Una noche para los dos , Mi Esposo [ Eerin ]

Era extraño, se sentía realmente extraño poder sentir el calor de una mujer tan cerca de el, pero esta era diferente, no era otra piel fémina que solamente pasaba con él una sola noche, era un aroma que lo había hipnotizado y ahora no se podía quitarla de sus pensamientos. Era como una droga de la cual no podía salir fácilmente. Las cosas pasan por una razón, aun así estaba temeroso, algo incomodo por sentir que podría, en cualquier momento lastimarla, aunque ella conocía su condición, eso lo volvía más inseguro de sí mismo.

Siempre se había intentado alejar de las personas, nunca mantener una buena relación entre sus allegados, para poder desprenderse fácilmente de ellos, pero ahora era diferente, parecía que no podía alejarse mucho tiempo de ella, necesitaba verla todos los días para sentir que vivía, le agradaba aquella sensación de ser un humano normal, pero su mente, su conciencia le recordaba a cada rato que no era alguien común y corriente.

Ella era tan fácil de amar, no había otra flor igual a ella, se podía ver la diferencia aunque estuviera entre muchas mujeres bellas, la había encontrado fácilmente, podía verla caminar desde muy lejos, el solamente se aproximaba a paso lento, dejando que ella disfrutara de la tranquilidad de la naturaleza, mientras el solamente disfrutaba verla danzar entre las personas, tenía un vestido recatado, pero no dejaba de ser seductor y provocativo.

Sonrio de medio lado, cuando ya estaba a una buena distancia de ella-Mon Amour, aunque trates de ocultarlo, tu belleza siempre opacara a las demás mujeres- le susurro estando detrás de ella, con una sonrisa picara, esperando que girase para poder ver aquella sonrisa en sus labios que tanto amaba.

aloha:

La belleza de aquella mujer era más grande que cualquier bella flor que estuviera en aquel lugar, muchos hombres podían llegar a verla, pero había llegado la suerte de ser ahora el único que la poseía, no había tenido problema en mantener una relación libertina o eso habría pensado si no fuera ella, pero cuando el amor llega a ser más grande que los deseos de una persona, no se puede evitar, sentir la necesidad de volverse fiel hacia aquella alma, que parece ser cortada por el mismo cuchillo. Tenía ganas de abrazarla, de poder sentirla tan cerca que sus cuerpos se fusionaran, pero aquello lo dejaría para las noches de amor, que la mayoría de veces lograban… si no se entrometía la luna llena y aquella maldición que tocaba a la puerta de vez en cuando. Alzo sus hombros, el también había sido conocido por ser mujeriego, pero cuando llega una mujer que te ata, te ata completamente, mujeres hermosas, con cuerpos de diosas, habían muchas, pero mujeres con un alma tan pura como la de Mar, nunca la encontraría nuevamente.

Tanto tiempo había pasado, si lo contaba le parecería poco, para lo que había pasado, dejo salir una risilla mientras notaba como su dama se acercaba con aquel aire provocador, que siempre estaba cerca de ella, aunque esta quisiera ocultarlo o reprimirlo, pero lamentándolo mucho, ya era algo que estaba con ella. Eerin no permitiría que ella tratara de ser alguien diferente a la mujer que se enamoro, aquella sensualidad, aquella exótica sexualidad que tenia entre los poros, debía estar en ese lugar, para que Mar pudiera ser la mujer que quien se enamoro-Creo…- aclaro un poco la garganta, mientras la sujetaba firmemente de sus caderas para acercarla más, como enamoradizo furtivo de las miradas ajenas. Parecían adolecentes en su cortejo, buscando palabras bonitas para que el contrario tuviera la atención completa del otro, pero aquel cortejo ya fue puesto y el premio ganado, ahora solamente quedaba terminar con la belleza del final y comenzar un nuevo libro con dos protagonistas.

Ahora la tenía entre su cuello, y el sujetando sus muslos para que tuviera mejor apoyo, alzo su mirada, encontrándose con los de ella, que tímidamente le pedían la cercanía que había deseado. ¿Acaso podrían cansarse del cuerpo del otro? Jamás. Acerco su rostro para llegar a unirse en un beso. Dio unos pasos para poder apoyarla en el árbol, dejo que la espalda de Mar tocara el tronco mientras el mantenía todo su peso entre sus manos. Sonrio suavemente al escuchar aquellas palabras tan llenas de amor y devoción -Los dos estamos equivocados, Los dos somos dueños del alma del otro y esclavos de nuestro amor- le susurro, al mismo tiempo que una de sus manos se iba a su rostro y le alzaba un poco el mentón para ver aquellos dulces ojos, con aquel toque femenino y seductor que siempre tendrían y no se cansarían de ver. Todo parecía de rosas y jazmines, todo lleno de amor y perfección, pero dentro de el había tanto miedo, que no podría expresarlo con claridad, temía hablar de aquello que a su alma atormentaba, pues temía a llegar a tartamudear sin poder decir ninguna palabra coherente.

