AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Noche de teatro y armonia - Privado - Lutz
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Noche de teatro y armonia - Privado - Lutz
¿Qué parte del día amaba más? Claro que lo sabía, era aquellos momentos en que su soledad de hombre soltero, cazador empedernido y empresario insufrible, dejaba lugar a la dulzura de un padre / tío adoptivo. Jugar en la alfombra de su biblioteca con aquellas dos pequeñas de tan solo seis años, lo hacían sentirse vivo. Era verdad que al principio se maldijo por hacerse cargo de esas pequeñas, ¿Por qué no dejó que la beneficencia se encargara de ellas? Si al final de cuentas solo él y la madre de las pequeñas, sabían qué situación los había unido de por vida. Mas Archangelo, siempre fue un hombre de palabra, y no pudo negar su ayuda a una mujer que agonizaba, aunque momentos atrás hubiera sido un enemigo capaz de matarlo con un solo mordisco.
Se acomodó mejor en el asiento de su carruaje, mientras seguía pensando en las pequeñas. La vocecilla de las niñas llegó a sus oídos, - ¿Papá? ¿Me dejarás subir a tu caballo, cuando sea grande? – había suplicado Amelia, un hermoso torbellino que cruzaba la mansión de un extremo al otro como las lluvias de primavera que aunque desbastadoras, siempre logran dar vida a su paso. - ¿para qué quieres montar a Black? – le preguntó algo intrigado. La niña lo observó meditabunda, con sus delicadas cejas haciendo un gesto de preocupación, - es que cuando sea grande, podré acompañarte a todas partes, para protegerte y estar segura que vendrás otra vez a casa… Cuando partes cada noche… me quedo mirando la ventana, hasta que vuelves, entonces huyo de nuevo a la cama, para que cuando entres a ver como dormimos me encuentres allí, esperando tu beso de buenos días – le dijo con su tierna voz teñida de un tono de seriedad. Como viera a su “papá” tan sorprendido, continuó – … cuando sales por el portón de carruajes, subido a ese caballo, sé que no volverás hasta la mañana… entonces me pongo triste y lloro, aunque no quiera hacerlo… es… es que… tengo miedo… miedo de que te vayas, y ya no vuelvas, que nos abandones como lo hizo mamá – Amelia rompió en llanto y corrió a hundir su carita en el pecho del cazador. Aquel recuerdo, le hizo estremecerse en la oscuridad del coche. Aunque tantas veces intentó imaginar cuanto habían sufrido las pequeñas con la muerte de su madre, aquella desquiciada loba, jamás lo había conseguido, hasta que con palabras sencillas y la verdad en la mano, la pequeña se sinceró con él. Aún podía escuchar el llanto desgarrador de la niña, ese, que le marcaba el corazón y el alma, como lo hubiera hecho la mujer que fuera su presa.
El viaje desde su mansión al teatro le pareció muy corto, es que ensimismado en sus cavilaciones no se había percatado que ya se movían por el centro de la ciudad. Con toda la elegancia de un aristócrata, se dispuso a descender del vehículo. El cochero sabía que debería esperarle por lo menos tres horas, hasta que la obra terminara y fuera a comer algo en algún restaurant cercano al lugar. Como era de esperar, la entrada del teatro se encontraba repleta de gente, mujeres muy bien vestidas, hermosas, la gran mayoría con el objetivo de buscar un buen partido, mas Arch, jamás había estado interesado en esas cosas, la cacería era mucho más estimulante que unos ojos hermosos o una boca sensual, y ahora que en su vida estaban aquellos dos querubines, bien sabía que muchas huirían, aunque en realidad eso poco le importaba, mientras pudiera ver la sonrisa de sus hijas adoptivas y dejar que le peinaran con moños y besos.
No podía dejar de pensar en ellas, definitivamente le tenían sorbido el coco. Sonrió de costado, mientras movía suavemente su cabeza negando algo que era lo más lógico y natural del mundo. Sus ojos se quedaron observando a una joven, pero en realidad no la miraba, pues en verdad imaginaba a sus pequeñas dormidas en sus camitas. Por un momento tuvo el arrebato de salir corriendo, ¿Qué estaba haciendo allí, cuando quería pasar las horas contemplándolas dormir en tranquilidad? Mas el llamado a ocupar sus palcos lo llevó nuevamente a la realidad, era tiempo de entrar, ya el destino diría si aquella noche debería estar separado de ellas, o volver a casa en pocas horas más.
