Fue culpa de la luna | Flashback | Privado

por **Amélie Zwaan** Miér Mayo 10, 2017 8:44 pm

Lo único que recordaba era el frío de la noche. Ese frío helado que anida en los pulmones cuando se intenta respirar. A pesar de eso, Amélie Zwaan había caminado con paso firme pero sin certeza de que el camino que tomaba fuese el adecuado… Jamás había ido a París andando, siempre lo había hecho en carruaje y acompañada, pero ¿qué otra opción tenía? Ni siquiera contaba con la seguridad de que encontraría a su hermano, menos aún la certeza de que él la recibiría, pero ya no podía vivir así. Su vida había cambiado de un día al otro y ella, aunque aún era una jovencita, debía estar a la altura y madurar junto con ella.

Recordaba el frío, el miedo que se mezclaba con la excitación, la luna que redonda se enseñoreaba sobre su cabeza... Y nada más. Tal vez algunos gritos, de seguro los suyos propios, y a Mik que luchaba… ¿Mik? No, era imposible pues él se había marchado y no volvería, se había llevado su corazón para siempre.

“Fue culpa de la luna, fue culpa de la luna, Melie”, le decía su mente y ella no podía entenderlo…

Amélie sabía que estaba durmiendo, aquello aparentaba ser un recuerdo, pero debía ser un sueño… Toda esa sangre, sus gritos y esa bestia horrible que aparecía… Al final recordaba más de lo que creía, pero eso no hacía más que confirmar que aquello no era real, que lo había soñado. Se despertaría en su cama del internado de señoritas de Le Havre, su padre estaría vivo y Mik todavía la querría. No tenía ningún hermano en París y por eso jamás habría escapado.

“Debo despertar, tengo que salirme de esta pesadilla”, pensó y luchó contra su propio cuerpo adormecido. Le costó, pero acabó ganando. Abrió los ojos esperando encontrarse en su habitación compartida en el segundo piso del internado… Pero estaba en un lugar muy diferente.

-¡Ay! –gritó al notar cuando le dolía la espalda.

Pese a que le ardía mucho el costado izquierdo, sentía también unas nuevas fuerzas, como si su cuerpo hubiera crecido de pronto. Estiró una de sus manos y confirmó que seguían teniendo el mismo tamaño de siempre, nada en su piel había cambiado aunque la sentía diferente.
Un sonido la devolvió a la realidad, a esa habitación que no reconocía, a esa cama que no era la suya…

“¿Dónde estoy?”, se incorporó y de nuevo la sacudió el dolor. Quería averiguar qué estaba sucediendo allí, pero aunque sentía que tenía nuevas fuerzas, le costaba moverse.

por **Hyun Queneau** Lun Mayo 29, 2017 1:02 pm

Muchos sucesos en su vida habían dado forma a la nueva Lorraine que hoy en día aun caminaba a medio vivir por las calles coloridas de ese paraíso llamado Francia. Tan solo un alma errante que busca aferrarse a algo en este mundo, la rubia sobrellevaba grandes cargos en consciencia y todos los días recorría cada rincón en un intento por hallar a Dante. O algún indicio que le proporcionara información sobre su paradero. Estaba destrozada aún. La partida de Michael le conllevó eventualmente a refugiarse en su soledad, a rodearse de sombras y recuerdos que solo alimentaban más el poder de aquel espíritu que estaba destinado a caminar a su lado hasta el día en que el infierno reclamara su alma. Subsistir en ese mismo sitio al que alguna vez perteneció y donde aprendió a lamer sus heridas ya no era una opción.

