AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Buscando el camino
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Buscando el camino
Destino. Se dice del destino que es un quisquilloso, que es traicionero, que nos da lo que merecemos. Que esta en manos de dios…Que cierra puertas, que abre ventanas…o algo así. Pero lo cierto es que nunca se sabe que te puede deparar el destino o el azar, porque, destino y azar…¿dónde empieza uno y donde acaba el otro?
Aquella mañana no esperaba que el destino me hiciera una visita ni que nada me hiciera una visita. Yo simplemente estaba en el jardín, con una taza de té humeante esperando para enfriarse en la mesa de la terraza mientras que me afanaba para cortar un poco el enredado y alto rosal que si bien era bonito, no causaba más que desgracias a toda alma cándida que se acercara …-o cayera-… en el.
Por lo que arrodillado, descalzo, arremangado de pantalones y camisa, empecé a podar las ramas secas, a quitar tallos, arrancar malas hierbas, arrancar unas cuantas espinas creadas con fundamento por el mismísimo diablo y cortar algunas rosas para quedármelas dentro de casa. Lo cierto es que tenía un jardín enorme y me gustaba dedicarle algo de tiempo, me relajaba hacer cosas más cotidianas que luchar contra osos con alma humana de más de dos metros o hombres con complejo de perro ante la luna… No…Definitivamente con la jardinería no había este problema.
AAAHG MALDITO ROSAL DEL DEMONIO…
Bueno. A veces si que daba algún disgusto, pero nunca algo sumamente importante.
Lleve la palma de mi mano a mi boca para lamer el gran rasguño de ese pincho con aires de gancho. Hasta que el timbre de la puerta sonó y me hizo alzar la cabeza, mire la hora en mi reloj y eran las nueve de la mañana de un martes. La única que debía venir era Iris, pero aun quedaban dos horas para que empezáramos a entrenar.
Me encogí de hombros y me adentre en el salón con mis rosas rojas y blancas en una de mis manos y las tijeras de podar en la otra. Deje las tijeras en una mesa auxiliar y abrí el gran portón mientras unos enormes y parpadeantes ojos me miraban con cierto brillo de expectación.
¡Oh eres tu! Buenos días pequeña. Que haces por aquí tan … ¿? Iris entro cerró la puerta y me tiro de la manita mientras miraba por la ventana, luego me conducía a la cocina y miraba por allí también, para terminar conduciéndome a la segunda planta ante mi cara de consternación que decia “aquí hay algo que yo no entendí”…
Iris…Iris…Misha ¿porque me arrastras por la casa? Estoy sucio, lleno de tierra, estaba haciendo el jardín. Voy a dejarlo todo lleno de tierra. ¿Qué ocurre cielo? Ella miraba a un lado y a otro por las ventanas como si vigilara algo. Fruncí el ceño y le pase las rosas mientras miraba por la ventana del segundo piso a su lado.
¿Te siguen? Hice crujir los nudillos, pues si había alguien más tendría que calentar. Sin embargo negó dejándome con la duda. ¿Entonces que te ocurre? ¿Va todo bien?
Ella me miraba pero parecía estar pensando y no estar ahí delante de mi realmente.
Estas empezando a preocuparme. Anda siéntate un poco, voy a traerte algo caliente y charlamos ¿Vale? Le senté y ella se quedo con una de las rosas en sus manos, no quiso que la dejara a un lado con las otras. Eso me hizo sonreír. No te las quitare, ya sabes que son todas tuyas…Bese sus cabellos y me gire para ir a buscarle algo, sin embargo su agarre en mi camisa me lo impidió.
Aquella mañana no esperaba que el destino me hiciera una visita ni que nada me hiciera una visita. Yo simplemente estaba en el jardín, con una taza de té humeante esperando para enfriarse en la mesa de la terraza mientras que me afanaba para cortar un poco el enredado y alto rosal que si bien era bonito, no causaba más que desgracias a toda alma cándida que se acercara …-o cayera-… en el.
Por lo que arrodillado, descalzo, arremangado de pantalones y camisa, empecé a podar las ramas secas, a quitar tallos, arrancar malas hierbas, arrancar unas cuantas espinas creadas con fundamento por el mismísimo diablo y cortar algunas rosas para quedármelas dentro de casa. Lo cierto es que tenía un jardín enorme y me gustaba dedicarle algo de tiempo, me relajaba hacer cosas más cotidianas que luchar contra osos con alma humana de más de dos metros o hombres con complejo de perro ante la luna… No…Definitivamente con la jardinería no había este problema.
AAAHG MALDITO ROSAL DEL DEMONIO…
Bueno. A veces si que daba algún disgusto, pero nunca algo sumamente importante.
Lleve la palma de mi mano a mi boca para lamer el gran rasguño de ese pincho con aires de gancho. Hasta que el timbre de la puerta sonó y me hizo alzar la cabeza, mire la hora en mi reloj y eran las nueve de la mañana de un martes. La única que debía venir era Iris, pero aun quedaban dos horas para que empezáramos a entrenar.
Me encogí de hombros y me adentre en el salón con mis rosas rojas y blancas en una de mis manos y las tijeras de podar en la otra. Deje las tijeras en una mesa auxiliar y abrí el gran portón mientras unos enormes y parpadeantes ojos me miraban con cierto brillo de expectación.
