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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Dania Kozlova Mar Ago 13, 2013 1:41 pm

Haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz.
San Francisco de Asís

Dios, era patético. Donde se había visto que tuviera que hacer el trabajo de una espía, ¡ella! Esperando encontrarse con que aquella carta, hubiese cambiado el mensaje, volvió a releerla, encontrándose con el mismo mensaje “Encuentra y sigue a Ian Lancaster”. ¿Y dónde estaba el condenado a muerte? ¿Y las ordenes?  El trabajo de reconocer el terreno y conseguir información del sujeto próximo a ser condenado, era el día a día de espías. Esconderse y observar era de cobardes, no de soldados asesinos como ella. Refunfuño entre dientes sentándose en uno de los sillones de su salón. Hoy no era su día.

Exhalando aire en un suspiro, dejó caer la carta al suelo, ya la había memorizado y suficiente tenia de aquella broma de tan mal gusto. Solo a los católicos se les ocurriría tal aberración para ella ¡Jodidos Imbéciles! Tras más de quinientos años sirviendo en nombre de la cruz y de aquellos obesos hombres de bien… ¿Así se lo pagaban? Realmente la situación le resultaba insultante. Acostumbrada a obedecer a las ordenes de matadlo, capturadlo o condenado a muerte, que en su  mayoría quería decir que daba lo mismo que pasara con el sujeto, podía llegar muerto o llegar de cualquier forma para los interrogatorios, a pasar a vigilarlo, a ir tras uno de los futuros condenados. Volvió a refunfuñar de mala uva, aquella noche sería muy extraña para ella.

En la carta le explicaban que su misión consistía en vigilar los pasos de Ian Lancaster, ex-conde de Escocia o aquello habían revelado los últimos descubrimientos llevados a cabo de Uriel Kattagary, una de las espías prometedoras de la Inquisición. Apenas una jovencita vampira de sesenta años que apuntaba manera y obedecía con los ojos cerrados. Y si, debía de afirmar a regañadientes, que era muy buena en su trabajo. Uriel había seguido los pasos de Ian, actualmente andaba detrás del reino de Escocia,  pero una operación más importante había requerido su atención, abandonando la búsqueda del conde Lancaster.

- Gracias por pensar en mí, queridos católicos – Se mofó irónicamente. Tras los sucesos, si enviaban a ella detrás de sus huellas, solo podía significar que si le condenaban finalmente, Dania seria la verdugo.

En un suspiro, se levantó dirigiéndose a escritorio donde tenía los documentos del caso, desperdigados por la mesa. Tras una rápida ojeada, soltó una breve carcajada. El maldito ex-conde había sido seguido hasta Paris, donde moraba. Con casi mil años a sus espaldas, había caído en la confianza y le habían encontrado. Lo que no entendía era como no le cogían y le condenaban a muerte. Solo así le podría resultar más divertido terminar con él.

- Cosas de la Inquisición. Borregos inútiles – murmuró para sí misma en un mohín desalentador.

Nada le gustaba ir a andar de perro detrás de culos ajenos, no, cuando ansiaba sangre. Si los de la inquisición se pensaban que si veía algún movimiento erróneo de parte de aquel Ian Lancaster no le dañaría, se equivocaban. Si encontraba el mínimo rastro de sangre, que indujera a pensar que no era más que otra bestia que entorpecía su camino, le mataría sin remordimientos.

Se encaminó a recoger la capa negra que le ayudaría a camuflarse en la oscuridad reinante de la noche, y salió por la puerta decidida, perdiéndose en los resortes y secretos que solo las calles de Paris tenían. Ninguna ciudad más que aquella, estaba infectada de criaturas de la noche y a Dania aquello le satisfacía. Nunca se aburría en París, excepto esta noche que se le presentaba como un plan de rastreo, insulso y sin sangre. Excepto, porque siempre se le podría ir de las manos, y ¿quien sabe?…Hasta encontrar en aquel ex-conde la horma de su zapato.

- Que empieze el rastreo. -
Dania Kozlova
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Mensaje por Ian Lancaster Mar Ago 13, 2013 5:52 pm

Francia. Una vez más el nosferatu había vuelto por segunda vez a aquella ciudad, ¿y que era lo que allí había que era lo que le hacía tan apetecible el ir hasta aquel lugar de nuevo?
El vampiro entró por primera vez en dos años a su antigua casa, su antigua mansión, y todo, absolutamente todo, estaba como lo dejó, excepto alguna tela de araña y algunos bichos correteando por el suelo, era lo único que allí había cambiado. Sacudió su sofá individual soltando notorias partículas de polvo y tomó asiento en él, quedándose mirando de manera fija su chimenea, la cual tenía casi todo el tiempo encendida, la misma chimenea que transmitía calor en frías noches, y no solo eso, si no que la piel del vampiro era disimulada con aquella temperatura falsificada, se volvía a sentir humano cada vez que las llamas chisporroteaban a medida que el fuego consumía la madera en ignición.

Musitó un suspiro y realzó el paso, se levantó del sofá y se dirigió a su cambiador, en cual podría medir lo mismo que un salón de un piso particular. Allí continuaba estando su ropa, la cual preparó con detenimiento antes de darse una ducha para posteriormente ir a la calle, una de sus noches, la cuales se tomaba para él.

Los viajes durante dos años fuera de Francia no fueron fáciles para el vampiro. Abdicó su trono en la realeza Escocesa por tema pueblerino, los rumores hacían creer que Ian era algo raro, no envejecía, y tuvo que dejarlo añadiendo alguna enfermedad que le impedía continuar al cargo de aquel puesto que tanta dedicación le proporcionaba a éste. Había sido perseguido por Alemania, Suecia y Dinamarca por una serie de Inquisidores. Ésta nueva especie de criaturas de la luz era algo desconocido en el vampiro, jamás se había encontrado con gente como aquella, en la que los Vampiros y más seres con nociones malignas eran liquidados por unos seres como ellos. Ian solo sabía que esos seres no era lo que el vampiro quería obtener en su camino, no quería persecuciones sin sentido, más sin saber la razón por la que éstos eran arrebatados de sus vidas.

¿Que le llevó a Ian a Francia de nuevo? Las insistentes persecuciones de estas personas. En Francia jamás había sido perseguido de esa manera, con lo cual, se vio obligado de nuevo a volver a donde ya una vez, perduró durante algunas décadas, y era donde a él, siempre le gustó estar, por toda aquella gente que conoció en su momento, que ahora, quizás ya no estuvieran.

22:30 Pm. Norte de Francia. Ian se encontraba caminando a paso lento, con las manos introducidas en sus bolsillos y con el pelo alborotado, después de una intensa ducha llena de pensamientos y nuevas ilusiones por vivir en su querida casa. Ian esbozaba una tímida sonrisa mientras miraba al suelo, dirigiéndose a su habitual taberna donde hizo amigos, y conoció a varias mujeres. Quería sentarse en uno de lo taburetes y tomarse un refrescante Whisky con mucho hielo que era lo que él casi siempre tomaba. No obstante, en su camino hacia la taberna dejó de simular su sonrisa y se mantuvo durante unos 10 segundos inmóvil, sin sonreír, totalmente serio y con los ojos cerrados. Algo le perturbaba, podía sentir el hedor de un vampiro, uno que jamás había olfateado en toda Francia en ninguna ocasión, eso no le incomodaba, muchos vampiros residían en Francia e incluso podría mudarse a París a vivir, nueva población irracional en aquella ciudad. El olor provenía de a lo largo de unos trescientos metros, donde allí solo se mostraban árboles y plantas de alta envergadura, ésto le hizo llegar a pensar que o buscaba una presa, o que incluso Ian, podría ser la presa.

Ian sacudió la cabeza evitando pensar que él podría ser la presa, había recién llegado a Francia, a París, quien podría estarle buscando, más para hacerle daño ya que Ian jamás creyó haber sido una mala criatura, dentro de lo que el era, claro. Volvió su encaminada de nuevo, aun así, algo alerta, no fuera que el destino, no estuviera del favor del Vampiro.
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Mensaje por Dania Kozlova Miér Ago 14, 2013 5:39 am

El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
Mateo 10:39


- ¡Zarrapastrosos¡…Inmundos parásitos, como os atrevéis a hacerme esto a mí? ¿Me visteis cara de perro rastreador? Pero si por ser… ¡no soy ni licántropa! - Por todo el camino no dejó de renegar ante aquella situación en sus pensamientos, maximizando su enfado hacia aquellos a los que servía. La inquisición solo jugaba a las batallitas mientras ellos permanecían en sus asientos preocupándose de elegir las próximas muertes, y sus soldados jugándose las vidas, cazando seres que bien algún día podría matarles – ¡Condenados ellos!- murmuró entre dientes encendida de coraje. Nada le gustaba que jugaran con ella y aquella orden parecía un juego, al que ella no quería participar ni querría nunca. Ella no jugaba a las escondidas, ella cazaba. Sentenciaba las almas perdidas concediéndoles el golpe de gracia…pero ¿esconderse? ¿Perseguir? Realmente se habían equivocado de chica.

Con una tranquilidad envidiable, Dania recorrió las calles de París envuelta en su negro manto. Sus silenciosos pasos, tranquilos, en calma, para nada parecían indicar el fuego que ardía en su mente, en sus pensamientos. Cualquiera si supiera de estos, creería que se encontraba ante el mismísimo diablo personificado en una bella dama, jurando ver la llama de los infiernos en sus bellos ojos.

Así era ella, orgullosa, fría, decidida y terca. Y así le gustaba y se quedaría. Tras quinientos años siguiendo su propia religión, sus actos y palabras, no cambiara de su forma de ser o pensar. Antes el sol, la dolorosa quemadura del calor, que admitir una derrota ante sí misma. ¡Aquello nunca!

Velozmente sin dejar en ningún momento de andar en los barrios del Norte de París, llegó donde según los informes, el ex conde tenia una de sus residencias. Sin la certeza de que se encontrará allí, aún así con la suficiente esperanza de que así fuera, se encaminó hacia la entrada de la gran mansión Lancaster, que llevaba años deshabitada. Sinceramente hoy al no ser su día., no quería jugar a las escondidas asi que esperaba que aquel noble vampiro le resultara fácil de seguir o enloquecería completamente antes de darle muerte. Permaneciendo en la entrada, contempló la luz interior de aquel hogar, parecía haber alguien y tras olfatear el aire en aquel momento le vino un efluvio a vampiro. "¡Bingo!" Pensó esbozando una sonrisa. Ahora solo debía esperar que el ratón saliera de su escondite.

