AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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I have my own money! (Czeslaw Woodruff)
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I have my own money! (Czeslaw Woodruff)
Corría, corría como alma que lleva el demonio. En sus manos portaba un montón de monedas que había podido robar de uno de los bolsos de una señora mayor que se encontró en el parque y ella en busca de el ladrón había salido corriendo detrás de Isaac. Sabe que no está bien, no suele atracar a señoras mayores pero es que la situación fue genial para hacerlo, la tentación fue mayor que sus remordimientos y no podía negarse a robar aquel montón de dinero que seguramente le sacaría de apuros durante las siguientes semanas ¡Incluso podría alquilarse un cuarto en alguna taberna! Solo de pensarlo le fascinaba demasiado ¿Cuanto tiempo hacía que no dormía en una cama de verdad? Años ¡Hacían años!. Fue una oportunidad que tuvo que aprovechar sí o sí, no había más remedio, ella no le iba alcanzar y él tendría dos semanas por delante inolvidables.
Llevaba más de media hora intentando despistar aquella anciana que no dejaba de maldecirlo a sus espaldas y parecía que por fin lo había conseguido. Empezaba a oscurecer, la noche no tardaría en llegar y el plan de Isaac era encontrar un lugar donde guardar su reciente hallazgo. Había pensado en su pequeña madriguera en el callejón donde solía dormir pero aquel lugar no iba a ser lo suficiente seguro, no después de lo que pasó con aquel chico que intentó robarle los panes, tenía que encontrar otro lugar y pronto, era consciente de lo peligrosas que se volvían las calles cuando el sol caía y los borrachos y demás personas peligrosas empezaban a poblar la ciudad bajo el manto de la oscuridad.
Chocó contra algunas personas que le llamaron la atención. Isaac se disculpaba a toda prisa, como podía, pidiéndoles perdón por correr de aquella manera. De un salto bajó las escaleras de piedra de una calle que parecía desértica y se adentró. Había pensado en esconder el dinero en lo alto de un arbol ¿Quien iba a subir a un árbol en busca de dinero? ¡Nadie! Solo él, lo escondería en un arbol alto, muy alto donde Isaac pudiese trepar sin que nadie sospechara que en lo alto de este había dinero. Lo cierto era que tampoco era mucho dinero, le daría para sobrevivir un par de semanas más pero el pequeño nunca había portado tantas monedas entre sus manos, eso le emocionaba, le emocionaba demasiado el hecho de pensar que podría tener dos semanas increíbles, sin preocuparse por lo que tenía que robar al día siguiente o buscar comida entre los restos que dejaban los restaurantes cuando cerraban.
Su respiración parecía casi la de un pequeño cachorro fatigado que llevaba corriendo por horas. Posiblemente ya nadie podría pillarle, estaba seguro, pero aun así corría. No quería perder aquella oportunidad por nada del mundo, iba a mantener aquel dinero si o sí y nadie iba arruinar aquella fantástica noche. Dio otro salto pasando por lo alto un banco de madera que cruzaba uno de los lados de aquella desértica calle. Mientras corría iba observando los arboles por el rabillo de su ojo, ninguno le parecía lo suficiente alto y seguro como para esconder su tesoro, tenía que seguir avanzando hasta encontrar el árbol idóneo.
Pero no, como siempre algo tenía que salir mal.
Se chocó de frente con alguien. Hizo que Isaac cayese de frente sobre el asfalto haciendo que aquel montón de monedas se esparcieran por las cercanías. Reaccionó rápido, aquella vez si, no iba a dejar que nadie le robara. Cuando alzo la vista para recuperar todas sus monedas pudo ver que había chocado con un chico, un niño, joven, quizás de la misma edad que él y por su forma de vestir incluso podrían compartir clase social. En otro momento, si no se hubiese visto en aquel apuro le hubiese saludado, incluso podrían haber hablado pero aquella noche no, quería su dinero y no podía prestar atención a otra cosa que no fuese en recoger aquel montón de monedas esparcidas por la calle. Las quería todas, eran suyas.
Llevaba más de media hora intentando despistar aquella anciana que no dejaba de maldecirlo a sus espaldas y parecía que por fin lo había conseguido. Empezaba a oscurecer, la noche no tardaría en llegar y el plan de Isaac era encontrar un lugar donde guardar su reciente hallazgo. Había pensado en su pequeña madriguera en el callejón donde solía dormir pero aquel lugar no iba a ser lo suficiente seguro, no después de lo que pasó con aquel chico que intentó robarle los panes, tenía que encontrar otro lugar y pronto, era consciente de lo peligrosas que se volvían las calles cuando el sol caía y los borrachos y demás personas peligrosas empezaban a poblar la ciudad bajo el manto de la oscuridad.
Chocó contra algunas personas que le llamaron la atención. Isaac se disculpaba a toda prisa, como podía, pidiéndoles perdón por correr de aquella manera. De un salto bajó las escaleras de piedra de una calle que parecía desértica y se adentró. Había pensado en esconder el dinero en lo alto de un arbol ¿Quien iba a subir a un árbol en busca de dinero? ¡Nadie! Solo él, lo escondería en un arbol alto, muy alto donde Isaac pudiese trepar sin que nadie sospechara que en lo alto de este había dinero. Lo cierto era que tampoco era mucho dinero, le daría para sobrevivir un par de semanas más pero el pequeño nunca había portado tantas monedas entre sus manos, eso le emocionaba, le emocionaba demasiado el hecho de pensar que podría tener dos semanas increíbles, sin preocuparse por lo que tenía que robar al día siguiente o buscar comida entre los restos que dejaban los restaurantes cuando cerraban.
