AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Striptease con la gitana Voyeur [+18] | Eerin Schiffer
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Striptease con la gitana Voyeur [+18] | Eerin Schiffer
Lo que me faltaba. Se dijo, chasqueando los colmillos en su afán por aplacar la sed que le atenazaba de forma amenazante. No se esperaba en absoluto que el curso de las cosas hasta aquel momento se hubiese dado de tal forma... Ella haciendo la compra... Si alguien se lo hubiese dicho hacía apenas unas horas, le hubiera tomado por loco. Y allí estaba, en el mercado, pagando por haber desangrado a la que acababa de descubrir que era la recadera de la casa. Pero qué iba a hacerle, ¿no? Bruja no era, desde luego, así que si tenían problemas aquellos que se le acercaban no era del todo culpa suya... Bueno, sí, a quién iba a engañar. Desde ahora y siempre, Ophelia no había sido más que un conglomerado de problemas irresolubles que se entremezclaban entre ellos y enredaban a todo aquel que tuviera las santas... narices de acercarse a ella a más de un palmo de distancia. Y más si, como aquella mujer que ahora yacía a tres metros bajo tierra, había hecho algo mal. Se consolaba diciéndose a sí misma que ellos mismos se lo buscaban -evidentemente, ella no lo iba a remediar, su corazón, más demoníaco que otra cosa, no se lo iba a permitir- pero el caso era que a veces no podía resistir el hecho de que aquellas criaturas estúpidas y "tiernas" le dieran lecciones, por muy absurdas que fueran.
No comerte al servicio... Algo que, en principio, podría parecer lógico y simple de entender para cualquier persona, no lo había sido para ella. Y allí estaba, pagando lo justo por pecadora... Aunque era poco castigo para tanto pecado como había cometido. Claro que, en el mundo en que vivía, no había jueces para ese tipo de delitos. Que la gente le tuviera miedo era lo usual. Que huyeran de ella sin aparente motivo, era lo usual... Pero que sus propios esclavos le tomasen el pelo de aquella forma distaba mucho de ser normal. Y sí, pensaba en ellos como sus esclavos. El motivo: debían seguir sus órdenes, por muy estúpidas que fueran. Y entre esas obligaciones, por supuesto, estaba el hecho de darle la razón en absolutamente todo. Aquellos estúpidos mortales no necesitaban un contrato firmado que dijese todo aquello. Una simple mirada de la vampiresa debía bastar... Debía, sí, porque no parecía que pensasen lo mismo. De pronto, se dio cuenta de que había sido demasiado blanda y que evidentemente era aquello lo que los había hecho pensar que su ama había cambiado de opinión respecto a ellos... Nada más lejos de la realidad. La sangre le hervía por dentro y si no le asestaba unos buenos golpes era simplemente porque sabía que tendría que traer más gente a casa, y no estaba dispuesta.
Y, pese a todo, allí se encontraba. Con una cesta bajo el cielo plomizo de París, ya atardeciendo. Tenía que hacer la compra porque era la única de entre su servicio que, ni era neófita ni tenía intención de escaparse. Bufó en voz baja, refugiándose bajo la capa que apenas si la cubría de las miradas curiosas de los transeúntes. Llevaba un vestido demasiado elegante y demasiado descotado para que nadie se fijara y, desde luego, no encajaba nada en la escena. Se acercó a un puesto de manzanas y comenzó a rellenar el cesto con despreocupación. Un buen castigo sería ese, alimentar a sus esclavos humanos a base de manzanas durante una semana, al menos.
No comerte al servicio... Algo que, en principio, podría parecer lógico y simple de entender para cualquier persona, no lo había sido para ella. Y allí estaba, pagando lo justo por pecadora... Aunque era poco castigo para tanto pecado como había cometido. Claro que, en el mundo en que vivía, no había jueces para ese tipo de delitos. Que la gente le tuviera miedo era lo usual. Que huyeran de ella sin aparente motivo, era lo usual... Pero que sus propios esclavos le tomasen el pelo de aquella forma distaba mucho de ser normal. Y sí, pensaba en ellos como sus esclavos. El motivo: debían seguir sus órdenes, por muy estúpidas que fueran. Y entre esas obligaciones, por supuesto, estaba el hecho de darle la razón en absolutamente todo. Aquellos estúpidos mortales no necesitaban un contrato firmado que dijese todo aquello. Una simple mirada de la vampiresa debía bastar... Debía, sí, porque no parecía que pensasen lo mismo. De pronto, se dio cuenta de que había sido demasiado blanda y que evidentemente era aquello lo que los había hecho pensar que su ama había cambiado de opinión respecto a ellos... Nada más lejos de la realidad. La sangre le hervía por dentro y si no le asestaba unos buenos golpes era simplemente porque sabía que tendría que traer más gente a casa, y no estaba dispuesta.
