Noche de teatro (Lyam)

Todavía no había podido siquiera contactar con sus dos discípulos, residiendo todos ellos en la misma casa, una completa incoherencia. Había llegado del nuevo mundo hacía exáctamente veinticuatro horas y, ahora, había decidido "madrugar" para poder ver una obra de teatro, costumbre que tenía y que no había podido llevar a cabo en tierra criolla.

El teatro de París era uno de los lugares que lo encandilaban. Su estructura externa ya daba a entender que su composición interna sería una locura estilista y así era, sobrecargado al detalle, con un toque rojo carmín perfecto que por un momento hizo que Charles se descubriera sediento.

Se encontraba en uno de los palcos reservado para él por completo, observando omnipotente a todos aquellos bajo su asiento. Cuando la función comenzó carraspeó levemente mientras las luces descendían lentamente y comenzaba a sonar música.

Música clásica, el tipo de música que tanto amaba, el arte hecho sonido, hecho armonía, entrando por sus oídos, resonando en su mente, deleitándolo de una manera tan inexplicable incluso para alguien tan anciano como lo era él.

Observó aquella obra que tantas veces había visto antes y por unos instantes deseó ver algo nuevo, deseó ver renovación de cartel.

Se llevó la mano derecha a la cabeza, pulgar en su mentón, dedos índice y corazón tomando asiento en su sien, pensativo, deleitándose con todo aquello.

Aquella noche me había despertado tan imperiosamente que corrí fuera de la mansión para alimentarme de una manera brutal y salvaje, sin siquiera detenerme a jugar con mis presas, la noche anterior había tenido otro de mis ya muy familiares encuencuentros atroces con Aleera y no había podido alimentarme ya que ella quería "divertirse" conmigo y la diversión de su noche se basó en no dejarme salir de la capilla. (Off: así bien Lorena con Bill cuando no lo deja ir por Sookie xDDDD)

Regresé a la mansión con la camisa beige ensangrentada y con vestigios de sangre en los piegues de mi piel sobre mis labios y mi cuello. Corrí rápidamente los los límites de la ciudad y llegué a nuestra mansión. Pude sentir el efluvio de Charles en la mansión y eso me hizo sentir ligeramente tranquilo, ya que en ocasiones contadas Aleera se controlaba cuando él estaba en casa, aunque como bien me permití mencionar, eran ocasiones contadas.

Subí y tomé un baño con rapidéz, bajé de nuevo ya limpio y presentable para encontrarme con mi mentor, pero él ya no estaba en casa. Decidí que lo mejor sería salir de ahí antes de encontrarme con mi "querida hermantia" y que quisiera volver a entretenerse. Seguí el característico efluvio de Charles hacia el teatro, seguramente su estancia en el Nuevo Mundo lo había dejado sediento de cultura y aquella noche quería saciarla.

Entré al teatro a paso calmado con aquel andar elegante que me caracterizaba cuando me mezclaba con los mortales y subí hasta el palco que él siempre reservaba para su privacidad.

En efecto él estaba ahí sentado contemplando la obra y hasta se podía sentir en el ambiente como era que disfrutaba de la música y del comienzo de la Obra. Me senté a su lado sin interrumpir sus pensamientos de lo que lo estaba deleitando, solo quería hacerle saber que estaba ahí y la verdad es que no podía esconderlo, me agradaba que por fin hubiera llegado.

Off: xD Me encantó la frase que le dedicó Lorena a Sookie luego, la de: Querida, ¿sabes que tu novio me golpeó la cabeza con una televisión de pantalla plana? Duelen más de lo que crees xDDDDDDDD

En Nueva Orleans y los parajes que había visitado durante su viaje tenían una cultura algo diferente, cultura criolla, eran orgullosos, arrogantes con todo lo que respectaba a su amado estado. En él se respiraba un ambiente evidentemente independentista, pues su revolución contra Gran Bretaña había sido tomada como una heroicidad por la clase obrera e incluso por los lafayette, un grupo de nobles que vivian con austeridad.

Sintió a su hijo desde un par de kilómetros antes de que tomase asiento junto a él en el palco. Divagó su pensamiento unos instantes por Lyam y luego por Aleera, tomando en cuenta si debía castigarlo de alguna manera o lo dejaría libre.

Aquellos pensamientos se desvanecieron cuando Charles escuchó un perfecto falsete masculino que le erizó la piel y deleitó sus oidos. Posó rápidamente su vista en el joven, observando aquella perfecta vena que había sido marcada a lo largo del cuello y que desaparecía en la fina mandíbula de aquel joven. Sintió sus palpitaciones cual tambores, ritmo marcado, por un momento quiso acompasar éste con sus manos.