Se acomodó mejor en el asiento de su carruaje, mientras seguía pensando en las pequeñas. La vocecilla de las niñas llegó a sus oídos, - ¿Papá? ¿Me dejarás subir a tu caballo, cuando sea grande? – había suplicado Amelia, un hermoso torbellino que cruzaba la mansión de un extremo al otro como las lluvias de primavera que aunque desbastadoras, siempre logran dar vida a su paso. - ¿para qué quieres montar a Black? – le preguntó algo intrigado. La niña lo observó meditabunda, con sus delicadas cejas haciendo un gesto de preocupación, - es que cuando sea grande, podré acompañarte a todas partes, para protegerte y estar segura que vendrás otra vez a casa… Cuando partes cada noche… me quedo mirando la ventana, hasta que vuelves, entonces huyo de nuevo a la cama, para que cuando entres a ver como dormimos me encuentres allí, esperando tu beso de buenos días – le dijo con su tierna voz teñida de un tono de seriedad. Como viera a su “papá” tan sorprendido, continuó – … cuando sales por el portón de carruajes, subido a ese caballo, sé que no volverás hasta la mañana… entonces me pongo triste y lloro, aunque no quiera hacerlo… es… es que… tengo miedo… miedo de que te vayas, y ya no vuelvas, que nos abandones como lo hizo mamá – Amelia rompió en llanto y corrió a hundir su carita en el pecho del cazador. Aquel recuerdo, le hizo estremecerse en la oscuridad del coche. Aunque tantas veces intentó imaginar cuanto habían sufrido las pequeñas con la muerte de su madre, aquella desquiciada loba, jamás lo había conseguido, hasta que con palabras sencillas y la verdad en la mano, la pequeña se sinceró con él. Aún podía escuchar el llanto desgarrador de la niña, ese, que le marcaba el corazón y el alma, como lo hubiera hecho la mujer que fuera su presa.
El viaje desde su mansión al teatro le pareció muy corto, es que ensimismado en sus cavilaciones no se había percatado que ya se movían por el centro de la ciudad. Con toda la elegancia de un aristócrata, se dispuso a descender del vehículo. El cochero sabía que debería esperarle por lo menos tres horas, hasta que la obra terminara y fuera a comer algo en algún restaurant cercano al lugar. Como era de esperar, la entrada del teatro se encontraba repleta de gente, mujeres muy bien vestidas, hermosas, la gran mayoría con el objetivo de buscar un buen partido, mas Arch, jamás había estado interesado en esas cosas, la cacería era mucho más estimulante que unos ojos hermosos o una boca sensual, y ahora que en su vida estaban aquellos dos querubines, bien sabía que muchas huirían, aunque en realidad eso poco le importaba, mientras pudiera ver la sonrisa de sus hijas adoptivas y dejar que le peinaran con moños y besos.
No podía dejar de pensar en ellas, definitivamente le tenían sorbido el coco. Sonrió de costado, mientras movía suavemente su cabeza negando algo que era lo más lógico y natural del mundo. Sus ojos se quedaron observando a una joven, pero en realidad no la miraba, pues en verdad imaginaba a sus pequeñas dormidas en sus camitas. Por un momento tuvo el arrebato de salir corriendo, ¿Qué estaba haciendo allí, cuando quería pasar las horas contemplándolas dormir en tranquilidad? Mas el llamado a ocupar sus palcos lo llevó nuevamente a la realidad, era tiempo de entrar, ya el destino diría si aquella noche debería estar separado de ellas, o volver a casa en pocas horas más.
Última edición por Archangelo Coleman el Jue Mayo 26, 2016 9:14 am, editado 2 veces
Archangelo Coleman- Cazador Clase Media
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Re: Noche de teatro y armonia - Privado - Lutz
Adaline estaba confundida por primera vez en mucho tiempo. O quizás siempre lo había estado y nunca había querido encarar la posibilidad de que no tuviera su vida bien clara. A decir verdad, no estaba del todo segura de por qué ahora, cuando todo parecía ir mejor que nunca, al menos en apariencia, comenzaba a sentir ese peso lúgubre en su pecho, pero igualmente, no le sirvió de nada buscar alguna distracción. La sensación seguía allí, escondida debajo de su piel, zigzageando por debajo de ella, como si fuera una serpiente advenediza a la que no había invitado y de la cual no podía deshacerse por lo que esta acechaba para lanzar la mordida en cualquier momento y aniquilarla con su veneno.
Ese era su sentir cuando asomó su rostro hacia el interior del dormitorio de su hermano. Su mirada recorrió la habitación vacía y se dejó caer sobre el colchón, sentada en la orilla observó sus pertenencias y suspiró. Sabía perfectamente que Gael no volvería durante algunas horas por lo que se acercó a la pequeña mesa que le servía de escritorio, tomó el tintero y la pluma y escribió una breve nota dirigida a él. Sus ojos oscuros repasaron la nota, la caligrafía era clara y pulcra pero la joven dejó caer la pluma con un cierto arrebato y rompió la nota en múltiples pedazos. Los recogió y tomándolos entre sus finos dedos, cerró el puño y salió de la habitación. El corazón le palpitaba con fuerza. No podía confesarle nada a su hermano después de todo. En ese sentido se parecía... ¿se parecía a su madre? ¿o más bien a su padre? Un frío helado le recorría. No recordaba... a veces, no podía recordar como era su padre, su rostro desdibujado acudía a la mente de Adaline, pero los años habían transcurrido, y en su incesante y prolongado paso, los recuerdos se ennublecían.
