AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tarde de tormenta (Daray O'Pry)
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Tarde de tormenta (Daray O'Pry)
Caminaba una tarde fresca por las calles de París, exactamente por la Avenida du Temple, con las manos en los bolsillos del pantalón, perdido en la algarabía de las personas, turistas y locales, en la gran avenida de los hoteles más lujosos de la ciudad, en aquella aura de parsimonia que el imperio Napoleónico regalaba a la nueva Francia, donde nada era real, y la realeza era solo honorifica, donde los militares de carrera no teníamos ya a quien ser leales, quedando solo con las historias del pasado de Francia, del Rey sol y del Bien amado…
Pero creo que me pierdo en las historias de un pasado brillante, distraído entre la multitud que roza en su caminar conmigo, no prestando más atención que a los sonidos de los caballos de las carrosas y cabrioles sobre la calle, miro al cielo un instante, su color tornado ahora en un gris profundo advierte que lloverá… lo cual como buen animal aprecio; continuo con mi camino, alejándome del centro de París, dispuesto a salir ya de la ciudad y adentrarme en el bosque, donde se esconden majestuosos los castillos de antaño, donde vivo con las mayores comodidades que alguien como yo, puede desear…
Las primeras gotas de lluvia me golpean el rostro robando una sonrisa complacida… mis ojos miran al cielo que cae en pequeños fragmentos que se rompen al chocar con mi piel, camino viendo al cielo, que ahora es una tormenta que empapa mis ropas… de pronto, por mi ensimismamiento golpeo algo con los pie, regresándome a la realidad, observé una valija de piel clara mojada por la lluvia, su dueña una mujer de cabello castaño casi rubio, de ojos verde agua que me dejan viéndole como un loco sin decir palabra…
Ella dice algo que me saca del hechizo en el que me encontraba, agachándome para tomar el juego de maletas de la señorita y acomodarlas después de mi error –Disculpe madmoiselle- dije haciendo una reverencia, su ropa empapada era oscura y sobria, enmarcando su piel rosada… -Andrew Keppler… a vuestras ordenes madmoidelle- se notaba que no era de París, ni siquiera de una ciudad cercana pues se le notaba un poco confundida… -permítame brindarle una mano- sonreí, sabiendo que París no se caracterizaba por su hospitalidad -¿A dónde se dirige madmoiselle?- le dije bajo la tormenta, buscando resguardarla de ella… aunque me pareció que le importaba tan poco eso, como a mi…
Pero creo que me pierdo en las historias de un pasado brillante, distraído entre la multitud que roza en su caminar conmigo, no prestando más atención que a los sonidos de los caballos de las carrosas y cabrioles sobre la calle, miro al cielo un instante, su color tornado ahora en un gris profundo advierte que lloverá… lo cual como buen animal aprecio; continuo con mi camino, alejándome del centro de París, dispuesto a salir ya de la ciudad y adentrarme en el bosque, donde se esconden majestuosos los castillos de antaño, donde vivo con las mayores comodidades que alguien como yo, puede desear…
Las primeras gotas de lluvia me golpean el rostro robando una sonrisa complacida… mis ojos miran al cielo que cae en pequeños fragmentos que se rompen al chocar con mi piel, camino viendo al cielo, que ahora es una tormenta que empapa mis ropas… de pronto, por mi ensimismamiento golpeo algo con los pie, regresándome a la realidad, observé una valija de piel clara mojada por la lluvia, su dueña una mujer de cabello castaño casi rubio, de ojos verde agua que me dejan viéndole como un loco sin decir palabra…
Ella dice algo que me saca del hechizo en el que me encontraba, agachándome para tomar el juego de maletas de la señorita y acomodarlas después de mi error –Disculpe madmoiselle- dije haciendo una reverencia, su ropa empapada era oscura y sobria, enmarcando su piel rosada… -Andrew Keppler… a vuestras ordenes madmoidelle- se notaba que no era de París, ni siquiera de una ciudad cercana pues se le notaba un poco confundida… -permítame brindarle una mano- sonreí, sabiendo que París no se caracterizaba por su hospitalidad -¿A dónde se dirige madmoiselle?- le dije bajo la tormenta, buscando resguardarla de ella… aunque me pareció que le importaba tan poco eso, como a mi…
