AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una noche en el teatro [Kaspar]
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Una noche en el teatro [Kaspar]
Novalie deslizó sus manos por la tela de la falda de manera lenta, ascendiendo hasta el corpiño que se adheriría a su cuerpo como una segunda piel. Si fuera humana estaba segura de que le haría prácticamente imposible respirar, pero, por fortuna, o al menos en este caso, hacía demasiado tiempo que era una hija de la noche. Parpadeó un par de veces y ladeó la cabeza, observando el vestido que descansaba sobre el maniquí. Sin duda alguna, era uno de los más bonitos que había visto en su vida y sería ella la que lo llevara puesto. Sonrió levemente y se mordió el labio inferior. Estaba nerviosa, era una gran noche y aunque no era la protagonista, deseaba que todo saliera bien. Él se lo merecía. Tenía talento y ella solo lo había descubierto y le había facilitado el camino. Ese era su trabajo y en ese momento no podía estar más orgullosa de ello.
Justo en ese preciso momento alguien llamó a la puerta, solicitando el permiso de la muchacha para poder entrar en sus aposentos. A la vampiresa seguía pareciéndole extraño el hecho de que alguien se preocupara por atender sus necesidades y ayudarla, pero desde que había vuelto a alojarse en casa de Kaspar así era. Contestó con un simple adelante y en menos de lo que se tarda en dar un suspiro ya estaba en enaguas, colocándose el vestido para ir al teatro. Tenía razón, el corpiño se pegaba a su figura demasiado, llegando a ser, incluso, algo molesto, por lo que se acarició el estómago por encima de la tela en un acto reflejo.
El cabello fue otra historia. Se lo recogieron en un moño alto del que se escapaban algunos mechones rebeldes y que, en su opinión, llevaba demasiadas horquillas. Fuera como fuera, la muchacha que la ayudó era toda una experta y en mucho menos tiempo del que Novalie habría necesitado de tener que hacerlo todo ella sola, estaba ya lista. Se colocó los zapatos de tacón ancho y salió de su habitación, descendiendo las escaleras lentamente, agarrándose a la barandilla. Abajo, en el recibidor, la esperaba su mentor, su maestro. Esbozó una sonrisa y apresuró el paso.-Hoy será una gran noche-comentó, entusiasta.-Estoy segura de que la obra de nuestra joven promesa será todo un éxito, algo que París recordará durante mucho tiempo.
Justo en ese preciso momento alguien llamó a la puerta, solicitando el permiso de la muchacha para poder entrar en sus aposentos. A la vampiresa seguía pareciéndole extraño el hecho de que alguien se preocupara por atender sus necesidades y ayudarla, pero desde que había vuelto a alojarse en casa de Kaspar así era. Contestó con un simple adelante y en menos de lo que se tarda en dar un suspiro ya estaba en enaguas, colocándose el vestido para ir al teatro. Tenía razón, el corpiño se pegaba a su figura demasiado, llegando a ser, incluso, algo molesto, por lo que se acarició el estómago por encima de la tela en un acto reflejo.
El cabello fue otra historia. Se lo recogieron en un moño alto del que se escapaban algunos mechones rebeldes y que, en su opinión, llevaba demasiadas horquillas. Fuera como fuera, la muchacha que la ayudó era toda una experta y en mucho menos tiempo del que Novalie habría necesitado de tener que hacerlo todo ella sola, estaba ya lista. Se colocó los zapatos de tacón ancho y salió de su habitación, descendiendo las escaleras lentamente, agarrándose a la barandilla. Abajo, en el recibidor, la esperaba su mentor, su maestro. Esbozó una sonrisa y apresuró el paso.-Hoy será una gran noche-comentó, entusiasta.-Estoy segura de que la obra de nuestra joven promesa será todo un éxito, algo que París recordará durante mucho tiempo.
Novalie A. Flamcourt- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 26/10/2015
Re: Una noche en el teatro [Kaspar]
“Talent hits a target no one else can hit. Genius hits a target no one else can see.”
― Arthur Schopenhauer
― Arthur Schopenhauer
¿Era su culpa? Claro que no era su culpa. Pero como siempre había sido, dentro de su fuero interno justificaba a Silke. Siempre encontraba un modo de no hacerla precisamente la villana, pero si no era culpa suya, y tampoco de su mujer… ¿de quién era entonces? Se abrochó las mancuernillas a juego con su traje impecablemente negro que portaría esa noche mientras soltaba un suspiro, más de cansancio que de otra cosa. Pero no era un agotamiento físico, sino uno mental, uno que se había acumulado por años. Novalie, la chica a la que había elegido para darle el regalo de la inmortalidad, amainaba su situación y por ello le agradecía. Quizá su esposa no era la más contenta con tenerla ahí con ellos, pero por una maldita vez, Kaspar no iba a complacerla.
Un mayordomo ingresó a su habitación poco después, para ayudarle con los últimos detalles y cuando estuvo listo, salió de la habitación en la que todavía dormía junto a Silke. Sólo Santanás sabía por qué.
