AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Entre humo y espalda [Javier Moraru]
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Entre humo y espalda [Javier Moraru]
El humo subía. Subía y subía. El techo sin embargo era un egoísta y lo empujaba hacia abajo. Lo mantenía prisionero bajo su yugo. Pero el humo subía y subía, y no dejaba de subir.
La habitación donde se reunieron los marineros era estrecha y pequeña pero, aun así bien ventilada. La humareda de puros y cigarrillos se filtraba por el agujero de la pared izquierda, abogando por la necesidad de respirar de quienes rodeaban la mesa de poker. Espaldas anchas y brazos más que curtidos en levantar peso y deshaciendo fuertes nudos. Las miradas y los rostros toscos sin pizca de amabilidad. Una boina ocultando una calva y unas patillas largas y espesas que escondían una cicatriz difícil de ver. Un ojo de cristal siendo frotado por un pañuelo más que sucio y una capucha, oscura y sombría, que vigilaba sus cartas mientras esperaba su oportunidad.
Cinco eran los hombres que jugaban con las cartas. Cuatro eran marineros expertos mientras que el quinto era un novato. Se había subido a bordo del barco durante la última marea alta, cuando el río estaba a punto de desbordarse y cayeron dos "buenos hombres" al agua donde se ahogaron. Por suerte el novato llegó y les ayudó a que el barco no volcara. Tras perder cuatro metros de cuerda gruesa y el mástil se resquebrajara, consiguieron su propósito.
Así entró el novato, y ahora formaba parte de aquella timba.
En uno de los muelles donde los cargamentos aún distaban en llegar, apartados bajo el amparo de una casucha lúgubre y que en su día había sido un trastero cualquiera, los cinco se apostaban sus sueldos, esperando que la dama fortuna les sonriera con sus estrecha, fina y dorada sonrisa.
El hombre de la calva escondida comenzó con las apuestas. El de las patillas y la cicatriz la vio y la dobló. El novato con la capucha pasó y su compañero, entre carcajada y trago de whisky subió las apuestas. El quinto en discordia también pasó, por lo que solo quedaban tres en la mesa.
Al final de la ronda, el whisky tuvo su efecto y se llevó una buena suma para su bolsillo.
- ¡Os estoy desplumando, chicos! ¡JA! No sois ni la mitad de buenos que merecéis ser.
- ¡Calla alfeñique! Espera a que vuelva mi buena suerte.
- ¡Si tú nunca has tenido! ¡JA!
- Lo que tendrás tú será mi puño en tu boca como no dejes de reírte. ¡Reparte!
- Eh chicos, el novato aun no ha apostado nada.
- Es verdad. Oye novato, ¿para qué vienes si no dejas de pasar?
- Es que no me van esas apuestas...
- ¿Ah no? ¿Y cuáles son las que te van?
- Bueno... ¿qué tal apostar... esto?
Levantó la mano y depositó una bolsa de tela que, al caer sobre la mesa sonó un fuerte estruendo. El cordel se abrió y de su boca rodó un labrado diamante del color de la sangre. Todos se quedaron callados al verlos. Todos excepto el de la calva escondida, que retiró su silla y apuntó con sus ojos desorbitados la bolsa de los diamantes.
- Oh Dios... esto es una buena fortuna...
- Es vuestra si me ganáis a esta mano.
- ¡JA! ¡Este hombre si que sabe apostar fuerte! Voy a triplicar mis apuestas para llegar a tu altura.
- Lo veo.
- Lo veo.
- ... Hmmm... lo veo...
Un par de manos, unas cuantas miradas y los diamantes brillaron tanto como la sonrisa del marinero del whisky.
- ¡JA! Mirad esto y llorad, nenazas.
- Mierda...
- ¿Otra vez?
- Seguro que hace trampa. ¡No es normal!
- Yo tengo una mano mejor - mostró las cartas que ocultaba, siendo tan solo dos: cuatro corazones y cuatro diamantes.
- ¿Estás de guasa, novat-
El puño se le incrustó en medio del pecho y la sangre brotó. Al retirar la mano al marinero del whisky tenía un agujero en el pecho y un diamante en el corazón. El hombre de las patillas se levantó con un cuchillo en la mano. El novato agarró el cuchillo tras saltar sobre la mesa, agarró otro diamante con la otra mano y se lo incrustó en el corazón. El calvo estaba contra la pared y el quinto en discordia se arrastraba por el suelo manchado con la sangre de sus compañeros. Un golpe seco y húmedo le hizo gritar por unos segundos, antes de tener un diamante en el corazón.
Cuando el novato se giró, sus ojos dispares se fijaron en el hombre calvo, arrinconado y aterrorizado. Agarró otro diamante con la mano ensangrentada.
- Piedad, por Dios.
- Dios no me manda... pero si la dueña de los diamantes. De su parte: "dad gracias, ahora que vuestros pútridos corazones valen más que vuestras putas almas".
La sangre salpicó la pared y el hombre gritó.
El agua estaba fría... pero a Grey le gustaba el frío.
La habitación donde se reunieron los marineros era estrecha y pequeña pero, aun así bien ventilada. La humareda de puros y cigarrillos se filtraba por el agujero de la pared izquierda, abogando por la necesidad de respirar de quienes rodeaban la mesa de poker. Espaldas anchas y brazos más que curtidos en levantar peso y deshaciendo fuertes nudos. Las miradas y los rostros toscos sin pizca de amabilidad. Una boina ocultando una calva y unas patillas largas y espesas que escondían una cicatriz difícil de ver. Un ojo de cristal siendo frotado por un pañuelo más que sucio y una capucha, oscura y sombría, que vigilaba sus cartas mientras esperaba su oportunidad.