No quería lastimar, buscar su felicidad era lo más importante –Quiero casarme contigo lo más pronto que pueda- dijo con cierta seriedad, pero sin dejar la ternura en sus palabras, pues eran para su amada –Pero quiero que sepas…- unió su frente con la de ella, entrecerrando sus ojos un poco mientras aspiraba el aroma natural de ella –por culpa de mi condición, cuando la luna llena se acerque, me iré tan lejos como pueda, para así no sentir, que puede llegar a…- su garganta se cerró inesperadamente, gruño por debajo, al sentirse cortado por culpa del miedo al simplemente pensar que pudiera hacerle daño –No quiero lastimar a nadie- dijo de forma rápida sacudiendo su cabeza, para despejar aquellos pensamientos de su mente, habia un bonito día, no quería desperdiciarlo con aquellas cosas, que solamente lograrían amargarlo

La rudeza que siempre tenia se veía en sus caricias, en su forma de moverse y actuar, sacudió su cabeza, debía disculparle, estaba un poco angustiado, quería establecerse, pero el miedo de que algo malo le pudiera suceder a ella por su culpa, lo estaba matando, recordaba amargadamente, las miles de discusiones que tuvo con sus semejantes, por aquellas diferencias de ideas, siempre había concluido que eran unas bestias y una especie de mala suerte siempre se quedaría con ellos y lo peor de todo es que afectaría a los otros que estuvieran a su alrededor. Era estúpido por no preciar lo que tenia, por penar en un futuro oscuro y no tener un poco de esperanza, pero aquello que se llama esperanza, siempre se llega a acabar, el necesitaba que ella encendiera nuevamente aquella llama que se estaba apagando continuamente en el. ¿Cómo lo haría? Solamente necesitaba darle todo el amor posible, para que pudiera llegar a sentirse más humano que una bestia.

Asintió como niño obediente, para el ella era su reina, todo lo que saliera de ella boca debía ser obedecido, hoy mismo iría a la parroquia para poder decirle al padre que le diera la fecha más cercana, buscaría sus ahorros y pagaría todo lo que fuera necesario, también quería hacer una pequeña fiesta para celebrar su compromiso, aunque a lo mejor, terminaría siendo algo intimo, solamente para ellos dos –Dígame, mi hermosa dama…-  susurro desosó de ver como esos labios carnosos, lejos de tanto maquillaje llamativos, se movían, hacían leves muecas, cuando tal vez no encontraban la palabra adecuada, gracias a su condición, podría ver aun con mas detalles cada rasgo de aquel momento y amarlos con mucha más intensidad.

Su agilidad lo dejo encantado, aunque su travesura, había encendido en el, un poco más de su instinto varonil. Ella sabía muy bien que los hombres eran demasiado visuales, era un martirio poder ver aquel lugar sagrado y no poder disfrutarlo como dios manda, gruño suavemente, el olor de su intimidad aun rondaba en sus narices, mientras ella reía como niña traviesa que era, entre las ramas de uno de los arboles, ladeo la cabeza, tal vez en busca de aquella hermosa pintura, pero ella cruzo sus piernas, prohibiéndole, cerrando el paso por esos momentos. el puso sus manos entre sus músculos, comenzando a subir por encima de aquella fina tela, por solamente ser educado en un lugar público.

Hubo cierto silencio en su persona, no podía evitar mirarla detenidamente, por un momento se amargo su mirada, un hijo como el… no lo había pensado, era cierto que había pensando, se había preguntado, si habría dejado algún hijo entre sus andanzas, pero nunca había llegado a pensar en la posibilidad de tener uno cerca, verlo, tocarlo y hasta amarlo –Mar… lo que me pides es demasiado difícil-  le confesó bajando la mirada –simplemente no llego a verme como padre, no me gustaría que mis hijos llegaran a tener mis genes, no deseo aquella maldición para ellos-  trago saliva, si llegaba a quedar embarazada, rezaría todos los días, como nunca antes lo habría hecho para que aquel infante saliera un humano normal –aceptare, cualquier cosa que venga…-  dijo al fin, subió su mirada sonriéndole levemente –pero mis preferencias están puestas, lo único que me alegra de ser lo que soy, es poder haber vivido tanto como para conocerte… - pero al final, la bendición será la misma maldición. Quiso explicarle, pero no quería seguir el tema, ya era suficiente con lo del pequeño y la posibilidad que saliera como él, lo único que sabía era que iba a ser hermoso, gracias a su madre

Por ti suspiro, por ti vivo, por ti soy capaz de entregar mi vida entera, porque eres la persona ideal para entregarte todo el amor y pasión que se desprende de mi cuerpo.