El porte de Kaspar era algo que no podía pasar desapercibido. Rotundo como proclama real, salvaje como bestias en el bosque y elegante como el más exquisito de los ornamentos. Y aunque era todo un digno representante de su imperio, ahora como político, no dejaba de lado esa fuerza inmanente a su naturaleza de guerrero. De aquel modo, era amo y señor no sólo de la residencia que ahora habitaba en París, sino de la noche misma.
Aguardó al pie de las escaleras y en cuanto la vio, sonrió de tal modo que ni la barba mermó en el gesto. Con un par de zancadas fue a su encuentro y la tomó de una mano, para besarla como todo un caballero. Después se irguió y se acercó, la besó en la frente esta vez, como un padre.
—Antes, déjame decirte que te ves espectacular. Y luego, ¿qué puedo agregar? Tienes un gran ojo para eso —ofreció su brazo—. ¿Nos vamos? El carruaje nos espera —y como dijo, el coche ya estaba en la entrada, listo para conducirlos hasta el teatro.
El chófer se apresuró a abrirles la puerta y Kaspar ayudó a Novalie a subir, para luego imitarla. Aquella diligencia era digna de alguien como ellos dos. Cómoda por dentro, en medida de lo posible, y con un diseño hermoso. Se acomodó en su asiento.
—¿Nerviosa? Ya sé que tú no eres quien estará en el escenario, pero es tu descubrimiento, gracias a ti, esta velada se está llevando a cabo. Eso pondría nervioso a cualquiera —dijo con tono desenfadado, no muy seguro si la chica sentía tal cosa en ese momento. Era verdad lo que había dicho, pero Novalie había demostrado ser más segura de sí misma como para sentirse rebasada en una situación así.
Kaspar Furtwängler- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 17/10/2015
Localización : París
Re: Una noche en el teatro [Kaspar]
Novalie dio una vuelta sobre sí misma, acariciando la seda de la falda mientras lo hacía. Esa noche iba a ser perfecta y estaba nerviosa. Ella no se iba a subir al escenario, por supuesto que no, pero había conseguido que esa obra se estrenara. Sí, ahora ya podía decir que era una mecenas del siglo XIV. No es que antes no lo hubiera sido, sino que hasta sus protegidos llevaban ya años bajo tierra, pero la vampiresa se consolaba pensando que gracias a ella, en parte, sus nombres serían inmortales. Y todo se lo debía a Kaspar. Sin él ella no había logrado ser nada, había estado atrapada hasta que él apareció en su vida y estaría muerta si el vampiro no hubiera aparecido en su vida, si no la hubiera salvado. Por eso le debía tanto, porque gracias a él seguía en este mundo, observando cómo pasaban los siglos. Siempre había cuidado de ella, incluso ahora, cuando la primera sombra de su pasado volvía a cernirse sobre ella, atemorizándola.
Kaspar siempre se había comportado como un padre con ella y ahora que la vampiresa, aunque no lo reconociera, estaba asustada, la había acogido en su casa, aunque a Novalie no se le escapaba que eso le podría acarrear más de un problema al vampiro. Y todo se debía a su mujer, Silke. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que ella no aguantaba la presencia de la muchacha en su casa. Pero eso no le importaba, al menos no por el momento, la joven estaba segura de que daría con la solución a ese problema. Haría lo que fuera por el vampiro, para ella era como su padre, y se las arreglaría para caerle bien a su mujer. Sin embargo, esa no era la noche para pensar en ello. Durante unas horas solo se iba a preocupar de que todo saliera perfecto, de disfrutar de la obra de teatro que ella misma había amparado.
Mientras bajaba las escaleras, observó a Kaspar, que la esperaba al pie de las mismas. Sonrió levemente e hizo una pequeña reverencia para después reír. Se acordó de lo que le intimidó el primer día que lo conoció, con ese aire regio y su porte, con esa seguridad que desprendía, aunque pronto sus conversaciones sobre arte se volvieron indispensables en su vida.-Gracias por el cumplido, Kaspar-volvió a sonreír y se aproximó a él para colocarle bien el nudo de la corbata.-Y déjame decirte que tú estás perfecto-comentó y agradeció que le ofreciera el brazo, enebrándolo de inmediato. Novalie asintió y unos segundos después ambos se encontraban sentados en el maravilloso carruaje, rumbo al teatro.
-¡Estoy histérica!-confesó, acomodándose en el asiento, cosa que no resultó demasiado fácil debido al volumen de su vestido, pero acabó consiguiéndolo.-Creo que tengo el estómago encogido por los nervios, pero es que...Va a ser un éxito, te lo garantizo. Cuando leí el manuscrito me pareció, sencillamente...brillante-comentó, hablando muy deprisa para luego estallar en carcajadas.-Gracias por todo, Kaspar, de verdad-añadió, y depositó un beso en la mejilla del vampiro.