Y, pese a todo, allí se encontraba. Con una cesta bajo el cielo plomizo de París, ya atardeciendo. Tenía que hacer la compra porque era la única de entre su servicio que, ni era neófita ni tenía intención de escaparse. Bufó en voz baja, refugiándose bajo la capa que apenas si la cubría de las miradas curiosas de los transeúntes. Llevaba un vestido demasiado elegante y demasiado descotado para que nadie se fijara y, desde luego, no encajaba nada en la escena. Se acercó a un puesto de manzanas y comenzó a rellenar el cesto con despreocupación. Un buen castigo sería ese, alimentar a sus esclavos humanos a base de manzanas durante una semana, al menos.
Última edición por Ophelia M. Haborym el Miér Ene 01, 2014 9:10 pm, editado 1 vez
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: Striptease con la gitana Voyeur [+18] | Eerin Schiffer
¿Qué estaba haciendo? Nada, solamente disfrutaba de la belleza eterna del mundo que le rodeaba. Como odiaba aquellos días en donde la luna estaba en cierta posición que lo hacía ser como un cachorro en momentos de pubertad, estaba absorto con todo lo que llegaba a ver, oler y oír. En otras ocasiones hubiera ya matado a alguien, hubiera salido demasiado amargado de aquel lugar, pero esa no era la ocasión, cualquier cosa que le molestara, la dejaba ir, así como hubiera llegado, le daba menor importancia a todo y mayor importancia a cualquier cosa que fuera más insignificante posible.
Le encantaba pasear por los puestos y ver como su nariz le daba señales de alerta, está cerca el pescado, que asco, no le gustaba eso, se aproximaba a la leche fresca y blanca, mejor se tapaba la nariz antes de que le provocara nauseas, así que la comida era la que guiaba y trazaba su camino, se alejaba de las cosas que no le provocaban satisfacción, moviéndose de aquí y allá, para poder evitar sus enemigos de la comida. Era muy estricto al comer, podría amar solamente tener que comer carne recién cocinada y un buen vaso de vino.
-Especias…- rugió como cachorro al notar unas gotas de agua en su cuerpo. Todo en el estaba más sensible de lo normal, los murmullos de la gente no lo dejaba en paz, podía oír hasta los suspiros de las mujeres, cansadas de que su marido solamente haga una posición en su acto sexual, como le encantaría poder enseñarle a la doncella unas mas varíales, pero las especias lo alejan de aquel susurro tan débil que solamente él lo captaría. Dio media vuelta, encontrándose con un lugar más tranquilo, las frutas y verduras no tenían un olor tan desagradable, su nariz soportaba, encontró encantador el olor del cilantro a tal punto que sujeto un poco para olerlo.
Camino un poco más, encontró unas naranjas, mandarinas, muchas otras cosas que solamente apreciaba con la vista y el olor, pues en realidad no las necesitaba, en este momento no. –ohh manzanas- sin pensarlo se acerco al puesto de manzanas, encontró una deliciosa, que una mujer está a punto de agarrar, pero su velocidad fue mas –Quiero esta…- le dijo a la vendedora con una amplia y seductora sonrisa, ella asintió y recibió las monedas que él le daba, hasta un poco más de lo que en realidad pedía.
Miro de reojo a la mujer, para luego morder la manzana, disfruto la mordida jugosa que pudo disfrutar, de cierta forma lo hacía a propósito, no era cualquier licántropo, ya era algo viejo y podía identificar a cualquier creatura extraña, sin importar su vestimenta, discreta o no…
Le encantaba pasear por los puestos y ver como su nariz le daba señales de alerta, está cerca el pescado, que asco, no le gustaba eso, se aproximaba a la leche fresca y blanca, mejor se tapaba la nariz antes de que le provocara nauseas, así que la comida era la que guiaba y trazaba su camino, se alejaba de las cosas que no le provocaban satisfacción, moviéndose de aquí y allá, para poder evitar sus enemigos de la comida. Era muy estricto al comer, podría amar solamente tener que comer carne recién cocinada y un buen vaso de vino.
-Especias…- rugió como cachorro al notar unas gotas de agua en su cuerpo. Todo en el estaba más sensible de lo normal, los murmullos de la gente no lo dejaba en paz, podía oír hasta los suspiros de las mujeres, cansadas de que su marido solamente haga una posición en su acto sexual, como le encantaría poder enseñarle a la doncella unas mas varíales, pero las especias lo alejan de aquel susurro tan débil que solamente él lo captaría. Dio media vuelta, encontrándose con un lugar más tranquilo, las frutas y verduras no tenían un olor tan desagradable, su nariz soportaba, encontró encantador el olor del cilantro a tal punto que sujeto un poco para olerlo.
Camino un poco más, encontró unas naranjas, mandarinas, muchas otras cosas que solamente apreciaba con la vista y el olor, pues en realidad no las necesitaba, en este momento no. –ohh manzanas- sin pensarlo se acerco al puesto de manzanas, encontró una deliciosa, que una mujer está a punto de agarrar, pero su velocidad fue mas –Quiero esta…- le dijo a la vendedora con una amplia y seductora sonrisa, ella asintió y recibió las monedas que él le daba, hasta un poco más de lo que en realidad pedía.