Cinco eran los hombres que jugaban con las cartas. Cuatro eran marineros expertos mientras que el quinto era un novato. Se había subido a bordo del barco durante la última marea alta, cuando el río estaba a punto de desbordarse y cayeron dos "buenos hombres" al agua donde se ahogaron. Por suerte el novato llegó y les ayudó a que el barco no volcara. Tras perder cuatro metros de cuerda gruesa y el mástil se resquebrajara, consiguieron su propósito.
Así entró el novato, y ahora formaba parte de aquella timba.
En uno de los muelles donde los cargamentos aún distaban en llegar, apartados bajo el amparo de una casucha lúgubre y que en su día había sido un trastero cualquiera, los cinco se apostaban sus sueldos, esperando que la dama fortuna les sonriera con sus estrecha, fina y dorada sonrisa.
El hombre de la calva escondida comenzó con las apuestas. El de las patillas y la cicatriz la vio y la dobló. El novato con la capucha pasó y su compañero, entre carcajada y trago de whisky subió las apuestas. El quinto en discordia también pasó, por lo que solo quedaban tres en la mesa.
Al final de la ronda, el whisky tuvo su efecto y se llevó una buena suma para su bolsillo.
- ¡Os estoy desplumando, chicos! ¡JA! No sois ni la mitad de buenos que merecéis ser.
- ¡Calla alfeñique! Espera a que vuelva mi buena suerte.
- ¡Si tú nunca has tenido! ¡JA!
- Lo que tendrás tú será mi puño en tu boca como no dejes de reírte. ¡Reparte!
- Eh chicos, el novato aun no ha apostado nada.
- Es verdad. Oye novato, ¿para qué vienes si no dejas de pasar?
- Es que no me van esas apuestas...
- ¿Ah no? ¿Y cuáles son las que te van?
- Bueno... ¿qué tal apostar... esto?
Levantó la mano y depositó una bolsa de tela que, al caer sobre la mesa sonó un fuerte estruendo. El cordel se abrió y de su boca rodó un labrado diamante del color de la sangre. Todos se quedaron callados al verlos. Todos excepto el de la calva escondida, que retiró su silla y apuntó con sus ojos desorbitados la bolsa de los diamantes.
- Oh Dios... esto es una buena fortuna...
- Es vuestra si me ganáis a esta mano.
- ¡JA! ¡Este hombre si que sabe apostar fuerte! Voy a triplicar mis apuestas para llegar a tu altura.
- Lo veo.
- Lo veo.
- ... Hmmm... lo veo...
Un par de manos, unas cuantas miradas y los diamantes brillaron tanto como la sonrisa del marinero del whisky.
- ¡JA! Mirad esto y llorad, nenazas.
- Mierda...
- ¿Otra vez?
- Seguro que hace trampa. ¡No es normal!
- Yo tengo una mano mejor - mostró las cartas que ocultaba, siendo tan solo dos: cuatro corazones y cuatro diamantes.
- ¿Estás de guasa, novat-
El puño se le incrustó en medio del pecho y la sangre brotó. Al retirar la mano al marinero del whisky tenía un agujero en el pecho y un diamante en el corazón. El hombre de las patillas se levantó con un cuchillo en la mano. El novato agarró el cuchillo tras saltar sobre la mesa, agarró otro diamante con la otra mano y se lo incrustó en el corazón. El calvo estaba contra la pared y el quinto en discordia se arrastraba por el suelo manchado con la sangre de sus compañeros. Un golpe seco y húmedo le hizo gritar por unos segundos, antes de tener un diamante en el corazón.
Cuando el novato se giró, sus ojos dispares se fijaron en el hombre calvo, arrinconado y aterrorizado. Agarró otro diamante con la mano ensangrentada.
- Piedad, por Dios.
- Dios no me manda... pero si la dueña de los diamantes. De su parte: "dad gracias, ahora que vuestros pútridos corazones valen más que vuestras putas almas".
La sangre salpicó la pared y el hombre gritó.
...
El trabajo estaba hecho, y Grey se limpiaba las manos en las aguas del río. Estaba completamente manchado de sangre y antes de volver a internarse por París necesitaba estar completamente limpio. Se miró las vestimentas, también cubiertas de sangre, decidiendo que tal vez sería mejor un baño completo a uno parcial. Se puso de pie, sonrió y se lanzó al agua. Se quitó una a una las prendas manchadas hasta quedar tan solo en pantalones. El agua estaba fría... pero a Grey le gustaba el frío.
Sloan Cromwell- Licántropo Clase Baja
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Re: Entre humo y espalda [Javier Moraru]
Javier no sabía contar más de diez a duras penas, tampoco sabía que el mes se componía de 30 días ni de que el año tenía 12 meses. Pero el ultimo día de cada mes siempre aparecía por allí, no le hacía falta tener un calendario ni un recordatorio, sabia siempre que día llegar. Era importante si quería coger algo de la pesca que estaba sin vigilancia, nada mejor como una timba para tener a los marineros demasiado ocupados protegiendo su sueldo y demasiado borrachos para ver como el pescado se esfumaba delante de sus narices.
Por eso estaba allí en aquel preciso instante, y como cada noche, observó por la rendija casi invisible de la parte trasera para comprobar que la timba seguía sin contratiempos y tenia vía libre. Pero lo que vio no era la típica escena de final de mes, había muchos más gritos, mucha más sangre, y una persona que no conocía. Eso no era bueno para ellos, pero a la vez le concedía la oportunidad de coger más comida.
Se retiró hasta la lonja y empezó a llenar su bolsa de pescado, el aire de mar era suave y fresco, el olor del pescado era intenso, penetraba en la nariz con ese olor a mar tan característico que dejaba entrever que había tenido mejores momentos. A pesar de ello, estaba allí, en la lonja, esperando ser vendido a alguna ama de casa inexperta o una criada que negociando podría añadir un par de monedas a su sueldo.