Su respiración parecía casi la de un pequeño cachorro fatigado que llevaba corriendo por horas. Posiblemente ya nadie podría pillarle, estaba seguro, pero aun así corría. No quería perder aquella oportunidad por nada del mundo, iba a mantener aquel dinero si o sí y nadie iba arruinar aquella fantástica noche. Dio otro salto pasando por lo alto un banco de madera que cruzaba uno de los lados de aquella desértica calle. Mientras corría iba observando los arboles por el rabillo de su ojo, ninguno le parecía lo suficiente alto y seguro como para esconder su tesoro, tenía que seguir avanzando hasta encontrar el árbol idóneo.
Pero no, como siempre algo tenía que salir mal.
Se chocó de frente con alguien. Hizo que Isaac cayese de frente sobre el asfalto haciendo que aquel montón de monedas se esparcieran por las cercanías. Reaccionó rápido, aquella vez si, no iba a dejar que nadie le robara. Cuando alzo la vista para recuperar todas sus monedas pudo ver que había chocado con un chico, un niño, joven, quizás de la misma edad que él y por su forma de vestir incluso podrían compartir clase social. En otro momento, si no se hubiese visto en aquel apuro le hubiese saludado, incluso podrían haber hablado pero aquella noche no, quería su dinero y no podía prestar atención a otra cosa que no fuese en recoger aquel montón de monedas esparcidas por la calle. Las quería todas, eran suyas.
Isaac Duck- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 16/07/2013
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Re: I have my own money! (Czeslaw Woodruff)
Había sido un mal día, no encontraba por ninguna parte a su gato quien parecía tener el don para aparecer y desaparecer cuando menos lo esperaba. Mentiría si dijera que no estaba preocupado por el animal, pero cuando estabas solo como Czeslaw no tenías a nadie con quien compartir lo que sentías, algo a lo que ya estaba acostumbrado. Poco importaba el acontecimiento, tanto si sucedía algo bueno o malo siempre se lo acababa guardando para si. En ocasiones le contaba alguna que otra cosa a Tomby, su peluche parlante, pero por alguna razón no le terminaba de llenar hablar con él, al menos no siempre.
Esa noche en cuestión vagaba sin rumbo alguno, buscando algo que llevarse a la boca. A su paso examinó cada contenedor y rincón sin demasiado éxito. O las calles de Paris tenían un servicio de barrenderos que pasaba cada hora a vaciar los contenedores o es que esa zona era ahora una de las más transitadas por los sin techo como él. Bufó, molesto, dejándose llevar por sus cansados pies por una de las oscuras y solitarias calles de Paris. No se oía nada a su alrededor más que el resonar de sus pasos, era inquietante. En los callejones de los barrios bajos donde el menor rondaba casi todas las noches el silencio era roto por llantos de hombres y mujeres, golpes entre mendigos, gritos de gente que peleaba a muerte y especialmente de extraños sonidos de seres que permanecían siempre en la sombra.
Alzo el rostro mirando el cielo, suspirando, la diferencia era tan grande de un lugar a otro que no pudo evitar ponerse a buscar las diferencias. También pensaba en como seria vivir en esa zona en vez de la que solía frecuentar y cómo reaccionarían los adultos al verse expulsados de sus hogares para cambiar lugar con gente como él. Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que una leve risilla se le escapó al imaginarlo, seria genial que llegara a suceder algún dia. Con que sólo durara un par de horas bastaría para que la gente adinerada se diera cuenta de lo que era.
Desgraciadamente la imaginación era una cosa, y la realidad otra, ambas incompatibles. Y en esta ocasión la realidad vino de frente, en forma de niño que choco contra Czeslaw haciéndole perder el equilibrio. Por suerte el niño tenía buenos reflejos y gracias a ellos logró mantenerse en pie, observando en silencio al responsable del incidente - Podrias disculp… - iba a exigir que le pidiera perdón pese a saber que él tampoco iba del todo atento. Pero el sonido de las monedas caer al suelo le distrajo, dirigiendo su mirada al frio metal que esperaba ser recogido.
El otro niño sin dirigirle siquiera una palabra se puso rápidamente a recoger las monedas, como si se las fueran a robar. Por un momento se quedó estático, viendo al muchacho y los harapos que vestía. Era evidente que lo había robado, y había un dicho que decía: “quien roba a un ladrón tiene mil años de perdón”. No es que Czeslaw creyese en esas cosas pero tenía ante el una pequeña compensación por el día que había pasado y no iba a dejárselo a ese niño. La ley del más fuerte, de intercambiarse los papeles seguramente el otro haría lo mismo con él, por lo que ni corto ni perezoso le asesto una fuerte patada en el costado aprovechándose de que estaba agachado.
- No toques mi dinero – le ordenó, llevando una mano a uno de sus bolsillos y extendiendo la otra hacia él. Con la mirada básicamente le estaba diciendo que le diera la bolsa y su contenido, y que obviamente iba muy en serio. Bien podría haber actuado o engañado para que “compartiera” el botín con un “hermano callejero”, pero estaba de demasiado mal humor y con un niño tan enclenque no había necesidad de gastar energías extras. Con amenazarle y pegarle una paliza bastaría seguramente.