Debía empezar a abrirse camino entre las pantanosas aguas de su pasado y dejando todo atrás era la única manera de tomar las riendas de su destino. Estar sola nunca había pesado tanto en su rutina como últimamente se le veía caminar por las calles, cual hoja al viento en un otoño desprovisto de color. Atrás habían quedado esos días de júbilo donde a lado del único hombre que había amado veía con impaciencia crecer a Dante. Soltó su mano para que hallara su camino y seguía sintiéndose responsable por lo que le pudo haber pasado. Hace un par de meses que había dejado de recibir noticias de su hijo, las cartas cesaron de un día para otro. Le aterraba la idea de que algo dantesco hubiese ocurrido con él, pero sin Michael a su lado no se sentía lo suficientemente fuerte para afrontar una espantosa realidad.

Pasaba su diestra por el cristal empañado a causa de una lluvia ligera que ella misma había provocado con el favor de sus dones malditos. ¿Era un llamado del corazón acaso? Tomó un par de cosas, las necesarias para realizar un viaje corto hacia Le Havre donde se había instalado hacía solo un mes. Posiblemente ahí hallaría más respuestas que permaneciendo en el exilio. No tardó mucho en llegar a la estación de trenes y posteriormente a su destino. Consigo llevaba víveres y demás aditamentos. Quien pensaría que en su búsqueda hallaría a alguien más como ella, una joven que había sido presa de un ataque sobrenatural y que le convertía ahora en un blanco perfecto para los inquisidores o cazadores ávidos de nuevas presas. Cuando la había hallado esa noche, su mirada denotaba miedo y su cuerpo presentaba un par de heridas, mismas que la hechicera se había encargado de sanar mientras se mantuvo inconsciente.

Dejó sus cosas en la sala y dejó a un lado la gabardina que le cubría el cuerpo, ligeramente empapado por la tormenta. Se apresuró a subir a la planta alta y al notar que la jovencita había vuelto en sí, se aproximó de inmediato.

–Al fin has despertado–

Susurró Lorraine mientras pasaba su diestra aun enguantada por la frente de la joven.

–Tranquila, estás a salvo aquí– sonrió. Estaba tranquila, su aura a pesar de estar manchada por muchos asesinatos se mostraba pacifica, lo que menos quería en ese momento era preocuparla.

–No te levantes aún, tu cuerpo aún está sanando–

por **Amélie Zwaan** Vie Jun 02, 2017 1:06 am

“Tengo miedo”, fue lo primero que pensó al entender que era temor puro eso que le recorría el cuerpo, iba veloz, como si se moviera a través de su sangre.

Esa habitación le era completamente ajena, repentinamente fue consiente de que no estaba en el internado que la había visto crecer desde que solo era una niña huérfana de madre y abandonada –de forma galante, pero abandonada al fin- por su padre. Amélie entendió también que no vería a sus compañeras y que aquella mujer que le hablaba, con clara intención de calmarla, no era una de las celadoras. Algo había ocurrido, algo realmente trágico, pero ella no podía entender qué era. Había escapado del internado para ir a París (¿A París? ¿Qué tenía que hacer ella en París? No lo recordaba.) y luego… ¿qué había ocurrido? Caminaba siguiendo el camino… y ya no recordaba nada más.

-¿Dónde estoy? –preguntó, esta vez en voz alta y, aunque la desconocida le sugirió que no se moviese, Amélie lo hizo. Se levantó, pero no tardó en volver a caer sobre la cama pues no solo le dolía la espalda sino todos los huesos, sentía que su cuerpo se estiraba y contraía lentamente. Tuvo que mirarse las manos, pero aquello no se apreciaba a simple vista aunque ella lo sentía-. Oh, ¿qué me ocurre? –se quejó sin comprender nada todavía-. No me siento bien –le dijo a la mujer-, ¿qué ha pasado? ¿Quién es usted? –No podía dejar de preguntar, no podía dejar de pensar.

Cedió finalmente a la tentación y volvió a recostarse boca arriba. Recordaba algunas cosas, pero todo se le hacía muy fugaz, tanto que no sabía si todo aquello había ocurrido o si lo había soñado.

