La culpa no es de la luna....y lo sabes (Seth Kana)(+18)

El cambio en los actos de Seth me tenían desconcertada. Había sucumbido a la idea de llevarme atada como su prisionera, y por ende habíamos vuelto hasta el hostal entrelazando nuestros dedos. Paseando como una pareja de enamorados que disfrutan sin más de su compañía mientras dan un tranquilo paseo por el bosque.
Recorriendo aquellos caminos que nos acercaban más el uno al otro. Compartiendo un tiempo que sabía que se acabaría; tarde o temprano Errol daría conmigo y tendría que huir de París. La obstinación de mi hermano no tenía límites, y no quería que Seth sufriese las consecuencias de mis decisiones. Me atormentaba pensar que podría sufrir algún daño por mi culpa.
¿Y si huíamos juntos? ¿Y si dejábamos todo atrás y solo nos quedábamos él y yo? Sabía que aquello era un sueño imposible, que aunque yo huyese, él tenía a su familia, un hogar del que yo carecía,  y sus responsabilidades; al igual que sabía que lo que sentía por mí jamas sería suficiente como para romper con todo.

Había dicho creer quererme. Juro que me costó la vida misma no ponerme a saltar de alegría en el instante en que esas palabras salieron de sus maravillosos labios; vale que también había dicho que no era suficiente, pero bueno, no era yo de las que veían el vaso medio vacío; así que pensaba quedarme con la parte buena, y disfrutarla el mayor tiempo posible.

Tras una hora de senderos y con un dolor de pies terrible, llegamos a mi hostal, donde casualmente también decía que se encontraba su hermano con otra cazadora. Subimos las escaleras hasta el segundo piso, y dándole la llave le prometí esperarle dentro mientras Seth buscaba a su hermano para hablar con él y comprobar si su búsqueda había tenido éxito. Un dulce beso como despedida, y unas palabras esperanzadoras fue su regalo antes de cerrar la puerta tras de sí.

En cuanto salió por la misma, cerrando desde fuera, salté por la ventana para entrar en la cantina que había junto a a la entrada del hostal. Esperaba que no hubiese mucha gente en las calles, porque sería difícil explicar como podía saltar de un lado al otro de aquella manera. No tardé mucho en regresar a la habitación, entrando por la ventana que minutos antes había salido, y agradeciendo que Seth todavía no hubiese vuelto.
Dejé un cubo de metal con media docena de botellines de cerveza cubiertos de hielo y una bolsa con cacahuetes sobre la pequeña mesa de madera; colocando a su lado una nota para mi lobo que decía " Cuando quieras me sacas a bailar. Nim".
Sonreí pensando en su cara cuando se encontrase con aquello, y cansada como estaba, no se me ocurrió mejor idea que esperar su vuelta mientras me daba un relajante baño.

Entré por la puerta ligeramente cabizbajo, haber visto a Leonidas me había hecho replantearme las cosas, el como siempre había intentado quitarle importancia a todo, como si que me acostara con mi enemigo pudiera ser una posibilidad, como si por un dia nada pasara y que luego simplemente la soltara.
Pero yo era consciente de que para mi ella significaba mucho mas, quizás no lo quería admitir, quizás era porque no quería elegir entre lo que durante una vida había sido mi familia y esa desconocida que hoy entraba en mi vida arrasándolo todo a su paso, haciéndome perder el juicio, la cordura y mis ideales que frente a ella inexorablemente se tambaleaban.

Una sonrisa ilumino mi cara cuando vi los botellines de cerveza sobre los cubitos de hielo, los cacahuetes y una nota.
No podía evitarlo, no podía evitar enamorarme de ella, eran estas pequeñas cosas, esas que de forma tonta y despreocupada lograban llenarme el alma.
¿Un baile? Pensé dejando escapar una suave risa sin poder borrar de mi rostro la sonrisa boba que se me había quedado.
La oí chapotear en el servicio, imagine que estaría tomando un baño, así que ni corto ni perezoso camine hacia allí abriendo la puerta para encontrarme con la imagen mas maravillosa de todas “ella”

Me acerqué sonriente, todo el pesar había desaparecido frente a sus ojos pardos haciéndome preso de cada una de sus bajadas de pestañas.
Junto a la bañera me acuclille introduciendo mi mano en el agua para acariciar aquella piel húmeda que se había convertido en mi perdición.
Deslice mis dedos por su pierna, tomando la espuma que por su piel se deslizaba hermosa, contrastando con su bronceada tez.
-¿un baile? -pregunté con una sonrisa de medio lado antes de buscar sus labios lentamente, tomándolos con los míos, cruzando así el precipicio de su boca para enredarme con su lengua, húmeda, ávida de mi.
Cerré los ojos dejándome llevar pro ella, por las emociones, por la excitación y por los sentimientos que solo un beso representaban en mi.

-Vamos a bailar -le dije contra su boca, antes de separarme un instante para tomar la blanca toalla que sobre la pila del baño doblada reposaba.
Me acerque de nuevo mientras ella se ponía en pie dejando a mi vista aquel cuerpo de pecado que por un momento dude si tapar, mis ojos me delataron pues ámbar la admiraron durante unos segundos.
-Te deseo -susurre envolviéndola para subirla con suavidad sobre mis botas asiéndola por la cintura.
Sonrei de medio lado colocando mi mano en su cintura, y con la otra tome su mano derecha dispuesto a danzar.
-Una promesa es una promesa -corrobore contra sus labios mientras de forma diestra empezaba a moverme con su cuerpo pegado al mio y sus risas azuzando mi oído.

Aquello era magia, eso que pocas veces se encontraba, puede que un sueño irreal, una utopía que no sabia como acabaría, mas por hoy haría caso a Leonidas y simplemente seriamos Seth y Nim.
-Te quiero, creo que te he esperado siempre.

Escuché el sonido de la puerta de la habitación abrirse y cerrarse de nuevo tras unos segundos. Sonreí por la simple idea de volver a verlo; no sabía como explicarlo, pero en el breve espacio de tiempo que habíamos estado separados lo había echado de menos. Me había sentido como si hubiesen arrancado un trocito de mí, sintiendo que me faltaba su presencia para sentirme completa de nuevo. Como si desde que nos habíamos vinculado de esa forma tan especial, mi corazón no pudiese vivir estando lejos del suyo.

Me concentré en el ruido de sus pasos, primero pesados, quizás cuatro o cinco hasta que se detuvo. Debía estar leyendo la nota; traté de imaginar su expresión, esa preciosa sonrisa que me regalaba y que me hacía saber que siempre había sido él; que era por él por quien había huido de mi matrimonio impuesto; que era él a quien deseaba ver cada día al despertarme, y a quien besar cada noche antes de dormir. Y que sin duda, él era esa alma gemela escogida por el destino, y puesta en mi camino para hacerme feliz.

- Reconoce que sientes una satisfacción oculta cada vez que me interrumpes un baño.- bromeé cuando después de escuchar varios pasos más, quizás estos con más brío, apareció por la puerta del cuarto de baño con una sonrisa enternecedora que me confirmó de que el detalle valía la pena solo por verle sonreír así. Lo amaba; no podía negarlo. Lo quería como jamás pensé que querría a nadie. Quería que esa sonrisa me acompañase el resto de nuestras vidas.