Sacudió la cabeza con vigor, negándose a seguir en la casa. Se dedicaría un tiempo asi misma para variar. Saldría y se distraería aprovechando que no tenía ninguna cita pendiente con alguno de sus clientes frecuentes. Se encaminó de regreso a su habitación, buscó entre sus mejores vestidos y poco después salía de la casa. Vestida como estaba, Adaline no parecía alguien que ejercía la profesión más antigua de noche, y se confundía con facilidad con cualquier otra joven de buenas costumbres, y es que así era la sociedad en la cual vivía, contradictoria y encubridora. Ciega para muchas cosas y alcahueta para otra, por lo que la moral bailaba al son de los gobernantes y sus caprichos y la gente se enceguecía para no ver lo que saltaba a la vista.
Hacía mucho tiempo que no pisaba el teatro por lo que al entrar recorrió todo con genuino interés. Mucha más gente de la que imaginó había acudido a ver la obra. La mayoría se presentaba acompañada, si no era por alguien del sexo opuesto, por alguien del propio sexo, fuese una hermana o una tía. ¿Se vería mal presentarse sin una chaperona? Se echo a reir ante lo absurdo de su propia pregunta. En primera no era una dama de la alta sociedad, en segunda no era una dama... punto.
La fila en la que aguardaba comenzó a moverse, la gente se acercaba ya fuera a sus palcos o a sus asientos frente a la tarima. Adaline observó el boleto que llevaba en sus manos e hizo una ligera mueca con los labios. ¿Había escogido un asiento apropiado? Cavilaba en ello cuando tuvo la sensación de que alguien la estaba observando por lo que desvió la mirada levemente, topándose con la figura de un sujeto con una mirada extraña. Estaba acostumbrada a que la vieran pero él parecía estar muy lejano, como si su mente volara hacia otros rumbos. Lo observó entonces con curiosidad y para comprobar su teoría alzó la mano y la movió como si lo estuviera saludando.
Ese era su sentir cuando asomó su rostro hacia el interior del dormitorio de su hermano. Su mirada recorrió la habitación vacía y se dejó caer sobre el colchón, sentada en la orilla observó sus pertenencias y suspiró. Sabía perfectamente que Gael no volvería durante algunas horas por lo que se acercó a la pequeña mesa que le servía de escritorio, tomó el tintero y la pluma y escribió una breve nota dirigida a él. Sus ojos oscuros repasaron la nota, la caligrafía era clara y pulcra pero la joven dejó caer la pluma con un cierto arrebato y rompió la nota en múltiples pedazos. Los recogió y tomándolos entre sus finos dedos, cerró el puño y salió de la habitación. El corazón le palpitaba con fuerza. No podía confesarle nada a su hermano después de todo. En ese sentido se parecía... ¿se parecía a su madre? ¿o más bien a su padre? Un frío helado le recorría. No recordaba... a veces, no podía recordar como era su padre, su rostro desdibujado acudía a la mente de Adaline, pero los años habían transcurrido, y en su incesante y prolongado paso, los recuerdos se ennublecían.
Sacudió la cabeza con vigor, negándose a seguir en la casa. Se dedicaría un tiempo asi misma para variar. Saldría y se distraería aprovechando que no tenía ninguna cita pendiente con alguno de sus clientes frecuentes. Se encaminó de regreso a su habitación, buscó entre sus mejores vestidos y poco después salía de la casa. Vestida como estaba, Adaline no parecía alguien que ejercía la profesión más antigua de noche, y se confundía con facilidad con cualquier otra joven de buenas costumbres, y es que así era la sociedad en la cual vivía, contradictoria y encubridora. Ciega para muchas cosas y alcahueta para otra, por lo que la moral bailaba al son de los gobernantes y sus caprichos y la gente se enceguecía para no ver lo que saltaba a la vista.
Hacía mucho tiempo que no pisaba el teatro por lo que al entrar recorrió todo con genuino interés. Mucha más gente de la que imaginó había acudido a ver la obra. La mayoría se presentaba acompañada, si no era por alguien del sexo opuesto, por alguien del propio sexo, fuese una hermana o una tía. ¿Se vería mal presentarse sin una chaperona? Se echo a reir ante lo absurdo de su propia pregunta. En primera no era una dama de la alta sociedad, en segunda no era una dama... punto.
