Los vástagos y el Libro de Nod [PRIVADO]

El reloj ya marcaban las siete de la tarde y al fin el sol empezaba a perderse tras las colinas de París, pudiendo así abrir las ventanas y apartar las feas cortinas de mi vista. Fuera, las calles empezaban a perder transeúntes como si también quisieran disfrutas de la noche en soledad, tal y como a mí me gustaba pasarla en aquellos momentos en los que todo parecía peligroso. Cada rincón del mundo ahora me parecía un buen escondrijo para los múltiples enemigos que acechaban mis intereses. Algo, llamémosle instinto, me decía que pronto se desencadenaría una catástrofe mayor de lo imaginable. Algo estaba a punto de suceder que cambiaría el rumbo de mi existencia y quizás, la de más de uno.

La paciencia murió por mi impaciencia y tuve que darme a la bebida mientras la interminable espera llegaba a su fin y la puerta de mi despacho se abría de repente, apareciendo dos de mis agentes arrastrando con ellos a un mocoso de corta edad, un joven que parecía confuso y contrariado. Una niña asustada y atrapada en el cuerpo de un adolescente de clase alta, tal y como pude comprobar por su atuendo. Lo cierto, es que tuve que controlar una gran carcajada que luchaba por escapar de mis labios ante su rostro infantil tras aquellas grandes y redondas gafas que se le deslizaban por el puente de la nariz. En realidad, me pregunté si sería tan poco espabilado como aparentaba, pero no era momento de perder el tiempo con él. Debía ir al grano, pues el tiempo corría en nuestra contra.

Con una seña, los agentes se retiraron y me aseguré de que la planta quedara vacía antes de cerrar la puerta de mi despacho y sentar al pobre pelirrojo en una de las sillas situadas frente a mi mesa, colocándome detrás de la misma y subiendo mis pies a ésta, intentando así relajar el tenso ambiente creado. Apegué las yemas de mis dedos y recosté mi espalda contra la silla, perdiendo mi mirada en la lejanía que me ofrecía el cielo nocturno a través de la ventana.

- Tu nombre es Gabriél Harald Délvheen Délvheen... veinte años... estudiante de Arquitectura en la Universidad de París... hijo del Barón de los Países Bajos... Bien.- Carraspeé, mirándole por el rabillo del ojo.- Lamento las condiciones en las que fuiste traído ante mí... ya sabes, acusándote de robar lencería a las monjas del Monasterio... pero era la única forma de apresarte y llevarte ante mí, no podía dejarte escapar y sabía que no aceptarías hablar conmigo sin una orden judicial.

El pobre muchacho pareció no entender nada, mirando a lado y lado de mi despacho como si esperara que algo le indicara que aquello no era más que una pesadilla. Lo lamenté por él. Hoy no sería su día de suerte.

- Haremos lo siguiente. Tú colaboras conmigo en un caso que tengo entre manos y yo retiro todos los cargos falsos que te imputé.

Gabriél meditó un momento, aun contrariado. Yo resoplé, exhausto aunque realmente sorprendido por mi paciencia, aunque no había otra forma de conseguir lo que quería del muchacho. O era a las buenas, o podía salirme el tiro por la culata. Decidí abordar la cuestión sin más preámbulos, extendiendo ante la mesa aquél cuaderno. Pasé de nuevo las páginas de aquél viejo manuscrito que el tiempo y las condiciones tanto habían deteriorado, perdiéndome una vez más en sus palabras escritas con sangre humana, tal y como mi olfato así me indicaba. Así, me puse a leer en voz alta y clara esperando que al chico le sonaran de algo:

- "Habrá muchos vampiros en cada ciudad, tantos que la sangre será escasa. Los oscuros obtendrán el control de la ciudad más grande del mundo. Los más antiguos, los Antediluvianos, despertarán y beberán la sangre de sus vástagos para reunir fuerzas, pues las fuerzas de los mortales ya no saciarán su sed. Caín mató a su hermano Abel y fue desterrado a la tierra de Nod por Dios, según la leyenda. Caín fue el primer vampiro, construyó una ciudad y engendró tres chiquillos. Estos engendraron a su vez a los que hoy conocemos como Antediluvianos. Al llegar el diluvio, Caín desapareció al ver su ciudad destruida. Los antediluvianos se dispersaron y los clanes se extendieron y ocultaron. Los vampiros más antiguos entraron en un estado de letargo. La profecía dice que la noche que despierten devorarán a toda su progenie para recuperar fuerzas; es en esta profecía en la que se basa el Sabbath, que dice que hay que encontrar a los antediluvianos y exterminarlos para evitar el Apocalipsis."

Alcé la vista del manuscrito, mirándole con fijeza. Nada, ningún atisbo en su mirada que reflejara que tuviera la menor idea de lo que estaba hablando. Por un momento pensé en dejarlo correr y permitir que se fuera, pero tenía que retenerle un poco más, estaba seguro que podía serme útil. Tomé aire antes de alzarme del asiento y caminar alrededor de él.

- La historia vampírica comienza cuando, según dice el Libro de Nod, Caín mata a Abel; al cometer el primer asesinato Dios lo castiga, expulsándolo a la Tierra de Nod. Caín es condenado a no morir nunca y alimentarse de sangre, y al engendrar progenie esto se trasmitirá a su descendencia, transmitiendo así la maldición de Dios. Además, parte de su maldición es morar eternamente sobre la tierra, así que quienquiera que mate a Caín sufrirá siete veces el castigo de Dios, y para que se le reconozca y le teman Caín lleva una marca en la piel. Se dice que Cain, desamparado encuentra a Lilith, con quien transcurre una parte de su existencia y aprende a manipular su poder. Cuando ya no tiene nada que aprender de Lilith, la abandona y vuelve a las tierras que antes habitaba y crea la primera ciudad, Enoch. Aunque esta alcanza la gloria se siente solo, y descubre que puede crear a otros como él, y abraza -convierte- a Enoch, Zillad e Irad Los tres chiquillos a su vez abrazan a otros siete mortales, que son la tercera generación, los antediluvianos. Los antidiluvianos, nietos por así decirlo de Caín, diabolizan -se comen- a sus sires -quienes los abrazaron, sus creadores-. Caín al verlo se enfada y maldice a cada uno de estos caníbales de un modo distinto, su mayor virtud se convierte en su mayor defecto, maldición que comparten con sus descendientes. Es decir, miembros del clan. Viendo la aberración creada por su egoísmo, Caín prohíbe que vuelvan a abrazar a otros mortales y, de esa forma, detener la expansión de la maldición de Dios. Debido a este acto, Dios nuevamente lo castiga causando el Diluvio. Luego de esto Caín se exilia marchando al letargo -es decir, el descanso de un vampiro, es semejante a ser criogenizado- aprovechando la situación de vacío de poder, los Antediluvianos vuelven a abrazar, y sus chiquillos también, y estos a su vez. En este momento se crea la Segunda Ciudad y comienza la Yihad, una guerra que se ha prolongado a lo largo de los siglos hasta hoy en día.

Gabriél me miraba como se mira a un loco. Llevé una de mis manos a mis cabellos, esperando aclarar las ideas antes de seguir. Suspiré y volví a dejarme caer en el asiento, dejándome consumir por la penumbra.

- Tu hermana Elle trabaja para mí, es algo así como una informadora secreta, una... infiltrada que se inmiscuye en los casos relacionados con sospechosos antinaturales. La última misión que le di fue el caso de unos vástagos que practicaban el canibalismo con otros vampiros. La envié al sur de París junto a su compañero Konrad. El trabajo era sencillo: Konrad debía infiltrarse en el clan caníbal y Elle seguir sus pasos e informarme. No obstante, Konrad fue devorado y Elle desapareció después de enviarme una carta adjuntando estas páginas que te leí. ¿Sabes de qué se trata? Son fragmentos del libro de Nod, Gabriél. Para que lo puedas entender te lo diré con palabras sencillas: tu hermana Elle estaba buscando a Caín, claro está, por su cuenta. Creo que ella logró acercarse a su paradero y algo le sucedió. Gabriél, tengo motivos para pensar que tu hermana está en peligro por culpa de sus absurdas investigaciones sobre el origen de las razas, y necesito tu ayuda para encontrarla. Algo me dice que lo que fuera que descubriera... ha podido con ella.

