Tormenta [Oritía]

por **Logan Tisdale** Lun Feb 22, 2016 6:27 pm

Aquel día cuando sentí los rayos del sol colarse por la ventana y dar en mí rostro, haciendo que frunciera el ceño por la luz, girándome para que no me diera mientras me despertaba… intuí que algo iba a pasar. Rara vez tenía aquellos presentimientos y, muchos de ellos, había decidido por mí propio bien llevarme cuidado. Normalmente cuando sentía algo de eso era porque nada bueno iba a suceder… la primera vez; la muerte de mí padre. O más bien; cuando envenenaron a mí padre. Algo de lo que jamás olvidaré, ya que aquel fue el primer día que pude comprobar aquellas raras ‘intuiciones’ que sentía.

Desde entonces había aprendido a manejarlas y, aunque no sabía exactamente lo que podría pasar, me prevenía cada vez que la sentía. La última había sido una noche cuando había ido a los bajos fondos de la ciudad a por un artefacto antiguo, tenía un trato con uno de los hombres y, cuando iba a marcharme, fue cuando el hombre intentó atacarme. Por suerte para mí pude esquivar la navaja que dirigía hacia mí cuerpo, salvándome de aquello y haciendo que el hombre pagara cruelmente por aquello. Así que cuando sentí aquella sensación subiendo por mí cuerpo, dejándome mal el cuerpo por unos segundos… no dudé de que algo pasaría aquel día.

Fritz debió de notar que algo pasaba porque me miró de forma extraña cuando salí de la habitación y me lo encontré en el comedor, dejando una bandeja sobre la mesa con fruta y leche para el desayuno. Me conocía desde antes de que naciera y aunque no me gustaba mucho que me conociera tanto, sabía que no podía esconderle nada.

-¿Otra intuición, señor? –me senté de mala gana en la silla y lo contemplé durante unos segundos, de forma fija y con el ceño levemente fruncido dándole a entender que no estaba conforme con aquello. Lejos de amedrentarse, me sostuvo la mirada hasta que chasqueé la lengua y cogí una pieza de fruta.
-Nada más levantarme, y no traen nada bueno consigo –él asintió con la cabeza y se dio la vuelta para retirarse y dejarme a solas haciendo que lo contemplara hasta perderlo de vista. Odiaba que hiciera ese tipo de cosas, pero más me odiaba a mí por permitírselo.

Decidí terminar de desayunar y decirle antes de volver a la habitación que preparase el carruaje para ir a la ciudad, tenía el cuerpo inquieto y sabía de muy buena mano dónde podría ir a aliviarlo. Me vestí completamente de negro, tomé varias armas que escondí bajo el ropaje y salí fuera donde ya me esperaba el carro que, en apenas veinte minutos, me dejó en el centro de la ciudad.

Mis pasos iban solos hacia el lugar que quería ir, sabía de sobra los pasos que debía de dar y dónde girar sin apenas mirar el nombre la calle. Había perfeccionado con el paso de los años la memoria eidética que tenía, algo muy útil para hechizos por ejemplo. Sabía dónde me encontraba con cada paso que daba, por alguna razón se quedaban guardados en mí memoria, cuando quisiera disponer de ellos.

La sensación de inquietud ahí seguía y yo seguía pendiente de todo, sabía que en algún momento algo pasaría o, en su defecto, me encontraría con alguien a quien no deseaba ver, por mucho que fuese la última persona que quedase en el mundo. Todas las personas que podían ocupar ese puesto, para mí suerte, estaban muy lejos de París. Por lo que dudaba que realmente fuera alguien conocido…
Pero, a medida que me iba integrando con el gentío hubo un aura que, particularmente, me llamó la atención. Era un aura que conocía, e intuía saber a quién pertenecía. Un aura que hizo que sintiera un leve escalofrío. Chasqueé la lengua maldiciendo mi suerte mientras poco a poco comenzaba a vislumbrar la figura dueña de aquel aura.
Estaba algo ocupada seguramente con los chicos que trabajaban para ella, así que aunque yo ya la había visto sin hacerme ningún tipo de gracia, preferí que se diera de bruces contra mí… porque yo ya sabía que ella era mi intuición, y que aquel encuentro solo podría acabar de una forma; porque con Oritía todo acaba igual… con tormenta.

Así que me crucé de brazos observándola con una sonrisa ladeada, sabiendo que aquello comenzaría en cualquier momento. Porque a pesar del pasado que nos unía, también nos unía un odio mutuo que comenzó a crecer hace años… y uno que sabía que ninguno habíamos abandonado. Era hora de que la tormenta comenzara.