La fila en la que aguardaba comenzó a moverse, la gente se acercaba ya fuera a sus palcos o a sus asientos frente a la tarima. Adaline observó el boleto que llevaba en sus manos e hizo una ligera mueca con los labios. ¿Había escogido un asiento apropiado? Cavilaba en ello cuando tuvo la sensación de que alguien la estaba observando por lo que desvió la mirada levemente, topándose con la figura de un sujeto con una mirada extraña. Estaba acostumbrada a que la vieran pero él parecía estar muy lejano, como si su mente volara hacia otros rumbos. Lo observó entonces con curiosidad y para comprobar su teoría alzó la mano y la movió como si lo estuviera saludando.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Noche de teatro y armonia - Privado - Lutz
Caminó lentamente, cediendo el paso, como buen caballero, a damas, jovencitas y caballeros de edad madura. Sonrió ante la mirada coqueta de alguna de ellas. Mas pronto vio su error cuando una de éstas quiso entablar conversación con él. No estaba en sus planes, pasar la noche, cortejando a ninguna dama, o peor aún metiéndose en líos de faldas, si ésta estaba comprometida. Por ello, buscó con la mirada una tabla de salvación, algo o alguien que lo alejara de aquel pequeño tiburón que había quedado enganchado en sus redes, mismas que jamás había pensado arrojar.
Us ojos azules, pasearon por todo el lugar, entonces una mano se alzo, un brazo delgado, femenino y dueño de todo un cuerpo que cualquier tiburón del lugar, iría a devorar si tuviera la oportunidad. Su sonrisa fue amplia, mientras levantaba el brazo, para hacerle entender que había comprendido la señal, aunque fuera en verdad para otro hombre, que le importaba, en ese momento solo quería salir del paso, - lo siento, pero mi acompañante acaba de llegar - se disculpó, besando la mano de la joven que se ruborizo y no pudo enojarse, ni sentirse ofendida, - lo siento mucho, si hubiera sabido que en éste lugar iba a encontrar un ángel, no hubiera asistido acompañado - dijo seductor, - ya tendré otra oportunidad, si así lo quisiera nuestro Señor - terminó, llevando su mano al pecho, como si en plegaria al cielo, lo estuviera conjurando para algún nuevo encuentro con la joven que dejaba atrás.
Giró su cuerpo y una sonrisa ladina se hizo presente, mientras una ceja se levantaba, era algo tan divertido, las mujeres eran demasiado fáciles de contentar. No dejaría que cualquiera se le acercara, pues primero estaban sus pequeñas, y si no podía encontrarles una buena madre, jamás se involucraría seriamente con alguna mujer, porque él había sido el responsable de la muerte de la progenitora de sus ángeles, no podía hacer otra cosa que intentar darles lo mejor, y no existía nada mas importante que una mujer que las entendiera y las amara con el alma.
El espacio que lo separaba de la joven se fue acortando, hasta que se encontró a pocos paso, la miró a los ojos, no necesitaba hacer una mirada a su cuerpo para saber que era hermosa, pero no era su intención acercarse a ella para buscar calor humano, sino, simple compañía. Hizo una reverencia, mientras le sonreía con total sinceridad, - Señorita, le debo mi libertad, esta noche. Deje que me presente, soy Archangelo Coleman, para lo que guste... y como acabo de comentarle, me ha salvado... - Se acercó mas - así que puede pedirme lo que desee - volvió a sonreír, - ¿Me permitiría devolverle el favor, ofreciéndole un sitio en el palco que me pertenece? - levantó una ceja y rectificó - por supuesto que puede llevar a su chaperona o a la persona que la haya acompañado - no quería que pensara en que era un sátiro o un sin vergüenza.
Us ojos azules, pasearon por todo el lugar, entonces una mano se alzo, un brazo delgado, femenino y dueño de todo un cuerpo que cualquier tiburón del lugar, iría a devorar si tuviera la oportunidad. Su sonrisa fue amplia, mientras levantaba el brazo, para hacerle entender que había comprendido la señal, aunque fuera en verdad para otro hombre, que le importaba, en ese momento solo quería salir del paso, - lo siento, pero mi acompañante acaba de llegar - se disculpó, besando la mano de la joven que se ruborizo y no pudo enojarse, ni sentirse ofendida, - lo siento mucho, si hubiera sabido que en éste lugar iba a encontrar un ángel, no hubiera asistido acompañado - dijo seductor, - ya tendré otra oportunidad, si así lo quisiera nuestro Señor - terminó, llevando su mano al pecho, como si en plegaria al cielo, lo estuviera conjurando para algún nuevo encuentro con la joven que dejaba atrás.
