AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Pequeñas diversiones {Keneu}
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Pequeñas diversiones {Keneu}
Había estado encerrada en su habitación tras una pelea con Moreau. Odiaba al anciano y le estaba colmando la paciencia gota a gota. Margarite estaba peinando su cabello frente al espejo, separaba los mechones de su larga cabellera y cepillaba bruscamente. Llevar el cabello levantado y bien arreglado diariamente la estaba molestando demasiado, ella siempre fue una persona que llevó el cabello largo, suelto y salvaje.
Movió los labios en desaprobación y deshizo el peinado que estaba haciendo por hacer uno más sencillo que dejaba su cabellera ligeramente más libre. Estaba harta de la monotonía, del luto impuesto. Adoraba la formalidad sin embargo no era su estilo vestir de la misma forma todos los días y aunque el negro no le desagradaba no sería siempre su elección diaria.
Dejó su lugar frente al espejo y caminó descalza hasta el ropero de su habitación, lo abrió de par en par y observó una larga y aburrida fila de vestidos negros. Levantó una ceja al observar eso y ladeó su cabeza mientras se arrodillaba para extraer de la parte inferior un baúl que hasta ese momento iba cerrado.
Al abrirlo encontró varias cosas de su interés, como algunos de sus zapatos favoritos en color cerceta. Humedeció sus labios y los levantó junto con el vestido del mismo color. Todo eso combinaba con un pequeño bolso de seda donde guardaba dinero, una pequeña navaja, un talento, un dracma y un denario romano.
Había escuchado del Théåtre des Vampires y en realidad era lo que había estado esperando visitar con ansias. A esas horas Moreau debería estar durmiendo plácidamente en su cama. Levantó su mirada en dirección dónde Moreau dormía y frunció un poco el ceño sondeando lo que había en su mente. Absolutamente nada de su interés pero pudo comprobar que él dormía profundamente.
En sus sueños Moreau era un muchacho que caminaba por la rivera cercana a su casa, dejaba que su perro corriera junto a él y lo que más se notó en ese sueño era el aroma a sangre que emanaba de la rodilla recién lastimada de Moreau durante el sueño. Todo aquello quedaba registrado en su cerebro aunque fuera un simple sueño que quizá él no recordaría, sin embargo el recordatorio de la sangre hizo que su mirada se endureciera.
No tardó en estar preparada y lista. Su ventana daba a la parte posterior de la casa y después de cerciorarse que nadie le observaba, brincó con la agilidad gatuna que desde hace ya años poseía. En el piso ya, se calzó las zapatillas y las observó levantando la falda de su vestido. Caminó a la parte frontal de la casa, tal como lo imaginaba John el cochero estaba dormido en el carruaje, John solía hacer eso para evitar llegar a su casa donde su mujer criaba a tres recién nacidas y siempre le reclamaba por el dinero que él perdía en apuestas estúpidas.
Margarite golpeó su hombro un par de veces despertándolo sobresaltado, llevó su dedo índice frente a sus labios y le miró profundamente. Casi sin necesidad de palabras, John bajó de inmediato de su lugar y le abrió la puerta.
- ¿A dónde la llevo, Madmoiselle? – preguntó mientras Margarite abordaba. Ella lo miró fríamente diciéndole.
– Solo conduce, no tengo ningún lugar en mente. – Eso no era verdad, tenía un destino fijado pero ya se encargaría de manipular la mente de John si ella sentía que se acercaban al lugar del que tanto había escuchado para que la llevara.
Pasó algo de tiempo mientras recorrían las nocturnas calles de París. Margarite iba observando el lugar cómodamente sentada en el carruaje. Observaba a la gente, percibía los aromas, sentía las diferentes presencias que se manifestaban en el lugar. Ninguna fue lo suficientemente fuerte como para causarle preocupación después de todo el carruaje llevaba buena velocidad.
Margarite sintió algo parecido a una emoción profunda como no lo había sentido en siglos y golpeó el techo del carruaje, este paró. Pensó que debería estar cerca. Bajó cuando John le abrió la puerta.
- Espérame aquí y si acaso se te ocurre descuidar esta tarea… date por despedido. – dijo con la voz seria y tenue que la caracterizaba. John no supo si ella iba en serio o no, pero la mirada en sus ojos le heló a tal grado que sin importar lo que hubiera escuchado en la zona, preferiría esperar por ella en ese lugar a pesar de todo.
Sabía que estaba cerca sin embargo por el momento no había llegado al punto que deseaba, en todo caso no estaba perdida pues sabía dónde se encontraba John, pero por alguna razón no podía terminar de llegar a su destino. En ese momento fue cuando consideró preguntarle a alguien como ella y entonces agudizó sus sentidos escaneando el lugar sutilmente.
Movió los labios en desaprobación y deshizo el peinado que estaba haciendo por hacer uno más sencillo que dejaba su cabellera ligeramente más libre. Estaba harta de la monotonía, del luto impuesto. Adoraba la formalidad sin embargo no era su estilo vestir de la misma forma todos los días y aunque el negro no le desagradaba no sería siempre su elección diaria.
Dejó su lugar frente al espejo y caminó descalza hasta el ropero de su habitación, lo abrió de par en par y observó una larga y aburrida fila de vestidos negros. Levantó una ceja al observar eso y ladeó su cabeza mientras se arrodillaba para extraer de la parte inferior un baúl que hasta ese momento iba cerrado.
Al abrirlo encontró varias cosas de su interés, como algunos de sus zapatos favoritos en color cerceta. Humedeció sus labios y los levantó junto con el vestido del mismo color. Todo eso combinaba con un pequeño bolso de seda donde guardaba dinero, una pequeña navaja, un talento, un dracma y un denario romano.
Había escuchado del Théåtre des Vampires y en realidad era lo que había estado esperando visitar con ansias. A esas horas Moreau debería estar durmiendo plácidamente en su cama. Levantó su mirada en dirección dónde Moreau dormía y frunció un poco el ceño sondeando lo que había en su mente. Absolutamente nada de su interés pero pudo comprobar que él dormía profundamente.
En sus sueños Moreau era un muchacho que caminaba por la rivera cercana a su casa, dejaba que su perro corriera junto a él y lo que más se notó en ese sueño era el aroma a sangre que emanaba de la rodilla recién lastimada de Moreau durante el sueño. Todo aquello quedaba registrado en su cerebro aunque fuera un simple sueño que quizá él no recordaría, sin embargo el recordatorio de la sangre hizo que su mirada se endureciera.
No tardó en estar preparada y lista. Su ventana daba a la parte posterior de la casa y después de cerciorarse que nadie le observaba, brincó con la agilidad gatuna que desde hace ya años poseía. En el piso ya, se calzó las zapatillas y las observó levantando la falda de su vestido. Caminó a la parte frontal de la casa, tal como lo imaginaba John el cochero estaba dormido en el carruaje, John solía hacer eso para evitar llegar a su casa donde su mujer criaba a tres recién nacidas y siempre le reclamaba por el dinero que él perdía en apuestas estúpidas.
Margarite golpeó su hombro un par de veces despertándolo sobresaltado, llevó su dedo índice frente a sus labios y le miró profundamente. Casi sin necesidad de palabras, John bajó de inmediato de su lugar y le abrió la puerta.
- ¿A dónde la llevo, Madmoiselle? – preguntó mientras Margarite abordaba. Ella lo miró fríamente diciéndole.
– Solo conduce, no tengo ningún lugar en mente. – Eso no era verdad, tenía un destino fijado pero ya se encargaría de manipular la mente de John si ella sentía que se acercaban al lugar del que tanto había escuchado para que la llevara.
Pasó algo de tiempo mientras recorrían las nocturnas calles de París. Margarite iba observando el lugar cómodamente sentada en el carruaje. Observaba a la gente, percibía los aromas, sentía las diferentes presencias que se manifestaban en el lugar. Ninguna fue lo suficientemente fuerte como para causarle preocupación después de todo el carruaje llevaba buena velocidad.