Cuando volvió, se encontró con la puerta abierta, se asomó y contempló los cadáveres, los diamantes y la botella de wisky que se derramaba lentamente. Sin inmutarse, cogió una botella de ron y salió encontrándose con el chico/hombre, responsable de aquella masacre. Javi se sentó al borde del mar y miró como nadaba y se limpiaba la sangre.
-¿Que han echo?¿Eran malos?
Por eso estaba allí en aquel preciso instante, y como cada noche, observó por la rendija casi invisible de la parte trasera para comprobar que la timba seguía sin contratiempos y tenia vía libre. Pero lo que vio no era la típica escena de final de mes, había muchos más gritos, mucha más sangre, y una persona que no conocía. Eso no era bueno para ellos, pero a la vez le concedía la oportunidad de coger más comida.
Se retiró hasta la lonja y empezó a llenar su bolsa de pescado, el aire de mar era suave y fresco, el olor del pescado era intenso, penetraba en la nariz con ese olor a mar tan característico que dejaba entrever que había tenido mejores momentos. A pesar de ello, estaba allí, en la lonja, esperando ser vendido a alguna ama de casa inexperta o una criada que negociando podría añadir un par de monedas a su sueldo.
Cuando volvió, se encontró con la puerta abierta, se asomó y contempló los cadáveres, los diamantes y la botella de wisky que se derramaba lentamente. Sin inmutarse, cogió una botella de ron y salió encontrándose con el chico/hombre, responsable de aquella masacre. Javi se sentó al borde del mar y miró como nadaba y se limpiaba la sangre.
-¿Que han echo?¿Eran malos?
Javier Moraru- Cambiante Clase Baja
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Re: Entre humo y espalda [Javier Moraru]
El agua se teñía de rojo y negro. La sangre se estaba resecando en la ropa y Grey tuvo que frotar con la tela entre sendos puños para quitarle el "mugre".
"Bueno, no hay nada que hacer". Tanto había frotado que la mitad de sus ropas habían quedado inservibles. Agujeros y desgarros las poblaban. Ya no le servían para nada y dudaba horrores que las pudiera vender a alguien con esas manchas tan "naturales", así que las soltó. La tela se removía entre las olas, se sumergía y volvía a salir. Quedaron pequeños hilos entre sus dedos que poco a poco se fueron deshaciendo por arte y "magia" de la humedad del agua. Lo único que pudo salvar fueron sus pantalones y su calzado, así que podía dar gracias de no ir completamente desnudo por medio París hasta llegar a su "casa".
El agua era como una extensión de sus cigarrillos; tendido en el mar como un cadáver, con la mirada puesta en el cielo se quedó quieto, callado y atento a las olas que lo mecían. El efecto era inmediato, y la calma que sentía era comparable al mejor de los orgasmos. Cerró los ojos con una sonrisa en la cara, dejándose llevar. Sentía como su cabeza de repente paraba de funcionar. Sus engranajes se tomaban un momento de descanso y los sonidos extraños dejaban paso a la calma del agua. Aquellas cacofonías tranquilizadoras que lo envolvían...
... hasta que escuchó al chico. No levantó la cabeza ni contestó. Tan solo abrió los ojos, rompiéndose la "magia" y devolviéndole a la realidad. "Quizás tenga que añadir un chaval al menú de hoy". Bajó los ojos y lo vio: vio el chico que era y lo que ocultaba. Vio el aura que lo envolvía y supo que se trataba de alguien como él: un ser sobrenatural que no tenía cabida en la sociedad moderna. Mil preguntas lo asaltaron al instante, como por ejemplo si él también tenía que ganarse el pan de forma fraudulenta o tendría mejor suerte y estaría bajo el cuidado de un ser protector. "Lo dudo: sino no iría solo por los puertos y a estas horas".
- Si chico, eran malos - contestó al fin Grey, volviendo la vista al cielo y aleteando con los brazos para mecerse de nuevo sobre el agua. - Y también eran buenos. Malos o buenos, tan solo se diferencia por el punto de vista, chaval. - Dejó de "navegar" para nadar hacia el margen y salir de su baño, apestando a mar y con medio cuerpo desnudo. Se plantó al costado del chico, "secándose" como lo haría un animal peludo, mojando al chico por el camino. Se percató del olor que desprendía su bolsa y lo miró. - ¿Por qué entraste? ¿Acaso buscabas algo, chico?
"Bueno, no hay nada que hacer". Tanto había frotado que la mitad de sus ropas habían quedado inservibles. Agujeros y desgarros las poblaban. Ya no le servían para nada y dudaba horrores que las pudiera vender a alguien con esas manchas tan "naturales", así que las soltó. La tela se removía entre las olas, se sumergía y volvía a salir. Quedaron pequeños hilos entre sus dedos que poco a poco se fueron deshaciendo por arte y "magia" de la humedad del agua. Lo único que pudo salvar fueron sus pantalones y su calzado, así que podía dar gracias de no ir completamente desnudo por medio París hasta llegar a su "casa".
El agua era como una extensión de sus cigarrillos; tendido en el mar como un cadáver, con la mirada puesta en el cielo se quedó quieto, callado y atento a las olas que lo mecían. El efecto era inmediato, y la calma que sentía era comparable al mejor de los orgasmos. Cerró los ojos con una sonrisa en la cara, dejándose llevar. Sentía como su cabeza de repente paraba de funcionar. Sus engranajes se tomaban un momento de descanso y los sonidos extraños dejaban paso a la calma del agua. Aquellas cacofonías tranquilizadoras que lo envolvían...
... hasta que escuchó al chico. No levantó la cabeza ni contestó. Tan solo abrió los ojos, rompiéndose la "magia" y devolviéndole a la realidad. "Quizás tenga que añadir un chaval al menú de hoy". Bajó los ojos y lo vio: vio el chico que era y lo que ocultaba. Vio el aura que lo envolvía y supo que se trataba de alguien como él: un ser sobrenatural que no tenía cabida en la sociedad moderna. Mil preguntas lo asaltaron al instante, como por ejemplo si él también tenía que ganarse el pan de forma fraudulenta o tendría mejor suerte y estaría bajo el cuidado de un ser protector. "Lo dudo: sino no iría solo por los puertos y a estas horas".
