pie. Mitad y mitad, no era completamente Nixie, no era completamente la anciana. –Tú- Lo señaló con la maldad expuesta en su rostro. –Te sentenció a suplir a Aike, ¿Eso o la muerte? ¡Decide!- Nunca, nunca antes Nixie había cuestionado o dado libre albedrio sobre una cosa u otra, ¿Por qué con él sí? ¿Por qué la anciana se burlaba socarronamente detrás de la mirada de la rubia? ¿Quién demonios era él?
«¡El cachorro! ¡Atrápalo!» La estridente voz decrépita y rasposa de la anciana, resonó en su cabeza como si alguien martillase dentro de ella. Ladeó el rostro, rugió. La mayor parte del tiempo, sus pensamientos y los de ella no coinciden, pero esta vez, la situación era demasiado clara para ambas. Arrastrándose, casi perdiéndose entre la maleza mientras insoportablemente escuchaba los alaridos de su loba, llegó a donde el pequeño y lo tomo por el pellejo del lobo. Este, intentó defenderse tirando mordidas hacia atrás, pero por más que mascara la piel de Nixie, esta no podía sentir nada, la anciana había tomado el control. -¿Ojo por ojo?- Pronunció. Su mirada era vacía, fúnebre, no había nada allí que denotase compasión porque simplemente no había nadie dentro, sólo el fantasma de la anciana que deseaba el exilio del mundo de las tinieblas. En su rostro figuró una sonrisa, aún sostenía con la mano al cachorro. Lo sacudió y este chilló lo suficientemente fuerte como para que su padre se diese por enterado. –Oh, pero esta cría vale sólo la mitad de lo que ella, o... ¿No?- Señaló a la loba con la mirada, chasqueó la lengua.
Lejos del espectáculo, Nixie admiraba la escena como si se tratase de un sueño, completamente atenta, dejando que la anciana se hiciera cargo, por supuesto, no todo el poder le pertenecía, si observaba que el espíritu intentaba cualquier otra cosa que no fuese ayudarle con los perros, entonces actuaría como antes, sin embargo, mientras la anciana deseaba lastimar al cachorro, Nixie sólo pensaba en su pobre loba ¿Quién la reemplazaría? Gruñó por debajo, la respuesta se la obsequió la voz dentro de ella. –¡TÚ!- Soltó al can. –¡Miserable! ¿Qué has hecho?- Cuestionó alterada, definitivamente el cambio en la voz, en la actitud, eran bastante notorios. Nixie estaba fúrica, la anciana en cambio, sólo buscaba su propio beneficio. –No, no, no, no…. ¡AIKE!- Antes de que el lobo tuviese la oportunidad de hacer nada, los tres lobos rodearon a la bruja para protegerla mientras se refugiaba junto al cuerpo de la loba. El hechizo de Nixie, perdió fuerza con la muerte y si en vida Aike sufrió por ser una bestia, entonces merecía morir como mujer. El pelaje, la piel, las formas, todo en la loba, fue disminuyendo lentamente hasta que apareció el verdadero rostro de la criatura. Una mujer de belleza excepcional pero mirada ausente. Su piel palideció inmediatamente y toda fragilidad que pudiese representar su sexo, se vio sofocada por las manchas carmín de su sangre y órganos expuestos. Efímeras lágrimas recorrieron las mejillas de la rubia –Casi olvidaba tu rostro Aike- Cerró los ojos del cadáver y se puso de pie. Mitad y mitad, no era completamente Nixie, no era completamente la anciana. –Tú- Lo señaló con la maldad expuesta en su rostro. –Te sentenció a suplir a Aike, ¿Eso o la muerte? ¡Decide!- Nunca, nunca antes Nixie había cuestionado o dado libre albedrio sobre una cosa u otra, ¿Por qué con él sí? ¿Por qué la anciana se burlaba socarronamente detrás de la mirada de la rubia? ¿Quién demonios era él?
Eisheth Vierklau- Vampiro Clase Alta
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Re: Submission [Privado]
Los ambarinos ojos del lobo se movieron en dirección a la bruja que sostenía a su cachorro. El husky había soltado un chillido y a la bestia que tenía enterrada el hocico en su presa, no le gustó en absoluto. La promesa de una venganza y de una muerte muy dolorosa se desprendía de su mirada. Aflojó el fuerte agarre que tenían sus dientes sobre la carne y unos deliberados segundos después, su hocico se levantó teñido de escarlata. Dio un paso hacia adelante. Sus patas se hundieron en la loba que ahora yacía muerta. Su lenguaje corporal, dejaba en claro quién era el Alfa en ese lugar. Erick Moncrieff había instruido a sus hijos demasiado bien. Les había enzarzado en batallas por el dominio de poder desde que se les consideró adultos en la manada. E incluso antes, Mick y él habían vivido enfrentándose por cualquier cosa. Nadie había podido establecer cuál de los hermanos tenía más de Alfa y el derramamiento de sangre, había sido inevitable. El líder siempre tuvo que intervenir, orgulloso de su descendencia, aún cuando sabía que pronto el mayor asumiría el control y Cedrick tendría que elegir seguir o no sus órdenes. Se movió un poco más. Acechando. Gruñendo. En cualquier momento, saltaría. Intentó calmar a Celtick, pero la euforia por la batalla seguía latente. Desvió la mirada hacia uno de los lobos, mostrándole los dientes. Si existían los perros demonios, sin duda él se veía como uno de ellos con manchas de sangre sobre su espeso pelaje. Se movía en círculo, acercándose por la lateral, abarcando a los tres animales que habían llegado junto a la bruja con sus orbes desbordantes de ira. El Alfa ya los había tachado como súbditos y quería hacérselos saber imponiendo su poder. Exigía la sumisión de ellos. Ansiaba su dolor, su miedo, su sangre, su carne. El cachorro soltó otro chillido y él movió la cabeza en dirección al sonido. La voz de la mujer finalmente logró penetrar en su mente cuando vio que soltaba a Celtick. El pequeño inmediatamente se lanzó a su encuentro. No le temía. Sabía que nunca le lastimaría. El lobo cazaba y mataba por él, para él.