Margarite sintió algo parecido a una emoción profunda como no lo había sentido en siglos y golpeó el techo del carruaje, este paró. Pensó que debería estar cerca. Bajó cuando John le abrió la puerta.
- Espérame aquí y si acaso se te ocurre descuidar esta tarea… date por despedido. – dijo con la voz seria y tenue que la caracterizaba. John no supo si ella iba en serio o no, pero la mirada en sus ojos le heló a tal grado que sin importar lo que hubiera escuchado en la zona, preferiría esperar por ella en ese lugar a pesar de todo.
Sabía que estaba cerca sin embargo por el momento no había llegado al punto que deseaba, en todo caso no estaba perdida pues sabía dónde se encontraba John, pero por alguna razón no podía terminar de llegar a su destino. En ese momento fue cuando consideró preguntarle a alguien como ella y entonces agudizó sus sentidos escaneando el lugar sutilmente.
Última edición por Margarite Renard el Vie Sep 06, 2013 12:06 pm, editado 1 vez
Margarite Renard- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/08/2013
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Re: Pequeñas diversiones {Keneu}
Mi última cena me hablo de un teatro muy peculiar, un sitio casi oculto con un nombre que como mínimo se me antojaba ocurrente, según aseguro ponían en escena obras macabras e irónicas en las cuales ejecutaban piruetas imposibles tan magistralmente que dejaban a todos con la boca abierta, sin mencionar a los actores que participaban, tan blancos y de rasgos tan perfectos que parecían tallados en alabastro antes que de carne y hueso. Por supuesto mi amigo pensaba que todo ello no eran más que trucos, sin embargo consiguió intrigarme lo suficiente para que decidiese investigar.
Mi parte racional no dejaba de recordarme él peligro que suponía mi propia especie, no todos los vampiros eran amistosos con sus congéneres, aun entre los que lo eran escaseaba la cordura, pese a ello mi curiosidad era superior a mi sensatez. Sí eran realmente vampiros seria gracioso que al exponerse al público lograsen ocultar lo que eran, si no lo eran aun podía divertirme con el espectáculo que era mi objetivo primordial.
Mis ansias de diversión eran tan grandes como mi sed de vampiro, mientras algunos disfrutaban de ser depredadores nocturnos que gozaban de causar terror y dolor a sus presas, otros procuraban vivir discretamente, bebiendo apenas lo bastante para subsistir, construyendo alrededor de ellos una vida tan humana como les era posible, yo no formaba parte de ninguno de esos dos grupos mayoritarios, no era un asesino sanguinario y tampoco me aferraba a una falsa humanidad. Vivía sin reglas, procurando noche a noche una experiencia que resultase innovadora, algo que ensalzara mis sentidos e hiciera insignificante cualquier padecimiento.
Estaba convencido de que la vida en si misma no era un camino de renuncias y sufrimiento como la fe predicaba, sino por el contrario existíamos para el placer, ¿Porque si no poseíamos cuerpos tan sensitivos? ¿Existía otra criatura además del hombre que fuese capaz de gozar a través de cada uno de sus sentidos? Sonidos, aromas, sabores, imágenes, sensaciones, todos nuestros sentidos podían ser estimulados para brindarnos placer, lejos de privarnos de tales cosas el vampirismo aumentaba cada uno de ellos, así con aun más razón, los vampiros existíamos para alcanzar grados de placer que como humanos resultaban impensables, nuestra inmortalidad era otro signo innegable, el tiempo no era un impedimento para llegar a conocer e idear nuevas maneras de goce.
En ocasiones sentía el deber de convertirme en el pastor de una fe que predicara la felicidad a través de la exaltación de la carne y él espíritu, desterrar todas esas obscuras creencias de la necesidad del sufrimiento para alcanzar una vida superior tras la muerte, encaminar a todos aquellos que vivían revolcándose en sus miserias, llorando con amargura sus penas a los oídos de un Dios sordo, una falsa deidad que lejos de dar alivio a sus pesares, instaba a la resignación. Pero hacer algo semejante requeriría de sacrificar mi propio placer, lo cual sería una contradicción impensable, la mejor manera de predicar mis creencias era practicándolas.
Por lo mismo iba pensando en planes para enmendar la noche si el “Théâtre des Vampires” resultaba ser un fiasco cuando percibí el aroma de otro ser inmortal. Me congele en mi sitio en tanto analizaba la información captada por mis sentidos, era una presencia antigua aunque no denotaba ningún tipo de hostilidad latente. Escaneando a los transeúntes con mis ojos, finalmente la vi, una doncella menuda cuyo aspecto frágil haría imposible adivinar su naturaleza si no estuviese rodeada por un aura inconfundible, ella parecía un poco desorientada, engañosamente vulnerable, o quizás lo era, no todos los vampiros se fortalecían con los años, existía una minoría que sin importar cuanto tiempo pasara no lograban incrementar sus poderes, cualquiera fuera el caso, lo mejor era no provocar a nadie que fuese más antiguo que uno mismo.
Me aproxime de forma directa, acercarme furtivamente podría ser interpretado como si tuviera malas intenciones, asique esgrimí me mejor y más reluciente sonrisa antes de hacer una leve reverencia.
- Imagino que una bella mujer de su naturaleza, sólo puede hallarse en esta parte de la ciudad por los mismos motivos que yo ¿Va al teatro? – interrogue deseando que así fuera, de aquel modo quizás mi velada adquiriese mayor interés – De ser así sería un placer para mi si me agasajara con su compañía, y aun de ser otro su destino me complacería escoltarla hasta donde necesite ir, soy Keneu, un en lo posible inofensivo juerguista nocturno.
Mi parte racional no dejaba de recordarme él peligro que suponía mi propia especie, no todos los vampiros eran amistosos con sus congéneres, aun entre los que lo eran escaseaba la cordura, pese a ello mi curiosidad era superior a mi sensatez. Sí eran realmente vampiros seria gracioso que al exponerse al público lograsen ocultar lo que eran, si no lo eran aun podía divertirme con el espectáculo que era mi objetivo primordial.
Mis ansias de diversión eran tan grandes como mi sed de vampiro, mientras algunos disfrutaban de ser depredadores nocturnos que gozaban de causar terror y dolor a sus presas, otros procuraban vivir discretamente, bebiendo apenas lo bastante para subsistir, construyendo alrededor de ellos una vida tan humana como les era posible, yo no formaba parte de ninguno de esos dos grupos mayoritarios, no era un asesino sanguinario y tampoco me aferraba a una falsa humanidad. Vivía sin reglas, procurando noche a noche una experiencia que resultase innovadora, algo que ensalzara mis sentidos e hiciera insignificante cualquier padecimiento.
Estaba convencido de que la vida en si misma no era un camino de renuncias y sufrimiento como la fe predicaba, sino por el contrario existíamos para el placer, ¿Porque si no poseíamos cuerpos tan sensitivos? ¿Existía otra criatura además del hombre que fuese capaz de gozar a través de cada uno de sus sentidos? Sonidos, aromas, sabores, imágenes, sensaciones, todos nuestros sentidos podían ser estimulados para brindarnos placer, lejos de privarnos de tales cosas el vampirismo aumentaba cada uno de ellos, así con aun más razón, los vampiros existíamos para alcanzar grados de placer que como humanos resultaban impensables, nuestra inmortalidad era otro signo innegable, el tiempo no era un impedimento para llegar a conocer e idear nuevas maneras de goce.
En ocasiones sentía el deber de convertirme en el pastor de una fe que predicara la felicidad a través de la exaltación de la carne y él espíritu, desterrar todas esas obscuras creencias de la necesidad del sufrimiento para alcanzar una vida superior tras la muerte, encaminar a todos aquellos que vivían revolcándose en sus miserias, llorando con amargura sus penas a los oídos de un Dios sordo, una falsa deidad que lejos de dar alivio a sus pesares, instaba a la resignación. Pero hacer algo semejante requeriría de sacrificar mi propio placer, lo cual sería una contradicción impensable, la mejor manera de predicar mis creencias era practicándolas.
