AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Secretos y revelaciones
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Secretos y revelaciones
Recorría apático las calles de la ciudad iluminada bajo el sol del mediodía, inmerso en sus pensamientos y en los escasos y confusos acontecimientos que aún conservaba en la memoria. Desconocía por completo qué significaba ser lo que era. Hasta ahora, su cabeza sólo era un hervidero de preguntas sin respuesta.
Ya habían pasado varias semanas es desde su enigmática llegada a la ciudad. No le supuso mucho problema sobrevivir en las calles y encontró incluso acogida temporal el algún que otro sitio, pero sólo era porque necesitaba tiempo para asimilar lo sucedido.
Estaba tan distraído que al doblar una de las esquinas de la calle principal, chocó con un transeúnte y ambos cayeron al suelo. Ambos se disculparon, pero entonces la otra persona, en cuanto le miró, abrió los ojos con clara sorpresa.
Aquél transeúnte le había reconocido. Al parecer, había trabajado tiempo atrás en el Teatro de la ciudad, donde se le tenía en estima debido a sus habilidades sin parangón como actor. Prácticamente fue arrastrado por varias calles más hasta su antiguo lugar de oficio. Para su sorpresa, le recibieron con los brazos abiertos, pero era incapaz de recordar ni una sola de las caras allí presentes aunque la mayoría le trataran como a un igual y hacían referencia al tiempo y las experiencias que habían compartido.
Sin embargo, él sólo conseguía que su mente evocara un grácil rostro femenino con una mirada mística que claramente no pertenecía a aquél mundo, y no obstante le hizo recordar una sensación de paz y conformidad al pasear entre las bambalinas del Teatro.
La desilusión se palpaba en el ambiente en el momento en que él les aseguró que no podía recordar nada de lo sucedido. A fin de cuentas, tal cantidad de gente no podían estar mintiendo acerca de su identidad...
Aún conservaban su camerino, que le dejaron acceder sin ningún impedimento. En su mente ya se había formado la petición de volver a trabajar con ellos, pero debido a su condición no le sería posible seguir siendo un actor. Pero había algo en el lugar que le despertaba nostalgia... así que se ofreció voluntariamente como Guardia. No hubo objeciones e incluso agradecieron que quisiera seguir formando parte de la compañía de un modo u otro. Así pues, aunque tuvo que dejar su camerino, le proporcionaron otra habitación donde alojarse.
Ya instalado, se dispuso a revisar sus posesiones. Era tan extraño ver aquellos objetos y no conservar recuerdo alguno acerca de ellos...
Observó con atención un pergamino desgastado el cual contenía un sobre. En el pergamino, en trazos de fina pluma, contenía un texto que rezaba: «Nuestras más sinceras disculpas, Monsieur Dómine, no pudimos entregar la carta. Resultó imposible encontrarla... tal vez usted tenga más suerte.»
Reflexionó unos instantes, y le asaltaron dudas respecto a la ayuda que podría ofrecerle aquella carta. Suspiró pesadamente, se aseguró de que no le molestarían en su lectura y se sentó en un sillón. Volvió a suspirar, nervioso. ¿Y qué si no le servía para nada? ¿Se quedaría para siempre tan desvalido?
Tras algunas horas de meditación, se armó de valor y decidió abrir el sobre. Dos cartas eran todo lo que ofrecía. Cogió la primera, según la fecha en que fue escrita, y comenzó a leer:
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
«Querida mía,
Siento mucho lo sucedido. De veras.
Sé que te merecías al menos que te lo dijera en persona, pero la situación ha cambiado. Cómo desearía poder abrazarte una última vez antes de mi partida...
Hay varias cosas que he de confesar, y no sé como abordarlas siquiera. Quizás si comenzamos por el principio... Debes saber que muy poca gente es conocedora de este secreto, y te estaría eternamente agradecido si siguiera así, pero no te guardaré rencor si decides hacer pública esta información.