Cedrick había expuesto su lado salvaje a su hijo desde que mató a la inquisidora y no se arrepentía. Estaba en su naturaleza. Él también lo había heredado, después de todo, por eso Arya lo había despreciado. Recordaba con perfecto detalle la primera transformación a husky del infante. Lo había estado animando a caminar cuando simplemente su forma humana se desvaneció. La felicidad que le había golpeado al saber que Celtick tendría también la capacidad de los Moncrieff para ser uno mismo con la naturaleza, pronto se vio opacado por el grito de horror de la mujer que le había dado a luz. Recordaba también esa mirada llena de asco que les dedicó a ambos. La maldita mujer no había podido apreciar lo hermoso que era el hijo de ambos. Lo había llamado abominación y no conforme, los maldijo; porque Celtick no era el único que sufría por la condena. La bruja había sabido dónde lastimarlo. El cachorro se metió entre sus patas delanteras. Los cambiaformas no crecían del mismo modo en que lo hacían los humanos. En apariencia, su hijo tendría solo un año y medio. Para los de su especie, no era ninguna sorpresa que siguiera viéndose tan pequeño; tanto así, que quedaba parado bajo el pecho del lobo, acurrucado en una de sus patas. Su hocico se contrajo aún más al emerger de su garganta un fiero gruñido. No había sentido a la otra cambiaformas. En su aura no había habido nada especial. Para Cedrick, había sido otro animal más. Otro predador en su territorio, incapaz de razonar. Observó a los otros lobos, había algo extraño fluyendo de ellos. Soltó otro rugido y a regañadientes, llamó a su forma humana. Cargó al cachorro entre sus brazos, quien no tardó en revolverse y acomodarse. Evitó enarcar una ceja hacia éste, sí que estaba asustado sino intentaba saltar lejos de su agarre. - ¿Qué hacías tú con la cambiaformas? La rabia y el desprecio se mezclaban en sus palabras. - ¿Y qué has hecho con ellos? Cuestionó, señalando con la mirada a los lobos, pero ésta volvió rápidamente a la rubia. Él ni siquiera parecía notar que estaba desnudo. Para su raza, era algo natural. Su pecho subía y bajaba, la marca de su clan era apenas visible, Celtick estaba firmemente sobre ésta. – ¡Responde! No es mi vida la que está en juego. ¡Estaba en mi derecho! Amenazaron a mi cachorro y yo protejo lo que es mío. Tan impulsivo, tan falto de control. ¿No había sido eso el causante de su problema?
Cedrick había expuesto su lado salvaje a su hijo desde que mató a la inquisidora y no se arrepentía. Estaba en su naturaleza. Él también lo había heredado, después de todo, por eso Arya lo había despreciado. Recordaba con perfecto detalle la primera transformación a husky del infante. Lo había estado animando a caminar cuando simplemente su forma humana se desvaneció. La felicidad que le había golpeado al saber que Celtick tendría también la capacidad de los Moncrieff para ser uno mismo con la naturaleza, pronto se vio opacado por el grito de horror de la mujer que le había dado a luz. Recordaba también esa mirada llena de asco que les dedicó a ambos. La maldita mujer no había podido apreciar lo hermoso que era el hijo de ambos. Lo había llamado abominación y no conforme, los maldijo; porque Celtick no era el único que sufría por la condena. La bruja había sabido dónde lastimarlo. El cachorro se metió entre sus patas delanteras. Los cambiaformas no crecían del mismo modo en que lo hacían los humanos. En apariencia, su hijo tendría solo un año y medio. Para los de su especie, no era ninguna sorpresa que siguiera viéndose tan pequeño; tanto así, que quedaba parado bajo el pecho del lobo, acurrucado en una de sus patas. Su hocico se contrajo aún más al emerger de su garganta un fiero gruñido. No había sentido a la otra cambiaformas. En su aura no había habido nada especial. Para Cedrick, había sido otro animal más. Otro predador en su territorio, incapaz de razonar. Observó a los otros lobos, había algo extraño fluyendo de ellos. Soltó otro rugido y a regañadientes, llamó a su forma humana. Cargó al cachorro entre sus brazos, quien no tardó en revolverse y acomodarse. Evitó enarcar una ceja hacia éste, sí que estaba asustado sino intentaba saltar lejos de su agarre. - ¿Qué hacías tú con la cambiaformas? La rabia y el desprecio se mezclaban en sus palabras. - ¿Y qué has hecho con ellos? Cuestionó, señalando con la mirada a los lobos, pero ésta volvió rápidamente a la rubia. Él ni siquiera parecía notar que estaba desnudo. Para su raza, era algo natural. Su pecho subía y bajaba, la marca de su clan era apenas visible, Celtick estaba firmemente sobre ésta. – ¡Responde! No es mi vida la que está en juego. ¡Estaba en mi derecho! Amenazaron a mi cachorro y yo protejo lo que es mío. Tan impulsivo, tan falto de control. ¿No había sido eso el causante de su problema?
Cédric Moncrieff- Condenado/Cambiante/Clase Media
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