Miro de reojo a la mujer, para luego morder la manzana, disfruto la mordida jugosa que pudo disfrutar, de cierta forma lo hacía a propósito, no era cualquier licántropo, ya era algo viejo y podía identificar a cualquier creatura extraña, sin importar su vestimenta, discreta o no…
Eerin Schiffer- Licántropo Clase Media
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Localización : En las calles de Paris...
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Re: Striptease con la gitana Voyeur [+18] | Eerin Schiffer
Ophelia, la vampiresa de mano firme e ideas confusas; la mujer de rostro imperturbable que a todos provocaba terror cuando el tedio de su vida eterna daba paso a una fura irracional de la fuerza destructiva de un huracán. Esa era ella. Hermosa y peligrosa a partes iguales. Había provocado locura en muchos hombres y despertado envidia en muchas mujeres que, atraídos los unos, y enfadadas las otras, por su belleza sobrehumana, no dudaban en querer parecerse a ella o intentar ser dignos de sus "favores". Como si todo el dinero del mundo pudiese pagar una sola noche con ella... ni diez minutos. Eran patéticos. Despreciaba aquella actitud ególatra que les hacía sentirse los reyes de todo cuanto existía en el universo. Como si realmente fueran las únicas y más interesantes criaturas que había sobre la tierra. Nada más fuera de la realidad. Miró a la anciana que vendía las manzanas con en gesto fruncido y una expresión de perpetuo aburrimiento. Estaba arrugada en exceso, y tenía la piel tan tostada a causa del Sol que era difícil entrever los lunares y otras imperfecciones visibles normalmente en casi cualquier persona.
Envejecer. El hecho más temido por todos los humanos, considerado por muchos como una maldición más que un beneficio. Para ella, formaba parte del ciclo de la vida, tanto o más que el nacimiento de nuevos humanos, cuya meta última sería poblar y vagar por un mundo ya demasiado superpoblado como para mantenerlos. Muchos morían en las calles, desabastecidos de todo alimento y aseo. Una vida miserable a la que eran arrojados y condenados por sus mayores, que aceptaban como líderes a los más rastreros. Nunca lo entendería. Y mientras ella, siempre joven, siempre con aspecto imperturbable... incapaz de completar el ciclo de la vida. A veces, al verse en el espejo le asaltaban las dudas de los motivos por los que aún vagaba por la tierra, mezclada entre criaturas tan dispares y siempre en evolución. Ella se había estancado, había dejado de modificarse. Ni siquiera su aspecto, sus ropajes o su peinado había cambiado nada en los últimos seiscientos años. ¿Estaba quizá lista para reemprender su camino hacia el fin?
Pero cosas como las que pasaban a continuación, la convencían de que aún no había llegado su hora. En ocasiones, actitudes, hechos, personas concretas, le demostraban que aún no lo había visto todo. Apenas hubo de girar la cabeza treinta grados para observar el aspecto del "ladrón de manzanas". Chasqueó la lengua arrugando la nariz exageradamente, como si su olfato ultrasensible se pudiera acaso "atrofiar" debido al aroma emitido por el licántropo ahora ubicado junto a ella. Evidentemente, no era así. Para ella, los licántropos dejaban bastante clara su naturaleza, y eso no le agradaba demasiado. Lo mejor de ser un ser sobrenatural es la capacidad de camuflaje. Es mejor sorprender a otros con un aspecto irreal para luego mostrar el verdadero yo. Ese sediento de sangre. Ese furibundo e insensible "yo", que hacía que todos huyeran de ella antes de que dijera su propio nombre. No quería ser famosa por belleza o talento: quería ser famosa por que todos le tuvieran miedo. Probablemente, no estuviese muy lejos de conseguirlo. Pero entonces caía en la cuenta de que su verdadera cara también estaba expuesta ante el licano. Él sabía lo que era, tal y como ella sabía lo que era él. Eran los que más se conocían en todo aquel mercado, aun siendo completos desconocidos. Lo que pasaba desapercibido para el resto, era perfectamente perceptible por ellos. Tan distintos y similares.
- Esa era mía. Debisteis pagarme a mi en lugar de a la señora... -Murmuró en un tono de voz apenas audible para un humano convencional. Ni qué decir de la gitana que estaba entre ambos, que parecía no entender nada de lo que nadie le decía. - ¿Soléis robar manzanas a todas las damas del mercado, o soy yo la única afortunada?
Envejecer. El hecho más temido por todos los humanos, considerado por muchos como una maldición más que un beneficio. Para ella, formaba parte del ciclo de la vida, tanto o más que el nacimiento de nuevos humanos, cuya meta última sería poblar y vagar por un mundo ya demasiado superpoblado como para mantenerlos. Muchos morían en las calles, desabastecidos de todo alimento y aseo. Una vida miserable a la que eran arrojados y condenados por sus mayores, que aceptaban como líderes a los más rastreros. Nunca lo entendería. Y mientras ella, siempre joven, siempre con aspecto imperturbable... incapaz de completar el ciclo de la vida. A veces, al verse en el espejo le asaltaban las dudas de los motivos por los que aún vagaba por la tierra, mezclada entre criaturas tan dispares y siempre en evolución. Ella se había estancado, había dejado de modificarse. Ni siquiera su aspecto, sus ropajes o su peinado había cambiado nada en los últimos seiscientos años. ¿Estaba quizá lista para reemprender su camino hacia el fin?