- Si chico, eran malos - contestó al fin Grey, volviendo la vista al cielo y aleteando con los brazos para mecerse de nuevo sobre el agua. - Y también eran buenos. Malos o buenos, tan solo se diferencia por el punto de vista, chaval. - Dejó de "navegar" para nadar hacia el margen y salir de su baño, apestando a mar y con medio cuerpo desnudo. Se plantó al costado del chico, "secándose" como lo haría un animal peludo, mojando al chico por el camino. Se percató del olor que desprendía su bolsa y lo miró. - ¿Por qué entraste? ¿Acaso buscabas algo, chico?
Sloan Cromwell- Licántropo Clase Baja
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Re: Entre humo y espalda [Javier Moraru]
-¿Se puede ser malo y bueno? ¿Depende del punto de vista de quien? ¿Quién decide que se merecen eso?
El niño miró hacia atrás, hacia la luz que salía de la ruinosa construcción del puerto donde los cadáveres se desangraban lentamente. Alguna que otra vez, al principio de sus incursiones, Javi había sido sorprendido por los marineros y al huir en forma de gato, le habían dejado bien claro lo que pensaban respecto a los cambiaformas en forma de piedras y alguna que otra botella.
-Yo creo que son malos- afirmó -Pero no tanto como para matarles. ¿Te hicieron algo muy malo?
Se rió y apartó cuando el licántropo le mojó, su aura era amenazante, pero cambiaba igual que la marea en los días de luna llena y no sabía decir si se podía confiar en él. Puede que ni el supiera si podía confiar en su criterio o dudaba de lo que tenía que hacer. No lo sabía, y se estaba mareando ante tanto cambio y fluctuación de su aura, cerró los ojos y sacudió la cabeza antes de volver a centrarse en el, si le atacaba necesitaba poder huir.
-Aja, ya que están muertos puedo aprovechar para coger algo más que pescado, siempre ayuda.- Abrió la ya abultadísima bolsa y sacó de ella una botella de ron -El alcohol siempre es la mejor moneda de cambio.
En un intento de firmar una paz, alargó la botella al desconocido y lo miro sonriendo enseñando sus dientes rotos.
-Me llamo Javier. ¿Tu?
El niño miró hacia atrás, hacia la luz que salía de la ruinosa construcción del puerto donde los cadáveres se desangraban lentamente. Alguna que otra vez, al principio de sus incursiones, Javi había sido sorprendido por los marineros y al huir en forma de gato, le habían dejado bien claro lo que pensaban respecto a los cambiaformas en forma de piedras y alguna que otra botella.
-Yo creo que son malos- afirmó -Pero no tanto como para matarles. ¿Te hicieron algo muy malo?
Se rió y apartó cuando el licántropo le mojó, su aura era amenazante, pero cambiaba igual que la marea en los días de luna llena y no sabía decir si se podía confiar en él. Puede que ni el supiera si podía confiar en su criterio o dudaba de lo que tenía que hacer. No lo sabía, y se estaba mareando ante tanto cambio y fluctuación de su aura, cerró los ojos y sacudió la cabeza antes de volver a centrarse en el, si le atacaba necesitaba poder huir.
-Aja, ya que están muertos puedo aprovechar para coger algo más que pescado, siempre ayuda.- Abrió la ya abultadísima bolsa y sacó de ella una botella de ron -El alcohol siempre es la mejor moneda de cambio.
En un intento de firmar una paz, alargó la botella al desconocido y lo miro sonriendo enseñando sus dientes rotos.
-Me llamo Javier. ¿Tu?
Javier Moraru- Cambiante Clase Baja
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Re: Entre humo y espalda [Javier Moraru]
Siempre lo olvidaba. Cómo recordarlo cuando él jamás la había tenido. O mejor dicho, le privaron de ella.
De un simple plumazo la inocencia infantil con la cual aquel chico le estaba espetando una estupidez tras otra hizo que su mente "trastabillara". "No puedo con los niños. Sinceramente, no puedo con ellos". La mentalidad del chico que se había presentado como Javier distaba años luz de la mente de Grey, tan retorcida y tan enferma que podría contagiarlo con tan solo unas cuantas palabras. Podría abrir la boca, acompañar su sonido bucal con algún que otro gesto y ese chico podría ser otro "Grey" en potencia.
Pero en lugar de eso, alargó el brazo y agarró la botella de ron.
- Sloan. - Le quitó el tapón a la botella y dio un señor trago que hizo arder su gaznate. La sonrisa de su boca ensombreció sus dudas, y se quedó sentado al lado del chico. - Buena moneda tienes tú.
Podría haberle dicho su nombre "verdadero". Podría haber puesto al chico en antecedentes con tan solo una palabra, corta, de cuatro letras pero efectiva. Podría haber hecho que huyera de ahí, corriendo voz en grito alertando a quien le escuchara. Podría haberse librado de él pero en lugar de eso se sentó a su lado, como si fueran amigos de toda la vida tomando un trago (o tomando él al menos). Echó la mirada atrás hacia la puerta que guardaba los cadáveres de los marineros y echó otro trago, sin apartar la mirada.