Aquí donde me ves, tu Noah Dómine, proviene de una antigua familia noble arraigada en el pasado de Italia. Un linaje ya olvidado en los anales de la historia desde varias generaciones: la familia LaVolpe. Lazos de sangre poderosos donde los hubiera, no alcanzaban a la prominencia de la Realeza, pero destacaban casi al mismo nivel. Sabios, cultos, entregados a los demás. Nunca hicieron nada para merecerse el odio de otras familiar de alta cuna, pero como bien sabrás tú, a veces la envidia corroe los corazones.
No es fácil encontrar la historia de mi cuna debido a que en su amanecer dorado fueron perseguidos y cazados por quienes creían que tenían agraviantes. Sólo sé que todo aquello no era cierto, no eran más que mentiras calumniosas, pero... ¿qué iba a hacer una famillia de tan alta ralea contra todas las demás? Pudieron haberse enfrentado, podrían haber luchado por su reconocimiento con honor, pero entonces la sangre no se habría perpetuado. Por eso decidieron huir hacia el oeste... y se asentaron en Francia.
Había una arrebatadora villa en la Borgoña que te habría encantado, si hubieras podido verla. Rodeada de montañas y con un lago precioso, era como un modesto paraíso en la Tierra. Allí transcurrieron varias generaciones y mi familia quedó oculta, mientras sus enemigos se apropiaban de todos sus bienes allí en la vieja Italia y se aseguraban que los LaVolpe no fueran recordados por nadie. Puede que hayas escuchado alguna historia en relación a un clan que uso sus medios para intentar derrocar a la Realeza. Bien, ese clan era mi familia, y juro por la sangre de mis antepasados que jamás hubo tal idea en las simientes de mis ancestros.
Esto te sorprenderá. ¿Por qué iría a ocultar mi status quo si soy de clase alta? Hoy en día hay muchos nobles sin familia o en situaciones parecidas. El hecho por el cual decida ocultar mis orígenes es porque yo fui el responsable de su completa extinción.
Desde que nací llevé una vida modesta pero honrada, se me inculcaron sabios valores y formas. Aprendí a valorar la vida, valorar cada segundo de la misma y respetar las vidas de los demás. Un cruel invierno, cuando me hallaba cazando presas cerca del lago, me encontré con una doncella casi sepultada por completo por la nieve. Al desenterrarla, vi que sus ropajes estaban cubiertos de sangre. Como podrás imaginar, la lleve a nuestra villa e hice cuando estuvo en mi mano para procurar su reposo y recuperación. Poco después, la doncella despertó, pero no recordaba nada de lo sucedido. No sabía siquiera su nombre. La familia decidió adoptarla, la bautizamos como Leah y no pasó mucho tiempo sin que mi hermana Thera y yo nos encariñáramos con ella. Thera y yo éramos inseparables y nos parecíamos como dos gotas de agua pese a sacarle yo varios años de diferencia.
De llegar a saber lo que nos sucedería...
Pasaron los años y cada vez me sentía más atraído por nuestra nueva inquilina, algo que a todas luces era compartido. Cada vez éramos más cercanos, y Thera y toda la familia veía con buenos ojos aquella relación.
Fue en mi vigésimo noveno cumpleaños cuando las cosas se torcieron.
En aquél entonces, Leah y yo estábamos ilusionados con nuestro compromiso. Me citó bajo la luz de la Luna, alegando que quería enseñarme algo que me encantaría... recuerdo haberla esperado durante una hora, y cuando me dispuse a marcharme, de la espesura de la noche una sombra oscura me derribó por detrás, golpeándome la cabeza contra el suelo y manteniéndome inmovilizado. Después vino el ardiente tacto de unos colmillos desgarrando mi cuello, y perdí el conocimiento. Entonces una voz seductora me sugirió que me tranquilizase y abrazase aquél dolor, o de lo contrario moriría. Hubiera querido morir, pero mi cuerpo era joven y fuerte, y resistió aquella ponzoña hirviente en contra de mi voluntad. Mi herida dejó de sangrar y la presa cedió. Pude incorporarme, aún con cierto tambaleo, e intenté buscar algún indicio de fuera lo que fuera aquello que me había atacado, pero no había rastro.