Pero cosas como las que pasaban a continuación, la convencían de que aún no había llegado su hora. En ocasiones, actitudes, hechos, personas concretas, le demostraban que aún no lo había visto todo. Apenas hubo de girar la cabeza treinta grados para observar el aspecto del "ladrón de manzanas". Chasqueó la lengua arrugando la nariz exageradamente, como si su olfato ultrasensible se pudiera acaso "atrofiar" debido al aroma emitido por el licántropo ahora ubicado junto a ella. Evidentemente, no era así. Para ella, los licántropos dejaban bastante clara su naturaleza, y eso no le agradaba demasiado. Lo mejor de ser un ser sobrenatural es la capacidad de camuflaje. Es mejor sorprender a otros con un aspecto irreal para luego mostrar el verdadero yo. Ese sediento de sangre. Ese furibundo e insensible "yo", que hacía que todos huyeran de ella antes de que dijera su propio nombre. No quería ser famosa por belleza o talento: quería ser famosa por que todos le tuvieran miedo. Probablemente, no estuviese muy lejos de conseguirlo. Pero entonces caía en la cuenta de que su verdadera cara también estaba expuesta ante el licano. Él sabía lo que era, tal y como ella sabía lo que era él. Eran los que más se conocían en todo aquel mercado, aun siendo completos desconocidos. Lo que pasaba desapercibido para el resto, era perfectamente perceptible por ellos. Tan distintos y similares.
- Esa era mía. Debisteis pagarme a mi en lugar de a la señora... -Murmuró en un tono de voz apenas audible para un humano convencional. Ni qué decir de la gitana que estaba entre ambos, que parecía no entender nada de lo que nadie le decía. - ¿Soléis robar manzanas a todas las damas del mercado, o soy yo la única afortunada?
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: Striptease con la gitana Voyeur [+18] | Eerin Schiffer
-Lo siento, nunca pago por un servicio- le aclaro tranquilamente, mordió nuevamente la manzana, dejando un perfecto circulo en su paso, mastico el jugo y disfruto la dulzura de ese fruto –No lo he robado, lo he pagado, además, la mujer necesita más dinero que tu- sus labios apenas se movían. La gente que podría llegar a verlos, podrían verlos como unos idiotas que se habían quedado fijamente como si fuera un flechazo a primera vista, pero eso solamente sucedía en los cuentos de hadas, que tanto le encantaba a las niñas, pero la historia era diferente, el no era el típico príncipe en busca de una dulce damisela, ella tampoco era aquella mujer que estaba buscando, se podía notar fácilmente que su dulzura se había vuelto tan putrefacta, que era más veneno que otra cosa.
¿Cómo era que podía amar y odiar al mismo tiempo la sinfonía de aquel lugar? Podría marearle fácilmente, hartarlo, dejarlo tan malhumorado que destruiría a unos pasos su lugar, pero la luna debía estar en buena posición, porque llegaba a ser un buen espectáculo para él. Las manzanas estaban deliciosas, comenzaba a antojársele otras más, pero lo que más llegaba a interesarle era aquella mujer que estaba al frente de ella. Nunca había tenia buena relación con esa especie, pero siempre le había resbalado quienes eran, tenia peor relación con los de su especie, era un lobo solitario que acabaría con otro lobo sin pensarlo, así que la suerte rondaba junto con ellos o eso él creía.
Alzo una de sus cejas –bueno, eso depende mucho de qué tipo de manzana estés hablando- miro lo poco que quedaba en su mano, apenas unas tres mordidas y terminaría de comerse aquel fruto que muchos llegaban a ver como prohibido, gracias al relato de Eva y el fruto prohibido, que al final terminaría siendo la manzana del conocimiento. El conocimiento es malo, la ignorancia es la mejor salida, según aquella historia así lo describían. La miro detenidamente, para luego reír, tenía un aire sensual y exquisito que podría llegar a gustarle mucho, era mejor alejarse de ella, era una mujer peligrosa, no como cualquier amante sumisa y bien adiestrada que hubiera tenido, pero aquello solamente hacía que sus narices desearan meterse en aquellos muslos muertos, pero que sabía que aun tendrían aquel sabor especial de una dama y así la pregunta se formulaba ¿Y tu como serás en la cama?
¿Cómo era que podía amar y odiar al mismo tiempo la sinfonía de aquel lugar? Podría marearle fácilmente, hartarlo, dejarlo tan malhumorado que destruiría a unos pasos su lugar, pero la luna debía estar en buena posición, porque llegaba a ser un buen espectáculo para él. Las manzanas estaban deliciosas, comenzaba a antojársele otras más, pero lo que más llegaba a interesarle era aquella mujer que estaba al frente de ella. Nunca había tenia buena relación con esa especie, pero siempre le había resbalado quienes eran, tenia peor relación con los de su especie, era un lobo solitario que acabaría con otro lobo sin pensarlo, así que la suerte rondaba junto con ellos o eso él creía.