Tras un buen rato en que se quedó tras unos árboles lejanos a la mansión logrando un control excelente sobre ella. No tuvo que esperar mucho de un momento a otro el vampiro salió a paso tranquilo y lento hacia la calle, donde se perdió en la noche. Dania sonriendo de que al fin hubiera movimientos echó a andar a su sombra, siempre alejada para que no pudiera verla. Dejando atrás las residencias y mansiones de aquella zona, el vampiro parecía poner rumbo al norte de París. Allí se lucia con toda su majestuosidad la catedral de Notre Dame creando alrededor de ella una red de comercios y cantinas bastante concurridas por estar alejadas del centro de París.

Por el momento iba bien, llegando a pensar que podría llegar a ser una buena espía, hasta que observó escondida por unas hierbas altas, que Ian durante diez segundos se quedaba quieto, como si se encontrara analizando su entorno. ¿La habría localizado? Parecía se que no, ya que se volvió a poner en marcha de nuevo. Eufórica y extrañamente satisfecha con aquel macabro juego de seguirle, se confío topándose contra un hierro el que pisó, haciendo ruido.

- ¡Maldición! – Murmuró por lo bajo, aquel ruido podría ser suficiente para que Ian notara que alguien iba tras sus pasos y huyera, y en efecto al girarse de nuevo, ya no tenía en su visión al vampiro, lo había perdido. ¿Dónde habría ido?  "¡Torpe! ¡Torpe!" Se maldijo, odiando por primera vez que se hubiera confiado, como solía hacer.

- ¡Válgame señor! la madre del vampiro, la mía y todos los santos habidos por haber. ¡Con lo fácil que habría sido enviarme a otra misión! ¡Y dejar la vigilancia, el lamer el culo a demonios a los espías! ¿Para qué sirven los espías si no? - refunfuño, golpeando con el pie el hierro que había provocado que perdiera de vista a su presa de la noche- ¿Y ahora qué? ¡Yo no sé rastrear¡ Que le persigan ellos! ¿Y qué hace un vampiro en la nobleza? ¡Hasta aquí hemos llegado! -

-Bien…Dania coge aire y piensa con esta cabeza tuya ¿Dónde podrá haber ido?- Se preguntó exhalando aire tranquilizándose. Salió de donde se encontraba, y anduvo por la calle. Con las manos cerradas en puños a los costados pensando en los lideres de la Inquisición. ¿Serian tan inútiles? Algo le decía que no todos, ya que tenían un ejército de  almas condenadas y aquello solo una mente privilegiada podría haberlo usado y conseguirlo. Balbuceó por la bajo molesta por como se había dado la situación. Ahora solo hacía falta esperar para ver como todo volvía a su cauce, y si aquella noche seguiría con el juego o lo abandonaría para ir a cantar las cuarenta a aquellos católicos empedernidos.
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Mensaje por Ian Lancaster Lun Ago 19, 2013 6:54 am

Eran alrededor de las 23:00pm. Las tenues luces de las farolas iluminaban las calles poco pobladas del Norte de París, no obstante, sí habían algunas personas rondando por las proximidades, dando paseos o simplemente sentados con varias personas debatiendo y comentando cosas de sus rutinarias vidas, rutinarias porque la vida de un vampiro era completamente aleatoria, podrías estar haciendo cualquier cosa en cualquier momento e Ian tenía eso muy presente. De manera que de una noche tranquila, todo podía volverse del revés, más despues de aquel vampiro que Ian olfateo no muy lejos de aquellas calles, como si alguien estuviera siendo acechado por un tigre o cualquier animal, pero ese animal, no era algo como para preocuparse, ya que era un vampiro, te aniquila si quiere y cuando quiere, por parte de la clase humanitaria de todo París. El vampiro probablemente sería la raza más peligrosa de todo el País y posiblemente de Europa.

Oído agudo... Ian. El vampiro hoyó un pequeño sonido, provenía que aquel efluvio de sangre vampírica, eso le hizo pensar que aun su presa estaba ahí, y que si no le había atacado aún, todo quería decir que aquel ser se lo estaba pensando y si se lo pensaba frente a un humano, es que aquel vampiro era un inútil. Por lo que Ian alarmó a sus sentidos de nuevo y salió disparado de aquella calle, ocultándose tras algunos edificios de esa cercanía... Agudizó un poco más su oído y volvió a escuchar otra vez el mismo hierro, siendo golpeado físicamente, eso quería decir que ese ser se había enfadado, y la razón podría ser muy obvia, al hacer ruído e Ian retroceder de su rango de visión aquel ser fastidió su plan. Todo eso pensó el vampiro, no era para nada modesto y se creía el centro de atención en varias ocasiones.

Ian tenía que idear algo, no podía dejarlo pasar, solo era uno y estaba harto de persecuciones asi que fue a enfrentarlo, y como a él le gustaba. Fugazmente se dirigió al mismo lugar donde ella estaba sin que ella aun lo localizara, Ian estaba tras un árbol, observándola por detrás. Era una mujer, una vampira, vestida como si fuera una especie de cazadora. Debía tratarse de otro inquisidor, si no, no tenía ningún sentido. Este salió de su escondite con los colmillos fuera y bufó antes de dirigir las primeras palabras desde que volvió a Francia. Miró de arriba a abajo a aquella criatura y la alertó de la presencia de Ian a aquella vampira -Solo te lo voy a preguntar una vez. ¿Por qué me persigues y qué quieres?- Dijo con una de las mayores frialdades con las que se podía decir una frase, tanto que podría intimidar a cualquier persona con aquellas palabras que tan demoníacas parecían dichas por este. Se cruzó de brazos y alzó levemente una ceja, aun así, aunque pareciera que estaba tranquilo y sereno, Ian estaba atento a cualquier movimiento en falso por si su aparición se lo había tomado a mal, aunque eso, le diera totalmente igual.


Ves, ya el rendimiento no es igual ><
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Mensaje por Dania Kozlova Lun Ago 19, 2013 12:46 pm

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos.
Juan 1:8

La inquisidora entrecerró los ojos maldiciendo su ineptitud en lo que el sigilo y sorprender a sus víctimas se refería. Empezando a deslizarse por el terreno en el que se había escondido siguiendo a su presa fugada, por el rabillo del ojo, vislumbró un movimiento. Encontrándose sorprendida, de no haber sido capaz de capturar y encontrar de al vampiro que se había fugado de su visión, ahora había que sumarle un imprevisto de última hora. Un bufido la alertó definitivamente a sus espaldas de la presencia del vampiro. Se giró y le miró de arriba abajo. Podría jurar que era el vampiro al que perseguía. Le miro con seriedad y estupefacta por haber sido pillada y acechada por un simple vampiro. Aquello no iba con ella… ¿Qué le pasaba?.

Rió divertida al distinguir sus colmillos y la mirada fría que le echó. ¿Qué se pensaba, que iba a darse la vuelta por eso? No se asustaba ante unos colmillos y un vampiro molesto. Y menos por un bello y apuesto vampiro como aquel. Sonrío y se relamió los labios, dejando entrever sus colmillos, un poco más pequeños que los ajenos, pero igual de feroces, si debían serlo.

Al oír su pregunta no pudo más que mirarle fijamente y sonreír con arrogancia -¿Me lo preguntas a mi?- Le preguntó divertida alzando la ceja “Parece obvio que si, céntrate…que no es lo tuyo de que te pillen” -Te equivocas de persona. A quien debes preguntar es a aquellos perros estúpidos de la inquisición, pero no a los soldados si no a los de arriba o a Dios, más bien - Frunció los labios ante aquello. ¡Malditos religiosos! Decían que Dios les hablaba, pero bien entendía que lo que es dios, no era más que escusas para almas extraviadas en busca del perdón. Así como ella lo era, ya que no conocía más que aquello; La inquisición.

- Pero bien algo podre responderte. Te persigo porque son mis órdenes, y estas por raro que parezca son seguirte, descubrir dónde vas, quien eres, que haces…en conclusión, el papel de una simple espía – Explicó con una mueca de desagrado en su rostro, imposible de evitar. No iba a fingir que aquello le gustaba, porque sinceramente no era así.

- Yo solo soy una mandada de ellos. - Concluyó, arrepintiéndose de sus palabras, apenas salieron por sus labios. ¿Qué hacia dando explicaciones? Ella no debía nada a nadie. -  Y la que debe de hacer preguntas soy yo! ¡No tú!- señalo fríamente fijando la mirada en la ajena- Así que responde, ¿Eres Ian Lancaster? – Preguntó alzando la ceja- Porque si no lo eres me ahorro todo este papel y palabras que no llevan a nada, te mato y terminamos el asunto. Sin problema. Tú al cielo o al infierno, depende en lo que creas y yo sigo con mi búsqueda del ex conde Lancaster. – Se llevó una mano a su ceño, donde masajeó con los dedos el leve dolor de cabeza. Odiaba todo aquello, hablar nunca le hacía bien…atacar sí. Suspiró mirándole – No me gustan los imprevistos. Si no eres quien busco apártate de mi camino y te dejaré con vida...Hoy será tu día de suerte.- Sonrío de lado maliciosamente, recorriendo con sus ojos al vampiro. El vampiro tenía su porte y altivez, en él se descubría el ego gigante de un rey. El que la inquisidora no creía faltar mucho para verlo, si en efecto como sus sentidos le decían, aquel vampiro era el que buscaba. El ex conde de su misión.

Dime quien eres – ordenó por última vez chasqueando los dedos. Odiaba perder el tiempo, y por un vampiro no lo perdería nunca. Así que más le valía apresurarse en decir si era o no era quien buscaba o terminaría entre la espada y la pared y su corazón en la mano.
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Mensaje por Ian Lancaster Vie Ago 30, 2013 8:43 pm

En realidad aquella mujer no sabía ni en que se estaba metiendo, tan solo acometía unas simples órdenes y era liquidar a cada vampiro que existiera con vida, pero... ¿Qué tenía que ver que ella conociera el nombre de aquel ex conde Lancaster? El vampiro no quería oír hablar sobre aquello, es más, él fue de una estirpe de nobles, la clase de sociedad que siempre ha odiado este ser. Toda realeza y signo de riqueza y superioridad le tenían molesto, tenso. Siempre pensó en liquidar a la Reina de Francia, aquella Fontaine que tanta intranquilidad le proporcionaba al vampiro, por ello creía en la muerte de la monarquía general, incluyendo su ocupación como Conde de Escocia, lo cual le arrastraba hasta esto. Nada tenía sentido, y él estaba siendo espiado por una de su propia raza, no sabe a lo que se estaba metiendo e Ian era un experto conversador de la manera que la persona se haga sentir mal, o le haga perder la razón, era una persona que daba la vuelta rápidamente a la situación, era un ser así.