Lo siguiente que recuerdo es confuso y borroso. Un embriagador perfume que atrajo el viento para mí e impulsó mi cuerpo de forma inconsciente. No recuerdo mucho más, sólo que el frenesí se apodero de mí y que me sentía eufórico. Cuando volví en sí, pude observar que bajo mis pies se hallaban los cuerpos sin vida de mis padres y de varios sirvientes. Entré en pánico y corrí hacia la habitación de Thera, pero yacía inerte y con sus ojos en blanco, con una terrible herida en el cuello. Al coger su cuerpo para enterrarla, volvió ese olor y caí en la cuenta que era el olor del perfume que a mi hermana tanto le gustaba.
Por eso huí. O al menos lo intenté, al amparo de la noche, pero Leah me lo impidió. Me explicó que había sido un peón para ella, que llevaba persiguiendo a nuestra familia desde nuestra deserción en Italia y que su red de licántropos por fin nos habían dado caza. Todo era mentira. Su verdadero nombre era Alice, una consumada rastreadora a la que habían pagado generosamente para darnos caza y que poseía una inmensa manada de lícanos a su disposición. Finalmente, tras cometer su objetivo, consideró hacer justicia poética y convertir a la joven promesa de la familia en un monstruo aberrante.
Sé que sospechabas que no era un simple humano, querida, pero no debe ser fácil digerir lo que te he revelado. Tras un arduo enfrentamiento pude ganarme la libertad, pero a cambio de, un día, considerar en unirme a sus filas. Era su muñeco, su creación: su trofeo más preciado.
A partir de ahí la historia es más normal. Llegué a París y pude llevar una vida normal. Me dediqué al teatro, una de las artes que mejor se me daban, e incluso obtuve una humilde fama. No me atrevo a decir que fui un rompecorazones, porque no dejaba que nadie se acercara a mi corazón. Todo parecía mejorar por una vez, después de pasar varias décadas en la ciudad, pero la carga de acabar con tu propio linaje es muy pesada, pese a que no se me considere responsable debido a los acontecimientos narrados. Casi comenzaba a olvidarla, cuando Alice volvió a mí. Necesitaba de mi fuerza y mis habilidades para poder hacer frente a alguien que se le había cruzado en su camino.
Me negué, obviamente. Y, cual mujer despechada, se fue, con una amenaza en el aire: o iba con ella, o se aseguraría que aquellos más allegados a mí sufrieran mi mismo destino.
No podía permitirme que te vieras expuesta a una desgracia como la mía, y no podría perdonarme si te llegara a perder. Por eso esta misma noche parto, para encontrarme con ella, y zanjar todo este asunto de una vez por todas.
Acabaré con la vida de Alice, aunque me vaya la vida en ello. Sé que está interesada en mis poderes, pero ella desconoce que en estos años los he desarrollado más allá de los límites que ella me concedió. Tengo control absoluto de mi ser, incluso bajo el influjo de la Luna.
Espero que puedas encontrar esta carta, y con ella el resto de mis posesiones. Como podrás ver, bajo las apariencias no me faltaba de nada, pero a veces es mejor pecar de humildad que pecar de soberbia.
Te deseo mucha suerte, querida... espero de corazón que nos volvamos a ver. Marcho pues, decidido a embarcarme en la travesía de Caronte por ti...»
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Acabó de leer y se frotó las sienes con cansancio. No se atrevía a forzar el recuerdo de aquello, o volvería a desmayarse del dolor. Creyó que con la carta quizás conseguiría rememorar algo, pero seguía sin poder ser capaz de ello. Al menos, la carta le aclaraba buena parte de sus preguntas aunque le generaba unas nuevas.
Se llamaba Noah. Aquella carta, escrita de su puño y letra no podía mentir. Aún así le seguía pareciendo raro. Era como verse reflejado en las tranquilas aguas de un estanque pero observando un rostro ajeno.
Sabía que aquella Alice/Leah no le causaría más problemas. Recordaba haber oído a sus monstruosos torturadores mencionarla, y acusarle de su muerte. Entonces comprendió que el viejo Noah había conseguido su objetivo, pero no consiguió salir impune de su crimen, ni tampoco esperaba salir con vida.
¿Acaso hay mayor muerte, o condena, que olvidar el pasado y no poder recordarlo?