Alzo una de sus cejas –bueno, eso depende mucho de qué tipo de manzana estés hablando- miro lo poco que quedaba en su mano, apenas unas tres mordidas y terminaría de comerse aquel fruto que muchos llegaban a ver como prohibido, gracias al relato de Eva y el fruto prohibido, que al final terminaría siendo la manzana del conocimiento. El conocimiento es malo, la ignorancia es la mejor salida, según aquella historia así lo describían. La miro detenidamente, para luego reír, tenía un aire sensual y exquisito que podría llegar a gustarle mucho, era mejor alejarse de ella, era una mujer peligrosa, no como cualquier amante sumisa y bien adiestrada que hubiera tenido, pero aquello solamente hacía que sus narices desearan meterse en aquellos muslos muertos, pero que sabía que aun tendrían aquel sabor especial de una dama y así la pregunta se formulaba ¿Y tu como serás en la cama?
Eerin Schiffer- Licántropo Clase Media
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Re: Striptease con la gitana Voyeur [+18] | Eerin Schiffer
-Pues es precisamente por los servicios por lo que hay que pagar... Nada es gratis para nadie.
-Observó cómo masticaba la manzana robada con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados. Torció el gesto al ver que la disfrutaba. Ella no podía comer esas cosas, porque no podía, y aún así le molestó aquel detalle de forma exagerada, de forma absurdamente grande a miradas ajenas. Sólo era una manzana, y el puesto estaba lleno de manzanas idénticas a esa. Una simple manzana que ni siquiera iba a comerse ella. Y lo peor: se la había llevado un licántropo. Se le instaló un nudo en la garganta sólo de pensarlo. - La robaste porque era mía. Yo la compré, y aunque la señora necesite el dinero más que yo, ¿debería importarme? No por ello deja de ser mía. Así que la próxima que cojas y pagues, te la robaré yo. Sólo así estaremos en paz. -Sonrió de forma felina y le miró directamente a los ojos. Los licántropos, pese a ser una especie opuesta a la suya propia, algo así como enemigos naturales, siempre habían suscitado en ella cierto interés... que hasta aquel día pensaba que era puramente científico.
Curiosas criaturas. Salvajes, fuertes, incontrolables, con un disfraz de piel tal y como el que ella misma llevaba. Pero su corazón sí latía de forma rítmica, su piel sí que desprendía calor. Eran parcialmente humanos. Humanos más fuertes, más resistentes, más salvajes, más maduros. Por eso sentía aquella extraña y antinatural atracción por los de su especie. Por eso le resultaba atractivo. Aquel hombre al que, de haber sido humano, hubiese ignorado desde el inicio, despertaba en ella un extraño sentimiento, mezcla de deseo y agresividad contenida. Le miró mientras comía la manzana, lucía tan satisfecho que casi le dio envidia. Casi, porque para ella, la comida humana había perdido su atractivo hacía mucho. Su atractivo y su sabor. La consideraba casi como un veneno para los que eran como ella. Se concentró en el aroma que desprendía el lican. Un aroma que muchos se afanaban en encontrar desagradable, pero que a ella le resultaba curioso cuanto menos. Cuando al fin hubo finalizado de comerse SU manzana.
- No creo que la mía, la que yo escogí, sea mejor que la de cualquier otra persona de este mercado. Sin embargo, me la robasteis a mi. Así que, u os gusta más la mía, u os gusto yo. Cualquiera de las dos me parece válida y comprensible. Al menos admitid que os hago "tilín", lobito... -Se acercó a él bruscamente, encarándole de forma abrupta. Aspiró fuertemente su aroma y dibujó una sonrisa de oreja a oreja. Alzó la mano derecha lentamente hasta alcanzar el rostro ajeno. Perfiló la línea de su mentón con el dedo índice, percibiendo su barba, que había crecido ligeramente haciendo el tacto ligeramente áspero. Es extraño... pero me agrada la sensación de estar junto a él. Su sonrisa se fue difuminando y su semblante se fue oscureciendo ligeramente, contrayéndose en una mueca tenebrosa, salvaje. Peligrosa.
-Observó cómo masticaba la manzana robada con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados. Torció el gesto al ver que la disfrutaba. Ella no podía comer esas cosas, porque no podía, y aún así le molestó aquel detalle de forma exagerada, de forma absurdamente grande a miradas ajenas. Sólo era una manzana, y el puesto estaba lleno de manzanas idénticas a esa. Una simple manzana que ni siquiera iba a comerse ella. Y lo peor: se la había llevado un licántropo. Se le instaló un nudo en la garganta sólo de pensarlo. - La robaste porque era mía. Yo la compré, y aunque la señora necesite el dinero más que yo, ¿debería importarme? No por ello deja de ser mía. Así que la próxima que cojas y pagues, te la robaré yo. Sólo así estaremos en paz. -Sonrió de forma felina y le miró directamente a los ojos. Los licántropos, pese a ser una especie opuesta a la suya propia, algo así como enemigos naturales, siempre habían suscitado en ella cierto interés... que hasta aquel día pensaba que era puramente científico.