-No puedo decir que es un placer verte, Ori. No sé porqué motivo has ido a toparte en mí camino, pero es algo que detesto enormemente. –Enarqué una ceja contemplándola, seguía igual que siempre. Miré a los hombres que iban con ella y me reí entre dientes de ellos, pobres desgraciados.

por **Oritía Grøelschkøj** Mar Feb 23, 2016 12:33 pm

Hasta el momento, el día había parecido tal cual como otro cualquiera, dentro de una rutina estable en la que era y sería siempre la reina y soberana absoluta. Apartando un mechón de mi largo cabello, observé todo aquello que se encontraba a mi alrededor, parte de la población parisina se encontraba abarrotando las calles, ocupados en sus anodinas vidas, como simples hormigas trabajando y moviéndose al son de una hormiga reina, gentes que, por otro lado no despertaban en mi el mas mínimo interés. Las únicas “hormigas” que podían llamar ligeramente mi atención eran aquellas que bailaban o iban a bailar a mi son, como lo eran aquellos que, en este momento, me acompañaban, con una actitud pasiva y sumisa, tal y cómo me gustaba. Mientras me disponía a dar órdenes, e instrucciones a aquellos que se encontraban cargando con aquello que había adquirido durante mi paseo matutino algo me dijo, que en breve, la rutina iba a cambiar, que algo que no estaba en mis planes interferiría en ellos volviendo todo un poco mas interesante. Intuición que se vio rotundamente confirmada en cuando oí una voz mas que conocida tras de mi.

Esbozando una dulce y engañosa sonrisa, me dispuse a darme la vuelta e encararle después de dar las últimas instrucciones a mis encargados para que se llevaran las cosas hacia la mansión. Una vez eso hecho, me giré, sin dejar de lado en ningún momento la dulce y encantadora sonrisa en mis labios. —Parece que no ha sido usted capaz de olvidarme mi queridissimo y adorado conde Tisalde —dije con un tono dulce, quizás hasta empalagoso a pesar de que las palabras pudieran contener algún que otro filo punzante— me ofende que crea que me aborrece. —Pestañeé fingiendo una inocencia que, en realidad, no sentía lo mas mínimo— si realmente me aborreciera tal y como afirma, hubiera pasado por mi lado, sin decirme nada y siguiendo con sus quehaceres en vez de interferir en los míos. —Mi sonrisa dulce y encantadora volvió a hacer acto de presencia y volví a pestañear lánguidamente— si quiere que sea sincera, mi querido conde, es que en el fondo de mi corazón albergaba la posible esperanza de que llegara el día en que pudiéramos ser buenos amigos —dije aparentando un pesar y llevando una mano hacia mi corazón en un posado lastimero, algo que en realidad no sentía, si no todo lo contrario.

—Pero usted viene a abordarme de esa manera cuándo yo no le he hecho nada, ni creo que haya hecho nada recientemente cómo para ofenderle —pestañeé fingiendo una tristeza que, de nuevo, no sentía. Dejando escapar un lánguido suspiro, negué con la cabeza y luego volví a esbozar una sonrisa dulce— Pero dígame, querido, ¿qué es aquello que le ha vuelto a traer hacia mi? —pestañeé de forma coqueta— ¿no será que, en realidad, me ha extrañado tanto cómo yo le he extrañado a usted? —sabía de sobras que, por mi parte no había sentido la mas mínima añoranza por su persona, para mi, estaba mas bien en el pasado y mas que enterrado, que mi único interés que él podía suscitar en mi era el hecho de encontrar un entretenimiento pasajero que convirtiera algo rutinario en algo que pudiera divertirme y entretenerme durante el tiempo que deseara que así fuera. Pero tenía la sensación de que por su parte esa visión no era compartida, podía notar la tensión y la amargura ante mi presencia sin tener en cuenta sus palabras, puesto que, si tenía a estas en cuenta éste había empezado y se había dirigido directamente al ataque, sin ningún precalentamiento.

Volví a pestañear con una fingida inocencia y me acerqué, con lentitud hacia dónde se encontraba, deshaciéndome de una parte de la distancia física que había entre nosotros. —Me duele pensar que en realidad no me ha extrañado, aunque sea solo un poquito —musité en un tono meloso— puesto que hasta dónde yo recuerde, nunca le clavé ningún puñal en el corazón ni se lo dejé hecho añicos —pestañeé de nuevo— así que no soy capaz de entender a qué viene realmente tanta hostilidad hacia mi persona, si fuera tan amable de echar luz sobre eso, le estaría eternamente agradecida —dije de nuevo, llevando una mano hasta situarla encima de mi corazón, sin dejar ni un solo momento de actuar cómo si realmente me importara y me afectara lo que él pudiera decir y/o pensar sobre mi.

por **Logan Tisdale** Sáb Feb 27, 2016 1:24 pm

Seguí de brazos cruzados mientras observaba como daba instrucciones a sus empleados y enarqué una ceja observándolos… pobres desgraciados, sabía cómo era Oritía en todos los aspectos y estaba seguro de que algo le temían… el carácter que poseía era muy fuerte, y chocaba sobre todo por ser mujer. Pero no había que comérsela de vista, podía dar y aparentar que era una dulce y buena mujer… pero para nada. Podía sentir su aura de prepotencia, como si siempre tuviera que sobresalir por encima de los demás. Y era algo que le gustaba, aunque intentara negárselo un millón de veces.