Carraspeó su garganta por un segundo antes de comenzar a enlazar de nuevo palabras para escupirlas, primero se permitió el lujo de escupir en el suelo, pues necesitaba un poquitito de aire por haber estado en sigilo algunos minutos detrás de la propia espía. Continuó manteniendo su actitud impasible y pasiva que demostraba aun cruzado de brazos y con la mirada fría con un cierto estilo diferente al que frecuentaba, si no algo más irónico, manteniendo su ceja levantada en todo momento. Tragó saliva y asintió. -Tan solo soy Ian. Mi apellido y título quedaron en el pasado. -Dijo tranquilo, descruzándose de brazos dio dos pasos al frente, hacia la mujer que aun se encontraba a unos dos metros de él. -Tan solo quiero saber porque soy perseguido, entonces ya te podré liquidar a ti y a tus superiores, los que son responsables de la guerra en este mundo, los que cazáis a los vuestros para una paz para humanos, abandonando vuestros instintos y lo que es más importante, abandonandoos a vosotros mismos como seres que forman parte de esto.- Dijo sacando su lado político, por la oratoria de que tenía para situaciones como estas. Mostró una mueca de descontento con la visita de aquella mujer que había allanado su intimidad y su libertad como parte de la naturaleza.

Mantuvo su peculiar forma de ser, no obstante si se sentía insultado por todo lo que pasaba, que tenía que ver el título con la persecución de la inquisición a seres distintos a los humanos, ¿no es que muchos de ellos no son humanos igual? Tomó aire de manera serena y miró hacia arriba, a los árboles, sonrió y bajó la mirada hacia la congelada mirada de la vampira que tenía en frente. Miró su cinturón y se le ocurrió una de las suyas, volvió a mirar a aquella mujer y se abalanzó sobre ella como una exhalación, tomó con gran agilidad uno de los puñales que la vampira poseía para cazar y la espalda de la vampira tuvo un pequeño encuentro contra un árbol. El vampiro le puso el puñal en el cuello y sonrió, teniendo en la mano suelta sujeta la muñeca de la susodicha en cuestión. Relamió sus afilado colmillos y los guardó por un segundo. -Aun no te has presentado cariño... Dime quien eres.- Dijo con algo menos de paciencia, la situación se había puesto... ligeramente tensa por lo ocurrido, Ian quería nuevas experiencias, y no había una mejor manera que empezar su estancia en Francia con un encuentro no muy agradable a decir verdad.
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Mensaje por Dania Kozlova Dom Sep 01, 2013 1:50 pm

El que es bueno, es libre aun cuando sea esclavo; el que es malo, es esclavo aunque sea rey.
San Agustín

El vampiro parecía molesto ante la persecución de la inquisidora, pero a ella, aquello nada le importaba. Lo esencial era saber si se habría equivocado con él o en efecto, era al que buscaba, un Lancaster. Observó entusiasmada cada gesto del vampiro, afirmando con aquello que no se trataba de un vampiro vulgar. Una sonrisa se formó en su rostro, satisfecha al oír las palabras del vampiro cuando finalmente tras tomar un poco de aire y seguir manteniendo su actitud pasiva y completamente fría, y unos brazos cruzados en su pecho, le dirigió la palabra tras la breve espera

- Con que alguna vez hayas sido Ian Lancaster me vale, poco me importa personalmente que ya no seas conde de… ¿Escocia? – Sonrío enseñando los colmillos tras observar su avance hacia ella. Solo dos pasos, pero ya solo se encontraban a un salto y cualquiera podría arremeter contra el otro con toda la fuerza.

- Para saber esa información tendrás que infiltrarte en los documentos secretos de la inquisición o hacer que hablen los cobardes que llevan esto y mandan sobre los demás. Te echaría una mano si no fuera porque aquello se considera traición y tras quinientos años entre ellos, no deseo a nadie la muerte que les espera a estos que renuncian a “nuestro Dios”- comentó sin darle importancia, seguido por una carcajada según escucho las últimas palabras del ex conde - ¿Liquidar, señor? – volvió a reír clavando sus ojos en los ajenos, con cierta curiosidad en ellos. Era fascinante cuando la muerte acechante sacaba a relucir el carácter de sus próximas víctimas – Los instintos nos llevaron a esto ¿está bien alimentarnos de humano? ¿Está bien matar a seres como yo misma? Todo es cuestión de valores y pensamientos. Que por muy oratorio que sea, me temo que no estoy de humor para hablar de términos y creencias, de las que hace años no creo. Simplemente llega un momento que se trata de subsistir y tu... un político ex conde nunca lo entenderías... – Dijo infravalorando al vampiro y a su condición. Para Dania los peores eran los que llevaban el poder en la sangre y maneras. Ella que había sido una hija de campesinos, vendida al mejor esposo, entendía de aquello y odiaba los altos cargos.

Observando al vampiro, en lo último que se esperó fue con que se abalanzara contra ella, y lo más sorprendente, que la cogiera con la guardia baja. Y más cuando como soldado debía estar alerta y preparada, anticiparse a los movimiento, pero en esa noche parecía que nada salía como debía. La sorpresa se le pasó cuando se descubrió inmovilizada contra un árbol por aquel diestro y serio vampiro, y esbozando una sonrisa en su rostro, frunciera el ceño mirándole fijamente, sin perder la conexión, sin quitar sus ojos de los ajenos. El puñal del cuello que le había quitado, apretaba ligeramente contra su cuello, logrando rasgar una capa superficial de su piel a lo que gruño divertida. Aquello empezaba a gustarle. “Así que el ratón tiene uñas de león “Pensó relamiéndose los colmillos, sedienta de oscura diversión. Quien dijo que no se divertiría espiando a un vampiro como aquel.

Escuchó su petición y le sonrió seductora dejando entrever sus pequeños colmillos comparados con los de él. Su rostro se suavizó mostrando curiosidad por aquel ratón que lentamente se convertía en cazador. – Para los de tu clase soy menos que una bastarda de nuestra raza – Comentó divertida ladeando la cabeza –  Mi nombre en hebreo quiere decir justicia de dios… ¿Irónico, verdad? – dijo con ojos brillantes de desafío.

Con una de las manos del vampiro tomaba el cuchillo que amenazaba con degollarla y con la otra mano encarcelaba su otra muñeca al árbol, dejando una mano suelta a su espalda, la que se preparaba para arremeter y desquitarse de encima, el divertido y tan molesto vampiro. Nadie la amenazaba y tras quinientos años, aquella novedad le resultaba fascinante. “Por una vez un contrincante digno” Pensó siguiendo contemplando al vampiro absorta en él, trazando en su cabeza los movimientos que hacer en aquel caso.

Lo miró con intensidad y lentamente fue acercándose hacia los labios ajenos…hasta el punto de rozarlos. Dándole igual el cuchillo en su cuello el que ligeramente ahondo más en su piel, siguió acercándose. Sonrió contra los labios ajenos – Si te digo mi nombre encanto…tendré que matarte- ronroneó con una calculadora mirada. Su mano libre se movió hacia su cintura y lo pegó mas a él, desconcertándolo.

Y sin que pudiera preverlo…la misma mano se movió hacia su mano con la que mantenía el cuchillo, apresando la muñeca apartándola de su cuello, y girando la mano sobre la ajena, sin dar tiempo a mucho… se oyeron crujir los huesos, rompiéndole algún pequeño hueso. ¿Cuál? Poco le importaba aquello.

Tras aquello aprovechó para aventar al vampiro lejos de ella, soltándose de su agarre, enviándolo metros lejos de ella. – A mi no me llames cariño… – gruño, moviéndose lentamente hacia él en una provocación deliberada. – Oh vamos, ¿te hice daño? – Se mofó de él observando cómo su muñeca se recuperaba. Aquello era lo bueno de esa eterna existencia, pasara lo que pasará, tras la heridas sanabas como si nunca hubiese pasado nada. Solo la muerte definitiva era lo único irrevocable. Y la muerte aún quedaba lejos para la inquisidora.
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Rastreando la tormenta [Ian Lancaster] Empty Re: Rastreando la tormenta [Ian Lancaster]

Mensaje por Ian Lancaster Dom Sep 01, 2013 5:49 pm

La única pelea que existe es la nuestra en contra de la vida.
Yo ._.

Todo decía que aquella noche se había vuelto más oscura de lo normal, los árboles comenzaban a moverse a gran fuerza debido a la tormenta que se avecinaba, era invierno y era raro que aun no hubiera caído ninguna, y parecía que aquella noche, podría pasarla debajo de la lluvia y la sangre que presentía, que iba a correr como si de ríos de tratara. Había llegado la mitad de la noche, y el cielo se había cubierto por un manto oscuro, una nube al parecer muy cargada de agua, para descargar con energía donde ambos nosferatu se encontraban en un intenso encuentro, una marcha atrás, el cronómetro... Ya estaba en marcha.

El puñal que Ian poseía en su mano derecha comenzaba a hacer mella sobre la tersa y pálida piel de aquella vampira, a la que miraba no como a una mujer, si no como una gran amenaza a su existencia, y no iba a pasar eso por alto, no esta vez. -No se trata de matar al humano o matar a la criatura, se trata de matar. Los humanos hacen cosas horribles con animales de esta tierra. ¿Y me tengo que sentir mal yo por un inútil? No, cariño. Las cosas son muchos más sencillas de lo que parece, tan solo que... ¡No hay ningún maldito título del que enorgullecerse por hacer las cosas como ''Dios manda.''!- Dijo esto último de manera irónica, ya que Ian se sentía Ateo, no tenía creencias ningunas sobre ningún Dios ni ser mayoritario.

Ambos vampiros estaban uniformados casi, sus cuerpos estaban totalmente el uno contra el otro, solo los separaban un puñal y una gota de agua para que sus labios pudieran formar algo más de lo que sería... ¿un beso? Ian realizó una mueca de desacuerdo, casi de asquedad sin llegar a ese extremo, porque a decir verdad, la mujer era una mujer esbelta, morena con ojos visiblemente azules, era una réplica de Ian pero en mujer, pero a este las réplicas no le agradaban, por eso estaba como estaba. Porque tan persuasiva podría ser uno que otro al ser dos vampiros. Al escuchar una de las frases de la mujer, este sonrió un poco, dejando incluso soltar una leve carcajada -¿Una bastarda inferior? Tan solo me limito a repudiar a los de mi propia especie, por ser lo que odio, me arrebataron mi vida humana, y no me arrebatarán mi vida eterna, ni tú, ni unos cuantos chiflados armados.- Dijo volviendo a dejar entrever sus afilados y grandes colmillos -No por ello, soy un asesino- La miró fríamente, sin dar opción a que ella abriera en ningún momento la boca, hablaba demasiado y con mucha chulería en el parecer del joven vampiro.