Erzsébet Báthory- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 16/07/2013
Re: Tarde de tormenta (Daray O'Pry)
Iba bajando del barco mientras batallaba con las maletas, era algo que a ella se le hacía complicado, pero no solicitaba ayuda porque simplemente no le daba la gana, su orgullo era tanto que en realidad no se creía capaz de decirle a alguien "no puedo", esas palabras eran algo que en su vocabulario no existía, nunca lo había hecho, logró mover las valijas hasta donde deseaba y un carruaje la llevó hasta el centro de París en donde le dijeron que podría encontrar un lugar donde guarecerse hasta que lograra comprar una casa en la ciudad, se le hacía algo imposible por el momento, no estaba segura de encontrar algo que le gustara, ella era un poco exigente, o quizá mucho muy exigente, suspiró mientras se quedaba quieta mirando de un lado a otro buscando cual era el edificio que más captaba su atención, pero ninguno de ellos lograba llenarla.
Levantó la mirada al cielo, algunas nubes se empeñaban con cubrir el azul celeste que el mismo poseía, aquello era lo único que faltaba para que el día fuera peor de lo que ya iba, parecía que Daray había escogido el peor de los días para ir a conocer el mundo, no pudo esperarse a emprender el vuelo... O quizá sí, pero es que no sabía porque las malas energías ahora la perseguían, respiró profundo y caminó un poco mientras se acercaba a aquellas calles llenas de gente en donde le habían dicho podría encontrar un lugar bastante cómodo, aunque no acogedor para que ella se resguardara por un par de días en lo que decía que hacer, si quedarse en París o irse definitivamente a seguir su viaje, quizá buscar otra ciudad en donde asentarse, con una de sus manos hizo su cabello hacia a un lado mientras que sus ojos buscaban que alguno de los hoteles que estaba delante de ella captara su atención con sólo echarle un vistazo pero no lograba "enamorarse" de ninguno, no quería un hogar, no lo buscaba ahora, pero quería por lo menos sentirse cómoda en aquél sitio.
Se había tardado demasiado, algunas gotas de agua ya se habían impregnado en su cabello, al igual que en el abrigo que le cubría, no quería que su vestido terminara mojado, aunque parecía que este deseo no sería escuchado, pues por mucho que lo intentara en poco tiempo la lluvia comenzaba a hacerse mucho más notoria y dejaba a su paso muchos mayores estragos de los que ella tenía previstos, miró de un lado y de otro, tendría que entrar en la primer posada a la que pudiera llegar en cuanto atravesara a la calle y cuando menos ahí quedarse esa noche, definitivamente, creía que París no era la ciudad que podría acogerla para comenzar una nueva vida, tendría que encontrar algún sitio mejor que ese, porque si esa era la bienvenida, no quería pensar en una estancia un poco más extensa.
Sintió como algo golpeaba su pantorrilla e inmediatamente volteó a ver dado que ahí era la posición de sus maletas, notando como sus ojos se topaban con los de un caballero que comenzaba a disculparse irremediablemente, iba a rodar los ojos pero se contuvo, parecía que él no la escuchaba -Don't worry- dijo en su natal idioma aunque se reprochó así misma por un momento y le miró de nueva cuenta ¿A quién se le ocurría presentarse en plena lluvia? Sólo a él, pero a parte en la mirada tenía algo raro que a ella le causaba cierta... Confusión -Daray O'Pry- contestó de la manera más amable que pudo aunque cuando notó que levantaba sus valijas pensó que sería buena idea ser amable, así por lo menos no tendría que hacer ningún ridículo bajo la lluvia, negó con la cabeza mientras quitaba de su vista un par de mechones rebeldes que habían caído sobre su frente a causa del peso de la lluvia.