Esa noche en cuestión vagaba sin rumbo alguno, buscando algo que llevarse a la boca. A su paso examinó cada contenedor y rincón sin demasiado éxito. O las calles de Paris tenían un servicio de barrenderos que pasaba cada hora a vaciar los contenedores o es que esa zona era ahora una de las más transitadas por los sin techo como él. Bufó, molesto, dejándose llevar por sus cansados pies por una de las oscuras y solitarias calles de Paris. No se oía nada a su alrededor más que el resonar de sus pasos, era inquietante. En los callejones de los barrios bajos donde el menor rondaba casi todas las noches el silencio era roto por llantos de hombres y mujeres, golpes entre mendigos, gritos de gente que peleaba a muerte y especialmente de extraños sonidos de seres que permanecían siempre en la sombra.
Alzo el rostro mirando el cielo, suspirando, la diferencia era tan grande de un lugar a otro que no pudo evitar ponerse a buscar las diferencias. También pensaba en como seria vivir en esa zona en vez de la que solía frecuentar y cómo reaccionarían los adultos al verse expulsados de sus hogares para cambiar lugar con gente como él. Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que una leve risilla se le escapó al imaginarlo, seria genial que llegara a suceder algún dia. Con que sólo durara un par de horas bastaría para que la gente adinerada se diera cuenta de lo que era.
Desgraciadamente la imaginación era una cosa, y la realidad otra, ambas incompatibles. Y en esta ocasión la realidad vino de frente, en forma de niño que choco contra Czeslaw haciéndole perder el equilibrio. Por suerte el niño tenía buenos reflejos y gracias a ellos logró mantenerse en pie, observando en silencio al responsable del incidente - Podrias disculp… - iba a exigir que le pidiera perdón pese a saber que él tampoco iba del todo atento. Pero el sonido de las monedas caer al suelo le distrajo, dirigiendo su mirada al frio metal que esperaba ser recogido.
El otro niño sin dirigirle siquiera una palabra se puso rápidamente a recoger las monedas, como si se las fueran a robar. Por un momento se quedó estático, viendo al muchacho y los harapos que vestía. Era evidente que lo había robado, y había un dicho que decía: “quien roba a un ladrón tiene mil años de perdón”. No es que Czeslaw creyese en esas cosas pero tenía ante el una pequeña compensación por el día que había pasado y no iba a dejárselo a ese niño. La ley del más fuerte, de intercambiarse los papeles seguramente el otro haría lo mismo con él, por lo que ni corto ni perezoso le asesto una fuerte patada en el costado aprovechándose de que estaba agachado.
- No toques mi dinero – le ordenó, llevando una mano a uno de sus bolsillos y extendiendo la otra hacia él. Con la mirada básicamente le estaba diciendo que le diera la bolsa y su contenido, y que obviamente iba muy en serio. Bien podría haber actuado o engañado para que “compartiera” el botín con un “hermano callejero”, pero estaba de demasiado mal humor y con un niño tan enclenque no había necesidad de gastar energías extras. Con amenazarle y pegarle una paliza bastaría seguramente.
Czeslaw Woodruff- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/07/2013
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Re: I have my own money! (Czeslaw Woodruff)
La vida de la calle siempre es difícil, siempre lo había sido. Todavía era pequeño pero no quería ni imaginar en lo que podía llegar a convertirse de aquí en unos años. Por ahora solo hacía pequeños hurtos, ningún robo grande, robaba comida, dinero (como era el caso) y algunos objetos de valor pero por ahora ninguno de sus hurtos había sido tan grande como para que los remordimientos no le dejaran seguir adelante. Es cierto que los ha tenido, vaya que sí, no sería la primera vez que no podría conseguir dormirse porque el hecho de pensar que le quitaba a otros lo que quizás era preciado para ellos le aterraba, demasiado, si hubiese podido elegir no hacer eso y ganarse la comida y el sustento de otra manera sin dudarlo ni una sola vez lo hubiese hecho. Ojala fuese tan fácil pues nadie quiere a un niño sucio, malhablado y que vive en la calle como empleado de cualquiera de sus negocios.
Lo que jamás pudo imaginar que se encontrase con una situación como la que tenía en aquel momento frente a las narices. Era un niño, supuestamente los niños de la calle suelen llevarse bien entre ellos pues Isaac solo tiene problemas con los riquitos de turno y ese niño no tenía pinta de rico alguna, era más bien como él, un pequeñajo de la calle. Las monedas que recogía casi que se le escapaban de las manos de tal intensidad y nerviosisimo con el cual las tomaba. El chico pareció hipnotizado o algo así con las monedas, no le culpaba, probablemente si Isaac se hubiese encontrado un montón de monedas así de la nada también los ojos le hubiese hecho chiribitas pero lo que nunca hubiese hecho Isaac fue lo que aquel niño hizo, darle una patada. Nunca le había gustado la violencia y menos con otros que compartían su misma pobreza.
Encajó la fuerte patada como pudo. Apoyó sus brazos sobre el suelo lo que hizo que no cayese del dolor. De algún modo ya había recibido golpes así cuando en su tiempo en el orfanato o cuando se había peleado con los niños de alta cuna que siempre se reían de él, pero esta vez era diferente, muy diferente, no se encontraba en una situación normal y corriente, de haberlo sido habría acabado aceptando aquella patada pero teniendo tanto dinero de por medio jamás lo haría, aquel dinero era suyo y solamente suyo, ni ese niño ni nadie se lo iba arrebatar. Alzó la vista malhumorado y observó como con la mano le pedía que le entregara el dinero ¿Su dinero decía? ¡Pero que niño más bobo! ¡No era su dinero! ¡Isaac lo había conseguido antes!. Simplemente contestó negando con la cabeza en silencio mientras se ponía en pie, ya recuperado de la patada.