Oyó unas palabras -¿Justicia de Dios? ¿Hebreo?- Sonrió con malicia y la miró bajo sus parpados, como encarando -Dania- Susurró justo antes de que ella le partiera algunos huesos por su inesperado giro, no pensaba que se defendería estando entre la daga y la pared, no obstante fue sacudido por una fuerte patada en el pecho, siendo aventado varios metros atrás. Ian cayó apoyando un pie en el suelo y una de sus manos, levantándose lentamente según descendió de aquel golpe. Sonrió de manera maliciosa -Gatita, gatita...- Mostró de nuevos sus blancos y afilados colmillos, se sujetó con fuerza la muñeca y se reparó los huesos con un movimiento ágil dejando un sonoro crujido de huesos, mantuvo su sonrisa y escupió a un lado, contra el suelo, la miró por debajo de su flequillo con irónica sonrisa. -Para poder hacerme daño necesitarás arrancarme la cabeza y quemar todas mis partes del cuerpo, hasta que tan solo queden nada más que las cenizas...- Se adelantó igual que ella, iban al mismo paso uno contra el otro. Ian se crujió los huesos de los nudillos, declarando así que éste no se iba a echar atrás con aquella situación. -¿Trajiste tu crucifijo? Porque si tienes en mente el matarme lo vas a necesitar. ¡Ah! Y no te preocupes, no me interesan los titiriteros de momento. Hay que comenzar por los títeres, y sabes, que eres uno de ellos, a si que... Tienes tres opciones ojitos. Primero. Lo dejas estar y no me conoces, te vas y vives. Segundo, Luchas contra mí y te aseguro que no te será fácil... Y tercera.- Para esto Ian se acercó más de la cuenta y dirigió un puñetazo contra la mujer, ésta al ir a defender el golpe echó el brazo hacia adelante para protegerse, pero no se había dado cuenta que estaba siendo objeto de una ilusión producida por el vampiro. Ágil cogió el brazo de la vampira y se lo echó a la espalda, le agarró el segundo brazo y también se lo echó a la espalda, quedando inmóvil de los dos brazos y este detrás suyo, pegado totalmente para que no tuviera oportunidad de escapar -Tercero, olvidas todo esto y sé mi compañera.- Dijo para sorpresa de seguramente la que quería cazar al vampiro que buscaba desde días desde que éste volvió a París. Ian no sabía si se había vuelto loco o no, solo sabía, que quizás aquella mujer podía proporcionarle lo que necesitaba, ese estimulante en su vida. No buscaba nada algo más allá del más estricto compañerismo, no por ahora, aunque estaba totalmente seguro de que la vampira diría que no a tal atrocidad. ¿Un cazador domado? Ni podía imaginarlo, a si que mantuvo aquella pose hasta que ya por fin, dejó a la mujer poder hablar y con ello el posible contraataque, lo cual provocaba que Ian aun se mantuviera alerta.

La noche comenzó a propiciar la tormenta que ya amenazaba minutos antes, y ésta no esperó, desde la primera gota, era un gran chaparrón que calaba incluso en las profundidades de los bosques donde estos dos seres se encontraban luchando empapándose por completo en cuestión de segundos. De todas maneras Ian tenía la situación controlada, o al menos eso parecía.
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Mensaje por Dania Kozlova Lun Sep 02, 2013 9:08 am

El enemigo que sembró la cizaña es el diablo.
Mt 13, 39.


Dania había resultado engañada bajo su mismo don de la ilusión. Sintiéndose una completa idiota se encontraba inmovilizada contra el cuerpo del nauseabundo vampiro, aquel al que debía de seguir y espiar y el que se había convertido en su presa. Porque aquello terminaría mal.

Bastardo – escupió por sus labios con total desdén y malicia en un gruñido. -No soy ni tu cariño ni una gatita. Y tampoco me llames Dania…ensucias mi nombre con tus labios- Espetó – No me faltan crucifijos humanos, con mis uñas y colmillos desgarraré tu cabeza y me beberé tu corazón. Los juguetes humanos me parecen deplorables – comentó sonriendo maliciosa trazando un plan. Se iba a librar de él y cuando aquello pasará, se le acabarían las contemplaciones. Pero le escuchó y tras lo último se quedó helada “¿Ha dicho lo que creo que ha dicho?” -¿Compañera? – Abrió los ojos sorprendida. Podían hincarle los colmillos que en ese momento en su cuerpo la sangre no corría, se había congelado tras aquel cambio de situación tan inesperado. “¿A qué juega este gatito?” - Oh vamos, ahora me dirás que eres de esos débiles vampiros que necesitan compañero para la eternidad? Oh Ian... ¿Qué te encuentras solo corazón? Porque creo que la soledad eterna es una mala asesora. Te equivocas en buscarte una compañera que sea inquisidora ¿sabes? Creo que tu compañera seria tu peor enemiga -  Recalcó riendo ligeramente- Si, ya conozco el dicho de ten a tus enemigos más cerca que tus amigos…pero ¿Tu y yo?- Negó con la cabeza – Pides imposibles gatito...-

La soledad trastocaba la cabeza de los no muertos o al menos eso es lo que creía dania tras ver aquello. El mundo se había vuelto loco ¿Desde cuándo los cazadores y presas trabajaban juntos- Prueba en cambiar tu dieta, y aliméntate de ratas como tú! - Exclamó removiéndose intentando desquitarse de su agarre. Pero el vampiro la tenia bien sujeta, sintiendo su aliento cerca del cuello.- Aparta tus inmundos colmillos de mi cuello, señor – Murmuró asqueada de su contacto. A la inquisidora le gustaba jugar siempre y cuando fuera ella quien tuviera el derecho de hincar sus colmillos en la piel ajena, nunca nadie volvería a morderla, tras quien la convirtió, su esposo en su vida aún humana. Con lo cual, aquel contacto, sentir a sus espaldas el cuerpo del vampiro, conocedora de aquellos colmillos más grandes que los suyos, nada le agradaba.

Gruño por lo bajo fastidiada, la rabia se acumulaba en ella tras aquella declaración del vampiro. ¿Tan desesperado se encontraba de buscar una compañera? En verdad, ella también sentía la llamada de la debilidad y tras el paso de los años cada vez era peor. Nunca admitiría aquello, pero también ella necesitaba tener a alguien a su lado, alguien a quien poder proteger. Pero aquel compañero no podía ser un cobarde, tenía que estar a su altura, ser poderoso. Y hoy en día, la especie vampírica cada vez estaba más contaminada por la seguridad de sentirse a salvo, pero nadie estaba a salvo de la muerte, ni aún ella misma.

- Podriamos hacer un trato…- Empezó a decir, esperando tener la total atención del vampiro y que dejará de torturarla con la proximidad de sus colmillos. – Todo vampiro necesita un compañero, un igual a su lado…he dicho un igual a sí mismo, no un estúpido ratón – dijo irónica, sonriendo burlonamente, aunque el joven vampiro no pudiera ver su mueca maliciosa. – Te propongo que luchemos… - Añadió al momento en que se revolvió más fuerte que nunca, logrando escapar del agarre con la que la mantenía. Aquella imagen no era más que una ilusión, como antemano él había hecho, tomando por sorpresa al vampiro el cual aún desconocía que ella también poseyera aquel poder. Aprovechando el momento de confusión, sintiendo el agarre menos fuerte,  echando su cabeza hacia atrás, chocó contra la cabeza ajena, dándole un fuerte golpe. Levitó ligeramente tomando impulso con las piernas en el aire y tras tomar un buen ángulo se le echó encima pateándole en las piernas con toda la fuerza. Ian  se desequilibró y cayó al suelo irremediablemente, situación que la inquisidora aprovechó echándose encima de é sujetándolo por los brazos sobre su cabeza y con el peso de su cuerpo, inmovilizándole el cuerpo y piernas. Desistiendo así cualquiera resistencia del vampiro contra ella.

Sonrío ante su rostro mostrando sus colmillos acercándoselos a su rostro – Y si tienes el privilegio de ganar…conseguirás una compañera - Acercó los colmillos a su cuello, rasgando superficialmente la piel – Si la ganadora soy yo, te entregaré o te mataré – Añadió indiferente –  ¿Cómo morirás? Beberé de ti hasta tu última gota- Provocó divertida hincando ligeramente los colmillos, abriendo una pequeña herida de la que manó una gota de sangre. Con su lengua la recogió y saboreó. – Mmmm.…delicioso, no puedo esperar...- Lamió su cuello e inesperadamente se apartó, alzándose a unos metros de él en posición de ataque.

Ahora el vampiro se encontraba libre de nuevo, era hora que él deliberara su futuro. – ¿Cual es tu destino vampiro? Elige, por que el tiempo corre en tu contra- Le miró fijamente con los colmillos descubiertos, agazapándose preparada para lo que pasara a continuación – Yo tengo hambre… ¿Y tú?
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Mensaje por Ian Lancaster Vie Sep 06, 2013 4:45 pm

La situación había llegado a su extremo más cálido, todo ya estaba preparado para la gran lucha.

El vampiro la sujetaba sin que la mujer tuviera oportunidad de escapar de aquella presa, la tenía tan agarrada que si no fuera una vampira, Ian habría desfigurado los brazos ajenos.

La mujer comenzó a hablar, como de costumbre, a lo que Ian mantenía una expresión de ''¿Por qué no te callas?'' en su rostro, tan solo quería beber de ella un poco, darla un escarmiento y que se largara de la vista de Lancaster. La muchacha hablaba sobre como iba a desgarrarle con sus afiladas uñas, a lo que no pudo más que añadir a aquella frase -Me gustaría ver como lo intentas- Rió un poco mientras continuaba escuchándola que era lo que ella quería, comenzó a mofarse de la soledad que hacía pensar que Ian tenía, pero apenas le dio tiempo a decir nada. Ésta le propuso luchar y ganársela como compañera si la superaba en la batalla. Ian enarcó una ceja cuando descubrió que la mujer también poseía el poder de la ilusión, lo supo cuando fue cabeceado, lo cual no le afectó mucho debido a su fortaleza, pero lo suficiente para desestabilizarlo y ser barrido por una patada de la vampira, la cual se echó encima de Ian para sujetarlo sin darle tiempo a responder, era una mujer rápida, y eso le estaba comenzando a gustar. Sonrió un poco escuchando su trato una vez más y que si éste perdía lo mataría, porque no creo que llegara a entregarlo sin que este opusiera resistencia a aquella hazaña que sería para Dania.