-Estaba buscando un hotel para hospedarme, pero la lluvia me ha ganado antes de que pueda hacerlo, pero no se preocupe, caballero, no es necesario que usted se moje- comentó aunque la verdad necesitaría su ayuda, pues se vio de forma torpe intentando cruzar mientras las maletas resbalaban por sus manos a causa de la humedad -¿Cuál de los hoteles me recomendaría?- preguntó de nuevo mirando hacia la acera de enfrente buscando aquello que no lograba encontrar, sin embargo tuvo que girarse de forma repentina dando la espalda al asfalto al momento que un par de caballos pasaban a todo galope dejando que sus cascos soltaran una ola de agua hacia ellos, Daray terminó por exclamar un grito mientras se cubría lo más que podía aunque después de sus labios terminó por salir una risa.
Levantó la mirada al cielo, algunas nubes se empeñaban con cubrir el azul celeste que el mismo poseía, aquello era lo único que faltaba para que el día fuera peor de lo que ya iba, parecía que Daray había escogido el peor de los días para ir a conocer el mundo, no pudo esperarse a emprender el vuelo... O quizá sí, pero es que no sabía porque las malas energías ahora la perseguían, respiró profundo y caminó un poco mientras se acercaba a aquellas calles llenas de gente en donde le habían dicho podría encontrar un lugar bastante cómodo, aunque no acogedor para que ella se resguardara por un par de días en lo que decía que hacer, si quedarse en París o irse definitivamente a seguir su viaje, quizá buscar otra ciudad en donde asentarse, con una de sus manos hizo su cabello hacia a un lado mientras que sus ojos buscaban que alguno de los hoteles que estaba delante de ella captara su atención con sólo echarle un vistazo pero no lograba "enamorarse" de ninguno, no quería un hogar, no lo buscaba ahora, pero quería por lo menos sentirse cómoda en aquél sitio.
Se había tardado demasiado, algunas gotas de agua ya se habían impregnado en su cabello, al igual que en el abrigo que le cubría, no quería que su vestido terminara mojado, aunque parecía que este deseo no sería escuchado, pues por mucho que lo intentara en poco tiempo la lluvia comenzaba a hacerse mucho más notoria y dejaba a su paso muchos mayores estragos de los que ella tenía previstos, miró de un lado y de otro, tendría que entrar en la primer posada a la que pudiera llegar en cuanto atravesara a la calle y cuando menos ahí quedarse esa noche, definitivamente, creía que París no era la ciudad que podría acogerla para comenzar una nueva vida, tendría que encontrar algún sitio mejor que ese, porque si esa era la bienvenida, no quería pensar en una estancia un poco más extensa.
Sintió como algo golpeaba su pantorrilla e inmediatamente volteó a ver dado que ahí era la posición de sus maletas, notando como sus ojos se topaban con los de un caballero que comenzaba a disculparse irremediablemente, iba a rodar los ojos pero se contuvo, parecía que él no la escuchaba -Don't worry- dijo en su natal idioma aunque se reprochó así misma por un momento y le miró de nueva cuenta ¿A quién se le ocurría presentarse en plena lluvia? Sólo a él, pero a parte en la mirada tenía algo raro que a ella le causaba cierta... Confusión -Daray O'Pry- contestó de la manera más amable que pudo aunque cuando notó que levantaba sus valijas pensó que sería buena idea ser amable, así por lo menos no tendría que hacer ningún ridículo bajo la lluvia, negó con la cabeza mientras quitaba de su vista un par de mechones rebeldes que habían caído sobre su frente a causa del peso de la lluvia.