Nada más girarse la contemplé durante unos segundos, en todo aquel y bendito tiempo en que no la había visto… no había cambiado para nada. Al contrario. Estaba seguro de que eso ego, su altanería, y prepotencia sólo habían crecido con el paso del tiempo. Sabía perfectamente que estaba fingiendo en todo momento, su sonrisa aunque pareciera real no era más que otro de sus trucos, para hacerte caer en las redes. Fruncí el ceño ante sus primeras palabras… ya había abierto la boca y ya me estaba comenzando a sacar de quicio. Odiaba que diera la apariencia de algo que, realmente, ni sentía ni era. Era una de las cosas que más odiaba.

-Sabes de sobra que, para mi desgracia, aunque quisiera olvidarla no podría hacerlo. Tengo memoria eidética, por mucho que me joda tendré que guardarte en un rincón oscuro de mi memoria –hice una mueca ante eso. Jodida memoria, si supiera realmente como olvidar algo… lo haría. Pero recordaba todo aquello que había vivido, visto, oído, sentido, probado… todo se graba en mí memoria, sin opción a borrado. –Oh, me ofende que te has la ofendida… Ori. –Me mordí el labio sin descruzar los brazos todavía y me reproché, internamente, el haberme acercado a ella. Podría haber pasado de largo como había dicho… sin embargo, no lo había echo. Aunque igualmente si hubiera pasado de largo y ella me habría visto, no dudaba en que me lo habría echado en cara también. Me encogí de hombros como si aquello me diera totalmente igual- Piensa lo que quieras. Si no te hubiera dicho nada, y tu me hubieras visto… me lo habrías echado en cara así que, ¿qué más da? –Hice una leve pausa- O acaso, ¿es que a ti te importa? –pregunté ladeando mi sonrisa, afianzando el peso en uno de mis pies cambiando de postura.

Sus siguientes palabras hicieron que me riera entre dientes por aquello. ¿Amigos? ¿Nosotros? No, no lo creía en lo absoluto. Dudaba muchísimo que alguna vez fuéramos amigos. Había estado muy bien estando lejos de sus garras… como para que querer que las vuelva a hundir en mí carne. Oritía y yo jamás podríamos ser amigos, para que eso sucediera, deberían de pasar muchas cosas… y cambiar muchas veces. Pero lo daba por imposible. Además, no quería tener una amistad con ella. Tenerla cerca era peligroso para cualquier hombre que se preciase, y que al menos supiera como era. Podía embaucarte su cuerpo, sus coqueteos y sus ademanes hacía ti… pero una vez la conocías sabías que todo era pura fachada.

-Sabes, tan bien como yo, que jamás llegaremos a ser amigos. Te conozco demasiado bien y no, gracias, no quiere ser para nada tú amigo –la vi llevarse una mano al corazón tras sus palabras, como si realmente estuviera dolidas por ello. Era algo que me enervaba… que aparentara una cosa que no era cierta. –Sí Oritía, lleva tú mano al corazón las veces que quieras. Parece que se te olvida que sé como eres realmente… tus trucos no funcionan conmigo. Funcionaron una vez, pero aprendido del error aprendida la lección. –Apreté los puños con fuerza cuando dijo si la había extrañado como ella había echo. Sí claro, ¿yo extrañando a Oritía? Cuando el infierno se congelara… quizás.

Sabría de sobra que no me había echado de menos para nada, al igual que yo tampoco lo había echo. Fuimos amantes cuando yo todavía residía en Escocia, hace casi una década. Y, en todo ese tiempo en el que había estado sin ella, jamás había vuelto a pensar en ella. Y sabía que ella tampoco, así que su fingido dolor no iba a colar. En cuanto comenzó a acercarse una alarma saltó en mi cabeza proclamando “Peligro” y me puse atento a cualquier cosa que pudiera hacerme. No me fiaba de ella para nada.
Presté atención a sus palabras escuchando su tono meloso como si intentara convencerme de que era totalmente verdad, como si lo hubiera sentido ella realmente. ¿Intentaba camelarme? Eso sí que era gracioso.