Se arrodilló a mi lado con una calma y una mirada que no había conocido hasta ahora. Era como si una parte de él hubiese dejado de luchar y se dejase llevar por el presente, sin pensar en lo que era correcto o no. Con suavidad acarició mi piel desnuda y sus labios me buscaron con necesidad; la misma necesidad que sentían los míos, demostrando con cada movimiento de nuestras lenguas como lo había echado de menos.

- ¿No me digas que después de tentarme con un baile ahora no sabes bailar?- sonreí con picardía, dudando de que hubiese algo que aquel maravilloso ser no supiese hacer.

Me eché a reír a carcajadas cuando dijo que ibamos a bailar. ¿Allí? ¿En serio? ¿Qué había pasado con aquel lobo cascarrabias que todo le parecía mal y que no paraba de culpar a mi celo? Al ver que Seth se levantaba y cogía la toalla que había preparado para secarme, con una sonrisa divertida hice lo propio quedándome desnuda ante unos ojos ámbar que me decían lo que después me confirmaron sus palabras. Un deseo que no solo sentía él, sino que cada célula de mi piel desprendía la necesidad de hacerlo suyo de nuevo.

Envolviendo mi cuerpo con la toalla y tomándome en brazos para sacarme de la bañera, me colocó sobre sus botas mientras nuestros cuerpos se orillaban por su abrazo, mientras yo no podía hacer otra cosa que sonreír como una tonta enamorada; porque al fin y al cabo eso era lo que me pasaba. Me había enamorado de tal forma de aquel lobo que se me antojaba una osadía haber podido vivir sin él tanto tiempo. Con nuestros más y nuestros menos, creo que nada podría igualar lo que ambos sentíamos en aquel cuarto de baño, mientras nuestras lenguas danzaban al ritmo de nuestros cuerpos, al compás de una música que solo escuchábamos nosotros. La melodía que provocaban dos corazones enamorados con sus latidos cuando estaban juntos; una melodía que esperaba seguir escuchando el resto de nuestras vidas.


- Ahora que tu has cumplido tu promesa...si me traes un chuletón tendré yo que cumplir la mía.- susurré junto a su oído para después apoyar mi cabeza sobre su hombro y besar con dulzura la marca de su cuello, mientras seguíamos los pasos de aquella danza inventada y que era solo nuestra.- Seth... yo también te quiero.

Una palabras que había sido incapaz de pronunciar antes, no porque no las sintiese, sino por miedo a su rechazo. Un sentimiento puro y hermoso que le demostraba con cada uno de mis actos, de mis caricias y de mis besos. Un sentimiento tan profundo que me asustaba, pero que comenzaba a tener sentido con él. Solo con él.

Allí con nuestros cuerpos pegados al ritmo de una danza invisible e inaudible convertimos el baño en un salón de bailes, la toalla en un maravilloso vestido y a ella en la princesa de mi cuento, esas que por desgracia se evaporan por la mañana dejándolo todo en  un sueño.

Sonreí frente a su boca cuando me dijo con esa vitalidad que la caracteriza que le llevara un chuleton y se casaría conmigo, no pude evitar reír contra su piel, dejando que mi aliento golpeara el hueco que hay entre hombro y cuello.
-¿en serio te casarías con un extraño? -pregunté a sabiendas de que esa mujer era capaz de todo, hasta de poner mi mundo patas arriba, de cambiar las leyes de un cazador, de enamorarme en tan solo un día.

Busqué sus labios con suavidad, queriendo atesorar en mi mente cada recuerdo, el sabor de su boca ahora mezclado con el de cerveza de la mía, su mirada, su olor, las gotas de agua resbalando por sus piernas.
Todo en ella era mágico, todo en ella me empujaba a traerle ese maldito chuleton para fugarnos al mundo de nunca jamas donde no hubieran cazadores ni lobos, solo Nim y yo.

No fue hasta que oí ese te quiero, esas dos palabras que se hundieron en mi alma cuando supe que no podría ya jamas dejarla ir, que lucharía contra mi sino ,el suyo, contra los lobos, los cazadores y contra los dioses si se cruzaban en mi camino.
-¿Por que no acabas de vestirte mientras voy a por algo de cena? -pregunté contra su boca -debes de estar hambrienta.

La deposite con suavidad en el suelo, para de nuevo tomar la cerveza que con tragos rápidos fui agotando entre mis labios.
-estaba sediento -susurré guiñándole un ojo -ahora cojo un puñado de cacahuetes para ir haciendo boca -bromeé antes de salir por la puerta del baño con una tonta sonrisa que asomaba de mis labios.

Salí de esa habitación en busca de la cena que nos haría llenar el estomago, y como no, coger fuerzas para la noche que nos esperaba a ambos, donde el descanso no entraba en mis planes, al menos no uno inmediato.

No tarde mucho en pedir al posadero la comanda, pues una cantina quedaba bastante cerca del hostal en cuestión, así que me lo dejo todo preparado en bolsas con mucha amabilidad y con eso volví al cuarto con una picara sonrisa dibujada en mi rostro.

Entré por la puerta para encontrar de frente a mi preciosa loba, que sobre el lecho y con solo la toalla me esperaba tentándome, excitandome, provocandome
Mis ojos de nuevo se tronaron ámbar, no tenia ni idea de cuanto la deseaba.
Metí la mano en la bolsa para lanzarle una manzana con una picara risa instaurada en mis labios.
-como se que te gustan -le dije entre risas dejando la bolsa sobre la mesa para acercarme al lecho en busca de mi premio, de su cuerpo, de su piel.
-¿contenta? -susurré contra su boca antes de tomarla mientras mi cuerpo gateaba sobre el ajeno lentamente, orillándome a su piel a cada paso.

Sonreí con picardía al escuchar su pregunta; esa pregunta a la que ya había contestado con mi sutil propuesta, y que aunque pareciese una locura mi respuesta era afirmativa. No imaginaba un futuro mejor que el que sucediese a su lado; de hecho es que no podía imaginar un futuro feliz sin Seth. Ese lobo que en apenas unas horas se había convertido en el dueño no solo de mi alma sino también de mi corazón; ese lobo que aunque realmente debería sentir como un extraño, lo sentía como si me hubiese acompañado toda mi vida en lo más hondo en mi corazón. Ese lobo al que había entregado mi alma, y que ahora dudaba si podría vivir sin él.

- No, no me casaría con un extraño.- contesté mientras buscaba su mirada, con un atisbo de complicidad en la mía.- Me casaría contigo.

No sabía que extraña magia era la que me empujaba a decir tales palabras; en que hechizo nos hallábamos envueltos los dos. Lo único que sabía es que quería permanecer eternamente en aquel embrujo tan perfecto que nos orillaba el uno al otro sin miedo; en ese momento en que nuestras bocas se buscaban demostrando la necesidad de nuestras almas, vinculadas desde siempre, y que no habían sido capaces de encontrarse hasta ahora.