Giró su cuerpo y una sonrisa ladina se hizo presente, mientras una ceja se levantaba, era algo tan divertido, las mujeres eran demasiado fáciles de contentar. No dejaría que cualquiera se le acercara, pues primero estaban sus pequeñas, y si no podía encontrarles una buena madre, jamás se involucraría seriamente con alguna mujer, porque él había sido el responsable de la muerte de la progenitora de sus ángeles, no podía hacer otra cosa que intentar darles lo mejor, y no existía nada mas importante que una mujer que las entendiera y las amara con el alma.
El espacio que lo separaba de la joven se fue acortando, hasta que se encontró a pocos paso, la miró a los ojos, no necesitaba hacer una mirada a su cuerpo para saber que era hermosa, pero no era su intención acercarse a ella para buscar calor humano, sino, simple compañía. Hizo una reverencia, mientras le sonreía con total sinceridad, - Señorita, le debo mi libertad, esta noche. Deje que me presente, soy Archangelo Coleman, para lo que guste... y como acabo de comentarle, me ha salvado... - Se acercó mas - así que puede pedirme lo que desee - volvió a sonreír, - ¿Me permitiría devolverle el favor, ofreciéndole un sitio en el palco que me pertenece? - levantó una ceja y rectificó - por supuesto que puede llevar a su chaperona o a la persona que la haya acompañado - no quería que pensara en que era un sátiro o un sin vergüenza.
Archangelo Coleman- Cazador Clase Media
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Re: Noche de teatro y armonia - Privado - Lutz
Una dama acudió presurosa hacia el caballero al cual ella había enviado el saludo. Oh, vaya. Al parecer esa era la razón de su mirada perdida. En cuanto la joven de rizos rubios hizo acto de presencia, fue notoria la transformación de su rostro. La mirada se tornó vivaz y el interés les otorgó un brillo del cual carecían hace solo unos segundos. Al observar la interesante metamorfosis que acontecía ante sus ojos Adaline no pudo más que sonreír, aunque de inmediato algo más llamó su atención. Otro hombre alzaba la mano y respondía a su saludo, dejándola perpleja un momento. De hecho, en un inicio pensó que el sujeto con el que se cruzaba su mirada se dirigía a alguien más pero resultaba demasiada casualidad que también saludara en su dirección.
Al parecer esa noche abundaban las parejas. Los ojos de la morena notaron como una jovencita permanecía de pie a escasa distancia de ese hombre, a quien él dirigía sonrisas pero se apresuraba a dejar detrás. La escena provocó que arqueara una ceja entre interrogante y entretenida, y luego perpleja otra vez cuando el susodicho se acercó a ella a grandes zancadas y le dirigió la palabra.
-Buenas noches monsieur.- Ante todo saludó como lo dictaminaba la cortesía y su mente aguda y acostumbrada a ciertos escándalos y devaneos de la sociedad comprendió de inmediato que el caballero se había escapado de la ansiosa dama seguramente no tan ávido como ella de prolongar la compañía y posiblemente ansiar que surgiera algo más. -Me intrigan sus palabras y a la vez me halagan. Es la primera vez que alguien me llama de esa manera.- Sonrió espontáneamente ante lo inesperado de ser considerada la salvadora de alguien y también porque el caballero parecía de buenas maneras y ostentaba educación, y eso era algo que ella solía apreciar, puesto que a pesar de su oficio provenía de un hogar en el cual le habían instruido por lo que la joven sabía muy bien como comportarse y llevar adelante una conversación, especialmente si se encontraba en grata compañía.
Sus siguientes palabras volvieron a sorprenderla. ¿Así que podía pedirle lo que quisiera? -Ha llegado en buen momento, me temo que esta noche carezco de la compañía de una chaperona y a decir verdad, algo ando perdida con respecto a lo que pueda ser bien visto o no en este lugar si se hiciese notorio por lo que su compañía resulta perfecta a la ocasión.- Lo cierto es que Adaline había acudido porque estaba genuinamente interesada en despejar la mente y disfrutar de la obra de teatro y sabía perfectamente que de saberse que era una cortesana la gente que le rodeaba la repudiaría de inmediato simplemente porque ese no era un lugar en el que alguien como ella debía codearse abiertamente con hombres y mujeres de familia, sin importar que fuera de esas paredes estos fueran clientes asiduos que buscasen todo tipo de favores carnales. En pocas palabras, no había acudido a buscar clientes por lo que quería guardar las buenas costumbres.
-Soy Adaline Lutz.- Le ofreció la mano en gesto de presentación. -Me encantará aceptar su invitación a compartir su palco y le agradezco la generosidad que despliega al extenderla.- Dicho eso lo tomó del brazo, como correspondía a un par de buenos amigos (que aunque no fueran pretenderían ser si se había entendido bien el motivo de invitación y aceptación) y comenzó a caminar hacia las escaleras. Apenas podía creer que se dirigía a un palco, desde adonde, podría no solo observar la obra sin el bullicio de los comentarios de asientos ajenos, sino que también contaría con una vista privilegiada y unos prismáticos a los que tenía derecho por el mero hecho de contar con esa posición en el teatro. -¿Está seguro de que desea compartir el palco conmigo?- Lo miró desde el rabillo del ojo al caminar.