—Es mi dinero, yo lo he conseguido así que es mio, no tuyo — Dijo firmemente para después echar a caminar calle arriba pero el chico, volvió a insistir, cortandole el paso esta vez —Aparta de mi camino, tonto... — Le pidio por las buenas pero como siempre, aquello no iba a funcionar, estaba claro que no. Isaac apretó sus puños con fuerza, casi clavándose las uñas en la palma de su mano. Ya estaba rabioso de antes por haberle dado aquella innecesaria patada y ahora parecía que no le dejaba marchar, Isaac no es violento, no es malo pero cuando tiene que plantar cara lo hace y esta vez lo iba a demostrar.
Le propinó un fuerte empujón, más fuerte de lo que en un momento pensó ya que tuvo que hacerlo dos veces pues el otro niño tenía bastante equilibrio y aguante hasta que finalmente consiguió tumbarle sobre el suelo. Isaac se lanzó sobre él, podría haber simplemente huido pero no quería, quería tomar venganza por aquella patada. Estaba sobre él y a medida que forcejaba para que no le quitase la bolsa de dinero pudo tomar su ya conocido tirachinas del bolsillo trasero de su pantalón. Con este apuntó directamente a la cara del otro niño, no iba a dudar en disparar la piedra si tenía que hacerlo, no quería pero lo haría si no le quedaba más remedio para conservar el dinero.
—Hacemos esto por las buenas o piedrazo en el ojo — Amenazó tensando la cuerda de su tirachinas — Puedo darte una parte del dinero, no me importa, pienso que igual la necesitas también pero no pienso darte todo...ni hablar y si quieres pelear pues pelearemos — Sus manos le temblaban. Nunca ha sido bueno para las peleas, es bastante flojo y casi siempre acaba llorando pero haría todo lo posible para mantenerse en su falso papel de niño duro, no lo es, nunca lo sería. El otro niño tenía todas las de ganar si decidía enfentarse a Isaac pero al menos esperaba poder meterle algo de miedo...ojala.
Lo que jamás pudo imaginar que se encontrase con una situación como la que tenía en aquel momento frente a las narices. Era un niño, supuestamente los niños de la calle suelen llevarse bien entre ellos pues Isaac solo tiene problemas con los riquitos de turno y ese niño no tenía pinta de rico alguna, era más bien como él, un pequeñajo de la calle. Las monedas que recogía casi que se le escapaban de las manos de tal intensidad y nerviosisimo con el cual las tomaba. El chico pareció hipnotizado o algo así con las monedas, no le culpaba, probablemente si Isaac se hubiese encontrado un montón de monedas así de la nada también los ojos le hubiese hecho chiribitas pero lo que nunca hubiese hecho Isaac fue lo que aquel niño hizo, darle una patada. Nunca le había gustado la violencia y menos con otros que compartían su misma pobreza.
Encajó la fuerte patada como pudo. Apoyó sus brazos sobre el suelo lo que hizo que no cayese del dolor. De algún modo ya había recibido golpes así cuando en su tiempo en el orfanato o cuando se había peleado con los niños de alta cuna que siempre se reían de él, pero esta vez era diferente, muy diferente, no se encontraba en una situación normal y corriente, de haberlo sido habría acabado aceptando aquella patada pero teniendo tanto dinero de por medio jamás lo haría, aquel dinero era suyo y solamente suyo, ni ese niño ni nadie se lo iba arrebatar. Alzó la vista malhumorado y observó como con la mano le pedía que le entregara el dinero ¿Su dinero decía? ¡Pero que niño más bobo! ¡No era su dinero! ¡Isaac lo había conseguido antes!. Simplemente contestó negando con la cabeza en silencio mientras se ponía en pie, ya recuperado de la patada.
—Es mi dinero, yo lo he conseguido así que es mio, no tuyo — Dijo firmemente para después echar a caminar calle arriba pero el chico, volvió a insistir, cortandole el paso esta vez —Aparta de mi camino, tonto... — Le pidio por las buenas pero como siempre, aquello no iba a funcionar, estaba claro que no. Isaac apretó sus puños con fuerza, casi clavándose las uñas en la palma de su mano. Ya estaba rabioso de antes por haberle dado aquella innecesaria patada y ahora parecía que no le dejaba marchar, Isaac no es violento, no es malo pero cuando tiene que plantar cara lo hace y esta vez lo iba a demostrar.
Le propinó un fuerte empujón, más fuerte de lo que en un momento pensó ya que tuvo que hacerlo dos veces pues el otro niño tenía bastante equilibrio y aguante hasta que finalmente consiguió tumbarle sobre el suelo. Isaac se lanzó sobre él, podría haber simplemente huido pero no quería, quería tomar venganza por aquella patada. Estaba sobre él y a medida que forcejaba para que no le quitase la bolsa de dinero pudo tomar su ya conocido tirachinas del bolsillo trasero de su pantalón. Con este apuntó directamente a la cara del otro niño, no iba a dudar en disparar la piedra si tenía que hacerlo, no quería pero lo haría si no le quedaba más remedio para conservar el dinero.
—Hacemos esto por las buenas o piedrazo en el ojo — Amenazó tensando la cuerda de su tirachinas — Puedo darte una parte del dinero, no me importa, pienso que igual la necesitas también pero no pienso darte todo...ni hablar y si quieres pelear pues pelearemos — Sus manos le temblaban. Nunca ha sido bueno para las peleas, es bastante flojo y casi siempre acaba llorando pero haría todo lo posible para mantenerse en su falso papel de niño duro, no lo es, nunca lo sería. El otro niño tenía todas las de ganar si decidía enfentarse a Isaac pero al menos esperaba poder meterle algo de miedo...ojala.