Si su hermano desconocía toda la información que le estaba proporcionando, poca ayuda podría brindarme. La idea fue desoladora, es cierto, pero no por ello iba a decaer en mi afán por encontrarla. No solamente porque fuera una buena infiltrada que tantas veces había resuelto casos complejos en los que vástagos y otros seres sobrenaturales habían usado sus habilidades para hacer el Mal en mi ciudad y cuya Ley humana dejaba un gran vacío legal para ellos, sino también por sus investigaciones. No quería dar más datos alarmantes a aquél pobre muchacho, pero daba por hecho que las informaciones que Elle me proporcionó no eran en absoluto ninguna estupidez. Creía firmemente en aquello que había descubierto y lo peor era, que había picado mi curiosidad. No descansaría hasta encontrarla o, mejor, encontrar a quién ella surcaba: a Caín, el Padre de los Vástagos.

Aun me sentía agitado por el modo escandaloso en el que me habían traído los guardias. Dios santo…acusado por robar lencería…¡A LAS MONJAS! Podía sonar gracioso, pero podían echarme de la universidad por semejante escándalo. ¡Y mas en la mia! Un lugar en el que la condición y el nombre importaban demasiado…Y yo como hijo de la realeza neerlandesa… Sonrei sintiendo cierto tic nervioso en la comisura del labio.

Pero nada, absolutamente nada de eso tuvo importancia alguna cuando escuche a aquel hombre.

Oh mon dieu….Je suis perdu…

Trague saliva cuando vi las hojas del libro de Nod, escuchando lo que mencionaba aquel hombre de sus páginas.
Lo cierto es que me mordí los labios y puse gesto de contrariedad, disimulando lo mejor que pude. Básicamente por tres motivos; el primero….porque sabia de lo que hablaba aquel hombre y del libro, sobre la historia, e incluso algunos detalles de como estaba formado el libro original. Ya que en mas de una ocasión habíamos hablado de el junto con Elle, preguntándoles sobre el mismo a papá y a Johannes, -quien había tenido oportunidad de tenerlo entre sus manos en su pasado- Y es que ambos nos habíamos sentido más que ansiosos con este tema en particular que tanto tenía que ver con nuestra propia familia. ¿Cómo no estarlo, siendo que este tema nos tocaba tan de cerca?
En segundo lugar…El vampirismo, Caín y Abel, la venganza de dios…Madre del amor hermoso, aquel hombre sabía demasiado sobre el tema y eso me asustaba un poco, sobre todo después de comprobar que su mirada era demasiado fija, que apenas parpadeaba y que su cuerpo parecía ser rígido, tanto que no logre ver atisbo de que su torso se moviera con la respiración. Mi padre me había comentado diversos rasgos para reconocer a un inmortal y aquel hombre parecía encajar con los perfiles de uno. Aunque implore a los cielos que me equivocara, que aquel hombre no fuera de esa raza o podía empezar a temer que usara sus dones conmigo –si es que los poseía- Ya que por mucho que yo supiera cosas, contra un inmortal yo…Jejeje.
Y por ultimo…En tercer lugar…¡ELLE, Dios santo! si ella trabaja para este hombre y estaba en peligro… de solo pensarlo sentí que se me salía el corazón por la boca.