-¿Sabes, Oritía? Pensé que al menos tendrías un poco de decencia y actuarías sin… pretender algo que no eres. Te conozco de sobra y sé que todo esto es un juego para ti y que, en verdad, estás soltando una mentira tras otra de tú boca. ¿Quieres jugar a eso? –di un paso hacia ella, dándole a entender que no me importaba nada en absoluto- Está bien, entonces te diré que sí… que te he echado mucho menos y que no he podido dejar de pensar en ti. ¿Era eso lo que querías escuchar… o quieres que te ensanche aún más ese ego retorcido que tienes? –Ya empezaba de nuevo a sentir ese calor empezar a bullir dentro de mí cuerpo. Tenía una facilidad para enervarme que odiaba demasiado. –En cuanto a lo último, no. Jamás me clavaste un puñal ni nada de lo que has dicho… pero a ti eso no te hace falta, ¿verdad Ori? Tan sólo tienes que mostrarte como eres realmente para que alguien se quede tocado por ello. Y por favor, no intentes negármelo. Con el tiempo aprendí a distinguir entre sus verdades y tus mentiras… por lo que eres un libro abierto para mí. Lo que yo me pregunto es, ¿alguna vez has hablado en serio en tú vida… o siempre vas con esa máscara por delante? –hice una pequeña pausa- Si actúas con esa máscara será porque intentas o esconder algo, o protegerte de algo… ¿qué es Ori, quizás fui yo el que te hizo daño a ti y… quieres ocultármelo? –me reí entre dientes por aquello.

por **Oritía Grøelschkøj** Lun Mar 07, 2016 7:40 pm

Mi sonrisa no se desvaneció, si no que se acrecentó ligeramente ante sus palabras: tal y cómo había presupuesto el tiempo que permaneciera con él iba a resultar entretenido. Y sobretodo sabiendo lo mucho que realmente le molestaba la actitud que había tomado. —Entonces quizás deberías poner algunas luces, ya sabes, detesto la oscuridad —le dediqué otra pequeña, siendo ésta un pelín mas sincera que las anteriores—. No tienes porqué ofenderte, no te sienta bien hacerlo —mi sonrisa se amplió levemente— y sería una verdadera pena que te salieran arrugas prematuras, eso destrozaría tu carrera de donjuán —reí levemente antes de negar con la cabeza—. Aunque te parezca inconcebible, yo no hubiera tenido las irreprimibles ganas de hablarte, no te negaré que me encontraba aburrida y sin nada interesante que hacer. Pero, siendo sincera, dudo que te hubiera abordado de “esa” manera. —Era consciente plenamente de que mis palabras estaban siendo sinceras, puesto que no lo hubiese abordado de mala manera igual que él había hecho. No, de eso nada, teniendo en cuenta cómo era, hubiera optado por actuar cómo lo estaba haciendo, puesto que era mas que consciente lo mucho que ESO lo sacaba de quicio.

Acercándome un poco mas, y sin borrar en ningún momento la sonrisa de mi rostro levanté lentamente la mano y le acaricié la mejilla con suma suavidad—. La gente cambia, cariño, ésta evoluciona, mejora, pero no se queda estancada en lo que era años atrás —a fin de cuentas era cierto, años atrás no tenía el poder que ahora reposaba en mis manos, no era yo la que controlaba en esos tiempos el imperio familiar—. Y aunque pienses que no es así, yo siempre hablo en serio —pestañeé de forma coqueta antes de decir nada— y si, hablo en serio cuando digo que tenía la esperanza que pudiéramos ser amigos —dije con dulzura— pero si estás dispuesto a rechazar la oferta, ya no está en mis manos —negando con la cabeza rocé levemente mis labios sobre su mejilla antes de susurrar con extrema dulzura en su oído— pero luego no te reproches ni llores por haber desaprovechado la oportunidad, se que lo recordarás, con claridad, pero, no sufras, estaré ahí para hacértelo recordar —en cuando me aparté mis labios, accidentalmente rozaron los suyos, hecho al que apenas le presté atención.

Sonreí de nuevo—. realmente dudo que seas completamente capaz de ello, cómo bien dije, no soy la misma que era hace años, la gente cambia, puedes creerlo o no, pero yo se la verdad, no necesito que tu me creas —aparté un mechón de cabello con calma, sin cambiar en ningún momento mi actitud—. yo no estoy llevando ninguna máscara ni la he llevado en ningún momento, soy plenamente consciente de cómo soy, pero ese conocimiento no cambia nada, sigo siendo yo misma. —Pestañeando de nuevo de forma coqueta, volví a acariciar su mejilla, cómo si ésto fuera un gesto mas bien ausente— no, si me “hubieras” hecho daño, probablemente lo hubieras sufrido y lamentado por un largo tiempo, no ha sido así, por lo tanto eso es suficiente respuesta a tu “suposición”. —Mi sonrisa se volvió aún mas encantadora de lo que ya era— no necesito ninguna máscara, no necesito aparentar estar bien sin estarlo, se valerme perfectamente por mi misma, no necesito a nadie que me proteja y cuide. Tal vez estés acostumbrado a damiselas que necesiten protección y un príncipe azul que las salve, pero yo no soy y nunca seré una de esas —pestañeé y le volví a sonreír con dulzura—. ¿Acaso creíste que te habías convertido en mi príncipe azul o mi amor no correspondido? —negué con la cabeza suavemente— pues lamento decírtelo, aún no se ha cruzado en mi camino el hombre que sea capaz de tomar ese papel —dije con total sinceridad, sin dejar de lado el tono dulce y encantador y me aparté de nuevo un mechón de cabello, mientras mantenía mi mirada fija en él.