- Estoy hambrienta de ti.- reí mordiendo con suavidad su labio inferior y degustando de nuevo su sabor. Un sabor que me hacía olvidar hasta de las necesidades más básicas; sería capaz de morir de inanición si eso supusiese no tener que separarme de él jamás.

Con una preciosa sonrisa, y dejándome el corazón vacío por su ausencia, mi lobo salió de la habitación en busca de aquella cena que esperaba que fuese el preludio de muchas otras; el inicio de un camino juntos que no sería fácil de recorrer, pero que sin duda alguna estaría dispuesta de hacerlo a su lado.

Sonreí de medio lado al pensar que para que molestarme en vestirme, si aquella noche esperaba que la ropa brillase por su ausencia, y que a cambio fuesen sus caricias las que cubriesen mi piel. Y deseando que mi hombre, mi amor, mi futuro.. no se demorase en demasía, me tumbé sobre la cama, al tiempo que cerraba los ojos y trataba de recordar cada uno de los momentos de aquel maravilloso día que habían puesto mi vida patas arriba.

Pocos minutos después escuché sus pasos acercarse, abriendo la puerta y devolviendo esa ilusión a mi corazón que se hallaba perdido sin su mirada. Lo recibí con la mejor de mis sonrisas, y para que negarlo un mirada cargada de deseo. Portaba dos bolsas, que dejó sobre la mesa mientras su mirada ámbar se clavaba en mí. Una mirada que no era de odio, sino todo lo contrario.

Enarqué una ceja cuando de la bolsa sacó una manzana y me la lanzó con tino, cogiéndola yo entre mis manos y pasando mi mirada confundida desde esta hacia él, y viceversa. ¿Y el chuletón? Que más daba, aceptaría convertirme en su esposa aunque tuviese que comer aquellas insulsas manzanas el resto de mi vida.

- Contentísima...de tenerte junto a mí.- susurré junto a sus labios mientras tirando la manzana a un lado mis manos acariciaban su espalda y resbalaban su camisola por su piel.- Pero, creo que empezaré por el postre.

Mis labios buscaron los suyos, entreabriendo nuestras bocas y encontrando esa complicidad que solo con él sentía. Ese escalofrío que me recorría todo el cuerpo cuando eran sus manos las que me acariciaban, y deseando que aquella noche no tuviese fin. Que el tiempo se congelase en ese preciso instante, y poder vivir ya no solo una vida, sino una eternidad juntos.

Gateé sobre su piel tostada, semidesnuda solo cubierta por una toalla, mis ojos ámbar eran al antesala de aquello que sentía, eso que me orillaba contra un cuerpo cincelado por la luna.
Jadee dejando que el aire golpeara cada resquicio de ella mientras ascendía hasta encontrarme con sus labios, labios que entreabiertos me esperaban apasionados.
Choque de mareas cuando se encontraron, fervientes como un santo, necesitados.
Entrelace mi lengua a la suya dejando que me embriagara su aroma, cada resquicio de mi la pedía a ella.
Duelo de titanes en aquella batalla sin tregua en la que nuestros cuerpos se buscaban deslizándose uno sobre el otro, amoldándose a las deliciosas formas de aquella hembra que alzaba mi entrepierna que ansiosa se restregaba sobre su sexo.

Jadeé contra su boca al sentir su mano liberar mi hombría que sedienta salia de los pantalones en busca de lo que le pertenecía.
Nuestros ojos se encontraron salvajes, sonreí de medio lado contra aquellos ojos castaños mientras hacia mis pantalones a un lado.
-Te necesito -palabras sinceras, reales que se acompañaron de un gruñido al sentir como me introducía despacio en su interior.
Aferré sus manos con las mías, enlazándolas sobre su cabeza, en aquella ocasión no buscaba sexo, quería disfrutarlo despacio, sintiendo la calidez de sus placeres que me acunaban entre su humedad, su calor haciéndome gozar con cada jadeo, cada gemido que contra su boca aplacaba.

Frente a su lengua gruñí necesitado de mas, deslicé mis labios por su mandíbula dibujando con mis dientes la perfección de sus formas, de aquellas raciones dignas de una diosa del olimpo.
Dejé escapar le aire ronco contra su cuello al sentir la marca que había hecho hacia horas y que ahora la convertía en mía, mía, aquella palabra me hizo gruñir para incidir sobre ella, la bese, la mordí, porque era mía, marca que reiteraba el significado de lo nuestro.
Incremente el ritmo de mis embestidas sintiéndola vibrar entre mis manos.
-Te quiero -gruñí contra su piel deslizando mi boca hasta sus duros pezones que contra mi pecho marcaba el inminente ritmo de las embestidas, esas que la empalaban una y otra vez.

Sus dedos apretaron a los míos cuando succione su pezón haciendo que se arqueara bajo mi cuerpo, la sentía a punto de explotar, y eso quería que su clímax lo tuviera conmigo ,solo conmigo.
Gruñí al sentirla jadear, casi aullar, cuando mis labios apresaban sus pechos mordiéndolos, lamiéndolos.
Su piel tenia un sabor especial uno a bosque, a fruta.
Cada embestida era cada vez mayor, mas salvaje, mas bestia, mi control sobre mi cuerpo cambiaba entre jadeos, me volvía loco.

Su cuerpo iba cubriendo el mío cual cazador que acecha a su presa, apartando la toalla que me vestía con el roce de su paso, solo que en este caso era la presa la que quería ser cazada, y al ser posible devorada por el lobo.
Sonreí por la cantidad de tonterías que se me pasaban por la cabeza cuando Seth estaba a mi lado, cuando sus caricias embotaban mis sentidos y era incapaz de pensar en otra cosa que no fuese él.

Nuestras bocas se unieron de nuevo, recuperando aquellos minutos que habíamos estado separados, saboreando cada parte de nuestros labios al tiempo que los jadeos se apagaban en ellos; jadeos provocados por el placer de sentir su cuerpo de nuevo sobre el mío, anhelante de ser suya todas las veces que fuese necesario para convencer a aquel lobo de cuanto lo quería, de cuanto lo necesitaba. Porque eso era lo que me pasaba, y  desde que se lo había confesado no dudaría en hacérselo saber, tanto con hechos como con palabras, cada vez que tuviese ocasión. Porque ahora que era mío, que esa marca en su cuello lo vinculaba a mí, el miedo por perderlo me asolaba en cada esquina.

Su sexo golpeaba provocativamente contra el mío a través de la tela de su pantalón, sintiéndose prisionero e incitándome a ser liberado. Besé sus labios con dedicación, recorriendo con mi lengua cada parte de su dulce boca, aspirando ese olor que tanto me excitaba al tiempo que mi mano se deslizaba con maestría entre sus pantalones, acariciando su hombría. Esa parte de su anatomía que también reclamaba como mía y que me había hecho sentir un placer inigualable en dos ocasiones.

Continué mis caricias sobre su sexo, excitando su pene que vibraba entre mis dedos, mojándolo y preparándolo para ese regalo del cielo que estaba a punto de suceder. Sus palabras me hicieron sonreír mientras su miembro se introducía despacio en mi interior; abriéndose paso con cada jadeo que salía de mis labios mientras mi vagina lo recibía humedeciéndose y dilatándose con su roce, deseosa de sentirlo más dentro, de ser penetrada una y otra vez por aquel ángel caído del cielo y que tenía entre mis piernas.