¡Oh eres tu! Buenos días pequeña. Que haces por aquí tan … ¿? Iris entro cerró la puerta y me tiro de la manita mientras miraba por la ventana, luego me conducía a la cocina y miraba por allí también, para terminar conduciéndome a la segunda planta ante mi cara de consternación que decia “aquí hay algo que yo no entendí”…
Iris…Iris…Misha ¿porque me arrastras por la casa? Estoy sucio, lleno de tierra, estaba haciendo el jardín. Voy a dejarlo todo lleno de tierra. ¿Qué ocurre cielo? Ella miraba a un lado y a otro por las ventanas como si vigilara algo. Fruncí el ceño y le pase las rosas mientras miraba por la ventana del segundo piso a su lado.
¿Te siguen? Hice crujir los nudillos, pues si había alguien más tendría que calentar. Sin embargo negó dejándome con la duda. ¿Entonces que te ocurre? ¿Va todo bien?
Ella me miraba pero parecía estar pensando y no estar ahí delante de mi realmente.
Estas empezando a preocuparme. Anda siéntate un poco, voy a traerte algo caliente y charlamos ¿Vale? Le senté y ella se quedo con una de las rosas en sus manos, no quiso que la dejara a un lado con las otras. Eso me hizo sonreír. No te las quitare, ya sabes que son todas tuyas…Bese sus cabellos y me gire para ir a buscarle algo, sin embargo su agarre en mi camisa me lo impidió.
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/10/2011
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Re: Buscando el camino
Lo relacionaba con los cambios vividos últimamente: constantes viajes largos de aquí para allá, duros entrenamientos, comida dispar de un día a otro, más ejercicio, estrés diario... No le di mayor importancia hasta que caí en la cuenta aquella misma mañana tras mirar el calendario que colgaba en mi cocina. Volví a contar. Repetí la operación un par de veces más, pero lo mirase por donde lo mirase, seguían siendo ochenta y un días desde mi último período menstrual. Instintivamente llevé mis manos a la cabeza y despegué mis mandíbulas al mismo tiempo que mis ojos se desorbitaban...
- ¡Oh Dios mío!- grité, totalmente fuera de sí. Tanto, que empecé a correr en círculos repitiendo sin cesar:- ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío!
Hasta que una se cansa de correr y gritar -o se queda sin aliento, que fue lo que me sucedió a mí-, y me detuve un momento a pensar en voz alta, llevando mis dedos al mentón y fijando mi vista en la nada mientras recuperaba la compostura.
- Veamos, primero debería confirmarlo de algún modo... Me conozco un hechizo que...
No me hizo falta realizar aquél hechizo cuando otra náusea me hizo correr para expulsar de mi cuerpo el desayuno que acababa de tomar. No era la primera, ni mucho menos, pero como decía, relacionaba todos mis síntomas a simples cambios ambientales, no de mi cuerpo. Parecía que lo que fuera que empezaba a crecer dentro de mí intentaba responder a mis preguntas incluso antes de formularlas. ¿Se trataría de un futuro genio? ¿Un gran intelectual, quizás?
Corté de raíz aquellos ensoñadores pensamientos y regresé a la realidad después de lavarme y enjuagarme la boca repetidas veces con la intención -infructuosa, cabe decir- de eliminar el mal sabor.
- De acuerdo, de acuerdo... Tras la confirmación de semejante hecho, ahora toca pensar qué hacer. ¿Qué opciones tenemos, Mischa?- me preguntaba, aun pensando en voz alta mientras iba caminando por el pasadizo de casa, alegre de que aquella mañana Naeem estuviera en el mercado comprando. Seguro que le habría sentado mal ver en qué se había convertido su apetitoso desayuno preparado ex profeso para mí.- Mejor empecemos por sentarnos y relajarnos... mi cabeza empieza a dar vueltas.- murmuré, aguantando un momento la respiración antes de expulsarla al sentarme en el sofá situado frente a la chimenea.- Bien. Estoy embarazada. Y no de un hombre cualquiera, no, no. Estoy embarazada de mi primo. Que a su vez, resulta ser mi Maestro y que para más inri, es Inquisidor.- suspiré, acongojada, inclinándome para sustentar mis codos sobre mis rodillas y poder así llevarme las manos a la cara, ocultándola de la realidad.- Si Étienne es conocedor de semejante sacrilegio... No dudará en firmar mi condena y castigar a Kaél. Y ya no quiero ni pensar lo que le pasaría a nuestro... ¿pequeño sabelotodo?
Una risa amarga asomó por las comisuras de mis labios, suspirando de nuevo, recostando mi espalda contra el respaldo del sofá. ¿Qué podía hacer?
- ¡Oh, Dios mío... MÁNDAME UNA SEÑAL!
Y entonces, pasó. La puerta se abrió y un sonriente Naeem apareció en el salón llevando consigo varias bolsas repletas de comida. No pude evitar poner los ojos en blanco y resoplar. ¿Qué clase de señal era aquella? ¿Tanto me odiaba Dios? Aunque entonces... lo comprendí. Parpadeé y corrí hasta los brazos de Naeem para contarle todo lo acontecido. Su sonrisa titubeaba en ocasiones hasta que finalmente, frunció el ceño al comprender aquello que le pedía.