por **Logan Tisdale** Miér Mar 16, 2016 10:47 am

Odiaba la facilidad que tenía para enervarme, era algo que con el paso del tiempo solo sabía incrementar a más y más. Me crispaba con cada palabra que decía, con cada gesto que hacía, con cada sentido de sentirse ofendida cuando sabía, realmente, que no lo sentía para nada.
Si, Oritía en sí misma me enervaba. ¿Por qué narices había tenido que plantarme delante de ella? Habría sido mejor seguir a lo mío, aunque si me hubiera visto seguramente se habría acercado y no de buenas maneras… seguramente se acercaría diciéndome alguna estupidez como “¿tanto te duele que no eres capaz de saludar?” o cualquier chorradas de ese tipo. Por mucho que ella intentara hacerme entrar en razón sobre lo contrario.

-No, Oritía. No voy a iluminar nada, me gusta mi rincón oscuro y en penumbras… uno donde sé que jamás llegarás a pisar ni a tocar. Es mío, y por ello yo decido si arrojo luz o… más oscuridad –hice una leve pausa- ¿Qué más te da si arruino o no mi carrera de don Juan, Ori? No es algo que a ti te incumba, al igual que me importa verdaderamente poco lo que hagas con tú vida privada. No es algo que quiera saber en absoluto, mucho menos si proviene de ti –rodé los ojos por aquel comentario- Vale, te creo en que habrías venido a saludarme de buenas maneras si yo hubiera pasado de ti. Ahora resulta que eres una buena persona y saludas con cordialidad a todo el mundo -¿Pensaba que me iba a tragar aquello? Ni de coña. Jamás la había visto en aquella actitud y no iba a sorprenderme a estas alturas.

Me quedé observándola cuando se acercó mucho más a mí, con aquella sonrisa que tanto conocía de ella, y viendo como su mano se elevaba para posarse en mi mejilla. Mi cuerpo se tensó por su contacto y sentí como apretaba los puños, aguantando las ganas de empujarla lejos de mí y de su toque. Sus palabras hicieron que me riera de verdad, divertido por todo lo que salía de su boca y que no me creía para nada.

-La gente cambia y evoluciona… pero no siempre evolucionan para mejor. En tu caso, dudo que la evolución fuera para mejor tu… -sonreí de lado- Pero, ¿quién soy yo para decirte lo contrario? Tú misma te conoces mejor que nadie y estoy seguro de que habrás notado la mejoría de ser buena persona, ¿verdad? –iba a decirle algo más cuando se inclinó haciendo que sus labios acariciaran mi mejilla mientras sus labios se quedaban cerca de mí oído, y fruncí el ceño por ello. ¿De verdad pensaba que íbamos a ser amigos? No, no era algo que hubiera contemplado jamás. Cuando se apartó para mirarme de aquella forma tan coqueta que conocía, a fondo, sentí el roce de sus labios sobre los míos… y sentí aún más la tensión recorrer mi cuerpo mientras mi interior ardía de furia y rabia. Sin duda, era la mujer que más me sacaba de quicio… y lo peor, es que lo hacía con una facilidad que le resultaba hasta pasmosa. La maldije interiormente y cuando se separó la miré con ojos fríos y duros- Tranquila, sé que no pasarás ni desaprovecharás la oportunidad de recordarme algo que pudiera fastidiarme, en realidad sabes te encanta. No lo niegues, ya te he dicho que eres como un libro abierto para mí. Y no vuelvas a tocarme de esa forma, Ori, si no quieres que mi paciencia se agote.

Sus siguientes palabras hicieron que parte la furia y la rabia que sentía se evaporaran dejando paso a una sonrisa ladina, divertido con aquello. Nunca había pretendido ser un príncipe azul para ella. Ni para ella ni para ninguna otra. Jamás lo había sido y jamás lo sería. Sería ir en contra de mis principios, mi personalidad y mi carácter. Yo no era bueno y dulce, y eso no iba a cambiar por ninguna mujer.

-Eso sí que ha sonado a chiste. ¿Pensabas que pretendía ser tu príncipe azul a lomos de un blanco corcel, portando una brillante armadura? –fue mi turno de reírme, cruzando los brazos sobre el pecho mientras la contemplaba- Las máscaras quizás las hayas dejado caer con el tiempo, pero todavía veo que llevas algunas puestas. No soy un príncipe azul ni jamás seré uno. Yo soy de esos príncipes cabrones que joden con las princesas y les dejan el corazón destrozado… ¿te dejé así el corazón, Oritía? Aunque sé que lo intentarás negar por todos los medios. Pero sé que algún día llegará ese hombre, y aunque no esté ahí para verlo, será un gran placer recordarte tus propias palabras. Cuando caigas… el golpe será grande y ni siquiera te darás cuenta de que estás cayendo. Por que aunque seas independiente, te valgas por ti misma y todo eso que has dicho… cuando llegue ese hombre, te tragarás tus palabras.