-Es un ofrecimiento bastante generoso y quizás preferiría compartirlo con algún otro de los presentes, si entre ellos se encuentra algún conocido suyo.- No era de extrañar que en eventos de ese tipo las personas del mismo círculo se conocieran entre ellos, aunque observando tanto porte como traje del caballero, Adaline intuía que no pertenecía a una cuna noble sino a una más similar a la suya, lo cual explicaría el que no fuese más estirado al dirigirse a ella.
Al parecer esa noche abundaban las parejas. Los ojos de la morena notaron como una jovencita permanecía de pie a escasa distancia de ese hombre, a quien él dirigía sonrisas pero se apresuraba a dejar detrás. La escena provocó que arqueara una ceja entre interrogante y entretenida, y luego perpleja otra vez cuando el susodicho se acercó a ella a grandes zancadas y le dirigió la palabra.
-Buenas noches monsieur.- Ante todo saludó como lo dictaminaba la cortesía y su mente aguda y acostumbrada a ciertos escándalos y devaneos de la sociedad comprendió de inmediato que el caballero se había escapado de la ansiosa dama seguramente no tan ávido como ella de prolongar la compañía y posiblemente ansiar que surgiera algo más. -Me intrigan sus palabras y a la vez me halagan. Es la primera vez que alguien me llama de esa manera.- Sonrió espontáneamente ante lo inesperado de ser considerada la salvadora de alguien y también porque el caballero parecía de buenas maneras y ostentaba educación, y eso era algo que ella solía apreciar, puesto que a pesar de su oficio provenía de un hogar en el cual le habían instruido por lo que la joven sabía muy bien como comportarse y llevar adelante una conversación, especialmente si se encontraba en grata compañía.
Sus siguientes palabras volvieron a sorprenderla. ¿Así que podía pedirle lo que quisiera? -Ha llegado en buen momento, me temo que esta noche carezco de la compañía de una chaperona y a decir verdad, algo ando perdida con respecto a lo que pueda ser bien visto o no en este lugar si se hiciese notorio por lo que su compañía resulta perfecta a la ocasión.- Lo cierto es que Adaline había acudido porque estaba genuinamente interesada en despejar la mente y disfrutar de la obra de teatro y sabía perfectamente que de saberse que era una cortesana la gente que le rodeaba la repudiaría de inmediato simplemente porque ese no era un lugar en el que alguien como ella debía codearse abiertamente con hombres y mujeres de familia, sin importar que fuera de esas paredes estos fueran clientes asiduos que buscasen todo tipo de favores carnales. En pocas palabras, no había acudido a buscar clientes por lo que quería guardar las buenas costumbres.
-Soy Adaline Lutz.- Le ofreció la mano en gesto de presentación. -Me encantará aceptar su invitación a compartir su palco y le agradezco la generosidad que despliega al extenderla.- Dicho eso lo tomó del brazo, como correspondía a un par de buenos amigos (que aunque no fueran pretenderían ser si se había entendido bien el motivo de invitación y aceptación) y comenzó a caminar hacia las escaleras. Apenas podía creer que se dirigía a un palco, desde adonde, podría no solo observar la obra sin el bullicio de los comentarios de asientos ajenos, sino que también contaría con una vista privilegiada y unos prismáticos a los que tenía derecho por el mero hecho de contar con esa posición en el teatro. -¿Está seguro de que desea compartir el palco conmigo?- Lo miró desde el rabillo del ojo al caminar.
-Es un ofrecimiento bastante generoso y quizás preferiría compartirlo con algún otro de los presentes, si entre ellos se encuentra algún conocido suyo.- No era de extrañar que en eventos de ese tipo las personas del mismo círculo se conocieran entre ellos, aunque observando tanto porte como traje del caballero, Adaline intuía que no pertenecía a una cuna noble sino a una más similar a la suya, lo cual explicaría el que no fuese más estirado al dirigirse a ella.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Noche de teatro y armonia - Privado - Lutz
Enarcó una ceja, ¿acaso no había sido claro? Él deseaba la compañía de aquella dama, una mujer hermosa, que era un ángel en mitad de un melage que comenzaba a fatigarlo. – No, Madame, solo quiero su compañía, no me interesa ninguna más – le contestó mientras tomaba la delicada mano de la joven y le besaba el dorso de la mano, sin quitar su mirada de aquellos orbes. Con un suave movimiento acomodó su brazo para que la joven se tomara de éste y juntos comenzaron a subir los elegantes escalones de mármol, de la dorada escalera del teatro que los conduciría a los palcos. A paso lento se fueron acercando al pasillo alfombrado y a las puertas que conducían a los palcos.