Kaspar siempre se había comportado como un padre con ella y ahora que la vampiresa, aunque no lo reconociera, estaba asustada, la había acogido en su casa, aunque a Novalie no se le escapaba que eso le podría acarrear más de un problema al vampiro. Y todo se debía a su mujer, Silke. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que ella no aguantaba la presencia de la muchacha en su casa. Pero eso no le importaba, al menos no por el momento, la joven estaba segura de que daría con la solución a ese problema. Haría lo que fuera por el vampiro, para ella era como su padre, y se las arreglaría para caerle bien a su mujer. Sin embargo, esa no era la noche para pensar en ello. Durante unas horas solo se iba a preocupar de que todo saliera perfecto, de disfrutar de la obra de teatro que ella misma había amparado.
Mientras bajaba las escaleras, observó a Kaspar, que la esperaba al pie de las mismas. Sonrió levemente e hizo una pequeña reverencia para después reír. Se acordó de lo que le intimidó el primer día que lo conoció, con ese aire regio y su porte, con esa seguridad que desprendía, aunque pronto sus conversaciones sobre arte se volvieron indispensables en su vida.-Gracias por el cumplido, Kaspar-volvió a sonreír y se aproximó a él para colocarle bien el nudo de la corbata.-Y déjame decirte que tú estás perfecto-comentó y agradeció que le ofreciera el brazo, enebrándolo de inmediato. Novalie asintió y unos segundos después ambos se encontraban sentados en el maravilloso carruaje, rumbo al teatro.
-¡Estoy histérica!-confesó, acomodándose en el asiento, cosa que no resultó demasiado fácil debido al volumen de su vestido, pero acabó consiguiéndolo.-Creo que tengo el estómago encogido por los nervios, pero es que...Va a ser un éxito, te lo garantizo. Cuando leí el manuscrito me pareció, sencillamente...brillante-comentó, hablando muy deprisa para luego estallar en carcajadas.-Gracias por todo, Kaspar, de verdad-añadió, y depositó un beso en la mejilla del vampiro.
Novalie A. Flamcourt- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 26/10/2015
Re: Una noche en el teatro [Kaspar]
“Love art in yourself, and not yourself in art.”
― Konstantin Stanislavski, My Life In Art
― Konstantin Stanislavski, My Life In Art
Observó a Novalie con detenimiento mientras el vaivén del carruaje los mecía. Si bien la transformación de la chica no había sido como él lo había planeado, no se arrepentía. Después de todo, aquella era su meta y se había cumplido. Siempre serio, esa noche se permitió que un esbozo de sonrisa adornara su rostro barbado. Sobre todo, mientras seguía a solas con su joven compañera.
Sin embargo, no pudo evitar soltar senda carcajada cuando ella confesó lo que verdaderamente sentía. Se sorprendió, pero se sintió orgulloso. Orgulloso de ella, de sus logros, de su franqueza, de todo. No iba a poder tener hijos nunca, y lo lamentaba aunque Silke no lo creyera, y sabía que estar con Novalie era lo más parecido que iba a experimentar nunca. Comprendía entonces el disgusto de su esposa, porque este hijo era suyo y no de ambos.
—Tienes buen ojo para esas cosas, si lo sabré yo… —comentó dándole ánimos. Ellos así se habían conocido en aquel pretérito menos complicado que se encargó de unirlos, así, hablando de arte. Compartiendo visiones de ese mundo abstracto de las palabras escritas, las notas en las partituras y colores en las pinturas. Siempre le había parecido que la chica tenía la sensibilidad que hacía falta para descubrir talento, misma que consideraba, a él le faltaba.
Fue a agregar algo más, cuando el carruaje se detuvo abruptamente. Esperaron con paciencia y pronto el cochero les abrió la puerta. Habían llegado al teatro que se vestía de gala por el estreno. La gente llevaba sus mejores atuendos y todos murmuraban expectantes, sonido que le pareció ensordecedor al barón tan pronto se percató de él. Culpó a sus sentidos agudizados debido a la inmortalidad, pero bien podía ser que Novalie misma lo hubiera contagiado de su nerviosismo. No obstante, como era costumbre, su gallardía se impuso con elegancia, sin amilanarse por el acontecimiento.
—Todo saldrá bien —le dijo a la mujer antes de apresurarse y ser el primero en bajar. Una vez en el suelo, ofreció su mano para que ella pudiera hacerlo también. Quizá no necesitaba de su auxilio, pero Kaspar era un caballero—. Tú eres la estrella de la noche, recuérdalo. Quizá no estés allá arriba en el escenario, pero si esto está sucediendo, es gracias a ti. No hay por qué avergonzase de sentir orgullo de lo que uno consigue por méritos propios —le habló quedo, para que sólo ella escuchara y luego, ofreciéndole su brazo, comenzó a caminar.
Orgullo. Esa era la palabra clave. El gran motor en la existencia entera del vampiro. Era todo lo que tenía. Lo único que era verdaderamente suyo y jamás se había avergonzado. No quería que ella lo hiciera tampoco.