De no ser por que el joven tenía años y años por delante para deleitar a Charles con su canto seguramente en un par de horas estaría desangrándose en su camerino.

El ente de su hijo le hizo de nuevo recuperar la compostura y poder recibirlo cual caballero mientras éste se adentraba en el palco.

No habló ni emitió ruido alguno siquiera cuando llegó y se posó en el asiento a su lado. Dejó sonar aquel magnífico falsete que antes no había oído y que lo estaba maravillando. Tras un fa alto sostenido su actuación dió a fin, llegando el interludio. Un estruendo de aplausos al que Charles se unió inundó la sala por completo.

El telón se cerró por ambos lados y Charles observó a su discípulo que se veía como de costumbre, fuerte, viril, un reclamo para toda mujer, tanto viviente como muerta.

-Ah, hijo mío.- comentó con una tranquila sonrisa en los labios. - Me agrada volver a verte.- informó observando unos instantes a sus acompañantes en aquella velada, una pareja de alta sociedad que en aquellos momentos abandonaban durante el interludio su asiento en el espectáculo, dejando a ambos vampiros solos.

-¿Sucedió algo interesante en París mientras investigaba el Nuevo Mundo?- preguntó con extrema avideza, posando ambos ojos en Lyam de nuevo. Y cuando se refería a París también era una pequeña indirecta para que el joven se viese también libre de expresar sus opiniones ante él. -¿Algo nuevo en la comunidad vampírica?- aclaró finalmente.

Me quedé como en un principio sentado y en silencio contemplando aquella obra cotidiana que se exponía en el teatro desde hacía muchísimo tiempo y que apesar de eso a Charles le encantaba seguir llendo a disfrutar.

El estar sentado al lado de tantos humanos emocionados por la obra sólo me hacía sentir mucho más sediento. Sus febriles corazones latiendo sin mesura por la actuación del joven que cantaba en el escenario era una cosa abrumadora para mí. Era como un retumbar de tambores africanos en mis oídos, no sabía como Charles parecía estar tan tranquilo entree tanto jaleo, bueno si lo sabía, él era él, Charles.

Me sobresalté y salí de mis pensamientos casi suicidas de arrojarme por el balcón y caer sobre la gente desmembrandolos y desangrandolos a diestra y siniestra cuando todos comenzaron a aplaudir y las cortinas se cerraron. Mi cabeza se sacudió ligeramente y giré el cuerpo entero para encarar a mi mentor. -Y no tienes idea de cuanto me alegra verte a mí padre.- respondí educadamente pero con ese trato familiar que los siglos nos habían dejado, él después de Aleera era el ser más allegado a mi corazón muerto.

"Me alegra tanto que estés aquí porque yo ya no puedo con esa niña, necesita que alguien le jale la cadena" pensé aquello sin detenerme como siempre a pensar que Charles podría escuchar mis pensamientos, esperaba que no estuviera haciendolo en ese momento. -¿nuevo? Oh por los Dioses te ausentaste solo unos meses, que de nuevo pudo haber ocurrido? Los humanitos son tan aburridos que aunque te hubieses ido un año hubieran hecho algo digno de mención.- sentencié sin afán de destacar las últimas peleas entre su hijita y yo.

La gente salió en el interludio y pocos fueron los que se quedaron en sus butacaso o sus palcos. -Me parece que no, no hay nada que destacar.- mentí, siempre mentía cuando de Aleera se trataba y me daba asco quererla. -Pero espero que hayas tenido mucho entretenimiento en tierras lejanas, ojalá que hayas traído presentes.-

Esbozó una lenta sonrisa mientras alzaba una mano al escuchar que se había alegrado enormemente de su vuelta, no le gustaba ser alabado, con el paso de los años había aprendido que la discreción y la auto-determinación eran muchísimo más eficaces que la arrogancia en tiempos aquellos.

Escuchó su reclamo sobre cómo subestimaba a la raza humana, negó con la cabeza, tenía que mostrar todavía muchas cosas a su hijo, no estaba del todo "educado" en el arte de aprender sobre el enemigo o el diferente.

-Sólo basta con respirar el aire bohemio que acaba de aterrizar sobre estas calles, Lyam.- comentó con aquella voz serena y varonil mientras observaba los pocos humanos que quedaban en sus asientos.