Archangelo se detuvo en la puerta que llevaba su apellido, puso su mano en el picaporte y abrió la puerta dejando paso para que la joven entrara. El interior del lugar se dividía en dos partes, apenas se entraba había un pequeña mesa con copas y champagne, más unos sillones que podían ser usado para una amena conversación. Contra la pared que separaba el lugar, una sheslong, que solía usar si se deseaba solo escuchar la música y no ser molestado. O por el contrario, su compañía era tan excitante que prefería poder entregar caricias que serían mal vistas.
En la segunda parte, el palco propiamente dicho, butacas cómodas que permitían que cuatro personas pudieran ver la función. Aunque Archangelo siempre prefería desfrutarla sin ser visto por las impertinentes miradas de los demás espectadores. Bien sabia él, que solían crearse diferentes historias sobre lo que hacía aquel extranjero cuando se encontraba en ese palco principal. Las dimensiones eran reducidas, pero el diseño estaba tan bien realizado, que era uno de los pocos palcos que poseía un lugar privado para esperar la segunda función, o poder recibir a invitados inesperados en mitad de la presentación.
La observó entrar, sonrió con un dejo de picardía cuando cerró la puerta tras de sí, Le indicó que se sentara, con un suave movimiento de su mano, -¿una copa? Mientras esperamos que comience la función - dijo como al descuido, mientras descorchaba el vino espumante y servía las dos copas. Tomó una y la extendió a su acompañante, para luego elevar la suya casi a la altura de su boca, - brindemos por pasar una deliciosa e inolvidable velada -.
Archangelo se detuvo en la puerta que llevaba su apellido, puso su mano en el picaporte y abrió la puerta dejando paso para que la joven entrara. El interior del lugar se dividía en dos partes, apenas se entraba había un pequeña mesa con copas y champagne, más unos sillones que podían ser usado para una amena conversación. Contra la pared que separaba el lugar, una sheslong, que solía usar si se deseaba solo escuchar la música y no ser molestado. O por el contrario, su compañía era tan excitante que prefería poder entregar caricias que serían mal vistas.
En la segunda parte, el palco propiamente dicho, butacas cómodas que permitían que cuatro personas pudieran ver la función. Aunque Archangelo siempre prefería desfrutarla sin ser visto por las impertinentes miradas de los demás espectadores. Bien sabia él, que solían crearse diferentes historias sobre lo que hacía aquel extranjero cuando se encontraba en ese palco principal. Las dimensiones eran reducidas, pero el diseño estaba tan bien realizado, que era uno de los pocos palcos que poseía un lugar privado para esperar la segunda función, o poder recibir a invitados inesperados en mitad de la presentación.
La observó entrar, sonrió con un dejo de picardía cuando cerró la puerta tras de sí, Le indicó que se sentara, con un suave movimiento de su mano, -¿una copa? Mientras esperamos que comience la función - dijo como al descuido, mientras descorchaba el vino espumante y servía las dos copas. Tomó una y la extendió a su acompañante, para luego elevar la suya casi a la altura de su boca, - brindemos por pasar una deliciosa e inolvidable velada -.
Archangelo Coleman- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/08/2012
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Re: Noche de teatro y armonia - Privado - Lutz
– No, Madame, solo quiero su compañía, no me interesa ninguna más – Una leve sonrisa de medio lado se extendió en sus labios, irrandiando más color a su rostro e iluminando sus ojos oscuros. Le había proporcionado una salida perfecta al caballero en caso de que desease excusarse después de en sus propias palabras, haber sido salvado, pero él había respondido de forma bastante favorecedora para su excursión al deseado palco.
Un ligero hormigueo recorrió su mano en el momento en que los labios de su inesperado acompañante besaron el dorso a manera de saludo y de velado galanteo, lo cual le hacía pensar que estaba frente a alguien que cuando se lo proponía sabía como mostrarse encantador frente a las damas, idea que le resultó bastante entretenida cuando su castaña mirada se cruzó con los iris masculinos sosteniéndola de esa forma mientras él ganaba su atención, misma que no siempre se obnubilaba ante la visión de unos ojos profundos, pero siempre existía una primera vez.
Como el caballero le ofrecía el brazo con cortesía, ella lo tomó entre sus guantes blancos, lanzando alguna que otra mirada de reojo hacia él al subir las escaleras para dirigirse al palco al cual le había invitado. Tras llegar al pasillo y atravesarlo el entusiasmo de la joven creció sin disminuir en lo absoluto al posar por primera vez sus ojos en el interior. Lo observó con evidente sorpresa. ¿Estaba en un palco o en una recámara de un palacio? Su sonrisa se extendió de oreja a oreja al observar ambas secciones, las bebidas, los asientos y la forma tan discreta en que todo estaba distribuido.