Apenas avanzaron un par de pasos, fueron el centro de atención de la concurrencia, misma que no tenía prisa por entrar al teatro, pues aún hacían falta varios minutos para el arranque. Kaspar estaba un tanto acostumbrado a eso, a que todas las miradas voltearan en su dirección. Ya fuera antes, en su posición de general del ejército germánico, después como hombre de sociedad, o ahora, como barón. Pero sabía que en esta ocasión, los ojos no iban apuntados a él, sino a ella.
—¿Lo ves? La estrella… —le dio una palmadita en la mano con la que se asía de su brazo y dejó que fuera Novalie misma la que decidiera si quería ir directo a su palco reservado, esperar en el lobby o atender a los curiosos.
Última edición por Kaspar Furtwängler el Miér Feb 10, 2016 11:13 pm, editado 1 vez
Kaspar Furtwängler- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 17/10/2015
Localización : París
Re: Una noche en el teatro [Kaspar]
La vampiresa le dedicó una sonrisa nerviosa a Kaspar, mientras jugueteaba con sus dedos sobre la falda de su vestido. Estaba histérica, aunque intentaba controlarse. No tenía que salir a escena, por supuesto, tan solo tenía que estar entre bastidores y acomodarse después en el palco, dispuesta a disfrutar del espectáculo que esa misma noche iba a representarse ante sus ojos.
No había podido asistir a los ensayos antes, por más que su protegido le había invitado en numerosas ocasiones, recordándole que para él sería sumamente importante que comprobara el devenir de la obra antes de su estreno. Se había negado, alegando que prefería que fuera una sorpresa y que confiaba plenamente en él. Y lo hacía, el manuscrito era inmejorable, pero le hubiera gustado poder asistir a los ensayos. Sin embargo, el ser una hija de la noche no se lo había permitido, por razones obvias.
—No eres objetivo en esto, Kaspar—comentó, ampliando su sonrisa. A él era a la única persona a la que se permitía tutear, debido a todo lo que les unía, a su propio pasado y al cariño que profesaba por el que consideraba una especie de padre.—Confías ciegamente en mí, si fuéramos a ver una obra que hubiera captado la atención de cualquier otro tendrías tus reservas hasta que el telón bajara, dando por concluida la obra—añadió, mirándolo directamente a los ojos mientras ladeaba ligeramente la cabeza.
Cuando el carruaje se detuvo, Novalie estuvo tentada a contener el aliento, viejas manías de un pasado que todavía le pesaba por los hombros. Tragó saliva y se mordió el labio inferior, mientras observaba desde el coche de caballos como la gente iba subiendo la escalinata que los llevaría hasta la entrada del teatro. Había mucha gente. Eso era bueno, muy bueno. La promesa de una nueva estrella en la dramaturgia había hecho que muchas personas, aquellas que se lo podían permitir, asistieran para poder ser testigos del nacimiento de dicha nueva estrella y luego poder presumir de ello.
—Eso espero—sonrió y tomó su mano para ayudarse a bajar del carruaje, tarea no sencilla si tenemos en cuenta el volumen de la falda que llevaba. —Estoy orgullosa—afirmó y se aproximó al vampiro, para hablarle sin que nadie les escuchara—Hace ya un par de siglos que nos conocemos, no es la primera vez que nos enfrentamos a una noche como esta, al descubrimiento de un nuevo artista, pero...No puedo evitar emocionarme cada vez que ocurre—añadió, dándole un beso en la mejilla y apretando levemente su abrazo.—¿Entramos?—le preguntó, haciendo un gesto con su cabeza en dirección a la escalinata.
Comenzaron a subir las escaleras y la vampiresa se alegró todavía más de que en el interior del teatro la gente no parara de hablar de ese nuevo talento que estaban seguros de que iban a descubrir esa noche.
Ellos no lo habían descubierto, por supuesto que no, lo había hecho ella, pero la muchacha sabía demasiado bien que ese era un papel que no se iba a atribuir, al menos no en público. Dejaría que fueran los ciudadanos más importantes de París los que comentaran entre sus amistades lo maravillosa que había resultado la función y el genio que había dado vida a una obra exquisita. No, ella se mantendría en un segundo plano y dejaría que el río siguiera su curso, atenta de si su protegido volvía a necesitarla en algún momento.
—Y tú demasiado adulador, Kaspar—le dijo, guiñándole un ojo. Fue entonces cuando alguien los detuvo, impidiendo que avanzaran hasta llegar al palco.—¿Señorita Flamcourt, verdad?—le preguntó una muchacha, ataviada con un sencillo vestido que lejos estaba de poder compararse con los del resto de presentes. La vampiresa asintió, elevando una ceja, pero no pudo decir nada ya que la joven continuó hablando.—Mi hermano me pidió que la esperara aquí para hacerle saber que desea que les permita disfrutar de su presencia entre bastidores antes de comenzar la obra—añadió y desvió ligeramente la mirada.—¿Qué le parece, mi querido Barón?—le preguntó a Kaspar, mirándolo—¿No sería delicioso poder conversar con el autor y sus actores unos minutos?