El nuevo Noah sólo sabía que no dejó ni un solo licántropo vivo en aquél barco, y que en la embarcación había toda la manada de Alice/Leah. Se podía imaginar que no se atravería a viajar separada de su manada, alejada de aquellos en quien confiaba.
Ahora, por fortuna, su pasado no volvería a molestarle o a interponerse en su camino. Sin embargo, le asaltó una duda: ¿Quién era aquella licántropa que se encontró en el muelle, custodiada por un guardaespaldas de semejantes características sobrenaturales? Al “chucho” no le perdonó la vida, y en realidad eso fue el causante de quedar cubierto de sangre de pies a la cabeza, cuando las autoridades lo encontraron sólo, deambulando en el Puerto. Pero aquella mujer... algo en su interior le compelía a matarla, pero no lo hizo, sino que la amenazó con irse lejos y no regresar, o de lo contrario acabaría con ella con igual facilidad que hizo con Alice/Leah y toda su manada. Sabía que no la volvería a ver.
En el sobre, oculto, había un exquisito retrato dibujado con carboncillo. Cuando Noah lo sacó, se quedó sin aliento. Era una imagen de él y dos doncellas más que se hallaban a cada uno de sus lados. El pie de foto, rezaba: «Vigésimo noveno aniversario de Noah, junto a Leah y Thera».
Aquél rostro, tan semejante al suyo, era inconfundible. Incluso bajo la luz de la Luna y el influjo del veneno por sus venas, resguardado por la brisa salada del Puerto...
Un apellido maldito por el capricho del destino, y condenado a ser presa del paso de las eras. Aunque apareciera de nuevo el nombre, por algún irónico azar, el auténtico linaje LaVolpe cerraba su círculo con ellos.
Noah desconocía que Thera no volvería a ser vista, ni reclamaría derecho alguno. Sin su manada, no tenía lugar en este mundo. Él, en cambio, aún tenía alguna oportunidad...
Se levantó del sillón y guardo las cartas con esmero. Aún había otro sobre por abrir, de idéntico remitente claro, pero decidió que por ahora ya había descubierto demasiado... o demasiado poco.
Se puso un abrigo que encontró en la habitación, uno más de tantos ropajes que formaban parte de sus posesiones, y salió del Teatro cuando caía la noche.
Poco después comenzaría a asomarse la Luna llena por el horizonte...
Ya habían pasado varias semanas es desde su enigmática llegada a la ciudad. No le supuso mucho problema sobrevivir en las calles y encontró incluso acogida temporal el algún que otro sitio, pero sólo era porque necesitaba tiempo para asimilar lo sucedido.
Estaba tan distraído que al doblar una de las esquinas de la calle principal, chocó con un transeúnte y ambos cayeron al suelo. Ambos se disculparon, pero entonces la otra persona, en cuanto le miró, abrió los ojos con clara sorpresa.
Aquél transeúnte le había reconocido. Al parecer, había trabajado tiempo atrás en el Teatro de la ciudad, donde se le tenía en estima debido a sus habilidades sin parangón como actor. Prácticamente fue arrastrado por varias calles más hasta su antiguo lugar de oficio. Para su sorpresa, le recibieron con los brazos abiertos, pero era incapaz de recordar ni una sola de las caras allí presentes aunque la mayoría le trataran como a un igual y hacían referencia al tiempo y las experiencias que habían compartido.
Sin embargo, él sólo conseguía que su mente evocara un grácil rostro femenino con una mirada mística que claramente no pertenecía a aquél mundo, y no obstante le hizo recordar una sensación de paz y conformidad al pasear entre las bambalinas del Teatro.
La desilusión se palpaba en el ambiente en el momento en que él les aseguró que no podía recordar nada de lo sucedido. A fin de cuentas, tal cantidad de gente no podían estar mintiendo acerca de su identidad...
Aún conservaban su camerino, que le dejaron acceder sin ningún impedimento. En su mente ya se había formado la petición de volver a trabajar con ellos, pero debido a su condición no le sería posible seguir siendo un actor. Pero había algo en el lugar que le despertaba nostalgia... así que se ofreció voluntariamente como Guardia. No hubo objeciones e incluso agradecieron que quisiera seguir formando parte de la compañía de un modo u otro. Así pues, aunque tuvo que dejar su camerino, le proporcionaron otra habitación donde alojarse.