por **Oritía Grøelschkøj** Sáb Jul 16, 2016 1:42 pm

Una angelical sonrisa se formó en mis labios y negué suavemente con la cabeza; para que negarlo, había cumplido a la perfección con su cometido: entretenerme. Pestañeé levemente sin que mi benigna expresión mutara, no me afectaba lo mas mínimo la actitud que éste pudiera tener. No cuando realmente, no había nadie que me importara lo mas mínimo mas allá del interés y del beneficio que pudiera llegar a sacar de los mismos, una vez éstos llegaban al final de su vida útil, dejaban de ser relevantes. Mi sonrisa se ensanchó y un brillo burlón apareció en mis ojos —siento herir tu ego, querido, pero para mi no eres mas que un fantasma del pasado un simple eco que se perdió en la inmensidad, —negué ligeramente con la cabeza— y no, ese hombre que tu mencionas no existe ni existirá nunca. —Sin que mi mirada se desviase, mis dedos acomodaron varios mechones de mi cabello antes de que mi sonrisa se volviera igual de burlona que mi mirada mientras ésta le recorría sin ningún pudor ni reparo— solo hay una simple cosa en la que creo que puedo estar de acuerdo —dije con lentitud, casi paladeando las palabras de forma deliberada— de ninguna de las maneras tienes ni el porte ni la talla del prototipo de príncipe azul con el que soñaría cualquiera pobre ilusa —me encogí ligeramente de hombros.

Realmente, me importaba poco y nada lo mucho o poco que mis palabras y mis acciones pudieran llegar a molestarlo, si era verdaderamente sincera, el verle perder los estribos, enojarse y perder los papeles era, precisamente, aquello que esperaba que ocurriera—. Siento decirte ésto, mi querido Logan, pero dudo mucho que el hecho que me odies vaya a quitarme el sueño —mi sonrisa volvió a aparecer, ladina— para que negarlo, no me disgusta lo mas mínimo ver cómo se te hincha la vena del cuello; —frené mis palabras, haciendo una pausa teatral antes de que estas volvieran a fluir con toda la calma del mundo— si no todo lo contrario, me parece sumamente interesante el ver qué tan fácil resulta hacerte perder los estribos —negué ligeramente con la cabeza— entonces es cuando, a mi parecer, te ves realmente adorable —una leve risita de mis labios. —Los hombres sois tan, tan previsibles —negué y mi expresión cambió a una de fingida pena— no sois capaces de ver las oportunidades que pueda presentarse ante vuestros ojos, os dejáis llevar por vuestros odios y rencores... y así os va —me encogí de hombros, de forma despreocupada.

En cuando mi mirada se volvió a fijar en él, esta se volvió fría, calculadora e incisiva— como bien dices, no eres capaz de olvidarte de nada ni de nadie, pues bien, recuerda ésto —una sonrisa, para nada inocente se formó en mis labios— llegará el día en que vengas en mi búsqueda y lo mínimo que tendrás que hacer será arrastrarte y suplicar —mi sonrisa se volvió mas despiadada a pesar de que mi voz sonara suave y aterciopelada— podrás reírte todo lo que quieras ahora, decir que eso no sucederá nunca, pero no olvides una cosa... quién ríe último ríe mejor y el espectro de mi paciencia es, de largo, mucho mas ancho y largo que la tuya —pestañeé ligeramente y volví a sonreír benignamente— así que yo de ti, elegiría sabiamente y pensaría muy bien mis acciones y mis respuestas —a pesar de que, de nuevo, mi expresión se viera calmada y mi voz sonara plácida y suave, ésta no ocultaba el tono de una advertencia implícita en mis palabras mientras estas flotaban en el aire.

por **Logan Tisdale** Dom Ago 14, 2016 10:27 am

¿Se pensaba, realmente, que me afectaba en algún tipo de modo sus palabras? Para nada, no lo hacía ni lo haría nunca… eso ya había pasado. Con ella había aprendido la lección, a las malas, y jamás iba a fiarme de nuevo por aquella arpía mujer… porque sí, eso era precisamente lo que era: una arpía. Una mujer que sabía beneficiarse de todo lo que le rodeaba, y cuando no le interesaba, le daba una patada y lo sacaba de su vida. Me reí de forma sarcástica e irónica cuando dijo que yo era como un fantasma del pasado, y me crucé de brazos observándola.