Curiosas criaturas. Salvajes, fuertes, incontrolables, con un disfraz de piel tal y como el que ella misma llevaba. Pero su corazón sí latía de forma rítmica, su piel sí que desprendía calor. Eran parcialmente humanos. Humanos más fuertes, más resistentes, más salvajes, más maduros. Por eso sentía aquella extraña y antinatural atracción por los de su especie. Por eso le resultaba atractivo. Aquel hombre al que, de haber sido humano, hubiese ignorado desde el inicio, despertaba en ella un extraño sentimiento, mezcla de deseo y agresividad contenida. Le miró mientras comía la manzana, lucía tan satisfecho que casi le dio envidia. Casi, porque para ella, la comida humana había perdido su atractivo hacía mucho. Su atractivo y su sabor. La consideraba casi como un veneno para los que eran como ella. Se concentró en el aroma que desprendía el lican. Un aroma que muchos se afanaban en encontrar desagradable, pero que a ella le resultaba curioso cuanto menos. Cuando al fin hubo finalizado de comerse SU manzana.
- No creo que la mía, la que yo escogí, sea mejor que la de cualquier otra persona de este mercado. Sin embargo, me la robasteis a mi. Así que, u os gusta más la mía, u os gusto yo. Cualquiera de las dos me parece válida y comprensible. Al menos admitid que os hago "tilín", lobito... -Se acercó a él bruscamente, encarándole de forma abrupta. Aspiró fuertemente su aroma y dibujó una sonrisa de oreja a oreja. Alzó la mano derecha lentamente hasta alcanzar el rostro ajeno. Perfiló la línea de su mentón con el dedo índice, percibiendo su barba, que había crecido ligeramente haciendo el tacto ligeramente áspero. Es extraño... pero me agrada la sensación de estar junto a él. Su sonrisa se fue difuminando y su semblante se fue oscureciendo ligeramente, contrayéndose en una mueca tenebrosa, salvaje. Peligrosa.
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Re: Striptease con la gitana Voyeur [+18] | Eerin Schiffer
El se rio ampliamente, para el todo era gratis, siempre encontraba como lograr no gastar ni un franco, por eso se burlaba de ella y de su forma de pensar. Era mucho problema para una simple manzana, pero la entendía, nadie quería perder, pues entonces seria débil ante el otro, el orgullo era algo que mataba, tal vez a los dos. Se alzo de hombros, esa era la cuestión, el había provocado toda esa cuestión para poder molestarla, para verla como se carcomía de envida al ver que no podría tener la ventaja de ser un sobrenatural como él, que aun era un humano, no como ellos que solamente eran cuerpos vivientes sin alma, malditos hasta la medula.
— Eres mujer, tienes coño — le dijo sin pelos en la boca — me atraes de forma natural — su cuerpo iba a reaccionar de forma violenta, pero se retuvo, sabía que ella no era de molestarse, aun así, estaba siendo muy blanco, dejándose llevar por un buen cuerpo y un par de tetas. Nunca había tenido la oportunidad de jugar con una dama de la noche. ¿Estaba interesado a probar? Era una combinación peligrosa, miraba el semblante de la mujer y su instinto vivo y sabio, le decía que era una mala idea. ¿Cuándo hacia caso?, miro a la gitana que aun vendía manzanas, sintiéndose un poco temerosa de cómo se veían aquellos dos, pues parecía que un conflicto podría estar a punto de surgir.
— No tengo tiempo para discutir contigo, dulzura — sonrió levemente, mientras sus grandes manos la sujetaban por los hombros, haciendo una gran presión, no media su fuerza, no le interesaba si salía lastimada o no, sería su problema si se dejaba, al ser más alto que ella, miro hacia abajo, para besarle castamente los labios — y he aprendido a “olfatea” muy bien la humedad de lo que las mujeres esconden entre las piernas, así que no puedes decir que te atraigo más de lo que tú lo haces — se alzo los hombros, dando la media vuelta, liberándola de sus garras, la gitana pareció respirar luego de mucho tiempo, pues había estado conteniendo la respiración al notar aquella riña, pero parecía que todo se había acabado, al ver que Eerin se dirigía a un lugar menos concurrido, alejándose de los problemas y las tentaciones de Eva.
— Eres mujer, tienes coño — le dijo sin pelos en la boca — me atraes de forma natural — su cuerpo iba a reaccionar de forma violenta, pero se retuvo, sabía que ella no era de molestarse, aun así, estaba siendo muy blanco, dejándose llevar por un buen cuerpo y un par de tetas. Nunca había tenido la oportunidad de jugar con una dama de la noche. ¿Estaba interesado a probar? Era una combinación peligrosa, miraba el semblante de la mujer y su instinto vivo y sabio, le decía que era una mala idea. ¿Cuándo hacia caso?, miro a la gitana que aun vendía manzanas, sintiéndose un poco temerosa de cómo se veían aquellos dos, pues parecía que un conflicto podría estar a punto de surgir.