Sus manos y las mías se entrelazaron sobre mí cabeza; esta vez todo era distinto. Lo pude ver en sus ojos, que aunque se mantenían ámbar por el deseo, no estaban empujados por aquel celo al que tanto había culpado. Ya no era solo sexo lo que practicábamos, en esos momentos hacíamos el amor de una forma cómplice y estremecedora, uniendo nuestros cuerpos y nuestras almas. Ahora solo estábamos nosotros y el amor que nos profesábamos; un amor que había surgido de la forma más inaudita posible, y que había sido tan fuerte que nos había envuelto a los dos como un huracán uniéndonos de por vida, o al menos eso era lo que yo deseaba.

Sus besos comenzaron a recorrer mi barbilla, mi cuello, mi pecho...estimulando y abrasando con el roce de su cálidos labios y dientes todo aquello se encontraba a su paso, erizando mi piel y pezones que claudicaban ante sus labios mientras los succionaba con lujuria. Haciéndome estremecer como jamás habría imaginado cuando sobre la marca de mi cuello soltó un gruñido reclamándome como suya, siempre suya; aumentando el ritmo de sus envestidas, reiterando su posesión sobre mi cuerpo con esa marca, sobre mi alma que era suya desde siempre y sobre mi corazón que yo le había entregado con los ojos cerrados.

- Pero yo a ti más.- sonreí traviesa antes de comenzar a sentir el principio de aquel clímax que aseguraba llevarme a la locura mientras mi amado continuaba penetrándome con fuerza.
Sentí como las paredes de mi vagina presionaban su pene que entraba y salía a un ritmo vertiginoso, vibrando con frenesí mientras lo atrapaban y engullían, mientras su falo se hundía  cada vez más en mi interior, haciéndome gritar de placer al tiempo que mi cuerpo se arqueaba bajo el suyo y mis manos se contraían alcanzando la cúspide de aquel orgasmo conseguido por y para él, solo para él.
Busqué sus labios con necesidad, deseando que mis gemidos muriesen es su boca, sentir sus jadeos abrasándome los labios con cada poderosa penetración, volver a reclamarlo como mío y sentirlo de nuevo más cerca, sintiendo nuestros corazones palpitar al unísono mientras nuestros cuerpos se unían en uno solo.

- Nunca me dejes, por favor.- susurré junto a sus labios, para tomarlos de nuevo mientras me dejaba ir y todo mi cuerpo convulsionaba bajo el suyo. Le había confesado mi mayor miedo; sabía que amarlo era una locura, pero también sabía que lo que nos había pasado a ambos en tan poco tiempo era una señal del destino; algo que le pasaba a muy poca gente y que el miedo de perderlo y no volver a sentir de nuevo lo que sentía estando con él me atormentaba por momentos.
Solté mis manos sujetándome a su espalda con fuerza, envolviendo con mis piernas su cintura buscando su profundidad; deseando que cada parte de nuestros cuerpos quedasen unidos para siempre.

Caí rendido sobre ella, mientras una sonrisa se instalaba en mi rostro con la respiración entrecortada, movía con suavidad aquello mechones de pelo que enmarcaban esas facciones exóticas de las que mi bella loba hacia gala.
Mis dedos recorrieron ese mordisco, ese sobre el que había gruñido, ese que la hacia mas mía que cualquier anillo.
Mis labios volvieron a unirse con los ajenos, aun sintiéndome dentro, manantial que choco con mi boca sedienta de ella, enlazando así de nuevo nuestras lenguas en un baile que como en el baño tarareaba su propia melodía, una que solo ella y yo conocíamos.

No tarde en dejarme caer a un lado, rozando con mi cuerpo la manzana que había caído al lecho ates de que nuestras esencias se fundieran en una cubriéndose de ese sudor perlado.
La tomé con la mano llevándola a mis labios mientras la miraba con picardia y una burlona sonrisa.
-La bolsa esta llena de manzanas -bromeé señalando con la cabeza en dirección a nuestra cena -he de confesar que soy vegetariano.

Su cara era un poema, casi me muero de la risa, mas intente guardar la compostura para que creyera en mis palabras.
Mas pronto afiance aquello con echos, que les daban una veracidad que hacia que Nim abriera la boca de par en par.
-Nunca quise probar la carne desde que me trasforme porque eso me acerca mas a la bestia, asi que me hice vegetariano.
De primero he traído una crema de verduras, seguro que te encanta. De segundo espárragos trigueros con patatas a lo pobre. -Cerré los ojos mientras ponía una fingida clara de placer -se me hace la boca agua -añadí dándole realismo mientras la buscaba con la mirada -por supuesto todo eso aderezado con una rica salsa de maíz y un poco de tofu.
las manzanas son el postre -dije guiñándole un ojo para llevarme la que tenia entre mis manos a la boca dándole un buen bocado.

Sonreí de medio lado al ver la cara que ponía, resignada se alzo para tomar las bolsas y traerlas sobre el lecho para así llevarnos algo a la boca.
Pronto empezó a sacar la comanda.
De primero Truffade, patatas salteadas en manteca y queso Cantal fresco.
Su cara de incredubilidad iba en aumento cuando saco el segundo plato, ese bistec de ternera que me habia pedido, aunque por supuesto con ese típico toque parisiense , Pâté Lorrain, carne de cerdo y ternera marinada, envuelta en masa de hojaldre. Como colofon final y postre, Clafoutis, tarta de cerezas.

Sus ojos buscaron los míos mientras de nuevo sonreía embobado mirando ese rostro que se me antojaba sin duda el mas hermoso del mundo.
-¿con un bistec te casabas conmigo ¿y que me das por esto? -bromeé antes de acaparar de neuvo sus labios con voracidad, necesitado de su sabor, de su olor, de ella.
Embriagaba mis sentidos, mas que el mejor de lso vinos, ella y solo ella era mi droga, eso que necesitaba para sentirme todavía vivo.
-El vino esta en la otra bolsa. -Advertí - junto a una botella de licor de manzana para cuando acabemos oc la cena.

El silencio rodeaba nuestros cuerpos que se deleitaban entre dulces caricias y suspiros, mientras nuestras respiraciones recuperaban la normalidad y mis ojos no podían admirar otra cosa que no fuese el rostro del hombre al que había entregado mi alma.

Mimosa buscaba el roce de mi mejilla con su mano cuyos dedos recorrían la señal de mi cuello que me marcaba como suya, recordándome con su trazado que había encontrado en unas horas lo que en toda mi vida jamás habría imaginado. Nuestras lenguas se unieron de nuevo como la unión de nuestros cuerpos, entrelazándose, buscando embriagarnos del sabor de la persona amada, de nuestras almas vinculadas por aquel mordisco que ambos portábamos en nuestro cuello.

No sabía como había podido vivir sin sus caricias, sin sus besos...sin el olor de su piel que me cubría llenando cada parte de mi ser, cumpliendo con creces con cada uno de mis deseos y expetativas y convirtiéndome cada segundo que pasaba con él en la loba más dichosa del mundo. Incluso hice un puchero cuando se ladeó sobre la cama, liberando mi cuerpo del peso del suyo, para poder empezar con la cena.