Hice una mueca y me rasque la nuca, como si estuviera distraído.
Mi hermana me hablaba sus misiones y me contaba sutilmente por donde le llevaban sus pasos cuando “salía de cacería”, ósea; buscando información. Y todo esto por medio de correspondencia -una que iba muy bien cifrada por cierto, ya que no solo nos escribíamos con tinta invisible, sino porque aun asi, los mensajes iban escritos con códigos y metáforas, como nos había enseñado nuestro padre cuando solo éramos unos críos revoltosos, ansiosos por jugar al espionaje.-

Oiga, ehmm… creo que me está confundiendo. Mi hermana esta en Londres buscándose la vida por su cuenta. No sé de qué me habla y bueeeno.
Me encorve sutilmente mientras movía los labios haciendo una mueca, como si estuviera un poco aburrido
No sé qué quiere que le diga, yo no tengo nada que ver en todo esto ¿sabe? Y eso de acusarme de robar lencería a las monjas…Vamos, ¿cómo puede hacerme esto? ¡Que me echaran de la uni! ¡Y mi papi se llevara tal disgusto que dejara de darme la paga!
Desorbite un poco los ojos como si aquello fuera un escándalo de los más grandes, intentando sonar convincente. Y es que sabia como me veían otros, no era difícil leer sus caras. Era más que seguro que por tener una contextura de “delgaducho” parecía incluso descuidado -por mi pelo largo- como si por llevar gafas y no preocuparme de llevar la camisa abotonada del todo y arremangada de mangas yo tuviera pocas luces.  Pero las apariencias engañan y en este caso esperaba que mi aspecto me ayudara a disimular ante el jefe de policía.  De algo tenía que servirme tener “cara de tonto” ¿o no?

Resople. Y me cruce de brazos, pero entonces observe las hojas del libro de Nod, sin poder evitar fruncir el ceño al fijarme en que algunas de las páginas parecían tener rastros de pigmento lila. Cuando escribíamos con tinta invisible, si no se secaba debidamente, quedaba un rastro de ese color en el papel. ¿Podría haber escrito Elle algo en el borde de las mismas amarillentas hojas?

Debí de quedarme demasiado tiempo mirando fijamente las hojas, pues en cuanto eleve la vista vi que mi silencio y mi atención en las mismas no habían pasado desapercibidas.

Nadie desaparece sin dejar un rastro de ello. Quizás en sus paginas hay alguna pista, quien sabe. Indique encogiéndome de hombros  sin poder evitar echarle un último vistazo a esos papeles, mientras me levantaba sin querer mirar al jefe de policía, sonriendo yo cual bobalicón. Tenía que marcharme de ahí y avisar cuanto antes a mi familia que Elle había desaparecido por todo este asunto.

Bueeeno si me disculpa, tengo un examen mañana. ¡Y me muero de hambre! Ojala hayan preparado tarta de queso en casa.  Me gire dándole la espalda al jefe, caminando hacia la puerta, pero antes de poder extender del todo la mano hacia el pomo, el jefe apareció ante mí, tapando la salida con su postura ahora de brazos cruzados.  Sus reflejos hicieron que palideciera y que no alzara la vista aun hacia él. ¿Me habría pillado o podría seguir siendo el "niño tonto" un rato más?

Un molesto tic se apoderó de mis labios, torciéndolos hasta formar una horripilante mueca que a muchos habría puesto los pelos de punta. No lo dudé un instante, moviéndome con rapidez hasta colocarme tras el chico, agarrando brutalmente su hombro derecho para hacerlo girar sobre su mismo eje y aprisionar su espalda contra la puerta con fiereza, percatándome por su alarido que en realidad, acababa de dislocarle el hombro. No me importó lo más mínimo, de hecho, me pareció una buena forma para retenerle.
 
Acerqué entonces mi rostro hacia su cara de mosquita muerta, mostrándole mis fauces, clavando mis ojos iracundos en los suyos, frunciendo el ceño. Estaba molesto, era una verdad irrefutable. Intenté sosegarme, pero era mirarle a la cara y sentir irremediables ganas de patearle el trasero. Aun así le necesitaba vivo, por lo que inspiré profundamente y relajé mi tensa musculatura sin despegarme de él, dejando que mi aliento azotara sus narices. Quise imponerle, y juraría que pronto lo conseguí. Bien por mí.
 
