Buscando el camino perdido (Seth Kana)(+18)

Hacía un precioso día, y pensé que el paseo a caballo por el bosque animaría mi estado, o eso quería creer. Andaba desanimada por todo lo acaecido unas noches de atrás. Errol, mi hermano, me había rastreado hasta París, y no solo eso, en su mente se fijaba la idea de llevarme de vuelta a casa aunque fuese inconsciente y arrastrándome de las orejas. Sabía que si lo conseguía, allí solo me esperaría una especie de consejo de guerra. Me juzgarían, y después de lo sucedido desde mi llegada a París, sabía que el veredicto no sería demasiado condescendiente para mí.

Tuve que dejar el trabajo en aquella taberna. Sabía que mi hermano volvería a por mí, y después de todo lo que había pasado, no pensaba ponerle las cosas fáciles. Aunque me habían acogido en su negocio, supe que los mesoneros dueños del local sintieron alivio al explicarles mi marcha a la mañana siguiente, lo cual era lógico. Apenas llevaba unos días trabajando para ellos y ya había sido la causa de varias peleas.

De modo que aquella mañana en la que volvía a no tener un rumbo fijo, me animé a buscar una cueva donde poder esconderme durante la noche de luna llena que se avecinaba. Iba a ser mi primera transformación sola, y aunque pareciese una bobada, aquello me daba miedo. Por primera vez desde que me había marchado, la soledad se apoderó de mi alma. Tenía que hacerme a la idea de que si seguía con mi fuga, siempre estaría huyendo. Errol no se conformaría y me perseguiría hasta los confines de la tierra por haber deshonrado a mi familia.

La ansiedad me atacaba por momentos, y bajé del caballo para acercarme a un precioso río que había vislumbrado desde el camino para refrescarme un poco la cara y la nuca. Necesitaba recuperar los ánimos que había perdido. Volver a coger fuerzas para todo lo que se me venía encima, y hacerme a la idea de que ahora más que nunca solo dependía de mí misma.
Me senté junto a la orilla, embobada mientras veía el agua correr, comencé a lanzar piedras río ensimismada en mis pensamientos.

Aquel día habíamos decidido emprender la búsqueda por separado, después de la infructuosa búsqueda del día anterior opte por acercarme a los bosques y adentrarme por mi cuenta en ellos. Conocía a Agarwaen desde niño, lo había visto crecer junto a mi hermano Leonidas y si de algo estaba seguro es de que estaría entrenando como un loco para recuperar la forma cuanto antes.
Sabia que había estado herido, pues habíamos llegado a París tras seguir las corrientes que ese día en el que nuestro amigo debió caer por le acantilado donde su olor a sangre se perdía.

Quizás estabamos persiguiendo un fantasma, mas Agarwaen nunca fue un hombre que se rindiera y algo me decía que de un modo u otro había llegado a esa ciudad.
Puede que no hubiera regresado a casa porque aun estuviera restableciéndose, aunque lo mas seguro es que otro motivo que nosotros aun desconocíamos fuera lo que lo mantenía preso de París, pero estaba vivo, eso casi podía asegurarlo, seria cuestión de tiempo que encontráramos su rastro y diéramos con el.

También intuíamos que Sonae no debía andar lejos de su cachorro, como ella lo llamaba, no se había dado cuenta de que Agarwaen ya se había convertido en un hombre como Leonidas y que aunque por un tiempo ellos fueron nuestros juguetes, esos hermanos de los que cuidar, ahora su edad se equiparaba a la nuestra, con lo cual, y aunque nos pesara, eramos un equipo.

Ensimismado en mis pensamientos, con el sol golpeando mi rostro con dureza en un dia donde el calor apretaba me fui adentrando en el bosque.
Ademas de el sonido de distintos depredadores, nada me hacia apreciar rastro alguno del cazador.

Empezaba a desesperarme cuando el sonido de unas aguas que fluían llamaron mi atención, no me vendría nada mal acercarme a ese arroyo para refrescarme antes de continuar con la búsqueda.
Así que me desvié del camino trazado hasta alcanzar sus aguas.

Lo que no esperaba ver ,era a una licantropo remojándose en ellas. Su aura lo decía todo, me agazape entre la maleza como el depredador que era.
Los odiaba, odiaba esos seres malditos que un día despellejaron a mi padre frente a mis ojos, lo oí gritar de dolor mientras sin éxito trataba de protegerme.

Por desgracia uno de esos malnacido me mordió maldiciendo mi existencia.
No estaría aquí hoy si una de esas cazadoras que me salvo no se hubiera apiadado de mi, aunque a veces creo que esta maldición me supera, que hubiera sido mejor que como aseguraban otros cazadores hubieran acabado conmigo poniendo fin a mi dolor.

La mujer alzo la vista al verme salir de la maleza con las dos katanas en la mano caminando con los ojos ámbar hacia ella.
Allí estaba aquel símbolo inequívoco del monstruo que era, ese tono ámbar que tanto odiaba y que en estas situaciones eclipsaba mi verde mirada.
-Date por muerta -gruñí, casi aullé lanzándome a su encuentro para acabar con esto cuanto antes.

Finalmente había decidido desnudarme y meterme en aquellas aguas cristalinas con la idea de quitarme aquel calor pegajoso que empezaba a notar en mi piel.
Me aseguré de no percibir a ser viviente alguno alrededor, y divertida por el momento de paz que se me antojaba que iba a disfrutar, dejé toda la ropa junto al caballo y corrí hacia el río que me invitaba a sumergirme en él.

El agua estaba helada, pero agradecía el frescor en mi piel mientras nadaba tranquilamente para distraerme de mis problemas. Debería estar buscando una cueva, pensé..schssss..calla..ahora no.
A cualquiera que le dijese que me reprendía a mí misma pensaría que estaba loca, pero últimamente mi vida social estaba muy comprometida y echaba de menos hablar con alguien sin tener que fingir lo que no era.

De pronto un movimiento en la maleza pegada al río me puso sobre aviso. ¿Algún pervertido me estaba observando mientras me bañaba? Agudicé el oído pero no escuché nada; quizás serían imaginaciones mías, promovidas del miedo a que mi hermano apareciese de golpe.
La maleza se movió, y está vez estaba segura de lo que había visto. Los arbustos no se movían solos, y por el zig zag que había trazado no podía tratarse de un simple conejo.
Me puse en pie mientras con disimulo calculaba lo que tardaría en llegar a la orilla y coger mi daga.
Disimuladamente y conteniendo la respiración fui moviéndome hacia delante, para alcanzar la orilla, pero en dirección contraria al arbusto viviente. Si era rápida llegaría sin problemas. Más mi optimismo se esfumó en cuanto vi a un hombre bastante apuesto, todo sea dicho, que se metía en el río abalanzándose sobre mí con dos katanas en las manos.
Puse los ojos como platos cuando me juró mi muerte, y eché a correr hacia la orilla. Era ahora o nunca.Corrí todo lo rápido que pude, mientras él avanzaba con tenacidad hacia mí. Estaba perdida. Sabía que no llegaría, aunque al llegar a la orilla vislumbré de nuevo la esperanza.