Por lo mismo iba pensando en planes para enmendar la noche si el “Théâtre des Vampires” resultaba ser un fiasco cuando percibí el aroma de otro ser inmortal. Me congele en mi sitio en tanto analizaba la información captada por mis sentidos, era una presencia antigua aunque no denotaba ningún tipo de hostilidad latente. Escaneando a los transeúntes con mis ojos, finalmente la vi, una doncella menuda cuyo aspecto frágil haría imposible adivinar su naturaleza si no estuviese rodeada por un aura inconfundible, ella parecía un poco desorientada, engañosamente vulnerable, o quizás lo era, no todos los vampiros se fortalecían con los años, existía una minoría que sin importar cuanto tiempo pasara no lograban incrementar sus poderes, cualquiera fuera el caso, lo mejor era no provocar a nadie que fuese más antiguo que uno mismo.
Me aproxime de forma directa, acercarme furtivamente podría ser interpretado como si tuviera malas intenciones, asique esgrimí me mejor y más reluciente sonrisa antes de hacer una leve reverencia.
- Imagino que una bella mujer de su naturaleza, sólo puede hallarse en esta parte de la ciudad por los mismos motivos que yo ¿Va al teatro? – interrogue deseando que así fuera, de aquel modo quizás mi velada adquiriese mayor interés – De ser así sería un placer para mi si me agasajara con su compañía, y aun de ser otro su destino me complacería escoltarla hasta donde necesite ir, soy Keneu, un en lo posible inofensivo juerguista nocturno.
Keneu- Vampiro Clase Alta
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Re: Pequeñas diversiones {Keneu}
El escaneo del lugar le estaba llevando un poco de tiempo, estaba acostumbrada a otros climas, a otras presencias y sobre todo a otro ritmo de movimiento, se sentía entumida por los años de reposo casi obligatorio al que se sometió. Sin embargo a veces la gente captaba su atención de una forma muy intensa, a lo lejos sobre la esquina de la calle, junto a un montón de nieve caminaba una mujer apresurada por no mojarse las faldas, Margarite disfrutó de su aroma y se relamió los labios mentalmente distrayéndose por un momento.
Hacía no mucho que había logrado alimentarse mínimamente y no es que el hambre comenzara a afectarla pero a veces simplemente quería probar un poco de aquí, un poco de allá, transgredir los limites y alimentarse como una especie de broche de oro.
Cuando la mujer se fue pensó que quizá era momento de salir alguna noche a buscarle, sentirla y desecharla. Cabe aclarar que Margarite difícilmente creaba relaciones en las cuales pensara que el alimento debería de ser mimado. El alimento era para consumirse de la manera que el vampiro eligiera, en su caso tenía un método para asegurarse de sacar hasta la última gota sin prisa ni alteraciones, pero quizá con el tiempo lo haría en París. Con el tiempo podría ser.
Notó al vampiro que enfocó la mirada en ella y comenzó a avanzar, en ese momento ella fijó sus ojos sobre él llevando a cabo un mínimo y rápido escrutinio sobre su forma de andar y la sonrisa que exhibía. Hacía algunos ayeres eso habría bastado para provocar una mera desastre aquella noche.
Le daba igual si un vampiro decidía ponerse hostil o amigable con ella, siempre había considerado su ser como un mero espejo que le devolvía a la gente de su comunidad y a los extraños lo mismo que le enviaban, ni más ni menos. Sin embargo a su parecer el joven parecía esforzarse en hacer que ella no saliera corriendo y ella se lo agradecía profundamente. Cuando le tuvo frente a ella comparó su altura que correspondería al metro setenta contra la altura del vampiro la cuál se preguntaba cual sería en metros propiamente dicho. Escuchó sus palabras e inclinó suavemente su cabeza hacia el lado derecho.
- ¡Monsieur, cuándo usted sabe, sabe! – dijo y observó en varias direcciones. – Me dirigía hacia allá en este preciso momento, escuché del lugar y… - ahí se encogió un poco de hombros para proseguir. – me ha dado curiosidad. - Sin previo aviso Margarite intentaría enlazar su brazo derecho con el brazo izquierdo del hombre demostrándole una confianza peligrosa para lo que llevaba de conocerlo, en voz tenue le comentó. – Yo lo sigo, Monsieur. Pero no sin comentarle que me parece una desilusión lo de la juerga inofensiva. – Un pequeño puchero apareció casi imperceptible en sus labios a modo de reclamo pero no ahondó en el tema, le parecía muy apropiado no ir sola a ese lugar por primera vez y este amable ser se había aparecido en el mejor momento.
Al escuchar su nombre inmediatamente hizo una pequeñísima reverencia mirando directo a los ojos del vampiro. – Un honor conocerle Monsieur, llámeme Margarite hasta que se me ocurra algo mejor. – La seriedad seguía impoluta en la inexpresiva mujer. Era claro que su estado de ánimo era efusivo y burbujeante por el ritmo e intención de las palabras que había soltado, pero alguien sin experiencia en leer el lenguaje no verbal de un vampiro habría pensado que ella era un poco más tibia comparada con la nieve junto al pavimento.
Observó el lugar pero su atención se desvió al aroma del vampiro, en ese momento se dio cuenta de que estaba percibiendo más cosas de las cuales quizá no debería entrometerse tanto. Se cerró a leerlo. Abrir a las personas como libros y hurgar en las páginas de sus vidas no se hacía a menos que fuera totalmente necesario, eso era una parte no negociable de la personalidad de Margarite, el respeto por la privacidad ajena.
En vez de revisar los archivos mentales del vampiro observó su rostro, se cuestionó fuertemente quien podría ser su creador o que motivos pudo tener para convertirlo, desde su perspectiva existía una ola de posibilidades que quizá con el tiempo ya se encargaría de preguntarle claro siempre y cuando él deseara hablar. Ella no sabía que esperar del “Théâtre des Vampires” pero por lo menos no iba sola a tal evento ya. Levantó suavemente su mirada hacia Keneu y entreabrió los labios para preguntar.
- ¿Ha venido con anterioridad? - preguntó de la nada acercándose al vampiro, de ser la respuesta negativa tendría que volver a ponerse alerta sobre lo que la rodeaba, sólo por no dejar.
Hacía no mucho que había logrado alimentarse mínimamente y no es que el hambre comenzara a afectarla pero a veces simplemente quería probar un poco de aquí, un poco de allá, transgredir los limites y alimentarse como una especie de broche de oro.
Cuando la mujer se fue pensó que quizá era momento de salir alguna noche a buscarle, sentirla y desecharla. Cabe aclarar que Margarite difícilmente creaba relaciones en las cuales pensara que el alimento debería de ser mimado. El alimento era para consumirse de la manera que el vampiro eligiera, en su caso tenía un método para asegurarse de sacar hasta la última gota sin prisa ni alteraciones, pero quizá con el tiempo lo haría en París. Con el tiempo podría ser.
Notó al vampiro que enfocó la mirada en ella y comenzó a avanzar, en ese momento ella fijó sus ojos sobre él llevando a cabo un mínimo y rápido escrutinio sobre su forma de andar y la sonrisa que exhibía. Hacía algunos ayeres eso habría bastado para provocar una mera desastre aquella noche.
Le daba igual si un vampiro decidía ponerse hostil o amigable con ella, siempre había considerado su ser como un mero espejo que le devolvía a la gente de su comunidad y a los extraños lo mismo que le enviaban, ni más ni menos. Sin embargo a su parecer el joven parecía esforzarse en hacer que ella no saliera corriendo y ella se lo agradecía profundamente. Cuando le tuvo frente a ella comparó su altura que correspondería al metro setenta contra la altura del vampiro la cuál se preguntaba cual sería en metros propiamente dicho. Escuchó sus palabras e inclinó suavemente su cabeza hacia el lado derecho.