-Estaba buscando un hotel para hospedarme, pero la lluvia me ha ganado antes de que pueda hacerlo, pero no se preocupe, caballero, no es necesario que usted se moje- comentó aunque la verdad necesitaría su ayuda, pues se vio de forma torpe intentando cruzar mientras las maletas resbalaban por sus manos a causa de la humedad -¿Cuál de los hoteles me recomendaría?- preguntó de nuevo mirando hacia la acera de enfrente buscando aquello que no lograba encontrar, sin embargo tuvo que girarse de forma repentina dando la espalda al asfalto al momento que un par de caballos pasaban a todo galope dejando que sus cascos soltaran una ola de agua hacia ellos, Daray terminó por exclamar un grito mientras se cubría lo más que podía aunque después de sus labios terminó por salir una risa.
Daray O'Pry- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 18/07/2013
Re: Tarde de tormenta (Daray O'Pry)
Sentí un tono orgullo en su voz, que por un momento me hizo querer dejarla en plena tormenta a sus suerte, pero también sentí mil cosas que se movieron dentro de mi tan pronto mi mirada se cruzó con la suya…
Cabe decir que no soy joven, a mis 66 años he vivido y visto casi todo, he tenido la oportunidad de estar con las mujeres más bellas, que se entregan al militar que “Ha salvado su vida o la de sus familias” como mero agradecimiento, el que nunca desprecié, pero en esta mirada altanera pude ver a mi igual, una potranca indomable que deseaba comerse al mundo de una mordida… y mucho más que justo ahora siento no podría describir… tanto que me mantuvo allí…
-¿En una tarde como esta?- reí ampliamente- dese de santos si encuentra lugar en algún lugar para gente que vive en la calle–dije mirando al cielo que se caía sobre nosotros… aunque la miré contrariada, no hice nada por mitigar su frustración… -Vamos madmoiselle, que no es el fin del mundo…- le dije casi con mi condescendencia habitual, que se rehusó a salir en su presencia…
Caminé hasta media avenida, donde los carruajes iban y venían, uno vacio que se dedicaba al transporte de la estación del tren y los puertos de visitantes hasta la ciudad me reconoció, mientras le hacia una seña para que aminorara el paso… frenó a sus cuatro caballos de tiro “dicho sea de paso, hermosos ejemplares en tonos alazanes”; hablé con él sin que la señorita pudiera escuchar, este hombre conocía a mi mayordomo de viajes que había tenido yo que hacer…
-Madmoiselle O’Pry- dije acercándome a ella para tomar sus maletas, -este amable señor os llevará al mejor refugio que se me ha podido ocurrir en este momento… - tomé las maletas y las coloqué en la parte trasera del carruaje, para extender la mano de la señorita que creía se dirigía a un hotel –Por cierto madmoiselle- dije una vez que se había subido al carruaje –Se dirije a la Abadía Il nero barone, allí la recibirá Robert…- dicho esto indiqué al cochero y este puso en trote a sus animales, mientras se perdían en la calle, hacía las afueras de París…
Yo la miré desaparecer mientras caminaba pausadamente rumbo a mi casa, sintiendo el agua refrescante golpear mi rostro…
Cabe decir que no soy joven, a mis 66 años he vivido y visto casi todo, he tenido la oportunidad de estar con las mujeres más bellas, que se entregan al militar que “Ha salvado su vida o la de sus familias” como mero agradecimiento, el que nunca desprecié, pero en esta mirada altanera pude ver a mi igual, una potranca indomable que deseaba comerse al mundo de una mordida… y mucho más que justo ahora siento no podría describir… tanto que me mantuvo allí…
-¿En una tarde como esta?- reí ampliamente- dese de santos si encuentra lugar en algún lugar para gente que vive en la calle–dije mirando al cielo que se caía sobre nosotros… aunque la miré contrariada, no hice nada por mitigar su frustración… -Vamos madmoiselle, que no es el fin del mundo…- le dije casi con mi condescendencia habitual, que se rehusó a salir en su presencia…