Una esperanza que salió asustada mientras el cazador saltaba sobre mí y me tumbaba en la mullida hierba; desnuda, por cierto. ¿Podía ser aquello más bochornoso? Pero cuando lo miré a los ojos me quedé de piedra. Sus ojos eran del mismo color que los míos. Un ámbar oscuro que me incomodaba por momentos. ¿Cómo era tan tonta de no haber podido percibir su aura antes?

- Te pagaré el doble de lo que te ha pagado mi hermano, pero por favor, déjame marchar. Te prometo que no se lo contaré jamás.- traté forcejear mientras él sujetaba mis muñecas con fuerza. Sabía que era inútil luchar contra él, pero mi testarudez no lo entendía.

Aún en la situación que estaba, pude comprobar como su olor me embriaga. Era un lobo joven, y guapo. Y por como iba vestido parecía ¿un cazador? Lo mío era de libro. ¿Llevaría una cartel pegado a la espalda donde pusiese "Cazadores, quiero ser vuestra alfombra".?

No tarde en aferrar los brazos de esa licantropa que me miraba aterrada desde la mullida hierba.
Mi cuerpo se acoplo con facilidad sobre el suyo impidiendo su movimiento, mas algo iba mal, no era su desnudez que para que mentir, mientras forcejeaba bajo mis ropas lograba excitarme de un modo inusual.

No era eso, era su olor, ese que solo las lobas alcanzan en época fértil ese que nos enloquecía de un modo sobrehumano.
Cerré los ojos dejándome embriagar por su aroma mientras mis labios se entreabrian y mi respiración se tronaba tan ronca y oscura como la noche.

No tardaría en descubrir mis instintos mas bajos que ahora golpeaban su pubis con dureza.
Deje escapar el aire de forma abrupta sobre sus labios.
¡Por Afrodita! como podía esa mujer arrastrarme de ese modo al infierno que significaría hundirme entre sus piernas, ni siquiera era capaz de pensar con claridad, ella nublaba todos y cada uno de mis malditos sentidos.

Gruñí molesto cuando mis ojos se mantuvieron ámbar contra los suyos incapaces de ceder ante aquel arrebato de hormonas que me convertía en tan suyo como la maldita luna llena era dueña de ambos.

Jadeé admitiendo mi derrota cuando incapaz de asestarle el golpe de gracia con la katana la deje caer rendido sobre la hierba.
No podía, juro que deseaba aniquilarla, que odiaba mas que nada a esas criaturas, mas ahora, allí, desnuda frente a mis ojos la necesitaba mas que el aire, mas que el agua.

Maldije mi condición, maldije la maldición que me trastornaba y la maldije a ella miles de veces mientras en el fondo solo me odiaba a mi mismo.

-Tu hermano no me ha pagado, soy un cazador y tu mi prisionera -afirmé con la voz ronca mientras me alzaba con cierto pesar.

Juro que alejarme del contacto de su piel me deshacía por dentro, todo me empujaba a tomarla allí frente aquel rio, hacerla mía sin pausa, mas logre contenerme no se bien como para atar sus muñecas con una cuerda y tirarle mis pieles por encima para cubrir así su desnudez.

Mis ojos bailaban por su cuerpo incapaz de apartar la mirada a sabiendas de que esa mujer podría aprovechar mi debilidad para escapar.
Mas yo era un cazador, nada tenia que ver ocn esos perros que se descontrolaban...
-Camina perra.

Sentí el peso de su cuerpo sobre el mío mientras nuestras miradas no se desviaban un ápice, y nuestras respiraciones parecían tornarse entrecortadas. En mi caso en particular porque me estaba aplastando y con las muñecas sobre mi cabeza me costaba respirar.

Su boca se acercó a la mía y lo miré confundida. ¿No estaría intentando violarme no? Por todos los dioses, igual era un pervertido y solo quería abusar de mí. Su duro falo endurecido me decía que por lo menos algo de eso se le estaba pasando por la cabeza; y por lo que no era la cabeza.
Y lo peor no era eso; lo peor es que mi cuerpo respondía a su contacto. Traidor, pensé. Luego me fustigaría por reaccionar así frente al enemigo. Mis caderas se alzaron levemente buscando su sexo. Parecía una perra en celo; lo que me faltaba. Cuando dejó caer su katana sobre la hierba lo miré extrañada. ¿Pero no iba a matarme? ¿Es que era cierto y quería violarme antes? Aunque tal era el estado de excitación de mi cuerpo que en aquellos momentos su acción no sería un violación. Sus feromonas revolucionaban todo mi ser, y apareció un deseo incesante de morderle esos labios que gruñían constantemente.

- ¿Y por qué iba a ser tu prisionera? Dudo que te paguen nada por mí.- dije sin pensar, mientras dejaba de sentir su peso sobre mí, disgustándome sobremanera que se levantase.- ¿Lobo y cazador? ¿No son términos contradictorios? Es como decir..no sé...inteligencia militar..¿entiendes?

Me levantó de las muñecas mientras me las ataba con una cuerda, y yo forcejeaba inutilmente para soltarme. Aunque para ser sincera, no pensaba que llegase muy lejos desnuda y con aquel apuesto lobo corriendo detrás. Contrariada me quedé cuando echó sus pieles por encima para ocultar mi desnudez. Que raro. ¿Sería homosexual? No quería violarme, me tapaba con su capa..

- ¿Te caíste de la cuna de pequeño y aterrizaste con la cabeza? - pregunté en voz alta, siendo consciente después de mi osadía. ¿Acabada de llamarme perra?. Clavé mi mirada en la suya enfadada.- A ver, Golden Retriever..¿tú te has visto bien?

Sabía que el no pensar lo que decía tendría sus consecuencias, y en este caso serían funestas; pero es que lo de morderme la lengua no iba conmigo..en fin..

Al parecer aquella loba tenia sentido del humor pues era tan pesada como Leonidas y Agarwaen juntos. No pude evitar sonreír de medio lado cuando aseguro que debía haberme caído de la cuna.
Mas un tirón de la cuerda hizo lo propio para forzarla a caminar tras de mi.

Su olor me estaba enloqueciendo, mas por suerte lograba andar dejando la distancia prudencial de cuerda para no hacer lo que todo mi maldito cuerpo me exigía, eso que me pedía a gritos mi naturaleza, tomarla contra la fresca hierba que ahora mis ojos buscaban imaginándola un maravilloso lecho.

Entreabrí los labios dejando escapar de forma pesada el aire que escapaba casi en forma de jadeo, maldita naturaleza traicionera la que me había maldito y que ahora me mostraba excitado frente a mi presa.

-guarda silencio -le ordene cuando sus palabras afiladas seguían acompañando nuestro viaje.
No porque me molestaran sus desprecios, si no porque estaba irritado por no poder tomarla, por luchar contra natura y en ese estado la rabia se apoderaba de mi ser arrastrando a mis instintos mas bajos frente a ella.

Tire de nuevo de la cuerda para que siguiera caminado, ni siquiera sabia donde esa noche le daría cobijo, pues el hostal no era una opción y aunque estaba claro que la buena era matarla, hundir mi katana en su pecho hasta que su cuerpo inerte me diera la satisfacción que deseaba.