Lo que no le gustó fue cuando la vampira clavó sus colmillos en Ian dejando que de este emanara algunas gotas de sangre que fueron consumidas por la lengua de la inquisidora. La miró con frialdad cuando la chica se separó. El vampiro se incorporó y se puso en pie, mirándola de manera desafiante. -Creo que me toca hablar a mí- Dijo realmente serio. Comenzaba a recordar en cuando él vivía con los vampiros que lo secuestraron, no podía dar la oportunidad en la vida de que de nuevo fuera apresado, por personas o criaturas -Mi vida no es fácil, y tú no me lo vas a complicar más- Se acercó andando lentamente -Tú eres una vampira, y como tal, una asesina... Por lo que he decidido que quizás sea yo quien no te perdona la vida.- La señaló y gritó con ímpetu -¡Vamos! ¡Arrodíllate!- Espetó el vampiro confiando en que la persuasión que desprendía era inmensa, por lo que Dania no pudo poner ninguna objeción y se arrodilló inmediatamente -Que voy a hacer contigo...- Empezó a dar vueltas a su alrededor -Quizás con una rama de un árbol podría sacarte los ojos de las cuencas... O no, mejor, puedo hacerlo con mis propias manos, apretando tu cabeza hasta estallar cada hueso de tu cráneo- Dijo realmente molesto, la tomó del cuello y la levantó en el aire -Puedes seguir diciendo sandeces con tus creencias, pero la realidad de uno es la de sobrevivir por mérito propio, nada te asegura la supervivencia, y tú das la vida por alguien que para ellos, eres solo un peón, y aunque lo fueras, yo no me sacrificaría para ganar la partida en este caso. Yo... Tengo mi propia partida, y voy a acabar con todo vampiro que no merezca vivir, y tú puede que seas uno de ellos.- Apretó un poco y la soltó dejándola caer -Si quieres pelear estás en tu derecho, es más, hazlo si quieres pero... Yo no soy el enemigo que buscas.- Dijo con una mueca de desagrado hacia su persona. Se acercó a su cuello y mordió, clavó sus colmillos en su cuello del cual bebió una poca cantidad de sangre. Relamió sus labios -Esto que acabo de hacer... No es matar, no es un delito, ¿tenemos que alimentarnos no?-Sonrió malicioso y en eso, éste cargó el puño con mucha rabia y quiso asestar un duro golpe en la cara de Dania. Era una vampiro por lo que un golpe así para una criatura de aquel calibre, no era más que un simple bofetón al dolor humano, no obstante el golpe era para mandar a aquella mujer bastantes metros atrás, pero aun aquel golpe no estaba del todo decidido. Ni siquiera estaba decidido que sería de la batalla entre estas dos criaturas, estos dos inmortales.
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Mensaje por Dania Kozlova Dom Sep 15, 2013 6:28 am


Una respuesta blanda, quiebra la ira; una contestación dura excita el furor.
Salomón


El vampiro tras los movimientos de Dania parecía realmente molesto. Su mueca antes indiferente y fría, se había envuelto en la seriedad, lo que provoco una sonrisa en la inquisidora. Cada vez la sonrisa fue ampliándose dejando entrever la longitud y finura de sus colmillos, mientras ahora era el turno de escuchar las desafiantes palabras del vampiro revestidas de una gélida frialdad.

Agazapada con los ojos fijos en los ajenos siguió todo movimiento. Ian se acercaba hacia ella lentamente. Parecia caminar con toda la tranquilidad, pero su rostro serio daba al traste con su apariencia. Parecia no haberle gustado que ella probara una sola gota de su sangre, pero si bien él de verdad había dicho semejante tontería a la de ser compañeros, bien algún día se alimentarían... ¿no? Y entre compañeros existían tales prácticas como las de beber el uno del otro. Así que no tendría que molestarle tanto. Dania alzó una ceja incrédula a lo que llegaba a sus oídos “ Que quizás sea él quien no perdone mi vida? Pero que se ha creído este vampiro de la realeza?” pensó con escepticismo y una ligera carcajada que dejó escapar, burlona.

Pero aquella carcajada duró poco y sin tener idea de cómo, terminó arrodillándose al suelo frente al vampiro. Gruñó desde el suelo en caer en la persuasión, aquella arma potente a lo que te persuadían en hacer lo que ellos querían, era menos poderoso que el control mental, pero aún así si se tenía el poder suficiente, era una autentica arma. Aún arrodillada en el suelo, con una mueca de puro odio en su rostro observó al vampiro que empezó a dar vueltas a su alrededor. - ¡Vamos adelante! !Hazlo¡... a qué esperas? ¡Eres un cobarde! ¡Un autentico cobarde! ¿Solo puedes matarme gracias a tu persuasión?...y mejor aún, ¿Por qué no me ordenas que me mate yo misma? Un cobarde como tú seguro que lo disfrutaría- Dijo con su lengua viperina llena de odio y molestia.

Sintiendo aún el poder del vampiro actuando en ella poco pudo hacer al sentir que la agarraba por el cuello y la levantaba en el aire. Por suerte no necesitaban el aire para respirar, así que no ocurriría nada, mientras que no le degollara, estaría a salvo. La inquisidora escuchó sus palabras. No se encontraba de acuerdo con todo lo que el decía, aún así se quedó callada con los puños cerrados a ambos lados de su cuerpo, esperando el momento de pillarlo con la guardia baja y terminara su monologo sumamente aburrido y divertida - ¿Así que eres un cazador de vampiros? – Preguntó divertida ante aquello  - ¿Y tú eres quien quiere darme clases, lecciones de la vida? Tu y yo somos en parte iguale...s...Ah!- El vampiro la soltó, cayendo desprevenida al suelo con fuerza. Dania se apresuró a tocarse el cuello, en los últimos segundos había temido que le rompiera el cuello para luego quemarla. Centrada en su cuello, no se dio cuenta del acercamiento de Ian a su otro lado del cuello, donde hincó los colmillos, dando un trago de su sangre.

La inquisidora se estremeció, aún fuera un acto no permitido por su parte, había algo potente corriendo por el cuerpo cuando alguien se alimentaba de ti. Y aquello hacia tanto tiempo no lo había sentido que se quedó tiesa, sumisa a sus colmillos. Encontrándose deseando mas de aquel contacto se sorprendió al volver a la realidad y encontrarse con uno de los puños del vampiro se acercaba a su cara impactando en ella, enviándola metros allá lejos.

-¿Ahora es mi turno? – Preguntó en un gruñido levantándose del suelo, al sentir que la persuasión ya no actuaba sobre ella. – Para alguien que tiene fortaleza... si de verdad deseas hacerle algo, te propongo que te concentres mas en ello – susurró caminando hacia él, mientras su cabeza calculaba los pasos a seguir. – Y sí, podemos alimentarnos... pero no cargando muertes de mortales a nuestras espaldas. Ellos ya mueren día a día, cientos de ellos o se matan entre sí. ¿Por qué cargar con culpas de tal magnitud, cuando por si mismos ya mueren? – Hablaba y hablaba acercándose cada vez más. Parecia relajada, pero aquello solo era la calma que procedía de la tormenta. Finalmente llegó ante él parándose con una inocente y tierna sonrisa en su rostro

Así que cazador de vampiros... ¿Tú también matas a tus hermanos de condición? Sabes...siendo así puedo ver una unión provechosa entre ambos. Cazador y inquisidora...¿Mágico, no crees?- murmuró en una sonrisa recogiendo con uno de sus dedos una gota de su misma sangre que manchaban los labios ajenos, y probando aquella sangre luego en ella, limpiando el dedo con su húmeda lengua, saboreando la propia esencia carmesí.

Aprovechando aquel ambiente un algo más relajado, aún saboreando su sangre, en un efímero segundo sus intenciones cambiaron. Procediendo a asestar una patada en la cara del vampiro, se impulsó un poco en el aire y arrojó una patada en aquel rostro de granito enviando como él había echo con ella, su cuerpo unos metros atrás. - Diente por diente.. Solo te he devuelto el puño de antes. – Murmuró ladeando el rostro, mirándole - No me gusta que me roben la voluntad y me postren ante nadie. – Se reafirmó con voz suave pero fría. Aquello no lo olvidaría... no tan fácilmente. Ahora observaba al vampiro, esperando sus movimientos, contraatacaría? Algo le decía que no, que por el momento tras su alarde de poder, se habían calmado, pero ella aún tenía una misión por cumplir. Aunque bien pensado, su misión había concluido en el momento de avistarlo y reconocerlo.

“Encuentra y sigue a Ian Lancaster”.
Aquellas habían sido las ordenes. Y aquello habia echo.
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Mensaje por Ian Lancaster Lun Sep 23, 2013 4:45 pm

En la fuerza está el poder, en el sabio está el saber.
Phil Collins.

La tormenta aun no había amainado, ambos vampiros estaban calados hasta los huesos, pero eso no impedía la lucha entre ambos, no padecían el frío ni podían sufrir ningún tipo de enfermedad como la hipotermia o algún constipado casual, no podía pasar, era imposible, eran dos seres de la noche, dos criaturas de la oscuridad eterna, dos diablos con mismo objetivo, sobrevivir.

Después de haber bebido de ella y haberla dejado noqueada durante varios minutos, Ian aprovechó para llevarse la mano a su cuello, el cual estaba un poco rasgado, incluso alguna gota aun manaba de aquel orificio, Ian tapó con su mano la herida y se crujió un poco el cuello para el lado contrario, después de bajar su mano, la herida desapareció dejando una cicatriz en su pálido cuello. Aun todo no estaba determinado, ya que la inquisidora continuaba hablando, aun después de la mordedura -Créeme que disfrutaría viendo como te suicido- Dijo esa última palabra con toque de sarcasmo, debido a que propiamente dicho, así no era como se decía la frase, pero quedaba algo... acorde con un poder como la persuasión.

Comenzó a escuchar el como hablaba sobre la muerte de los humanos a lo que el vampiro solo pudo añadir una carcajada -Los humanos no me importan lo más mínimo en los objetivos que tengo, no están en mi lista de intereses, tan solo que... serán anónimamente ayudados.- Dijo con una mueca en su rostro dejando en evidencia algún dato, no concreto, pero podría ser algún tipo de información aunque algo le decía a Ian, que ella no saldría de aquel lugar sin su compañía, ya fuera para bien... o para mal, no la dejaría escapar.

-¿Unión?- Alzó una ceja con incredulidad, ahora era él el que no podía creer lo que oían sus agudos oídos, sonrió un poco burlón -Tan solo necesitamos alimentarnos sin necesidad de víctimas, es la única ventaja de un compañero vampiro, por eso es que nos necesitamos mutuamente... De lo contrario- Suspiró por un momento y sonrió de medio lado mostrándose algo más relajado con la situación, creyendo que nada más iba a pasar -De lo contrario moriríamos en soledad. Pero claro, vienes de una de esas sectas, tu alimentación y la compañía para tí allí no es un problema, ¿por qué accedes a la propuesta?- Dijo esperando una respuesta, pero lo que obtuvo fue una enorme patada en la cara llevándole tres o cuatro metros hacia un lado arrastrando los pies por el suelo admitiendo la patada con un buen impacto. Éste cuando paró se quedó en esa posición -Buen golpe- Se dijo así mismo mirando hacia el lado contrario de donde recibió el golpe. Giró su rostro lentamente mostrando su desaprobación a aquello pero no puso resistencia. -Yo no mato vampiros- Dijo caminando de nuevo hasta estar frente a ella -Yo solo hago justicia, evito asesinos eternos. Cuando aquellos que se alimentan de los humanos o los utilizan, aquellos que los liquidan acaben con su raza, nosotros seremos los siguiente, es más, más que víctimas, lo que puede haber son más transformaciones a una vida que no deberíamos tener, ésta vida es una oportunidad de demostrar que no deberíamos morir de esta manera, condenándonos a esto.- Dijo desde lo más profundo de su carisma y egocentrismo en su objetivo, su obsesión, su anhelo.