- He respirado yo mismo el aire revolucionario de los criollos allí en Nueva Orleans, lejos de un déspota que mande sobre todos.- recordó vagamente lo visto en su viaje al nuevo mundo. - El cambio se acerca hijo mío, hay demasiados proletariados, la clase baja impera y cuando se den cuenta de su poder, de que realmente ellos son los que deben gobernar el mundo, todo caerá.- vaticinó, pero se veía venir, o por lo menos el anciano vampiro lo veía venir.

-Por cosas como éstas no debes subestimar a los humanos.- filantrópico hasta el extremo. - Saben actuar con precaución porque tienen algo valioso que pueden perder; su vida.- admitió finalmente.

Tras escuchar el deseo de que hubiera traído presentes de Nueva Orleans el anciano vampiro asintió con solemnidad. -Tienes que probar la sangre criolla, Lyam, es algo magnífico.- había traído un par de esclavos, simplemente por el hecho de mostrarles lo diferente que sabía la sangre en aquellos parajes.

Justo cuando terminé mis palabras casi me arrepentí, esperaba que mi padre no saliera con alguna cosa filantrópica pero erré. Yo no compartía esa misma filosofía. La verdad es que para mi los humanitos eran solo eso. Humanitos que poderme comer.

No podía negar que me gustaba la manera en la que ellos vivían, era algo que me llenaba de vitalidad, aquella vitalidad perdida hacía muchos siglos.

Escuchó sin decir nada cuando Charles le comentó que la clase baja se levantaría pronto cuando se diera cuenta de su poder y no pude evitar sonreír de medio lado. "Cuando ellos se levanten será nuestro turno de callar sus gritos" pensé divertido, me encantaban las guerras porque era cuando más se podía un vampiro alimentar, y cuando más me podía divertir. -Pobrecillos que tienen algo que no podrán recuperar jamás.- sentencié serio guardándome la risa que me daba aquello, me placía imaginarme a los humanillos al pie de batalla esperando que los atacaran por el frente y un Lyam pqueño llegando y atacandolos desde su propio escondite.

-Mmmm- dije saborenado sus palabras. -Gracias por recordarme, ahora sólo espero que tu hijita me deje algo para cuando regresemos a casa.- le solté de golpe aquello con una nota de resentimiento a Aleera, algo común en mí cuando me refería a ella. -En verdad me es grato que hayas regresado, esa niña necesita alguien que la controle.- miré hacia el escenario vacío evitando la mirada de Charles, de seguro ahora me diría que yo no la comprendía o algo así, ella era tan manipuladora, que siempre lograba hacerme quedar como el malo.

Comprendía cómo podía Lyam quedar tan cegado por aquella arrogancia vampírica, él mismo había sufrido, siglos atrás, aquellos mismos sentimientos de frustración, de altanería. Recordaba aquella época de completo beneficio, de locura, lejos de cualquier ley escrita por el hombre, pero con el paso de los años había empezado a comprender que la estructura humana era muchísimo más compleja en profundidad.

Ese mismo sentimiento esperaba que apareciera en la mente de su hijo, llegando a un punto más álgido de comprensión. Por unos momentos y al verlo aguantar la risa tras aquel comentario tuvo ganas de torturarlo, no le gustaba nada que la gente tomara como plato secundario las reflexiones que les otorgaba.

-Tienes que aprender a ser mas precavido Lyam.- informó con cierto enfado que no reveló a su allegado. - Ellos son capaces de matarte, recuerda que ellos crearon el fuego, hijo mío.- recalcó con evidencia. - Ellos crearon siquiera sin darse cuenta un elemento que puede acabar con nosotros tan rápido como la propia luz solar.- aquello le fascinaba sin duda.

-Ellos son adaptables a todo tipo de espacios y lugares.- continuó finalmente. - Ellos pueden alimentarse de millones de cosas, pero nosotros, sin sangre, estamos perdidos, completamente perdidos.- sentenció para dar por concluida aquella lección moral, recalcando el final de su discurso.

Escuchó su agradecimiento y el deseo que tenía de que volviera a nuestro cobijo por el único hecho de que él no se llevaba bien con Aleera. -¿Cómo ves a Aleera realmente, Lyam?- preguntó inquisitivo, quería ver su punto de vista sobre su "hermana".

De inmediato me dí cuenta como a Charles le disgustó aquella risa ahogada en mis pensamientos sobre los humanitos y el pequeño ChibiLyam atacandolos desde sus trincheras, pero para mí era muy divertido y me costaba mucho trabajo controlarme con mi padre, ya que el era tan Pro-Alimento, quiero decir Pro-Humanos que me asqueaba.