-Los fantasmas siempre vuelven para atormentar, ¿nunca nadie te lo había dicho? Si puedo joderte en algún sentido lo aprovecharé sin duda alguna, y lo explotaré al máximo para ver tú cara que, sin duda, será de lo más divertida para mí –rodé los ojos ante sus siguientes palabras- No, para las brujas el príncipe azul no existe y nunca deciden quedarse con ellas… pero, ¿acaso te crees que yo quiero ser ese príncipe azul para alguien? –volví a reírme- No Ori, me gusta ser un completo capullo y un demonio, disfruto siéndolo, por lo que el príncipe azul no entra en ninguna de mis expectativas. En cambio, ¿crees que lograrás quedarte con un príncipe? Nunca me he referido a que tendrías uno, he dicho un hombre, no tiene por qué ser el más bueno de todos. De hecho… sería muy, pero que muy gracioso, el que el hombre del que te enamorases sea un completo hijo de puta como lo eres tú… que te lleve por la calle de la amargura como tú has llevado a mucha gente. Créeme, eso sería una justicia poética. Y sin embargo, te lo merecerías. No está mal probar un poco de tú propia medicina… y llegará el día en que tendrás que pasar por eso, y aunque no lo pueda ver con mis ojos, estoy seguro de que me enteraré y si oyes, en ese preciso momento, una gran e inmensa risa… seré yo –torcí el labio divertido con aquello. Ella decía que le gustaba sacarme de quicio, y era cierto, tenía una facilidad asombrosa para hacerlo. Detestaba verla y no sabía como podía estar aguantando tanto tiempo en su presencia cuando, lo único que tenía ganas de hacerle, era matarla con mis propias manos.

Y como bien había dicho ella, sin que yo lo quisiera, me acordaría de sus palabras porque la memoria eidética que tenía me hacía recordar todo me gustara o no. Para algunas cosas era sumamente beneficioso, sin embargo para este tipo de cosas, era odioso. Pero no todo podía ser beneficios… pero, volví a reírme por sus palabras. Cierto que las recordaría pero, ¿tener que pedirle algo a ella?

-Sólo habrá una forma de que yo pueda pedirte algo a ti, o que me arrastre para pedirte algo… y eso sólo pasará cuando el Infierno se congele, y para tú desgracia Ori, tengo que decirte que está más en llamas que nunca. Te diría que te esperases sentada porque de pie te vas a cansar de que eso pase. Quien ríe el último ríe mejor, pero solo si te dan la oportunidad para reírte… no te debo nada y mucho menos quiero algo contigo como para que tenga que pedirte algo. Ni de coña. No sueñes con ello porque jamás pasará… ese día nunca pasará y no voy a pedirte absolutamente nada. Que te quede claro, lo único que quiero de ti es poner la mayor distancia entre nosotros y hacer como que nunca has existido en mí vida. Por lo demás, puedes seguir atormentando a pobres desgraciados que no saben siquiera como eres. Para mí estás más que muerta.

por **Oritía Grøelschkøj** Mar Oct 18, 2016 9:30 am

Por unos momentos, mi expresión permaneció calmada, serena y sin mostrar el mas mínimo indicio de qué era lo que estaba pensando con exactitud, antes de que, sin que pudiera evitarlo, mi sonrisa se ensanchara, mostrando hasta que punto exacto me divertía la situación. ¿Realmente creía que con su monólogo iba a afectarme de alguna manera? Nah, si eso era lo que estaba esperando era mejor que, cómo él mismo había dicho esperase sentado a que ocurriese. ¿Enamorarme yo? Eso era algo imposible, no cuando sabía perfectamente que, en este mundo, no existía nadie que pudiera llegar a considerar mi “igual” y mucho menos que cayera en la estupidez de que pudiera llegar a albergar alguno de esos ridículos sentimientos hacia nadie. No, eso no era parte de mi ni lo sería nunca. —¿Quién dijo que me apena lo mas mínimo ser una bruja? —negué de nuevo mientras una breve sonrisa de burla volvía a formarse en mis labios— no querido, de la misma manera que tu dices disfrutar de ser un demonio y un completo capullo yo disfruto, incluso mas, de ser una arpía y una completa bruja.

Le miré, divertida— si fueras capaz de ser analítico, de observar todos los factores con la suficiente frialdad, con la cabeza lo suficientemente centrada, tal vez y solo tal vez, serías capaz de ver que, en el fondo, no somos tan distintos —negué de nuevo, mientras una leve risa se escapaba de entre mis labios— pero no, no eres lo suficientemente hábil para elegir con cuidado, para ver qué relaciones sociales pueden llegar a resultar útiles en algún futuro y cuáles no, para saber qué puertas cerrar y cuáles necesitas, aunque no te guste, dejar abiertas. —Una sonrisa de burla se volvió a formar en mis labios— pero queda claro de que, definitivamente, no eres capaz de ello, dejas que tus rencores y tus emociones te gobiernen en vez de ser tú quién las controla. —Por un momento, fingí tener más interés en mis uñas que en él, antes de seguir con mis palabras— si el infierno se congelara, quizás tú y tu incapacidad de ser analítico me daríais pena... pero cómo tú mismo estás tan seguro de que éso, jamás de los jamases va a ocurrir, dudo que tenga que preocuparme por tener que llegar a sentir la mas mínima pena hacia ti —dejé escapar un fingido suspiro de alivio, cómo si, verdaderamente, sintiera ése alivio que no sentía lo mas mínimo.