Amélie sentía deseos de llorar, llorar sin ningún motivo –aunque sí que los tenía, evidente era-, llorar por el placer que podría brindarle aquel desahogo.
Necesitaba a su padre, a Mik, a su madre… necesitaba a cualquiera que quisiera quedarse a su lado, que estuviese dispuesto a cuidarla y a explicarle qué estaba ocurriéndole.

“Tal vez estoy muerta”, pensó con horror, pero enseguida desestimó aquello. Nadie podía sentir tanto dolor y estar muerto.

por **Hyun Queneau** Dom Jun 25, 2017 6:57 pm

No le despegó la mirada ni siquiera cuando la joven dormía. El ambiente estaba plagado de humedad y sentimientos de nostalgia. La hechicera bien lo sabía, era por eso que después de verle en un estado crítico había decidido cesar momentáneamente su búsqueda personal y dedicarse de lleno a su cuidado. ¿Qué remuneración conseguiría en ese acto desinteresado? Ninguno probablemente, aunque creía firmemente que en algo podría aminorar el pesar y dolor que la joven mostraba. No había necesidad de guiarse en la coloratura ajena, bastaba con verle a la cara para saber que una tragedia de enormes dimensiones se había cernido sobre sus hombros. Pidió de la manera más atenta que se mantuviera en una posición relajada y utilizó ese espacio para acomodar algunas cosas que había comprado sobre la mesa que se hallaba en la habitación contigua y para preparar una infusión. Pero en cuanto la joven nuevamente inquirió sobre su estado y el lugar donde se hallaba, detuvo sus actividades para moverse con el amplio vestido hacia la cama.

Un recuerdo súbito le atacó en lo más profundo de sus memorias. Dante había sufrido de fiebre cuando tenía solo cinco años y esa escena le provocó doblegarse y titubear antes de responder a sus preguntas. Por unos instantes miró a su pequeño en los ojos de aquella niña asustadiza ¿Y si su propio hijo sufría en esos momentos como su ahora protegida? Negó con la cabeza para alejar aquel demonio de la habitación, no necesitaba mostrarse débil ahora.
Reposó su cuerpo a lado de la joven.

–Mi nombre es Lorraine, Lorraine Leuenberger, sufriste un incidente un par de semanas atrás. Has estado en coma por más de 20 días y es normal que te sientas con dolor. Estamos en Le Havre, esta pequeña casona es de mi propiedad. Así que no tienes nada que temer, sé que te estoy pidiendo mucho, pero por favor confía en mí–

Con delicadeza pasó una vez más su diestra por la frente ajena.

–La fiebre ha cesado, eso es un buen indicio, dime ¿Tienes apetito? ¿Un poco de sed tal vez?–

Sus labios se delinearon apenas para mostrarle una sonrisa cálida.

–Descuida, estás a salvo ahora. Te prometo que responderé a cada una de tus preguntas, sólo necesitas respirar y tranquilizarte–

Notó las marcas que aún había en su cuerpo, la manera en la cual había sido transformada aún seguía siendo un misterio y aunque la hechicera misma conocía de muchos demonios nocturnos estaba frente a un caso excepcional ¿Un milagro quizás? O algo más. Sea cual fuere la causa, la joven se había ganado desde ese instante el cariño y respeto de la alemana, había motivos de peso para que ella sobreviviera a un ataque como ese.

Se levantó posteriormente y trajo consigo dos pequeñas tazas de porcelana. Dejando una en el pequeño buró y dando un ligero sorbo a la propia. No estaba segura realmente como abordaría el tema de lo sobrenatural, así que dejó que fuese ella que le invadiera con sus dudas, Lorraine aguardó impaciente, como una madre ávida de saber cuáles eran las pesadillas que le quitaban el sueño.

por **Amélie Zwaan** Sáb Jul 01, 2017 1:44 am

-¿Veinte días? –pensó, sin notar que lo preguntaba en voz alta.