- ¡Monsieur, cuándo usted sabe, sabe! – dijo y observó en varias direcciones. – Me dirigía hacia allá en este preciso momento, escuché del lugar y… - ahí se encogió un poco de hombros para proseguir. – me ha dado curiosidad. - Sin previo aviso Margarite intentaría enlazar su brazo derecho con el brazo izquierdo del hombre demostrándole una confianza peligrosa para lo que llevaba de conocerlo, en voz tenue le comentó. – Yo lo sigo, Monsieur. Pero no sin comentarle que me parece una desilusión lo de la juerga inofensiva. – Un pequeño puchero apareció casi imperceptible en sus labios a modo de reclamo pero no ahondó en el tema, le parecía muy apropiado no ir sola a ese lugar por primera vez y este amable ser se había aparecido en el mejor momento.
Al escuchar su nombre inmediatamente hizo una pequeñísima reverencia mirando directo a los ojos del vampiro. – Un honor conocerle Monsieur, llámeme Margarite hasta que se me ocurra algo mejor. – La seriedad seguía impoluta en la inexpresiva mujer. Era claro que su estado de ánimo era efusivo y burbujeante por el ritmo e intención de las palabras que había soltado, pero alguien sin experiencia en leer el lenguaje no verbal de un vampiro habría pensado que ella era un poco más tibia comparada con la nieve junto al pavimento.
Observó el lugar pero su atención se desvió al aroma del vampiro, en ese momento se dio cuenta de que estaba percibiendo más cosas de las cuales quizá no debería entrometerse tanto. Se cerró a leerlo. Abrir a las personas como libros y hurgar en las páginas de sus vidas no se hacía a menos que fuera totalmente necesario, eso era una parte no negociable de la personalidad de Margarite, el respeto por la privacidad ajena.
En vez de revisar los archivos mentales del vampiro observó su rostro, se cuestionó fuertemente quien podría ser su creador o que motivos pudo tener para convertirlo, desde su perspectiva existía una ola de posibilidades que quizá con el tiempo ya se encargaría de preguntarle claro siempre y cuando él deseara hablar. Ella no sabía que esperar del “Théâtre des Vampires” pero por lo menos no iba sola a tal evento ya. Levantó suavemente su mirada hacia Keneu y entreabrió los labios para preguntar.
- ¿Ha venido con anterioridad? - preguntó de la nada acercándose al vampiro, de ser la respuesta negativa tendría que volver a ponerse alerta sobre lo que la rodeaba, sólo por no dejar.
Margarite Renard- Vampiro Clase Alta
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Re: Pequeñas diversiones {Keneu}
- En realidad esta es la primera vez que voy a ese lugar, como usted sólo he oído historias y rumores, unos más sorprendentes que otros - Sonreí dejando que colgara de mi brazo, era ligera, delicada como un capullo e igualmente guardaba dentro del secreto de sus pétalos una promesa de belleza deslumbrante. Todas las mujeres escondían facetas interesantes, el secreto estaba en descubrir el momento en que florecían y se mostraban a plenitud en toda la gloria que el creador les había otorgado - Me alegra que podamos compartir esta experiencia, pues solo su compañía ya hace que el viaje hasta aquí haya valido la pena - su aspecto casi infantil era totalmente cautivante, nadie podría adivinar que aquella pequeña mujer, con unas manos diminutas y delicadas era capaz de arrancar de cuajo la cabeza de un hombre y destrozarle completamente el cuello con los colmillos que escondía tras una sonrisa engañosamente tímida.
Siguiendo las indicaciones que me había dado el hombre que me hablo de aquel lugar, no tardamos demasiado en llegar hasta el "Théâtre des Vampires", por un instante casi lo pasamos sin siquiera notarlo, entre los otros teatros del boulevar no tenía nada que lo hiciese destacar, apenas contaba con un modesto cartel a un lado de la entrada, aun así cuando entramos pude notar el persistente aroma de los humanos que previamente se aventuraron a aquel lugar, sin duda una mezcla peculiar en la que podía identificar el característico aroma de hombres que pasan horas trabajando así como el perfume delicado de varias damas acompañadas de caballeros que guardaban en el chaleco junto al pañuelo alguna flor aromática, obviamente el teatro recibía una gama variada de visitantes pero pese a la agudeza de mis sentidos de rastreador no logre sacar entre aquellos aromas alguno que me diese una señal precisa sobre si el espectáculo que encontraría era o no de la naturaleza que imaginaba. Eso me frustraba un poco ya que me enorgullecía de mi habilidad para seguir rastros, por otra parte de haber sido demasiado simple hubiese perdido el interés al instante.
Insistí en ser quien pagara las entradas, las tarifas no eran demasiado diferentes a las de otros establecimiento así que compre los mejores asientos como acostumbraba.
- Espero que nos divirtamos un rato - dije sonriendo de forma enigmática mientras me perdía por un instante en mis propios pensamientos, considerando los peligros de aquel entretenimiento mundano. Cuando uno metía los pies en el territorio de otro depredador lo mejor era considerar los peores escenarios, siendo aquel un teatro que quizás estuviese conformado exclusivamente por vampiros estábamos hablando de un numero nada despreciable de posibles contrincantes totalmente hostiles, con habilidades difíciles de adivinar a simple vista aunque con el factor común de ser potencialmente letales.
Sin duda sería una noche bastante entretenida si el infierno se desataba allí adentro, una lucha de vida o muerte siempre proporcionaba cantidades de adrenalina suficientes para romper la monotonía, no obstante seguía prefiriendo que las cosas fuesen tranquilas, ya que esa clase de diversión no siempre permitía salir airoso, o siquiera vivo de ello.
- Nuestros asientos deben ser por esta zona - indique mientras conducía a la mujer sin dejar ver mis inquietudes, ella tampoco parecía nerviosa o preocupada de manera alguna, sin embargo por la inteligencia que brillaba en sus ojos era probable que hubiese hecho esas mismas consideraciones y aceptado los riesgos cuando decidió venir hasta aquí.
Siguiendo las indicaciones que me había dado el hombre que me hablo de aquel lugar, no tardamos demasiado en llegar hasta el "Théâtre des Vampires", por un instante casi lo pasamos sin siquiera notarlo, entre los otros teatros del boulevar no tenía nada que lo hiciese destacar, apenas contaba con un modesto cartel a un lado de la entrada, aun así cuando entramos pude notar el persistente aroma de los humanos que previamente se aventuraron a aquel lugar, sin duda una mezcla peculiar en la que podía identificar el característico aroma de hombres que pasan horas trabajando así como el perfume delicado de varias damas acompañadas de caballeros que guardaban en el chaleco junto al pañuelo alguna flor aromática, obviamente el teatro recibía una gama variada de visitantes pero pese a la agudeza de mis sentidos de rastreador no logre sacar entre aquellos aromas alguno que me diese una señal precisa sobre si el espectáculo que encontraría era o no de la naturaleza que imaginaba. Eso me frustraba un poco ya que me enorgullecía de mi habilidad para seguir rastros, por otra parte de haber sido demasiado simple hubiese perdido el interés al instante.
Insistí en ser quien pagara las entradas, las tarifas no eran demasiado diferentes a las de otros establecimiento así que compre los mejores asientos como acostumbraba.
- Espero que nos divirtamos un rato - dije sonriendo de forma enigmática mientras me perdía por un instante en mis propios pensamientos, considerando los peligros de aquel entretenimiento mundano. Cuando uno metía los pies en el territorio de otro depredador lo mejor era considerar los peores escenarios, siendo aquel un teatro que quizás estuviese conformado exclusivamente por vampiros estábamos hablando de un numero nada despreciable de posibles contrincantes totalmente hostiles, con habilidades difíciles de adivinar a simple vista aunque con el factor común de ser potencialmente letales.