- Intentaré explicártelo de forma sencilla. Verás, el mundo es gris, y nosotros somos quienes lo pintamos de negro o blanco. Tú dices que eran malos porque te parecían malos. Ellos se pintaban de blanco porque eran camaradas. Otros los pintarían de blanco o negro según su criterio, pero esta vez el color que más importaba era este. - Metió la mano en la bolsa que llevaba escondida bajo los pantalones y sacó un franco, mostrándosela al mar mientras la hacía girar. - Quien me dio esto dijo que merecían morir, y los pintó de negro para mí. A mí esos tipos me importaban menos que saber si mañana hará sol o lloverá. - Volvió a guardarse la moneda en su "bolsillo interno" del pantalón. - Así son las cosas chico, y así te las he contado. Y dime - volvió a echar un buen trago del ron. El color de su cara empezaba a tomar un tono más alegre y vivaz. -¿De qué color me pintarías a mí?
De un simple plumazo la inocencia infantil con la cual aquel chico le estaba espetando una estupidez tras otra hizo que su mente "trastabillara". "No puedo con los niños. Sinceramente, no puedo con ellos". La mentalidad del chico que se había presentado como Javier distaba años luz de la mente de Grey, tan retorcida y tan enferma que podría contagiarlo con tan solo unas cuantas palabras. Podría abrir la boca, acompañar su sonido bucal con algún que otro gesto y ese chico podría ser otro "Grey" en potencia.
Pero en lugar de eso, alargó el brazo y agarró la botella de ron.
- Sloan. - Le quitó el tapón a la botella y dio un señor trago que hizo arder su gaznate. La sonrisa de su boca ensombreció sus dudas, y se quedó sentado al lado del chico. - Buena moneda tienes tú.
Podría haberle dicho su nombre "verdadero". Podría haber puesto al chico en antecedentes con tan solo una palabra, corta, de cuatro letras pero efectiva. Podría haber hecho que huyera de ahí, corriendo voz en grito alertando a quien le escuchara. Podría haberse librado de él pero en lugar de eso se sentó a su lado, como si fueran amigos de toda la vida tomando un trago (o tomando él al menos). Echó la mirada atrás hacia la puerta que guardaba los cadáveres de los marineros y echó otro trago, sin apartar la mirada.
- Intentaré explicártelo de forma sencilla. Verás, el mundo es gris, y nosotros somos quienes lo pintamos de negro o blanco. Tú dices que eran malos porque te parecían malos. Ellos se pintaban de blanco porque eran camaradas. Otros los pintarían de blanco o negro según su criterio, pero esta vez el color que más importaba era este. - Metió la mano en la bolsa que llevaba escondida bajo los pantalones y sacó un franco, mostrándosela al mar mientras la hacía girar. - Quien me dio esto dijo que merecían morir, y los pintó de negro para mí. A mí esos tipos me importaban menos que saber si mañana hará sol o lloverá. - Volvió a guardarse la moneda en su "bolsillo interno" del pantalón. - Así son las cosas chico, y así te las he contado. Y dime - volvió a echar un buen trago del ron. El color de su cara empezaba a tomar un tono más alegre y vivaz. -¿De qué color me pintarías a mí?
Sloan Cromwell- Licántropo Clase Baja
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Re: Entre humo y espalda [Javier Moraru]
-Sloan.
Repitió por si acaso, estaba claro que los nombres no eran su fuerte, a pesar de ello se esforzaría. Le miró beber y sonrió ante su alago, si era un buen licor aun quedaban un par de botellas ahí abandonadas, si se daba prisa y llegaba antes que otro aun podría conseguir unas cuantas más que servirían para firmar la paz o intercambiar algo en algún momento decisivo. Siempre se tenía que estar preparado, ayudaba mucho a simplificar una existencia ya de por sí difícil.
El hombre, más bien dicho, el licántropo, se sentó ahí, como se sienta la gente que pasea por el puerto y le sorprende la puesta de sol. El mar salpicaba los pies de los dos y traía el ruido de las gaviotas. El niño observó como la espuma se arremolinaba entorno las piedras mientras escuchaba atentamente, el punto de vista de los otros siempre era interesante, daba muchos datos de ellos que eran útiles.
-Entiendo. Con tanta gente pintando de negro y blanco es normal que el mundo sea gris.- Miró la moneda girar y sacó la lengua mientras pensaba -Entonces... la mujer tenía tanto negro que tú que no te interesaban hiciste todo eso.
Aunque eso de la pintura lo veía raro, y negro, seguramente había más de esos francos, entonces entendía que lo convenciera de eso. Había visto mucha gente en la calle cambiar de opinión antes de terminar de parpadear al ver una bolsa de monedas, como más grande mejor claro está.
El aura seguía cambiante, aunque una buena sonrisa empezaba a instalarse en su rostro.
-Es difícil, tu aura cambia mucho. Te pintaría gris, como el mundo. El mundo también cambia rápido, de un día para otro hay gente que se va, gente que viene y edificios que caen mientras al lado nuevos se alzan. Y tu pareces ser como el mundo, en constante cambio.
Repitió por si acaso, estaba claro que los nombres no eran su fuerte, a pesar de ello se esforzaría. Le miró beber y sonrió ante su alago, si era un buen licor aun quedaban un par de botellas ahí abandonadas, si se daba prisa y llegaba antes que otro aun podría conseguir unas cuantas más que servirían para firmar la paz o intercambiar algo en algún momento decisivo. Siempre se tenía que estar preparado, ayudaba mucho a simplificar una existencia ya de por sí difícil.
El hombre, más bien dicho, el licántropo, se sentó ahí, como se sienta la gente que pasea por el puerto y le sorprende la puesta de sol. El mar salpicaba los pies de los dos y traía el ruido de las gaviotas. El niño observó como la espuma se arremolinaba entorno las piedras mientras escuchaba atentamente, el punto de vista de los otros siempre era interesante, daba muchos datos de ellos que eran útiles.
-Entiendo. Con tanta gente pintando de negro y blanco es normal que el mundo sea gris.- Miró la moneda girar y sacó la lengua mientras pensaba -Entonces... la mujer tenía tanto negro que tú que no te interesaban hiciste todo eso.