Asentí ante sus palabras, "los humanitos son dioses sobre la tierra que crearon el fuego, salen a la luz del día y comen chocolates bla bla bla bla" No podía decir nada en contra de todo aquello, aunque no recordara mucho de mi vida humana, podía recordar que aquella sensación del sol abrazando la piel era algo que no se podía comparar con otra sensación y era la única que me causaba melancolía al recordar mi vida humana de la que realmente no ansiaba nada. Era inútil discutir con él así que guardé silencio ante su eterno halago a los humanitos y guardé silencio hasta que me preguntó por Aleera y casi pude sentir como la vena de mi sien se saltaba y uno de mis ojos comenzaba a palpitar frenéticamente.

Me acomodé en el asiento tratando de encontrarle un sentido común a la ambiguedad de su pregunta a la que sin pensarlo hubiese contestado "La veo como la mujer de mis pesadillas y la amo con locura" pero definitivamente él no se refería a eso, aquel sentimiento solo se quedaba hermeticamente guardado entre nosotros dos aunque me doliera saber que ella lo sabía. -Aleera....- contesté a su pregunta con un tono de voz cambiado, muy serio y formal. -Yo creo que ella es una joven que no sabe medir sus límites...- algo irónico viniendo de mis labios ya que yo era peor que ella. -...además ella siempre busca el punto exacto para joderme y tu la alabas como si fuera la más pura de las mujeres cuando es el demonio personificado.- sentencié abruptamente, aquello era lo que siempre pensé de ella, y no era ningún secreto, odiaba como Charles siempre la defendía sobre mí y me hacía rabiar ver su cara hipócrita escondida bajo sus faldas cuando me castigaban por cosas que ella había hecho.

Con tal de acallar sus comentarios despectivos sobre la raza humana, Charles ya estaba contento por su "victoria", sabía que en cuestión de siglos Lyam aprendería lo importantes que son los seres humanos y que de alguna manera debería respetarlos algo más de lo que solía hacer.

Lyam comenzó a dar la imagen que él tenía sobre Aleera y Charles asintió a todo lo que su hijo le dijo. Sabía de las relaciones algo inestables que Lyam tenía con la pequeña de la familia, pero como creador suyo podía también reconocer los sentimientos y pasiones que rondaban por la cabeza de su hijo.

Era omnisciente de lo mucho que la amaba y a la vez odiaba; una mezcla para nada cautivadora, pero sí adictiva y que sabía, de alguna manera su hijo disfrutaba.

-Yo siempre le estoy consintiendo todo.- recuperó aquellas palabras en su boca, para luego volver su vista a Lyam. -¿No crees que deberías entonces hacer tu papel de hermano mayor? ¿Intentaste alguna vez divertirla llevándole de caza?¿O siempre he tenido que pedírtelo yo?- recalcó con suficiente intensidad.

-Sé que ella quiere de alguna manera estar contigo pero tú te muestras demasiado supérfluo.- era para Charles evidente. -Por eso intenta ser brusca, ya sabes, así funciona, ella se encapricha, te retiene y puede pasar más tiempo contigo.- se encogió de hombros, evidente.

Estaba comenzando a perder la cabeza como cada vez que hablabamos de Aleera él y yo o con cualquier otro que la sacara a colación. Mis menos apretaron con fuerza la tela de mis pantalones y mis ojos casi se desorbitaban por el frenesí que comenzaba a experimentar, nada bueno en aquel lugar lleno de humanos que podían pagar mi locura.

Las palabras de Charles me golpearon como un taladro perforando mi cabeza con broca. Solté mis pantalones y me recargué en la butaca aún mirando a la gente en el lugar y centrando mi mirada estática en las cortinas cerradas del escenario. -Estás equivocado Charles.- jamás lo llamaba por su nombre de pila a menos que fuera necesario. -Ella no quiere nada más de mí que hacerme rabiar, soy su entretenimiento principal como se ha ocupado un millón de veces en hacermelo saber.- aquello era verdad, y aunque sabía que ella en sí me quería, no me quería para nada más que para joderme y jugar conmigo, o eso era lo que yo siempre me había puesto a pensar para no lastimarme, prefería odiarla que amarla. -Si ella actúa así por ese motivo entonces es una estúpida.- sentencié amargamente, tenía en mente que si ella quisiera algo más conmigo y me dijera probablemente dejaría de comportarme como un Neandertal con ella, pero aquello no estaba en su naturaleza ni en la mía, así que aquel juego terminaría el día que por fin decidiera irme de la casa y ese día se acercaba. Mi última plática con ella me había hecho darme cuenta que si seguía a su lado simplemente me volería loco, ella era el motor de mi frenesí y no quería acabar mas loco de lo que ya comenzaba a encontrarme. -Y de hecho...por eso tengo que hablar contigo...- aquel era buen momento para decírselo, había tomado la decisión de irme y bsucar algún compañero que me hiciera la compañía que Aleera no podía, en fin que ella llenaba ese hueco de hija que yo no podía llenar en mi amado padre, no me echarían de menos y yo necesitaba recuperar un poco de la cordura que había ido perdiendo en los últimos años a causa de mi maldita fijación por esa niña. Tal vez me iría a buscar a Demian. Necesitaba algo que rompiera la cotidianidad en la que me encontraba inmerso por mi obsesión.