Isaac Duck- Humano Clase Baja
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Re: I have my own money! (Czeslaw Woodruff)
La empatía era algo que no llevaba demasiado bien, por mucho que compartieran la calle sabia de sobras que eso sólo le hacía débil. Los débiles creaban vínculos, hacían amigos y luego eran engañados y traicionados por estos. Czeslaw no quería ser usado otra vez, no quería tener a nadie cerca, estaba solo y siempre lo estaría. Por mucho que ambos se parecieran eso le era indiferente, ese niño cuando se encontrara a otro más débil que él por la calle acabaría imitando a Czes, asegurando así su propia supervivencia. Ley de vida, ley de la calle, vivir o morir, no había más.
En silencio vio al otro reincorporarse, escuchando sus palabras – el dinero estaba en el suelo, y ahora es mío – afirmó, cerrándole el paso. La respuesta del otro no fue otra que una orden acompañada de un insulto, el cual no le gusto demasiado, y más viniendo de un niño como él. Sin embargo, en vez de golpearle y hacerle caer al suelo de nuevo por tales palabras solamente volvió a extender su mano izquierda reclamando lo que consideraba suyo, manteniendo la otra en el bolsillo derecho.
El muchacho parecía nervioso, Czeslaw pudo apreciar como apretaba sus puños además del nerviosismo en su rostro. Se vio reflejado en él durante ese preciso instante, desvaneciéndose parte de su enfado con el mundo. Pero debía mantener la mente fría, por lo que negó con la cabeza rápidamente para expulsar esos pensamientos rápidamente. Fue entonces cuando fue empujado por él, haciéndole retroceder pero mantuvo el equilibrio gracias a sus reflejos una vez más. No obstante, entre que se recuperaba y no de la sorpresa le asestó otro empujón con el cual sí que cayo esta vez, quedando tendido en el suelo boca arriba.
Se dispuso a levantarse rápidamente haciendo uso de ambas manos, pero el otro niño no tenía intención alguna de dejarle ya que se sentó sobre él. Estuvo a punto de amenazarle con su navaja pero al ver la bolsa de oro tan cerca suyo hizo uso de ambas manos para intentar arrebatársela, cayendo algunas monedas sobre el propio Czeslaw durante el forcejeo. Forcejeo que acabo ganando, sosteniendo ahora la bolsa de monedas entre sus manos. Mas la cosa no acabó ahí, cuando quiso darse cuenta de su situación estaba siendo apuntado directamente a su rostro con un tirachinas bien tensado, dispuesto a dejarle sin ojo o marcarle para siempre con esa piedra.
No supo que decir ante esas palabras, de aceptar su petición quedaría como alguien débil y ese niño se saldría con la suya. Y él no estaba dispuesto a aceptar limosnas de nadie, al menos no de esa forma – me lo quedaré todo – dijo seguro de sus palabras, percatándose de la inseguridad del otro. De realmente querer atacarle habría disparado sin avisarle, o golpeado la cara a puñetazos aprovechándose de que estaba sujetando la bolsa de monedas entre sus manos – y si no me haces caso te matare – le amenazó.
Ni siquiera le dejo tiempo a responder, sin decir nada más lanzó la bolsa al aire con la intención de llamar la atención del otro y haciendo uso de su otra mano dio un golpe hacia arriba en el antebrazo ajeno para desviar la trayectoria del tirachinas. Luego, con un rápido movimiento saco la navaja de su bolsillo y la dirigió al cuello de Isaac, presionándolo ligeramente con la hoja de esta sin hacerle ningún corte aun – ahora lanza el tirachinas y apártate de encima mío poco a poco para quedar yo encima de ti – le ordeno.
El saco de monedas no quedo demasiado lejos de ellos tras descender de nuevo e impactar contra el suelo, escuchándose el sonido de las monedas rodar, caer y rebotar por la silenciosa calle. Monedas que habían enfrentado a dos niños que se habían dejado perder por la codicia e intentaban sobrevivir, cada uno a su manera. Pero nadie dijo que sobrevivir en la calle fuera fácil y probablemente de tratarse de otros niños alguno habría muerto ya, ya fuese por una piedra que le atravesara el ojo o por un profundo corte en el cuello. La influencia de los adultos les había llevado a eso, mientras que los mayores se peleaban en guerras por ver quien ganaba más tierras los niños sin techo ni comida se mataban por unas cuantas monedas o un mendrugo de pan duro. Aunque eso poco parecía importarle a la gente, contra menos ladronzuelos como ellos hubieran con más joyas podrían salir a la calle los más adinerados.
En silencio vio al otro reincorporarse, escuchando sus palabras – el dinero estaba en el suelo, y ahora es mío – afirmó, cerrándole el paso. La respuesta del otro no fue otra que una orden acompañada de un insulto, el cual no le gusto demasiado, y más viniendo de un niño como él. Sin embargo, en vez de golpearle y hacerle caer al suelo de nuevo por tales palabras solamente volvió a extender su mano izquierda reclamando lo que consideraba suyo, manteniendo la otra en el bolsillo derecho.
El muchacho parecía nervioso, Czeslaw pudo apreciar como apretaba sus puños además del nerviosismo en su rostro. Se vio reflejado en él durante ese preciso instante, desvaneciéndose parte de su enfado con el mundo. Pero debía mantener la mente fría, por lo que negó con la cabeza rápidamente para expulsar esos pensamientos rápidamente. Fue entonces cuando fue empujado por él, haciéndole retroceder pero mantuvo el equilibrio gracias a sus reflejos una vez más. No obstante, entre que se recuperaba y no de la sorpresa le asestó otro empujón con el cual sí que cayo esta vez, quedando tendido en el suelo boca arriba.