Caminé hasta media avenida, donde los carruajes iban y venían, uno vacio que se dedicaba al transporte de la estación del tren y los puertos de visitantes hasta la ciudad me reconoció, mientras le hacia una seña para que aminorara el paso… frenó a sus cuatro caballos de tiro “dicho sea de paso, hermosos ejemplares en tonos alazanes”; hablé con él sin que la señorita pudiera escuchar, este hombre conocía a mi mayordomo de viajes que había tenido yo que hacer…
-Madmoiselle O’Pry- dije acercándome a ella para tomar sus maletas, -este amable señor os llevará al mejor refugio que se me ha podido ocurrir en este momento… - tomé las maletas y las coloqué en la parte trasera del carruaje, para extender la mano de la señorita que creía se dirigía a un hotel –Por cierto madmoiselle- dije una vez que se había subido al carruaje –Se dirije a la Abadía Il nero barone, allí la recibirá Robert…- dicho esto indiqué al cochero y este puso en trote a sus animales, mientras se perdían en la calle, hacía las afueras de París…
Yo la miré desaparecer mientras caminaba pausadamente rumbo a mi casa, sintiendo el agua refrescante golpear mi rostro…
Erzsébet Báthory- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 16/07/2013
Re: Tarde de tormenta (Daray O'Pry)
El cabello de Daray estaba completamente empapado, le caía por la cara y el hombre no se movía demasiado, parecía que disfrutaba de verla rabiar, a pesar de que ella intentaba no mostarse de esa forma, ni tampoco hacer notar que su carácter era naturalmente explosivo, sin embargo le costaba porque había algo en aquél hombre que la hacía pensar que no era un simple caballero que se había encontrado ahí, su aura era diferente... Respiró profundo mientras le seguía despacio.
Se detuvo al momento que él estuvo hablando con el dueño de un carruaje, se limpió la frente intentando que las gotas no le llegaran a los ojos evitando de esa forma que su vista se viera impedida, al menos le había conseguido un carro y algún sitio en donde quedarse -¿Y eso está muy lejos de aquí?- preguntó antes de que se subiera, aunque no tardó mucho en acomodarse -Muchas gracias, caballero...- mencionó observando que se quedaba ¿Por qué no iba? Bueno seguro a ella aquello no le importaba en lo más mínimo, pero sin duda que tenía bastantes preguntas para hacerle, aunque seguramente que no le vería de nuevo.
Giró la cabeza observando por una de las ventanas de carruaje observando como era que él desaparecía, un suspiro salió de sus labios y se giró de nueva cuenta mientras con ayuda de su cepillo arreglaba un poco su cabello -¿Y qué es eso de la "Abadía Il nero Barone"?- le preguntó en voz alta al caballero que conducía el carruaje, y a pesar de que la observó por encima de su hombro no se dignó a responderle, ella entrecerró los ojos -¿Quién demonios es Robert?- la cortesía de la mujer se estaba acabando a pasos acelerados mientras intentaba obtener alguna que otra respuesta pero no pasaba -Él es el encargado de la Abadía, señorita, Robert podrá darle las respuestas que está buscando, no tardaremos demasiado en llegar- mencionó el chofer y ella resopló ante aquello, pero no le quedaba más que esperar.
Sentía como el paso de los caballos aceleraba, sentía algunas curvas y como la tormenta iba en aumento afuera hasta que de pronto se detuvo -Hemos llegado...- mencionó el hombre y ella bajó del carruaje corriendo hacia el interior del aquél lugar que parecía la acogería notando detrás al chofer con su equipaje -¿Robert?- preguntó al hombre que estaba ahí -Así es señorita, permítame...- al momento de decir aquello se acercó al chofer e intercambiaron algunas paralbras, Robert asintió y se acercó a Daray -Pase por aquí, podrá cambiarse esa ropa y tomar una ducha...- ella le siguió al piso superior y se alistó para tomar una ducha en cuanto él dejó las maletas en el cuarto y salió -Si necesita algo, sólo pídalo...- se fue sin darle oportunidad a que dijera absolutamente nada y sacó un poco de ropa para ir al tocador comenzando a enjuagar sus cabellos y hundiendo el cuerpo en aquella tina, sintiendo como se relajaba.