Sin duda sería una noche bastante entretenida si el infierno se desataba allí adentro, una lucha de vida o muerte siempre proporcionaba cantidades de adrenalina suficientes para romper la monotonía, no obstante seguía prefiriendo que las cosas fuesen tranquilas, ya que esa clase de diversión no siempre permitía salir airoso, o siquiera vivo de ello.
- Nuestros asientos deben ser por esta zona - indique mientras conducía a la mujer sin dejar ver mis inquietudes, ella tampoco parecía nerviosa o preocupada de manera alguna, sin embargo por la inteligencia que brillaba en sus ojos era probable que hubiese hecho esas mismas consideraciones y aceptado los riesgos cuando decidió venir hasta aquí.
Keneu- Vampiro Clase Alta
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Re: Pequeñas diversiones {Keneu}
Le escuchó atentamente cuando ya estaba pegada a su brazo como si le conociera de siempre. Le miró amistosamente cuando él se refirió a su compañía, la halagaba lo cual era de su agrado. Margarite no tenía idea alguna de lo que significaba la precaución y eso quizá era un gran defecto que por mera suerte no había influido sobre el hecho de que se había mantenido en la no vida durante tanto tiempo. Mientras Keneu hablaba ella se tomó un momento para hacer un rápido escrutinio sobre su faz, la forma de sus cejas, nariz y labios le daban cierta simetría que por el momento había superado con creces a las de otras personas que había conocido. Keneu era simétrico y eso dentro de su mente era ciertamente perturbador de una forma positiva cabe aclarar.
Eso no era nada acorde con su estructura mental, ella solía tener como palabra favorita la palabra “ahora”, por lo tanto la visualización de escenarios diferentes al presente que vivía era prácticamente una infamia. Trató de sosegar su mente y le siguió por los lugares que iban encontrando, ella apostaba que si él no se presentaba ella no daba con el lugar. ¡Vale que todos han de tener un defecto! El de ella era que localizarse en tiempo-espacio era una verdadera odisea en algunas ocasiones, aunque que no siempre. Por esa vez ella pensó que no tenía objeto alguno discutir con Keneu sobre el costo de las entradas pero ya vería como pagar de vuelta la atención en la siguiente ocasión más propicia.
Enarcó la ceja izquierda de inmediato al notar la presencia de aquellos a quien su creador llamaba “el ganado” bien mezclados entre los vampiros asistentes.
Margarite pudo casi observarse a si misma tomando el brazo de Keneu y observando cada movimiento mínimo de aquellos seres. Los sonidos parecieron intensificarse, cada respiración, cada aroma, cada palpitación de sus venas. Todo en ese momento es como si se hubiera remitido a tener un mapa viviente corriendo en su cerebro donde cada punto indicaba la localización de los seres, aquellos puntos rojos eran los de su raza, los puntos verdes eran el ganado y había sin embargo otros que ella consideraba puntos amarillos y eran los conocidos que previamente había encontrado bajo alguna otra situación pero los puntos grises eran las personas de las cuales no se fiaba por ninguna razón, y ahí estaba una.
Por el bullicio provocado por la gente ella se dio cuenta de que parecían estar en lo suyo en las conversaciones propias antes de que se hiciera la última llamada para que el telón se levantara. Solo una conocida -punto gris- le observó desde cierta distancia e inclinó la cabeza con suavidad. Margarite sabía que a pesar de haber rehuido de aquella vampiresa ésta se seguía presentando frente a ella en diversas ocasiones.
El saludo cordial y lejano significaba que quizá el siguiente día ella ya estaría envuelta en algún chisme donde las vampiresas hablarían de su reputación por haber sido vista con un vampiro como Keneu la noche anterior y cuchichearían hasta el desparpajo por ese motivo. Eso en el fondo no le molestaba, pero sí el hecho de que aquella vampiresa ya contaba con un motivo para iniciar una conversación la siguiente vez que se encontraran juntas en algún lugar y Margarite estuviera más accesible.
Desvió su mirada de la vampiresa que la haría motivo y blanco de plática en sus reuniones y escuchó las palabras del vampiro. Margarite le sonrió muy suavemente y asintió un par de veces moviendo los cabellos sueltos que sobraban intencionalmente del peinado. Fue entonces que al vampiro se le ocurrió sonreír de esa forma. Margarite le observó por un momento y observó a la concurrencia dándoles una mirada de soslayo. ¡¿A cuántas personas no habría desequilibrado con ese simple movimiento facial?! Margarite se recompuso como pudo y murmuró en respuesta a sus palabras: - Pues si no es divertido, menudo lío en el que nos hemos metido Monsieur.
Le siguió caminando ágilmente a pesar de que la iluminación del lugar parecía no apta para señoritas de vestidos estorbosos, en el fondo hasta en eso podía darse cuenta que ese lugar estaba diseñado posiblemente por vampiros, unos pequeños surcos sobre el piso le sugirieron por algún motivo que si la sangre era derramada en ese lugar esta correría cuesta abajo hasta una especie de recipiente. Su elevó su mirada al techo y observó con cuidado los decorados dónde se mostraban representaciones de actos vampíricos. Prácticamente los rumores no mentían y se encontraba más que en un teatro en la casa y dominio de alguien más. En sus tiempos si un vampiro era recién llegado en un lugar su primer obligación era encontrar quién dirigía el lugar quién era el propietario del dominio para presentarse frente a él y eso lo aprendió de su creador. Siempre entrar por la puerta grande.
Margarite no tenía intención alguna de romper con las tradiciones sin embargo no estaba muy segura de sí en ese momento seguirían siendo las mismas, aunque supuso que por respeto se debería iniciar una búsqueda para conocer al regente ya fuera del establecimiento o de la ciudad misma pero eso se iba dando poco a poco en cuanto se hiciera de más habilidad social. Se preguntaba si a Keneu le interesaban en algún grado las tradiciones.
Margarite se había sorprendido a sí misma relajándose mucho en ese aspecto llegando a considerar la presentación no tan necesaria pero sí al respeto de la progenie y dominio ajeno. Regresó de sus meditaciones cuando escucho la voz de Keneu a la cual se iba acostumbrando poco a poco, por lo general las voces y los tonos de las personas influían mucho en cómo se relacionaba con ellos. Asintió y dejó que la acercara al asiento que le correspondía.
- Confieso que estoy experimentando cierta ambivalencia por el lugar, Monsieur. No estoy acostumbrada a estar cerca de tantos... – dijo moviendo su mirada rápidamente a un grupo de humano para señalarle específicamente sobre qué hablaba. Ladeó su cabeza y observó a Keneu, al tomar asiento ella tuvo que soltarle el brazo y eso era un capricho que él le había permitido. Ni hablar, ya podría volver a sujetarse de él después sólo si se daba la oportunidad. - ¿Esto será normal o será parte de… lo que vamos a ver esta noche? – le preguntó refiriéndose a los humanos de nuevo. Sus ojos se movieron en dirección al telón, sentía que algo estaba pronto a suceder detrás de el, todo el movimiento era ya muy notorio.
Estaba entusiasmada por lo que iba a ver, por lo que podía pasar y por la compañía. Keneu era quizá de las primeras figuras masculinas con las que se encontraba en esa hermosa ciudad y se sorprendía de lo fluido, caballeroso, buen mozo y atento que podía ser, por eso estaba pensando en dedicarse a mantenerlo como un conocido cercano o amigo a toda costa.
Su mirada estaba fija en el telón pero no podía dejar de percibir el aroma a sangre fresca, moviéndose de un lado a otro danzando prisionera dentro de la piel de aquellos seres que la portaban y atrayéndola de esa forma en la cual siempre lograba liberar su estado más salvaje.