Ya instalado, se dispuso a revisar sus posesiones. Era tan extraño ver aquellos objetos y no conservar recuerdo alguno acerca de ellos...
Observó con atención un pergamino desgastado el cual contenía un sobre. En el pergamino, en trazos de fina pluma, contenía un texto que rezaba: «Nuestras más sinceras disculpas, Monsieur Dómine, no pudimos entregar la carta. Resultó imposible encontrarla... tal vez usted tenga más suerte.»
Reflexionó unos instantes, y le asaltaron dudas respecto a la ayuda que podría ofrecerle aquella carta. Suspiró pesadamente, se aseguró de que no le molestarían en su lectura y se sentó en un sillón. Volvió a suspirar, nervioso. ¿Y qué si no le servía para nada? ¿Se quedaría para siempre tan desvalido?
Tras algunas horas de meditación, se armó de valor y decidió abrir el sobre. Dos cartas eran todo lo que ofrecía. Cogió la primera, según la fecha en que fue escrita, y comenzó a leer:
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
«Querida mía,
Siento mucho lo sucedido. De veras.
Sé que te merecías al menos que te lo dijera en persona, pero la situación ha cambiado. Cómo desearía poder abrazarte una última vez antes de mi partida...
Hay varias cosas que he de confesar, y no sé como abordarlas siquiera. Quizás si comenzamos por el principio... Debes saber que muy poca gente es conocedora de este secreto, y te estaría eternamente agradecido si siguiera así, pero no te guardaré rencor si decides hacer pública esta información.
Aquí donde me ves, tu Noah Dómine, proviene de una antigua familia noble arraigada en el pasado de Italia. Un linaje ya olvidado en los anales de la historia desde varias generaciones: la familia LaVolpe. Lazos de sangre poderosos donde los hubiera, no alcanzaban a la prominencia de la Realeza, pero destacaban casi al mismo nivel. Sabios, cultos, entregados a los demás. Nunca hicieron nada para merecerse el odio de otras familiar de alta cuna, pero como bien sabrás tú, a veces la envidia corroe los corazones.
No es fácil encontrar la historia de mi cuna debido a que en su amanecer dorado fueron perseguidos y cazados por quienes creían que tenían agraviantes. Sólo sé que todo aquello no era cierto, no eran más que mentiras calumniosas, pero... ¿qué iba a hacer una famillia de tan alta ralea contra todas las demás? Pudieron haberse enfrentado, podrían haber luchado por su reconocimiento con honor, pero entonces la sangre no se habría perpetuado. Por eso decidieron huir hacia el oeste... y se asentaron en Francia.
Había una arrebatadora villa en la Borgoña que te habría encantado, si hubieras podido verla. Rodeada de montañas y con un lago precioso, era como un modesto paraíso en la Tierra. Allí transcurrieron varias generaciones y mi familia quedó oculta, mientras sus enemigos se apropiaban de todos sus bienes allí en la vieja Italia y se aseguraban que los LaVolpe no fueran recordados por nadie. Puede que hayas escuchado alguna historia en relación a un clan que uso sus medios para intentar derrocar a la Realeza. Bien, ese clan era mi familia, y juro por la sangre de mis antepasados que jamás hubo tal idea en las simientes de mis ancestros.
Esto te sorprenderá. ¿Por qué iría a ocultar mi status quo si soy de clase alta? Hoy en día hay muchos nobles sin familia o en situaciones parecidas. El hecho por el cual decida ocultar mis orígenes es porque yo fui el responsable de su completa extinción.
Desde que nací llevé una vida modesta pero honrada, se me inculcaron sabios valores y formas. Aprendí a valorar la vida, valorar cada segundo de la misma y respetar las vidas de los demás. Un cruel invierno, cuando me hallaba cazando presas cerca del lago, me encontré con una doncella casi sepultada por completo por la nieve. Al desenterrarla, vi que sus ropajes estaban cubiertos de sangre. Como podrás imaginar, la lleve a nuestra villa e hice cuando estuvo en mi mano para procurar su reposo y recuperación. Poco después, la doncella despertó, pero no recordaba nada de lo sucedido. No sabía siquiera su nombre. La familia decidió adoptarla, la bautizamos como Leah y no pasó mucho tiempo sin que mi hermana Thera y yo nos encariñáramos con ella. Thera y yo éramos inseparables y nos parecíamos como dos gotas de agua pese a sacarle yo varios años de diferencia.