Después de convencerle y recibir su apoyo, se ofreció para acompañarme a casa de Kaél, aunque yo me resistía a darle semejante noticia en aquellos momentos. Naeem me insistió en que era lo mejor y dadas las circunstancias, tuve que ceder.
Y ahí estaba ahora, agarrando su camisa, agachando la mirada y escapándoseme las palabras que no quería decir.
- Estoy embarazada. -susurré. Creí que Kaél no me había escuchado, pero tras comprobar por su hieratismo que me había entendido perfectamente, me puse en pie para encararme a él. Sus ojos pestañearon y entonces, las comisuras de sus labios empezaron a curvarse en lo que parecía una sonrisa. Tuve que abortar ese gesto antes de que fuera demasiado tarde o doloroso para él. Ese era el momento y debía hacerlo ya. Tomé una bocanada de aire y añadí con firmeza, mirándole a los ojos.- Y no eres el padre.
- ¡Oh Dios mío!- grité, totalmente fuera de sí. Tanto, que empecé a correr en círculos repitiendo sin cesar:- ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío!
Hasta que una se cansa de correr y gritar -o se queda sin aliento, que fue lo que me sucedió a mí-, y me detuve un momento a pensar en voz alta, llevando mis dedos al mentón y fijando mi vista en la nada mientras recuperaba la compostura.
- Veamos, primero debería confirmarlo de algún modo... Me conozco un hechizo que...
No me hizo falta realizar aquél hechizo cuando otra náusea me hizo correr para expulsar de mi cuerpo el desayuno que acababa de tomar. No era la primera, ni mucho menos, pero como decía, relacionaba todos mis síntomas a simples cambios ambientales, no de mi cuerpo. Parecía que lo que fuera que empezaba a crecer dentro de mí intentaba responder a mis preguntas incluso antes de formularlas. ¿Se trataría de un futuro genio? ¿Un gran intelectual, quizás?
Corté de raíz aquellos ensoñadores pensamientos y regresé a la realidad después de lavarme y enjuagarme la boca repetidas veces con la intención -infructuosa, cabe decir- de eliminar el mal sabor.
- De acuerdo, de acuerdo... Tras la confirmación de semejante hecho, ahora toca pensar qué hacer. ¿Qué opciones tenemos, Mischa?- me preguntaba, aun pensando en voz alta mientras iba caminando por el pasadizo de casa, alegre de que aquella mañana Naeem estuviera en el mercado comprando. Seguro que le habría sentado mal ver en qué se había convertido su apetitoso desayuno preparado ex profeso para mí.- Mejor empecemos por sentarnos y relajarnos... mi cabeza empieza a dar vueltas.- murmuré, aguantando un momento la respiración antes de expulsarla al sentarme en el sofá situado frente a la chimenea.- Bien. Estoy embarazada. Y no de un hombre cualquiera, no, no. Estoy embarazada de mi primo. Que a su vez, resulta ser mi Maestro y que para más inri, es Inquisidor.- suspiré, acongojada, inclinándome para sustentar mis codos sobre mis rodillas y poder así llevarme las manos a la cara, ocultándola de la realidad.- Si Étienne es conocedor de semejante sacrilegio... No dudará en firmar mi condena y castigar a Kaél. Y ya no quiero ni pensar lo que le pasaría a nuestro... ¿pequeño sabelotodo?
Una risa amarga asomó por las comisuras de mis labios, suspirando de nuevo, recostando mi espalda contra el respaldo del sofá. ¿Qué podía hacer?
- ¡Oh, Dios mío... MÁNDAME UNA SEÑAL!
Y entonces, pasó. La puerta se abrió y un sonriente Naeem apareció en el salón llevando consigo varias bolsas repletas de comida. No pude evitar poner los ojos en blanco y resoplar. ¿Qué clase de señal era aquella? ¿Tanto me odiaba Dios? Aunque entonces... lo comprendí. Parpadeé y corrí hasta los brazos de Naeem para contarle todo lo acontecido. Su sonrisa titubeaba en ocasiones hasta que finalmente, frunció el ceño al comprender aquello que le pedía.
Después de convencerle y recibir su apoyo, se ofreció para acompañarme a casa de Kaél, aunque yo me resistía a darle semejante noticia en aquellos momentos. Naeem me insistió en que era lo mejor y dadas las circunstancias, tuve que ceder.
Y ahí estaba ahora, agarrando su camisa, agachando la mirada y escapándoseme las palabras que no quería decir.
- Estoy embarazada. -susurré. Creí que Kaél no me había escuchado, pero tras comprobar por su hieratismo que me había entendido perfectamente, me puse en pie para encararme a él. Sus ojos pestañearon y entonces, las comisuras de sus labios empezaron a curvarse en lo que parecía una sonrisa. Tuve que abortar ese gesto antes de que fuera demasiado tarde o doloroso para él. Ese era el momento y debía hacerlo ya. Tomé una bocanada de aire y añadí con firmeza, mirándole a los ojos.- Y no eres el padre.