Se dispuso a levantarse rápidamente haciendo uso de ambas manos, pero el otro niño no tenía intención alguna de dejarle ya que se sentó sobre él. Estuvo a punto de amenazarle con su navaja pero al ver la bolsa de oro tan cerca suyo hizo uso de ambas manos para intentar arrebatársela, cayendo algunas monedas sobre el propio Czeslaw durante el forcejeo. Forcejeo que acabo ganando, sosteniendo ahora la bolsa de monedas entre sus manos. Mas la cosa no acabó ahí, cuando quiso darse cuenta de su situación estaba siendo apuntado directamente a su rostro con un tirachinas bien tensado, dispuesto a dejarle sin ojo o marcarle para siempre con esa piedra.
No supo que decir ante esas palabras, de aceptar su petición quedaría como alguien débil y ese niño se saldría con la suya. Y él no estaba dispuesto a aceptar limosnas de nadie, al menos no de esa forma – me lo quedaré todo – dijo seguro de sus palabras, percatándose de la inseguridad del otro. De realmente querer atacarle habría disparado sin avisarle, o golpeado la cara a puñetazos aprovechándose de que estaba sujetando la bolsa de monedas entre sus manos – y si no me haces caso te matare – le amenazó.
Ni siquiera le dejo tiempo a responder, sin decir nada más lanzó la bolsa al aire con la intención de llamar la atención del otro y haciendo uso de su otra mano dio un golpe hacia arriba en el antebrazo ajeno para desviar la trayectoria del tirachinas. Luego, con un rápido movimiento saco la navaja de su bolsillo y la dirigió al cuello de Isaac, presionándolo ligeramente con la hoja de esta sin hacerle ningún corte aun – ahora lanza el tirachinas y apártate de encima mío poco a poco para quedar yo encima de ti – le ordeno.
El saco de monedas no quedo demasiado lejos de ellos tras descender de nuevo e impactar contra el suelo, escuchándose el sonido de las monedas rodar, caer y rebotar por la silenciosa calle. Monedas que habían enfrentado a dos niños que se habían dejado perder por la codicia e intentaban sobrevivir, cada uno a su manera. Pero nadie dijo que sobrevivir en la calle fuera fácil y probablemente de tratarse de otros niños alguno habría muerto ya, ya fuese por una piedra que le atravesara el ojo o por un profundo corte en el cuello. La influencia de los adultos les había llevado a eso, mientras que los mayores se peleaban en guerras por ver quien ganaba más tierras los niños sin techo ni comida se mataban por unas cuantas monedas o un mendrugo de pan duro. Aunque eso poco parecía importarle a la gente, contra menos ladronzuelos como ellos hubieran con más joyas podrían salir a la calle los más adinerados.
Czeslaw Woodruff- Vampiro Clase Alta
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Re: I have my own money! (Czeslaw Woodruff)
Las peleas con otros niños siempre habían estado a la orden del día en la vida de Isaac. No era de esos niños que se quedaba parado recibiendo los golpes de los otros, la mayoría de las veces solía contraatacar a pesar de que odiaba la violencia, la odiaba mucho. No era de esos mocosos que iba buscando problemas por ahí, los intentaba evitar, solo necesitaba robar de vez en cuando y nada más, no es que fuese un ratero especialmente malo, solo hacía lo que hacía por necesidad no por diversión ni nada de eso. Como cualquier crio de su edad ha tenido peleas, la mayoría de las peleas han sido con otros niños de clase social más alta que siempre hacían burlas por la triste forma vestir de Isaac o por ser un niño huérfano sin padres y madres, odiaba cuando le atacaban con aquel tema ¡Como si él no estuviese lo suficiente frustrado por no tener una familia. Pero nunca se había enfrentado con otro chico de la calle por dinero, nunca, era la primera vez y era por eso que tenía miedo. No es como otro niño de clase alta, este es de la calle tal y como él y puede ser peligroso, eso es lo que le aterraba.
Había sido una táctica que Isaac no esperó en ningún momento. Cuando el otro chico le despistó de aquella manera para desenfundar su navaja Isaac simplemente se echó a temblar. Al posar la hoja del arma sobre su cuello y hacerle aquel pequeño corte se estremeció. No dejaba de mirar de reojo la navaja, pudo comprobar como una pequeña gota de sangre descendía por la garganta y ahí fue cuando se asustó de verdad. No era un farol, aquel niño iba en serio, quería tomar el dinero y si tenía que hacerle daño lo iba hacer. La sangre siempre había sido algo que le aterraba y más cuando se trataba de su propia sangre. Recordaba perfectamente como una vez en el orfanato una de las monjas le golpeó en la boca por haber robado comida de la cocina, aquel día sangró sin parar, las fuertes bofetadas en la boca de este hicieron que sus encías sangraran y desde entonces Isaac le ha tenido pánico a la sangre.
—Sangre...— Fue un pensamiento dicho en voz alta más bien. Sus ojos ladeados no podían apartar la vista de la sangre y el arma. La cuerda de su tirachinas fue dejando de estar tensada poco a poco y volvió a su formar normal. Isaac no iba a dispararle, ya no podía hacerlo. En realidad nunca había sido su intención hacerlo, solo quería meterle miedo y dejarle las cosas claras pero ahora la situación se había vuelto tan peligrosa que no iba a arriesgarse a que aquel muchacho le cortase el cuello sin más, le tenía miedo —No...no me hagas daño...— Le pidió y fue ahí cuando sus ojos empezaron a humedecerse. Isaac era un llorica, siempre lo ha sido en casos como estos y siempre lo será. Iba a llorar en cuestión de segundos.