—Sólo voy a darte un consejo, y sólo por esta vez no voy a cobrarte por ello: deja de aferrarte al rencor y a los malos humores, te hacen mas estúpido de lo que eres. Déjalos de lado y quizás seas capaz de ver con nitidez aquello que te rodea. —Con una expresión completamente calmada, dejando que solo se reflejara de forma superficial el hecho de qué estaba hablando totalmente en serio, que no estaba bromeando al respecto, me pasé una mano por mi largo y sedoso cabello rubio mientras mi mirada, glacial y penetrante, se fijaba en él—. Despierta Logan, en éste mundo sólo hay dos opciones: llegar a ser lo suficientemente fuerte para impedir que nada te aplaste o ser lo suficientemente pusilánime cómo para dejar que el peso de todo te hunda cada vez mas —negué— y te advierto, si llegas a encontrarte en el grupo de la segunda opción, me sentiré francamente decepcionada —por un momento, mis últimas palabras, sonaron completamente francas, sin la presencia del mas mínimo doble sentido ni ninguna doble intención puesto que, realmente, no le consideraba tan blando y patético cómo para que, éste, finalmente pudiera terminar arrastrándose cómo una pobre y triste criatura desvalida que necesitase de la compasión ajena.

por **Logan Tisdale** Lun Ene 16, 2017 12:06 pm

Estaba claro que era una de las pocas mujeres que conseguían que, sin apenas esfuerzo alguno, mí humor cambiara drásticamente y que tenía esa facilidad innata para sacarme de quicio. Ahora no sabía por qué me había acercado a ella cuando la vi, debí de pasar de largo y seguir con mí camino antes que pararme para hablar con una víbora que, lo único que hacía, era escupir su veneno a quien se le acercaba. Rodé los ojos ante lo que dijo y me crucé de brazos mientras sus esclavos seguían su camino y ella los miraba, como siempre hacía, por encima del ojo creyéndose que, por su estado en la sociedad, era mejor que ellos.

-No era un insulto, tan solo constataba lo que ya eres Oritía. Sé que te gusta ser una arpía y una bruja, de hecho, es lo que mejor se te da hacer sin demasiado esfuerzo, ¿no es así? –enarqué una ceja levemente. Sabía que ninguno de los dos íbamos a ceder frente al otro, que aquello que ella me decía sobre que no éramos tan distintos no era verdad… aunque en el fondo, solamente en el fondo fuera verdad aquello. Pero éramos muy diferentes el uno del otro y no era algo que fuera a cambiar de parecer. Rodé los ojos ante las siguientes palabras que dijo, a mí no me hacía falta mantener ese tipo de relaciones sociales, a diferencia de ella, si algo lo quería podía conseguirlo de forma fácil- No necesito de relaciones sociales, si quiero tener alguna nueva, o mantenerla solamente tengo que… bueno, hacer algo al respecto que tú no puedes hacer y será pan comido. No tengo por qué pretender ser algo que no soy, o fingir para tener unas puertas abiertas. No lo necesito –Además de eso, mí estado social me abrían más puertas de las que ella siquiera podría atrever a tener, dado que mí posición era una mucho mayor que la que tenía ella.

Normalmente no era alguien que mostrara las emociones de esa forma, ni dejaba ver ciertas cosas de mí… pero ella tenía el don, ese que pocas personas tenían, para sacarme de mis casillas y que me pusiera de aquella forma. Algo que tampoco me gustaba, de hecho, porque no era dado y que tuviera ese pequeño poder sobre mí, o control, no me gustaba en lo más mínimo. Pero pasé de ello porque no tenía ningún tipo de interés en rebatirle o no, podríamos tirarnos todo el día de la misma forma y ninguno ganaría, las cosas se quedarían tal cual estaban.

-Tranquila, para tú información, no me verás de esa forman nunca porque no soy ningún débil ni pusilánime –mí abuelo se había encargado de ello expresamente- Veo las cosas mejor de lo que te piensas, y puedo ver más allá incluso de lo que tú ves… pero no, no voy a tomar un consejo que ya había escuchado de antes y que ya me habían dado. No te ofendas –dije sabiendo que le daba igual, pero el matiz irónico estaba implícito en mis palabras- Algún día, cuando tú dejes de mirar por ese bastión tan alto que tienes… quizás seas tú quien se de cuenta de las cosas. Ten cuidado Oritía, las caídas altas son las que más daño producen… y estas llegan cuando menos te lo esperas. Mientras tanto sigue siendo la misma arpía de siempre, que se te da de lujo, y sigue con tus negocios. Pero ten cuidado, porque la vida es muy perra e irónica y… quién sabe, quizás acabes tú en el fondo –porque sí, eso no lo decía de ninguna mentira, las cosas igual que venían… se iban.

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