No había podido asistir a los ensayos antes, por más que su protegido le había invitado en numerosas ocasiones, recordándole que para él sería sumamente importante que comprobara el devenir de la obra antes de su estreno. Se había negado, alegando que prefería que fuera una sorpresa y que confiaba plenamente en él. Y lo hacía, el manuscrito era inmejorable, pero le hubiera gustado poder asistir a los ensayos. Sin embargo, el ser una hija de la noche no se lo había permitido, por razones obvias.
—No eres objetivo en esto, Kaspar—comentó, ampliando su sonrisa. A él era a la única persona a la que se permitía tutear, debido a todo lo que les unía, a su propio pasado y al cariño que profesaba por el que consideraba una especie de padre.—Confías ciegamente en mí, si fuéramos a ver una obra que hubiera captado la atención de cualquier otro tendrías tus reservas hasta que el telón bajara, dando por concluida la obra—añadió, mirándolo directamente a los ojos mientras ladeaba ligeramente la cabeza.
Cuando el carruaje se detuvo, Novalie estuvo tentada a contener el aliento, viejas manías de un pasado que todavía le pesaba por los hombros. Tragó saliva y se mordió el labio inferior, mientras observaba desde el coche de caballos como la gente iba subiendo la escalinata que los llevaría hasta la entrada del teatro. Había mucha gente. Eso era bueno, muy bueno. La promesa de una nueva estrella en la dramaturgia había hecho que muchas personas, aquellas que se lo podían permitir, asistieran para poder ser testigos del nacimiento de dicha nueva estrella y luego poder presumir de ello.
—Eso espero—sonrió y tomó su mano para ayudarse a bajar del carruaje, tarea no sencilla si tenemos en cuenta el volumen de la falda que llevaba. —Estoy orgullosa—afirmó y se aproximó al vampiro, para hablarle sin que nadie les escuchara—Hace ya un par de siglos que nos conocemos, no es la primera vez que nos enfrentamos a una noche como esta, al descubrimiento de un nuevo artista, pero...No puedo evitar emocionarme cada vez que ocurre—añadió, dándole un beso en la mejilla y apretando levemente su abrazo.—¿Entramos?—le preguntó, haciendo un gesto con su cabeza en dirección a la escalinata.
Comenzaron a subir las escaleras y la vampiresa se alegró todavía más de que en el interior del teatro la gente no parara de hablar de ese nuevo talento que estaban seguros de que iban a descubrir esa noche.
Ellos no lo habían descubierto, por supuesto que no, lo había hecho ella, pero la muchacha sabía demasiado bien que ese era un papel que no se iba a atribuir, al menos no en público. Dejaría que fueran los ciudadanos más importantes de París los que comentaran entre sus amistades lo maravillosa que había resultado la función y el genio que había dado vida a una obra exquisita. No, ella se mantendría en un segundo plano y dejaría que el río siguiera su curso, atenta de si su protegido volvía a necesitarla en algún momento.
—Y tú demasiado adulador, Kaspar—le dijo, guiñándole un ojo. Fue entonces cuando alguien los detuvo, impidiendo que avanzaran hasta llegar al palco.—¿Señorita Flamcourt, verdad?—le preguntó una muchacha, ataviada con un sencillo vestido que lejos estaba de poder compararse con los del resto de presentes. La vampiresa asintió, elevando una ceja, pero no pudo decir nada ya que la joven continuó hablando.—Mi hermano me pidió que la esperara aquí para hacerle saber que desea que les permita disfrutar de su presencia entre bastidores antes de comenzar la obra—añadió y desvió ligeramente la mirada.—¿Qué le parece, mi querido Barón?—le preguntó a Kaspar, mirándolo—¿No sería delicioso poder conversar con el autor y sus actores unos minutos?
Novalie A. Flamcourt- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 26/10/2015
Re: Una noche en el teatro [Kaspar]
“The artist is nothing without the gift, but the gift is nothing without work.”
― Émile Zola
― Émile Zola
Quizá la chica tenía razón y no estaba siendo objetivo, sin embargo, tenía armas de su lado para no serlo. La conocía, sabía de sus capacidades y Kaspar no era de esos que depositaran su confianza en cualquiera. Era leal, por supuesto, no idiota. Como hombre forjado en batalla, era desconfiado por naturaleza y se necesitaba ser una clase muy especial de persona para lograr derribar la fortaleza que él mismo se había construido alrededor desde mucho antes de recibir la vida eterna. Y daba la casualidad que Novalie era de esas raras excepciones que con facilidad se asomaban detrás del muro y eran invitadas.