- No pasa nada, comer fruta y verdura es muy sano.- contesté incrédula incluso ante mis palabras mientras Seth me afirmaba ser vegetariano al tiempo que jugueteaba con la insípida manzana, y que por ende nuestra cena sería un banquete para una cabra, pero que para mí no sería más que un entrante.- Así que si hay que hacerse vegetariana, pues...bienvenido sea.

Hinché mis carrillos mientras escuchaba lo que sería nuestra cena, mirándolo desconcertada mientras me contaba el motivo por el que había tomado esa decisión, mientras yo empezaba a concienciarme del hambre que iba a pasar a partir de entonces, porque por mucho que me pesase, si tenía que hacerme vegetariana para encontrar el equilibrio a su lado, por todos los dioses que no volvería a probar ni un trocito de carne...umm..carne..jugosa y saladita con una buena ración de patatas fritas...Negué con la cabeza. "Nim, centráte. A partir de ahora zanahorias y manzanas", pensé mientras me levantaba a coger las bolsas que Seth había dejado sobre la mesa para acercarlas a la cama, mientras sus ojos se clavaban en los míos, juraría que esperando ver mi reacción sin perderse detalle.

¿Qué más daba si comía carne o verduras? ¿Acaso mi alimentación era más importante que todo lo que sentía por aquel maravilloso regalo caído del cielo que me miraba desde la cama con esos penetrantes ojos verdes? La comida solo era comida, pero nosotros..él, era el amor de mi vida. ¿Qué más daba si a a partir de ahora me alimentaba de tofu? Por él todo esfuerzo y sacrificio merecían la pena.

Dejé las bolsas sobre la cama y comencé a sacar las bandejas que contenía nuestra cena, frunciendo el ceño confundida al mismo tiempo conforme iba comprobando que nada de lo que me había dicho Seth, sino más bien todo lo contrario conformaban su contenido. Aquellos platos eran dignos de un banquete, y gracias a los dioses, no solo había verdura en ellos.

Le sonreí con picardía sabiendo que me había gastado una broma; que su humor conmigo mejoraba por momentos, y que con cada uno de sus actos me hacía enamorarme más de él, si es que eso era posible. Pero lo que más me sorprendió fue cuando saqué de la bolsa aquel bistec que me haría cumplir mi promesa, una promesa que me encantaría pagar sin ni siquiera pensarlo,  mientras mi mirada buscaba la suya intentando descubrir si aquello significaba lo que creía lo que significaba, o simplemente era la cena que había encargado.

- Por esto te doy mi vida, mi corazón y mi alma...aunque siendo sincera, ya eras el dueño de todo eso.- susurré mientras sus labios apresaban los míos en una muestra de deseo y necesidad.- Cuando quieras ponemos fecha para la boda.

Sonreí divertida mientras sacaba las botella que estaban en la otra bolsa, para después sentarme al lado de mi amor, del dueño de mi corazón, de ese sueño hecho realidad, mientras pensaba que si me dijese de casarnos ahora mismo, aceptaría sin dudarlo.

No se en que preciso momento pasamos de ser captor y presa a reírnos sobre un lecho con una deliciosa cena.
Mas allí estábamos bromeando sobre casarnos como dos tontos enamorados, mis dedos contornearon sus labios de forma lenta.
Admirando cada resquicio de esa boca que sin darme cuanta anhele fuera la única, la ultima en ser tomada.
Calma mientras mi rostro al suyo se acercaba casi viendo a través de sus pupilas el alma. Nuestros alientos se cruzaron prometiéndonos el cielo, que solo encontramos cuando el roce de la carne lo hizo eterno.
Tímidamente esta vez mi lengua se adentro en su boca, sedienta de su sabor, necesitada de embriagarse de ella.
Mi mano acaricio su pelo atrayendola así contra mi, hundiéndose en su nuca con el pelo enredado entre los dedos de mi mano.
Intensidad furiosa que marcaba el beso, ahora dejando escapar jadeos contra el otro.

Me separe un instante para mirarla, relamiendo mis labios, aun buscando cada resquicio de ella sobre estos.
-Nunca aprobaran los míos un matrimonio con una loba -susurré contra su boca.
Quería que supiera que no era por mi, que a esas alturas ya estaba loco por ella, que me hubiera casado ahora sin dudarlo si las circunstancias hubieran sido otras.
Mas no podía condenarla a una vida como la mía, atado por las noches cuando la luna llena surca el firmamento, cazando a su especie día y noche.
Sabia que quizás hoy, enamorada aceptaría que podría soportarlo en un principio, mas tarde o temprano me echaría en cara que matara a nuestra sangre, y eso, eso me destrozaría, tarde o temprano tendría que elegir entre ella y los míos.

Me separé ligeramente con mi mente echa un caos mientras me disponía a empezar con aquella deliciosa cena, supongo que sabia que mi mente estaba en otro sitio, pues sus ojos buscaron los míos sin éxito ninguno.
-Nim, no funcionara, lo sabemos los dos, yo no quiero dejar a los cazadores, no me veo contigo en una manada aullando a la luna, matando humanos cuando pierda la razón de mi ser.
Cuando la bestia se apodere de mi, he visto lo que hacen los tuyos, también lo que hacen los míos y créeme, nunca mientras exista un tuyo y un mio podremos ser felices juntos.

Volví a centrarme en la comida, tratando de sopesar que era lo mas sensato, lo correcto, la quería, juro que lo hacia, pero ¿querer era suficiente?

Nuestras caricias demoraban de nuevo la cena; unos sentidos besos en los que no solo la pasión se hacía patente entre nosotros, sino el amor  que nos profesábamos quedaba grabado a fuego con el roce de nuestros labios sobre los ajenos.

Susurros y caricias que decían mucho más que el silencio que nos envolvía mientras calmábamos la necesidad que teníamos del otro; miradas que se cruzaban y confirmaban lo que habíamos sido capaces de confesar horas antes. Un amor surgido de la nada que demostraba que nuestras almas estaban predestinadas a encontrarse y profesarse el cariño con el que nuestros cuerpos se entregaban.

- Seth, no hace falta que nos casemos si no quieres.- susurré temiendo lo peor de sus palabras. Yo también tenía miedo, pero de perderle a él.- La marca que llevo en mi cuello, y tú en el tuyo, para mí implica mucho más que cualquier celebración junto a un dios en el que no creo.

Mis palabras eran sinceras. De verdad que no me importaba no casarme si así nuestra situación se tornaba un poco menos complicada, porque lo que tenía claro es que no podría vivir sin él. No cuando había conocido al amor de mi vida, a ese lobo por el que cambiaría mi destino con los ojos cerrados y por quien bajaría al mismo infierno si fuese necesario.
Si tenía un futuro, era junto al hombre  que frente a mí se sentaba en la cama; y que por su mirada, se encontraba tan perdido como yo antes de conocerlo.