¿Cómo podía haber pasado tanto tiempo sin que ella lo notase? Era una locura. Tenía vagas sensaciones, recuerdos desdibujados que se mezclaban con los sueños. ¿Qué había ocurrido en verdad? Al menos la mujer le aseguraba que estaban en Le Havre, su ciudad, su tierra. Si lo deseaba podría regresar al internado para señoritas, creía que no la rechazarían ya que su padre había sido generoso financieramente para con aquel sitio.

“No, no podría volver. Tengo que llegar a París porque tengo un hermano”, se desesperó al darse cuenta que había perdido mucho tiempo, que su búsqueda se había retrasado debido a lo que le había ocurrido.

-¡Tengo que irme! ¡Tengo que buscar la forma de llegar a París! –Su pecho se agitó nervioso y Amélie volvió a notar que ya no era la de siempre, que algo extraño le sucedía a su cuerpo. Era como si no se sintiese completamente dueña de él.

Tenía que calmarse, no haría bien en caer en una crisis de angustia en esos momentos. Cuanto antes pudiera llegar a sentirse segura de sí, antes podría salir en busaca de su destino, de su vida, de su hermano.

La mujer –Lorraine según le había dicho-, le tocó la frente para comprobar su temperatura. Eso, que supiera qué hacer y que lo hiciera con aires de madre, le dio seguridad.

-Me llamo Amélie Zwaan, me he fugado del internado para señoritas –le dijo, correspondiendo a la presentación de ella, y rápidamente pensó en sus papeles, esos que llevaba consigo al momento del escape.

Vio a un costado su vestido –prolijamente acomodado- y, aunque estaba adolorida, se lanzó sobre él para rebuscar en los bolsillos internos. Desesperada lo desdobló y hurgó. Suspiró con alivio al hallar los papeles que tan importantes eran para ella, todo estaba allí. Los llevaba en los bolsillos de su ropa porque le había parecido una buena idea no despegarse de aquello en ningún momento, ahora comprobaba que había hecho bien porque de seguro su pequeño bolso había sido robado… pero sus papeles estaban allí, en sus manos, a salvo.

-Es mi carta de nacimiento, mi documentación y correspondencia privada. Lo único que me queda de mi padre –le explicó a la mujer porque no quería que creyese que dudaba de ella, en verdad Lorraine no le había dado motivos para hacerlo-. Sí, muero de hambre –le respondió y volvió a la cama con pasos lentos, apretando todo aquello contra su pecho-. Y estoy asustada también, no entiendo nada. No sé qué me ha sucedido…

Entendía lo que ella le decía, lo mejor era tranquilizarse porque veinte días era demasiado tiempo de convalecencia, porque su cuerpo no era el mismo de siempre, no era el que había habitado durante diecisiete años, pero ¿cómo podía calmarse?
Se tocó la espalda, la parte izquierda le dolía y latía. Cuando Lorraine salió, Amélie se puso de pie otra vez, se levantó las enaguas -que hacían de ropa interior- para poder verse. Tenía algunos vendajes, supuso que Lorraine se los había puesto; cuando los descubrió halló una herida horrible, pero aparentemente cicatrizada.

-Parece un mordisco –le dijo extrañada a la mujer cuando la vio ingresar en la habitación nuevamente, con dos tazas humeantes. –Mira –le pidió sin vergüenza de que ella la viese parcialmente desnuda-, algo me ha mordido. Creo que recuerdo un animal horrible, gigantesco y… oh, no sé. ¡Estoy tan confundida!

Se desesperó, una vez más, y la observó como si ella pudiese darle las respuestas a las preguntas que la asaltaban.

por **Hyun Queneau** Mar Jul 11, 2017 7:59 pm

Admiraba como aquella jovencita aun podía conservar un poco de cordura después de haber sobrevivido al ataque de aquel feroz ser sobrenatural. Ella nunca había enfrentado a uno de manera directa, salvo aquella ocasión que estando en Austria vaticinó el encuentro con un vampiro. En esa época brindó sus “servicios” a una organización secreta de magia negra y había sido la última vez que prestó sus dones para una causa siniestra. Años después juró volver a conjurar un hechizo de protección para un druida que enfrentaría a un cambiante y hasta entonces no había hecho falta volver a tocar el tema de ese tipo de monstruos. De este modo, Lorraine estaba consciente de lo que a la jovencita le esperaba en noches posteriores, suspiró y mientras le veía temerosa tratando de comprender, sintió la necesidad de abrazarle para confortar su dolor. ¿Cómo iba a dejarle partir en ese estado? Antes debía dotarle de conocimientos sobre el tema, las únicas armas que podía brindarle ahora que ya no era más una humana.