-No necesito más que un vino, whisky, un poco de sangre y una chimenea. Nada más para pasar mi existencia, ¿Ser Barón? Solo es un título, escupo en él y en lo que representa, solo es una manera de acercarme más a mis deseos, evitar el tipo de vida que como humano, no me gustaría vivir, ¿Clase alta, media, baja?- Negó con la cabeza despacio con una sonrisa incrédula, soltando ciertos sentimientos -Me arrebataron la vida con cuatro años. Me hubiera gustado vivir aquella vida, no ésta.- Dijo finalizando con todo aquello en lo que pensaba, ya le había dado toda la información a la Inquisidora, pero eran las explicaciones que él daba a su existencia. Ya todo poco le importaba, tan solo quería ser lo que el era, alguien social que se introducía en el mundo de los humanos, por supuesto, era el mundo real, y quería aprovecharlo de manera tranquila, a costa de todos sus principios, él se sentía humano y protegía a todo aquel que lo necesitaba y a decir verdad, él nunca convirtió a nadie en sus casi 900 años de vida, y esperaba que nunca hubiera una primera vez para eso.

El vampiro tomó la barbilla de la mujer con su mano derecha y la hizo mirar de perfil, observando el bocado que éste la había dado, ya había cicatrizado debido a la sanación que poseían los vampiros -Ahora que es lo se supone que vas a hacer, porque tan solo hablas como la mujer que eres, pero no dejas nada en claro- Dijo arqueando una ceja -Lo de entregarme está descartado, porque seguiría enfrentándome, contigo y con quien fuera.- Finalizó girándose 180º a sí mismo, para comenzar a caminar para volver a la calzada, bajo las farolas de las calles mojadas del Norte de París. Aun Ian estaba parado esperando su contestación, giró su rostro para mirarla, la tormenta, casualmente, comenzaba a amainar, dejando caer aún algunas suaves gotas, haciendo que Ian mirara al cielo, soltando una bocanada de aire en forma de risa, negó con la cabeza y se volvió a encaminar hacia Dania -No tengo tanta paciencia, ¿sabes?- La tomó en brazos y se la puso con si fuera un saco al hombro, algo que al vampiro en ese momento le causaba gracia, y actuaba así porque él era así, fuera con quien fuera. Comenzó a caminar hacia la calzada de una vez y la dejó en el suelo, mostrando una pequeña mueca en forma de sonrisa. -¿Y bien?-
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Mensaje por Dania Kozlova Jue Oct 17, 2013 5:26 pm

Los envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, sean astutos como serpientes y sencillos como palomas.
Mateo 10:16


Observando fijamente cada uno de los pasos del vampiro, sonrío exponiendo ligeramente sus colmillos. – Nunca me he alimentado de inquisidores, aunque quieras creer lo contrario, solo de los malditos vampiros que han caído en mis garras y han perecido también en ellas. Y solo en el caso de no encontrar ningún vampiro, he tenido que recurrir a una víctima humana…- frunció el ceño disgustada consigo misma por eso, pero que por el contrario, en ellos alimentarse de humanos debía de ser lo más normal del mundo. Ellos eran los depredadores, y ellos, los pequeños mortales las presas. Así era la naturaleza, el fuerte se come al débil. Pero aún ella con la humanidad que le restaba en su inmortal alma, era incapaz de ver aquello. – Y cuando me he sentido en la obligación de ello, siempre les he recompensado con creces y dejados a todos con vida. Pero nunca he probado sangre condenada, de gente como yo que aún con dudas se enmiendan a un dios que nunca hace nada por nadie, ni lo hará jamás. – Confesó amargamente. Hacía ya unos años que dudaba de todo y ya solo trabajaba por el placer de matar a vampiros, para dar un por que a su vida, por no pensar en la soledad de su alma un segundo más de aquella eternidad que se extendía ante ella y de la que mejor no quería ni pensar. – Y ya que estamos de confesiones, nunca antes nadie, se ha alimentado de mí… - Por algún motivo había sentido que debía decirselo. Para ella aquel dato era importante, y nunca nadie había merecido que ella lo alimentara...hasta ahora.

Clavó la mirada en Ian y le observó todo el rato, escuchándole atentamente, asombrándose en ocasiones – Nunca había oído a un barón hablar así de lo que ello comporta. Me intrigas... -murmuró a media voz, frunciendo el ceño ante su cercanía. Sus manos le tomaron de la barbilla alzándosela, ladeándole la cabeza, mostrando el mordisco ahora ya apenas nada más que un rasguño en su blanca piel gracias a la sanación de su condición. Gruñó por lo bajo ante aquella inspección, se sentía como un mono de feria siendo inspeccionado por su futuro dueño y aquello la incomodaba. - Tampoco te iba a entregar. Yo solo debía seguirte, reconocerte…Lo que yo llamo jugar al ratón y al gato, y esto estamos haciendo. – Inquirió sonriendo de lado.

Por suerte el vampiro la soltó y esté dando una vuelta sobre sí mismo se alejó, dejando a Dania meditabunda, pensando en aquella extraña e inesperada conversación. ¿Iba a traicionar a la inquisición, si aceptaba la propuesta de ser compañera de sangre de aquel vampiro? “Si no se enteran… ¿Qué puedo yo perder?” pensó intentando así cerrar aquel tema y decidirse. Aún perdida en sus pensamientos, apenas se dio cuenta del regreso del vampiro, hasta que se vio tomado en brazos y fue llevado como un saco de patatas en el hombro.

- No soy un saco de patatas ¿sabes? Y si eso crees tenemos un problema y serio. – Finalmente río, dejándose llevar por aquel vampiro. Todo había sido su culpa, por no haber estado más atenta. No podía culpar a otros de sus propios fallos. – No puedo ser compañera de alguien que se cree que los inquisidores son sacos de patatas. Me juego mi dignidad, y si alguien nos viera así... – Bufó haciéndose la indignada, aprovechando que Ian no podía verla la sonrisa que mostraba su rostro.

En cuando Ian la dejó en el suelo, le miró viéndole su sonrisa y también ella le sonrió. Hacía tiempo no sonreía. A apenas unos pocos centímetros del cuerpo ajeno, sentía ahora más que nunca su picante aroma. No era el aroma de otros vampiros, este era más fino, dulce y también más picante, como el más sutil de los venenos. Por unos momentos se le hizo la boca agua, hacia mucho no se había alimentado, y la pequeña gota que había probado de su sangre, solo había que empeorado su situación. Su garganta ardía por más.

Conteniéndose siguió con la misma pose, mirándole altiva, pero también femenina, con sus manos en las caderas – Ser aliados, cómplices…enemigos – Ante aquello ultimó negó con la cabeza, formando una mueca con sus labios y frunciendo el ceño. – Hasta alguna vez yo necesito la compañía y la protección de alguien que pueda cubrirme las espaldas. Y tú, por ser quien eres, te irá bien contar con alguien dentro de la inquisición. Ya que no es novedad que vayan tras de ti-  le dijo alzando una ceja mirándole, recordándole el motivo exacto por el cual ellos dos se habían encontrado esa noche. La inquisición andaba tras él. - ¿Y bien? Llevo quinientos años  en solitario, no conozco nada de lo que me hablas y de lo que me ofreces. ¿Unión, compañera de sangre…? Tendrás que enseñarme su significado. Yo por mi lado me ofrezco para ser tu compañía en aquellas noches en que me necesites o yo no acuda a misiones. Seré tu mas gran aliada, puedo dar pistas falsas sobre ti y resguardar tu posición siempre y cuando no me delates a ellos. No me vendas como traidora. – Le miró ahora seriamente, pues no había peor suerte que la de un condenado traidor en las filas del ejército de “Dios”. El peor trato, la peor muerte… era lo que le esperaba si llegaba a ser declarada traidora. - ¿Estas de acuerdo?
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Rastreando la tormenta [Ian Lancaster] Empty Re: Rastreando la tormenta [Ian Lancaster]

Mensaje por Ian Lancaster Lun Oct 28, 2013 3:34 pm

-Hace tiempo dejamos de ser gatos y ratones para convertirnos en meros perros de presa.- Dijo sentenciando aquella frase que dijo, tal cual, sin hacer ningún aspaviento, lo dijo tal lo pensaba -Somos vampiros... tan solo la edad marca la diferencia, y seamos sinceros, entre nosotros, no hay mucha diferencia de edad...- La miró a los ojos duramente unos segundos -Soy algo mayor que tú.- Dijo tomando camino por las ahora iluminadas calles, debido a las farolas.

Serían alrededor de las tres de la mañana, como ya sucedió, la tormenta cedió, dejando caer las gotas de los árboles y tejados, llevados a desagües para que las alcantarillas de las calles se llevaran toda ese agua monzónica que había caído. -Jamás creí que nadie en casi novecientos años se haya alimentado nunca de tí. No por ser tú, si no por la edad. Algunos vampiros se han alimentado de mí... pero como ya dije, tan solo fue un simple quick procuo entre ambos vampiros... No he buscado nunca una compañera, hasta que comenzó a afectarme moralmente y físicamente, mi agilidad, mi fuerza, ya dejaba de ser la misma- Sonrió despacio mientras mantenía las manos dentro de los bolsillos, como si estuviera hablando con cualquier amigo, confesándola todas las experiencias vividas en algunos años. -Pero hace fue hace ya tiempo... Un par de años. Quizá.- Echó su cabeza hacia el empapado suelo, observando como los zapatos de este chapoteaba en todo charco de la acera.