Sin decir más, asintió y del brazo avanzaron juntos hasta el teatro. Aunque la presencia del sajón era imponente y a simple vista parecía el dominante de los dos, dejó que fuera ella quien guiara esa noche y él sólo se acopló a sus pasos. A pesar de su complexión, era de pies ligeros, un poco por el entrenamiento militar y otro poco por su naturaleza. A su paso, trató de no escuchar ninguna conversación en especial, aunque todas más o menos versaban de lo mismo y se congratuló del interés que el evento había generado.
Observó por unos momentos a su acompañante y se alegró también de verla emocionada. Que los años no le hubieran quitado ese tipo de capacidades, porque solía suceder. Cuando se vivía tanto como ellos eran capaces de hacerlo, era inevitable tornarse cínico o apático, pero era en el arte y la emoción de descubrir talentos, que Novalie encontraba motivaciones para continuar siendo ella, la misma que llamó tanto su atención que deseó regalarle la inmortalidad.
Arqueó una ceja y se giró para verla, abrió la boca para decir algo cuando fueron interrumpidos. Saludó con un leve ademán de la cabeza a la mujer que los abordó y tratando de parecer distraído, para no verse entrometido, escuchó el intercambio de palabras.
—Lo sería —rio con un dejo educado y algo sombrío—, ¿estoy invitado? No quiero distraer al artista antes de su gran noche, eres tú a la que le interesa ver —le emocionaba la idea de poder hablar con aquel joven que había despertado el interés de Novalie, pues algo sumamente llamativo debía tener, pero actuó acorde a su posición, a su título y a lo que se sabía de él.
—Señorita… —se dirigió a la otra mujer—, ¿le importará a su hermano que vaya? En verdad me intriga, sólo he escuchado los comentarios que Novalie me ha hecho y mis expectativas son muchas, incluso antes de ver el estreno de su obra —y aunque sonó completamente caballeroso, Kaspar sabía que poseía algo que intimidaba. Como si las guerras que había ganado hicieran eco en cada una de sus palabras. Como si se pudiera oler en su piel la sangre de sus enemigos muertos hace siglos.
—Es importante que vayas. Y no voy a negar que me gustaría acompañarte —esta vez se dirigió a la inmortal como un padre que insta a su hijo a hacer lo correcto. Le dio unas palmaditas en la mano y aguardó. Acostumbrado a ser él el líder, quien da las órdenes, quien manda, le era muy extraño atenerse a la voluntad de la joven, pero hasta ahora lo estaba haciendo bien.
Aguardó, aunque estuvo seguro que el sentido común le diría a su creación que fueran. Se imaginó a aquel pobre muchacho, siendo carcomido por los nervios, paseándose de un lugar a otro entre bambalinas, en espera de la mujer que confió en él para que le brindara palabras de aliento. Ser un patrocinador como ella lo era, y como lo era él también a veces, implicaba mucho más que dar el capital para que las cosas se realizaran. Creaba un vínculo entre mecenas y artista. Mismo del que muchos podían abusar, pero que bien utilizado, resultaba en grandes aportes al arte universal.
Kaspar Furtwängler- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 17/10/2015
Localización : París
Re: Una noche en el teatro [Kaspar]
Kaspar era una de las pocas personas con las que la vampiresa podía hacer a un lado el miedo que sentía en ese momento en el que su pasado volvía a atormentarla y ser, de nuevo, ella misma. Confiaba en él, tal vez más que en nadie, y eso se notaba en la relación de cariño que el uno profesaba al otro. Novalie no podía evitar pensar que lo mejor sería alejarse, desaparecer y evitar ponerle a él y a su mujer en peligro. Era la idea más sensata, era cierto, pero pensar en estar de nuevo sola…No soportaba esa idea. No soportaba no compartir momentos así con él. Y es que el vampiro, con el paso del tiempo, se había convertido en una figura paterna para la vampiresa. Era su familia y no quería alejarse, aunque la amenaza que pesaba sobre su cabeza la impulsara a pensar que era lo mejor.
Decidió que lo mejor era no pensar en eso, al menos no esa noche. Cuando el telón cayera, cuando la obra llegara a su fin, ya le comentaría sus miedos a Kaspar, sus inquietudes. Ahora no iba a dejar que algo de lo que no estaba segura fastidiara esa gran ocasión. Novalie sonrió al entrar en el teatro. Cientos de personas se habían puesto sus mejores galas y habían abandonado la comodidad de su hogar para asistir a la función de esa noche, al estreno. Todos querían ver la obra que, sin la ayuda de la vampiresa, no habría pasado de estar escrita en un pergamino. No habría visto la luz, tal vez, nunca. Esa era, precisamente, la magia de lo que hacía.
No era el primer estreno que compartía con su creador, pero la vampiresa no podía evitar sentirse nerviosa cada vez que todo el trabajo dependía de poco más de hora y media de función y un público que, en ocasiones, podía ser impredecible. Sí, estaba nerviosa, pero era ese nerviosismo el que significaba todo en su vida. Rió, rió con ganas y dio una vuelta para observar todo a su alrededor, para inspeccionar las primeras impresiones de la gente. Se dio cuenta que, al igual que ella, todos querían ver la representación, contaban los minutos para que las luces apagaran y todo comenzara. Eso era buena señal, muy buena.