Seria inbecil no era esa la satisfacción que deseaba, era la de hundirme entre sus piernas para hacerla gemir de placer, era en eso en lo que estaba pensando desde el mismo momento en el que mi cuerpo presiono el suyo sobre esa humedad hierba.

-Tápate mejor joder -gruñí con los ojos ámbar al desviar mi mirada hacia ella por un instante, las pieles medio resbalaban por su hombro dejando uno de sus pechos medio al aire, jadee cerrando los ojos consciente de que estaba atada y no podía cubrirse.

-Voy ha acercarme para recolocarte la capa, juro que si te mueves un ápice hacia mi te mato -hundí mis ojos en lso suyos desafiante y excitado.

¿Aquello había sido un amago de sonrisa? Al final iba a resultar que el neanderthal tenía sentido del humor; o no, porque a continuación dio un tirón de la cuerda que me sujetaba, haciéndome dar un traspies y maldecirle en silencio.
Se adelantó varios metros de mi posición, lo cual me dio ventaja a la hora de analizar palmo a palmo aquel cuerpo que por lo pronto me parecía interesante. "Venga ya, Nim, en serio,estás enferma"..me recriminé. Cierto, nadie en su sano juicio se fijaría de ese modo en su captor, así que hice lo mismo que hacían el resto de lobos cuando su comportamiento se excedía, y le eché la culpa a la luna de mis pensamientos.

- A ver como te lo explico para que me entiendas.- contesté mientras me ordenaba silencio. ¿Pero qué se creía que era? ¿Mi dueño?, así que comencé a enumerar divertida por fastidiarle con mi soniloquio.- Partamos de que soy mujer, y ya de por sí nos cuesta trabajo estar calladas. Si a eso le sumamos que estoy nerviosa porque nunca me habían secuestrado..¿qué se hace cuando te secuestran? Debería gritar y pedir auxilio; quizás debería haberte mordido..cachis, eso llega tarde.... Y por último, nadie me manda callar porque nadie es mi dueño.

Vale, lo último me traería problemas, pero es que estaba harta de que por ser loba los demás lobos pensasen que podían darme órdenes. Aunque quizás con este en particular no debería jugar. Su aura me decía que tenía muchas más malas pulgas que todos los lobos que antes había conocido, incluido Errol, que ya era decir.
Otro tirón de la cuerda. Me estaba empezando a cabrear.

- ¿Te gustaría que tirase yo de un sitio que te dolería? Pues deja la cuerdecita tranquila anda, que me estás destrozando las muñecas.- se giró con cara de pocos amigos, indicándome que me vistiese.- Tengo la ropa junto a mi caballo, si me sueltas..puedo vestirme. Está visto que la miel no está hecha para la boca del asno.

A ver si ahora yo quien entendía esto. Me asaltaba mientras me estaba dando un baño desnuda,saltaba sobre mí mientras amenazaba en matarme, luego me ataba y ¿se quejaba porque estuviese desnuda? Lo que yo decía, este se había caído de cabeza al nacer.
Lo miré fijamente mientras se acercaba a mí para recolocarme la capa de pieles, e hice lo que me había dicho que no hiciese. Me acerqué a él hasta pegar nuestros cuerpos como minutos antes en la hierba. ¿Cuándo aprenderían los hombres que si decían "no hagas..esto", las mujeres haremos "eso" que nos prohíben? Por lo menos yo.

Hablaba, hablaba y hablaba con ese sonidito estridente de voz que se metía por mi tímpano llegando a mi sien para desesperarme de un modo que nunca antes nadie había logrado.
Vale que había compartido mi vida con Agarwaen y Leonidas, ya solo por eso necesitaba un monumento a la santa paciencia, mas esta mujer era infinitamente peor que los dos juntos.

Creo que en verdad era su olor eso que tanto me irritaba, estaba logrando que mi bestia, ese monstruo esclavo de la luna llena ganara la batalla al cuerdo cazador que en su interior lo atenazaba pertrechado en férreas cadenas de acero.

Odiaba que esa mujer pudiera en solo un minuto romperlas liberando a mis instintos mas bajos, empujándome contra su piel de un modo irracional, de ese en el que solo podía pensar en besadla, acariciarla y tomarla sobre la fresca hierba.

¿Le pasaría a ella lo mismo? ¿Todo su cuerpo la llevaría contra el mio como me pasaba a mi?
La verdad, no sabia nada de lobos, solo sabia que eran crueles, sanguinarios y unos asesinos, que cuando la luna los desataba la muerte guiaba sus pasos.

Me acerque a ella sin soltar la cuerda dispuesto a recolocar las pieles mientras mis ojos de nuevo bailaban por su escultural cuerpo, jadeé cuando mis ojos se centraron en ese pecho desnudo que medio oculto por las pieles parduzcas sobresalía completamente endurecido.

-Uffff -dije dejando escapar el aire al tomar la piel rozando su pecho con la yema de mis dedos.
Su piel quemaba, o eso era la sensación que contra la mía lograba hacer llegar a todas y cada una de mis terminaciones nerviosas.

Entonces se acerco, pegando su cuerpo contra el mio. Gruñí con los ojos tan ámbar que podía verlos reflejados en los suyos, gruñido que casi se torno aullido cuando mi boca de forma inconsciente se acerco a la suya, orillándome a tomar aquello que por derecho en ese instante creía tan mio como las armas que surcaban voraces mi cuerpo.

Lleve mi mano a su cabello enredando en el mis dedos para alzar su cabeza forzandola a mirarme, nada quedaba en ese instante del humano que encarcelaba a la bestia, solo era eso, el lobo que odiaba que saliera.

Gruñí de nuevo tratando de revelarme contra mi sino, contra aquella maldición que me empujaba mientras mi otra mano soltaba la cuerda para recorrer la pierna húmeda de aquella mujer.
Jadee contra sus labios aun sin tocarlos mientras mi mano tomaba posición en la cara interna de su muslo ascendiendo hacia el lugar que emanaba aquel desesperante y excitante olor.
-¿que demonios me has hecho? -pregunte extasiado, como si mil drogas recorrieran mi cuerpo en ese momento en el que aquella mujer se había convertido en mi dueña.

Pegué mi cuerpo mas contra el suyo, empujando mi virilidad contra su coño mojado, ahora solo separándonos la ropa que por suerte yo aun portaba.
No podía controlarme, no podía mas entonces hice lo único cuerdo, el único atisbo de humanidad que encontré en ese instante.

Tomé el cuchillo de mi bota y saje la cuerda de su mano, aun pegado a ella.
-¡Vete !-supliqué cerrando los ojos y pegando mi frente a la suya esperando que su aliento dejara de torturarme y que su olor se esfumara dándome tregua.

Sus ojos ámbar se clavaron en los míos, que por la excitación que llevaba en esos momentos no dudaba de que fuesen del mismo color. Un gruñido junto a mis labios me indicó que me deseaba del mismo modo que yo comenzaba a desear su cercanía.
Nuestras respiraciones entrecortadas mantenían la distancia, esperando aquel beso que parecía no llegar. Un paso que al parecer ninguno de los dos se atrevía a dar.Aunque en mi parte era lógico; aquel lobo no paraba de gruñirme. Menudo carácter que se gastaba .