Eso no era nada acorde con su estructura mental, ella solía tener como palabra favorita la palabra “ahora”, por lo tanto la visualización de escenarios diferentes al presente que vivía era prácticamente una infamia. Trató de sosegar su mente y le siguió por los lugares que iban encontrando, ella apostaba que si él no se presentaba ella no daba con el lugar. ¡Vale que todos han de tener un defecto! El de ella era que localizarse en tiempo-espacio era una verdadera odisea en algunas ocasiones, aunque que no siempre. Por esa vez ella pensó que no tenía objeto alguno discutir con Keneu sobre el costo de las entradas pero ya vería como pagar de vuelta la atención en la siguiente ocasión más propicia.
Enarcó la ceja izquierda de inmediato al notar la presencia de aquellos a quien su creador llamaba “el ganado” bien mezclados entre los vampiros asistentes.
Margarite pudo casi observarse a si misma tomando el brazo de Keneu y observando cada movimiento mínimo de aquellos seres. Los sonidos parecieron intensificarse, cada respiración, cada aroma, cada palpitación de sus venas. Todo en ese momento es como si se hubiera remitido a tener un mapa viviente corriendo en su cerebro donde cada punto indicaba la localización de los seres, aquellos puntos rojos eran los de su raza, los puntos verdes eran el ganado y había sin embargo otros que ella consideraba puntos amarillos y eran los conocidos que previamente había encontrado bajo alguna otra situación pero los puntos grises eran las personas de las cuales no se fiaba por ninguna razón, y ahí estaba una.
Por el bullicio provocado por la gente ella se dio cuenta de que parecían estar en lo suyo en las conversaciones propias antes de que se hiciera la última llamada para que el telón se levantara. Solo una conocida -punto gris- le observó desde cierta distancia e inclinó la cabeza con suavidad. Margarite sabía que a pesar de haber rehuido de aquella vampiresa ésta se seguía presentando frente a ella en diversas ocasiones.
El saludo cordial y lejano significaba que quizá el siguiente día ella ya estaría envuelta en algún chisme donde las vampiresas hablarían de su reputación por haber sido vista con un vampiro como Keneu la noche anterior y cuchichearían hasta el desparpajo por ese motivo. Eso en el fondo no le molestaba, pero sí el hecho de que aquella vampiresa ya contaba con un motivo para iniciar una conversación la siguiente vez que se encontraran juntas en algún lugar y Margarite estuviera más accesible.
Desvió su mirada de la vampiresa que la haría motivo y blanco de plática en sus reuniones y escuchó las palabras del vampiro. Margarite le sonrió muy suavemente y asintió un par de veces moviendo los cabellos sueltos que sobraban intencionalmente del peinado. Fue entonces que al vampiro se le ocurrió sonreír de esa forma. Margarite le observó por un momento y observó a la concurrencia dándoles una mirada de soslayo. ¡¿A cuántas personas no habría desequilibrado con ese simple movimiento facial?! Margarite se recompuso como pudo y murmuró en respuesta a sus palabras: - Pues si no es divertido, menudo lío en el que nos hemos metido Monsieur.
Le siguió caminando ágilmente a pesar de que la iluminación del lugar parecía no apta para señoritas de vestidos estorbosos, en el fondo hasta en eso podía darse cuenta que ese lugar estaba diseñado posiblemente por vampiros, unos pequeños surcos sobre el piso le sugirieron por algún motivo que si la sangre era derramada en ese lugar esta correría cuesta abajo hasta una especie de recipiente. Su elevó su mirada al techo y observó con cuidado los decorados dónde se mostraban representaciones de actos vampíricos. Prácticamente los rumores no mentían y se encontraba más que en un teatro en la casa y dominio de alguien más. En sus tiempos si un vampiro era recién llegado en un lugar su primer obligación era encontrar quién dirigía el lugar quién era el propietario del dominio para presentarse frente a él y eso lo aprendió de su creador. Siempre entrar por la puerta grande.
Margarite no tenía intención alguna de romper con las tradiciones sin embargo no estaba muy segura de sí en ese momento seguirían siendo las mismas, aunque supuso que por respeto se debería iniciar una búsqueda para conocer al regente ya fuera del establecimiento o de la ciudad misma pero eso se iba dando poco a poco en cuanto se hiciera de más habilidad social. Se preguntaba si a Keneu le interesaban en algún grado las tradiciones.
Margarite se había sorprendido a sí misma relajándose mucho en ese aspecto llegando a considerar la presentación no tan necesaria pero sí al respeto de la progenie y dominio ajeno. Regresó de sus meditaciones cuando escucho la voz de Keneu a la cual se iba acostumbrando poco a poco, por lo general las voces y los tonos de las personas influían mucho en cómo se relacionaba con ellos. Asintió y dejó que la acercara al asiento que le correspondía.
- Confieso que estoy experimentando cierta ambivalencia por el lugar, Monsieur. No estoy acostumbrada a estar cerca de tantos... – dijo moviendo su mirada rápidamente a un grupo de humano para señalarle específicamente sobre qué hablaba. Ladeó su cabeza y observó a Keneu, al tomar asiento ella tuvo que soltarle el brazo y eso era un capricho que él le había permitido. Ni hablar, ya podría volver a sujetarse de él después sólo si se daba la oportunidad. - ¿Esto será normal o será parte de… lo que vamos a ver esta noche? – le preguntó refiriéndose a los humanos de nuevo. Sus ojos se movieron en dirección al telón, sentía que algo estaba pronto a suceder detrás de el, todo el movimiento era ya muy notorio.
Estaba entusiasmada por lo que iba a ver, por lo que podía pasar y por la compañía. Keneu era quizá de las primeras figuras masculinas con las que se encontraba en esa hermosa ciudad y se sorprendía de lo fluido, caballeroso, buen mozo y atento que podía ser, por eso estaba pensando en dedicarse a mantenerlo como un conocido cercano o amigo a toda costa.
Su mirada estaba fija en el telón pero no podía dejar de percibir el aroma a sangre fresca, moviéndose de un lado a otro danzando prisionera dentro de la piel de aquellos seres que la portaban y atrayéndola de esa forma en la cual siempre lograba liberar su estado más salvaje.
Margarite Renard- Vampiro Clase Alta
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Re: Pequeñas diversiones {Keneu}
- ¿Le molestan los humanos? - interrogue inclinándome hacia ella para poder hablar en susurros muy bajos aprovechando la agudeza superior de sus sentidos. Esa revelación alcanzo a sorprenderme un poco, no era extraño en nuestra especie llevar una vida casi ermitaña, pero me resultaba difícil imaginar aquel botón de rosa ocultando el placer de su belleza al mundo - Ciertamente comparados a ti son menos que insectos, pero piensa en ellos como mariposas revoloteando a tu alrededor, cautivados por la indudable belleza de tus pétalos y la dulzura de tu néctar - me resulto imposible contener el deslizar ligeramente el dorso de mis dedos por su fría y suave piel, necesitaba comprobar si era tan aterciopelada como parecía y así mismo encontré en ella una suavidad digna de explorarse a fondo - Sin embargo... efímeros y frágiles... los humanos encierran su propia belleza, una que ellos no comprenden y muchas veces nosotros simplemente preferimos ignorar - La mire intensamente concentrándome en sus buscando en su expresión algún atisbo de los pensamientos que pudiesen surcar su mente - ... mejor olvide lo que he dicho - sonreí y devolví mi mirada al frente.
En el tiempo que había vivido como inmortal, que no era mucho en comparación a otros, y sin embargo era más de lo que un hombre común pudiese soñar vivir, en esos años jamás había hallado alguno que alcanzase a ver a los humanos como yo los veía, claramente sabía que ellos eran alimento, sabía incluso por propia experiencia que matarlos no me causaba remordimiento, pero disfrutaba de ellos a un nivel más allá de la satisfacción de mi sed u otros instintos más primarios, me maravillaba con su ingenio, al igual que gozaba del modo en que bailaban alrededor mío fascinados por lo que era, de algún modo, en algún recóndito lugar de su mente ellos me reconocían como un depredador, me temían y al mismo tiempo no podían evitar sentirse atraídos hacia mi. Bar-Abba jugo conmigo de aquel mismo modo, cuando aún era mortal le temía al tiempo que le deseaba y el dejo que revoloteara a su alrededor sólo para hacer más dulce el momento de destrozarme entre sus manos. Mis ojos se obscurecieron mientras me apresuraba a desechar esos pensamientos antes de que algún recuerdo aflorara y arruinase por completo mi buen humor.