- ¡Estúpido mocoso! ¿Tienes serrín en el cerebro o es que no me escuchaste una palabra de lo que te conté? ¡Tu hermana está en peligro! ¡Puede que a estas horas ya esté muerta! ¿Pretendes no colaborar conmigo y que pese sobre tu conciencia el fallecimiento de Elle? Eres un cobarde.- mascullé entre dientes, retirándome muy lentamente sin apartar la vista de sus ojos de corderito.- Sin embargo, tienes la última palabra. Si decides no ayudarme en esto, dejarás de serme útil. ¿Y sabes lo que hago con aquellos que me son inútiles? ¿Aquellos que me resultan molestos? Ya imaginarás que no puedo dejarte ir sin más, no sabiendo tanto de este turbio asunto...- reí amargamente, relamiéndome los colmillos amenazantemente.- A todos ellos, los mato.
 
Llevé mis manos a su cuello, estrangulándole mientras le alzaba del suelo ante sus infructuosos forcejeos. Y así, empecé a recortar las distancias que nos separaban, sediento de su sangre, capaz de morderle y beberme hasta la última gota de su sangre. De hecho, lo ansiaba.
 
Su piel era tierna, fácil de quebrar bajo mis puntiagudos colmillos que pronto lo atravesaron con facilidad, extrayendo unas gotas de sangre procedentes de aquellas dos pequeñas heridas.
 
- Exquisito...- musité por un instante, sonriendo antes de volver a inclinarme sobre él y sorber con más fuerza y ansiedad.

¡AAAAAAHG!
¿PORQUE DEMONIOS TENIA QUE SER YO TAN CONDENADAMENTE GAFE?

Patalee, patalee con todas mis fuerzas pues mis pies no tocaban el suelo, empujándole, arañándole, intentando tirar de su cabeza hacia atrás, incluso con puñetazos que pronto descubrí que me hacían más daño a mí que a él. ¡Ni siquiera los rodillazos que le daba en la entrepierna funcionaban! El seguía bebiendo como si yo fuera un bufet libre.

¡SUELTAME! SUELTAME MALDITA SANGUIJUELA YO NO SOY NINGUN COBARDE. Sanguijuela era un apodo que realmente detestaba con toda mi alma, pues mis padres eran inmortales y ese modo de mencionar a su especie me parecía realmente un insulto que en aquella ocasión… me salió del alma, y es que empezaba a desesperarme entre sus brazos, pues sus dientes seguían enterrados, diría que ahora más profundamente que antes. Empecé a sentir que la vista se me nublaba y ya no sabía si era porque mis gafas habían volado o porque empezaba a debilitarme. Aunque por otro lado, mira... ni el hombro me escocía ya.

¡BASTA…BASTA! Sus dientes se separaron un instante de mí, mirándome mientras sostenía de mi en aquella postura forzada.
Puede que sea un simple humano, que no tenga ninguna de las habilidades que tú tienes, pero no soy un cobarde, mátame si quieres pero mírame cuando te digo que no te tengo miedo ni a ti ni a ninguna raza…  Adelante…Sigue bebiendo y no solo no te serviré de nada, sino que perderás la única pista que tienes ahora mismo y que descansa en tu escritorio…

Dicen que la estupidez humana se mide en distintos niveles, y puede que la mía fuera un caso digno de estudiar. Pero en aquella ocasión, el tiro no me salió tan mal, pues él se relamió, como si algo le hubiera puesto de buen humor y me soltó, dejándome caer cual trozo de carne.
Me sujete contra la misma puerta, intentando no acabar en el suelo. Respire por la boca, agitado y con el pelo sobre mi rostro, sudoroso y agitado. Sentía que el suelo era inestable, como si estuviera caminando sobre la cubierta de un barco.