Se detuvo al momento que él estuvo hablando con el dueño de un carruaje, se limpió la frente intentando que las gotas no le llegaran a los ojos evitando de esa forma que su vista se viera impedida, al menos le había conseguido un carro y algún sitio en donde quedarse -¿Y eso está muy lejos de aquí?- preguntó antes de que se subiera, aunque no tardó mucho en acomodarse -Muchas gracias, caballero...- mencionó observando que se quedaba ¿Por qué no iba? Bueno seguro a ella aquello no le importaba en lo más mínimo, pero sin duda que tenía bastantes preguntas para hacerle, aunque seguramente que no le vería de nuevo.
Giró la cabeza observando por una de las ventanas de carruaje observando como era que él desaparecía, un suspiro salió de sus labios y se giró de nueva cuenta mientras con ayuda de su cepillo arreglaba un poco su cabello -¿Y qué es eso de la "Abadía Il nero Barone"?- le preguntó en voz alta al caballero que conducía el carruaje, y a pesar de que la observó por encima de su hombro no se dignó a responderle, ella entrecerró los ojos -¿Quién demonios es Robert?- la cortesía de la mujer se estaba acabando a pasos acelerados mientras intentaba obtener alguna que otra respuesta pero no pasaba -Él es el encargado de la Abadía, señorita, Robert podrá darle las respuestas que está buscando, no tardaremos demasiado en llegar- mencionó el chofer y ella resopló ante aquello, pero no le quedaba más que esperar.
Sentía como el paso de los caballos aceleraba, sentía algunas curvas y como la tormenta iba en aumento afuera hasta que de pronto se detuvo -Hemos llegado...- mencionó el hombre y ella bajó del carruaje corriendo hacia el interior del aquél lugar que parecía la acogería notando detrás al chofer con su equipaje -¿Robert?- preguntó al hombre que estaba ahí -Así es señorita, permítame...- al momento de decir aquello se acercó al chofer e intercambiaron algunas paralbras, Robert asintió y se acercó a Daray -Pase por aquí, podrá cambiarse esa ropa y tomar una ducha...- ella le siguió al piso superior y se alistó para tomar una ducha en cuanto él dejó las maletas en el cuarto y salió -Si necesita algo, sólo pídalo...- se fue sin darle oportunidad a que dijera absolutamente nada y sacó un poco de ropa para ir al tocador comenzando a enjuagar sus cabellos y hundiendo el cuerpo en aquella tina, sintiendo como se relajaba.
Daray O'Pry- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 18/07/2013
Re: Tarde de tormenta (Daray O'Pry)
Miraba alejarse el carruaje a galope, mientras la lluvia comenzaba a arreciar, caminé a paso franco por la senda que antes había recorrido el carruaje, mientras esa lluvia se había convertido ya en una tormenta, y mis ropas se agolpan a mi cuerpo por la fuerza del agua… que nubla un poco mi visión por la dureza con la que golpea mi ser…
Continué acelerando mi paso, saliendo de la avenida casi abandonada… y cuando hube salido al campo, me acerqué a unos arbustos, lo suficientemente altos como para esconderme por completo… solo entonces, seguro de mi soledad y privacidad, dejé atrás mi cara humana, comenzando a convertirme en un animal de cuatro patas, que eventualmente lució como un Caballo de gran envergadura, negro y de largas crines… que no tardaron en empaparse… y regresando a aquel camino arbolado, comencé a trotar animosamente (como si paseara bajo un día soleado) camino a mi casa, donde para este momento, el carruaje debió haber llegado ya…
Comencé a galopar, alargando las manos que casi se pisaban por mis patas, siguiendo el camino solo un momento más, abriéndome para tomar un atajo entre el espeso bosque, que muy pocos conocemos en realidad…
Caminé por entre matorrales verdes por la lluvia, arboles en los que mi trema con trabajo alcanzaba a pasar, y colinas empinadas, pero todo ello vale la pena con la vista que da de los valles que reinan entre los antiguos castillos… y al fondo… la Abadia il nero barone, con sus enormes portones de madera encerada… y sin darme cuenta, mi galope comenzó a ser frenético… deseando llegar ya a casa… (Deseando ver a esa orgullosa mujer)