No tenía muy claro que era lo que el lobo buscaba, pero es que ni siquiera sabía lo que deseaba yo. Su olor y su brusquedad mientras me sujetaba del pelo me excitaban irracionalmente ¿sería aquello a lo que llamaban el síndrome es Estocolmo? ¿esa atracción que los secuestrados sentían hacía sus secuestradores? Negué con la cabeza. Esto también debía ser culpa de la cercanía de la luna llena.

Su cuerpo se pegaba al mío buscándolo con deseo, pero sus ojos me demostraban odio. Aquel lobo era toda una contradicción. ¿Cómo podía ser que cada parte de su cuerpo desease una cosa? Aunque poco tenía que decir de contradicciones, cuando yo era un ejemplo claro de ello.
Su mano recorría el interior de mi muslo buscando una parte de mi anatomía que estaba preparada para él. Maldije para mis adentros. También mi cuerpo iba por una parte y mi cabeza..mi cabeza la dejé en Escocia junto a mis neuronas.

- Te recuerdo que eres tú quien me ha hecho presa a mí.- susurré junto a su labios, deseando hacerlos míos irracionalmente.- ¿Te has planteado que puedes ser bipolar? Esos cambios de humor no son muy normales.

Su posición cambió y esta vez fue su duro miembro lo que golpeaba sobre mi desnudo sexo. Jadeé al sentir lo que prometía ser un momento de tregua entre ambos, cuando de pronto sacando un cuchillo soltó las cuerdas que me amarraban.
Me quedé confusa mientras me decía que me marchase. Juro que no entendía nada. Al final iba a tener razón y aquel lobo necesitaba la visita a un psiquiatra. Mis ojos lo miraban indecisa. Debería salir corriendo ahora que podía, pero había algo en él...estaba loca. Para que mentir. Nadie en su sano juicio se quedaría allí después de que la liberasen.

Lo miré fijamente e hice lo contrario a lo que me había ordenado. Me lancé sobre él, mientras las pieles caían al suelo dejándome completamente desnuda. Hice míos esos labios que llevaba rato anhelando. Sujetándole del pelo para unirnos en un beso apasionado al tiempo que nuestros cuerpos buscaban ese roce lujurioso.
Acababa de renuncia a mi libertad por el deseo insano de conocer a aquel lobo que estaba lleno de contradicciones, y que me atraía por momentos.

Tregua fue aquello que mi humano gesto no me dio, pues como si de una bestia se tratase salto sobre mi no para atacarme si no para devorarme por dentro y llevarse consigo cada resquicio de cordura que podía quedar de una humanidad que se esfumaba arrollada por el viento.

Sus dedos se enredaron en mi pelo tal rápido como nuestras bocas se unieron sin descanso para enlazar las lenguas en una cruenta batalla que de sobra ya me sabia perdedor.
Desnuda, sobre mi, sus caderas buscaban encontrarse con al dureza de mi virilidad que palpitante se desenfundaba bajo mi ropa esperándola.

Avancé con ella hasta que su espalda choco contra un árbol, allí posé una de mis manos para darnos sustento mientras sus manos buscaban con desesperación desabrochar el botón que liberaría lo aquella ansiaba dentro.

Gruñí nuevamente al sentir como su espalda salvaje se arqueaba impulsando las caderas contra el falo que ahora sujetaba entre sus manos y restregaba sin tregua por la entrada de su vagina.
Aparto un instante su rostro del mio para mirarme, quería verme enloquecer, era ese orgullo de loba el que ansiaba ver a este cazador en sus manos.

Empotre con fuerza mi pelvis contra la suya demostrándole la necesidad de introducirme entre sus calientes paredes, una sonrisa fue su respuesta para llevar mi punta a su entrada dejándome esta vez entrar de un golpe seco, fuerte.

Gruñimos al unisono, completamente fuera de si estábamos ambos que de nuevo buscamos nuestras bocas sin tregua mordiéndonos con ansia, la misma con la que las rocas golpean las olas.
Esa furia que arrasa todo de manos del huracán.
Su cuello se alzo dando paso a mis dientes que recorrieron su mandibular entre jadeos hasta alcanzar su cuello.
Lo mordí con suavidad mientras succionaba su piel hasta dejarle mi marca, un moratón que mostraba que era tan mía como la luna de la noche y el sol del día.
Jadeo de excitación cuando de nuevo la envestí una y otra vez sin tregua.

Sus pechos saltaban frente a mi rostro, mi boca se apodero de ellos succionando su duro pezón mientras mi falo entraba con la virulencia propia del monstruo que era.
Salí cuando se corrió, tan fuerte que sus piernas aun enganchadas a mi cintura temblaron dejándose caer.

Sonreí de medio lado para girarla pegando los dos pechos y su cuerpo al árbol.
Con mis manos abrí de nuevo sus piernas empotrandola desde atrás, la empale de forma salvaje haciéndola gruñir mientras sus pechos rozaban la corteza del árbol con cada brutal embestida.

Podia sentir como volvía a estar preparada, como sus jadeos volvían a ser roncos y seguidos, esta vez acompasado a mis gruñidos, salvajes y dominantes.
Una ultima embestida fue lo que hizo que mi polla se sacudiera en su interior soltando aquel liquido que la llenaba.

Sus piernas temblaban incapaces de aguantarse, mientras nuestras manos se enlazaron junto al arbol para darnos el sustento que ambos necesitábamos tras aquel polvo bestial e inaudito.
Sujete su cintura con mi otro brazo rodeándola con fuerza para mantenerla a mi lado y que no desfalleciera contra el suelo.

Nuestras lenguas se enzarzaban en una lucha a muerte donde ambos seríamos vencedores. No sabía que era lo que me hacía comportarme así con aquel lobo desconocido, quizás su olor, o saber que estaba a su merced si así se le antojaba me excitaba por momentos.

Mientras rodeaba su cintura con mis piernas, mis caderas buscaban su sino en aquella locura de la sabía que después me arrepentiría. Pero no podía evitarlo, necesitaba que me hiciese suya en ese mismo lugar, en ese preciso instante en el que mi razón había dado paso a mis instintos más ocultos.

Sin nombres, sin saber nada el uno del otro más que ese deseo que ambos sentíamos y que no podíamos obviar.
Mi igual devoraba mi boca al tiempo que buscaba un lugar donde sustentarnos de aquel acto irracional que se desataba ante nosotros.
Un tronco fue contra lo que chocó mi espalda desnuda mientras un gruñido plácido salió de mi garganta. Sus manos ahora rodeaban mi cuerpo, mientras nos mantenía a ambos en esa postura digna del disfrute carnal.

Clavé mis lujuriosos ojos en los suyos mientras desabrochaba su pantalón y me hacía con esa parte de su anatomía que deseaba sentir en mi interior.
Jadeé mientras observaba atónita la magnifica dotación del lobo que ahora me miraba de forma salvaje y descontrolada. Ya no era la parte de cazador la que me observaba, sino la de lobo la que deseaba poseerme.