- Quizás sea porque aun no he vivido lo suficiente que aun veo belleza en donde sólo hay la inminencia del tiempo, o soy un lunático como alguna vez me han dicho - me reí recordando como un vampiro de más o menos mi edad había escupido esas palabras con un innegable desprecio - Por favor no me haga caso - extendí el programa que halle en mi asiento poco antes de ocuparlo estudiándolo a pesar de la desfavorable iluminación.
Decidí no darle vueltas a esa peliaguda cuestión, hablar sobre humanos y sus virtudes o defectos era como adentrarse en una discusión religiosa cuando se hablaba con otro vampiro, para un número considerable de inmortales, los humanos eran escoria que no merecía más atención que la necesaria para arrancarles el cuello a mordidas, mientras la contracara de este pensamiento era un grupo que sólo podía considerarse como adoradores del sufrimiento, despreciándose a ellos mismos, y llorando a cada humano del que bebían pero incapaces de terminar con sus penurias pese a asegurar llevar una existencia del todo insoportable.
En el tiempo que había vivido como inmortal, que no era mucho en comparación a otros, y sin embargo era más de lo que un hombre común pudiese soñar vivir, en esos años jamás había hallado alguno que alcanzase a ver a los humanos como yo los veía, claramente sabía que ellos eran alimento, sabía incluso por propia experiencia que matarlos no me causaba remordimiento, pero disfrutaba de ellos a un nivel más allá de la satisfacción de mi sed u otros instintos más primarios, me maravillaba con su ingenio, al igual que gozaba del modo en que bailaban alrededor mío fascinados por lo que era, de algún modo, en algún recóndito lugar de su mente ellos me reconocían como un depredador, me temían y al mismo tiempo no podían evitar sentirse atraídos hacia mi. Bar-Abba jugo conmigo de aquel mismo modo, cuando aún era mortal le temía al tiempo que le deseaba y el dejo que revoloteara a su alrededor sólo para hacer más dulce el momento de destrozarme entre sus manos. Mis ojos se obscurecieron mientras me apresuraba a desechar esos pensamientos antes de que algún recuerdo aflorara y arruinase por completo mi buen humor.
- Quizás sea porque aun no he vivido lo suficiente que aun veo belleza en donde sólo hay la inminencia del tiempo, o soy un lunático como alguna vez me han dicho - me reí recordando como un vampiro de más o menos mi edad había escupido esas palabras con un innegable desprecio - Por favor no me haga caso - extendí el programa que halle en mi asiento poco antes de ocuparlo estudiándolo a pesar de la desfavorable iluminación.
Decidí no darle vueltas a esa peliaguda cuestión, hablar sobre humanos y sus virtudes o defectos era como adentrarse en una discusión religiosa cuando se hablaba con otro vampiro, para un número considerable de inmortales, los humanos eran escoria que no merecía más atención que la necesaria para arrancarles el cuello a mordidas, mientras la contracara de este pensamiento era un grupo que sólo podía considerarse como adoradores del sufrimiento, despreciándose a ellos mismos, y llorando a cada humano del que bebían pero incapaces de terminar con sus penurias pese a asegurar llevar una existencia del todo insoportable.
Keneu- Vampiro Clase Alta
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Re: Pequeñas diversiones {Keneu}
Margarite inclinó su cabeza como reflejo cuando le escuchó hablarle en susurros y miró en dirección hacia el piso un tanto abochornada porque sabía que ese molesto punto gris estaba observando, tomando nota y recapitulando cada momento. Cuando eso sucedió pudo sentir la perturbación dentro de la mente de aquella intrusa. El toque de la mano del vampiro le hizo cerrar los ojos por impulso moviendo sus ojos hacia dónde se había logrado el contacto, tenía una piel diferente a lo que conocía, ni tan suave, ni tan tosca. Entreabrió los ojos regresando después del noqueo momentáneo y comentó mirándolo a los ojos:
- No es que me molesten, pero esta situación es un tanto… disonante. – pestañeo un par de veces observando a la concurrencia y prosiguió: - Imagine usted que es dueño del mejor hotel de París y que por algún extraño motivo usted es lo que es... – sonrió levemente y continuó. – Y decide que tiene el poder suficiente para tomar una simple decisión, que su propiedad va a ser compartida solo con los de su raza. Usted está decidido a dar un servicio calidad non plus ultra a los suyos, – aquí le lanzó una mirada seria mientras asentía suavemente moviendo la cabeza del lado derecho al izquierdo. - pero los humanos deciden un buen día que su raza es objeto de atracción… - pausó aquí para encogerse de hombros agregando un rápido: - ¿Y cómo no serlo?... Entonces con el pasar del tiempo usted descubre que los humanos entran y salen de su propiedad sin miramientos. – ella seguía en su posición disonante aun sin saber si había podido expresar su idea por completo. Antes de llegar ahí ella pensaba que ese lugar era totalmente reservado para vampiros dentro de su ahora muy notable inocencia a pesar de sus años, este simple hecho delataba que no llevaba ni cinco minutos en la ciudad.
- Ellos simplemente no pueden molestarme porque obviamente sin ellos no sé qué haría. – dijo sonriendo ampliamente y se imaginó cazando ratas en las alcantarillas de la ciudad despoblada de humanos. – Me agradan y debo confesar que me guardo uno para mi reserva y placer personal cada tanto, parte de sus almas van en su sangre ahí es donde considero como una responsabilidad el saber elegir cuidadosamente qué estamos mezclando con nuestra existencia. Dime de quién te alimentas y te diré quién eres. - apretó sus labios entrecerrando los ojos pensando muy bien lo que iba a decir antes de simplemente soltarlo. - Lo que yo planteo está más allá de disfrutarlos por lo que son, hablo de límites territoriales. La belleza sólo corresponde a quien la posee aunque sea en el mínimo y es quien podrá reconocerla siempre, ésta se siente al principio, se pierde un tiempo cuando la soberbia y el ego crecen y uno puede darse cuenta que recuperó el sentido de la belleza cuando el hambre es devastadora y no eres capaz de tocar a un humano porque lo quieres intacto, sin mancha alguna incluso de tu presencia. – remató dándose cuenta del tremendo sermón que le había propinado a Keneu. Se llevó la mano a la boca para parar con todo eso y presionó sus párpados frunciendo un poco su nariz.
– Disculpe todas las palabras que he proferido, no suelo ser tan callada como parezco… sólo que a veces es muy difícil encontrar a alguien que detone que suceda algo así. – se encogió de hombros y tiró muy suavemente de su cabello susurrándole al oído. – No hay ser cuerdo Keneu, ni uno solo, ni aquí ni nunca, ni aunque viva mil años... siempre recuerde eso. – selló las palabras que acababa de decir acariciando despacio la mejilla del vampiro al tiempo que le besaba en la otra y aunque su tacto fuese helado como el mismo invierno la intención era cálida.
Ya sentados miró el programa y se recargó en él, si el molesto punto gris quería hablar de algo le iba a dar al menos tres líneas de conversación jugosa porque le daba igual, disfrutaba mucho la compañía del vampiro. En ese momento pudo ver que la gente se movía y se había hecho el anuncio oficial, el telón estaba por levantarse en cualquier segundo. Margarite le guiñó el ojo al punto gris mientras se mostraba relajada reclinada suavemente sobre su brazo y jugando con un mechón de su cabello. - ¿Estaría invadiendo su espacio personal?