–Amélie. Es un bello nombre–

Depositó su taza a lado de la ajena y acomodó con cuidado su vaporosa indumentaria para que no se sintiera incomoda. Sonrió apenas brindándole confianza.

–Y dime ¿Qué tanto recuerdas de tu vida antes de ese día pequeña fugitiva? Hay algunas cosas me gustaría saber antes de que cruces esa puerta–

Ella misma había sentido esa necesidad de abandonar sus raíces, así que no tenía por qué juzgarle, solo esperaba con ansias que las razones por las cuales se habría escapado fueran menos oscuras que las propias. Cuando le fue extendida la documentación, entendió que nada malo le orilló hacia aquella decisión, por la ropa que ella portaba y parte de sus cartas, comprendió que provenía probablemente de una noble familia.

–Todo parece estar en orden–

Se levantó para poder llevarle unas frutas y un poco de pan.

–Es todo lo que puedo ofrecerte de momento, como puedes ver, esta casona vieja casi no la habito, de vez en cuando me gusta pasar noches tranquila, pero en un par de horas puedo regresar a comprar algo para cenar–

Se sorprendió entonces, cuando la jovencita le mostraba la herida que le cambió por completo. Abrió los orbes un poco más al notar la profundidad de la misma, pues cuando le halló inconsciente la sangre brotaba y no dimensionó la gravedad del ataque. Solo reaccionó ante su instinto de madre y de no dejarle morir desangrada en la espesura de la zona boscosa. El semblante de la hechicera se tornó un poco más serio sin perder la elegancia y la serenidad que su mirada a veces cansada demostraba.

–Tranquila. En efecto Amélie algo te ha mordido y para ti, acaba de iniciar un nuevo proceso de transformación–

Se sentó junto a ella nuevamente, se despojó de los guantes y colocó sus manos sobre las ajenas.

–Permíteme demostrarte que fue lo que sucedió–

Condujo las manos de Amélie hacia su propias sienes y de este modo por medio de imágenes le mostraría parte de lo que la joven parecía haber olvidado, no obstante estaba expuesta a que viera parte del pasado de la hechicera también, pero poco le importó, porque si quería que ella confiara, debía dar algo a cambio.

por **Amélie Zwaan** Sáb Oct 07, 2017 10:35 am

-Recuerdo que quería escapar –le dijo, como quien da aviso de lluvia-, quería ir a París. Quiero ir a París –se corrigió-, allí está mi hermano y debo encontrarlo. Claro que él no sabe que voy en camino, él no sabe ni que existo.

Las frases salían confusas, Amélie no era consciente de que probablemente la mujer no estuviese entendiéndole mucho. Para ella todo se iba ordenando de a poco, como emergiendo de una nebulosa ante ella. Se movió y la herida volvió a dolerle, a latirle como si tuviese vida dentro de la vida de ella.

Se dedicó a comer. Por un momento ninguna de las dos habló, Amélie se dedicó a disfrutar de la comida mientras la mujer la observaba. Notó que era plenamente consciente de la mirada de ella, pese a que su vista estaba fija en la manzana jugosa que tenía frente a sí. Sí, sentía sus ojos en ella aunque no los veía, era como un nuevo sentido, una nueva capacidad, poder ver sin mirar… Y el olfato, la deliciosa manzana verde le parecía más fragante que ninguna otra, la acidez del fruto le llenaba la boca con intensidad como si se adueñase de ella, al punto que en un momento Amélie sintió que su cuerpo era demasiado pequeño para poder contener tal delicia. Y el pan… ¿lo había amasado ella? Podía sentir su textura, la altura y anchura de la pequeña hogaza. No entendía lo que ocurría, pero aún así estaba maravillada con el abanico de sensaciones y no podía entender que estuviesen en ella.