— No tengo tiempo para discutir contigo, dulzura — sonrió levemente, mientras sus grandes manos la sujetaban por los hombros, haciendo una gran presión, no media su fuerza, no le interesaba si salía lastimada o no, sería su problema si se dejaba, al ser más alto que ella, miro hacia abajo, para besarle castamente los labios — y he aprendido a “olfatea” muy bien la humedad de lo que las mujeres esconden entre las piernas, así que no puedes decir que te atraigo más de lo que tú lo haces — se alzo los hombros, dando la media vuelta, liberándola de sus garras, la gitana pareció respirar luego de mucho tiempo, pues había estado conteniendo la respiración al notar aquella riña, pero parecía que todo se había acabado, al ver que Eerin se dirigía a un lugar menos concurrido, alejándose de los problemas y las tentaciones de Eva.
Eerin Schiffer- Licántropo Clase Media
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Re: Striptease con la gitana Voyeur [+18] | Eerin Schiffer
Que la gente se riera de las cosas que decía, tenía un pase, pero que se burlaran de ella en su misma cara, ya era harina de otro costal. No estaba en absoluto acostumbrada a que nadie fuese capaz de mirarla por encima del hombro. Menos aún a que se atreviesen a retarla de aquella forma tan evidente. De haberse dado en otra situación, y siendo el motivo de su incomodidad un humano, su respuesta hubiese sido bastante simple y automática: hubiese saltado sobre él, hundido sus colmillos en la tersa piel de su cuello, y habría terminado con su vida en menos de un minuto. Pero ni era un humano quien se estaba burlando de ella, ni la situación daba pie a que eso sucediera. No se sentía contrariada, ni enfadada. Más bien al contrario. Estaba tan absorta en la brusca forma de ser del lican, que apenas si podía contener las carcajadas. ¿Por qué encontraba gracioso algo que, en cualquier otro contexto, la hubiese sacado fácilmente de sus casillas? La respuesta era simple: porque lo había dicho él, y no otro, y porque aquellas palabras salían de entre sus labios con una indiferencia que casi envidiaba.
- Tú eres hombre, tienes huevos, y no por ello me siento atraída por ti... -Mintió, aunque no del todo. No, de él le atraía más la humanidad patente que aún conservaba, el calor emanado por su piel, también sobrenatural, y la capacidad de decir las cosas como primero se le ocurrían algo que, a ella, que siempre buscaba las palabras adecuadas para todo, no se le daba demasiado bien. Ser tan vieja tiene sus desventajas y una de ellas era la pérdida de la espontaneidad que todos los humanos portan de alguna forma. Ella tenía que medir sus pasos, planear cada uno de sus movimientos, a fin de parecer un igual frente a los ojos críticos de todos los que la rodeaban. No por miedo, sino por necesidad. Si el mundo fuese diferente, los que se tendrían que esconder serían otros. Pero el mundo era el que era, y tenía que adaptarse como buenamente podía. Los licans, no. Aun siendo unas bestias, temibles en algunos casos, seguían siendo humanos. Y su corazón, latiendo bajo aquella atractiva capa, le daba la razón.
A diferencia de ti... cariño, yo tengo todo el tiempo del mundo para discutir. Lo que me faltan son las ganas. Pensó, con una sonrisa tan poco sutil como lo eran sus intenciones. Se acercó al cuerpo cálido del licántropo con una brusquedad impropia para ella, pero necesaria, dado el momento. Quiso morder sus labios desde el mismo momento en que notó su calidez. Morderlos. Poseerlos. Devorarlos. Pero se mantuvo en su papel de sumisa, dejando que la agarrase por los hombros. Quería gritar que apretara más fuerte, que cubriera aquella zona de su fisionomía del dulce dolor que le provocaba. Quería que el juego comenzara, casi tanto como que terminara. Pero todo cuanto le regaló, fue la frustración al notar que se marchaba, dejándola tan anhelante como un infante al que le ofreces un caramelo, y luego se lo arrebatas. Sin pensárselo dos veces, le lanzó una manzana para luego echar a correr tras él, sujetándole por el codo sin suavidad ninguna. - Sabréis entonces que no es fácil deshacerse de una mujer en ese estado. ¿Verdad? ¿A quién queréis engañar? Vuestra excitación es la misma que la mía, y negarlo no os va a quitar la duda acerca de si las inmortales somos mejores que las vivas, o al revés. Os invito a comprobarlo... Os lo ordeno, más bien. -Y dicho esto, tiró de él con todas sus fuerzas, a fin de que volviera a mirarla.