Aunque eso de la pintura lo veía raro, y negro, seguramente había más de esos francos, entonces entendía que lo convenciera de eso. Había visto mucha gente en la calle cambiar de opinión antes de terminar de parpadear al ver una bolsa de monedas, como más grande mejor claro está.
El aura seguía cambiante, aunque una buena sonrisa empezaba a instalarse en su rostro.
-Es difícil, tu aura cambia mucho. Te pintaría gris, como el mundo. El mundo también cambia rápido, de un día para otro hay gente que se va, gente que viene y edificios que caen mientras al lado nuevos se alzan. Y tu pareces ser como el mundo, en constante cambio.
Javier Moraru- Cambiante Clase Baja
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Re: Entre humo y espalda [Javier Moraru]
- Y tú cada vez me caes mejor, chaval.
Si ya de por si era difícil caerle bien de entrada a Grey, más aun siendo un niño: no es que no le gustasen o le irritasen o cualquier derivado. Simplemente era que en el fondo, Grey era como ellos, y por ser como ellos, muy pero que muy en el fondo, chocaba con ellos. Que aceptara a uno de sus "semejantes" tendría que conllevar una entrega de premios con al menos un trofeo y una bonita porcelana con el nombre de "Grey" incrustado en su base.
Echó otro trago, sopesando las olas del agua con los pies desnudos. Chapoteó mientras su sonrisa se ampliaba más y más. Se sentía a gusto, en paz... y eso era raro.
Quizás sea el chico, señor Cromwell. Quizás, y solo quizás...
Grey asintió, no para Roderick sino para si mismo. Extendió el brazo para ofrecerle a Javier un poco del licor. Él mismo había empezado a beber siendo más joven que el chico. No lo tacharía como "algo malo" o "impropio de su edad" si el muchacho cogiera la botella y decidiera echarle buena cuenta.
- A ti, de seguir las reglas de este mundo gris te pintaría de blanco - susurró como si fuera un secreto, observando el aura del muchacho - Y por eso tengo tres preguntas que hacerte. ¿Te ha enviado alguien aquí? ¿Trabajas para alguien? Y lo más importante, ¿buscas trabajo, chico?[/color]
Si ya de por si era difícil caerle bien de entrada a Grey, más aun siendo un niño: no es que no le gustasen o le irritasen o cualquier derivado. Simplemente era que en el fondo, Grey era como ellos, y por ser como ellos, muy pero que muy en el fondo, chocaba con ellos. Que aceptara a uno de sus "semejantes" tendría que conllevar una entrega de premios con al menos un trofeo y una bonita porcelana con el nombre de "Grey" incrustado en su base.
Echó otro trago, sopesando las olas del agua con los pies desnudos. Chapoteó mientras su sonrisa se ampliaba más y más. Se sentía a gusto, en paz... y eso era raro.
Quizás sea el chico, señor Cromwell. Quizás, y solo quizás...
Grey asintió, no para Roderick sino para si mismo. Extendió el brazo para ofrecerle a Javier un poco del licor. Él mismo había empezado a beber siendo más joven que el chico. No lo tacharía como "algo malo" o "impropio de su edad" si el muchacho cogiera la botella y decidiera echarle buena cuenta.
- A ti, de seguir las reglas de este mundo gris te pintaría de blanco - susurró como si fuera un secreto, observando el aura del muchacho - Y por eso tengo tres preguntas que hacerte. ¿Te ha enviado alguien aquí? ¿Trabajas para alguien? Y lo más importante, ¿buscas trabajo, chico?[/color]
Sloan Cromwell- Licántropo Clase Baja
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Re: Entre humo y espalda [Javier Moraru]
"Le caigo bien! Eso es bueno, así no hay miedo de que me haga lo mismo que aquellos hombres."
El niño sonrió feliz, siempre era bueno intentar mantener una buena relación con la gente de la calle porque era gente desesperada y el como desesperado sabia muy bien lo que se podía llegar a hacer a alguien que no te caía nada bien.
Miró como bebía más, eso era algo a tener en cuenta también, el parecía estar cada vez más contento, pero había gente que cuando bebía mucho se enfadaba aun más y eso también era peligroso. Aunque si lo pensabas bien, el solo echo de estar allí ya era peligroso, todo era peligroso, pero a Javi no le importaba mucho, más bien nada, porque el amaba las aventuras y el riesgo y conocer a alguien que tenia un aura tan cambiante podía ser la puerta a nuevas experiencias y juegos divertidos.
Cuando se encontró con la botella en la mano, la miró suspicaz. El nunca había bebido alcohol ya que le era más útil comerciarlo que beberlo, a pesar de todo la curiosidad estaba allí. Año tras año había visto y convivido con borrachos en el mismo callejón, que estaban allí a causa de empeñar toda moneda que caía en su poder en botellas de alcohol. ¿Tan bueno era? ¿Valía la pena? ¿Tan bien te hacía sentir que merecía la pena los dolores de la mañana siguiente? Esas preguntas se repetían en su cabeza pero ninguna de ellas era contestada, aun, pero estaba a tiempo. Cogió la botella y dio un trago, arrepintiéndose al instante, no lo escupió para no ser maleducado para con su compañero pero le quemaba toda la boca.
Dejó la botella entre los dos y cogió aire, si tenia alguna duda de donde tenia el tracto digestivo ahora ya no tenia ninguna al respecto porque le ardía todo como si el infierno se acabara de mudar allí mismo.
"Prometo nunca más volver a tomar esa cosa horrible"
Doscientas bocanadas más tarde, dejó de apretarse la barriga y miró al hombre atendiendo a sus preguntas, el alago se había perdido por su memoria, aunque en el momento de oírlo se hubiera alegrado si el estomago se lo hubiera permitido.