Obedeció a sus palabras sin decir nada más. No quería morir por unas estúpidas monedas. Es cierto que de perderlas probablemente lo iba a pasar muy mal pues apenas ya tenía oportunidades para robar y eventualmente acabaría siendo pillado pero prefería perder esas monedas a perder su vida. Lanzó con sus temblorosas manos el tirachinas al otro lado de la calle, bastante lejos de donde se encontraban ellos y tal y como dijo se bajo de encima suyo dejando que el muchacho tomase el control de la situación. Ahora él estaba sobre Isaac y la navaja seguía en su cuello, el rubio solo temblaba —No me mates...por favor...puedes tomar el dinero pero no me mates...— Le volvió a rogar. Bien el muchacho podía asesinarle, tomar las monedas y marcharse, lo podía hacer sin pensárselo dos veces, al fin y al cabo nadie iba a preocuparse de la muerte de alguien como Isaac...nadie se interesaría por tal crimen. Una disimulada lagrima se deslizó por el rostro del niño mientras no apartaba la vista de el otro que estaba sobre él
—Pero necesito las monedas...— Sabía que volviendo hablar ponía de nuevo en riesgo su vida pero era cierto, necesitaba esas monedas, no todas pero si algunas de ellas —Al menos un par de ellas, llévate las demás si quieres...— Hizo un puchero. No lo hacía queriendo, es mas, odiaba llorar de aquella manera pues mostraba lo que realmente era; un niño muy débil al cual se podía derrotar tan fácilmente...
Esperó cualquier reacción por parte del otro. Estaba preparado para cualquier cosa menos morir, Isaac todavía no estaba preparado para dejar este mundo y menos de aquella manera. Si aquella era la intención del otro chico, Isaac volvería a luchar por su vida, no iba a dejar que le matase, por supuesto que no.
Había sido una táctica que Isaac no esperó en ningún momento. Cuando el otro chico le despistó de aquella manera para desenfundar su navaja Isaac simplemente se echó a temblar. Al posar la hoja del arma sobre su cuello y hacerle aquel pequeño corte se estremeció. No dejaba de mirar de reojo la navaja, pudo comprobar como una pequeña gota de sangre descendía por la garganta y ahí fue cuando se asustó de verdad. No era un farol, aquel niño iba en serio, quería tomar el dinero y si tenía que hacerle daño lo iba hacer. La sangre siempre había sido algo que le aterraba y más cuando se trataba de su propia sangre. Recordaba perfectamente como una vez en el orfanato una de las monjas le golpeó en la boca por haber robado comida de la cocina, aquel día sangró sin parar, las fuertes bofetadas en la boca de este hicieron que sus encías sangraran y desde entonces Isaac le ha tenido pánico a la sangre.
—Sangre...— Fue un pensamiento dicho en voz alta más bien. Sus ojos ladeados no podían apartar la vista de la sangre y el arma. La cuerda de su tirachinas fue dejando de estar tensada poco a poco y volvió a su formar normal. Isaac no iba a dispararle, ya no podía hacerlo. En realidad nunca había sido su intención hacerlo, solo quería meterle miedo y dejarle las cosas claras pero ahora la situación se había vuelto tan peligrosa que no iba a arriesgarse a que aquel muchacho le cortase el cuello sin más, le tenía miedo —No...no me hagas daño...— Le pidió y fue ahí cuando sus ojos empezaron a humedecerse. Isaac era un llorica, siempre lo ha sido en casos como estos y siempre lo será. Iba a llorar en cuestión de segundos.
Obedeció a sus palabras sin decir nada más. No quería morir por unas estúpidas monedas. Es cierto que de perderlas probablemente lo iba a pasar muy mal pues apenas ya tenía oportunidades para robar y eventualmente acabaría siendo pillado pero prefería perder esas monedas a perder su vida. Lanzó con sus temblorosas manos el tirachinas al otro lado de la calle, bastante lejos de donde se encontraban ellos y tal y como dijo se bajo de encima suyo dejando que el muchacho tomase el control de la situación. Ahora él estaba sobre Isaac y la navaja seguía en su cuello, el rubio solo temblaba —No me mates...por favor...puedes tomar el dinero pero no me mates...— Le volvió a rogar. Bien el muchacho podía asesinarle, tomar las monedas y marcharse, lo podía hacer sin pensárselo dos veces, al fin y al cabo nadie iba a preocuparse de la muerte de alguien como Isaac...nadie se interesaría por tal crimen. Una disimulada lagrima se deslizó por el rostro del niño mientras no apartaba la vista de el otro que estaba sobre él
—Pero necesito las monedas...— Sabía que volviendo hablar ponía de nuevo en riesgo su vida pero era cierto, necesitaba esas monedas, no todas pero si algunas de ellas —Al menos un par de ellas, llévate las demás si quieres...— Hizo un puchero. No lo hacía queriendo, es mas, odiaba llorar de aquella manera pues mostraba lo que realmente era; un niño muy débil al cual se podía derrotar tan fácilmente...
Esperó cualquier reacción por parte del otro. Estaba preparado para cualquier cosa menos morir, Isaac todavía no estaba preparado para dejar este mundo y menos de aquella manera. Si aquella era la intención del otro chico, Isaac volvería a luchar por su vida, no iba a dejar que le matase, por supuesto que no.