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 117
Fecha de inscripción : 05/03/2012
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Re: Buscando el camino
Si dios hubiese abierto los cielos, hubiese despegado el techo de mi casa y con un gran mazo me hubiera dado el martillazo de mi vida en la cabeza estampándome contra la pared, creo que no me habría dolido tanto tanto, como me dolieron sus palabras.
¿Pero qué..?...¿QUE?
¿COMO DICES?
Tome una bocanada de aire y me gire para no mirarla y centrar mi vista en la ventana, dejando y que el aire saliera muy despacito por mi boca. Era un hombre que había pasado los 40 años, tenía un estilo de vida saludable, era un hombre atlético y sano…Pero no podía mentir, en aquel instante pensé que me iba a dar un infarto.
Me cruce de brazos, aun en dirección a la ventana y desvié la cabeza para fulminarla mientras le miraba de reojo.
¿Estás diciéndome que me has engañado con Naeem, que estas embarazada de él y vienes a contármelo…por misericordia o por ganas de ver mi cara de tonto?
Noooo no quiero que digas nada. Alegue situando la palma de mi mano delante de su rostro para evitar que hablara. Baje un poco la cabeza mientras quitaba un poco la tierra que aun se almacenaba en mi ropa por haber estado haciendo el jardín momentos antes y entonces le sonreí a Iris.
Bien, muy bien. Puedes quédate aquí tranquilita. Si me disculpas…
Voy a matar al padre de tu hijo. Escuche como Iris resoplaba mientras yo comenzaba a caminar hasta salir de la habitación, encaminándome a una de las puertas del pasillo. La abrí, rebusque entre algunas cosas y saque la katana doble, un arma ligera y cómoda que podía separarse en dos katanas si la ocasión en el combate lo requería.
La tome, sujetándola bajo mi brazo con su funda, como si en realidad llevara el periódico o una revista y comencé a silbar mientras bajaba las escaleras. Escuchando tras de mi, como al parecer mis actos si que la habían alarmado un poco, -aunque quizás no me creyera al principio- Pues la carrera que escuche tras de mi fue precipitada y la voz, con cierto tono de histeria.
¿De que me sirve ser un hombre libre ante semejantes actos? Prefiero que me condenen o que den muerte por asesino, que vivir con algo asi. Pero al menos asi viviré en paz sabiendo que me he vengado. ¿Que mas da todo lo demás?
Iris me agarro de la camisa mientras yo bajaba la escalera. Por lo que girándome hacia ella, deje caer la katana para sujetarla de los brazos y hacerle chocar contra la pared con poca sutileza, impidiendo que se moviera mientras yo ahora le miraba hacia abajo. Dejando ya la farsa y todas las tonterías de lado. Ahora hablaba en serio con ella.
No me lo creo. Llevas viajando conmigo los últimos meses. No. No me creo que tengas la cara de venir aquí y decirme algo así a mí después de todo lo que hemos pasado.
Te conozco bien, y sé que si de verdad fuera cierto no me dirías algo así, como si nada.
Pero si por el contrario, lo que dices es cierto. Sera mejor que me lo expliques todo ahora mismo, porque te lo exijo.
Solté sus brazos y los situé por encima de sus hombros, apoyándome en la pared mientras le encerraba así, mientras contemplaba su mirada que un tanto desorbitada se centraba en mi tanto como mi mirada en ella.
Si todo esto es cierto, será mejor que hables ya, o te juro por dios que no volverás a ver mi cara nunca más.
¿Pero qué..?...¿QUE?
¿COMO DICES?
Tome una bocanada de aire y me gire para no mirarla y centrar mi vista en la ventana, dejando y que el aire saliera muy despacito por mi boca. Era un hombre que había pasado los 40 años, tenía un estilo de vida saludable, era un hombre atlético y sano…Pero no podía mentir, en aquel instante pensé que me iba a dar un infarto.
Me cruce de brazos, aun en dirección a la ventana y desvié la cabeza para fulminarla mientras le miraba de reojo.
¿Estás diciéndome que me has engañado con Naeem, que estas embarazada de él y vienes a contármelo…por misericordia o por ganas de ver mi cara de tonto?
Noooo no quiero que digas nada. Alegue situando la palma de mi mano delante de su rostro para evitar que hablara. Baje un poco la cabeza mientras quitaba un poco la tierra que aun se almacenaba en mi ropa por haber estado haciendo el jardín momentos antes y entonces le sonreí a Iris.
Bien, muy bien. Puedes quédate aquí tranquilita. Si me disculpas…
Voy a matar al padre de tu hijo. Escuche como Iris resoplaba mientras yo comenzaba a caminar hasta salir de la habitación, encaminándome a una de las puertas del pasillo. La abrí, rebusque entre algunas cosas y saque la katana doble, un arma ligera y cómoda que podía separarse en dos katanas si la ocasión en el combate lo requería.
La tome, sujetándola bajo mi brazo con su funda, como si en realidad llevara el periódico o una revista y comencé a silbar mientras bajaba las escaleras. Escuchando tras de mi, como al parecer mis actos si que la habían alarmado un poco, -aunque quizás no me creyera al principio- Pues la carrera que escuche tras de mi fue precipitada y la voz, con cierto tono de histeria.