Detúvose un momento tras entrar, aún asimilando lo que veía antes de mirar hacia su acompañante que al dedicarle una sonrisa pícara provocó que arqueara una ceja y sonriera en respuesta. ¿Archangelo había dicho que se llamaba? No le parecía un ángel sino un hombre endiabladamente atractivo aunque quizás si tenía algo de ángel puesto que irradiaba un magnetismo que aún no acababa de decidir si resultaba oportuno para la velada o peligroso.
-Por supuesto, me encantaría.- pronunció después de tragar fuertemente insegura de que era lo que estaba sintiendo. ¿Nerviosismo? ¿Acaso era posible? Tomó la copa que le ofrecía y la alzó, se adelantó unos pasos y golpeó suavemente el cristal antes de elevar su copa a la altura de sus labios y beber del líquido mientras volvía a fijar la mirada en sus iris. -Brindemos por eso, porque sea un evento digno de rememorar en noches futuras.-
Tomó asiento en uno de los sillones y sonrió de lado. -No pude evitar notar que su apellido está escrito en la puerta, ¿acaso debería de conocer el mismo?- Un brillo de interés se asomó a su mirada, nunca había escuchado hablar de los Coleman.
-Su nombre no es francés... ¿Suele visitar el teatro?- Se notaba que el caballero debía ser poseedor de gustos finos y sintió curiosidad ante el hecho de que hubiera acudido sin compañía alguna. Se percató de que era incapaz de sostenerle la mirada por lo que disimuló tomando algo más de vino, fingiendo que no le intrigaba en lo absoluto, que no le desconcertaba el hecho de que un hombre le hiciera reaccionar así, y que a su mente no regresaba el pensamiento de le parecía endiabladamente guapo.
Un ligero hormigueo recorrió su mano en el momento en que los labios de su inesperado acompañante besaron el dorso a manera de saludo y de velado galanteo, lo cual le hacía pensar que estaba frente a alguien que cuando se lo proponía sabía como mostrarse encantador frente a las damas, idea que le resultó bastante entretenida cuando su castaña mirada se cruzó con los iris masculinos sosteniéndola de esa forma mientras él ganaba su atención, misma que no siempre se obnubilaba ante la visión de unos ojos profundos, pero siempre existía una primera vez.
Como el caballero le ofrecía el brazo con cortesía, ella lo tomó entre sus guantes blancos, lanzando alguna que otra mirada de reojo hacia él al subir las escaleras para dirigirse al palco al cual le había invitado. Tras llegar al pasillo y atravesarlo el entusiasmo de la joven creció sin disminuir en lo absoluto al posar por primera vez sus ojos en el interior. Lo observó con evidente sorpresa. ¿Estaba en un palco o en una recámara de un palacio? Su sonrisa se extendió de oreja a oreja al observar ambas secciones, las bebidas, los asientos y la forma tan discreta en que todo estaba distribuido.
Detúvose un momento tras entrar, aún asimilando lo que veía antes de mirar hacia su acompañante que al dedicarle una sonrisa pícara provocó que arqueara una ceja y sonriera en respuesta. ¿Archangelo había dicho que se llamaba? No le parecía un ángel sino un hombre endiabladamente atractivo aunque quizás si tenía algo de ángel puesto que irradiaba un magnetismo que aún no acababa de decidir si resultaba oportuno para la velada o peligroso.
-Por supuesto, me encantaría.- pronunció después de tragar fuertemente insegura de que era lo que estaba sintiendo. ¿Nerviosismo? ¿Acaso era posible? Tomó la copa que le ofrecía y la alzó, se adelantó unos pasos y golpeó suavemente el cristal antes de elevar su copa a la altura de sus labios y beber del líquido mientras volvía a fijar la mirada en sus iris. -Brindemos por eso, porque sea un evento digno de rememorar en noches futuras.-
Tomó asiento en uno de los sillones y sonrió de lado. -No pude evitar notar que su apellido está escrito en la puerta, ¿acaso debería de conocer el mismo?- Un brillo de interés se asomó a su mirada, nunca había escuchado hablar de los Coleman.
-Su nombre no es francés... ¿Suele visitar el teatro?- Se notaba que el caballero debía ser poseedor de gustos finos y sintió curiosidad ante el hecho de que hubiera acudido sin compañía alguna. Se percató de que era incapaz de sostenerle la mirada por lo que disimuló tomando algo más de vino, fingiendo que no le intrigaba en lo absoluto, que no le desconcertaba el hecho de que un hombre le hiciera reaccionar así, y que a su mente no regresaba el pensamiento de le parecía endiabladamente guapo.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
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