Sus ojos parecía esquivarme, como si tratase de evitar una conversación dolorosa para los dos, aunque por fin sus labios se sinceraron, y supe el por qué de su preocupación. Aunque su desánimo se convirtió en mi tristeza, no podía enfadarme con él. Tenía razón en que las cosas eran difíciles, pero difícil no es imposible, y yo por su amor estaría dispuesta a cambiar el rumbo de mi vida por unirla a la suya.

- Creo que por una vez, discrepo contigo.- sonreí con un poco de melancolía poniéndome en pie y buscando su camisola para cenar con algo de ropa puesto.- A pesar de todos los inconvenientes que hoy puedas ver, y que seguro que luego podremos añadirles más, existe algo mucho más fuerte por encima de ellos, y es el amor que nos profesamos el uno al otro. No digo que consigamos encontrar una solución en un día, ni en una semana...quizás ni siquiera en un mes, pero si tú me quieres la mitad de lo que yo te quiero a ti, te puedo asegurar que juntos la hallaremos porque si hay algo más fuerte que un muro, son dos personas que se aman y luchan juntos por tumbarlo.

Me coloqué su camisola mientras Seth permanecía pensativo, mirando como me vestía y supongo que analizando mis palabras. Me acerqué a su lado, sentándome prácticamente encima suyo, pegando nuestros cuerpos lo máximo posible y acariciando con suavidad esa marca en su cuello que lo reclamaba como mío.
- Jamás te pediría que dejases de ser cazador. Te quiero y te acepto tal cual eres, mitad cazador mitad lobo; te amo con tus pros y tus contras, y nada ni nadie me va a hacer sentir lo contrario.- dejé un suave beso sobre sus labios y me separé unos centímetros para continuar.-  No todos los lobos atacamos humanos en luna llena, muchos solo luchamos cuando nuestra manada está en peligro. Sé que eres cazador, que matas a los licantropos como nosotros, más jamás te reprocharía nada si la razón por la que lo haces es para defender a los humanos. Y respecto a lo de correr por el bosque en luna llena...prefiero mil veces estar confinada contigo en una mazmorra cuando la dama blanca haga su aparición, que aullarle cada luna llena llorando por tu amor.
Ya no tengo manada Seth, te tengo a ti.

Rodeé su cuello con mis brazos, buscando esa cercanía que tanto necesitaba. Anhelando que me abrazase con fuerza y me diese la oportunidad de demostrarle que podíamos tener un futuro juntos. Sacrificaría lo que fuese por él; ojalá no hubiese sido loba, porque juro que lo que más me importaba era pasar el resto de nuestras vidas juntos.

La seguí con mis ojos escuchando cada una de sus palabras esas que trataban de debatir las mías mientras tomaba del suelo mi camisa deslizándola por sus perfectos, suaves y tersos brazos cubriendo así para mi pesar un maravillosos cuerpo de escándalo que de solo mirarlo me hacia temblar.
Ojala fuera todo tan fácil que realmente amar fuera suficiente, mas por ende yo había visto que por desgracia el amor no siempre todo lo puede, a veces luchas desesperado, intentas romper el muro, y el amor muere en el intento después de tantos golpes llevados.
Hoy decia eso, mas.. ¿y mañana?  Podía, tenia derecho de suplicarle que no me dejara, que me amara siendo quien era, como era, un cazador y ella, una loba, mi presa.

Se acerco a mi despacio, posando sus labios contra los míos, haciéndome olvidar, como siempre que me tocaba la enemistad que nos separaba.
Jadeé de nuevo contra su boca al sentir ese olor, ese que me perturbaba y me volvía loco, el celo de una loba que agitaba a mi lobo.
-Te quiero -susurré contra sus labios antes de que me diera un ligero respiro para poder seguir disfrutando de aquella maravillosa cena.

De nuevo siguió hablando, tratando de despejar todas mis dudas, esas que en algún momento me planteé.
Se encerraría conmigo en luna llena, no habrían asesinatos de humanos, seria mi fiel esposa, esa que se quedaría en casa esperando ¿podrían ser ciertas sus palabras? ¿de verdad me estaba planteando un futuro juntos?

Estaba claro que mientras masticaba lentamente la cena mi cabeza pensaba a toda velocidad, no sabia si era justo aquello que iba a proponerle, mas, necesitaba ser egoísta, pensar en mi por una vez, quizás no era lo mejor para ella, pero no podía vislumbrar una vida sin esa mujer en mi lecho, sin su aroma contra mi piel, simplemente necesitaba a esa mujer mas que comer, mas que dormir, mas que respirar y no podía, no quería dejarla ir.
-¿Lo dejarías todo por mi? Piénsalo, sopesa los pros y los contras de vivir en una isla llena de cazadores, donde los seres sobrenaturales son malos por naturaleza.
Allí todos sirven a los hechiceros que lideran otra de las islas de Grecia.
Grecia es un lugar peligroso donde la guerra es encarnizada, salvaje y cruenta.
Allí no hay lobos buenos, no hay vampiros, buenos, allí solo hay presas.
Si estas dispuesta a vivir entre cazadores, si estas dispuesta a sufrir por amor cada vez que me marche de caza y si estas dispuesta a amarme todos los días de tu vida, darme hijos, hijos que nunca serán licantropos si no cazadores, dime que si, seré el hombre mas feliz del mundo.

Hice una pausa hundiendo mis ojos en los suyos
-Cásate conmigo

Tras un dulce beso en los labios nos dimos un poco de espacio para dar tiento a aquella suculenta cena que se repartía a lo largo de la cama, y que los dos comenzamos a disfrutar mientras nuestras miradas y sonrisas eran ahora las que hablaban por nosotros, cómplices de ese amor que se hacía palpable en el ambiente.

Un sencillo te quiero salido de esos labios que me hacían enloquecer con su tacto había sido un pequeño rayo de esperanza. La posibilidad de que Seth albergase la idea de continuar con nuestro loco amor y luchar contra viento y marea por un futuro juntos, era lo que me daba vida, lo que me hacía seguir respirando mientras observaba su rostro pensativo de nuevo.

Mis palabras habían sido sinceras, para mí no había un lobo un cazador, para mí solo estaba él. Quizás fuese su parte de cazador la que nos había unido, la que por un momento me había hecho su presa; quizás la parte de lobo era la que me había hecho tocar el cielo con las dos manos, pero desde luego, era él como un todo el que había conseguido enamorarme. Con sus contradicciones, sus enfados consigo mismo por no poder controlarse, y después con sus dulces gestos que me habían hecho saber cuanto me quería.

En esos momentos no podía imaginar una vida sin él, una vida en la que no fuese su rostro lo primero que viese por las mañanas; no podía imaginar no poder sentir su olor por las noches al acostarme, ni esperar el final del día de otra forma que no fuese a su lado. Sabía que podía hacerle feliz, que aún con mis locuras, nadie podría amarle de la misma forma que lo hacía yo. En realidad no había pros y contras, solo habían pros; porque cada parte buena de él, anulaba lo poco que tenía de malo.