¿De que me sirve ser un hombre libre ante semejantes actos? Prefiero que me condenen o que den muerte por asesino, que vivir con algo asi. Pero al menos asi viviré en paz sabiendo que me he vengado. ¿Que mas da todo lo demás?
Iris me agarro de la camisa mientras yo bajaba la escalera. Por lo que girándome hacia ella, deje caer la katana para sujetarla de los brazos y hacerle chocar contra la pared con poca sutileza, impidiendo que se moviera mientras yo ahora le miraba hacia abajo. Dejando ya la farsa y todas las tonterías de lado. Ahora hablaba en serio con ella.
No me lo creo. Llevas viajando conmigo los últimos meses. No. No me creo que tengas la cara de venir aquí y decirme algo así a mí después de todo lo que hemos pasado.
Te conozco bien, y sé que si de verdad fuera cierto no me dirías algo así, como si nada.
Pero si por el contrario, lo que dices es cierto. Sera mejor que me lo expliques todo ahora mismo, porque te lo exijo.
Solté sus brazos y los situé por encima de sus hombros, apoyándome en la pared mientras le encerraba así, mientras contemplaba su mirada que un tanto desorbitada se centraba en mi tanto como mi mirada en ella.
Si todo esto es cierto, será mejor que hables ya, o te juro por dios que no volverás a ver mi cara nunca más.
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
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Re: Buscando el camino
Su agarre fue brutal cuando me encerró entre la pared y su cuerpo, amarrándome las manos por encima de mi cabeza y perforándome la mirada con la suya propia, estremeciéndome, asustándome tras comprobar que era capaz de matar a Naeem por todo aquello, que había perdido el control de sí mismo, que estaba desquiciado y que todo ello, era resultado de mi mentira, de un embuste diseñado para facilitarnos la vida y cuyas consecuencias estaban llegando demasiado lejos, asfixiándome sin darme cuenta. De pronto, entre sus brazos acosadores, me sentí pequeña y frágil, asustada y con unas intensas ganas de arrancar a llorar sobre su pecho. Ansiaba refugiarme en él como la noche anterior, necesitaba su abrazo reconfortante, sus manos sobre mi piel temblorosa, su voz sosegando mi agitada alma.
- Diétrich, yo...
No solía nombrarle por su primer nombre, solía usar el segundo porque siempre me había parecido más cariñoso, menos agresivo. Solía emplearlo en situaciones dónde me encontraba enfadada con él, o buscando quizás más seriedad en el asunto que tratábamos. Durante nuestras misiones grupales, como mi Maestro que era, también solía mencionarle como Diétrich, por lo imponente y respetuoso que así sonaba su nombre de pila. Pero en aquella ocasión, el motivo fue otro. Quise marcar unas distancias prudenciales, una frialdad que de algún modo cortara el vínculo sentimental que nos unía en un asunto personal. Kaél lo entendió, pero no retiró sus manos de mi piel, al contrario, apretó más mis muñecas y acercó su rostro al mío, respirando con fiereza sobre mis labios.
Como si hubiese sido una bofetada, aquellas últimas palabras y su mayor contacto físico me llevaron a experimentar lo que solía denominarse una premonición, una fugaz visión de lo que parecía ser un futuro tal y como el que estaba diseñando en aquellos momentos con el transcurso de mis palabras y la forma dada a mi decisión final respecto a la noticia de mi embarazo. Por mis ojos transcurrieron algunos destellos en los que se veía a un niño en brazos míos, manchados ambos de sangre. A nuestros pies, yacía el cuerpo sin vida de Naeem y frente a nosotros, un colérico Kaél que nos da la espalda antes de marcharse. Los siguientes destellos de futuro eran horribles. Étienne me arrebataba al niño con la excusa de darle una mejor educación y yo era sentenciada a sobrevivir sola y repudiada, llegando incluso a... suicidarme.
La visión concluyó y mis ojos se reencontraron con los de Kaél, quién aun esperaba una explicación. Tragué saliva ruidosamente y finalmente, rompí a llorar.
- ¡Tenía que intentarlo! ¡Era mi deber protegerte! ¡Protegerle! ¡Protegernos!- balbuceé sin que él entendiera ni una palabra de lo que parloteaba, agachando la cabeza hasta colocar mi frente sobre su esternón.- Sí, el niño que llevo dentro es tuyo, Kaél... ¡fruto tuyo y no de otro!- confesé al fin, alzando la mirada para encontrarme con la suya, titubeante.- Pero... ¿no te das cuenta? ¡La Inquisición nos matará por esto! ¡Nos matará a todos! Ya no habrá fachada que cubra algo así... no habrán apoyos que nos ayuden con esto... se acabó... seré sentenciada a la hoguera y tú... ¡quizás a algo peor! Oh, Kaél... ¡ojalá puedas perdonarme algún día por esto!
Sin saber cuándo, me vi libre de sus ataduras y caí de rodillas al suelo, llevándome las manos al rostro y llorando hasta que las lágrimas dejaron de escocer en mis ojos.
- Yo... he de huír. He de escapar de la Inquisición antes de que sea demasiado tarde, antes de que lo descubran y nos den caza a todos, todos estamos implicados en esta barbarie y todos lo pagaremos con la vida.