Cuando la mujer se acercó a ellos, Novalie miró con complicidad a Kaspar, guiñándole un ojo, para después centrar toda su atención en ella, escuchando lo que le tenía que decir. Sí, por supuesto que acudiría al encuentro con el dramaturgo, lo estaba deseando.
─¡Por supuesto que estás invitado, querido!─exclamó la vampiresa, riendo. Se acercó hasta él y depositó un beso en su mejilla mientras volvía a tomar su brazo.─Puede que yo encontrara a este pequeño diamante en bruto, pero nada de esto sería posible sin ti. Estoy segura que a nuestra joven promesa le encantará conocer a la persona a la que realmente le tiene que agradecer todo.
Entonces Kaspar se dirigió hacia la muchacha, cuyo rostro se contrajo en una ligera mueca de miedo y sus mejillas palidecieron. Sí, el vampiro intimidaba. Recordó que ella había experimentado una sensación parecida la primera vez que lo había visto, la primera vez que él se había dirigido a ella y no pudo evitar sonreír, intentando así calmar a la chica. ─Creo que he hablado demasiado de su hermano durante todo el tiempo que hemos tardado en tener todo listo, mi querida amiga. Tanto es así que he despertado su curiosidad y quiere saciarla. ¿Verdad, querido?─le preguntó, mirándolo.
─Es importante que vaya, es cierto─comenzó a decir─Pero no voy a hacerlo si no vienes tú y no creo que quieras hacerle ese feo a la gentil invitación de nuestra nueva promesa─dijo y le hizo un gesto a la mujer para que les indicara el camino, más por cortesía que porque realmente lo necesitara, porque conocía todos los recovecos del teatro como la palma de su mano.
Cuando llegaron a la zona trasera, al lugar donde se encontraban los decorados y donde los actores se preparaban para comenzar, Novalie vio a su joven promesa sentado en el suelo, con las manos entrelazadas y balanceándose de un lado a otro. La vampiresa sonrió levemente, soltó el brazo de su creador y se acercó hasta él, colocándose a su altura y dándole un poco de aliento, pronunciando unas palabras entre susurros para calmarlo. Cuando lo consiguió, hizo que se incorporara y tomando su brazo, tal y como había hecho con el vampiro, caminó con él, discutiendo algunos detalles antes de llevarlo ante la persona que ella consideraba parte de su familia y presentárselo.─Barón Furtwängler, le presento al artífice de esta maravillosa historia.
Decidió que lo mejor era no pensar en eso, al menos no esa noche. Cuando el telón cayera, cuando la obra llegara a su fin, ya le comentaría sus miedos a Kaspar, sus inquietudes. Ahora no iba a dejar que algo de lo que no estaba segura fastidiara esa gran ocasión. Novalie sonrió al entrar en el teatro. Cientos de personas se habían puesto sus mejores galas y habían abandonado la comodidad de su hogar para asistir a la función de esa noche, al estreno. Todos querían ver la obra que, sin la ayuda de la vampiresa, no habría pasado de estar escrita en un pergamino. No habría visto la luz, tal vez, nunca. Esa era, precisamente, la magia de lo que hacía.
No era el primer estreno que compartía con su creador, pero la vampiresa no podía evitar sentirse nerviosa cada vez que todo el trabajo dependía de poco más de hora y media de función y un público que, en ocasiones, podía ser impredecible. Sí, estaba nerviosa, pero era ese nerviosismo el que significaba todo en su vida. Rió, rió con ganas y dio una vuelta para observar todo a su alrededor, para inspeccionar las primeras impresiones de la gente. Se dio cuenta que, al igual que ella, todos querían ver la representación, contaban los minutos para que las luces apagaran y todo comenzara. Eso era buena señal, muy buena.
Cuando la mujer se acercó a ellos, Novalie miró con complicidad a Kaspar, guiñándole un ojo, para después centrar toda su atención en ella, escuchando lo que le tenía que decir. Sí, por supuesto que acudiría al encuentro con el dramaturgo, lo estaba deseando.
─¡Por supuesto que estás invitado, querido!─exclamó la vampiresa, riendo. Se acercó hasta él y depositó un beso en su mejilla mientras volvía a tomar su brazo.─Puede que yo encontrara a este pequeño diamante en bruto, pero nada de esto sería posible sin ti. Estoy segura que a nuestra joven promesa le encantará conocer a la persona a la que realmente le tiene que agradecer todo.