Camine despacio hacia la mesa del jefe de policía, sujetándome al borde en cuanto llegue. Tome aliento, pues cada paso que había dado me había costado una eternidad de realizar. Maldito vampiro, ¡me había dejado hecho un caldo!

Resople tomando las hojas del libro de Nod ante la atenta mirada del inmortal. Acerque una de las velas de su candelabro y la deje encima de la mesa. El jefe me miro como si temiera que quisiera quemar las paginas, pero ignore su mirada y me adelante, poniendo las hojas a unos centímetros de la llama. Él se acerco y junto a mi pudo contemplar como el margen del papel dejaba vislumbrar algo que a simple vista no se veía y que bajo la llama aparecía en el papel, como si este tuviera una marca de agua. Reconocí la la letra de mi hermana, por lo que procedí a leerla con un profundo nudo en mi garganta.


Era un mensaje confuso y complicado, muy a nuestro estilo.
Me gire hacia el jefe, dejando sus hojas a un lado para afirmarme mejor en su mesa.
Estaba claro que Elle estaba en apuros, que había encontrado algo que le había hecho indagar más. Y que por extraño que pareciera, pensaba que yo mismo terminaría teniendo algo que ver. ¿Por qué? Yo simplemente era un estudiante, ¡aun no había acabado ni mi primer doctorado! Pero eso daba completamente igual, no era ni siquiera lo importante. Ella estaba en peligro y eso bastaba para que recorriera cielo, mar y tierra por encontrarla. Aunque tuviera que ser bajo las órdenes de un hombre que parecía tener ganas de clavarme una pajita en la yugular.

Se a lo que se refiere Elle en  su nota, ¡se dé que está hablando!
Déjame colaborar contigo. si, si.. si. Se lo que he dicho. Quiero ayudarte. Déjame ir contigo en su búsqueda y te dejare usarme de aperitivo como has hecho ahora si hace falta.
Vamos…te conviene mas tenerme con vida y ayudándote que muerto ya. ¿o no?

Me mordi la lengua...Esperando que la parte en que le dejaba beberme si quisiera se la hubiera pasado un poquito por alto.

Abrí la puerta sin dilación alguna, adentrándome en la estancia con paso firme hasta situarme ante Fenrir, sorprendiéndome al encontrar a Biél, uno de los hijos de mi ya ex marido. ¿Qué hacía él ahí? Fulminé a Fenrir.
 
- Me prometiste que no le meterías en esto.- farfullé con las mandíbulas tan tensas y oprimidas que poco se me entendía.- ¿Qué pretendes? ¡Es sólo un niño, Fenrir!
 
El vampiro resopló, poniendo los ojos en blanco.
 
- ¿Lo trajiste?
 
- ¿Me estás escuchando lo que te digo? No pienso consentir que le pongas en riesgo...
 
- ¡Eyra, maldita sea, ¿has traído lo que te pedí?!- me interrumpió con brusquedad, acercando su rostro al mío para gritarme, aunque su voz no me hizo vacilar un sólo instante. Su aliento feroz golpeó mi rostro, trayéndome el olor de sangre humana. Miré a Biél de refilón, localizando la sangre que de su cuello emergía todavía. Gruñí y sin dudarlo, me enfrenté a Fenrir, abofeteándole con energía.
 
- ¡¿Qué has hecho?!
 
Fenrir se volvió para golpearme, pero tras unos instantes en los que nuestras penetrantes y furiosas miradas se encontraron, las aletas de su nariz dejaron de abrirse y cerrarse agitadamente, controlando al fin las respiraciones y finalmente, también los músculos de su tosca anatomía. El inmortal me dio la espalda, tomándose unos instante para pensar en silencio, algo que le otorgué gustosamente hasta que él mismo volvió a establecer conversación.
 