Con su ayuda, logré ponerme en pie y secar mis lágrimas con el puño de mi camisa blanca, mirándole con firmeza y esbozando lo más parecido que pude a una sonrisa.
- He de irme para salvarnos, pero no sin antes contarte la verdad... contarte que te amo.
Llevé mi mano a su rostro aun confundido, deslizando por sus rasgos las yemas de mis dedos antes de depositar sobre sus labios un efímero beso, demasiado corto para mi gusto, pero perfecto para una despedida. Al fin lo había entendido. Siempre acarreaba problemas a los que se mezclaban en mi vida. No es que los problemas nos acecharan constantemente, es que, simplemente, yo era el problema. No era justo envolver a otros en los pozos que yo misma cavaba. Ahora era el momento de ser fuerte, madura y responsable. Era el momento de partir y de hacerlo sola. Todos estarían mejor sin mí y al menos, sus vidas seguirían sus respectivos caminos sin más percances. O eso creía yo después de mi premonición.
- Diétrich, yo...
No solía nombrarle por su primer nombre, solía usar el segundo porque siempre me había parecido más cariñoso, menos agresivo. Solía emplearlo en situaciones dónde me encontraba enfadada con él, o buscando quizás más seriedad en el asunto que tratábamos. Durante nuestras misiones grupales, como mi Maestro que era, también solía mencionarle como Diétrich, por lo imponente y respetuoso que así sonaba su nombre de pila. Pero en aquella ocasión, el motivo fue otro. Quise marcar unas distancias prudenciales, una frialdad que de algún modo cortara el vínculo sentimental que nos unía en un asunto personal. Kaél lo entendió, pero no retiró sus manos de mi piel, al contrario, apretó más mis muñecas y acercó su rostro al mío, respirando con fiereza sobre mis labios.
Como si hubiese sido una bofetada, aquellas últimas palabras y su mayor contacto físico me llevaron a experimentar lo que solía denominarse una premonición, una fugaz visión de lo que parecía ser un futuro tal y como el que estaba diseñando en aquellos momentos con el transcurso de mis palabras y la forma dada a mi decisión final respecto a la noticia de mi embarazo. Por mis ojos transcurrieron algunos destellos en los que se veía a un niño en brazos míos, manchados ambos de sangre. A nuestros pies, yacía el cuerpo sin vida de Naeem y frente a nosotros, un colérico Kaél que nos da la espalda antes de marcharse. Los siguientes destellos de futuro eran horribles. Étienne me arrebataba al niño con la excusa de darle una mejor educación y yo era sentenciada a sobrevivir sola y repudiada, llegando incluso a... suicidarme.
La visión concluyó y mis ojos se reencontraron con los de Kaél, quién aun esperaba una explicación. Tragué saliva ruidosamente y finalmente, rompí a llorar.
- ¡Tenía que intentarlo! ¡Era mi deber protegerte! ¡Protegerle! ¡Protegernos!- balbuceé sin que él entendiera ni una palabra de lo que parloteaba, agachando la cabeza hasta colocar mi frente sobre su esternón.- Sí, el niño que llevo dentro es tuyo, Kaél... ¡fruto tuyo y no de otro!- confesé al fin, alzando la mirada para encontrarme con la suya, titubeante.- Pero... ¿no te das cuenta? ¡La Inquisición nos matará por esto! ¡Nos matará a todos! Ya no habrá fachada que cubra algo así... no habrán apoyos que nos ayuden con esto... se acabó... seré sentenciada a la hoguera y tú... ¡quizás a algo peor! Oh, Kaél... ¡ojalá puedas perdonarme algún día por esto!
Sin saber cuándo, me vi libre de sus ataduras y caí de rodillas al suelo, llevándome las manos al rostro y llorando hasta que las lágrimas dejaron de escocer en mis ojos.
- Yo... he de huír. He de escapar de la Inquisición antes de que sea demasiado tarde, antes de que lo descubran y nos den caza a todos, todos estamos implicados en esta barbarie y todos lo pagaremos con la vida.
Con su ayuda, logré ponerme en pie y secar mis lágrimas con el puño de mi camisa blanca, mirándole con firmeza y esbozando lo más parecido que pude a una sonrisa.
- He de irme para salvarnos, pero no sin antes contarte la verdad... contarte que te amo.
Llevé mi mano a su rostro aun confundido, deslizando por sus rasgos las yemas de mis dedos antes de depositar sobre sus labios un efímero beso, demasiado corto para mi gusto, pero perfecto para una despedida. Al fin lo había entendido. Siempre acarreaba problemas a los que se mezclaban en mi vida. No es que los problemas nos acecharan constantemente, es que, simplemente, yo era el problema. No era justo envolver a otros en los pozos que yo misma cavaba. Ahora era el momento de ser fuerte, madura y responsable. Era el momento de partir y de hacerlo sola. Todos estarían mejor sin mí y al menos, sus vidas seguirían sus respectivos caminos sin más percances. O eso creía yo después de mi premonición.