- No es que me molesten, pero esta situación es un tanto… disonante. – pestañeo un par de veces observando a la concurrencia y prosiguió: - Imagine usted que es dueño del mejor hotel de París y que por algún extraño motivo usted es lo que es... – sonrió levemente y continuó. – Y decide que tiene el poder suficiente para tomar una simple decisión, que su propiedad va a ser compartida solo con los de su raza. Usted está decidido a dar un servicio calidad non plus ultra a los suyos, – aquí le lanzó una mirada seria mientras asentía suavemente moviendo la cabeza del lado derecho al izquierdo. - pero los humanos deciden un buen día que su raza es objeto de atracción… - pausó aquí para encogerse de hombros agregando un rápido: - ¿Y cómo no serlo?... Entonces con el pasar del tiempo usted descubre que los humanos entran y salen de su propiedad sin miramientos. – ella seguía en su posición disonante aun sin saber si había podido expresar su idea por completo. Antes de llegar ahí ella pensaba que ese lugar era totalmente reservado para vampiros dentro de su ahora muy notable inocencia a pesar de sus años, este simple hecho delataba que no llevaba ni cinco minutos en la ciudad.
- Ellos simplemente no pueden molestarme porque obviamente sin ellos no sé qué haría. – dijo sonriendo ampliamente y se imaginó cazando ratas en las alcantarillas de la ciudad despoblada de humanos. – Me agradan y debo confesar que me guardo uno para mi reserva y placer personal cada tanto, parte de sus almas van en su sangre ahí es donde considero como una responsabilidad el saber elegir cuidadosamente qué estamos mezclando con nuestra existencia. Dime de quién te alimentas y te diré quién eres. - apretó sus labios entrecerrando los ojos pensando muy bien lo que iba a decir antes de simplemente soltarlo. - Lo que yo planteo está más allá de disfrutarlos por lo que son, hablo de límites territoriales. La belleza sólo corresponde a quien la posee aunque sea en el mínimo y es quien podrá reconocerla siempre, ésta se siente al principio, se pierde un tiempo cuando la soberbia y el ego crecen y uno puede darse cuenta que recuperó el sentido de la belleza cuando el hambre es devastadora y no eres capaz de tocar a un humano porque lo quieres intacto, sin mancha alguna incluso de tu presencia. – remató dándose cuenta del tremendo sermón que le había propinado a Keneu. Se llevó la mano a la boca para parar con todo eso y presionó sus párpados frunciendo un poco su nariz.
– Disculpe todas las palabras que he proferido, no suelo ser tan callada como parezco… sólo que a veces es muy difícil encontrar a alguien que detone que suceda algo así. – se encogió de hombros y tiró muy suavemente de su cabello susurrándole al oído. – No hay ser cuerdo Keneu, ni uno solo, ni aquí ni nunca, ni aunque viva mil años... siempre recuerde eso. – selló las palabras que acababa de decir acariciando despacio la mejilla del vampiro al tiempo que le besaba en la otra y aunque su tacto fuese helado como el mismo invierno la intención era cálida.
Ya sentados miró el programa y se recargó en él, si el molesto punto gris quería hablar de algo le iba a dar al menos tres líneas de conversación jugosa porque le daba igual, disfrutaba mucho la compañía del vampiro. En ese momento pudo ver que la gente se movía y se había hecho el anuncio oficial, el telón estaba por levantarse en cualquier segundo. Margarite le guiñó el ojo al punto gris mientras se mostraba relajada reclinada suavemente sobre su brazo y jugando con un mechón de su cabello. - ¿Estaría invadiendo su espacio personal?
Margarite Renard- Vampiro Clase Alta
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Re: Pequeñas diversiones {Keneu}
Contuve la risa, no se trataba de que no me tomara en serio sus palabras o que me pareciera un disparate, pero resultaba gracioso que una cosita como ella tuviese la capacidad de sermonearme de aquel modo. Marguerite era una mujer llena de sorpresas, un depredador letal que en cambio transmitía tal candidez que me hacía verla vulnerable, eso hizo que me preguntara cuantos hombres se sintieron de esta misma manera, con deseos de protegerla cuando eran ellos quienes debían ser protegidos de los bonitos y pequeños colmillos que tan diestramente mantenía ocultos.
Deje que se recostara contra mi, lejos de incomodarme la familiaridad con la cual me trataba, me sentía alagado de poder estar tan cerca de ella, muchas mujeres no me permitirían tales libertades en público, incluso si en la intimidad de una alcoba fuesen capaces de eso y mucho más. La sociedad le daba demasiada importancia a las formas y el decoro, incluso si tras gruesas paredes y ocultos por la obscuridad fuese capaces de actos de completa amoralidad, el éxito de los burdeles, así como el creciente indicé de asesinatos no eran otra cosa que los síntomas de una sociedad cuyos cimientos se hallaban podridos a pesar de mantener una perfecta mascara de rectitud.
Las luces se apagaron repentinamente antes de concentrarse sobre el escenario, allí apareció una tétrica figura, sus rasgos eran tan bellos como inhumanos, ojos obscuros y depredadores se deslizaron sobre el publico cual ave de presa eligiendo una víctima sobre la que descendería para arrancarle la vida y el alma. Silencio y tensión se apoderaron de la sala, incluso pude notar como el hombre que se hallaba sentado a mi lado se aferraba al asiento clavando las uñas con tanta fuerza que las dejaría marcadas en el tapiz.
Yo en cambio sonreía, el miedo era algo que había olvidado, un sentimiento cuya ausencia me llevaba cada día un poco más cerca de mi destrucción. Estaba extasiado ante el poder que ejercicio sobre el publico esa simple presencia, inmóvil, silenciosa, y aun así como una letal declaración en su mirada.
Su voz fue un estallido, varios espectadores dieron brincos en sus asientos cuando finalmente el misterioso ser empezó a hablarles y el telón de fondo se corría para dar paso a la primera escenografía y los agiles actores que representaban una parodia humana exagerando en movimientos y gesticulaciones, logrando unas risas tímidas.
Deje que se recostara contra mi, lejos de incomodarme la familiaridad con la cual me trataba, me sentía alagado de poder estar tan cerca de ella, muchas mujeres no me permitirían tales libertades en público, incluso si en la intimidad de una alcoba fuesen capaces de eso y mucho más. La sociedad le daba demasiada importancia a las formas y el decoro, incluso si tras gruesas paredes y ocultos por la obscuridad fuese capaces de actos de completa amoralidad, el éxito de los burdeles, así como el creciente indicé de asesinatos no eran otra cosa que los síntomas de una sociedad cuyos cimientos se hallaban podridos a pesar de mantener una perfecta mascara de rectitud.
Las luces se apagaron repentinamente antes de concentrarse sobre el escenario, allí apareció una tétrica figura, sus rasgos eran tan bellos como inhumanos, ojos obscuros y depredadores se deslizaron sobre el publico cual ave de presa eligiendo una víctima sobre la que descendería para arrancarle la vida y el alma. Silencio y tensión se apoderaron de la sala, incluso pude notar como el hombre que se hallaba sentado a mi lado se aferraba al asiento clavando las uñas con tanta fuerza que las dejaría marcadas en el tapiz.
Yo en cambio sonreía, el miedo era algo que había olvidado, un sentimiento cuya ausencia me llevaba cada día un poco más cerca de mi destrucción. Estaba extasiado ante el poder que ejercicio sobre el publico esa simple presencia, inmóvil, silenciosa, y aun así como una letal declaración en su mirada.
Su voz fue un estallido, varios espectadores dieron brincos en sus asientos cuando finalmente el misterioso ser empezó a hablarles y el telón de fondo se corría para dar paso a la primera escenografía y los agiles actores que representaban una parodia humana exagerando en movimientos y gesticulaciones, logrando unas risas tímidas.
Keneu- Vampiro Clase Alta
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