Estaba tan confundida… se dejó guiar como si fuese una niña pequeña que aprendía a caminar de la mano de su madre. Así, con la inocencia y confianza como bandera. Llevó sus manos temblorosas, y que le parecían ajenas por la certeza de su tacto, a las sienes de la mujer y revivió.

Dolor. Llanto. Tanta angustia… Frío. Hambre. Miedo. Caos. ¡Una bestia! Una pelea, aunque ella sin fuerzas. La mordida, como un desgarro. Amélie cae, la bestia se le acerca con deseos de acabar con ella que no puede respirar por el terror. Se arrastra para alejarse. Otro mordisco directo en su espalda. Dolor. Muerte. Revivir. Otra bestia. Dolor lacerante. Un latido más fuerte que el de su corazón naciendo en su espalda. Sangre. Muerte, pero no suya. La bestia original muriendo a garras de la segunda. Oscuridad. Miklós. ¿Miklós? Sí, Miklós. Lorraine angustiada. Lorraine siendo madre. Llorando por la partida de su hija, sufriendo por la muerte de su esposo. Lorraine viéndola a ella y pensando en… ¿en Yulia? ¿Quién era Yulia?

-¿Quién es Yulia? –preguntó de manera inconsciente.

Temblaba cuando volvió al plano original, cuando Lorraine le habló para calmarla. Creía entender lo que estaba sucediendo, lo que le sucedería, pero prefería que ella lo explicase porque no tenía el valor de mencionarlo siquiera.

por **Hyun Queneau** Mar Oct 24, 2017 2:01 am

Era casi inevitable que las imágenes no fluyeran de manera estrepitosa cada vez que tenía contacto directo con otro ser sobrenatural. Por tal motivo se había prometido a su misma hace mucho tiempo, después de la muerte de Michael no volver a intervenir de manera directa en la línea temporal de alguien más, no obstante esa joven no tenía a nadie, sólo la fe y la certeza de que su hermano aparentemente aún aguardaba su regreso o encuentro y la mujer alemana conocía a la perfección el sentimiento de angustia al no reconocer del todo lo que su cuerpo estaba experimentando, le había ocurrido un par de veces siendo una niña, en Amsterdam. La primera vez que miró el espíritu errante de un hombre degollado jamás se borraría de su mente, fue su primer experiencia con el mundo de lo sobre natural. Pero ella tenía a su madre, una guía que no tardó en instruirle de inmediato en ese sendero de luz y oscuridad.
¿Quién haría ese favor con la joven asustadiza que ahora yacía temblorosa sujetando sus sienes?

Lorraine absorbía de forma inevitable parte de esa oscuridad. Parte del dolor y la angustia ajena siempre se quedaban adheridos al corazón de la hechicera. Verle en un estado de fragilidad le recordó muchas cosas, eventos que aún causaban estragos en su vida actual y de los cuales ahora Amélie era participe. El riesgo de dicho ritual conllevaba al hecho de que su ahora protegida conociera el lado más sombrío de la alemana. Apenas estuvo consciente de escuchar el dulce nombre de su hija desaparecida y agradeció por unos instantes que la joven no viese el espacio donde se dedicó a expandir sus conocimientos de magia negra. Trataba de cambiar, de ser una mejor persona, pero lo cierto es que el pasado le seguiría a donde fuera y contra eso nada podía hacer. Poco a poco regresó a la realidad nuevamente y antes de que Amélie le asaltara con más cuestionamientos intentó recuperarse para poder explicar todo lo que había visto.