Y me paré frente al portón, dando manotazos en él, Robert ya sabía que solía llegar así, y siempre llevaba lo necesario para tapar mi cuerpo desnudo… quizás estaba dentro atendiendo a madmoiselle O’Pry, por lo que comencé a patear con más fuerza el portón, relinchando, seguro me escucharía… y así fue, llegó con una toalla para mí y me la dejó bajo un tejado, donde tomé de una forma un poco dolorosa (como siempre en las conversiones) mi forma humana, tapándome con la toalla y caminando hacia la casa con Robert…
-¿Y bien, se ha instalado la señorita?- le pregunte a lo que el asintió -¿Le habéis preparado la tina caliente?- pregunte, asintiendo el nuevamente, así que imaginé que estaría tomando ella una ducha cálida en ese momento…
Caminé hacia la cuadra mientras mi mayordomo entraba en la mansión, para bañarme, con jabón neutro y agua fría, como se bañaría a un caballo… el contacto del agua helada me resultó vigorizante, por lo que después de secarme y colocar la toalla en mi cintura, entré casi corriendo a la casa, subiendo estruendosamente las escaleras… Pasando frente a la habitación de madmoiselle O’Pry, para dirigirme a la mía propia…
Continué acelerando mi paso, saliendo de la avenida casi abandonada… y cuando hube salido al campo, me acerqué a unos arbustos, lo suficientemente altos como para esconderme por completo… solo entonces, seguro de mi soledad y privacidad, dejé atrás mi cara humana, comenzando a convertirme en un animal de cuatro patas, que eventualmente lució como un Caballo de gran envergadura, negro y de largas crines… que no tardaron en empaparse… y regresando a aquel camino arbolado, comencé a trotar animosamente (como si paseara bajo un día soleado) camino a mi casa, donde para este momento, el carruaje debió haber llegado ya…
Comencé a galopar, alargando las manos que casi se pisaban por mis patas, siguiendo el camino solo un momento más, abriéndome para tomar un atajo entre el espeso bosque, que muy pocos conocemos en realidad…
Caminé por entre matorrales verdes por la lluvia, arboles en los que mi trema con trabajo alcanzaba a pasar, y colinas empinadas, pero todo ello vale la pena con la vista que da de los valles que reinan entre los antiguos castillos… y al fondo… la Abadia il nero barone, con sus enormes portones de madera encerada… y sin darme cuenta, mi galope comenzó a ser frenético… deseando llegar ya a casa… (Deseando ver a esa orgullosa mujer)
Y me paré frente al portón, dando manotazos en él, Robert ya sabía que solía llegar así, y siempre llevaba lo necesario para tapar mi cuerpo desnudo… quizás estaba dentro atendiendo a madmoiselle O’Pry, por lo que comencé a patear con más fuerza el portón, relinchando, seguro me escucharía… y así fue, llegó con una toalla para mí y me la dejó bajo un tejado, donde tomé de una forma un poco dolorosa (como siempre en las conversiones) mi forma humana, tapándome con la toalla y caminando hacia la casa con Robert…
-¿Y bien, se ha instalado la señorita?- le pregunte a lo que el asintió -¿Le habéis preparado la tina caliente?- pregunte, asintiendo el nuevamente, así que imaginé que estaría tomando ella una ducha cálida en ese momento…
Caminé hacia la cuadra mientras mi mayordomo entraba en la mansión, para bañarme, con jabón neutro y agua fría, como se bañaría a un caballo… el contacto del agua helada me resultó vigorizante, por lo que después de secarme y colocar la toalla en mi cintura, entré casi corriendo a la casa, subiendo estruendosamente las escaleras… Pasando frente a la habitación de madmoiselle O’Pry, para dirigirme a la mía propia…
Erzsébet Báthory- Vampiro/Realeza
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