Mientras Lyam cada vez parecía encontrarse más y más nervioso, Charles guardaba aquel temperamento tan tranquilo y protocolario que había cultivado durante siglos y del que estaba realmente orgulloso. Un indicio más de aquella pérdida de control fue el hecho de que lo llamara por su nombre de pila, cuando siempre lo apodaba padre.

Sabía que Aleera lo tomaba como su entretenimiento, pero era normal, aunque la manera mediante la que se entretenía con Lyam no fuera muy apropiada. Lyam mismo había tenido como entretenimiento a Demian, pero su relación había sido mucho más calmada que la que tenía actualmente con su querida hija.

No apoyaba el enfado e insulto entre los que vivían junto a él en Tremere, pero en aquel momento, que Lyam llamara estúpida a Aleera, fue algo que Charles dejó pasar con absoluta tranquilidad.

Las palabras "tengo que hablar contigo" no avecinaban nada bueno para el viejo Charles que pudo notar sus facciones cambiar a un estado anímico, neutral, absolutamente preocupado por lo que tenía que decirle su hijo, aquel que había permanecido siempre fiel a Charles.

-¿Qué sucede, hijo mío?- cuestionó con cierto miedo interior que no mostró en ningún momento, clavando su verde mirada en él.

Después de unos momentos de seguir mirando la cortina cerrada del escenario y de escuchar las palabras de mi padre solté un innecesario suspiro y metí los labios hacia dentro de mi boca ensalivándolos un poco antes de hablar, deteniéndome a pensar cada palabra que le diría. Consideraba que aquel era un buen momento de decirle las cosas pero eso no significaba que fueran unas palabras fáciles. Esperaba que él me comprendiera, a menos que quisiera vivir con un hijo loco y una maldita psicópata que se jactaba de enloquecerlo más cada noche que pasaba.

Devolví la mirada a Charles que se mantenía con aquella postura tan seria que a veces me sacaba de mis casillas, no podía concebir como alguien podía ser tan asquerosamente serio y pacífico con la tempestad en la puerta, seguro sería algo que aprendería con el transcurso de los años.

Un profundo sentimiento de traición recorrió mi cuerpo en un escalofrío, algo que no había sentido en décadas, si no es que en siglos, y me sentí muy mal por dejar a mi padre, que no sólo era mi padre; las últimas décadas él se había convertido en una gran parte de mi vida, además de ser mi padre era mi consejero, mi mentor, me creador, mi mejor amigo... no me sentía capáz de abandonarlo y menos de dejarlo con la loca que llevaba por hija, pero realmente necesitaba un salto a la realidad, en donde pudiera recuperar aquel hilo de poca sensatéz que alguna vez tuve. -Sabes que no soy un hombre que pida perdón a la ligera, y hoy quiero que me perdones por lo que voy a hacer pero ya no puedo más...- no pude seguir mirándolo, su mirada era demasiado imponente para mí a pesar de todos los siglos de haberla tenido frente a mis ojos, incluso de conocerla aún antes de haberme convertido, pero no podía sostenerla sabiendo que probablemente le daría un golpe terrible, parecido al que le dieron Demian y Nicolette cuando se largaron y nos abandonaron, sólo que ésta vez quien se quedaría para darle soporte a mi amado creador, sería la misma razón por la cuál me separaba de él.

Me llevé las manos a la cabellera relajando mi cabeza sobre ellas y recargando los codos en mis rodillas. Mi acción se notó algo ligera y sin tensión, pero la verdad es que sentía en los hombros una gran carga, aquella pequeña y bailarina niña era mi mayor karma, era el castigo que tenía que pagar por la maldición de ser inmortal. "Desearás lo que no puedes tener" eran las palabras de las escrituras, las que me condenaban por la eternidad.