-Yo... no, normalmente vengo cada cierto tiempo, a coger comida que nadie quiere claro- Protegió el pez de la mirada del otro extrañamente avergonzado por ello -Trabajo de lo que sea! Mientras luego me den comida da igual! Aunque no lo parece yo soy muy muy fuerte y se contar bastante y hasta se leer un poco, aunque no escribir. Si, busco trabajo, nunca me cogen mucho tiempo en los trabajos, no les gusta, sobretodo cuando saben lo que soy... ¿Acaso sabes donde conseguir trabajo?
La mirada se le iluminó, un trabajo, cualquiera, solucionaba muchos problemas, a veces hasta te dejaban bañarte y dormir en un lugar resguardado.
El niño sonrió feliz, siempre era bueno intentar mantener una buena relación con la gente de la calle porque era gente desesperada y el como desesperado sabia muy bien lo que se podía llegar a hacer a alguien que no te caía nada bien.
Miró como bebía más, eso era algo a tener en cuenta también, el parecía estar cada vez más contento, pero había gente que cuando bebía mucho se enfadaba aun más y eso también era peligroso. Aunque si lo pensabas bien, el solo echo de estar allí ya era peligroso, todo era peligroso, pero a Javi no le importaba mucho, más bien nada, porque el amaba las aventuras y el riesgo y conocer a alguien que tenia un aura tan cambiante podía ser la puerta a nuevas experiencias y juegos divertidos.
Cuando se encontró con la botella en la mano, la miró suspicaz. El nunca había bebido alcohol ya que le era más útil comerciarlo que beberlo, a pesar de todo la curiosidad estaba allí. Año tras año había visto y convivido con borrachos en el mismo callejón, que estaban allí a causa de empeñar toda moneda que caía en su poder en botellas de alcohol. ¿Tan bueno era? ¿Valía la pena? ¿Tan bien te hacía sentir que merecía la pena los dolores de la mañana siguiente? Esas preguntas se repetían en su cabeza pero ninguna de ellas era contestada, aun, pero estaba a tiempo. Cogió la botella y dio un trago, arrepintiéndose al instante, no lo escupió para no ser maleducado para con su compañero pero le quemaba toda la boca.
Dejó la botella entre los dos y cogió aire, si tenia alguna duda de donde tenia el tracto digestivo ahora ya no tenia ninguna al respecto porque le ardía todo como si el infierno se acabara de mudar allí mismo.
"Prometo nunca más volver a tomar esa cosa horrible"
Doscientas bocanadas más tarde, dejó de apretarse la barriga y miró al hombre atendiendo a sus preguntas, el alago se había perdido por su memoria, aunque en el momento de oírlo se hubiera alegrado si el estomago se lo hubiera permitido.
-Yo... no, normalmente vengo cada cierto tiempo, a coger comida que nadie quiere claro- Protegió el pez de la mirada del otro extrañamente avergonzado por ello -Trabajo de lo que sea! Mientras luego me den comida da igual! Aunque no lo parece yo soy muy muy fuerte y se contar bastante y hasta se leer un poco, aunque no escribir. Si, busco trabajo, nunca me cogen mucho tiempo en los trabajos, no les gusta, sobretodo cuando saben lo que soy... ¿Acaso sabes donde conseguir trabajo?
La mirada se le iluminó, un trabajo, cualquiera, solucionaba muchos problemas, a veces hasta te dejaban bañarte y dormir en un lugar resguardado.
Javier Moraru- Cambiante Clase Baja
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Re: Entre humo y espalda [Javier Moraru]
Que el chico no aguantara el ardor del licor significaba que seguía siendo un chico. Por un lado, y sin saber por qué, Grey se alegró, pero en su rostro seguía inmaculada su eterna sonrisa, por lo que no se mostró su "alegría".
El sabor de aquella botella cuando esta quemaba su lengua le evocó antiguos pasajes de su vida. Recordó cuando era un niño tan solo, cuando creía que era mayor y que podía hacer lo mismo que su padre. Cuando en su insana mentalidad se veía a si mismo decapitando una y otra vez monstruos y asesinos por igual. Pero también se veía a si mismo suicidándose, viéndose convertido en lo que una vez persiguió. Se vio a si mismo empalándose como a los vampiros, ardiendo como las brujas, pegándose un tiro como un humano cualquiera... y todo eso sin saber que la decapitación sería la mejor opción para su futura naturaleza maldita.
Otro trago y vio sus manos manchadas de sangre. La primera vez que las tuvo con la vitae de su hermano muerto. Con las lágrimas de un niño no nato al que se le llamó Sloan. Con la pena de su madre y las vísceras de su padre. Con el cuchillo y la cuerda. Sus huellas, pisara donde pisara jamás eran secas: siempre lo acompañaba la humedad y el color de la sangre.
Al toser, Javier devolvió a la realidad al licántropo. "Carpe Diem, ¿no?" Observó la forma en que protegía su bolsa. "Si la quisiera chico, ya me la habría quedado". Buscaba la comida que nadie quería. En resumidas cuentas, era otro mendigo muerto de hambre. "Sabe casi contar y sabe casi escribir y leer...Maldito seas, chico". Demasiadas coincidencias. Demasiados recuerdos.
Demasiado.
- Si chico, se donde puedes encontrar trabajo: conmigo - Terminó el contenido de la botella de un solo trago, mostrando su estómago e hígado de hierro. - Trabaja para mí y te daré de comer. Trabaja para mí y te enseñaré a escribir, leer y contar más números de los que te imaginas. Si trabajas para mí conocerás gente, secretos... Y si trabajas para mí jamás tendrás que preocuparte porque alguien te quiera hacer daño o algo peor. ¿Qué me dices? Es un buen trato, ¿no? - Grey extendió la mano en favor a cerrar dicho trato. El chico le recordaba tanto a un Sloan que se podría convertir en Grey que hasta le asustaba verse reflejado en un espejo. "Con un fantasma es más que suficiente".
Si perdiera la alegría de la vida...