–Cariño, en este mundo existe algo más que solo el concepto del bien y el mal, no todo es blanco o negro, existen matices y ciertos detalles que son desconocidos por todos nosotros. Esto que acabas de ver, pertenece a ese porcentaje de eventualidades. El mundo de lo sobre natural existe, fuera de las leyendas y los rumores que se expanden a través de los relatos. Los vampiros, los hombres lobo y demás criaturas son reales Amélie, peligrosas, y temidas por la humanidad, pero, no todos existen por razones justificables, así como las personas poseen bondad y maldad en sus corazones, estos seres también poseen cualidades que los hacen únicos. Tememos a lo desconocido y eso es parte del razonamiento humano. Solo quiero que sepas que no estás sola y que el hecho de que tú y yo pertenezcamos a ese porcentaje no nos hace mejores o peores personas. Soy una hechicera, pequeña y lo que acabas de ver es parte de tu vida ahora–

Colocó sus manos sobre las ajenas, tratando de brindarle seguridad, acarició con suavidad una de la mejillas de la joven.

–Yulia.. – suspiró. –Es mi hija Amélie–

por **Amélie Zwaan** Mar Ene 02, 2018 2:29 pm

Así como se había descubierto hipersensible a los detalles de las texturas, los olores y los colores que la rodeaban, así como había sentido un fuego motor que le daba nuevas fuerzas y que consumía en su interior cosas que aún no identificaba, también se sintió abrumada de pronto por tanta información que la encontraba incapaz de analizar, asaltándola con verdades en las que no podía siquiera meditar de forma racional. Amélie se permitió darse a sí misma un momento, respirar profundo mientras Lorraine intentaba aclararle el panorama.

-Me siento cansada –le dijo y dejó lo que quedaba de alimento a un lado para poder acomodarse en la cama-, prefiero seguir la conversación recostada si no te importa.

Cansada no era el mejor término para describir lo que sentía, abrumada, aplastada, devastada… Sí, esos podían ser mejores calificativos. No estaba cansada porque tenía una fuerza nueva, sí dolorida aún en sus heridas, pero la verdad era que necesitaba del abrigo de las cobijas, necesitaba poder tener una excusa para taparse con ellas, para sentir su peso sobre el cuerpo y sentirlas un refugio, sentirse a salvo.

Lorraine le hablaba sobre un mundo sobrenatural y Amélie entendía que ahora era parte de eso, por más que quisiese engañarse y creer que todo aquello eran solo mentiras, estaba segura de que su cuerpo había cambiado, algo diferente había en su interior y ya no podría ser la niña que había sido hasta hacía unos días, debía procurar mostrarse como una mujer fuerte si quería permanecer emocionalmente entera.

¿Por qué? ¿Por qué le había ocurrido todo aquello cuando ella había procurado toda la vida seguir las reglas propias para una señorita de su posición? ¡Una sola cosa que hacía fuera de los mandatos y acababa así! ¡Una sola rebeldía de adolescente insensata y estaba metida en aquello! Estaba enojada, pero no sabía hacia donde dirigir su furia. No hacia Lorraine, que la había cuidado, ayudado y enseñado ahora. No hacia la bestia enorme que la había atacado, pues no le conocía. No hacia sí misma, desde luego… Miklós era el culpable. Si él no la hubiese abandonado, si le hubiese ayudado a buscar a su hermano, ella estaría a salvo en París y no allí.

-Gracias, Lorraine –le dijo y estiró su mano para apretar la de la mujer-, gracias por ayudarme y cuidarme. Tengo miedo –le confesó y cerró los ojos deseando volver a ser una niña pequeña que puede pedirle a su madre que se quedara a dormir con ella-, gracias por no dejarme sola.

Ella no era una niña, era una bestia ahora y podía sentirse así, y Lorraine no era su madre –aunque le gustaría creer que sí-, Amélie no era más que una huérfana perdida en un mar de nuevas sensaciones.

-¿Quieres hablarme de ella? De Yulia… ¿por qué te duele pensar en ella? ¿por qué no viven juntas?

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