Traté de que mi voz sonara lo más tranquila que pude aunque en ese momento me sentía traidor a él. -Tengo que alejarme de ella...- solté sin más, sabía que él comprendería, él me conocía mejor que nadie, probablemente hasta él supiera mejor que yo lo que me pasaba. -Me estoy convirtiendo en algo que comienzo a desconocer y ya no puedo con esto.- el decirlo me hacía sentir ligeramente libre ya que no lo había comentado con nadie, el sacarlo de mis pensamientos me hacía sentir un poco mejor.De todos modos no pensaba largarme tanto tiempo como para abandonarlo, sólo necesitaba recuperar la cordura.

Podía saberlo, es más, Charles había estado conviviendo con aquel temor a que su hijo decidiera dar un paso más durante quizás más de la mitad de la existencia de éste como criatura de la noche. Había estado preparándose, sabía que algún día vendría aquel momento, más aún con la llegada de Aleera que de alguna manera desestabilizaba las cosas.

Ésto le hizo dar rienda suelta a sus recuerdos, las lágrimas inmortales que derramó tras la ida de Nicolette con su hijo Demian, el dolor sostenido, la promesa de no abandonar a Lyam -más tarde a Aleera.- a no ser que él se lo pidiera.

Las palabras de él, pidiendo de antemano perdón por lo que estaría a punto de decir hicieron que el aspecto serio se desmoronara en la cara de Charles, cerrando ambos ojos mientras inspiraba con fuerza antes de abrirlos de nuevo, encontrándose con su hijo, cada vez más angustiado por las palabras que iba a decir. Su temperamento tomó de nuevo aquel sabor insípido, serio y tranquilo.

Sus respuestas y peticiones parecieron realmente importantes, serias y Charles sabía que su hijo no vacilaba con todo aquello. Tragó saliva con fuerza, asintiendo lentamente, ya no manteniendo la mirada en él, sino que desviándola al parqué del lugar, pensativo, lacónico, comenzando a recordarle aquellos sentimientos de ira, impotencia, dolor al ver partir a su familia. Y ahora, quedaría sólo con Aleera y por mucho que ella lo intentara sabía Charles muy bien que no soportaría todo aquello y finalmente dejaría a su hija pequeña ir, quedando solo en Tremere y, lo peor de todo, muriendo de soledad y agonía.

- Entiendo.- fue lo que atinó a decir, volviendo su vista a él. - ¿Piensas volver, algún día?- su mirada quedó nublada, perturbada, se podía ver el miedo a perderlo de por vida.

No pudo sostener sus ojos delante de él, no podía creer que aquel día hubiese arribado con tanta fuerza y dolor. No había sido simplemente el hecho de que quería conocerse a sí mismo, sino que aquello era todo a causa de una relación autodestructiva entre él y Aleera.

Podía conocer la reacción de Aleera de ante-mano, sabía que se sentiría frustrada, quizás no tanto como lo había estado Charles en su momento, pero aquello no tenía marcha atrás, conocía a Lyam suficientemente como para saber que sus palabras eran pura verdad y decisión.

Pude sentir de inmediato el cambio en el ánimo y en la presencia de Charles en el acto y me sentí mal por hacerle aquello a él precisamente quien ya había sufrido anteriormente .por dos de los nuestros que nos abandonaron en el camino para irse a conocer el mundo; podía sentirme traicionandolo como ellos lo habían hecho en el pasado, pero peor aún me sentía destruyéndolo de una manera que jamás sería capáz de perdonarme. Nuestras miradas entraron en contacto por una fracción de segundo en la que pude percibir impotencia y dolor. Eso fué como una puñalada en mi corazón. Negué con la cabeza y me arrodillé delante de él. "Entiendo, ¿piensas vovler algún día?" tomé sus manos tratando de buscar sus ojos que por alguna razón no pudieron sostener mi mirada. El dolor que estaba percibiendo en él era tanto que estuve a punto de retractarme de mis palabras aunque había pasado algunos días pensando en ellas porque necesitaba con desesperación un sano respiro a mi insanidad mental.