De llegar a saber lo que nos sucedería...
Pasaron los años y cada vez me sentía más atraído por nuestra nueva inquilina, algo que a todas luces era compartido. Cada vez éramos más cercanos, y Thera y toda la familia veía con buenos ojos aquella relación.
Fue en mi vigésimo noveno cumpleaños cuando las cosas se torcieron.
En aquél entonces, Leah y yo estábamos ilusionados con nuestro compromiso. Me citó bajo la luz de la Luna, alegando que quería enseñarme algo que me encantaría... recuerdo haberla esperado durante una hora, y cuando me dispuse a marcharme, de la espesura de la noche una sombra oscura me derribó por detrás, golpeándome la cabeza contra el suelo y manteniéndome inmovilizado. Después vino el ardiente tacto de unos colmillos desgarrando mi cuello, y perdí el conocimiento. Entonces una voz seductora me sugirió que me tranquilizase y abrazase aquél dolor, o de lo contrario moriría. Hubiera querido morir, pero mi cuerpo era joven y fuerte, y resistió aquella ponzoña hirviente en contra de mi voluntad. Mi herida dejó de sangrar y la presa cedió. Pude incorporarme, aún con cierto tambaleo, e intenté buscar algún indicio de fuera lo que fuera aquello que me había atacado, pero no había rastro.
Lo siguiente que recuerdo es confuso y borroso. Un embriagador perfume que atrajo el viento para mí e impulsó mi cuerpo de forma inconsciente. No recuerdo mucho más, sólo que el frenesí se apodero de mí y que me sentía eufórico. Cuando volví en sí, pude observar que bajo mis pies se hallaban los cuerpos sin vida de mis padres y de varios sirvientes. Entré en pánico y corrí hacia la habitación de Thera, pero yacía inerte y con sus ojos en blanco, con una terrible herida en el cuello. Al coger su cuerpo para enterrarla, volvió ese olor y caí en la cuenta que era el olor del perfume que a mi hermana tanto le gustaba.
Por eso huí. O al menos lo intenté, al amparo de la noche, pero Leah me lo impidió. Me explicó que había sido un peón para ella, que llevaba persiguiendo a nuestra familia desde nuestra deserción en Italia y que su red de licántropos por fin nos habían dado caza. Todo era mentira. Su verdadero nombre era Alice, una consumada rastreadora a la que habían pagado generosamente para darnos caza y que poseía una inmensa manada de lícanos a su disposición. Finalmente, tras cometer su objetivo, consideró hacer justicia poética y convertir a la joven promesa de la familia en un monstruo aberrante.
Sé que sospechabas que no era un simple humano, querida, pero no debe ser fácil digerir lo que te he revelado. Tras un arduo enfrentamiento pude ganarme la libertad, pero a cambio de, un día, considerar en unirme a sus filas. Era su muñeco, su creación: su trofeo más preciado.
A partir de ahí la historia es más normal. Llegué a París y pude llevar una vida normal. Me dediqué al teatro, una de las artes que mejor se me daban, e incluso obtuve una humilde fama. No me atrevo a decir que fui un rompecorazones, porque no dejaba que nadie se acercara a mi corazón. Todo parecía mejorar por una vez, después de pasar varias décadas en la ciudad, pero la carga de acabar con tu propio linaje es muy pesada, pese a que no se me considere responsable debido a los acontecimientos narrados. Casi comenzaba a olvidarla, cuando Alice volvió a mí. Necesitaba de mi fuerza y mis habilidades para poder hacer frente a alguien que se le había cruzado en su camino.
Me negué, obviamente. Y, cual mujer despechada, se fue, con una amenaza en el aire: o iba con ella, o se aseguraría que aquellos más allegados a mí sufrieran mi mismo destino.