Escuché sus palabras atentamente, tratando de aguantar las lágrimas que a mis ojos acudían llenas de felicidad. ¿Es que acaso no se había dado cuenta que ya le había contestado a esa pregunta? Hablaba de niños, de convertirme en su mujer...Nim respira, vamos, respira que te ahogas, me increpé cuando por un momento el flujo de aire en mis pulmones se colapsó por la emoción.
Por primera vez en mi vida era incapaz de articular una palabra; solo una sonrisa de tonta enamorada se dibujó en mi rostro mientras mis ojos humedecidos se fijaban en los suyos.

- Nuestros hijos serán humanos, y cuando sean mayores, cazadores como su padre. No tengo que dejar nada por ti, porque eres tú todo lo que tengo, es a ti a quien quiero y con quien quiero pasar el resto de mi vida, sea de una forma o de otra, porque solo tú eres el que le da sentido a mi existencia.- sonreí mientras una lágrima caída por mi mejilla.- ¿Dispuesto a convertirte en el hombre más feliz del mundo?

Un nudo en mi garganta impidió que dijese nada más, aunque tampoco era necesario. Mi nerviosismo hablaba por sí solo cuando de un salto me tumbé sobre él.

- Te quiero Seth, te amo con mi cuerpo y con mi alma; cuerpo y alma que te pertenecen..y..sí quiero casarme contigo.- susurré junto a sus labios haciéndolos después míos sellando nuestro amor eterno que ahora sí tenía un futuro juntos.

No esperaba ese ímpetu en sus palabras que sin duda acallaban mis miedos, mis oscuros temores nocturnos, aceptaba lo que era, como era, mi situación, mi forma de vida.
Ella me amaba de una forma inconsciente, ese amor loco, que es capaz de derruir ciudades, de ganar o perder guerras, de destrozar a otro.
Y yo, lejos de saber que esto podría acabar en desastre la amaba de igual modo.
El si que escapo de sus labios fue suficiente como para que en mi mente, mientras mis labios y los suyos se encontraban de forma ardiente, empezara a vislumbrar el modo de contárselo a Agarwaen.

Sabia que si mi príncipe se negaba, que si su apoyo no secundaba este acto no podía llevarla con nosotros, sus padres nunca aceptarían a Nim si Agarwaen próximo líder no daba su brazo a torcer.
Y aunque eramos amigos, casi hermanos también conocía sus férreas convicciones, el, como la mayoría de nosotros separaba bien los monstruos de los mortales y sin duda Nim era eso una licantropo que no querría tener entre sus filas.

La loba no tardo en notar mi preocupación, pese a que mi lengua se enredaba salvaje contra la suya en una danza mortal donde ambos saldríamos saciados del otro, mas supongo que aun así, estaba ligeramente ausente.
Sus ojos me buscaron mientras sus labios buscaban unas migajas de aliento.

Una mirada que lo dijo todo sin hablar, un ¿que te pasa? Que posiblemente la hacia dudar de si me había arrepentido de pedirle que fuera para siempre mía, tan mía como ambos pertenecíamos de un modo u otro a la luna.

-Agarwaen, es el príncipe de nuestra isla, es a quien hemos venido a buscar, sin su bendición, no podre llevarte conmigo de regreso en el barco que nos espera amarrado en el puerto.
Eso me arrastraría a tener que valorar otras alternativas, a dejar a los míos y te juro que no es lo que quiero.
Puede parecerte increíble, pero junto a leo, Agar y unos cuantos mas, me siento bien..ellos no ven en mi al licantropo, al monstruo que se trasforma en luna llena, ven solo a Seth, el cazador.
Agarwaen dice que todos llevamos un monstruo dentro, solo que yo lo saco a pasear mas a menudo.
Recuerdo esa frase porque cuando me la dijo el solo era un niño -Hice una pausa buscando su mirada.

-Como siempre otros cazadores se metían con mi condición, no entendían que hacia allí, porque me habían permitido seguir vivo.
He oído como se referían a mi como monstruo, mascota, perro, chucho, la verdad, ahora no me importa, mas en ese entonces si me afectaba mucho.
Como otros cazadores solo trataba de encontrar mi lugar, y la verdad mi lento envejecimiento, la luna y mi bestia interior me lo ponían difícil.
Recuerdo que fue el padre de Agarwaen, nuestro rey que había venido a visitar a mi hermana, luego madre...el que espanto a los cazadores para que me dejaran tranquilo.
Tras el iba un niño de unos siete años y ojos vivos. Tenia la edad de mi hermano, había jugado innumerables veces con el, mas yo por ese entonces apenas salia de la casa de mi madre sin corre peligro.
Recuerdo que estaba sentado, con la cabeza baja, maldiciendo mi sino, cuando este llego frente a mi con una espada corta que era mas grande que el y me dijo si quería jugar a peleas con el, que estaba cansado de ganar a Leonidas y que me veia mejor rival para el.

Busque con la mirada a mi madre y al rey, a la mayoría les aterrorizaba que jugara con sus hijos, mi fuerza a veces se descontrolaba, sobre todo cuando la luna estaba de camino.
Mas mi rey permaneció impasible, no hizo el menor ademan de proteger a su hijo que frente a mi seguía haciendo bailar la espada con una sonrisa en sus labios.
Yo le dije que era un monstruo, que podía hacerle daño.
Así que esa fue la frase que me contesto.
Ese es mi príncipe, hoy se ha convertido en un hombre justo, de férreos valores, seguramente no es exactamente como lo imaginas, pero te aseguro que es el mejor hombre que jamas he conocido, depositaria en su mano mi vida sin pensarlo.
¿entiendes por que es importante para mi que bendiga lo nuestro?

Nuestras lenguas se enredaban sin tregua, ansiosas de demostrar cuanto nos necesitábamos; entregándonos hasta el alma que ahora pertenecía al otro en cada beso, en cada roce de nuestros sedientos labios que solo se saciaban con el sabor de los ajenos.

Me sentía dichosa al pensar que Seth y yo podríamos unir nuestras vidas, que nunca más tendríamos que pensar como uno solo. Lo amaba con toda mi alma y pensaba demostrárselo cada día durante el resto de mi vida. Pero sentí que algo no marchaba bien, que mi amor parecía ausente, que a pesar de sus deliciosos besos en su cabeza las ideas se arremolinaban y eso me preocupó sobre manera. ¿Se habría arrepentido de dar ese paso?

¿De pedirme que nos casásemos? Sentí miedo. Un miedo atroz que me devoraba por dentro mientras separaba nuestros labios para coger aliento mirándolo confundida.
Entonces comenzó a contarme su historia, lo importante que era para él aquel príncipe cazador que habían ido a buscar. Agradecí que hubiesen personas en su vida que lo habían protegido y cuidado cuando otros no habían sido capaces de entender su naturaleza, que no habían visto todo lo buenos que tenía Seth, sino que se habían limitado a juzgarlo por el simple hecho de haber sido convertido en lo que según ellos era un monstruo. Pero no era así, Seth era el hombre más maravilloso del mundo, y esos desgraciados que habían estado despreciándolo toda su vida lo único que habían conseguido era destrozarlo.