Tomé sus manos entrelazándolas con las mías y apoyé una mejilla sobre ellas quedándo completamente arrodillado ante él con las rodillas flexionadas. -No podría si quiera pensar en abandonarte padre...- sentencié haciéndole saber que no haría lo mismo que nos habían hecho Demian y Nicolette a él y a mí. Después de todo para mí, solo nos teníamos él y yo de compañía ya que nuestra "familia" se había desintegrado cuando ellos se fueron a conquistar sus sueños y nos dejaron a Charles y a mí como un padre y un hijo huérfanos. Y aunque Charles intentó llenar ese hueco con Aleera había algo que ne mi vida había faltado desde ese momento y si lograra encontrarlos tal vez las cosas en la capilla cambiaran y mi partida no sería tan larga. -Sólo necesito un poco de tiempo, siemto que me estoy volviendo loco.- sentencié devolviendo mi mirada hacia la de él y retirando mi mejilla de sus manos. -Pero no puedo irme si sé que te quedarás pensando que haré lo mismo que....- ni siquiera era necesario mencionar los nombres de aquellos dos, nunca lo hacíamos, a decir verdad ni siquiera se lo mencionamos a Aleera alguna vez por que no nos gustaba tocar el tema. Ambos habíamos quedado destruídos después de eso y ahora que lo veía así me daba cuenta que esa podría ser una razón de la porqué mi padre se había vuelto tan frío y serio. Negué con la cabeza para acentuar mis palabas. -Volveré lo más pronto que me sea posible pero no quiero que ella lo sepa.- le pedí, era mejor que ella pensara que él jamás regresaría y así se buscara otro lugar en la sociedad vampírica, un lugar que sabía perfectamente que podía encontrar sola si se lo proponía.

Off: sorry si hay algún error de sintaxis o error de dedo pero no dormí absolutamente nada xD Siempre llegas cuando no estoy y te vas cuando llego T____________T

Lyam se veía quizás tan lastimado como en aquellos momentos se encontraba Charles porque se arrodilló delante del vampiro y tomó sus rígidas y frías manos tras un fatídico y chocante momento en el que parecía que el joven Lyam había podido captar en la mirada de Charles la tristeza y el desamparo que nunca utilizaba.

El fino contacto entre sus manos y la mejilla de Lyam de alguna manera pueril lo tranquilizó. La respuesta a su simple pero tan peligrosa pregunta le hizo suspirar. Aquello se unió terriblemente bien a la petición de Lyam, admitiendo que necesitaba tiempo porque se estaba volviendo loco.Finalmente la mejilla de Lyam se desplazó de las manos de Charles, observándolo.

Recordaba, recordaba aquel sentimiento vivido en sus propias carnes, pero a la fuerza, cuando se había visto solo ante el mundo durante un tiempo. Aquella locura que había carcomido su ser y que le había hecho cometer actos que siquiera podría concebir ahora, sabía que la eternidad podía enloquecer y no quería que Lyam pasara por todo aquello.

-Que Demian y Nicolette.- terminó aquella frase semi ausente, pensativo, con su mirada ahora clavada en el tapizado, recorriendo tantos momentos vividos.

Finalmente, ya incluso aceptando todo aquello escuchó algo que no pudo aceptar. No podía ocultar todo aquello a su hija, a Aleera pues sabía que moriría de pena al no tener siquiera idea de que volvería Lyam pero sabía que aquella era una jugada muy pensada.

-Está bien Lyam, pero si las cosas se ponen mal, te llamaré para que vuelvas pues no creo que Aleera sea lo bastante madura como para aceptar ésto con tan facilidad.- reclamó con aquella autoridad que había surgido de su ser junto a la tranquilidad que retomaba las riendas del vampiro. Podía incluso pensar que Aleera perdería la vida en un acto de enfado y frustración supremo al saber que Lyam desaparecía de su vida.

Los ojos de Charles recorieron el tapizado y yo no despegué mi mirada de su rostro quedándome en aquella posición en el suelo sin soltar sus manos como si todavía necesitara que me perdonara, me dolía dejarlo unos años, pero más me hubiese sentido peor si me quedaba ahí y luego terminaba siendo una carga para él si me volvía loco y al final terminaba corriendo a Aleera de su lado también; al igual que por muchos años pensé que Nicollete se había ido por culpa de mis acciones para con ella.

Lo mejor sería que me fuera unos treinta o cuarenta años, para cuando regresara seguro que las cosas volverían a estar calmadas entre ella y yo. A mi me parecía que aquel sería un tiempo razonable y para nuestra vida 30 años no era tanto tiempo, tal vez nacesitaría más. Debes de comprenderme padre, ella seguramente hará un berrinche cuando sepa que me fuí, porque no pienso avisárselo. Y hará destrozos, la conozco, intentara chantajearte para que le digas en donde estoy y se comportara más niña que nunca, pero no quiero que le digas en donde estaré, aunque ella se ponga histérica debo alejarme de ella.- Las palabras eran completamente ciertas, si me iba no quería que ella intentase buscarme ni tampoco quería saber nada de ella en mucho tiempo hasta volver a encontrarme en condiciones de asimilarlo elocuentemente. Aleera me nublaba la visión.

-¿Puedes prometérmelo? sé que tú puedes con ella, sé que tú puedes lidiar con su temperamento y ella te respeta, además de que estoy seguro de que nunca trataría de hacerse algo malo para no causarte ningún dolor.- retiré mis manos de las suyas justo en el momento en el que sentí que la gente comenzaba a entrar de nuevo aunque todavía faltaran algunos minutos para que el acto siguiera.