- El mocoso nos puede ser útil, ya te lo dije. Lee mensajes que Elle escribió con tinta invisible, consigue descifrar cosas que ella quiso transmitir en clave que tanto tú como yo desconocemos. Deja que trabaje con nosotros, Eyra, al menos desde aquí. ¿Creías que le iba a mandar a luchar? ¡Sólo hay que verle, es un enclenque! -se mofó, girándose hacia mí y hacia Biél.- Pero nos puede ayudar. Si lo que te preocupa es su vida, yo me encargaré de que esté a salvo. Lo juro.
 
Entrecerré los ojos, sosteniendo su mirada un minuto más mientras pensaba en lo que me decía. Finalmente, cedí con un suspiro y Fenrir sonrió sin disimulo alguno, sentándose en su silla de jefe, poniendo los pies en la mesa y mirándome como si esperara algo de mí. Asentí una sola vez, ignorando a Gabriél en todo momento, pues aunque me hubiera gustado limar tensiones, aquél no era el mejor momento.
 
Eché mano a mi cinturón, en cuya vaina había guardado un arrugado papel amarillento que desplegué ante mis narices para la satisfacción del vampiro.
 
- Está escrito en mi lengua natal. ¿Lo traduzco?
 
Fenrir se encogió de hombros, pues aunque ya sabía que entendía mi islandés, también sabía que Biél no, y si él estaba tan metido en el ajo como nosotros, bien le haría conocer la envergadura que aquella misión tomaba por momentos. Me aclaré la garganta.
 
- El manuscrito cayó de la bolsa dónde su portador lo llevaba oculto... Ésta parte está tan dañada que no se puede entender nada de lo que hay escrito. Luego continúa con...El encapuchado le invitó a sentarse alrededor de una hoguera que su magia despertó, ofreciéndole un poco de pan para calmar las tripas que aun le rugían.  El portador acarició el lomo del manuscrito, convulsionando ante las crudas imágenes que éste le mostró. Unas dónde reinaba el caos, la violencia, la sangre y la muerte. Vio una guerra librarse. Vio los cadáveres mutilados y las armas ensangrentadas. El viejo encapuchado tomó el libro, contemplando al igual que el portador, las imágenes de una guerra desatada, retumbando en su cabeza los gritos de las víctimas. El mago abrió el manuscrito ante el silencio del portador, quién ahora escuchó atento las palabras que el anciano leía en voz alta: Así encontró el corazón en tierras estériles. Latía, seguía vivo. Él lo sujetó suavemente en su mano y miró al cielo. Los pensamientos viciosos y el desdén siniestro le llevaron a anhelar el traer de vuelta a la vida a la bruja que murió en llamas. Entonces, devoró el corazón de Gullveig y ella nació de nuevo. Trajeron a la vida una fuerza maligna, una bestia que no se puede domar. Con el oscuro engaño en su alma, la traición de los dioses y de la pesadilla de Odín, nace ahora aquél nacido de la mala sangre. Él, pariente de la serpiente, nacido del pecado y de la oscuridad. ¡Nuestra maldición! Ellos trajeron a la vida una fuerza malévola, una vil bestia que no se puede domar. Némesis de Fimbultyr que ahora nace. Una bestia infame que no puede ser restringida. Oscuro, es el engaño del alma, es la traición de los dioses. ¡Bane de Odín! ¡Ha nacido! ¡Nacido de la mala sangre! ¡Pariente de la serpiente, nacido del pecado y la oscuridad! ¡La maldición! El resto de la página fue quemada, así que no puedo seguir leyendo.- murmuré finalmente, alzando los ojos del papel para encontrarme con los desencajados de Fenrir y los confusos de Biél. Me puse firme, caminando por la sala, deteniéndome al fin ante la ventana sin que realmente quisiera ver a través de ella.- Debemos encontrar el resto del manuscrito, Fenrir. Hay una profecía que hay que impedir.- sentencié con verdadero temor. ¿Sería suficiente la ayuda de Biél y de Achilles? ¿De qué bestia hablaba aquella antigua profecía? ¿Podríamos impedirlo? ¿Tendría relación con el libro de Nod, tal y como Fenrir sostenía? ¿Habríamos llegado ya tarde?