No podía permitirme que te vieras expuesta a una desgracia como la mía, y no podría perdonarme si te llegara a perder. Por eso esta misma noche parto, para encontrarme con ella, y zanjar todo este asunto de una vez por todas.
Acabaré con la vida de Alice, aunque me vaya la vida en ello. Sé que está interesada en mis poderes, pero ella desconoce que en estos años los he desarrollado más allá de los límites que ella me concedió. Tengo control absoluto de mi ser, incluso bajo el influjo de la Luna.
Espero que puedas encontrar esta carta, y con ella el resto de mis posesiones. Como podrás ver, bajo las apariencias no me faltaba de nada, pero a veces es mejor pecar de humildad que pecar de soberbia.
Te deseo mucha suerte, querida... espero de corazón que nos volvamos a ver. Marcho pues, decidido a embarcarme en la travesía de Caronte por ti...»
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Acabó de leer y se frotó las sienes con cansancio. No se atrevía a forzar el recuerdo de aquello, o volvería a desmayarse del dolor. Creyó que con la carta quizás conseguiría rememorar algo, pero seguía sin poder ser capaz de ello. Al menos, la carta le aclaraba buena parte de sus preguntas aunque le generaba unas nuevas.
Se llamaba Noah. Aquella carta, escrita de su puño y letra no podía mentir. Aún así le seguía pareciendo raro. Era como verse reflejado en las tranquilas aguas de un estanque pero observando un rostro ajeno.
Sabía que aquella Alice/Leah no le causaría más problemas. Recordaba haber oído a sus monstruosos torturadores mencionarla, y acusarle de su muerte. Entonces comprendió que el viejo Noah había conseguido su objetivo, pero no consiguió salir impune de su crimen, ni tampoco esperaba salir con vida.
¿Acaso hay mayor muerte, o condena, que olvidar el pasado y no poder recordarlo?
El nuevo Noah sólo sabía que no dejó ni un solo licántropo vivo en aquél barco, y que en la embarcación había toda la manada de Alice/Leah. Se podía imaginar que no se atravería a viajar separada de su manada, alejada de aquellos en quien confiaba.
Ahora, por fortuna, su pasado no volvería a molestarle o a interponerse en su camino. Sin embargo, le asaltó una duda: ¿Quién era aquella licántropa que se encontró en el muelle, custodiada por un guardaespaldas de semejantes características sobrenaturales? Al “chucho” no le perdonó la vida, y en realidad eso fue el causante de quedar cubierto de sangre de pies a la cabeza, cuando las autoridades lo encontraron sólo, deambulando en el Puerto. Pero aquella mujer... algo en su interior le compelía a matarla, pero no lo hizo, sino que la amenazó con irse lejos y no regresar, o de lo contrario acabaría con ella con igual facilidad que hizo con Alice/Leah y toda su manada. Sabía que no la volvería a ver.
En el sobre, oculto, había un exquisito retrato dibujado con carboncillo. Cuando Noah lo sacó, se quedó sin aliento. Era una imagen de él y dos doncellas más que se hallaban a cada uno de sus lados. El pie de foto, rezaba: «Vigésimo noveno aniversario de Noah, junto a Leah y Thera».
Aquél rostro, tan semejante al suyo, era inconfundible. Incluso bajo la luz de la Luna y el influjo del veneno por sus venas, resguardado por la brisa salada del Puerto...
Un apellido maldito por el capricho del destino, y condenado a ser presa del paso de las eras. Aunque apareciera de nuevo el nombre, por algún irónico azar, el auténtico linaje LaVolpe cerraba su círculo con ellos.
Noah desconocía que Thera no volvería a ser vista, ni reclamaría derecho alguno. Sin su manada, no tenía lugar en este mundo. Él, en cambio, aún tenía alguna oportunidad...
Se levantó del sillón y guardo las cartas con esmero. Aún había otro sobre por abrir, de idéntico remitente claro, pero decidió que por ahora ya había descubierto demasiado... o demasiado poco.
Se puso un abrigo que encontró en la habitación, uno más de tantos ropajes que formaban parte de sus posesiones, y salió del Teatro cuando caía la noche.
Poco después comenzaría a asomarse la Luna llena por el horizonte...
Noah Dómine- Licántropo Clase Media
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