Los pasos avanzaban, y los comentarios de la inquisidora hacían mella en Ian, pues era relativamente parecida a él, solo que, ella accedió a entrar en un lugar, que no era del todo bueno, pues el vampiro siempre pensó que allí te hacían proponerte con unos objetivos en los que individualmente no beneficiaban en nada, y para la felicidad propia, había que ser un poco egoísta. Algo en ese momento le pareció una gran idea, y era que ella diera pistas falsas, era algo que debía suceder. -Realmente me persiguen, y el motivo es ser la criatura que odio. No hago daño a nadie, he tenido amigos, e incluso... Una familia, y jamás he pensado fallar a nadie, no empezaré después de casi un milenio de vida.- Dijo seriamente refiriéndose a esos últimos comentarios por parte de la inquisidora. Rió un poco -Yo no tengo porque hablar con los inquisidores. Son ellos los que me buscan, son ellos los que buscaran unas palabras que jamás oirán, más si me ayudas a que no me encuentren. De esa forma, no tendrás porque buscarme, pero sí sabrán que no estoy muerto... Si sigo en mi posición entre la realeza.- Dijo torturándola con unas palabras escupidas, y cuando eran escupidas, es porque son palabras que siente y que dice como las piensa. Ian no era una persona que se escondiera de nada, y si tenía que tratar de manera cordial lo hacía, si tenía que ser un asesino, lo sería sin dudarlo si su mente y corazón, le llevaban a aquella situación. Pero todo aquellos estaría detrás de lo demás. -Dime- La miró fijamente -¿Cómo te convirtieron?- Dijo curioso, como él era. Tan solo la noche continuaría deparando las palabras y explicaciones del uno y del otro, la noche aun no había terminado y el vampiro no tenía prisa en irse, se sentía tranquilo y agusto después de una intensa batalla en medio del bosque, en donde algún árbol, se encontraría hallado en el suelo por la guerra.
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Mensaje por Dania Kozlova Jue Nov 07, 2013 6:27 pm

Y en mi salvación encontré mi condena
AC. 18

Ahora el aire mecía el oscuro cabello de la inquisidora, ahora más una simple vampiresa que un soldado mas de la santa inquisición. La que en ningún momento dejó de observar a aquel vampiro de la realeza, que iba a pasar a ser su compañero, aliado y protector. Idea que aún realmente no se lo acababa de creer, hacerse compañera de un vampiro buscado y desconocido para ella, no entraba sin duda alguna en los planes de aquella noche, la que se había presentado como un aburrido rastreo. El cual había resultado de todo, menos eso.

- Tienes razón, solo somos perros de presa. Solo que en nuestro caso, perros de presa inmortales – Añadió con una sonrisa de lado observando bien al vampiro que tenia enfrente. A juzgar por lo que podía ver, era imposible saber la edad exacta que los diferenciaba entre ambos. Él era mas grande… ¿Pero de cuanto? – Mucha diferencia de edad? – Le miró ella también a los ojos, fijamente durante los mismos segundos que él le miró, terminando por andar junto a él, tomando una calle alumbrada por las farolas. – Espero que no te incomode, pero ya que al fin y al cabo seremos más que simples aliados, me preguntaba por cuanto más eres más grande que yo. Yo tengo 660 años…. – Dio a conocer con una sonrisa, caminando a su lado en completa armonía.

- Yo nunca he sentido que me faltaran las fuerzas. También puede ser por que acostumbro a alimentarme poco, me he acostumbrado desde mis inicios, ya que el simple hecho de beber de mortales… En definitiva, no podía soportarlo. Así que al beber poco, las veces que me he sentido débil, siempre he pensado que era por eso y de ahí que empezara a beber sangre de mis victimas. – Frunció al ceño en pensar en lo de dejar que la mordieran. Sinceramente recordar los colmillos de alguien bebiendo de ella le llevaba recuerdos de su humanidad, los cuales odiaba. – Por mi pasado nunca he dejado a nadie que beba de mí… hasta hoy que me mordiste. .-

Encogiéndose de hombros y todo el rato rastreando la zona para no encontrar con situaciones inesperadas, escuchaba todo el rato al vampiro, con interés. Eran parecidos,  lo único que los diferenciaba eran los caminos que habían tomado. Ella desesperada en su desazón humano al encontrarse siendo un monstruo como quien había sido su esposo, huyó y se refugió en los brazos de la Iglesia, lo único que daba sentido a su antigua vida, no obstante al paso de los años, todo había cambiado, solo que ahora no podía echarse para atrás. Y él por lo poco que conocía ahora, había escogido otro camino, quizás el mas acertado.

- Entonces, tenemos un trato – Declaró ella girándose a mirarle y viéndole fijamente unos segundos, hasta obtener el asentimiento a su declaración. – Daré pistas falsas sobre tu paradero, puedes estar seguro de ello. Solo que si no dejas la realeza, siempre pueden volver a buscarte al no encontrarte, y de seguro te encontraran. Y yo volveré a dar pistas falsas… y así siempre es la inquisición, un círculo vicioso. Pero no puedo asegurarte que siempre me harán caso, total yo soy una soldado, no espía – Terminó de hablar para suspirar al oír la pregunta del joven vampiro o no tan joven. –  Nací en el seno de una familia de clase alta. Éramos muy católicos, y a los dieciséis años, me hicieron prometerme con un joven de unos diez años más que yo, con quien finalmente nos unimos en santo matrimonio. Yo por aquel entonces sentía miedo pero también cierta curiosidad, por lo que cuando quien era mi esposo no se dignó ni a tocarme en la noche de bodas ni después de esta, empecé a alertarme. Confundida empecé a pensar que era algo por mí, así que durante un tiempo me recluí, hasta que entendí que yo no tenía nada malo, así que le enfrenté. A partir de ahí empezó a hablarme todo y que se mantenía distante y muy frío conmigo, a parte de que tenia una enfermedad en los ojos, lo que le impedía ver la luz solar y solo salía de su alcoba en las noches…. - Dio una pausa y le miró – Ya podrás imaginar el por qué de aquella enfermedad. – Sonrío ligeramente y siguió con su relato – Así seguimos un tiempo, hasta que una noche decidí entrar en su alcoba y seducirlo. En aquella época el no tener descendencia para tu esposo, era visto como una inútil, una mujer que no servia para sus propósitos. Y aún ahora creen eso. Así que entré y me lo encontré bebiendo de dos jóvenes, ya muertas. Ya podrás imaginarte. Andaba descontrolado, así que aquella fue mi primera vez, y mi muerte a la vez. Luego los remordimientos le hicieron transformarme, y yo en mi miedo de neófita huí de él antes de que me diera a conocer los secretos de esta no vida. Encontrándome yendo a buscar consuelo en una iglesia donde terminé en manos de la inquisición. Y esta es mi historia de cómo terminé siendo lo que soy. – Habían terminado en una calle desierta, en la que se recostó contra la farola, mientras terminaba de relatar y miraba a los ojos a Ian. Al concluir su historia sonrío con cierta tristeza. – Espero no haberle defraudado con mi historia. Aún la recuerdo como si hubiera sido ayer el día en que me volví de esta naturaleza. Y ahora dime… como os convirtieron? ¿Ya erais de la realeza antes?
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Mensaje por Ian Lancaster Miér Nov 13, 2013 10:10 pm

El cielo continuaba teñido de negro, y el manto de las estrellas iluminaba la calle, las farolas de aquella calle no estaban encendidas como las demás, no había razón aparente.

La miró con una sonrisa algo incrédula y negó con la cabeza -La primera vez te enviarán a tí, cuando vean que han fracasado, porque a pesar de las pistas, querrán encontrarme, ya no te enviarán a tí. Pero para eso estarás tú... Emboscada y aniquilación por consiguiente.- En Ian comenzó a mostrarse una sonrisa algo más maquiavélica, él también tenía su vena asesina, pero con quien le buscaba la muerte. -No dejaré que nadie se acerque a mis dominios, y si lo hacen, será su fin. Eso quiere decir, que continuaré en mi lugar en la realeza. Debo estar en lo más alto para cumplir mis objetivos.- Alzó una ceja y realizó una mueca desagradable.

Continuaron caminando y la situación se había tensado. El vampiro quiso evitar eso. -Yo tengo casi 900 años si no recuerdo mal. A si que sí, soy algo mayor que tú, y aunque parezca bastante diferencia, no es tanta. La madurez por el control del hambre la has conseguido, más rodeada de gente que te controla a cada segundo.- Dijo en un sentido algo burlón por referirse a la inquisición como algo cancerígeno.

-Mi historia es algo diferente...- Suspiró hundiéndose en sus recuerdo, consigo, el dolor de pensar en todo lo que tuvo que pasar y sufrir para verse ahora en la situación en la que estaba, en un gran paraje, en la capital de París, pero siendo perseguido por lo que era algo que se había convertido en rutina en los últimos cinco años de su vida. -Nací en Finlandia.- Comenzó diciendo orgulloso. -Y bueno, mi mente me recuerda a mí, con mi familia, cerca de la chimenea, por lo que sabía que éramos de gran familia, nobles por decirlo de algún modo, tenían contacto con la realeza nórdica. Una noche salimos a pasear como cada Domingo hacíamos durante el último año, tenía casi cuatro años cuando aparecieron cuatro tipos encapuchados que atentaron sobre la vida de mis padres, a mí, por lo contrario, me raptaron, haciendo que fuera su sirviente durante los próximos años, ahí comprendí a mis padres... Se los comieron.- Dijo en desacuerdo con sus palabras, pero sonrió nostálgico -Con unos veinti-tres años, con apenas alimentación, durmiendo en un cuarto oscuro, sin muebles... Enfermé de manera terminal, quizás hubiera sido mejor así, si no fuera porque en ese momento la mujer de los cuatro individuos me transformó para que continuara sirviéndoles. Lo que ellos no recordaban es que el poder de un neófito en sus primeros meses es superior en todo momento, la cólera es increíble, en aquel momento, atenté contra la vida de los tres tipos, dejando a la mujer con vida. Me había saciado lo suficiente. Desde entonces viví con aquella mujer unos trescientos años, hasta que la maté al igual que a los otros tres. Venganza, tan solo debía aprender a como vivir siendo lo que soy, ella me lo enseñó todo, y el alumno, supera al maestro algún día.- Sonrió malicioso, mostrando descaro en sus palabras -No es como toda persona quiere convertirse.- Se alzó de hombros.