Haciéndome dueña de su falo, acaricié mi vagina con su glande, haciéndole saber que estaba preparada para él, mientras mis gemidos por ser poseída aumentaban al unísono de los suyos. Con una dura embestida mis deseos se vieron cumplidos, llenándome cada hueco de mi interior.
Nuestras bocas se devoraban con la misma intensidad que sus embestidas me follaban sin contemplación. Mis gemidos resonaban por el bosque mientras apartó su boca dejando un reguero de caricias por mi cuello.

Fue un suave mordisco en este lo que desató aquel clímax que no tardó en llegar. Acababa de marcarme como suya con ese gesto, ¿sería consciente de lo que había hecho?
Aprisionó mis pechos mientras yo arqueaba la espalda gritando de placer al tiempo que alcanzaba el orgasmo. Sintiendo como las paredes de mi vagina se contraían incesantes contra su falo, lubricando más si es que eso era posible nuestros sexos.

Una sonrisa triunfal y cansada apareció en mi rostro, mientras el lobo sonreía de medio lado, haciéndome saber que tenía algo más preparado para mí. Pues yo estaba exhausta. Tenía que ponerme en forma si aquello se volvía a repetir.

El lobo me giró contra el árbol, buscando de nuevo la entrada de mi vagina con su falo endurecido. Le facilité el acceso, sorprendida de que pudiese seguir con aquel ritmo. Y vaya que si siguió. Me penetró con tal fuerza que mis pechos se rozaron con la corteza del árbol mientras nuestros gruñidos se entremezclaban por la intensidad de sus embestidas.

Unas embestidas que no me daban tregua, y que me hacían gritar de placer. Un sonido ronco y gutural salió de sus labios, esos labios que deseaba hacer míos de nuevo. Y como si estuviésemos sincronizados, alcanzamos el clímax al unísono. Juntando nuestros gemidos al mismo tiempo que nuestros fluidos resbalaban por mi piel.

Apoyé mi mano sobre la suya, exhausta e incapaz de mantener el equilibrio. Mis piernas comenzaban a flojear por la intensidad de aquel acto en el que nos habíamos perdido. Su mano rodeó mi cintura para pegarme a su cuerpo desnudo, y sonreí satisfecha. Adoraba ese calor que me transmitía.

- Recuérdame que te deje que me secuestres más veces.- susurré mientras trataba de recuperar el aliento.

Esa mujer era increíble, no solo pro el pedazo polvo que acabábamos de echar si no porque aun tenia la desfachatez de decirle a un cazador que la tenia que capturar mas a menudo, pero ...¿que leches se había creído? ¿que esto era un juego?
Negué con la cabeza mientras de nuevo un gruñido se apoderaba de mi.
Con la cabeza hundida en su pelo y los ojos cerrados me debatir inmóvil entre las dos ideas absurdas que ahora se debatían a muerte en mi cabeza.

La del cazador incansable, esa parte humana, racional que la mayor parte del tiempo en mi hablaba, esa que me decía que matarla era lo que yo debía hacer, que para eso había sido entrenado y que otra cosa seria no solo fallarle a los míos, si no a mis principios y mi causa.

Por otra aullaba el lobo, fuerte y vigoroso exigiendo clemencia, admirando la belleza de esa dama que con el cuello marcado por mi lobo exigía la libertad que bien se había ganado con sus artes.
Un nuevo gruñido escapó de mis labios contra su pelo, aun su fragancia lograba obnubilar mi juicio, mi criterio, como matar a la mujer que todavía sujetaba para que no cayera, esa que entre sus piernas aun apresaba mi miembro de forma voraz.

Los últimos coletazos de mi simiente resbalaron por sus piernas cuando salí de ella jadeando, para mirar sus ojos pardos que reflejaban brillantes los míos aun hechos ámbar.
-¡Vete mientras el lobo siga apoderándose del juicio que me queda! -le exigí de nuevo esperando que ahora obedeciera esa orden.

Cerré los ojos aun apoyado sobre ese árbol mientras bajaba una de las manos para darle la escapatoria, esa oportunidad que juro deseaba que fuera capaz de tomar ahora que había arrebatado esa parte de mi que de cazador quedaba.

Deseaba que su olor se quedara en un murmullo, el mismo que el arroyo invitaba con el movimiento de sus aguas que placidas buscaban el transcurso del rio.
-Vete!!!!! -rugí por si no le había quedado claro que eso y no que se quedara era lo que quería, aun no se había dado cuenta de que estaba intentando poner a salvo su vida.

Podía sentir sus jadeos a mi espalda, hundiéndose en mi pelo mientras ambos recuperábamos el aliento y nuestros corazones se acompasaban a un ritmo más calmado. Su mano todavía rodeaba mi cintura y no quería que me soltase nunca. Me sentía bien entre sus brazos; su olor me embriagaba invitándome a quedarme junto a él.

Levanté un poco la pierna para liberar su miembro que todavía se encontraba en mi interior, y me giré para mirarlo. Mis ojos se clavaron en los suyos que todavía permanecían de color ámbar, aunque quizás en un tono más suave. Parecía perdido; como si se debatiese en un sino al que no encontraba salida.

Era un hombre apuesto, más apuesto de lo que me había parecido en un principio. Estaba embelesada mirando al lobo que acababa de sentirme plena cuando de pronto sus palabras me azotaron con rabia. ¿Qué me fuese? ¿Tan poco había significado para él que me echaba de su lado justo después de haber compartido ese acto tan excepcional?

Apartó una de sus manos del tronco, dejándome libre para huir. Pero yo no quería huir. Vaya, ahora la que decía cosas contradictorias era yo. ¿Qué me había hecho aquel lobo para que prefiriese quedarme a pesar de las funestas consecuencias que aquello me acarrearía? Un gruñido suyo me hizo saber que no me quería allí.

Me aproximé a él con la certeza de que estaba totalmente loca, y con suma delicadeza le acaricié su incipiente barba, mientras le regalaba un dulce beso sobre los labios.

- Gracias.- susurré junto a su boca antes de aprovechar aquella oportunidad que me daba el destino.

Eché a correr en dirección a mi caballo. El lobo mantenía su promesa de no perseguirme, pues no se movió un ápice mientras yo llegaba hasta mi montura. Mientras me vestía lo miré de reojo y vi como permanecía inmóvil, y una sensación de soledad se apoderó de mí. No quería marcharme. No quería apartarme de él. Me había hecho suya de aquella manera que solo uno de mi especie podía hacer. Me había marcado con su mordisco, y aquello para mí implicaba más de lo que parecía. Quizás yo tendría que visitar también a un psiquiatra.

Terminé de vestirme e increpándome por la estupidez que estaba a punto de cometer mientras volvía hasta él. Hacia ese cuerpo que me parecía haber sido tallado a mano y que me enloquecía. Me coloqué detrás mientras su cuerpo se tensaba, y lo abracé con toda la ternura que pude. ¿Cómo era posible que hubiese echado de menos su olor?
Ese olor que me reconfortaba. "Eau de lobo", pensé. Quizás debería cambiar el hostal por un manicomio.