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/03/2012
Localización : París
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Re: Buscando el camino
Sus palabras me herían y me confundían a la vez. ¿Que…qué demonios le pasaba? Definitivamente nunca iba a entender a las mujeres, pero eso poco importaba. Lo que me había quedado claro era que ese niño era mío. MIO, pese a mi delirio e incluso a mi…deseo de sangre en contra de Naeem -aunque este fuera inocente.-
No, nada de eso importaba ahora, ella me quería, ella me amaba…
Dios mio...
Respire, pudiendo hacerlo al fin con normalidad mientras dejaba mis brazos caer de lado a lado de mi cuerpo. Me quede mirándole un instante, aunque quizás fue mas de un instante. Ella me miraba como quien mira a alguien a quien teme.
Mischa…
Parpadee y le tome de los brazos, ella se sobrecogió, pero entonces pese a su sorpresa, la bese. La bese apasionada y locamente como nunca había hecho, deslizando mis manos hacia su espalda para acercarle mas a mi, aprisionándola ligeramente contra mi cuerpo. Quizas con demasiado fervor y aun asi, acunandole, queriendo resguardarle entre mis brazos. Sus labios temborosos, siempre apetecibles, cual tentación imposible de contener se separaron de los mios y me aparte ligeramente de ella, mirándola hacia abajo, ahora sosteniendo su rostro.
Mischa. No te iras de aqui sin mi porque no permitiré. Te amo demasiado para hacerlo.
y...No...no dejare que la inquisición te sentencie, ni que me cojan a mi, nadie sabrá esto. Baje la mirada, posando la mano sobre su vientre, sin poder evitar sentir que algo me conmovía ante su noticia. Y es que…Yo ya lo habia perdido todo una vez, y eso no se podía volver a repetir. No pensaba permitirlo.
No permitiré que nada os lastime… No mientras tenga vida.
...
Esperame en la entrada, coge una bolsa con comida, como si fueramos a irnos de picnic. Ponte el abrigo y coge el mío. Saldremos ahora. Ella gesticulo pero yo pose los dedos sobre sus labios.
Confía en mí.
Vi el temor en su brillante mirar, sin embargo ella bajo las escaleras a la vez que yo caminaba por el pasillo hasta adentrarme en la sala de las armas. Encaminándome hacia los armarios que las guardaban, tomando dos dagas que oculte en sendos tobillos, asi como algunos revólveres que oculte en el cinturón a mi espalda. Cogiendo seguidamente una gran bolsa de viaje, que abri para poner dentro una manta en el fondo y cartuchos de repuesto. Me puse de cuclillas para sacar dos grandes maletas de piel negras de debajo de uno de los armarios y los abri para ver los grandes fajos de dinero que allí se almacenaban apretados.
Si bien no necesitaba mucho para vivir, lo cierto es que la iglesia me pagaba más que debidamente por dejarme el pellejo en su causa. Por lo que me alegraba de darle algún uso al sucio dinero que tan mal había ganado a costa de una causa poco justa. Después de todo, el mismo dinero que ellos me habían dado me ayudaría ahora a fastidiarles.
Eche los fajos en la bolsa hasta vacíar las dos grandes maletas, -con eso podríamos comprarnos una casa si hacía falta.- Los acomode apretándolos un poco y tome unos cuantos explosivos de una caja cercana.
Sali de aquella habitación y me conduje a la mia, cogiendo una caja de cerillas de mi mesita de noche. Me pase por las distintas habitaciones de la segunda planta y sali de la habitación cuando lo tuve todo listo, cerrándola.
Baje las escaleras con mi pesada bolsa al hombro. Iris estaba en la entrada, con las llaves, una bolsa su abrigo puesto y mi abrigo en su regazo.
Tome su mano y la conduje un momento hacia la ventana. Aprete sus dedos entrelazadolos conmigo.
El jardín esta a medias…Pero tenía planeado hacer algunas cosas. Plantar cosas me relaja, me hace pensar que creo algo en vez de destruir todo el tiempo…Pero ahora tu también estas aquí…y me haces comprender que puedo amar, que puedo crear…
Trague saliva. Lo cierto es que nunca se me habia dado bien exteriorizar lo que sentía. Quizás porque no lo hacia a menudo.
Son buenas tierras, estaba cultivando aquellas rosas para ti, ¿sabes? Mischa me miro interrogante pero yo no le dije nada, solo le conduje conmigo hacia la salida mientras me ponía el abrigo, cerrando mi puerta mientras ambos caminábamos con calma por el jardín. Le abrace por la espalda, dejando que mis dedos se aferraran a los pliegues de su abrigo.
Quiero pedirte que confíes en mi y que lo hagas ciegamente, porque voy a pedirte algo muy difícil.
...
Pase lo que pase...No mires atrás.
Continuamos caminando, paso a paso, abrazados y en silencio. El aroma inundo el aire y Mischa apretó de mi, mientras algunas personas de residencias cercanas comenzaban a acercarse, pasando a nuestro lado, caminando en la dirección en la que veníamos.
Y es que pude sentir incluso mis propias manos temblar cuando el estallido inundo el ambiente. Llenándose el aire de el aroma a quemado.
El cerezo, mi residencia, acababa de volar en miles de pedazos, incendiándose ahora los escombros y las plantas que no habían acabado de destruirse...Acababa de destruir todo lo que tenia, y eso no era mas que el principio de lo que tenia en mente.