El sabor de aquella botella cuando esta quemaba su lengua le evocó antiguos pasajes de su vida. Recordó cuando era un niño tan solo, cuando creía que era mayor y que podía hacer lo mismo que su padre. Cuando en su insana mentalidad se veía a si mismo decapitando una y otra vez monstruos y asesinos por igual. Pero también se veía a si mismo suicidándose, viéndose convertido en lo que una vez persiguió. Se vio a si mismo empalándose como a los vampiros, ardiendo como las brujas, pegándose un tiro como un humano cualquiera... y todo eso sin saber que la decapitación sería la mejor opción para su futura naturaleza maldita.
Otro trago y vio sus manos manchadas de sangre. La primera vez que las tuvo con la vitae de su hermano muerto. Con las lágrimas de un niño no nato al que se le llamó Sloan. Con la pena de su madre y las vísceras de su padre. Con el cuchillo y la cuerda. Sus huellas, pisara donde pisara jamás eran secas: siempre lo acompañaba la humedad y el color de la sangre.
Al toser, Javier devolvió a la realidad al licántropo. "Carpe Diem, ¿no?" Observó la forma en que protegía su bolsa. "Si la quisiera chico, ya me la habría quedado". Buscaba la comida que nadie quería. En resumidas cuentas, era otro mendigo muerto de hambre. "Sabe casi contar y sabe casi escribir y leer...Maldito seas, chico". Demasiadas coincidencias. Demasiados recuerdos.
Demasiado.
- Si chico, se donde puedes encontrar trabajo: conmigo - Terminó el contenido de la botella de un solo trago, mostrando su estómago e hígado de hierro. - Trabaja para mí y te daré de comer. Trabaja para mí y te enseñaré a escribir, leer y contar más números de los que te imaginas. Si trabajas para mí conocerás gente, secretos... Y si trabajas para mí jamás tendrás que preocuparte porque alguien te quiera hacer daño o algo peor. ¿Qué me dices? Es un buen trato, ¿no? - Grey extendió la mano en favor a cerrar dicho trato. El chico le recordaba tanto a un Sloan que se podría convertir en Grey que hasta le asustaba verse reflejado en un espejo. "Con un fantasma es más que suficiente".
Si perdiera la alegría de la vida...
Sloan Cromwell- Licántropo Clase Baja
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Re: Entre humo y espalda [Javier Moraru]
Un trabajo, un trabajo donde le daban comida, le enseñarían a escribir, a leer, a contar y nadie se metería con el... Eran muchas, muchas promesas. Y muy buenas, demasiado. Javi estaba tentado de alargar la mano, cerrar el trato y poder olvidarse de robar, cosa que no le gustaba nada, pero se aguantó.
A pesar de tener la apariencia de 8 años y comportarse como tuviera 6, el tenia 16 años y llevaba 9 viviendo en la calle. Un trabajo así... era... sospechoso. Tantos favores, tantas molestias, debía ser un trabajo muy bueno. O muy peligroso.
-¿Y que tendré que hacer? No se puede aceptar un trabajo en el que no sabes que hacer. ¿Y si lo que tienes que hacer no sabes hacerlo? Entonces la gente se enfada porque no lo haces bien. Y te quitan el pago. ¿Y si te has comido el pago? Como lo devuelves? Trabajando no puedes porque no trabajas bien, si no no te pedirían que devolvieras el pago. Entiendes?
El niño no quería perder el contacto amigable que había conseguido con el desconocido peligroso llamado Sloan, era importante tener a esa gente de tu lado y lo sabia, pero tampoco quería coger un trabajo donde no sabia si lo que tenia que hacer era peligroso o arriesgado o demasiado complicado o contrario a sus valores o ilegal. Aunque lo ultimo no era precisamente lo que más le preocupaba, hacia muchas cosas ilegales des de que vivía en la calle.
Por todo aquello, Javi estaba nervioso y preocupado, su mente infantil y confiada le instaba a confiar en Sloan, a aceptar que el quería ayudarle, pero su experiencia le había enseñado que era mejor prevenir que curar. Y que siempre se tenia que estar alerta. Sobretodo si el hombre con el que estabas mataba a cuatro/cinco personas solo porque alguien los pintó de negro. Aunque como el otro le pintaba de blanco, tampoco estaba asustado.
A pesar de tener la apariencia de 8 años y comportarse como tuviera 6, el tenia 16 años y llevaba 9 viviendo en la calle. Un trabajo así... era... sospechoso. Tantos favores, tantas molestias, debía ser un trabajo muy bueno. O muy peligroso.
-¿Y que tendré que hacer? No se puede aceptar un trabajo en el que no sabes que hacer. ¿Y si lo que tienes que hacer no sabes hacerlo? Entonces la gente se enfada porque no lo haces bien. Y te quitan el pago. ¿Y si te has comido el pago? Como lo devuelves? Trabajando no puedes porque no trabajas bien, si no no te pedirían que devolvieras el pago. Entiendes?
El niño no quería perder el contacto amigable que había conseguido con el desconocido peligroso llamado Sloan, era importante tener a esa gente de tu lado y lo sabia, pero tampoco quería coger un trabajo donde no sabia si lo que tenia que hacer era peligroso o arriesgado o demasiado complicado o contrario a sus valores o ilegal. Aunque lo ultimo no era precisamente lo que más le preocupaba, hacia muchas cosas ilegales des de que vivía en la calle.
Por todo aquello, Javi estaba nervioso y preocupado, su mente infantil y confiada le instaba a confiar en Sloan, a aceptar que el quería ayudarle, pero su experiencia le había enseñado que era mejor prevenir que curar. Y que siempre se tenia que estar alerta. Sobretodo si el hombre con el que estabas mataba a cuatro/cinco personas solo porque alguien los pintó de negro. Aunque como el otro le pintaba de blanco, tampoco estaba asustado.
Javier Moraru- Cambiante Clase Baja
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