No era momento de irse tan lejos, era mejor retroceder y quedarse en el presente, ya habría tiempo para ir a los lugares que se desearan ir, pero por estos momentos, solamente se conformaría con la compañía de su bella dama. Su esencia era importante para él, no deseaba que esta se fuera, esta cambiara por el bien de la sociedad, lo único que le interesaba, era tener a la mujer que siempre había amado, cerca de él. No había sido un camino fácil, ningún camino resultaba fácil. No le gustaba lo sencillo, ella no había sido sencilla, Eerin sentía que, aunque ella no era un premio que se debía ganar y que el precio para tenerla, tal vez, era demasiado alto, estaba seguro, que había logrado tener éxito en obtenerla. Asintió a su decisión, el era un hombre, que en ocasiones se podía ver demasiado malvado con sus pensamientos, pero por su bella haría lo que quisiera, ella decidiría por su cuerpo, ya que el también había luchado para que ella pudiera tener esa libertad, de las cadenas de aquel mundo, en donde ella antiguamente habitaba. Siempre atándola, manejándola al antojo de los corresponsales.

Su cuerpo se acerco a ella, este parecía ser llamado de forma instintiva hacia él, sonrió suavemente mientras como niño atendía a sus palabras. Ladeo su cabeza, un poco, al escucharla, era una fémina, que al final, le gustaba sentir un poco de poder, de control en la situación. ¿Qué que podría alegar? Si ella con sus ojos le indicaba que no había escapatoria, la decisión estaba ya tomada, sin oportunidad de él alegar alguna escusa para hacerla cambiar de opinión. Negó suavemente su rostro, le irritaba un poco, sentir que le estaba pagando, compensando por su trabajo. Aquello no había sido un trabajo o una obra de beneficencia para una pobre mujer, él lo había hecho por el amor que le tenía a ella y porque era necesario, mantener a raya a cualquier idiota que pensara molestarla, cuando ella había decidido dejar aquel mundo. No había sido fácil, eran persistentes, nadie quería perder a una mujer tan buena como Mar, la misma Madame del burdel había insultado a Eerin por su atrevimiento de robarse a una de las mejores del burdel, lo insulto de varias maneras, hasta que prácticamente lo dejo sin posibilidades de volver a pisar aquel lugar.

–¿Acaso piensas que te voy a cobrar? – pregunto suavemente, rio un poco, para luego dejar salir un suspiro, uno corto, mientras dejaba que ella siguiera. Sus ojos demostraban tanto amor y paciencia con ella, que era increíble, que él fuera aquel mismo hombre, que extinguía su vida metiéndose en cuanta revolución encontraba disponible. Pero ahora había encontrado las razones para seguir de forma pacífica su vida, al lado de una hermosa mujer, con la cual estaría dispuesto a hacer una hermosa familia. Acaricio su rostro, sonriendo comprensivo, el no era nadie para juzgar las andanzas de su pareja, desde hace mucho, había aceptado cualquier cosa de ella. –no importa de dónde descendamos, quien haya sido de nosotros en el pasado– trato de animarla con sus dulces palabras –Lo único que importa es, saber cuáles errores no debemos cometer de nuevo, para así no repetir la misma historia– se alzo los hombros. Los dos eran pecadores, que buscaban el perdón entre ellos mismos, purificar sus almas entre ellos.

Sujeto su rostro entre su cintura, sonrió, sintiendo como sus rubios cabellos le hacían cosquillas en sus dedos, era una buena sensación, le gustaba, pues era ella la que provocaba todo aquello en su cuerpo. La sensación de sus labios en los de ella, también era una sensación, que provocaba corrientes eléctricas, que solamente ella podría crear, era como un conjunto de vibraciones, que solamente ella podría crearlas, ninguna mujer podría llegar a crearlas, ella tenía algo especial, algo que hacía que Eerin se trasformara en un ser amoroso y tranquilo, calmaba la bestia que había dentro de el, era como una sirena, que calmaba fácilmente con su presencia, pero que se sabía que también podría llegar a ser malvada y peligrosa, pero su belleza, era como una careta que escondía todo aquello de ella. –Mi dulce Amada, está bien, podrás pagar la mitad de todo, pero quiero tratarte como princesa en tu día- explico tranquilamente, mientras dejaba sus manos cayeran hacia los lados de el –no quiero que te preocupes por nada, yo resolveré todo – deposito un pequeño beso en su comisura, mientras con la mano la invitaba a bajar de aquel árbol, ya la soledad se estaba apoderando del lugar, aunque su vista era más que excelente de noche, la oscuridad siempre le había parecido pesada y poco segura, aunque a él no le preocupaba pasarse a altas horas de la noche por los peores lugares, se sentía demasiado protector con ella, no deseaba que se metiera en problemas innecesarios, Eerin la buscaría proteger con su propia vida, si era necesario.