- ¿Me has echado de menos?- susurré junto a su espalda mientras lo acariciaba con la nariz.

Sus dedos acariciaron mi barba con suavidad, ¿que no había escuchado de ese vete? Entreabrí los labios de forma instintiva cuando su aliento golpeo los míos, mas solo un roce de estos fue l oque obtuve como respuesta mientras mis ojos seguían cerrados a cal y canto como si eso pudiera evadirme de la cruenta realidad, esa que no quería dañar ni un ápice de ella, esa que ahora solo ansiaba abrazarla, cubrirla de besos y caricias y posiblemente repetir aquel encuentro que ahora y volviendo a recuperar su olor se me antojaba corto.

Un gracias convirtió esa molesta voz en música de arpas y cantos de sirenas, no pude evitar sonreír de medio lado frente a lo idiota que me sentía, allí desnudo dejando escapar a esa mujer a la que creo que amaba y odiaba a partes iguales.
Pegue mi frente a la corteza del árbol recordándome a ese gesto que de niño había echo mil veces con Agarwaen y Leo, esas veces en las que jugábamos al escondite con nuestros amigos.
En esas ocasiones eran las risas las que oía a través de mis sentidos, sus pasos infantiles correr para esconderse y no ser encontrados, ahora por ende oía alejarse a una preciosa mujer con la que había compartido mas de lo que creía y de la que ni el nombre conocía.

Deje escapar una pequeña risa injustificada, una que denotaba lo absurdo de la situación allí con los pantalones bajados y sin camiseta, contra un árbol como si estuviera contando hasta el infinito, una imagen digna de ver para cualquiera, casi podía imaginar a Leo con algún mordaz comentario o a Agarwaen con alguno de esos gestos que lo decían todo mientras ocultaba su sarcástica risa que siempre acababa estallando.

Mas de pronto sucedió aquello que no esperaba, los pasos regresaban ¿que se había dejado ahora? ¿que mordaz comentario me esperaba?
Negué con la cabeza aun contra el árbol sabiendo de sobra que  esa chiquilla estaba loca, aunque claro, de los dos tampoco es que yo pareciera muy cuerdo.

Sonreí cuando escuche su “me has echado de menos” mientras sus brazos rodeaban mi espalda.
Ahora si me giré para enfrentar su mirada, mis ojos volvían a ese tono verde, creo que agradeciendo que su cuerpo se encontrara ahora si oculto entre esas ropas.
-¿que no has entendido? ¿lo de que soy cazador? ¿lo del vete? ¿la cuerda que te ha traído hasta aquí? ¿las armas que porto encima?
Vi como sus ojos se deslizaban hacia mi hombría de nuevo en alza.
-Es por tu olor, estas en celo y no puedo contenerme -me justifiqué mientras subía los pantalones ligeramente avergonzado.

Tome la cuerda del suelo mirando sus preciosos ojos miel mientras se la mostraba acercándome a ella lentamente. De nuevo su aliento golpeo el mio entreabriendo mis labios de forma irremediable de nuevo.
-Eres mi prisionera -susurre anudando de nuevo la soga para alzar la vista que murió clavada en sus labios.

Odiaba desearla así, necesitaba de nuevo tocarla, deje escapar el aire de forma pesada contra su boca.
-¿esto es siempre así? -pregunte de forma retorica, pues la verdad yo de esto no sabia nada.
Cerré los ojos de nuevo cuando sentí que se tronaban ámbar dejando escapar un gruñido de pura rabia, siempre el lobo frente a ella me ganaba.

Enarqué una ceja cuando vi al lobo girarse enfadado al tiempo que de  sus ojos había desaparecido el color ámbar, dando paso a unos preciosos ojos verdes que me fascinaron.

- ¿Sabes? Deberías intentar respirar hondo y calmarte. Tanta rabia contenida no es buena, y te acabará saliendo una úlcera...y por lo que sé duele bastante.- dije sin separar nuestras miradas que parecían retarse a ver cual de los dos claudicaba antes ante el otro.

No parecía muy contento con mi vuelta; y yo que había pensado que había disfrutado de nuestro encuentro y que su parte gruñona se había calmado. Pero no, allí estaba gritándome mientras clavaba sus ojos en mí.

- Entonces, ¿no me has echado de menos? - pregunté con cierta melancolía al tiempo que mis ojos se desviaban a una parte de su cuerpo que seguro que si me había echado en falta.

Sonreí divertida al ver como se vestía con premura, ocultando aquella parte de su anatomía que parecía ir por cuenta y riesgo. Resultaba embriagadora esa parte de él en la que no parecía tan letal. Esa parte en la que parecía perdido ante mí. Me mordí el labio por no decirle ninguna barbaridad que empeorase las cosas, pero lo cierto era que deseaba que volviese a hacerme suya; y no sabía sería si la razón de mis locuras eran debidas a si estaba en celo o no, lo único que sabía era que no deseaba separarme de él.

Recogió las cuerdas con las que me había atado antes y se acercó a mí. Me dejé atar mientras inclinaba hacia un lado la cabeza y trataba de asimilar el por qué me estaba dejando capturar. Esta vez no estaba oponiendo resistencia, ni siquiera me moví un ápice, haciendo mella en la ausencia de cordura por mi parte.

- ¿Es necesario que me ates? Lo digo porque me roza las muñecas y me hace herida. ¿Ves?.- dije mientras le mostraba las marcas que llevaba en ellas por los tirones que me había propinado antes de aquel maravilloso encuentro.

El roce de sus manos sobre mis muñecas mientras me hacía su prisionera promulgaron en mi destellos ámbar en mis ojos; era consciente de que su parte de cazador era la que estaba presente en esos momentos, más yo no podía evitar desear a ambas de la misma manera. Cerró sus ojos con un gruñido tosco.

- No sé si siempre es así; no he estado con ningún lobo antes que tú.- contesté mientras daba un paso hacia el juntando nuestros cuerpos; buscando de nuevo su calor y recordando la forma en que había marcado mi cuello como ningún lobo lo había hecho antes.

Junté mis labios a los suyos, quedándome a escasos milímetros de besarlo. Quería hacerlo, pero me daba miedo su reacción. No sabía si encontraría la parte del lobo que me deseaba hacer suya o la de cazador que solo deseaba matarme. Mi respiración se ajetreaba por momentos aumentan lo que sentía por aquel lobo que se debatía entre dos polos opuestos.

Escuché como se quejaba de las cuerdas que con cada tirón parecían sajar sus muñecas, en otro caso una sonrisa de medio lado y un ¿tengo cara de que me importe una mierda? Hubiera sido la respuesta, mas ahora, frente a esa mujer que parecía haberse adueñado de mi alma, simplemente me limite a aflojar ligeramente el nudo rozando con la yema de mi dedo la rozadura de las cuerdas.
-No te resistas y no te haré daño -asegure con la respiración agitada.

Nuestros ojos se encontraron, ambos ámbar, dos lobos, eso eramos, eso era lo que nuestros instintos se empeñaban en decirnos, y claro quedo cuando su cuerpo se orillo al mio necesitado y el mio lo acogió sediento de cada roce, cada resquicio de su ser.