No sabía si ese tal Agarwaen aceptaría nuestro matrimonio, ni siquiera sabía si su hermano vería con buenos ojos que Seth estuviese conmigo, al fin y al cabo yo era su enemiga; pero lo que si sabía a ciencia cierta, es que no permitiría que mi amor tuviese que elegir entre su familia y yo. No era justo; no podía hacerle eso aunque mi vida terminase con su marcha. A veces por amor se tenía que renunciar a cosas, se tenía que dejar de ser egoísta para pensar en la felicidad del otro. Y sabía que si Seth abandonaba a los suyos, por muy feliz que yo consiguiese hacerle, jamás se sentiría completo, porque le faltaría una parte importante de su vida. Pero, ¿es que acaso no se sentiría igual de incompleto si fuese yo quien le faltaba?
Me sentía confusa, aterrada porque nuestro fin pudiese estar tan cerca. ¿Y si no aceptaba nuestro enlace? ¿Y si perdía a mi único amor para siempre? Me costaba respirar, casi no podía respirar por el miedo que me consumía.

-Claro que entiendo que sea importante para ti. Me alegro que Agarwaen y tu hermano se preocupen y que te hayan protegido de otros cazadores. Hablemos con tu príncipe, intentemos que comprenda lo que sentimos; que vea que nuestro amor merece la pena. Te prometo que haré lo que sea necesario con tal de permanecer a tu lado, y se lo haré saber a él.- susurré, tratando de tragar el miedo que agolpaba mi pecho, que cubría mi alma en desazón y desasosiego, entrelazando mi mano con la suya, acariciando con mi pulgar el dorso de ésta. - Te quiero Seth, te quiero de una forma tan intensa que no puedo controlar, y saber que nuestros sentimientos son correspondidos me hace sentirme fuerte frente a todos.

Pero el miedo volvía a aparecer. Ese miedo que amenazaba con robarle lo único que había querido en mi vida, aquello que me hacía pensar en planes de futuro y una vida plena junto al hombre de mis sueños. Junto a mi alma gemela que se debatía entre el honor fraternal y mi amor incondicional. ¿Y si como había dicho quererme no era suficiente? Busqué de nuevo su mirada, necesitaba sentir esa seguridad que con ella me infundía. Necesitaba saber que si su conversación con Agarwaen no salía como pensábamos, que todavía podríamos estar juntos para siempre.

De nuevo acaparé sus labios de forma apasionada mientras hacia a un lado aquella deliciosa cena para comerme un postre infinitamente mas jugos, mas delicioso.
La tumbe sin poder dejar de besadla, dejando que mi cuerpo trazara sobre el suyo el sutil camino a casa, nuestro hogar ese lecho de sabanas blancas.
Mi boca se deslizo por su mandíbula, recorriendola salvajemente de arriba a bajo, alcanzando así un cuelo largo, de piel tostada tacto de terciopelo y sabor a mi, a nosotros.
Mi lengua lamió la marca que a fuego en ella había trazado ,esa que la hacia mas mía que cualquier anillo.
-Mi decisión esta tomada, lo estuvo en el momento que en el lago te tome, en ese instante en que mis dientes surcaron tu cuello dejándote la viva imagen de un compromiso marcado en tu piel.
Nada de lo que mi príncipe pueda decir cambiara lo que por ti siento, nada de lo que pueda hacer me separara ni por un instante de la férrea idea de hacerte mía, de que seas mi mujer, la madre de mis hijos.
Agarwaen lo entenderá, o por ende me perderá.
No quiero dejar a los míos, pero mucho menos puedo perderte a ti.

Mis labios volvieron a apoderarse de los ajenos la tiempo que mi mano acariciaba con suavidad la piel de ese muslo semidesnudo.
-¿seguro que eres loba y no bruja? -pregunté entre risas antes de empezar ha hacerle cosquillas.
Pronto aquel rostro que por primera vez en mucho tiempo había visto serio dibujo una sonrisa contagiosa que termino fundiendo las carcajadas de ambos en el ambiente.
-Te necesito lobita, así que deja de pensar tonterías, encontraremos le modo de hacer que esto, lo nuestro funciones, tu eres la positiva ¿recuerdas?

Pronto se acomodo contra mi pecho, nuestros ojos se miraban en un vaivén de emociones, de sensaciones llenas de nosotros, de caricias mudas, de miradas cómplices que no necesitaban largas explicaciones. Besos que arrastraban a nuestros cuerpos a fundirse sin tregua en uno solo, así pasamos una noche que se hizo día y con los primeros rayos de luz llego el momento de presentársela a Leonidas y a esa cazadora que nos serviría de guía.

Sus ojos aun cerrados se me antojaban luceros, faros que sin duda y a partir de hoy guiarían mi camino, ella era mi puerto, mi destino, mi camino, su mano mi único bastón, su boca mi sustento y su piel mi calor.
Creo que ese sentimiento era amor.

Llegué a pensar que Seth era capaz de adivinar lo que me preocupaba con solo mirarme a los ojos, pues de sus labios salieron las palabras más esperanzadoras que había escuchado hasta ahora, derrotando con cada una de ellas todos los miedos que azuzaban mi mente.

Sus cálidos besos recorrieron mi mandíbula con deseo, dejando un reguero de caricias a su paso, para después tomar mis anhelantes labios con los suyos, sentenciando con nuestras lenguas sus promesas. Esas en las que me aseguraba no querer separarse de mí, de ser capaz de dejar a los suyos si no me aceptaban. ¿Acaso sería un ángel en lugar de un lobo? Sonreí sin entender como podíamos querernos tanto en tan poco tiempo; siendo consciente que yo también dejaría a un lado cualquier cosa que me apartase de él.

En mi futuro ya no atisbaba otro camino que no fuese el que recorriésemos juntos de la mano, en el que nuestras almas jadeasen juntas cada noche, y en el que su preciosa sonrisa fuese lo primero que viese cada mañana. Me hablaba de convertirme en su mujer, en la madre de sus hijos, y el hecho de pensar en formar una familia con él me hizo sentirme plena.

- Sé que lo nuestro funcionará porque nuestro amor es verdadero, porque he estado toda mi vida esperándote, y porque conseguiremos que tu príncipe vea que no podemos vivir el uno sin el otro. ¿O es que te pensabas que te ibas a poder librar de mí con tanta facilidad?- bromeé junto a sus labios, para fundirnos después en un dulce beso.

Adoraba su forma de sonreír, de mostrarse tan cariñoso conmigo después de haber compartido tantas cosas, después de haber sellado nuestros sinos con ese mordisco en el cuello.
La noche sucedió como en un sueño, entre besos y caricias regaladas por doquier; entre nuestros cuerpos enredados perlados de sudor, y sobre todo, dando muestra de nuestro amor incondicional en cada susurro, cada sonrisa, cada cómplices miradas que ambos nos profesábamos.
No recuerdo en que momento me dormí, exhausta de dar rienda suelta a nuestra pasión, lo que si recuerdo es la maravillosa sensación de despertar y ver a Seth a mi lado. Entregaría mi alma al mismisimo diablo si me prometiese que el resto de mi vida aquel sería mi despertar; aunque aquello no era posible, pues mi alma ya pertenecía a Seth.

- Buenos días, mi amor.- susurré con una dulce sonrisa dando gracias de que no hubiese sido todo un sueño, sino una realidad que pensaba convertir en mi destino.