Isaac Duck- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 16/07/2013
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Re: I have my own money! (Czeslaw Woodruff)
La actitud bravucona del niño cambio radicalmente cuando se vio amenazado por la navaja de Czeslaw, obedeciendo cual corderito asustado. Por error presiono más de la cuenta contra el cuello ajeno, haciéndole un pequeño corte que sangro levemente. No era su intención, pero el sentir que la vida del otro dependía de él era una sensación que hasta ahora no había podido experimentar. Había plantado cara a mucha gente y en ocasiones estuvo dispuesto a matar, pero al igual que él había notado la falta de coraje en Isaac, los adultos a los que amenazo habían notado que Czeslaw no era precisamente un asesino. A causa de eso acabo en situaciones no demasiado agradables en las que fue maltratado de las formas más variopintas, y en muchas de ellas violado. Podrían haberle matado, sí, pero era mucho más placentero para sus agresores mermar su orgullo y verle hundido en la miseria.
Los recuerdos de aquellas experiencias podían verse reflejados en su rostro, temblándole levemente el pulso a medida que se contenía por no apretar más contra ese cuello que ahora estaba a su merced. Si lograba matarle llegaría a otro nivel, sería capaz de plantar cara a quien fuera, sin mostrar piedad alguna. Se mordió el labio inferior, manteniendo la mirada fija en la hoja de la navaja contra la que luchaba. Su voluntad de no matar flaqueaba por momentos hasta que las palabras del niño captaron su atención, dirigiendo de nuevo la mirada a los temblorosos ojos de Isaac.
Fue entonces cuando reaccionó, inevitablemente se vio reflejado en él. ¿En que se estaba convirtiendo?, sólo de pensarlo se le saltaron un par de lágrimas y se apartó rápidamente de encima del otro chico para que no le viera. Si se mostraba débil ante él perdería terreno, y no únicamente eso, sino también el dinero que yacía esparcido por el suelo – obedece y no te matare… - le amenazó, de espaldas a él. Su voz sonaba seria y amenazante, no porque quisiera matarle sino porque estaba enfadado consigo mismo y con los recuerdos que invadían su mente. Recuerdos que casi le llevan a acabar con un niño como él, de tratarse de un adulto que le había maltratado o engañado le habría rajado la cara como advertencia, e incluso matado pero Isaac no había hecho nada. El no tenía culpa de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
La frustración le llevo a apretar con fuerza la empuñadura de la navaja, suspirando luego para tratar de calmarse y pensar con claridad – quédate en el suelo hasta que te diga – le ordenó, mirándole de soslayo por encima del hombro. Disponiéndose luego a recoger la bolsa de monedas que estaba en el suelo para llenarla con las monedas que seguían esparcidas por ahí.
Estaba algo tenso, cualquier movimiento por parte del otro podía llevarle a actuar por acto reflejo, y navaja en mano cómo iba Czeslaw era obvio que la cosa no iba a acabar demasiado bien para Isaac. Por eso mantenía la mirada fija en el suelo a medida que recogía monedas, vigilando la sombra del otro por si se levantaba repentinamente o intentaba algo a sus espaldas. Apenas quedaban monedas ya, una vez acabara pensaría si le daba una o si se las quedaba todas como en un principio dijo, su mente aún estaba algo confusa tras la experiencia vivida, necesitaba pensar.
Los recuerdos de aquellas experiencias podían verse reflejados en su rostro, temblándole levemente el pulso a medida que se contenía por no apretar más contra ese cuello que ahora estaba a su merced. Si lograba matarle llegaría a otro nivel, sería capaz de plantar cara a quien fuera, sin mostrar piedad alguna. Se mordió el labio inferior, manteniendo la mirada fija en la hoja de la navaja contra la que luchaba. Su voluntad de no matar flaqueaba por momentos hasta que las palabras del niño captaron su atención, dirigiendo de nuevo la mirada a los temblorosos ojos de Isaac.
Fue entonces cuando reaccionó, inevitablemente se vio reflejado en él. ¿En que se estaba convirtiendo?, sólo de pensarlo se le saltaron un par de lágrimas y se apartó rápidamente de encima del otro chico para que no le viera. Si se mostraba débil ante él perdería terreno, y no únicamente eso, sino también el dinero que yacía esparcido por el suelo – obedece y no te matare… - le amenazó, de espaldas a él. Su voz sonaba seria y amenazante, no porque quisiera matarle sino porque estaba enfadado consigo mismo y con los recuerdos que invadían su mente. Recuerdos que casi le llevan a acabar con un niño como él, de tratarse de un adulto que le había maltratado o engañado le habría rajado la cara como advertencia, e incluso matado pero Isaac no había hecho nada. El no tenía culpa de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
La frustración le llevo a apretar con fuerza la empuñadura de la navaja, suspirando luego para tratar de calmarse y pensar con claridad – quédate en el suelo hasta que te diga – le ordenó, mirándole de soslayo por encima del hombro. Disponiéndose luego a recoger la bolsa de monedas que estaba en el suelo para llenarla con las monedas que seguían esparcidas por ahí.
Estaba algo tenso, cualquier movimiento por parte del otro podía llevarle a actuar por acto reflejo, y navaja en mano cómo iba Czeslaw era obvio que la cosa no iba a acabar demasiado bien para Isaac. Por eso mantenía la mirada fija en el suelo a medida que recogía monedas, vigilando la sombra del otro por si se levantaba repentinamente o intentaba algo a sus espaldas. Apenas quedaban monedas ya, una vez acabara pensaría si le daba una o si se las quedaba todas como en un principio dijo, su mente aún estaba algo confusa tras la experiencia vivida, necesitaba pensar.
Czeslaw Woodruff- Vampiro Clase Alta
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