Jadeé al sentir como sus labios se acercaban, como su aliento me embriagaba, caliente, chocando con el mio que junto al suyo se acompasaba convirtiéndose en lava.
La lava de dos volcanes en erupción que explotaban al unisono para correr por la montaña.
Recorrer la ladera arrasando todo a su paso.
-No sigas, no debo, no puedo -susurre entreabriendo los labios antes de completar el insignificante recorrido que entre nuestras bocas se encontraba.
Deslice mi lengua entre sus labios, buscando enredarse con la ajena, saborear cada resquicio de esa mujer que me excitaba y torturaba a partes iguales.

No se le tiempo que aquella danza duro entre nosotros, solo se que mis manos surcaron su cuerpo prodigandole caricias, podía sentir como la yema de mis dedos abrasaba cada vez que su piel contra la mía se encontraba.
Gruñí de nuevo contra su boca, fiel perdedor de aquella batalla.

Si todo seguia así no podría llevarla presa, no porque no llegaría a ningún sitio, solo lograría perderme mas de lo que estaba, ahora esa mujer, esa loba, mi enemiga se había convertido en mi brújula, el rastreador ya no tenia norte, ni sur, este u oeste. Mi aguja solo era capaz de apuntar en una dirección y era esa que deseaba con todas mis fuerzas, su entrepierna.

Gruñí de nuevo separando mis labios en un esfuerzo épico, mas que cualquier guerra ganada para buscar la distancia que creí suficiente para recobrar la cordura que no hallaba.
-¿por que demonios has vuelto?

Esa era la única pregunta que se me ocurría preguntarle? No donde se escondía su manada, solo eso, una pregunta absurda que nada tenia que ver con la caza, desde luego mis hormonas me jugaban una mala pasada, esos instintos que tenia a flor de piel por culpa de esa hembra loca que frente a mi se encontraba.

Confundida me quedé cuando el lobo aflojó las cuerdas con las que me hacía prisionera. Sus dedos se deslizaban por mi piel mientras mi respiración se entrecortaba al sentirlo tan cerca.  

Yo creo que ni él mismo se aclaraba con lo que quería hacer. ¿Y por qué iba a resistirme si era yo quien había vuelto cuando podía haber escapado? Mira, otra cosa en común, yo tampoco me aclaraba con lo que quería hacer.

- ¿Y por qué me iba a resistir?- pregunté inconscientemente mientras clavaba mis ojos en su mirada ámbar. Tenía que aprender a morderme la lengua de vez en cuando.

De nuevo sus palabras y sus actos se contradecían, pues aunque negaba querer continuar, ahora eran sus labios los que hacían prisioneros a los míos mientras nuestras lenguas se juntaban de nuevo, buscándose la una a la otra, con la misma necesidad que nuestros cuerpos, que se aproximaban como imanes de dos polos opuestos hasta fundirse en uno.

Jadeé junto a sus labios mientras recuperábamos el aliento antes de continuar la siguiente batalla donde ninguno de los dos daba tregua a su oponente, mientras nuestros labios se juntaban de nuevo, paladeando el sabor del otro. Sus manos recorrían mi cuerpo prodigando suaves caricias a su paso, donde cada célula de mi cuerpo trataba de memorizar el tacto de su piel, su olor...ese olor que me embriagaba.

Coloqué mis manos a su espalda todavía desnuda recorriéndola con dulzura de arriba a abajo; llenándome de esa anatomía que tanto deseaba. Sintiendo su musculatura bajo mis temblorosos dedos que todavía no entendían que era lo que me estaba pasando.

Y de pronto su gruñido seguido de una pregunta de la que ni siquiera yo conocía la respuesta. Me mordí el labio mientras pensaba que decirle. Nada..mi mente no colaborada.

- Porque tenía miedo de marcharme y no volver a sentir en la vida lo que siento estando contigo.- contesté de pronto. Eso, tú hazle caso al corazón y verás el trompazo que te pegas, me recriminé.- No quiero perderte.

Y era la verdad. Una verdad que me había negado a creer. No quería perderlo, a sabiendas que una parte de él me odiaba. Pero peor sería marcharme, pues entonces me odiaría a mi misma por haberlo dejado marchar sin intentar conocerlo siquiera.

Confieso que la respuesta consiguió tocar ese corazón frio que creía congelado, ese que durante demasiados años había recibido batacazos, la mayoría de las mismas cazadoras que podían tener conmigo algo placentero, mas que jamas se hubieran planteado algo serio con un lobo.
Mi vida estaba condenada, maldito desde el día que aquel licantropo me mordió viví entre dos mundos, uno al que odiaba profundamente pero que cada luna llena me llamaba y otro al que amaba mas que a nada pero donde podía sentir el rechazo por ser l oque era.

No pertenecía a ninguno de los dos mundos, al menos no al completo y eso era una carga pesada que portar sobre unos hombros ya demasiado cansados de echárselo todo a las espaldas.
Solo con Agar y con Leonidas podía relajarme y ser completamente yo.
Y ahora allí estaba siendo una parte de mi yo, frente a esa mujer que hablaba de no querer perderme, lo peor era que yo tampoco quería que se fuera.

Tense el gesto tratando de encontrar la parte del cazador, esa que la mayor parte del día me dominaba y que ahora, estaba tan escondida que necesitaba hacer verdaderos esfuerzos por sacarla.
-Para no querer perderme tendrías que poseerme -dije con frialdad -y créeme eso no pasara nunca.

Mentí, mentí como un bellaco porque si poseía una parte de mi, esa que con mis ojos ámbar la buscaba, esa que la deseaba, esa que aflojaba las cintas de sus muñecas para no dañarla.
Mas eso no podía decírselo, no porque yo odiaba ser un lobo, y con ella eso era todo lo que era.

-Vamos -gruñí dando un tirón suave de la cuerda, lo suficientemente lento como para que sus muñecas no sufrieran daño alguno.

Camine en silencio, algo imposible para ella durante un buen trecho hasta que alcanzamos lo que a todas todas, parecía le transcurso de un rio que si no me equivocaba desembocaría en el mar, llevaba horas siguiendo un rastro, uno que se me antojaba el acertado.
Mas claro, Agarwaen era un tipo inteligente, casi un fantasma, estaba seguro de que si no cometía algún fallo no lograría dar con el, parecía encubrir todo lo que a el me orillaba, como si hullera de algo ¿pero de que?

Me agache rozando con el dedo una huella, una de bota, varón, posiblemente de su talla de pie, esto era lo mas cerca que de el había estado, ademas su olor se fundía en el ambiente para de nuevo dispersarse desdibujando las huellas en el fangoso rio y volviendo a llevarme a una maldita encrucijada de caminos.

Resople furioso al darme cuenta de que de nuevo lo había perdido, cuando diera con el, que lo haría me tendría que invitar a una buena cerveza fría, porque me estaba dejando la vista, el olfato y la vida en el empeño de su cacería.
-¿estas bien? -pregunte a la joven que atada me acompañaba, parecia cansada -Podemos parar un rato -susurré mirando sus ojos -estoy seguro de que si estas cansada porque llevo un rato sin oírte murmurar -bromeé -eso o que ya me he acostumbrado a tu estridente voz y ahora como si fuera el susurro del viento me he echo a ella ignorándola por completo -bromeé de nuevo con una sonrisa.
-Estoy sediento ¿no llevaras una birra por algún lado no?