No, nada de eso importaba ahora, ella me quería, ella me amaba…
Dios mio...
Respire, pudiendo hacerlo al fin con normalidad mientras dejaba mis brazos caer de lado a lado de mi cuerpo. Me quede mirándole un instante, aunque quizás fue mas de un instante. Ella me miraba como quien mira a alguien a quien teme.
Mischa…
Parpadee y le tome de los brazos, ella se sobrecogió, pero entonces pese a su sorpresa, la bese. La bese apasionada y locamente como nunca había hecho, deslizando mis manos hacia su espalda para acercarle mas a mi, aprisionándola ligeramente contra mi cuerpo. Quizas con demasiado fervor y aun asi, acunandole, queriendo resguardarle entre mis brazos. Sus labios temborosos, siempre apetecibles, cual tentación imposible de contener se separaron de los mios y me aparte ligeramente de ella, mirándola hacia abajo, ahora sosteniendo su rostro.
Mischa. No te iras de aqui sin mi porque no permitiré. Te amo demasiado para hacerlo.
y...No...no dejare que la inquisición te sentencie, ni que me cojan a mi, nadie sabrá esto. Baje la mirada, posando la mano sobre su vientre, sin poder evitar sentir que algo me conmovía ante su noticia. Y es que…Yo ya lo habia perdido todo una vez, y eso no se podía volver a repetir. No pensaba permitirlo.
No permitiré que nada os lastime… No mientras tenga vida.
...
Esperame en la entrada, coge una bolsa con comida, como si fueramos a irnos de picnic. Ponte el abrigo y coge el mío. Saldremos ahora. Ella gesticulo pero yo pose los dedos sobre sus labios.
Confía en mí.
Vi el temor en su brillante mirar, sin embargo ella bajo las escaleras a la vez que yo caminaba por el pasillo hasta adentrarme en la sala de las armas. Encaminándome hacia los armarios que las guardaban, tomando dos dagas que oculte en sendos tobillos, asi como algunos revólveres que oculte en el cinturón a mi espalda. Cogiendo seguidamente una gran bolsa de viaje, que abri para poner dentro una manta en el fondo y cartuchos de repuesto. Me puse de cuclillas para sacar dos grandes maletas de piel negras de debajo de uno de los armarios y los abri para ver los grandes fajos de dinero que allí se almacenaban apretados.
Si bien no necesitaba mucho para vivir, lo cierto es que la iglesia me pagaba más que debidamente por dejarme el pellejo en su causa. Por lo que me alegraba de darle algún uso al sucio dinero que tan mal había ganado a costa de una causa poco justa. Después de todo, el mismo dinero que ellos me habían dado me ayudaría ahora a fastidiarles.
Eche los fajos en la bolsa hasta vacíar las dos grandes maletas, -con eso podríamos comprarnos una casa si hacía falta.- Los acomode apretándolos un poco y tome unos cuantos explosivos de una caja cercana.
…
Después de unos cuantos tejemanejes, cerre la bolsa posándomela al hombro. Sali de aquella habitación y me conduje a la mia, cogiendo una caja de cerillas de mi mesita de noche. Me pase por las distintas habitaciones de la segunda planta y sali de la habitación cuando lo tuve todo listo, cerrándola.
Baje las escaleras con mi pesada bolsa al hombro. Iris estaba en la entrada, con las llaves, una bolsa su abrigo puesto y mi abrigo en su regazo.
Tome su mano y la conduje un momento hacia la ventana. Aprete sus dedos entrelazadolos conmigo.
El jardín esta a medias…Pero tenía planeado hacer algunas cosas. Plantar cosas me relaja, me hace pensar que creo algo en vez de destruir todo el tiempo…Pero ahora tu también estas aquí…y me haces comprender que puedo amar, que puedo crear…
Trague saliva. Lo cierto es que nunca se me habia dado bien exteriorizar lo que sentía. Quizás porque no lo hacia a menudo.
Son buenas tierras, estaba cultivando aquellas rosas para ti, ¿sabes? Mischa me miro interrogante pero yo no le dije nada, solo le conduje conmigo hacia la salida mientras me ponía el abrigo, cerrando mi puerta mientras ambos caminábamos con calma por el jardín. Le abrace por la espalda, dejando que mis dedos se aferraran a los pliegues de su abrigo.
Quiero pedirte que confíes en mi y que lo hagas ciegamente, porque voy a pedirte algo muy difícil.
...
Pase lo que pase...No mires atrás.
Continuamos caminando, paso a paso, abrazados y en silencio. El aroma inundo el aire y Mischa apretó de mi, mientras algunas personas de residencias cercanas comenzaban a acercarse, pasando a nuestro lado, caminando en la dirección en la que veníamos.
Y es que pude sentir incluso mis propias manos temblar cuando el estallido inundo el ambiente. Llenándose el aire de el aroma a quemado.
El cerezo, mi residencia, acababa de volar en miles de pedazos, incendiándose ahora los escombros y las plantas que no habían acabado de destruirse...Acababa de destruir todo lo que tenia, y eso no era mas que el principio de lo que tenia en mente.
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/10/2011
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