- Tú eres hombre, tienes huevos, y no por ello me siento atraída por ti... -Mintió, aunque no del todo. No, de él le atraía más la humanidad patente que aún conservaba, el calor emanado por su piel, también sobrenatural, y la capacidad de decir las cosas como primero se le ocurrían algo que, a ella, que siempre buscaba las palabras adecuadas para todo, no se le daba demasiado bien. Ser tan vieja tiene sus desventajas y una de ellas era la pérdida de la espontaneidad que todos los humanos portan de alguna forma. Ella tenía que medir sus pasos, planear cada uno de sus movimientos, a fin de parecer un igual frente a los ojos críticos de todos los que la rodeaban. No por miedo, sino por necesidad. Si el mundo fuese diferente, los que se tendrían que esconder serían otros. Pero el mundo era el que era, y tenía que adaptarse como buenamente podía. Los licans, no. Aun siendo unas bestias, temibles en algunos casos, seguían siendo humanos. Y su corazón, latiendo bajo aquella atractiva capa, le daba la razón.
A diferencia de ti... cariño, yo tengo todo el tiempo del mundo para discutir. Lo que me faltan son las ganas. Pensó, con una sonrisa tan poco sutil como lo eran sus intenciones. Se acercó al cuerpo cálido del licántropo con una brusquedad impropia para ella, pero necesaria, dado el momento. Quiso morder sus labios desde el mismo momento en que notó su calidez. Morderlos. Poseerlos. Devorarlos. Pero se mantuvo en su papel de sumisa, dejando que la agarrase por los hombros. Quería gritar que apretara más fuerte, que cubriera aquella zona de su fisionomía del dulce dolor que le provocaba. Quería que el juego comenzara, casi tanto como que terminara. Pero todo cuanto le regaló, fue la frustración al notar que se marchaba, dejándola tan anhelante como un infante al que le ofreces un caramelo, y luego se lo arrebatas. Sin pensárselo dos veces, le lanzó una manzana para luego echar a correr tras él, sujetándole por el codo sin suavidad ninguna. - Sabréis entonces que no es fácil deshacerse de una mujer en ese estado. ¿Verdad? ¿A quién queréis engañar? Vuestra excitación es la misma que la mía, y negarlo no os va a quitar la duda acerca de si las inmortales somos mejores que las vivas, o al revés. Os invito a comprobarlo... Os lo ordeno, más bien. -Y dicho esto, tiró de él con todas sus fuerzas, a fin de que volviera a mirarla.
Ophelia M. Haborym- Vampiro Clase Alta
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Re: Striptease con la gitana Voyeur [+18] | Eerin Schiffer
“Mi alma debe estar detrás de ti; Estoy matando mi carne sin ella.”
— Sylvia Plath
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Bellos eran los ojos de aquella mujer que pedía a gritos una aventura y el también, parecía tan interesado, deseoso de llevarla junto a él, para así poder probar acompañado de alguien, el beber de una fuente muerta, el poder devorar el fruto prohibido por los dioses, no era mala idea, le gustaba retar a todo lo que se pusiera en frente a él, era lo que más le gustaba, retar al maldito mundo que le había quitado todo, pues no sabía cuando este se antojaría de quitarle también la vida, así que, lo único que quedaba, era disfrutar cada minuto, cada hora, cada día, como si fuera el ultimo. No sabía si iba a despertar, si abriría los ojos y vería de nuevo la luz del día, resplandeciendo, molestándolo, para no dejarlo dormir mas, pues no estaba muerto, no podía quedarse en tierra, debía levantarse a luchar.
Si, el era altanero, decía las cosas cuando deseaba decirlas, no tenía mucho tacto para hacer las cosas delicadamente, no le habían enseñado a hacer eso y con los años que tenia encima, perro viejo parecía no poder aprender trucos nuevos — Pero si no tienes ganas, entonces estar muerta — cuestiono a la vampiresa, mientras se cruzaba de brazos, alejándose de ella, como si no le importara su estado. Cuando sintió su rudeza, de la manzana en su cabeza y su agarre firme y fuerte, manteniendo sus cuerpos juntos, si permitir que él se alejara. La joven de las frutas, quedo un poco pasmada, pues veía una seria riña entre ellos, pero era más que eso, sus manos se aferraron a sus brazos, apretando, marcando sus dedos en su piel.
— ¿ordenarme? — Rio a carcajadas, mientras de un manotazo se libraba de su agarre — La gata tiene garras… pero no me importa, todas son iguales — retrocedió, aun teniendo la mirada fija en ella, retándola, queriéndola herir, que su orgullo sangrara — ¿Acaso tu me enseñaras que eres diferente a las demás? — alzo su ceja, algo dudoso, su mirada lo decía, su tono burlón lo expresaba claramente, pero todo era para hacerla sufrir, matar el orgullo que tenia dentro de ella o al menos herirlo. En la cama, desnudos, dos personas estaban indefensas, sus almas eran iguales, nadie tenía ventaja de la otra, eso se lograba si una de ellas lo quería así, pero siempre habría una igualdad debajo de las sabanas.
Eerin Schiffer- Licántropo Clase Media
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