Palabas como "comprenderme", "chantajearte" o "alejarme" quedaron grabadas con fuego en su mente, taladrándolo de forma extraña y maquiavélica, un dolor muy peculiar para ser sentido por una criatura de la noche.

-Hijo mío, espero que estés viendo el problema que estás haciendo surgir con ésta tu salida.- comentó con aquel porte educado y serio, de nuevo devolviendo su mirada a Lyam. - Puede que Aleera también marche finalmente por el enfado que surja entre ambos.- terminó por aceptar, casi a regañadientes, pues no quería que aquello sucediera.

- Intentaré mantener el cuerpo y la unión de nuestro clan, de nuestra familia, pero entiéndemen cuando digo que la situación cada vez se tensa y complica más.- y era una verdad muy incómoda, nada paciente y que hacía que poco a poco su familia se desmoronara sumiéndolo en un caos existencial absoluto.

Aún con aquellos pensamientos rondando su cabeza quedó con seriedad, pasivo, observando como la gente comentaba a llegar y le restaba tiempo para dar la ordenanza su hijo, la ordenanza que no había dado a Demian y que le carcomía por dentro.

- Lyam, aunque descubras nuevas cosas, nuevos sentimientos, nuevas pasiones, nunca olvides quién eres realmente.- informó con trascendencia. Sí, parecía el típico comentario imbécil y sin consistencia que daba pié a que todo tipo de ignorante mostrase su incompetencia. Pero era realmente cierto, él mismo había vagado por el mundo un par de años y habían sido suficientes para cambiarlo por completo, a su regreso se veía más salvaje, más bestia que hombre, conocedor y buscador de todo tipo de excesos que habían semi-acabado con su antiguo yo que consiguió recuperar finalmente.

-Eres libre de ir, hijo mío.

Sentí que Charles tenía miedo, no sabía si era solo mi imaginación loca pero eso sentía, tenía miedo a la soledad y eso me hacía sentirme más culpable todavía. -Ella no te dejará... y si lo hace yo regresaré en cuanto ponga un pie fuera de la capilla.- sentencié sin vacilar, nunca permitiría que mi padre estuviera solo, mi problema no era él, era ella.

-Y no pienses así de ella, en serio te quiere y te ve como el único padre que ha tenido. Dudo mucho que se vaya al enterarse que me he ido, al contrario, jurará que no te abandonará y seguro querrá matarme, dudo mucho que le duela mi partida.-soné abatido y dolido pero era una gran verdad, o mi gran verdad, Aleera encontraría a alguien con quien entretenerse y se olvidaría de pronto de que yo era su juguetito.

Estaba completamente seguro de que ella no abandonaría a Charles, lo quería y lo respetaba demasiado, además necesitaba aprender muchas cosas de él todavía, al igual que yo. Necesitaba aprender muchas cosas sobre la magia que profesabamos y sobre aquella extraña filantropía que él amaba con tanta pasión. Tenía que reconocerle que era algo que debía aprender. Algo que también hab ía estado pensando era en ir a la Capilla de Viena en donde moraban los 7 antiguos de nuestro clan, los que eran más fuertes y sabios de todos, tal vez podrían usarme un poco y me acogerían por algún tiempo. Ahí podría aprender mucho mucho más que en nuestra capilla, no porque Charles fuera malo, si no porque alla solo se dedicaban a la Senda y seguro que aprenderia muchas cosas que podría traer de regreso con Charles a mi regreso.

- Lyam, aunque descubras nuevas cosas, nuevos sentimientos, nuevas pasiones, nunca olvides quién eres realmente.- aquellas palabras me sonaron como a que Charles conocía mis intenciones y me asustó un poco. Seguramente estaba conciente que el irme con ellos implicaría perder un poco de la humanidad que moraba en mí, que era bastante aunque tratara de esconderla. Tomé sus palabras como un regalo y las guardè en mi corazón. -Gracias padre.- besé sus manos. "Eres libre de ir, hijo mío"
Fueron aquellas sus últimas palabras y me levanté. No me iría aquella noche, aún tenía cosas que terminar de arreglar en París ahora que él me daba su "bendición" para irme. Decidí que era el mejor momento de retirarme ya que la gente estaba llenando ya el teatro y no me daban muchas ganas de volver a ver aquella segunda parte de la obra que ya habíamos ido a ver mil veces. -Disfruta la función.- le informé para que supiera que no me iría aquella noche.