Creo que si me hubiese clavado en el pecho la katana que portaba a la espalda me hubiese dolido menos que sus hirientes y frías palabras, así como su mirada gélida en la que no había un ápice de sentimientos. Por lo menos no de los que yo albergaba en mi interior por él, porque de odio hacia mí si parecía demostrar.

Bajé la mirada sin saber que contestar a sus duras palabras. ¿Y qué esperaba? ¿Qué me jurase amor eterno por haber tenido un encuentro furtivo en el bosque? Decía la verdad cuando justificó su deseo por el celo en que me encontraba; no había otra razón. Había saciado esa parte de él que le obligaba a hacerme suya, pero solo durante unos minutos.
Y ahora entendía que la marca que todavía sentía en el cuello no había significado lo mismo para él que para mí. Había sido un pequeño gesto de la lujuria que en ese momento nos envolvía, aunque para mí significaría que había estado dispuesta a dejarme marcar por un lobo. Algo que me habría parecido inverosímil hace unos meses, y que ahora hubiese deseado que se hiciese realidad. Porque aunque su corazón nunca sería mío, él si poseía una parte del mío.

Suspiré contrariada mientras con un tirón suave de la soga nos pusimos de nuevo en marcha. Era incapaz articular palabra. ¿Me estaría poniendo enferma? Si se lo contase a mi hermana no se lo creería. Aunque al final aquel sepulcral silencio me pudo. Parecía que aquel lobo/cazador no tenía muchos temas de conversación, así que...alguien tenía que hacer ameno el trayecto.

- Entonces, ¿dónde me llevas prisionera? ¿Y va a durar mucho mi secuestro? Lo digo porque tengo todas mis cosas en un hostal y me cobran por ocupar la habitación.¿sabes?.- empecé con un dicharachero monólogo, pero al parecer el lobo estaba enfrascado en sus pensamientos y me ignoró por completo.- ¿Está muy lejos? Este bosque es enorme, ¿a qué sí?

Nada. Solo silencio por su parte. Anduvimos durante horas. Quizás quería matarme, pero no con la katana, sino de aburrimiento. ¿Qué aquel lobo no se cansaba de dar vueltas rastreando al parecer algo que no encontraba? ¿No sería más divertido estar retozando los dos de nuevo sobre la hierba?
El resto del camino permanecí en silencio; recordando cada uno de los momentos que habíamos pasado desde que me asaltó en el lago.
Sonreí con tristeza al pensar que todo se quedaría en una bonita anécdota en que no olvidaría con el paso del tiempo.

- No estoy cansada.- dije mecánicamente sorprendida de que el lobo hubiese recuperado la voz y que fuese capaz de hablarme sin gruñirme, mientras me sentaba en el suelo exhausta de tanto caminar.- He llegado a la conclusión de que para que regalarle mi ingenio a alguien que no sabe apreciarlo.

¿De dónde salía tanta mala leche? Seguramente el no haber parado en horas, sumándole que tenía un hambre atroz me fastidiaban el carácter. Eso..y que adoraba cuando me gruñía. No tenía remedio. ¿Por qué su rechazo no hacía mella en mí y me olvidaba de lo que podía haber sido y como él había dicho, nunca sucedería?

- Claro, debajo del vestido llevo unos cuantos botellines de cerveza, eso sí..ahora están calientes.- susurré mientras sonreía con sarcasmo.- Y en el corsé llevo los cacahuetes para acompañar.

¿Y a este que mosca le había picado ahora? Parecía hasta agradable conmigo. Mal momento cielo, pensé. Ahora ella yo la que estaba mosqueada.

Sonreí de medio lado frente a sus sagaces comentarios, la verdad no me hubieran venido nada mal esos botellines de cerveza, empezaba a estar frustrado por la perdida de rastro de mi Agarwaen ¿como podía ser tan difícil dar con ese hombre?
Intuía que porque estaba bien entrenado y de un modo u otro se aseguraba de cubrir su rastro o de confundirlo para evitar ser rastreado.

-Si ademas de las cerveza me sacas unos cacahuetes juro que esta noche te saco a bailar -bromeé con cierto tono sarcástico, entre otras porque sabia que ni habían cervezas ni cacahuetes con lo cual mi promesa se quedarías en el aire como el disfrute de mi paladar.

Me acerque a un árbol cercano para tomar dos manzanas rojas, que por cierto tenían una pinta deliciosa.
-Toma -dije mientras me acercaba a ella acuclillandome a su lado para mirarla a los ojos -mira, se que estas cansada, se que también enfadada y que mi comportamiento contigo no es el correcto, nunca debió pasar lo del arroyo, es solo que ese olor que desprender anula mi razón, confunde mis sentidos...y supongo que contigo hace lo mismo.

Deposité la manzana en su mano, que atada con la otra sujetaron la manzana con cierta incomodidad.
-Voy a soltarte, total, aunque trates de escapar no llegaras muy lejos.
Afloje de nuevo el nudo mientras tomaba asiento sobre la hierba verde llena de amapolas rojas para dar el primer bocado a esa manzana que jugosa llenaba mi boca de su sabor y textura.
-Ummm -musité cerrando los ojos con placer -pruebala, esta muy buena.

Relamí mis labios observando a la mujer de la voz estridente.
-No se donde te llevo -confesé finalmente respondiendo así a sus preguntas -fuera de casa no solemos hacer rehenes, y menos sin tener lugar a donde llevarlos. Dudo entre soltarte o llevarte no se bien donde, ni para que. -reconocí.

Era cierto, sabia las normas, conocía los riesgos y tenia que haberla matado, eso me diría Leonidas cuando llegara frente a el con esta mujer presa. ¿donde iba a meterla? ¿en el hostal?
Deje escapar el aire de forma pesada, no podía, no podía verla como a mi enemiga, mira que lo intentaba pero su olor me cautivaba, me orillaba hacia ella de un modo insospechable.
Mi deseo no me daba tregua, mi voluntad dejaba de ser férrea para convertirse en un ente voluble del que yo ya no era el dueño si no la dama que frente a mi me observaba.
-¿que hago contigo? -pregunté para mi mismo sin intención de hallar una respuesta a esa pregunta lanzada al aire.

Mordí de nuevo la manzana tratando de hallar una solución para ambos, una que no traicionara mi condición como cazador y a su vez que no fuera el fin de esa loba que por algún motivo se había convertido en algo mas que mi reo.
-¿que hacías sola en el rio? ¿No soléis ir en manada? ¿pareja?

¿Pareja? ¿Eso era lo que me interesaba? ¿Era idiota? Negué molesto conmigo mismo mientras de nuevo un gruñido escapo de mis labios. ¿que demonios me importaba a mi eso?
Tenia que centrarme, ella era mi prisionera, solo eso, lo que había pasado en el arroyo era solo una parte de mis malditos instintos, esa parte de lobo que tenia que aprender a controlar.