Se acercaban a la mansión Lancaster y no sabía que iba a hacer ella. Pero aun quedaba un trecho. -Con seincientos años me mudé a Escocia donde trabajé al mando del rey por aquel entonces, ganándome su confianza, hasta llegar a ser Conde, que fue el antiguo título que portaba. Abdiqué porque al pueblo le parecía extraño que no envejeciera, y tuve que dejarlo, ahora, he vuelto a uno de los cargos de Escocia, aunque no tenga tanto peso como el de Conde, no obstante, Barón Lancaster queda bastante bien.- Dijo comenzando a reír. Estaba bastante tranquilo y se mostraba confiado al lado de la mujer con la que hacía unas horas quería cazarlo. -Sobre lo de que nadie había mordido de tí, tan solo era cuestión de tiempo, además, le cogerás el gusto incluso, llegará un momento en el que ni siquiera importe, ni moleste tan solo.- Sonrió ampliamente. -Tutéame, por favor, no me hables de usted. Por cierto. -Dijo ahora algo más serio, con una pequeña mueca en sus labios. -Tu historia es... triste.- Agachó la cabeza mirando ésta vez al suelo -Creciste rápido, sin oportunidad a nada. A cargo de la inquisición desde neófita. Esclavizada.- Dijo casi horrorizado -Aquel hombre...- Sacudió la cabeza -Aquel hombre estaría enfermo, porque si me sucediera a mí, no me importaría tocar a una humana en mi condición de vampiro, aunque en mis rasgos característicos se me notara, intentaría explicárselo y que entendiera, supongo. Si no atiende a razones, entonces sí... Ya la mato. No me gustaría que lo fuera predicando por todos lados.- Dijo riendo, terminando con su historia y vida, dejando de argumentar todo lo que creía que ya estaba en el aire, esperando no obstante, la reacción de la Condenada que ahora era... una Condenada a la muerte. Su aventura no iba a ser nada fácil, y es que vivir cerca de Ian, sólo trae problemas, problemas tentadores.
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Mensaje por Dania Kozlova Miér Dic 18, 2013 1:56 pm

En la mente de la inquisidora pasaron todas las posibilidades que haría la inquisición en caso de que ella no legara a buen puerto y les diera información útil sobre Ian, como así su actual paradero. —Tienes razón. —Admitió sonriendo de lado —Todo y que siempre podemos alargar el momento final, dejando migajas por el camino, confundiéndolos, jugando con ellos. Pero como dices al final vendrán y te encontraran.— Observó atentamente la sonrisa ajena, que mostraba el lado oculto maquiavélico del vampiro y sonrío. Aquel vampiro para nada parecía inofensivo en esos instantes. Siguió escuchándole hasta que unas palabras hicieron que frunciera el ceño. — ¿Objetivos? Estamos en tiempos muy oscuros… No sé bien tus objetivos, pero como más alto más larga es la caída. Ten cuidado. —Avisó mirándole fijamente en un ademan serio. Seriedad que fue substituida por una sonrisa cuando le dio a conocer su edad.

Si. Sin lugar a dudas la madurez así como con los humanos, se mide de diferente forma en inmortales. Y también supongo que es cierto que mi autocontrol se debe a eso. Los primeros años fueron realmente duros, pero para algo sirvieron a fin de cuentas. —Concluyó con una sonrisa de lado con la cabeza en los recuerdos de aquellos primeros años en que se había encontrado más de una vez encarcelada para que no fuera un peligro, soltándola en cuando se calmaba o conseguían sangre para ella. En esos días se había sentido miserable y de no ser por el recuerdo y el odio que tenia de su esposo, quien la había convertido, habría rogado de que terminaran con ella de forma rápida.

Siendo testigo de cómo por unos instantes el rostro del vampiro reveló el dolor que le hacía volver a sus recuerdos, Dania entendiéndole, suspiró también con tristeza y en un completo silencio le escuchó atentamente mientras él iba relatando su historia.

La noche acompañaba a ambos vampiros, en un creciente silencio mientras Ian recordaba y Dania intentaba ponerse en la piel ajena, cayendo que lo que fue trágico en su vida de mortal ya pasada, no era nada comparado con el dolor que había sufrido aquel joven desde que de pequeña fue alejado de su familia. — Así nadie quisiera convertirse. No todos supongo que nos buscamos esta vida. Normalmente son otros quienes hacen y deshacen las vidas ajenas a su antojo. Por eso no me alimento en la medida de lo posible de humanos, siempre de victimas. No quiero condenar a nadie, ni sentenciar la muerte de un alma que quizás pueda lograr grandes cosas. — Sonrío tristemente viendo como lentamente volvían sobre sus pasos, acercándose a la mansión Lancaster. La inquisidora le miró y negó con la cabeza, riendo suavemente. — Yo ya tuve mi momento de gloria cuando me prometí a aquel noble. El castillo siempre era cálido y nunca me faltó nada más que aquel que era mi esposo. Y aunque tengo buenos recuerdos, no volvería a vivir en aquel mundo de poder y riquezas. —Concluyó con la vista enfrente fijada en la puerta de la gran mansión que se presentaba entre ellos dos. El adiós estaba cerca y ella debía volver a su hogar para no levantar sospechas. Mañana en la noche iría a dejar el informe, daría pistas falsas e intentaría ser creíble para así confundir a sus semejantes.

Imperceptiblemente su mano viajó hacia su cuello en donde su esposo la había mordido para convertirla. No quedaba rastro para dentro de su fina piel siempre sentiría el recuerdo de aquel día, en que lentamente le fue quitando la vida. — Supongo que podré acostumbrarme. El único que alguna vez ha tocado mi piel fue él.— Ya no hacia falta palabras o nombres, Ian ya debía de saber a quién se refería. — Y obviamente tus dientes, si contamos lo de antes. — Sonrío mostrando ligeramente sus colmillos. Ahora se encontraba relajada y aunque el tema de su pasado nada le gustaba de recordar, de tanto en tanto refrescar la memoria sentaba bien. — Siempre he pensado que todo se dio por su descontrol. Cuando lo encontré recuerdo que se encontraba junto a dos jóvenes, ambas ya muertas y como se me acercó con salvajismo, como si no me reconociera. Pero aún en ese estado del frenesí de la sed, ahora que ya la he pasado y sé que es lo que se siente, no le podría perdonar el haberme arrebatado mi vida de aquella forma. —Asintió a las palabras del vampiro — Me lo podría haber contado, explicado. Era demasiado inocente y muy creyente, pero lo habría asimilado y hasta entendido. Yo le amaba. Él era toda mi vida y ahora ya no es nada. —Gruñó y suspirando se calmó. La venganza debía de esperar, por lo menos una noche más.

Hemos llegado. —Dijo viendo la mansión. —Y el amanecer esta cerca, debería volver a mi hogar y allí hacer el informe. —Miró al vampiro y sonrío. —No me puedo creer que vaya a decir lo que diré, pero cuídate. En un cierto tiempo volveré a buscarte y si necesitas de mí, me encuentro en la primera mansión frente al lago de Whindermpton, a sus orillas. Las puertas de mi casa estarán abiertas para ti. — Dijo esperando por sus palabras, calculando en silencio cuanto tiempo le faltaba para llegar a la protección de las paredes de su casa y de la inminente salida del sol sobre el firmamento.

El tiempo había pasado muy rápido, demasiado rápido a su parecer. Y el tiempo en muchas ocasiones no perdonaba. Esperaba que esta vez le perdonara, dándole el tiempo suficiente para llegar, como siempre sucedía.
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Mensaje por Ian Lancaster Jue Ene 02, 2014 6:54 pm

La noche finalmente terminaría en breve, ya habían pasado varias horas desde que ambos vampiros se habían encontrado y entablado tantas emociones juntas en tan poco tiempo.

Ambos caminaban aun por las calles y el vampiro, después de haber terminado con su recital, también le tocaba escuchar. Sin embargo, quedó perplejo unos instantes. Comenzó a recordar una imagen en la que el fuego predominaba, un cuerpo incandescente correteaba por el salón de una casa pidiendo clemencia, una clemencia que jamás llegaría. Se trataba de uno de aquellos tres vampiros que arremetieron contra el pequeño Lancaster. Sacudió su cabeza y volvió a la conversación donde ahora era ella la que mantenía una charla afable y dominante.

Inquisidores... Todo llegaría a tiempo, ahora eso había quedado atrás, igual que los objetivos de cada uno, poco a poco comenzaban a conocerse y las conversaciones se harían cada vez más complejas, más personales incluso. -Yo también me limito a una alimentación basada en personas ilegales y corruptas, además de toda criatura que ose destruir la armonía de este mundo.- Suspiró comenzando a pensar en varias cosas. -Quizás me enfoque demasiado en los demás. ¿No es tan bueno eso no? Me refiero, no es malo pensar en los demás, pero quizás deba ser algo más egoísta, aunque siga liquidando a quien se lo merezca. Total, tengo una vida aparte de la que tienen los humanos.- Hizo una pequeña mueca.

Ian tenía un lío monumental en la cabeza, porque no sabía si se estaba explicando bien. Su enfoque en que los humanos puedan vivir en paz era tan grande que quizás pudiera llevarle a morir por unas personas que no darían nada por un vampiro, menos sabiendo lo que era. Sentía miedo en verdad por querer hacer algo tan complicado, y quizás fuera la razón de aquellas persecuciones. Debía ser mas egoísta con sus deseos y pensar que... No puede tener una vida humana por más que la defendiera.

Suspiró y miró al cielo, el cual comenzaba a tomar parte el color azul oscuro, dejando atrás el completo negro que yacía sobre aquel techo encapotado. Miró a la condenada con una ceja levantada durante unos segundos. -No habría explicaciones a aquella escena, antes de casarse contigo, debió contarte la situación.- Dijo realmente pensando aquello, pero los matrimonios concertados eran tan... esclavos. -La paradoja de ésta efímera existencia es que no puedes fiarte ni de quien te promete amor eterno. La única realidad es una familia.- Rió un poco, bajito y suave. -Son las únicas personas que a pesar de todo, nunca te dejarán de lado. En el caso de que seais una familia. No creo que tenga en cuenta si la persona es algo problemática en el caso de ladrones o asesinos a sueldo.- Se alzó de hombros. Comenzó a pensar que se estaba saliendo de contexto, que comenzaba a decir alguna que otra idiotez, y es que a veces, no salían las palabras tan fácilmente.

Ya ambos habían llegado a la mansión del vampiro, y Dania comentaba sobre abrirse camino y marcharse, negando las vistas al gran castillo. -Aun siempre puedes vivir en uno de estos.- Guiñó un ojo por un momento, asintiendo a su propuesta de su mansión, al lado del lago. -Algún día tendrás noticias mías entonces.- Se acercó a ella y tomó su mano, acercando sus labios a ella, besando el dorso suavemente con su fría y pálida piel, al igual que ella. -La próxima vez, serás tú quien me muerda y entonces, serás la décima persona que lo consigue.- Rió dejando su mano lentamente. Avanzó sus pasos dejando su rostro a centímetros del suyo y se acercó a su oído -Cuídate tú también. Se profesional, y lo más importante, usa la cabeza.- Advirtió sobre lo que serían los siguientes movimientos de la inquisidora. Mordió el lóbulo ajeno una décima de segundo y se encaminó hacia su casa, la cual se abrió en cuanto llegó al umbral de la puerta. -Suerte.- Dijo sin siquiera volver a mirarla. Ambos sabían, que volverían a encontrarse pronto, aunque solo fuera por reclamar algo de... alimento.



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