Entonces Kaspar se dirigió hacia la muchacha, cuyo rostro se contrajo en una ligera mueca de miedo y sus mejillas palidecieron. Sí, el vampiro intimidaba. Recordó que ella había experimentado una sensación parecida la primera vez que lo había visto, la primera vez que él se había dirigido a ella y no pudo evitar sonreír, intentando así calmar a la chica. ─Creo que he hablado demasiado de su hermano durante todo el tiempo que hemos tardado en tener todo listo, mi querida amiga. Tanto es así que he despertado su curiosidad y quiere saciarla. ¿Verdad, querido?─le preguntó, mirándolo.
─Es importante que vaya, es cierto─comenzó a decir─Pero no voy a hacerlo si no vienes tú y no creo que quieras hacerle ese feo a la gentil invitación de nuestra nueva promesa─dijo y le hizo un gesto a la mujer para que les indicara el camino, más por cortesía que porque realmente lo necesitara, porque conocía todos los recovecos del teatro como la palma de su mano.
Cuando llegaron a la zona trasera, al lugar donde se encontraban los decorados y donde los actores se preparaban para comenzar, Novalie vio a su joven promesa sentado en el suelo, con las manos entrelazadas y balanceándose de un lado a otro. La vampiresa sonrió levemente, soltó el brazo de su creador y se acercó hasta él, colocándose a su altura y dándole un poco de aliento, pronunciando unas palabras entre susurros para calmarlo. Cuando lo consiguió, hizo que se incorporara y tomando su brazo, tal y como había hecho con el vampiro, caminó con él, discutiendo algunos detalles antes de llevarlo ante la persona que ella consideraba parte de su familia y presentárselo.─Barón Furtwängler, le presento al artífice de esta maravillosa historia.
Novalie A. Flamcourt- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 26/10/2015
Re: Una noche en el teatro [Kaspar]
“More important than a work of art itself is what it will sow. Art can die, a painting can disappear. What counts is the seed.”
— Joan Miró
— Joan Miró
Se mantuvo en silencio y sólo acentuó su sonrisa cuando Novalie lo besó. Se preguntó si su barba le había hecho cosquillas, pues era algo que Silke siempre le decía. Asintió cuando debía hacerlo y rio educadamente cuando la situación lo ameritaba. Creyó que era importante dar todo el protagonismo a su joven vástago, aunque ésta insistiera en dale mucha importancia a él.
—Ha sido un placer —con una leve reverencia, Kaspar se despidió de la hermana del dramaturgo y siguió a Novalie, una vez más, llevándola orgulloso del brazo. Por una parte, ella llevaba algo de razón; no que el descubrimiento del joven artista fuera mérito suyo, sino que como la chica estaba orgullosa de él, Kaspar lo estaba de ella.
—Creo que me das mucho crédito, querida —le dijo camino a los bastidores. Cuando se dirigía a ella, esa palabra cobraba un sentido diferente: querida. Cuando hablaba con Silke, hasta en esos detalles había una constante lucha de poder; con Novalie era lo contrario, la naturalidad impregnaba absolutamente todo su discurso, incluso una calidez poco usual en el soldado sajón.
Al fin llegaron y observó a aquel pobre artista siendo consumido por los nervios. Sintió algo de pena, para ser sinceros. Se detuvo en el punto donde Novalie lo soltó y miró la escena desde su sitio, pues le pareció un asuntos que concernía sólo a ellos dos, aunque se sintió afortunado de poder ver a su joven creación con el fruto de su propio esfuerzo.
Cuando Novalie se acercó con el joven, Kaspar hizo todo lo posible por pintar una expresión tranquila, no amenazadora pero eso resultaba casi imposible. Estiró la mano cuando lo creyó prudente y le sonrió al chico.
—He escuchado mucho sobre ti —confesó—. Puras cosas buenas, no te espantes. Novalie tiene mucha fe en ti, y por tanto, yo también. No es por meterte más presión… —rio por lo bajo, una risa ronca y breve, afectada, sabía que sus palabras no ayudaban en nada—, pero sabemos que no nos decepcionarás —concluyó con ese mismo tono paternal que solía usar con la chica.
—¿Quieres mi consejo? —No aguardó por una respuesta—: disfrútalo, los nervios sólo harán que te preocupes por posibles escenarios que quizá ni siquiera sucedan. Concéntrate en lo que hiciste, ten confianza en tu creación y más tarde te preocuparás por lidiar con las consecuencias —en la guerra, como en el arte, ese era un valioso consejo.
—No sé si quieras decirle unas últimas palabras, Novalie, pero tenemos que tomar nuestros lugares —dio un paso hacia atrás y del bolsillo interior de su saco extrajo un reloj de bolsillo, dorado sobre dorado. Parecía antiguo y valioso. Lo consultó y luego miró a ambos jóvenes.
Estaba ansioso, como todo mundo, de ver esa obra. Pero para Kaspar aquello era distinto. No era sólo la expectativa que se había creado, precedida por la fama de Novalie como gran descubridora de talentos, sino porque para él, era como ver a un hijo crecer, convertirse en alguien. El triunfo de la joven era más valioso que el del escritor.
Kaspar Furtwängler- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 17/10/2015
Localización : París
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